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Escuchar a los estudiantes. Desafíos.

Máximas de cooperación y cortesía


en el aula

EL MAESTRO QUE ESCUCHA


Ene 31, 2016 / Salvador Rodríguez Ojaos
Un maestro debe ser capaz de escuchar a sus alumnos, a sus compañeros de claustro, a
la sociedad en su conjunto… y, lo que es más relevante aún, debe ser capaz de
escucharse a sí mismo. Solo así podrá evaluar su actividad como enseñante, como
educador, y podrá cumplir con su labor de manera eficaz.
Pero esto que parece obvio, no es nada sencillo. Primero, porque la escuela tradicional
no fue pensada, ni diseñada, ni organizada para que el docente tuviera la capacidad de
escuchar; sino todo lo contrario, fue creada para que el maestro fuera escuchado. Y este
es un lastre muy pesado que todavía arrastramos en nuestras escuelas.
Una de las destrezas más importantes para los docentes es saber escuchar
Segundo, porque enseñar es un acto de generosidad y, en parte, un acto de fe. Enseñar,
a veces, obliga a lanzarse de cabeza a una piscina sin saber si hay agua… lo presupones
y te lanzas con una cierta vulnerabilidad. No hay nada peor para un docente que intentar
enseñar a sus alumnos y que estos no aprendan; y que, además, parezca que no tengan
interés alguno por hacerlo. Esto puede provocar que el maestro prefiera no escuchar a
sus alumnos para no tener que enfrentarse a ellos en todo momento.
Tercero, porque un docente se enfrenta cada día a los sueños y esperanzas de sus
alumnos. Desgraciadamente, suelen dejarse de lado, suelen ser despreciados, ya que no
son útiles en la escuela del aprobado y el suspenso. Por este motivo, muchos docentes
prefieren no escucharles.
A pesar de las dificultades, para la labor docente es más
útil escuchar que hablar. Escuchar conduce a la empatía y posibilita el diálogo, permite
la resolución de conflictos. Escucha significa saber “leer” la clase, la actitud de los
alumnos: lo que se ve, lo que se supone, lo que tiene que interpretarse (gestos, miradas,
actitudes…).
El maestro que escucha es un maestro que aprende; y eso es fundamental para
convertirse en un maestro que enseña. Como nos dice Nuccio Ordine:
“A menudo se olvida que un buen profesor es ante todo un infatigable estudiante.” Un
docente no puede dejar nunca de ser un aprendiz.
…no son útiles en la escuela del aprobado y el suspenso
El maestro que escucha es capaz de repensar su actividad docente. De ver o imaginar
nuevas perspectivas, de cambiar su mirada educativa. Por tanto, es capaz de crear, de
innovar y de colaborar. En definitiva, es capaz de adaptarse a situaciones cambiantes;
habilidad que es muy importante en el mundo líquido en el que vivimos.
Por todo ello, debemos dejar de hacer preguntas que llevan implícitas las respuestas.
Los alumnos necesitan ser retados, provocados, incentivados, motivados…, por eso, las
preguntas deben ser abiertas, deben llevar a otras preguntas, a la búsqueda activa y
crítica de respuestas. ¡Deben permitir escuchar la verdadera voz de los alumnos! El
conformismo, el inmovilismo, el miedo al cambio, la renuncia, la rendición son los
mayores enemigos de los docentes que no escuchan.
El maestro que escucha es capaz de cambiar su mirada educativa
Hace un tiempo escribí un artículo en el afirmaba que “Los docentes deben explicar
menos para que los alumnos aprendan más.” Los maestros deben hablar menos y
escuchar más para que sus alumnos aprendan de manera más significativa, autónoma
y comprensiva.

Máximas de cooperación y de cortesía en el aula

Dentro del nivel teórico, detengámonos en los diferentes enfoques que pueden
identificarse en las teorías sobre la cortesía:

1. La cortesía como un sistema de normas para el mantenimiento del equilibrio o la


concordia social. En esta visión se asume que cada sociedad tiene una serie de normas
sociales, más o menos explícitas, que prescriben un cierto comportamiento o modo de
pensar. La evaluación favorable surge cuando una acción es congruente con la norma y
desfavorable cuando la acción es contraria. Se valora el respeto al rango social del otro,
la conservación de la esfera personal y la idea de dignidad humana se construye a partir
de las concepciones dominantes sobre la moral y la decencia. Esta visión es la de los
manuales de etiqueta y se asume que la cortesía está relacionada con el estilo, por lo
que un estilo más formal implicaría una mayor cortesía (Fraser 1990).

Hay asimismo la idea de que las normas sociales tienen un efecto relevante sobre el
sistema lingüístico y dejan huellas en el léxico y la gramática; estas huellas pueden
describirse como un inventario de formas (Held 1995). La cortesía se convierte entonces
en una forma de indexación social, porque señala a quienes la tienen como personas
“bien” educadas, como miembros del propio grupo y a los otros, como vulgares,
indelicados y sin distinción. Esta definición es la que normalmente se encuentra en los
manuales de cortesía.

2. La visión de las máximas de conversación relacionadas con el principio de cooperación


de Grice surge de Lakoff (1973), quien intenta completar las máximas griceanas sobre la
conversación. Grice postula un principio conversacional, el de cooperación: adapta tus
contribuciones conversacionales a la índole y al objetivo del intercambio verbal en que
participas. El principio de cooperación, de categoría universal e irreductible, se toma
como base para explicar la operación de las categorías derivadas, o máximas.

Cantidad. Haga su contribución tan informativa como sea necesario (para los objetivos
normales de la conversación); no diga más de lo necesario.
Calidad: No diga lo que crea que es falso; ni aquello para lo cual no tenga evidencia.
Relación: Sea pertinente.
Manera: Sea claro (Evite la ambigüedad, sea breve, sea ordenado).

Estas máximas representan normas específicas que pueden variar interculturalmente.


Cuando el hablante incumple alguna de las máximas se produce una implicatura,
marcadamente informativa: los hablantes reciben información de ese incumplimiento,
pues suponen alguna razón para el mismo. Tu esposa/o te es fiel; tu hijo está bien; hay
agua en la cañería; en Venezuela se respeta la constitución, son enunciados que no
necesitamos oír; de hecho, si lo hacemos es porque suponemos que la razón que tuvo
el hablante para decirlas fue darnos una información nueva y no la de decir algo obvio y
ya conocido.
Lakoff muestra que la información por sí misma no es suficiente para explicar los usos
cotidianos del lenguaje. El cumplimiento de las máximas conversacionales sería un
problema para la vida en sociedad, porque ellas pueden estar reñidas con la cortesía. De
ahí que la autora proponga tres máximas adicionales en las que ya vemos las dos
nociones que luego serán fundamentales, el respeto del espacio personal en las dos
primeras y el aprecio, en la tercera de ellas. Este se considera un instrumento para
reducir la fricción en la interacción social (1973: 293-298):

a. No impongas tu voluntad al interlocutor


b. Indica opciones
c. Haz que tu interlocutor se sienta bien: sé amable

Más tarde, Leech (1983) propone un Politeness Principle (principio de cortesía) cuyas
máximas se refieren a la conducta en general y menos al lenguaje.

Por medio de este término, me propongo distinguir el estudio de las condiciones


generales del uso comunicativo del lenguaje y de excluir las condiciones 'locales' más
específicas del uso del lenguaje. Puede decirse que este último pertenece al campo
menos abstracto de la socio-pragmática, porque está claro que el Principio de
Cooperación y el Principio de Cortesía operan de modo variable en las diferentes
culturas o comunidades de habla, en situaciones sociales diferentes, entre clases
sociales diferentes, etc. (Leech 1983: 10)

Este principio, a pesar de ser sobre las condiciones generales y no locales para el uso del
lenguaje y representar un paradigma, estaría radicado, sin embargo, en las mentes de
los hablantes y tendría realidad psicológica. El principio señala especificaciones de cómo
ser cortés: minimizando la expresión de creencias descorteses y maximizando la
expresión de creencias corteses, donde descortesía se define como lo desfavorable al
oyente. El costo y el beneficio para éste son directamente proporcionales con la menor
y la mayor cortesía. Y así mismo están en una escala expresiones como: Pela esas papas,
dame el períodico, siéntate, mira eso, disfruta tus vacaciones, toma otro sánduche.
(Leech1983:107)
Leech habla de las máximas
de tacto, generosidad, aprobación, modestia, unanimidad y simpatía. Hay factores
minimizadores y maximizadores para cada una de ellas, pues las máximas se relacionan
con los tipos de actos de habla. Por ejemplo, la máxima de tacto supone minimizar
costos para el oyente, y maximizar sus beneficios; la meta máxima ordena no poner a
otro en la posición de romper la máxima del tacto; la máxima
de generosidad recomienda maximizar el beneficio del otro y minimizar el propio; la
de aprobación, maximizar el elogio y minimizar la crítica; la de modestia, minimizar el
auto-elogio y maximizar el elogio del otro; la de acuerdo, minimizar el desacuerdo y
maximizar el acuerdo; la de simpatía, minimizar la antipatía y maximizar la simpatía.
(1983:119)

3. Quienes entienden la cortesía como una relación de soporte, suponen que ella
contribuye a la construcción de la imagen personal de ego y alter. Se fundamenta la
cortesía en el concepto de imagen, basándose en el hecho de que los hablantes adultos
de una sociedad tienen una imagen o rostro y saben que los demás también la tienen.
La imagen se entiende como una serie de deseos que se satisfacen solamente a través
de las acciones de otros, incluyendo la expresión de estos deseos, se deriva del concepto
de Goffman (1967) según quien, en general, es del interés personal de los hablantes el
mantener mutuamente su imagen.

La cortesía y su aplicación a la enseñanza.


La cortesía es un comportamiento adquirido en el proceso de socialización, llevado a
cabo principalmente por padres y profesores. Pensemos por ejemplo en frases con las
que se le enseña al niño a agradecer o pedir: ¿Qué se dice?, ¿Cómo se pide?, etc. Por
consiguiente, opinamos que en el bloque de Comunicación oral deberíamos enseñar las
reglas de la conversación: saber escuchar, respetar el turno de palabra, conocer las
estrategias de interrumpir, mirar al interlocutor, etc.
En una conversación todos los interlocutores deben tener la posibilidad de hablar sin
que nadie monopolice el uso de la palabra. Todas estas normas tienen que ver con la
cortesía. Resumiendo, una conversación es algo bastante ritualizado y el
desconocimiento de sus normas puede provocar situaciones embarazosas o
simplemente descorteses. El acrónimo speaking de Hymes es un ejemplo que aclara,
aunque no de manera exhaustiva, estas cuestiones. En este acrónimo están agrupados
los componentes de la situación comunicativa que explicamos en la tabla que se da a
continuación.
Sin embargo, la lista de componentes no está completa. Se sabe que el conocimiento
del mundo compartido por el hablante y oyente, las diferencias que presentan entre
ellos y la fuerza ilocutiva repercuten decisivamente en el discurso.
Los docentes procuramos llevar todos estos matices al aula para formar hablantes y
oyentes que sepan interactuar, que tengan una amplia competencia comunicativa. Con
frecuencia, partimos de algunos defectos o deformaciones en la conversación que se
suelen producir cuando no existe una disposición afectiva favorable entre el hablante y
el oyente o fallan las estrategias comunicativas.
Veamos los tipos de hablantes y oyentes a los que se deben este tipo de deformaciones
en la conversación:

HABLANTES OYENTES
verborrágicos interruptores
discutidores distraídos
inhibidos monologadores
El desarrollo de las habilidades lingüísticas favorece la progresiva eliminación de estas
dificultades, por lo que los docentes debemos estar muy atentos a la formación
lingüística de nuestros alumnos e insistir en mejorar los aspectos que estén a nuestro
alcance.
Fíjense en la oposición entre oración (unidad gramatical) y enunciado (unidad del
discurso). Así, en la frase Vendré mañana por una parte distinguimos una oración
enunciativa y, por otra, si la contextualizáramos, podría significar una información
simplemente, un acuerdo, una promesa, una advertencia, una amenaza, etc.
Recursos de la cortesía en el lenguaje verbal.
A continuación presentamos una serie de recursos para expresar cortesía verbal que
hemos recopilado y hemos llevado al aula de Lengua castellana y Literatura:
1. Los modalizadores y las expresiones lexicalizadas: por favor, gracias.
2. Las expresiones atenuantes de la fuerza ilocutiva: si no le importa, si me permite, en
mi humilde opinión.
3. El uso de tiempos verbales atenuadores. Por ejemplo, sustituir el imperativo por el
condicional (Me gustaría que lo hicieras durante esta semana) o utilizar la forma
interrogativa (¿Puedes traerme el diccionario?).
4. El uso de oraciones impersonales: Se dice que despedirán a mucha gente.
5. Las formas de tratamiento (el uso de pronombres personales: preferencia de la forma
de usted sobre la forma de tú para expresar cortesía). La edad es uno de los factores que
determinan los tratamientos iniciales en la conversación en español, excepto en las
relaciones familiares donde la diferencia de edad no causa ya, como antaño,
tratamientos asimétricos (en los que uno de los hablantes usa la forma de usted y el
otro, la forma de tú). Tenemos que advertir que ambas formas (tú y usted) pueden llegar
a ser molestas y descorteses. Tradicionalmente, la forma de usted se señala como el
pronombre de cortesía, pero, en ocasiones, indica enfado o simplemente deseo de
marcar distancia. Sabemos que en los últimos años se tiende a pensar que se trata de
usted a la gente mayor, lo cual provoca a menudo el desagrado en algunas personas que
interpretan que las consideran mayores de lo que son. Entonces suelen protestar
(normalmente bromeando) y convierten esta queja en una manera simpática de
reclamar el trato de tú y así quitar tensión o distancia. El interlocutor que ocupa la
posición dominante es el que normalmente propone explícitamente el uso del tuteo. La
posibilidad contraria es menos frecuente, puesto que el interlocutor situado en la
posición inferior se arriesga a recibir una valoración negativa. Normalmente, la elección
de una u otra forma dependerá de las relaciones de poder o solidaridad y se producirá
después de una etapa de exploración y negociación entre los interlocutores.
Desde este punto de vista, este principio consiste, según P. Grice, en la siguiente
instrucción: “Haga usted su contribución a la conversación tal y como lo exige, en el
estadio en que tenga lugar, el propósito o la dirección del intercambio que usted
sostenga” (P. Grice, 1991: 516).
Las cuatro máximas en que se subdivide este principio son: 1) cantidad, 2) cualidad, 3)
relación y 4) modalidad, las que se subdividen en subregulaciones más específicas, según
sea la máxima, como se muestra a continuación:
1) Cantidad: dice relación con la cantidad de información que debe comunicarse.
Comprende las siguientes máximas:
a. “Que su contribución sea todo lo informativa que requiere el propósito de la
conversación”.
b. “Que su contribución no sea más informativa de lo necesario”.
2) Cualidad: Comprende la máxima general: que su contribución sea verdadera. Incluye
las siguientes máximas:
a. “No diga algo que crea falso”.
b. “No diga algo de cuya verdad no tenga pruebas suficientes”.
3) Relación: Posee una sola máxima:
a. “Diga cosas relevantes”. Este término, tomado del inglés, significa ‘pertinente’, es
decir, ‘en relación con lo que se está hablando’.
4) Modalidad (de manera): Se refiere al modo de decir las cosas. La supermáxima que
la explica es: “Sea claro”, y sus máximas son:
a. “Evite la oscuridad de expresión”
b. “Evite la ambigüedad”
c. “Sea breve (evite la prolijidad innecesaria)”
d.“ Sea ordenado”.
Fuentes de consulta
EL PRINCIPIO DE COOPERACIÓN Y EL OYENTE: PRINCIPIO DE ALTERIDAD Franklin Sentis
Valentina Cordaro Pontificia Universidad Católica de Chile
https://ined21.com/el-maestro-que-escucha/
https://es.slideshare.net/matute525/teora-de-la-cooperacin

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