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LA IGLESIA MEDIEVAL

La práctica religiosa en la Europa medieval (entre alrededor del 476 y el 1500) estuvo dominada e
inspirada por la Iglesia católica. La mayoría de la población era cristiana, lo que en aquel momento era
sinónimo de católica, ya que inicialmente no existía ninguna otra forma de dicha religión. La aparente
corrupción de la Iglesia medieval, sin embargo, inspiró el movimiento que hoy conocemos como la
Reforma protestante. Los primeros llamados protorreformistas como John Wycliffe (1330-1384) y Jan
Hus (c. 1369-1415) inspiraron a Martín Lutero (1483-1546) y fueron inspirados por sectas religiosas
anteriores, condenadas como heréticas por la Iglesia, como los bogomilos y los cátaros, entre muchas
otras, que llamaron la atención sobre la corrupción y los abusos de la Iglesia. Aun así, al mismo tiempo
que estas críticas podían tener mérito, la Iglesia no perdió de vista su visión de trabajar en beneficio del
pueblo a través de sus diversas instituciones que cuidaban de los enfermos, los pobres, las viudas y los
huérfanos, y ofrecían oportunidades educativas y profesionales para las mujeres. Si bien es cierto que en
la Edad Media la Iglesia se centraba en regular y definir la vida del individuo, aunque se rechazaran sus
enseñanzas, y el clero no solía ser el más calificado, seguía siendo reconocida como la manifestación de
la voluntad y la presencia de Dios en la tierra. Los dictados de la Iglesia no debían cuestionarse, ni
siquiera cuando parecía evidente que muchos de los clérigos trabajaban más en su propio interés que en el
de Dios, porque, aunque los instrumentos de Dios fueran defectuosos, se entendía que el Creador del
universo seguía teniendo el control. Un golpe dramático a la autoridad de la Iglesia llegó con la pandemia
de peste negra de 1347-1352, durante la cual la gente empezó a dudar del poder de los instrumentos de
Dios, que no podían hacer nada para evitar que la gente muriera o que la peste se extendiera. Aunque la
peste negra no fue la única causa de la fractura del poder de la Iglesia, puso en tela de juicio la afirmación
de que comprendía y representaba la voluntad de Dios. Este desafío quedó sin respuesta y animó a
clérigos como Wycliffe y Hus a seguir cuestionando y, finalmente, las objeciones de Lutero, que lanzaron
la Reforma protestante (1517-1648) y quebraron el poder de la Iglesia medieval. La Iglesia reclamaba
para sí la autoridad divina, recibida a través de Jesucristo quien, según la Biblia, designó al apóstol
Pedro como “la piedra sobre la que construiré mi iglesia”, a quien entregó las llaves del reino de los cielos
(Mateo 16:18-19). Pedro era considerado, por tanto, como el primer papa, la cabeza de la Iglesia, y todos
los demás como sus sucesores, dotados con la misma autoridad divina. Durante la Edad Media, la Iglesia
tenía una jerarquía establecida:

 El papa: la cabeza de la Iglesia


 Cardenales: consejeros del papa; administradores de la Iglesia
 Obispos/Arzobispos: autoridades eclesiásticas en una catedral o diócesis
 Sacerdotes: autoridades eclesiásticas en una parroquia, aldea o iglesia de una población
 Órdenes monásticas: religiosos en monasterios, supervisados por un abad o abadesa

El cielo, el infierno y el purgatorio eran, para la gente de la Edad Media, sitios reales, y uno no podía
arriesgarse a ofender a Dios criticando a su Iglesia y condenándose así al tormento eterno, en un lago de
fuego rodeado de demonios. Lo chocante no es que no hubiera más gente pidiendo una reforma, sino
cómo alguien tuvo el suficiente valor para hacerlo.

La Reforma protestante no surgió como un intento de derrocar al poder de la Iglesia, sino como un
esfuerzo más de reforma de la corrupción y el abuso eclesiásticos. Martín Lutero (1483-1546) fue un
sacerdote y monje alemán, de un alto nivel de educación, que pasó de la preocupación a la indignación
por lo que él veía como abusos de la Iglesia. Sus 95 Tesis (1517) criticaban la venta de indulgencias como
sistema para conseguir dinero, sin ninguna autoridad bíblica ni valor espiritual, contrario a las enseñanzas
de la Iglesia en muchos otros aspectos.

Lutero fue condenado en 1520 por el papa León X, que le exigió renunciar a su crítica o afrontar la
excomunión. Cuando Lutero rechazó retractarse, el papa León procedió a su excomunión, en 1521, y
Lutero quedó fuera de la ley. Al igual que Wycliffe, Hus y otros antes que él, Lutero sólo pedía una
reforma de la política y la práctica de la Iglesia. Como Wycliffe, tradujo la Biblia del latín a la lengua
vernácula (Wycliffe al inglés medio y Lutero al alemán), se opuso al concepto del sacerdotalismo, por el
que era necesario un sacerdote como intermediario entre el creyente y Dios, y defendió que la Biblia y la
oración eran todo lo que se necesitaba para comunicarse directamente con Dios. Por supuesto, con esas
afirmaciones, no solamente socavaba la autoridad del papa sino que dejaba a ese cargo, igual que el de los
cardenales, obispos, arzobispos, sacerdotes y otros, como inefectivo y obsoleto.

Según Lutero, la salvación era concedida por la gracia de Dios, y no por las buenas obras de los seres
humanos, de forma que todos los trabajos que la Iglesia exigía de los fieles no tenían utilidad eterna, sino
que servían solamente para llenar las arcas de la Iglesia y construir sus grandes catedrales. Debido al
clima político de Alemania, al carisma del propio Lutero y al hábil uso de la imprenta, su esfuerzo
reformador, a diferencia de iniciativas anteriores, tuvo éxito. Otros reformadores, como Huldrych Zwingli
(1484-1531) y Juan Calvino (1509-1564) continuaron el movimiento en sus propias regiones y muchos
otros siguieron su ejemplo posteriormente.

El monopolio que la Iglesia mantenía en la creencia y la práctica religiosa se rompió, lo que dio inicio una
nueva era de mayor libertad espiritual, aunque tuvo sus costos. En su celo por liberarse de la autoridad de
la Iglesia medieval, los protestantes recién liberados destruyeron monasterios, bibliotecas y catedrales,
cuyas ruinas todavía salpican el paisaje europeo en la actualidad. La Iglesia, según entendieron sus
propios representantes en el Concilio de Trento, no había sabido ser su mejor versión y su clero se
caracterizaba con frecuencia por querer más los bienes y placeres terrenales que las ocupaciones
espirituales, pero al mismo tiempo, como se mencionó anteriormente, la Iglesia había construido
hospitales, escuelas y universidades, sistemas sociales para la atención a los pobres y enfermos, y
mantenía unas órdenes religiosas que daban a las mujeres una salida a su espiritualidad, imaginación y
ambiciones. Esas instituciones cobraron una importancia especial durante la pandemia de la peste negra
de 1347-1352, cuando la Iglesia hacía todo lo posible por atender a los enfermos y moribundos cuando
nadie más lo hacía. La Reforma protestante, desafortunadamente, destruyó gran parte de lo bueno que la
Iglesia medieval había hecho al reaccionar ante lo que los reformadores entendían como corrupción y su
percepción de fracaso a la hora de afrontar el reto de proporcionar una razón, y una solución, para el brote
de peste. Finalmente, los diferentes movimientos se organizaron en sectas protestantes cristianas,
reconocibles hoy en día (luteranos, presbiterianos, episcopalianos, etc.) y constituyeron sus propios
institutos de educación superior, hospitales y programas sociales. Cuando comenzó la Reforma, solo
existía una Iglesia, el centro monolítico

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