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Modificaciones en la frecuencia de onda mental

Herramientas y procesos mentales

El hecho de crecer en una iconosfera lleva a las nuevas generaciones a desarrollar unos procesos
mentales distintos de los que desarrollaron los que nacieron y crecieron en la galaxia Gutenberg. A
algunos les molesta que se hagan análisis comparativos entre la lectura y la contemplación de
imágenes. Consideran que puede caerse en dicotomías fáciles, en maniqueísmos. Es evidente que
leer y ver imágenes son actividades compatibles, complementarias. Pero no puede negarse que
desarrollan habilidades perceptivas y mentales diferenciadas. Es como leer y hacer deporte: son
actividades compatibles, pero si una persona se pasa toda su vida leyendo, el día en que pretenda
hacer deporte se romperá. El lenguaje verbal trabaja con signos doblemente abstractos, en el
sentido de que son signos abstractos que remiten a sonidos abstractos. En consecuencia, son
hiperfuncionales para la expresión de conceptos. El audiovisual electrónico, en cambio, es de
dominancia sensorial, opera con signos concretos, analógicos, hiperfuncionales para la vibración
sensorial, pero no tanto para la abstracción y la conceptualización. El carácter analítico de las
operaciones lectoras se comprende mejor si se compara la lectura que se hace para corregir pruebas
de imprenta con la que se hace con el objetivo de comprender, aprender o disfrutar. En el primer
caso hay que extremar la concentración, porque hay que visualizar todas y cada una de las letras,
todos y cada uno de los signos de puntuación. La concentración superior que exige esta operación
mental comporta que a menudo resulte difícil acceder a la comprensión del sentido del texto. Y es
que para cada operación mental se precisa un tipo distinto de habilidad y al activarse unos procesos
específicos, se producen unos efectos diferenciados. Mientras la lectura tiende a desarrollar el
pensamiento continuo y lineal, la iconosfera lleva a desarrollar el pensamiento discontinuo y
simultáneo. La imagen se rige prioritariamente por el pensamiento global, sintético, mientras que la
letra impresa se rige por el pensamiento analítico, secuencial. La imagen desarrolla primordialmente
el pensamiento intuitivo. La letra impresa el pensamiento reflexivo. No es extraño que fuera el
nacimiento de la escritura el que diera paso a la aparición del gramático, del lógico, del retórico del
historiador del científico... Leer comporta la capacidad de ir más allá del significante: Ver imágenes
comporta dejarse penetrar por los significantes. Podría decirse que leer comporta una actitud
mental activa, de penetración, para dar sentido a unos signos que en cuanto abstractos están
alejados de la realidad a la que se refieren. Ver imágenes en cambio, exige una actitud mental
receptiva, de apertura de contemplación y reconocimiento. En el primer caso hay que penetrar unos
signos arbitrarios, convencionales aprendidos de los que hay que extraer un significado a partir de
complejas operaciones mentales de carácter gramatical, sintáctico y semántico. En el segundo hay
que dejarse penetrar por unos signos que tienen una similitud notable con la realidad a la que hacen
referencia. Hay que dejar que los signos hablen hay que dejarse llevar por el flujo de emociones y
sensaciones que despiertan.

Apertura contra concentración

En la lectura el ojo está situado por encima de la hoja de papel y pasa de un vocablo a otro, de un
detalle a otro y finalmente a lo global. Leer un texto es como dar saltos de pulga de un punto a otro
a lo largo de una línea (P. Babin, 1993, págs. 23-24). Ver una imagen, en cambio, comporta recibir de
entrada un impacto global. Ante la imagen se adopta una actitud sintética. Sólo si el receptor lo
desea y tiene tiempo, puede pasar de lo global al detalle. Mientras la lectura desarrolla procesos
mentales analíticos, la imagen reclama prioritariamente actitudes globales, sintéticas Leer es
siempre una actividad en sí misma intelectual, un esbozo de pensamiento, algo más activamente
mental que ver imágenes: después de la palabra oral, la voz escrita es el más potente tónico para el
crecimiento intelectual que se ha inventado.» (Fernando Savater, 1997, págs. 140-141) Apertura
contra concentración. No resulta sorprendente pues que la actividad de contemplar imágenes como
la de oír música, se pueda compaginar con otras actividades. Las imágenes de televisión se
contemplan a menudo en actitud de semiatención, mientras se realizan otras actividades. En
cambio, actividades como la lectura o el cálculo numérico exigen una actitud concentrada por parte
del receptor. Resulta difícil -si no imposible- ejercerlas simultáneamente con otras actividades.

Teniendo en cuenta que en las sociedades desarrolladas la vida cotidiana lleva a ejercitarse mucho
más en la audición de músicas y en la contemplación de imágenes que en el cálculo numérico o en la
lectura, habrá que hablar de una cultura que favorece actitudes mentales de apertura, de dispersión
y de simultaneidad, en contraste con la cultura de la letra escrita, que exige prioritariamente
actitudes de concentración y análisis. También las tecnologías digitales trabajan con una estructura
distinta de la del libro, no lineal sino arbórea, una estructura de telaraña, que tiene en la red otra
analogía que la define adecuadamente. El avance social de estas tecnologías (el multimedia, el
hipermedia el hipertexto o Internet) tal vez contribuya a potenciar nuevas formas de razonamiento y
a la larga la modificación de las habilidades mentales en la línea descrita. «Para aumentar y
transformar ciertas capacidades cognitivas humanas, la informática exterioriza parcialmente estas
facultades en unos soportes numéricos» (P. Lévy, 1998, pág. 130).

Tal vez hoy el cambio más significativo no sea el paso de una cultura de la palabra a una cultura de la
imagen —por cuanto la palabra sigue siendo un componente esencial de los mensajes audiovisuales
y multimedia—, sino el paso de una cultura lineal y de análisis a una cultura reticular, de la
simultaneidad y la síntesis.

El zapping mental: una nueva manera de pensar

Hay invenciones que provocan cambios leves, tanto para bien como para mal: pensemos en la
pólvora. Pero hay otras que modifican la cultura y la sociedad de manera profunda e imprevisible,
una manera que no puede ser comprendida si no es retrospectivamente (K. Popper y J. Condry,
1994, pág. 27), Si es cierto que el desarrollo cognitivo es producto de la manipulación activa Sobre el
entorno (Piaget dixit), los cambios sustanciales en el entorno provocarán cambios sustanciales de
carácter cognitivo. Hoy los medios de masas audiovisuales han pasado a formar parte del medio
ambiente de manera que el desarrollo cognitivo ha de verse altamente modificado por la constante
interacción con ellos. Si antes se habló de zapping sensorial, ahora habría que hablar de zapping
mental. La era de los medios de masas audiovisuales conduce a los consumidores a una percepción
distinta de la realidad y más en concreto a una percepción distinta del espacio y del tiempo. La
galaxia Gutenberg comportaba una percepción del tiempo lineal puntual, monocolor. Una cosa tras
otra, con orden, conforme al lema clásico: «Cada cosa a su tiempo y un tiempo para cada cosa». La
iconosfera, en cambio, privilegia una" percepción del tiempo polifónico y la -capacidad de
desarrollar actividades simultáneas. Cada medio impone un estilo específico de receptividad. «La
forma del libro impreso creó una nueva manera de organizar el contenido y con esto fomentó una
nueva manera de organizar el pensamiento» (Neil Postman, 1990, pág. 51). Favoreció unos hábitos
de pensamiento que James Joyce denominó mentalidad de ABC11, refiriéndose a una estructura de
conciencia que es fielmente análoga a la estructura de la tipografía. La linealidad de la mente
tipográfica se manifiesta de modos diversos: desde la manera de leer la historia (como un
movimiento progresivo, que funciona paso a paso) hasta la entronización del razonamiento causal:
secuencia de procesos que van de causa a efecto. Desde el punto de vista Mental la cultura del
espectáculo representa pues un modo distinto de pensar el mundo, primordialmente no de manera
lineal sino simultánea, no de manera analítica sino sintética, no de manera racional sino intuitiva. En
oposición a la cultura humanística, sistematizada y jerarquizada, hay que hablar de una cultura
mosaico, caracterizada por la dispersión y el caos aleatorio. Son los signos de los tiempos, algunos de
los rasgos característicos de la denominada sociedad posmoderna.

La cultura mosaico

La expresión cultura mosaico, acuñada por Abraham Moles (1975, págs. 205-208), evoca la idea de
un mosaico de conocimientos inconexos adheridos al cerebro humano y sin ninguna relación entre
sí. La cultura tradicional se caracterizaba por una estructura de partida y la jerarquía de los
conceptos genérales. «El acto cognoscitivo del humanismo clásico, acentuadamente cartesiano,
hacia un amplio uso de la deducción más o menos lógica y de los procesos formales cualificados de
razonamiento». En contraste, en la cultura mosaico, «los fragmentos de nuestro conocimiento son
briznas sin orden, unidas al azar por simples relaciones de proximidad de época de adquisición de
asonancia, de asociación de ideas sin estructura definida por tanto pero con una cohesión que
puede al igual que la cohesión lógica de la que hemos hablado antes garantizar cierta densidad de la
pantalla de nuestros conocimientos, una compacidad de ésta tan grande como la del entramado que
nos proponía la educación humanista». Es una forma radicalmente distinta de construir. Se tiende a
sustituir la lógica lineal, basada en la concatenación causal, en la relación natural causa-efecto, por
una lógica circular, basada en la simple asociación por contigüidad o por analogía. Mientras la lógica
racional odia la contradicción, evita los contrarios, en la lógica circular cabe todo. Desde el punto de
vista mental, al hombre de cultura se le plantea un conflicto que es característico de toda
encrucijada cultural. Procedemos de una cultura de lo lineal, pero vivimos en una cultura de lo
global, de lo simultáneo. Tenemos dificultades para enfrentarnos con la simultaneidad porque
nuestro sistema conceptual está constituido en la linealidad. Es difícil rendir cuenta de la
complejidad en un marco conceptual de tipo lineal. La ciencia se constituyó y se desarrolló como
reflexión sobre fenómenos dados de manera lineal, que manifiestan relaciones de causa-efecto
dadas linealmente. «La ciencia es ciencia de la linealidad y es determinista» (S. Serrano, 1996, pág.
206).; No poseemos un tratamiento formal de la simultaneidad. «Por el momento sólo sabemos
tratar la simultaneidad como un sistema de linealidades paralelas» (ídem, pág. 78). Las nuevas
generaciones sufren de alguna manera está escisión. Han crecido en una cultura popular que se
caracteriza por la globalidad y la simultaneidad, por lo visual, lo asociativo, lo intuitivo, lo sintético.
En otros términos, han mamado una cultura mosaica. Pero tienen que enfrentarse en el aula a una
cultura oficial que se Caracteriza por la linealidad y la secuencialidad, por lo verbal, lo abstracto, lo
analítico, lo racional. A unas personas que han sido entrenadas para lo sensible, para lo visual y lo
intuitivo, se les suele exigir la activación del pensamiento lógico, conceptual, deductivo, objetivo,
analítico.

Déficits mentales

Sócrates criticó la invención del alfabeto considerando las pérdidas que supondría su aceptación
para la cultura imperante. Pérdida por ejempló en cuanto a memoria una habilidad mental
hiperdesarrollada en una cultura verbal y mucho menos necesaria cuando las informaciones pueden
ser almacenadas en forma de textos escritos. Las habilidades mentales que resultan atrofiadas (o,
cuando menos, desatendidas) en la iconosfera tienen que ver prioritariamente con la abstracción, el
análisis y la concentración. Por esto no ha de sorprender que pese a los avances en la lucha contra el
analfabetismo haya cada vez más analfabetos funcionales. O que se incrementen los casos de
lectura no comprensiva un problema que al parecer era impensable entre las personas alfabetizadas
de siglos anteriores. O que cada vez resulten más difíciles en el aula y fuera de ella las operaciones
mentales que exigen concentración y análisis. Lo que tienden a desarrollar los nuevos medios es una
atención flotante discontinua dispersa la incapacidad de mantenerse mucho tiempo concentrado en
una misma realidad. Alberto Moravia decía que la proporción entre letrados y analfabetos es
constante, pero actualmente los analfabetos pueden leer y escribir. Abundan las investigaciones que
ponen de manifiesto estos déficits. En los Estados Unidos el país que abandera la cultura del
espectáculo, los escolares obtienen puntuaciones más bajas que los de cualquier otra nación
occidental o industrializada. Grandes proporciones de jóvenes estadounidenses no dominan las
materias escolares básicas. A los diecisiete años el 80% de los estudiantes se muestra incapaz de
escribir una carta convincente. La mitad de ellos no proporcionan estimaciones razonables —y
menos aún respuestas correctas— a problemas básicos de tipo numérico (H. Gardner 1995 pág. 251.

La situación no parece muy distinta en España. Una investigación realizada por el Laboratorio de
Lectura de la Universidad de Girona a lo largo de cinco años y sobre una muestra de 7.000 alumnos
de 37 comarcas de Cataluña revela que uno 'de cada cuatro estudiantes catalanes llega a los 15 años
sin comprender correctamente lo que lee. No ha asumido el proceso de comprensión lectora
adecuado a su edad (lo que los psicólogos denominan decodificación automática). Según los
psicólogos investigadores, el nivel de automatización de la lectura queda estancado entre 6° de
Primaria y 4° de ESO (La Vanguardia, 16 de febrero de 1997, pág. 31) Se observan asimismo
repercusiones en el ámbito de la ortografía. El 44% de los chicos y el 32% de las chicas llega a 4° de
ESO haciendo más faltas de ortografía de lo que les correspondería por edad. En cuanto a las
pruebas de vocabulario, los resultados están unos 20 puntos por debajo de los que se obtuvieron
hace 15 años con la administración de las mismas pruebas. En lo que atañe al cálculo mental, el
retroceso respecto a los resultados obtenidos hace 15 años es del 50% (ibídem). Para ser justos al
hacer este balance de déficits no puede olvidarse la otra cara de la moneda. Y es que en
contrapartida entre las nuevas generaciones hay mucha más capacidad que entre las antiguas para
todo aquello que comporte intuición situación en el espacio simultaneidad rapidez de reflejos,
capacidad de integración de estímulos; Usuales y sonoros... Se ha comentado ya. Es la otra cara de
una misma moneda: la del cambio radical en la frecuencia de onda mental de las nuevas
generaciones.

Modificaciones en la frecuencia de onda actitudinal

El zapping actitudinal

Todas las Modificaciones analizadas hasta ahora tienen sus repercusiones en la esfera de lo
actitudinal. En concreto el fenómeno del zapping sensorial es a un tiempo la causa y el reflejo de una
actitud humana más amplia. El propio concepto de zapping puede constituirse en metáfora. Es un
fenómeno de una gran trascendencia social. El zapping ha dejado de ser una actitud ante el televisor
para convertirse en una actitud ante la vida. Trascendiendo el ámbito de los comportamientos
televisivos define de algún modo una manera de hacer y de ser una cultura una manera de encarar
la vida. Se tiende a hacer zapping en las conversaciones interpersonales, que suelen caracterizarse
por las interrupciones constantes y por el constante cambio de tema. Se hace zapping al ir de bares
en lugar de pasarse la tarde en un bar o en un café, como se hacía antes. Se hace zapping- al
trasladarse con el coche o la moto de un lugar a otro de manera más o menos compulsiva. Las
comidas tradicionales, estructuradas, jerarquizadas tienden a ser sustituidas por comidas
desestructuradas, a base de picadas. También puede considerarse zapping el culto a la moda, que se
define precisamente por el cambio y que cambia, ella misma, de manera cada vez más vertiginosa.
Pueden entenderse como zapping los variadores constantes de orientación en el voto político.
Incluso podría considerarse desde la perspectiva del zapping la tendencia creciente al cambio de
pareja, sobre todo cuando se realiza de manera ligera o impulsiva. Hablar de zapping actitudinal es
hablar de fragmentación, relatividad, provisionalidad. Son manifestaciones de la posmodernidad,
que se caracteriza por la potenciación de un yo diluido. Los posmodernos no suelen molestarse si se
les acusa de yo frágil, de carácter débil, de sujeto múltiple o de yo mudable. Hasta consideran
positivos estos comentarios, por lo que tienen de oposición a la intolerancia, a la intransigencia, al
fanatismo o al dogmatismo (J. A. Marina, 1997, pág. 32). Shen-y Turlde utiliza la metáfora del
ordenador para referirse a esta especie de desintegración del yo. La informática es manifestación y
al mismo tiempo causa de la aparición de un yo posmoderno, fragmentado, que no está dotado de
«voz de la conciencia», sino de un «hipertexto de la conciencia». El yo se desvanece en un estado de
relacionalidad, en la red de redes donde se multiplica en múltiples yoes (ibídem).

El sentido de la inmediatez y de la impaciencia

Haciendo una simplificación fácil, podría decirse que leer educa en la paciencia, mientras que ver
imágenes educa en la impaciencia. Ante un texto escrito el lector sólo encuentra. gratificación si
hace el esfuerzo de descifrar unos signos abstractos y nada gratificadores. Se le exige pues un placer
postergado, condicionado a un esfuerzo previo y a la capacidad de espera. Al telespectador, en
Cambio, se le ofrece 'un placer inmediato, que no le exige apenas esfuerzo, por cuanto la
decodificación de los signos es casi automática. La satisfacción es instantánea y el placer es renovado
constantemente. En consecuencia, como lector hay que ejercitar la paciencia. Las imágenes
televisivas, en cambio, tienden a potenciar en quienes las contemplan una obsesión por lo inmediato
y una actitud de impaciencia.

Existe una diferencia notable entre la descripción literaria de un entorno físico y su representación
en un texto audiovisual. En el texto escrito tal vez haga falta una página entera para hacer una
descripción detallada y completa del entorno, descripción que el lector irá decodificando de manera
lineal, acumulando informaciones, palabra tras palabra, frase tras frase. En el texto audiovisual en
cambio puede bastar una imagen que el espectador procesará en un instante de un vistazo de
manera global sintética. Las modificaciones sensoriales y mentales acaban generando pues cambios
actitudinales. El sentido de inmediatez y de impaciencia viene potenciado además por el
extraordinario dinamismo de la experiencia televisiva... Cada vez se tolera menos un ritmo lento en
los mensajes televisivos. Una actitud que es alimentada por las facilidades que aporta el mando a
distancia y que tiene su correlato en una actitud de impaciencia y en una obsesión por la inmediatez
en la vida cotidiana en general. Se ha hablado al respecto de adolescentes bólido, sin raíces ni
historia, dedicados siempre a satisfacer impulsos primarios (E Imbert, 1994).

Las respuestas emotivas

Virginia Woolf escribió en su diario que «a la gente le gusta sentir. Sea lo que sea». Esta necesidad
de experimentar con los sentimientos, que parece consustancial con la naturaleza humana resulta
potenciada por la iconosfera. Ocurre algo similar a lo que se comentó sobre las modificaciones de
carácter sensorial. La hipertrofia de las emociones acaba generando en el receptor una especie de
voracidad emotiva. Si la cultura del espectáculo tiende a instaurar el reinado de la emoción sobre la
razón contribuirá a conformar a unos sujetos a los que no importa tanto si están o no de acuerdo
con las realidades representadas desde el punto de vista ideológico o ético como si les gustan o no
les gustan, si les satisfacen o no, normalmente al nivel más elemental, más primario. También desde
el punto de vista actitudinal hay diferencias sustanciales entre los efectos de la imagen y los de la
letra escrita. La palabra escrita, en cuanto está esencialmente cerca de lo conceptual, de lo reflexivo,
tiende a provocar respuestas de carácter racional («Estoy de acuerdo» o «No estoy de acuerdo»). La
imagen, en cambio, por cuanto está esencialmente más próxima a la impresión, a la sensación,
tiende a provocar respuestas de carácter emotivo («Me gusta» o «No me gusta»). Ante la lectura de
un texto verbal resulta más fácil que ante una imagen la búsqueda de las debilidades argumentales.
Ante la contemplación de unas imágenes es más fácil que ante un texto verbal la reacción emotiva,
la aceptación o el rechazo impulsivos viscerales. Hay que hablar pues de cambio actitudinal en el
sentido de que cada vez es más necesario el impacto emocional para inducir cambios de actitud o de
comportamiento La radio y la televisión han acostumbrado a los espectadores a la gratificación
derivada de la vibración sensorial y emotiva. Es lógico que unos espectadores que se han habituado
a disfrutar emociones sin discurso sean cada vez menos capaces de soportar discursos sin
emociones. A menudo la actitud con la que el telespectador se aproxima a la información por
ejemplo no está relacionada tanto con el conocimiento como con el entretenimiento. Búsqueda
obsesiva de lo asombroso: el récord batido la hazaña deportiva, la innovación tecnológica
sorprendente, el acontecimiento imprevisto...

Cuando se producen reacciones de participación activa en los conflictos, tanto personal como
socialmente, no suelen provenir tanto de saber cómo de emocionarse. Hay ejemplos históricos al
respecto. En Estados Unidos en 1968, la respuesta de la opinión pública contra la guerra de Vietnam
no fue tan violenta cuando se fue sabiendo que había cientos de muertos (los periódicos hablaban
de ellos cada día) como cuando una imagen impactante mostró una de estas muertes, una sola, en
toda su crudeza: (en referencia a la conocida imagen, captada por el fotógrafo Eddie Adams, en la
que un oficial guerrillero es asesinado en plena calle, en el Vietcong por el general Loan, que le
dispara a bocajarro un tiro en la sien). Podría decirse lo mismo en cuanto al racismo. En 1992 la
respuesta más violenta contra el sistema no provino de saber que había cientos de actos racistas (los
periódicos hablaban de ellos con frecuencia), sino cuando un aficionado consiguió captar con su
cámara de vídeo las imágenes de cuatro policías blancos dando una paliza a un hombre de color,
Rodney King. La emisión televisiva de estas imágenes dio lugar a violentas movilizaciones y a graves
disturbios en la ciudad de Los Ángeles.

Modificación del ecosistema educativo

Hay que hablar pues de una situación de encrucijada cultural que dificulta la posibilidad de sintonía
entre emisor y receptor. Diríase que en la actual coyuntura social se actualiza la metáfora del relato
bíblico de la torre de Babel. Dijo Dios: «¡Ea! Bajemos y confundamos allí su habla, de modo que unos
no comprendan el lenguaje de los otros» (Génesis, 11,7). A veces parece que los alumnos sienten
ante sus profesores lo que "Juan Goytisolo manifestaba sentir ante los políticos: «Nunca converso
con políticos, porque su discurso pasa por encima de mi cabeza y el mío no llega a la suya». Tal vez
resulte difícil la sintonía tanto con los educadores como con los políticos porque son profesionales
que tienden a «hablar a», más que a «hablar con». Hace ya muchos años Giacomo Leopardi decía
que el gran error de los educadores consiste en pretender que a los jóvenes les agrade lo que place a
la vejez o a la madurez. Si la inteligencia es la capacidad de adaptación a un mundo en cambio
constante, las instituciones educativas y culturales deberían demostrar la suya mediante una
adecuada capacidad de transformación. Las aportaciones que se hacen en los capítulos siguientes
tienen como objetivo facilitar esta transformación. Los educadores suelen alegar para resistirse a un
cambio didáctico radical que no hay posibilidad alguna de educación sumergidos en una cultura del
zapping. Juan Luis Cebrián (1998, pág. 80) se expresa con contundencia respecto a las implicaciones
educativas del zapping: «El zapping destruye cualquier método conocido de aprendizaje».
Seguramente sería fácil conseguir de los educadores un acuerdo unánime en torno a esta
afirmación, pero difícilmente se alcanzaría un acuerdo en cuanto a las consecuencias que habría que
extraer de ella. De nada sirven las reacciones apocalípticas que anatematizan el zapping. Las formas
de comportamiento fragmentario, tanto ante el televisor como en la vida en general, son un signo
de los tiempos. En otras palabras, son inevitables. En consecuencia, si el zapping es inevitable y si al
mismo tiempo destruye cualquier método conocido de aprendizaje, lo que habrá que imponerse es
una revisión a fondo de los métodos conocidos de aprendizaje. Vendría aquí a cuento lo que se
conoce como efecto Diderot. Se cuenta que el filósofo francés recibió un día un elegante escritorio.
El nuevo mueble lo obligó a modificar la decoración de su despacho para que estuviera a juego y
pronto se sintió obligado a modificar la decoración de la casa entera para que no desentonara
respecto a la habitación más suntuosa de la misma. El efecto Diderot remite a la problemática de los
ecosistemas. Un ecosistema es un conjunto de elementos interaccionados. La simple modificación
de uno de ellos obliga a la modificación de todo el conjunto. Algunos pensadores críticos con la
institución escolar aseguran que la educación, pese a proclamar las excelencias de la diferencia ha
obrado según la hipótesis opuesta: existe una única manera de enseñar una única manera de
aprender y los individuos se clasifican en función de su capacidad incapacidad respecto a ella. «Sólo
recientemente se han hecho intentos de describir diferentes estilos de enseñanza y de aprendizaje y
se han empezado a construir los entornos los medios educativos propicios a estas diferencias»
(HHowardGardner, 1995, pág. 239). Es en esta línea en la que habría que avanzar. Si los nuevos
medios han modificado profundamente la cultura en la que surgieron y si ésta ha modificado a su
vez profundamente la manera de ver de sentir y de pensar la realidad por parte de las nuevas
generaciones, es imprescindible que la educación y la cultura sepan modificar también
profundamente sus propias estructuras esquemas y criterios para adecuarse a unos sujetos
modelados por la sociedad en la que nacieron. Y por el mismo motivo los medios de comunicación
audiovisuales, que tienen una importancia decisiva en los cambios sociales y culturales, serán los
recursos más adecuados para propiciar el necesario cambio en el sistema educativo.

Asumir las críticas

A partir de la reflexión sobre la Metáfora de la sintonía, parecería que al navegante no le queda otra
opción que la de plegarse a los vientos que soplan en la sociedad del espectáculo. La metáfora de la
sintonía parece obligar al educador y al hombre de cultura a asumir los cambios culturales para
conectar con las nuevas generaciones. No obstante, las cosas no son tan sencillas. La responsabilidad
de su tarea obliga al navegante a tomar precauciones. ' No puede echarse al mar sin prestar
atención a las voces que presagian naufragio navegando con tales vientos. Esté o no de acuerdo con
los apocalípticos, con los críticos radicales, el educador y el hombre de cultura han de tomar en
consideración sus denuncias. Es lo que se pretende con el próximo capítulo.

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