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Introducción
Los COMIENZOS DEL SIGLO XXI marcan la entrada simbólica a un milenio acelerado y
paradójico en el cual la cantidad de información, cada vez más acrecentada, se concentra
en unidades (los microchips) cada vez más pequeñas, produciendo una aceleración de
procesos de tal magnitud que hace que el mundo padezca las consecuencias que el exceso
de información genera, es decir, hermetismo y segregación, y nos lleva a repetir las
proféticas palabras de Thomas S. Eliot:
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? ¿Dónde está el
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conocimiento que hemos perdido con la información?
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El proceso de la lectura
Hay dos acepciones principales del concepto de lectura: una restringida a la
comunicación escrita y la otra a todo tipo de comunicación. Consideramos aquí el sentido
restringido, que entiende por lectura el conjunto de las actividades perceptivas y
cognitivas que mira al reconocimiento y a la comprensión de los mensajes escritos. La
lectura, según el sentido etimológico de la palabra latina (<recoger, reunir>, pero también
<elegir>), no es solamente un proceso de comprensión sino también de selección, y ésta
es la acepción correcta a nivel de unidad textual, porque si la descodificación tiene
carácter preciso a nivel alfabético y probable a nivel frástico, se vuelve ambigua y abierta
a nivel textual. Con Jauss y la escuela de Constanza se abre la diferencia entre la lectura
considerada como el efecto producido por el texto (Wirken ), y el significado que el lector
da al sentido (Rezeption)3, el aspecto hermenéutico. Nosotros nos referiremos a la primera
acepción, la lectura como reacción del sujeto frente al texto.
3
Cfr. Gumbrecht, lser, Jauss et al.(1989), Teoria della ricezione, trad.it., Einaudi, Torino.
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Los modos de que dispone el lector silencioso para leer un texto son variados: lectura
lineal o secuencial; lectura asociativa (responsive reading), que usa el texto como fuente
de impulsos asociativos y creativos; lectura literaria (variante de la anterior); lectura
globalmente informativa; lectura explorativa y/o de investigación; lectura rápida (útil para
textos referenciales pero no para textos literarios, donde rige exactamente el procedimien-
to contrario).
Las distintas prácticas de lectura, que marcan diferentes funciones, tienen en común
el examen ocular del texto, la descodificación del sentido, la reacción del sujeto frente a
lo leído, y corresponden al conjunto de actividades interrelacionadas denominadas, en
psicología, percepción, comprensión y afectividad. Los modelos de lectura conocidos,
el de W. Gray reelaborado por Robinson (1966) y el más reciente de Frans Rutten
4
(1980) , que ha beneficiado de los aportes de la semiótica y de la psicolingüística,
describen los aspectos más evidentes del proceso de la lectura, ignorando dos factores que
son fundamentales y en los cuales Borges ha dado un aporte decisivo. Estos dos aspectos
olvidados son: 1) la función importante de la pre-lectura, o sea de las informaciones que
uno adquiere antes de leer el texto y que se transforman en expectativas (por ejemplo,
consejos de amigos, sugerencias de colegas, reseñas literarias, la propia evaluación al
hojear el texto antes de comprarlo). 2) El indiscutible vínculo entre el momento de la
comprensión y las implicaciones afectivas que tal comprensión comporta, aspecto poco
considerado en los modelos anteriormente mencionados. En Gray-Robinson, por ejemplo,
no se observa diferencia cualitativa entre la comprensión de la frase y la comprensión del
texto. En Rutten, se describen solamente dos de las operaciones esenciales de la
comprensión: la determinación del sentido y la inversión imaginativa. No se habla, por
ejemplo, de la recodificación selectiva, es decir, del sentido que se acumula en estructuras
cada vez más abstractas y en el cual la memoria posee un rol fundamental. Tampoco se
menciona el hecho de que, cada momento de liberación del sentido, implica interferencias
subliminales y afectivas.
Por cuestiones de tiempo, dejaremos de lado el momento de la pre-lectura y
trataremos solamente el segundo aspecto, las implicaciones afectivo-cognitivas.
Comprensión y afectividad
El mecanismo perceptivo de la lectura, en los sistemas occidentales, es conocido por
todos: percibimos palabras y frases con un movimiento horizontal de los ojos de
izquierda a derecha. El tiempo empleado en la lectura es muy variable según se emplee
un solo canal sensorial o dos, pues la lectura silenciosa que, según San Agustín, fue
iniciada por su maestro Ambrogio, el patrón de Milán, es mucho más veloz que la
acompañada por el canal auditivo. La velocidad media es de 9000 palabras por hora si
uno lee acompañándose con la voz , y de 20000 palabras por hora si se efectúa una
lectura silenciosa lenta (me detengo un minuto en este tema porque es de especial interés
en relación con Borges).
El lector capaz de leer velozmente, más que leer palabras o frases, lee estructuras de
4
Cfr. Paul Cornea (1988), Jntroduzione al/a teoria della lettura, trad.it., Sansoni, Firenze
1993.
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no releemos un libro sólo para reencontrar ciertas impresiones placenteras ... (sino
también) para comprenderlo mejor en el rol especial de su explicación estética.,[ ... ]
para hacer de modo que la impresión evolucione en profundidad. 5
5
Cit. por Paul Cornea, op. cit.,p. 230.
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Una literatura difiere de otra , ulterior o anterior, menos por el texto que por la
manera de ser leída; si pudiéramos leer cualquier página actual como la leerán en el
año dos mil, sabríamos cómo será la literatura en el año dos mil. (01, p. 218)
Hoy, como lectores del nuevo milenio, pudiendo hablar desde esa perspectiva del
futuro al que se refería Borges, debemos reconocer la enorme validez de sus palabras, que
anticipan los aportes de la teoría de la recepción. Además, el momento actual es
particularmente privilegiado para entender su modo de lectura y de re-escritura, si se
tienen en cuenta los descubrimientos de las nuevas ciencias neuro-cognitivas. Comentaré,
entonces, brevemente el modo de escritura borgesiano, para luego considerarlo a la luz
de los nuevos enfoques.
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frase, ha pensado cuidadosamente, no qué adjetivo ponía sino qué adjetivo sacaba ... 6
... una de las emociones más comunes de mi vida ( ... ). Yo, para expresar esa
perplejidad, que me ha acompañado a lo largo de la vida y que hace que muchos de
mis propios actos me sean inexplicables, elegí el símbolo del laberinto o, mejor
dicho, el laberinto me fue impuesto porque la idea de un edificio construido para que
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alguien se pierda es el símbolo inevitable de la perplejidad.
6
En Ernesto González Bermejo (1978), Conversaciones con Julio Cortázar, Edhasa,
Barco/ona, p.20.
Cfr. María Esther Vázquez ( 1984), Borges, sus días y su tiempo, Javier Vergara ed., Buenos
Aires 1985, p.56.
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Por ese motivo, para Borges la redacción del prólogo era fundamental, no solamente
porque le permitía un metadiálogo explicativo de sus ideas sobre la literatura y sobre el
mundo, sino porque le permitía recrear-precisamente-un sentimiento de expectativa.
Perplejidad y expectativa Borges las suscitaba de varios maneras: con los ya mencionados
prólogos, con su estilo conciso y densamente semantizado, con sus preguntas indagado-
ras, que introducían una mirada alerta sobre el universo, proponiendo una lectura del
texto en múltiples niveles. Podríamos agregar también su utilización de elementos
cifrados, la confusión de géneros y de mundos reales y virtuales que, años atrás,
desorientaban al lector incauto y lo sumían en un sentimiento de estupor muy borgesiano.
Todos estos factores no bastan, sin embargo, para explicar por qué la lectura reiterada de
sus textos puede provocar, en el lector asiduo de Borges, una especie de <cortocircuit0>
en el funcionamiento de sus dos hemisferios cerebrales.
Según mi criterio, más allá de todo lo mencionado, lo que hace de la escritura
borgesiana un tejido único y dificil de imitar, es el efecto de infinito que él logra suscitar
en sus lectores, y que él mismo experimentaba mientras construía sus textos. Efecto que
se genera a partir de la intricada relación de Borges con la esfera de lo emocional y con
su modo de elaborarla textualmente. Veamos brevemente este aspecto.
Porque los he vivido muy profundamente. Los he vivido tan profundamente que los
he contado empleando extraños símbolos para que la gente no descubriera que todos
, o menos autob"10gra'fi1cos. 8
eran mas
El tipo de proyección que el escritor utiliza es, paradójicamente, por una especie de
pudor que le hacía reprimir sus manifestaciones emotivas, lo que se denomina
«identificación irónica», que crea distancia entre el lector y el texto. Esta poética del
desapego produce un efecto de descentralidad que causa perplejidad en quien lo lee y
que, unida a la complejidad intrínseca de su escritura, transgrede las expectativas
habituales del cerebro y provoca, en el sistema nervioso, un estado de alerta y de parálisis
del pensar que puede producir dos efectos: una respuesta de provocación y entonces el
lector acepta el desafio y prosigue la lectura, o una respuesta de escepticismo y cansancio,
que le hace interrumpir su actividad. Sesenta años atrás, el lector se des-motivaba y
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Cfr. R. J. Christ, «J. L .Borges, an Interview». En Paris Review, XL, Winter-Spring, New
York 1967, p.155 (la trad. es mía).
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Tengo la pesadilla del laberinto y esto se debe, en parte, a un grabado en acero que
vi en un libro francés cuando era chico ... En ese edificio cerrado, ominosamente
cerrado, había grietas. (SN, p.43).
En otra oportunidad, Borges se refiere al mito griego del laberinto y del minotauro
como a una «tardía y torpe versión de mitos antiquísimos, la sombra de otros sueños más
horribles» (MZF, p.102).
En todas estas citas, se evidencia la conversión de lo objetivo en una vivencia
emocional intensa y angustiada, que él transforma en elemento estructural de su obra. El
escritor ha mencionado también, varias veces, la duplicidad de los espejos y la
multiplicación de los espejos enfrentados, y el laberinto es, arquitectónicamente, una
duplicación infinita de lo especular, así que podemos considerarlo como el aspecto
dinámico del espejo. También el enigma (figura del secreto hermético) forma parte del
recorrido laberíntico, porque el que lo recorre no conoce el camino que debe elegir para
poder llegar al centro.
De este modo, enigma, espejo y laberinto dejan de ser meros símbolos aislados para
transformarse en una tríada sistémica, en parte basilar del modelo cognitivo con el cual
Borges estructura sus textos. Ello significa que el lector de Borges, además de efectuar
el proceso inverso al del autor, para decodificar sus textos, debe actuar la relectura
múltiple como parte de un ritual especular obligado al cual conducen los enigmas de
muchos de sus cuentos («La casa de Asterión», en El Aleph, es un ejemplo paradigmáti-
co); ritual reiterativo, la relectura, que es un factor más de descentralidad y desapego en
el recorrido laberíntico del texto. El resultado puede llegar a ser un estado de deslumbra-
miento que presenta cierta analogía con lo que Thomas Kuhn denomina «estado
iluminad0»9, es decir, el salto de un paradigma cognitivo a otro, provocado por una
repentina re-estructuración del pensamiento y la consecuente sensación de <maravilla> que
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Cfr. T. S. Kuhn (1962), La struttura del/e rivoluzioni scientifiche, trad.it., Einaudi, Torino
1969, p.152.
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genera.
Tal es el efecto que el proceso de la relectura puede provocar en los lectores
reiterados de Borges, los que leen con fruición, repetidas veces y lentamente, sus textos;
mejor aún si es un único texto. El tipo de escritura que Borges practica, basada en el
modelo cognitivo del enigma y de la dinámica especular laberíntica, impide descansar en
lo conocido y hace que la mente, perpleja, aminore e, incluso, detenga el movimiento
controlador y analítico del hemisferio izquierdo. De este modo, las palabras que
entretejen su escritura, pueden traspasar las restricciones que gobiernan nuestra
conciencia y abrirse camino hacia el interior, produciendo--con el efecto acumulativo
de las simetrías, las reiteraciones léxicas y semánticas, las estructuras oximorónicas y
paradójicas, leídas minuciosamente-un estado de indiferenciación y pérdida de los
límites del yo.
Las ciencias neuro-cognitivas subrayan, precisamente, los efectos de atemporalidad
y de expansión espacial que provocan los micromovimientos oscilatorios de una escritura
10
especular en la neurología de un lector atento y concentrado . Dichos movimientos,
unido a la alternancia constante de lo fantástico con lo (aparentemente) referencial, y a
la saturación de distintas representaciones sensoriales, hacen que el cerebro se mueva en
zonas que normalmente no utiliza y experimente estados que, en el pasado, podrían haber
sido definidos como <místicos>.
Consideremos que Borges es, además, triplemente especular: en la utilización
intertextual elaborada de «unas pocas metáforas de la literatura universal», como él
mismo decía; en las reiteraciones y figuras retóricas de distinto tipo que utiliza, y en las
inversiones frásticas y estructurales de sus textos. Con lo cual, el efecto de deslumbra-
miento, por parte del lector activo, puede ser particularmente intenso (digo <puede> y no
<es>, porque es la interacción reiterada de un determinado texto con un determinado
11
lector, lo que produce el cambio de paradigma) .
Retomando el discurso inicial podemos decir, entonces, que el efecto de indiferen-
ciación, de pérdida de identidad que nuestra época activa negativamente con la
aceleración y el exceso de información, Borges lo generaba positivamente, en sí mismo
y en sus lectores, con su forma de escribir y de utilizar la intertextualidad. Los fenómenos
negativos de desdibujamiento de límites, de hermetismo y de segregación que se derivan
como consecuencia de la saturación de información, Borges los producía positivamente
con la confusión de datos referenciales y fantásticos y la utilización del modelo cognitivo
triádico. De este modo, él mismo experimentaba neurológicamente el deslumbramiento
oceánico de infinitud mientras escribía lentamente sus <fatigados> párrafos; emoción que
él ofrecía indirectamente al lector cautivado por su escritura, con la ironía y la sutileza
con la cual proponía humildemente su ejemplo de excelente lector y re-elaborador de
!O Cfr. Bruno G. Bara (1990), Il metodo della scienza cognitiva, Bollati Boringhieri,, Torino
2000 1 pmbién Jerome Bruner (1986), La mente a piit dimensioni, Laterza, Roma-Bari 1988.
Conviene subrayar que el lector legítimo de Borges no es el lector ingenuo. Es el lector
competente y desprejuiciado (en su sentido etimológico), el que accede a la complejidad de su
escritura, el que se acerca mayormente al lector implícito de su obra. En este sentido, los lectores
lúcidos de nuestra época están más capacitados para comprender la obra borgesiana, en razón de
la mayor cantidad y calidad de los instrumentos teóricos que poseen.
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historias ajenas. Recordemos que, para Borges, el poeta ciego, escucharse mientras
repetía incansablemente las frases que creaba era fundamental, para poder saborear la
sensación de infinitud. Por eso, el término <infinitm se multiplica incesantemente en sus
textos.
Un modelo ejemplar en su brevedad, en lo estilístico y semántico, lo constituye «El
laberinto» de Atlas, como demuestro en un trabajo anterior 12 . En dicho laberinto, Borges
resume magistralmente, como años atrás en «La casa de Asterión», su poética de la
lectura y de la re-escritura: leer es re-leer cantidad de veces un único texto, que no será
nunca el mismo porque cada nueva lectura provocará nuevos sentidos y añadirá nuevos
elementos al texto original. Las diferentes re-lecturas llevarán de la comprensión inicial
del contenido, a la comprensión de la forma del contenido y, sucesivamente, a la
captación de la reiteración de la forma, de la forma del ritmo, del ritmo de la pausa, de
la calidad del silencio (es decir, un viaje de exploración y descubrimiento que se
transforma, sucesivamente, en un viaje de seducción y deslumbramiento estético).
Conclusión
Podemos afirmar, entonces, que es esa sensación de infinito, de vastedad indiferen-
ciada, provocada por las estrategias cognitivas y lingüísticas de Borges, lo que se
experimenta con la lectura reiterada de su obra. El contenido incide relativamente poco;
puede resultar interesante al principio, para atraer la atención del lector; pero quedarse
en él lleva, incluso, a confundir las ideas en el momento de la valoración crítica. La
escritura de Borges seduce porque nos pone en contacto, a través de la forma de la
expresión, con lo inexpresable; con ese momento en el cual la intensidad de lo no dicho,
atraviesa las fronteras del silencio y se expresa en el umbral de la pre-textualidad, en los
entramados intralingüísticos del texto. Por eso Borges puede resultar indigerible para un
lector joven o, por lo menos, no todavía maduro para una retórica del silencio.
Es en esa dimensión que se expresa su sentimiento místico, enmascarado de
desapego simbólico y de distanciación irónica. Es muy posible, también, que las
experiencias místicas que Borges ha tenido cuatro o cinco veces en su vida, y que él
confiesa solamente en sus últimas entrevistas, estén profundamente conectadas a su
escritura. En trabajos anteriores 13 , muestro que sus textos están recorridos por un proceso
de depuración que podría definirse <alquímico>; proceso que acompañó a Borges a lo
largo de su vida y que es el verdadero código secreto que enhebra sus textos. La alquimia
aconsejaba a sus adeptos la relectura constante y el trabajo con las imágenes, como
14
muestran textos básicos como el Mutus Liber ,de 1614, y Borges siguió fielmente ese
consejo alquímico. Y en una época como la nuestra en que, aparentemente, la
información está al alcance de todos, vuelve a encamar la perenne verdad encerrada en
los movimientos gnósticos de la antigüedad: Lo realmente secreto no se hace en secreto
12
«Las formas de la dualidad: de <Boletín de una noche toda> a Siete Noches», en M. Lafon
(coorpjnador), Borges Essayiste, CELCIRP, Paris 2000 (en imprenta).
Cfr. Graciela N. Ricci, «Borges, el código secreto», en G. Ricci (coordinador), Borges, la
lenfSU(j el mundo: las fronteras de la complejidad, Giuffre ed., Milano 2000, pp.133-166.
«Üra - Lege Lege Lege Relege labora - et invenies.» En Altus, Mutus Liber, La Rochelle
1677, figura 4.
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sino que habla en secreto, porque se revela al lector que puede y quiere detener ese
tiempo tan acelerado que nos devora, para penetrar las imágenes cifradas de textos como
los de Borges, en los que imágenes icónicas y lingüísticas aluden a una experiencia
esencial compartida por los gnósticos de todas las épocas.
Por eso, con Borges, el texto literario se vuelve una experiencia de frontera,
manifestación de una apertura dialógica que busca conocer al ser humano a través de la
comunicación consigo mismo y con el Otro dentro de sí; reconocer el texto, reconocerse
en y a través de la lectura de un texto. Texto-espejo, texto-diálogo que renueva las
experiencias fundamentales, las que se dan en los confines: la piel del cuerpo, la
superficie de la tierra, el nacimiento, el instante de la muerte.
Concluyo con una de las tantas frases que Borges nos enseñó a apreciar y que nos
permite compartir con él su amor por los libros. Decía Borges: «Cada palabra, aunque
está cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete el porvenir» (Prólogo
a MH). Su frase anticipa el milenio que él no logró comenzar pero sí prever con sus
hilaciones irónicas y proféticas. Y si, como él mismo ha dicho en momentos diferentes,
cada palabra presupone una experiencia compartida y cada autor crea a sus precursores,
Borges ha puesto en práctica lo que aseveraba, pues nos ha permitido compartir, con la
re-lectura de sus textos, los estados de infinitud que él experimentaba al escribir, creando
y recreando, con su escritura esencial, a los lectores/autores que lo leen, lo han seguido
y han quedado marcados para siempre por su estilo inimitable.
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