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El proceso de la lectura y los aportes

revolucionarios de Jorge Luis Borges


Graciela N. Ricci
UNIVERSITÁ DEGLI STUDI DI MACERATA

En el sueño hay formas que se repiten,


quizá no hay otra cosa que formas ..
J. L. BORGES, Otras Inquisiciones

Introducción
Los COMIENZOS DEL SIGLO XXI marcan la entrada simbólica a un milenio acelerado y
paradójico en el cual la cantidad de información, cada vez más acrecentada, se concentra
en unidades (los microchips) cada vez más pequeñas, produciendo una aceleración de
procesos de tal magnitud que hace que el mundo padezca las consecuencias que el exceso
de información genera, es decir, hermetismo y segregación, y nos lleva a repetir las
proféticas palabras de Thomas S. Eliot:

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? ¿Dónde está el
1
conocimiento que hemos perdido con la información?

El conocimiento, desde la perspectiva actual, se ha convertido en el capital de un


número restringido de individuos que tienen la capacidad de acceder a la información
<escondida> pues, en una época en que aparentemente la información está al alcance de
todos, con la proliferación de las técnicas multimediales, la cantidad de datos que se
requiere para utilizar la tecnología moderna, hace que se produzcan desniveles notables
en el acceso a la información. En este sentido, los jóvenes nacidos después de los años
70, los <nuevos viejos>, como los llama R. Simone en su libro La terza fasi, se
encuentran favorecidos por haber tenido acceso a formas complicadas de conocimiento
operativo de la tecnología actual, lo que no ha sucedido con los individuos de las
generaciones precedentes, que han terminado por sentirse aislados y fuera de contexto.
Este fenómeno de incomunicación, debido a diferentes formas de rumor, se da en un
momento histórico en el que, paradójicamente, el término <comunicacióm se ha vuelto

; Cit. por R. Simone, en su libro La Terza Fase, Laterza, Roma-Bari 2000, p. V.


op. cit., p. 55.

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el principal punto de referencia en todos los campos de la actividad humana. La


acumulación del rumor, incluido el de las técnicas multimediales, además de obstaculizar
el fluir comunicativo en general, constituye una forma invisible de violencia social que
puede fácilmente generar sentimientos reprimidos de angustia, por miedo a la pérdida de
control del mundo que nos rodea, el propio y el exterior.
Las características que contradistinguen al nuevo milenio en el campo del saber, la
aceleración, la segregación y el conocimiento hermético a nivel tecnológico, hacen que
gran parte de los profesionales cuyo trabajo requiere profundizar en la lectura de textos
especializados, encuentren difícil abocarse a una dimensión de lectura atenta y
concentrada, en la cual el movimiento temporal parece todavía más lento de lo que es,
mientras a su alrededor una civilización de la imagen se mueve frenéticamente
procesando datos a velocidades supersónicas. Se ha constatado que el resultado de una
sociedad superacelerada es la desestimación inflacionada de la psique humana. A causa
del cambio acelerado del ambiente circundante y la multiplicación de mundos virtuales
que las técnicas abren como posibilidad al hombre, éste desarrolla simultáneamente un
sentimiento de pérdida de identidad y de vida privada que se asemeja mucho al
sentimiento que suscitan las conocidas frases de Jorge Luis Borges: un hombre es todos
los hombres y yo es nadie.
Por todo lo dicho, y teniendo en cuenta que la lectura tradicional, en una época
vertiginosa como la nuestra, va paulatinamente declinando, reemplazada por la lectura
multimedial, es importante preguntarse cómo es que la obra de Borges, de no fácil
lectura, se ha vuelto tan famosa y sus textos leídos, citados y estudiados internacional-
mente en tantos centros especializados. Este trabajo trata de dar respuesta a dicha
pregunta, analizando las implicaciones cognitivo-afectivas del proceso de la lectura, su
importancia en la escritura de Borges y los aportes innovadores que Borges ha
proporcionado a la metodología de la lectura, reexaminados desde la perspectiva de las
ciencias neuro-cognitivas.

El proceso de la lectura
Hay dos acepciones principales del concepto de lectura: una restringida a la
comunicación escrita y la otra a todo tipo de comunicación. Consideramos aquí el sentido
restringido, que entiende por lectura el conjunto de las actividades perceptivas y
cognitivas que mira al reconocimiento y a la comprensión de los mensajes escritos. La
lectura, según el sentido etimológico de la palabra latina (<recoger, reunir>, pero también
<elegir>), no es solamente un proceso de comprensión sino también de selección, y ésta
es la acepción correcta a nivel de unidad textual, porque si la descodificación tiene
carácter preciso a nivel alfabético y probable a nivel frástico, se vuelve ambigua y abierta
a nivel textual. Con Jauss y la escuela de Constanza se abre la diferencia entre la lectura
considerada como el efecto producido por el texto (Wirken ), y el significado que el lector
da al sentido (Rezeption)3, el aspecto hermenéutico. Nosotros nos referiremos a la primera
acepción, la lectura como reacción del sujeto frente al texto.

3
Cfr. Gumbrecht, lser, Jauss et al.(1989), Teoria della ricezione, trad.it., Einaudi, Torino.

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Los modos de que dispone el lector silencioso para leer un texto son variados: lectura
lineal o secuencial; lectura asociativa (responsive reading), que usa el texto como fuente
de impulsos asociativos y creativos; lectura literaria (variante de la anterior); lectura
globalmente informativa; lectura explorativa y/o de investigación; lectura rápida (útil para
textos referenciales pero no para textos literarios, donde rige exactamente el procedimien-
to contrario).
Las distintas prácticas de lectura, que marcan diferentes funciones, tienen en común
el examen ocular del texto, la descodificación del sentido, la reacción del sujeto frente a
lo leído, y corresponden al conjunto de actividades interrelacionadas denominadas, en
psicología, percepción, comprensión y afectividad. Los modelos de lectura conocidos,
el de W. Gray reelaborado por Robinson (1966) y el más reciente de Frans Rutten
4
(1980) , que ha beneficiado de los aportes de la semiótica y de la psicolingüística,
describen los aspectos más evidentes del proceso de la lectura, ignorando dos factores que
son fundamentales y en los cuales Borges ha dado un aporte decisivo. Estos dos aspectos
olvidados son: 1) la función importante de la pre-lectura, o sea de las informaciones que
uno adquiere antes de leer el texto y que se transforman en expectativas (por ejemplo,
consejos de amigos, sugerencias de colegas, reseñas literarias, la propia evaluación al
hojear el texto antes de comprarlo). 2) El indiscutible vínculo entre el momento de la
comprensión y las implicaciones afectivas que tal comprensión comporta, aspecto poco
considerado en los modelos anteriormente mencionados. En Gray-Robinson, por ejemplo,
no se observa diferencia cualitativa entre la comprensión de la frase y la comprensión del
texto. En Rutten, se describen solamente dos de las operaciones esenciales de la
comprensión: la determinación del sentido y la inversión imaginativa. No se habla, por
ejemplo, de la recodificación selectiva, es decir, del sentido que se acumula en estructuras
cada vez más abstractas y en el cual la memoria posee un rol fundamental. Tampoco se
menciona el hecho de que, cada momento de liberación del sentido, implica interferencias
subliminales y afectivas.
Por cuestiones de tiempo, dejaremos de lado el momento de la pre-lectura y
trataremos solamente el segundo aspecto, las implicaciones afectivo-cognitivas.

Comprensión y afectividad
El mecanismo perceptivo de la lectura, en los sistemas occidentales, es conocido por
todos: percibimos palabras y frases con un movimiento horizontal de los ojos de
izquierda a derecha. El tiempo empleado en la lectura es muy variable según se emplee
un solo canal sensorial o dos, pues la lectura silenciosa que, según San Agustín, fue
iniciada por su maestro Ambrogio, el patrón de Milán, es mucho más veloz que la
acompañada por el canal auditivo. La velocidad media es de 9000 palabras por hora si
uno lee acompañándose con la voz , y de 20000 palabras por hora si se efectúa una
lectura silenciosa lenta (me detengo un minuto en este tema porque es de especial interés
en relación con Borges).
El lector capaz de leer velozmente, más que leer palabras o frases, lee estructuras de

4
Cfr. Paul Cornea (1988), Jntroduzione al/a teoria della lettura, trad.it., Sansoni, Firenze
1993.

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sentido y las va acumulando en su memoria. El tiempo de fijación necesario para la


transformación de los signos visivos en unidades de significado permanece constante, un
tercio o un cuarto de segundo, más allá de la cantidad de información adquirida, y no
depende de la forma o dimensión del carácter tipográfico ni de la mayor o menor
inteligencia del lector. La duración de la fijación constituye uno de los límites de la
lectura. El otro límite es la capacidad de absorción de la memoria de breve duración
(MBT), que conserva la información durante unos segundos solamente (más o menos una
frase entera, entre 8 y 20 palabras). En cambio, la memoria de larga duración (MLT)
funciona como un archivo donde se depositan las informaciones de los códigos y del
conocimiento del mundo y también las informaciones recibidas de lo que actualizamos
durante la lectura. La duración de lo que retenemos puede ser de algunas horas o de toda
una vida.
Durante el proceso de la lectura, la cantidad de información consciente que una
persona puede percibir en un momento determinado con la MBT es, como media, de 7
+ o -2 bits por fijación. Por lo tanto, para que el ojo se detenga en lo esencial y acelere
el proceso, hay que eliminar material lingüístico, encontrar las palabras claves y anticipar
mentalmente los movimientos oculares. La lectura no depende de la agilidad de la vista
sino de la agilidad de la mente y de su capacidad de procesar velozmente la información
que va recibiendo. Utilizando una feliz dialéctica entre los dos tipos de memoria, la de
breve y la de larga duración, el lector va recodificando el sentido del texto con una
especie de <traducción> que, a través de reglas de selección, de generalización y de
construcción, elabora y sintetiza las informaciones recibidas y restituye el sentido del
texto a un nivel más abstracto.
Si nos detenemos en uno de esos aspectos, el proceso selectivo, que implica que una
cantidad de elementos no se expresan pues se consideran presupuestos, podemos inferir
que, en el campo de la literatura, lo no dicho adquiere inusitada importancia pues se
introduce en el discurso a través de figuras retóricas conocidas desde la Antigüedad, y
permite il juego de las estrategias alusivas y elusivas.
Este tipo de estrategias atrae la fantasía del lector pues transforma en conceptos y
representaciones icónicas el material verbal y el material implícito del texto. La
percepción de las cualidades estéticas activas de un texto-las sinestesias de color y
sonido por ejemplo--despierta una emoción particular que activa estratos profundos del
inconsciente del lector. Por lo tanto lo no dicho, lo indeterminado, en otras palabras, lo
<invisible a los ojos>, como diría el Petit Prince de Saint-Exupery, se transforma en un
elemento fundamental de la emoción estética en la dimensión literaria. El estudioso
rumano Tudor Vianu, uno de los pocos que ya en 1934-1936, con la publicación de su
Estética, se había puesto el problema de la recepción en literatura, decía que:

no releemos un libro sólo para reencontrar ciertas impresiones placenteras ... (sino
también) para comprenderlo mejor en el rol especial de su explicación estética.,[ ... ]
para hacer de modo que la impresión evolucione en profundidad. 5

5
Cit. por Paul Cornea, op. cit.,p. 230.

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Con esta frase Vianu manifiesta, implícitamente, que el nivel de la comprensión, en


su sentido simultáneamente emocional y cognitivo, es, en la relectura, el aspecto
predominante, conectado a la capacidad de recepción sensorial y afectiva del sujeto; y
que, contrariamente a lo que se piensa, el nivel intelectual-analítico es secundario. A nivel
de la comprensión, lo indeterminado actúa como inductor semántico que permite el
desencadenamiento del fluir asociativo, según distintos modelos de interacción cognitivo-
emotiva. Modelos que van de la identificación plenamente proyectiva, típica del modo
empático, que anula las distancias entre el lector y el héroe, a la polaridad extrema del
rechazo proyectivo, tal como se verifica en la identificación irónica, tan usada por
Borges.
Actualmente, el rol del factor emocional ha adquirido una enorme importancia en los
enfoques de las distintas escuelas psicológicas, en los seminarios de formación, en las
publicaciones de carácter semiótico, en las investigaciones interdisciplinarias. Este
fenómeno confirma, por una parte, la relevancia que ha asumido el destinatario en el
proceso comunicativo y, por la otra, la importancia de la imaginación del lector en la
activación de la indeterminación textual. De estos dos aspectos, Borges hablaba ya en los
años 40. Basta citar la conocida frase:

Una literatura difiere de otra , ulterior o anterior, menos por el texto que por la
manera de ser leída; si pudiéramos leer cualquier página actual como la leerán en el
año dos mil, sabríamos cómo será la literatura en el año dos mil. (01, p. 218)

Hoy, como lectores del nuevo milenio, pudiendo hablar desde esa perspectiva del
futuro al que se refería Borges, debemos reconocer la enorme validez de sus palabras, que
anticipan los aportes de la teoría de la recepción. Además, el momento actual es
particularmente privilegiado para entender su modo de lectura y de re-escritura, si se
tienen en cuenta los descubrimientos de las nuevas ciencias neuro-cognitivas. Comentaré,
entonces, brevemente el modo de escritura borgesiano, para luego considerarlo a la luz
de los nuevos enfoques.

El modo de escritura de Jorge Luis Borges


Dijimos, al principio, que la aceleración, la segregación y el conocimiento hermético,
son tres características que contradistinguen nuestra época. De estas tres, la primera se
pone en neta oposición con la escritura de Borges quien, como es sabido, necesitaba días
enteros para escribir un cuento o una poesía. Es, precisamente, esa lentitud de
elaboración, unida a la enorme activación de sus dos tipos de memoria, uno de los
motivos que contribuirá a provocar, en el escritor argentino, un modo de escritura
hermética y compleja. La lentitud de elaboración, en Borges, obedecía a esa constante
indagación en los secretos del lenguaje que caracterizó desde siempre su forma de
trabajar y que hizo decir a Cortázar:

.. La gran lección de Borges no fue una lección temática, ni de contenidos, ni de


mecánicas. Fue una lección de escritura. La actitud de un hombre que, frente a cada

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frase, ha pensado cuidadosamente, no qué adjetivo ponía sino qué adjetivo sacaba ... 6

La concentración en lo esencial, típica de su escritura, hace que una cantidad de


elementos se resuelvan elípticamente a veces en una única frase, lo que produce como
resultado la generación de la complejidad, por un lado, y de lo sorprendente, por el otro.
El mismo Borges comenta, en el Prólogo a El otro, el mismo:

Es curiosa la suerte del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y


al cabo de los años puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que no
es nada, sino la modesta y secreta complejidad.

De la complejidad de su escritura, que produce en el lector un sentimiento de


estupor, surge como resultado la perplejidad, que fue, con palabras de Borges:

... una de las emociones más comunes de mi vida ( ... ). Yo, para expresar esa
perplejidad, que me ha acompañado a lo largo de la vida y que hace que muchos de
mis propios actos me sean inexplicables, elegí el símbolo del laberinto o, mejor
dicho, el laberinto me fue impuesto porque la idea de un edificio construido para que
7
alguien se pierda es el símbolo inevitable de la perplejidad.

Complejidad, estupor, perplejidad, son aspectos que nos reenvían a la interacción


cognitivo-afectiva del lector. Aspectos que Borges suscita continuamente, a través de las
formas estilísticas de su escritura y de la utilización inusitada de símbolos universales
como la rosa, la espada, el río, el tigre, los espejos y laberintos. Al igual que con las
metáforas narrativas de la literatura universal, Borges recupera de forma innovadora los
símbolos universales que utiliza, descontextualizando, invirtiendo y desviando las formas
conectivas tradicionales.
Por eso el irrgarten, el laberinto manierista que confunde y desorienta al que lo
recorre, se vuelve el símbolo borgesiano por excelencia como forma y como proceso,
porque lo que el escritor pretende recrear en el lector con la lectura de sus textos, es un
recorrido enigmático y paradójico que termina siendo el objetivo mismo de la lectura. El
camino es la meta. De este modo la perplejidad deviene, en Borges, un aporte esencial
al proceso de la lectura pues, según las ciencias neuro-cognitivas, cuanto más inesperada
es la información, mayor es el espacio de procesamiento que requiere. Las implicaciones
de este descubrimiento científico son considerables porque nos permiten comprender por
qué, durante muchos años, Borges no fue leído o fue leído y apreciado por muy pocos
(recordemos que la obra de Borges recibió, durante muchos años, el epíteto de <elitaria> ).
Si los umbrales de la información están determinados por nuestras expectativas,
podemos comprender, entonces, desde esta perspectiva, la importancia que Borges le

6
En Ernesto González Bermejo (1978), Conversaciones con Julio Cortázar, Edhasa,
Barco/ona, p.20.
Cfr. María Esther Vázquez ( 1984), Borges, sus días y su tiempo, Javier Vergara ed., Buenos
Aires 1985, p.56.

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otorgaba cuando escribía:

He renunciado a las sorpresas de un estilo barroco---dice Borges en el Prólogo a El


informe de Brodie-también a las que quiere deparar un final imprevisto. He
preferido, en suma, la preparación de una expectativa a la de un asombro.

Por ese motivo, para Borges la redacción del prólogo era fundamental, no solamente
porque le permitía un metadiálogo explicativo de sus ideas sobre la literatura y sobre el
mundo, sino porque le permitía recrear-precisamente-un sentimiento de expectativa.
Perplejidad y expectativa Borges las suscitaba de varios maneras: con los ya mencionados
prólogos, con su estilo conciso y densamente semantizado, con sus preguntas indagado-
ras, que introducían una mirada alerta sobre el universo, proponiendo una lectura del
texto en múltiples niveles. Podríamos agregar también su utilización de elementos
cifrados, la confusión de géneros y de mundos reales y virtuales que, años atrás,
desorientaban al lector incauto y lo sumían en un sentimiento de estupor muy borgesiano.
Todos estos factores no bastan, sin embargo, para explicar por qué la lectura reiterada de
sus textos puede provocar, en el lector asiduo de Borges, una especie de <cortocircuit0>
en el funcionamiento de sus dos hemisferios cerebrales.
Según mi criterio, más allá de todo lo mencionado, lo que hace de la escritura
borgesiana un tejido único y dificil de imitar, es el efecto de infinito que él logra suscitar
en sus lectores, y que él mismo experimentaba mientras construía sus textos. Efecto que
se genera a partir de la intricada relación de Borges con la esfera de lo emocional y con
su modo de elaborarla textualmente. Veamos brevemente este aspecto.

La metodología revolucionaria de Borges


Para Borges, la estructuración simbólica de sus relatos fantásticos era manifestación
de sus conflictos más profundos, como él mismo ha comentado en más de una ocasión:

Porque los he vivido muy profundamente. Los he vivido tan profundamente que los
he contado empleando extraños símbolos para que la gente no descubriera que todos
, o menos autob"10gra'fi1cos. 8
eran mas

El tipo de proyección que el escritor utiliza es, paradójicamente, por una especie de
pudor que le hacía reprimir sus manifestaciones emotivas, lo que se denomina
«identificación irónica», que crea distancia entre el lector y el texto. Esta poética del
desapego produce un efecto de descentralidad que causa perplejidad en quien lo lee y
que, unida a la complejidad intrínseca de su escritura, transgrede las expectativas
habituales del cerebro y provoca, en el sistema nervioso, un estado de alerta y de parálisis
del pensar que puede producir dos efectos: una respuesta de provocación y entonces el
lector acepta el desafio y prosigue la lectura, o una respuesta de escepticismo y cansancio,
que le hace interrumpir su actividad. Sesenta años atrás, el lector se des-motivaba y

8
Cfr. R. J. Christ, «J. L .Borges, an Interview». En Paris Review, XL, Winter-Spring, New
York 1967, p.155 (la trad. es mía).

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dejaba de leer a Borges o lo criticaba ásperamente. En nuestra época el lector ha


cambiado, y sus instrumentos receptivos se han afinado notablemente, tanto en lo
instrumental como en lo metodológico; por eso Borges suscita hoy una reacción muy
distinta.
Pero es, en particular, su utilización procesual del enigma, del laberinto y de lo
especular, lo que vuelve realmente innovadora su escritura y revolucionaria la lectura
reiterada de sus textos. Sabemos que, para Borges, el espejo y el laberinto fueron
símbolos que lo atrajeron desde su infancia y suscitaron en él sentimientos de terror y
angustia. Citaré solamente dos comentarios sobre ellos, que Borges emite en varias
ocasiones:

Yo conocí de chico ese horror de una duplicación o multiplicación espectral de la


realidad pero ante los grandes espejos. Su infalible y continuo funcionamiento, su
persecución de mis actos, su pantomima cósmica eran sobrenaturales. (H, p. 15)

Tengo la pesadilla del laberinto y esto se debe, en parte, a un grabado en acero que
vi en un libro francés cuando era chico ... En ese edificio cerrado, ominosamente
cerrado, había grietas. (SN, p.43).

En otra oportunidad, Borges se refiere al mito griego del laberinto y del minotauro
como a una «tardía y torpe versión de mitos antiquísimos, la sombra de otros sueños más
horribles» (MZF, p.102).
En todas estas citas, se evidencia la conversión de lo objetivo en una vivencia
emocional intensa y angustiada, que él transforma en elemento estructural de su obra. El
escritor ha mencionado también, varias veces, la duplicidad de los espejos y la
multiplicación de los espejos enfrentados, y el laberinto es, arquitectónicamente, una
duplicación infinita de lo especular, así que podemos considerarlo como el aspecto
dinámico del espejo. También el enigma (figura del secreto hermético) forma parte del
recorrido laberíntico, porque el que lo recorre no conoce el camino que debe elegir para
poder llegar al centro.
De este modo, enigma, espejo y laberinto dejan de ser meros símbolos aislados para
transformarse en una tríada sistémica, en parte basilar del modelo cognitivo con el cual
Borges estructura sus textos. Ello significa que el lector de Borges, además de efectuar
el proceso inverso al del autor, para decodificar sus textos, debe actuar la relectura
múltiple como parte de un ritual especular obligado al cual conducen los enigmas de
muchos de sus cuentos («La casa de Asterión», en El Aleph, es un ejemplo paradigmáti-
co); ritual reiterativo, la relectura, que es un factor más de descentralidad y desapego en
el recorrido laberíntico del texto. El resultado puede llegar a ser un estado de deslumbra-
miento que presenta cierta analogía con lo que Thomas Kuhn denomina «estado
iluminad0»9, es decir, el salto de un paradigma cognitivo a otro, provocado por una
repentina re-estructuración del pensamiento y la consecuente sensación de <maravilla> que

9
Cfr. T. S. Kuhn (1962), La struttura del/e rivoluzioni scientifiche, trad.it., Einaudi, Torino
1969, p.152.

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genera.
Tal es el efecto que el proceso de la relectura puede provocar en los lectores
reiterados de Borges, los que leen con fruición, repetidas veces y lentamente, sus textos;
mejor aún si es un único texto. El tipo de escritura que Borges practica, basada en el
modelo cognitivo del enigma y de la dinámica especular laberíntica, impide descansar en
lo conocido y hace que la mente, perpleja, aminore e, incluso, detenga el movimiento
controlador y analítico del hemisferio izquierdo. De este modo, las palabras que
entretejen su escritura, pueden traspasar las restricciones que gobiernan nuestra
conciencia y abrirse camino hacia el interior, produciendo--con el efecto acumulativo
de las simetrías, las reiteraciones léxicas y semánticas, las estructuras oximorónicas y
paradójicas, leídas minuciosamente-un estado de indiferenciación y pérdida de los
límites del yo.
Las ciencias neuro-cognitivas subrayan, precisamente, los efectos de atemporalidad
y de expansión espacial que provocan los micromovimientos oscilatorios de una escritura
10
especular en la neurología de un lector atento y concentrado . Dichos movimientos,
unido a la alternancia constante de lo fantástico con lo (aparentemente) referencial, y a
la saturación de distintas representaciones sensoriales, hacen que el cerebro se mueva en
zonas que normalmente no utiliza y experimente estados que, en el pasado, podrían haber
sido definidos como <místicos>.
Consideremos que Borges es, además, triplemente especular: en la utilización
intertextual elaborada de «unas pocas metáforas de la literatura universal», como él
mismo decía; en las reiteraciones y figuras retóricas de distinto tipo que utiliza, y en las
inversiones frásticas y estructurales de sus textos. Con lo cual, el efecto de deslumbra-
miento, por parte del lector activo, puede ser particularmente intenso (digo <puede> y no
<es>, porque es la interacción reiterada de un determinado texto con un determinado
11
lector, lo que produce el cambio de paradigma) .
Retomando el discurso inicial podemos decir, entonces, que el efecto de indiferen-
ciación, de pérdida de identidad que nuestra época activa negativamente con la
aceleración y el exceso de información, Borges lo generaba positivamente, en sí mismo
y en sus lectores, con su forma de escribir y de utilizar la intertextualidad. Los fenómenos
negativos de desdibujamiento de límites, de hermetismo y de segregación que se derivan
como consecuencia de la saturación de información, Borges los producía positivamente
con la confusión de datos referenciales y fantásticos y la utilización del modelo cognitivo
triádico. De este modo, él mismo experimentaba neurológicamente el deslumbramiento
oceánico de infinitud mientras escribía lentamente sus <fatigados> párrafos; emoción que
él ofrecía indirectamente al lector cautivado por su escritura, con la ironía y la sutileza
con la cual proponía humildemente su ejemplo de excelente lector y re-elaborador de

!O Cfr. Bruno G. Bara (1990), Il metodo della scienza cognitiva, Bollati Boringhieri,, Torino
2000 1 pmbién Jerome Bruner (1986), La mente a piit dimensioni, Laterza, Roma-Bari 1988.
Conviene subrayar que el lector legítimo de Borges no es el lector ingenuo. Es el lector
competente y desprejuiciado (en su sentido etimológico), el que accede a la complejidad de su
escritura, el que se acerca mayormente al lector implícito de su obra. En este sentido, los lectores
lúcidos de nuestra época están más capacitados para comprender la obra borgesiana, en razón de
la mayor cantidad y calidad de los instrumentos teóricos que poseen.

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historias ajenas. Recordemos que, para Borges, el poeta ciego, escucharse mientras
repetía incansablemente las frases que creaba era fundamental, para poder saborear la
sensación de infinitud. Por eso, el término <infinitm se multiplica incesantemente en sus
textos.
Un modelo ejemplar en su brevedad, en lo estilístico y semántico, lo constituye «El
laberinto» de Atlas, como demuestro en un trabajo anterior 12 . En dicho laberinto, Borges
resume magistralmente, como años atrás en «La casa de Asterión», su poética de la
lectura y de la re-escritura: leer es re-leer cantidad de veces un único texto, que no será
nunca el mismo porque cada nueva lectura provocará nuevos sentidos y añadirá nuevos
elementos al texto original. Las diferentes re-lecturas llevarán de la comprensión inicial
del contenido, a la comprensión de la forma del contenido y, sucesivamente, a la
captación de la reiteración de la forma, de la forma del ritmo, del ritmo de la pausa, de
la calidad del silencio (es decir, un viaje de exploración y descubrimiento que se
transforma, sucesivamente, en un viaje de seducción y deslumbramiento estético).

Conclusión
Podemos afirmar, entonces, que es esa sensación de infinito, de vastedad indiferen-
ciada, provocada por las estrategias cognitivas y lingüísticas de Borges, lo que se
experimenta con la lectura reiterada de su obra. El contenido incide relativamente poco;
puede resultar interesante al principio, para atraer la atención del lector; pero quedarse
en él lleva, incluso, a confundir las ideas en el momento de la valoración crítica. La
escritura de Borges seduce porque nos pone en contacto, a través de la forma de la
expresión, con lo inexpresable; con ese momento en el cual la intensidad de lo no dicho,
atraviesa las fronteras del silencio y se expresa en el umbral de la pre-textualidad, en los
entramados intralingüísticos del texto. Por eso Borges puede resultar indigerible para un
lector joven o, por lo menos, no todavía maduro para una retórica del silencio.
Es en esa dimensión que se expresa su sentimiento místico, enmascarado de
desapego simbólico y de distanciación irónica. Es muy posible, también, que las
experiencias místicas que Borges ha tenido cuatro o cinco veces en su vida, y que él
confiesa solamente en sus últimas entrevistas, estén profundamente conectadas a su
escritura. En trabajos anteriores 13 , muestro que sus textos están recorridos por un proceso
de depuración que podría definirse <alquímico>; proceso que acompañó a Borges a lo
largo de su vida y que es el verdadero código secreto que enhebra sus textos. La alquimia
aconsejaba a sus adeptos la relectura constante y el trabajo con las imágenes, como
14
muestran textos básicos como el Mutus Liber ,de 1614, y Borges siguió fielmente ese
consejo alquímico. Y en una época como la nuestra en que, aparentemente, la
información está al alcance de todos, vuelve a encamar la perenne verdad encerrada en
los movimientos gnósticos de la antigüedad: Lo realmente secreto no se hace en secreto

12
«Las formas de la dualidad: de <Boletín de una noche toda> a Siete Noches», en M. Lafon
(coorpjnador), Borges Essayiste, CELCIRP, Paris 2000 (en imprenta).
Cfr. Graciela N. Ricci, «Borges, el código secreto», en G. Ricci (coordinador), Borges, la
lenfSU(j el mundo: las fronteras de la complejidad, Giuffre ed., Milano 2000, pp.133-166.
«Üra - Lege Lege Lege Relege labora - et invenies.» En Altus, Mutus Liber, La Rochelle
1677, figura 4.

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Actas XIV Congreso AIH (Vol. IV). Graciela N. RICCI. El proceso de la lectura y los aporte...

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EL PROCESO DE LA LECTURA ... 599

sino que habla en secreto, porque se revela al lector que puede y quiere detener ese
tiempo tan acelerado que nos devora, para penetrar las imágenes cifradas de textos como
los de Borges, en los que imágenes icónicas y lingüísticas aluden a una experiencia
esencial compartida por los gnósticos de todas las épocas.
Por eso, con Borges, el texto literario se vuelve una experiencia de frontera,
manifestación de una apertura dialógica que busca conocer al ser humano a través de la
comunicación consigo mismo y con el Otro dentro de sí; reconocer el texto, reconocerse
en y a través de la lectura de un texto. Texto-espejo, texto-diálogo que renueva las
experiencias fundamentales, las que se dan en los confines: la piel del cuerpo, la
superficie de la tierra, el nacimiento, el instante de la muerte.
Concluyo con una de las tantas frases que Borges nos enseñó a apreciar y que nos
permite compartir con él su amor por los libros. Decía Borges: «Cada palabra, aunque
está cargada de siglos, inicia una página en blanco y compromete el porvenir» (Prólogo
a MH). Su frase anticipa el milenio que él no logró comenzar pero sí prever con sus
hilaciones irónicas y proféticas. Y si, como él mismo ha dicho en momentos diferentes,
cada palabra presupone una experiencia compartida y cada autor crea a sus precursores,
Borges ha puesto en práctica lo que aseveraba, pues nos ha permitido compartir, con la
re-lectura de sus textos, los estados de infinitud que él experimentaba al escribir, creando
y recreando, con su escritura esencial, a los lectores/autores que lo leen, lo han seguido
y han quedado marcados para siempre por su estilo inimitable.

ÜBRAS DE J. L. BORGES CONSULTADAS Y RESPECTIVAS ABREVIA TURAS

O! Otras Inquisiciones (1937-1952), Sur, Buenos Aires 1952.


A El Aleph (1949), Losada, Buenos Aires 1952.
OM El otro, el mismo (1954), Emecé 1996.
MZF Manual de zoología fantástica (en colab. con M. Guerrero) (1957), FCE, México.
H El hacedor (1960), Emecé, Buenos Aires.
IB El informe de Brodie (1970), Emecé, Buenos Aires.
MH La moneda de hierro (1976), Emecé, Buenos Aires 1996.
SN Siete Noches (1980), Emecé 1997.
At Atlas (1984), Lumen, Barcelona 1999.

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