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SPI NOZA.

LA ÉTI C A DE LA ALEGR Í A 1
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8 gocio familiar. Con el objeto de conseguir una cierta indepen-


dencia económica, aprendió a pulir lentes y parece que llegó
SPINOZA. LA ÉTICA DE LA ALEGRÍA a ser un maestro en el oficio. Vivió una vida austera, ayudado
en parte por la beneficencia de sus am igos, entre los que se
contaba el dirigente político Jan de Witt. En aquel tiempo,
Holanda había alcanzado la independencia de la opresión
española ratificada en el Tratado de Westfalia (1648) y, bajo
el gobierno del republicano Jan de Witt, vivía un período de
paz, prosperidad económica y tolerancia religiosa, que finali -
Spinoza es un autor inclasificable, más aún si lo considera - zó cuando el rey de Inglaterra invadió Holanda. Witt murió
m os com o filósofo de la m oral. Su Ética es, sin n in gun a asesinado y quedó derrotado el partido republicano. A Spinoza
du da, la obra m ás im port ante qu e escribió, pero n o es sólo le interesó la política y participó activamente en ella. Una de
un libro de ética, es tam bién un a ontología y un t rat ado so - sus primeras publicaciones, el Tratado teológico-político
bre Dios. Verem os en seguida que ello deriva de su concep- (167o), es un alegato filosófico a favor de la tolerancia y, al
ción singu lar de la ét ica, que no se parece a nin guna de las mismo tiempo, un escrito de apoyo a algunas de las ideas
qu e le han precedido. De entrada, no se identifica con n in - defendidas por Jan de Witt, como la libertad de conciencia y
gun a de ellas, las rechaza todas sin distinción con siderando la separación entre la Iglesia y el Estado. Solit ario, soltero,
que fant asean y parten de su puest os equivocados. Lo qu e con una salud débil, desarraigado y excluido de la comuni-
Spinoza sí comparte con los filósofos de su tiempo es la ob - dad judía, Spinoza, sin embargo, se sintió siempre ciudadano
sesión por el rigor científico y lógico, que extiende a la cons- holandés y unido a su s conciudadanos por la fu erza de la
tru cción de algo tan poco científico com o una ét ica. En su razón. Fue admirado y respetado por su independencia de
caso, se propon e escribir un a ética equiparable a un tratado espíritu, que le llevó a decir lo que pensaba sin voluntad pro-
de geometría, Ethica ordine geometrico demonstrata, lo que selitista, fiel a la idea de que cada hombre debe buscar por sí
la hace especialmente seca y ardua. Aun así, la Ética de Spi- mismo la verdad y vivir de acuerdo con ella. Es posible que
noza es un libro apasionante, donde la aridez de la forma n o su dedicación a un trabajo m anual estu viera condicionado
es obst ácu lo para qu e t ran spire la em oción qu e su aut or no sólo por motivos de subsistencia, sino porque le permitía
vu elca en la obra. pensar con mayor libertad. Este soneto de Borges dibuja con
Baruch Spinoza (1632-I677) nació en Ámsterdam, proce- maestría la figura de Spinoza:
dente de una familia de judíos que se exilió a Holanda. Tuvo
una formación muy completa en el pensamiento judío y en la Las traslúcidas manos del judío
escolástica cristiana. Pronto empezó a discrepar de la doctri - labran en la penumbra los cristales
na de los judíos ortodoxos y protagonizó varias peleas con y la tarde que muere es miedo y frío
ellos que, finalmente, le acarrearon la excomunión y la ex - (las tardes a las tardes son iguales).
pulsión de la sin agoga. Se vio así en una situ ación que le
perjudicó económicamente al privarle de continuar en el ne-

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Las manos y el espacio de jacinto n ido com o «un a su bstan cia que con sta de infin itos at ribu -
que palidece en el confín del Ghetto t os, cada un o de los cu ales expresa un a esen cia etern a e
casi no existen para el hombre quieto infinita». 2 Puesto que Dios es causa de sí y causa de todo, su
que está soñando un claro laberinto. es encia es eterna e infin ita, Dios es la única sustancia y la
naturaleza es Dios: «Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios
No lo turba la fama, ese reflejo
nada puede ser ni concebirse».3
de sueños en el sueño de otro espejo,
Si Dios y la naturaleza son lo mismo, Dios es todo y todo
ni el temeroso amor de las doncellas.
cuanto existe, existe por Dios, nada se concibe fuera de Él.
Libre de la metáfora y del mito Est e punto de part ida teo-ontológico con duce a Spin oza a
labra un arduo cristal: el infinito rech azar los muchos preju icios que h an poblado la cabeza
mapa de Aquél que es todas Sus estrellas.' de los filósofos y les han hecho concebir sistemas de morali-
dad, a su juicio, erróneos. Es un error, para empezar, la con-
cepción teleológica según la cual la naturaleza se dirige a un
LI B R E DE LA M ETÁFOR A Y EL M I TO fin (por ejemplo, la idea de que la felicidad es el fin de la
naturaleza humana, como cree Aristóteles) o, lo que es lo
La primera parte de la Ética se refiere a Dios, y la segunda, mismo, la idea de que Dios ha fijado un orden de la natura -
al alma. Antes de configurar el sistema ético, Spinoza nece - leza qu e los human os deben obedecer. Si lo ha hech o, n o
sita explicar qué es el mundo y qué lugar ocupa en él el ser podemos conocerlo pues, como se ha dicho, los atributos de
humano. Cada capítulo de la Ética tiene la misma est ructu- Dios son infinitos y, por lo tanto, incognoscibles en su tota-
ra: empieza con unas definiciones y axiomas de los que deri- lidad. Puede que la realidad tenga un fin y vaya hacia alguna
van las proposiciones que constituyen el cuerpo de la obra. parte, pero desconocemos ese sentido. De ese primer error,
Algun as proposicion es van segu idas de un corolario en el consistente en considerar que la naturaleza tiene una causa
qu e Spinoza viert e lo que, de algún modo, desborda el r igor final, surgen los prejuicios sobre «el bien y el mal, el mérito
y la lógica a que quisiera someter todo su razonamiento. La y el pecado, la alabanza y el vituperio, el orden y la confu -
filosofía de Spinoza es m onista, rechaza de entrada la exis - sión, la belleza y la fealdad», pues se da por su puest o que
tencia de dos naturalezas res cogitans y res extensa, en la
— todos esos atributos pertenecen a las cosas mismas, cuando
terminología de Descartes— y, por lo tanto, que haya una nada fundam enta qu e sea sí. Atribuir el bien o el m al a la
separación su stancial entre cuerpo y mente. Dicho monismo realidad es una superstición similar a explicar los terremo -
se apoya en la idea básica de que Dios, la sustancia y la na- tos, las tempestades y las enfermedades aludiendo a la posi-
turaleza son lo mismo. De otra forma: Dios es la única sustan- ble ira de los dioses que castiga los desvaríos humanos. Otro
cia que coincide con la naturaleza. Dios es la «causa de sí» y malentendido es el conven cim iento de que los seres huma-
la sustancia es lo que «es en sí y se concibe por sí». Esa sus- nos son libres y qu e actúan por la fu erza y el poder de su
tan cia que es Dios tiene infinitos atributos que se expresan voluntad. Todos esos juicios son fruto de la imaginación hu-
de diversos modos. A partir de estos conceptos, Dios es defi- mana y de la ignorancia, que llevan a inventar nociones para
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explicar la naturaleza de las cosas cuando se desconocen sus alm a, que el alm a form a por ser un a cosa pen sante».5 Es
causas. El Apéndice de la primera parte de la Ética es defini- decir, el cuerpo es un modo de expresarse Dios mismo y el
tivo al respecto: alma es la idea que el cuerpo tiene de si mismo. No hay dos
su st ancias, sino un cu erpo m aterial y el pen samiento sobre
Vemos, pues, que todas las nociones por las cuales suele el vul- esa mat eria. Am bas cosas, cuerpo e idea son «atributos de
go explicar la naturaleza son sólo modos de imaginar, y no in- Dios», expresiones de la única sustancia que es Dios. Así, «el
dican la naturaleza de cosa alguna, sino sólo la contextura de alm a y el cuerpo son una sola y misma cosa, qu e se concibe
nuestra imaginación; y, pues tienen nombres como los que ten-
ya bajo el at ribut o del pen sam ient o, ya bajo el de la ex -
drían entidades existentes fuera de la imaginación, no las llamo
entes de razón, sino de imaginación, y así, todos los argumen - tensión» .6
tos que contra nosotros se han obtenido de tales nociones pue - Pu esto que todo lo que conocem os o podemos conocer,
den rechazarse fácilmente [...] Pues la perfección de las cosas in clu ido el hombre mismo, es un modo de la esen cia divin a,
debe estimarse por su sola naturaleza y potencia, y no son más la realidad es lo que es porque Dios es lo que es, lo que im-
o menos perfectas porque deleiten u ofendan los sentidos de los plica que no tiene una finalidad que deba cumplir para per -
hombres, ni porque convengan o repugnen a la naturaleza hu- feccionarse. La idea de perfección queda eliminada desde el
mana.4 prin cipio: «Por realidad entien do lo m ism o qu e por per-
fección»,7 dice un a de las senten cias más sorprendentes en
En sum a, las n ocion es morales ideadas por los filósofos, y un t ratado de Ética, pu es la pregunta qu e inm ediatam ent e
qu e apuntan a un ciert o ideal de perfección, son sólo «mo - uno se plantea es la siguiente: si la realidad es ya perfecta, si
dos de imaginar». No se siguen de la esencia de Dios, que es realidad y perfección son una m ism a cosa, ¿para qué hace
el único principio, sin o m ás bien de la ign oran cia human a falta una ética?
qu e n o llega a explicárselo t odo y, al n o ten er su ficient es La respu esta es qu e la ét ica n o con siste en n ada m ás qu e
datos para averiguar las causas, inventa, ordena y juzga a su en el conocimiento. El objetivo de la ética spinoziana es co -
manera. ¿Qué es lo qu e se sigue, pues, de la esencia de Dios, nocer la realidad y conocerla adecuadamente. Conocer ade -
lo qu e debiera darn os razón de la n aturaleza de las cosas y cu adam ent e es con ocer las cau sas de las cosas porqu e, si
de nosotros mism os? A explicarlo está destinada la segunda bien ya ha dicho y repetido que no existe ninguna causa final
part e de la Ética, cuyo títu lo es: «De la n aturaleza y origen de la naturaleza, si existen las causas eficientes. Hemos visto
del alm a». ¿Por qu é del alma? Porqu e se t rat a de explicar que el alm a consiste en la autoconciencia del cuerpo, en la
ahora en qu é con siste la n aturaleza hum ana, ese su puest o capacidad de formarse ideas del cuerpo propio y de los cuer -
compuesto de espíritu y materia, cuerpo y alma. Puesto que pos ajen os que de un modo u otro nos afectan y son afecta -
rechaza el dualismo cartesian o, Spin oza comienza est able- dos por nosot ros. Sin embargo, esas ideas no siempre son
ciendo lo que para él define el cuerpo y el alma. El cuerpo es adecuadas, pueden ser erróneas. El alma se confunde fácil -
«un modo qu e expresa de ciert a y determ inada m an era la mente y en el empeño por conocerse a sí misma y conocer la
esencia de Dios, en cuanto se la considera como cosa exten - realidad, se equivoca. Por ejemplo, insiste Spinoza, «los hom-
sa». Y, a con tinuación: «Entiendo por idea u n concepto del bres se equ ivocan al creerse libres, opinión que obedece al
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solo hecho de que son conscientes de sus acciones e ignoran - dad. A part ir de la ont ología qu e establece los fundam en -
tes de las causas que las determinan». 8 También, cuando mi- tos de la Ética, el objetivo del conocim iento será conven-
ramos el sol, pensam os que está más cerca de nosotros de lo cernos de que no podemos ser otros que los que somos, que
qu e est á en realidad; lo im aginam os cerca porqu e nos afecta nuest ro deber es com pren der plen am ente nu estra posición
su calor y esa afección inm ediata su plant a el con ocim ient o en la naturaleza y las causas de nuestras im perfecciones y,
de la verdadera distan cia del sol. Y cu ando cont em plam o s tras haberlo comprendido, aceptarlo. En ese conocim iento
un palo sumergido en el agu a, aparece torcido y, sin embar - consistirá la felicidad. Tal es el plan de vida objeto de la éti-
go, no lo est á. Del mismo modo, la sen sación de que nues - ca: conocerse a sí mismo, desentrañar las causas de los afec-
tras acciones son libres oculta el descon ocimiento que tene - tos, descubrir el alcance de las posibilidades y limitaciones
m os de las cau sas por las qu e act u am os. Mu ch as de las y... aceptarlo todo con buen ánimo. Una conclusión muy es-
controversias entre filósofos están motivadas por querer ex- toica, no cabe duda, y qu e de nuevo plantea el interrogante
plicar las cosas a partir sólo de las im ágenes que t ien en de de si la ética es únicamente un apren dizaje de la resign ación
ellas. y una aceptación de la impoten cia qu e nos constituye o, por
Para descartar el conocimiento erróneo y llegar al verda - el contrario, un a gu ía para m ejorar. Pero ¿mejorar hacia
dero hay que partir de la idea de que existen modos distintos dónde si, para Spinoza, la perfección es un ideal erróneo?
de conocimiento. Spinoza distingue tres géneros de conoci - En principio, Spinoza seguramente disentiría del ideal de
miento: el imaginativo, el racional y el intuitivo. El primero mejorar. Mejorar no significa nada en su sistema ético, por -
consiste en la percepción de cosas singulares a través de los qu e, a su juicio, todo transcurre según la necesidad de la
sentidos y es «mutilado y confuso»; el segundo nos propor- naturaleza y, desde tal punto de vista, nada es mejor ni peor,
ciona «nociones comunes e ideas adecuadas de las cosas»; el como nada es bueno o malo. Ahora bien, esa afirmación no
tercero es el que llega a las esencias de las cosas, el más ade- lleva a la aceptación resignada de lo qu e ocu rre, sino más
cuado y perfecto (t am bién el más difícil de com prender). bien al im perat ivo de con ocer la natu raleza humana en el
Como dice el poema de Borges, quien se libra del prejuicio y contexto de la naturaleza en general. A ello se dedica la ter -
del mito, labra «el infinito Mapa de Aquél que es todas Sus cera parte de la Ética, que es una especie de psicología de los
estrellas», es a ese saber al que hay que aspirar. sentim ient os o, en la t erm inología de nuest ro filósofo, de
los afectos. Recordemos la tesis expuesta hace un momento
según la cual cu erpo y alma son una misma cosa: el cuerpo
EL PODER DEL C UER P O es la materia que es afectado y afecta a otros cuerpos al en-
contrarse con ellos, mientras que el alma es la idea que refleja
«No sabemos lo que puede un cuerpo», dice una de las sen - y da nombre a esas afecciones. De lo que el cu erpo siente y
ten cias m ás con ocidas de la Ética. Y prosigue: «Nadie sabe desea, el alma se forma una idea qu e determ ina en qu é
de qué modo n i con qué medios el alm a mueve al cu erpo». consiste el deseo o el sentimiento, una idea que puede estar
Profundizar en tal conocimiento debiera ser el propósito del bien o mal formada.
sabio, pues la misión del filósofo es hacer inteligible la reali- No sabem os lo qu e pu ede u n cu erpo, pero sabem os qu e
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el cu erpo puede: es poder, potencia. La esencia del hom bre es básico conocer si las ideas que nos formamos de esas afec-
es el deseo, «deseo de perseverar en el ser». De esta forma ciones son adecuadas o inadecuadas. Por eso hay que pre-
queda descartado el principio de que la razón es la facultad guntarse a continuación cuál es el criterio de la adecuación o
humana fundamental. El ser humano no es sólo razón, sino inadecuación de las ideas, cómo saber que nuestras ideas de
razón y deseo. El deseo coincide con la ley natural, el cona- lo que ocurre se corresponden con la realidad en lugar de
tus, que rige la vida del hombre y la naturaleza en general, y en cu brirla y en gañarnos.
se define así: «Cada cosa se esfuerza cuanto está a su alcance Para respon der a este interrogante, Spinoza divide los
por perseverar en el ser» Referido al cuerpo, el esfuerzo por
.9
afectos en dos grandes categorías: la alegría y la tristeza, que
perseverar en el ser se llama «apet ito»; referido al alma se define del modo siguiente:
llama «voluntad». Dicho esfuerzo —hay que insistir en ello—
no es bueno ni malo, ya que lo bueno y lo malo no existen La alegría es una pasión por la que el alma pasa a una mayor
independientemente de nuestros deseos. Desear es constitu- perf ección.
tivo del modo de ser del hombre, es algo real y necesario. De La tristeza es una pasión por la cual el alma pasa a una me -
nuevo aquí, Spinoza desmonta e invierte la forma en que las nor perf ección."
éticas han caracterizado el bien y el mal, como algo que está
fuera de nosotros y que prescribe lo que debemos desear o Pero ¿de qué perfección estamos hablando? ¿No había recha-
evitar. No, dice Spinoza, es al revés: «No intentamos, quere- zado Spinoza los ideales de perfección y los fines utópicos,
mos, apetecemos ni deseamos algo porque lo juzgamos bue- aceptando como única perfección la realidad? Efectivam ente,
no, sino que, al contrario, juzgamos que algo es bueno por - y lo dirá a continuación, tras haber definido la alegría y la
que lo intentamos, queremos, apetecemos y deseamos».1° El tristeza: «El alma se esfuerza en imaginar las cosas que au-
deseo es primero y siempre se desea algo bueno. Luego ven- mentan o favorecen la potencia de obrar del cuerpo» .T2 Pare-
drá el ju icio que quizá muestre que estábam os equ ivocados ce, en principio, que la perfección no es otra cosa que el deseo
y lo qu e parecía buen o o útil para n osot ros en realidad n o de ser, la potencia de actuar, la autocon servación. Así, los
lo era. afectos alegres son los que favorecen la potencia de obrar del
El conatus, la ley general de la naturaleza, es deseo, ape- cuerpo, mientras que los afectos tristes la disminuyen, pues
tito. Ahora bien, el conatus específicamente humano incluye «cuando el alma se considera a sí misma y considera su po -
la necesidad de comprender, el poder del conocimiento. Cual- tencia de obrar, se alegra». Por eso: «El alma se esfuerza en
quier ser se mueve porque desea cosas, con la diferencia de imaginar sólo aquello qu e afirma su potencia de obrar», ya
que los humanos son conscientes de sus deseos. Dicha con- que: «Cuando el alma imagina su impotencia, se entristece» . T3

ciencia permite conocer por qué las cosas nos afectan como Digámoslo de otra form a: hay que afianzar el autocono-
nos afectan, cu áles son las cau sas de los afectos, pues, en cimiento, conviene conocer la realidad que somos, las causas
principio, las afecciones del cuerpo son pasiones y lo que y el significado de nuestras afecciones con el fin de que la
conviene es que devengan accion es, ya que la ley del cona- pot en cia de obrar au m en te y se produ zca m ás alegría qu e
tus, la perseverancia en el ser, presupone agentes y n o pa
tientes. Dich o de ot ro modo, al ser afectados por las cosas,
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tristeza. Para contribuir a ese conocimiento, Spinoza se dis - bre puede ser a menudo causa de su tristeza o de su alegría, o
pone a definir los afectos, siempre en función de la alegría o sea, concebimos que esté afectado tanto de alegría como de
tristeza, acompañadas, como su causa, por la idea de sí mismo.
tristeza que procuran. Así, dice que el amor, la esperanza, la
Y, por tanto, entendemos con facilidad qué es el arrepentimien-
alabanza, el contento de sí mismo son afectos alegres, mien - to y qué es el contento de sí mismo. A saber: el arrepentimiento
tras que el odio, el miedo, la conmiseración, el vituperio, el es una tristeza acompañada de la idea de sí mismo como causa,
arrepent im iento, la hum ildad son afect os t rist es. En t odos y el contento de sí mismo es una alegría acompañzida de la idea
los casos, el afecto, alegre o trist e, tiene una causa, la cual de sí mismo como causa, y esos afectos son muy vehementes
surge de una «imagen»; es producto de la imaginación, que, porque los hombres creen ser libres.'4
com o se h a visto ant es, es el m odo de con ocim ient o m ás
deficiente. Así, el amor es una «alegría acompañ ada por la
Hay seres más impotentes y más inconstantes que otros, pero
idea de un a casua exterior», m ient ras qu e el odio es «un a
esa inconstancia o impotencia no son vicios, sino ignorancia,
tristeza acompañada por la idea de una causa exterior». La
falta de con ocimiento del origen y naturaleza de los afectos.
soberbia es «la alegría surgida del hecho de que el hombre se
En ningún momento hay que olvidar que todos los afectos se
estima en más de lo justo»; la humildad es «la tristeza acom-
siguen «de la necesidad y eficacia de la naturaleza». No tie-
pañ ada de la idea de nu est ra debilidad». Pu es bien , esas
nen cabida desde tal premisa las morales prudencialistas (la
ideas que califican los afectos son juicios que pueden estar
mayoría de las morales filosóficas, según Spinoza) qu e par -
mejor o peor formados, pueden ser más o men os adecuados
t en del con ven cim ient o de qu e el com port am ient o hum an o
con la realidad qu e los produce. Uno puede equivocarse y
no se sigu e del orden de la naturaleza, sino que lo perturba,
sentirse humillado por algo que es insignificante; uno puede
y, por ello, se limitan a dar consejos para reprimir o encauzar
sent ir odio o am or por lo qu e tal vez no m erezca ser amado
las pasiones qu e son con sideradas antin aturales. Lo ciert o,
ni odiado. No sólo los afectos difieren en los distintos hom -
sin embargo, es que
bres de modo que lo que para un o es objet o de am or, para
otro puede ser objeto de odio, sino que también los hombres el odio, la ira, la envidia, etcétera, considerados en sí, se siguen
difieren por el juicio, diferencia que determina el carácter de de la misma necesidad y eficacia de la naturaleza que las demás
cada uno: unos serán tímidos; otros, audaces; otros, pusilá- cosas singulares, y, por ende, reconocen ciertas causas, en cuya
nimes, y a partir de esa manera de enfrentarse a la realidad virtud son entendidos, y tienen ciertas propiedades, tan dignas
ju zgarán lo qu e les ocurre: de que las conozcamos corno las propiedades de cualquier otra
cosa en cuya contemplación nos deleitamos.'s
A causa de esta naturaleza del hombre, y de la inconstancia de
su juicio, como también porque el hombre juzga a menudo De algún modo, lo dicho h asta ahora parecería autorizar la
acerca de las cosas por el solo afecto, y porque las cosas que con clusión de qu e el único criterio de bon dad m oral es la
cree hacer con vistas a la alegría o la tristeza, esforzándose por alegría y que Spinoza está defendiendo una especie de vita-
ello en promoverlas o rechazarlas, no son a menudo sino ima- lism o ét ico, liberador de los in st int os, mu y cercan o, por
ginarias [...], por todo eso concebirnos fácilmente que el hom - ejem plo, a la fascinación de nuestro tiempo por las em ocio -
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nes. Pero quizá ésta sea una interpretación apresurada que el «Llamo "servidumbre" a la impot encia humana para mode -
especialista en Spinoza, Vidal Peña, refuta muy certeramente rar y reprimir sus afectos». Con esta frase arranca la cuarta
con el sigu iente argumento. De entrada, una defensa de la parte de la Ética, la más directamente referida a la lucha del
alegría com o único criterio de «perfección » llevaría a acep - sujeto por conseguir los afectos adecuados, pues, aunque es
tar que cualqu ier modo de incidir en la realidad sería ade - cierto que todo se sigue de la necesidad de la naturaleza, y en
cuado aun cuando esa incidencia fuera la de destruir aquello ese t odo est án tam bién los afectos, ést os deben poder ser
qu e estorba la libre iniciat iva del in dividuo. La actividad reprimidos o m oderados porqu e un o puede acabar siendo
destructora del terrorista, sin duda, aumenta «la potencia de esclavo de sus pasiones. Spinoza matizará bien y dejará claro
obrar» y se sigue de ese derecho n atural ent endido com o que los afectos o las pasion es no deben ser eliminados por-
m ero poder. ¿Es que hay un poder mejor que otro y unas qu e sin afect os n o hay acción. No su scribe, en ningún caso,
formas de ejercerlo mejores que otras? Efectivamente, para la tesis más corriente en el pensamiento ético según la cual
Spinoza existe esa diferencia, y para explicarla no podemos razón y pasión son opuestos y la razón debe prevalecer siem-
quedarnos con el criterio sim ple de que toda alegría es buena pre y acallar los deseos. El ser humano es, efectiv amente,
y toda tristeza es mala. Pone de relieve el mismo filósofo que racional, pero la razón y el sentimiento no pertenecen a dos
Spinoza empieza hablando de la alegría como «una pasión» esferas distintas que compiten entre sí, son dos caras de lo
qu e aumenta nuestra capacidad de «obrar», por lo que es mismo: el afecto es interpretado, conocido, y puede serlo de
necesario profundizar en qué es «obrar». Escribe Spinoza: form a más o menos racional o ajust ada a la realidad. Sin
«Digo que obram os cuando ocurre algo, en nosotros o fuera embargo, los afectos son necesarios porque sin afecciones no
de n osotros, de lo cu al somos causa adecu ada»." «Adecua - hay acción. El hombre actúa porque algo le afecta o le con -
da» sign ifica aquí «com plet a», esto es, no parcial, porqu e, mueve, y eso le lleva a reaccionar con deseo, con amor, con
en tal caso, no «obramos», sino que «padecemos». Ésta es la odio, con ira o con miedo. Los afect os forman parte de la
diferen cia: much os afectos «alegres» son meras pasion es, pot encialidad del ser humano, si bien no todos son igual-
pero «además de aquella alegría y aquel deseo que son pa- mente con ven ientes, no todos aumentan por igual nuestra
siones, hay otros afectos de alegría y de deseo que se refieren potencialidad de perseverar en el ser. De algún modo, pues,
a nosotros en cuanto obramos» .'7 Y la clave está en que no habrá que formarse un criterio que nos diga en qué consiste
«obramos» si no «entendemos adecuadamente», con un co- «pasar a u n a mayor perfección».
nocimiento que no es puramente imaginativo sino racional.I 8 Y, al buscar ese criterio, aparece el concepto de utilidad.
El problem a es que esa voluntad de entender realmente El bien y el mal como ideal de perfección abstracta han que-
liberadora no parece estar al alcance de todos. La condición dado descartados. No obst ante, a la h ora de h acer frente a
humana es débil y la debilidad const itutiva es precisamente las servidumbres derivadas de afectos mal entendidos, Spi -
la que hace imprescindible una ética que indique qué es lo noza n o t ien e m ás remedio que propon er unas definiciones
deseable y qué es lo conveniente. Una ética imprescindible de «bu en o» y «m alo». Son éstas:
para hacer frente a la «servidumbre de los afect os» qu e será
el t em a de la cu arta parte de la Ética.
LA C OM ÚN UTI LI DAD
I7Z B R EVE H I STORIA DE LA ÉTI C A bremente, observar el derecho común»,zz reconoce Spinoza.
Ese derecho común será el que distinga lo bueno de lo malo,
Entiendo por bueno lo que sabemos con certeza que nos es útil. lo conven iente de lo inconven iente, una distinción que no
Por malo, en cambio, entiendo lo que sabemos con certeza estaba en la naturaleza, sino qu e la introduce el poder polí -
que impide que poseamos algún bien.'9
tico bajo el criterio de la utilidad común. Con el Estado en-
tran en el lenguaje los conceptos de bien, mal y justicia. Son
Efectivamente, el objetivo es poder actuar, poder, como mí- conceptos necesarios para ordenar la vida civil. A los cuer -
nimo, conservarse a sí mism o. Para ello, cada uno debe bus - pos les conviene organizar los encuentros con otros cu erpos
car lo útil. «Cuanto más se esfuerza cada cual en buscar su de forma que obtengan afecciones alegres y no tristes y que
utilidad, es decir, en conservar su ser, y cuanto más lo consi- todos se beneficien de ello. Ése es un esfu erzo de la razón
gu e, tanto m ás dotado de virtud est á; y, al contrario, en tan to que, sin embargo, nadie puede realizar por sí mismo, sin la
qu e descu ida la conservación de su utilidad —est o es, de su ayu da de una pot encia mayor, que es el Est ado. La síntesis
ser—, en esa medida es impotente».z° de la teoría del contrato spinoziana está en el siguiente pá -
Y ¿en qué consiste lo útil? ¿No suena a un egoísmo cerca- rrafo:
no al de Hobbes esa mención de la propia utilidad? No, por -
qu e com o se explica de inm ediat o: «Nada es m ás út il al Para que los hombres puedan vivir concordes y ofertarse ayu -
hombre que el hombre mismo» .zi El amor de sí revierte en da, es necesario que renuncien a su derecho natural y se presten
am or a los dem ás, ya qu e los dem ás son im prescin dibles recíprocas garantías de que no harán nada que pueda dar lugar
para la propia conservación. En Hobbes, la t enden cia natu - a un daño ajeno [...] Así pues, de acuerdo con esa ley podrá
ral a autoconservarse conduce a someterse al poder estatal y establecerse una sociedad, a condición de que ésta reivindique
para sí el derecho, que cada uno detenta, de tomar venganza, y
legislativo. Para Spin oza, bu scarse un o a sí m ism o equ ivale
de juzgar acerca del bien y el mal, teniendo así la potestad de
a buscar al otro. Ahora bien, esa virtud qu e con sist e en n o
prescribir una norma común de vida, de dictar leyes y garanti-
hacer daño buscando lo útil no es una cualidad común, y n o zar su cumplimiento, no por medio de la razón, que no puede
lo es precisam ent e por la depen den cia de cada h om bre de reprimir los afectos, sino por medio de la coacción. Esta socie-
sus afectos, y también por el choque que se produce entre el dad, cuyo mantenimiento está garantizado por las leyes, se lla-
conatos de uno y otro. Si cada cuerpo lucha por aumentar su ma Estado. 23
Pot encia, en esa lucha se producen ch oqu es in con ven ientes
para el conjunto; de ahí que sea preciso dar el salto del estado En unas pocas líneas, Spinoza suscribe una tesis, reconozcá-
natu ral al estado civil, es decir, al Est ado propiam ente moslo, dign a de Hobbes, con la diferencia no m enor de que
dich o, cediéndole a él la bú squeda de la com ún utilidad. no utiliza el miedo ni la am bición como m óviles para llegar
Al igual que Hobbes, Spinoza opta por explicar la necesi- a aceptar el poder del Estado. Aunque también para Spinoza
dad del Estado a partir de un supuesto contrato social. Es la las normas jurídicas y morales se fundamentan en el Estado,
explicación que aporta la razón a esa contradicción implícita éste no es para él, como sí lo era para Hobbes, un artificio,
en todo individuo que tiene que someterse a unas normas sino una continuación del estado de naturaleza. De hecho, la
contrarias a los propios deseos e incluso a la ley natural: «El
h om bre dirigido por la razón desea, pues, para vivir más li -
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razón no es un mero cálcu lo de probabilidades, sin o la
reconst ru cción de un orden lógico que atien de no sólo EL ESPÍ R I TU LI B R E
a la seguridad y la conservación, sino también al amor y
la concordia. Lo que funda la sociedad no es el miedo, Ot ro rasgo separa a Spinoza de Hobbes: éste ve la integra ción del
sino la esperanza, pues, como dijo Tácito, a quien Spinoza individuo en la sociedad como una mengua de libertad y represión
ha leído, el t em or nunca crearía «sociedad», sino de los deseos, mientras que Spinoza ve en la organización política
«soledad». la ocasión de afianzar la libertad: «El objeto del gobierno no es
Es im portante subrayar lo que se lee al final del transformar a los hombres de seres racionales en bestias o muñecos,
párrafo anterior: que la razón «no puede reprimir los sino ponerles en condiciones de desarrollar sus mentes y cuerpos
afectos» y qu e por ello hace falta la coacción. La en seguridad y emplear su razón libremente».2-7 Pero ¿qué es para
coacción, efectivamente, introduce miedo, pero, en este Spinoza ser libre si no ha dejado de repetir que la libertad es una
caso, el miedo es un afecto necesario para hacer cumplir ilusión?
la ley. Lo original de Spinoza es su insistencia en la Desde el principio de la Ética, donde se opone a esas ima-
inoperatividad de la ley si ésta sólo cuenta con el apoyo ginaciones de los filósofos que confunden y no son sino el
de la razón y no con los afectos: «El conocimiento encubrimiento de la ignorancia, Spinoza viene diciendo que la
verdadero del bien y del mal no puede reprim ir n ingún libertad no existe, que no es otra cosa que el nombre que damos al
afecto en la medida en que ese con ocimiento es desconocimiento de las causas por las que actuam os. No
verdadero, sino sólo en la medida en que es considerado obst ant e, la qu int a part e con la qu e se cierra el texto en
él mismo como un afecto».2-4 Esta afirmación es cu estión lleva por título: «Del poder del enten dimiento o de la
fundamental para entender el valor equivalente que da libertad humana». O sea, que es posible llegar a ser libre. ¿De qué
Spinoza al conocimiento o a la razón, por un lado, y a forma?
los afectos, por otro. La guía de la ética es la alegría, un Ha escrito Deleuzez8 que la mayor parte de la Ética, exact am ente
afecto, no un principio racional. El bien debe desearse para hast a la proposición XXI de la últim a parte, está escrita desde la
que sea un móvil de la acción, no basta conocerlo perspectiva del segundo género de conocimiento, que es el
fríamente, pues dicho conocimiento no provoca la adhe- conocimiento racional. El objetivo, sin embargo, de ese camino
sión del corazón, que es la que vale. El Estado ha de hacia la intuición divina (tercer género de conocimiento) obliga a
aprender esta lección y seguirla, pues las leyes deben pasar del conocimiento de los modos existentes al con ocimiento
contar no sólo con el apoyo de la razón, sino con las de la esen cia de Dios (de la que todo lo existente es un modo,
«afecciones comunes».z5 recordémoslo). El paso de esa visión limitada y parcial de la
El planteam iento es realista, como conviene a una realidad a la visión sub specie aeternitatis, paso posible porque «el
filosofía materialista. En el Tratado político, Spinoza alma es eterna», significa la libertad o «el amor intelectual del alma
demuest ra que está lejos de dejarse llevar por anhelos a Dios». Ese amor es la salvación, la felicidad y la libertad y
utópicos y proponer una sociedad ideal. La experiencia consiste «en un constante y eterno amor a Dios, o sea, en el amor
—dice— nos ha revelado distintas formas posibles de de Dios hacia los hombres» .2-9 Un amor, dice, que se correspon-
gobierno, por lo que basta apren der de ella y no esperar
demasiado de la reflexión, pues a veces la intuición es
suficiente: «Es difícilmente imaginable qu e podamos
con cebir nada út il a la sociedad en gen eral, algo que
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de a la «gloria» de los textos sagrados y que podemos llama r 9


«contento del ánimo». Quien es capaz de ese género de co-
nocimiento deja de padecer por causa de los afectos, se ha LOCKE. EL PRIMER LIBERALISMO
liberado, no teme nada y lo que menos teme es la muerte. Ya
lo había anticipado en la cu art a part e, en un a proposición
qu e recuerda a Epicu ro: «El h ombre libre n o pien sa en la
muerte, y su saber es una m edit ación no de la muerte, sino
de la vida».3°
El hombre libre es el sabio capaz de ver que sus deseos y
aversiones son cau sados por su propia const itución y por En 1 63 2 , el m ism o añ o en qu e n ació Spin oza, n acía John
episodios de su experiencia. Esa autoconciencia, cercana al Locke (163 2-1704 ), uno de los padres fundadores del pen sa-
psicoanálisis, hace de la filosofía una especie de terapia gra- miento liberal. Procedente de una familia de la clase acomo-
cias al progreso del conocimiento, progreso en el que consiste dada brit ánica (la gentry), edu cado en un entorno afín al
el ejercicio de la libertad. Por esa vía, el sabio se libera de las puritanismo, a los veinte años ingresó en la Universidad de
cosas y las personas que le rodean porque comprende la Oxford, de la que fue miembro hasta 1660, año en que fue
necesidad de ellas y de sí mismo. La moral de Spinoza no es expu lsado de dich a in stitución a causa de la relación qu e
exactam ente prescriptiva, propugn a la liberación de la su - Locke entabló con el conde de Shaftesbury, relación que lo
perstición y de la ignorancia, una vida austera, pero no sa- comprometía con la vida política británica. El conservadu-
crificada ni de renuncia, pu es la m elancolía, la cu lpa y el rism o de los universitarios oxonien ses se com padecía mal
rem ordimiento son afectos t ristes y h ay que evitarlos. con el hecho de que uno de sus miembros participara activa-
No es fácil captar el sign ificado del últim o tramo de la mente en política, por lo que Locke se vio obligado a aban -
Ética hacia el conocimiento intuitivo. Es la culminación del don ar la universidad. Aunqu e, en principio, h abía sentido
conocimiento, la liberación del hombre a través de una espe- una cierta atracción por la filosofía, en especial por la «filo-
cie de fusión con la sustancia y la naturaleza que es Dios, la sofía natural», Locke nunca llegó a verse a sí mismo exclusi-
conciencia de la necesidad eterna. La alegría del hombre li- vamente como filósofo ni se sintió especialm ente a gu sto en
berado a través del con ocimiento de la naturaleza y de sí el ambiente universitario. Seguramente el interés por la filo-
mismo como parte de ella es la felicidad. Una vía ardua, lo sofía natural fue lo que le llevó a estudiar también medicina.
reconoce el mismo Spinoza, pues «si la salvación estuviera al Su condición de médico le puso en contacto con Shaftesbury,
alcance de la mano y pudiera conseguirse sin gran trabajo, quien al instante quedó pren dado de las cualidades de Locke
¿cóm o podría suceder que casi todos la desdeñen? Pero todo y le nombró su secretario y hombre de confianza. El encuen -
lo excelso es t an difícil como raro». Es la últim a palabra — tro con el aristócrata inglés fue determinante para la dedica-
más bien el último guiño— de la Ética. ción de Locke a la política, que, desde entonces, polarizó su
atención. Los temas de fondo de los conflictos políticos de la
época se convirtieron en su objeto principal de estudio y die-
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