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Sobre la naturaleza de los

nombres tractarianos.
Trabajo Dirigido
Manuel Montalbán Palazón 48613685 - B
09/07/2015
Índice;

1. Introducción. Pág. 3.

2. ¿Cómo significa el lenguaje? Pág.4.

3. La teoría de la figuración. Pág. 6.

4. La noción de nombre en el Tractatus. Pág. 8.

4.1. Simplicidad, referencia y forma de representación. Pág. 8.

4.2. Propiedades internas y externas. Pág. 11.

4.3. Sentido. Pág. 13.

4.4.La doble interpretación de significado. Pág. 15.

5. Conclusiones. Pág. 18.

2
1. Introducción.

Este es un ensayo kamikaze. En mi situación, que era la de no disponer de demasiado


tiempo para poder preparar este último escollo hasta la titulación de licenciado, lo
lógico era abordar uno de los temas sobre los que uno está mejor formado. De esa
forma, el tiempo de preparación hubiese sido mucho más corto, la perspectiva más
inteligente, el vocabulario más preciso, e inevitablemente la nota sería más alta. Sin
embargo, decidí escoger un tema que, no sólo era prácticamente desconocido para mí,
sino que conlleva un nivel de dificultad y abstracción que resulta evidente. Prueba de
ello, es que ayer mismo, mientras realizaba un curso sobre la aplicación del cine a las
ciencias sociales, en un descanso, un doctor en derecho y licenciado en filosofía me vio
leyendo, se acercó, y sonriente me dijo; "Wittgenstein, verano, y Murcia... supongo
que al menos leerá a la sombra".

Sin embargo, creo que resulta preferible realizar un esfuerzo intelectual que me
permita abordar a un pensador de la talla de Wittgenstein, por mucho que el calor y el
tiempo aprieten. A fin de cuentas, más vale escribir un trabajo sobre algo que me
permita terminar la carrera comprendiendo una parte clave de la filosofía
contemporánea, que sintetizar y exponer algo que ya he estudiado en diferentes
ocasiones y que, al final, sólo supone volver a repetir de manera más precisa algo que
ya conozco. Que eso implique una calificación menor, a estas alturas, no tiene
demasiada importancia.

Como el título del escrito indica, el objetivo de estas páginas es analizar las
características que el autor vienés otorga a los nombres1, que evidentemente se
diferencian de lo que en el lenguaje común denominamos "nombres", en la obra
culmen de su primer período de pensamiento, el Tractatus logico-philosophicus. Para
ello, y con la extensión que un trabajo como este permite, expondré la concepción del
lenguaje que en la obra se expone, en la teoría de la figuración. Una vez expuesta,
pasaré a analizar los atributos que tienen lo que Wittgenstein entiende por nombre. Y
finalmente, mencionaré brevemente las dos posiciones contrapuestas que defienden
que el significado del nombre es, según una, su uso, y según la otra, el objeto por el
que el nombre está, es decir, su referencia.

1
En pro de la utilidad, en adelante el término "nombre" lo utilizaré en referencia a la noción técnica que
Wittgenstein expone en el Tractatus. En caso de necesitar referirme a la acepción común de "nombre",
añadiré el adjetivo "ordinario". Lo misma regla utilizaré para el término "objeto", diferenciándolo de
"objeto ordinario".

3
2. ¿Cómo adquiere significado el lenguaje?

El Tractatus Logico-Philosophicus de Wittgenstein es una de las obras más importantes


del pasado siglo. La cantidad de interpretaciones y análisis de la obra, hacen que no
resulte sencillo determinar cuál es realmente su objetivo más profundo, el propósito
que en última instancia lleva al Vienés a escribir el tratado. Sin embargo, no cabe duda
de que el Tractatus y su composición mantiene un continuo diálogo con la línea de
pensamiento abierta por Gottlob Frege y continuada por Beltrand Russell.
Wittgenstein, en este aspecto, hereda, analiza e intenta superar ciertas nociones y
problemas que ambos pensadores plantearon en relación a la significatividad del
lenguaje.

Pese a que podríamos retroceder en el tiempo en busca de pensadores, como


Platón o Leibniz, que tomaron cierta conciencia de la problemática que la
significatividad del lenguaje ofrece, consideramos a Frege como el personaje histórico
que da origen a la exposición moderna de dicha temática, la cual dará lugar a un
campo de pensamiento que denominamos filosofía del lenguaje. Frege pretendía
enfrentarse al psicologismo de su época elaborando un lenguaje formalizado del
pensamiento puro, que le permitieran derivar la matemática de la lógica. Russell, por
su parte, tras darse cuenta de una serie de problemas que la teoría de Frege
conllevaba, siguió reflexionando sobre la misma temática y aportó una serie de
soluciones distintas, de las cuales también se derivarían importantes dificultades2.

Sin entrar en la exposición de los problemas a los que Russell y Frege se


enfrentaron, y sin explicitar las soluciones que ofrecieron3, cabe destacar que ellos
generan una perspectiva intelectual de la que Wittgenstein es heredero. Lo común a
ambos, y esto es algo que el pensador vienés querrá solucionar, es que consideran que
el camino correcto para poder explicar la capacidad de significación que tiene el
lenguaje, es a través de la relación de referencia que los elementos del lenguaje tienen
con los elementos del mundo.

2
"La teoría de los tipos es un claro ejemplo de un intento de decir algo que sólo el simbolismo puede
mostrar dado que, al establecer las reglas del simbolismo, se especifica en tal teoría algo sobre aquello
por lo que están los símbolos. Por otra parte, la paradoja de las clases implica la construcción de una
función cuyo argumento es la propia función. Pero, a pesar que en la función así construida función y
argumento tengan el mismo signo, son , sin embargo, símbolos distintos en virtud de que tienen un
empleo lógico-sintáctico diferente" Wittgenstein, Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos.
Traducción, introducción y notas de Luis M. Valdés Villanueva. Pág. 64.
3
Para la relación de los planteamientos de Frege y Russell con el desarrollo del Tractatus; - Cerezo,
María (1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica interna y problemas de
interpretación. Eunsa. Universidad de Navarra. Capítulo I, Insuficiencias de los simbolismos de Frege y
Russell.

4
Sin embargo, pronto se pudo ver que la vía escogida ofrecía una serie de
problemas que no tenían fácil solución.4 Las principales dificultades se derivaban de la
falta de referencia, y aunque ambos intentaron solventar dichos problemas, en el caso
de Frege con el recurso de la estipulación de una referencia arbitraria, la clase nula, y
en el de Russell con su teoría de las descripciones definidas, las soluciones no fueron
satisfactorias para Wittgentein. Consciente de los problemas que la solución de ambos
autores generaba, el vienés ensaya en el Tractatus una posible solución consistente en
radicalizar el análisis para garantizar la relación de referencia. Además, Wittgenstein
separa la verdad de la proposición, y su sentido, y la desarrolla la teoría de la
figuración, la cual expondré brevemente en las siguientes páginas.

4
"los intentos de Frege y Russell de explicar la significatividad del lenguaje resultaban problemáticos
porque tropezaban con los problemas derivados de la falta de referencia: el recurso a la estipulación de
una referencia arbitraria -la clase nula-, en el caso de Frege, y a la teoría de las descripciones definidas,
en el de Russell, se manifestaban como muestras de esas dificultades.

5
3. La teoría de la figuración.

Según explica el autor en el Tractatus, la condición de posibilidad de que el lenguaje


signifique, es decir, aquello que permite que el lenguaje represente la realidad, es que
lenguaje y mundo son isomorfos. Como la propia palabra indica, el iso-morf-ismo es la
relación de identidad de estructura entre dos dominios o conjuntos de cosas.
Evidentemente, esas dos ámbitos isomorfos son lenguaje y mundo.

El problema con el que Wittgenstein se enfrenta es el de explicar cómo


podemos representar el mundo a través del lenguaje. La solución que el vienés ofrece
en su Tractatus es lo que conocemos como teoría de la figuración. Según nos expone
esta teoría, podemos representar el mundo a través del lenguaje porque unos hechos
(los figurantes, el lenguaje) reproducen la estructura de otros hechos (los figurados, el
mundo). Es decir, la condición de posibilidad de que el lenguaje represente el mundo
es que ambos, lenguaje y mundo, compartan identidad de forma, ya que si los hechos
no tuvieran la misma estructura, el hecho figurante no podría representa al hecho
figurado.

Para comprender cómo es posible que lenguaje y mundo compartan estructura,


resulta muy ilustrativa la conocida anécdota del vienés sobre la maqueta del juicio
sobre el accidente en París. En este ejemplo, encontramos que hay una maqueta cuya
serie de objetos están por, hacen de, los objetos del accidente, y se articulan con una
relación determinada por este.

Este ejemplo resulta especialmente ilustrativo por que la maqueta permite


decir cómo pudo ser el accidente reproduciendo distintas posibilidades, distintas
combinaciones de objetos. De entre todas las posibles combinaciones de objetos, sólo
una de ellas reproduce como de hecho fue la combinación de objetos en el accidente
(del mismo modo que la proposición verdadera reproduce el estado de cosas). El resto
de posibles combinaciones, aquellas que de hecho no fueron el caso, muestran que
existe la posibilidad generar figuras falsas, que representan lo que no es el caso,
aunque podría haber sido. Así queda claro que el hecho figurante es capaz de
representar al hecho figurado en la medida en la que comparten estructura, en la
medida que la organización de los elementos del hecho figurante viene determinado
por la relación de los objetos del hecho figurado.

De una forma análoga entiende el primer Wittgenstein el funcionamiento del


lenguaje. El accidente real es el hecho del mundo que se quiere representar, o hecho
figurado, y la maqueta es la proposición del lenguaje con la que se representa ese
hecho y se dice que el mundo es tal como la proposición lo representa (incluye ese
estado de cosas dado efectivamente). La estructura, en el sentido que aquí quiero

6
subrayar (que corresponde a lo que en la tripe consideración la doctora Cerezo
denomina estructura compartible 5 ), vendría a ser ese modo compartido de
combinación de los elementos constituyentes de ambos hechos, la identidad de forma
lógica entre figurante y figurado. Lo que tenemos pues, son dos órdenes de cosas que,
merced a una misma identidad de forma, permite que un orden represente al otro.

Tal y como ha caracterizado Wittgenstein a la estructura, entendida como el


modo compartido como los constituyentes se articulan, resulta evidente que ella no es
un hecho, sino aquello que posibilita la relación figurativa. La estructura no es parte
del hecho, sino el modo en que los elementos del hecho se relacionan, al igual que la
leyes de la gramática no son parte del lenguaje, sino las reglas que explicitan como los
elementos del lenguaje se relacionan.

5
Para un análisis del término estructura, analizado desde una triple consideración como Struktur,
Konfiguration, estructura compartible; - Cerezo, María (1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de
Wittgenstein. Crítica interna y problemas de interpretación. Eunsa. Universidad de Navarra. Pág. 159.

7
4. La noción de nombre en el Tractatus.

4.1. Simplicidad, referencia y forma de representación.

El concepto de nombre en el Tractatus viene determinada, una vez más, por los
problemas que Wittgenstein hereda de Frege y Russell;

"Wittgenstein se opone a la propuesta fregeana de sustantivar la función, como


resultado de analizar el contenido judicable en función y argumento. El análisis completo, en
opinión de Wittgenstein, llegara a partes homogéneas, los nombres, signos simples o
primitivos, que están por objetos... Si es posible analizar heterogéneos en homogéneos,
entonces no es que, como Frege decía, haya heterogeneidad en los constituyentes último de la
proposición (saturados e insaturados), sino que lo que había era incompletud del análisis. La
nueva noción necesaria es la de nombre ("Name"), constituyente último de la proposición,
elemento último al que conduce el análisis, que nunca es una función, sino un signo primitivo
simple."6

La propuesta que Wittgenstein ofrece es la de, a través del análisis, llegar hasta
los constituyentes últimos, siendo estos absolutamente simples e independientes, lo
cual implica que serán inanalizables e indistinguibles por sí mismos7. Esta última
característica, la que hace del signo simple indistinguible de cualquier otro signo
simple, es la que el pensador vienés introduce8.

El propio Wittgenstein caracteriza los signos simples en T 3.202, donde


denomina nombres a los signos simples de la proposición, en adelante. Cabe destacar
la nota de Valdés9 en la que se subraya la imposibilidad de proseguir el análisis, una
vez que se ha llegado a los nombres. Aceptamos pues, la característica que indica que
los nombres son los elementos simples últimos del lenguaje10.

6
- Cerezo, María (1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica interna y problemas de
interpretación. Eunsa. Universidad de Navarra. Pág. 117.
7
T 2.0201 "Todo enunciado sobre complejos se puede descomponer en un enunciado sobre sus partes
constituyentes y en las proposiciones que describen los complejos de manera completa" Wittgenstein,
Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos. Traducción, introducción y notas de Luis M.
Valdés Villanueva. Pág. 57.
8
"Con el postulado de existencia de los simples Wittgenstein consigue solventar el antiguo problema
fregeano y russelliano de la falta de referencia". Ibíd. Pág. 137.
9
"los elementos de la proposición son signos simples en el sentido en que los objetos son también
simples (2.02): no cabe su descomposición ulterior. Por otra parte, tales signos simples son nombres y,
como tales, significan o hacen las veces de objetos (3.203, 3.22). Téngase en cuenta que, si los nombre
hacen las veces de objetos, tiene que heredar sus marcas características (en este caso el ser simples).
10
En cuanto a la simplicidad, hay una triple dimensión de dicha simplicidad, que se trifurca en
simplicidad semántica, metafísica u ontológica. Para el análisis de esta triple simplicidad; - Cerezo, María
(1998); Nombrar kripkeano versus nombrar tractariano: un intento de demarcación. En Theoria, Vol. 13,
Número 33. pág. 432.

8
La clave de la teoría de Wittgenstein a la hora de solucionar los problemas
sobre la significatividad del lenguaje, estriba en que el discípulo de Russell garantiza la
de los nombres. El nombre, el signo simple y primitivo, está por el objeto, hace las
veces del objeto (la sustancia del mundo está constituida por estos objetos simples).
Esta caracterización del nombre como signo absolutamente simple que está por el
objeto absolutamente simple, queda de manifiesto en T 3.22;

"En una proposición un nombre es el representante de un objeto".

Debido a la relación isomórfica que mantienen mundo y lenguaje, los nombres


están por, o hacen de objetos en la proposición. Esto le permite a Wittgenstein que la
proposición, como figura, enlace con la realidad. Puesto que la proposición es una
combinación de nombres que pretende describir cómo es el mundo, necesita que
dichos nombres "toquen mundo" por así decirlo, tengan referencia en sentido
ontológico, ya que la proposición no es más que una combinación de nombres que
comparte identidad lógica con un posible estado de cosas. De esta forma, los nombres
se convierten en la piedra angular que permite que la teoría de la figuración no se
derrumbe, tenga referencia, y cumpla su objetivo.

Al igual que los nombres son los elementos simples cuya combinación da lugar
a la proposición, los objetos simples son los elementos simples cuya combinación da
lugar al estado de cosas. De nuevo, al igual ocurría con el nombre, el objeto tractariano
se diferencia del objeto en el sentido ordinario de la palabra. Y de nuevo, al igual que
el nombre, el objeto tractariano es simple, inanalizable, e independiente11. El objeto da
lugar al estado de cosas en el sentido en el que el estado de cosas es una serie de
objetos enlazados entre sí (como una cadena) sin que podamos identificar qué es eso
que los enlaza, y sin que tengamos que recurrir a ningún nuevo elemento que
posibilite dicho enlace, pues se deriva del carácter fáctico que precede a la figura12.
11
"Los objetos (cosas) han de ser de modo esencial posibles constituyentes de estados de cosas y eso
significa que, en un sentido, son independientes puesto que pueden ocurrir en todas a las situaciones
posibles; ahora bien, esto es también una forma de dependencia en tanto que los objetos siempre han
de ocurrir en una situación posible u otra. Dando que los estados de cosas se componen de objetos y un
hecho es la existencia de estados de cosas, los hechos se componen finalmente de objetos. Un estado
de cosas se diferencia de un hecho en que este último tiene como constituyentes estados de cosas que,
a su vez, están compuestos de objetos, mientras que un estado de cosas, que también es complejo, no
puede descomponerse adicionalmente en otros estado de cosas, sino sólo en objetos, cosas. Un objeto
es simple. Los objetos tiene forma; su forma es su posibilidad de ocurrencia en estados de cosas"
Wittgenstein, Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos. Traducción, introducción y notas
de Luis M. Valdés Villanueva. Pág. 60.
12
Para el análisis de las teorías sobre cómo los constituyentes enlazan entre sí; - Cerezo, María
(1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica interna y problemas de interpretación.
Eunsa. Universidad de Navarra. Pág. 152 y siguientes.

9
Según he expuesto, deducimos que para Wittgenstein la forma en la que el
objeto es representado por el nombre es distinta a la forma en la que el estado de
cosas es representado por la proposición. En el primer caso, el nombre está por el
objeto, hace del objeto. Esto quiere decir que entre nombre y objeto hay una relación
de sustitución. El nombre reemplaza, suplanta al objeto. Sin embargo, aunque la
proposición representa un posible estado de cosas (cuya verdad o falsedad dependerá
de que ese posible estado de cosas sea o no el caso), la naturaleza de su
representación es distinta. En lugar de suplantar, la proposición describe el estado de
cosas.

Podríamos decir que la diferencia está pues, en que mientras el objeto es


simplemente nombrado (ya que el objeto es absolutamente simple es imposible
describirlo, descomponerlo) el estado de cosas es descrito (se explicita la relación de
los nombre mediante la proposición). Esto es, según lo he entendido yo, lo que quiere
decir Wittgenstein cuando, en T 3. 221, expone que;

"A los objetos sólo los puedo nombrar. Los signos son sus representantes. Sólo
puedo hablar de ellos, no puedo expresarlos. Una proposición sólo puede decir cómo
es una cosa, no lo que es."13

Como resulta lógico, no cabe descripción de los elementos absolutamente


simples, pues si cupiese la descripción estaríamos hablando, por definición, de algo
complejo, dividible, troceable. Y si no cabe la descripción, es necesario que sólo pueda
ser nombrado, es decir, significado mediante el uso del nombre que lo suplanta.

Hasta aquí, en el análisis sobre las naturaleza del nombre, he expuesto que en
el Tractatus Wittgenstein caracteriza los nombres y los objetos como absolutamente
simples. También he expuesto que el vienés considera que la significatividad del
lenguaje descansa, en último término, sobre la relación de referencialidad inmediata,
no mediada, que hay entre los objetos y los nombres. Ambos constituyentes permiten,
gracias a su combinación, la posibilidad de establecer proposiciones en el plano
lingüístico, que a su vez representan estados de cosas en el plano ontológico. Además,
y por último, he explicitado que la naturaleza de la representación entre nombre y
objeto difiere de la naturaleza de la representación entre proposición y estado de
cosas, ya que la primera dupla se relaciona de un modo que he denominado
reemplazante, suplantatorio, mientras que la segunda lo hace de modo descriptivo.

13
Ibíd. Pág. 129.

10
4.2. Propiedades internas y externas.

Una de las características que Wittgenstein introduce a la hora de hablar de los


constituyentes, objetos y nombres, es que estos son indistinguibles. Wittgenstein
remarca una y otra veza la simplicidad absoluta de los constituyentes como su
característica principal. Esto implica que, puesto que los constituyentes son
absolutamente simples, no cabe distinción entre unos y otros, es decir, son todos
absolutamente homogéneos. Si esto es así, cabe preguntarse si es posible distinguirlos
entre sí, y en caso de esa posible distinción se debe especificar cómo es posible hacerlo.
Abordaré ahora esta cuestión, aunque adelanto ya que la respuesta, que es afirmativa,
viene dada por las posibilidades combinatorias que tanto los objetos como los
nombres sustentan.

Hemos acordado que el análisis nos obliga a llegar a los elementos mínimos, los
constituyentes, que son absolutamente simples, y cuya concatenación da lugar a la
proposición, que no es otra cosa que la representación de un posible estado de cosas.
El nombre, en combinación con otros nombres da como resultado una proposición
concreta, pero podría combinarse de una forma diferente y daría lugar a otras
proposiciones diferentes. Por lo tanto, hay una gama de posibilidades de combinación
del nombre. Ese abanico de posibilidades es lo que se denomina como forma del
nombre, y queda determinado por las leyes de la gramática o sintaxis lógica. Es decir,
las leyes de la gramática o sintaxis lógica son las que determinan la red de
posibilidades del nombre, las que nos dicen cómo podemos y cómo no podemos
combinar los nombres tractarianos.

Puesto que los nombres están por los objetos, y gracias a la identidad lógica
que garantiza el isomorfismo entre lenguaje y mundo, a esa red de posibilidades del
nombre dentro de la totalidad de las proposiciones, la forma del nombre, le
corresponde una red de posibilidades del objeto dentro de la totalidad de los estados
de cosas, lo cual denominaremos forma del objeto14. Es decir, dentro de la totalidad
del espacio lógico, definido a partir de la facticidad, los constituyentes pueden
combinarse de ciertas formas pero no de otras. A este respecto, puede ser aclaratoria
la nota informativa que añade Valdés tras el recién citado T 2.041;

"La forma de un objeto decreta entonces sus posibilidades de ocurrencia en estados de


cosas, pero nótese que, a su vez, esas posibilidades pertenecen de forma necesaria a los
objetos. Naturalmente, no se quiere decir con esto que la forma determine qué posibilidades
particulares de ocurrencia en estados de cosas son el caso; sólo se dice que la forma determina

14
T 2.041 "La forma de un objeto es la posibilidad de su ocurrencia en estados de cosas." Wittgenstein,
Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos. Traducción, introducción y notas de Luis M.
Valdés Villanueva. Pág. 113.

11
todas las posibilidades que un objeto tiene de combinarse en estados de cosas sin determinar
por ello cuáles de entre las posibles combinaciones son las que se dan"15

Lo que toca es aclarar por qué motivo se pueden dar ciertas combinaciones y
otras no. En principio, cabría argumentar que el motivo se deriva de la naturaleza de
los propios constituyentes, lo que es equivalente a decir que la causa de que objeto
tenga una serie de posibilidades de combinación reside en el objeto mismo. Sin
embargo, si escogemos ese camino para justificar las posibilidades de combinación de
un objeto, entramos en conflicto con la requerida simplicidad absoluta de los objetos,
la cual está en la base de la teoría de la figuración.

Decir que la causa de las posibilidades de combinación de un objeto está en el


propio objeto, sería dotar de propiedades a ese objeto e imposibilitaría la total
homogeneidad de los objetos simples que en el Tractatus se mantiene como una tesis
central. Por lo tanto, debemos rechazar esa solución a nuestro dilema. Sin embargo, es
conocido que Wittgenstein nos habla tanto de las propiedades internas de un objeto,
como de las propiedades externas de un objeto. Por ejemplo, en T 2.01231 expone;

"Para conocer un objeto, no tengo por cierto que conocer sus propiedades externas,
pero sí todas sus propiedades internas."16

Al explicitar Wittgenstein que los objetos tiene tanto propiedades internas


como externas, intuitivamente podríamos pensar que se está negando, o al menos
entrando en conflicto, con la supuesta simplicidad absoluta los objetos. Sin embargo
no es así. Como expone la doctora Cerezo 17 , la clave radica en diferenciar las
propiedades internas, de las propiedades intrínsecas, aunque como ella misma expone
en una nota a pie de página18 la expresión "propiedades internas del objeto" quizá no
es demasiado acertada pues su ambigüedad nos puede llevar a pensar, erradamente,
que el objeto considerado en sí mismo tiene propiedades.

Cuando Wittgenstein nos habla de las propiedades internas del objeto, esas
propiedades que según el mismo son propiedades que es impensable que el objeto no
posea (T 4.123), nos está hablando de las posibilidades combinatorias del objeto. Las
propiedades internas son las posibilidades de combinación. Lo que no es posible, lo
que resulta impensable, es un objeto cuyas posibilidades de combinación son nulas.

15
Ibíd. Pág. 113.
16
Parece claro que la afirmación no está bien puntuada. Ese "por cierto" debería ir entre comillas, sin
embargo, no lo está. Lo aclaro para que no se considere un error mío al citar el texto. Ibíd. Pág. 111.
17
En cuanto a la caracterización de las propiedades internas y externas, salvaguardando la simplicidad
de los constituyentes, seguiré la exposición de la doctora Cerezo.
18
- Cerezo, María (1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica interna y problemas
de interpretación. Eunsa. Universidad de Navarra. Pág. 143.

12
Por definición, un objeto es combinable, es un eslabón de la cadena, y da lugar a un
posible estado de cosas.

Al igual que las propiedades internas del objeto son las posibilidades de
combinación de ese objeto con otro objetos, las propiedades externas del objeto
resultan de la relación de ese objeto con otros objetos. Está, en vez de en el campo de
la posibilidad, en el campo de la facticidad, de lo que es el caso, de lo que de hecho se
da.

Cabe resalta que, puesto que las propiedades del objeto son extrínsecas a él, es
decir, vienen determinadas por lo que es el caso, por cómo es de hecho el mundo,
dichas propiedades no son absolutas, sino contingentes. ¿Qué quiere decir esto?
quiere decir que las propiedades de los objetos, sus posibles combinaciones, son las
que son porque el mundo es el que es. Si el mundo fuese de otra forma, si la realidad
fuese distinta a como de hecho es, las propiedades de los objetos, tanto internas como
externas, serían otras.

Aclarada la posibilidad de las propiedades internas y externas del objeto en


comunión a su naturaleza absolutamente simple, pasaré a abordar brevemente el
tema de la ausencia del sentido en los nombres.

4.3. Sentido.

De nuevo, en el Tractatus encontramos una concepción del sentido que difiere de la


concepción de Frege y Russell. Tanto la conocida distinción entre sentido y referencia
manejada por Frege, como la teoría de Beltrand Russell de la denotación, planteaban
serios problemas con los que Wittgenstein tendrá que lidiar inexorablemente. De
nuevo, la teoría de la figuración y la existencia de los constituyentes simples estarán en
la base de la solución que el pensador austríaco expondrá en su famosa obra;

"Como resultado de la nueva compresión, la teoría tractariana mostrará claras


diferencias respecto a sus precedentes... Para Frege el sentido constituía un ámbito; y todo
tipo de expresiones tenían sus correlatos en el ámbito del sentido; tanto los nombres como
conceptos, como oraciones. Para Wittgenstein, los nombres, debido a su simplicidad, no
tienen sentido, sino sólo referencia. El sentido es propio de las proposiciones. Además, el
sentido de la oración es para Frege el pensamiento. Para Wittgenstein, la proposición en
cuanto figura lógica de los hechos es el pensamiento, no es el sentido, sino que tiene sentido.
'El pensamiento es la proposición con sentido' (T 4). El sentido no es el pensamiento, sino del
pensamiento, y lo único que está contenido en el pensamiento es su posibilidad."19

19
Ibíd. Pág. 182.

13
Como expone el fragmento, a diferencia de la concepción de Frege, en la que
tanto nombres, conceptos y oraciones tienen sentido, la concepción figurativa del
lenguaje que Wittgenstein expone niega la posibilidad de que los nombres tengan
sentido. Este, el sentido, es propio de las figuras, de las proposiciones, pues sólo estas
son capaces de describir un posible estado de cosas, de articular una representación
de una posible combinación de estado de cosas. La proposición, en tanto que figura,
representa una posible situación en el espacio lógico, y esa división del espacio lógico
es lo que le permite adquirir sentido.

La proposición, en virtud del isomorfismo entre lenguaje y mundo, es capaz de


representar cómo podría ser el estado de cosas. Independientemente de que los
objetos estén de hecho así relacionados. En la medida en la que la proposición
representa un posible estado de cosas, genera la posibilidad del sentido. Pudiese ser
que la proposición fuese falsa, es decir, puede que al observar el mundo los elementos
no estén relacionados tal y como la proposición los describe, sin embargo el mero
hecho de que el mundo pudiese ser de esa forma dota a la proposición falsa de sentido.
La proposición, aún siendo falsa, tiene direccionalidad, tiene sentido20.

Como vemos, el sentido resulta independiente de la verdad o la falsedad de la


proposición. Aunque la proposición falsa no concuerda con la realidad, sí que parte el
espacio lógico, mostrando cómo sería el mundo si la combinación que la proposición
propone fuese el caso. Eso es también lo que permite que las proposiciones falsas
tengan significado, ya que se insertan en el espacio lógico y por lo tanto caben como
posibilidad.

Los nombres tractarianos carecen de sentido, y además de esto no son ni


verdaderos ni falsos. Los nombres, al ser simples, no describen un posible estado de
cosas, es decir, no se sitúan dentro del espacio lógico partiéndolo, por lo que no puede
afirmarse su verdad o su falsedad. La proposición, en cambio, puesto que divide el
espacio lógico, puesto que muestra cómo podría ser el mundo, nos resulta inteligible.
No es necesario mirar al mundo para saber qué quiere decir una proposición.
Comprendemos el significado de una proposición antes de saber si esta es verdadera o
falsa, pues tanto la proposición verdadera como la falsa describe un posible estado de
cosas que resulta independiente de si ese es o no el caso, como expone Wittgenstein
en T 4.024;

20
"Una figura tiene sentido en virtud de la forma de figuración; es verdadera o es falsa en virtud de su
acuerdo o desacuerdo con la realidad. Se sigue que para determinar si una figura es verdadera o falsa -
excepto en el caso límite de la tautología y la contradicción- hemos de compararla con la realidad"
Wittgenstein, Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos. Traducción, introducción y notas
de Luis M. Valdés Villanueva. Pág. 62.

14
"Entender una proposición quiere decir saber lo que es el vaso si es verdadera. (Así
pues, se la pude entender sin saber si es verdadera.) Se la entiende cuando se entiende sus
partes constituyentes."21

A lo que el profesor Valdés comenta;

"entender una proposición es conocer sus condiciones de verdad, el punto en el que


Wittgenstein más se aproximo al principio de verificación. De hecho entendemos una oración
de la misma manera, ya sea esta verdadera o falsa. Como hemos visto, para entender una
proposición no necesitamos una explicación distinta para entender cada conexión de los
nombre en signos proposicionales, pues el sentido de una proposición lo entenderemos sin
que se nos explique y de manera independiente a su verdad y falsedad. Comprender el sentido
de 'Excalibur tiene un tajo afilado' no es saber que la espada 'Excalibur' tiene un tajo afilado,
sino saber cómo sería el mundo si contuviera a la espada 'Excalibur' y esta tuviera un tajo
afilado"22.

Como se puede observar, en el Tractatus, sentido y condiciones de verdad se


independizan, pues no se necesita saber si algo es verdad para entenderlo. El caso
extremo es, evidentemente, la tautología y la contradicción, las cuales carecen de
sentido sin llegar a ser un completo absurdo (son sinnlos y no unsinnig). Debido a que
la tautología es por definición verdadera, así como la contradicción es absolutamente
falsa, es decir, no podemos imaginar un mundo en el que aquello que describe la
contradicción sea el caso, tautología y contradicción no dividen el espacio lógico. No
tiene bipolaridad, por lo que carecen de sentido, están vacías de sentido.

Expuesta la noción de sentido wittgensteiniana, así como su relación con el


nombre y la proposición, doy paso a la última parte de este ensayo en la que pretendo
mostrar las dos posibles posturas a la hora de interpretar cuál es el significado del
nombre tractariano.

4.4. La doble interpretación del significado.

El problema sobre el significado del nombre en el Tractatus, viene dado por que el
propio Wittgenstein ofrece dos tesis que parecen estar en conflicto. Una de ellas
explicita que el significado del nombre es el objeto, lo cual indica que el significado de
los nombres queda determinado por la referencia. Pero un poco más adelante, el
austríaco relaciona el significado del nombre con su posición en la proposición, lo cual
refuerza la idea de aquellos que entienden que el significado del nombre depende de
su uso. Veamos las dos exposiciones de Wittgenstein;

21
Ibíd. Pág. 150.
22
Ibíd. Pág. 151.

15
T (3.203) "Un nombre significa un objeto. El objeto es su significado ('A' es el msmo
signo que 'A')."

T (3.3) "Sólo las proposiciones tienen sentido; sólo en la trabazón de una proposición
tiene significado un nombre."

Tal y como expone la profesora Cerezo en su Nombrar kripkeano versus


nombrar tractariano, la contradicción de ambas afirmaciones de Wittgenstein dieron
lugar a un polémico debate, representado por Elizabeth Ascombe y Hidé Ishiguro, en el
que una parte defendía que la interpretación correcta era la de entender el significado
de los nombres como referencia, y la otra apostaba por que el significado de los
nombres depende de su uso.

Yo, a este respecto, me temo que me encuentro como el naufrago que se


ahoga visualizando la orilla. Reconozco que apenas he sido capaz de tomar partido por
una de las tesis, posiblemente porque la complejidad del diálogo entre ambas
posiciones no me ha permitido entender con suficiente profundidad la problemática, y
así, apenas me atrevo a contradecir las tesis de ninguno de los expertos en el tema.

Sin embargo, pese a la conciencia de mi propia ignorancia, si tuviese que elegir


una de las opciones me decantaría por la tesis de que el significado de un nombre
viene determinado por su uso, y no por su referencia. El hecho de que el nombre esté
por un objeto absolutamente simple, me lleva a considerar que el significado más bien
tendría que venir por la parte del uso, de su posición en la proposición. Puesto que el
nombre está por el objeto, y supuesto el isomorfismo, la combinación de los nombres
en la proposición determinaría las posibilidades del objeto en el mundo, por lo que el
significado de estos quedaría determinado por la combinación en la que aparece.

Creo que también es esa la posición que sugiere la profesora Cerezo cuando
expone;

"A mi juicio la comprensión del lenguaje como totalidad de proposicones, y de estás


como totalidad de posibles combinaciones de nombres, permite desarrollar la correcta
interpretación."23

Considero que también la larga nota del profesor Valdés tras el parágrafo T 3.3,
antes expuesto, induce a pensar que él considera que el significado del nombre
tractariano queda determinado por el uso, y no por el lenguaje. Al final de la nota
expone;

23
- Cerezo, María (1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica interna y problemas
de interpretación. Eunsa. Universidad de Navarra. Pág. 134.

16
"si tomamos en serio que los nombres han de hacer las veces de los objetos, entonces
deben comportarse como ellos; también ha de serles esencial el mantener determinadas
relaciones con otros nombres en virtud de su forma. Pero puesto que, por una parte, los
nombre están correlacionados con los objetos y, por otra, las relaciones entre los nombres
reflejan cómo están relacionados los objetos de los que son representantes, la conclusión
obvia es que 'sólo en la trabazón de una proposición tiene significado el nombre'. Dicho de
otra manera: los nombre sólo pueden ser representantes de objetos en tanto que mantienen
relaciones con otros nombres, del mismo modo que un objeto sólo pude ser un objeto
manteniendo determinadas relaciones con otros objetos en virtud de su forma."24

Resulta difícil pensar que algo que carece de sentido debido a su total
simplicidad pueda tener significado, al no ser que lo adquiera desde fuera, es decir,
que al igual que pasaba en el caso de las propiedades internas, este le venga dado
extrínsecamente. Si esto fuese así, si su significado se determina por el uso, este
significado se relacionaría con la regla gramatical que legisla las posibilidades de uso,
que nos muestra el abanico de posibilidades de combinación que el nombre tiene con
otros nombres para formas proposiciones.

24
Wittgenstein, Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos. Traducción, introducción y notas
de Luis M. Valdés Villanueva. Pág. 133.

17
5. Conclusión.

En síntesis, se puede decir que el Tractatus es el resultado del esfuerzo intelectual que
Wittgenstein realiza para solucionar los problemas que se derivan de las propuestas de
Frege y Russell, las cuales se relacionan con la falta de referencia. La respuesta de
Wittgenstein consiste en radicalizar las propuestas de sus antecesores, prosiguiendo el
análisis de las proposiciones hasta llegar a unos signos primitivos simples,
independientes, y homogéneos, que él denomina nombres. Llegados a este punto, el
análisis es completo pues los nombres, por su absoluta simplicidad, son inanalizables.
Con el postulado de la existencia de los nombres, que enlazan con la realidad,
Wittgenstein consigue solventar los antiguos problemas de la falta de referencia, por
lo que se convierten en elementos claves para su solución.

Los nombres, a su vez, como he intentado mostrar a lo largo de este ensayo,


son caracterizados por el vienés del siguiente modo; son absolutamente simples, ya
que carecen de partes o propiedad alguna, lo cual implica que son inanalizables. Están
por, o hacen de, los objetos, ya que estos son su referencia. Además, la combinación
de estos nombres da lugar a la proposición, análogamente a como la combinación de
objetos da lugar a estados de cosas. Sin embargo, mientras que la forma de
representación de la proposición es descriptiva, la forma de representación de los
nombre es reemplazante, pues su simplicidad impide su descripción. Esto lleva a que,
pese a que en sí mismo son indiscernibles, puedan ser distinguidos gracias a que no
todos ellos tienen las mismas posibilidades de combinación.

A su vez, y debido a la concepción de sentido que Wittgenstein maneja, carecen


de sentido, ya que su simplicidad les impide dividir el espacio lógico. Por último, y dada
la ambigüedad existente en el Tractatus, los expertos manejan una doble posibilidad
acerca de su significado. Por un lado hay un grupo que defiende que el significado de
los nombres tractarianos es su uso, mientras que por el otro encontramos que la tesis
defendida es la de que el significado es su referencia.

18
Bibliografía;

- Ascombe, Gertrude Elizabeth (1971); An Introduction to Wittgentein´s Tractatus.


Philadelphia, Universty of Philadelphia Press.

- Cerezo, María (1998); Lenguaje y lógica en el Tractatus de Wittgenstein. Crítica


interna y problemas de interpretación. Eunsa. Universidad de Navarra.

- Cerezo, María (1998); Nombrar kripkeano versus nombrar tractariano: un intento de


demarcación. En Theoria, Vol. 13, Número 33.

- Ishiguro, Hidé (1969); Use an Reference of Name", Winch.

- Mounce (1993); Introducción al Tractactus de Wittgenstein. Tecnos. Traducción de


José Mayoral y Pedro Vicente.

- Wittgenstein, Ludwig (2002); Tractatus logico-philosophicus. Tecnos. Traducción,


introducción y notas de Luis M. Valdés Villanueva.

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