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 Comprender el sentido de lo lógico para Wittgenstein en el Tractatus.

 Comprender el sentido del concepto “mundo” en el Tractatus.


 Comparar las distintas maneras como Wittgenstein aborda el problema de la
filosofía.
 Señalar la función que confiere el autor a las proposiciones.
 Señalar los problemas que surgen de un estudio de las proposiciones
lógicas.
Comprender el sentido de la teoría pictórica del autor.

Elaborar un ensayo de cinco (5) hojas mínimo, máximo siete (7) en donde se
expliquen de manera clara los items de los indicadores de logro. Lo más pronto
posible.

Cuando el pensar filosófico se deja entrampar en la idea de que sus enunciados,


para ser legítimos, han de ser apodícticos (desde Platón y Aristóteles), esto es,
portadores de verdades incontestables, demostradas mediante el rigor lógico,
mediante el peso de la argumentación y la contrastación -derivándose de ello la
consecuente pérdida del derecho a la incertidumbre que se extiende insondable
desde los cercanos bordes de la comprensión humana- cuando se convalida
esa pérdida con el constreñimiento del pensar al seguimiento y verificación de
los procedimientos operados en las prácticas científicas (filosofía positiva), se
da el caso que el pensar filosófico desfallece, perdiendo incluso la jurisdicción
sobre el lenguaje, sobre el vehículo de sus razones. Éste se torna en objeto de
indagación para la ciencia, de donde emerge el metalenguaje con el que la
ciencia presume alinderar las posibilidades de decibilidad del lenguaje.

Así, la ciencia, entrampada a su turno por el envanecimiento de su


sobredimensionada capacidad demostrativa, por la idea de que ésta le confiere
derecho legítimo a erigirse en tribunal supremo del pensamiento, intenta fondear
el pensamiento en las tecniquerías del lenguaje, resultantes de la disectación de
éste, de su desmembración con escalpelo. No le es posible para ello, sin
embargo, evitar enfrentarse a los vericuetos del lenguaje, recorrer sus vasos
comunicantes, sus intrincadas posibilidades expresivas e interpretativas, ni
emitir su veredicto más que mediante el expediente del lenguaje; lo que conduce
a la ciencia, más temprano que tarde a la perplejidad filosófica, ante la
imposibilidad de hacer que el lenguaje suprima el lenguaje, de reducir el
lenguaje a la expresión unívoca (como en la novela 1984 de George Orwel). De
resultas de esta trayectoria paradójica, una criatura demediada –partida en dos
de pies a cabeza como el Vizconde de Calvino- deambula con sus dos mitades
divorciadas (la del filósofo y la del científico), extraviada de manera irredenta por
los laberintos del lenguaje, su nombre: Ludwig Wittgestein.

En efecto, la obra de Wittgestein, no es precisamente el modelo de un


pensamiento desarrollado orgánica, gradual y linealmente, sino el de un
pensamiento fracturado por una pendulación entre dos extremos del pensar
escindidos por la modernidad: el filosófico y el científico (lo que hoy conocemos
como la mutua exclusión entre el sujeto y el objeto fundada por el pensamiento
cartesiano). Wittgestein arranca en el extremo del rigor científico con el
Tratactus Logico-Philosophicus, y lo hace con tanto ímpetu que le escribe a su
amigo Bertrand Russel estas palabras: “He escrito un libro titulado logisch-
philosophische Abhandlung, que contiene todo mi trabajo de los últimos seis
años. Creo que he solucionado definitivamente nuestros problemas. Puede que
esto suene arrogante, pero me resulta imposible no creerlo... “. Wittgestein pues
cree que ha llegado al cabo del asunto del lenguaje, veamos sus motivos.

En el Tratactus, Wittgestein concibe el lenguaje como la suma de todas las


proposiciones, las proposiciones como las figuras de los hechos y los hechos
como combinaciones de objetos que propician el acontecer en el mundo. Así
Wittgestein hace radical su posición a favor de la teoría clásica de la verdad –la
verdad como adecuación o correspondencia de lo pensado con la cosa:
adaequatio intelectus et rei – mediante la enunciación de su teoría figurativa
sobre el lenguaje. Justus Hartnack se refiere al asunto, diciendo que para
Wittgestein “el lenguaje, para ser un lenguaje, debe ser una figura de aquello
sobre lo cual dice algo. Usar el lenguaje es afirmar que algo es el caso, y eso se
logra por medio de una proposición” 1. ¿Qué significa pues la idea de que una
proposición es una figura de un hecho? Quiere decir que la proposición se
corresponde estructuralmente con el hecho que es su referente, y para que ello
se dé, el orden o la sintaxis de los nombres que componen la proposición han de
ser adecuados, o mejor lógicos, han de dar cuenta del orden en que los objetos
se combinan en el mundo; por tanto, eslabonar nombres de este modo viene a
ser construir figuras de hechos o proposiciones y eslabonar la totalidad de las
proposiciones vendría a consistir en contener el universo todo en el lenguaje;
Wittgestein, pues, afirma la naturalización del significado derivada de un orden a
priori común al lenguaje y al mundo.

1
Hartnack, Justus. Breve historia de la filosofía. Madrid: Cátedra, 1982, p. 267

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