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1. INTRODUCCIÓN.
2. EL ESTADO LIBERAL.
El Estado del Bienestar ha sido, sin duda, uno de los grandes logros de la
civilización europea y una manifestación de que, parafraseando a Keynes “era
posible, por métodos democráticos y sin alterar los fundamentos de la economía,
llegar a la supresión del desempleo, aumentando la capacidad de las masas
mediante el incremento de la producción”.
Sin embargo, la implantación por los gobiernos de estas políticas conlleva un
incremento del gasto público, fundamentalmente del gasto social, pues el fin
principal del Estado del Bienestar es reducir las desigualdades existentes entre los
distintos colectivos que conforman la sociedad y garantizar a los ciudadanos
determinadas contingencias básicas.
Esta concepción del Estado eminentemente benefactor, indujo a los
ciudadanos a pensar que las garantías sociales tenían carácter indefinido y
consolidable como derecho universal, por el mero hecho de ser ciudadanos, frente a
determinados sectores que cuestionaban su excesivo intervencionismo y pensaban
que el bienestar ha de satisfacerse por uno mismo, debiendo limitarse el Estado a
garantizar la igualdad de oportunidades y unos “mínimos vitales universales”; de lo
contrario se corre el riesgo de caer en un estado paternalista frente a un ciudadano
incapaz.
Después de la gran crisis económica de la segunda mitad del siglo pasado, “el
shock del petróleo” de los años setenta, aparecen nuevas corrientes críticas que
inciden en la insostenibilidad del modelo. Los recursos de la Administración
disminuyen del mismo modo que disminuyen los capítulos dedicados a la protección
social y los gobiernos reorientan su papel hacia un modelo de estado menos
intervencionista, reservando su actuación social sólo para aquellas situaciones