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SOCIEDAD
El derecho Romano abarca varios siglos y en su historia se observan innumerables cambios y conceptos
importantes, teniendo como una de sus fuentes la jurisprudencia romana.
Los personajes a los que se les atribuye la creación de las leyes que integran el derecho romano se les ha
nombrado Jurisconsultos, y tiene una gran relevancia en la historia en general.
El jurisconsulto de aquella época, era el personaje que se ocupaba de la elaboración de normas claras,
precisas y sencillas, que fueran prácticas para poder resolver los problemas de la vida cotidiana. Por estas
circunstancias debe entenderse, que tenían un reducido auditorio con pocos discípulos que asimilaban las
lecturas del maestro y que, por encima de ello, entendían y asimilaban su sabiduría y estilo de vida a la par
que las reglas del ius civile, con las que frecuentemente mortificaba a sus conciudadanos. El mérito
principal de los jurisconsultos romanos consiste en la manera de concebir, determinar y aplicar los
conceptos y relaciones jurídicas. Bajo este punto de vista todos los jurisconsultos son semejantes y no
obstante sus diferencias individuales, son en cierto modo personalidades fungibles y en esto consiste que,
en medio de los detalles infinitos de su casuística, encontramos siempre en sus escritos un sistema
admirablemente lógico.
Dicha Ley, dispone que, solo los iura de Papiniano Paulo, Ulpiano, Gayo y Modestino podían citarse ante el
tribunal, con valor de norma vigente, solo en caso de que su doctrina resultara coincidente en el punto
controvertido; no siendo así, predominaba la opinión de la mayoría. Y en caso de empate, se reconocía un
voto de calidad a Pepiniano, en cuyo caso, de no lograrse una definición mayoritaria, el tribunal tenía
libertad de elegir entre los distintos criterios. Concretando así el dominio del poder político sobre el valor
normativo de la doctrina.
Por el otro lado, cabe citar que esta ley de citas, buscaba unificar criterios, ya que los cien años previos a su
entrada en vigor, existía gran divergencia entre las obras de los jurisconsultos, lo que daba como resultado
incertidumbre jurídica, dispersión y contradicción del derecho jurisprudencial.
Esta Ley de Citas da valor legal a las obras de los jurisconsultos antes citados, y se ordena que los jueces no
se aparten de esos postulados en sus sentencias. Y en caso de controversia, seguir el proceso arriba citado.
Esto generó progreso, aunque fuera de manera limitada además de no ser del todo bien recibida.
Los jurisconsultos cumplían varias funciones en el desarrollo de su actividad, las cuales eran: cavere,
responderé, que abarca también scribere y agere —redactar, contestar, escribir y asistir.
CAVERE: deriva de cavea, cueva, como si dijéramos encuevarse, de donde luego derivó la significación
metafórica de guardarse o precaverse.
Esto da lugar a que se designe con el nombre de Jurisprudencia cautelar a esta etapa, la cual es la etapa
más antigua.
Por esta función el jurisconsulto interpretando el derecho, formulaba los documentos o los contratos que
deseaban celebrar las partes y mediante su técnica conseguía que no fueran nulificados por faltarles alguna
de las formalidades exigidas por el derecho
RESPONDERÉ comprende toda la labor consultiva, con que se combinaba la actividad docente y doctrinal.
Scribere, esto es, enseñar el derecho a los estudiosos y comentarlo escribiendo los distintos tratados
doctrinales, que después fueron la sólida base del llamado ius, que fue incorporado al Digesto.
AGERE cuyo significado es obrar. Por medio de esta actividad los juriscultos asistían a sus clientes en los
negocios jurídicos y procesales.
Esta labor jurisprudencial de dictaminar o dar consultas a quienes las solicitaban, fue el centro de la
actividad de los prudentes y dura hasta el final de la época clásica, en el siglo m d. C.
La obra de los prudentes surge durante la República, quienes además de dar consultas escriben obras
jurídicas. El emperador Augusto fue el primero que reconoció oficialmente las funciones de los
jurisconsultos, a los que atrajo para servirse de ellos como firme sostén del naciente Imperio y les confirió el
ius respondendi ex auctoritate principis.
Antes de Augusto estos dictámenes no gozaban de reconocimiento oficial, sino que valían únicamente por
el prestigio de quien los daba. No hay datos para afirmar cuál haya sido el número de los jurisconsultos a
quienes Augusto dio el ius respondendi, pero es verosímil que no hayan sido muchos los titulares de esa
distinción. Parece cierto que este favor lo otorgó a Masurio Sabino y que Tiberio se lo confirmó. No existen
datos ciertos para afirmar que estas decisiones o dictámenes tuvieran fuerza obligatoria para jueces y
magistrados en la primera época del Principado, pero más tarde sí se les dio ese carácter y para evitar
falsificaciones se ordenó que los dictámenes fueran firmados y sellados.
La influencia de los jurisconsultos fue considerable en el desarrollo del derecho: daban consultas,
enseñaban, escribían y asesoraban a los principales magistrados en sus labores y los mismos emperadores
se rodearon de ellos —consüium principis y posteriormente auditorium principis— para ser aconsejados
tanto en las audiencias judiciales como en la redacción de las constituciones imperiales. Bajo la República y
durante los primeros años del Imperio, las respuestas de los prudentes gozaron de gran influencia moral,
obraron poderosamente en la formación de la costumbre y sus innumerables decisiones son calificadas con
el nombre muy significativo de ius civile, o derecho formado por los ciudadanos.
a. La escuela proculeyana, fundada por Marco Coecio Nerva y su hijo del mismo nombre, jurista de corte
republicano. Autor de comentarios al Edicto del Pretor y de una obra de respuestas. Con un tinte
imaginativo e innovador. Tuvo como discípulos a Marco Coecio Nerva y su hijo del mismo nombre,
Próculo, Pegaso, Publio, Juvencio Celsio y su hijo del mismo nombre y Lucio Neracio Prisco.
b. La escuela sabiniana o casiana, fue fundada por Cayo Ateyo Capitón, sin embargo, algunos documentos
refieren que el fundador fue Masurio Sabino. A quien Tiberio concedió el ius respondendi, es decir la
facultad o el derecho de responder. Entre sus discípulos destacan, Cassio Longino, Celio Sabino, Javoleno
Prisco, Tuscio Fusciano, Salvio Juliano y Alburno Valence. Cabe resaltar que, en los fragmentos de la obra
de Juliano que se conservan, destacan la claridad expositiva, el razonamiento lógico y la elegancia en la
solución de problemas.
2.4 ESCUELA CLÁSICA
En esta época el Derecho Romano encuentra la resolución más adecuada a los distintos problemas
jurídicos, por lo cual se dice que alcanza el mayor grado de perfección. Este periodo del derecho clásico
abarca desde el siglo i a. C, al siglo ni d. C, En este tiempo la labor de la jurisprudencia clásica se manifiesta
en toda su fuerza creadora: acusa todo el vigor fecundo de su pensamiento, su maravillosa sensibilidad
ante los problemas concretos, el rigor lógico de sus soluciones, atendiendo a la ratio naturalis, es decir, a la
imperiosa fuerza de los hechos, apreciados con el más puro espíritu de justicia. Los jurisconsultos continúan
desarrollando sus funciones e intensifican su producción doctrinaria bajo normas muy diversas, pues tanto
escriben en exposiciones breves según un orden sistemático — Institutiones, Regulen, Definitiones,
Sententñe, Opiniones—, así como en trabajos sistemáticos dedicados al estudio de aspectos del derecho
civil u honorario —libri ad Q. Mucium, libri ad Sabimtm, libri ad Edictum .
Los jurisconsultos de la época clásica conservan el viejo tronco del ius civile como eje y centro del sistema
jurídico y frente a él desarrollan el ius gentium, dotado de caracteres de sencillez, flexibilidad y ausencia de
formalismo; por todas estas cualidades el tus gentium fue siendo recibido en la esfera del ius civile al través
de la actividad del pretor. En esta forma, el derecho privado se nos presenta contenido en dos estructuras
distintas: el antiguo ius civile por un lado y el ius gentium y el ius honorarium por el otro.
Además de este dualismo —ius civile frente al ius gentium y ius honorarium —, se va manifestando en esta
época la oposición entre el derecho oficial del Imperio Romano y el derecho particular de las provincias
que era abiertamente consuetudinario. En esta época el derecho honorario va introduciendo una serie de
medidas protectoras en contra de la rudeza del antiguo derecho civil. Así, va otorgando protección al
parentesco natural frente al agnaticio; frente a la propiedad quiritaria constituye el llamado dominio
pretorio; en materia de obligaciones y contratos junto a los antiguos negocios formales, se desarrollan los
contratos consensúales. En el aspecto de procedimiento, las legis actiones son sustituidas por el
procedimiento formulario.
Sus principales funciones estuvieron relacionadas con la academia, es decir, a ser profesor de Derecho y
prácticamente todas las obras de su autoría conllevaban esa finalidad, mismas que fueron escritas en su
mayoría en los tiempos del emperador Antonio Pío.
La obra de las Institutiones, se integra por:
1. Primer comentario de las fuentes del Derecho Romano y del derecho de las personas.
2. De los derechos reales y de los modos de adquisición per universitatem.
3. Parte del contenido se relaciona con el segundo libro y el resto se enfoca a las obligaciones.
4. De las acciones.
En los inicios del principado, el Emperador no legisla directamente, a pesar de la suma de poderes que le
eran conferidos, así como potestades y atribuciones diversas que se le otorgaban paulatinamente.
Recordemos que este sistema político es el resultado, en un principio, de las instituciones tradicionales de la
res publica y la realidad y necesidad de un poder autocrático.
En el principado, Roma era una ciudad estado, respecto de las provincias y su administración pública y
dominio militar, se convirtió en un poder imperial y burocrático gobernando a todas las regiones y pueblos
del Imperio con status equiparados, es decir, todos eran considerados ciudadanos romanos, después de la
publicación del Edicto de Caracalla en el año 212 d.C.
a. Los Edicta: órdenes de carácter general, es decir, para todo el Imperio o parte de él.
b. Los Decreta: decisiones dictadas por el príncipe en los casos en que se le invocaba o cuando resolvía una
apelación. Es decir, cuanto el
c. Los Rescripta, mandata y epistolae, eran las respuestas o instrucciones que el príncipe daba a sus
subordinados cuando le interrogaban sobre un punto de derecho, respecto del cual tenían duda o bien,
era la respuesta que daba a los particulares, cual tenía carácter personal; es decir, la resolución aplicaba
únicamente a la persona a quien se había dado o al caso a que se refería, y en otras ocasiones se le daba
carácter general, cuando la aplicación de dicha resolución pudiera servir como regla para casos semejantes.
Rescriptum, en particular, era la respuesta que da el Príncipe en el documento con que algún particular o
funcionario lo consulta. Se llama epistula si se redactaba en otro documento, y mandatum, es una pauta o
criterio para el ejercicio jurisdiccional enviado por el Príncipe a los dirigentes de la administración imperial.
Las constituciones imperiales en la primera etapa del principado no constituían fuente de derecho de
Roma, ya que el propósito principal era restablecer las instituciones de la República, lo cual era opuesto a
asumir facultades legislativas, mismas que, con posterioridad asumieron el comicio y el senado.
Cuando el estado Romano adquiere las características de monarquía absoluta o autocrática, con la dinastía
dioclecianea-constantiniana, la potestad legislativa se convierte en un atributo exclusivo del emperador,
quien, al mismo tiempo, ejerce tanto la administración como la jurisdicción romana.
Como única fuente de derecho en el periodo postclásico se encuentran las Constituciones Imperiales que
son producto de la voluntad del Príncipe, quedando la actividad de los jurisconsultos reducida al
asesoramiento de éste y de los tribunales de justicia. Es así como la producción legal e intelectual decae.
El trabajo de los jurisconsultos se centra en la interpretación y resumen de obras, así como de prontuarios.
Situación que llegó a crear confusión en los tribunales, llegándose al punto de restringir su uso. Es así como
la decadencia del Derecho Romano que, además es diferente en Oriente que, en Occidente, constituye lo
que se denomina “derecho vulgar”.
CONCLUSIÓN
En conclusión, podemos decir que el derecho de Roma, desde su inicio hasta el momento final de su
evolución, es un producto de la fuerte virtualidad creadora del genio político. El genio romano es
fundamental y esencialmente político. El sentido político romano evita el considerar al hombre como un ser
aislado, irrelacionado e independiente. Concibe al hombre en grande, bajo la imagen de organismo, es
decir, de Estado. El genio político romano se halla dominado por el pathos arrebatador de la fuerza social.
Y el resultado grandioso de la construcción política romana no es otro que el derecho romano. Tenemos
para nosotros por verdad innegablemente afirmada la de que una política crea un derecho y este cumple
al servicio de aquella la misión de aunar y ordenar las fuerzas sociales, disciplinando las voluntades, fijando
los procederes, determinando las conductas. Pues bien, el Derecho romano es magna creación de una
conciencia política, que entraña una idea clara y objetiva, ligada inseparablemente a la idea de fin.