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Conflictos entre Moral y

Derecho

1. La objeción de conciencia
“La objeción de conciencia se materializa en una desobediencia al Derecho causada por la
exigencia de la conciencia individual. Esta exigencia requiere que los actos de objeción de
conciencia se realicen individualmente, por la propia persona a la que la norma o política resulta
agresiva e irreconciliable con su conciencia, sin que medie organización ni estrategia alguna.”

Frente al conflicto que puede plantearse entre el mandato jurídico general y las convicciones
morales individuales del sujeto, que le obligaría a quebrar éstas si obedece a aquél, el
ordenamiento jurídico provee instrumentos que permitan salvar la contradicción sin lesionar la
moral individual y la dignidad de la persona; estos instrumentos se orientan a permitir al sujeto la
desobediencia a un tipo concreto de mandato normativo sin que ello conlleve una sanción
jurídica.

En estos casos no se cumple en todos sus términos el imperativo hipotético propio de las reglas
jurídicas (si es A, debe ser B) porque concurre una causa de justificación que excluye la
antijuridicidad; esa causa es la objeción de conciencia, articulada como un derecho fundamental
(en la estructura de un derecho subjetivo) cuyo titular es el sujeto individual y cuyo válido
ejercicio queda condicionado a que se den los supuestos y requisitos establecidos por la norma
que lo regula. (art.º 30.2 CE)

la Ley 22/1998, de 6 de julio, reguladora de la Objeción de Conciencia y de la Prestación


Social Sustitutoria (EM)

El artículo 30 de la Constitución Española establece la obligación de regular, con las debidas


garantías, la objeción de conciencia. El ejercicio del derecho de objeción de conciencia
introduce una exención del cumplimiento del servicio militar obligatorio basada en una
convicción de orden religioso, ético, moral, humanitario, filosófico u otras de la misma
naturaleza. Es pues la incompatibilidad entre las actividades militares y las convicciones del
ciudadano, y no la naturaleza de dichas convicciones, lo que justifica la exención del servicio
militar, exención que, para evitar discriminaciones entre los ciudadanos en razón de sus
creencias e ideologías, conlleva la obligación de cumplimiento de una prestación social
sustitutoria.

STC 53/1985, de 11 de abril.

La objeción de conciencia supone de las manifestaciones prácticas del derecho fundamental a


la libertad ideológica proclamado en la inmensa mayoría de los textos constitucionales (en el
caso de la Constitución española, en su artículo 16.1); en efecto, si se garantiza el derecho del
individuo a construirse libremente su propia ideología, ha de respetarse asimismo el ejercicio
consecuente de la misma para no dejarla reducida a mera retórica.

Carácter de la Objeción de Conciencia


Se trata de un mecanismo en el que se manifiesta con mayor intensidad el contenido moral del
derecho; ante el conflicto insuperable que para un sujeto puede representar la obligación jurídica
de obedecer a la norma y la obligación moral de actuar según sus propias convicciones éticas,
el propio derecho provee de un instrumento de salvaguarda que permite respetar la conciencia
individual sin quebrar la coherencia y plenitud del ordenamiento; y a tal mecanismo se le otorga
la dimensión de derecho fundamental, con todas las propiedades inherentes al mismo.

Significado libertad de conciencia


Es una de las manifestaciones más significativas de que el ser humano es la piedra angular del
derecho en los ordenamientos modernos.

Regulación internacional
Jurisprudencia internacional
COMITÉ DE DERECHOS HUMANOS NU: Recomendación de1993,en el caso Sahli Vera, se
reconoce que el derecho a la objeción de conciencia al servicio militar “ puede derivarse del
artículo 18, en la medida en que la obligación de utilizar la fuerza mortífera puede entrar en grave
conflicto con la libertad de conciencia y el derecho a manifestar y expresar creencias religiosas u
otras creencias

TEDH: STEDH Bayatyan vs. Armenia, de 7 julio de 2011, sobre el 9 Convenio.

TJUE: Lo ha admitido también de forma casuística en alguna ocasión en relación con la función
pública comunitaria.

Sistema Interamericano: Lo vincula directamente a las regulaciones nacionales, tanto en el


servicio militar (caso Cristián Daniel Sahli Vera y otros vs. Chile en el 2005) como en los servicios
asistenciales reproductivos (caso Artavia Murillo vs. Costa Rica de 2012)

Tribunal constitucional español


“Nuestra Constitución declara literalmente en su art. 53.2, in fine, que el recurso de amparo ante
el Tribunal Constitucional «será aplicable a la objeción de conciencia reconocida en el art. 30», y
al hacerlo utiliza el mismo término, «reconocida», que en la primera frase del párrafo primero del
citado artículo cuando establece que «los derechos y libertades reconocidos en el capítulo II del
presente título vinculan a todos los poderes públicos». A su vez, el propio párrafo segundo del
art. 53 equipara el tratamiento jurídico constitucional de la objeción de conciencia al de ese
núcleo especialmente protegido que son los derechos fundamentales y libertades públicas que
se reconocen en el art. 14 y en la Sección primera del capítulo II, del título I.”

¿Es el derecho a la objeción de conciencia


ilimitado?
Límites subjetivos
La limitación inicial se refiere al titular del derecho, de manera que la objeción de conciencia se
reconoce exclusivamente a las personas físicas, únicas dotadas de un sistema nervioso central
y racional generador de la conciencia individual, por lo que no es predicable, en ningún caso, de
las personas jurídica.

Y dentro de las personas físicas conviene precisar que el derecho a la objeción de conciencia se
reconoce al sujeto individual como ser humano, no en cuanto integrante o encarnación de un
órgano del Estado, de manera tal que no puede amparar las actuaciones de desobediencia del
individuo que actúa en el ejercicio de sus funciones públicas como aplicador de la ley

STS Sala de lo Contencioso-Administrativo de 11 de mayo de 2009

“Por tanto, si uno de los rasgos distintivos de la posición de los miembros de la Carrera Judicial,
en tanto ejercen la potestad jurisdiccional o aquellas otras funciones que el artículo 117.4 de la
Constitución autoriza al legislador a encomendarles, es su sumisión única a la legalidad en el
doble sentido que se ha dicho, está claro que no pueden dejar de cumplir los deberes que
emanan de la misma a falta de previsión expresa que se lo autorice. En caso contrario, se
resentiría esencialmente la configuración del Poder Judicial y la función de garantía del
ordenamiento jurídico y de los derechos e intereses legítimos de los ciudadanos que el
constituyente le ha confiado…”

Frente a ello, carecen de trascendencia otros aspectos que se han mencionado. En efecto, no
se trata de que sea posible o no sustituir al encargado del Registro Civil en un caso concreto, ni
de que haya formas de evitar perjuicios a terceros, sino del principio que somete al juez a la Ley
en cualquiera de los cometidos que tiene atribuidos y convierte su intervención, precisamente
por esa sumisión y por los otros rasgos que le caracterizan - independencia, imparcialidad,
responsabilidad-- en garantía de los derechos e intereses legítimos de todos. Principio
fundamental que se vería en cuestión desde el momento en que se subordinara a
consideraciones de conciencia el cumplimiento de las funciones judiciales

Titularidad de la objeción de conciencia


Cuestión distinta es la de otros sujetos que, aunque pertenecientes a la Administración Pública o
encargados por ésta de la prestación de un servicio público, no tienen como función propia la
aplicación de la ley, sino la prestación de determinados bienes y servicios. Así ocurre, por
ejemplo, en el caso de los profesionales del servicio público de salud respecto a la práctica de
determinados actos médicos que pueden resultar contrarios a sus convicciones morales, o a los
titulares de oficinas de farmacia en relación, por las mismas razones, con la dispensa de
determinados productos y medicamentos.

Ponderación de bienes en conflicto


En estos casos, la fundamentación ética y jurídica se sitúa en una zona intermedia entre el
individuo particular y el funcionario encargado de aplicar la ley, de manera tal que no cabe una
respuesta genérica e indiscriminada, sino que es necesario realizar un análisis casuístico en el
que se ponderes los bienes en conflicto según las peculiares circunstancias del caso.

Por ejemplo, el conflicto se resolverá a favor de respetar el derecho a la objeción de conciencia


de un médico de la sanidad pública que se niegue por razones morales a la práctica del aborto
cuando su sustitución sea fácilmente posible sin daño para el paciente, pero no ocurrirá lo
mismo –y primará la obligación de prestar el servicio público- cuando un farmacéutico decida no
expender la píldora de interrupción del embarazo en una zona rural, en horario nocturno, sin
alternativas reales de encontrar otra farmacia abierta en una distancia y tiempo razonable.

STC 145/2015

“…este Tribunal no había tenido ocasión de resolver sobre la problemática constitucional que
suscita el demandante; esto es, el juicio de ponderación entre el invocado derecho a la objeción
de conciencia, como manifestación del derecho fundamental a la libertad ideológica reconocida
en el art. 16.1 CE, y la obligación de disponer del mínimo de existencias del citado medicamento
que le impone la normativa sectorial, para así poderlo dispensar a quienes lo soliciten.”

“En segundo término, hemos de añadir que en las actuaciones no figura dato alguno a través del
cual se infiera el riesgo de que la dispensación “de la píldora del día después” se viera
obstaculizada, pues amén de que la farmacia regentada por el demandante se ubica en el centro
urbano de la ciudad de Sevilla, dato este del que se deduce la disponibilidad de otras oficinas
de farmacia relativamente cercanas, ninguna otra circunstancia permite colegir que el derecho
de la mujer a acceder a los medicamentos anticonceptivos autorizados por el ordenamiento
jurídico vigente fuera puesto en peligro.”

Límite material del derecho


Postura amplia del TC en STC 53/1985

“ existe y puede ser ejercido con independencia de que se haya dictado o no tal regulación, la
objeción de conciencia forma parte del contenido del derecho fundamental a la libertad
ideológica y religiosa contenido en el artículo 16.1 de la Constitución y, como ha indicado este
Tribunal en diversas ocasiones, la Constitución es directamente aplicable, especialmente en
materia de derechos fundamentales”

Postura restrictiva del TC en STC 169/1997

“Constituye, en ese sentido, una excepción al cumplimiento de un deber general, solamente


permitida por el art, 30.2, en cuanto que sin ese reconocimiento constitucional no podría
ejercerse el derecho, ni siquiera al amparo del de libertad ideológica o de conciencia (art. 16
C.E.) que, por sí mismo, no sería suficiente para liberar a los ciudadanos de deberes
constitucionales o «subconstitucionales» por motivos de conciencia, con el riesgo anejo de
relativizar los mandatos jurídicos. Es justamente su naturaleza excepcional -derecho a una
exención de norma general, a un deber constitucional, como es el de la defensa de España- lo
que le caracteriza como derecho constitucional autónomo, pero no fundamental, y lo que
legitima al legislador para regularlo por Ley ordinaria «con las debidas garantías», que, si por un
lado son debidas al objetor, vienen asimismo determinadas por las exigencias defensivas de la
Comunidad como bien constitucional.”

Límite objetivo
Opera sobre el derecho a la objeción de conciencia un límite que podríamos definir como
objetivo o estructural, que aparece cuando con su ejercicio se pone en peligro la propia
existencia del ordenamiento, lo que ocurriría si se proyecta sobre elementos esenciales para la
propia existencia del grupo social; como sucedería, por ejemplo, con el reconocimiento de la
objeción de conciencia frente a obligaciones tributarias.

Sentencia nº 206/2006, de 24 de febrero, de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del


Tribunal Superior de Justicia de Cataluña

“De la anterior doctrina claramente se infieren dos consecuencias, aplicables al presente caso.
De un lado, que la objeción de conciencia, en cuanto derecho constituido por una excepción a
un concreto deber (el del art. 30 CE, de prestar el servicio militar, sustituyéndolo, en su caso, por
una prestación social sustitutoria), no puede ser extendida subjetivamente, por razón de las
propias creencias, más allá del ámbito objetivo del deber general que la Constitución establece.
Por lo que no cabe invocar la objeción de conciencia como excepción al deber general previsto
en el art. 31 C , por carecer tal pretensión de fundamento constitucional y no estar, además,
prevista en el ordenamiento tributario. De otro lado, que no cabe ampararse en la libertad
ideológica del art. 16 CE para pretender de este Tribunal, con base en este derecho, ni que s e
reconozca una excepción al cumplimiento del deber general de contribuir al sostenimiento de
los gastos públicos (art. 31.1 CE), ni la adopción de formas alternativas de este deber, como
parece haber sostenido el recurrente ante la Administración Tributaria.”

Límite sustancial
La objeción de conciencia no confiere un derecho frente a la molestia o a favor del capricho. El
supuesto de hecho viene configurado por la existencia de una discrepancia sustancial entre el
mandato jurídico y las convicciones morales profundas del individuo; por lo tanto, como en todo
proceso, las circunstancias fácticas han de ser debidamente acreditadas para que se genere la
consecuencia jurídica (en este caso, que se declare procedente la objeción)

Si recibimos una orden administrativa para formar parte de una mesa electoral o una resolución
judicial para integrar la constitución de un jurado, por mucho que nos disgusten tales funciones
o por grandes que sean las molestias que nos ocasionen, no vamos a poder eximirnos de su
cumplimiento con una mera alegación de que tenemos razones de conciencia personal
contrarias, como por ejemplo, una ideología libertaria o anarquista que repudia cualquier forma
de autoridad.
Características del derecho a la objeción de
conciencia

2. La desobediencia debida
Abordamos ahora un supuesto en que no es que el derecho permita la desobediencia a la
norma por razones morales, sino que incluso impone la desobediencia frente a determinados
mandatos jurídicos formalmente válidos, pero que suponen una clara infracción de normas
jurídicas que encarnan valores morales superiores. Es la llamada desobediencia debida.

La denominación trae causa de su oposición a la conocida “ obediencia debida” como causa de


exclusión de la antijuridicidad recogida en diversos códigos penales y que, en el caso del
español, se contiene en su artículo 20.7, donde se exime de responsabilidad penal a quien:
“…obre en cumplimiento de un deber o en el ejercicio legítimo de un derecho, oficio o cargo”.

En la acepción tradicional de esta causa, quedaba exento de responsabilidad el que cumpliese


la orden de un superior, dictada en el ejercicio de sus competencias y revestida de las
formalidades precisas, pues se entendía que en esos casos actuaba por imperativo de su deber
de obediencia.

Limitación de la eximente
La evolución de la proyección de la moral sobre el derecho y la constatación empírica de que la
cláusula de obediencia debida generaba zonas de impunidad injustificables frente a actuaciones
aberrantes de las autoridades de determinadas organizaciones o Estados, se comenzó a limitar
la eficacia eximente de la misma -sometiéndola a estrictos requisitos- hasta llegar a proclamar,
en supuestos muy señalados- la obligación jurídica de desobedecer una orden ilegal.

Tribunal Supremo, en sentencia de su Sala de lo Militar núm. 32/18, de 22 de marzo

“No es preciso extendernos sobre la prohibición de los mandatos antijurídicos obligatorios. No


obstante, diremos que en un sistema democrático no cabe la exención por razón de la
obediencia debida, pues tal forma de ver las cosas se basa en un sistema autoritario. El sistema
autoritario defiende que quien manda, ordena una cosa que debe ser cumplida, aunque infrinja
la ley y el que cumple no tiene responsabilidad por cumplirla. Lo que no ocurre en el sistema
democrático constitucional en el que prima el cumplimiento de la ley, de la que proviene toda
autoridad, y no es posible ocultarse detrás de una orden para incumplir una ley y no tener
responsabilidad; nadie está por encima de la ley. En el sistema regido por la obediencia debida,
la autoridad y el cumplimiento de su orden está por encima de la ley; por ello, tal sistema no
cabe dentro de un sistema democrático en el que el cumplimiento de la ley es la base del
sistema y, naturalmente, no puede ser incumplida por una orden ni por el cumplimiento de la
misma.”

“Así pues, ha de concluirse que el sistema legalmente establecido obliga al no cumplimiento de


una orden que constituya delito o infrinja el ordenamiento jurídico; lo que evidentemente hace
referencia no sólo a lo dispuesto en normas con rango de ley sino también en todo tipo de
normas que conforman el ordenamiento jurídico”.

Fundamento de la obligación de desobedecer

Del carácter eminentemente moral del ordenamiento jurídico de un Estado democrático, que es
lo que lo diferencia de un Estado autoritario en el que la cláusula de obediencia debida se aplica
sin limitación.
Es justamente la incorporación al derecho de valores morales superiores (como sucede en todos
los ordenamientos democráticos) lo que dota a estos de un criterio de contraste material, de
contenido ético, para justificar no solo la desobediencia a las órdenes ilegales, sino el deber de
su desobediencia.

Límites de la obligación de desobediencia

Carácter de la desobediencia debida


Podemos afirmar pues, que la desobediencia debida es la consecuencia jurídica de la
construcción moral del derecho.

Análisis de la obligación de desobedecer


Además, en su dimensión práctica, es innegable la dificultad que para quien recibe la orden
reviste el análisis pormenorizado y completo de la legalidad de ésta, pues le exigiría ser en todo
caso un experto y casi omnicomprensivo jurista; por lo tanto, para determinar si el sujeto dio o
no cumplimiento a su deber de desobedecer la orden ilegal, habrá de estarse en primer lugar a
la propia apariencia y formalidad de ésta, de tal manera que solo sería exigible la desobediencia
frente a los mandatos que comporten una violación clara y manifiesta de la legalidad, y en
segundo lugar, a las circunstancias en que la orden se formula y se recibe: no es lo mismo la
tranquilidad de un despacho ministerial que la intensidad y urgencia de una actuación militar en
combate.

3. La desobediencia civil
Cuando un grupo determinado de la sociedad adopta la decisión de desobedecer expresamente
a normas específicas del ordenamiento o incluso a éste en su conjunto, pretendiendo su
derogación o modificación, nos encontramos ante un fenómeno de desobediencia civil.

Al contrario de lo que ocurre con la objeción de conciencia, la desobediencia no es un derecho,


sino una mera situación de hecho representada por una voluntad y una actuación desobediente
hacia la norma jurídica. Aunque en ocasiones, las menos, la desobediencia puede traer causa de
una convicción moral, habitualmente se origina como consecuencia del sentimiento de
discriminación que sufre una determinada minoría social (por razones de raza, religión,
orientación sexual, etc.) o por la voluntad de rechazar determinadas actuaciones políticas del
Estado o del gobierno (contra la guerra, la conquista, el gastos en armamento, etc.).

Henry David Thoreau

“Dad vuestro voto completo, no una simple tira de papel; comprometed toda vuestra influencia.
Una minoría es impotente sólo cuando se aviene a los dictados de la mayoría; no es, entonces,
siquiera minoría. Pero es irresistible cuando detiene el curso de los eventos oponiéndoles su
peso. Si un millar de personas rehusaran satisfacer sus impuestos este año, la medida no sería
ni sangrienta ni violenta, como sí, en cambio, el proceder contrario, que le permitiría al Estado el
continuar perpetrando acciones violentas con derramamiento de sangre inocente. Y esa es, de
hecho, la definición de revolución pacífica, si tal es posible”.

La desobediencia civil no puede ser reconocida


Ningún ordenamiento jurídico reconoce ni puede reconocer la legitimidad de la desobediencia
civil, pues eso supondría ni más ni menos que su propia destrucción, al admitir que la norma
jurídica puede ser válidamente desconocida por una actuación fáctica sin que de ello se deriven
las sanciones correspondientes. Quedaría así destruida la estructura típica del derecho (Si es A,
debe ser B), porque el supuesto de hecho no acarrearía ninguna consecuencia jurídica.

La desobediencia civil genera sanción


Los que se sitúan voluntariamente en situación de desobediencia civil serán acreedores de las
sanciones previstas en el ordenamiento jurídico, lo que en numerosas ocasiones es aceptado
por estos como elemento de denuncia sobre lo injusto del derecho frente al que se posicionan.
En este sentido son ya clásicas las estrategias seguidas por Ghandi frente al colonialismo
británico o por Luther King frente a las leyes de discriminación racista en los Estados Unidos,
entre otras.

Desobediencia civil / Insumisión


Para poder hablar con propiedad de desobediencia civil se requiere de la existencia de cierta
masa crítica de individuos, es decir, de un grupo significativo que pueda sostener la pretensión
de representatividad de un determinado sector social.

Cuando es un solo sujeto el que decide desobedecer la norma sin que dicha actitud pueda ser
amparada por el derecho a la objeción de conciencia, nos encontraremos ante un supuesto de
insumisión.

No obstante, es posible que la agregación estadística y sostenida en el tiempo de insumisos


pueda constituir el germen de un movimiento más generalizado de desobediencia civil, como
pudo llegar a despuntar en la España de finales de los años ochenta del siglo XX frente al
servicio militar obligatorio. En todo caso, el insumiso hará también frente a las consecuencias
jurídicas sancionadoras derivadas de su negativa a cumplir la norma.

Consideración de la desobediencia civil


No obstante, si en un Estado democrático no tiene cabida el reconocimiento jurídico de la
desobediencia civil, no es menos cierto que desde el punto de vista político y de gobernabilidad,
las autoridades no pueden dejar de tener en consideración la relevancia social de los
movimientos de desobediencia civil, pues con ellos se manifiesta un desapego real de una parte
de la población sobre el ordenamiento jurídico general, y ello es una síntoma inequívoco de que
se ha producido algún fallo en el proceso de construcción dialógica del derecho; es decir de
que, bien en el origen, o bien por la falta de actualización, existe una quiebra en el consenso
social.

Y ello ha de obligar necesariamente a una autoridad democrática responsable a iniciar los


mecanismos de regeneración efectiva del consenso.

“Un sistema político ilustrado debe reaccionar con templanza ante estas situaciones y abrir un
debate sobre las causas de la desobediencia y afrontar, en su caso, las reformas políticas y
jurídicas que, dentro del respeto a la Constitución y al poder soberano, permitan su
desaparición”.

Características de la desobediencia civil

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