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TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA

TABLA DE CONTENIDO

1. Definición y contenido de la tutela

2. Antecedentes y origen de la acción de la tutela

3. Características de la tutela

4. Marco normativo de la tutela

5. El amparo y la tutela contra providencias antes de la Constitución de 1991

6. Tutela contra providencias judiciales o por vías de hecho.

7. Discusión sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales a la luz de la

juriprudencia

8. Causales de procedibilidad de la tutela contra providencias judiciales

8.1 Causales generales de procedibilidad

8.2 Causales especiales de procedibilidad

9. Conclusión

Referencias
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1. Definición y contenido de la tutela

La acción de Tutela fue establecida en el artículo 86 de la Constitución Política de 1991 en una

amplia fórmula que establece: “Toda persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los

jueces, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma

o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales

fundamentales, cuando quiera que estos resulten vulnerados o amenazados por la acción u

omisión de cualquier autoridad pública.

La protección consistirá en una orden para que aquel respecto de quien se solicita la tutela,

actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo, que será de inmediato cumplimiento, podrá impugnarse

ante el juez competente y, en todo caso, este lo remitirá a la Corte Constitucional para su eventual

revisión.

Esta acción solo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa

judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio

irremediable.

En ningún caso podrán transcurrir más de diez años entre la solicitud de tutela y la

resolución.

La ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares

encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el

interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado de subordinación o

indefensión (Constitución Política de Colombia de 1991, art. 86).

La Corte Constitucional, en la Sentencia T-001 de 1992, que constituye además el primer

fallo expedido en la historia de esa corporación, definió la acción indicando que se trataba de un

mecanismo judicial diseñado para la defensa de los derechos fundamentales, en los casos de
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vulneración o amenaza de parte de las autoridades públicas o de particulares. Precisó que “se

trata, entonces, de un instrumento jurídico confiado por la Constitución a los jueces, cuya

justificación y propósito consisten en brindar a la persona la posibilidad de acudir sin mayores

requerimientos de índole formal y en la certeza de que obtendrá oportuna resolución, a la

protección directa e inmediata del Estado, a objeto de que, en su caso, consideradas sus

circunstancias especificas y a falta de otros medios, se haga justicia frente a situaciones de hecho

que representen quebranto o amenaza de sus derechos fundamentales, logrando así que se cumpla

uno de los fines esenciales del Estado, consiste en garantizar la efectividad de los principios,

derechos y deberes consagrados en la Constitución (art. 2°) (Sent. T-001 de 1992, MP. José

Gregorio Hernández Galindo).

Una definición simplemente estipulativa señala que la acción de tutela es una acción

constitución, de carácter judicial, establecida por la Carta de 1991, que “busca la protección de

los derechos constitucionales fundamentales, cuyo alcance debe determinarse de conformidad

con los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia, respecto de

toda acción u omisión de las autoridades públicas y de los particulares, que haya violado, viole o

amenace violar cualquiera de aquellos derechos, sin que en ningún caso la acción de tutela esté

sujeta a que la acción de la autoridad o del particular se haya manifestado en un acto jurídico

escrito” (Manuel Restrepo, 2009., p. 23). La acción procede siempre que no exista otro medio

ordinario de defensa que resulte eficaz, salvo el caso de configuración del perjuicio irremediable,

evento en el cual podrá operar dicha acción como mecanismo transitorio. En concreto, la

protección judicial consiste en una orden, tan importante que de poco o nada sirve obtener el

amparo judicial si no se logra la emisión de una orden eficaz que permita materializar la

protección obtenida (Manuel Quinche, 2011., p. 18).


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Acerca del carácter jurídico de la acción de tutela, se han planteado hipótesis contrarias. La

primera, de corte tradicional, sostiene que el de tutela es propiamente un proceso judicial, y en

este sentido, estaría regido por la dogmática del derecho procesal. Por su parte la segunda

posición, el de tutela no se trata de un proceso expresamente, sino que se trata mejor de una

acción autónoma.

La acción de tutela como “proceso” evalúa la acción de tutela desde los elementos

dogmáticos del derecho procesal y, más precisamente, desde los del derecho procesal

constitucional. Tiene como fundamento la integración de los tres elementos centrales de la teoría

general del proceso: la jurisdicción, la acción y el proceso, entendido como “el conjunto de reglas

para recorrer el laberinto de las formas procesales, principios que deben cubrirse, deberes y

derechos de las partes en orden a la producción probatoria, intervención de terceros, y muchos

aspectos más que se relacionan también con temas constitucionales (Ver Manuel Quinche, 2011.,

p. 18-19).

Por su parte, la acción de tutela como “acción autónoma”, no es un proceso, por varias

razones que son presentadas por el profesor Correa: “en ella no se exige necesariamente la

existencia de una litis, pues podría haber tutela sin notificación del accionado; no hay

propiamente un pleito, pues de lo que se trata es de la relación de una persona con sus derechos

fundamentales, en la que el “otro” es accidental; en tercer término su esquema normativo permite

señalar que no es un proceso: no hay demandante y demandado; sino accionante y accionado, no

acontece una demanda, sino una petición de amparo, no hay propiamente un proceso, sino un

trámite o acción de tutela. Finalmente la tutela no sería un proceso, pues de serlo las instituciones

propias del proceso (los incidentes, las recusaciones, la integración de los litisconsortes, etc)

impedirían el despliegue de la acción y lograr el objetivo de protección inmediata de los derechos


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fundamentales. En sentido contrario, la tutela es una acción autónoma, que de acuerdo con el

autor “posee vida propia” (Néstor Correa, 2009., p. 33-34).

La tutela es una acción, en atención a criterios formales y materiales. Según el criterio

formal, fue el propio constituyente de 1991 el que en el artículo 86 de la Carta definió la tutela

como una acción, así: “toda persona tendrá acción de tutela…”. Tres veces se reitera la palabra

“acción” en este mismo artículo. Según el criterio material, la acción de tutela es el derecho,

poder, facultad o posibilidad, de carácter abstracto, para provocar el movimiento jurisdiccional

del Estado, con independencia del resultado de la sentencia. Además la acción de tutela es un

derecho de una estirpe especial: es un derecho fundamental, como lo ha indicado la Corte

Constitucional (Sent. C-531 de 1993, MP. Antonio Barrera Carbonell) de suerte que el legislador

no puede desconocer el núcleo esencial de la acción de tutela al momento de reglamentar la

institución. Asimismo, este mecanismo no se puede suspender durante los estados de excepción

constitucional, como lo señala el Decreto 2591 en su artículo 1°.

La acción de tutela no es un recurso contra una providencia judicial o contra un acto

administrativo. Como bien lo señala Ricardo Hoyos, “tampoco resulta adecuada la calificación de

amparo o tutela como recurso, ya que este se concibe al decir de Guasp como “una pretensión de

reforma de una resolución judicial dentro del mismo proceso en que dicha resolución ha sido

dictada”. En efecto, la tutela no se interpone como recurso de reposición o apelación para que el

funcionario, o su superior, en el marco del mismo proceso, aclare, revoque o modifique la

decisión inicial (Ricardo Hoyos, 1994., p. 42).

La acción de tutela es un mecanismo judicial, es decir, que se debe tramitar ante un Juez de

la República, que pertenece a la Rama Judicial del poder público. Es por este motivo que la tutela

no se puede presentar ante los jueces penales militares, ya que ellos no pertenecen a la rama
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judicial sino a la rama ejecutiva. En general, es por este motivo que las demás ramas del poder

público no conocen de la tutela.

Es una acción constitucional, la tutela protege derechos constitucionales, no derechos

meramente legales. Su origen deriva de la Constitución Política no de la ley, por lo tanto su

derogatoria implicaría una reforma constitucional.

Como la manifiesta el profesor Correa: “La finalidad de la acción de tutela es proteger los

derechos constitucionales fundamentales cuando fueren vulnerados o amenazados. La tutela no

tiene carácter indemnizatorio, y menos sancionatorio, sino que tiene un carácter protector”

(Néstor Correa, 2009., p. 37), si hay una mera amenaza, la tutela adquiere un carácter preventivo;

y si existe vulneración consumada, la tutela adquiere un carácter restitutivo, para volver las cosas

a su estado anterior, cuando fuere posible. El procedimiento para la acción de tutela, tal como

está previsto en la Constitución Política, es preventivo y no declarativo de derechos, no resuelve

un asunto litigioso, ni declara quien es el dueño de algo, ni se condena a nadie. Allí simplemente

se protegen derechos, para conservarlos o restituirlos.

Es una acción para pretensiones concretas, ampara derechos únicamente en casos concretos,

como la ha indicado la Corte (Sent. T-013 de 1992, MP. Fabio Morón Díaz), y no tienen

pretensión de universalidad, la afectación de los derechos fundamentales debe ser concreta, es

decir, que justifique poner en movimiento del aparato judicial. La acción de tutela es inter partes,

no erga omnes, como regla general.

Es subsidiaria, porque opera únicamente a falta de otro medio de defensa judicial, salvo

cuando se trata de la tutela transitoria para evitar un perjuicio irremediable. Se afirma que es

subsidiaria, pues la tutela debe aparecer como el único medio de defensa y si no se cumple este

requisito no hay tutela. Es formal porque es un requisito que fija la norma jurídica, no la
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naturaleza de las cosas. No por ser subsidiaria la tutela se convierte en un instrumento

extraordinario de protección de derechos. La acción de tutela no es marginal sino que es el único

medio de protección del derecho, a condición de que se cumpla con el requisito de subsidariedad

(Néstor Correa, 2009., p. 39).

Asimismo, es una acción de revisión eventual por parte de la Corte Constitucional, es decir,

que dicha institución puede a discreción, seleccionar fallos de tutela que profieran los jueces de la

República para su estudio, no es un requisito de procedencia.

2. Antecedentes y origen de la acción de tutela

Respecto de la historia remota de la tutela, es JORGE ARENAS quien hace el mejor

resumen al respecto. Afirma este autor que “no hay duda que la intercessio es la institución que

se puede considerar el antecedente normativo más claro de la acción de tutela”. La intercessio del

derecho romano, que también es el antecedente del recurso de apelación, habilitaba al magistrado

para anular la sentencia injusta y remplazarla por una nueva sentencia. Con ello se busca

equilibrar el imperium o poder público con los derechos y libertades individuales. En suma, el

antecedente más remoto de la tutela tiene más o menos unos veinte siglos (Néstor Correa, 2009.,

p. 25).

Hace ARENAS igualmente un recuento de la posterior evolución normativa, así: “la acción

de tutela es un interpretación técnico jurídica, no tiene una historia muy larga y siendo exactos y

en estricto sentido, se puede afirmar que los grandes momentos que precedieron la acción de

tutela son: la Carta Magna de 1215, su confirmación en 1297, la Petición de Justicia de 1627 y el

Bill of rights del 13 de febrero de 1688, todas en Inglaterra. Respetando un orden cronológico la

Declaración de Derechos de Maryland del 14 de agosto de 1776, estas últimas en Estados


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Unidos. Posteriormente la Declaración de Derechos del Ciudadano del 4 de agosto de 1789, en

Francia. Finalmente la Constitución de Yucatán en México en 1841 y las Actas de Reforma de

1857” (Néstor Correa, 2009., p. 25).

Como antecedente judicial especifico de la tutela, el profesor Arenas cita el fallo de Marbury

vs Madison, que si bien no versaba sobre un problema de derechos fundamentales, sí constituye

un antecedente del principio de defensa judicial de la supremacía constitucional.

En Europa la tutela existe o esta referenciada en numerosas constituciones, destacándose los

casos alemán y español, por cuanto ellos sirvieron de fuente material para el constituyente

colombiano de 1991.

A nivel internacional, la Declaración Universal del Derechos Humanos, de 1948, afirma en

su artículo 8° que “toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales

nacionales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales

reconocidos por la constitución o la ley”. El pacto internacional sobre Derechos Civiles y

Políticos de 1966, presenta una redacción similar en su artículo 2.3. La Convención Americana o

Pacto de San José de Costa Rica, afirma en su artículo 25.1 que “toda persona tiene derecho a un

recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales

competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales…” (Néstor

Correa, 2009., p. 26).

Esta última referencia es importante, ya que la Convención Americana fue aprobada por

Colombia mediante la Ley 16 de 1972. Esto permite afirmar que en Colombia ya existía

formalmente el derecho a un recurso judicial efectivo ante de la Constitución de 1991, por vía de

la recepción del derecho internacional, pero no tenía aplicación por falta de reglamentación.
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Descendiendo al caso colombiano, en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991

numerosos proyectos consagraban la propuesta de una acción de amparo o tutela de los derechos

constitucionales fundamentales. Y su aprobación tuvo un amplio consenso entre los

constituyentes. Puede afirmarse que la introducción constitucional de la tutela en Colombia es

una obra colectiva. Pero, para hacer justicia, hay que hacer el reconocimiento a dos personas, se

destacan como líderes de ese proceso: Manuel José Cepeda, como asesor del Gobierno Nacional,

y Juan Carlos Esguerra, como ponente principal del artículo 86 de la Constitución. (Néstor

Correa, 2009., p. 27).

3. Características de la tutela

En el caso de las características de la tutela no existe análisis integral por parte de Corte

Constitucional. Existen providencias aisladas que ponderan ciertas características de este

instrumento, de tal manera que se hará una descripción de estas de una forma juiciosa pero sin

obedecer a criterios sistemáticos, ya que se sustraerán de diversas fuentes.

Según la Corte Constitucional en su Sentencia T- 254 de 1993, la tutela constituye:

Un medio de defensa específico, porque su aplicación está condicionada a la ocurrencia de

una violación concreta o inminente de un derecho de un derecho perfectamente establecido, en

relación con el cual está legitimado el actor.

Es un instrumento de defensa directo, porque la protección del derecho vulnerado es

inmediata, lo cual es procedente, en virtud de que éste contiene en si mismo los elementos

suficientes para su ejercicio, sin que sea necesario, como el caso de los derechos colectivos, su

desarrollo por la ley.

Es un mecanismo judicial preferente y sumario, porque no sólo se puede ejercer en todo

momento y lugar, sino también porque su trámite no está sometido a formalidades procesales
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especiales y la solicitud debe sustanciarse con prelación a cualquier otro negocio, salvo de

habeas corpus.

También se concibe como una medida judicial subsidiaria y residual, en tanto que solo

procede en ausencia de otros mecanismos de defensa judicial, a menos que se utilice como

instrumento transitorio para evitar un perjuicio irremediable.

La acción se dirige por el interesado contra cualquier autoridad pública, cuando un acto u

omisión suya vulnera o pone en peligro la integridad de un derecho fundamental, y de igual

modo, cuando ello pueda ocurrir con ocasión de la conducta de un particular en los eventos

señalados por la ley. (Sent. T- 254 de 1993)

El profesor Néstor Raúl Correa en su libro derecho procesal de la acción de tutela enumera

doce características principales de la tutela. Así:

a) La acción de tutela es informal en su presentación, poderes, pruebas, impugnación, entre

otros. Afirma MANUEL JOSÉ CEPEDA que “para que sea en realidad una herramienta

eficaz al alcance del ciudadano del ciudadano común, se ha tratado de librar la

regulación de la tutela de tecnicismos y formalismos que frecuentemente no solo

entraban la eficiente administración de justicia, sino que alienan a los individuos

llamados a beneficiarse de los procedimientos judiciales. Por esta razón la tutela no se

asemeja tampoco a un proceso ordinario, y tampoco se ha empleado un vocabulario muy

especializado.

b) La tutela es sumaria. Esta característica, que tiene rango constitucional, se refiere a la

agilidad del trámite, de la decisión y de su cumplimiento. Señala el profesor Néstor

Osuna que en Colombia “se presentan tres acepciones del término sumariedad, de todas

las cuales participa la acción de tutela. La primera de ellas, que constituye su


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connotación más fuerte, hace referencia a la rapidez… La segunda, sumariedad como

sinónimo de cautelar… Además hay una tercera acepción del término, que hace

referencia a la falta de contradicción o controversia dentro del proceso.

c) La tutela es eficaz porque logra el resultado que se propone: proteger los derechos

constitucionales fundamentales. La tutela no es “derecho simbólico” sino que es un arma

cierta para evitar en forma real los atropellos contra los derechos. Prueba de la eficacia

son los poderes del juez para impartir órdenes, la celeridad del trámite, la ausencia de

fallos inhibitorios, la informalidad, las sanciones por desacato, entre otras.

d) El carácter preferencial del amparo, que tiene rango constitucional expreso, significa

que, salvo el habeas corpus, la acción de tutela debe ser tramitada por el juez, antes que

cualquier otro asunto que tenga a su consideración. En Colombia el orden de preferencia

de las acciones judiciales es el siguiente: el habeas corpus, la acción de tutela, la acción

de cumplimiento, la acción popular, y por último, los negocios ordinarios y propios de la

competencia del juez.

e) La acción de tutela es gratuita, o sea que en principio no comporta gastos económicos

para el peticionario. Tal vez una erogación de la tutela se presenta cuando el petente

decide contratar un abogado para que represente sus intereses. Igualmente si uno de los

intervinientes pide copia del expediente, en la secretaria le van pedir los costos de la

fotocopia. También podría haber una eventual condena en costas, pero solo por

temeridad. Pero estos fenómenos no hacen parte de la esencia del proceso sino que son

accidentales.

f) La acción de tutela carece de un término legal o jurisprudencial fijo, dentro del cual deba

ser presentada. Ellos no significa, sin embargo, que se pueda instaurar en cualquier
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tiempo. Hay que cumplir con el requisito de inmediatez, contenido en el artículo 86 de la

Constitución, de manera que la tutela se debe interponer en un plazo razonable, so pena

de que la acción sea rechazada por demora o tardía, que es una forma tácita de

prescripción o de caducidad.

g) La tutela procede a instancia de parte, o sea que quien se considere víctima de una

violación de sus derechos fundamentales, o la persona que la ley habilita para ello, tiene

que recurrir a los jueces y demandar la protección de sus derechos. No hay pues tutela de

oficio, a diferencia de la acción penal, salvo el caso que más adelante se narra respecto

de los niños. La acción de tutela es un derecho subjetivo, de manera que el titular del

derecho es la persona que debe salir en su defensa.

h) La tutela es de impulso oficioso por el juez. Eso libera a las partes de tener que avanzar

el procedimiento. Una vez iniciada la tutela, el juez debe, como responsabilidad suya,

adelantar el trámite hasta su culminación.

i) La acción de tutela no es justicia rogada, o sea que la persona puede no escribir la

petición o los fundamentos de derecho o aún equivocarse en estas materias y el juez

debe, de oficio, corregir las pretensiones (Sentencia T- 090 de 1994) y acomodar los

acontecimientos dentro del curso que corresponde, para proteger debidamente los

derechos constitucionales fundamentales.

j) La acción de tutela es desistible para el peticionario en primera y segunda instancia.

k) Una vez iniciada la acción de tutela, el juez no puede suspender voluntariamente el

trámite sino que debe fallar de fondo dentro del término previsto en la ley.

l) La acción de tutela es irrepetible, de suerte que no se pueden presentar dos acciones de

tutela por los mismos hechos (Néstor Correa, 2009., p. 40-48).


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4. Marco normativo de la tutela

En las acciones constitucionales deben ser atendidas cuando menos tres niveles normativos:

el de las normas constitucionales, el de las normas legales y el de las reglas jurisprudenciales.

El nivel de las normas constitucionales

En el plano constitucional las normas las normas de referencia directa son el artículo 40 que

contiene el derecho fundamental al ejercicio y control del poder político; el artículo 86, que

dispone la estructura general de la acción, y el artículo 241, que en el numeral 9 prevé la

competencia de la Corte Constitucional para revisar los fallos de tutela proferidos por los demás

despachos judiciales.

El artículo 40 de la Carta es la base normativa de las acciones constitucionales y contiene los

derechos políticos fundamentales. En el artículo 86 como se dijo, se contiene la estructura general

de la acción de tutela, que luego es desarrollada por el Decreto 2591 de 1991. Finalmente el

artículo 241 establece la competencia de la Corte Constitucional para revisar, previo proceso de

selección, los fallos de tutela proferidos por todos los despachos judiciales del país (Manuel

Quinche, 2010., p. 18 – 19)

El nivel de las normas legales y las normas reglamentarias

En primer lugar está el Decreto 2591 de 1991 Por el cual se reglamenta la acción de tutela

consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política, dictado por el Presidente de la República

en ejercicio de las facultades que le confiere el literal b) del artículo transitorio 5 de la

Constitución Nacional oída y llevado a cabo el trámite de que trata el transitorio 6, ante la

Comisión Especial. Técnicamente este decreto, es de contenido legislativo y más precisamente,

se trata de un “decreto estatutario”, es decir, de una norma expedida por el Presidente de la


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República. Acerca de su contenido y su control, la Corte Constitucional sostuvo que “el Decreto

mencionado tiene fuerza de ley, ya que corresponde al ejercicio de facultades extraordinarias

conferidas al ejecutivo en forma directa por la Asamblea Nacional Constituyente (Manuel

Quinche, 2010., p. 19 – 20)

En segundo término figura el Decreto reglamentario 306 de febrero 19 de 1992 Por el cual se

reglamenta el Decreto 2591 de 1991 (acción de tutela).

Finalmente encontramos el Decreto reglamentario 1382 de julio 12 de 2000 Por el cual se

establecen reglas para el reparto de la acción de tutela, que modificó el sistema de competencias

para conocer de la acción de tutela, restando gran eficacia a esta acción.

El nivel de las reglas jurisprudenciales

Las reglas jurisprudenciales están contenidas o articuladas en los fallos de tutela, que pueden

ser de tutela o de unificación, allí está consolidado su funcionamiento. Estas líneas

jurisprudenciales constituyen fuente formal de derecho. Tales providencias al resolver casos

difíciles y complejos, son formuladas normas adscritas, es decir, verdaderas reglas de origen

jurisprudencial, que sirven para resolver el caso en estudio y los casos posteriores similares, a

modo de precedente.

5. El amparo y la tutela contra providencias antes de la Constitución de 1991

Lo primero que hay que señalar es durante la vigencia de la Constitución de 1886 era

imposible impugnar una decisión judicial, así fuese violatoria de los derechos fundamentales, por

varias razones. En primer lugar, porque los derechos fundamentales no eran verdaderos derechos,

sino simples enunciados programáticos, que a lo sumo señalaban los fines del sistema jurídico, en

un contexto interpretativo en el que su judicialización no era ni importante, ni valiosa. En


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segundo lugar, porque hasta antes de 1991, se careció de una acción o un instrumento procesal

que fuese capaz de dejar sin efecto las decisiones judiciales violatorias de derechos

fundamentales. Finalmente y en tercer término, porque la legitimación de las providencias

judiciales era simplemente formal. Así bastaba que la sentencia hubiese sido dictada por un juez

de la república o por un tribunal, para asumir sin más, que se trataba de un acto judicial legitimo,

sin importar si era violatorio de los derechos fundamentales o de la Constitución. En el anterior

contexto los ciudadanos quedaban indefensos ante la arbitrariedad judicial, de modo tal, que las

violaciones a los derechos fundamentales por parte de los jueces no eran más que la

materialización de unos pocos “casos trágicos” y aislados, originados en el “error judicial”

(Manuel Quinche, 2010., p. 89- 90)

6. Tutela contra providencias judiciales o por “vías de hecho”

La tutela contra providencias judiciales es un tema controvertido en el país, que ha dividido

a las Altas Cortes y a la doctrina. El ocasional enfrentamiento entre las Cortes a este respecto ha

generado el coloquialmente denominado “choque de trenes”. Sigue abierto el debate acerca de la

procedencia o improcedencia de la acción de la tutela contra providencia judicial. Debate que

tiene los años de la Constitución de 1991 y que continuará en el futuro. Debate polarizado sobre

un tema sensible, que toca los fueros y los egos de las Altas Cortes.

Los objetivos del Constituyente colombiano fueron consagrar el recurso de amparo también

contra las providencias judiciales; en efecto, en la Asamblea Nacional Constituyente fue negada

reiteradamente la propuesta que pretendió entender a las “autoridades públicas”, contra quien se

puede dirigir la acción constitucional del artículo 86 de la Constitución, solamente como

“autoridades administrativas”: así fue aprobado en el primer debate por la Plenaria de la

Asamblea, y en el segundo debate dicha pretensión fue nuevamente negada. Así lo interpretó la
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Corte Constitucional en el primer recurso de amparo que concedió contra resoluciones judiciales,

contra la Corte Suprema de Justicia, que quiso darle una interpretación diferente: “La

configuración de la acción de tutela contra acciones u omisiones de las autoridades que violen o

pongan en peligro derechos fundamentales de los ciudadanos, indica que no existe en Colombia

una presunción de derecho que ampare la constitucionalidad de la actuación de los poderes

públicos. Todas las autoridades deben respetar en sus actuaciones las normas de la

Constitución y, en especial, las que consagran los derechos fundamentales de las personas. La

Constitución contempla sanciones y prevé acciones – la tutela es una de ellas – para el caso de

que las autoridades se aparten del cumplimiento de sus obligaciones y deberes constitucionales.

No cabe, pues, aceptar, que la Corte Suprema de Justicia, en Sala Plena, o a través de unas de

sus especializadas, no pueda en ningún caso violar sus acciones u omisiones la Carta

Fundamental” (Sentencia T-006 de 1992)

La tutela contra providencias judiciales es el resultado de la aplicación directa de los

artículos 4º y 86º de la Constitución, que establecen el principio de supremacía de la

Constitución y la procedencia del amparo como medida de protección inmediata a los derechos

fundamentales “cuando quiera que estos resulten vulnerados o amenazados por la acción u

omisión de cualquier autoridad pública” (Artículo 86 Constitución Política de 1991)

El establecimiento de la vía de hecho judicial o de la tutela contra providencias judiciales

tiene su propia “historia efectual”, desde la cual es posible entender el contenido y el alcance de

la figura, tras veinte años de su aparición. Para reconstruir esa trayectoria presento cuatro etapas.

La primera es la etapa fundacional, que va de 1991 a 1994 y abarca el origen de la figura, las

normas que sirvieron de fundamento y la jurisprudencia inicial de la Corte Constitucional. El

segundo periodo va de 1994 a 1996 y se materializa en la primera formulación dogmática de la


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vía de hecho y sus cuatro modalidades iniciales, que luego darán paso a un tercer momento, en el

que se enuncia un test para vías de hecho, vigente entre 1996 y 2005. La reconstrucción finaliza

con la enunciación formal de las causales genéricas de procedibilidad de la tutela contra

providencias judiciales, acontecida en 2005, que constituye el estado del arte del tema (Manuel

Quinche, 2011., p. 234- 235).

Ahora bien, como la norma constitucional establece la tutela contra providencias judiciales,

entonces las normas legales desarrollaron las figuras, tal como lo hicieron los artículos 11 y 40

del Decreto 2591 de 1991, que establecieron las reglas de caducidad y de competencia para

ejercer la acción de tutela. La caducidad fue establecida por el artículo 11 de la siguiente manera:

“la acción de tutela podrá ejercerse en todo tiempo, salvo la dirigida contra sentencias o

providencias judiciales que pongan fin al proceso, la cual caducará a los dos meses de

ejecutoriada la providencia correspondiente”. Y la asignación de competencias se dispuso en el

artículo 40 así: “cuando las sentencias y demás providencias judiciales que pongan término a un

proceso, proferidas por jueces superiores, los tribunales, la Corte Suprema de Justicia y el

Consejo de Estado, amenacen o vulneren un derecho fundamental, será competente para conocer

de la acción de tutela el superior jerárquico correspondiente (Manuel Quinche, 2011., p. 235).

La vía de hecho como fundamento de la protección constitucional contra providencias

judiciales

Paradójicamente la misma Corte Suprema de Justicia, Sala Civil, fue la institución que por

primera vez en Colombia aplicó la vía de hecho, y en ella la Corte Constitucional se inspiró para

seguirla aplicando desde 1993, en la Sentencia T- 079. El reconocimiento lo hizo la Corte en

estos términos: “la tesis expuesta por la Sala Civil de la Corte Suprema de Justicia para
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confirmar la sentencia que concediera la tutela contra una decisión judicial coherente con la

doctrina constitucional acogida por esta Corporación, según la cual es procedente la acción de

tutela cuando se ejerce para impedir que las autoridades públicas, mediante vías de hecho

vulneren o amenacen los derechos fundamentales” (Mauricio Martínez, 2009., p. 192)

Elementos de la vía de hecho:

a) La conducta del agente debe carecer de fundamento objetivo, es decir, cuando la

actuación es manifiestamente contraria a la Constitución y a la Ley, pues ellas están

cobijadas por el principio de legalidad que rige el ejercicio de las funciones públicas, es

condición de existencia de los empleos públicos y su desconocimiento genera la

responsabilidad de los servidores públicos. La constitucionalidad, a su vez, reside en que

dichas actuaciones deben respetar la igualdad de todos ante la ley, principio que le

imprime a la actuación estatal su carácter razonable.

b) La conducta debe obedecer a su sola voluntad o capricho, esto es, cuando desconoce

las competencias atribuidas por el ordenamiento jurídico para proferir la decisión, lo cual

se establece como un criterio finalista y deontológico. Según este criterio las autoridades

públicas están al servicio de la comunidad y en cumplimiento de sus funciones deben ser

conscientes de que los fines esenciales del Estado son, entre otros, servir a la comunidad,

garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la

Constitución.

c) La conducta debe desconocer derechos fundamentales, la protección constitucional

de los derechos fundamentales y la prevalencia del derecho sustancial son parte esencial

del Estado Social y por eso en caso de demostrarse su violación el juez de tutela debe

proceder a la defensa de los derechos fundamentales vulnerados.


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
19

d) Desconocimiento de la doctrina constitucional. Posteriormente la doctrina de la vía de

hecho se consolidó en la jurisdicción constitucional como la única fuente de tutelas

contra providencias.

7. Discusión sobre la procedencia de la tutela contra providencias judiciales a la luz de la

jurisprudencia

El primer fallo por vía de hecho judicial en control concreto de constitucionalidad. En

atención a que las normas lo permitían, entonces se profirió el primer amparo contra una

providencia judicial. Se trato de la Sentencia T-006 de 1992, que revisó el caso de una acción de

tutela propuesta contra una sentencia de la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de

Justicia, que fue negada por improcedente por la Sala de Casación Civil. Este fallo es muy

importante en la historia judicial de Colombia, pues por primera vez se dejaba sin efecto una

sentencia proferida por la Corte, que había sido la titular del control constitucional durante más

de cincuenta años (Manuel Quinche, 2011., p. 235 – 236)

Los hechos del caso señalaban que dos ciudadanos habían sido condenados a penas de

prisión por el entonces existente Juzgado Trece Superior de Medellín. Los afectados

interpusieron y tramitaron recurso de apelación contra la sentencia condenatoria, que fue

confirmada por la Sala Penal del Tribunal Superior. Finalmente los condenados interpusieron el

recurso extraordinario de casación, que fue negado por la Sala de Casación Penal de la Corte

Suprema de Justicia. Consolidada la situación jurídica, los condenados propusieron acción de

tutela contra la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia y la Sala Penal del

Tribunal Superior, alegando la violación de los derechos fundamentales a la personalidad

jurídica, honra y libertad personal.


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
20

De la acción conoció la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, la cual el 9

de diciembre de 1991 denegó la solicitud de amparo sin estudiar el asunto que había sido

sometido a su conocimiento. Seleccionado el fallo para revisión, la Corte Constitucional, en

decisión dividida, amparo el derecho fundamental al debido proceso a favor de los accionantes y

ordenó devolver el expediente a la Corte Suprema de Justicia, para que se pronunciara de fondo.

Los argumentos del amparo fueron los siguientes:

- Prevalencia del derecho sustancial sobre el procedimental

- Argumento histórico desde la discusiones de la Asamblea Nacional Constituyente

- Defensa del contenido del Estado Social de Derecho

- Valor normativo de la Constitución Política

- Núcleo de la Constitución Política

- La cosa juzgada ordinaria y sus limites

Esta tesis de la Corte Constitucional coincide con la postura de la Corte Interamericana, que

incluso establece la categoría de cosa juzgada fraudulenta, en los casos que el juzgamiento del

juez interno y su cosa juzgada ordinaria resultan vulneratorios de la Convención Americana

(Manuel Quinche, 2011,. P. 238).

El primer fallo por vía de hecho en control abstracto de constitucionalidad. Se trato de

la Sentencia C- 543 de 1992. Seis meses después de la Sentencia T- 006 de 1992, la Sala Plena

de la Corte Constitucional, esta vez en sede de constitucionalidad, enfrentó nuevamente el asunto

de la tutela contra providencias judiciales. En esta segunda ocasión, y con ponencia del

magistrado Hernández Galindo, triunfó la tesis restrictiva de la improcedencia de la tutela sobre

decisiones judiciales, en fallo polémico y dividido de mayoría simple de cuatro votos contra tres.

Los argumentos que triunfaron fueron justamente los mismos que habían sido derrotados en la
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
21

Sala de Revisión, cuando se discutió la sentencia T-006 de 1992 (Manuel Quinche, 2011,. P.

238).

Pese a la declaratoria de inexequibilidad de las normas del decreto 2591, que permitían la

tutela contra providencias judiciales, en este fallo por primera vez y de modo expreso se habló de

vías de hecho.

De esta manera se modificaba la doctrina expuesta en la Sentencia T-006 de 1992,

adicionando al final de la parte motiva del fallo el evento de las “actuaciones de hecho”, como

ocasión excepcional en la que procedía el amparo.

La primera sentencia por vía de hecho posterior a la C- 543 de 1992. Es la sentencia T-

079 de 1993. Se reitero la regla según la cual si procede el amparo contra providencia judiciales,

en los casos de “actuaciones de hecho imputables al funcionario”.

La tesis en esta sentencia señalaría en buena parte el camino de la vía de hecho, al establecer

que es procedente la acción de tutela cuando se ejerce para impedir que las autoridades públicas,

mediante vías de hecho vulneren o amenacen los derechos fundamentales. Adicionalmente se

señaló que una actuación de la autoridad pública se torna en vía de hecho susceptible de control

constitucional de la acción de tutela cuando la conducta del agente carece de fundamento

jurídico, obedece a su sola voluntad o capricho y tiene como consecuencia la vulneración de los

derechos fundamentales de la persona. Para el caso, dispuso dejar sin efectos jurídicos la

resolución administrativa y la sentencia, con la que se establecía como regla la procedencia de la

vía de hecho contra providencias judiciales y contra decisiones administrativas de contenido

judicial.

Primera formulación dogmática. Teoría de los cuatro defectos. Sentencia T- 231 de

1994. Llevado el caso a la sala de revisión, esta examinó los elementos dogmáticos de la vía de
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
22

hecho, desde la consideración de lo que era un acto judicial ajustado a la Constitución, que

censura el comportamiento de los jueces que malversan su competencia con actuaciones ultra o

extra vires de su titular.

La cuestión central es que esta sentencia hizo la primera formulación dogmática de la vía de

hecho, al enunciar la teoría de los defectos, que sería desarrollada y perfeccionada por la

jurisprudencia posterior. Dicha providencia señala cuatro defectos a saber: a) el defecto

sustantivo, b) defecto fáctico, c) defecto orgánico y d) defecto procedimental.

En la sentencia T- 1017 de 1999, la Corte Constitucional redescribe los cuatro defectos ya

enumerados y los enuncia a la manera de un test para la vía de hecho. Se trata de una

metodología que permite evaluar la consistencia constitucional de una solución o de un resultado.

El test estricto para vías de hecho. Los defectos. “la jurisprudencia ha establecido un test

estricto para definir si una determinada decisión judicial adquiere el carácter de vía de hecho. Al

respecto, la Corte ha indicado que una decisión judicial podrá ser impugnada a través de la tutela

cuando se presenten, de manera ostensible, uno de los siguientes cuatro defectos: a) defecto

fáctico, b) defecto sustantivo, c) defecto orgánico, d) defecto procesal.

Esto quiere decir que el test estricto corresponde al examen riguroso que ha de hacerse de la

situación, que se clasifica únicamente dentro de las cuatro modalidades caracterizadas

inicialmente como defectos. De acuerdo con la Corte, la aplicación de este test descansa en la

defensa del principio de autonomía judicial y en la protección de la cosa juzgada (Manuel

Quinche, 2011,. P. 246).

El test débil para vías de hecho, es decir, la inhibición. Consiste en que el examen que se

hace no es tan riguroso, tan severo. Este deberá aplicarse sólo en presencia de fallos inhibitorios,

pues estos no dan nacimiento a cosa juzgada. Este test contará con dos elementos: la existencia de
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
23

una decisión inhibitoria y la seguridad de entender que con lo recaudado en el proceso era

posible proferir decisión de fondo, en vez de inhibirse de fallar (Manuel Quinche, 2011,. P. 246).

Los fallos inhibitorios impiden la efectividad de los derechos contenidos en la Constitución,

al favorecer la ineficacia de la administración de justicia desde aspectos puramente formales.

Finalmente nos encontramos ante la última etapa jurisprudencial de la tutela contra

providencias judiciales en Colombia, ésta es conocida como la segunda formulación dogmática

de la vía de hecho, gracias a la sentencia C- 590 de 2005. Esto es lo que actualmente rige en

nuestro país, permitiendo identificar como está establecida y regulada dicha institución jurídica.

A partir del año 2003, la Corte Constitucional por iniciativa del magistrado Montelagre

Lynett, en el interés de perfeccionar el marco teórico – normativo de la tutela contra providencias

judiciales, comenzó a redescribir la teoría de los defectos de la vía de hecho, mediante las

causales genéricas de procedibilidad de la acción de tutela contra providencias judiciales en un

intento de redefinición dogmática, el anuncio doctrinal fue hecho en la sentencia T- 441 de 2003.

En esta tarea se ha remplazado el uso conceptual de la expresión vía de hecho por la de

causales genéricas de procedibilidad. Lo anterior ha sido inducido por la urgencia de una

comprensión diferente del procedimiento de tutela.

Con la expedición de la sentencia C- 590 de 2005. Se hizo depender el amparo al

cumplimiento de cierto y rigurosos requisitos de procedibilidad, para lo cual se diferenció entre

unos de carácter general, que habilitan la interposición de la tutela, y otros de carácter especifico,

que tocan con la procedencia misma del amparo una vez interpuesto. La Corte diferenció

entonces los requisitos generales de procedibilidad de los requisitos especiales de procebilidad.

Finalmente, es importante analizar la última Providencia de la Corte Constitucional que

plantea ciertos parámetros que se deben tener en cuenta en el momento de revisar la procedencia
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
24

de la eventual Tutela contra Providencias judiciales, se trata de la Sentencia SU 770 de 2014,

que analizaremos a continuación.

La Corte ha desarrollado una consistente doctrina sobre esta materia, sobre la base de un

equilibrio adecuado entre los principios de cosa juzgada, autonomía e independencia judicial, por

una parte, y la prevalencia y efectividad de los derechos constitucionales, por otra.

Como se dejó en claro en la Sentencia C-713 de 2008, al analizar la exequibilidad del

proyecto que a la postre sería la Ley 1285 de 2009, modificatoria de la Ley 270 de 2006,

Estatutaria de la Administración de Justicia, la acción de tutela procede “contra todo tipo de

providencias judiciales, en particular contra las sentencias de los órganos máximos de las

jurisdicciones ordinaria, contencioso administrativa y jurisdiccional disciplinaria”. Frente al

argumento de que la acción de tutela vulnera los principios de seguridad jurídica y de autonomía

funcional del juez, este tribunal puso de presente, a partir de lo dicho en la Sentencia C-590 de

2005, que:

El argumento según el cual la tutela contra sentencias de última instancia afecta la

distribución constitucional de competencias entre las altas Cortes y, en particular, la naturaleza de

la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado como “órganos de cierre” de la respetiva

jurisdicción, es falso, pues el juez constitucional no tiene facultades para intervenir en la

definición de una cuestión que debe ser resuelta exclusivamente con el derecho ordinario o

contencioso. Su papel se reduce exclusivamente a intervenir para garantizar, de manera residual y

subsidiaria, en los procesos ordinarios o contenciosos administrativos, la aplicación de los

derechos fundamentales, cuyo intérprete supremo, por expresa disposición de la Constitución, es

la Corte Constitucional. (Sentencia C-590 de 2005).


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
25

De manera acorde con el equilibrio adecuado entre principios, al que se alude atrás, este

tribunal ha forjado una doctrina sobre causales de procedibilidad de la acción de tutela contra

providencias judiciales. El temor que existe ante el posible riesgo que genera la acción de tutela

contra providencias judiciales a los principios de cosa juzgada, autonomía e independencia

judicial, manifestado por algunos operadores jurídicos, es infundado. Y lo es, porque parte de una

visión incompleta de la jurisdicción constitucional. En efecto, este tribunal ha distinguido dos

sentidos de la jurisdicción constitucional: el orgánico y el funcional. Según el primer sentido, la

jurisdicción constitucional está conformada sólo por la Corte Constitucional. Según el segundo

sentido, la jurisdicción constitucional está conformada por todos los jueces de la República, sean

individuales o colegiados, en tanto tienen competencia para conocer de acciones de tutela y

pueden ejercer el control de constitucionalidad difuso de las normas infra constitucionales, por

medio de la excepción de inconstitucionalidad (art. 4 C.P.). La acción de tutela contra

providencias judiciales y, por tanto, la actuación de la jurisdicción constitucional se restringe a

los asuntos de relevancia constitucional y a la protección efectiva de los derechos fundamentales,

y no a problemas de carácter legal. (Sentencia SU 770 de 2014)

8. Causales de procedibilidad de la tutela contra providencias judiciales

Con la expedición de la sentencia C- 590 de 2005, en la que se hizo depender el amparo del

cumplimiento de “ciertos y rigurosos requisitos de procedibilidad”, para lo cual se diferenció

entre “unos de carácter general, que habilitan la interposición de la tutela, y otros de carácter

especifico, que tocan con la procedencia misma del amparo una vez interpuesto (Sentencia C-

590 de 2005). La Corte diferenció entonces los requisitos generales de procedibilidad de la tutela

en contra de providencias judiciales de los requisitos o causales especiales de procedibilidad de la

siguiente manera:
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
26

8.1. Causales generales de procedibilidad

Las causales que se enumeran a continuación están adecuadas a la espedificidad de las

providencias judiciales:

a) El asunto sometido a estudio del juez de tutela debe tener relevancia constitucional.

b) El actor debe haber agotado los recursos judiciales ordinarios y extraordinarios, antes de

acudir al juez de tutela.

c) La petición debe cumplir con el requisito de inmediatez, de acuerdo con los criterios de

razonabilidad y proporcionalidad.

d) En caso de tratarse de una irregularidad procesal, esta debe tener incidencia directa en la

decisión que resulta vulneratoria de los derechos fundamentales.

e) El actor debe identificar, de forma razonable, los hechos que generan la violación y esta

debe haber sido alegada al interior del proceso judicial, en caso de haber sido posible, y

f) El fallo impugnado no debe ser de tutela.

En síntesis, para que proceda la tutela contra sentencias judiciales que en principio se

presume revestida de legalidad, tanto la doctrina nacional como la misma jurisprudencia han

considerado que el juez constitucional debe ser más riguroso en verificar las causales que sirven

de limite a la intervención de la jurisdicción constitucional sobre la ordinaria, siendo ellos: a) el

cumplimiento de los requisitos formales o genéricos de procedibilidad; b) la existencia de alguna

o algunas de las causales especificas (vías de hecho), y la c) la necesidad de intervención del juez

de tutela para evitar la consumación de un perjuicio iusfundamental (Mauricio Martínez. 2009.,

p.195)

8.2. Causales especiales de procedibilidad


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
27

Además de los requisitos generales mencionados, para que proceda una acción de tutela

contra sentencia judicial es necesario acreditar la existencia de requisitos o causales especiales de

procedibilidad, las que deben quedar plenamente demostradas. En sentido, como lo ha señalado

la Corte, para que proceda una tutela contra una sentencia se requiere que se presente, al menos,

unos de los vicios o defectos (Néstor Correa, 2009., p. 113 – 114) que a continuación se explican:

a) Defecto orgánico: se presenta cuando el funcionario judicial que profiere la providencia

impugnada carece, absolutamente, de competencia para ello.

b) Defecto procedimental absoluto: se origina cuando el juez actúa completamente al

margen del procedimiento establecido, lo cual debe estar motivado en a) error manifiesto

contrario al debido proceso, y b) no debe ser atribuible al afectado.

c) Defecto fáctico: surge cuando el juez carece de apoyo probatorio que permita la

aplicación del supuesto legal en el que sustenta la decisión, el cual puede deberse a: a)

omisión en la práctica de pruebas; b) su errada interpretación, y c) su ineptitud e

ilegalidad.

d) Defecto material o sustantivo: cuando el juez decide con base en normas inaplicables al

caso concreto. Lo cual puede darse cuando: a) la norma sea inexistente, b) la norma a

sido derogada o declarada inconstitucional.

e) Error inducido: cuando el juez o tribunal es víctima de una engaño por parte de terceros

y ese engaño lo conduce a la toma de una decisión que afecta derechos fundamentales.

f) Decisión sin motivación: cuando el juez incumple la obligación de dar cuenta de los

fundamentos facticos y jurídicos de sus decisiones restándole legitimidad al ejercicio de

sus funciones.
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
28

g) Desconocimiento del precedente: se presenta cuando la Corte Constitucional establece

el alcance de un derecho fundamental y el juez ordinario aplica una ley limitando

sustancialmente dicho alcance.

h) Violación directa de la Constitución: cuando el juez interpreta una norma en contra del

Estatuto Superior o se abstiene de aplicar la excepción de inconstitucionalidad en

aquellos eventos en que ha mediado la solicitud expresa dentro del proceso (Mauricio

Martínez, 2009., p. 194).

La Sentencia SU 770 de 2014, reitera lo establecido en la Sentencia C- 590 de 2005, en

cuento a las causales genéricas y las especificas, y completa dichas prerrogativas con los

siguientes aportes que son muy significativos:

Caracterización del defecto orgánico como causal de procedencia de la acción de tutela

contra providencias judiciales. Reiteración de jurisprudencia. El defecto orgánico se funda

en la garantía constitucional del juez natural, prevista en el artículo 29 de la Constitución. Este

defecto se configura cuando una persona o un asunto son juzgados por un funcionario que carece

de manera absoluta de competencia para ello, conforme a lo previsto en las normas prexistentes

que regulan la competencia. (Sentencia SU 770 de 2014)

Dos son los elementos a partir de los cuales se puede configurar el defecto orgánico: (i)

cuando el peticionario se encuentra supeditado a una situación en la que existe una actuación

consolidada y no tiene otro mecanismo de defensa, como es el caso de una decisión que está en

firme y que fue dada por un funcionario que carecía de manera absoluta de competencia; y (ii)

cuando, en el transcurso del proceso, el actor puso de presente las circunstancias de

incompetencia absoluta y dicha situación fue desechada por los jueces de instancia, incluso en el
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
29

trámite de recursos ordinarios y extraordinarios, validándose así una actuación erigida sobre una

competencia inexistente. (Sentencia SU 770 de 2014)

En la práctica judicial este tribunal ha encontrado dos hipótesis en las cuales se configura el

defecto orgánico, a saber: (i) la funcional, cuando la autoridad judicial extralimita en forma

manifiesta el ámbito de sus competencias constitucionales y legales; y (ii) la temporal, cuando a

pesar de tener ciertas atribuciones o competencias, la autoridad judicial las ejerce por fuera del

término previsto para ello. (Sentencia SU 770 de 2014)

Caracterización del defecto sustantivo como causal de procedencia de la acción de

tutela contra providencias judiciales. Reiteración de jurisprudencia. El defecto sustantivo se

presenta cuando la providencia judicial incurre en un yerro trascendente, cuyo origen se

encuentra en el proceso de interpretación y de aplicación de las normas jurídicas. No se trata,

pues, de un yerro cualquiera, sino que es menester que sea de tal entidad que pueda obstaculizar o

lesionar la efectividad de los derechos fundamentales. (Sentencia SU 770 de 2014)

En la práctica judicial, este tribunal ha encontrado cuatro hipótesis en las cuales se configura

el defecto sustantivo, a saber: (i) cuando la norma aplicable es claramente inadvertida o no tenida

en cuenta por el juez; (ii) cuando la decisión se apoya en una norma claramente inaplicable, sea

por haber sido derogada, sea por haber sido declarada inexequible, sea porque resulta claramente

inconstitucional y el juez no dejo de aplicarla en ejercicio del control de constitucionalidad

difuso, por medio de la excepción de inconstitucionalidad, o sea por no adecuarse a los supuestos

de hecho del caso; (iii) cuando la providencia judicial desconoce sentencias con efecto erga

omnes; y (iv) cuando la aplicación de la norma jurídica, derivada interpretativamente de una

disposición normativa, es inaceptable por ser producto de una hermenéutica abiertamente errónea

o irrazonable. (Sentencia SU 770 de 2014)


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
30

La última de las hipótesis es la más restringida, pues la interpretación de la ley corresponde

de manera principal al juez del caso, en ejercicio de los principios de independencia y autonomía

judicial. Si bien estos principios son muy importantes, en todo caso no son absolutos. Y no lo son

porque existen otros principios, como los de la supremacía de la Constitución, la primacía de los

derechos humanos, la eficacia de los derechos fundamentales, la legalidad y la garantía del

acceso a la justicia, que ameritan un ejercicio ponderado y, cuando se trata de una interpretación

abiertamente irrazonable, activan la competencia del juez constitucional. (Sentencia SU 770 de

2014)

La ley no puede interpretarse de manera aislada a la Constitución. Por el contrario, debe

interpretarse a partir y conforme a la Constitución, que es la norma suprema y, en tanto tal, la que

da unidad y coherencia al ordenamiento jurídico. La hermenéutica jurídica es una disciplina

compleja, que admite respecto de ciertos textos lecturas razonables diversas. Sin embargo,

existen ciertas hipótesis, en las cuales la interpretación resulta irrazonable, al punto de configurar

un defecto sustantivo. Estas hipótesis son: (i) cuando, de manera protuberante, se otorga a la

disposición jurídica un sentido y un alcance que no tiene, valga decir, se pretende desprender una

norma jurídica de un contenido normativo que no la prevé, de manera contraria a la lógica y a las

reglas de la experiencia; y (ii) cuando se le da a la disposición jurídica un sentido y un alcance

que sí puede tener, pero que en realidad resulta contrario a la Constitución o conduce a resultados

desproporcionados. (Sentencia SU 770 de 2014)

Caracterización del defecto procedimental como causal de procedencia de la acción de

tutela contra providencias judiciales. Reiteración de jurisprudencia. El defecto

procedimental admite dos hipótesis de configuración: (i) el defecto procedimental de tipo


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
31

absoluto o defecto procedimental absoluto y (ii) el defecto procedimental por exceso ritual

manifiesto. (Sentencia SU 770 de 2014)

El defecto procedimental absoluto se presenta cuando el juez de conocimiento del proceso

actúa totalmente al margen de las formas propias de cada juicio, es decir, cuando el

procedimiento que adopta el juzgador no está sometido a los requisitos previstos en la ley, sino

que obedece a su propia voluntad. Se trata de un defecto calificado, pues exige que haya un

desconocimiento evidente de las formas propias de cada juicio, sea porque (i) el juez se ciñe a un

trámite ajeno al pertinente, valga decir, sigue un trámite por completo ajeno al que corresponde, o

porque (ii) el juez omite etapas sustanciales del procedimiento con violación de los derechos de

defensa y de contradicción de una de las partes del proceso. Este defecto requiere, además, que se

trate de un error de procedimiento grave y trascendente, valga decir, que influya de manera cierta

y directa en la decisión de fondo, y que esta deficiencia no pueda imputarse ni directa ni

indirectamente a la persona que alega la vulneración al derecho a un debido proceso. (Sentencia

SU 770 de 2014)

La segunda de las hipótesis antedichas se precisa a partir del análisis de la defensa técnica,

para advertir el impacto que tiene pretermitir etapas procesales, en desmedro de las garantías

fundamentales de los sujetos del proceso, como son: (i) la garantía de ejercer el derecho a una

defensa técnica, que implica la posibilidad de contar con la asesoría de un abogado cuando sea

necesario, la posibilidad de contradecir las pruebas y de presentar y solicitar las que se requieran

para sustentar la postura de la parte; (ii) la garantía de que se comunique la iniciación del proceso

y se permita participar en él; y (iii) la garantía de que se notificará todas las providencias del juez

que, de acuerdo con la ley, deben ser notificadas. (Sentencia SU 770 de 2014)
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
32

El defecto procedimental por exceso ritual manifiesto ocurre cuando el funcionario utiliza o

concibe los procedimientos como un obstáculo para la eficacia del derecho sustancial, de tal

suerte que sus actuaciones devienen en una denegación de justicia. Este exceso ritual puede

afectar la prevalencia del derecho sustancial y el derecho a acceder a la administración de

justicia, cuando (i) se deja de inaplicar normas procesales que se oponen a la vigencia de

derechos constitucionales en un caso concreto; (ii) se exige cumplir requisitos formales de

manera irreflexiva, aunque pueda tratarse de cargas imposibles de cumplir, siempre que esta

circunstancia esté comprobada; (iii) se incurre en un rigorismo procedimental en la apreciación

de las pruebas; (iv) o se omite el decreto oficioso de pruebas cuando a ello hay lugar. (Sentencia

SU 770 de 2014)

Tanto el defecto procedimental absoluto como el defecto procedimental por exceso ritual

manifiesto, además, requieren: (i) que no haya posibilidad de corregir la irregularidad por

ninguna otra vía; (ii) que el defecto incida de manera directa en la decisión; (iii) que la

irregularidad se haya alegado al interior del proceso, a menos que ello hubiere sido imposible

conforme a las circunstancias del caso; y (iv) que, como consecuencia de lo anterior se vulnere

derechos fundamentales. (Sentencia SU 770 de 2014)

Caracterización del defecto fáctico como causal de procedencia de la acción de tutela

contra providencias judiciales. Reiteración de jurisprudencia. El defecto factico es una

anomalía protuberante y excepcional que puede presentarse en cualquier proceso judicial y que se

configura cuando el apoyo probatorio en el cual se basa el juzgador para aplicar una determinada

norma es absolutamente inadecuado. No se trata, pues, de un yerro cualquiera, pues además de

ser ostensible y flagrante, debe ser de tal entidad que resulte determinante para la decisión.

(Sentencia SU 770 de 2014)


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
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Si bien la valoración de las pruebas corresponde al juez, en ejercicio de los principios de

autonomía e independencia judicial, de su papel como director del proceso, de los principios de

inmediación y de apreciación racional de la prueba, conforme a las reglas de la sana crítica y a

parámetros de la lógica y de la experiencia, esta valoración está sujeta a la Constitución y a la ley.

(Sentencia SU 770 de 2014)

La valoración de los medios de prueba guarda una estrecha relación con el deber del juez de

dar cuenta de los elementos de convicción que lo llevan a construir el supuesto de hecho en cada

caso. Esta valoración, si bien es libre, no puede ser irracional o irrazonable. Por lo tanto, la

valoración del acervo probatorio debe hacerse conforme a unos criterios objetivos, racionales y

rigurosos. (Sentencia SU 770 de 2014)

En la práctica judicial, este tribunal ha encontrado tres hipótesis en las cuales se configura el

defecto fáctico, a saber: (i) cuando existe una omisión en el decreto y en la práctica de pruebas

que eran necesarias en el proceso; (ii) cuando se hace una valoración defectuosa o contraevidente

de las pruebas existentes; y (iii) cuando no se valora en su integridad el acervo probatorio.

(Sentencia SU 770 de 2014)

Las anteriores hipótesis pueden configurarse por conductas omisivas o activas, dando lugar

al defecto fáctico por omisión y al defecto fáctico por acción. El primero se presenta cuando el

juez se niega a dar por probado un hecho que aparece en el proceso, sea (i) porque niega, ignora o

no valora las pruebas solicitadas o (ii) porque, a pesar de poder decretar la prueba, no lo hace por

razones injustificadas. El segundo se presenta cuando, a pesar de que la prueba sí obra en el

proceso, el juez (i) hace una errónea interpretación de ella, al atribuirle la capacidad de probar un

hecho que no aparece en el proceso o al estudiarla de manera incompleta, o (ii) valora pruebas
TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
34

ineptas o ilegales, o (iii) valora pruebas indebidamente practicadas o recaudadas. (Sentencia SU

770 de 2014)

Caracterización de la decisión sin motivación como causal de procedencia de la acción

de tutela contra providencias judiciales. Reiteración de jurisprudencia. En un Estado Social

y Democrático de Derecho, los jueces tienen el deber de motivar y sustentar sus decisiones, valga

decir, de dar cuenta de los fundamentos fácticos y jurídicos que les permiten definir el asunto

sometido a su conocimiento, salvo aquellos casos en los cuales expresamente la ley haya

prescindido de este deber. La motivación y la sustentación de las decisiones constituyen una

barrera a la arbitrariedad del juzgador, en la medida en que permiten verificar la sujeción de éste

al ordenamiento jurídico y brindan una la base objetiva a partir de la cual es posible plantear y

decidir los recursos que contra ellas se interpongan. (Sentencia SU 770 de 2014)

Como se precisa en la Sentencia T-233 de 2007, y se reitera en las Sentencias T-395 de 2010

y SU-424 de 2012, la existencia y la suficiencia de la motivación y de la sustentación de una

decisión judicial es un asunto que debe analizarse en cada caso concreto. Para resolver las

posibles divergencias que pueden surgir entre dos intérpretes opuestos en torno a esta cuestión,

no se puede encontrar respuesta en ninguna regla de derecho. En razón del principio de

autonomía del juzgador, este defecto se configuraría “sólo en aquellos casos en que la

argumentación es decididamente defectuosa, abiertamente insuficiente o, en últimas, inexistente,

puede el juez de tutela intervenir en la decisión judicial para revocar el fallo infundado”. La

causal no se configura por la mera circunstancia de no compartir la argumentación del juez, o por

señalar en ella un defecto menor, sino que requiere de una argumentación tan deficiente que sea

capaz de convertir a la decisión en un mero acto de voluntad del juez, valga decir, en una

arbitrariedad. (Sentencia SU 770 de 2014)


TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS JUDICIALES EN COLOMBIA
35

Caracterización del desconocimiento del precedente constitucional como causal de

procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales. Reiteración de

jurisprudencia. En numerosas ocasiones este tribunal se ha ocupado de la jurisprudencia

constitucional como fuente de derecho en el ordenamiento jurídico colombiano y sobre el rol del

precedente judicial en el ejercicio de la función administrativa y judicial. Para fines de

caracterizar la causal específica de procedencia de la acción de tutela por desconocimiento del

precedente judicial, conviene hacer varias precisiones, como se hace enseguida. (Sentencia SU

770 de 2014)

De las tres clases de elementos que conforman una decisión judicial: decisum, ratio

decidendi y obiter dicta, este tribunal precisó en la Sentencia SU-047 de 1999, y reiteró en la

Sentencia T-292 de 2006, que sólo los dos primeros tienen valor normativo. En este contexto, el

precedente judicial se define como “aquel antecedente del conjunto de sentencias previas al caso

que se habrá de resolver que por su pertinencia para la resolución de un problema jurídico

constitucional, debe considerar necesariamente un juez o una autoridad determinada, al

momento de dictar sentencia”. (Sentencia SU 770 de 2014)

En la Sentencia T-1317 de 2001, reiterada en las Sentencias T-1093 y T-1095 de 2012, se

señala que una sentencia antecedente o previa es relevante para resolver un caso, cuando presenta

alguno de los siguientes aspectos (o todos ellos): (i) su ratio decidendi contiene una regla

relacionada con el caso posterior; (ii) esta ratio debió servir de base para resolver un problema

jurídico semejante o una cuestión constitucional semejante a la que se estudia en el caso

posterior; (iii) los hechos del caso o las normas juzgadas son semejantes o plantean un punto de

derecho semejante al que debe resolverse en el caso posterior. Frente al precedente judicial es

necesario aplicar la técnica de la distinción, valga decir, si se está ante situaciones similares, pero
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sus hechos determinantes no concuerdan, el juez puede considerar como no vinculante el

precedente. (Sentencia SU 770 de 2014)

Tanto en las decisiones de constitucionalidad como en las decisiones de tutela este tribunal,

en tanto guardián de la Carta y garante de su supremacía normativa, interpreta el texto de la

Constitución con efectos vinculantes. (Sentencia SU 770 de 2014)

El decisum de los fallos de constitucionalidad tiene efectos erga omnes y genera cosa

juzgada constitucional, de suerte que el contenido normativo que se declara inexequible no puede

reproducirse por ninguna autoridad (art. 243 C.P.). La ratio decidendi de estos fallos, contenida

en su parte motiva, en tanto corresponde al fundamento con arreglo al cual se resuelve los

problemas jurídicos estudiados, debe ser atendida por todas las autoridades, pues se trata del

parámetro constitucional relevante, como se advierte, por ejemplo, en los casos en los que se

configura el fenómeno de cosa juzgada material. (Sentencia SU 770 de 2014)

Respetar la ratio decidendi de los fallos de tutela es un presupuesto necesario para asegurar

la igual aplicación de las normas jurídicas; constituye una exigencia del principio de confianza

legítima; implica la garantía adecuada del carácter normativo de la Constitución y de la

efectividad de los derechos fundamentales; y asegura la unidad y coherencia del ordenamiento

jurídico. (Sentencia SU 770 de 2014)

En este contexto, la Corte ha precisado que el carácter vinculante del precedente

constitucional puede desconocerse de cuatro maneras: (i) al aplicar normas declaradas

inexequibles en fallos de constitucionalidad; (ii) al aplicar disposiciones legales cuyo contenido

normativo ha sido encontrado contrario a la Constitución; (iii) al contrariar la ratio decidendi de

las sentencias de constitucionalidad; y (iv) al desconocer el alcance de los derechos

fundamentales fijado por la Corte en la ratio decidendi de sus sentencias de tutela. No obstante,
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este tribunal reconoce que el juez puede apartarse del precedente jurisprudencial, siempre y

cuando advierta su existencia y justifique separarse de él con razones fundadas, que satisfagan la

carga argumentativa de demostrar que el precedente, en todo o en parte, es contrario a la

Constitución. (Sentencia SU 770 de 2014)

9. Conclusión

Mi opinión personal, es que debe conservarse la institución de la tutela contra providencias

judiciales, es decir, su procedencia, salvo contra las providencias de las Altas Cortes, por las

consideraciones que presento a continuación:

Se debe mantener la viabilidad del amparo contra providencias. Los argumentos de justicia

material, supremacía constitucional y unificación de los derechos humanos, son contundentes.

Pero ello no quiere decir que no se puedan aplicar ciertos correctivos, orientados a evitar el

desmesurado uso de la tutela.

No deberían permitirse las tutelas contra los fallos de las Altas Cortes, por los siguientes

argumentos: a) incoherencia conceptual: quienes defienden la tutela contra las providencias de las

Altas Cortes ponen en la balanza la seguridad jurídica que se lograría con la unificación del

entendimiento de los alcances y de los limites de los derechos constitucionales fundamentales, en

donde no pueden haber concesiones, es decir, que no les importa la seguridad jurídica, en aras de

salvaguardar la justicia material; b) incoherencia práctica: curiosamente termina siendo para

quienes la defienden más importante la seguridad jurídica de un fallo de un juez promiscuo, que

la seguridad jurídica de un fallo colegiado y en segunda instancia; c) inutilidad: resulta ser más

un problema simbólico que real, porque los casos prácticos de tutelas concedidas contra los fallos

de las Altas Cortes es mínimo; d) la ingobernabilidad: es lo que conocemos como choque de

trenes, esto ayudaría a la separación de las instituciones jurídicas, y lo que se busca es una
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armonía entre las mismas; e) órgano de cierre: cada una de las Altas Cortes es órgano de cierre

de sus respectiva jurisdicción.

El no identificar de manera razonable los hechos que generan la violación a un derecho

fundamental y el no alegar esta circunstancia al interior del proceso judicial, pese a haber tenido

varias oportunidades para hacerlo, torna improcedente a la acción de tutela. (Sentencia SU- 770

de 2014)
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