DEBERES CONSTITUCIONALES
Para una mayor comprensión del temario se amplió el contenido de las tesis
En principio, los deberes que surgen de la Constitución política sólo pueden ser
exigidos a los particulares si media una norma jurídica que defina su alcance y
significado de manera precisa. De esta forma, se entiende que los deberes son,
fundamentalmente, patrones de referencia para la formación de la voluntad
legislativa. Sin embargo, la propia Corte ha reconocido que, en algunos
eventos, los deberes constitucionales constituyen normas de aplicación
inmediata que pueden ser exigidos directamente por el juez constitucional. Se
trata de aquellos casos en los cuales una evidente transgresión del principio de
solidaridad - y, por lo tanto, de las obligaciones que de él se derivan - origina la
vulneración o amenaza de los derechos fundamentales de otras personas.
dando primacía a éstos sobre aquellos, sino que se están apropiando los
elementos tan necesarios a la libertad contenidos en el "orden", sin el cual,
aquella no existe y la civilidad se perturba de manera aguda. De suerte que
la conciliación entre deberes y derechos hace parte de los correlativos apoyos
de la libertad y el orden.
Con miras a la realización de los fines estatales, uno de los cuales radica, como
se ha dicho, en la efectividad de los derechos y deberes consagrados en la
Constitución, el legislador profiere las normas que estima necesarias o
convenientes para lograr que así sea y el resultado de su actividad es
precisamente el que constituye objeto de examen por parte del juez de
constitucionalidad en los términos que la propia Carta Política señala.
Clasificación8
cívica y comunitaria del país (CP art. 95-4, - 5) y el deber de prestar el servicio
militar (CP art. 216), entre otros.
Deber de solidaridad22
Sin lugar a dudas, uno de los deberes que puede exigirse, sin que medie norma
expresa, es el que consagra el numeral 2 del artículo 95 de la Constitución.
El numeral 2 del artículo 95, establece que es deber de todas las personas
“obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con acciones
humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las
personas.”. Este numeral contempla, en términos de la jurisprudencia de esta
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“Las acciones moralmente elogiables que están por fuera de los deberes
legales o que las exceden, no pueden tener otro fundamento distinto que
el consentimiento de quien las asume y no admiten, por lo tanto,
constreñimiento alguno para su realización o para que se persista en las
mismas. El ideal de vida buena no se concibe separada de un agente
moral que libremente la adopta y la proyecta en sus actos. En estas
condiciones, pretender anular el consentimiento del demandado,
equivaldría a quebrantar su derecho al libre desarrollo de su personalidad
(C.P. art. 16), pues la adopción de conductas morales no exigidas por el
derecho se libra a la autonomía de la persona y como tal se incorpora en
el plan individual de vida.” (subrayas fuera de texto). (sentencia T-062 de
1996).
capacidades de los individuos, con el objeto de que cada quien pueda lograr,
por sí mismo, la satisfacción de sus propias aspiraciones.
Dimensiones de la solidaridad27
De otra parte, cuando la norma se refiere a “las personas”, hay que entender
no sólo la comunidad, sino todas y cada una de las personas que la conforman.
Siguiendo el principio de la solidaridad social, hay que concluir que cuando se
le causa daño a uno solo de los seres humanos que forman una comunidad
determinada, ese daño también se le está causando a toda la comunidad.
Sostener lo contrario implicaría negar el concepto mismo de sociedad y
cambiarlo por el de unos seres humanos que coexisten en un territorio, en
determinado momento histórico, pero sin que entre ellos existan relaciones de
convivencia, vida en común.
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Por todo lo anterior, carecen de razón quienes sostienen que la sociedad civil
debe mantenerse al margen de la lucha entre las diversas organizaciones
delictivas y las autoridades de la república.
En primer lugar, la sociedad civil está inmersa en el conflicto, porque ella (es
decir, todos sus miembros) es la víctima de quienes actúan por fuera de la ley,
empleando la fuerza contra el derecho. Basta mirar la lista interminable de
secuestros, extorsiones, asesinatos, actos terroristas, contra las personas o
contra bienes de uso público y propiedades privadas, etc, para comprobar que,
sin la menor intervención suya, los particulares soportan la actividad de los
delincuentes en sus peores formas. Por esto es inaceptable la tesis de que los
delincuentes combaten contra las autoridades legítimas respetando la vida, la
libertad y los bienes de los particulares: no, éstos son sus víctimas,
precisamente porque están indefensos y carecen de organizaciones de
vigilancia y seguridad que los protejan, o ellas son insuficientes.
deberes consagrados en la Carta. Por ende, las personas afectadas con esta
enfermedad, tienen una responsabilidad mayor, por el riesgo de contagio a
terceras personas.
El hijo fruto de una unión de hecho, negoció sin orden escrita de su padre y sin
ser apto para celebrar contrato alguno, un inmueble de su propiedad. Agrega
que el hijo dilapida el dinero producto de la venta del inmueble y tiene en
completo abandono a su padre. El accionante pide que le sea concedido el
derecho a conocer la clase de transacción que realizó su hijo y el valor
comercial del inmueble objeto del contrato. Además, pretende que se ordene la
entrega de la parte del precio que le corresponde por las mejoras realizadas en
el lote sobre el que se construyó el inmueble enajenado. El petente solicita que
por vía de la acción de tutela se obligue a un particular, en este caso a su
propio hijo, a suministrar información relativa a un negocio jurídico en el que
tiene interés directo e, incluso, se haga exigible judicialmente en su favor el
pago de la parte del precio que le corresponde por concepto de sus derechos
sobre el bien objeto de compraventa.
En el presente caso, la conducta exigible al hijo del petente hace relación con
el cumplimiento de un deber constitucional genérico, como es el de obrar
conforme al principio de solidaridad social ante situaciones que ponen en
peligro la vida o la salud de las personas (CP art. 95-2) y, de uno específico,
cual es, el deber, exigible de los hijos respecto de sus padres en la ancianidad
(CP art. 42), consistente en proteger y asistir a las personas de la tercera edad
(CP art. 46).
Que una persona deba prestar juramento en el sentido de que ignora tener un
juicio pendiente por alimentos, o afirmando que cumplirá las obligaciones que
al respecto le impone la ley, no implica una violación de su derecho al trabajo.
La disposición legal no le impide que lo ejerza ni implica que se lo despoje de
la especial protección que la Carta Política le garantiza. Apenas se establece un
requisito previo, ligado a las obligaciones que el trabajador debe cumplir si las
tiene a cargo, con el objeto de asegurar el ejercicio de los derechos de otras
personas -quienes de él pueden reclamar alimentos- para realizar los fines
propios del Estado Social de Derecho y la vigencia cierta del orden jurídico.
La Corte considera que el legislador bien puede exigir que el ejercicio de los
derechos tenga lugar sobre la base de asegurar que se están cumpliendo los
deberes y las obligaciones que les son correlativos, siempre que no se afecte
de manera injustificada el núcleo esencial de aquellos. El conocimiento que el
declarante jura no tener no es el del reclamo informal o el de procedimiento
administrativo, ni el dicho de una persona sobre supuestas obligaciones
alimentarias a su cargo, sino muy concreta y específicamente en torno a que
se ha incoado proceso judicial en su contra por tal motivo. Por eso, el parágrafo
2 del artículo 6 en comento solamente puede ser aplicado, exigiendo
autorización escrita para que se efectúen los descuentos tendientes a cancelar
las obligaciones alimentarias, sobre la base de una sentencia ejecutoriada que
haya definido la existencia de éstas a cargo del trabajador, o del
reconocimiento espontáneo de éste.