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Laureano Roberto Tuy Hernandez USAC GUATEMALA

Legitimación del Procurador de los Derechos Humanos y del Ministerio Público


para la interposición del amparo
Juan Francisco Flores, con relación a la legitimación del Procurador de los Derechos
Humanos y del Ministerio Público para solicitar protección constitucional contra actos de
autoridad, indica que el principio del agravio personal y directo no aplica; por tal razón,
el primero puede instar el amparo en defensa de los intereses difusos y el segundo en
defensa de los intereses que le corresponden, tal y como lo regula el artículo 25 de la
Ley de Amparo, Exhibición Personal y Constitucionalidad –LAEPC–.

La mencionada legitimación, expone que cada vez que el poder público viola un derecho
fundamental no estamos solo ante un conflicto intersubjetivo entre el lesionado y el
causante de la infracción, sino que la presunta violación trasciende el ámbito de lo
singular, porque el conjunto de la sociedad tiene un manifiesto interés en que sean
respetados por parte de cualquier autoridad pública los derechos y libertades
fundamentales. Esta es la razón profunda de que la Constitución también otorgue
legitimación para interponer Amparo al Procurador de los Derechos Humanos y al
Ministerio Público. Legitimación que, como se desprende de cuanto antecede, es directa
y no por sustitución procesal deberá orientar fundamentalmente a la tutela de los
intereses sociales, colectivos e incluso difusos, siempre que sean encuadrables dentro
del marco constitucionalmente garantizado.

Sobre esta particular legitimación la Corte de Constitucionalidad en sentencia del siete


de octubre de mil novecientos noventa y nueve, proferida dentro del expediente 463-99,
Gaceta número 53, declaró:

“…La Constitución ha instituido el amparo (artículo 265) como medio protector de la


persona a fin de preservarle de amenaza de violación a sus derechos o, si esta ya ocurrió,
para restablecer su imperio, garantía que confirma el artículo 8vo de la ley de este
tribunal; de manera que obra como presupuesto indispensable que sea quien se estime
agraviado concurra a denunciarlo. Como excepción a la ley antecedida solo habilita al
Ministerio Público y al Procurador de Derechos Humanos la acción popular (artículo
25)… Consta en autos que la accionante pidió tener por acreditada la representación de
los habitantes del ‘Asentamiento La Paz’ con la fotocopia del acta notarial, autorizada en
el municipio de San José Pinula, departamento de Guatemala,... por el notario… en la
que se documentó la elección como su representante legal ante los tribunales de justicia,
en tanto obtuvieran su personería legal. La acción fue denegada con base en los artículos
del 188 al 195 de la Ley del Organismo Judicial, que regulan, en lo que concierne a los
mandatarios judiciales, que no reconocen la facultad de representar a terceros en la
forma que lo pretende la postulante. Tal denegatoria tiene sustento, porque la
Constitución y la Ley de la materia habilitan el amparo para evitar amenaza de violación
de derechos, o si ya hubiesen ocurrido, para restaurar su imperio a toda persona que
denuncie y evidencie hallarse en cualquiera de esas circunstancias; es decir, que se trata
de proteger a las personas que se estimen agraviadas. Lo anterior revela que la acción
tiene por regla general, carácter personal. Puede, sin embargo, pedirse la protección de
terceros en acción popular, solo si esta es instada por el Ministerio Público o por el
Procurador de Derechos Humanos únicos funcionarios a quienes la ley de la materia
(artículo 25) confiere legitimación para ese propósito. En esta sentencia cabe hacer
mención a una circunstancia por demás interesante, ya que en la misma se menciona el
término de “acción popular”. De acuerdo a esta resolución existirá facultad únicamente
de parte del Ministerio Público o de parte del Procurador de Derechos Humanos para
reclamar la protección de terceras personas, indicando que este tipo de acción constituye
una acción popular, y que de acuerdo a la legislación vigente, esta acción únicamente le
corresponde a las referidas entidades públicas. Por lo tanto, únicamente se le está
confiriendo facultades para el reclamo de derecho de terceras personas únicamente a
estas entidades.

Legitimación específica del Ministerio Público

La Ley de Amparo, Exhibición Personal y Constitucionalidad otorga al Ministerio Público


dos formas de intervención en el amparo: la primera, de orden general, está prevista en
los artículos 35 de la Ley referida y 15 del acuerdo 4-89 de la Corte de Constitucionalidad,
por cuya virtud al Ministerio Público debe vinculársele como parte, obligadamente, en
todos los procesos de amparo. Tal vinculación se basa, principalmente, en que los
artículos 251 de la Constitución Política de la República y 1 del decreto 40-94 del
Congreso de la República, Ley Orgánica que rige a ese órgano, lo conceptúan, en
conjunto, como una institución auxiliar de la administración pública y de los tribunales,
que debe velar por el estricto cumplimiento de las leyes del país.

De ahí que, según las normas, señaladas, al Ministerio Público le corresponde, en el


ámbito del amparo, orientar y coadyuvar, exponiendo su criterio jurídico, en la labor de
administración de justicia que desarrollan los tribunales de justicia constitucional. La
segunda, de carácter específico, le atribuye legitimación activa para accionar por sí el
amparo; pero esta vez deberá atenderse a aquel párrafo que le limita la facultad solo a
los casos en que debe “protegerse intereses que le han sido encomendados”. Para
determinar tales intereses, debe estar a lo que preceptúan los artículos 251 de la
Constitución y 1 del decreto 40-94 del Congreso de la República, que le atribuyen el
ejercicio exclusivo, en nombre del Estado, de la acción penal pública. De esa manera, si
el Ministerio Público es el ente que tiene a su cargo el referido ejercicio, será a este al
que le corresponde también, por seguimiento lógico, el ejercicio de la acción de amparo
cuando en los procesos penales respectivos se hubiere vulnerado o restringido, en
perjuicio del Estado mismo, un derecho fundamental.

Legitimación específica del Procurador de Derechos Humanos


Al igual que el Ministerio Público, la institución del Procurador de Derechos Humanos
encuentra legitimación para solicitar tutela constitucional en aquellos casos en que debe
buscar “proteger los intereses que le han sido encomendados”. Para determinar esos
intereses debe estar a lo que establecen los artículos 275 de la Constitución Política de
la República y 8 del Decreto 54-86 del Congreso de la República, Ley de la Comisión de
los Derechos Humanos del Congreso de la República y del Procurador de Derechos
Humanos, los cuales le atribuyen la actividad de “defensa de los derechos humanos”.

Bien es sabido que, para desarrollar dicha actividad, al Procurador de los Derechos
Humanos le está atribuida la facultad de dictar resoluciones por medio de las cuales
emite condena contra entes estatales o de otra índole que hayan incurrido en violación
de derechos fundamentales. Sin embargo, tal condena es de carácter estrictamente
moral o de conciencia; de ahí que sus resoluciones no tengan fuerza coercitiva o de
ejecución. Esta razón hace que la citada institución tenga que valerse de otros
instrumentos, tales como del amparo, para lograr, ya en forma coercitiva, la reparación
de la lesión que se causó a los referidos derechos. Empero, por tener un alcance muy
general el concepto de defensa de los derechos humanos, ya aludido, se considera que
es aplicable aquella restricción ya explicada en cuanto a que la mencionada legitimación
debe orientarse “fundamentalmente a la tutela de los intereses sociales, colectivos e
incluso difusos, siempre que sean encuadrables dentro del marco constitucionalmente
garantizado”.

El Procurador de los Derechos Humanos podrá actuar entonces en dos distintos ámbitos,
tanto en el área administrativa como en el área judicial. Sus funciones se encuentran
reguladas en ley, y posee facultades para actuar en defensa de los derechos humanos
de la totalidad de la población, ya que esa es su función principal. Ejerce una vigilancia
constante sobre todos los actos y resoluciones que pudieran generar lesión o amenaza
de lesión a derechos humanos, teniendo el deber y las facultades suficientes para exigir
administrativa o judicialmente la restitución de tales derechos.

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