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La mencionada legitimación, expone que cada vez que el poder público viola un derecho
fundamental no estamos solo ante un conflicto intersubjetivo entre el lesionado y el
causante de la infracción, sino que la presunta violación trasciende el ámbito de lo
singular, porque el conjunto de la sociedad tiene un manifiesto interés en que sean
respetados por parte de cualquier autoridad pública los derechos y libertades
fundamentales. Esta es la razón profunda de que la Constitución también otorgue
legitimación para interponer Amparo al Procurador de los Derechos Humanos y al
Ministerio Público. Legitimación que, como se desprende de cuanto antecede, es directa
y no por sustitución procesal deberá orientar fundamentalmente a la tutela de los
intereses sociales, colectivos e incluso difusos, siempre que sean encuadrables dentro
del marco constitucionalmente garantizado.
Bien es sabido que, para desarrollar dicha actividad, al Procurador de los Derechos
Humanos le está atribuida la facultad de dictar resoluciones por medio de las cuales
emite condena contra entes estatales o de otra índole que hayan incurrido en violación
de derechos fundamentales. Sin embargo, tal condena es de carácter estrictamente
moral o de conciencia; de ahí que sus resoluciones no tengan fuerza coercitiva o de
ejecución. Esta razón hace que la citada institución tenga que valerse de otros
instrumentos, tales como del amparo, para lograr, ya en forma coercitiva, la reparación
de la lesión que se causó a los referidos derechos. Empero, por tener un alcance muy
general el concepto de defensa de los derechos humanos, ya aludido, se considera que
es aplicable aquella restricción ya explicada en cuanto a que la mencionada legitimación
debe orientarse “fundamentalmente a la tutela de los intereses sociales, colectivos e
incluso difusos, siempre que sean encuadrables dentro del marco constitucionalmente
garantizado”.
El Procurador de los Derechos Humanos podrá actuar entonces en dos distintos ámbitos,
tanto en el área administrativa como en el área judicial. Sus funciones se encuentran
reguladas en ley, y posee facultades para actuar en defensa de los derechos humanos
de la totalidad de la población, ya que esa es su función principal. Ejerce una vigilancia
constante sobre todos los actos y resoluciones que pudieran generar lesión o amenaza
de lesión a derechos humanos, teniendo el deber y las facultades suficientes para exigir
administrativa o judicialmente la restitución de tales derechos.