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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso


Escuela de Derecho
Derecho Constitucional Orgánico
Segundo Semestre 2023 DER1030-02
Profesor José Luis Alliende Leiva

Segunda Unidad 2. La Constitución y el sistema de fuentes


(segunda parte) 2.2 El tratado internacional. Tramitación. Clasificación:
acuerdos de ejecución. Constitucionalidad de los acuerdos en
forma simplificada. Delegación de facultades legislativas por acuerdo
aprobatorio. Ubicación de los tratados en la jerarquía normativa.
Relación entre los tratados internacionales sobre derechos humanos y el
ordenamiento jurídico interno: el control de convencionalidad y el
cumplimiento de las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos.
2.3. Los reglamentos del Presidente de la República. Referencia
a otras potestades constitucionales creadoras de textos normativos:
i. El Congreso Nacional (reglamentos de las Cámaras)
ii. La Corte Suprema (autos acordados)
iii. Gobiernos Regionales, Municipalidades
iv. Consejo de Seguridad Nacional

2.2. El tratado internacional.

La reforma constitucional del año 2005, contenida en la ley N° 20.050, introdujo


dos grandes modificaciones en la regulación de los tratados internacionales.

2.2.1. Ubicación de los tratados en la jerarquía normativa: la sujeción a la


supremacía constitucional.

En forma implícita, pero inequívoca, la reforma contuvo un pronunciamiento sobre


la jerarquía normativa de los tratados en tres aspectos distintos, al sustituir el artículo
relativo a las atribuciones del Tribunal Constitucional.

a) Procedencia del control obligatorio de constitucionalidad:

La Constitución Política, en su artículo 93, inciso primero, número 1°, contempla


como atribución del Tribunal Constitucional:

“1° Ejercer el control de constitucionalidad de las leyes que interpreten algún


precepto de la Constitución, de las leyes orgánicas constitucionales y de las normas de un
tratado que versen sobre materias propias de estas últimas, antes de su promulgación;”
2

El inciso segundo del mismo artículo añade que “En el caso del número 1º, la
Cámara de origen enviará al Tribunal Constitucional el proyecto respectivo dentro de los
cinco días siguientes a aquél en que quede totalmente tramitado por el Congreso.”

La Ley Orgánica Constitucional del Tribunal Constitucional, que fue modificada el


año 2009 para ajustarla a la reforma constitucional del año 2005, está contenida en el
decreto con fuerza de ley N°5, de SEGPRES, de 2010, que fija el texto refundido,
coordinado y sistematizado de la ley N° 17.997.

El artículo 49, inciso final, y el artículo 50, inciso final, de dicho cuerpo legal se
refieren a los efectos que produce la declaración de inconstitucionalidad de una o más
normas del tratado sometido a este control preventivo de constitucionalidad:

“Si el Tribunal resuelve que uno o más preceptos de un tratado son


inconstitucionales, deberá declararlo así por resolución fundada cuyo texto íntegro se
remitirá a la Cámara de origen. La inconstitucionalidad total impedirá que el Presidente de
la República ratifique y promulgue el tratado. La inconstitucionalidad parcial facultará al
Presidente de la República para decidir si el tratado se ratifica y promulga sin las normas
objetadas, en caso de ser ello procedente conforme a las normas del propio tratado y a las
normas generales del derecho internacional.”

“En el caso de un tratado internacional respecto del cual se ha declarado su


inconstitucionalidad parcial, se comunicará el acuerdo aprobado por el Congreso Nacional,
con el quórum correspondiente, y las normas cuya inconstitucionalidad se haya dispuesto,
para que el Presidente de la República decida si hará uso de la facultad señalada en el inciso
final del artículo anterior.”

b) Procedencia de resolver cuestiones de constitucionalidad suscitadas durante la


tramitación en el Congreso:

El mismo artículo 93, inciso primero, número 3°, señala como atribución del
Tribunal Constitucional:
“3° Resolver las cuestiones sobre constitucionalidad que se susciten durante la
tramitación de los proyectos de ley o de reforma constitucional y de los tratados sometidos
a la aprobación del Congreso;”

El Tribunal Constitucional ha efectuado, en este punto, la distinción entre las


normas autoejecutables del tratado y aquellas que no lo son.

En algunos casos ha sostenido que corresponde examinar la constitucionalidad de


una norma sólo si ella es autoejecutable, vale decir, no requiere ninguna disposición de
derecho interno para entrar en vigencia:

“Los tratados, para su aplicación en el orden interno de un país, pueden contener


dos tipos de cláusulas: self executing y non self executing. Las primeras son las que tienen
el contenido y precisión necesarias que las habilita para ser aplicadas sin otro trámite como
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fuente del derecho interno. En otros términos, son auto suficientes y entran a la legislación
nacional cuando el tratado que las contiene se incorpora al derecho vigente. Las segundas,
en cambio, son aquéllas que requieren para su entrada en vigencia de la dictación de leyes,
reglamentos o decretos que las implementen y, en tal evento, las haga aplicables como
fuente del derecho interno. En otras palabras, imponen la obligación al Estado para que, en
uso de sus potestades públicas, sancione la normativa necesaria para que por esa vía se dé
vigencia efectiva.

Esta precisión resulta determinante para pronunciarse sobre la inconstitucionalidad


de los preceptos de un tratado, toda vez que aquéllos cuyas normas o algunas de ellas
requieran, para tener fuerza interna, de una actividad legislativa o administrativa posterior,
no pueden, por esa razón, entrar en contradicción desde pronto con el ordenamiento
constitucional, ya que no son normas vigentes ni tampoco lo serán cuando el Presidente
ratifique el tratado si es que es aprobado por el Congreso. Sólo en el evento de que la
norma sea autoejecutable el Tribunal debe pronunciarse sobre su constitucionalidad. (STC
309 c. 48) (En el mismo sentido, STC 1504 c. 16, STC 383 c. 3, STC 1988 cc. 13 y 14)

En otras oportunidades ha afirmado que el examen de constitucionalidad también


debe extenderse a las disposiciones que no son autoejecutables:

“Si la norma no autoejecutable requiere de la aprobación por el Estado de Chile de


preceptos que, conforme a la Constitución, conduzcan o puedan conducir a una
inconstitucionalidad de fondo que afecte a la Convención, no resulta razonable postergar
una resolución sobre ella, habida consideración de las disposiciones sobre cumplimiento de
los tratados. “(STC 383 c. 4) (En el mismo sentido, STC 1988 cc. 16 y 17)

c) Procedencia del recurso de inaplicabilidad:

El mencionado artículo 93, inciso primero, de la Constitución Política, en su número


6°, establece como atribución del Tribunal Constitucional:

“Resolver, por la mayoría de sus miembros en ejercicio, la inaplicabilidad de un


precepto legal cuya aplicación en cualquier gestión que se siga ante un tribunal ordinario o
especial, resulte contraria a la Constitución”.

Al respecto, el Tribunal Constitucional ha señalado que: “La expresión ''precepto


legal'' debe ser entendida en sentido amplio, incluyendo las disposiciones de los tratados
internacionales.” (STC 1288 cc. 47 y 48)

“Si bien resulta inconstitucional que el Estado, por ley, derogue las disposiciones de
un tratado -pues éste es un acuerdo entre dos Estados, a diferencia de la ley que es la
manifestación de soberanía de un solo Estado-, no lo es la declaración de inaplicabilidad de
un precepto de un tratado internacional, ya que éste sólo produce efectos particulares en la
gestión pendiente concreta en que incide, en la cual el Juez no podrá aplicar dicho precepto.
Marginar de requerimiento esta última opción sí es inconstitucional.” (STC 1288 cc. 55 a
72)
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2.2.2.- Tramitación de los tratados en nuestro ordenamiento

Por otro lado, la reforma constitucional contenida en la ley N° 20.050, de 2005,


introdujo diversas modificaciones a las normas aplicables a los tratados internacionales,
contenidas hoy en el artículo 54, número 1), de la Carta Fundamental, como una de las dos
atribuciones del Congreso Nacional.

La conducción de las relaciones internacionales

La Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados, en su artículo 2°, define


ciertos conceptos básicos para los efectos de esa Convención:

“a) se entiende por "tratado" un acuerdo internacional celebrado por escrito entre
Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o
más instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular;

b) se entiende por "ratificación", "aceptación", "aprobación" y "adhesión", según el


caso, el acto internacional así denominado por el cual un Estado hace constar en el ámbito
internacional su consentimiento en obligarse por un tratado”

“d) se entiende por "reserva" una declaración unilateral, cualquiera que sea su
enunciado o denominación, hecha por un Estado al firmar, ratificar, aceptar o aprobar un
tratado o al adherirse a él, con objeto de excluir o modificar los efectos jurídicos de ciertas
disposiciones del tratado en su aplicación a ese Estado”.1

El artículo 32 de la Constitución Política, que señala las atribuciones especiales del


Presidente de la República, establece en su número 15 la siguiente: “Conducir las
relaciones políticas con las potencias extranjeras y organismos internacionales, y llevar a
cabo las negociaciones; concluir, firmar y ratificar los tratados que estime convenientes
para los intereses del país, los que deberán ser sometidos a la aprobación del Congreso
conforme a lo prescrito en el artículo 54 Nº 1º. Las discusiones y deliberaciones sobre estos
objetos serán secretos si el Presidente de la República así lo exigiere”
.
En ese contexto, el artículo 54 N° 1), en su inciso primero, de la misma Carta
Fundamental contempla como atribución del Congreso la de “aprobar o desechar los
tratados internacionales que le presentare el Presidente de la República antes de su
ratificación. La aprobación de un tratado requerirá, en cada Cámara, de los quórum que
corresponda, en conformidad al artículo 66, y se someterá, en lo pertinente, a los trámites
de una ley.”

Por consiguiente, radicada la conducción de las relaciones internacionales en el


Presidente de la República, la competencia de ambas ramas del Congreso queda limitada a
la aprobación o rechazo del instrumento internacional que le presente el Jefe de Estado,
quien tiene la iniciativa exclusiva para darle tramitación, sin que esté sujeto a un plazo

1
Aprobada junto con su Anexo, suscritos en Viena el 23 de mayo de 1969, por el decreto ley N° 3633, de
1981, y promulgada mediante decreto supremo N° 381, de Relaciones Exteriores, de 1981.
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determinado. Así se desprende de la frase “que le presentare”, la que, además, refleja que
no todos los tratados internacionales requieren pronunciamiento del Congreso
.
La exigencia de aprobación del Congreso implica que el tratado ha de ser aprobado
por cada una de las Cámaras, lo que hacen mediante un proyecto de acuerdo, que se somete
a los trámites básicos de un proyecto de ley, en el sentido de que es informado por la
Comisión respectiva y luego conocida por la Sala, en ambos trámites constitucionales. Ello,
porque el proyecto de acuerdo aprobatorio de un tratado, por regla muy general, tiene sólo
dos trámites constitucionales y las indicaciones, así como las observaciones o vetos de que
sea objeto no pueden afectar el texto del respectivo instrumento internacional.

Además, la aprobación del tratado por el Congreso simplemente habilita al


Presidente de la República para efectuar los trámites tendientes a comprometer
internacionalmente a nuestro país respecto de dicho instrumento y a incorporarlo a nuestro
ordenamiento interno, sin obligarlo a realizarlos. En un dictamen de este año, la Contraloría
General de la República ha manifestado:

“Luego de su debida aprobación por el Congreso, procede la etapa de su ratificación


por parte del Presidente de la República, correspondiendo precisar que ni el constituyente ni
el legislador han previsto un plazo para ello.

En efecto, los tratados no tienen plazo fijo para su ratificación, promulgación y


posterior publicación, no pudiendo aplicarse en este aspecto los plazos establecidos para el
caso de la aprobación de leyes, pues la remisión que el constituyente ha efectuado al
procedimiento de tramitación de estas, recae solo en la instancia de aprobación de los
tratados internacionales por parte del Congreso Nacional.

Por lo tanto, el Presidente de la República, en el ejercicio de sus atribuciones


constitucionales y legales sobre la materia, en específico las de conducir las relaciones
políticas con las potencias extranjeras y organismos internacionales, y llevar a cabo las
negociaciones, y concluir, firmar y ratificar los tratados que estime convenientes para los
intereses del país, debe determinar la oportunidad de su ratificación, sin sujeción a un plazo
determinado.” (Dictamen E316447N23, de 01-03-2023)

La LOC del Congreso Nacional, N° 18.918, en su Título VI (artículos 59 a 65) da


normas sobre la tramitación de los tratados internacionales, complementando las
disposiciones del artículo 54 número 1) de la Constitución. Entre ellas, ya que la
aprobación del tratado debe reunir la conformidad de ambas ramas, el artículo 65 de la
LOC dispone la constitución de una comisión mixta en caso de que surjan discrepancias.

De acuerdo al inciso final del artículo 54, número 1), “en el mismo acuerdo
aprobatorio de un tratado podrá el Congreso autorizar al Presidente de la República a fin de
que, durante la vigencia de aquél, dicte las disposiciones con fuerza de ley que estime
necesarias para su cabal cumplimiento, siendo en tal caso aplicable lo dispuesto en los
incisos segundo y siguientes del artículo 64”.
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De esa manera se hace extensiva a la ejecución de los tratados internacionales


marco la atribución del Congreso Nacional de habilitar al Jefe de Estado para dictar
decretos con fuerza de ley, con la salvedad de que la omisión del inciso primero del artículo
64 deja sin aplicación el plazo máximo de un año con que cuenta para ese efecto. Ello es
consecuencia del hecho del carácter simplemente habilitante y no vinculante para el
Presidente de la República que tiene la aprobación del tratado por el Congreso.

Por último, completa este marco general el inciso quinto del artículo 54, número 1)
de la Constitución, el cual previene que: “Las disposiciones de un tratado sólo podrán ser
derogadas, modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de
acuerdo a las normas generales de derecho internacional.”

Las reservas

Las reservas pueden tener su origen en el Presidente de la República o ser sugeridas


por el Congreso Nacional, sin que tengan carácter vinculante para el Jefe de Estado.

Los incisos segundo y tercero del artículo 54, número 1), se refieren a ambos casos:

“El Presidente de la República informará al Congreso sobre el contenido y el


alcance del tratado, así como de las reservas que pretenda confirmar o formularle.

El Congreso podrá sugerir la formulación de reservas y declaraciones interpretativas


a un tratado internacional, en el curso del trámite de su aprobación, siempre que ellas
procedan de conformidad a lo previsto en el propio tratado o en las normas generales de
derecho internacional.”

Por otra parte, las reservas a un tratado ya aprobado por el Congreso Nacional
pueden ser retiradas. El inciso octavo del artículo 54 número 1) así lo regula: “El retiro de
una reserva que haya formulado el Presidente de la República y que tuvo en consideración
el Congreso Nacional al momento de aprobar un tratado, requerirá previo acuerdo de éste,
de conformidad a lo establecido en la ley orgánica constitucional respectiva. El Congreso
Nacional deberá pronunciarse dentro del plazo de treinta días contados desde la recepción
del oficio en que se solicita el acuerdo pertinente. Si no se pronunciare dentro de este
término, se tendrá por aprobado el retiro de la reserva.”

La denuncia y el retiro

La Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados regula en el artículo 54 la


terminación de un tratado o retiro de él en virtud de sus disposiciones o por consentimiento
de las partes, estableciendo:

“La terminación de un tratado o el retiro de una parte podrán tener lugar:


a) conforme a las disposiciones del tratado; o b) en cualquier momento, por consentimiento
de todas las partes después de consultar a los demás Estados contratantes.”
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A su turno, en el artículo 56 se refiere a la denuncia o retiro en el caso de que el


tratado no contenga disposiciones sobre la terminación, la denuncia o el retiro. Señala, al
efecto:

“1.- Un tratado que no contenga disposiciones sobre su terminación ni prevea la


denuncia o el retiro del mismo no podrá ser objeto de denuncia o de retiro a menos: a) que
conste que fue intención de las partes admitir la posibilidad de denuncia o de retiro; o
b) que el derecho de denuncia o de retiro pueda inferirse de la naturaleza del tratado.
2.- Una parte deberá notificar con doce meses por lo menos de antelación su
intención de denunciar un tratado o de retirarse del él conforme al párrafo 1.”

La Constitución, en el artículo 54, número 1), incisos sexto y séptimo, dispone sobre
el particular:

“Corresponde al Presidente de la República la facultad exclusiva para denunciar un


tratado o retirarse de él, para lo cual pedirá la opinión de ambas Cámaras del Congreso, en
el caso de tratados que hayan sido aprobados por éste. Una vez que la denuncia o el retiro
produzca sus efectos en conformidad a lo establecido en el tratado internacional, éste dejará
de tener efecto en el orden jurídico chileno.

En el caso de la denuncia o el retiro de un tratado que fue aprobado por el


Congreso, el Presidente de la República deberá informar de ello a éste dentro de los quince
días de efectuada la denuncia o el retiro.”

En consecuencia, sólo el Presidente de la República puede resolver la denuncia o el


retiro de un tratado, sin perjuicio de lo cual, si el tratado fue aprobado por el Congreso
Nacional, tiene la obligación de consultarle previamente y luego de informarle una vez que
se haya efectuado esa actuación.2

Acuerdos internacionales simplificados

De acuerdo al artículo 54, número 1), inciso cuarto, de la Constitución, “las medidas
que el Presidente de la República adopte o los acuerdos que celebre para el cumplimiento
de un tratado en vigor no requerirán de nueva aprobación del Congreso, a menos que se
trate de materias propias de ley. No requerirán de aprobación del Congreso los tratados
celebrados por el Presidente de la República en el ejercicio de su potestad reglamentaria.”

Esta disposición contempla dos situaciones diferentes: la primera son las medidas
administrativas relativas a la ejecución de los tratados marco, que no recaigan sobre
materias propias de ley, y la segunda es la suscripción de tratados internacionales que se
celebren en forma simplificada, mediante el solo ejercicio de la potestad reglamentaria

2
En ejercicio de esta atribución, el 18 de abril de 2019, el Presidente de la República informó al Senado y a la
Cámara de Diputados que había decidido denunciar el "Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones
Suramericanas", suscrito en Brasilia, República Federativa de Brasil, el 23 de mayo de 2008”. (Boletín del
Senado S 2.061-14).
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presidencial. En ambos casos no es necesaria una nueva intervención del Congreso


Nacional.

2.2.3.- Relación entre los tratados internacionales sobre derechos humanos y el


ordenamiento jurídico interno

I.- Para la resolución de una materia por las autoridades nacionales: el control
de convencionalidad

Concepto:

Un tema que está referido específicamente a los tratados internacionales sobre


derechos humanos es el control de convencionalidad.

Corresponde a una doctrina que ha establecido la Corte Interamericana de Derechos


Humanos, en el sentido de que los Estados Partes de la Convención Americana de
Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica), por medio de sus tribunales, y en
general de todos los órganos públicos, deben verificar la no contradicción o, si así se quiere,
la compatibilidad entre las normas jurídicas internas susceptibles de aplicarse a un caso
concreto, por un lado, y la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la
jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, por el otro.

El concepto se ha ido construyendo desde 2003, año en que se hicieron las primeras
alusiones en el voto concurrente del juez García Ramírez en el caso Myrna Mack Chang vs.
Guatemala2, y luego comenzó a ocupar un lugar central en las sentencias de la Corte, desde
del fallo Almonacid Arellano y otros vs. Chile, de fecha 26 de septiembre de 2006.

El considerando 124 de ese fallo expresa: "La Corte es consciente que los jueces y
tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las
disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un
tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces, como parte del aparato
del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a velar porque los efectos de
las disposiciones de la Convención no se vean mermados por la aplicación de leyes
contrarias a su objeto y fin, y que desde un inicio carecen de efectos jurídicos. En otras
palabras, el Poder Judicial debe ejercer una especie de control de convencionalidad entre
las normas jurídicas internas que aplican en los casos concretos y la Convención Americana
sobre Derechos Humanos. En esta tarea, el Poder Judicial debe tener en cuenta no
solamente el tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte
Interamericana, intérprete última de la Convención Americana."

Elementos del control de convencionalidad:

De esa primera alusión a una "especie" de control de convencionalidad interno de los


Estados, la Corte pasó en sentencias posteriores a referirse directamente a dicho control,
configurando progresivamente sus elementos y características, como los órganos
encargados de realizarlo, la forma de llevarlo a cabo, los parámetros de control y las
materias objeto de control.
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a) Sujeto obligado al control: en una primera fase, iniciada en el caso Almonacid, la


Corte Interamericana expresó que el control de convencionalidad interno
corresponde a "sus jueces, como parte del aparato del Estado" y en definitiva "al
Poder Judicial”, por oposición al control externo, que sólo corresponde realizarlo a
la propia Corte.

El año 2010, en el caso “Cabrera García y Montiel Flores vs. México”, incluyó
también entre los sujetos encargados de ejercer el control "a los órganos vinculados
a la administración de justicia en todos los niveles".
Finalmente, en 2011, en el caso “Gelman vs. Uruguay”, la Corte completó la
ampliación del sujeto destinatario expandiéndolo a toda autoridad pública.

b) Forma de realizar el control: la Corte ha indicado en algunas de sus sentencias que


los jueces deben realizar tal control de oficio, en el marco de sus respectivas
competencias y regulaciones procesales. (“Trabajadores Cesados del Congreso
(Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, de 24 de noviembre de 2006; “Radilla Pacheco
vs México”, de 23 de noviembre de 2009; “Atala Riffo y Niñas vs. Chile”, de 24 de
febrero de 2012).

En ocasiones, sin embargo, apunta que "no implica que ese control deba ejercerse
siempre, sin considerar otros presupuestos formales y materiales de admisibilidad y
procedencia de ese tipo de acciones." (caso citado “Trabajadores Cesados del
Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, de 2006, párrafo 128)

c) Parámetro del control: en la primera etapa, iniciada en 2006 a partir del fallo
Almonacid, los parámetros de control fueron, por una parte, la Convención
Americana sobre Derechos Humanos y, por otra, la interpretación que de esta
efectúa la Corte.

En relación con la primera, en sentencias posteriores la Corte amplió el parámetro


de control a los demás tratados que son de su competencia material. El año 2010 en
la sentencia del caso “Ibsen Cárdenas e Ibsen Peña vs. Bolivia”, párrafo 199,
sostuvo: "El Tribunal recuerda que el objeto de su mandato es la aplicación de la
Convención Americana y de otros tratados que le otorguen competencia".

De este modo extiende el alcance del control al Protocolo de San Salvador,


Protocolo Relativo a la Abolición de la Pena de Muerte, Convención para Prevenir y
Sancionar la Tortura, Convención de Belém do Pará para la Erradicación de la
Violencia contra la Mujer, Convención sobre Desaparición Forzada de Personas, y
otros tratados sobre la materia que puedan quedar comprendidos dentro de las
atribuciones de la Corte Interamericana.

Por otra parte, como se ha mencionado, la Corte ha sostenido desde el comienzo que
también formaría parte del parámetro de control la propia exégesis o interpretación
que ha hecho la propia Corte Interamericana de dichos tratados, en especial de la
Convención Americana.
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d) Objeto de control: en un inicio, el control interno de convencionalidad alcanzaba a


las leyes contrarias al objeto y fin de la Convención.

Luego se amplió a las "normas contrarias a su objeto y fin", e incluso a las "normas
o prácticas internas contrarias al objeto y fin del instrumento internacional o del
estándar internacional de protección de los derechos humanos" (Sentencia
“Heliodoro Portugal vs. Panamá”, de 12 de agosto de 2008, párrafo 180)

Discusión doctrinaria:

Opiniones favorables

Los partidarios del control de convencionalidad afirman que su fundamento se halla


en las obligaciones de los Estados contraídas en los artículos 1, 2, y 29 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (en adelante también la Convención), por cuanto la
protección de los derechos humanos debe guiar la actuación de los Estados, de manera que
estos han de tomar todas las medidas necesarias para asegurar el respeto, protección y
promoción de aquellos.

Además, tendría fundamento en los principios pacta sunt servanda y bona fide, que
en conjunto impedirían a los Estados invocar disposiciones de Derecho interno como razón
para dejar de cumplir dichos compromisos.

Desde este punto de vista, el control de convencionalidad se encuadraría en el


llamado Ius Commune Latinoamericano, toda vez que aquél contribuye a configurarlo y
expandirlo. Esto, por cuanto a partir de este control se genera el diálogo entre los tribunales
de justicia nacionales, los tribunales o cortes de justicia constitucionales y la Corte
Interamericana. El control de convencionalidad es un proceso de ajuste a la Convención,
que da origen al fenómeno que denominan interamericanización, caracterizado por la
expansión de los estándares de la Corte Interamericana en los respectivos órdenes
domésticos. Los términos que definen a esta postura son el diálogo interjudicial, el
pluralismo jurídico, la estatalidad abierta y el sistema integrado.

El profesor Humberto Nogueira sostiene que el diálogo se refiere a que la decisión


de una corte nacional de un país latinoamericano - aunque se trate del máximo tribunal -
puede ser controlada por la Corte Interamericana. Al mismo tiempo, una decisión de la
Corte Interamericana puede ser rechazada por una corte nacional. El diálogo, a su juicio,
induce tanto a la oposición y contradicción, como al acuerdo y la concordia, pero la última
palabra la tiene la Corte Interamericana.

Algunas de las conclusiones compartidas por estos autores consisten en: a) entender
la naturaleza del control de convencionalidad como un ejercicio interpretativo; b)
considerar que la regla básica es la interpretación conforme al principio pro homine, al que
se le han atribuido distintos significados; c) rechazar el paradigma de jerarquía como
mecanismo que define la relación entre los ordenamientos interno e internacional; d)
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valorar que la Constitución no es la norma suprema única, sino que comparte espacio en la
cúspide de la pirámide normativa otras disposiciones, por ejemplo con los tratados
internacionales; e) considerar a las distintas normas del derecho internacional público, del
orden supranacional o del derecho estatal como parte de un ordenamiento jurídico unitario,
y f) atribuir responsabilidad internacional del Estado, como consecuencia del no
acatamiento por un tribunal nacional de la norma internacional.

Opiniones restrictivas

Otros autores, con una perspectiva crítica de la anterior, cuestionan el hecho que la
Corte, por vía meramente jurisprudencial, asigne a los tratados rango supraconstitucional y
atribuya a la jurisprudencia el valor de fuente formal del Derecho, por estimar que ambas
son decisiones que deben adoptar las Constituciones de cada Estado. (Francisco Zúñiga,
Miriam Henríquez, entre otros)

El control de convencionalidad invitaría a recurrir a la jerarquía normativa para


resolver un conflicto entre la normativa interna y la normativa interamericana,
reconociendo la Corte Interamericana, por vía pretoriana, jerarquía supraconstitucional a
los tratados de derechos humanos y valor de fuente formal del derecho a la jurisprudencia
interamericana.

La aplicación del criterio jerárquico implicaría, a juicio de esta posición, la invalidez


y por ende la inaplicabilidad de la norma constitucional, legal o reglamentaria
inconvencional.

Los autores deducen la aplicación del criterio jerárquico del efecto que la propia
Corte Interamericana, en el caso Almonacid, le otorga al supuesto de contradicción entre la
normativa interna y la normativa interamericana, cuando señala que "desde un inicio la
norma inconvencional carece de efectos jurídicos". Así la norma interna sería inválida por
contradecir a la Convención o a la jurisprudencia interamericana, puesto que la invalidez es
el efecto propio de la aplicación del criterio jerárquico.

Opiniones desfavorables

En una posición disidente más extrema, algunos autores expresan que el control de
convencionalidad no tiene siquiera fuente en la Convención Americana.

Por ejemplo, la profesora Ximena Fuentes señala a propósito del considerando 124
del fallo Almonacid:

"Es imposible no abrir los ojos con sorpresa al leer esta disposición. Una cosa es
que el estado pueda incurrir en responsabilidad internacional por el comportamiento de
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cualquiera de sus órganos, incluido el poder judicial, pero otra cosa muy distinta es señalar
que los jueces chilenos tienen el deber de declarar tácitamente derogadas las disposiciones
del derecho interno incompatibles con los tratados internacionales ratificados por Chile.
Una decisión de esta naturaleza implica exigir una obligación de que los estados hagan
autoejecutables las cláusulas de los tratados y de que le den el poder al juez de declarar sin
efectos jurídicos las leyes contrarias a los tratados, incluso de oficio, en virtud de su
obligación de ejercer ese llamado "control de convencionalidad". ¿Dónde se encuentra tal
obligación en la Convención Americana? En ninguna parte. ¿Dónde se encuentra esa
obligación en el derecho internacional general? En ninguna parte, por ahora." 3

El profesor Teodoro Ribera, por su parte, sostiene:

“Las sentencias de la Corte obligan principalmente a los Estados Parte de la


contienda jurisdiccional, pero es más dudoso que su jurisprudencia genere efectos
vinculantes para los demás sujetos de Derecho Internacional que, habiendo suscrito el pacto,
no fueron parte del conflicto resuelto.

La misma Corte Interamericana pretende que el control de convencionalidad se ejerza


ex oficio, por toda autoridad, pretensión que no puede asumirse como válida sin entrar a
considerar o distinguir en dicha afirmación las atribuciones que el ordenamiento jurídico
interno le dispensa a cada cual.

En el caso del Tribunal Constitucional, su función principal radica en la defensa de


la Ley Fundamental, siendo esta su parámetro de control. No existiendo en el ordenamiento
constitucional chileno norma expresa alguna que permita sustentar la existencia de un bloque
de constitucionalidad, la norma de control válida para el Tribunal Constitucional es sólo y
exclusivamente la propia disposición constitucional. Las normas internacionales vigentes y
válidas pueden servir para ilustrar mejor el contenido de los derechos, mas no pueden ser
invocadas para sustentar el control de constitucionalidad.”

II.- Luego de la resolución de una materia por las autoridades nacionales: el


cumplimiento de las sentencias en sentido contrario dictadas por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.

Desde el 5 de febrero de 2001 hasta el 24 de noviembre de 2022, la Corte


Interamericana de Derechos Humanos se ha pronunciado sobre 17 casos contenciosos
seguidos en contra del Estado de Chile y existen 8 procesos en tramitación. Es importante
consignar que, de acuerdo al procedimiento que aplica ese tribunal, luego de pronunciada la
sentencia de fondo, que también se refiere a las reparaciones y costas que procedan, la
misma Corte da inicio a un procedimiento de supervisión del cumplimiento de la sentencia.

3
Ximena Fuentes Torrijo. Fuentes Torrijo, X.:"International and Domestic Law: Definitely an Odd Couple",
Revista Jurídica de la Universidad de Puerto Rico (2008), núm. 77, pp. 483-505).
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS, Caso “La Última Tentación de Cristo”
(Olmedo Bustos y otros) vs. Chile (2001), párrafos 70 y 72.
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1.- En algunos casos la Corte consideró que la vulneración de normas de la


Convención Americana de Derechos Humanos por parte de Chile era consecuencia de
preceptos contenidos en la propia Constitución Política.

1.1. Uno de ellos es el caso “La Última Tentación de Cristo” (Olmedo Bustos y otros)
vs. Chile, en el que advirtió que el artículo 19 número 12, párrafo final, de la Constitución
establecía la censura previa en la producción cinematográfica, en circunstancias que el
artículo 13.4 de la Convención la permite en el caso de los espectáculos públicos, pero
únicamente con el fin de regular el acceso a ellos, para la protección moral de la infancia y
la adolescencia. 4

El mencionado artículo 19 número 12, párrafo final, decía “La ley establecerá un
sistema de censura para la exhibición y publicidad de la producción cinematográfica y
fijará las normas generales que regirán la expresión pública de otras actividades
artísticas”.

Durante la tramitación de la causa mencionada en la Corte Interamericana, se presentó


un proyecto de reforma constitucional sobre la materia. La sentencia de la Corte se
pronunció el 5 de febrero de 2001 y se publicó la reforma constitucional contenida en la ley
N° 19.742 el 25 de agosto del mismo año. Esta modificación estableció, en reemplazo del
párrafo citado, que "La ley regulará un sistema de calificación para la exhibición de la
producción cinematográfica.". Al mismo tiempo, sustituyó el párrafo primero del número
25.º del artículo 19, anteponiendo a la protección de la propiedad intelectual “La libertad de
crear y difundir las artes”.

1.2. Otro es el caso de “Norín Catrimán y otros (dirigentes, miembros y activista del
pueblo indígena mapuche) vs. Chile”, en el cual la Corte sostuvo que la sanción de
inhabilidad por el plazo de quince años para ejercer funciones o cargos públicos, sean o no
de elección popular, y desempeñar determinadas actividades que contempla el artículo 9°
de la Constitución Política para los responsables de delitos terroristas, por una parte supone
una restricción indebida al ejercicio del derecho a la libertad de pensamiento y expresión, y
por otra constituye una gravísima afectación de los derechos políticos, ya que afecta el
derecho al sufragio, la participación en la dirección de asuntos públicos y el acceso a las
funciones públicas, incluso con carácter absoluto y perpetuo o por un término fijo y
prolongado (quince años), por lo cual es contraria al principio de proporcionalidad de las
penas. 5

La Corte Interamericana no adoptó medidas específicas sobre ese precepto


constitucional, sino que dispuso que el Estado chileno debía adoptar todas las medidas
judiciales, administrativas o de cualquier otra índole para dejar sin efecto, en todos sus
extremos, las sentencias penales condenatorias. En cumplimiento de esta sentencia, la Corte
Suprema citó a todas las partes a una audiencia el 26 de abril de 2019, ocasión en la que
decidió que “las referidas decisiones condenatorias no pueden permanecer vigentes,

5
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS: Caso “Norín Catrimán y otros (dirigentes,
miembros y activista del pueblo indígena mapuche) vs. Chile” (2014), párrafos 373, 374, 382 y 383
14

atendido que su subsistencia supone la de las conductas lesivas de las garantías


fundamentales reseñadas y que han sido verificadas por el tribunal internacional
competente, por lo que esta Corte Suprema declarará que los fallos condenatorios citados
han perdido los efectos que les son propios” y el 16 de mayo del mismo año comunicó su
fallo, en el que declaró que las sentencias condenatorias “han perdido la totalidad de los
efectos que les son propios”.

La Resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos de 18 de febrero de


2021, Caso “Norín Catrimán y otros (dirigentes, miembros y activista del pueb lo indígena
mapuche) vs. Chile, Supervisión de cumplimiento de sentencia,” dejó constancia de la decisión
emitida por la Corte Suprema de 16 de mayo de 2019 en el expediente administrativo AD
1386-2014, en el sentido de que “el único remedio posible de disponer en el caso que se
revisa es declarar que las sentencias condenatorias abordadas por el fallo de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, han perdido todo efecto […] Decisión que no
importa la invalidación de los referidos fallos, atento a los efectos procesales que en el
orden nacional se asigna a la nulidad de las resoluciones judiciales, manteniendo la
validez de tales sentencias en cuanto a la cosa juzgada, como es la imposibilidad de rever
el conflicto que dio origen a los procesos que se revisan.”

Sobre el particular, la Corte Interamericana consignó las siguientes reflexiones:

“11. Reiteradamente este Tribunal se ha referido en su jurisprudencia al papel


fundamental que tienen los tribunales internos, incluso aquellos de máxima jerarquía, en el
cumplimiento o implementación de sus Sentencias. Por ello, este Tribunal destaca la
importancia que la Corte Suprema otorgó al cumplimiento de la Sentencia de la Corte
Interamericana, para lo cual buscó una forma de implementar la medida de reparación
dispuesta en el punto resolutivo décimo sexto de la Sentencia, en respuesta a las
consideraciones efectuadas por este Tribunal en la anterior Resolución de supervisión y
habiendo oído primero a las víctimas y sus representantes y a instituciones estatales
relevantes (supra Considerando 7). Finalmente, el Tribunal estima valioso resaltar la
voluntad y el compromiso del Estado demostrados a los fines de dar cumplimiento a este
aspecto de la medida de reparación.

12. En lo que respecta a la referida falta de un “mecanismo interno” o “un


procedimiento legal” para implementar este tipo de reparación (supra Considerandos 8 y 9),
esta Corte ha indicado que para dar cumplimiento al deber de “dejar sin efecto” las
sentencias internas que se determinaron como violatorias de la Convención Americana,
corresponde al Estado “identificar cuáles acciones implementar o por cuál vía de su
derecho interno p[uede] cumplir con lo ordenado por este Tribunal”. Asimismo, ha hecho
notar que “[p]ara dar cumplimiento a esa reparación los Estados han adoptado diferentes
tipos de medidas o acciones y lo han comunicado a la Corte, la cual realiza una valoración
en cada caso concreto”. Aun cuando la Corte considera óptimo la disposición normativa de
una figura que facilite la ejecución de este tipo de reparación, ante su ausencia, estima que
dicha acción efectuada por la Corte Suprema de Justicia chilena es una muestra del diálogo
constructivo y de la cooperación entre tribunales nacionales y la Corte Interamericana para
el cumplimiento de las sentencias de esta última , y evidencia la voluntad del Estado de
15

implementar mecanismos institucionales y democráticos para cumplir sus obligaciones de


respetar y garantizar los derechos reconocidos por la Convención a las víctimas.”

2.- En otras situaciones la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha estimado


que la vulneración se ha cometido en normas legales.

2.1. El primero de ellos fue justamente aquel en el cual la Corte Interamericana sentó
por primera vez su doctrina del control de convencionalidad, “Almonacid Arellano y otros
vs. Chile”, en que sostuvo que el decreto ley N° 2.191, de 1978, sobre amnistía, “carece de
efectos jurídicos”, ya que las leyes de amnistía con esas características conducen a la
indefensión de las víctimas y a la perpetuación de la impunidad de los crímenes de lesa
humanidad, por lo que son manifiestamente incompatibles con la letra y el espíritu de la
Convención Americana. Afirmó que “un Estado viola la Convención Americana cuando
dicta disposiciones que no están en conformidad con las obligaciones dentro de la misma;
el hecho de que esas normas se hayan adoptado de acuerdo con el ordenamiento jurídico
interno o contra él, es indiferente para estos efectos”. 6

En cumplimiento de ese fallo, volvió a investigarse el homicidio calificado de Luis


Almonacid Arellano, ocurrido el 16 de septiembre de 1973 en la ciudad de Rancagua, esta
vez por un ministro en visita extraordinaria, y en definitiva el año 2013 la Corte Suprema
rechazó el recurso de casación presentado en contra de la sentencia condenatoria
confirmada por la Corte de Apelaciones de Rancagua.

2.2. Por otra parte, en el caso antes mencionado “Norín Catrimán y otros
(dirigentes, miembros y activista del pueblo indígena mapuche) vs. Chile”, la Corte
concluyó que la aplicación de la presunción de intención terrorista que contemplaba la ley
N° 18.314, que determina las conductas terroristas y fija su penalidad, antes de la reforma
que se le introdujo el año 2010, vulneró el principio de legalidad y el derecho a la
presunción de inocencia, previstos en los artículos 9 y 8.2 de la Convención Americana,
porque condicionaba la lógica de análisis con la que los tribunales internos se aproximaban
a confirmar en las causas penales la existencia de la intención.7

2.3. En el caso “Omar Humberto Maldonado Vargas y otros vs. Chile”, la Corte
Interamericana estimó que el Estado era responsable por la violación al deber de adoptar
disposiciones de derecho interno contenido en el artículo 2 de la Convención, en relación
con el artículo 25 del mismo instrumento, por la falta de un recurso que sea adecuado y
efectivo para revisar las sentencias de condenas emitidas por los Consejos de Guerra.

Sostuvo que, antes del año 2005, en que se aprobó la reforma constitucional que le
otorgó competencia a la Corte Suprema para conocer de sentencias relacionadas con
decisiones de los Consejos de Guerra, específicamente, el 2 de septiembre de 2002, la Corte
Suprema resolvió el que el recurso era inadmisible por carecer de competencia para ello, y
mantuvo igual conclusión el 9 de diciembre de 2002, al rechazar un recurso de reposición.

6
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS: Caso “Almonacid Arellano y otros vs. Chile”
(2006), párrafos 119 y 120.
7
Fallo mencionado en nota 5, párrafos 173 y 174.
16

Después del año 2005 y de la referida reforma constitucional, el 21 de diciembre de


2011 la Corte Suprema resolvió que los supuestos fácticos que sirven de fundamento al
recurso de revisión no se compadecen con las exigencias de la causal alegada, porque no se
trata de la ocurrencia o el descubrimiento de un nuevo hecho o la aparición de algún
documento, sino que de una crítica a la valoración de la prueba realizada por el Consejo de
Guerra en las sentencias condenatorias. De este modo, sostuvo la Corte Interamericana, si
bien ha desaparecido el obstáculo constitucional, no se franquea un recurso adecuado y
efectivo para revisar dichas sentencias.8

El 29 de agosto de 2019, la Corte Suprema acogió la nueva solicitud de revisión que


se dedujo, invocando el fallo de la Corte Interamericana entre los antecedentes que
conformaban la ocurrencia o descubrimiento de hechos nuevos y documentos que no eran
conocidos durante la tramitación de los procesos. Invalidó las sentencias condenatorias
dictadas en los Consejos de Guerra convocados en 1974 y, en consecuencia, anuló todo lo
obrado en los autos respectivos, declarando la absolución de quienes habían sido
condenados.

2.4. Mediante sentencia de 24 de noviembre de 2022, dictada en el Caso “Baraona


Bray Vs. Chile”, la Corte Interamericana concluyó que Chile es responsable por la
violación del derecho a la libertad de pensamiento y de expresión, porque la legislación
chilena vigente al momento de los hechos no establecía una excepción a la aplicación a los
delitos de injurias y calumnias cuando se trataba de discursos de interés público, como
estimó que era el caso por referirse a temas medioambientales; también por infracción al
principio de legalidad, ya que el artículo 417 del Código Penal chileno, el cual establece las
causas agravantes del delito de injurias, no se encuentra formulado de manera clara y
precisa, yendo en contra del estándar convencional; y por vulneración de la protección
judicial, toda vez que, si bien el imputado tuvo acceso a un recurso de nulidad contra la
decisión del Juzgado que lo condenó por injurias graves, este no fue efectivo en el tanto no
se realizó por parte de la Corte Suprema -quien resolvió el recurso- una valoración
adecuada del alcance del derecho a la libertad de expresión.

Entre las medidas de reparación, la Corte ordenó “adoptar las medidas legislativas
relacionadas con la tipificación de los delitos de injuria conforme a los parámetros
establecidos en la Sentencia”. El párrafo 175 del fallo, en su parte final, agrega: “En ese
sentido, mientras se adopta la normativa a la que hace referencia el párrafo anterior de la
presente sentencia, es necesario que las interpretaciones referidas a los casos que
involucren querellas por injuria, en aplicación de los artículos 12 numeral 13, 416, 417, 418
y 420 del Código Penal, así como del artículo 29 de la Ley N° 19.733, se adecuen a los
principios establecidos en la jurisprudencia de este Tribunal en materia de libertad de
expresión.”

2.3.- Los reglamentos del Presidente de la República

8
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS: Caso “Omar Humberto Maldonado Vargas y
otros vs. Chile” (2015), párrafos 126 a 132 y 135 a 142.
17

El artículo 32 N° 6 de la Constitución, antes citado, establece como una atribución


especial del Presidente de la República la de “Ejercer la potestad reglamentaria en todas
aquellas materias que no sean propias del dominio legal, sin perjuicio de la facultad de
dictar los demás reglamentos, decretos e instrucciones que crea convenientes para la
ejecución de las leyes”.

El profesor José Luis Cea define la potestad reglamentaria como “la facultad que la
Carta Fundamental otorga al Presidente de la República para manifestar su voluntad como
órgano estatal, con alcance general o particular, a fin de regular materias no comprendidas
en el ámbito reservado por la Constitución a la ley, o de ejecutar las disposiciones legales” 9
Añade que “dicha potestad se ejerce, genéricamente, mediante actos administrativos, esto
es, decisiones formales del Primer Mandatario, que constan por escrito, y a través de las
cuales declara su voluntad en las materias que le competen. Pueden ser reglamentos,
decretos supremos propiamente tales, resoluciones o instrucciones.”10

La ley N°19.880, sobre Bases de los Procedimientos Administrativos que rigen las
Actuaciones de la Administración Pública, en su artículo 3°, define el concepto de acto
administrativo y los clasifica, de la siguiente manera:

“Artículo 3º. Concepto de Acto administrativo. Las decisiones escritas que adopte
la Administración se expresarán por medio de actos administrativos.

Para efectos de esta ley se entenderá por acto administrativo las decisiones
formales que emitan los órganos de la Administración del Estado en las cuales se
contienen declaraciones de voluntad, realizadas en el ejercicio de una potestad pública.

Los actos administrativos tomarán la forma de decretos supremos y resoluciones.

El decreto supremo es la orden escrita que dicta el Presidente de la República o un


Ministro "Por orden del Presidente de la República", sobre asuntos propios de su
competencia.

Las resoluciones son los actos de análoga naturaleza que dictan las autoridades
administrativas dotadas de poder de decisión.

Constituyen, también, actos administrativos los dictámenes o declaraciones de


juicio, constancia o conocimiento que realicen los órganos de la Administración en el
ejercicio de sus competencias
.
Las decisiones de los órganos administrativos pluripersonales se denominan
acuerdos y se llevan a efecto por medio de resoluciones de la autoridad ejecutiva de la
entidad correspondiente.”

9
José Luis Cea Egaña. “Derecho Constitucional Chileno”, Tomo III, Ediciones Universidad Católica de
Chile, 2013, página 117.
10
Idem.
18

El decreto supremo, así definido en el inciso cuarto de ese precepto, puede ser un
reglamento o un simple decreto. La diferencia entre ambos radica esencialmente en el
carácter general, permanente y orgánico que caracteriza al reglamento, a diferencia del
simple decreto, que regula situaciones concretas y específicas.

Así lo ha señalado la Excma. Corte Suprema, al declarar que “el acto impugnado en
la especie, vale decir, la Resolución Exenta N° 2.234, no puede ser calificada como un
Reglamento, puesto que si bien corresponde a un acto plural, en cuanto afecta a un grupo de
administrados y no a una persona en particular, no es menos cierto que la misma carece del
carácter impersonal propio de esta clase de actos y, además, no tiene aplicación general ni
permanente, características esenciales del reglamento.”11

De acuerdo al mismo profesor Cea, el reglamento “es una decisión formal y escrita
del Presidente de la República, de jerarquía infralegal, mediante la cual dicta una normativa
general y permanente que regula el funcionamiento de una institución o un conjunto de
materias conexas o relacionadas entre sí”. 12

“Las instrucciones, por último, son órdenes o mandatos escritos del Presidente de la
República, dirigidos a funcionarios de la Administración Estatal, explicándoles las leyes, e
impartiéndoles directivas acerca de su interpretación y aplicación, o del comportamiento
que deben seguir como tales.”13

El artículo 35 de la Constitución Política diferencia entre los reglamentos, simples


decretos e instrucciones presidenciales, exigiendo que los primeros se suscriban siempre
por el Presidente de la República, sin que pueda delegar su firma, como ocurre con los otros
dos actos:

“Artículo 35.- Los reglamentos y decretos del Presidente de la República deberán


firmarse por el Ministro respectivo y no serán obedecidos sin este esencial requisito.

Los decretos e instrucciones podrán expedirse con la sola firma del Ministro
respectivo, por orden del Presidente de la República, en conformidad a las normas que al
efecto establezca la ley.”

Un efecto importante del reglamento es que, como está destinado a regular un


conjunto de situaciones que se produzcan dentro de su ámbito normativo, se vulneraria si
una o más de ellas se resolviera al margen de sus disposiciones.

Desde hace años, la doctrina está conteste en este punto. Por ejemplo, el profesor
don Mario Bernaschina enseñaba: “El reglamento, por ser decreto, puede ser modificado
por el Presidente de la República, cuantas veces lo estime necesario o conveniente, como lo
dice la Constitución Política, por medio de otro decreto reglamentario; pero no puede
dictarse un simple decreto o una instrucción contraria al reglamento.”14

11
Sentencia de 17 de mayo de 2016, Rol 4241-2016, apelación protección, considerando 7°
12
Obra citada, página 119.
13
Obra citada, página 120.
19

En esa virtud, algunos autores hablan del “principio de inderogabilidad singular” de


los reglamentos.

Cabe añadir que, como derivación de esta atribución presidencial, se reconoce


también a los jefes de servicios públicos una potestad reglamentaria de origen ya no
constitucional, sino legal. La Contraloría General ha señalado que “los jefes de servicio
cuentan con atribuciones para dirigir, organizar y administrar el respectivo organismo”. Sin
embargo, deben ejercerla de manera subordinada a la normativa legal y reglamentaria,
porque de otra forma “excede las atribuciones que el ordenamiento jurídico confiere a
aquella jefatura y constituye una invasión al ámbito propio de la potestad reglamentaria del
Presidente de la República.” 15

Los Reglamentos de las Cámaras

La Constitución reconoce la potestad reglamentaria también a las dos ramas del


Congreso Nacional. El profesor Cea Egaña estima que “los reglamentos de las dos Cámaras
que conforman el Congreso Nacional deben ser situados en una posición semejante a la
potestad reglamentaria”, pero previene que “su ámbito de aplicación es más circunscrito”.16

La única mención de la actual Carta Fundamental a los reglamentos, hasta el año


2015, era la contenida en el artículo 56, inciso segundo, conforme al cual “Cada una de las
Cámaras establecerá en su propio reglamento la clausura del debate por simple
mayoría.” Ese año, mediante la reforma constitucional aprobada mediante la ley N°
20.854, se introdujo el actual artículo 56 bis, que contempla la cuenta pública al país que
rinden en julio de cada año el Presidente del Senado y el Presidente de la Cámara de
Diputados sobre las actividades realizadas por esas Corporaciones. El inciso segundo de
dicho artículo establece que “El Reglamento de cada Cámara determinará el contenido de
dicha cuenta y regulará la forma de cumplir esta obligación.

El artículo 56, inciso segundo, proviene del artículo 58, inciso segundo, de la
Constitución Política de 1925, de acuerdo con el cual “Cada una de las Cámaras
establecerá, en sus reglamentos internos, la clausura del debate por simple mayoría.” Esa
disposición, como recuerda el profesor Cea Egaña, “se originó a raíz de las interpelaciones,
bloqueos u obstrucciones interminables que se formulaban en la época parlamentaria y del
asambleísmo, con el objeto de presionar al Presidente de la República, subordinar a los
Ministros de Estado y gobernar desde el Congreso, fuera del Senado o la Cámara Política.”
17

Además, la Constitución de 1925, en virtud de las reformas contenidas en las leyes


N°s 7.727, de 1943 y 17.284, de 1970, incorporó otras referencias a los reglamentos
internos de las Cámaras. La primera, en el artículo 21, dio rango constitucional a la
Contraloría General de la República, y previno que “Se exceptúan de esta disposición las
14
Mario Bernaschina González, “Manual de Derecho Constitucional”, Tomo II, Editorial Jurídica de Chile,
1951, página 424.
15
Dictamen E316449N23, de 01-03-2023.
16
Cea, obra citada, Tomo I, página 183
17
Cea, obra citada, Tomo III, página 288.
20

cuentas del Congreso Nacional, que serán juzgadas de acuerdo con sus reglamentos
internos.” La segunda, en el artículo 51, dispuso que “Los Reglamentos de las Cámaras
podrán establecer que se constituyan también Comisiones Mixtas de igual número de
Diputados y Senadores, en cualquier trámite constitucional para el estudio de proyectos de
ley cuya complejidad o importancia haga necesario un sistema excepcional de discusión o
aprobación” y agregó que “Asimismo, podrán establecerse en dichos Reglamentos normas
en virtud de las cuales la discusión y votación en particular de proyectos ya aprobados en
general por la respectiva Cámara, queden entregadas a sus Comisiones, entendiéndose
aprobados los acuerdos de las mismas por la respectiva Corporación luego de transcurridos
cinco días de la fecha en que se dé cuenta del informe respectivo.”

Estas referencias constitucionales se limitaron a reconocer el ejercicio de la potestad


reglamentaria interna de cada Cámara, que se había desarrollado desde el siglo XIX, como
consecuencia de la necesidad de regular su organización y funcionamiento, incluyendo
particularmente normas que complementaran las disposiciones constitucionales sobre
tramitación de la ley. Ello era especialmente pertinente si se considera que recién la
Constitución de 1980 contempló la existencia de una ley orgánica constitucional del
Congreso Nacional, a la que, entre otras materias, le encomienda la regulación de “todo lo
relacionado con la tramitación interna de la ley”, conforme al inciso segundo del artículo
74.

Los reglamentos corresponden a acuerdos adoptados por la Cámara respectiva, que


tienen su origen en mociones de algunos de sus miembros que son informadas por la
Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento correspondiente.

Cabe agregar que el procedimiento aplicable a la elaboración de una nueva


Constitución Política confirió una potestad reglamentaria especial conjunta a ambas
Cámaras, pero para regular a órganos externos.

Se refiere a la aprobación del reglamento que rige a los tres órganos creados para
intervenir en dicha función constituyente, esto es, el Consejo Constitucional, la Comisión
Experta y el Comité Técnico de Admisibilidad.

El artículo 153 de la Constitución Política vigente, incorporado por la ley N°


21.533, de 17 de enero de 2023, dispuso que el trabajo de esos órganos “se regulará,
además, por un reglamento que elaborarán, conjuntamente, las secretarías del Senado y
de la Cámara de Diputados, y será sometido a la discusión y aprobación de una comisión
bicameral compuesta por nueve diputados y nueve senadores. Dicha comisión deberá
evacuar su propuesta en el término de cinco días, la que será sometida a la ratificación de
ambas cámaras del Congreso Nacional por los cuatro séptimos de sus miembros en
ejercicio.”

El plazo fue establecido en la disposición transitoria quincuagésima segunda, la cual


dispuso que “El reglamento a que hace referencia el artículo 153 deberá ser aprobado antes
de la instalación de la Comisión Experta. Si vencido el plazo señalado el reglamento no
fuere aprobado por el Congreso Nacional, se entenderá aprobada la propuesta de las
Secretarías Generales de ambas ramas del Congreso Nacional.”
21

El 3 de marzo de 2023 se publicó en el Diario Oficial el acuerdo del Congreso


Nacional adoptado en sesión Nº 125, ordinaria, de la Cámara de Diputados, y en sesión Nº
112, especial, del Senado, ambas de fecha 25 de enero de 2023, que aprobó el “Reglamento
de funcionamiento de los órganos del proceso constitucional”

Los autos acordados de la Corte Suprema

Estima el profesor Cea que “los autos acordados de los tribunales colegiados
revisten la cualidad de fuentes directas. Así ocurre con la tramitación y fallo de las acciones
y recursos de amparo y protección, o con el procedimiento aplicable a la tramitación de la
acción indemnizatoria por error judicial; o con la regulación del nombramiento, por parte
de la Corte Suprema, de tres Ministros del Tribunal Constitucional. En todas las materias
mencionadas, y muchas otras, la regulación se encuentra en disposiciones de rango
reglamentario. En lo pertinente a su competencia, tanto el Tribunal Constitucional como el
Tribunal Calificador de Elecciones han dictado también importantes regulaciones de esa
naturaleza.” 18

El Tribunal Constitucional ha definido el concepto de auto acordado, indicando que


“es un cuerpo de normas generales y abstractas, dictado generalmente por tribunales
colegiados (Corte Suprema, Cortes de Apelaciones y Tribunal Calificador de Elecciones),
con el objeto de imponer medidas o impartir instrucciones dirigidas a velar por el más
expedito y eficaz funcionamiento del servicio judicial” (STC 1557 c. 3)

Estima que “la facultad de la Corte Suprema de dictar autos acordados arranca del
artículo 82, inciso primero, respecto a la superintendencia directiva, correccional y
económica sobre todos los Tribunales del país. La referida superintendencia se relaciona,
naturalmente, con la independencia de los tribunales en el cumplimiento de los cometidos
que la misma Constitución les ha asignado, principio que se encuentra recogido en el
artículo 76 de la Carta Fundamental. (STC 1557 cc. 8 a 10) (En el mismo sentido, STC
1812 c. 8)

Asimismo, ha destacado la subordinación de los autos acordados a la Constitución y


a la ley, manifestando que “en aspectos de funcionamiento en que el legislador no ha
establecido normas o que expresamente la Constitución no le ha reservado a éste, el propio
órgano judicial puede autorregularse. Naturalmente, estas regulaciones no pueden
contradecir normas legales ni menos las de rango constitucional. Por ende, los autos
acordados no pueden regular materias que el constituyente ha reservado al legislador, como
ocurre con los derechos fundamentales.” (STC 1557 c. 14) (En el mismo sentido, STC 1812
c. 16, STC 3056 c. 4)

No obstante aquella sumisión a la ley, ha hecho una salvedad: “las materias que
pueden regular los autos acordados excluyen aquellas que constitucionalmente son
reservadas a la ley, sin embargo, pueden precisar aspectos no sustanciales de las mismas”
(STC 783 cc. 25 y 29) (En el mismo sentido, STC 3056 c. 2)

18
Cea, obra citada, Tomo I, página 183.
22

Específicamente, se ha pronunciado en el sentido de que “la Corte Suprema tiene


competencia constitucional para regular la tramitación de la acción de protección,
radicando en la Corte de Apelaciones el conocimiento y resolución de dichos conflictos, tal
como lo ordena el artículo 20 de la Carta Fundamental, debiendo el máximo tribunal revisar
lo resuelto en uso de su superintendencia directiva y correccional sobre todos los tribunales
de la República, según lo preceptúa el artículo 82 de la misma Ley Suprema. Por
consiguiente la Corte Suprema, actuando dentro de su facultad de propender al mejor
servicio judicial, ha establecido en el Auto Acordado sobre tramitación del recurso de
protección, la facultad de revisar en segunda instancia las sentencias dictadas por las Cortes
de Apelaciones, en cuenta, como regla general, sin perjuicio de que también puede
efectuarse previa vista de la causa, en los casos que se señala.” (STC 1812 cc. 23, 24 y 36)

*El recurso de amparo.

Este punto, en cuanto a la competencia constitucional de la Corte Suprema para


regular la acción de protección, se presta para dudas, por cuanto dicha competencia le fue
conferida en forma expresa en el inciso segundo del artículo 2° del Acta Constitucional
N°3, de los deberes y derechos constitucionales, aprobada por el decreto ley N° 1552, de
1976, que estableció en nuestro ordenamiento por primera vez dicha acción constitucional.

El mencionado artículo expresaba lo siguiente:

“ARTICULO 2° El que por causa de actos u omisiones arbitrarios o ilegales sufra


privación, perturbación o amenaza en el legítimo ejercicio de las garantías establecidas en
el artículo 1°, N°s 1,3, inciso cuarto,7,9,10, 11,12,14,15, inciso primero, 16,17,19, inciso
final, 20, inciso séptimo; 22, inciso primero, y en la libertad de trabajo y el derecho a su
libre elección, podrá ocurrir por sí o por cualquiera a su nombre a la Corte de Apelaciones
respectiva, la que adoptará las providencias necesarias para restablecer el imperio del
derecho y asegurar la debida protección del afectado, sin perjuicio de los demás derechos
que pueda hacer valer ante la autoridad o los tribunales correspondientes.

La Corte Suprema dictará un auto acordado que regule la tramitación de este


recurso.”

*Dicta un auto acordado en ejercicio de la facultad que le había entregado el


constituyente.

El referido inciso final no quedó recogido en el actual artículo 20 de la Constitución


Política, la que, además, estableció la garantía del debido proceso en el artículo 19 N° 3, al
señalar que “toda sentencia de un órgano que ejerza jurisdicción debe fundarse en un
proceso previo legalmente tramitado. Corresponderá al legislador establecer siempre las
garantías de un procedimiento y una investigación racionales y justos”, esto es, su
regulación constituiría una materia de ley de conformidad al artículo 63, número 2, de la
misma Carta Fundamental.
23

En relación con el procedimiento aplicable al recurso de protección, resulta de


interés mencionar que, en alguna ocasión, se han alzado voces críticas al interior de la
propia Corte sobre la aplicación de algunos preceptos.

Particularmente, respecto del plazo establecido para la interposición de esta acción.


El texto refundido del auto acordado sobre tramitación y fallo del recurso de protección de
las garantías constitucionales, fijado en Acta N° 94-2015 de la Corte Suprema, establece en
su número 1° que debe interponerse “dentro del plazo fatal de treinta días corridos contados
desde la ejecución del acto o la ocurrencia de la omisión o, según la naturaleza de éstos,
desde que se haya tenido noticias o conocimiento cierto de los mismos, lo que se hará
constar en autos.”
En más de alguna ocasión, al confirmar la Corte Suprema la sentencia apelada
pronunciada por una Corte de Apelaciones, declarando que el recurso se presentó en forma
extemporánea, un Ministro, don Sergio Muñoz, estuvo por revocar la sentencia apelada y
en su lugar emitir pronunciamiento respecto del fondo, sobre la base de las siguientes
argumentaciones:

“1.- En el sistema de fuentes del derecho al conocer de los conflictos particulares,


no resulta posible desatender las normas generales impartidas por la autoridad, sea que
versen sobre materias sustanciales o procesales, principio que se denomina inderogabilidad
singular del reglamento;
2.- La Corte Suprema ha regulado por Auto Acordado diferentes materias, tanto
sobre la base de la habilitación general dada por la Constitución y la ley, como por
encargos específicos entregados al efecto. Reglamentación que está llamada a tenerse en
consideración respecto de las materias que regula, en tanto se encuentren vigentes, no se les
derogue y no exista una determinación que impida reconocerle sus efectos; determinación
que siempre debe adoptarse con carácter general, nunca en relación y solamente respecto de
un caso concreto del cual se esté conociendo;

3.- Sin embargo, en diferentes ocasiones, ya de manera reiterada, el Tribunal Pleno


de esta Corte Suprema ha desconocido lo normado en los autos acordados por ella dictados,
resolviendo lo contrario de la disposición general en el caso particular, reconociendo,
incluso, la posibilidad que se efectúe tal ponderación por los jueces de la instancia;

4.- Ante tal proceder surge con toda su fuerza el mandato del Artículo 8.2 letra h) de
la Convención Americana de Derechos Humanos que dispone el derecho al recurso judicial
ante un tribunal superior, como lo normado en el artículo 2.3 letra a) del Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos que reconoce el derecho a una acción efectiva
ante los tribunales a las personas cuyos derechos y libertades hayan sido violados;

5.- Es por lo anterior que, en tanto esta situación se mantenga, quien suscribe este
parecer particular considera que no puede restringir el acceso a la justicia de quienes
recurren a los tribunales, por así disponerlo una determinación de la Corte Suprema, puesto
que entiende que el principio de igualdad ante la ley y la justicia, el de no discriminación y
el de dignidad de todas las personas así se lo impone, por lo cual, en tales casos, se
abstendrá de reconocer aplicación a dicha normativa.
24

6.- Al establecerse mediante auto acordado el plazo de 30 días para interponer el


recurso de protección, se excluye del acceso a la justicia constitucional para quienes lo
hagan con posterioridad; restricción que contraría la normativa precitada en el motivo
cuarto y, por lo tanto, corresponde dar preminencia a ella y declarar que el recurso fue
interpuesto de manera oportuna.” 19

Los reglamentos de los Gobiernos Regionales y Municipalidades

El texto refundido, coordinado y sistematizado de la ley N° 19.175, Orgánica


Constitucional sobre Gobierno y Administración Regional, contempla la existencia de
reglamentos en su artículo 16, letra h), al establecer entre las funciones generales del
gobierno regional, de la “Dictar normas de carácter general para regular las materias de
su competencia, con sujeción a las disposiciones legales y a los decretos supremos
reglamentarios, las que estarán sujetas al trámite de toma de razón por parte de la
Contraloría General de la República y se publicarán en el Diario Oficial”.

Dicha atribución es desarrollada en los artículos 24, letra g), que le entrega al
gobernador regional la facultad de “Proponer al consejo regional los proyectos de
reglamentos regionales que regulen materias propias de la competencia del gobierno
regional, en conformidad a las leyes y a los reglamentos supremos correspondientes”, y 25,
inciso segundo, conforme al cual, si el gobernador regional desaprobare las modificaciones
introducidas por el consejo “a los proyectos de reglamentos a que se refiere la letra g) del
artículo precedente, podrá deducir las observaciones que estime pertinentes dentro del
término de diez días, acompañando los elementos de juicio que las fundamenten.
Transcurrido este plazo sin que se formulen dichas observaciones, regirá lo sancionado por
el consejo. En caso contrario, el consejo sólo podrá desecharlas con el voto conforme de la
mayoría absoluta más uno de sus miembros en ejercicio.”

Se contempla, además, un reglamento interno sobre el funcionamiento del consejo


regional. Los artículos 36, letra a) y 37 le otorgan al consejo regional la atribución de
“Aprobar el reglamento que regule su funcionamiento”, señalan que “su convocatoria se
efectuará conforme lo determine el reglamento, el que también establecerá los casos y
oportunidades en que el consejo se constituya en sesión secreta” y agregan que el “consejo
regional determinará en un reglamento interno las demás normas necesarias para su
funcionamiento, regulándose en él las comisiones de trabajo que el consejo podrá constituir
para desarrollar sus funciones, las que, en todo caso, serán siempre presididas por un
consejero regional, sin perjuicio de la asistencia de terceros cuya opinión se considere
relevante a juicio de la propia comisión.”

Por su parte, las municipalidades también cuentan legalmente con potestad


reglamentaria. Al respecto, la Excma. Corte Suprema ha dicho: “Como se sabe, los actos
administrativos pueden clasificarse en actos de efectos particulares y actos de efectos
generales. Los primeros son aquellos que afectan a personas determinadas, en cambio los
segundos involucran a un número indeterminado de personas. Pues bien, el reglamento es
un ejemplo típico de un acto administrativo de efectos generales.

19
Voto disidente en sentencia de 12 de marzo de 2019, Rol N° 324-2019.
25

El artículo 12 de la Ley Orgánica Constitucional de Municipalidades señala


expresamente que las resoluciones de éstas se denominarán ordenanzas, reglamentos
municipales, decretos alcaldicios o instrucciones, disponiendo expresamente en su inciso
3°: “Los reglamentos municipales serán normas generales obligatorias y permanentes,
relativas a materias de orden interno de la municipalidad”. Se consagra así la potestad
reglamentaria de este ente autónomo.

Concluyó razonando que “al ser el reglamento un acto administrativo de efectos


generales, necesariamente el mismo regula –como se dijo- intereses de un grupo
indeterminado de personas que puede ser más o menos extenso.” 20

En otra ocasión, aplicó el denominado “principio de inderogabilidad singular del


reglamento” en el ámbito municipal, señalando:

“Que, en el sistema de fuentes del derecho, al conocer de los conflictos particulares,


no resulta posible desatender las normas generales impartidas por la autoridad, sea que
versen sobre materias sustanciales o procesales, principio que se denomina inderogabilidad
singular del reglamento.
En el presente caso, con fecha 9 de marzo de 2015 se dictó el Decreto Exento
N°293/2015, que fijó el texto del Reglamento de Funcionamiento Interno del Concejo
Municipal de Antofagasta, conforme al cual, para revisar un acuerdo previamente adoptado,
se requiere la concurrencia de dos exigencias: i) la existencia de nuevos antecedentes y
circunstancias que no se hubieren invocado o de los que no se hubiere tenido conocimiento
al tiempo que se adopte el acuerdo; y ii) acuerdo de los dos tercios de los concejales en
ejercicio.

Se trata de una norma que rige un supuesto especial y que tiene como finalidad la
evitación de vistas y decisiones sucesivas de un mismo tema.

En consecuencia, el municipio reclamado se encontraba obligado al cumplimiento


de aquellas normas autoimpuestas y no podía pretender eximirse de ello esgrimiendo las
circunstancias particulares que rodeaban la situación de la actora, como tampoco la
existencia de otras normas que regulan la materia en términos generales, puesto que ello
implica contravenir sus actos propios, actuar que no puede ser digno de amparo jurídico, al
vulnerar el principio de la buena fe y la certeza que por la vía de su dictación se pretendió
otorgar a los administrados.” 21

El reglamento del Consejo de Seguridad Nacional

Los artículos 106 y 107 de la Constitución regulan el Consejo de Seguridad


Nacional, y conforme al inciso segundo de este último “Un reglamento dictado por el
propio Consejo establecerá las demás disposiciones concernientes a su organización,
funcionamiento y publicidad de sus debates.”
20
Sentencia de 7 de mayo de 2013, Rol N° 7231-2012, casación en el fondo, considerandos noveno y décimo.
21
Sentencia de 21 de julio de 2021, Rol N° 143.849-2020, casación en el fondo, considerando quinto.
26

El aludido Reglamento de organización y funcionamiento del Consejo de Seguridad


Nacional fue aprobado por el Consejo en su Tercera Sesión, de fecha 10 de mayo de 1988,
y publicado en el Diario Oficial el día siguiente. Formalmente, sólo ha sido modificado por
acuerdo del Consejo adoptado en su Séptima Sesión, de fecha 07 de agosto de 1990,
publicado el 15 de septiembre de 1990.

Sin embargo, la consagración constitucional de este organismo ha perdido


importancia en virtud de las modificaciones que se le han introducido, en especial por la
reforma constitucional contenida en la ley N° 20.050, del año 2005, que le fijó una función
simplemente asesora del Presidente de la República en las materias vinculadas a la
seguridad nacional, impidiéndole adoptar acuerdos salvo para dictar su reglamento. Ello
explica que no esté contemplado en el texto elaborado por la Comisión Experta.

Preguntas Segunda Unidad:

1.- ¿Qué tribunal, a su juicio, es competente para conocer la inconstitucionalidad


sobreviniente de una ley?

2.- En la actualidad, de acuerdo al artículo 64 de la Constitución, el Congreso Nacional


puede autorizar al Presidente de la República para dictar disposiciones con fuerza de ley,
pero advierte que “Esta autorización no podrá extenderse a la nacionalidad, la ciudadanía,
las elecciones ni al plebiscito, como tampoco a materias comprendidas en las garantías
constitucionales o que deban ser objeto de leyes orgánicas constitucionales o de quórum
calificado”, haciendo referencia a los tipos de normas legales contemplados en el artículo
66. La nueva regulación de esos tipos que contempla la Comisión Experta en su artículo 81,
¿produciría algún cambio en la normativa aplicable a los decretos con fuerza de ley que
establece el artículo 77?

3.- ¿Qué importancia tiene distinguir entre tipos de normas legales en lugar de diferenciar
entre tipos de leyes?

4.- Indique las distintas modalidades conforme a las cuales la Constitución extiende las
materias propias del dominio legal, de forma tal que restringe o condiciona el ejercicio de la
potestad reglamentaria del Presidente de la República.

5.- Teniendo presente la respuesta a la pregunta anterior, ¿se producirá un cambio


sustantivo en la relación entre el dominio legal y el dominio reglamentario si en definitiva
se aprobase la propuesta de la Comisión Experta contenida en su artículo 102, letra l), de
contemplar solamente la potestad reglamentaria de ejecución y no la potestad reglamentaria
autónoma?

6.- ¿Qué principio parece más adecuado para explicar la relación que existe entre los
distintos tipos de leyes o de normas legales que contempla la Constitución?

7.- ¿Es correcto decir que las normas que regulan la competencia del Tribunal
Constitucional establecen el rango infraconstitucional de los tratados internacionales?
27

8.- El 9 de septiembre de 2010, el Congreso Nacional comunicó al Presidente de la


República que había aprobado el "Tratado Constitutivo de la Unión de Naciones
Suramericanas", suscrito en Brasilia, República Federativa de Brasil, el 23 de mayo de
2008”. A partir de esa fecha, ¿el Presidente de la República tenía plazos para ratificar ese
tratado, dictar el decreto promulgatorio y publicarlo en el Diario Oficial?

9.- El 18 de abril de 2019, el Presidente de la República informó al Senado y a la Cámara


de Diputados que había decidido denunciar el tratado individualizado en la pregunta
anterior. Justificó esa decisión en las razones que expuso y solicitó la opinión de cada
Cámara. El Senado acordó no objetar la decisión y la Cámara de Diputados acordó
rechazarla. Teniendo en vista estas resoluciones del Congreso, ¿el Presidente de la
República pudo mantener su decisión y denunciar el tratado?

10.- Mencione los diferentes elementos que caracterizan el control de convencionalidad, de


acuerdo a la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

11.- ¿Qué caracteriza el reglamento? ¿Qué exigencia constitucional se aplica a los que
emite el Presidente de la República?

12.- De acuerdo al reglamento vigente sobre la materia, los nombramientos en el Comité


Financiero están sometidos al trámite de toma de razón por la Contraloría General de la
República. Sin embargo, atendido el cese en sus funciones de diversos integrantes de ese
Comité, que paralizan su funcionamiento por falta de quórum para sesionar, el decreto que
dicta el Ministerio de Hacienda nombrando a nuevos integrantes dispone que ellos
asumirán sus funciones a contar desde la fecha de dicho decreto, sin esperar su total
tramitación. En este caso, ¿considera ajustada a derecho esa medida excepcional?

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