El quehacer educativo se inserta en la estructura científica general a partir del siglo XVIII, intentando dejar atrás los marcos religiosos o empíricos-culturales para darle una estructura fundada en la razón a partir del trabajo de diversos intelectuales que lo reconocen como un objeto complejo al tener la tendencia hacia la universalidad 1; dadas las diversas intervenciones en el ápoca, hasta nosotros han trascendido tres ramas principales: la anglosajona, la alemana y la francesa. Todas ellas formando un aparte del cuerpo actual de la ciencia de la educación. En estas influencias se reconoce la idea de interpretar a la educación como un objeto con significación propia a partir de las diversas corrientes filosóficas que dieron forma a la Ilustración. A partir de esto se llevó a cabo la institucionalización del trabajo pedagógico incorporando cátedras universitarias, para evolucionar en carreras pedagógicas con la idea de encuadrarlas en la estructura general de lo científico. No como formadoras de docentes. Esto deja un vacío entre la formación y las necesidades de acción cotidiana en los docentes. Este vació queda en evidencia tanto en el funcionamiento directo de la enseñanza en el salón de clase, como en las necesidades exigidas por los sistemas de educación que están alineados con las políticas que los dominan y controlan como parte de lo “deseado por la sociedad”, insertando la problemática en los campos de la sociología y la psicología. Al final es el docente quien va integrando, de acuerdo a sus directrices internas e historia evolutiva, las mejores actividades a realizar para hacer funcionar la institución y hacer crecer el conocimiento directo en los discentes. Esto deja mucho huecos y maneras de enfrentar la cotidianeidad generada en un recinto de convivencia para el aprendizaje, y como menciona Furlán, la práctica se legitima a partir de las filosofías generales que dan raíz a la acción educativa desde la estructura científica y el quehacer cotidiano se explica e inserta a partir de la discusión de las teorías que le dan cabida a la ciencia de la educación en la estructura científica. También mencionado en el texto esto genera una hibridación de la pedagogía en la que se tienen diversos desencuentros entre lo planteado por diferentes enfoques educativos, las exigencias de los sistemas educativos y la práctica docente de todos los días. Suele ocurrir que la práctica cotidiana toma uno o dos conceptos específicos de algún enfoque educativo y los vuelve utilitarios a fin de justificar el quehacer docente. Mas al hacerlos utilitarios los despoja de la continuidad y los vínculos necesarios para conseguir la generalización que impulsaría el trascender del educando a lo visto en la escuela. Estas simplificaciones impactan directamente en los resultados esperados u ofrecidos por el enfoque utilizado para legitimar las acciones cotidianas. Estas acciones, por otro lado, se ven sujetas, y con frecuencia son destruidas por las exigencias impuestas en los sistemas educativos y las políticas de objetivo y funcionamiento que les dan forma a tales sistemas. Dichas políticas, también muestran disentimientos entre la fundamentación filosófica de una teoría pedagógica y el quehacer exigido en el trabajo cotidiano; desavenencias de tiempo, estructura y etapas educativas. Un parámetro más que el docente está obligado a introducir en su práctica cotidiana y que ha de buscar por sí mismo las metodologías, herramientas o cuando menos las condiciones mínimas necesarias para establecer una base sólida en la formación del alumno. Esto, por desgracia y con mucha frecuencia, termina por crear parodias o caricaturas de las filosofías educativas empleadas en determinadas etapas de la educación. 1. Ruiz Morón Deyse, et al. La pedagogía como discurso de poder en el ámbito escolar, Educere, vol. 21, núm. 69, pp. 253-258, 2017 Universidad de los Andes Por todo esto el docente termina enfrentándose a la obligatoriedad de informar resultados que en realidad no ha obtenido. El mismo sistema educativo establece mecanismos para que sus propios informes se adecuen a los objetivos planteados, inclusive desde observadores ajenos externos al país; donde, por nuevas presiones financieras, políticas o culturales se introducen más distorsiones a las filosofías educativas que se supone están siguiendo y que, como menciona Furlán están insertas desde la cientificidad a la estructura de diversos campos de estudio de la filosofía y la ciencia. Bien, el mismo texto menciona que la solución implementada ha sido la reinserción de la investigación en la practicidad de lo cotidiano, que desde el enfoque alemán tiende a establecer el vínculo entre teoría y práctica. Furlán evidencia en la misma línea las inconsistencias que emergen en dicho enfoque. Aun sin reconocer todas estas estructuras problematizantes mencionada en el texto, he aquí una de las incógnitas que me han acompañado desde mi introducción al estudio de las ciencias de la educación. ¿cómo armonizar estas teorías educativas con las condiciones en que tenemos que desenvolvernos cotidianamente? ¿En qué nos podemos basar para tratar de desarrollar la implementación de alguna de las teorías educativas? Me resulta evidente que no tenemos las condiciones adecuadas para tratar de llevarlas adelante con un buen éxito. Comenzado con la audiencia que se cree cautiva y que de poco podemos internalizarnos en ellos en función de sus condiciones y deseos personales, familiares, comunitarios y sociales y de las tan poco firmes políticas que impulsan cada efímero proyecto que nos atenaza en sus ideas filosóficas grandilocuentes que tienden, también mencionado por Furlán, a olvidar el objeto de trabajo y establecerlo dentro de un marco social, a menudo, incongruente con las necesidades que son fuentes de sus deseos. También nos encontramos con que los objetos graduados en etapas anteriores no han desarrollado, ni de lejos, los beneficios que se le asignan a una teoría en particular, dominante en un determinado, pero efímero periodo. Además, los productos con los resultados vociferados por la política implementada en su momento y por el grupo en el poder, que suele ser más longevo que le política misma; llegan abanderados con la consigna de continuar con la política vigente o con toda la capacidad de cambiar de política para “potenciar” los resultados que han sido adulterados con frecuencia y en general por método y obligación. En este tenor, los practicantes de la pedagogía tienden a mantener sus inercias y, de nuevo, disfrazar métodos y resultados para mantenerse vigentes y en boga, o como se ha acuñado en años recientes como docentes innovadores. Esta misma acuñación también ha sido entendida en diversas instancias como la aplicación forzada y, a menudo, desarticulada, de conceptos de innovación acordes con las nuevas corrientes de lustre, pero no de fondo. De este modo conceptualizo mi acuerdo con la mención en el texto del desacuerdo entre el valor social asignado al monopolio de la formación de la sociedad y sus integrantes con las bases de las ciencias reproducidas y las maneras de realizarlas. Por tanto, ¿cómo armonizar las teorías educativas con el quehacer cotidiano insertado en el ámbito psicológico, comunitario, político y social? No se muestra con un objetivo único y perseguible desde un solo enfoque. Se requiere de la hibridación dinámica de amplios campos de filosofía, ciencia y metodología. Por tanto, de fondo mi pregunta es ¿Es posible identificar una filosofía educativa que pueda armonizar con la hibridación mencionada? Y ¿hay manera de minimizar las disrupciones que surgen a partir de las inconsistencias entre el discurso, la exigencia política, lo cotidiano y las necesidades individuales y sociales tanto del discente como del docente?
René Gutiérrez Báez.
Notas sobre la pedagogía. Alfredo Furlán y Miguel Ángel Pasillas ¿En qué estructura científica se inserta el quehacer educativo? La idea de que la educación es un proceso de formación de trabajadores para la industria a acompañado mi desarrollo académico por largo tiempo, sin lograr permear del todo en mis estructuras cognitivas; en el fondo siempre ha estado el germen de “aprender para trascender”, la de idea de que la ciencia es mucho más que desarrollar una actividad productiva. Así, como menciona Furlán, he visualizado a la educación desde la cientificidad; sin conocer a fondo las diversas influencias que la rama de la educación recibe de la Ilustración, entre los objetivos de mi búsqueda está el de encontrar algunas formas de hacer crecer el conocimiento que fundamenta la educación a partir de las diversas ramas del saber que componen la ciencia, trascendiendo el hecho meramente utilitario, sin desmerecerlo, de la acción educativa. Buscar en qué ramas filosóficas puede sustentarse el visión externa, así como la autoconcepción de los actores, las políticas y normatividades de los sistemas educativos me resultan de gran interés, creo, por mi propia resignificación y meta futura de poder aportar propositivamente las diversidad de ideas, creencias e imaginaciones sobre una manera alternativa de atacar la problematización en que la educación tiene que desenvolverse, a pesar de la obligatoriedad en que tales alternativas, como menciona Pasillas, deban destruir, reformar, o remozar algunas estructuras ya reconocidas y aceptada en amplio campo educativo. También he de mencionar como reconocidas las ideas de la educación como actos de reproducción de ideas mencionadas por Pasillas, de contención y control como parte de la legitimación social del acto de la educación en los diversos momentos históricos y etapas culturales. Hasta ahora, las he entiendo como “Reprimir para liberar”, como Pasillas hace referencia en el texto de Llerena. Incontables veces he aceptado frases como “la ciencia es un quehacer de imaginación estructurada”, “la invención se alcanza desde la disciplina” o “una genialidad se compone 95% de dominio de la técnica y 5% de creatividad”. Es aquí donde me salta la duda, ¿qué tanto es necesario? ¿cuánto de alejas de la legitimidad de la acción educativa para un individuo en particular? Esto está en relación directa, con la idea subyacente a la principal que me orienta a cerca de la educación como parte de la epistemología general de la ciencia; esta idea es el descenso de las teorías a la conformación de metodologías y técnicas de aplicación de estas teorías al proceso mismo, como se menciona en el texto a lo pedagógico; a reaccionar, a veces negativamente, ante políticas impositivas, ideas y quehaceres ya cercanos razonando desde la distancia y buscando maneras de continuar hacia la emancipación de los discentes y el de mi propio quehacer, más allá de políticas de baja fijación, bastante móviles y evolutivas, en casi cualquier momento, disruptivas con el trabajo previo; inclusive, en ocasiones vilipendiando los trabajos anteriores sin reconocer la utilidad y, en ocasiones, grandes logros alcanzados históricamente o etiquetándolos de accidentes o casualidades momentáneas; no como expresión de un proceso, quizá largo y solo parcialmente visible. Estos son los dos motores que mueven mi actuar y que pueden se insertados en el texto del campo pedagógico.