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Unidad 3
Hay que tener en cuenta que el art. 6º habla de intervenir “en” el “territorio” de las provincias, y
no de intervenir “a” las provincias, o “las provincias”, lo que da pie para interpretar que la
constitución no impone necesaria ni claramente que la intervención haga caducar, o sustituya, o
desplace, a las autoridades provinciales.
Sin embargo, con la reforma de 1994, el art. 75 en su inc. 31 establece: “Disponer la intervención
federal “a” una provincia o a la ciudad de Buenos Aires. Se puede entonces advertir
comparativamente que mientras el art. 6º habla de intervenir “en el territorio de las
provincias”, el inc. 31 —y su correlativo 20 del art. 99— mencionan la intervención “a una
provincia o…”. Además, se ha previsto la viabilidad de la intervención federal a la ciudad de
Buenos Aires, debido al régimen autonómico que le asigna el nuevo art. 129.
(*)La forma republicana de gobierno no puede reputarse alterada por cualquier desorden
doméstico o conflicto entre los poderes provinciales. Tan sólo la tipifican:
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DERECHO CONSTITUCIONAL DEL PODER
Unidad 3
La garantía federal actúa en la intervención tendiente a tutelar la forma republicana, como una
facultad y una obligación del estado federal, que tanto puede significar sanción a la provincia que
la perturba, cuanto simultáneamente reconstrucción o restauración de sus instituciones (que, a su
vez, implica conservación de las mismas dentro de la compatibilidad y congruencia impuestas por
la forma federal).
a) sedición;
b) invasión de otra provincia
Está claro que si el art. 6º prevé la intervención para “sostener” a las autoridades provinciales,
la amenaza de deposición es causa suficiente.
Si acaso ninguno de los tres órganos titulares del poder pudiera de hecho pedir la
intervención, la acefalia total permitiría al gobierno federal presumir la requisitoria para intervenir
sin solicitud expresa.
Si hay una causal de intervención por la que el gobierno federal puede intervenir “por sí
mismo” y se le acumula otra por la que puede intervenir “a requisición” de las autoridades
provinciales, creemos que el gobierno federal tiene suficiente competencia interventora “de
oficio”, aunque falte el requerimiento provincial.
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Unidad 3
¿Quién declara la intervención? El art. 6° de la const. Nacional indica que quien interviene es el
gobierno federal.
La reforma constitucional de 1994 en el nuevo art. 75, inc. 31, declara facultad del congreso
“disponer la intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires. Aprobar o revocar
la intervención decretada, durante su receso, por el poder ejecutivo”.
El nuevo art. 75, inc. 24, impide, a contrario sensu, que el presidente disponga intervenciones
fuera del periodo de receso del congreso.
ARTÍCULO 6°- El Gobierno federal interviene en el territorio de las provincias para garantir la
forma republicana de gobierno, o repeler invasiones exteriores, y a requisición de sus autoridades
constituidas para sostenerlas o restablecerlas, si hubiesen sido depuestas por la sedición, o por
invasión de otra provincia.
ARTÍCULO 75° inc. 31- Corresponde al congreso disponer la intervención federal a una provincia o
a la ciudad de Buenos Aires.
ARTÍCULO 99° inc. 20- El Presidente de la Nación tiene las siguientes atribuciones: Decreta la
intervención federal a una provincia o a la ciudad de Buenos Aires en caso de receso del Congreso,
y debe convocarlo simultáneamente para su tratamiento.
Dispuesta la intervención, cualquiera sea el órgano competente que lo haga, el nombramiento del
interventor federal corresponde siempre al poder ejecutivo (art. 99 inc. 7º in fine).
-El interventor es un funcionario federal, que representa al gobierno federal y actúa como
delegado o comisionado del presidente de la república. Su marco de atribuciones depende del
acto concreto de intervención, de la finalidad y alcance que le ha asignado el órgano que la
dispuso, y de las instrucciones precisas que se impartan al interventor por el poder ejecutivo. La
extensión de aquellas atribuciones debe interpretarse restrictivamente.
-En el funcionamiento práctico, la intervención ha mostrado desde hace tiempo que el interventor
reemplaza a la autoridad provincial a la que se ha dado por cesante (según que la intervención se
disponga a los tres órganos de poder, a dos, o a uno). Cuando abarca al ejecutivo, el gobernador
cesa en su cargo y es reemplazado por el interventor. Cuando abarca a la legislatura, ésta se
disuelve. Cuando abarca al poder judicial, el interventor no suplanta a la totalidad de jueces y
tribunales provinciales ni ejerce sus funciones, sino que se limita a reorganizar la administración
de justicia, a remover jueces y a designar otros nuevos.
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la misma legislatura, por analogía con el criterio restrictivo de la doctrina de facto (en esa
competencia se incluye todo lo relacionado con el fin de la intervención federal).
En la medida en que caducan autoridades provinciales y sus funciones son asumidas por el
interventor, éste es, además de funcionario federal, un sustituto de la autoridad provincial, y en
este carácter local puede proveer a las necesidades locales, según lo ha reconocido la
jurisprudencia de la Corte Suprema.
-El derecho judicial derivado de la jurisprudencia de la Corte Suprema tiene resuelto que el
interventor o comisionado federal es representante directo del poder ejecutivo federal y asume
toda la autoridad conducente a los fines de la intervención. Ejerce los poderes federales expresos
y transitorios que se le encomiendan, y su nombramiento, sus actos y sus responsabilidades
escapan a las leyes locales. No es admisible, por ende, la impugnación de actos del interventor so
pretexto de no ajustarse al derecho local; ello porque en aplicación del art. 31 de la constitución,
el derecho federal prevalece sobre el derecho provincial (véase el célebre caso “Orfila Alejandro”
—fallado en 1929—).
En la misma jurisprudencia de la Corte encontramos asimismo esta otra afirmación: “el tribunal ha
declarado, con cita de antiguos precedentes, que los interventores federales, si bien no son
funcionarios de las provincias, sustituyen a la autoridad local y proveen al orden administrativo
de ellas, ejerciendo las facultades que la constitución nacional, la provincial, y las leyes
respectivas les reconocen”.
- Las precauciones que han tomado algunas provincias en sus constituciones, circunscribiendo y
limitando las facultades de los interventores federales, o estableciendo el efecto de las ejercidas
una vez que la intervención ha concluido, obedecen al recelo (desconfianza) suscitado por la
experiencia de intervenciones poco o nada constitucionales. Pero pensando en una intervención
dispuesta dentro del espíritu y la letra de la constitución federal, conforme a causas reales,
creemos que las provincias no pueden dictar normas que obsten a la intervención federal. La
suerte de tales disposiciones en cuanto a su validez y constitucionalidad no sería exitosa si se las
impugnara judicialmente. No resulta objetable, en cambio, el principio que consiente la revisión
provincial ulterior de los actos del interventor que se cumplieron con apartamiento de normas
locales preexistentes.
Aun cuando hemos dicho que conforme al derecho judicial vigente el acto de intervención no es
judiciable, sí son justiciables los actos de los interventores; toda cuestión judicial que se suscita
acerca de medidas adoptadas por ellos en ejecución de la intervención, es ajena a la competencia
de los tribunales provinciales, ya que por la naturaleza federal de la intervención debe intervenir la
justicia federal.
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Se exceptúan los actos llevados a cabo por los interventores como autoridad local —por ej., las
normas de derecho provincial que dictan, o los actos administrativos que cumplen en reemplazo
del gobernador—.
Las emergencias son situaciones anormales o casos críticos que, previsibles o no, resultan
extraordinarios y excepcionales.
Los eventos que perturban el orden constitucional con carácter de emergencia son
acontecimientos reales o fácticos. Al contrario, los institutos de emergencia, son creaciones del
derecho que importan medidas de prevención, seguridad y remedio para contener, atenuar o
subsanar las emergencias.
b) fuera de la constitución formal, la constitución material conoce una emergencia que cabe
denominar crisis económica.
d) la constitución formal encara una especie particular análoga a la emergencia cuando, con
mucho rigor de condicionamientos y excepcionalidad extrema, autoriza en el art. 99 inc 3° a que el
poder ejecutivo dicte decretos de “necesidad y urgencia”.
En cuanto a los institutos de emergencia, la constitución formal sólo regula expresamente uno,
que es el ESTADO DE SITIO, para las dos emergencias señaladas en el anterior inc. a): guerra y
conmoción interna.
El “estado de guerra” como instituto propio de una situación de guerra surge implícitamente de
las previsiones que contemplan competencias de los órganos de poder para declarar la guerra (art.
75 inc. 25 y art. 99 inc. 15).
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a) por un lado, producen un efecto en el derecho constitucional del poder o parte orgánica
de la constitución, que es el de acrecentar ciertas competencias del poder, reforzando las
de alguno o varios de los órganos del poder;
b) por otro lado, surten otro efecto en la parte dogmática de la constitución originando una
restricción de libertades, derechos y garantías individuales.
Jurisprudencia:
*Nuestra Corte Suprema tuvo ocasión de referirse a las emergencias y a sus institutos
en la sentencia del 21 de junio de 1957 en el caso “Perón Juan D.”; en él dijo que las situaciones
caracterizadas en la doctrina como “de emergencia” “derivan de acontecimientos
extraordinarios, imprevisibles o bien inevitables con los recursos ordinarios, y que tienen una
repercusión muy honda y extensa en la vida social, de suerte que demandan remedios también
extraordinarios: a veces son acontecimientos de carácter físico, como un terremoto, una grave
epidemia, etc.; a veces, de índole económica, como las que han determinado en nuestro país —y
en la generalidad de los países extranjeros— legislaciones especiales, de efectos restrictivos
para el derecho de propiedad consagrado por la constitución: así las leyes de moratoria
hipotecaria y de prórroga de los arrendamientos... También la emergencia puede provenir, sin
duda, de un acontecimiento político, como es la revolución, pues lo que hace que una situa-ción
tenga aquel carácter no es la naturaleza del hecho determinante, sino su modo de ser
extraordinario, la gravedad y amplitud de sus efectos y la necesidad imperiosa de establecer
normas adecuadas para restablecer los intereses públicos afectados”.
Y a renglón seguido, la Corte sienta la regla o el principio básico, que extrae de la jurisprudencia de
la Corte de los Estados Unidos: “Aunque la emergencia no puede crear un poder que nunca existió,
ella puede proporcionar una razón para el ejercicio de poderes existentes y ya gozados”.
Conforme a ello, nuestra Corte deja establecido dos cosas: a) que la emergencia no autoriza el
ejercicio por el gobierno de poderes que la constitución no le acuerda; b) pero la emergencia
justifica, con respecto a los poderes concedidos, un ejercicio pleno y a menudo diverso del
ordinario, en consideración a las circunstancias excepcionales.
*Más recientemente, en el caso “Peralta Luis A. y otro c/Estado Nacional, Ministerio de Economía,
BCRA”, fallado el 27 de diciembre de 1990, la Corte enfocó una emergencia económica, y en
relación con ella desplegó pautas que, de alguna manera, delinean un contorno para las
situaciones de excepción en general. Hay en la sentencia numerosas alusiones a la necesidad de
evitar el desmembramiento del estado, de asegurar su subsistencia, de atender a la conservación
del sistema político y del orden económico, de no frustrar la unión nacional y el bienestar general,
todo ello enderezado a un uso más intenso y urgente del poder estatal en momentos de
perturbación y de emergencia.
En el mismo caso “Peralta” la Corte dijo: que el derecho de emergencia‟ no nace fuera de la
constitución, sino dentro de ella; se distingue por el acento puesto según las circunstancias lo
permitan y aconsejen, en el interés de individuos o grupos de individuos, o en el interés de la
sociedad toda”
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El estado de sitio es el único instituto de emergencia reglado por nuestra constitución. Está
previsto para dos situaciones, cuyas causas son:
a) ataque exterior;
b) conmoción interior.
Pero ninguna de ambas emergencias configura por sí sola causa suficiente si faltan los recaudos
que tipifica la norma del art. 23.
La constitución cuida de diseñar prolijamente los casos. Para que el ataque exterior y la conmoción
interna permitan declarar el estado de sitio, es menester que:
De ello se desprende que para la validez constitucional del estado de sitio es imprescindible la
causa configurada (o presupuesto) de la siguiente manera:
El peligro para las autoridades provinciales cabe como presupuesto del estado de sitio,
porque ellas son “autoridades creadas por la constitución”, desde que ésta las erige y garantiza
con autonomía dentro de la forma federal.
Artículo 23 CN:
ARTÍCULO 23.- En caso de conmoción interior o de ataque exterior que pongan en peligro el
ejercicio de esta Constitución y de las autoridades creadas por ella, se declarará en estado de sitio
la provincia o territorio en donde exista la perturbación del orden, quedando suspensas allí las
garantías constitucionales. Pero durante esta suspensión no podrá el presidente de la República
condenar por sí ni aplicar penas. Su poder se limitará en tal caso respecto de las personas, a
arrestarlas o trasladarlas de un punto a otro de la Nación, si ellas no prefiriesen salir fuera del
territorio argentino.
Causas: Los arts. 23, 75 y 99 de la Const. Nacional aluden a dos motivos: conmoción interior y
ataque exterior; pero bajo una condición: que uno de ellos (o los dos) pongan en peligro el
ejercicio de la constitución y de sus autoridades. Normativamente, pues, no toda conmoción local
o agresión externa justifica el pronunciamiento del estado de sitio.
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DERECHO CONSTITUCIONAL DEL PODER
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La Constitución ha arbitrado aquí un procedimiento complejo, según las causales que motivan la
declaración del estado de sitio.
2) ATAQUE EXTERIOR. Según el art. 99, inc. 16, de la Const. nacional, compete al presidente con
acuerdo del Senado. Esta actuación senatorial (y no de todo el Congreso) es curiosa, ya que en
asuntos de relaciones internacionales el Poder Legislativo argentino actúa con las dos cámaras y
no con una sola (como en cambio ocurre, p.ej., en los Estados Unidos de América, para la
aprobación de los tratados).
La Constitución no indica qué pasa si el Senado está en receso. ¿Debe el presidente convocarlo a
sesión extraordinaria, o puede disponer por sí el estado de sitio, como en el caso de conmoción
interior? En 1865, Mitre recurrió a otra modalidad; en abril de ese año lo pronunció ad
referéndum del Senado, que a su vez, convocado, lo convalidó en mayo.
Por último, las provincias tienen prohibido pronunciar el estado de sitio en su respectivo territorio.
La pauta que nos lleva a propiciar esta limitación inicial en el tiempo está dada en el art. 99 inc. 16,
donde al conferirse al poder ejecutivo la facultad de declarar el estado de sitio con acuerdo del
senado en caso de ataque exterior, dice expresamente “por un término limitado”.
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Unidad 3
En el caso “Granada Jorge H.”, fallado el 3 de diciembre de 1985, la Corte retoma el criterio de que
la declaración del estado de sitio debe cumplir el requisito de establecer plazo expreso y
determinación del lugar, añadiendo con respecto al plazo que él resulta condición de validez del
acto de suspensión de las garantías, y que debe ser breve, porque la extensión indefinida del
estado de sitio demostraría, en realidad, que ha caducado el imperio de la constitución que con él
se quería defender.
Extensión territorial: El art. 23 de la Const. nacional contempla una declaración parcial del estado
de sitio, para "la provincia o territorio donde exista la perturbación del orden". La expresión
territorio permite circunscribir el radio de aplicación del instituto a un sector de una provincia, o
de varias, o de zonas de la Capital Federal, etcétera.
Hasta 1902, recuerda Gregorini Clusellas, el 75% de los estados de sitio declarados fueron de
aplicación geográfica parcial; pero desde entonces ha predominado la tendencia contraria.
La Corte Suprema ha puntualizado que el pronunciamiento del estado de sitio para todo el país no
es inconstitucional "cuando la importancia o los efectos de la conmoción interior o del ataque
exterior trascendieran los límites de una provincia o de un lugar dado del territorio, a juicio del
poder llamado a declararlo" ("Aya Tortales", 7/2/34, citado por Rébora).
Nos parece que las distintas posturas pueden agruparse en cuatro tesis fundamentales:
a) Suspensión amplia de todas las garantías, incluyendo en el vocablo “garantías” a los derechos
en su totalidad. A esta teoría se le ha replicado que, de ser constitucionalmente exacta, permitiría
durante el estado de sitio confiscar la propiedad, expropiar sin indemnizar, tramitar procesos
judiciales sin respetar el debido proceso y la defensa en juicio, obligar a declarar contra sí mismo,
etc.
b) Suspensión amplia de todas las garantías, pero sometiendo las medidas restrictivas a control
judicial de razonabilidad cuando quien soporta una limitación la impugna judicialmente, con una
única retracción: no son judiciables las medidas que recaen sobre la libertad corporal (o sea, el
arresto y el traslado de personas), salvo que con ellas se aplicara una pena o se negara el derecho
de opción para salir del país.
c) Suspensión limitada de las garantías, para afectar solamente el ejercicio de aquellos derechos
que resulte incompatible con los fines del estado de sitio, más el control judicial de razonabilidad
cuando se impugna una medida determinada, a efectos de verificar si se ha cumplido o no la regla
antes señalada.
d) Suspensión restringida y única de la libertad corporal, que puede afectarse por arresto o
traslado de las personas; todos los otros derechos escapan a cualquier medida restrictiva.
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Unidad 3
Por el arresto ordenado por el Poder Ejecutivo sobre el Senador Leandro N. Alem durante el
estado de sitio, se presenta un Habeas Corpus para su inmediata liberación, llegando a la Suprema
Corte.
Los jueces de la Suprema Corte se basan en los artículos 23 (el Presidente no podrá aplicar penas
por sí. Solamente podrá arrestar o trasladar personas) y 61 (ningún Senador o Diputado, durante
el ejercicio de su función, puede ser arrestado, excepto en el caso de ser captado infraganti). Y
concluyen que “el estado de sitio, lejos de suspender el imperio de la Constitución, se declara para
defenderla, y lejos de suprimir las funciones de los poderes públicos por ella instituidos, les sirve
de escudo contra los peligros de las conmociones interiores o ataques exteriores.” Por lo tanto, el
Presidente no tiene la facultad de arrestar a miembros del Congreso y que las garantías
constitucionales no quedan suspendidas para las autoridades creadas por la Constitución.
Control judicial de las medidas dictadas: (pagina 515 cap XVII N.S)
Con acierto, el art 4° de la ley 23.098 contempla cuatro variables de esta acción, a fin de
comprobar:
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Unidad 3
En materia de control judicial del ejercicio del derecho de salir del país por parte de los detenidos
por el Poder Ejecutivo, en ocasión del estado de sitio (art. 23, Const. nacional), ha dicho la
Corte que la suspensión sine die de la facultad de opción para salir del país no es constitucional, ya
que importaría una pena prohibida por el art. 109 de la Const. Nacional ("Puccio", Fallos,
304:1210, y "Navarro", Fallos, 305:1440); y que tampoco se compatibiliza con la Constitución
nacional la indefinida denegatoria de opción ("Marino", Fallos, 304:1027).
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