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3 El narcisismo

RETORNO A OVIDIO
Queda por detallar, clasificar, estudiar y luego archivar una imaginería concerniente a Narciso y el narcisismo
incluso después de tres mil años. Toda una moraleja ha sido elucubrada y a la cual, por su parte, el psicoanálisis no ha
dejado de contribuir extensamente.
El pensamiento greco-latino que dio nacimiento y consistencia al narcisismo está desde hace mucho tiempo
completamente reprimido, y nada ni nadie lo ha sacado de su lugar de ocultamiento. Este lugar ¿dónde se lo puede
encontrar actualmente? Simplemente en el libro III de las Metamorfosis de Ovidio. Hay que volver a esas centenas de
versos para saber a fin de cuentas qué es Narciso y el narcisismo.
He aquí un ejemplo característico de las divagaciones que el mito todavía da: “Narciso se enamora de él mismo
cuando descubre su imagen en el espejo en una capa de agua; la fascinación que ejerció sobre él su propio reflejo le
hizo entrar en una languidez mortal. Por no haberse amado más que a sí mismo, Narciso murió en tanto que hombre y
sobrevivió en la flor que lleva su nombre 1.” ¡Aunque jamás se haya leído Ovidio, muchos sostienen una fábula
semejante que sin embargo es constitutiva de mucho de lo que se dice y escribe sobre este mito!
NARCISO
El mito se anuncia por dos palabras: lapsus y lassus, palabras contrarias que significan, movimiento para la
primera, inmovilidad para la segunda; palabras contrarias que reúne lo que le es común: la incoercible coacción. Esta
insistente coacción caracteriza a Narciso, ser móvil e inmóvil, cambiante pero siempre el mismo. Se inmoviliza (lassus)
para descansar y reabastecerse cerca de una superficie [plan] de una fuente que nadie había tocado, es tomado de un
impulso (lapsus) amoroso que lo atormenta, que no lo deja más en paz. Tiende a unirse al objeto de su deseo, se
sorprende que no responda a sus acercamientos, de que sus avances no lo émeuvent. Ovidio va en el sentido del
desconocimiento del lector: el objeto de amor de Narciso no es más que su propio reflejo. Tal es el discurso del poeta,
tal es nuestra constatación. Pero esto no es para nada el discurso que Narciso articula. Narciso no está en ningún caso
enamorado de su reflejo.
Este es curiosamente el punto ciego de muchos lectores del texto de Ovidio, así como numerosas elaboraciones
concebidas sobre Narciso. Es verdad que Ovidio nos hace creer que Narciso está enamorado de si mismo, de su reflejo.
Su sed estancada, Narciso está tomado por otra sed: “esta imagen no tiene nada que le sea propio”, etc. Pero cuando se
lee cuidadosamente uno encuentra otra cosa: “sin saberlo se desea a si mismo”; o bien: “no sabe que es él a quien ve”; y
finalmente: “¡quien quiera que tu seas, sal de ahí!” Narciso no está entonces enamorado de él, ni de su reflejo: Narciso
está enamorado de un otro. Aquí verdaderamente, “Yo es un otro” [Je est un autre]. El reflejo, es un extranjero de la
escena –el narrador- quien lo ve.
¿Por qué el narcisismo concerniría sólo al reflejo de sí, o sólo la relación amorosa especular? ¿Por qué
no llamamos narcisismo justamente lo que le ocurre exactamente a Narciso, a saber, que cuando el amado es
otro en la relación amorosa ésta se mantiene [tient], y por el contrario, desde el momento que el amante descubre
que el amado no era más que su doble, esta relación amorosa cesa? El narcisismo puede ser esta psicopatología
particular por la cual, en el seno de una pareja de enamorados, cada uno se toma para prendarse de un otro, que no es
en realidad y sin saberlo, él mismo, su doble especular. Del momento que cesa ese narcisismo, la pareja se separa: cada
uno cesa de estar engañado de su imagen.
Repentinamente Narciso exclama, como golpeado por una tukè: Iste ego sum! “¡Pero soy yo!” Y añade
inmediatamente: Sensi, nec me mea fallit imago. “Ya capté: nunca más mi imagen me hará fallar [faillir]”. Narciso no
está prendado ni de si mismo, ni de su reflejo, pero cuando se da cuenta que no es de un otro que está enamorado sino
de él, comprende que ha sido engañado por su imagen y declara que nunca más su imagen jugará con él. Este Iste ego
sum! Prueba irrefutablemente que Narciso está prendado de un otro e inscribe en falso todas las inepcias especulares
que desde hace cerca tres milenios se elucubran respecto a esto. “Toda la tradición es unánime: Narciso, viéndose en la
fuente cree ver un otro y se enamora de este otro sin saber que este otro no es más que su propio reflejo en el agua (…)
Narciso cree entonces ver en el agua, no su propio reflejo, sino un ser viviente, un otro hombre, cuya belleza lo
fascina2.”
O utinam a nostro secedere corpore possem. “Ah poder cortarse de su propio cuerpo. [Ô povoir se couper de
son progre coros]” Pues de hecho, lo que se ama de sí en el otro, sin saberlo, es también su propio cuerpo. Todo lazo
amoroso es en esta perspectiva una relación narcisista. El otro, el sujeto amado, sin saberlo, no es sino el propio cuerpo
del amante: en el amor, su propio cuerpo no es más que el cuerpo del otro. La diferencia no está entonces en lo que se
creería.
Finalmente: Nunc duo concordes anima moriemur in una. “De no concordar dos, nuestras almas no morirán en
una.” Este fragmento es el significante amo S1 de toda la literatura romántica y trágica occidental: Tristán e Isolda.
Romeo y Julieta, son los ejemplos los más conocidos, lo más celebres. La psicopatología narcisista, aquella de los
grandes amores, no encuentra su realización, su culminación, sino en la muerte como uno. Pero por esta muerte de dos
almas en una, Ovidio asesta un rudo golpe a la filosofía de la separación del alma y del cuerpo. Para Ovidio, en efecto,
el alma es el lugar del narcisismo, y las almas solas pueden entre ellas tener una verdadera relación.
1
P.Dessuant, Le Narcissisme,Paris, PUF,coll. “Que sais-je?”, 1993, p.4.
2
P. Hadot, “Le mythede Narcisse et son interprétation par Plotin”, en Narcisses, Paris, Gallimard, coll. “Folio/Essais”,
1976, p.139-140.

1
LA MADRE Y SU RECIÉN NACIDO NARCISISTA
Cuando nace su hijo, la madre se ocupa de él por su amor. Ella lo ama, pero sin embargo el cuerpo del niño
que ella mima y del que se ocupa no es otro más que su propio cuerpo. ¿Cómo podría ser de otro modo? Su retoño sale
apenas de sus entrañas: es todavía como un fragmento caliente de lo real de su propio cuerpo. Ella no ama más que su
propio cuerpo en él pero, división importante y esencial articulación narcisista: en él ella no ve sino un otro, un ser que
le es otro y que es simbólico de todas sus esperanzas [espoirs], de todas sus expectativas [espérances]. El primer tiempo
del narcisismo se compone entonces de tres elementos: primer elemento, la madre; segundo elemento, su cuerpo,
metáfora del cuerpo de su hijo; tercer elemento, el niño que le es otro. Lo simbólico, lo real y lo imaginario están
entonces anudados de golpe entre la madre y su recién nacido.
Que la madre no vea más que un otro en el niño, mientras que ella no ama en él sino su propio cuerpo es algo
afortunado [est hureux]. Supongamos una madre que no ve nada de su propio cuerpo en su hijo: sería ya no más
simbólico, sino totalmente otro, totalmente real. No podría estar enamorada; no sería el fruto de sus entrañas.
Lo que es verdad para la madre, y el nudo RSI que pone a trabajar con su recién nacido, es no menos verdad
para cada uno de los miembros del círculo de familia. La observación tan clásica del rasgo identificado como tal –está la
nariz de, los ojos de, la boca de, grano de belleza de, etc.- no es justamente hecho en relación de quien lo articula en el
rasgo preferido. Ese rasgo ¿gusta o no a quien lo atribuye, es decir, a quien hace un injerto sobre su cuerpo propio? La
atribución toma sentido de la respuesta a esta cuestión. Esta atribución, en todo caso, hace que el cuerpo del niño no es
todo el cuerpo de la madre.
Asimismo el niño, desde su nacimiento, es hablado por todos lados mientras que no articula sino de un punto,
el mismo, como diría Lacan; es mirado por todos los lados mientras que él no ve sino de un solo punto. Su ser como su
cuerpo se proyecta y van entonces mucho más allá del simple límite de su piel. Esta extensión es subrayada a contrario
cuando se dice de él que se repliega sobre sí mismo: el doblaje reductor se entiende bien en ese repliegue.

NO HAY NARCISISMO POSIBLE ANTES DEL ESTADIO DEL ESPEJO


¿Porque no se deja mecer por ese narcisismo originario? Porque hace de él un otro, primero, y por ello,
[d’abord, et ensuite] porque su relación a los otros no es para nada narcisista. Esta relación a los otros puede a su
regreso llegar a ser auto-erótica: nunca es primordialmente narcisito. El recién nacido no es para nada un Narciso; le
hace falta esperar, para el futuro [le devenir], el estadio del espejo. El niño puede ser egoísta, egocéntrico, paranoico, es
decir, omnipotente al punto de hacer de sí el origen de todo lo que le es extraño: no es narcisista.3 Si el narcisismo es
infantil, es en el a posteriori y por el efecto de una estructura; el narcisismo infantil no es nunca –como lo que se dice
del asma- “de nacimiento”…
Para el niño que viene de nacer, los objetos como los seres que lo rodeas, todo le es otr, en el sentido en que le
es preciso confrontarse a ese real para hacer algo que le sea familiar, su madre en partícula, colocada en el lugar del
gran Otro y primero de los objetos a, no es por esto mismo [n’est à ce titre justement pas] especular para él. Su relación
de familiaridad a un objeto, ¿cómo lo reconoce entonces? [á quoi le reconnaît alors?] En el tacto, en la palpación, en el
tocar al cual inviste, luego a la oralidad devorante que lo lleva a incorporárselo; tocar e incorporación típicas de la toma
de posesión –típicas del amor y de la relación sexual igualmente- por tanto típicas de la identificación. Tocar, ver,
incorporar, toman sentido y valor del discurso; toda la sensorialidad está entonces comenzando [est donc alors en
chantier]. No está dicho, por otro lado, que los actos de automutilación propiamente dichos, no tengan como inscripción
de espera de los lugares del cuerpo forcluídos de esta sensorialidad primordial, lugares forcluídos, porque no están
inscritos por ninguna articulación significante en el registro sensorial.
Así, esta niñita [gamine] se muerde con encarnizamiento, sin sufrir, cuando está siendo agresiva contra su
hermana, ella quisiera el poder de vomitarla de injurias pero no le dice nada; ella devuelve contra ella misma su odio y
muerde “el brazo de su hermana” –que no es sino el suyo propio. Si el analista dice a su hermana de tomar el lugar de la
víctima y que grite como su el dolor de la mordedura le fuera intolerable, la hermana que muerde cesa inmediatamente
de morderse y declara, en dirección de la villana: “¡Está muy bien si te duele, tu sólo me molestas [m’embêter]!” Triple
transitivismo en esta ocasión [en l’occurrence]. Transitivismo imaginario: la muerte segura, y el futuro de bestia furiosa
(embêter]. Juego de palabras intraducible bête furieuse (embêter); transitivismo simbólico: su hermana es su brazo
derecho, ¿qué sería de ella sin su colaboración? Transitivismo real: ninguna de las dos hermanas sufre realmente; una
porque no es mordida, la otra porque no es su propio brazo el que muerde. El sufrimiento está forcluído a partir de una
suerte de alucinación negativa, y hace el retorno en lo real, por medio de una proyección que le atribuye a la “hermana
metonímica”. Que ella actúe el dolor, “grita”… y todo vuelve al orden, vuelve a su lugar.
Antes de la experiencia del estadio del espejo descubierta por Lacan, el niño no ve nada de él en un espejo. No se ve, no
porque el se tomaría por un otro, sino porque el espejo mismo le es extraño. No ve nada y no ve nada allí, pero reconoce
las fronteras.
Hacia los seis meses, [Dès lors que vers six mois] delante del espejo, el niño toma la señal [prend enseigne] de
su imagen por la voz que la articula, para darle por un nombre identidad y ex-sistencia –“es pedrito el que tu ves ahí
delante tuyo”- esta posesión [cette prise] lo confronta a su primera castración simbólica: no es cualquier otro que ahí ve
(su madre, o el que ocupe su lugar). Y es, contrariamente al psicótico, que es hostil al significante.
3
Lo que nos lleva a poner en duda la demostración de V. Tausk sobre la génesis de su “aparato de influencias”.

2
El nombre que lo inscribe, articulado por la boca del gran Otro de donde la madre se sitúa en ese momento, es
simplemente pero también primoridialmente el significante del espejo. Así se hace ver en el espejo para que ese
significante sea simbólico de su imagen; pero se hace valer también, para que la imagen en el espejo, y que en lo
sucesivo el espejo reenviará, pueda por la nominación del significante en cuestión disociar imagen simbólica del cuerpo
y cuerpo propio real.
Es únicamente cuando su relación al espejo puede ser de la suerte doblemente significante [de la sorte
doublement signifiant], que el niño puede elegir establecer con su propio cuerpo, por tanto con su propio cuerpo, una
relación narcisista. En razón de su elección, el sujeto es entonces representado por un significante –su nombre,
significante simbólico de su imagen en el espejo-, para otro significante [apures d’un outre sgnifiant]- la imagen,
significante del cuerpo propio, significante también simbólico. Esa relación narcisista se hace, no obstante, al precio de
una división particular, y de una caída. La división resulta, esta vez, de que su cuerpo le parece poder ser trtatado como
un cuerpo de un otro: es de hecho sujeto dividido por su propio cuerpo. Se vio que, para Narciso, la imagen es
simbólica, es significante de una división subjetiva, dolorosa quizás, pero muy real.
El narcisismo es entonces aparentemente, ese “comportamiento por el cual un individuo trata su propio cuerpo
de manera semejante a aquella en que se trata normalmente el cuerpo de un objeto sexual: lo contempla extrayendo un
placer sexual, lo acaricia, lo mima, hasta lograr por estas practicas la satisfacción” [conducta por la cual un individuo da
a su cuerpo propio un trato parecido al que daría al cuerpo de un objeto sexual; vale decir, lo mira con complacencia
sexual, lo acaricia, lo mima, hasta que gracias a estos manejos alcanza la satisfacción plena. Esta es la frase que se
encuentra en la edición de Amorrortu ¿Cuál poner? Por si aca tengo la obra completa de Freud y Lacan en CD
en español ¿te interesa? No cuesta nada enviarla vía correo]. Lo que introduce el artículo de S. Freud sobre el
narcisismo no puede hacerse sin recordar lo que dice justamente de la manera a través de la cual una madre trata su
recién nacido: para darle sus cuidados necesarios, ella lo contempla, lo acaricia, lo mima; ese “comercio”, subraya en
los Tres ensayos de teoría sexual, es un “comercio sexual”. Nosotros podríamos decir de naturaleza narcisista, si no
obstante Freud no nos desmintiera cuando ubica en su texto una alteración importante: añade que por ese comercio “ella
le enseña el amor”.
Volvamos a le enseña. [Nous voici donc revenus à l’enseigne]. Por su elección narcisista al contrario, el sujeto
puede no hacer el retorno al saber, pues su goce, en razón de la investidura erótica, libidinal y sexual del cuerpo en
cuestión, puese hacer la economía del saber que lo origina. El sujeto sabe que se trata de un significante de su imagen;
sabe, entonces, que ese significante, es él; sabe también, que el cuerpo que se eligió para saciar su deseo y obtener su
goce no es otro que el significante simbólico de su imagen en el espejo, y que en consecuencia lo que le es otro no lleva
más que su propio nombre. [ne porte que son progre nom]. Nada de banal entonces, esa relación nacida de una
narcisista alteridad: de lo fraternal quizás, de lo gemelario [gémellaire] mismo, si se quiere; para nada relación madre e
hijo en todo caso.
Existe entonces dos tiempos lógicos y sucesivos del narcisismo normal; el narcisismo “indoloro”, que lleva a
un sujeto a no percibir en su reflejo más que a un otro –lo que supone que no percibe nada en el espejo- y que aísla al
otro a no ser más que un significante en espera del retorno de una imagen (el reflejo) que ha contribuido a reprimir;
enseguida, el narcisismo “doloroso” es metafórico; el otro deviene, por este efecto metafórico, el significante de la
imagen del cuerpo propio, del cuerpo real, este otro sí, mismo. ¿En qué ese segundo narcisismo, que supone la
percepción el espejo, es doloroso, mientras que la imagen i(a) del reflejo del cuerpo en el espejo provoca júbilo? Es
doloroso en que es simbólico de la primera castración asumida por el sujeto, castración simbólica de la falta de un
objeto imaginario que sería en esa ocasión el cuerpo real, pero imaginarizado. Es de ese falo imaginario que el perverso
narcisista cree poder asegurarse: no quiere saber nada de la castración, es decir de una imagen, simbólica de un cuerpo
¡muy real!... Admite sólo que la imagen i lo corte () del objeto a, ese cuerpo real, por el cual satisface su goce.
En su nacimiento, el recién nacidoes percibido como completamente otro por su madre, que percibe ahí no
menos, pero a sus espaldas [a son insu], su propio cuerpo. La madre tiene entonces con él una relación completamente
similar a aquel de Narciso con su propia imagen. Esa relación es normal. El Narciso de Ovidio no lo es menos: es de un
otro, de un cuerpo que le es extranjero que se enamora. No es sino cuando se da cuenta de haber sido engañado
[étourdi] por su imagen que se vuelca [bascule] en la anormalidad: no quiere esta imagen, rechaza la castración
simbólica, para preferirle la muerte.
La madre, en cambio, es habitualmente narcisista y lo es normalmente hasta el espejo. Ella toma conciencia
cuando el niño se percibe en el espejo y le provoca júbilo que este niño que ella creía serle otro no era
inconscientemente para ella sino su porpia imagen, imagen especular con la cual se provocaba júbilo. A esta imagen
con la cual ella se provocaba júbilo ahora renuncia, así como ella se da cuenta , pero con posterioridad y gracias al
espejo, que todas esas miradas de las cuales era hasta ahí el objeto, las puede pensar con su propia imagen. Así el
momento especular del Yo [Je] ideal, teorizado por Lacan, es un momento de castración simbólica, cuya imagen es el
agente. Su madre y él hacen un duelo: él de su madre, que no la obedece más, ella de su imagen, que cae puesto que su
hijo deviene conscientemente otro.

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