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Pequeñ a promoció n a la canció n de cuna

Hay escenas que se tornan cada vez más escasas. De vez en cuando aún me sucede que
escucho madres que le cantan a su hijo, ya sea paseando, ya sea estando en la casa,
cerca de él. Cada vez me emociono de tal manera que me detengo y escucho;
eventualmente les digo algunas palabras a la madre y al niño. Es un asunto de
civilización. Las canciones grabadas no funcionan del mismo modo. No hay transmisión
sino entre seres vivos. Y ésta resulta crucial en momentos de mutación. Así, la guagua,
en el momento del destete, da signos de su capacidad de soportar encontrarse a ratos
separada de su madre; pone su atención en otra cosa, pero a veces esto resulta
delicado. Este espacio que se abre para ella está habitado por palabras. Sólo aquellas
que le son dirigidas desde su nacimiento, funcionan como “otro alimento”. Ese tiempo
de mutación, a menudo les cuesta a las mamás, tal como lo muestra el siguiente
ejemplo:

Emma tiene seis meses. Su madre, una vecina mía, me cuenta que retomará su
trabajo y que Emma rechaza desesperadamente la mamadera. No quiere sino el
pecho. Basta que ella pronuncie la simple palabra “mamadera” para que su hija
se ponga a llorar. Le propongo que prepare la mamadera y que me permita salir
con su hija. Cosa hecha. Provista del biberón y llena de buenas intenciones, me voy
de paseo con la señorita. Una vez llegadas al lugar de aprovisionamiento, un salón
de té para mí y un microondas para la mamadera; me instalo con ella que está
dando algunos signos de tener hambre. Llegan el té y la mamadera, ambos
echando humito. Mientras la mamadera está sumergida en agua fría, Emma se
impacienta. Tomo a Emma en mis brazos y me pongo automáticamente a cantarle
algo. Eso sí que las canciones para guagua salen de mi boca en mi lengua materna
que no es el francés. Emma me mira estupefacta y se duerme casi
inmediatamente. Una hora más tarde se despierta y reclama la mamadera que se
ha enfriado. Le explico que no tengo nada más que ofrecerle. Me mira sorprendida
y bebe. Lengua extranjera, mamadera de un modo distinto que con mamá: misma
lucha. Vuelvo a casa con ella y le cuento a sus padres nuestra aventura,
recomendándole al padre que sea él quien le de la mamadera: la mamá huele
demasiado rico a leche y la niña se siente como embaucada por este objeto que la
madre le propone en vez del pecho. Los padres me envían, regularmente durante
una semana, mensajes de texto para contarme cuánto ha tomado ella…ahora, con
papá.

A los seis meses las guaguas comprenden muy bien, en la medida en que uno acepte
que no se trata de una comprensión racional, sino, diría, de una comprensión
proporcional a lo que son capaces de asociar con su mundo. Es evidente que ese bebé
era perfectamente capaz de asociar la palabra “mamadera” con la situación
desagradable, lo que en sí es impresionante. El objeto está ausente y basta con
nombrarlo para que el niño lo comprenda. Eso muestra el importante trabajo de
pensamiento que realizan las guaguas sin hacer ruido. La salida con Emma es notable en
el sentido de que la pequeñita pudo asociar claramente los dos nuevos aportes: la
canción y la mamadera con una intensión amable. Con la mamá esto no podía
funcionar, puesto que la mamá huele demasiado rico y tiene sus pechos demasiado
llenos de leche. Forzar a Emma a beber sería violento; intentar encontrar alternativas
posibles permite ampliar el mundo del bebé. Durante toda nuestra vida cada novedad
crea un desequilibrio y nos obliga a ajustarnos integrándolo en algo ya conocido.

Pero para ser precisos, ¿Qué sucedió?

Nada mágico. Sólo el hecho de que el ser humano necesita un alimento doble: la leche,
la palabra. Ambas tienen que ver con la boca. Boca de guagua, boca de mamá.
Considerando que para beber se trata de la boca de la guagua y para cantar, la boca de
la mamá. Lo sustantivo de la leche se asocia a lo sutil de la palabra en un cruce que
genera lazo. Miren a los bebés cuando se les habla, más aún cuando se les canta:
La boca los intriga, el momento les encanta; buscan explorar. ¿Qué son pues esas
palabras que salen de la boca de mamá? ¿Qué diferencia hay con lo que sale por otra
parte del cuerpo de mamá, de sus pechos? Hay que tocar para ver, explorar esa cavidad.

Recuerden ese juego con los dedos: “recorro la casa”, donde el adulto toca cada parte
del rostro de la guagua, nombrándola. Por supuesto la boca es la puerta por donde se
entra. Para la guagua las palabras están adentro, tan vivas y sólidas como el alimento,
pero de otro orden. Las palabras cantadas apaciguaron a Emma durante el tiempo de la
espera, le permitieron aplazar su necesidad inmediata de beber, la movieron hacia un
lugar desde donde podía tejerse un nuevo lazo. El milagro, si es que hay uno, reside en
la inteligencia de esta niña, quien en un abrir y cerrar de ojos (“un tour de main”), en
este caso en un giro de canto, comprendió que otra cosa era posible. Es la niña quien
pudo devolverle la confianza a los padres. Las canciones de cuna siembran piedrecitas
en el camino de la lectura y de la cultura. El niño las coge en la boca de su madre.

Eva Marie Golder.


Psicoanalista, Doctor en Psicología, Académica de la Université de Strasbourg,
Francia. Discípula de Françoise Dolto

Traducción directa del francés por María Elena Sota.

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