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En homenaje a mi padre

La melancolía:
JI.

.,
el ocaso de una paSlon
Retrotiempo, por los rastros de Caín y Abel
(Un estudio psicoanalítico)

** Norberto Carlos Marueeo

Donde quiera que nazca una nueva vida,


donde quiera que alguien se disponga a crear,
donde quiera que el hombre actúe sobre el mundo:
ello es producto de una historia de amor.

Este ensayo consta de los siguientes apartados:

1] Una introducción particular. 2] Algunas consideraciones, articula-


ciones e hipótesis a partir de una relectura de los textos freudianos.
3] Desde mi experiencia clínica: Algunas consideraciones acerca de
los enfoques técnicos. 4] El ocaso de una pasión. 5] Armonías y
contrapuntos en relación a un mito: Desde la melancolía, retrotiem-
po, por los rastros de Caín y Abel.

* Trabajo al que le ha sido conferido el Diploma "Mención Honorífica" del


Premio FEPAL en el XVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, México,
1986.
** Dirección: Coronel Díaz 1758, 3~ "B", (1425) Capital Federal, R. Argentina.
690 Norberto Carlos Marucco

Una introducción particular

"Cuando Narciso murió, el riachuelo de sus arrobamientos se convirtió de


ánfora de agua dulce en ánfora de lágrimas saladas, y las Oréades vinieron
llorando por el bosque a cantar junto al riachuelo y a consolarlo.
y al ver que el riachuelo se había convertido de ánfora de agua dulce en
ánfora de agua salada, soltaron los bucles verdosos de sus cabelleras, gritando
al riachuelo.
y le dijeron:
-No nos sorprende que llores así por Narciso, que era tan bello.
Pero ¿era tan bello Narciso? -dijo el riachuelo.
-¿Quién mejor que tú podría saberlo? -respondieron las Oréades-. El nos
desdeñaba; pero te cortejaba a ti, dejando reposar sus ojos sobre ti, contem-
plando su belleza en el espejo de tus aguas.
y el riachuelo contestó:
-Amaba yo a Narciso porque cuando se inclinaba en mi orilla )' dejaba
reposar sus ojos sobre mí, en el espejo de sus ojos veía yo reflejada mi propia
belleza." ,',
Osear Wilde, "El discípulo"

Al tema de las afecciones narcisistas he dedicado parte importante de


mi investigación psicoanalítica, en distintos momentos y a través
de distintos trabajos. Sin embargo existió y existe un tema que
acaparó desde el comienzo mi interés. Se trata del tema que se men-
ciona en el título de este ensayo, y de cierto modo particular de
abordaje para su presentación que me permitirá explicarlo no sólo
mejor sino del modo que a mí me parece más enriquecedor. Enton-
ces me ocuparé del cuadro melancólico, desde una fundamentación
teórica freudiana articulada de manera personal, que intenta dar
cuenta de ese hecho clínico. .. pero aspira a más.
Considero que poner atención en el tema de la melancolía es
fundamental por la importancia que ésta tiene dentro de la teoría
psicoanalítica y su práctica clínica. Esto no sólo alude a desentrañar
sus enigmas en el seno de la psicopatología y proponer posibles
enfoques técnicos para enfrentar al paciente que padece de ella.
Es decir, por un lado trataré de entender a la melancolía como un
cuadro patológico; y a la vez, de comprenderla como una estructura

,~Las bastardillas son mías.


La melancolía: el ocaso de una pasión 691

fundante en la formación del psiquismo. Estructura que nace en


el fragor de la relación de la pulsión con un "objeto" de amor y
necesidad y que en las vicisitudes del vínculo se pierde... como
objeto de amor.
Historia del "en-amoramiento a-pasionado" de un ser "desvalido"
(desamparo inicial) * cuya imagen se agiganta o empequeñece en el
reflejo devuelto por la "fuente de vida o de muerte". Enamora-
miento ("caída en el amor") de su propia imagen (narcisismo eró-
geno) o terror ante la "fuente" que le da el ser y podría al dejar de
mirarlo provocarle la "muerte" "", ¿Quién será en verdad este enamo-
. rado? ¿Aquel que se enamoró y que anhelante se mira buscando en
el espejo la vivencia de goce? ¿O el que fue enamorado y que vir-
tualmente aparece suplicante en el brillo de otros ojos? ¿Aquel que
busca ser, o aquel que para siempre dependerá de la mirada que le da
su ser?
Hablo del narcisismo primario. De la identificación primaria
(Freud, 1921, 1923), del ser identificado... (Marucco, 1978 a-b). Y
de la historia de un yo "enamorado" cuyos ojos errantes se buscan
en el eco que vibra en otros ojos. Relación de "enamoramiento"
que se funda en una carencia primaria (el desamparo inicial junto
a la indiferencia del objeto) (Freud, 1926).
¿Podría aceptarse, aunque sea provisionalmente, la universalidad
de una historia de amor con estas características en los insondables
vericuetos de la ontogenia? Si aceptáramos que esta historia pudiera
existir en cada uno de nosotros ( ... historia de un objeto de amor
[de deseo] que se pierde al transformarse en objeto de necesidad del
enamorado), podría caber esta pregunta: ¿La melancolía es conse-
cuencia del proceso patológico del "enamoramiento" o el ser en-
amorado es consecuencia de una estructura melancólica? (Marucco,
1979c; Green, 1981). En el primer caso: un enamoramiento extremo
signado por la sugestión, que mantiene en el enamorado una pasión
vehemente y creciente por su objeto ideal. Y si, en cambio, la respues-
ta se inclinara hacia la segunda opción, podría decirse que en la for-
mación de la melancolía participa la existencia de un duelo patológico
escindido por renegación que queda latente y que en algún mo-
mento es catapultado al exterior buscando, y encontrando, un objeto
que lo enamore y mantenga inmovilizado el duelo patológico. Esta
estructura melancólica escindida, latente, conformaría 10 que Freud

* Ver apartado e de Inhibición, síntoma y angustia. Aquí Freud se acerca con


lucidez a esta temática.
,h~ Me refiero al concepto de "narcisismo tanático", que desarrollé en mi trabajo
"Introducción de [lo siniestro] en el yo". REV. HE PSICOAN.\L1S1S, XXXVII, 2,
1980.
692 Norberto Carlos Morueco

denominó "carácter" en El yo y el ello, residuo de las primeras


identificaciones. Ya antes había señalado Reich el tema del carácter,
alejándose (y siendo alejado) del psicoanálisis. Por esta razón en-
tiendo que el "carácter" (que fue quedando fuera del análisis), al
incluirse como estructura melancólica escindida, se hace objeto
de análisis. Ahí se hace evidente una temática decisiva para Freud.
Su constante concepción dialéctica en psicoanálisis. Aquí la dialéctica
entre el amor y el poder. ¿No es acaso la melancolía una historia
de amor que trágicamente se convierte en una historia de poder?
(Poder que se otorga al objeto al constituirlo en objeto de necesidad,
por la fijeza de la pulsión, por la ilusión de imprescindibilidad.) Qui-
zás adquieran pleno sentido entonces esos oscuros versos que Borges
escribió a Buenos Aires: "No nos une el amor sino el espanto. Será
por eso que la quiero tanto". Es como el amor demoníaco pero a su
vez "religioso" de Freud en Más allá del principio de placer (Freud,
1920), con el amor que se vuelve espanto cuando lo describe en "Lo
siniestro" (Freud, 1919).
Entonces: la melancolía puede entenderse como un proceso pato-
lógico, o como una estructura peculiar que se constituye durante la
formación del psiquismo en cada uno de nosotros.
En esta introducción me propongo intentar aunque sea un esbozo
de explicación acerca del modo en que yo entiendo el tema de la
melancolía. Pero también acentuar vivamente su importancia y su
profundidad, que sin duda requieren una dedicación exhaustiva que,
de hecho, me ocuparé de prestarle (aunque, lamentablemente, no
logre transmitir a mis lectores en su totalidad).
Ocuparse y preocuparse por y del tema de la melancolía es im-
prescindible no sólo para comprender la teoría psicoanalítica y su
rico caudal de conceptos, sino también para contribuir a desarrollar
un tema capital para el futuro del psicoanálisis*. Veo con más claridad
cada vez que "Duelo y melancolía" se ubica como un texto freudiano
decisivo para el desarrollo de la ciencia psicoanalítica. Sus implica-
ciones teóricas, la amplitud del registro clínico que propone, los
desarrollos técnicos que impulsa, son indicadores de la apertura que
el texto nos brinda.
Ante esta perspectiva deseo poder transmitir mis ideas e hipótesis
con el fragor con que surgieron al pensar sobre este tema. Deseo
en primer lugar hablarles acerca de un momento fundamental del
desarrollo freudiano y, de ser posible, revivirlo aquí antes mis
!eetores.

1,Eso implica la necesidad de estudiar con atención el tratamiento que el


mismo Frcud da al tema, tratando de develar en el origen de su pensamiento
los caminos seguidos al construir, al mismo tiempo, el edificio teórico del
psicoanálisis.
La melancolía: el ocaso de una pasión 693

La melancolía: el ocaso de una pasión.


Retrotiempo, por los rastros de Caín y Abel

El título de este trabajo merece una aclaración. Es un título que


puede parecer curioso o llamativo. Si alguien pensara que se trató
de algún asalto poético, o un intento romántico, estaría en lo cierto.
Cierto porque este título intenta trazar las primeras pinceladas de
un tema que, por su profundidad e importancia, exige abordarlo
a través de una nominación en la que se involucra tanto de mí (y
de los otros que habitan en mí) que su formulación podría resultar
irreverente. Irreverente precisamente como todo deseo de saber que
desafía los límites de las verdades enunciadas como incuestionables.
Intentaré abordar el tema de la melancolía desde una relectura
freudiana. Adelanto que entiendo imprescindible incluir en los de-
sarrollos teóricos y, por lo tanto, en los abordajes técnicos del cuadro
melancólico, además de lo siniestro, la temática del amor. Su inclu-
sión permitirá hablar del cuadro psicopatológico de la melancolía
desde una perspectiva no sólo intrapsíquica sino también interper-
sonal. Y de hecho... este tema del amor es común a todos los
humanos, e involucra a cada uno de nosotros en una reflexión que
por su universalidad se torna imprescindible.
Ya dije que el tema de la melancolía es relevante para la psicopa-
tología psicoanalítica. Pero además para nosotros, psicoanalistas, im-
plica enfrentar una realidad que nos exige una participación activa
a través de nuestra necesaria e ineludible búsqueda de la verdad.
Esta búsqueda nos sitúa constantemente en las encrucijadas de
nuestra vocación, con nuestras propias posiciones frente a referentes
históricos, sociales, y, por qué no, políticos. Y sólo con el auxilio
de esa luz podemos dirigir nuestra mirada sobre el mundo que nos
rodea, y nos envuelve como seres humanos abocados a la compleja
práctica psicoanalítica y a la necesaria y constante revisión y reela-
boración de los conceptos que sustentan nuestra ciencia. De hecho,
la metapsicología y la psicopatología nos guiarán y darán seguridad
como punto de mira psicoanalítico. Aceptando estas consideraciones,
se torna imprescindible un primer cuestionamiento sobre los concep-
tos de salud y enfermedad y el abordaje que podemos hacer de ellos
desde el psicoanálisis.
Entonces el tema de la melancolía es decisivo teniendo en cuenta
que el padecer que acosa al ser humano en el mundo actual (y casi
694 Norberto Carlos Marucco

diría a la cultura en general) es la depresión tan cercana al cuadro


melancólico. ¿Y no será la depresión cada vez más un disfraz de
la melancolía? Nuestra realidad política de casi ocho años nos llevó a
vivir sumergidos en el espanto, nos sumió en la humillación, y a la vez
nos condujo a la pérdida del "sentimiento de sí", al extrañamiento,
y a la pérdida de ideales. Pero la expresión más patética de nuestro
estado psíquico se halla en ese "cierto desfallecimiento de la pulsion
vital" (Freud, 1917) que aparece en lo manifiesto como "depresión";
depresiones a las que Freud, llamativamente, no les dedicó estudios
en demasiadas oportunidades.
¿Podría dudarse de la relación existente entre los estados depre-
sivos y los vínculos de desamor de los ideales con el yo? Entonces
hablar de la depresión como paradigma psicopatológico de nuestro
tiempo implica también hablar de la degradación progresiva de la
vida amorosa en nuestra cultura, como uno de sus significativos
malestares. Degradación de los vínculos amorosos que puede desem-
bocar en depresiones o melancolías. Depresiones ligadas no sólo a
los ideales narcisistas, sino también a los culturales, que "compasi-
vamente" relegan aquellos suicidios pasionales del melancólico, para
dar lugar a un presente donde unos y otros se funden y confunden
en un conjunto de seres que comparten sin saberlo un "suicidio
común": el de sus deseos y el de sus pulsiones (Marucco, 1985, apar-
tado "Amor y sexualidad, o muerte de la pulsión"):
Proyectos de vida que se tornan más duros, fríos, y que conducen
a individuos-casi masa, más que a caminar por la vida, a contem-
plarla pasar hasta llegar al final. Entonces: o la vida propia en
defensa de deseos propios, o la asunción pasiva de un "destino"
común. Ocurre que detrás de la creencia en ese destino común existe
"algo" que, como una marca a fuego en nuestro psiquismo, signa
nuestra individualidad a un camino común, al provenir de, y estar
inmersos en, "nuestra" cultura. Ahora bien: ¿Y si aquel "destino
común" pudiera explicarse a través de algo que se repite en el pre-
sente desde nuestro común origen? Una antigua historia hecha
presente que deja su sello en la estructura psíquica del sujeto hu-
mano. .. ¿No urgiría intentar descubrir1a?

Por estas razones intentaré explicar la melancolía de partir:


- del camino señalado por las fundamentaciones teóricas freu-
dianas,
- de mis propias articulaciones y elaboraciones acerca de este
tema,
- de comenzar a recorrer las nuevas hipótesis que fueron sur-
giendo,
- de la decisiva cercanía a mi cotidiana experiencia clínica,
La melancolía: el ocaso de una pasión 695

... y por último especular, casi "fantasear metapsicológicamente"


(así como lo hizo Freud en 1920) para poder reconstruir como
"historia" los conflictos de aquellos personajes que nuestra propia
mitología ubicó en los orígenes de la historia de la cultura. De allí
que el título del último apartado de este ensayo sea: Armonías y
contrapuntos en relación a un mito: Desde la melancolía, retrotiempo,
por los rastros de Caín y Abel.
Frente a esta problemática no podemos, como humanos y como
analistas, permanecer incólumes. La gravedad del tema nos convoca
en una atención imprescindible frente a la patología de nuestra cul-
tura y de cada uno de sus integrantes. Así el tema de la melancolía
(Marucco, 1981b) se presenta y nos reclama como mucho más impor-
tante que una mera inquietud psicopatológica. Nos obliga a un cues-
tionamiento desde nuestro pensamiento acerca de la capacidad misma
de pensar sobre nuestra realidad.

Algunas consideraciones, articulaciones e hipótesis


a partir de una relectura de los textos freudianos

La necesidad de ser comprendido por mis lectores me impulsa a


hacer, en este apartado, una separación esquemática, quizás artificial,
en tres aspectos que considero relevantes. (No desconozco los riesgos
que un lenguaje más académico que coloquial tiene para mantener
el interés del que lee.)
Para empezar, el primero de ellos es el texto "Duelo y melancolía",
escrito por Freud en 1915 como culminación de su serie de trabajos
sobre metapsicología en relación a su "primera tópica". Hubo un
antecedente muy próximo, "Introducción del narcisismo", que Freud
consideró como "su parto más difícil", y que fue, de un modo llama-
tivo, prematuramente publicado. ¿Por qué entonces postergó la pu-
blicación de "Duelo y melancolía" hasta 1917? Como siempre, las
razones deben haber sido múltiples. Pero hoy quiero detenerme
en una. Una que es en realidad una hipótesis personal. En 1915 este
trabajo lo enfrenta a Freud con una dificultad teórica y clínica inespe-
rada. Había terminado de configurar la "primera tópica". La metapsi-
cología (la metapsicología de la "primera tópica") parecía satisfactoria
como explicación del funcionamiento del aparato psíquico. Daba
cuenta de la psicopatología en las neurosis de transferencia y, más
696 Norberto Carlos Marucco

aun, permitía una explicación teórica del proceso de la cura. Pero


en ese crucial 1915 (primera guerra mundial) Freud se enfrenta con
la frecuencia de este cuadro clínico y necesita explicarse y discriminar
desde las perspectivas dinámica y económica, tanto el problema del
duelo como el de la melancolía.
En esa tópica los sistemas psíquicos (consciente, preconsciente,
inconsciente) resultan insuficientes, de la misma manera que la dua-
lidad pulsional "libido del yo y libido objeta!". Los nuevos cuadros
clínicos quedan así desprovistos de una teoría que permita su com-
prensión y abordaje técnico. En aquellos modelos teóricos las afeccio-
nes narcisistas, si bien quedaban incluidas en la comprensión teórica
psicoanalítica, se tornaban en cambio inaccesibles a toda acción te-
rapéutica. Finalmente la "primera tópica" y la "primera metapsico-
logia" deben reconocer sus límites.
La "primera tópica" desde su poder teórico sometió el campo de la
experiencia analítica condenándolo a la esterilización de su desa-
rrollo *. Pero la clínica hacía evidentes las afecciones narcisistas
y, cuando la melancolía emergió como uno de sus paradigmas, se
jerarquizó en la psicopatología un nuevo campo: ese que transita entre
el duelo por un lado y la melancolía por otro. En ese punto se tornan
imprescindibles, como siempre en psicoanálisis, nuevas hipótesis
teóricas que posibiliten la comprensión del hecho clínico. Esto lógi-
camente lleva a la necesidad de pensar en una especial estructuración
del psiquismo, y además, en nuevas actitudes técnicas para el abor-
daje terapéutico.
(En psicoanálisis, más que en otras ciencias, es difícil postular que
el investigador pueda ser ajeno al campo que investiga. Al contrario,
se requiere que el analista sea, al mismo tiempo, aquel que investiga y
aquel que se hace a sí mismo objeto de investigación.)
Por eso las resistencias a la temática del narcisismo así como a la
concepción de la pulsión de muerte, estuvieron presentes en Freud
y también en sus discípulos. Fueron ostensibles en algunos de sus
continuadores y siguen vigentes en algunos analistas en la actualidad.
Ocurre que el análisis de pacientes narcisistas, en apariencia no pa-
sibles de transferencia, convoca en el analista algo que lo compro-

,', Ocurre que los sistemas teóricos, cuando se convierten en ideología adquieren
un poder dogmático. En el psicoanálisis la ideología invade el campo de la
experiencia clínica, único lugar posible de verificación. Es al transitar por este
campo, contestatario de las verdades enunciadas, donde se asegura que la
ciencia está al servicio de la verdad y no al servicio de un poder autoritario
y sacralizado.
Es en este último caso donde se produce un oscurantismo científico en el
que un abusivo uso del poder transforma a las teorías en terrorismo ideo-
lógico, apagando el intento científico de búsqueda de la verdad inalcanzable.
La melancolía: el ocaso de una pasión 697

mete: aquellos aspectos que se relacionan con su propio narcisismo


y su pulsión de muerte en sus singulares implicancias.
Sin embargo Freud desafió sus propias resistencias. Se aventuró
en esa "zona misteriosa" desarrollando sus ideas hasta sus últimas
consecuencias. Su "búsqueda de la verdad" parecía estar generada,
más que por sus intereses especulativos, por la clínica que contes-
tataria e insobornable traía a la luz fracasos terapéuticos de neurosis
transferenciales tratadas, "curadas", y explicadas metapsicológica-
mente con su primera tópica. Fracasos en cuyas manifestaciones clí-
nicas emergían precisamente elementos vinculados a manifestaciones
del narcisismo. Entonces el abordaje del narcisismo se le torna
imprescindible.
En otras palabras: el psicoanálisis transita por el análisis de la
neurosis de transferencia. No habrá que forzar el análisis de la "es-
tructura narcisista" (Marucco, 1978a, 1985); pero ella se hará presen-
te de todos modos. Pues, luego de analizar el amor de transferencia
como clave dentro del proceso analítico, emergerá nuevamente "el
amor": ahora como "amor narcisista" (Marucco, 1985).
Preocupado por dar cuenta teóricamente de este hecho clínico,
Freud esboza hipótesis teóricas que desembocan en su segunda tópica.
La teoría estructural incluirá la "muerte", que denunciaba la clínica
melancólica, como una pulsión. Con ésta se conformará su última
y definitiva dualidad pulsional: la de vida y la de muerte (Freud,
1920).
Es en la oscura, sorprendente, y enigmática muerte del melancó-
lico donde Freud encuentra la posibilidad de alejarse, en un genial
vuelo especulativo, del concepto de instinto, de fijación, etc., para
retomar el tema reubicando los conceptos de muerte y de vida como
pulsiones actuantes; como polos del conflicto humano.
La aparición de esta nueva dualidad instintiva implica comprender
la pulsión de muerte no sólo en conflicto con, sino como opuesta a la
sexual llamada ahora "pulsión de vida".
Pulsión de muerte. Expresión que tomada literalmente obtura un
descubrimiento infinitamente más sutil y siniestro: la existencia de un
principio del aparato psíquico (súbdito de la pulsión de muerte)
(Freud, 1920): el principio de nirvana, cuya tendencia pulsional es
a la ausencia de tensión como "un placer" que de concretarse culmina
en la muerte. ¡Progresos culturales y sus cada vez más riesgosas
promesas de placer!
Esta concepción, lanzada en Más allá del principio de placer, ensayo
vivido con una enorme pasión en un momento muy particular de su
propia vida (la muerte de su hija Sofía), lleva a otra pregunta:
698 Norberto Carlos Marucco

Edipo ya no será el anterior a "Introducción del narcisismo" sino


que renace un nuevo Edipo que incluirá la complejidad de los ideales
narcisistas sumada a la existencia en su estructura de la pulsión de
muerte. La estructura edípica será, a su vez, estructurante del sujeto
humano. Pero entre sus redes anidará el narcisismo, el concepto de
ambivalencia constitucional al estilo de una metáfora, y además las
relaciones de objeto. Albergará a Eros, combinador de unidades y,
por lo tanto, creador de nuevas situaciones conflictivas; coexistiendo
con Tánatos, con su tendencia creciente a la búsqueda "del placer",
del aparente placer del no conflicto que conlleva a la separación de
unidades, al progresivo nirvana que va impregnando nuestra cul-
tura * hasta la renegacián de sus malestares.
También "Duelo y melancolía" incluye una nueva teoría acerca
del yo. Se incluyen en la constitución del yo, además de la confor-
mación de un yo de representaciones y de funciones, los procesos de
identificación. El yo comienza a ser, a través de la identificación,
el otro. Ya era un otro en tanto provenía de ese ello impersonal.
Ahora, además, es un otro que surge de esa intersubjetividad en la
que un individuo se conforma en, y se transforma en (a veces total-
mente) el otro (Freud, 1921; Stein, 1978).
¿Sorprende el que escriba en estos términos? ¿Acaso los extraños
fenómenos hipnóticos, eternos como la historia misma, no muestran
la sorprendente transmutación de una persona en otra? ¿Es difícil
volver a pensar en el poderío hipnótico como aquel enigmático fe-
nómeno que Freud investigó en Psicología de las masas y análisis
del yo y pensar en el papel que tiene en la etiología de la enfermedad
mental? (Neyraut, 1976). Por el momento lo dejo aquí.

El segundo de los tres puntos anunciados en mi exposición trata


de la relación del texto "Duelo y melancolía" con trabajos de Freud
anteriores y posteriores a 1915. Ellos no sólo ayudarán a comprender
mejor "Duelo y melancolía" sino que muestran un camino hacia el
máximo desarrollo, a mi entender, que ha alcanzado la teoría freu-
diana, y que sigue siendo un potencial para su desarrollo.
Pido excusas al lector por lo apretado de esta síntesis; este tema
se encuentra desarrollado en profundidad en mi trabajo "Introduc-
ción de [lo siniestro] en el yo" (Marucco, 1980).

* No puedo dejar de mencionar cómo toda esta concepción influirá decisiva-


mente en las reflexiones que Freud hará al final de su vida sobre el malestar
en la cultura, a propósito de esta estructura que tiene que ver con la pulsión
de vida, con el progreso, y a su vez con la pulsión de muerte como retorno
a lo inorgánico. Del mismo modo esto va a llevarlo a su trabajo quizás más
doloroso (correspondencia Zweig-Freud) y comprometido. Es que su Moisés y
la religión monoteísta es un profundo y valiente cuestionamiento de una es-
tructura social que ya advertía amenazante.
La melancolía: el ocaso de una pasión 699

1. "Introducción del narcisismo" incluye la noción de un ideal nar-


cisista erógeno y por consecuencia, el amor narcisista del yo al
ideal.
2. "Duelo y melancolía" denuncia al ideal como destructivo para el
yo. Aquel ideal que se formaba para preservar (es decir para no
renunciar a) la perfección narcisista perdida frente a "la admoni-
ción de la realidad" (Freud, 1914), de manera lenta pero inexorable,
parece convertirse en la melancolía en un ideal que con furia inmi-
sericorde dirige su agresión al yo hasta conducirlo incluso a la
muerte.
¿Es necesario advertir que para hablar de afecciones narcisistas,
de la melancolía, de la furia del ideal sobre el yo, se hace preciso
investigar en profundidad acerca de la agresión? La extensión de
este trabajo no me permite desarrollar este tema aquí.
3. Dos años después de la demorada publicación de "Duelo y me-
lancolía" Freud publica "Lo siniestro" (trabajo durante mucho tiem-
po poco frecuentado en el psicoanálisis). En realidad lo había
comenzado mucho antes, allá por el año '13 junto con Tótem y
tabú. ¿Por qué lo había dejado de lado? "Lo siniestro" incluye a mi
entender una clave: una concepción dialéctica del ideal expresada
metafóricamente en la noción del doble. ¿"Introducción del narci-
sismo" y un ideal sexual narcisista erógeno? ¿"Duelo y melancolía"
y el ideal transformado en tanático?
4. "Lo siniestro" es expresión de la constante dialéctica freudíana,
aquí a través del concepto y descripción del fenómeno del doble.
Doble que "Lo siniestro" denuncia en su transformación de "pro-
tector ante la amenaza de aniquilación del yo" en "embajador de
la muerte" (Freud, 1919). El doble (¿aquel ideal erógeno?) se trans-
forma de protector en destructivo (¿el ideal tanático del melancó-
lico?) "si y sólo si -advierte Freud- el yo avanza en su desa-
rrollo" (Freud, 1919).
5. ¿ Cabe dudar que este doble tiene que ver con el tema de la
vida y la muerte? Freud no había concluido de escribir todavía
Más allá del principio de placer ¿Será difícil entender entonces que
el doble protector y destructivo es la referencia con que se fe-
cunda el nacimiento de las pulsiones de vida y de muerte como
última dualidad pulsional?

A Freud, y a nosotros, nos urge encontrar una hipótesis que dé cuenta


de esta autodestructividad. En la clínica de los pacientes melancó-
licos se trata concretamente del problema de la muerte. En Más allá
del principio de placer postula la existencia de la pulsión de muerte,
pero se advierte, sin duda, que está tratando de conceptualizar un
fenómeno (que llamará "lo más radical de la pulsión") que es su
tendencia al cero, a lo inorgánico. En última instancia es una expli-
cación de lo autodestructivo, aunque por momentos Freud parece
tentado a deslizarse hacia una apoyatura cuasi-biológica.
700 Norberto Carlos Marucco

Recordemos: en "Duelo y melancolía" Freud describe y explica un


proceso en el cual se produce una identificación mediante la incorpo-
ración de un objeto en el yo (¿o en el ideal?). Esta identificación
se transforma en tanática por las características del vínculo intersub-
jetivo (vínculo narcisista). En Más allá del principio de placer Freud
postula una pulsión (un instinto casi) que tiende a la muerte, per-
diéndose -parecería- la noción de intersubjetividad. Pero un año
después, en 1921, dedica todo un libro a la relación entre lo intraper-
sonal (o intrasubjetivo) y lo intersubjetivo (o interpersonal). Basta
releer el capítulo de Psicología de las masas y análisis del yo sobre
"Enamoramiento e hipnosis", o el capítulo sobre una fase del yo,
y la reformulación (que quizá sea la más clara) del problema de las
identificaciones, para reconocer la profundidad de su propuesta. Al
calor de estas ideas Freud retoma el tema de la melancolía en El yo y
el ello (1923), un trabajo eminentemente metapsicológico. En el ca-
pítulo tercero, asombrado, admite que el mecanismo descubierto en
las melancolías no sólo generaba aquel cuadro psicopatológico sino
que se trata de un mecanismo universal que actúa sobre todos los
individuos conformando el "carácter" de éstos *. Ocurre que en la
resignación de la investidura de objeto se produce como mecanismo
habitual una identificación de ese objeto en el yo. "Se lo introyecta",
diría Freud. Pero hay más. Al reformular en El yo y el ello el Edipo
a la luz de la segunda tópica, observa con sorpresa algo que contra-
dice esta teoría. El varón al resignar el objeto madre no se identifica
con ese objeto perdido sino que se produce un refuerzo de la identi-
ficación con el padre: es decir, se refuerza la masculinidad.
Contradicción teórica que pone en primer plano lo patológico y
extraño de la melancolía, y su relación con las identificaciones pri-
marias. En aquellas primeras identificaciones que tienen que ver con
la estructuración del denominado "carácter" está encubierta la identi-
ficación melancólica.
Entonces ¿no serán las identificaciones primarias lo inaccesible al
psicoanálisis como antes lo era el narcisismo?
Estas identificaciones primarias pueden sin embargo ser superadas,
según Freud (1923), por un lado en el acmé y resolución edípica, pero
por otra parte conforman una estructura que estaría incluida en el
"carácter" (estructura a la que también se la ubicó como inaccesible
a la acción terapéutica del psicoanálisis). Podemos plantear entonces
una conjetura: en toda estructuración del aparato psíquico coexis-
tirá una estructura "carácter melancólico" escindida de la conocida

1, Entre los psicoanalistas hay cierta tendencia a pensar que Freud sólo se
ocupó de la melancolía en sus primeros trabajos (manuscrito K, "Duelo y
melancolía") sin advertir que su referencia a la melancolía es constante.
La melancolía,' el ocaso de una pasión 701

estructura edípica *. (Conjetura que la práctica psicoanalítica nos


muestra demasiado frecuentemente en sus hechos clínicos, aunque
su resolución no sea tan frecuente.) Su denominación de "carácter"
parece eximirnos de su análisis y comprensión. ¿Nuevo límite del
análisis? ¿O al carácter, como Freud hizo con respecto al destino,
se lo humaniza al incluirlo en la casi cotidianeidad de la palabra
neurosis?
Capítulo V de El yo y el ello, y dos cosas fundamentales: Una, el
desconcierto de Freud ante la evidencia de lo que descubre y deno-
mina "reacción terapéutica negativa". Enigmático momento analítico
por el cual un analizado (¿solamente un analizado?) "al mejorar
enferma" (un hombre al cambiar se siente enfermo). Freud intenta
su explicación apelando a una semejanza de la RTN con el cuadro de
la melancolía. Su resolución técnica dependerá de aquellos casos
donde el análisis pueda recuperar una antigua carga de objeto que
devino identificación melancólica. Cuando el sentimiento incons-
ciente de culpa se torna consciente, los caminos a seguir nos son co-
nocidos **.
El otro hecho fundamental que se traduce en la lectura del men-
cionado capítulo V de El yo y el ello es la existencia de una pregunta
que se torna llamativamente insistente: ¿Por qué el superyó en las
melancolías es "puro cultivo" de pulsión de muerte? ¿Cómo entender
esto? ¿Metáfora? ¿Realidad? Freud encuentra la explicación a este
interrogante reiterado en alteraciones en el proceso de la estructu-
ración edípica. En algún "momento" de ese proceso, precisamente
en las puertas de la resolución edípica, se abre un camino que con-
duce a la estructuración de un cuadro melancólico. Se produciría
en estos casos una destrucción del basamento del complejo de Edipo,
lo que implica -en la lógica analítica- máximo de desexualización,
intensa defusión instintiva, y por lo tanto un máximo de sublimación.
Tánatos, al quedar liberado por la defusión pulsional, se anida en
el superyó.
Freud vuelve recurrentemente al tema. En El malestar en la cultura
(1930) lo hace a propósito de la relación que encontró entre un
máximo de sublimación y el aumento de la tendencia a la autodes-
tructividad. Parece tentado a transformarlo en una fórmula: El má-
ximo de sublimación pulsional implicaría el máximo de destructi-
vidad. ¿Sólo en el hombre o además en la cultura?

* Narciso y Edipo dejan lugar a "carácter" y Edipo. Utilizo la concepción de


carácter que desarrolló E. Glover (1926) de un modo parecido a W. Reich
(1933) .
H En mi trabajo "Para la teoría de una resistencia final" (Marucco, 1979a)
desarrollé otras posibilidades de resolución.
702 Norberto Carlos Marucco

Si bien en El yo y el ello intenta ubicar la problemática de la


melancolía dentro de la estructuración del Edipo (como una de las
vicisitudes patológicas de su resolución), un año después, en 1924,
escribe "El problema económico del masoquismo", que implica un
planteo sorprendente en la teoría psicoanalítica. La pulsión de muerte
no deflexionada al exterior (aquella que no es ligada y mutada en
sadismo libidinal) va a anidarse en el interior del yo, y surgirá enton-
ces el masoquismo del yo. A partir de esta hipótesis teórica explica
las conductas autodestructivas como generadas por los mismos pa-
cientes: el yo masoquista tiene "la necesidad de ser castigado" por el
superyó o por los poderes parentales externos.
La repetición de heridas narcisistas no portadoras de placer, que
arrastraba a la destructividad demoníaca en Más allá del principio
de placer o en El yo y L¡ ello, ahora se transforma en una tendencia
pulsional que lleva al individuo a una "necesidad de enfermar" o
necesidad de ser castigado tino importa por quién".
Lo demoníaco de Más allá. .. es una metáfora con un tono reli-
gioso. Al incluir el masoquismo, tan mencionado en la historia de
las religiones, no destaca el castigo sufrido por el yo sino el hecho
de ser castigado, como una necesidad pulsional y... "placentera".
Parece que el carácter intersubjetiva que tuvo la primera descrip-
ción de la melancolía tiende a desvanecerse. Su planteo es significa-
tivo porque implica la pregunta acerca de "si el sadismo del superyó
y el masoquismo del yo podrían aunarse para un mismo fin". O sea,
si el sadismo del superyó (producto de la introyección del odio de
las figuras parentales) se aúna con una tendencia pulsional humana al
sufrimiento y a la muerte. Si bien es difícil asegurar que sea siempre
así, necesito aclarar mi posición: el sadismo del superyó (o su pro-
longación inconsciente como moral) es estridente mientras que el
masoquismo del yo es silencioso, inadvertido, apenas si se lo puede
observar en la conducta. Y este "silencio" es el que lleva a la des-
trucción. Esta manifestación en la conducta gobernada por el yo
¿no alude a tipos de identificación que tienden a la destrucción?
Aceptando que las manifestaciones de lo autodestructivo se expresan
en la conducta, urge pensar de qué modo procederíamos analítica-
mente, teniendo en cuenta que acostumbramos trabajar sólo con los
representantes verbales.
Al desarrollar "El problema económico del masoquismo" Freud
parecería recalar en una posición puramente cuantitativa. Su postu-
lación del masoquismo primario parece resolver el problema de la
autodestructividad. Pero son sus propios desarrollos teóricos los que lo
nevan a enfrentarse con un problema crucial: la psicosis. Escribe en-
tonces "Neurosis y psicosis" (1924), Y otros trabajos a través de
La nielancolia: el ocaso de una pasión 703

los cuales llega a definir la renegación como mecanismo de defensa


específico frente a la realidad exterior.

Quiero concluir este apartado con el tercer y último punto de los


anunciados, se trata de un trabajo que Freud escribe en 1927. Más que
un trabajo es la introducción a un tema central del psicoanálisis,
como es "El fetichismo", germen de su posterior trabajo "La escisión
del yo en el proceso defensivo" (escrito en 1938 y publicado en
1940), Y nuclear en el Esquema del psicoanálisis (1938).
Freud descubre un síntoma que yo entiendo (Marucco, 1978a,
1980c) como un mecanismo estructuran te del psiquismo. El yo se
escinde frente a un juicio: el juicio de reconocimiento de la diferen-
cia de los sexos. Ante la amenaza de castración proveniente de la
figura paterna el yo asume dos actitudes que coexisten sin estorbarse.
Una reconoce la diferencia de los sexos, y por tanto, la amenaza
de castración. Amenaza ante la cual reprime para preservar su narci-
sismo. (Se funda el inconsciente reprimido.) La otra actitud reniega
de la teoría de la castración de la figura materna, y de esa manera se
mantiene en la situación anterior a la diferencia de los sexos.
Es por la suma de estas razones que entiendo que la melancolía
puede ubicarse dentro de las afecciones narcisistas, como una deten-
ción desde un tiempo lógico del desarrollo del aparato psíquico en
que el juicio de reconocimiento de la castración ha sido desmentido
en una parte escindida del yo. Cuando el juicio se hace y el sujeto
denuncia la diferencia, la "función narcisista parental" experimenta
odio hacia él y no sólo falta de amor. AqUÍ reaparece la idea de
la muerte, de la pulsión de muerte, pero como odio (sadismo pri-
mordial) de ese objeto narcisista denunciado como no ideal. Si frente
a este odio falta una "función paterna" que ejecute la castración
de la "madre fálica", es lógico que el niño tenga que identificarse
con ese odio del objeto narcisista que se torna autodestructivo.
Cuando se reniega del odio del objeto narcisista, es identificado
pasivamente por éste constituyendo el "yo ideal enajenado" (Marucco,
1980b). De esta manera puede comprenderse que este "yo ideal ena-
jenado" quede constituido por "puro cultivo de pulsión de muerte".
y esta estructura sería la que lleva al sujeto melancólico a la
muerte del yo. Y lo 1leva en la medida en que denuncia que ese
objeto no es ideal sin la apoyatura de la "función paterna".
Para la primera tópica el conflicto era entre el yo y lo reprimido.
"Duelo y melancolía" inaugura un otro conflicto, entre el yo y el
superyó, o en mis términos, entre el yo y el yo ideal o ideal del yo. Los
síntomas fundamentales de esta nueva (vieja) conflictiva son la dismi-
nución de la autoestima y del sentimiento de sí, y ese curioso y
enigmático. .. desfallecimiento de la pulsión vital.
704 Norberto Carlos Marucco

Desde mi experiencia clínica.


Algunas consideraciones acerca de los enfoques técnicos

El autorreproche melancólico es un intento de defensa, a través de


la denigración (de la autodenigración) frente a ansiedades persecu-
torias muy intensas. Estas ansiedades aparecen con extrema pureza
en el cuadro melancólico, pero son una constante en todas las afec-
ciones narcisistas. Del mismo modo la disminución de la autoestima
y la pérdida del sentimiento de sí, tan "visibles" en la melancolía, no
dejan de ser componentes habituales de las depresiones (modo de
expresión habitual de las afecciones narcisistas).
Tanto la disminución de la autoestima, como la pérdida del senti-
miento de sí, y el reproche melancólico, aparecen como defensas
frente al miedo a la pérdida del objeto. Objeto que se torna rele-
vante, no por la amenaza de ausencia de amor, sino por la intensa
presencia del odio. El análisis tendrá que transitar reconstruyendo
algo imprescindible para el melancólico, esto es, la existencia de una
"imago": "los pregenitores" (Freud, 1923), con extremadas carac-
terísticas narcisistas, que se observan en el cuadro psicopatológico.
Su expresión clínica se manifiesta en el presente transferencial como
el sentimiento de lo siniestro (efecto de la renegación por el anali-
zado de la percepción del odio contratransferencial).
Ahora bien, frente al enigmático y progresivo desfallecimiento de
la pulsión vital, ¿habrá modo de conjurarlo?

Transitando el proceso analítico de un melancólico, será necesario


estar prevenido ante un peligro peculiar: la tendencia a que se ex-
prese su intensa dependencia del "amor". Este "amor" que el anali-
zado pide, demanda, por momentos exige, se torna en un peligro
para el analista que (por compasión y miedo) podría tender a buscar
la "cura" correspondiendo a ese amor detrás del cual se oculta una
identificación nirvánica que conduce a la muerte.
Cuando disminuye la autoestima, y se rebaja el sentimiento de sí,
surge en la depresión melancólica una búsqueda afanosa de un vínculo
de "amor" que detenga, por medio de una nueva "dependencia amo-
rosa narcisista", el odio destructivo de su identificación con su objeto
de amor narcisista perdido. Necesidad de que renazca (ilusoriamentc)
aquella antigua pasión; ahora con el analista.
La melancolía: el ocaso de una pasión 705

Volvamos nuevamente al narcisismo de "Introducción del narci-


sismo". En ese texto Freud afirma que el yo, al no cumplir con las
expectativas que se le imponían, crea ante sí un ideal al cual amar
como antes había sido amado el yo verdadero. En un primer mo-
mento, un revestimiento libidinal narcisista, mediante un nuevo acto
psíquico, conforma el rudimento del yo. Freud observa en el estudio
del narcisismo, en especial bajo la ubicación nosográfica de las per-
versiones, que parece anularse el circuito del deseo. Además incluye
la problemática de la autoestima, íntimamente unida al sentimiento
de sí, y cuyo mantenimiento tiene que ver con satisfacer al ideal
(una manera, poco mencionada, de hacerlo es -y quiero subrayar-
lo- la posibilidad de la satisfacción de las pulsiones sexuales di-
rectas) (Freud, 1914).
Una característica que se distingue en la melancolía es que la satis-
facción de la sexualidad objetal está, por lo menos, menguada.
Entonces la pérdida de la autoestima ¿es sólo por no cumplir con
el ideal de "Introducción del narcisismo"?, ¿o porque le está impe-
dido -por decirlo así- el nacimiento de la sexualidad erótica
objetal?
El melancólico ¿no tendrá impedida la relación objetal? Relacio-
nemos esto con la agresión. Una vez relacionado, ¿qué ocurre? Hasta
este momento el problema para Freud era un juego dialéctico entre
sadismo y masoquismo a través del modelo con que entendió la
escoptofilia. Pero la investigación en "Duelo y melancolía" lo torna
a Freud taxativo. Se ve obligado a postular que lo que salva al
melancólico de seguir el destino del objeto (la muerte) es el odio
proveniente de los instintos de autoconservación (Freud, 1917; Ma-
rueca, 1978a). El odio cobra entonces una función liberadora y vital
(Leclaire, 1975) (en esto puedo coincidir en que quizá tenga que ver
con alguna cualidad sublimatoria de la pulsión de muerte) *.
Ahora bien, si lo que decide finalmente el destino del sujeto melan-
cólico es la posibilidad de odiar y destruir al objeto, cabe la pregun-
ta: ¿ cuál es el objeto? Se trata (y este es el lugar para recordar que
la sublimación no es equivalente a la idealización) de aquel objeto
que 10 condenó a idealizar.
Digámoslo de otra manera. El melancólico está obligado a vivir
pendiente de un ideal. Un ideal eternamente inalcanzable. Pero ¿de
qué ideal se trata?

* Quisiera comentar a modo de digresión que toda esta temática tiene su centro
en "Introducción del narcisismo", que es el eje teórico y clínico. A partir de
"Duelo y melancolía" se inaugura toda esta nueva problemática que hace nece-
saria la inclusión de otras eonccptualizaciones teóricas (pulsión de muerte, ctc.) ,
pero además se torna imprescindible para Freud volver a reformular el concepto
de narcisismo.
706 Norberto Carlos Marucco

Según la primera teoría del narcisismo, su creación la realiza el


propio yo. Este crea un ideal al cual satisfacer por no tolerar la frus-
tración a las satisfacciones libidinales que antes recibía su yo verda-
dero. Pero este ideal en la melancolía no exige la satisfacción sino
que descarga su agresión sobre el yo para destruirlo. Y a su vez para
salvarse el individuo tendrá que destruirlo. Y ahí la sublimación de
la pulsión agresiva (en el sentido de destruir el "yo ideal") podría
ser fundamental (Marucco, 1980a-b).
Se trata de una agresión distinta de la del Edipo, que está desti-
nada al rival, al padre. En la agresión del Edipo no busca destruirlo,
ya que necesita tomar de ese padre un préstamo que es la identifi-
cación (para poder separarse del vínculo narcisista dual con "los
progenitores", consolidar la identificación edípica -vía refuerzo de
la identificación masculina- y así consolidar también la elección
de objeto, la sublimación y el acceso a la vida exogámica).
Abro un paréntesis. Y surge una pregunta: ¿quién facilita que se
pueda amar? Es evidente que el problema no es sólo de índole eco-
nómica. Tal vez la pregunta correcta debería ser formulada de otra
manera: ¿quién impide que se pueda amar?
Esta serie de preguntas quizás intenten dar explicaciones que po-
drían resultar contradictorias con esa afirmación de Freud (compen-
dio de su lúcida concepción del problema) de que si uno no ama
enferma, y enferma de amar sin límites.
Entonces ¿quién facilita, o quién impide que se pueda pasar del
amor a sí mismo al amor objeto, de Narciso a Edipo, y viceversa?
Si uno no ama enferma, pero si uno ama a un "muerto" se descapi-
taliza porque éste no le devuelve nada. ¿Problema económico? ¿Sólo
aumento de la cantidad de pulsión de muerte?
En otros términos, el planteo vuelve a esterilizarse en la pregunta
de si al melancólico no lo dejaron ser Edipo, o si Narciso en su
afán de negar su incompletud prefiere la muerte "orgullosa" del
melancólico. La teoría de que el hombre está sujetado o es "sujeto
de" puede llevar a una actitud nihilista expresada en el intento de
uniformar nuestros destinos (los últimos tiempos muestran reitera-
damente expresiones sociales de ese "ser sujeto de", y son conse-
cuencia de ese proyecto de vivir uniformados).
El texto de Freud permite encontrarnos en un lenguaje común.
"Duelo y melancolía" precisa que hay una pérdida ideal o real, y
que la libido se retira del objeto y por introyección se introduce
en el yo.
¿No es llamativo que ese yo sobrecargado libidinalmente derive en
una melancolía y no se exprese en una megalomanía? ¿No podría
pensarse acaso que el aumento de libido en el yo debería al menos
La melancolía: el ocaso de una pasión 707

hacer que el sujeto se sienta bien? Sin embargo ese aumento de


libido yoica lo lleva, paradójicamente, a un empobrecimiento libidi-
noso yoico absoluto. "Absoluto" o total. Se asemeja a lo que ocurre
en un individuo que se enamora: su yo se vacía libidinalmente. La
diferencia es que el enamorado lo hace con un objeto externo (aunque
representación de un objeto interno), en cambio el melancólico lo
hace con un objeto interno idealizado que imponiéndosele le exige
fidelidad y un amor que lo va agotando.
Vuelvo a remitir a los lectores a "Introducción del narcisismo".
No es lo mismo sublimación que idealización; en ésta se engrandecen
las cualidades del objeto justamente por no haber satisfacción pul-
sional directa. De ahí el paulatino pero creciente empobrecimiento
del yo.

El enfoque técnico requiere una continua investigación. El conflicto


central en la depresión y en la melancolía es la tensión entre el ideal
y el yo, motor a su vez de que las "curas por el amor" (Freud, 1912)
tiendan a ser bastante frecuentes. Pero es necesario preguntarse si
además de ser éstas comunes, serían el único modo de curación posi-
ble de la melancolía *.
Hasta ese año, en su trabajo "Sobre la dinámica de la transferen-
cia", consideró que ese amor idealizado era bastante posible (a veces
dentro del consultorio, a veces afuera) y que no sería patológico de
no conducir a una progresiva y severa dependencia. Dos años des-
pués en "Introducción del narcisismo" el ideal se evidencia como
sexual y narcisista. Noción-herramienta imprescindible para distinguir
entre el amor hacia el yo (narcisismo) y el amor hacia el objeto.
En este punto distingo, o intento distinguir, lo que el lenguaje po-
pular (y a veces el psicoanalítico) confunde: el amor del enamo-
ramiento.
Paso así de forma no del todo fortuita a una segunda pregunta
clínica: ¿cómo es la cura del melancólico? En principio aclararé que
considero que hay transferencia en la melancolía. Por cierto, no trans-
ferencia como desplazamiento sino transferencia de estructuras, de
instancias psíquicas. Básicamente de dos: el yo y el yo ideal. A veces
el melancólico transferirá el yo con el analista, y entonces lo deni-
grará, lo atacará, lo hará objeto de severas críticas. A veces transfe-
rirá el ideal, y entonces aparecerán los autorreproches, las autocrí-
ticas. Si bien estos planteos todavía son hipótesis, de 10 que estoy

* Freud se enfrentó a las "curas por el amor" desde el comienzo de su práctica


clínica, pero recién teoriza sobre ellas al escribir su primera síntesis dedicada
a la transferencia (1912). En los hospitales psiquiátricos observó (supo adver-
tir) que muchas enfermas preferían quedarse en la "enfermedad", rehuían dc
la "salud" para continuar su idílica relación con el médico.
708 Norberto Carlos Marucco

seguro es de que la melancolía nos exige un abordaje específico, in-


cluso una técnica específica.
¿Habrá de someterse el analista a la denigración por parte del
analizado? Lo terapéutico se encuentra en concretar una actitud de
defensa, y de la única manera que lo considero posible: haciendo
notar el propio egoísmo *. Pues de eso se trata, de lo que el pa-
ciente nunca pudo ni puede mostrar: su "sano egoísmo". Poder
comenzar a amarse a sí mismo, y entender su alienación en el objeto
introyectado, y recuperar una libido que tendía a desaparecer (quizás
en el proceso del análisis empecemos a saber por qué).
El paciente está vacío. El paciente se muere. Y no exagero. (He
dicho "paciente vacío", no que "el paciente se vació". ¿El responsa-
ble? Eso es lo que debemos investigar.) "Pero ¿usted me atiende
(me llena) porque me cobra?" La pregunta no es exclusiva del me-
lancólico pero él la expresa de un modo muy particular. El analista
puede ser llevado, o llevarse, a una justificación o a un ocultamiento
y, por el contrario, estos pacientes necesitan que el analista les diga:
"Sí, yo lo atiendo porque me gratifica su pago, y usted me paga
para que yo lo ayude".
De éstas y de parecidas maneras trato de dar una respuesta no
especular a estos pacientes, evitando repetir las respuestas especula-
res que seguramente recibió en su infancia.
Por otro lado cuando el paciente melancólico transfiere en el ana-
lista el "yo ideal" tiránico y cruel, aparecerá el autorreproche. Otra
manera de decirlo: entiendo el autorreproche como una defensa pe-
culiar del yo que tiende, a través de la autodenigración, a idealizar
al "otro" evitando así un sentimiento persecutorio destructivo (sen-
timiento muy semejante al de lo siniestro).
En ese sentido la tarea analítica sería señalar el contenido persecu-
torio que se oculta en el autorreproche y su corolario, la autodeni-
gración.
En síntesis diría que si logramos en la transferencia hacer consciente
el contenido persecutorio del autorreproche, encontraríamos una sen-
da privilegiada en el proceso de la cura del melancólico. Senda que
ubica el comienzo de una batalla: entre el yo ideal y el yo. Conflicto
que es punto de partida de la estructuración de la melancolía **.
Para explicar su proceso, necesito aclarar además que la me-
lancolía está más allá de la repetición de un duelo que parecía no

* Aquel "sano egoísmo" del que hablaba Freud como condición para que el
individuo no enferme (Freud, 1914).
"* Sé que se me podrá objetar el hablar de ideal y no de superyó. Ocurre que
como en otros trabajos he señalado, diferencio entre yo ideal, ideal del yo y
"supcryó", Este último supone un estadio avanzado de la estructuración psí-
quica. 'Por lo pronto un ingreso y un egreso del Edipo, que se suele pensar
infaltable.
La melancolía: el ocaso de una pasión 709

terminar nunca de resolverse. Por eso cuando el analista se enfrenta


con esta patología ingresa transferencialmente en esa batalla que se
da entre la vida y la muerte. Sin duda, momento de máximo peligro
en el tratamiento de un melancólico, en el que la posibilidad del
suicidio está cerca. Pero también el momento más específico para
que el melancólico pueda desligarse de la compulsión a seguir el
destino del objeto.
Es verdad que en toda neurosis en algún momento se libra la
batalla entre el yo ideal y el yo, y que analizar esa batalla es una
tarea inherente a todo análisis. La melancolía es un cuadro psicopato-
lógico específico, mientras que la depresión parece cada vez más ser
el centro de la patología actual. El psicoanálisis en ese sentido ha
hecho un viraje: el conflicto no es sólo con el deseo y la prohibición,
sino también entre el yo y los ideales (tanto narcisistas parentales
como culturales). En este momento del análisis -de todo análisis-
se apuesta inevitablemente a "la vida o la muerte".
Momento difícil. Tal vez el más difícil. Requiere del analista no
tener miedo (si es posible), no tener compasión (si es posible). Lo
que no significa ser frío o ser un espejo frente al analizado. Porque
es el momento de tensión extrema. Del lado del paciente, el temor a
la muerte. Del lado del analista, un doble temor: temor de ser quien
mata (al ser ubicado como el ideal) y temor de ser matado (identifi-
cación con el yo del paciente por ese ideal tiránico que va absorbiendo
al yo y agotándolo de libido -sustrayéndole libido hasta llevarlo a la
muerte-). Con la ilusión de encontrarlo hace un rodeo y encuentra
un objeto externo al cual amar (objeto al cual Lacan se refiere en uno
de sus significados del objeto petit "a"). ¿Qué otro recurso tendría
un yo tan deteriorado, tan destruido, frente a ese yo ideal tan cer-
cano a la muerte sino el "amor"? Buscar un ideal externo con el
cual repetir la situación de volver a ser amado y no odiado ...
aunque lo que encuentra es la servidumbre amorosa, la ceguera homi-
cida. En últimas, todo el deterioro que Freud descubre en el proceso
del enamoramiento patológico (Freud, 1921), que culmina con la
destrucción del yo.
Pero quiero ser preciso. La expresión de Lagache sigue teniendo
toda su vigencia: "hay que matar al muerto, a esa autoridad moral
que no deja vivir". En el momento crucial de la lucha entre el yo
y el ideal hay un rodeo, un rodeo ilusorio, un "enamoramiento me-
lancólico" que termina en la muerte del yo (no me refiero a la muerte
física). La "cura" por enamoramiento lleva a una dependencia extre-
ma del objeto que lleva a hacer del yo un despojo, que lentamente
expresa su progresiva falta de deseos. Si se quiere, en términos más
comunes: su falta de esperanza.
710 Norberto Carlos Marucco

Quiero terminar insistiendo en que al hablar de enamoramiento


sostengo que ese estado supone una posposición, y en algunos casos
una represión, de la satisfacción de las pulsiones sexuales directas.
Casi como en un estado hipnótico (Freud, 1921). Este mecanismo
(la posposición o represión de la pulsión sexual directa) genera el
proceso de idealización. Y por el espejismo de la idealización se
"ama" al objeto por las excelsas cualidades que se le atribuyen,
al posponerse las pulsiones sexuales (verdadero motor del deseo
amoroso). Es posible que el melancólico no haya tenido un exceso
de erotización por parte de la madre sino, por el contrario, no haya
sido erotizado por ella. Y esto es comprensible. Una madre sólo puede
erotizar a su hijo si no tiene disminuida su propia autoestima. Si
efectivamente la tiene disminuida en lugar de erotizar al hijo va a
sustraerle esa erotización para ella.

El ocaso de una pasión

"Ven, muerte, pero tan serena que "Un loco, creen, es como un muer-
yo no te sienta venir, porque el to. Y tienen razón, porque un loco
placer de morir me puede devolver lleva dentro de sí a un muerto ... "
la vida."
Michel de Montaigne Miguel de Unamuno, "El otro"

El melancólico establece una relación de tipo narcisista con el objeto,


una relación especular. Por ello cuando pierde el objeto, o "el objeto
muere" (entendiendo por "objeto" tanto a una persona, como una
idea, un emblema, etc.) en vez de resignarlo y retirar su libido hacia
el yo para volver a catectizar a otro objeto, lo introyecta y se identi-
fica con él. A partir de esta identificación del objeto con el yo, Freud
nos describe algo curioso y enigmático: el superyó ataca con crueldad
inmisericorde a ese yo, producto a su vez de la identificación con el
objeto perdido (Freud, 1917).
Sabemos que el superyó es producto de una identificación padre y
otra madre (Freud, 1923), Y que a su función normativa se agrega otra
protectora del yo. Entonces cabe la pregunta: ¿por qué este superyó
es capaz de atacar al yo hasta destruirlo, sin advertir que en el yo se
está expresando la identificación con el objeto perdido? ¿Qué hace
ese yo para merecer semejante ataque? ¿Y si la violencia del superyó
se desatara ante la evidencia de que el yo, aun siendo capaz de
temerle y someterse a él, se resiste a amarlo? De ser así aparecería
el amor: pero ahora como resistencia al amor.
La melancolía: el ocaso de una pasión 711

Entonces podría decirse que cuando el melancólico, ante la pérdida


de su objeto de amor, se mata o se deja morir, estamos frente a
algo que, más que un suicidio, es el asesinato de una parte del yo por
otra instancia psíquica. Se destruye a aquella que va dejando de
amar al superyó, para mantener la fantasía de una pasión en el ocaso.
Dicho de otra manera, la melancolía sería el intento de mantener en
el ocaso una pasión acosada por la frialdad del desamor.
¿No podría pensarse entonces desde la perspectiva interpersonal,
que la ilusión del melancólico es mantener la posibilidad de que el
objeto de su "pasión" trascienda la barrera de la muerte? Pacto
de amor pasional eterno que cumple al guardar el objeto perdido
dentro de sí, prometiéndose no separarse jamás.
y detrás del aparente triunfo sobre la muerte .. , no está la vida.
Sólo la antigua promesa. La anhelada creencia en la existencia de
la vida eterna. .. y cuando es "ganada" por el melancólico se revela
plenamente como la inmortalidad sin vida de Narciso" (Marucco,
1979a-b).
Pero ¿qué es la pasión? ¿Cuál sería su ocaso? El empleo del tér-
mino apela a mucho más que la inclusión de una metáfora que pudie-
ra resultar seductora ante el peso teórico del tema. "Pasión" es tanto
deseo vehemente como sufrimiento ante una serie de tormentos. Es
furor y afección. Pasión es ilusión. La pasión se sustenta sobre la ilu-
sión de la satisfacción plena de un deseo. Ilusión de vencer el sufri-
miento. Furor por desafiar los límites que la misma pasión convoca.
Ilusión del melancólico que lo lleva para mantener, aún en el ocaso,
esa pasión, a arrastrar hacia el horizonte la propia vida de quien
apasionadamente confió en ella.
Cabe aquí la primera cita con la que encabecé este apartado. Ante
el ocaso el a-pasionado no tiene más que aguardar esperanzadamente
esa muerte placentera que sea capaz de devolver la vida a su pasión.
("Ven, muerte, pero tan serena que yo no te sienta venir, porque el
placer de morir me puede devolver la vida".) 0, para decirlo de otro
modo, devolverle la pasión de su vida. Y, en ese "placer", creyendo
en las promesas del "ocaso", el melancólico se convierte en el defi-
nitivo "acompañante" de la muerte.
¿Cuál es el secreto sortilegio que espera le sea otorgado en pago a
esta creencia devota en la promesa? La ilusión de llegar a conocer
el enigma que le permite zanjar el drama del inevitable final. Encan-
tamiento de la infinitud que convierte al a-pasionado por la inmorta-
lidad en un hombre que se aquieta. Y ante la evidencia del progresivo
ocaso, cuando retrocede sin piedad aquel hechizo que prometía la luz
"para siempre", sobreviene el lastimoso descrédito ante el cual, por
su orgullo narcisista (¿el de quién?) más vale la muerte que doble-
712 Norberto Carlos Marucco

garse, Antes de reconocer la inevitable certeza de perder la vida al


perder la pasión, el melancólico se entrega a la muerte y comienza
su espera.
Resulta inquietante el suicidio del melancólico. "La sombra del
objeto cae sobre el yo" (Freud, 1919)... ¿Se apodera de él? ¿Lo ase-
sina? ¿Asesino entonces el muerto que habita al melancólico? ¿Asesi-
no aquel que sólo en volver a matar al muerto encuentra la esperanza
de que sus pasiones sobrevivan y renazca su vida desligándose de la
muerte? (Lagache). Uno, y cada uno, como en "El otro" de Unamuno,
es víctima y homicida. Víctima (pasiva) de la pasión que devoró su
vida. Victimario (activo) de esa pasión enajenante para poder, acti-
vamente con pasión, vivir su vida.
Muy pocas veces, o tal vez ninguna, se ha estudiado lo que ocurre
con el partenaire del melancólico. ¿Qué pasa con el otro del me-
lancólico?
Podría pensarse que el melancólico se encuentra con un "otro"
que le "roba" su estima, que vacía su narcisismo; como en el fenó-
meno de la hipnosis, el enamoramiento, la idealización, y/o los pro-
cesos de masas (Freud, 1921). De esta manera, podría decirse que el
melancólico se topa con un objeto que ante la agonía de su narci-
sismo necesita apropiarse de otro narcisismo para sobrevivir. ASÍ,
ambos necesitan jurar una unión indisoluble pactada bajo la creen-
cia en la promesa de conservar "el amor" para toda la vida.
¿ Por qué es indispensable para sus vidas? El melancólico se decide
a cumplir este juramento haciendo voto de fidelidad. Pero en algún
momento la vida le impone un descubrimiento, más que triste, des-
carnado: la pasión llegó a su ocaso. Pasión vehemente y pérdida de
razón. Furiosa pasión que crece enajenándolo en su ser. La única
disyuntiva que en su "sin razón" puede pensar es matar o morir.
Dejarse matar, o convertirse él mismo en el asesino de una pasión
que así puede fantasear como manteniéndose en el "ocaso", negando
la proximidad de su muerte *.

* Vuelvo a la pregunta ¿qué pasa con el otro cuando el melancólico se mata?


Una opción (que responde a la idea del vaciamiento libidinal que el otro ejerce
sobre el melancólico) sería que este sujeto busque algún otro objeto con el
cual mantener la misma relación. Fenómeno semejante a la antigua y difundida
leyenda del vampirismo, según la cual el vampiro para conservar la vida
eterna, necesita quitar a otros la sangre (libido) que en ellos se agota. La
"víctima" es hipnotizada; y fascinada por el "victimario" ofrece dócilmente
su sangre. .. y su vida. Pero, curiosamente, ésta queda también convertida en
"vampiro" que debe emprender para sí la imperiosa búsqueda de sangre (libi-
do). Seres que con el vaciamiento (libidinal) pagaron el precio exigido por
la muerte para concederles una inmortalidad sin vida. Los eternos enamora-
dos serían la encarnación en la realidad de esa leyenda (Marucco, 1978a-b,
1980a-b-c,1982).
¿Otra opción? Seguir el "destino" signado por la muerte, trazado por y
para esta dupla.
La melancolía: el ocaso de una pasián 713

El melancólico se mata (y al mismo tiempo mata a una paston


enajenan te), y asesina en defensa de una pasión erógena que es vida.
Pasión en el sufrir (culpa) o pasión en el amor (llama del Eros).
Melancólico que se debate entre ser héroe o mártir. Héroe que debe
luchar por la pasión que da sentido a su vida; o mártir de esa pasión
que a cambio de la gloria exige la muerte. Melancólico que se mata
y asesina... y además condena al otro haciéndole pesar sobre sus
hombros la instigación de un asesinato, confinándolo mágicamente
a mantener en su vida una pasión que en realidad era inexistente.
y así ambos serán víctima y victimario, unidos en la condición de
sufrientes. Recordemos: "Pasión" es sufrimiento ante una serie de tor-
mentos, y también deseo vehemente. Deseo de un amor que se cuela
entre los dedos al develar su falsedad. El acto del suicidio sella con
la muerte un amor que, habitualmente, no existió más que como
"ocaso de una pasión". La muerte melancólica tendría a su cargo esta
tarea.
Es así como en la melancolía no hay posibilidad de olvido. Porque
detrás del olvido (duelo), si bien está la posibilidad de "volver a
empezar", de vivir en libertad, también está el dramático descubri-
miento de que lo anterior fue sólo un hechizo. Y ahí se hace presente
ese curioso y enigmático... desfallecimiento de la pulsión vital.
¿Habrá otra manera de evitar que tal decepción culmine en el sui-
cidio o el asesinato?

Armonías y contrapuntos en relación a un mito:


desde la melancolía, retrotiempo, por los rastros de Caín y Abel

Historias de amor. Amores trágicos. Historia de Caín y Abel, de Mo-


zart y Salieri, de Danton y Robespierre, etc., etc. Un Abel lleno de
cualidades, grandioso, pleno de belleza. El que se erige (o es erigido)
como yo ideal frente a otro que a su vez se degrada (o es degradado)
a la condición de humillado; viendo el último en el primero lo que
supuestamente hubiera querido ser. El Abel que Caín quiso ser. La
pregunta sería ¿cómo elige alguien a otro a quien ubicarlo como
teniendo esas perfecciones de las que él mismo carece? ¿ Es por las
perfecciones que el otro posee que se enamora perdidamente de él?
¿O esta relación está ya designada desde el principio, fundada en un
designio primario? *

* ¿La melancolía es consecuencia del proceso patológico del enamoramiento, o


el enamorarse es consecuencia de la estructura melancólica?
714 Norberto Carlos Marucco

¿Existen dudas de que Caín amaba a Abel, Robespierre a Danton,


y Salieri a Mozart? Pero ante el extremo favoritismo de "Dios" (yo
ideal) con Abel, Caín es condenado a ser su asesino. Al ser víctima
de las torturas constantes de la denigración, la humillación, y la des-
calificación, se convierte en verdugo. Matar o matarse resultan op-
ciones idénticas en este caso. ¡Pobre Caín! Fue el ejecutor y pagará
su culpa. Pero ¿y el instigador?
Abel a través de (y a pesar de) ser víctima de un asesinato, logra
zafarse de la dominación de ese Otro ideal que lo transformó, y le
exigió ser perfecto y espléndido. En su condición de víctima se une
fraternalmente a su hermano en el lugar del desvalimiento. ¡Pobre
Abe!!
Quizá sea por todo esto que cuando se está ante un melancólico
no puede evitarse la visión patética de la pérdida de la autoestima.
y es precisamente por esta pérdida que el sujeto se ve impulsado
a la búsqueda imperiosa de un amor que pueda compensar la autoes-
tima disminuida. De hecho esta búsqueda no elude la transferencia,
sino todo lo contrario. Es allí precisamente donde se expresa con
patética claridad; y justamente por ello compromete al analista en la
necesidad de entender qué clase de objeto busca el paciente: ya que
es en la develación de la historia de ese objeto donde pueden hallarse
datos que sirvan para descubrir el modo de evitar repetir la tragedia.
El objetivo del análisis del melancólico sería entonces transformar
el ocaso de una pasión en un amor humano. Un amor que sirva para
evitar el pacto sellado.
Habitualmente el melancólico se mata en un período "maníaco"
de lucidez, y no en el momento depresivo. Es precisamente ese es-
tado de "lucidez" el que le permite advertir que aquel yo ideal que
"siempre lo protegió", y por quien se creía amado, en realidad lo
odia (Freud, 1919). Descubrimiento fatal ante el cual decide matarse
para conservar la creencia en esa pasión eterna a un único objeto
al cual apostó su vida, y que con una mirada de odio lo persigue.
De ser así, ¿puede pensarse que este doble siniestro que habita en
cada uno de nosotros estuviera rememorando incesantemente la vieja
historia de Caín y Abel? De ahí, a un paso, la siniestra compulsión
a la repetición de un arcaico crimen en los orígenes de nuestra hu-
manidad. Pulsión de muerte como repetición de un arcaico crimen
en los orígenes de nuestra humanidad. Pulsión de muerte como
repetición demoníaca de ese odio fraternal que ha inspirado la cotí-
dianeidad dramática de la historia poblada de guerras, genocidios,
luchas intestinas, procesos de sojuzgamiento y dominación fratricida, y
los modos más diversos y sofisticados de asesinato de hombres,
ideas, pueblos, por aquellos que se sintieron ungidos como abeles
frente a los descalificados caínes. ¿ Podría plantearse entonces la
La melancolía: el ocaso de una pasión 715

hipótesis de que esta historia compulsivamente repetida se haya en-


carnado finalmente en la estructura psíquica? Abel, expresión de la
pureza, la bondad, la belleza, y el poder designado y reconocido por
el yo ideal. Caín, descalificado y despreciado a pesar y por sus
esfuerzos de agradar a "Dios" (yo ideal). Oprobioso desprecio que va
transformando el amor fraternal en agresión envidiosa, que termina
destruyendo al objeto ante cuya comparación humillante fue Caín
constantemente enfrentado.
Caín y Abel unidos por un odio que nació y creció ante (y por)
los ojos de "Dios". Dupla siniestra que se abraza en la llama encen-
dida por el odio del yo ideal, y un amor que se tornó espanto.
Dice la Biblia que después de haber matado Caín a Abel, Dios le
preguntó: ¿Dónde está Abel, tu hermano? Y él dijo: "No sé, ¿soy
yo acaso guarda de mi hermano?" Entonces Dios le respondió: "¿Qué
has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la
tierra. Y ahora, maldito eres (y la maldición vendrá) de la tierra que
abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano.
Cuando labrares el suelo, no volverá a darte su fuerza; vagabundo y
errante serás en la tierra". Y entonces le dijo Caín: "Mi castigo es
más grande de lo que yo pueda soportar. He aquí que me arrojas hoy
de sobre la faz de la tierra, y de tu presencia me esconderé: y andaré
vagabundo y errante en la tierra; y acontecerá que cualquiera que
me hallare me matará". Y entonces contestó Dios: "Por lo mismo,
cualquiera que matare a Caín, se tomará en él venganza septupli-
cada". Y le puso una señal para que no lo matara nadie que lo hallase.
"Dios", como un padre poderoso, divide a los hijos al preferir al
uno sobre el otro y hacerlo evidente del modo más crudo. Y estos
hijos, en una diferencia radical con los de la horda primitiva que
decidieron matar al padre, lo veneran y casi sin saberlo se encuen-
tran atrapados en una lucha fraterna. Y aun así, Dios los castiga a
ambos: a uno con la muerte, al otro con una vida errante y despro-
vista de toda posibilidad de obtener frutos (y no sólo de la tierra).
Lo obliga a deambular por el mundo con una marca que lo hace
representante del asesinato y lo señala por siempre como culpa-
ble de la muerte del "bueno" de Abel, Pero además maldice a quien
mate a Caín, y con ello prohíbe la venganza de Abel y el perdón para
Caín.
"Dios-ideales-cultura-padre" que castiga o calla. "Dios" que ama a
quienes son justos por obedecer sus injustas reglas. "Dios" que im-
pone el orden de una moral que discrimine lo bueno y lo malo. Moral
divina. Divino oráculo que guarda el destino ya trazado por este
"padre" juez y verdugo que trágicamente se expide o calla.
Freud puso el psicoanálisis en el lugar del oráculo. Oráculo que
contenía los enigmas y designios del "poder de los dioses". Pero si
716 Norberto Carlos Marucco

Dios calló, si el oráculo calló ¿podrá callar también el psicoanálisis?


Para que el psicoanálisis mantenga su fuerza frente al dogma reli-
gioso, para seguir su lucha contra la represión, debe denunciar lo
que a "Dios-cultura" le convino callar. Callar la tragedia que desde
el vientre materno estuvo en cierne: un niño (cada niño) condenado
a ser Abel y Caín; inundado por un afecto fraternal que es amor y
odio.
y así Caín y Abel, unidos por un amor demoníaco, desembocan
finalmente en odio. Idénticos en la meta de la muerte, crearán la
conjura del suicidio mutuo. El suicidio es un asesinato del otro que
vive en el uno odiándose a sí mismo .
. . .y el melancólico, llevando la pesada carga de un otro que habita
dentro de sí, y ante la evidencia de que ese otro (yo ideal) nunca lo
amó, apostará el destino de su pasión a su carta final: El suici-
dio que cristaliza las rojizas luces del ocaso, y retiene por fin y para
siempre en sus pupilas muertas eL color ya empalidecido de su anhe-
lado amor. Amor de muerte, pacto de eternidad desdeñoso de la
vida en el que éste y aquél estarán fusionados para siempre. (¿Om-
nipotencia narcisista y/o carencia libidinal?)
¿Existe la fuerza que sirva para romper semejante alianza? El amor
que discrimina, el contingente, el que es libertad y vida. Un amor que
en la pasión lo abrace pero jamás lo funda. Un amor que por el
tiempo crezca, y en el tiempo se nutra, pero jamás prometa ni anhele
la eternidad. Un amor que angustiado por el final descrea de la
ilusión de una inmortalidad sin vida. Este amor es parte del Eros
que Freud insistió en no desestimar. Lo único que puede vencer a
"lo uno" es la unión amorosa de dos. Amor que es tanto más riesgoso
cuanto más vivo. Amor que es placer, dolor y vértigo.
Este vértigo de amar puede despertar temor, y alguien puede decir
al consultar: "Tengo deseo de amar, pero me da miedo". Y en esos
casos es el analista quien deberá detener el progresivo aumento del
miedo que puede terminar con el deseo, el deseo de amar; fin
del deseo. Cree encontrar en cambio el sentimiento de seguridad,
el de la tranquila quietud nirvánica que el amor (el fragor del Eros),
si es tal, no es capaz de brindar. Es en ese desencuentro (que en
realidad es búsqueda) donde se cae en la "profanación" del amor.
"Tengo ganas, pero tengo miedo" ¿Hasta perder el miedo? ¿Hasta
perder las ganas? Si el psicoanálisis no interviene, su neutralidad
llevará a conformar uno por uno y en tre todos una sociedad de
hombres quietos que optaron por "suicidar" sus propios deseos.
Algunos melancólicos que no se matan son aquellos que apagaron
el ocaso profanando eL amor. Profanación del amor apoyada por una
cultura que, cambiando sus valores semánticos, convierte al hombre
La melancolía: el ocaso de una pasión 717

en un insensible "profanador". Es tan fácil e inadvertido el desliza-


miento del "Yo te amo" a un frío "Yo tu amo".
En la melancolía se produce una regresión de la pulsión. .. no al
instinto. Se retorna al modo en que ésta estableció sus primeras
relaciones con el objeto (ese carácter de fijeza, de inmutabilidad, de
unicidad). El duelo en cambio establece la relación con el objeto
tomándolo como contingente, como pasible de cambio, de trans-
formación.
Por último entonces, fijeza o contingencia objeta!. Dependencia
o independencia del objeto. Esclavitud o libertad del hombre. El
amor o el poder. La muerte o la vida. La certeza ... y mi irreverencia.

Resumen

A través de "Una introducción particular" advierto al lector de que en este


trabajo me ocupo del cuadro melancólico desde una fundamentación teórica
freudiana articulada de manera personal, que intenta dar cuenta de ese hecho
clínico pero aspira a más. Lo entiendo como un cuadro patológico, y a la vez
como una estructura fundante en la formación del psiquismo. Estructura que
nace en el fragor de la relación de la pulsión con un "objeto" de amor y
necesidad, y que en las vicisitudes del vínculo se pierde... como objeto de
amor. Historia del "en-amoramiento a-pasionado" de un ser "desvalido" (des-
amparo inicial) cuya imagen se agiganta o empequeñece en el reflejo devuelto
por la "fuente" de "vida" (o de "muerte"). Me pregunto si se trata sólo de un
enamoramiento de su propia imagen (narcisismo erógeno) o del terror ante
la "fuente" que le da su ser y podría, al dejar de mirarlo, provocarle la
"muerte". ¿Este enamorado será aquel que se enamoró y que anhelante se mira
buscándose en la vivencia de goce, o el que fue enamorado y que virtualmente
aparece suplicante en el brillo de otros ojos? ¿Aquel que busca ser o aquel
que para siempre dependerá de la mirada que le da su ser? Hablo de la iden-
tificación primaria (del ser identificado). Considero que esta relación de "ena-
moramiento" se funda en una carencia primaria (el desamparo inicial junto a la
indiferencia del objeto). Y de este modo cabe la pregunta sobre si la melancolía
es consecuencia del proceso patológico del "enamoramiento", o el ser enamo-
rada es consecuencia de una estructura melancólica. En el primer caso, un
enamoramiento extremo signado por la sugestión que mantiene en el enarno-
rada una pasión vehemente y creciente por su objeto ideal. En el segundo, un
duelo patológico escindido por renegación que queda latente y que en algún
momento es catapultado al exterior buscando, y encontrando, un objeto que
lo enamore y mantenga inmovilizado el duelo patológico. Esta estructura me-
lancólica escindida, latente, conformaría lo que Freud denominó "carácter" en
El yo v el ello, residuo de las primeras identificaciones. Aquí la dialéctica
entre el amor y el poder. ¿ No es acaso la melancolía una historia de amor
que trágicamente se convierte en una historia de poder que surge de la nece-
sidad, de la fijeza de la pulsión, de la ilusión de irnprescindibilidad?
718 Norberto Carlos Marucco

Entiendo imprescindible incluir en los desarrollos teóricos y, por lo tanto,


en los abordajes técnicos del cuadro melancólico, además de lo siniestro, la
temática del amor. Su inclusión permitirá hablar del cuadro psicopatológico
de la melancolía desde una perspectiva no sólo intrapsíquica, sino también
interpersonal.
Creo que además el tema de la melancolía es relevante teniendo en cuenta
que la enfermedad que actualmente acosa a la cultura en general es la depre-
sión (tan cercana al cuadro melancólico). Nuestra realidad nos condujo a la
pérdida del "sentimiento de sí", al extrañamiento, y la pérdida de ideales; y
de un modo más patético a ese "cierto desfallecimiento de la pulsión vital"
que aparece en lo manifiesto como "depresión" e implica también hablar de
la degradación progresiva de la vida amorosa en nuestra cultura, como uno
de sus significativos malestares, y que puede desembocar en depresiones o me-
lancolías ligadas no sólo a los ideales narcisistas sino a los culturales que
"compasivamente" relegan aquellos suicidios pasionales del melancólico, para
dar lugar a un presente donde los otros se funden y confunden en un conjunto
de seres que comparten sin saberlo un "suicidio común": el de sus pulsiones y
sus deseos. Entonces: o la vida propia en defensa de deseos propios, o la
asunción pasiva de un "destino" común que, según creo, podría explicarse
a través de algo que se repite en el presente desde nuestro común origen.
Una historia que deja su sello en la estructura psíquica del sujeto humano,
y que en este trabajo relacioné con el mito de Caín y Abel (último apartado).
En el segundo apartado expongo "Algunas consideraciones, articulaciones
e hipótesis a partir de una relectura de los textos freudianos". Hago un aná-
lisis e interpretación de las ideas de Freud en relación al tema de los ideales,
las identificaciones, las pulsiones de vida y muerte, y sus sucesivos desarrollos
en "Introducción del narcisismo", "Duelo y melancolía", "Lo siniestro", Más allá
del principio de placer, El yo y el ello, El malestar en la cultura, "El problema
económico del masoquismo", El fetichismo, para explicar a la melancolía. Con-
sidero que ésta puede ubicarse dentro de las afecciones narcisistas, como una
detención en un tiempo "lógico" de desarrollo del aparato psíquico donde
el juicio de reconocimiento de la castración ha sido desmentido. Cuando
ese juicio se hace y el sujeto denuncia la diferencia, la "función narcisista
parental" experimenta odio hacia él y no sólo falta de amor. Aquí reaparece
la idea de la muerte, de la pulsión de muerte, pero como odio (sadismo
primordial) de ese objeto narcisista denunciado como no ideal. Si frente a
este odio falta una función paterna que ejecute la castración de la madre
fálica, es lógico pensar que el niño no tenga otra posibilidad que identificarse
con ese odio que se torna en autodestructivo. Cuando se reniega del odio del
objeto narcisista, es identificado por éste constituyendo el yo ideal enajenado.
De esta manera puede comprenderse que este "yo ideal enajenado" quede
constituido por "puro cultivo de pulsión de muerte". Esta estructura sería la
que lleva al sujeto melancólico a la muerte del yo, y lo lleva en la medida que
denuncia que ese objeto no es ideal sin la apoyatura paterna.
En el tercer apartado me ocupo de hacer, desde mi experiencia clínica,
"Algunas consideraciones acerca de los enfoques técnicos" proponiendo un
particular abordaje del paciente melancólico.
Me introduzco en el cuarto apartado, "El ocaso de una pasión", considerando
que la violencia del superyó se desata sobre el yo ante la evidencia de que
éste, aun siendo capaz de temerle y someterse a él, se resiste a amarlo. Por
ello cuando el melancólico se mata o se deja morir frente a la pérdida de su
objeto de amor, estaríamos ante el asesinato de aquella parte del yo que progre-
La melancolia: el ocaso de una pasión 719

sivamente va dejando de amar al superyó. Destrucción que sirve para mantener


en el ocaso una pasión acosada por la frialdad del desamor. La ilusión del
melancólico es mantener la posibilidad de que el objeto de su "pasión" tras-
cienda la barrera de la muerte. Una inmortalidad sin vida, "la inmortalidad
sin vida de Narciso".
La pasión se sustenta sobre la ilusión de la satisfacción plena de un deseo,
ilusión de vencer al sufrimiento. Furor por desafiar los límites que la misma
pasión convoca. Antes de reconocer la inevitable certeza de perder la vida al
perder la pasión, el melancólico se entrega a la muerte y comienza su espera.
Víctima (pasiva) de la pasión que devoró su vida. Victimario (activo) de esa
pasión enajenante para poder, activamente, con pasión, vivir su vida. El melan-
cólico se topa con un objeto que ante la agonía de su narcisismo necesita
apropiarse de otro narcisismo para sobrevivir. Así ambos necesitan jurar una
unión indisoluble pactada bajo la creencia de conservar "el amor" para toda la
vida. Se mata (y al mismo tiempo mata a una pasión enajenante) , y asesina
en defensa de una pasión erógena que es vida. Pasión en el sufrir (culpa) o
pasión en el amor (llama del Eros). El acto del suicidio del melancólico sella
con la muerte un amor que habitualmente no existió más que como "ocaso
de una pasión".
El quinto apartado lleva por título "Armonías o contrapuntos en relación a
un mito: Desde la melancolía, retrotiempo, por los rastros de Caín y Abel".
En él intento explicar a la melancolía desde el análisis del mito de Caín y
Abe!. Un Abel lleno de cualidades, grandioso, pleno de belleza que se erige (o
es erigido) como yo ideal, frente a otro que a su vez se degrada (o es degra-
dado) a la condición de humillado. Ante el extremo favoritismo de Dios (yo
ideal) con Abel, Caín es condenado a ser su asesino. Al ser víctima de las
torturas constantes de la denigración, la humillación y la descalificación,
se convierte en verdugo. Matar o matarse resultan opciones idénticas en este
caso. Abel a través de ser víctima de un asesinato, logra zafarse de la domi-
nación de ese Otro ideal que lo transformó, y le exigió ser perfecto y espléndido.
En su condición de víctima se une fraternalmente a su hermano en el lugar del
desvalimiento.
Propongo la hipótesis de que ese doble siniestro que habita en cada uno de
nosotros estaría rememorando incesantemente la vieja historia de Caín y Abel,
De ahí a un paso, la siniestra compulsión a la repetición de un arcaico crimen
en los orígenes de nuestra humanidad. Pulsión de muerte como repetición de-
moníaca de ese odio fraternal que se ha encarnado finalmente en la estructura-
ción psíquica, y compulsivamente se repite en la historia. (Abel, expresión de
la pureza, la bondad, la belleza, el poder reconocido y designado por el yo
ideal. Caín, descalificado y despreciado a pesar y por sus esfuerzos de agradar
a Dios [yo ideal]. Dupla siniestra que se abraza en la llama encendida por el
odio del yo ideal, y un amor que se tornó espanto.)
Dios-ideales-cultura-padre que castiga o calla. Considero que para que la cien-
cia psicoanalítica mantenga su fuerza frente al dogma religioso, para seguir su
lucha contra la represión, debe denunciar lo que a "Dios'v''cultura" le convino
callar. Callar la tragedia que desde el vientre materno estuvo en cierne: un
niño (cada niño) condenado a ser Abel y Caín, inundado por un afecto fraternal
que es amor y odio.
El melancólico, llevando la carga de un otro que habita dentro de sí, y ante
la evidencia de que ese otro (yo ideal) nunca lo amó, apostad el destino de su
pasión a su carta final: el suicidio. Pacto de eternidad en el que éste y aquél
720 Norberto Carlos Marucco

estarán fusionados para siempre. Creo que lo único que puede romper seme-
jante alianza es el amor que discrimina, el contingente, el que es libertad y
vida. Así se opondrían: fijeza o contingencia objetal. Dependencia e indepen-
dencia del objeto. Esclavitud o libertad del hombre. El amor o el poder. La
muerte o la vida.

Résumé

LA MÉLANCOLlE: LE DÉCLlNE D'UNE PASS ION


Rétrotemps. Derriere les traces de Cain et Abel

Le lecteur se voit averti, gráce a "Une introduction particuliere", que je


m'occupe dans ce travail du tableau mélancolique. Partant d'un fondement
théorique freudien articulé de facón personnelle, en essayant de consigner ce
fait clinique, ce travail cependant, aspire a aller plus loin. Il s'agit la a mon
avis, d'un tableau pathologique, et tout a la fois, d'une structure fondante dans
la formation du psychisme. C'est une structure qui nait dans l'effervescence
de la relation de la pulsion avec un "objet" d'amour et de nécessité, et qui
dans les vicissitudes du lien se perd... en tant qu'objet d'amour. Histoire de
l' "En-amourement passionné" d'un étre "déprivé" (détresse initiale) dont
l'image augmente considérablement ou bien s'amoindrit dans le reflet rendu
par la "source" de "vie" (ou de "rnort"). Je me demande s'il s'agit seulement
d'un énamourement de sa propre image (narcissisme érogéne) ou bien de la
terreur face a la "source" qui lui donne son étre et qui pourrait, en cessant
de le regarder lui provoquer la "mort", Est-ce que cet amoureux est celui qui
s'est enamouré et qui haletant, se regarde en se cherchant dans l'éprouvé de
jouissance, ou bien est-il celui s'est laissé énamourer et qui apparait d'une
maniere virtuelle, suppliant dan s l'éclat d'autres yeux? Celui qui cherche a
étre ou celui qui dépendra a jamais du regard que lui donne son etre? Je parle
de l'identification primaire (de l'étre identifié). Je considere que cette relation
d'''énamourement'' se fonde sur un manque primaire (la détresse initiale con-
juguée a l'indifférence de l'objet). Ainsí done, il est pertinent de se demander
si la mélancolie est une conséquence du processus pathologique de "l'énamou-
rement", ou bien si l'étre énamouré est la conséquence d'une structure mélan-
colique. Dans le premier cas, il existe un énamourement poussé a l'extréme,
marqué par la suggestion qui maintient chez l'amoureux une passion véhé-
mente et toujours croissante envers son objet idéal. Dans le second cas, il
y a un deuil pathologique clivé par le déni, qui reste latent et qui a un moment
donné se voit catapulté vers l'extérieur pour chercher et trouver un objet
qui le rende amoureux et qui maintienne immobile le deuil pathologique. Cette
structure mélancolique clivé, latente, constituerait ce que Freud a appelé "ca-
ractere" dan s Le moi et le ~a, reste des premiares identifications. Ici se
trouve la dialectique entre l'amour et le pouvoir. Est-ce-que la mélancolie
n'est pas en dernier lieu une histoire d'amour, qui de facón tragique se trans-
forme en une histoire de pouvoir qui surgit de la nécessité, de la fixité de la
pulsion, de l'illusion d'indispensabilite?
Il est nécessaire, a mon avis, d'inclure dans les développements théoriques et,
par conséquent dans les abordages techniques du tableau mélancolique, en
outre de l'inquiétante étrangeté, le sujet de l'amour. L'inclusíon de ce dernicr
permettra de parler du tableau psychopathologique de la mélancolíe, non seu-
La melancolía: el ocaso de una pasión 721

lement a partir d'une perspective intrapsychíque, mais également interper-


sonnelle.
Il me scmble aussi que le sujet de la mélancolie revét une importance toute
spéciale, compte tenu du fait que la maladie qui harcele actueIlement la civi-
lisation en général, est la dépression (qui est si proche de la formation mélan-
colique). Notre réalité nous a conduit a la perte du "sentiment de soi", au
sentiment d'étrangeté et a la perte d'idéaux: et plus pathétiquement encore,
a cette "certaine défaillance de la pulsion vitale" qui apparait dans le manifeste
sous la forme de "dépression", et cela implique aussi le fait de parler de l'avi-
lissment progressif de la vie amoureuse dans notre civilisation, en tant que l'un
de ses malaises significatifs, et qui peut aboutir a des dépressions ou a des
mélancolies liées non seulement aux ideaux narcissiques mais aussi aux idéaux
culturels que "de facon compatissante", releguent ces suicides passionnels du
mélancolique, afin de laisser la place a un présent 0\1 les autres se fondent
et se confondent en un ensemble d'étres qui partagent sans le savoir un "suicide
commun": celui de leurs pulsions et de leurs désirs.
Ainsi done: ou bien la propre vie en défense de désirs propres, ou bien la
prise en charge passive d'un "destin" commun, ce qui, j'estime, pourrait
s'expliquer a travers quelque chose qui se répete dans le présent depuis notre
origine commune. Une histoire qui laisse son cachet dan s la structure psychi-
que du sujet humain, et que j'ai reliée dans ce travail au mythe de Caín et
Abel (voir la derniére partie du travail).
Dans la deuxiéme partie, j'expose "Certaines considératíons, ainsi que cer-
taines articulations et hypotheses a partir des fondements théoriques freu-
diens". Je fais une analyse et une interprétation des idées de Freud concernant
le sujet des idéaux, des identiñcations, des pulsions de vie et de mort et ses
développements successifs dan s "Pour introduire le narcissisme", "Deuil et
mélancolie", "L'inquiétante étrangeté", Au-delñ du principe de plaisir, Le moi
et le ~a, Malaise dans la civilisation, "Le probleme économique du masochisme",
"Le fétichísme", afin d'explíquer la mélancolie. Je considere que cette derniére
peut étre placée entre les affections narcissiques, eomme un arrét dan s un
temps "Iogique" du développement de l'appareil psychique 0\1 le jugernent
de reeonnaissance de la castration a été démenti. Lorsque ce jugement se
réalise et que le sujet dénonce la différence, la "fonction narcissique paren-
tale" éprouve de la haine envers lui et non seulement un manque d'amour.
Ici apparait a nouveau l'idée de la mort, de la pulsion de mort, mais sous la
forme de haine (sadisme primordial) envers cet objet narcissique dénoncé
comme non-idéal, Si face a cette haine, iI manque une fonction paterneIle qui
soit en mesure d'éxécuter la castration de la mere phallique, il est logique
de penser que la seule possibilité de l'enfant soit de s'identífier avee eette
haine qui devient auto-destructive. Lorsque l'on renie de la haine de l'objet
narcissique, il est identiiié par lui en constituant le moi idéal aliéné. II est
possible de comprendre ainsi que ce "moi idéal aliéné" reste constitué par
une "simple culture de pulsion de mort". Cette structure serait ceIle qui conduit
le sujet mélancolique a la mort du moi, et cela, dans la mesure 0\1 elle dénonce
que cet objet n'est pas idéal sans l'appui paternel.
Quant a la troisíeme partie, je réalise, partant de mon expérience cliníque,
"Ouelques considérations au sujet des démarches techniques" et je propose
une forme partículiére d'abordage du patient mélancolique.
En ce qui concerne la quatrieme partie, "le décIin d'une passion", je m'y
introduis en considérant que la violence du surmui se déchaine sur le moi
face a l'évidence que ce dernier, méme s'il est capablc de le craindre ct de se
722 Norberto Carlos Marucco

soumettre a luí, se résiste ti l'aimer. C'est la raison pour laquelle lorsque le


mélancolique se tue ou se laisse mourir face a la perte de son objet d'arnour,
nous nous trouverions face a I'assassinat de eette partie du moi qui peu a peu
cesse d'aimer le surmoi. C'est une destruction qui sert a maintenir dans le
déclin une passion traquée par la [roideur du. désamour. L'illusion du mélan-
colique est de maintenir la possibilité de faire que I'objet de sa "passion"
transcende la barriere de la mort. Une immortalité sans vie, "I'imrnortalité
sans vie de Narcisse",
La passion est supportée par I'illusion de la satisfaction pleine d'un désir,
l'illusion de vaincre la souffrance. Fureur de déiier les limites que la rnérne
passion convoque. Avant de reconnaitre la certitude inévitable de perdre la
vie en perdant la passion, le mélancolique se donne a la mort et commence
son attente. Victime (passive) de la passion quí a dévoré sa vie. Victimaire
(actif) de cette passion aliénante pour pouvoir, activement avec passion, vivre sa
vie. Le mélancolique se heurte a un objet qui face a l'agonie de son narcis-
sisme a besoin de s'approprier d'un autre narcissisme pour pouvoir survivre.
C'est ainsi que tous deux se voient forcés a se jurer une union indissoluble
pactisée avec la croyanee de conserver "l'amour" pour toute la vie. Il se tue (et
a la fois il tue une passion aliénante) , et il assassine dans le but de défendre
une passion érogene qui est vie. Passion dans le souffrir (culpabilité) ou pas-
sion dans l'amour (flamme d'Eros). L'acte du suicide du mélaneolique scelle
avec la mort un amour qui, généralement n'a existé que eomme "déclin d'une
passion",
La cinquierne partie a pour titre: "Harrnonies ou contrepoints par rapport
a un mythe: a partir de la mélancolie, remémoration, sur les traces de Caín et
d'Abel", J'essaye d'expliquer id la mélancolie, a partir de I'analyse du mythe
de Caín et d'Abel, Un Abel rempli de qualités, gran diose et plein de beauté,
qui s'érige (ou est érigé) comme moi idéal, face a un aurte qui, a son tour
se dégrade (ou est dégradé) jusqu'á une eondition d'humiliation. Face au fa-
voritisme extreme de Dieu (moi idéal) avec Abel, Caín se voit eondamné a étre
son assassin. Il se transforme en bourreau, mais paree qu'il est victime des
tortures constantes du dénigrernent, de l'humiliation et de la disqualification.
Dans ce cas, le fait de tuer ou de se tuer sont deux options identiques. Abel,
par le fait d'étre la victime d'un meurtre, réussit a se délier de la domination
de cet Autre Idéal qui I'a transformé et lui a exigé d'étre parfait et splendide.
Dans sa condition de victime il se lie fraterneIlement a son frere dan s la
place du délaissement.
Je propose id, une hypothese: cette double inquiétante étrangeté qui habite
a I'intérieur de ehacun d'entre nous pourrait évoquer de facón incessante la
vieille histoire de Caín et Abel, Il n'y a de la. qu'un pas a la sinistre compul-
sion a la répétition d'un crime archaíque a l'origine de notre humanité. Pulsion
de mort en tant que répétition démoniaque de eette haine fraternelle qui s'est
finalement incarnée dans la structure psychique, et, de facón compulsíve, se
voit répétée dans l'histoire. (Abel, express ion de la pureté, de la bonté, de la
beauté, le pouvoir reconnu et désigné par le moi idéal. Caín disqualifié et
méprisé malgré et a cause de ses efforts afin de plaire a Dieu (moi idéal).
Couple sinistre qui s'ernbrasse dans la flamme allumée par la haine du moi
idéal, et un amour qui est devenu épouvante).
Dieu-idéaux-civilisation-pere qui chátie ou se tait. Je considere que, pour que
la scienec psychanalytique puisse maintenir sa force face au dogme religieux,
pour poursuivre sa lutte centre le refoulement, elle doit dénoncer ce que
"Dieu"- civilisation a estimé bon de taire. Taire la tragédie qui déjá dans le
La melancolía: el ocaso de una pasion 723

ventre maternel était en germe: un enfant (chaque enfant), condamné a étre


Abel et Caín, inondé par une affection fraternelIe qui est a la fois amour et
haine.
Le mélancolique, portant la charge d'un autre qui habite dans lui, et face
a I'évidence que cet autre (moi idéal) ne l'a jamais aimé, misera le destin
de sa passion sur une derniere carte: le suicide. Un pacte d'éternité oü
celuí-cí et celui-lá seront a jamais fusionnés. Je crois que la seule chose qui
peut rompre une alliance de ce genre, est l'amour qui discrimine, l'amour
contingent, celui qui est liberté et vie. C'est ainsi que s'opposeraient: fixité
et contingence objectale. Dépendance et indépendance de l'objet. Esclavage ou
liberté de l'homme, l'amour ou le pouvoir, La mort ou la vie.

Surnrnary

MELANCHOLIA: THE DECLINE OF A PASSION


Retrospectively, tlie trail of Caín and Abel
along

In the introduction I warn the reader that in this paper Ideal with melan-
cholia on the basis of a personal reading of Freud's theorizing, a reading that
attempts to account for this c1inical picture but also to go beyond this objec-
tive. 1 regard it as a pathological picture and, at the same time, as a constitu-
tive structure in the formation of psychic life. A structure that emerges in the
c1angor of the relationship between the drive and an "object" of love and
need and which, in the vicissitudes of the bond, is lost... as a lave object.
The history of the "passionate falling-in-love" of a "helpless being" (initial
helplessness) whose image becomes larger o smaller as reflected by the
"source" of "life" (or of "death"). I wonder if it is only a question of falling
in love with his own image (erogenous narcissism) or of the terror in the
face of the "source" that givcs him life and which might, should this "source"
stop looking at him, bring about "death". Is this the one who became ena-
mored and who longingly looks for himself in the experience of pleasurc or
the one that was enamored and is virtually seen, begging, in the glitter of
other eyes? He who seeks being or he who wiII forever depend on the look
that makes him come into being? I am talking about primary identification
(of being identified). I feel this in-love relationship is based on a primary
lack (the initial helplessness together with the object's indiference). And thus
we might ask whether melancholia ís the consequen ce of the pathologic pro-
cess of "becoming enarnored" or whether "being enamored" is the conse-
quence of a melancholic structure. In the first case, an extreme "enarnoring"
characterized by the suggestion that preserves in the enamo red subject an
increasingly strong passion for his ideal object. In the second case, a patho-
logical mourning split by disavowal that remains latent and that is at sorne
time or other ejected outwards seeking, and finding, an object capable of
enamoring him and immobilizing the pathological mourning. This melancholic
structure, split, latent, would amount to what Freud called "character" in
The Ego and the Id, a remmant of the earliest identifications. Hence the
dialectics between love and power. Is not melancholia a love historv that
tragically becomes a story of power resulting from the necd, the fixity 01
the drivc, the illusion of being unique?
724 Norberto Carlos Marucco

1 find it necessary lo include in the theoretical development and, therefore,


in the technical approaches to the melancholic picture, the theme of love,
apart f'rorn that of the uncanny. Its inclusion will make it possible to speak
about the psychopathologic picture of melancholia not only from an intra-
psychic but also from an interpersonal point of view,
Likewise, it is my belief that the problem of melancholia is relevant if we
take into account that the illness that currently bcsets our culture in general
is depression (so close to the melancholic picture). Our reality led us to the
loss of the "self-feeling", to estrangement and to the loss of ideal s and, even
more pathetically, to that "[ailing of the vital drive" that becomes manifest
as "depression" and implies the progressive degradation of love life in our
culture as one of its significant discontents, and may result in depression or
melancholias associated not only to the narcissistic ideals but to the cultural
ideal s that "compassionately" relegate those passionaI suicides of the melan-
cholic to give way to a present where the others are fused and confused into
a number of beings that unknowingIy share a "comrnon suicide", that of
their drives and wishes. Thus, either one's own life in defense of one's own
wishes 01' the passive acceptance of a common "fate" that, as 1 belíeve, might
be explaincd through something that has never ceased to repeat itself since
our common origino A story that leaves its rnark on the psychic structure of
thc human subject and which in this papel' 1 have related to the myth of Cain
and Abel (last section).
In the second section 1 make some eonsiderations and put forth sorne hypo-
theses out of a re-reading of Freud's works. Here 1 try to account for melan-
cholia on the basis of an analysis and interpretation of Freud's ideas in
connection with ideals, identifications, drives, the life and death instincts and
their subsequent development in "Introduction to Narcíssism", "Mourning
and Melancholia", "The Uncanny", Beyond the Pleasure Principie, The Ego and
the Id, Civilization and lts Discontents, "The Economic Problem of Maso-
chism", "Fetishism". 1 believe melancholia may be placed together with the
narcíssistic disturbances, as an arrest in a "logical" time in the development
of the psychic apparatus where the judgement acknowledging castration has
been negated. When such judgement is passed and the subject denounces
the difference, the "parental narcissistic function" feels hatred towards the
subjcct and not only lack of love. Here the idea of death. the death instinct,
reappears, but as hatred (primordial sadism) of thc narcissistic objet deno-
unced as non-ideal. If in the face of such hatred there is an absence of a
paternal function capable of castrating the phallic mother, then it is plausible
to think that the child has no way out except the identification with that
hatred which becomes self-destructivc. When the hatred of the narcissistic
object is disavowed, it is identified by it and constitutes the alienated ideal
ego. This accounts for the fact that the "alienated ideal ego" should become
constituted by "pure culture of death instinct". This structure would lead to
the death of the ego in the melancholic and this in so far as he denounces the
fact that the object is not ideal without the paternal support.
In the third section and form my own clinical experience, 1 rnake sorne
considerations concerning technical approaches and propase a particular ap-
proach to the melancholic patient.
In thc fourth section, "The decline of a passion", I suggest that superego
violence is brought upon the ego when there is evidence that the latter,
although capable of Icaring the superego and submitting to it, rejuses lo
lave it . That is why when the melancholic kills himself 01' Iets himself die
La melancolia: el ocaso de una pasión 725

vis-á-vis the loss of his love object, this implies the murder of that part of
the ego which progressively stops loving the superego. A destruction that
serves to maintain "in the decline" a passion beset by the coldness oi unlove.
The illusion of the melancholic is to preserve the possibility that the object
of his "passion" may trascend the barrier of death. Immortality without life,
"the irnmortality without life of Narcissus".
Passion is sustained by the illusion of the fulIfilment of a wish, the illusion
of defeatíng suffering. Fury aroused by challenging the limits imposed by
passion itself. Rather than acknowledge the inevitable certitude of losing
life when losing pass ion, the melancholic surrenders to death and begins to
wait. A (passive) victim of the passion that has devoured his life; a (active)
victimizer of that alienating passion in order to live his life activeIy in passion.
The melancholic is confronted with an object that, vis-á-vis the agony of his
narcissisrn, must appropriate itself of another narcissism in order to survive.
Thus, both must swear indissoluble mutual alIegiance, in the hope tu preserve
"love" for the rest of their lives. He kills himself (and at the same time kills
an alienating passion) and murders in defense of an erogenous pass ion that
is life. Passion in suffering (guilt) or passion in lave (the flame of Eros).
The melancholic's suicidal act seals with death a lave that existed only as the
"decline of a passion".
The title of the fifth section is "Harrnoníes or counterpoints in connection
with a myth: from melancholia, retrospectively, along the trail of Cain and
Abel". I try to explain melancholia on the basis of thc analysis of the myth
of Cain and Abel. AbeI, full of good qualities, grandiose, beautiful, who stands
(or is made to stand) as the ideal ego, vis-á-vis someone who, in turn, degrades
himself (or is degraded) to the condition of the humiliated one. Owing to
the extreme preference of God (ideal ego) for Abel, Caín is condemned to be
his murderer. In being the victim of the constant torture of denigration,
humiliation and disqualification, he becomes an executioner. To kill o to kili
himself are identical alternatives in this case. Through being the victim of a
murder, Abel manages to free himself from the domination of that ideal Other
that has transformed him and demands that he should be perfect and splendid.
As the victim, he is fraternalIy united to his brother in the place of hel-
plessness.
It is my contention that this double uncanny, present in each of us, cons-
tantly evokes the ancient story of Cain and Abel. Hence, the uncanny com-
pulsion to the repetition of an archaic crime in the origins of mankind. Death
instinct as demonic repetition of that fraternal hatred which has eventually
become embodied in the psychic structurating and is compulsively repeated
in history (Abel, the expression of purity, kindness, beauty, the power recog-
nized and designated by the ideal ego. Cain, disqualified and despised in spite
of his efforts to pIease God (ideal ego): a sinister pair, embracing each other
in the fire kindled by the hatred of the ideal ego and a love that has turned
into fright).
God-ideals-culture-Iather that punishes or remains silent. It is my belief that,
if the psychoanaIytic science is to preserve its strength in the face of religious
dogma and to continue fighting repression, it must denounce what "God"-
"culture" found it convenient to silence. To silence the tragedy pre-existing
in the maternal womb: a child (every child) condemned to be Abel and Caín,
flooded by a fraternal affection that is love and hatred,
The melancholic, bearing the burden of another that lives inside him and
faced with the evidence that this other (ideal ego) has never loved him, wiII
726 Norberto Carlos Marucco

stake the fate of his passion on a final card: suicide. A pact of eternity in
which both will be fused forever. I think that the only thing capable of brea-
king such an alliance is the kind of love that can discrirninate, love that is
contingent, love that is freedom and life. Thus, object fixity and contingency
would oppose cach othcr. The same may be said of dependence and indepen-
dence from the object; man's slavery or freedom; love or power, death or love.

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