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Datos biográficos.
Nació en Erfurt, Prusia (actual Alemania), en el año 1864. Fallece en Münich, Alemania en el
año 1920. Hijo de padre funcionario y madre de afección calvinista moderada, su hermano
Alfred es también sociólogo; estas raíces familiares tendrán luego importancia e impacto en el
desarrollo de sus ideas. Por el rol de su padre vive en una familia ligada a la alta dirección
política de su tiempo.
Si bien fue jurista, politólogo e historiador, incursionó en el ámbito de la economía y nunca se
consideró sociólogo, aun cuando fue el primer director de un instituto en la materia en
Alemania.
Durante la I Guerra Mundial colabora con el ejército de su país, asesorando a su gobierno en
la firma del Tratado de Versalles.
Entre sus obras figuran textos ligados al pensamiento y la religión, habiendo abordado incluso
la Revolución Rusa, lo que había tenido lugar algunos años antes de su fallecimiento. Así,
dedicó trabajos a la religión en China y la India, siendo su texto más famoso sobre la materia
“La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, en el cual analiza el impacto del
racionalismo ético del protestantismo y el desarrollo del afán de lucro en el capitalismo,
separado del impacto espiritual y “mágico” de otras religiones. A los fines de este texto, el
libro más importante a considerar es “Economía y Sociedad”, texto inconcluso y de
publicación póstuma del autor que abordamos.
Desde el punto de vista teórico es heredero de la distinción modernista entre ciencias sociales
y naturales, determinando que entre ambas debe existir una distinción metodológica entre las
unas y las otras. Esto es, a diferencia del pensamiento positivista, ya no puede considerarse a
la sociología, o cualquiera otra ciencia social como metodológicamente ligada a los métodos
fisicistas o naturalistas, sino que necesitan avanzar en un esquema propio según sus
particularidades.
Es por ello que, como heredero del racionalismo, procura entender las ciencias desde la razón,
y los modelos que pueden obtenerse en base a la misma. Una de las implicancias de esta
concepción lo lleva a desarrollar los tipos ideales, los que, a sabiendas que no ocurren en la
realidad, procuran delimitar un modelo o molde con el cual analizar las situaciones sociales.
Comprendía perfectamente que los tipos ideales son aspiraciones metodológicas que en la
realidad no se dan en puridad y que, en la generalidad de los casos, lleva a percibir situaciones
que podrían considerarse híbridas entre uno y otro tipo. Este aporte metodológico lo lleva a
analizar distintas cuestiones en base a esta metodología, cuestión esta que veremos en lo
siguiente.
El tipo ideal parte de la idea kantiana relativa a una realidad infinita, su modo de
comprenderla debe ser con un recorte, pues no podríamos delimitar infinitamente algo y nos
sería humanamente imposible. En base a ello los tipos ideales son recortes que hacemos, un
ámbito de la realidad que circunscribimos para ser analizados.
El objeto de la sociología.
Weber destaca la infinitud de los hechos sociales en las relaciones del hombre, entiende que
no es posible establecer axiomas que expliquen en forma homogénea y universal el
comportamiento humano. Será precisamente el científico, quien indefectiblemente
incorporando una pizca de subjetividad a la investigación, segmentara esos comportamientos,
recortara esa totalidad que representa la realidad, la sociedad, para seleccionar la fracción de
la misma que se convertirá en “el objeto de estudio”.
Para la sociología Weber va a definir su objeto en la “acción social”, la misma “se trata de una
conducta humana con sentido y dirigida a la acción de otro”. La acción humana tiene sentido
racional o afectivo y a su vez esta condicionada a actuar sobre otra/s persona/s, esto le
imprime el sentido social.
Pasaremos a la clasificación de la acción social en breve, pero previo a ello debemos
distinguir su distancia con Durkheim. Ya hemos mencionado la diferencia con el positivismo
en párrafos previos.
Durante el desarrollo de la sociología en Francia fueron dos los presupuestos que se
abordaron. Por un lado, el pensamiento de Gabriel Tarde, jurista ligado a la criminología,
proponía el estudio de las relaciones sociales. Este autor, de mucha aclamación en su época
pasó al olvido (o podríamos mejor decir que perdió relevancia), siendo reivindicado por
autores actuales como Bruno Latour en la Teoría del Actor – Red. Lo que Tarde proponía era
comprender la madeja de relaciones sociales que se suscitan en la realidad, siguiendo los
cualificantes de esas redes, es decir, no sólo entender los puntos de contacto sociales sino
también los presupuestos condicionantes, para de ese modo poder analizar los procesos
sociales en forma dinámica. Por su parte, Durkheim va a analizar el hecho social, es decir, una
sociología de tipo objetivista, pues este hecho asume categorías y presupuestos particulares,
no todo hecho en la sociedad es necesariamente un “hecho social”.
Esta distinción toma relevancia en el marco de la comprensión de Weber, puesto que él
también, al igual de Tarde, procura comprender los móviles de las acciones, no sólo la acción,
sino el porqué la misma se lleva a cabo. El método de weber es la sociología comprensiva o
método de la comprensión, el que busca comprender la intencionalidad del hombre en el
móvil de su acción.
En base a esta aclaración previa podemos pasar a la clasificación de acción social weberiana,
distinguiendo cuatro tipos de acciones sociales básicas:
El Poder.
En Weber hay una valoración positiva de la burocracia como elemento igualante. Pensemos
en la administración pública de su tiempo y el ajuste que la misma tenía según el status que la
persona detentara en la sociedad. Debemos comprender que este sistema sería racional y
funcional, habilitando que sin importar quién sea el pretendiente de la acción del estado, la
respuesta debería ser en base a reglas generales de aplicación independiente al sujeto
interesado.
Esta burocracia está orientada sobre todo a los fines y no a los medios. Es decir, la
racionalidad (siempre la racionalidad) importa que lo relevante sea la solución pretendida y no
la burocracia por la burocracia misma. Si recordamos lo analizado al comienzo sobre el rol de
la ética racional del protestantismo (luteranismo, calvinismo, baptismo y metodismos), aquí
podríamos utilizar las mismas herramientas, la ética racional era un medio, que se vuelve a
considerar ahora, pues en aquellos ámbitos donde la ética se liga a criterios paternalistas,
propio de la religión salvífica y milagrosa (cristianos, judíos, etc.) el papel de aquella
devendría en estructuras rígidas que más que solucionar complicarían las cosas (de hecho esta
fue la advertencia que realizó sobre lo que ocurriría particularmente con la Unión Soviética).
Es así que una visión ascética de la vida orientada a un proceder racional, que no es lo común
en otras religiones, y la búsqueda del lucro como medio de salvación, pues era la forma de
comprender que el Seños había elegido a determinados sujetos (predestinación) imponen una
organización meticulosa y sacrificada. Este medio necesita para llevarse a cabo de técnicas y
métodos que permiten una mejor organización y efectividad, con lo cual la inversión es
también un eslabón importante en la cadena. Sobre todo lo que debe rescatarse aquí está
ligado que los procedimientos racionales, como la buena administración y la burocracia,
integran procesos que se culturalizan e internalizan, que hacen a una forma de vida en un
período histórico; y que ello no quita que una vez instalado, en este caso el capitalismo, no
puedan abandonarse.
Aun hoy esta distinción se estudia en las escuelas de administración que apelan a la dinámica
comercial y el rol de los administradores de empresas con el rol y papel de la burocracia en
algunos ámbitos.