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UNIVERSIDAD PRIVADA SAN CARLOS

FACULTAD DE CIENCIAS, ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

PRIMERA MONOGRAFIA DE LA UNIDAD

PREVENCIÓN INDIRECTA EJERCIDA POR LAS PENAS

PRESENTADO POR:
RODRÍGUEZ GALLEGOS, Joel Wilder

DOCENTE:

Mgtr. Yanina Huanca Excelmes

CURSO: Criminología

JULIACA-PUNO-PERU
INTRODUCCIÓN

En la presente investigación monográfica, se abordará el tema de la prevención indirecta del


delito ejercida por las penas, de manera interpretativa, entendemos por prevención a el fin
que tiene una pena en el código penal, prevenir, y se aplica de manera indirecta, con los
distintos tipos de atenuantes, reincidencia y porque no, también los beneficios penitenciarios,
que de alguna manera sirven para resocializar a una persona que comete algún delito.

El objetivo que tiene este documento es la descripción y análisis de elementos básicos que
componen un modelo de prevención de delitos.

La presente monografía se dividirá en tres capítulos, abordando el primer capítulo, el marco


conceptual, el segundo capítulo abordara los tipos de prevención del delito , y finalmente el
tercer capítulo abordara marco jurisprudencial, para su mejor entendimiento, servirá como
ayuda para las siguientes monografías de la unidad y demás trabajos de investigación que se
puedan dar mas adelante sobre el tema, todo desde un punto de vista criminológico

Abordaremos también el Programa de Prevención Estratégica del Delito – PPED, que


constituye una política institucional del Ministerio Público con competencia nacional. Con la
finalidad de enfrentar al delito desde la identificación de factores de riesgo o causas que
originan la comisión de infracciones a la ley penal, el estudio criminológico para la
implementación de medidas desde el ámbito individual, familiar, escolar y comunitario, bajo
un enfoque preventivo y restaurativo.

Asimismo la presente monografía será disertada en clases para su mejor entendimiento.


PREVENCIÓN INDIRECTA EJERCIDA POR LAS PENAS

CAPÍTULO I MARCO CONCEPTUAL


Existen pocos consensos en el Perú sobre las diferentes nociones asociados a la
“prevención” En esta sección, se proporcionan algunas definiciones que faciliten y nos
ayuden a entender desde un enfoque criminológico la prevención. El objetivo no es imponer
concepto alguno, sino provocar una reflexión crítica sobre las ventajas, las desventajas y los
retos de cada uno de ellos. Asimismo, comentaremos los distintos conceptos encontrados.

1. Definición

La prevención indirecta (disuasión) tiene lugar después de que ya hayan ocurrido casos de


tortura o tratos crueles y se centra en evitar la repetición de esos actos.

Comentario:
Nos referimos a la prevención después de que el delito ya haya sido consumado, se tiene
como “disuasión” para que el delito no vuelva a consumarse como tal, sino evitarlo con
medios de protección a la víctima, y a la sociedad en general, es aquí en donde nacerán
los distintos tipos de ayuda, prevención directa o indirecta, tomando a las penas privativas
de libertad como un medio indirecto de prevención de delitos.

1.1 Prevención del delito:

La prevención del delito incluye cualquier actividad realizada por un individuo o grupo,
público o privado, que intenta eliminar la delincuencia antes de que ésta ocurra o antes de que
se presente cualquier actividad adicional. Basándose en el modelo de salud pública, algunos
teóricos han distinguido entre prevención primaria del delito (universal), prevención
secundaria (en riesgo) y prevención terciaria (delincuentes dentro del sistema de seguridad y
justicia penal y sus víctimas).

1.2 Seguridad comunitaria

La seguridad comunitaria se concreta a través de un examen integral de los distintos


perjuicios/daños al público y ‘se refiere a la posible ausencia de peligros de todos los
orígenes, no solo de actos humanos que puedan clasificarse como delitos’ (Wiles y Pease,
2000).

Comentario:
La seguridad comunitaria también proporciona una visión estratégica de las amenazas a la
comunidad prestando atención al desarrollo de programas que establecen objetivos para
gestionar los riesgos; además, tiene por finalidad maximizar la seguridad pública

1.3 Prevención del delito


La prevención del delito incluye cualquier actividad realizada por un individuo o grupo,
público o privado, que intenta eliminar la delincuencia antes de que ésta ocurra o antes de que
se presente cualquier actividad adicional.
Basándose en el modelo de salud pública, algunos teóricos han distinguido entre prevención
primaria del delito (universal), prevención secundaria (en riesgo) y prevención terciaria
(delincuentes dentro del sistema de seguridad y justicia penal y sus víctimas).

1.4 Reducción de la delincuencia

La reducción de la delincuencia tiene que ver con la reducción del número de actos delictivos
y sus consecuencias. Se aplica dentro del margen de los aportes de los recursos disponibles y
debe analizarse como una acción que genera beneficios netos, miedo a la delincuencia y el
impacto de otros programas que puedan haber contribuido a cualquier actividad específica de
reducción de delitos.

Comentario:
La reducción de la delincuencia fomenta un espíritu de optimismo de que las acciones para
solucionar un problema reducirán los delitos o la gravedad de los actos delictivos. Tiene
por objetivo intervenir directamente en los actos y sus causas.

1.5 Control del delito

El control del delito considera que éste ya ha sucedido y es necesario algún tipo de control de
las actividades delictivas para asegurar que no se vuelvan incontrolables. Apunta a la
necesidad de conservación de un problema, donde la delincuencia se mantiene en un nivel
tolerable, y no a una situación en la que sea prevenible (Chainey y Ratcliffe, 2005, p. 18-19).

1.6 Seguridad pública

Es la actividad del Estado destinada a la protección de las personas y bienes y el


mantenimiento de la paz y el orden público” 

Comentario:
Es importante destacar que las definiciones de “seguridad pública” se encuentra, por lo
general, establecidas en los análisis jurídicos de los países, en algunos pueden ser
diferentes tomando en cuenta que existen países mancomunados, estatales, democráticos,
monárquicos, etc.

1.7 Seguridad ciudadana

La seguridad ciudadana es el proceso de establecer, fortalecer y proteger el orden civil


democrático, eliminando las amenazas de violencia en la población y permitiendo una
coexistencia segura y pacífica. Se le considera un bien público e implica la salvaguarda eficaz
de los derechos humanos inherentes a la persona, especialmente el derecho a la vida, la
integridad personal, la inviolabilidad del domicilio y la libertad de movimiento.

Comentario:
La seguridad ciudadana no trata simplemente de la reducción de los delitos sino de una
estrategia exhaustiva y multifacética para mejorar la calidad de vida de la población, de
una acción comunitaria para prevenir la criminalidad, del acceso a un sistema de justicia
eficaz, y de una educación que esté basada en los valores, el respeto por la ley y la
tolerancia.

1.8 Seguridad humana - «la seguridad humana es un enfoque que ayuda a los Estados
Miembros a determinar y superar las dificultades generalizadas e intersectoriales que afectan
a la supervivencia, los medios de subsistencia y la dignidad de sus ciudadanos» (Resolución
66/290 de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas).

1.9 Violencia – “La violencia es el uso intencional de la fuerza física, amenazas contra uno
mismo, otra persona, un grupo o una comunidad que tiene como consecuencia o es muy
probable que tenga como consecuencia un traumatismo, daños psicológicos, problemas de
desarrollo o la muerte.” (Organización Mundial de la Salud).

2. Clasificaciones, tipologías y modelos clave en la prevención del delito


 
Hay distintas formas de categorizar las iniciativas para prevenir el delito. Detrás de cada una
subyace un modelo explicativo sobre cómo se entiende, explica y aborda el delito o
problemáticas asociadas al mismo. Es importante señalar que ninguna de las clasificaciones
es excluyente, sino esfuerzos por sistematizar la amplia gama de posibilidades en la
prevención.

Por ejemplo, Dammer y Lunecke (2004, p. 12-19) proponen una sistematización que incluye
modelos, niveles, tipos, objetivos, políticas e intervenciones.

Esta sección analizaremos tres de los modelos más citados por la literatura especializada, con
sus respectivas tipologías y aportes a la prevención. El primero es el de salud pública y
distingue entre prevención primaria, secundaria y terciaria. El segundo, propuesto por Tonry
y Farrington (1995), diferencia entre aplicación de la ley y la prevención basada en el
desarrollo temprano, comunitaria y situacional. El tercero hace referencia a los estándares
internacionales.
 
2.1 El Modelo de salud pública y los niveles de la prevención

La salud pública tiene como objetivo proporcionar el máximo beneficio para el mayor
número de personas y, en primera instancia, no se ocupa de un nivel clínico o individual,
aunque sí forma parte de sus estrategias. Se centra en tratar la etiología de las enfermedades,
las afecciones y los problemas en vez de esperar a que se produzcan y posteriormente buscar
y facilitar un tratamiento. Desde principios de los años 80, su influencia es notaria en la
prevención del delito y ha construido puentes comunicantes a través del concepto de
“violencia”.

En 1996, la Organización Mundial de la Salud declaró a la «prevención de la violencia»


como una prioridad de salud pública, por sus afectaciones en la vida y seguridad de las
personas y comunidades.

Comentario:
Con este enfoque, se busca mejorar la salud y la seguridad de todas y todos abordando los
factores de riesgo que aumentan la probabilidad de que un individuo se convierta en una
víctima o un perpetrador de la violencia, por ejemplo, a través de intervenciones que
alienten estilos de vida saludables.

Las aportaciones clave del modelo de salud pública a la prevención del delito pueden
resumirse en tres. Primero, está la tipología de los niveles de prevención, desarrollada por
Leavell y Clark (1965) y consolidada por la Organización Mundial de la Salud en su primer
Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud (OPS, 2003) al reconocer la prevención
primaria, la secundaria y la terciaria. En segundo lugar, se encuentra el desarrollo del modelo
ecológico de intervención, la multicausalidad y los conceptos “factores de riego” y “factores
de protección”. Por último, su aproximación epidemiológica que supone un proceso
sistemático de análisis e intervención, emparentado con las posturas criminológicas de
resolución de problemas.

2.1.1 Los niveles de prevención

Los niveles de prevención se clasifican por sus características temporales, la forma de


intervención propuesta y la población objetivo. Si bien su origen se encuentra en el ámbito de
la salud pública, diversos autores los han adoptado para la prevención del delito (Brantinham
and Faust, 1976; Caplan, 1964; Lab, 1988; Shah and Roth, 1974).
Por ejemplo, Brantingham y Faust (1976) establecen que:

La prevención del delito primaria identifica las condiciones del entorno físico y social


que brindan oportunidades para la realización de actos delictivos o que los precipitan.
Aquí, el objetivo de la intervención es alterar estas condiciones a fin de que no se
produzcan delitos. La prevención del delito secundaria consiste en la identificación
temprana de los posibles delincuentes e intenta intervenir en sus vidas de forma que
no cometan una infracción penal. La prevención del delito terciaria se encarga de
quienes efectivamente han delinquido e incluye intervenciones en sus vidas de forma
que no cometan más delitos (1976, p. 290).

Desde el ámbito de la población objetivo, la prevención de la violencia se agrupa en:


a) Intervenciones generales: están dirigidas a ciertos grupos o a la población general
sin tener en cuenta el riesgo individual; por ejemplo, las enseñanzas de prevención de
la violencia impartidas a todos los alumnos de una escuela o a los niños de
determinada edad, o las campañas de ámbito comunitario en los medios informativos.
b) Intervenciones seleccionadas: están dirigidas a las personas consideradas en
mayor riesgo de padecer o cometer actos de violencia (es decir, las que presentan uno
o varios factores de riesgo); por ejemplo, la capacitación en materia de crianza de los
hijos ofrecida a los jefes de hogares monoparentales.
c) Intervenciones indicadas: están dirigidas a las personas con antecedentes de
comportamiento violento, por ejemplo, el tratamiento para los perpetradores de actos
de violencia doméstica. (OMS, 2002, p. 17).

2.1.2 La multicausalidad, los factores de riesgo y de protección

Similar a como sucede con las enfermedades, la violencia y la delincuencia son el resultado
de la compleja interacción de factores individuales, relacionales, sociales, culturales y
ambientales. En la prevención de la violencia, la salud pública aplica el modelo ecológico
para comprender su naturaleza multifacética y multicausal, a través de la definición e
identificación de factores considerados de riesgo, es decir, con mayores probabilidades de
que su presencia, interacción e incidencia faciliten la aparición de la violencia. Su utilidad se
encuentra en que son componentes fundamentales en la planificación de las áreas de trabajo
de prevención e intervención.

La premisa detrás de dicho análisis es que diferentes tipos de violencia están conectados y
comparten riesgos, causas y consecuencias (CDC, 2020).

Para el ámbito de la prevención del delito, Tanner-Smith, Wilson y Lipsey (2019) secundan
dichas premisas y sistematizan los resultados de diferentes teorías e investigaciones sobre las
trayectorias de conductas delictivas.

Diferencian entre factores de riesgo causales y predictivos de acuerdo fundamentalmente a


estudios longitudinales y, tomando como referencia la prevalencia de dichos factores,
enfatizan cinco dominios de un modelo ecológico de prevención del delito: individual,
familiar, de pares, escolar y comunitario.
En términos generales, en el ámbito de la prevención se puede considerar que los factores de
riesgo son aquellos establecidos por la evidencia científica que incrementan la probabilidad
de que una persona cometa un delito o sea víctima del mismo. Los factores protectores o de
protección son aquellos señalados por la evidencia científica, que pueden disminuir las
probabilidades de comportamientos agresivos y violentos que deriven en delitos o que las
personas experimenten delitos, así como aquellos que incrementen su capacidad de resiliencia
cuando enfrentan factores de riesgo (elaboración ex profeso con fines didácticos, Martínez-
Solares, 2020).

2.1.3 Epidemiología y violencia


Este enfoque propone que para la caracterización y prevención de la violencia se debe
realizar un análisis sistemático, científico y multidisciplinario, sobre la base de la
información, el seguimiento e la investigación constantes (Concha-Eastman, Guerrero, 1999).
La epidemiología usa los datos para orientar las decisiones de los gobiernos, de tal forma que
identifiquen e implementen políticas y programas efectivos destinados a prevenir conductas
violentas, lesiones y muertes, a través de enfoques integrales. Para ello, estipula la frecuencia,
distribución, determinantes e impactos de la violencia a través de procesos de análisis que
dan respuestas a cuatro preguntas:

 ¿cuál es el problema?;
 ¿cuáles son las causas?;
 ¿qué funciona en prevención y para quién?;
 ¿qué programas son escalables?

Esto es, definir el problema y recolectar datos; realizar un diagnóstico; diseñar, desarrollar y
implementar intervenciones concretas; y analizar y evaluar los impactos.

2.2 La aproximación teórica de Tonry y Farrington

Diversos autores en criminología, epidemiología, derecho, sociología, y otras disciplinas, han


desarrollado sus propias clasificaciones, tipologías y modelos interpretativos sobre la
prevención del delito (Crawford, 1998; Arriagada y Godoy, 2000; Guerrero, 1998). Tonry y
Farrington (1995) distinguen lo que denominan enfoques estratégicos de las diferentes formas
de intervención y los agrupan en cuatro rubros: la aplicación de la ley, la prevención de
desarrollo temprano (Adam Crawfort diferencia entre prevención basada en el desarrollo y
prevención enfocada en el desarrollo temprano. (Crawford y Evans, 2012), la prevención
comunitaria y la prevención situacional. 

2.2 Los estándares internacionales

Las Directrices de las Naciones Unidas consideran cuatro categorías principales de los
diferentes tipos de prevención del delito, de acuerdo a las medidas e intervenciones
preventivas que han sido evaluadas. Éstas son la prevención del delito mediante el desarrollo
social o prevención social, de base local o comunitaria, de situaciones propicias al delito o
situacional y la enfocada en programas de reinserción social (CES, 2002; ONUDD, 2011).

Comentario:
Las clasificaciones mencionadas, como muchas otras, son esfuerzos teóricos para entender
y agrupar los diferentes esfuerzos preventivos y ofrecer recursos a los tomadores de
decisiones o implementadores sobre cuáles podrían ser los efectos y alcances de los
programas que emprendan.
Niveles y tipo de prevención con base en las tres clasificaciones revisadas por este Trabajo
monográfico. Elaboración ex profeso con fines didácticos (CES, 2002; OMS, 2002; Tonry y
Farrington, 1995; ONUDD, 2011).

Algunos programas, como los de terapia cognitiva, han sido aplicados desde la prevención
social, comunitaria y de reinserción social, lo que les ubica en diferentes tipos de prevención.
Martínez-Solares, 2020.
Cualquiera de las tipologías y los modelos, incluidas las propuestas, sugieren límites mucho
más rígidos de lo que son en la práctica.

Varias de las clasificaciones cuentan con similitudes y se superponen (por ejemplo, la


prevención del delito comunitaria y basada en el desarrollo). La literatura que se centra en un
solo enfoque puede dar la impresión de que funcionan de forma aislada, pero esto no sucede
en la práctica. En cualquier escenario es probable que varias formas de prevención del delito
operen de manera simultánea. Por ejemplo, pueden implementarse medidas de seguridad para
evitar el robo de vehículos de motor (prevención situacional), a la vez que las organizaciones
comunitarias trabajan con jóvenes en situación de riesgo para alentarles a asistir a la escuela.
De manera paralela, pueden ofrecerse programas para ayudar a padres primerizos a
desarrollar su confianza y las habilidades necesarias para criar a niños sanos y, por supuesto,
es probable que diversas actividades policiales busquen también combatir los problemas
delictivos locales y regionales.   

Otra complicación adicional sobre cualquier conceptualización única de la prevención es la


gran gama de delitos que pueden cometerse y, por lo tanto, prevenirse. Mientras que los
considerados «comunes», como agresión, robo, asalto y daño a la propiedad, por ejemplo,
presentan pocos desafíos conceptuales a la literatura vigente, la prevención de delitos
económicos y de corrupción, trata de personas y tráfico de inmigrantes, delitos cibernéticos,
lavado de activos, producción y tráfico de drogas, terrorismo y otros muchos tipos
emergentes o complejos a escala interjurisdiccional, ponen a prueba el poder explicativo de
las definiciones propuestas y sus tipologías.

Comentario: 
La idea de plantear dichas confrontaciones está sólo en subrayar que, en la práctica, los
distintos enfoques sobre la prevención del delito funcionan de forma simultánea y que
existen auténticos desafíos para poder identificar los ámbitos cubiertos por este concepto.
Profundizar al respecto no es el propósito del presente Trabajo monográfico.  

CAPITULO II TIPOS DE PREVENCIÓN DEL DELITO

1. Prevención del delito basada en el desarrollo


Se centra en la intervención temprana mediante la reducción de los factores de riesgo
asociados a conductas delictuales, así como al refuerzo de los factores de protección (France
y Homel, 2007; Farrington y Welsh, 2007).
Comentario:
Cada vez hay más evidencia del éxito de aplicar la prevención del delito basada en el
desarrollo y en intervenciones tempranas los hallazgos en neurociencia, investigación
conductual y economía muestran una «sorprendente convergencia en un conjunto de
principios comunes que explican los potentes efectos del primer entorno sobre la
capacidad de desarrollo de las habilidades humanas

Ross Homel y Lisa Thomsen (2017), expertos australianos en criminología del desarrollo,
señalan:
La prevención basada en el desarrollo implica el uso de la investigación científica para guiar
la aportación de recursos a individuos, familias, escuelas o comunidades, con el fin de paliar
las condiciones que dan lugar a comportamientos antisociales y a la delincuencia antes de que
surjan estos problemas, o antes de que se arraiguen... Actuar de forma temprana contra la
delincuencia, de preferencia antes de que el daño sea tan grande que ya no pueda repararse, es
un planteamiento de prevención del delito que a la gente le parece lógico. El doble desafío
consiste, claro está, en identificar exactamente qué aspectos en los individuos, familias,
escuelas y comunidades aumentan las probabilidades de que se cometan delitos y, a
continuación, hacer algo útil lo más pronto posible respecto a las condiciones identificadas
(Homel y Thomsen, 2017, p. 57).

De igual forma que la clasificación de factores de riesgo antes descrita puede orientar
diferentes formas de intervención, las aportaciones de Farrington y Welsh (2007) confrontan
con las difíciles tareas vinculadas al diseño y la implementación de un programa de
prevención del delito basada en el desarrollo, lo cual supone un gran desafío. Algunos de los
retos están en asegurar que los grupos e individuos adecuados participan en el programa;
garantizar que los mecanismos para el cambio se han entendido bien y que la intervención los
aborda; contar con personal para el programa, debidamente formado, y realizar un estrecho
seguimiento del impacto de la intervención. Es, en gran parte, el desafío de la gestión e
implementación de la prevención del delito.

En consonancia con el modelo epidemiológico, los programas e intervenciones de la


prevención basada en el desarrollo pueden operar a distintos niveles que incluyen el
universal, el seleccionado y el indicado (Homel, 2005), con los alcances ya descritos. 
Esto significa que las iniciativas preventivas requieren que se tomen decisiones sobre la
población objetivo, con implicaciones en términos de costo y selección de participantes, y
con posibles problemas por la estigmatización de comunidades, familias o individuos. Estos
factores ejercen una influencia significativa sobre las estrategias requeridas para asegurar la
prestación efectiva de programas adecuados para las poblaciones específicas.
Además, el aislamiento o la identificación de factores de riesgo, como los enumerados arriba,
también es objeto de críticas.

 
2. Prevención comunitaria del delito

Hope (1995, p. 21) sugiere que «la prevención comunitaria del delito se refiere a las acciones
que pretenden modificar las condiciones sociales consideradas como motivos de la
delincuencia en comunidades residenciales. Suele centrarse en la habilidad de las
instituciones sociales locales para reducir las actividades delictivas en vecindarios
residenciales».
En este contexto, «la estructura y organización de una comunidad afectan a la delincuencia
que ésta experimenta, independientemente de las características individuales de sus
residentes» (Hope y Shaw, 1988, como se cita en Hogg y Brown, 1998, p. 190). Esto
significa que la comunidad (sin importar cómo ésta se defina) es un ente más allá de la simple
suma de sus habitantes –ya que existen efectos que surgen de la forma en que los residentes
interactúan, las oportunidades que se ponen a su disposición, los servicios que se les brindan
y las relaciones entre ellos– tanto de forma colectiva como junto con los proveedores y las
agencias de servicios relevantes.

Comentario:
Este planteamiento se centra en comunidades y vecindarios residenciales y tenga por
objetivo cambiar las condiciones sociales asociadas a la delincuencia. Sin embargo, no son
tareas tan evidentes identificar qué condiciones deberían modificarse y encontrar maneras
para ello. En términos generales, la desorganización social se refiere a la incapacidad de
una estructura comunitaria para reconocer valores comunes entre sus residentes y
mantener controles sociales efectivos.

Desde el punto de vista empírico, las dimensiones estructurales de la desorganización social


comunitaria pueden medirse en términos de la prevalencia e interdependencia de las redes
sociales en una comunidad y en el grado de supervisión colectiva que la comunidad dirige
hacia los problemas locales; por ejemplo, las barreras estructurales impiden el desarrollo de
lazos formales e informales que promuevan la habilidad de resolver problemas comunes Por
consiguiente, la organización y la desorganización social se consideran extremos del mismo
proceso continuo en relación con las redes sistemáticas del control social comunitario.

En general, un elevado grado de control social informal y de eficacia colectiva en las


comunidades locales tiene como consecuencia una baja tasa de delincuencia. La siguiente cita
aporta información sobre la naturaleza de estos constructos:

La eficacia colectiva se implementa cuando los residentes del vecindario llevan a cabo
acciones para mantener el orden público, tales como quejarse a las autoridades u organizar
programas de vigilancia comunitaria. Los autores argumentan que los residentes solo
emprenden estas acciones cuando la «cohesión y la confianza mutua» en el vecindario están
vinculados a «expectativas compartidas para intervenir en apoyo del control social del
mismo». Si la confianza mutua o las expectativas compartidas están ausentes, es improbable
que los residentes actúen cuando el desorden invada el espacio público (Vold y otros, 2002,
p. 131-132)
En consecuencia, el punto focal consiste en fortalecer a las comunidades mediante la
prestación de servicios que establezcan conexiones entre los miembros de la comunidad y los
enlacen a recursos y servicios externos que puedan ayudarles a combatir el delito (incluida la
policía, los organismos de salud, la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales).
Este contexto multisectorial requiere que las agencias trabajen juntas, lo cual no siempre es
tan sencillo. La prevención del delito interinstitucional efectiva requiere: compartir
información para ayudar a entender la naturaleza del o de los problemas de delincuencia; el
desarrollo de planes coordinados para la prestación de servicios; el mantenimiento de una
comunicación regular; y la evaluación conjunta del impacto de la o las intervenciones; lo que
vuelve a colocar gran parte del éxito de las intervenciones en la dimensión de la gestión para
la prevención).
En América Latina y el Caribe se han realizado diversas investigaciones académicas que han
testeado las premisas propuestas por Sampson y Groves.  Se presentan algunos ejemplos en
los ejercicios propuestos al final del Trabajo monografico

3. Prevención situacional del delito

Uno de los promotores más importantes de la prevención situacional del delito, el profesor
Ron Clarke, la describe de la siguiente forma:
La prevención situacional del delito comprende medidas de reducción de oportunidades que

 Están dirigidas a formas muy específicas de delincuencia,


 Implican la gestión, el diseño o la manipulación del entorno inmediato de una forma
lo más específica y permanente posible,
 Están destinadas a aumentar el esfuerzo y el riesgo de cometer actos delictivos y
reducir las recompensas a los ojos de un amplio rango de delincuentes.

Este modelo de prevención del delito asume que muchos delincuentes son racionales y
responden a las oportunidades disponibles para delinquir. Si cometer un delito es difícil,
entonces la propensión a delinquir se verá reducida; y allí donde la delincuencia no se
controla, escalará. Se asume que un delincuente pondera los beneficios derivados de
delinquir, los riesgos potenciales de que le detengan y los costes asociados a ello. El resultado
de este cálculo determinará si comete el delito o no.

Las teorías de la Elección Racional, de las Actividades Rutinarias y del Patrón Delictivo, en
su conjunto, evidencian cómo las oportunidades de delinquir surgen en lugares particulares y
en momentos específicos. Promueven un entendimiento de las dinámicas de la delincuencia,
incluidas importantes tendencias espaciales y temporales. Operan sobre la base de que
delinquir es un acto racional y deliberado que sucede cuando una persona lo suficientemente
motivada encuentra un objetivo o víctima idóneo en ausencia de una protección efectiva.
Estos enfoques también fomentan un análisis más profundo de las decisiones específicas
asociadas a la delincuencia y sobre cómo ésta se ve afectada por la disponibilidad de
oportunidades para delinquir.
Con base en dichos enfoques, pueden adoptarse las acciones siguientes para prevenir y
disuadir la comisión de hechos delictivos:
 Aumentar el esfuerzo
 Aumentar los riesgos
 Reducir las recompensas
 Reducir las provocaciones
 Eliminar las excusas

4. Prevención del delito mediante medidas de tipo ambiental

La prevención del delito mediante intervenciones urbanas o medidas de diseño ambiental


debe su denominación al trabajo de Ray Keffery que en 1971 publicó el libro Crime
Prevention Through Environmental Design  (Jacobs, 1961; Jeffery, 1971; Newman,
1972).  De acuerdo con Crowe, se basa en la noción de que:
el entorno físico puede manipularse para lograr efectos sobre el comportamiento que
reduzcan la incidencia de la delincuencia y el miedo a ésta, aumentando en consecuencia la
calidad de vida. Dichos efectos del comportamiento pueden conseguirse reduciendo la
propensión del entorno físico a favorecen los comportamientos delictivos (Crowe, 2000, p.
34–5).

Bloquear las oportunidades de delinquir a través de la creación de obstáculos o barreras para


llegar al objetivo; eliminar lugares donde pudieran ocultarse los posibles delincuentes;
restringir las vías de escape, y aumentar la vigilancia de probables infractores (Rosenbaum,
Lurigio y Davis, 1998, p. 125–6) son todas ellas formas de manipular el entorno físico para
prevenir delitos.

Más concretamente, la CPTED ahora incluye, por norma general, una serie de técnicas de
diseño con la que Cozens et al (2005) confeccionan la siguiente lista:
Vigilancia: la vigilancia natural y técnica aumenta los riesgos para posibles delincuentes. La
vigilancia puede lograrse mediante el fomento de la estrategia «ojos en la calle», defendida
por Jane Jacobs, que consiste en usar el entorno para maximizar la presencia de peatones
durante el día y la noche, o mediante vigilancia por circuito cerrado de televisión (CCTV).

Un ejemplo concreto del diseño que facilita la vigilancia natural es garantizar que los árboles
y arbustos no interfieran con el alumbrado público. Otros ejemplos de diseño para lograr la
vigilancia natural están disponibles en el sitio web interactivo (solo en inglés) 
Controlar puntos de acceso: bloquear el acceso a lugares y objetos reduce las oportunidades
de cometer delitos. Este bloqueo puede llevarse a cabo en forma de vallado, paisajismo y
entrada a zonas residenciales activada mediante vídeo y teléfono;
 Territorialidad: el diseño que fortalece la apropiación de los espacios promueve la
territorialidad. A menudo los propietarios de un espacio intervendrán si existe un
comportamiento antisocial. El diseño puede influir sobre la probabilidad de que
dichas acciones se lleven o no a cabo;
 Apoyar actividades: los espacios públicos pueden activarse usando música o
actuaciones que atraigan a la gente a un espacio. La presencia de gente a menudo
aumentará la sensación de seguridad en un área;
 Imagen/mantenimiento: el mantenimiento de un área puede contribuir a la
percepción de que existe un guardián capaz. Una zona que no parezca cuidada o con
falta de mantenimiento podría invitar a cometer actividades ilícitas. Quitar la basura
de los parques y mantener la infraestructura pública, como las marquesinas de los
autobuses y los baños públicos, son ejemplos de inversión en mantenimiento que
pueden ayudar a la prevención del delito. Del mismo modo, un área que sugiera la
existencia de un alto grado de vigilancia tendrá menos probabilidades de atraer
actividades ilícitas; y
 Dificultar el acceso al objetivo: es decir, reducir su atractivo para los posibles
delincuentes. Esto podría incluir la instalación de dispositivos de seguridad para
disminuir las posibilidades de robo. Otro ejemplo es la instalación de bolardos de
hormigón para prevenir ataques de vehículos en propiedades físicas o la entrada a
zonas peatonales.

La CPTED y la prevención situacional son parte de una «familia» de enfoques preventivos


similares. La prevención situacional pretende eliminar los problemas existentes, mientras que
la CPTED intenta «eliminar los problemas de forma anticipada con un nuevo diseño sobre la
base de la experiencia pasada con diseños similares» (Clarke, 2008, p. 182). Así pues, Clarke
sugiere que la CPTED está más orientada al futuro que la prevención situacional. 
 
5. Prevención del delito mediante la aplicación de la ley/justicia penal

Este tipo de prevención hace referencia a las actividades del sistema de justicia penal que
intentan reducir la incidencia y gravedad del delito. Por consiguiente, incluye diversas
acciones a lo largo del sistema de seguridad y justicia tales como actividades policiales
variadas o programas de apoyo tras la excarcelación de personas en situación de reclusión.

No es el objetivo del presente Trabajo monográfico ofrecer una visión integral de todas las
posibles intervenciones de prevención del delito mediante la operación del sistema de
seguridad y de justicia penal.

La siguiente definición da una idea de la diversidad de las actividades cubiertas por este
enfoque:
La prevención del delito mediante la aplicación de la justicia penal se ocupa de los delitos
después de cometidos e implica la intervención en las vidas de los delincuentes registrados de
forma que no cometan más delitos en el futuro. En cuanto a su carácter preventivo,  opera a
través de la incapacitación y la disuasión individual, y puede ofrecer la oportunidad de
tratamiento en la cárcel o mediante otras opciones de condena. (Cameron y Laycock, 2002, p.
314)
Esta definición subraya la importancia de los tribunales y los centros penitenciarios (incluidas
las prisiones y los centros correccionales comunitarios) en la anticipación o prevención de
futuros delitos. Trata conceptos fundamentales de criminología y derecho penal, como
incapacitación, disuasión, rehabilitación y restauración. Como toda definición tradicional, se
ha ido ajustando a la evidencia existente para incorporar a las víctimas como parte
fundamental de las actividades del sistema de seguridad y justicia penal y el rol tal relevante
que tienen intervenciones como las de justicia restaurativa o las de intervención, atención y
reparación integral.
Prácticas policiales
La policía busca prevenir el delito de varias formas. Distintos modelos de policía se centran
en diferentes tácticas y estrategias para prevenir o reducir la delincuencia. Si bien existen
varios modelos policiales, los tres más comunes tienen enfoques diferenciados que resultan,
igualmente, en formas particulares de prevención, y son:
Policía de proximidad: este enfoque reconoce que la policía es de las personas y para las
personas. Sin el apoyo de la comunidad la policía no es muy eficaz, porque gracias a la
información provista por miembros de la comunidad son resueltos una cantidad considerable
de delitos. La policía de proximidad, conocida más comúnmente como policía comunitaria,
favorece las tácticas que conectan a la policía precisamente con las comunidades locales.
Dicha labor puede llevarse a cabo a través de la participación de la policía en eventos
comunitarios; la creación de comités policiales y comunitarios para establecer prioridades
policiales locales; y la creación de intervenciones específicas acordes con las características
comunitarias de tal forma que la policía pueda conectar con grupos minoritarios o minorías
difíciles de alcanzar.
Policía orientada a la resolución de problemas: este enfoque, desarrollado por el profesor
Herman Goldstein, busca asegurar una actividad policial con mayor capacidad de respuesta.
Más que solo responder a las llamadas de servicio, Goldstein sugiere que los problemas
deberían definirse con una especificidad mucho mayor; que deben invertirse esfuerzos en
investigar el problema; que deben considerarse soluciones alternativas (incluidos cambios
físicos y técnicos, en la prestación de servicios gubernamentales, desarrollo de nuevos
recursos comunitarios, mayor uso de las ordenanzas municipales, y una utilización eficaz de
la zonificación); y que la implementación ha de gestionarse de forma detallada (Goldstein,
1979, p. 244–58). Este enfoque utiliza el modelo BASE (SARA), que se explicará en más
detalle en la próxima sección de este Trabajo monografico.
Disuasión focalizada y acción selectiva: este enfoque, desarrollado por el profesor David
Kennedy y sus colegas, propone prevenir el delito mediante el análisis detallado de los
problemas delictivos más apremiantes; comunicando de forma clara y creíble las amenazas de
la aplicación de la ley a delincuentes de alto riesgo; proporcionando con mayor rapidez
recursos policiales si estos delincuentes de alto riesgo continúan delinquiendo, a la vez que se
amplían las oportunidades para salir de la criminalidad mediante la participación de servicios
de apoyo idóneos; así como la movilizando a los líderes de la comunidad local para condenar
la actividad delictiva en curso (sobre todo si es violenta). Este enfoque se basa en la
coordinación de distintos servicios, que incluyen a la policía, sistemas de libertad condicional
y libertad vigilada, fiscalía, servicios sociales, educadores juveniles, miembros de la
comunidad local afectados por la delincuencia y otros organismos. La efectividad reside tanto
en proporcionar respuesta policial y de justicia penal de forma rápida si la delincuencia
persiste, como en proveer oportunidades para el cese de la ofender.

6. Tribunales

Los tribunales contribuyen a la prevención del delito de varias formas. La disuasión general y
específica forman parte de los objetivos de las sentencias y los procesos judiciales. Al
comparecer ante un tribunal y recibir una condena, se espera disuadir a los delincuentes de
seguir delinquiendo. Esto podría ser resultado de la vergüenza asociada a tener que
comparecer ante un tribunal, el reconocimiento durante el proceso judicial de haber cometido
un delito, o los servicios a los que se puede acceder para facilitar su rehabilitación. En
muchas jurisdicciones, en los últimos años, los tribunales han intentado desarrollar formas
más creativas para reducir la reincidencia. Por ejemplo, los tribunales especializados, tales
como los de tratamiento de drogas, tienen por objetivo ofrecer asesoramiento y tratamiento
apropiados para los delincuentes con problemas demostrables en el ámbito del consumo de
droga o de otro tipo, con lo cual, las instituciones se vinculan estrechamente al tratamiento
que ayuda a reducir los factores de riesgo asociados a la delincuencia en cursog.
Prisión y apoyo post-liberación
Por lo menos en teoría, la prisión ofrece oportunidades de rehabilitación. Ello puede tener
lugar de varias formas, incluyendo programas educativos y de empleo, intervenciones
terapéuticas y de inserción laboral, así como asesoramiento individual o asistencia social.
Cada intervención puede intentar abordar los factores de riesgo relacionados a la
delincuencia, preparar a un recluso para su retorno a la comunidad o proveerle de las
cualificaciones y habilidades necesarias para obtener un puesto de trabajo.
El apoyo post-liberación se ha reconocido como un aspecto fundamental para ayudar a los ex
reclusos en su regreso a la comunidad y superar los riesgos tras la excarcelación (que
incluyen mendicidad, sobredosis, suicidio y reincidencia). El apoyo, tras la puesta en libertad,
puede materializarse de distintas formas e incluye la facilitación de alojamiento, constante
asesoramiento psico-social o gestión del caso, orientación para la búsqueda de trabajo, y
medidas de mayor control, tales como monitoreo electrónico y análisis de orina.
Todas estas intervenciones tienen el potencial de reducir los riesgos de reincidencia, una
faceta importante en la prevención del delito

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