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PROFESOR
ELÍAS ESCAFF SILVA
Consecuente con ello, los gobiernos han ido desarrollando programas que brinden
respuestas al problema de la victimización de la sociedad. La víctima de delito, la “gran
olvidada del sistema penal” adquiere una clara visibilidad, en la medida que se le reconocen
sus derechos de privacidad, información, seguridad y asistencia, entre otros.
Debe entenderse que una Política Victimológica debe estar siempre supeditada a una
Política Criminológica o de Seguridad Pública, la cual, entre otras materias, debe al menos
considerar lo siguiente:
Establecer los énfasis que desea imprimir a la persecución penal; es decir, definir
aquellos delitos en los cuales se debe ejercer prioridad en la investigación, en la
medida que ponen en riesgo la seguridad pública y estabilidad de un país.
Igualmente, establecer aquellos delitos en que, por una economía del sistema de
justicia penal, no se ejercerá una mayor persecución.
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Considerar diferentes Programas de Prevención del delito, tanto a nivel general de
la población, como aquellos orientados a los grupos de reconocida vulnerabilidad
social.
Una Política Victimológica debe ser siempre integral, es decir, debe entregar
herramientas que permitan abordar la totalidad de la problemática de la víctima; desde sus
inicios, con la denuncia, hasta el logro de la total recuperación psicosocial de la misma.
Una vez enunciados los objetivos esenciales que debe contener una política victimal, es
posible describir los principios fundamentales que la inspiran. A continuación, se irán
desarrollando, brevemente, cada uno de estos principios.
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II.- PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DE UNA POLÍTICA
VICTIMOLÓGICA.
En este sentido, es posible enumerar algunos ejes esenciales para brindar una buena
atención de la víctima:
Rapidez en la atención; hace alusión a que los organismos policiales, fiscalías del
Ministerio Público y tribunales deben contar con personal necesario en las
plataformas para dar una pronta atención a las víctimas. La situación psicológica en
que se encuentra la víctima de un delito requiere de una atención sin dilaciones ni
esperas.
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Reserva, discreción; apunta a que las víctimas deben ser recepcionadas en una sala
de espera exclusiva. Además, en el momento de su denuncia, deben ser atendidas en
espacios privados y, en lo posible, aislados de ruidos ambientales.
Profesionalismo del operador; es necesario indicar que las personas que reciben las
denuncias de las víctimas de delitos deben tener una formación altamente
especializada en la atención de público; más aún, cuando se trata de acoger a
personas que, por lo general, se encuentran severamente afectadas por la acción
delictiva.
Es necesario que la víctima se sienta parte activa del sistema, debe dársele
visibilidad y protagonismo en cada una de las etapas del proceso. En la medida que esté
informada, sin duda, se aumentan las posibilidades de entrega de valiosos antecedentes para
el éxito de la persecución penal.
Por otra parte, diferentes estudios de victimización han podido establecer que “una
víctima informada” es una víctima que mejora significativamente su percepción de las
instituciones que conforman el sistema y de los operadores del mismo. La ciudadanía, en
general, carece de conocimientos judiciales y percibe que el lenguaje jurídico es de difícil
comprensión, por ello, se requiere traducir los tecnicismos legales a un idioma
comprensible para el usuario, entendiendo que éste, con la formulación de su denuncia, es
el que pone en marcha el sistema.
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o tratándose de niños, niñas y adolescentes un adulto responsable, haya efectuado la
respectiva denuncia.
En este sentido, es importante que los operadores del sistema sean profesionales
especializados en las técnicas de entrevista, se encuentren sensibilizados frente a la
problemática de las víctimas y conozcan a cabalidad los trastornos que ella puede presentar
en el desarrollo de su relato; más aún, estén conscientes que una actuación equívoca, por no
decir imprudente, puede provocar importantes daños emocionales en las víctimas.
El Sistema Penal debe estar preparado, además, para brindar una atención en crisis a
las víctimas de delitos violentos. En las víctimas, en cuyo desarrollo del delito hubo una
relación directa con el delincuente, utilizó armas de fuego o cortopunzantes, empleó
mecanismos intimidantes o agresivos, o el ataque es a la esfera de la sexualidad,
manifiestan síntomas de un estrés postraumático, por lo que deben ser apoyadas por
profesionales especialistas en la materia.
Las víctimas de delitos violentos, una vez que sufren una experiencia delictual
quedan en una situación de marcada vulnerabilidad, sienten que no controlan su entorno,
perciben que en cualquier momento pueden verse involucradas en otros delitos o sienten
que están severamente amenazadas.
Esta realidad de las víctimas debe ser evaluada objetivamente por los operadores del
sistema penal, ya que debe entenderse, que la vivencia de un delito violento provoca, en
muchas ocasiones, cierta distorsión en la percepción real de experimentar un nuevo delito y
se tiende a sobredimensionar el peligro. Por ello, deben utilizarse siempre los instrumentos
de evaluación de riesgo.
Todos los análisis de estos instrumentos están orientados a tener una evaluación
tanto cuantitativa como cualitativa de sus resultados, ya que existen ciertos indicadores o
variables que adquieren cierta relevancia para determinados delitos y que para otros no
resultan significativas.
Las medidas de protección a ser implementadas deben contar, entre otras, con las
siguientes características:
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La implementación de medidas de protección no deben implicar un premio por
participar en el proceso penal.
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Por otra parte, debe señalarse que este acompañamiento a la víctima constituye un
primer paso para iniciar su recuperación, alcanzar su fortalecimiento personal y
socializarla en el ejercicio de sus derechos.
Una política victimológica debe incluir procesos de trabajo que contemplen esta
práctica. Habitualmente, por constituir una actividad que no exige una alta especialización,
en muchos países se ha adoptado la tendencia de emplear a jóvenes pasantes universitarios
de las carreras de psicología y trabajo social, para brindar el necesario acompañamiento de
la víctima.
En efecto, las víctimas de delitos violentos y las personas que, previo a la comisión
del delito, tienen algún tipo de vulnerabilidad, por lo general, tienen consecuencias
psicológicas y sociales producto de su victimización criminal.
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Respecto de los programas o estrategias de intervención, es importante considerar la
especificidad según edad, tipo de delito y vínculo con el agresor.
Una Política Victimológica debe contemplar entre sus definiciones, una preparación
metodológica para facilitar la participación de la víctima en las diferentes actuaciones en el
proceso. Esto es especialmente válido, cuando deba intervenir con su relato en el juicio oral
y aún no haya superado las consecuencias psicológicas y sociales derivadas de la vivencia
de una experiencia traumática, como lo es el delito.
Las víctimas de delitos violentos, en atención a los diversos trámites judiciales que
debe efectuar, como son los traslados, exámenes de laboratorio, consultas médicas, terapias
psicológicas, pérdida o inutilización de prendas de vestir y otros, incurren en numerosos
gastos que debe solventar con sus propios medios.
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Es importante considerar la forma de lograr indemnizaciones por los perjuicios
económicos que le ha ocasionado el delito, además, como una forma de compensar el daño
moral y psicológico.
Del mismo modo, estos recursos económicos permiten financiar las remuneraciones
de los profesionales involucrados en el circuito victimal, que requieren seguridad y
estabilidad laboral.
A este respecto, debe tenerse presente que una política victimológica, una vez
definida y debidamente implementada por parte del Estado, genera claras expectativas en la
ciudadanía y, de manera particular, en las víctimas de delito. Por lo cual, una Política
Victimal, puesta en marcha, no puede suspenderse o verse postergada por problemas de
carácter presupuestario, ya que hacerlo, implicaría un evidente deterioro en la imagen de las
instituciones del sistema penal, sin perjuicio, del menoscabo que conlleva en los derechos
de las víctimas..
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La elaboración de un Plan de Autocuidado implica preocuparse de diversos aspectos
del equipo que se traducen en importantes beneficios, tales como: la satisfacción
profesional de sus integrantes, el trabajo interdisciplinario, uniformidad de criterios para
solucionar los problemas, la persistencia laboral y, especialmente, otorgar un servicio de
calidad a los usuarios.
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