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D.N.I: 42.341.636
1 Kant, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Eudeba, Buenos Aires, 1998,
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2 Kant, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Eudeba, Buenos Aires, 1998
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que la capacita para ser ley, además el sujeto de todos los fines es todo ser racional en sí
mismo.3 Según el tercer principio práctico de la voluntad se rechazan todas las máximas que
no concuerdan con la propia legislación universal de la voluntad. Entonces esta no está
sometida exclusivamente a la ley, sino que se puede considerar que se legisla a sí misma. En
base a esto se desarrolla una nueva fórmula del principio, la idea de la voluntad de los seres
racionales como voluntad legisladora universal.
Este concepto de que todo ser racional debe considerarse por todas las máximas de su
voluntad como universalmente legislador conduce a un concepto de reino de fines. Donde
todos los seres racionales son sujetos a la ley de que cada uno debe tratarse, tanto a sí mismo
como a los demás, como fines y no medios. Además en este reino todo tiene un precio o
dignidad, lo que tiene precio puede sustituirse por alguna equivalencia, en cambio lo que tiene
dignidad se halla por encima de todo precio.
Los seres racionales pertenecen al reino como miembros cuando son legisladores universales
sujetos por leyes, cuando legislan de esta manera sin someterse a la voluntad de otro
pertenecen como jefes. Por esto la moralidad consiste en las relaciones de cualquier acción
con la legislación que hace posible este reino de fines. Esa legislación tiene que estar en todo
ser racional, es decir, debe ser universal y tiene que poder originarse a partir de su voluntad, el
principio de esta legislación siendo; no hacer ninguna acción cuya máxima no pueda ser
universal y, por lo tanto, que la voluntad no pueda considerarse como universalmente
legisladora. Si las máximas no son por su naturaleza necesariamente acordes con ese
principio objetivo, entonces la necesidad de la acción se llama constricción práctica, es decir,
el deber. Este no se apoya en inclinaciones, sino en la relación de los seres racionales, en
donde la voluntad de un ser racional tiene que considerarse siempre como legisladora, sino no
podría pensarse como fin en sí mismo dentro del reino.
Las formulaciones del imperativo categórico y la moralidad están intrínsecamente vinculadas,
ya que ambas son propias de los seres racionales y deben ser necesariamente universales. A su
vez, sin moralidad los seres racionales no podrían participar del reino de los fines ya que no se
podrían considerar a sí mismos como fines y se verían únicamente como medios
3 Kant, Immanuel, Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres, Eudeba, Buenos Aires, 1998,
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