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La comunicación es un sistema abierto de interacciones; esto significa que aquello que sucede
entre los interactuantes no se desenvuelve nunca en un encuentro a solas cerrado, en un
“vacío social”, sino que se inscribe siempre en un contexto. Debemos destacar que como
sistema, toda modificación de uno de sus elementos altera o afecta las relaciones entre otros
elementos. Volveremos sobre el concepto de contexto más adelante en el punto: 3.10 De
contextos y situaciones Desde el enfoque sistémico, un sistema interaccional está conformado
por las personas que se comunican con otras personas a través de sus comportamientos
comunicacionales. Este sistema interaccional no se reduce a los miembros considerados
aisladamente. Por ejemplo: el grupo escolar, la familia, la pareja son sistemas abiertos porque
tienen relaciones continuas con otros sistemas. Los sistemas orgánicos son abiertos y se hallan
ordenados en una jerarquía, por ejemplo, un sistema interaccional grupal (grupo de alumnos
en una clase) puede ser ubicado en un sistema mayor (todos los alumnos de la escuela) y éste
en otro mayor (todos los alumnos de las escuela que pertenecen a un determinado distrito) y
así sucesivamente. A su vez estos alumnos pueden comunicarse con otras personas,
generándose de esta forma relaciones verticales y horizontales entre subsistemas
interaccionales.
Otro aspecto necesario para el enfoque sistémico es que los participantes compartan los
códigos para que el significado del mensaje sea comprendido. También considera que todos
los participantes en las prácticas comunicacionales tienen las mismas posibilidades de
expresión para que la comunicación se desarrolle. Los mensajes, enunciados o discursos son el
objeto central de nuestra comunicación y las respuestas que recibimos a esos mensajes es lo
que se denominaba retroalimentación
8 . 7. Meta: significa más allá. Metalinguístico es el lenguaje que refiere al lenguaje para
explicitar su semántica (definición de una palabra), su sintaxis (las reglas gramaticales o de uso)
o las relaciones pragmáticas (influencia de los signos sobre el comportamiento de las personas,
la relación entre los signos y las emociones, los hábitos, las reacciones de los comunicantes. La
metacomunicación que excede al habla articulada y plantea el marco de la interlocución.
8. Pichón Rivièere, define al vínculo como la manera particular en que un sujeto se conecta o
relaciona con el otro o los otros, creando una estructura que es particular para cada caso y
para cada momento
El primer concepto antropológico de cultura se opuso a la idea de que hay gente “con cultura”
y “sin cultura”, de que el mundo se divide entre personas “cultas” e “incultas”. A fines del siglo
XX el pensamiento humanista sostenía que el progreso humano era un proceso continuo y
avanzaba hacia la perfección. Consideraba que la sociedad más desarrollada era la occidental,
con lo cual se erigía como modelo para las otras sociedades. Para este contexto, la cultura era
una sola, la acuñada por la sociedad occidental, el resto era barbarie. De este modo se infería
que las otras culturas eran inferiores o estaban en “vías de desarrollo”. Lo culto significaba
acumulación de saber. En 1871, el sociólogo Edward B. Tylor había planteado un concepto de
cultura asociado a los conocimientos, creencias y hábitos que el ser humano adquiere como
miembro de la sociedad. Esta noción contrastaba con la idea elitista de que la cultura se
restringía a la llamada “alta cultura”, a esa “perfección espiritual” de la música clásica o las
artes plásticas consagradas. Todas las actividades y pensamientos humanos son aspectos de la
cultura. Hay diferentes culturas, pero todos los seres humanos tienen en común que son seres
culturales. Los seres humanos comparten la unidad biológica y el hecho de ser animales
culturales. Esta característica universal de la humanidad es a la vez fuente de su diversidad.
Todos los seres humanos tienen cultura: sea entendida como “estilo de vida de un grupo”,
patrones de conducta”, “valores y significados”; “conocimientos, creencias, artes, leyes, moral
y costumbres”. Tales estilos de vida, prácticas y creencias pueden ser infinitamente variables
entre los seres humanos. Entonces podemos pensar la cultura como un conocimiento social
adquirido en la interacción social al que le vamos atribuyendo significados intersubjetivamente
compartidos. En los contextos de acción compartidos convergen elementos de orden diferente
que contribuyen a configurar formas individuales y colectivas de identidad en continuo
proceso de cambio. Las culturas no son inmutables, ni homogéneas sino que están en
evolución permanente incidiendo y modificando de este modo las relaciones sociales al
aportarles siempre nuevas significaciones. Sin embargo, afirma Grimson que durante una larga
etapa de la teoría antropológica se tendió a aceptar que cada comunidad, grupo o sociedad
era portadora de una cultura específica. Así, los estudios se dirigían a describir y comprender
una cultura particular o áreas culturales. Esa descripción se concentraba fundamentalmente en
los valores o costumbres compartidos por los miembros de una sociedad. De ese modo, el
énfasis fue colocado en la homogeneidad y uniformidad de cada uno de los grupos. Desde esa
noción esencialista de la cultura, en la medida en que se utilice para clasificar grupos
supuestamente homogéneos se distorsionará completamente una realidad cambiante, porque
las culturas se van mezclando y combinando de múltiples maneras. Las conceptualizaciones
homogeneizantes de grupos o sociedades que se manifiestan en fórmulas del tipo “los
guaraníes son...” o “los argentinos son...” deben quedar atrás. Esos modos de tipificación y
esencialización son incapaces de separar radicalmente lo natural y lo social, lo biológico y lo
cultural. Por lo tanto, el concepto de cultura es potenciado a través del uso sistemático de
dimensiones temporales y espaciales. La cultura es histórica y ninguna sociedad puede
comprenderse sin atender a su historicidad, a sus transformaciones. A su vez, toda sociedad se
ubica en un espacio y se encuentra en interrelación con otras sociedades. Entre otras razones,
esa interrelación hace imposible una homogeneidad cultural. Por lo tanto, los estudios sobre
sociedades y culturas analizan necesariamente su historia y su contacto. Afirma Grimson que
esto no implica negar que existan universos simbólicos particulares. Por un lado, existen
experiencias históricas compartidas que constituyen la base tanto de sentidos compartidos
como de ciertas prácticas cotidianas. Esa experiencia compartida puede implicar haber estado
atravesado por sufrimientos similares o incluso haber participado en luchas o
enfrentamientos, incluso en bandos opuestos. “Cultura”, en este caso, da cuenta de aquello
que dos grupos comparten y que hace posible que desarrollen un conflicto, para el cual -
obviamente- necesitan comunicarse. Una sociedad, en un contexto histórico específico,
comparte una serie de presupuestos, sentidos y prácticas que, a la vez, son la base de disputas
al interior de esa sociedad de otros presupuestos, sentidos y prácticas. Por otro lado, cuando
dos personas o grupos de diferentes zonas del mundo entran en contacto, ambos reconocen
que están en presencia de “una cultura diferente”: alguien que habla otro “idioma”, que se
comporta de un modo extraño, que no entiende nuestras palabras o nuestras acciones tal
como esperamos. Por eso, el concepto de cultura es útil para entender cómo se organizan las
diferencias y los conflictos en una sociedad, así como para analizar las relaciones entre
personas y grupos que hablan “idiomas” diferentes.
3.3. DE SILENCIOS
(En relación con la comunicación intercultural, sugerimos que observen: Perdidos en Tokio.
Dirigida por Sofía Coppola 2004)
No sólo se comunica con la palabra sino con todo el lenguaje no verbal, que es mucho más
difícil de controlar conscientemente. Nos comunicamos con las palabras, los gestos, los
movimientos, etc. Como vimos anteriormente, cualquier comportamiento humano implica una
forma de comunicación, un mensaje que otro ser humano puede percibir e interpretar. Por lo
que es imposible no comunicar. Actividad o inactividad, palabras o silencios, tienen siempre un
valor de mensaje; influyen sobre los demás, quienes a su vez responden a tales
comunicaciones. No es sólo la palabra la que determina el mensaje sino el conjunto de la
palabra y el comportamiento. Muchas veces nos ocurre que no tenemos la intencionalidad de
comunicarnos con alguien e igualmente afectamos a los otros con nuestra conducta. Es
importante tener en cuenta esta característica de la comunicación para traer a la consciencia
aquello que podemos estar comunicando aún sin querer hacerlo. Recordemos que existe
comunicación aunque no sea consciente, con lo cual la conciencia y la intencionalidad sólo
puede controlar una parte de lo que es comunicado.
Tal vez hay que decir que el silencio se ha puesto o bien del lado de los sabios, o bien del lado
de los cobardes, o bien del lado de los ignorantes, o bien del lado de los muertos. Del lado de
los sabios significa que callar es síntoma de una prudente distancia con lo que ocurre
alrededor; algo así como omitirse del mundo para pensar el mundo, algo así como
suspenderse en la altura para luego, más tarde, recomponer en palabras el barullo incesante e
incomprensible del universo. Del lado de los cobardes, el silencio supone una permanente
actitud de mudez y conciencia de pocas fuerzas: el cobarde, si sabe algo, es que su silencio
acaba por ser el único reducto posible pero, además, sabe que siempre será hallado en su
escondite. Del lado de los ignorantes, hay que decir primero que tienen toda nuestra simpatía
y que se la han ganado en buena ley; ellos saben que no está mal eso de callarse antes que
nada, antes de nada; que no está mal asumir la incompletud y la finitud del universo, aunque
lo ignoren. Del lado de los muertos, el silencio no es más que un disfraz de la memoria, pues
los muertos insisten en hablarnos y en decirnos las mismas cosas que nos decían en vida. Está
claro que hay otros silencios. Por ejemplo: el silencio del cómplice. O también: el silencio ya no
de una persona sino de un lugar. O inclusive: el silencio ya no de alguien, sino de algo en
alguien: el pensamiento silencioso, la voz puesta para dentro, la mirada antes que la palabra. Y
da la sensación, además, que el silencio tiene algo de concluyente, de definitivo, de decisorio
que la palabra ya dicha no tiene. Como si el silencio ocupara el espacio de lo innombrable, de
lo indefinible, e inclusive de lo ambiguo, lo bizarro y tal vez de lo efímero, de aquello que
irremediablemente se nos escapa, se nos pierde, se nos diluye. Y ya no hay palabra que pueda
con ello. Por eso es por lo menos injusto que se relacione siempre al silencio con los abismos,
con las tristezas, con las pérdidas, con el olvido, con la intemperie, con la desolación. No
estaría mal si pensáramos al silencio más bien en lo que tiene de calma (pero no de
parsimonia); no estaría mal si sintiésemos al silencio como un aliado de la mirada (pero no de
la mirada hostigadora o halagadora, sino, simplemente, de la mirada); y no estaría mal si,
todavía, percibiésemos el silencio como una vigilia, como un estar alertas, sobre todo, en
relación a esos estafadores de palabras, aquellos y aquellas que creen disimular con su hablar
toda la fatalidad del universo. Si fuéramos más obedientes estaríamos obligados a rendirnos
ante el concepto de silencio como aquella pausa entre dos sonidos o bien como la ausencia
misma de sonido. Pero como todavía no hemos dejado de ser niños es que decimos que el
silencio no quiere oponerse a nada, no quiere entrar en contradicción con nada ni con nadie.
Más bien habría que decir que el silencio se retira silencioso, dejándonos a nosotros, en medio
del silencio
La comunicación no verbal tiene sus orígenes en los períodos más arcaicos de la evolución
humana por lo que encierra una validez más general que el lenguaje verbal. Este modo de
comunicación incluye la postura, los gestos, la expresión facial, la inflexión de voz, la cadencia
de las palabras, etc. Veremos ahora diferentes aspectos que configuran este tipo de
comunicación:
La voz: La paralingüística es el término utilizado para describir los rasgos vocales que
acompañan a nuestras palabras. Podemos considerar el tono de nuestra voz, la elevación o el
descenso; el énfasis o la entonación, o cómo empleamos nuestra voz para acentuar las
palabras y dar diferentes significados. Otro aspecto importante a considerar es el uso de
muletillas o los balbuceos, ambas expresiones dan cuenta de nuestras vacilaciones,
inseguridades y nerviosismo cuando tratamos de comunicar algunos mensajes. Además,
podemos incluir el típico carraspeo o las pausas y las maneras en que cambiamos el ritmo o
velocidad cuando hablamos bajo diferentes condiciones. Las expresiones faciales y la relación
ocular: Otra forma de expresarnos es a través de nuestra mirada, es decir, cómo utilizamos los
ojos para regular y controlar el flujo de comunicación. ¿Mantenemos contacto visual con las
personas que nos comunicamos? Esta pregunta es válida para referirnos a las personas a
quienes nos dirigimos y quienes se dirigen a nosotros. ¿Conocemos nuestras expresiones
faciales? Sonreímos o nuestros músculos están tensos, hacemos muecas, tenemos tics,
parpadeamos lento o muy rápido. En este punto podríamos distinguir la vista y la mirada. Estas
no son la misma cosa, porque la vista puede ser fortuita, vemos lo que nos rodea, lo que
tenemos por delante, lo que no queremos ver porque elegimos no verlo, por ejemplo a una
persona determinada, vemos y seguimos sin prestar demasiada atención. La mirada en
cambio, es intencionada y situada. Esto significa que quien mira elige mirar, establece un
encuadre, ubica la escena y las piezas. La mirada es siempre localizada y localiza.
Hay momentos en que vista y mirada pueden coincidir. Por ejemplo: puedo ver a una persona
pero también mirarla En relación con el tema que venimos trabajando, compartimos algunas
letras de canciones: Los gestos y la postura corporal: En cuanto a los gestos, ¿solemos
expresarnos con las manos o no sabemos qué hacer con ellas?, ¿golpeamos con los dedos la
mesa?, ¿nos tocamos frecuentemente el pelo?, ¿ponemos las manos en los bolsillos?, etc.
¿Cómo expresamos con nuestro cuerpo lo que queremos transmitir?
Qué ves “¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad.” Divididos
Es solo un momento Es sólo un momento Es una mirada y saber Cuál es el camino Y así nada
más Vicentico
¿Cómo nos sentamos cuando escuchamos a alguien?, ¿golpeamos uno de nuestros pies contra
el suelo?, ¿movemos constantemente la pierna? También nos ocurre que mientras hablamos,
nos movemos y desplazamos en el espacio o al revés, permanecemos inmóviles en un mismo
lugar. ¿Alguna vez se sonrojó o le transpiraron las manos? ¿Cuál es la distancia física que
mantenemos con quienes nos comunicamos? Podemos vestirnos de determinada manera con
la intención de comunicar algo acerca de nosotros. Por ejemplo, nos ponemos la camiseta de
nuestro equipo de fútbol, usamos el uniforme si somos bomberos, o si somos maestros, el
guardapolvo blanco.
Sin embargo, muchas veces no somos conscientes de los mensajes que transmitimos a través
del lenguaje no verbal. En algunas ocasiones nos ocurre que deliberadamente intentamos
transmitir un mensaje determinado, pero la información que damos en el nivel consciente
puede ser modificada o contradicha por otros signos no verbales que no somos conscientes de
estar transmitiendo. Esta información extra se llama filtración. La filtración también se produce
en la comunicación verbal cuando utilizamos una palabra inadecuada y después nos
corregimos, por ejemplo, los actos fallidos. Trabajados los componentes de la comunicación no
verbal, desarrollaremos en el siguiente punto, la comunicación verbal. 3.5. DE PALABRAS La
comunicación verbal se refiere al lenguaje verbal, a la palabra, a los signos y símbolos en sí
mismos. El mensaje verbal es lógico y, en este sentido, está sujeto a los principios lógicos
básicos de no contradicción. Lo verbal es de un nivel de abstracción mayor que lo corporal,
ligado aún a lo concreto y presente. El mensaje verbal es entonces más versátil y más
complejo. Lo verbal permite representar conceptos básicos de la lógica, como ¨y¨, ¨o¨, ¨si...
entonces, ¨todo¨, etc. La lógica misma es producto de la comunicación verbal. El lenguaje
verbal permite representar conceptos que no tienen su referente concreto como ¨verdad¨, ¨
moral¨, ¨ infinito, ¨negativo¨, ¨nada¨, etc. El lenguaje permite representar el pasado y el futuro
así como construir nuevas realidades mediante el pensamiento¨ López, A; Parada, A;
Simonetti, F.(1991) En relación con las palabras que no tienen un referente concreto, dice
García Molina (2007): son llamadas “palabras sin cosa” hacen referencia a figuraciones y
configuraciones del mundo que no se ven, no se señalan, no tienen masa, volumen, peso o
fisicidad alguna y sin embargo, pasan, nos pasan o pasan entre nosotros. Son de cierta
complejidad que se hace presente cuando se convierten en preguntas que En relación con el
lenguaje corporal, sugerimos que observe: Tiempos Modernos. Es un largometraje de 1936
dirigido, escrito y protagonizado por el célebre Charles Chaplin. www.youtube.com/ watch?v=-
YO86Bepf5Y
Obligan a pensar: ¿dónde señalar cuando decimos estas palabras?, ¿dónde alcanzar la
materialidad de las que están hechas? Las palabras que no tienen cosa remiten a lo que pasa,
lo que nos pasa y/ o está pasando entre nosotros. Son acciones, operaciones, proporciones,
relaciones, devenires, afecciones, contagios o formas de organización que se establecen entre
humanos… Las palabras que no tienen cosa no pueden tener un único sentido ya que al no
estar ahí, en el espacio discreto, sólo son lo que nos parece y nos aparece. Su inmaterialidad
impone una condición. Sólo podremos verlas y hablarlas desde lo percibido e imaginado, lo
deseado y anhelado, desde nuestras creencias, costumbres e imaginarios previos. Este autor,
luego se pregunta: “¿En qué condiciones todas estas palabras que no tienen cosa, y que por
tanto no son visibles, devienen visibles? Se responde, que quizás no siempre vemos lo que nos
pasa, pero parece poco indudable que somos capaces de percibirlo, que esas cosas nos afectan
y ejercen algún tipo de influencia en nosotros. Dice que lo que nos pasa no es una cosa es una
tensión, un movimiento, una acción o actividad que al ser nombrada, al querer explicarla de
alguna forma, la cosificamos (la volvemos cosa). Por ello en nuestro lenguaje común
habitualmente nos expresemos diciendo: “me pasa una cosa”, aunque sabemos, que no es una
cosa la que nos pasa, sino una situación. Estas palabras que no tienen cosa al ser utilizadas con
relativa frecuencia, cosifican lo dicho y lo hablado, lo hacen visible, pensable y analizable
integrándolo en nuestro imaginarios y formas de ver el mundo. Compartimos una poesía de
Juarroz, R. 11 “Hay palabras que no decimos” Hay palabras que no decimos y que ponemos sin
decirlas en las cosas Y las cosas las guardan, y un día nos contestan con ellas y nos salvan el
mundo, como un amor secreto en cuyos dos extremos hay una sola entrada ¿No habrá alguna
palabra De esas que no decimos Que hayamos colocado Sin querer en la nada? Nos
constituimos a través de la trama del lenguaje y gracias a éste.
11. Juarroz, R. Poesía Vertical. Hay palabras que no decimos. Selección de Sandra Santana
Mora y Beatriz San Vicente supervisada por Laura Cerrato.
www.paginadepoesia.com.ar/clas_ar_juarroz.html -
3.6. DE DIFERENTES INTERPRETACIONES QUE REALIZAN LOS COMUNICANTES
En este punto nos dedicaremos a trabajar sobre las diferencias entre los comunicantes
aunque el código de la lengua sea potencialmente común a todos los hablantes. Cuando
hablamos, en las palabras que articulamos se pone en juego un complejo cultural de
inclusiones y exclusiones, también cuando hablamos está presente la propia historia, entonces
cuando proferimos una palabra, en realidad, estamos asumiendo la voz de muchos, la voz de
una historia que incluye a muchos y la voz de un presente que también incluye a muchos.
Cuando nos comunicamos, los hablantes no ocupamos la misma posición dentro de la
interacción o diálogo. Esto significa que no todos tenemos el mismo conocimiento de la lengua
ni la misma experiencia, ni la usamos de la misma manera, ni hablamos y escuchamos del
mismo modo, no tenemos exactamente el mismo tipo de competencias lingüísticas y muchas
veces no utilizamos los mismos sonidos de una lengua. Existen modalidades lingüísticas que
identifican, al interior de los grupos sociales, otras diferenciaciones que tienen que ver con la
edad, la profesión, la actividad, la nacionalidad, etc. Es decir, tenemos competencias
comunicacionales diferentes.
Cada sujeto tiene una particular manera de hablar y de organizar las frases, un conocimiento
de la lengua que le permite producir su discurso (producción) y cada sujeto lo decodifica de
acuerdo a su modalidad de entender (reconocimiento). Posiblemente ésta es otra
característica de las diferencias, las claves de producción y de entendimiento difieren de una
persona a otra, cada una tiene cierta modalidad para hablar pero también para entender,
tienen algunas claves para comprender y para hablar, no tienen el conjunto de todas las claves
que operan en la sociedad, sólo algunas. Lo paralingüístico está relacionado con lo gestual, la
postura, la mirada, en fin todo lo que acompaña al discurso oral. Competencias ideológicas y
culturales: Se refieren a las diferencias que tenemos en cuanto a la pertenencia a distintos
grupos sociales, visión de mundo, conocimientos y sistema de valores. Esto hace que hablemos
desde un determinado lugar o posición y que otra persona, con otras creencias o
conocimientos, hable de lo mismo desde otra perspectiva. Estos horizontes diferentes
importan tanto al que habla como al que escucha, ya que la interpretación que una persona
haga de lo que esté escuchando dependerá de su ubicación en un determinado sistema de
valores. Determinaciones psicológicas: Las restricciones que se determinan en este punto
tienen que ver con el estado psicológico individual, tanto del que produce como del que
interpreta el discurso. Son los componentes afectivos, emocionales o estados anímicos que
hacen modificar, en algunas personas, el sentido de lo que dicen o de lo que entienden.
Restricciones del universo del discurso: ¿Qué se debe decir en cada momento o situación?
¿Qué está aprobado socialmente para cada circunstancia? La autora señala por un lado, las
restricciones, pero por otro lado, la infinita productividad social. Estas restricciones no están
consagradas a sociedades en un momento determinado, sino que es una cuestión de
permanente recambio, de permanente actividad y creación. Se trata de una serie de
convenciones que adoptamos socialmente y que nos indican qué tipo de discurso es correcto
en cada situación. Ejemplo: En nuestras casas, con nuestras familias no se espera que
desarrollemos teóricamente algunos de los temas que enseñamos en la escuela a nuestros
estudiantes, sobre todo si estamos en medio de un festejo de cumpleaños. Estas convenciones
se modifican con el paso del tiempo ya que las sociedades van cambiando sus modelos de
relación. Por ejemplo: las sociedades en diferentes momentos históricos han construido la
juventud de determinado modo, es así que cambiaron los ritos de pasaje en los diferentes
contextos y se han modificado las relaciones entre los jóvenes y los adultos. Con el desarrollo
de estas competencias comunicacionales que aporta Kerbrart Oreccioni nos acercamos a las
condiciones en que se producen los intercambios entre comunicantes. Esta autora propone la
enunciación y el desdoblamiento de los códigos, en códigos del emisor y los códigos del
receptor. De lo que da cuenta este desdoblamiento de códigos es que el receptor no es pasivo,
no se limita a recibir y entender algo ya terminado, sino que durante la escucha es activo: se
prepara para oír algunas cosas, selecciona sobre lo que escucha determinadas cuestiones y
asume una posición respecto del mensaje a medida que lo va recibiendo. Los códigos de quien
emite y quien recibe son distintos, si bien tienen puntos de intersección que hacen posible la
comunicación
13. Podríamos continuar con este tema, no es la idea agotarlo aquí, necesitamos interrumpir
para dar lugar a otros componentes de la comunicación, por ahora para ir cerrando este
apartado, tomamos un fragmento de Mèlich que puede aportar a la idea de construcción de
sentido: “Las palabras humanas, en tanto que palabras simbólicas, posibilitan la invención de
sentido. Se trata de un sentido siempre provisional, porque en cualquier momento puede
quebrarse por el golpe de un acontecimiento inesperado…Cada día, de hecho cada hora, cada
minuto, cada segundo, es un segundo nuevo y distinto. A veces, uno tiene la sensación de que
hay algo que se repite, de que todo vuelve, de que todo es lo mismo, de que no hay nada
nuevo. Pero de hecho nunca nada es igual, ni nosotros tampoco… Esta experiencia es a la vez
fascinante y aterradora ¿Qué somos?, ¿Quiénes somos? Desde muy pronto buscamos algo,
vamos en busca de algo, no sabemos exactamente qué, y comenzamos con las manos vacías,
aunque pensándolo bien no completamente vacías, no, hay algo que nos regalan al nacer, el
símbolo, la palabra simbólica, la lengua materna. El lenguaje, quizá deberíamos decir, los
lenguajes, es lo primero que aprendemos. Aprendemos a hablar, pero también aprendemos a
mirar, a escuchar, a reír y a llorar, a amar y a odiar…”
Los estereotipos son marcos cognitivos formados por conocimientos y creencias de grupos
sociales, que llevan a la clasificación de los sujetos de acuerdo a características típicas, en vez
de tener en cuenta otras más específicas de aquella persona. Implica la imagen mental, las
reacciones emocionales y la conducta que manifestamos cuando realizamos este tipo de
clasificación en cuanto a un sujeto.
Así como hay estereotipos negativos, también hay positivos. Si observamos en otra persona,
un rasgo que consideramos que es de “nuestro tipo”, le atribuimos rápidamente cualidades
que a nosotros nos agradan, y por ende, lo aceptamos. Por ejemplo: En Argentina se suele
tener a los italianos estereotipados como personas muy gritonas, con una tonada muy fuerte.
Que al hablar realizan diversos gestos con las manos, que son muy familieros y afectuosos y
que viven comiendo pastas. Por otro lado, está el estereotipo del porteño: una persona que se
dirige a los otros utilizando el “ché”, que habla muy rápido, que utiliza muchísimo y con
innumerables significados distintos la palabra “boludo”. Es muy sociable con todos y tiene una
actitud “canchera”. Posee un temperamento algo melancólico y sensiblero. Fuera de su lugar
de residencia es conocido por ser una persona totalmente desconsiderada y “creída” (que se
las sabe todas).
Ahora bien, cuando un estereotipo se encuentra profundamente arraigado, se lo llama
prejuicio. Al ser éste tan resistente al cambio, decimos que se trata de estereotipos peligrosos.
La diferencia se encuentra en que el prejuicio, conlleva una reacción emocional más fuerte. El
prejuicio es una actitud, generalmente negativa, hacia otras personas. Se trata de un juicio
previo o prematuro acerca de un sujeto, antes de conocer al mismo. No siempre es negativo,
se puede tener un prejuicio positivo, pero lo fundamental es que consiste en una idea previa u
opinión anticipada. A través del prejuicio ordenamos y clasificamos la información que nos
llega de otras personas. Así, damos más importancia a aquello que vinculamos con nuestro
prejuicio, lo recordamos mejor. Por ejemplo, si una persona tuvo diversas relaciones negativas
con sujetos del sexo opuesto, puede desarrollar un prejuicio contra aquel sexo. Esto se pondrá
en juego antes de conocer a la persona, teniendo una actitud predeterminada para con ella.
Otros prejuicios se escuchan dentro una sociedad, y luego uno se los apropia. Cuando
escuchamos frases como: “Los políticos son todos ladrones”, “los taxistas manejan como
animales”, “los supermercados chinos venden más barato porque roban la mercadería o
apagan las heladeras de noche”, “los bolivianos son sucios”, “los ingleses son arrogantes”, “los
piqueteros son vividores”, “los pobres merecen ser pobres porque no se esforzaron lo
suficiente”, sabemos que en verdad se está haciendo una generalización, y que por ejemplo,
no necesariamente todo político es un ladrón o que todo taxista maneja como un animal.