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SI C a m b r i d g e
I i # UNIVERSITY PRESS
P u b li c a d o p o r T h e P r e s s S y n d i c a t e o f t h e U n i v e r s i t y o f C a m b r id g e
T h e P ite B u ild i n g ,T m m p in g t o n S treet, C a m b r id g e, U n it e d K in g d o m
C a m b r id g e U n iv e r s it y P r e s s
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T ítulo original Linguistic (iiirhropology ISB N 0 521 4 4536 1
publicado por Cambridge University Press 1997
© C am bridge University Press 1997
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7.1. M a l in o w s k i : e l l e n g u a j e c o m o a c c ió n
•' M a linow ski no se libró de caer en algunas de las trampas que habían atrapado a
antropólogos anteriores, y a los que tan duram ente había criticado Boas. En concreto, además de
la repetición de palabras c o m o «primitivo» y «salvaje», a M alinowski se le escapaban el m ism o tipo
de co n cep to s prejuiciosos sobre las lenguas «exóticas» que había caracterizado el trabajo de los
prim eros viajeros que carecían de preparación en a ntropología o en análisis lingüístico: «El tipo
de estructura gramatical de una lengua prim itiva carece de la precisión y la defin ición qu e es
— propia-de-nuestra-kngua.-aunque-en-algunos.easos-concretos.es^niuy .expresiva» (1923: 300).
4 El segundo volumen se titula The L n iff uyfe o f Magic and G m h tin g (El !ei>giu]je de Li nmgia y k
jiinlinníti). Comienza con la «parre IV»: «Una teoría etnográfica del lenguaje y algunos coralarios prácticos®.
car los procesos mentales,, sino desem p eñar u n papel activo en el lado
pragm ático de la conducta humana» ([1935] 1978, vol 2 :7 ). Este es un
gran cam bio con respecto a sus anteriores escritos, y especialmente con
respecto a lo que había manifestado en «The Problem o f M eaning in P ri-
m itive Languages» (1923) («El problem a del significado en las lenguas
primitivas», 1978), donde introducía la noción de contexto de situación.
Allí, establecía una gran diferencia entre lenguas «civilizadas», caracteri-
zadas p o r estar principalm ente dedicadas a la com unicación de los pen-
sam ientos, y lenguas «primitivas», cuya funció n era h acer cosas5. P o r el
contrario, en Los jardines de coral y su magia ([1935] 1978) se reconocía
que el uso pragm ático de enunciados es típico de cualquier lenguaf'.
Los escritos de M alinowski sobre la visión etnográfica del lenguaje
anticipan m uchas de las ideas que más tarde se convertirían en los pila-
res fundam entales de los que surgiría la pragmática com o estudio inter-
disciplinar (Levinso, 1983). E n realidad, estas ideas eran m oneda corriente
en los círculos intelectuales de la época. La idea de M alinow ski de «acto
verbal» ([1935] 1978, vol. 2: 9) se parece a la n o ció n de A u stin sobre
«acto de habla», que nació aproximadamente en la mism a época; el énfa-
sis en una traducción que englobe «contextos enteros» es una rem inis-
cencia del pensamiento de W ittgenstein sobre el lenguaje, en los años 30,
y de su e m peño en utilizar u n m éto d o interpretativ o que ubicase las
palabras sueltas dentro de u n co n ju n to más am plio de «juegos de len-
guaje» (véase el epígrafe 7.4). Incluso el m arcado to n o conductista de
M alinow ski7, que parecía tan anacrónico du rante «la revolución cogni-
tiva» de los años 60, cuando estaba en boga com parar la m en te con una
com putadora, podría reformularse hoy día bajo una nueva luz, y consi-
derarse una anticipación de algunas preocupaciones recientes co n res-
7.2. P e r s pe c t iv a s f il o s ó f ic a s d e l l e n g u a j e
c o m o A C C IÓ N
Austin señaló que hay m uchos otros usos del lenguaje además de los
asertivos"’. Al igual que Malinowski, él tam bién creía que el lenguaje no
se utiliza solam ente para describir u n estado particular de cosas (i. e. la
nieve es blanca), sino para hacer cosas, es decir, para realizar alguna acción:
" A ustin (1962 ), establece_aL prin.cipicuM -librQ --uiia..falsa.dicotom ía-entre-enun ciad os—
constatativos y enunciados reaJizarívos, para demostrar al final qu e todo s los enunciados son
consta tarivos y realizativos.
ción al h echo de que cualquier acto de habla (y de co m unicación, en
general) tiene lugar dentro de u n contex to particular, y ha de evaluarse
con respecto a dicho co ntexto. El interés de Austin p o r el co n tex to va
más allá de la idea de que es im po rtan te para reafirmar la verdad de una
declaración (Austin, 19 61:144 ), po rq ue reconoce tam bién que, cuando
hablamos, las personas no in ten tam o s solamente que nuestras descrip -
ciones concuerden co n el m u n d o , sino que este se adapte tam b ién a
nuestros deseos y necesid ad es. Searle (1976) desarrolló este p u n to
m ediante una distinción en tre los casos en los qu e el leng u aje debe
«ajustarse al m undo» (i. e. p ro p o rcio n ar un a descripción adecu ada de
u n estado de cosas in de p en d ie n te , p o r ejemplo, el tanque está lleno), y
aquellos otros en los que el m u n d o debe «ajustarse al lenguaje» (i. e.
acoplarse al estado de cosas qu e describe el lenguaje, p or ejem plo, Uena'
el tanque).
U n a vez que aceptam os q u e describir el m undo es solo u n a de las
m uchas cosas que po d em o s h ac er con el lenguaje, surge in ev itab le-
m ente una pregunta: ¿hay u n lím ite para las cosas que p od em os hacer?
La p regu nta no es baladí. W ittg en stein , p o r ejemplo, o p in ab a q ue no
podían determinarse de un a vez p o r todas los usos posibles del lenguaje:
N o olvidemos que todos estos verbos fu ncio nan com o verbos per-
formativos solo cuando se usan en el presente de indicativo y en p ri-
m era perso na del singular. P o r tanto, el v erbo d im itir fu nciona co m o
declarativo en tanto en cuan to el hablante diga d im ito , pero no, si dice
J u a n d im itió o ; d im ite / Es evidente que la m ayoría de los actos ilo cuti-
vos n o se expresan o p ro d u c en m e d ian te verbos perform ativ os. Los
hablantes no suelen ir p o r ahí diciendo cosas com o te lo advierto, te a m e -
n a zo , te ordeno o te sa lud o . Sin em bargo, los hablantes (la mayoría de las
veces acertadam ente) to m an algunos enu nciad os com o advertencias,
otros com o amenazas u Órdenes o saludos14. ¿C óm o ocurre esto? D ich o
de otro m odo, ¿cóm o se las arreglan los hablantes para que sus palabras
hagan lo que ellos quieren hacer, y cóm o se las arreglan los oyentes para
interpretar esas palabras del m odo adecuado? Tan pro nto com o com en-
zamos a pensar en estas preguntas, nos damos cuenta de que la respuesta
adecuada no es sino una teoría de la in terp retació n , y de que los e tn ó -
grafos se han form ulado u na y otra vez estas mismas preguntas cuando
hacen observación participante (véase el capítulo 2). ¿Pueden los e tn ó -
grafos aceptar las mismas respuestas qu e los teórico s del acto de habla?
A continuación sostendré que, au nque la teoría de actos de habla ofrece
algunas im p ortantes apo rtacio nes a la teo ría de la in terp retació n del
habla co m o acció n, no satisface los o bjetivo s de la an tro polo gía lin -
güística, que hem os definido en el capítulo 1.
C o n el fin de explicar cóm o fu ncionaban los actos ilocutivos, A us-
tin enum eró una serie de criterios, a los qu e deno m inó co n dicio n es
de fortuna, para diferenciarlos de las condiciones de verdad, dado que
14 Sin em bargo, este no es el caso de tod os los teóric os del acto do habla. B ach y Harnish
(197 9), por ejem plo, han rechazado las con d icion es de sinceridad para aquellos actos q u e ellos
denom in an reconocimientos, tales com o : pedir disculpas, expresar condolencias, saludar y agradecer.
Estos form an parte de la categoría que Searle llama expresivos (véase más arriba): «Porque,
—en_de terminadas, ^ocasiones, se espera el r eco n o cim ien to, n orm alm en te estos actos n o se utilizan
para expresar un sentim iento g enu in o, sino para satisfacer la expectativa social de qu e se exprese
este sentim iento.»
los actos de habla no son ni verdaderos ni falsos, sino, dicho en térm i-
nos del propio Austin, afortunados o desafortunados (Searle intro-
duciría más adelante el térm ino «felices»). Por tanto, para q ue u n acto
de habla se realice ^felizmente» (o con éxito), d eben respetarse algunas
condiciones (de Austin, 1962:14—15):
Las dos condiciones B significan que para que u n acto de habla sea
afortunado todos los participantes deb en com p letar co rrectam e nte la
tarea que les haya sido en com en dad a com o p arte d el p ro c ed im ien to
convencional. Los ejem plos de A ustin in tro d u ce n el im p o rtan te ele-
m ento de la acep ta ción (uptake) , esto es, el papel que desem peña el
in te rlo cu to r en la fortu na o el infortun io del acto ilocutivo.
~ M ‘e~h‘e“vi$to'obligadcrarerralgunos-casos7Suprimir-verbosry-<;ii-ocros,-¿\daptnrlos,-ya-que—
la taxon om ía d e Searle de verbos en inglés q u e aquí reproduce el autor no tiene un correlato
directo en español. fiV. d c ¡T )
to s, esto es, los enunciado s que, sin adoptar la form a gramatical de un
imperativo o de u n a orden, poseen la fuerza convencional de u n acto
directivo (véanse los artículos de C olé y M organ, 1975).
7.3. L a t e o r í a d e lo s a c to s d e h a b la
y l a a n tr o p o lo g ía lin g ü ís tic a
Para las primeras críticas d e los supuestos culturales que se encuentran en la teoría de
los actos de habla y de los paradigmas a los q u e hace referencia, véanse K eenan [O chs] (1974),
Silverstein (1977).
17 M ichelle R osald o m urió el 11 d e octubre de 1981, al caerse por un acantilado mientras
dirigía un trabajo de cam po en Filipinas (R . R osald o, 19S9: 9).
que cualquier clasificación de los actos de habla en una sociedad debe
observar estos dentro de las prácticas culturales p o r m edio de las cu a-
les se represen ta y rep ro d u ce u n tip o de o rd en social d eterm in ad o .
E n otras palabras, cualq u ier análisis de los actos de habla d e b e des-
cansar y, a su vez, basarse en el análisis de los pensamientos, sen tim ien -
tos y creencias que las personas tie n en acerca de cóm o se organiza el
m undo.
D esde una perspectiva q u e se acerca bastante a las teorías postes-
tructuralistas de la acció n social (O rtn e r, 1984), la o p o s ic ió n de
R osaldo a la teoría de los actos de habla representaba u n debate en tre
dos nociones radicalm ente diferen tes del significado y, p o r tanto, dos
nociones radicalm ente diferentes de los objetivos de la in te rp retació n
lingüística. Para Searle y otros teó ric o s del acto de habla, el o bjetiv o
es p ro d uc ir u h m étod o que alcance las condiciones necesarias y sufi-
cientes de la com u nicació n h u m an a. Esta es la tarea que, al p arece r,
cum plen las condiciones de sincerid ad y fortuna, ju n to con u n a serie
de p rin cipios de inferen cia,.co m o los postulados conversacionales o
las im plicaturas conversacionales d e G rice (véase más abajo, y L e v in -
son, 1983: cap. 3). Para R o sa ld o y otro s antro pó log os ling üistas, el
objetivo es co m pre n d er có m o a través de los usos particulares d e la
lengua se m antienen, reprod ucen o desafían las distintas versiones p ar-
ticulares del o rd en social, y la n o c ió n de perso n a (o yo) q ue fo rm a
parte de tal o rd e n 1*. P artien do de esta premisa y basándose en su tra-
bajo de cam po con los ilon go tos, R o sald o criticó los siguientes ras-
gos de la teoría de actos de habla:
r' A ustin y Searle reco n ocen q u e es p osible q u e un acto sea satisfactorio, incluso aunque
el hablante sea insincero. Sin embargo, am bos m an tien en que la sinceridad es una cualidad
esencial del habla. Este rasgo de la teoría se m an tiene en los desarrollos más recientes: «un acto
de habla insincero es defectivo, pero n o necesariam ente insatisfaccorio. N o obstante, la
__ realiza cíón._dc_un_ acto-ilocutivo-satisfactorio-requiere-necesarianiente-k-expresión-del-estado
p sico lóg ico que las condicio nes de sinceridad de d ich o acto exigen» (Searle y Vanderveken.
1985: 18).
maban como «verdad» dependía menos de «lo que había acontecido»
que de la naturaleza de la interacción, donde lo que contaba realmente
era quén se atrevía a hablar y reclamar el privilegio de revelar u ocul-
tar un secreto público que hasta ese m om ento había permanecido
arropado en el silencio.
(Rosaldo, 1982: 214)
R osaldo tam bién m an tien e qu e los ilo ngotos carecen del acto de
promesa en su repertorio conceptual, tal com o lo estudia Searle (1965,
1969). La prom esa en el sentido occidental (léase «inglés») im plica sin-
ceridad p or parte del hablante. Esta, a su vez, im plica la noción de «sig-
nificado com o algo derivado de la vida interior» (Rosaldo, 1982: 211;
véanse D u Bois, 1993; D u ran ti, 1988b; 1993a, 1993b). La crítica de la
cuestión de la sinceridad esta, así, estrecham ente vinculada a la crítica
del papel central que ocu pan las intencio nes en la interp retación de la
acción social (véase el epígrafe 7.3.2) y de la n oció n de persona im plí-
cita en él (véase el epígrafe 7.3.3).
G eneralm ente, incluso cu and o hay m iem bros de la sociedad q ue
recono cen el acto de p rom esa, o co m o queram os llam ar a u n cierto
grado de com prom iso en u na acción futura, pued e estar separado del
cum plimiento del acto. R a p p o p o rt (1974) ha llamado la atención sobre-
este p u n to en su estudio de los rituales. Los m areng danzan ju n to s en
un ritual llamado kaiko, que parece co m p rom eter a los particip antes a
ser com pañeros de lucha en el futuro, pero no hay garantías de que ese
com prom iso haya de satisfacerse. Tendríam os que reconocer que, para
que una promesa se corresponda con un acto futuro, han de existir otros
actos que habrán de satisfacerse en el futuro, algunos de los cuales
podrían conocerse con anticip ación y, p o r tanto, enum erarse co m o un
conjunto de condiciones de fortuna, pero p uede que otros no sean pre-
decibles. El estudio de B o urd ieu (1977) sobre el intercam bio subraya el
papel que desem p eña el elem e n to de lo descon ocido en un a acción
futura com o sustrato que oto rga significado a la interacción social. Si
decimos que un intercam bio significa qu e si A da a B, enton ces B da
a A, se pierde la dim ensión tem poral en tre los dos actos, con sus aspec-
tos emocionales y éticos.Tanto si algo equivale o no a una prom esa — o
a u n intercambio, regalo, retribución— está determ inado en parte po r lo
que o curre después del acto, y depende de lo que hagan otros para con -
solidar o m inar su fuerza. La sinceridad de los sentimientos de una parte"
hacia la otra parte podría ser (o hacer que sea) bastante irrelevante.
M o e rm an (1988:108) lo explica cuan do escribe:
«Verdad», «exactitud», y otras formas de cartografiar lo que se dice
y su referente dependen de su contexto local. Aun si restringimos nues-
tra atención a hablar sobre el mundo exterior, la verdad y la exactitud
no son siempre los patrones relevantes o apropiados, pues a veces lo
que importa es ser divertido, emocionante o cortés.
7 . 3 .2 . L a s intenciones
A unque, com o hem os visto, para Austin ten er ciertas intenciones forma
p arte de las condiciones de fo rtu na necesarias para que u n enunciado
cu e nte co m o acción, es en la versión de Searle sobre la teoría de actos
de habla do nde las intenciones asum en u n papel central en la defini-
ción de com unicación:
Para ilustrar cóm o funciona esta definición, Grice traza una distin-
ción entre una situación en la que intentam os sacar a u n ho m bre m uy
avaricioso de una habitación lanzando u n p u ñad o de dinero p o r la ven-
tana, y otra en la que intentásemos lo mismo, pero indicándole la direc-
ción de la puerta o dándole un p equeño em p ujó n. Solo en este últim o
caso, pu ede decirse que el significado (no-natural) de nuestra acción es
que querem os que el hom bre avaricioso salga de la habitación. La dife-
ren d a es que, en el prim er caso, podem o s con seguir que salga sin que
reco n ozca nuestras intenciones, m ientras que en el segundo caso nece-
sitaremos que reconozca antes nuestras intenciones para que salga.
R osaldo opina que este m od o de considerar la com unicación está
relacionado co n u na serie de problem as. El p rim ero , sostiene ella, es
que, al hacer hincapié en el reco no cim iento p o r el receptor, se subra-
yan excesivam ente las acciones individuales y los logros individuales.
Esto significa que cualquier form a de acción es principalm ente (o sim-
plem ente) «el logro de nuestros yoes autónom os», cuyos actos n o están
significativam ente constreñidos p o r las relaciones y expectativas que
definen nuestro m undo local (1982:204). Esta visión de la acción social
es una co nd ició n previa para aceptar la lógica de la argum entación de
Grice y Searle, pero no solemos tomarla en cuenta cuando leemos sobre
las intenciones de los hablantes en la literatura sobre actos de habla, y
olvidamos hacernos preguntas que p o drían am pliar el co n texto de la
interacción y obligarnos a explorar más otras dim ensiones que suelen
quedar fuera del debate. E n esta línea, Elizabeth Povinelli (1995) señala,
en su estudio sobre el papel de los relatos sobre el sueño en los trib u -
nales australianos, que la visión que tienen los aborígenes de las rocas y
otros objetos com o seres intencionales capaces de sentir, oír y oler, es
incom prensible para el comisario delegado qu e representa a la c o m u -
nidad no-a borigen. Lo único que este puede hacer es clasificar los rela-
tos de sueños com o «creencias nativas» c o n las qu e preten den probar la
au tenticid ad de sus dem andas de tierra, pero, sostiene Povinelli, estas
declaraciones son m ucho más qu e creencias religiosas. Ellas señalan un
conjunto de relaciones con la naturaleza y co n u n co njun to de prácti-
cas con y dentro de en to rn os naturales, q u e c on tra stan con la n o ció n
occidental (capitalista) de «trabajo». Las m ujeres b elyu en con las que
Povinelli vivió asum en que
Estas pregu ntas son más com plejas que las que h a b itu alm en te se
hacen los teóricos del acto de habla. ¿D eberíam os concluir, pues, que
cualquier encuentro en tre filósofos y antropólogos está destinado a fra-
casar? N o necesariam ente. H a h ab ido in tentos, dentro de la filosofía
occidental, de crear una teoría del lenguaje com o acción que se ap ro-
xime más en espíritu a la q ue practican la mayoría de los antropólogos
lingüistas. U n a teoría así es la q u e elaboró W ittg en stein d u ra n te los
años 30 y 40, después de su regreso a C am bridge.
7.4. Los J U E G O S D E L E N G U A J E C O M O U N ID A D E S
D E A N Á L IS IS
11 La teoría de las diferencias de género de M altz y B orker (1982) sigue una lóg ica similar:
hom bres y mujeres utilizan el lenguaje de m o d o diferente, porque chicos y chicas aprenden a
usar el lenguaje e n co n texto s diferentes, en otras palabras, se han socializado de form a distinta,
o, co m o diría W ittgen stein . utilizan las mism as palabras pero experim entan distintas «formas de
.... _vida».Tannen (1990) m antiene una o p in ió n similar.
’4 Para una discusión sobre el desarrollo de la n o c ió n d e ju eg o d e lenguaje en los escritos
de W ittgenstein , véase Baker y H acker (1 9 8 5 :4 7 —56).
separadas por un abismo de las nuestras, más complicadas.Vemos que
podemos construir las formas complicadas partiendo de las primitivas
mediante la adición gradual de formas nuevas.
7.5. C o n c l u s io n e s
Austin afirm ó que «el acto de habla total en la situación de habla total
es el único fen óm en o real que, a fin de cuentas, estamos em peñados en
dÜucidar» (Austin, 1962:147). Esta afirm ación es casi u n program a para
una teoría del lenguaje c om o acción. E n este capítulo he presentado
tres propuestas diferentes para ese program a: la teoría de los actos de
habla, una perspectiva de co rte etnográfico del habla com o acción, y el
programa de W ittg enstein para un a filosofía del lenguaje orientada a la
actividad. Estos paradigm as diferentes tien en algunos pu ntos en com ún
y otros opuestos. H e revisado y com parado algunas de estas sem ejan-
zas y diferencias, no únicam en te con el fin de buscar lazos históricos y
deudas intelectuales, sino co n la esperanza de establecer u n fructífero
diálogo basado en ideas extraídas de la investigación em pírica.
A ceptar la co m plejidad de u n tem a así no es lo m ism o que aban-
donar la esperanza de en con trarle u n sentido. Asimismo, la aceptaciórT
de la historicidad de nuestro propio m étod o y de nuestras teorías no es
lo m ism o que aceptar la o pin ió n de que cualquier teoría es válida o de
que cualquier interp retación es aceptable. C ualq uier in terpretación es
ciertam ente posible, incluso la qu e sostiene q ue este capítulo ha sido
escrito en su totalidad p or u n program a de ordenador. Pero, com o seres
hum anos, tenem os la capacidad de entablar diálogos d o nd e se com pa-
ran y evalúan distintos pu nto s de vista. D e una disciplina se espera que
proporcion e a sus practicantes u n co njunto de criterios para implicarse
en estas evaluaciones y, cuan d o sea necesario, revisarlas. U n a de las
m edidas de evaluación de la antropología lingüística es el grado en que
u n paradigm a para el estudio del lenguaje com o acción pu ede co ntri-
b u ir a que com pren dam o s las actividades lingüísticas com o prácticas
culturales. C o m o h em o s visto en este capítulo, la teoría de actos de
habla es un bu en lugar para com en zar esa tarea, p ero queda confinada
en una práctica de análisis que privilegia a los hablantes individuales,
los enunciados individuales y las intencion es individuales. Esta p ers-
pectiva es vulnerable a la crítica basada en razones p uram en te teóricas
(W ittgenstein) y en una investigación em pírica q u e com pare las dife-
rentes culturas (R osaldo).W ittg enstein aborda aspectos del significado
lingüístico y del proceso de interp retació n en m od os que están clau-
surados a un estudio etno gráfico de las prácticas lingüísticas, pero no
debate si u n estudio así haría aguas si se le confrontase con datos tom a-
dos del m undo real. La reiterada invitación de W ittgenstein a que nos
fijemos en cóm o se usa el lenguaje, si querem os com p rend er lo que sig-
nifican las expresiones lingüísticas, n un ca se llevó to talm en te a cabo
dentro de la filosofía, d on de la argu m entación aú n sigue com parando
contextos imaginarios. Algunas de estas ideas se han in corporado pos-
terio rm en te al estudio sistemático de las actividades del lenguaje a par-
tir de situaciones de la vida real.Veremos algunos de estos intentos en
los próxim os dos capítulos, d o n d e exam inaré las unidades de in terac-
ció n y las unidades de participación.