Está en la página 1de 535

 

 
 
 
 
 
 

 
PENUMBRA
Cadena de Secretos
 
 
Trilogía Oscuridad
 
Yoshíe M. C.
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Autor Yoshíe M. C.
Director general Juan David Arredondo Araque
Diseño de carátula Victoria Cavalieri
Corrección de estilo Bet Alifanow
ISBN 978-958-53671-9-7
Primera edición febrero 2022
Segunda edición junio 2022
 
Las características editoriales, ilustraciones,
traducción y portada son propiedad de Editorial
Blanco & Negro S.A.S, por lo que no podrá ser
reproducido en todo o en parte por ningún medio
reprográfico sin permiso del titular.
 
Hecho depósito según ley 23 de 1982
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Contenido
 
Prefacio
Capítulo 1: Domm
Capítulo 2: Alek
Capítulo 3: Ömar
Capítulo 4: Max
Capítulo 5: Primer intento
Capítulo 6: Elección
Capítulo 7: Sigue intentando
Capítulo 8: Marek
Capítulo 9: Cinnamon
Capítulo 10: Cupcakes
Capítulo 11: Déjame intentarlo
Capítulo 12: Noche de gala
Capítulo 13: Libertad
Capítulo 14: Bésame
Capítulo 15: Dubái de noche
Capítulo 16: Marceline
Capítulo 17: Khaliqi
Capítulo 18: La habitación de Amún
Capítulo 19: Averno
Capítulo 20: La cuidadora
Capítulo 21: Pintura
Capítulo 22: Jumeirah
Capítulo 23: Castigo
Capítulo 24: Cuídame
Capítulo 25: Lágrimas
Capítulo 26: Dubái Mall
Capítulo 27: Socios
Capítulo 28: Por ti
Capítulo 29: Abu Dhabi
Capítulo 30: Nosotros
Capítulo 31: Tatuajes
Capítulo 32: Perdóname
Capítulo 33: Marca
Capítulo 34: Juego
Capítulo 35: Fui yo
Capítulo 36: Dos
Capítulo 37: Árabe frío. Árabe demente
Capítulo 38: Penúltimo día
Capítulo 39: Claro de luna
Capítulo 40: Confusión
Capítulo 41: Verdades que destrozan
Capítulo 42: Regreso
Capítulo 43: Sospechas
Capítulo 44: Degradada
Capítulo 45: Ella
Capítulo 46: Rayo de luz
Capítulo 47: Decisión
Epílogo
Agradecimientos
 
 
 
 
 
 
 
Para ti, que escribes romance oscuro.
Para ti, que eres criticado y señalado por tus historias.
Para ti, que tienes miedo a mostrar tu talento a las mentes cerradas.
Para ti, que has visto como otros tiran tus sueños.
No te rindas, levántate las veces que sea necesario.
Yo confío en ti.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Prefacio
Mi nombre es Nath, y soy una puta.
No, realmente no soy puta, si lo fuera, me pagarían por abrirme de
piernas. Pero yo, lo único que recibo a cambio es, una comida aceptable y
poder dormir en una cama real. ¿La verdad?, soy una esclava sexual en el
burdel Saint Marie.
Los últimos diez años de mi vida, los he vivido en este lugar, no tengo
muchos recuerdos de mi vida anterior al burdel. Solo algunas vagas
memorias de haber estado en un orfanato y, de allí, me trajeron a este lugar.
Creo que me secuestraron, es a la conclusión a la que he llegado.
Mi vida es una mierda, yo misma soy una mierda de persona. Las
demás chicas dicen que no tengo sentimientos, y es cierto.
¿Cómo puedes sentir algo que nunca has conocido?
¿Cómo sentir algo que nunca has recibido?
No se puede…
Pero, no todo es malo en mí. ¡Yo soy la mejor!
¡Si, la mejor puta del lugar!
¿Eso puede considerarse como cualidad? ¿No?
Me conocen como Cherry, por mi status dentro de burdel Saint Marie,
soy “la cereza del pastel”. Es el rango más alto, solo puede haber una
cereza, por lo que hay muchas perras queriendo quedarse con mi lugar.
¿Cómo se sale de aquí?
Bueno, hay dos opciones.
Una, es que alguien te compre; pero entonces sales de una cárcel, para
irte a otra.
La segunda, es muerta.
Alek, el dueño, nunca ha liberado a una esclava. Aunque se dice que
su padre, Marek, una vez se enamoró de una y le regaló la libertad, eso ha
pasado a ser una leyenda entre las chicas estúpidas. Ellas sueñan con
enamorar a Alek, ¡ilusas!, ¡ese es el mayor hijo de puta del mundo!
Quizás, podrían enamorar a uno de los millonarios que se pasan por
aquí diario para que las compren, pero tendrán que tener mucha suerte y
astucia para lograrlo. Yo, lo intenté muchas veces y fracasé. Digamos que,
el amor no es algo que se me dé.
Si llegaste hasta aquí, buscando una historia de romance y amor da la
vuelta y vete, aún estás a tiempo, aquí solo encontrarás miseria y dolor...
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 1
Domm
—Nath, presta atención —me regaña la maestra, es un tanto amargada y no
podemos ni siquiera respirar fuerte porque se enoja.
—Lo estoy haciendo señorita Bridgiette —Pongo cara de no haber
hecho nada indebido, aunque sé que sí lo hice. Estaba hablando con
Joshua, en voz baja, mientras ella explicaba geografía.
La señorita Bridgiette, va a decir algo, pero golpes en la puerta del
aula la distraen. Ella abre y se asoma la directora del orfanato. Es una
mujer intimidante y muy corpulenta, pero lo que asusta es su cara de pocos
amigos. Susurra algo con la maestra y después se giran hacia nosotros que
hemos comenzado a cuchichear al notar que, la miss, no nos está poniendo
atención.
—¡Silencio! —ordena la directora y todos callamos al instante,
sentándonos correctamente en nuestros lugares. Ella da más miedo que la
señorita Bridgiette.
—Nath, ve con la señora Dunne.
—¿Hice algo malo? —pregunto antes de ponerme de pie, la directora
solo nos saca de clases cuándo nos va a regañar por algo y a castigarnos,
pero esta vez no entiendo por qué me llevan. Pisé una de las flores de su
jardinera favorita, pero lo arreglé y no se nota.
—¡Solo ven y ya! —ordena la señora Dunne. Me pongo de pie en el
acto y avanzo hacia ella—. Siga con su clase, señorita Bridgiette.
—¿A dónde vamos? —Me aventuro a preguntar, no tiene ningún
motivo para castigarme, no creo que haya visto las flores aún.
—¡Que niña tan habladora, por Dios! —expresa sacudiendo la cabeza
en forma negativa y frunciendo los labios, que se arrugan más con esa
acción.
Seguimos avanzando por el pasillo, ella camina demasiado rápido y
yo debo casi correr para ir a su misma velocidad o me llevaría arrastrando
al jalar mi mano. Cuando nos detenemos frente a su oficina, algo me dice
que me espera un castigo del otro lado, aunque sigo sin saber por qué me
van a castigar. De verdad me he portado bien los últimos tres días, me hago
la dormida a la hora que apagan las luces, le doy la comida que no quiero
a Josh y ya no corro en las jardineras, salvo hoy en la mañana.
Lo primero que veo al entrar, es que hay alguien más sentado en la
silla frente al escritorio. Aunque no le veo el rostro porque nos da la
espalda, sé que es una persona que no conozco y que nunca había visto por
aquí. Es un hombre y en el orfanato solo hay un hombre, Gregory, el
vigilante y es un anciano, este no parece serlo.
—Ella es Nath, señor —dice la señora Dunne, con entusiasmo.
El hombre se levanta de la silla, puedo percatarme de lo alto que es y
lo elegante que viste, sus zapatos parecen brillar, el pantalón va
perfectamente planchado y un olor a perfume inunda la oficina de la
directora. Se gira lentamente hacia nosotras, yo miro embobada su tamaño,
parece un gigante y cuando voy a ver su rostro, el sonido estridente de la
campana que marca el final de las clases, hace que toda la imagen se
desdibuje…
—¡Hora de levantarse!, ¡arriba, al baño ahora!
Gruño girando en mi cama. El maldito Khan, golpea su cencerro como
todas las mañanas para despertarnos, ¡cómo me gustaría un día quitárselo y
golpearlo en los huevos hasta que lo odie tanto como nosotras! Y es que no
hay nada peor que te despierte el sonido de esa mierda en tu oído, cuando
apenas has dormido unas cuantas horas.
Si de por sí mi humor natural es sombrío, el imbécil este lo empeora
con su existencia inmunda. Me siento tratando de recordar mi sueño, es
recurrente, lo he tenido muchas veces, pero jamás he llegado a ver el rostro
del hombre que me visitó una vez en el orfanato, no lo recuerdo.
—¡Cherry, levántate ya!, tienes tu primer cliente en una hora, si no te
apuras no vas a desayunar —amenaza Khan.
«¡Imbécil!»
Me levanto y arreglo mi cama, que este lugar sea un cuchitril no
significa que yo deba dormir en uno, así que procuro tenerlo lo más limpio
y ordenado a pesar de las circunstancias. Selecciono la ropa que utilizaré
hoy, no es que tenga un gran guardarropa, solo un atuendo de burdel para
cada día de la semana y dos para estar en La casa de las chicas, que es el
lugar donde vivimos las esclavas. Yo prefiero decirle la mazmorra, parece
más eso, que una casa. Las paredes viejas y con la pintura desgastada, le
dan un aspecto tétrico, aparte que, las escasas ventanas le dan un ambiente
oscuro. No me quejo de eso, a pesar que a mí me falta un poco de sol.
Tengo una habitación, si se le puede decir así a la pieza de dos metros
por dos metros donde tengo una cama diminuta, un viejo ropero, un mini
tocador con silla y espejo. Esta es la mejor habitación de la mazmorra,
porque es individual y es la única que tiene ventanas hacia el bonito patio
trasero del Saint Marie, es uno de los privilegios de ser Cherry. Hay otras
recámaras, pero son compartidas por las chicas de status inferiores.
Agradezco dormir sola, porque varias mujeres esclavizadas, humilladas y
resentidas con la vida, durmiendo en una misma habitación, no es buena
idea.
La peor zona, es conocida como la cloaca. Es oscura y húmeda. Una
gran habitación en donde debes pelear por un espacio donde dormir, es para
las recién llegadas, mujeres secuestradas y compradas por Alek, que aún no
se han ganado un status dentro del burdel y, al no generar dinero, no tienen
ningún tipo de beneficio más que vivir.
El burdel Saint Marie, es el prostíbulo más grande del mundo, vienen
hombres de todos países a realizar sus más asquerosas fantasías, porque
aquí cualquier parafilia puede llevarse a cabo.
Y, cuando digo cualquiera, es cualquiera…
Desde las más comunes, como el voyerismo, hasta las más
horripilantes como la necrofilia, pasando por pedófilos, sádicos y
masoquistas. Los sádicos son los que más abundan, la mayoría de mis
clientes lo son. Es interesante y a la vez repulsivo, ver cómo el hombre
puede excitarse generándole dolor a una mujer, a mí eso me parece
despreciable, aunque confieso que prefiero a los sádicos, no porque me
guste, porque algunos me dejan tan maltrecha que, para recuperarme, debo
descansar varios días.
Una vez, me dieron tantos latigazos que me abrieron varios surcos en
la piel de la espalda y estuve diez días recuperándome. ¡Diez putos días!
Han sido los mejores de mi vida, diez días sin la obligación de abrirme de
piernas y de no tener que soportar manos, bocas y vergas asquerosas sobre
mi cuerpo.
En otra ocasión, me asfixiaron casi hasta la muerte. Esa vez solo pude
descansar tres días, a pesar de mi garganta inflamada. Pero de eso, a nada,
me quedo con los tres miserables días. Para mi buena, o mala suerte, soy
una perra resistente y casi nunca me enfermo. Ni siquiera en invierno,
cuando el frío en Saint Marie es insoportable, aquí aprendes a serlo porque
las perras débiles terminan en la habitación nueve y nadie quiere eso.
Salgo de mi dormitorio y me dirijo a las duchas, es una enorme
estancia con veinte regaderas sin divisiones. Vernos desnudas no es nada
del otro mundo, cuando eres una esclava sexual, la desnudez es tu atuendo
más común y se te olvida el pudor o la vergüenza, al contrario, entre mejor
cuerpo tienes más lo luces, es como un trofeo.
A pesar de estar siempre atiborradas, utilizo uno de mis privilegios. Yo
no tengo que esperar, alguna de estas tipas debe cederme la ducha, porque
mi horario empieza antes que el de ellas, ¡yo soy la cereza!, la puta más
valiosa y solicitada. Ellas son simples putas del montón, ¡descartables!
—¡Uy, ya llegó Nath, chicas!, todas quítense que la reina va a pasar —
se burla Cinnamon.
Esa piruja fue la cereza antes que yo, pero le quité el status hace cuatro
años, ya está vieja para ser una Cherry. En realidad, no se le nota la edad,
aún sigue siendo atractiva, su piel es de un color moreno claro, cabello
castaño y labios provocadores, pero no puede negar que es una de las
mayores. Alek, ha sido considerado con ella al permitirle seguir atendiendo
clientes, la mayoría de las esclavas tenemos entre dieciséis y treinta años.
Cinnamon, debe pasar esa edad por varios años, aunque se conserve
atractiva, seguro ya no aprieta como alguna de nosotras. Ella debe tener
más de veinte años en el burdel. Además, es una perra amargada y
envidiosa.
—Es muy temprano para tus pendejadas Cinna ¿No te cansas de ser
una perra amargada? —Es irónico que pregunte esto, porque yo también
soy una perra amargada que odia todo lo que me rodea.
—¡Cállate el hocico, estúpida!, te crees mucho por tu status, pero
cuídate, porque volveré a ser Cherry muy pronto —Me río en su cara y
ruedo los ojos. Alucina si cree que algún día volverá a estar por encima de
mí, yo soy joven y bonita, y llegué a ser Cherry no precisamente por mi
físico.
—Sí, lo que tú digas. Mientras, ¡lárgate!, quiero tu regadera —ordeno.
«Arpía debería ser tu segundo nombre, Nath»
Cinnamon, me da una mirada envenenada y se quita de la regadera, no
puede negarse, de hacerlo, el guardia la obligaría y ninguna quiere ser
tocada por un guardia, son unos cerdos, en especial Khan. Ser tocada por un
cliente es una cosa, pero un guardia es caer muy bajo, ¡somos putas, pero de
las caras! Al estar con un guardia, te rebajas a ser una puta regalada.
Me ducho a conciencia, mi primer cliente de los viernes es el viejo
Domm, un magnate excéntrico con una filia por la orina. Pero a pesar de su
gusto desagradable, es un maniático de la higiene personal, por eso, y otras
razones, me agrada, porque estar con él no es tan repulsivo como con otros
que, a pesar de ser millonarios, dan tanto asco como uno de los guardias.
Me visto con un sencillo camisón rosado y una tanga del mismo color.
Alek, no es el más dadivoso cuando se trata de darnos algo, ni siquiera la
comida. Arreglo mi largo cabello rubio y lo agarro con una peineta,
obsequio de Max, uno de mis mejores clientes, también me ha regalado
maquillaje, dice que le gusta verme como muñeca de porcelana.
Tal vez mi rostro sí luzca de muñeca, pero mi cuerpo tiene tantas
cicatrices que dudo que pueda parecer una algún día. He recibido miles de
latigazos, quemaduras por cigarros, cera y fuego, mordeduras, cortes con
navajas, rasguños, azotes y otros mil castigos por parte de Khan, y se me ha
curtido tanto la piel que prácticamente me he vuelto inmune al dolor, lo
tolero muy bien sin apenas emitir un quejido.
En el comedor me sirven un huevo duro, una tostada con mermelada,
media manzana, café y mucha agua, debo llenar la vejiga. Es el mejor
desayuno, las demás chicas no tienen tanta suerte como yo, si acaso
comerán un pedazo de pan y café. Debemos mantener una figura perfecta,
nadie quiere pagar por una gorda. Antes, había un cliente oriental que tenía
fetiche por mujeres de gran tamaño, pero hace un par de años que no viene
y Bubblegum, la esclava que lo atendía, fue degradada a la limpieza.
Para mí, el término degradada está mal empleado, yo creo que ella fue
liberada de la obligación de dejarse coger por desconocidos. Prefiero
limpiar que abrirme de piernas, pero eso significaría dormir en la cloaca y
me juré a mí misma no volver a poner un pie en ese sitio.
—Cherry ¿Terminaste? Debo llevarte ya a la casa principal.
Anne, me mira con pena. Ella es demasiado buena para ser guardia en
este lugar. Ni siquiera tiene el aspecto que debería tener un guardia, así sea
mujer, es baja de estatura, delgada y su rostro bonachón con grandes ojos
café no impone obediencia como los demás guardias, sin embargo, la
obedecemos porque es la única que es amable.
No sé cómo terminó aquí o por qué no se va, pero es bueno tener a
alguien con un poco de humanidad, que no te golpee solo por mirarlo más
de la cuenta. Apuro mi último vaso de agua, tomo mi bolsita con artículos
personales y me levanto.
—Vamos, Anne.
Atravesamos el enorme patio que separa la mazmorra del burdel, aún
es temprano y no se ve mucho movimiento. Por lo general, la mayor
actividad en Saint Marie, comienza al atardecer, pero hay algunos extraños
clientes, cómo Domm, que prefieren la actividad mañanera. Me dirijo a la
habitación que sé es su preferida, aunque todas son casi iguales, salvo la
tres, la nueve y la quince.
Me lavo los dientes rápidamente. Minutos más tarde entra el hombre.
No es feo, solo que es viejo y arrugado, en su juventud debió ser guapo. Me
sonríe mostrando sus dientes amarillentos por la edad y por una vida de
fumador, me acerco a saludarlo, moviendo la cadera de una forma
descarada.
—Hola, Domm... Te he extrañado toda la semana —digo fingiendo
una voz sensual y provocativa.
—¡Cherry, divina! También te he extrañado, no veía la hora de estar
contigo otra vez —Me da un beso en los labios y yo introduzco mi lengua
hasta su garganta—. Como me gustan tus besos.
Sé que así es, a todos les gustan mis besos y más aún mis mamadas,
por algo soy la mejor. Domm, olfatea mi cabello, después huele mi cuello,
las axilas, desciende por mi espalda hasta los glúteos, entierra la nariz entre
ellos y aspira fuerte, es su ritual, comprueba que esté perfectamente limpia.
En un principio, me provocaba algo de vergüenza que lo hiciera, sin
importar el hecho que muchos hombres me habían visto desnuda, pero
ninguno había olido mi cuerpo de tal forma, con el paso del tiempo se hizo
normal.
Me recuesto en la cama para que continúe su exploración, sigue con
mi pubis y por último los pies, en el que deja un beso en el empeine del
derecho. Ya que está satisfecho con mi grado de higiene, se desviste y luego
me quita la ropa. Enseguida comienza a besarme y a masturbarme, sabe que
solo tiene cuarenta y cinco minutos y debe aprovecharlos. Ya ha perdido
varios oliéndome.
Mi vagina se lubrica y no me explico la razón, porque ninguno de
estos hombres me provocan en lo más mínimo, de hecho, no recuerdo
cuando fue la última vez que me sentí genuinamente excitada, creo que
nunca me ha pasado, sin embargo, mi cuerpo sabe cómo debe reaccionar y
eso es bueno, mi humedad hace pensar a mis clientes que están siendo los
mejores sementales.
—¿Te sientes lista, Cherry? —pregunta Domm, con expresión ansiosa.
Yo, simplemente asiento con la cabeza.
Me pone de pie nuevamente, él se sienta sobre la alfombra y acerca mi
sexo a su boca. Lame con desesperación e introduce dos dedos en mi vagina
presionando sobre mi vejiga. En pocos minutos, la orina llena la boca del
viejo que gime como poseso mientras la bebe. Se pone de pie y me hinco
ante él. Siempre es lo mismo, las mismas poses, las mismas palabras, los
mismos movimientos, es aburrido, pero al menos con él, por algún motivo
extraño, el tiempo se me pasa rápido.
Su pene no es grande, así que chuparlo es fácil, el primer chorro de
orina me llena la boca y lo escupo sutilmente. A lo largo de mis años como
puta, he dominado el arte de reprimir las arcadas. Lo que hago con Domm,
no es nada en comparación a las cosas asquerosas que he hecho con otros.
Le gusta penetrarme en cuatro, por lo general no dura más que unos
minutos, supongo que la edad influye en eso y después de venirse no logra
levantar otra erección, por eso me agrada también, porque es algo rápido y
después solo debo dejarme apapachar por él. Si dejamos por fuera la orina,
que Domm me coja no es tan malo como con otros, por ejemplo, Ernest, no
dura mucho tiempo y no debo repetir, incluso sus lamidas ansiosas alguna
que otra vez me regalan algo de placer, superficial y fugaz, pero algo es
algo.
Mientras recupera el aliento tumbado en la cama y se quita el
preservativo, aprovecho para ir al baño y lavarme la boca, es desagradable
el sabor amargo de la orina. Regreso y me tumbo junto a él, aún quedan
unos quince minutos antes que suene el timbre anunciando que ha
terminado su tiempo. Algo que sí me gusta del viejo es que me platica de
sus viajes, a través de sus charlas me he hecho una idea del mundo exterior,
también me ha enseñado a leer y escribir mejor, ahora puedo hacerlo sin
apenas trabarme.
A veces me trae un pequeño obsequio, mis favoritos son los
chocolates belgas, comer chocolate es lo más parecido que conozco a lo que
llaman felicidad. Solo puede traerme uno pequeño. Alek, nunca permitiría
que una de sus chicas engordara por exceso de azúcar. A la que se atreva a
subir un kilo, la somete a una inhumana dieta hasta bajar dos y yo no
necesito perder más peso, todo lo contrario, a veces pienso que ganar dos o
tres kilos me ayudaría a verme mejor, pero prefiero no arriesgarme a que
Alek, me castigue.
—Te traje algo —declara jugueteando con mis pezones.
—¿Chocolate? —pregunto interesada por lo que va a darme. «Por
favor que sea uno grande», cruzo mis dedos para que así sea.
—No, es otra cosa —Saca de su pantalón una bolita irregular en
envoltorio rojo y me lo entrega—. Estuve en México hace unos días y probé
esto, seguro te gusta.
Lo desenvuelvo y muerdo un pedazo grande de una masa marrón
claro. Sabe rico, es muy dulce, es pegajoso y se adhiere a mi paladar, pero
no es desagradable. Lo devoro rápido, he encontrado algo igual de delicioso
que el chocolate.
—¿Qué era? —hablo mientras chupo de mis dedos los restos.
—Le dicen gloria, es un dulce hecho a base de leche de cabra.
Yo sé que es una cabra. Mi cerebro me manda un recuerdo borroso del
orfanato y de una mujer grande mostrándonos fotos de animales en una
granja. A veces, tengo esta especie de flashbacks en donde recuerdo,
aunque no sea de manera nítida, lo que fue mi vida antes de ser esclavizada
en este sitio, si bien no era completamente feliz al ser huérfana, al menos
era libre, una niña con la vida por delante.
—Es muy rico, ojalá vayas pronto a ese lugar y me traigas más.
—Compré varios pensando en ti, la próxima vez que venga te traigo
otro.
Le regalo una leve sonrisa en señal de agradecimiento. Ese
sentimiento sí lo conozco, no soy tan mala después de todo. Domm y Max
me lo han enseñado, ellos siempre me han tratado bien, con respeto, y poco
a poco he aprendido a sentirme agradecida con ellos, así como con Alek, he
conocido el odio y con Khan, la repulsión. El timbre suena, Domm se pone
de pie rápido y se viste mientras lo observo aún acostada en la cama, es tan
cómoda que lamento tener que levantarme de ella. Llena mi cara de besos
antes de despedirse.
—¡Te extrañaré, divina Cherry! —Acaricia mi rostro con el pulgar.
A veces quisiera preguntarle a Domm porqué es tan amable conmigo,
pero me contengo, no sé si me gustaría saber sus motivos, quizás haya algo
turbio por ahí, como que le recuerdo a su hija y tiene la fantasía de
follársela y por eso me folla a mí, o algún amor frustrado de su juventud, no
sé. Cualesquiera que sean sus motivos los agradezco, no es común ver a una
persona amable y respetuoso por aquí, los hombres vienen a coger como
bestias, no a ser cariñosos.
—Te esperaré ansiosa Domm, estoy aquí para satisfacer tus fantasías
—Guiño uno de mis ojos y lanzo un beso provocador al aire en su
dirección.
Me dedica una sonrisa y sale de la habitación, voy al sanitario a
ducharme, al menos puedo usar este bonito baño entre cliente y cliente, no
me daría tiempo regresar a la mazmorra a hacerlo, tengo quince minutos
para arreglarme antes de tener que ir a otra habitación. La primera
desventaja de ser Cherry, es tener que abrirme de piernas diez veces en un
día.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 2
Alek
—Cherry. Alek, quiere que vayas a su oficina —anuncia Khan.
—Tengo un cliente pronto, no puedo ir —Apenas lo he dicho me
arrepiento, no podemos negarnos a una orden de Alek, pero parece que yo
nunca aprendo a mantener la boca cerrada.
Khan, toma mi cuello con violencia y acerca su despreciable rostro al
mío. Su aliento asqueroso golpea mis fosas nasales revolviéndome el
estómago. Khan, es muy feo físicamente, pero su aliento fétido es lo peor
de su repulsivo ser. Dejo caer el plátano que me estaba comiendo por la
impresión y él sonríe pedante, me acabo de ganar un castigo, quien
desperdicia la comida es severamente reprendido para que no lo vuelva a
hacer, solo espero que sean azotes o quedarme sin comer, lo prefiero a la
caverna.
—Para lo que sea que te quiera, debes obedecer, así sea solo para
cogerte —Gotas de su saliva caen en mi cara y las limpio inmediatamente
—. Ya pensaré como castigarte por esto —Aplasta el plátano con su bota y
este se esparrama por el piso—. Si no fuera porque Alek, te está esperando,
te haría limpiarlo con la lengua.
Me suelto de su agarre y le dedico una mirada de odio, no sé a quién
detesto más, si a Khan, o a Alek. El guardia es un salvaje, el más
sanguinario de todos. Dicen que ha matado con sus propias manos a las
esclavas de desecho. Nunca lo he visto, pero no dudo que sea cierto el
rumor. Me ha castigado varias veces, sus azotes y latigazos son totalmente
despiadados.
Alek, a pesar de ser guapo y con porte elegante, es un maldito
psicópata. ¿Qué clase de persona secuestra mujeres y niñas para tenerlas de
esclavas sexuales en su burdel? Es incluso más demente que Marek, su
padre, quien al menos nos daba bien de comer, teníamos mejores vestuarios
y no nos castigaba tan cruelmente por un supuesto error.
Me dirijo a paso veloz a la oficina de Alek, está al fondo del último
piso del burdel y debo subir cientos de escalones. Saint Marie, es como un
castillo antiguo de cuentos de princesas, tiene largos corredores
alfombrados, escaleras dobles, luces tipo arañas, candelabros, sofás
cómodos, varias chimeneas, camas con dosel y grandes ventanales con
gruesas cortinas. Si no fuera una prisión, donde esclavizan a mujeres, sería
un sueño vivir aquí. Doblo en el pasillo donde se encuentra la oficina, ya
casi llego, espero que no se enoje por mi retraso, él es estúpidamente
inestable.
—¿A dónde vas? —Cinnamon, mantiene una ceja arqueada cuando
me detengo frente a la puerta.
—Creo que es obvio.
—Por más que te le ofrezcas a Alek, no te va a liberar, no seas tan
estúpida, él jamás se fijaría en ti —suelta con desprecio y yo sonrío
falsamente.
—Como se nota que Alek, no te ha follado en semanas. Pero no lo
culpo Cinna, cada día estás más vieja. ¿Cuántos años tienes ya? —Su cara
se contrae de la rabia, se torna roja y aprieta los puños. Me quedo frente a
ella sonriendo, retándola a golpearme, si lo hace se ganará un castigo.
—¡Estúpida!…
—Debo entrar —la corto—. Alek me espera con la verga muy dura —
dicho esto, giro el pomo de la puerta y entro en la oficina con una gran
sonrisa de satisfacción por su gesto iracundo.
—¿Por qué tardaste tanto? —Alek, me toma del cabello y me avienta
contra su escritorio, logro poner las manos antes de golpearme con el borde
—. Cuando yo te hable, vienes enseguida.
—Lo siento, me distraje un poco —contesto en un susurro. A Alek, no
le puedes hablar mal o te mandará a la caverna una semana de castigo—.
No volverá a suceder, Sayidi.
—¡Híncate! —ordena y me pongo de rodillas inmediatamente,
mientras se desabrocha el pantalón—, ábrela.
Separo mis labios permitiéndole penetrar mi boca, sabe a sexo, se ha
follado a alguna de las chicas antes de llamarme. Recurro a mi habilidad de
reprimir las arcadas, mientras él, se mueve frenético y sujeta mi cabello
para mantener mi cabeza quieta y empujarme contra su erección. Su pene es
grande y él es muy guapo, alto, musculoso, con una hermosa piel
bronceada, cabello castaño largo y una barba salvaje estúpidamente sexy. Si
no fuera un despreciable secuestrador y tratante de mujeres, sería un buen
partido.
—Hoy verás a un nuevo cliente —resopla por el esfuerzo—, es un
árabe muy importante, aún más que yo —Asiento con la cabeza como
respuesta, no puedo hablar, su miembro entra y sale de mi boca a toda
velocidad. Él aprieta los ojos y echa la cabeza hacia atrás, juego con sus
testículos en mis manos, impulsándolo a correrse de una vez, se me está
acalambrado el piso de la boca.
››Asegúrate de complacerlo, dale la mamada de su vida, bésale el culo
o lo que sea, pero él debe volver. Quiero que se haga miembro —sisea, sus
manos sujetan mi cabello en una coleta, mientras me mueve a su antojo
follándome la boca.
Una de mis obligaciones como Cherry, es convencer a los nuevos
clientes a hacerse miembros. No sé cuánto cuesta una membresía, pero por
rumores de los guardias, sé que son cientos de miles de dólares. Si por
alguna razón no lo consigo, un sádico castigo por parte de Khan, me espera.
Como la vez que estuve toda la noche arrodillada sobre dos pequeñas
piedras, por no haber logrado que el magnate italiano Angelo Carusso,
pagara la membresía al burdel.
—Sabes perfectamente lo que te espera si no lo consigues Cherry, a
parte del castigo de Khan, te mandaré a dormir a la caverna un mes entero y
comerás del desperdicio de la cocina —Un sonoro gemido sale de su
garganta, mientras empuja una última vez.
Mi boca se llena de su semen, se desliza caliente por mi garganta y lo
trago sin hacer la más mínima mueca, de lo contrario me costaría algunos
azotes por despreciar el néctar de mi amo. Acomodo su miembro de nuevo
en sus calzoncillos y le abrocho el pantalón, me pongo de pie y lo observo
en silencio, sé que aún no ha terminado o ya me habría empujado fuera de
su oficina.
—El próximo martes vendrá Shawn Ford —anuncia, me tenso
inmediatamente al oír ese nombre—, habrá una elección el domingo por la
noche.
—¿Sayidi, piensa mandarme a la prueba? —pregunto, él no puede
hacerme eso, yo soy la cereza y no le conviene arriesgarme de esa forma,
aunque a mí, la caverna no me asusta.
—No, Cherry, pero voy a requerir de tu colaboración —Coloca ambas
manos a mis costados, apoyándose en el borde del escritorio y
aprisionándome contra su cuerpo.
—¿En qué, Sayidi? —Me aventuro a mirarlo a los ojos, arriesgándome
a qué me dé una bofetada por mi atrevimiento.
—Baja la vista, no me tientes ahora que estoy estresado —sisea en mi
oído.
—Perdón —Agacho la cabeza y miro al piso, pero con lo que he visto
es suficiente.
Efectivamente él está preocupado, aunque más preocupadas deben
estar las chicas de la casa. Shawn Ford, es el más asqueroso miembro del
burdel, un psicópata al que ninguna de nosotras quiere atender, porque
hacerlo, es morir. Su habitación especial es la número nueve. Dicen que,
ninguna chica entra viva allí y sale completa, es otro de los rumores del
Saint Marie, a este tipo, no solo le gusta follar cadáveres, sino que también
los descuartiza.
Alek, se rasca la barbilla. Realmente está estresado por este asunto,
aunque no sé por qué, no creo que le preocupe mucho el destino de
cualquiera de nosotras. Y, si el problema es que perderá una esclava, es fácil
sustituirla por alguna de las que tiene en la cloaca. Observo hipnotizada el
movimiento de sus dedos, reconozco que su barba me gusta, pocas veces
me ha besado, pero sus besos han sido los mejores que he recibido y eso es
mucho decir, ya que como comprenderán, he besado a cientos de hombres.
—¿Qué desea Sayidi, que haga?
—Ayudarás con la elección a Khan, lo acompañarás en la prueba —
informa con una sonrisa malvada en los labios.
Si hay algo peor que ser una esclava sexual, es ser una esclava que
tortura a sus semejantes. Si yo hago esto, las chicas me van a odiar más de
lo que ya lo hacen por el simple hecho de ser Cherry. Ayudándolo, me
expongo a las agresiones de las demás, ninguna esclava se queda con una
ofensa sin decir nada, siempre buscamos la forma de cobrárnosla y si es al
doble, mejor.
Ya suficiente tengo con que se metan a mi habitación y rompan o
roben las cosas que me regala Max. Pero no me puedo negar. Alek, es la
persona menos tolerante del mundo. Con tan solo notar que estoy dudando
de sus órdenes, sería capaz de mandarme a la caverna unos días para
hacerme cambiar de opinión.
Permanezco de pie y en silencio, ninguna expresión en mi rostro, eso
es algo que se me da muy bien, ocultar mis temores, otra de las cosas que
aprendí rápido, las personas suelen aprovecharse de los que consideran
indefensos o débiles, por lo que nunca me muestro así. ¿Por qué él me está
mandando hacer esto? Khan, bien puede arreglárselas solo, además hay una
docena más de guardias, igual de sanguinarios que él, dispuestos a ejecutar
la horrorosa prueba de elección. Alek, está tramando algo, algo que me
involucra directamente y que por supuesto, no me va a decir.
—Lo que ordene, Sayidi —murmuro aceptando que deberé hacerlo.
—Así es, se hace lo que yo ordene —Su tono aterciopelado es falso,
con los años he aprendido a descifrarlo, y sé cuándo está ocultando algo. Se
aparta del escritorio liberándome del encierro y yo doy dos pasos al frente.
—¿Puedo retirarme, Sayidi? Tengo un cliente en estos momentos y ya
estoy llegando tarde.
—Honey, lo está atendiendo por ti. Quiero que te prepares para el
árabe. Su nombre es Ömar Al Qadar —Camina en círculos alrededor de mí,
como un depredador que acecha a su presa—. Tu deber es complacerlo y
hacer que pague la membresía, pero nada más, ándate con mucho cuidado
con él… Nath.
Escuchar mi nombre de sus labios, me eriza la piel. Alek, solo me
llama así cuando me está amenazando, cuando quiere dejar claro su
dominio sobre mí. ¿Por qué lo hace? Nunca ha tenido queja mía de ningún
cliente, soy la puta más complaciente de todas, por algo soy la mejor.
Aunque si hubo una vez un cliente que no quedó satisfecho conmigo, solo
el primero, pero eso fue hace diez años… y yo, solo era una niña de doce
años.
—¡Lárgate ya!, báñate muy bien y ponte el mejor atuendo, en cuanto
se acerque la hora, Anne te traerá —Acato su orden inmediatamente.
Salgo de la oficina de Alek y me dirijo a la salida del burdel. Tengo
que esperar a que alguno de los guardias me escolte hasta la mazmorra, está
prohibido que deambulemos por los terrenos, porque eso podría dar la
posibilidad de escapar, aunque es imposible. Saint Marie, tiene un cercado
eléctrico de tres metros de alto, que rodea toda la propiedad por fuera del
muro de roca sólida. En el caso que lográramos escalar la barda, no hay
forma de traspasar la malla.
Brett, es el que se encarga de llevarme a los dormitorios, trato de
caminar lo más rápido posible, este cerdo ha abusado de varias de las
chicas. Podrían pensar que, al ser esclavas sexuales, estamos acostumbradas
a ser folladas por la fuerza. Probablemente sí, pero por órdenes de Alek,
porque no nos queda otra opción. Pero, otra cosa distinta es un guardia,
ellos no tienen ningún derecho sobre nosotras, no estamos obligadas a
abrirnos de piernas para ellos. Puedo ser castigada por un guardia, pero
follada nunca, eso es caer más bajo de lo que ya estoy. Veo su sombra cada
vez más cerca de la mía, estamos a pocos metros ya de la mazmorra, pero
de este lado del terreno, la iluminación es poca.
Apresuro aún más el paso y él también. Su brazo se cierra alrededor de
mi cintura apretándome contra él, dejándome sentir su miserable erección.
Intento gritar, pero inmediatamente pone una mano sobre mi boca, tampoco
es que alguien vaya a recurrir en mi auxilio, pero es una reacción
involuntaria. Brett, me lleva cargando hacia un lado de la mazmorra, ¡el
maldito va a cogerme! El corazón se me acelera un poco, no por miedo,
realmente no tengo miedo, es solo mi orgullo que no me permite aceptar el
ser usada por un asqueroso como él.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz de Anne lo paraliza y me suelta
enseguida.
—Nada —contesta el guardia—. Esta esclava que intentó correr, pero
la atrapé.
Le doy una mirada de desprecio, no tiene caso defenderme, sé que
nadie pondría mi palabra sobre la de él y prefiero que esto no llegue a oídos
de Alek, lo más probable es que termine castigada por mi supuesto intento
de fuga. Antes no sucedía esto, cuando el viejo Sayidi estaba a cargo, los
guardias no abusaban así de su poder. Pero, desde hace dos años que Alek,
se quedó con la dirección del burdel, han cambiado muchas cosas para mal,
para nosotras.
—Camina, Cherry —Anne, señala con su cabeza la entrada de la
mazmorra y yo sin dudarlo ni un segundo, cumplo su orden.
Ella se queda con Brett, algo están hablando, no me importa si le cree
o no, lo único que quiero es llegar a mi habitación. Las duchas están casi
vacías, salvo por unas cuantas esclavas del estatus inferior, la base, como se
les dicen a las de abajo. Ninguna me habla, yo no tengo amigas como las
otras chicas, no sé si es por ser Cherry, y me envidian, o porque a simple
vista, se nota mi repudio por el mundo en general. Pero es que no puedo ser
de otra forma, odio mi vida y todo lo que la rodea, incluyéndolas a ellas.
Me tomo el tiempo suficiente en la ducha, pocas veces se puede
disfrutar de un baño largo. Analizo mi plática con Alek, tratando de
encontrar una razón por la cual me está mandando a ayudar a Khan, con la
prueba de elección. También pienso en el tal Ömar, trato de imaginármelo,
hubo clientes árabes antes, nunca he atendido a uno, pero los he visto, solo
espero que sea viejo, con ellos se me facilitan las cosas, por lo general no
tardan mucho, como Domm.
Anne, asoma la cabeza por la entrada de mi habitación, justo al tiempo
que termino de enmarcar mis ojos azules y dar unos retoques al maquillaje.
No tengo mucho, solo un poco de polvo facial, rubor, máscara para pestañas
y lipstick, pero eso me hace ver más bonita. Max, siempre me dice lo
hermosa que soy, se siente bien que le apapachen el ego a uno de vez en
cuando.
—Cherry, es hora. ¡Vamos! —Asiento y guardo mis pocas
pertenencias en el cajón de la mesita y salgo tras ella.
 
Alek
 
Me siento en el sillón giratorio, con la mano dirigiéndose a mi miembro
para liberarlo del pantalón y el calzoncillo. Pensar en ella me la pone dura,
cada vez que la tengo en frente no puedo evitar follarla, ya sea su boca, su
coño, o tan solo deslizar mi erección entre sus tetas descaradas.
«Mi Cherry…»
Me gusta tanto la hija de puta que, aunque mi padre diga que no está
bien follarme a las esclavas solo por el hecho de ser esclavas, me importa
una mierda, seguiré follándomela porque es mía, me pertenece ahora que
soy Alsayid. Muevo mi mano arriba y abajo pensando en ella, en como sus
labios atrapan mi verga y hace maravillas, volviéndome totalmente adicto.
«Heredó lo puta»
Los malditos golpes en la puerta me hacen gruñir, estaba a punto de
correrme recordando lo que es follarla, tan diferente al montón de putas que
tengo a mi disposición. Ella no lo parece, su cuerpo no refleja diez años de
abrirse de piernas para montones de hombres, la maldita aprieta más que
cualquier otra y, a pesar de la colección de cicatrices que tiene su piel, no
deja de ser suave, cálida. Es como si hubiese sido diseñada para ser lo que
es: resistente, dura como ninguna puta que haya pasado antes por el burdel,
hasta mis padres lo reconocen, y a la vez parece frágil, con ese cuerpo
esbelto que usa con completa conciencia de cómo hechizar a los hombres.
Vuelven a tocar y me obligo a soltar mi verga, ya la haré venir mañana
a mi oficina para follarla o para que me dé una de esas mamadas que tanto
me gustan. Reacomodo mi ropa y me siento correctamente en el sillón,
pronuncio un leve «pase», y entonces la puerta se abre mostrando la figura
de Khan, mi hombre de confianza, avanza hacia a mí con su expresión de
desagrado habitual y se planta frente a mi escritorio para gruñir el motivo
de su presencia en mi oficina.
—El árabe acaba de llegar, me informaron los guardias de la entrada.
—Que empiece la función —siseo.
Cuando mi padre me informó que venía Ömar, no lo podía creer. Él,
que mira a todos por encima del hombro porque se cree superior al resto el
mundo, se iba a dignar visitar nuestro humilde negocio.
Que, de humilde no tiene nada, porque Saint Marie, es el burdel más
grande del mundo, el más reconocido por las personas de nuestro estatus,
no solo por sus dimensiones, también por la calidad de sus putas, todas aquí
pasan por un estricto análisis antes de permitirles atender a un cliente,
además de la confidencialidad que otorga, tanto la ubicación, como nuestra
forma de trabajar, les da la seguridad que nadie sabrá de sus sucios secretos
escandalosos. Y ahora tenemos aquí al magnate más poderoso de Asia, el
líder petrolero que ha hecho desaparecer incontables corporaciones
absorbiéndolas con su imperio.
—¡Retírate! —ordeno y sin esperar un segundo, acata mi orden.
Torek, es quien lo trae a mi oficina, hacía algunos meses que no nos
veíamos, desde que mi padre lo invitó a cenar a casa, en una de sus visitas
de negocios a Edimburgo. Me levanto y estrecho su mano con la mía, la
misma con la que hace unos momentos acariciaba mi verga y que no tuve la
gentileza de lavarme para recibirlo.
—Ömar, bienvenido sadiq —saludo con fingida cortesía. Le indico
con mi mano que tome asiento en el sofá y me sigue acomodándose a mi
lado.
—Alek, un gusto saludarte de nuevo —responde tan rígido como
siempre, como si perder el tiempo conmigo lo fastidiara.
«¡Lo detesto!»
Mi padre, me comparó toda la vida con él, desde que éramos niños y
estábamos estudiando en el mismo internado, en el Instituto Le Rosey en
Suiza. Ömar, siempre obtenía las mejores notas, el nivel educativo allí era
alto, todos teníamos grandes aptitudes, pero el maldito sobresalía como el
hijo de puta más inteligente. Mi progenitor, estaba orgulloso de él, lo trataba
como un hijo más y siempre me decía que debía ser como él, juntarme con
él y dejar mis amistades, nunca lo hice porque no quise, no me interesaba
ser amigo de un egocéntrico megalómano, que cree que el mundo debe
rendirse a sus pies.
—Espero que tu visita a Saint Marie, sea de tu total satisfacción —
pronuncio manteniendo la sonrisa, cómo me gustaría estar presente cuando
conozca a mi Cherry, para ver su jodida expresión.
—Mientras cumplan lo que dijeron, que su mejor chica podría cumplir
mis expectativas, debería serlo —responde serio, sin que alguna expresión
asome su rostro.
—Te aseguro que ella es la mejor, no solo es bonita, es una maldita
bruja que hechiza a todos los hombres, una ninfa.
—Estoy ansioso por conocerla —admite.
«Y yo estoy ansioso por ver tu reacción»
—No te hago esperar más, sadiq —Me levanto y lo guío al exterior de
mi oficina.
Mientras avanzamos, contengo las ganas de echarlo del burdel,
realmente no quiero que la toque, no a ella, es mi Cherry. Pero a la vez,
quiero que la conozca, que la desee, que se vuelva loco por ella como yo lo
estoy, que esté dispuesto a pagarme lo que sea por ella y solo me reiré
porque nunca la dejaré ir. Quiero, por una jodida vez en mi vida, tener algo
que él no, algo que me envidie y algo que podría ser su destrucción.
Nos detenemos frente a la puerta, lo insto a abrirla controlando mi
sonrisa que quiere volverse una risa compulsiva y me retiro soportando
tener que dejarla con él los cuarenta y cinco minutos reglamentarios.
Regreso a mi oficina, abro la caja fuerte y extraigo el cofre que guarda mi
padre tan celosamente, tomo uno de los papeles y leo.
 
Mi hermano del alma:
Lamento mucho la insistencia en el tema, pero tú mejor que nadie
sabes que uno por la familia hace hasta lo impensable. Este es mi caso,
estoy tratando de desandar el camino errado, componerlo, aunque sea un
poco y darle una mínima felicidad, a mí ahora muy pequeña familia. No
voy a decirte, como en ocasiones anteriores, lo que es tener que soportar
los reclamos y rabietas de la única persona que me importa en el mundo, la
intención de esta carta es la de revivir un recuerdo contigo.
Hace unos días pensaba en ti, en tu esposa y en tu pequeño. Vino a mi
mente cuando tú y yo teníamos casi esa misma edad, la que ahora tiene
Alek, mi padre aún no había iniciado la empresa y éramos una familia más
del montón intentando sobrevivir en un mundo cruel destinado a devorar a
los débiles. Jugábamos en la tierra, era una buena época a pesar de las
carencias, porque éramos niños y éramos felices con lo poco que teníamos
económicamente, pero sin saberlo, también éramos millonarios porque
teníamos familias que nos amaban y protegían, sobre todo nos teníamos el
uno al otro.
Así como Alek, te tiene a ti y a mi querida Kala.
Recuerdo que un día jugando tropecé y caí, mis rodillas, manos y
rostro se llenaron de raspones terrosos, comencé a llorar. Sí, lo reconozco,
nunca he sido tan fuerte y resistente como tú, pero lo he intentado. Cómo mi
buen amigo que eras, corriste hacia mí y me ayudaste a levantar, limpiaste
mi rostro lleno de tierra con el borde inferior de tu playera y conseguiste un
poco de agua para lavar mis heridas. ¿Lo recuerdas también amigo?
¿Recuerdas lo que me dijiste después que lograste que dejara de llorar?
«Siempre te cuidaré porque, aunque no seamos hermanos de sangre,
somos hermanos del alma»
Tú me cuidabas a mí, a pesar de yo ser el mayor de los dos, pero tú
eras más alto y fuerte, tan alto y fuerte como el hambre te permitía ser. Así
fue por los siguientes años, incluso aprendiste a lidiar con mis problemas
cuando estos se fueron desarrollando, mi único amigo, el que siempre me
daba la mano en mis momentos malos y corría tras de mí intentando
detenerme de hacer una locura. Juntos planeamos tantas cosas, absurdas
por supuesto, éramos niños con ganas de conocer el mundo.
Nos prometimos estar presentes en los matrimonios del otro y así lo
hicimos. Juramos que nuestros hijos serían como nosotros, hermanos del
alma y espero que eso se cumpla pronto. Soñamos con algún día salir de
nuestra pobreza, juntos, ayudándonos mutuamente, esa parte no la pudimos
cumplir precisamente como la teníamos planeada, pero al menos ambos
logramos nuestros objetivos. Cuando mi padre inició su empresa, jamás
dejé de pensar en ti, no te dejé atrás como cualquiera lo habría hecho y
olvidar todo lo que representaba una vida de carencias, como pude te traje
conmigo y no quisiera tener que recordarte que, por mí conociste a Kala.
Aunque la vida nos llevó por caminos divididos, seguimos siendo los
mejores amigos a pesar de la distancia que nos separa. Sin embargo, hoy
siento la inmensidad que se interpone entre nosotros, aclaro que no creo
que sea tu culpa, tampoco la mía, sencillamente así ha tenido que ser, la
vida tiene planes para cada uno de los seres sobre la tierra. Me pesa que
eso esté sucediendo, que nuestras decisiones, equivocadas o acertadas, nos
hayan distanciado porque aún veo en ti a mi hermano del alma, en quién
puedo apoyarme cuando caiga, quién me seguirá cuidando sin importar
que soy más grande que él, en todos los sentidos.
Es por eso que mi súplica por tu ayuda permanece, entiendo tus
razones para negarte, te pido que entiendas las mías, solo quiero un poco
de paz para mi familia. Después de la muerte de mi amada Nimre, creí que
nada me importaría ya, pero estaba equivocado, esto me importa y lo deseo
más que nada, incluso más que volver a ver a mi esposa. Te lo pido con el
corazón en la mano, por todas las promesas que nos hicimos siendo niños,
por los años de amistad y por el cariño sincero que nos une. Solo dime
dónde está, es lo único que te pido.
Tu hermano del alma. A.
 
 
 
 
 
 

Capítulo 3
Ömar
Pasos amortiguados en la alfombra y el ruido de la puerta al cerrarse, me
indican que el árabe está en la habitación. Una fragancia varonil inunda mis
fosas nasales, huele a limpio con un ligero toque de cigarrillo, respiro
profundo varias veces, por algún motivo, ese olor me agrada y quiero
respirarlo una y otra vez.
El colchón se hunde un poco a mi espalda, el olor se hace más fuerte,
está sentado detrás de mí, trato de imaginármelo: unos sesenta años, muchas
canas, si huele tan bien espero que no sea desagradable como algunos de los
otros miembros. Quizás se parece a Domm, él huele bien, aunque Max
también y es bastante feo. Permanezco sentada en silencio hasta que su voz
ronca lo rompe.
—¿Estarás toda la noche sin mirarme? —Su marcado acento árabe
suena gracioso. Alek, casi no tiene acento, habla muy fluido el inglés—. Me
dijeron que eras la mejor.
—Lo soy —digo en voz baja aún sin voltear, quiero ponerlo más
ansioso para después hacer una presentación dramática.
—No me lo parece, ni siquiera volteas a verme cuando te hablo, no
tienes modales —Su tono es severo, como si me estuviera regañando, eso
me causa risa, pero no me río, su voz ronca no deja paso a burlas, es
autoritaria y me genera cierta intriga porque definitivamente no es la de un
hombre viejo como había imaginado.
Giro mi rostro apenas unos centímetros, de reojo logro apreciar una
manga del traje negro, solo veo parte de su brazo, bajo la vista a la cama y
una mano asoma bajo la manga, una mano grande lo que me lleva a pensar
que es un hombre alto, quizás corpulento. La piel es morena clara y lleva un
tatuaje en gran parte del dorso, son palabras, pero desde mi posición no
alcanzo a leerlas.
Me levanto lentamente de la cama, la rodeo sin dirigirle una mirada,
centro mi atención en una pelusa invisible de mi camisón negro tratando de
quitarla. Llego hasta dónde está sentado y me coloco de frente, con la vista
aún en mi ropa, lo primero que veo son sus zapatos negros, perfectamente
limpios, parecen nuevos.
Voy subiendo mis ojos a través de sus largas piernas que,
aparentemente, se aprecian delgadas pero tonificadas debajo de la tela. Su
otra mano descansa cerca de su entrepierna, logro divisar una erección
formándose y tensando el pantalón, contengo la sonrisa, apenas me ha visto
unos segundos y ya está excitado. Tiene tatuajes en ambas manos y en
varios de sus dedos, muchos tatuajes en solo un poco de piel que le dan un
aspecto rudo e interesante.
Sus hombros son anchos, lleva camisa blanca con dos botones
desabrochados, dejando que una capa de delgado vello de su pecho se
asome. Con una última ojeada a su cuerpo dirijo mis ojos a su rostro, por
unos segundos solo parpadeo contemplando su cara, su gesto es serio, su
expresión no solo es ruda, es poderosa y peligrosa a la vez.
Sus facciones son perfiladas y angulosas, nariz recta y pómulos
prominentes, lleva una barba ligeramente crecida que le da un aspecto muy
varonil e irresistible. Sus ojos marrones me observan tan fijamente como yo
lo hago, pero él ni siquiera parpadea, me mira como si no pudiera creer lo
que tiene en frente.
Cejas gruesas y cabello negro peinado correctamente hacia atrás. Es el
hombre más guapo que he visto en mi vida y por aquí desfilan cientos
diariamente, atractivos y ricos, pero ninguno representa la imagen del poder
y la arrogancia como éste. Emana un aura de peligro sumamente tentadora,
la piel se me eriza cuando veo su nuez de Adán bajar y subir al pasar la
saliva.
—Soy Cherry —adopto mi tono provocador habitual—, y estoy aquí
para satisfacer tus fantasías.
Sus gruesos labios se curvan ligeramente hacia arriba, en una mueca
que no logro descubrir si es incredulidad o burla, eso me molesta. Nunca un
cliente se ha reído de mí, los hago gemir, gruñir, gritar y maldecir, pero
nunca reír. Me inclino ante él dispuesta a quitarle la sonrisa de su rostro
perfecto, acerco el mío al suyo, solo unos cuántos centímetros separan
nuestros labios.
—Cualquiera que sea tu fantasía, yo puedo cumplírtela —declaro con
la mayor seguridad del mundo, porque sé que puedo hacerlo. Me acerco
otro poco para rozar sus labios, pero gira su rostro evitando mi beso.
Nunca nadie me ha rechazado un beso, ni siquiera Alek, y que este
tipo engreído lo haga me enerva. ¿Qué le pasa? Viene a un burdel, paga
miles de dólares por mí, la puta más cara y, ¿para qué? ¿Para reírse y
evitarme? Aquí la interesante soy yo, no él y su odiosa pose sexy y
arrogante.
Aunque me genera un pinchazo de fastidio su actitud, mantengo el
rostro relajado, jamás le dejaré ver qué me afectó mínimamente su
desplante, me enderezo y me siento a su lado en la cama con mis piernas
sensualmente cruzadas.
—No tengo ninguna fantasía —comenta frío y despreocupado,
reprimo de nuevo la risa, no le creo ni una palabra, todos los hombres
tienen fantasías, algunos más inocentes que otros, pero las tienen.
—Entonces, ¿qué deseas de mí? —Aunque estoy comenzando a
molestarme por su supuesta indiferencia, mantengo mi tono provocador, mi
objetivo es hacerlo miembro.
«Sé que no le fui indiferente, lo demostró con su primera reacción»
—Tus lágrimas —dice simplemente y parpadeo un par de veces
sopesando su respuesta.
¿Mis lágrimas?
¿Qué es?, ¿un sádico que quiere azotarme hasta hacerme llorar? Ahora
sí debo poner todo mi autocontrol para no reír como desquiciada, eso nunca
va a pasar. Lo siento por él, porque eso no será posible, soy una jodida perra
sin sentimientos y no lloro desde hace muchos años.
—Eso va a estar un poco complicado —argumento deslizando los
dedos por la solapa de su traje—, yo no lloro.
—¿No lloras? —cuestiona incrédulo, niego con la cabeza—. Todas las
mujeres lo hacen, de alegría, de tristeza, de dolor o de risa, incluso de
placer, pero lo hacen.
«¿De placer? ¿En serio?»
—Yo no —respondo muy segura, si hay algo que no va a conseguir de
mí, es verme llorar.
—Entonces no puedes satisfacerme —Se pone de pie y me pongo en
alerta. Alek, mandará a Khan a desollarme si no consigo que el árabe se
quede. Además, mi orgullo femenino no me permite que este tipo, por muy
delicioso que esté, me diga que no puedo satisfacerlo.
«Yo podría satisfacer al mismísimo diablo»
—¿Por qué quieres mis lágrimas? —pregunto tomando su mano, se
detiene rígido por mi contacto, que no siga con su actuación de hombre frío,
porque me acaba de corroborar lo que ya sabía, que lo inquieto.
—Porque me excita el sabor de las lágrimas de una mujer, entre más
intenso sea el motivo de sus lágrimas, más me gustan.
—¿Te excitan las lágrimas? Eso es raro, y te lo digo yo que he visto
las parafilias más extrañas.
«Como excitarse por recibir descargas eléctricas o que te escupan la
boca»
—Y yo te digo que nunca has visto a alguien como yo —Su tono de
voz ronco penetra por mis oídos produciendo una extraña alteración de mis
sentidos. Es excesivamente arrogante, seguro de sí mismo, más que yo.
—En eso ya tienes un punto, jamás había conocido a un hombre tan
atractivo como tú —Él sonríe cínico. Inflarles el ego siempre funciona, los
hombres son tan predecibles y sus hombrías frágiles.
—Tú también lo eres, cuando me hablaron de ti, te imaginé distinta,
no tan joven ni tan… llamativa.
«¿Llamativa?»
Me han dicho de todo menos llamativa; bonita, preciosa, belleza,
hermosa, deliciosa son los que escucho diario. Domm, me dice que soy
divina, pero a este extraño hombre le parezco llamativa. ¿Qué significa eso?
Definitivamente este árabe es raro, quizás todos los árabes lo sean. Alek, es
árabe y es jodidamente raro y maldito.
—¿Y te decepciona lo que ves? —cuestiono jugueteando con el borde
inferior del camisón, deslizándolo un poco hacia arriba, permitiendo que
vea mis piernas.
—No —Hace una pausa apreciando mi cuerpo, lo que provoca que me
regodee del atractivo sexual que ejerzo sobre los hombres—. La vista es
bastante satisfactoria, pero no sirve de nada si no puedes complacerme.
Tendré que decirle a Alek, que su mejor chica, no cumplió mis expectativas.
Eso me pica el orgullo.
«Estúpido árabe»
Yo soy la mejor y aunque no pueda darle lo que quiera, no pienso
dejarlo marchar así como así. Primero, porque no voy a ser castigada.
Segundo, porque ningún jodido hombre se me resiste y tercero, porque
quiero montarlo hasta que diga que ahora tiene una nueva fantasía, ¡yo! Y
toda esa mierda de arrogancia y soberbia desmedida que sale por sus poros,
desaparezca ante mí.
—Ömar… —pronuncio su nombre en un susurro sensual y me pongo
de pie, es tan alto que, con todo y mis zapatillas, apuradamente mi cabeza
toca su mentón.
—Cherry… —responde ronco, gutural, perturbador.
«Esa voz…»
—¿Cómo sabes que no podré satisfacerte? Sé que puedo hacerlo —
Recorro con mis manos su cuerpo, su abdomen es absurdamente duro, aún
por encima de la tela puedo sentir sus músculos definidos, tensos por el
camino de mis manos, subo hasta su cuello y lo atraigo hacia mis labios,
pero una vez más esquiva mi beso.
«¿Qué mierda?»
—Lo siento Cherry, pero no acostumbro besar a nadie —declara sin
más, como si yo no notara como lo inquieta mi cercanía.
¿No acostumbra a besar? Eso puede ser un punto a mi favor. Si logro
besarlo, seguramente le encantará y esos labios gruesos que tiene piden a
gritos ser besados por mí, lamidos y mordisqueados hasta que estén tan
rojos e inflamados que no desee besar a nadie más en su vida.
—¿Desde cuándo no besas a una mujer? —interrogo con curiosidad,
para hacerme una idea de a qué me enfrento y prepararme lo mejor que
pueda.
—Nunca lo he hecho —responde despreocupado.
¿Qué? ¿Cómo puede alguien como él no haber besado a nadie en su
vida? Esos labios gruesos no pueden ser vírgenes y si lo son, los reclamo
como míos en el acto, son apetecibles, nunca he deseado besar a un hombre
como estoy deseando besarlo a él, es tan raro que sienta estas ganas de
devorarlo, no es propio de mí, la mayoría de los hombres me generan
repudio, sin importar si son jóvenes, viejos, guapos o feos, los odio a todos
por igual.
—Has tenido relaciones antes, ¿cierto? —No quiero ni imaginarme ser
la primera en su vida.
«¿Qué hombre tendría su primera experiencia con una puta?»
—Por supuesto que sí Cherry, he tenido cientos de mujeres en mi
cama —La arrogancia de sus palabras me exaspera, quiero callarlo con mi
boca.
—¿Sin besarlas?
—Sin besarlas, para cogérmelas y hacerlas gritar no necesito la boca,
con mi verga es suficiente —Reprimo una sonrisa.
«Engreído»
Y sin importar lo odioso que es, quiero comprobarlo, quiero ver si me
hace gritar con su verga. Aunque lo dudo, porque ningún hombre me ha
dado un orgasmo, solo uno. Pero quiero hacerlo, por algún motivo que no
entiendo y me fastidia, quiero tener a este hombre en una cama y follarlo,
aunque no me dé un orgasmo yo quiero darle muchos a él y exprimirlo
hasta que no le queden ganas de cogerse a otra. Solo a mí.
—¿Cuántos años tienes, Ömar? —No es algo que acostumbre a
preguntar, pero su sinceridad me agrada y deseo saber más de él.
—Treintaicuatro. ¿Y tú?
«Son solo doce años, no es tanto»
—Veintidós.
—Eres casi una niña —murmura acariciando mi rostro por primera
vez, un escalofrío nace en mi mejilla y recorre mi cuerpo.
«¿Una niña?»
—Soy todo menos una niña y puedo demostrártelo —Me acerco,
quiero sentir esos malditos labios en los míos ya.
—Ya te lo dije, sin tus lágrimas no hay trato —Retrocede un par de
pasos y mete las manos en los bolsillos del pantalón.
«¡No te me vas a escapar, guapo!»
—Puedes intentar hacerme llorar, tú mismo dijiste que entre más
intenso es el motivo, más te gusta. Bueno, hace muchos años que no
derramo una sola lágrima, si logras sacarme alguna, seguramente será muy
satisfactorio para ti —propongo.
Él lo piensa durante varios minutos caminando de un lado a otro de la
habitación, con calma y lanzando miradas furtivas hacia mí, que mantengo
una expresión inocente y perversa al mismo tiempo, la idea lo tienta, pero
seguro la visión más. Yo cruzo los dedos en la espalda esperando que acepte
el reto, estoy segura que no podrá conseguirlo, pero por el simple hecho de
intentarlo regresará y eso lo obligará a hacerse miembro.
—Muy bien, me encantan los retos —Sonrío satisfecha, puedo
olvidarme del castigo de Khan y de dormir en la caverna. Sobre todo, tengo
la posibilidad de tenerlo en una cama donde puedo demostrarle que lo haré
gemir como ninguna, sin necesidad de lágrimas.
—Solo me gustaría agregar algo —Arquea una ceja interrogante—. Si
mis lágrimas te satisfacen, deberás darme algo a cambio.
—¿Qué? —inquiere con recelo.
—Tu primer beso será mío —declaro, por ningún motivo pienso
quedarme sin probar esos labios.
—¿Perdón? —Todavía que le permito hacer lo que quiera con mi
cuerpo se pone dramático.
«Hombres»
—Para hacerme llorar, tendrás que hacerme mucho daño Ömar, un
beso de consolación me parece justo —digo haciendo un leve puchero, solo
será un besito.
«Del que yo me encargaré que quiera más»
Vuelve a quedarse callado por mucho tiempo, solo observándome con
intensidad, esos ojos marrones logran acelerar mi respiración un poco,
maldito hombre hermoso, sexy y oscuro, es tan apetecible que ni yo misma
entiendo mis pensamientos poco comunes.
—Me parece justo también —contesta finalmente al tiempo que el
timbre suena.
Y por primera vez en diez putos años que llevo encerrada aquí, me
lamento de escucharlo, estar frente a ese sujeto es emocionante, excitante y
a la vez escalofriante. Es una mezcla de todo lo bueno y lo malo por partes
iguales, me dan tantas ganas de besarlo, como también de golpearlo por
idiota.
—Se ha terminado nuestro tiempo Ömar, pero me encantará recibirte
otro día —Me acerco a él, decidida, moviendo la cadera con cada paso—.
Ya verás que sí puedo satisfacer tus fantasías.
—Nos vemos, Cherry —se despide educado y cortés.
—Hasta pronto, Ömar —Me muevo rápido para evitar que se aleje una
vez más, deposito un beso en el borde de su mandíbula.
Aspiro fuerte su aroma delicioso y me separo de él, mantengo la
sonrisa mientras camino a la puerta y salgo de la habitación. Una vez
afuera, hago varias inhalaciones y exhalaciones pesadas recargada en la
pared.
«¿Qué carajos pasó allí dentro?»
Jamás he tenido esa clase de pensamientos y deseos, ni siquiera hacia
Alek. Todo el tiempo que estuve en esa habitación quería besarlo, la imagen
de su erección formándose me generó curiosidad de ver si en verdad es del
tamaño de lo que se marcaba, su arrogancia me pareció interesante.
«¿Qué mierda?»
Me reprendo por tener esa clase de reacción mientras camino hacia la
salida del burdel, no tengo más clientes hoy. Me juro a mí misma que no
volverá a pasar, que no dejaré que ese árabe me perturbe, no he llegado a
ser Cherry por dejarme impresionar por cualquier hombre. Espero en la
salida, junto con otras chicas, que algún guardia nos escolte. Khan, es el que
se une a nosotras para llevarnos a la mazmorra. Cuando estoy por entrar,
toma mi brazo y tira de él para llevarme a la parte trasera de la
construcción.
—¿Ahora qué pasa? —cuestiono, que yo sepa Khan, no es del tipo que
va aprovechándose de las esclavas.
—Te recuerdo que tienes un castigo por cumplir, por desperdiciar la
comida —aclara y yo tiro de mi brazo para tratar de liberarme de él.
—El castigo debe ser quedarme sin comer mañana, es lo habitual —
rebato, es eso o los azotes.
—Yo puedo decidir cómo castigarte Cherry, soy el jefe de guardias y
si digo que éste será tu castigo, es porque así va a ser —Me suelta cuando
nos detenemos frente a la puerta, resoplo de indignación por ver el castigo
que quiere imponerme.
—¿Por qué la jaula? Eso es para las que se pelean, yo no he peleado
con nadie —protesto y él sujeta mi cuello con una mano para obligarme a
entrar.
—Porque no hay nada que detestes más que este castigo —Me empuja
dentro e inmediatamente veo las jaulas, algunas con esclavas dentro, otras
vacías.
—¿Y con quién se supone que voy a entrar? —Abre una jaula y me
arroja dentro.
—Con tu mejor amiga —se burla y veo a otro guardia traer a Cinna
del brazo.
Lo miro con odio mientras empiezo a quitarme la ropa, de nada me va
a servir poner resistencia, me va azotar y cuando ya no tenga fuerzas para
seguir negándome a hacerlo, me obligará a entrar, así que mejor me evito
los latigazos. Quedo completamente desnuda y le doy mi ropa cuando abre
la jaula para dejar entrar a Cinnamon, que también está cabreada por esto,
no sé qué hizo para ganarse un castigo, pero justamente tenía que ser ella
con quién tuviera que entrar a la maldita jaula.
—Estarán ahí tres horas, piensen seriamente en su comportamiento y
no lo vuelvan hacer si no quieren ser castigadas otra vez —dice Paul y los
dos se marchan dejando nuestra ropa en el perchero, junto con la de todas
las demás que también están castigadas.
Odio este castigo porque es el más humillante del mundo. La jaula es
pequeña, apuradamente entramos dos mujeres en ella, de pie y apretujadas.
Debemos estar desnudas y de frente una a la otra, por la falta de espacio
nuestros cuerpos se rozan, este castigo es para las chicas que pelean y hace
mucho tiempo que yo no estaba aquí, no peleo con nadie porque no se
meten conmigo, aunque me odien y yo también, nadie quiere venir a la
jaula de castigo.
—¡Maldito Khan! —bufo, desvío la vista del rostro de Cinna, hacia
otro lado, odio como sus senos se rozan con los míos.
—¡Hazte para atrás! —Me empuja contra los barrotes a mi espalda, lo
cual no sirve de nada, estoy pegada a ellos—. Deja de tallarte conmigo.
—¡Estúpida! —siseo en su cara, estamos tan cerca, más de lo que tuve
al árabe—. Seguro accediste al castigo solo por joderme.
—Sí, ¿No ves cómo disfruto de tener tu asqueroso cuerpo frotándose
con el mío? ¿Lo haces a propósito verdad? Te excita estar aquí conmigo —
Resoplo por esa idiotez.
«¿Por qué entre todas las esclavas tenía que ser Cinna?»
—No seas tan imbécil —Aprieto los dientes. El maldito Khan, hizo
esto porque sabe que seguro terminaremos peleando, y así me volverá a
castigar o simplemente nos dejará aquí más tiempo—. Quédate callada lo
que resta del tiempo, no empeores las cosas.
—¡Tú no me das órdenes, estúpida! —Vuelve a empujarme y yo me
obligo a reprimir las ganas de abofetearla, terminaríamos peleando, eso es
lo que Khan quiere.
—¡Eres tan idiota Cinna!, la vejez te está matando las neuronas. Khan,
lo que quiere es que peleemos, para así castigarnos más tiempo o de alguna
otra forma. Quédate callada, no te muevas, no respires y solo estaremos
aquí tres horas.
Me mira con rabia, pero sabe que tengo razón, esta puta no puede ser
más pendeja porque sería anti natural serlo tanto. Nos quedamos quietas,
cada una mirando en dirección contraria. Mis manos sujetan los barrotes a
mis costados para no tocarla, y las de ella los que están a mi espalda, a cada
lado de mi cintura. Nuestros senos están aprisionados, no hay forma de
evitar que se toquen, así que solo ignoramos como nuestros pezones se
fruncen por el roce. Solo serán tres horas, puedo soportarlo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 4
Max
—Eres una maldita zorra hecha y derecha Cherry, por eso eres la cereza —
comenta Alek, satisfecho por mi trabajo. Ömar, solicitó hacerse socio del
burdel.
—Gracias, Sayidi —respondo mirando sus pies moverse frente a mí.
—Hasta tengo ganas de darte un premio —Eso sí que es nuevo. Alek,
no es nada dadivoso, además es solo un miembro más, no entiendo cuál es
su emoción—. Te compraré un atuendo nuevo, rojo cereza solo para ti.
—Sayidi, es muy bondadoso —Con el dinero que se va a embolsar por
la membresía de Ömar, bien podría darme un ajuar para cada día del mes.
—Sí, lo soy cuando me satisfacen, y tú los has hecho —Me toma del
cabello y me besa, yo aprovecho para asaltar su boca. Aunque lo detesto,
sus besos me gustan porque son salvajes, indecentes—. Odio que beses tan
bien, siento que no puedo detenerme.
—Yo amo que Sayidi me regale sus besos —murmuro con coquetería,
él sonríe y me da otro beso corto.
—Ahora retírate, Max debe estar por llegar —Palmea mi trasero de
una manera juguetona, está extrañamente complacido, nada que ver con el
Alek de ayer, tenso y estresado.
Salgo de la oficina y me dirijo a la habitación designada para Max,
hacía varios días que no venía, seguramente estaba de viaje. Por lo general,
él viene dos veces a la semana, al pagar una membresía anual puedes venir
las veces que quieras en el año, aunque si se trata de mí, deben pagar un
extra.
En la habitación, como siempre, checo que mi aspecto sea perfecto,
lavo mis dientes y me recuesto en la cama a esperar que llegue mi mejor
cliente. Max, entra apresurado y ansioso por verme, se tira a mi lado y me
estrecha a su cuerpo, busca mis labios, desesperado. Es tan intenso, a veces
me abruma, si no fuera por todos sus regalos no lo trataría tan bien, es un
poco fastidioso.
—Te extrañé tanto, Nath —Él es de los pocos que me llama por mi
nombre ya que casi nadie lo sabe, yo se lo dije porque le tengo confianza.
—Yo también Maxi, ¿Por qué me abandonaste tanto tiempo? —Hago
un puchero como niña pequeña que lo hace sonreír y volver a besar mis
labios.
—Tengo que cumplir con los compromisos de mi empresa. Pero ya
sabes que siempre regresaré a ti. Te amo, Nath.
«Sí claro»
Tengo aproximadamente tres años atendido a Max, desde que vino por
primera vez al burdel por recomendación de un socio de su empresa. Al
igual que con Ömar, Alek me encargó de convencerlo para hacerse
miembro, fue mucho más fácil que con el árabe. Desde que entré en la
habitación, me miró con una intensidad incómoda, no paró de acariciarme y
decirme lo hermosa que era hasta que sonó el timbre.
«Ni siquiera tuve que chupársela»
—Tú no me amas, si lo hicieras me llevarías contigo —finjo
indignación—, me comprarías y me liberarías de este infierno.
—¡Nath, mi amor! no puedo hacerlo, ya te lo he explicado, el dinero
no es mío, es de Marianne.
—¡Claro y además estás casado!, en fin, todo nos lleva al mismo
punto Maxi, tú no me amas —Me cruzo de brazos sentada en la cama
haciendo una rabieta, cuando se las hago, la siguiente vez que viene, me
trae un regalo para congraciarse.
—Yo te amo —Besa mi cuello, su mano se posa en mi mentón,
inquieta, para acercar mis labios a los suyos—. No puedo vivir sin ti, pero
Alek pide mucho dinero que yo no puedo extraer de la empresa.
—Sí, ya me has dicho todo eso antes —Me giro y le doy la espalda.
Max, es mi mejor opción para salir de aquí, pero no he podido convencerlo
de comprarme y eso me cabrea.
—No te enojes por favor, Nath —Se abraza a mi cuerpo por la
espalda, sigue dejando besos en mi cuello que me hacen estremecer y no de
buena manera—. Buscaré la forma, te lo prometo.
—¿Me lo prometes? —Doy la vuelta entre sus brazos—. ¿De verdad
Maxi?
—Te lo prometo, mi amor —dice mientras su boca sigue repasando el
contorno de mi mandíbula—, haré lo que sea, solo dame tiempo, ten un
poco de paciencia.
Cada vez que me ha prometido algo lo ha cumplido, como la vez que
me regaló la peineta con la que llevo sujeto el cabello, o cuando dijo que
me traería el maquillaje más fino y lo hizo. Nunca antes había prometido
comprarme, lo único que hacía era excusarse por no poder hacerlo. Quisiera
decir que me siento emocionada, pero no lo estoy. Sé que él va a cumplir su
palabra en algún momento, probablemente le tome tiempo, pero lo hará y
cuando me vaya con él, encontraré la forma de que me libere. Ese siempre
ha sido mi plan.
—Gracias Maxi, no hay nada en este mundo que desee más que irme
de aquí contigo y no volver a separarnos —Mis palabras iluminan el rostro
arrugado de Max, no sé cuántos años tiene, seguro es más joven que
Domm, pero una vida de excesos le ha pasado factura a su cuerpo.
—Mi preciosa Nath, yo sueño con eso cada noche —susurra y me
besa, acaricia delicadamente mis senos. A veces es tierno, otras,
apasionado, de cualquiera de las dos formas es demasiado aburrido para mí,
incluso más que Domm.
El lado bueno de follar con Max, es que no debo hacer nada, solo me
quedo ahí tirada en la cama y le permito disfrutar de mi cuerpo. Se va
deshaciendo de mi ropa lentamente, cierro los ojos y como siempre que
estoy con él, imagino toda clase de cosas para que el tiempo pase rápido.
En esta ocasión, unos ojos marrones me vienen a la mente, la mirada
intensa de Ömar Al Qadar, se resiste a abandonar mis pensamientos. ¿Qué
hace un hombre como él en un burdel y pagando por hacer llorar a una
puta? Dijo que ha tenido cientos de mujeres en su cama y no lo dudo, con lo
guapo que es, yo cogería con él sin necesidad que me obligaran.
«¿Otra vez con los pensamientos estúpidos, Nath? Quedamos en que
te controlarías»
Ya sé lo que me pasa con él, es solo la novedad, aunado a que es el
hombre más guapo que se ha pasado por aquí. Yo diría incluso, que es más
guapo que Sayidi, y eso es decir mucho, porque Alek podrá ser un maldito,
pero es un maldito creado por algún Dios. Nunca ningún hombre me ha
atraído sexualmente. Ni siquiera Alek, con su cuerpo musculoso, sus ricos
besos y su verga grande.
Los labios de Max recorren mi cuerpo, besa cada una de mis
cicatrices, que son muchas, emito gemidos falsos pero que le hacen creer
que lo estoy disfrutando. En esto de ser puta, el arte de fingir es lo primero
que debes aprender. El débil sonido que produce su ropa al caer al piso, es
el indicador que debo colocarme boca abajo, no me gusta ver su rostro
mientras me coge.
Independientemente de que es bastante feo, su mirada no me gusta,
dice que está enamorado de mí y quizás sea cierto, nunca me he enamorado
y no sé qué se siente, pero dudo mucho que el amor sea como lo que hay en
sus ojos. Yo lo catalogaría más bien como obsesión, seguro su esposa nunca
le ha permitido hacer con su cuerpo lo que desee como lo hago yo, no ha
gemido como yo, ni le ha dado una mamada como se lo hago yo.
En realidad, no me importa si me ama o está obsesionado, sus
sentimientos me tienen sin cuidado, mi único interés es que me saque de
este lugar y mientras eso sucede, debo ser muy convincente en mi actuación
de mujer satisfecha de ser follada por un semental como él. Aunque sea
todo lo contrario. Las manos de Max masajean mis glúteos y después mis
piernas, da varios besos a mi trasero y lo lame, quizás soy asexual porque
nada de eso me excita, al contrario, la humedad que deja su boca en mi piel
es desagradable.
—Eres tan perfecta, Nath —susurra en mi oído.
«Perfecta»
Sé que soy bonita, pero no diría que soy perfecta. Soy demasiado
delgada, seguro se debe a la escasa alimentación, pero hay chicas con
cuerpos más sensuales que el mío, como Cinnamon, no sé cómo esa perra
logra tener unas maravillosas piernas y una cadera envidiable. A pesar de
eso, no es competencia para mí.
Dos aspectos que me gustan de mí son: mis ojos azules y mi bonito
cabello rubio. Son mi mejor arma, junto con mis besos. Con una simple
mirada, acompañada de un movimiento de cabeza que agite mi cabello, he
logrado robar muchos clientes a las demás chicas, es algo que me divierte
hacer y no es que quiera más clientes, tengo demasiados, pero hacer rabiar a
las otras esclavas es uno de mis pasatiempos favoritos. En el burdel no hay
mucho que hacer más que abrirse de piernas y cualquier distracción es bien
recibida.
—Soy perfecta para ti Maxi, así como tú lo eres para mí —decir este
tipo de cursilerías es lo que más me fastidia, si tan solo cerrara el pico y me
cogiera, todo fuera mejor, menos aburrido y más dinámico.
Levanto el trasero invitándolo a penetrarme, ya quiero que se calle y
pase a la acción, así podemos terminar cuanto antes. Él jadea con su cara
pegada a mi vagina y la lame con delicadeza. He escuchado decir a otras
chicas que han tenido orgasmos con el sexo oral. Bueno, yo nunca los he
tenido, no sé qué le encuentran de especial a esto, sí es algo levemente
placentero, pero no como ellas lo describen o quizás tengo la maldita mala
suerte que, de todos mis clientes, no haya alguno que pueda hacerlo
correctamente, sea cual sea la razón, el sexo oral es tan insignificante para
mí, como lo es la penetración.
El único hombre que me ha hecho tener orgasmos, es Alek. Sí, eso es
una putada, el hombre que me tiene como esclava sexual es el único que
puede darme algo de placer, creo que ya no puede haber algo más
denigrante en mi maldita vida. Max, separa mis piernas un poco más y me
embiste, al menos esta vez no he tenido que recordarle usar condón, sabe
que es una regla, pero su emoción por cogerme hace que frecuentemente lo
olvide.
Con el único hombre con el que he tenido sexo sin preservativo es con
Alek, independiente que sea una regla para evitar enfermedades y
embarazos, pensar en tener la verga de cualquiera de estos tipos sin nada
que los separe de mi es algo impensable. Con Alek, no puedo negarme, de
lo contrario también lo haría usarlo. Al escuchar la respiración entrecortada
de Max, hundo la cara en la almohada y me vuelvo a sumergir en mi
imaginación. Sus manos recorren firmemente mi espalda…
«Unas manos con muchos tatuajes»
¿Otra vez Nath? ¿Por qué el jodido árabe regresa a mi pensamiento
una y otra vez? Sí, está bien que es ridículamente atractivo, pero ni siquiera
es capaz de excitarse como una persona normal.
«Yo tampoco»
Es algo que tenemos en común, pero al menos yo tengo un motivo,
soy una puta, esta es mi obligación no lo hago por placer. ¿Pero él? ¿Es otro
enfermo como los que deambulan por aquí? ¿Excitarse con lágrimas? No
tiene nada de especial y debo expulsarlo de mi cabeza, jamás seré como
esas estúpidas que se enamoran de los clientes y sufren por su amor no
correspondido. ¡Qué estupidez, una puta enamorada!
Max, sigue murmurando palabrillas de amor melosas, pongo los ojos
en blanco por el tedio que me ocasiona su pseudo romanticismo, esperando
que termine pronto. Cada vez que lo escucho gemir cuando se corre, debo
aguantarme la risa, hasta los míos que son falsos suenan mejor que los de él
y es que en vez de gemidos de placer parece que lo están asesinando. Cae
sobre mi cuerpo respirando aceleradamente, aguardo a que me libere para
colocarme de nuevo boca arriba inventándome una expresión de
satisfacción y felicidad.
—¿Lo disfrutaste tanto como yo, Nath?
«Obviamente no»
—¡Claro que sí, Maxi! —Él sonríe satisfecho y su rostro arrugado se
ve aún más feo—. Ya sabes que estoy aquí para satisfacer tus fantasías, pero
eres tú quien satisface las mías. Maxi.
Nadie puede criticarme por mentir de esta manera, soy una puta ¿Qué
más se puede esperar de mí? ¿Sinceridad? Alek, me mataría si alguna vez
se me ocurriera decirle a un cliente el asco que me dan. Max, se merece que
yo sea condescendiente con él, paga miles de dólares por tener la
oportunidad de follarme, me trae regalos, me trata con cariño, es fastidioso,
pero al menos me respeta.
—¿Tienes algo para mí? —pregunto curiosa—. Estuviste de viaje,
espero que te hayas acordado de tu Nath.
—Por supuesto que me acordé de ti, mi amor —Me da un besito antes
de levantarse y toma su saco, extrae algo del bolsillo interior y regresa a la
cama—. Espero que te guste.
—¡MAXI! —exclamo genuinamente emocionada tomando el
diminuto frasco entre mis manos —, ¡Un perfume!
—Sí, lo mandé hacer exclusivo para ti, huélelo —Un olor dulce y
afrutado inunda la habitación al destapar el frasquito.
—¿Qué es ese olor? —pregunto aspirando muy fuerte, es embriagante.
—Cereza, para mi deliciosa y amada Cherry.
—Gracias, Maxi —Lo abrazo y por primera vez no lo hago por
obligación.
—No tienes nada que agradecer, aunque si me regalas uno de tus
deliciosos besos lo tomaría como un agradecimiento —Sonrío coqueta y me
lanzo por su boca.
Cae de espaldas en la cama conmigo encima de él, sus manos recorren
mi cuerpo casi con veneración, debería sentirme halagada por la forma en
que supuestamente él me ama, pero de verdad, lo único que me genera es
fastidio. Mi mano se mueve a su miembro para tocarlo, aún quedan algunos
minutos en los que espero no vuelva a tener una erección, si es el caso,
prefiero masturbarlo a tener que aceptar que me folle de nuevo. Gracias al
universo eso no sucede, cuando estaba por lograr que se corriera, el timbre
suena y la verdad es que no me importa que se quede a medias, me pongo
de pie rápido y me visto.
—Soñaré contigo hasta volver a verte —murmura.
—Te veo la próxima semana, Maxi —me despido de él con un beso
casto y salgo de la habitación con mi perfume en la mano.
Ya estoy deseando ver la envidia reflejada en las caras de las otras
esclavas, ninguna tiene perfume, de hecho, no tienen muchas cosas, los
clientes más generosos son los míos y tampoco es que me den obsequios
diariamente. Hace un año Max, me regaló un perfume, pero Cinna, lo
encontró y lo estrelló en el piso de mi habitación porque es una maldita
perra envidiosa. Esta vez no le permitiré encontrarlo, así deba metérmelo en
el culo, esa piruja no me va a quitar esto.
Al final del día, regreso a mi habitación y encuentro un conjunto sobre
mi cama. Alek, ha cumplido su promesa, un nuevo camisón y tanga roja, la
tela es tan suave y brillosa. Esto y el perfume que me dio Max, seguramente
desatarán la rabia de mis compañeras y como a mí me encanta fastidiarlas,
no perderé tiempo en presumir mis regalos.
 
Alek
 
Me duele la verga de las ganas que tengo de follarla, no es lo mismo que
sea otra a que sea ella, desde que la probé, desde la primera vez que la follé,
no he encontrado la misma satisfacción con otra de mis putas. No sé lo que
tiene que me hace perder la cabeza.
«En realidad, sí lo sé y eso es lo que lo hace mejor»
Mi padre me lo prohibió, ella es prohibida y lo prohibido sabe mejor.
La hubiese mandado a llamar a mi oficina, pero tenía todo el día ocupado.
Además, el problema que traigo encima me agobia de una manera
intolerable. Anne, entra a mi oficina tímidamente, la mandé a llamar porque
necesito que mantenga vigilada a esa estúpida.
—Dime, Sayidi —susurra con voz suave, cuando estamos solos no
logra mantener las apariencias.
«Está enamorada de mí»
Y aunque eso me tiene sin cuidado, le tengo consideración por ser
quien es, la hija ilegítima de Rutilus, con una de las esclavas. Él no quiso
reconocerla, tampoco pidió la libertad para la puta, pero no permitió que la
hiciéramos abortar. Le pagó a mi padre para mantenerlo en secreto, para
dejar a la niña en un internado de clase media hasta que fuera mayor de
edad, pudiera trabajar y mantenerse sola.
Casi le da un infarto cuando le informamos, que su hija no reconocida,
quería trabajar en el burdel. Mi padre, la visitó en diversas ocasiones en el
internado, ella no sabe quiénes son sus padres, le hizo creer que habían
muerto y que él era muy amigo de ellos, por eso se hacía cargo de ella, eso
no estaba alejado de la realidad, su madre si está muerta.
—Te he dicho que no me digas Sayidi, yo no soy tu amo Anne, tú no
eres una esclava —Se acerca a paso titubeante, me pongo de pie y rodeo el
escritorio para recargarme en él con las manos dentro de los bolsillos de mi
abrigo.
—Yo puedo ser lo que tú quieras que sea —Intenta tocarme, sostengo
su mano y la tomo entre las mías.
—No hagas esto Anne, no quiero tratarte como una más —Le tengo
cierto aprecio, como una buena amiga, porque no puedo verla como otra
cosa.
—Alek…
—Te mandé a llamar porque quiero que mantengas vigilada a Beatrice
—Ella frunce el ceño, sabe lo que la otra siente por mí también.
—¿Por qué? ¿Se está metiendo en problemas?
«Sí, en un enorme problema»
—Está embarazada —confieso—, y no quiero que nadie se entere.
—¿Embarazada? —Retrocede un paso y sus ojos se nublan—. ¿Tú…?
—Es un problema que hay que resolver, no vale la pena hablar del
responsable.
—¿Qué vas hacer? ¿El doctor vendrá a verla? —Me da cierta gracia
que se dirija a Rutilus, como el doctor, es su padre, aunque ella no lo sepa.
—En estos días no puede, está fuera de Escocia, pero me ha dado la
solución.
—¿Solución? —Ruedo los ojos, exasperado, me fastidia que repita
todo lo que le digo en una pregunta.
—Lo importante, es que quiero que la vigiles, que no se le ocurra abrir
la boca, debemos mantener esto en secreto, si mi madre se entera tendré un
lío —Asiente, sabe cómo es Kala Nassar, a ella no la trata muy bien que
digamos, a pesar de ser la hija de un amigo de la familia.
De alguna manera mi padre y mi madre se enteran de todo lo que
sucede en el burdel, no sé cómo lo hacen, me deshice de todos los guardias
viejos que le eran fieles a ellos, sus ojos dentro de este lugar, detesto que
todo el tiempo estén vigilando lo que hago, como si fuera un estúpido crío
al que deben cuidar para que no rompa su juguete nuevo. Aunque yo sé las
verdaderas intenciones de mi padre, quiere estar cerca de ella, cuidarla
como lo hizo mientras estaba él a cargo, porque la ama.
—No te preocupes, me aseguraré que nadie sepa nada —Sonríe cálida
y le doy un leve apretón a su barbilla que la hace ruborizar.
—Bien, regresa a tus labores —Regreso a mi sillón detrás del
escritorio, dándole a entender que la plática se terminó y que debe irse.
Lo hace lento, mirándome mientras sale, respiro cuando por fin se va,
quisiera que una mujer específica me mirara cómo lo hace Anne, sin
embargo, sé que es todo lo contrario. No me importa, me ame o no me ame
me pertenece, será mía para siempre porque jamás se irá de aquí, no lo
permitiré, mi madre tampoco.
Haga lo que haga mi padre, ella siempre será mi Cherry, aunque Ömar,
esté de por medio, solo le estoy permitiendo acercarse a ella para poder
burlarme en su cara, cuando la hija de puta lo ponga loco como a todos,
cuando me suplique por tenerla, sé que va a pasar, conozco su asqueroso
secreto. También el de mi padre.
Y lo mejor es, que nadie conoce el mío.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 5
Primer intento
—¿Qué quieres, Cherry? —Alek, me observa entrar con mi nuevo atuendo.
—Solo quería agradecer a Sayidi, por su generosidad —Me acerco
despacio, sensual, contoneando la cadera para él y con la vista clavada en el
piso—. ¿Puedo?
—Puedes hacerlo —Su voz ronca lo delata, le gusta lo que ve.
Levanto el rostro y envuelvo su cuello con mis brazos, veo la chispa
de perversión en sus ojos, esa que siempre brilla cuando me folla. Acerco
sus labios a los míos y lo beso con tanta intensidad con la que soy capaz y
me corresponde, besa bien el maldito y lo odio porque me gusta cómo me
besa. Alek, gime en mi boca mientras chupo su lengua imitando una
felación, ni siquiera él puede resistirse a mis besos.
«El árabe sí»
Eso está por verse, en cuanto pruebe mis labios lo haré caer rendido a
mis pies. Alek, me pega a él y recorre mi cuerpo con lascivia, hace meses
que no tengo un orgasmo y estoy decidida a tener uno hoy.
—¿A qué hueles? —Su nariz viaja a lo largo de mi cuello, su barba me
raspa un poquito, pero es excitante.
—Cereza, fue un regalo de Max ¿Te gusta, Sayidi? —Lamo su cuello,
él también huele bien.
«Aunque no tanto como cierto árabe»
—Ladhidh
—¿Tan delicioso como para follarme? —Lo tiento. Me dedica una
sonrisa fiera y vuelve a besarme totalmente descontrolado.
—Laenatan eahira.
Me río bajo porque entendí eso, me lo dice cada vez que me folla y lo
hago gruñir y gemir, porque ni siquiera Sayidi, es inmune a mis encantos.
Me sienta sobre su escritorio, abre mis piernas con agresividad y hace a un
lado mi tanga, mientras con su otra mano suelta el botón del pantalón, yo
bajo los tirantes de mi camisón para exponerle mis tetas, quiero que las
chupe, se vuelve loco y me coge mejor cuando tiene uno de mis pezones en
la boca.
Su pene erecto me penetra con salvajismo, ambos gruñimos. Con
Alek, todo es despiadado e impersonal, pero así me gusta, por eso es el
único que logra hacerme llegar al orgasmo, nada de caricias aburridas y
palabras falsas, es pura necesidad animal que nace del desprecio que nos
tenemos mutuamente.
¿Por qué cojo con el hombre al que más odio?
Es muy sencillo. Primero, porque no tengo opción. Alek, me tomaría
por la fuerza después de haberme azotado hasta dejarme sin energía para
defenderme, así que, no sirve de nada resistirme. Segundo, porque es el
único hombre que sabe complacerme, aunque lo odie tomaré lo poco que
me da, cuando no se tiene nada en la vida, lo más mínimo se vuelve
importante.
Con una mano me sostengo de la mesa para resistir la fuerza de sus
estocadas y con la otra lo atraigo a mis labios para besarlo, va descendiendo
hasta llegar a mis senos, atrapando un pezón entre sus dientes, justo como
lo quería.
—Hoy viene Ömar, otra vez —comenta mientras me embiste,
contengo los jadeos, tampoco quiero que sepa que me gusta un poco como
me folla.
—Lo sé.
«Y lo estoy esperando»
—Se le ha reservado la habitación tres —sisea, sus manos toman mis
nalgas para pegarme más a él, mordisquea mi cuello, lo lame y chupetea—.
Más te vale estar preparada.
—Lo estoy, Sayidi —Es otro de los motivos por los que estoy
recurriendo a Alek, después de tener un orgasmo se me hace más llevadero
soportar el dolor. Imaginé que el primer intento del árabe sería torturarme.
«Que poco original»
La puerta de la oficina, se abre de repente y Cinnamon entra, se queda
petrificada contemplando la escena, debe estar viendo como el trasero duro
de Sayidi se contrae mientras me embiste, su gesto iracundo es tan
satisfactorio para mí, que sonrío mientras la veo irradiar rabia. Alek, se
separa y aún con los pantalones abajo, la verga dura y llena de mis fluidos
se gira hacia ella y abofetea su rostro.
—¿Quién mierda te crees para entrar así a mi oficina?
Ella se toca el lugar donde fue abofeteada, sus ojos llenos de lágrimas
me confirman lo que yo ya sospechaba desde hace mucho tiempo. Ella está
enamorada de él. ¡Es tan estúpida! ¿Disfrutar del dolor de Cinna, me
convierte en una mala persona? Supongo que sí, pero no puedo evitarlo, ella
y yo nos tenemos un desprecio innato, como los perros y los gatos, es
instinto.
—Te pregunté algo —Ella quita su vista de mí y la dirige al rostro de
él.
—Lo siento —murmura y vuelve a abofetearla.
—Baja la vista —Alek, escupe cada palabra con mucha rabia, a mí
nunca me ha hablado así.
«¿Debo sentirme afortunada?»
Sayidi, ha sido una mierda conmigo sí, pero lo es con todas, no es
nada personal, lo que sí debo reconocer es que él casi nunca me ha
golpeado, él no, los guardias sí. Incluso a veces es amable y juguetón
conmigo y ni que decir que me regala orgasmos, hasta donde tengo
entendido a las otras esclavas, se la coge sin importarle si les gusta o no.
—¿Qué es lo que quieres? —ladra hacia Cinna, que sigue tallando su
rostro.
—¿Podemos hablar en privado, Sayidi? —pide en voz baja.
«No, él me está cogiendo»
¡A parte de vieja, ciega e inoportuna! Alek, voltea a verme y me hace
una señal para que salga de su oficina. «Hijo de puta» Conteniendo mi
cabreo, bajo del escritorio y camino a la salida. Cinna, me da una mirada de
superioridad, como dando a entender que ella está por encima de mí, si
supiera la muy necia que él, nunca me ha abofeteado como a ella, lo más
que ha hecho es tomarme del pelo y empujarme, nalgadas si acaso, cuando
lo desobedezco me manda a castigar. Como soy una arpía peor que ella y
aún no le he presumido a las demás mis regalos, me giro y le dedico una
sonrisa resplandeciente.
—Gracias por su regalo, Sayidi —digo antes de salir jugando con el
borde de mi camisón rojo—, es muy bonito y va bien con mi nuevo
perfume, ahora soy completamente una deliciosa cereza.
Eso la hará estallar de rabia. Hace mucho que no tiene un nuevo
atuendo tan bonito como este y por supuesto no tiene un perfume porque
sus clientes no son tan generosos como los míos, o la muy idiota no sabe
complacerlos bien, para que ellos le den regalos. Resignada a tener que
soportar la tortura del árabe sin ningún tipo de aliciente, me voy a la sala
tres. Aún faltan varios minutos, los que aprovecho para refrescarme, para
luego esperarlo mirando por la ventana.
—¿Ansiosa? —pregunta a mi espalda.
«Claro, estoy deseando ser azotada hasta las lágrimas»
—Preparada —lo corrijo.
Me doy la vuelta para encararlo y debo retroceder dos pasos, su rostro
está prácticamente encima de mí, tan atractivo que me hace tambalear un
poco. Me reprendo por ser tan idiota y dejarme sorprender por un rostro
bello. Está bien que el tipo es casi como un dios, pero yo no le profeso
adoración a ninguno, ni siquiera creo que en realidad exista uno. ¿Qué clase
de ser supremo permitiría a mujeres como yo y a las demás esclavas sufrir
esta vida de mierda?
—Antes que nada pase, quiero decirte que sería más fácil para ti si me
dieras tus lágrimas sin tener que hacerte daño —En sus ojos puedo ver algo
de calidez, solo es un segundo, en el que deja la expresión fría y peligrosa.
—Eso no va a suceder árabe, ya te dije que no lloro, si quieres sacarme
una lágrima tendrá que ser por la fuerza —La forma en que me mira me
hace erizar la piel, como si con la mirada me suplicara a dárselas sin tener
que pasar por esto. Un segundo después, sus ojos vuelven a ser
inexpresivos.
—Perfecto —Sus apetecibles labios se curvan de nuevo en esa sonrisa
que no sé, si es de burla o incredulidad, sin embargo, me observan con
fijeza—. Estoy ansioso por comprobar, si es cierto que no lloras.
—Empecemos entonces —declaro segura.
Ömar, coloca las manos en mis piernas, sujetando el borde inferior de
mi camisón, lo desliza hacia arriba para sacarlo por mi cabeza, el roce de
sus manos manda pequeñas descargas eléctricas por todo mi cuerpo. Eso es
nuevo para mí, no había sentido antes este tipo de estremecimiento por el
contacto de un hombre, uno de anticipación y emoción.
¿Qué es esta sensación que me genera un cosquilleo en el estómago?
Después baja por mis piernas el tanga, por un momento se queda de
rodillas ante mí, mirando las cicatrices de mis piernas. Nunca antes me han
incomodado, pero ahora con sus ojos clavados en ellas, siento un poco de
vergüenza, porque él luce tan perfecto, que seguro no tiene ni una cicatriz
en ese cuerpo duro.
Se toma un segundo para apreciarme desnuda, sus ojos recorren mi
cuerpo de arriba abajo varias veces, inocentemente poso para él, sonríe al
percatarse que estoy tratando de tentarlo, no me molestaría si se olvida de
los azotes y las lágrimas, para decidirse a follarme.
Me coloco debajo del poste colgante, se acerca a mi lento, su mirada
aún se posa en varias partes de mi cuerpo, toma mis manos y las junta sobre
mi cabeza, tenerlo tan cerca y aspirar su aroma a perfume varonil, mezclado
con el del limpio de su ropa y un toque de cigarrillo, me hace sonreír, nunca
había olido a un hombre con un aroma tan satisfactorio.
Él también huele mi cabello, el aroma a cereza parece agradarle
porque lo respira varias veces simultáneas, en algunas de esas cierra los
ojos, lo que me hace pensar que en realidad no le soy indiferente.
Ata mis manos juntas y luego las amarra a un poste colgante, separa
mis pies y coloca los grilletes del piso alrededor de mis tobillos. Se nota que
está acostumbrado a hacer esto, maneja las cuerdas y los horribles
artefactos con mucha facilidad, es un sádico como el resto de los hombres
que vienen aquí y yo que llegué a pensar que era interesante, solo es uno
más del montón.
En todo momento mantiene una expresión seria, incluso amenazante
que lo hace ver malditamente atractivo. Observo fijamente su rostro ¿Cómo
puede existir un hombre tan guapo? Debería ser un delito. ¿Qué tipo de
justicia es esta? Él es millonario, sexy, guapo, elegante, seguramente culto e
inteligente.
¿Y yo?
«Puta vida, asquerosa y mugrienta»
Cuando ha terminado de sujetarme y comprobar que lo hizo de forma
perfecta, comienza a desvestirse. Estoy muy acostumbrada a ver hombres
quitarse la ropa, es mi pan de cada día, jamás había pensado que fuera un
acto interesante, ni siquiera les presto atención cuando lo hacen. Pero ver al
árabe desnudándose lo es, la elegancia y firmeza de sus movimientos me
hipnotiza. Retira su saco y lo coloca en el perchero. Seguido, desabotona la
camisa azul claro lentamente. Resoplo, si no estuviera amarrada se la
arrancaría de un tirón.
«Y lo montaría en la cama»
Descubre su torso y un jadeo se escapa de mi boca. Su maldito cuerpo
es un sueño, cada uno de sus músculos perfectamente trabajados, se
contraen en cada movimiento. El vello que cubre su pecho, lejos de
parecerme desagradable, lo hace ver más sexy. Tiene tatuajes por todos
lados, muchas palabras en distintos idiomas, símbolos y calaveras.
Su pecho, hombros, antebrazos y espalda parecen un cuaderno donde
se ha encargado de dibujar a su antojo. Mi respiración se acelera apreciando
la obra de arte humana que tengo frente a mí, si no estuviera amarrada al
poste y con los grilletes en los tobillos indudablemente apretaría las piernas.
Hombres desnudos, tatuados o musculosos no es nada nuevo para mí,
si bien la mayoría de los socios son bastante normales y muchos incluso
gordos, también los hay con buenos cuerpos. ¿Por qué me impresiona tanto
el de Ömar? No solo me impresiona, me está… alterando, es algo a lo que
no estoy acostumbrada y por lo tanto no sé manejarlo bien, no me gusta
sentirme vulnerable y una atracción física es una vulnerabilidad.
Se deshace de su calzado y de un tirón saca el cinturón de las trabillas,
muerdo mis labios esperando a que se quite el pantalón para poder apreciar
su magnificencia por completo, pero no lo hace. Camina en mi dirección y
se coloca detrás de mí, un dedo recorre mi espalda trazando algunas de mis
cicatrices.
—Ya veo que estás muy acostumbrada al dolor —Me obligo a no
estremecerme por su toque, no le voy a dejar ver lo que me perturba.
—Te lo dije —respondo altanera.
—Tendré que ser demasiado brusco entonces —amenaza, pero a mí ni
siquiera las de Alek, me dan miedo.
—Dame con todo lo que tengas —lo reto.
El primer cinturonazo es el que más duele, siempre el primero es el
más duro, pero lo recibo sin siquiera moverme, estoy más que
acostumbrada a esto. Cierro los ojos, respiro profundo y trato de vaciar mi
mente de pensamientos y mi cuerpo de sensaciones, acepto cada uno de los
impactos de su fino cinturón en mis glúteos, mis labios sellados al igual que
mis oídos para no escuchar los silbidos del aire cortado.
Diez…
Veinte…
Treinta…
Pierdo la cuenta de cuántas veces el cinturón se estrella en mi trasero,
la piel me arde, es una vieja sensación conocida, nada que no pueda tolerar.
Ömar, resopla como si estuviera frustrado, quizás pensó que no soportaría
tanto, que solo alardeaba cuando dije que no me vería llorar, ahora sabe que
no mentía. Lo escucho moverse por la habitación, creo saber que está
haciendo y me preparo para seguir con la sexy tortura.
—¿Te cansaste tan pronto? —pregunto en tono burlón. Un nuevo
impacto me hace brincar.
—Por supuesto que no Cherry, pero es hora de hacer esto más
interesante —Otro golpe en mi pierna y mis músculos se tensan.
Esta vez no ha sido el cinturón, es una vara y con la experiencia que
tengo en azotes, podría asegurar que es una de mimbre. Esto duele más,
mucho más, aunque podría ser peor si hubiese elegido una que no fuera tan
flexible. Golpea mis muslos una y otra vez sin detenerse, lo escucho gruñir
algo en lo que supongo es árabe, como si con cada golpe sacara algún tipo
de frustración. Las piernas comienzan a fallarme, pero el amarre de mis
muñecas me impide caer.
«Resiste Nath, puedes hacerlo mejor que esto»
Gotas calientes resbalan por mis piernas, algunos de esos azotes han
abierto mi piel y comienza a sangrar, puedo ser resistente al dolor, pero mi
piel se abre con facilidad, es algo que no puedo evitar. Además, tiendo a
sangrar mucho así sea una herida leve. Sonrío con satisfacción a pesar del
daño que está haciéndome, aún está muy lejos de doblegarme, ni siquiera
me he quejado una sola vez.
—Eres más dura de lo que pensé —admite y mi sonrisa se amplía, él
no está viéndome y puedo permitirme regodearme en no ser una perra débil.
—Tienes mucho trabajo por delante, árabe —lo provoco. Escucho una
risa leve que se me antoja agradable y como vuelve a moverse en la
habitación.
Un latigazo en mi espalda me borra la sonrisa de los labios, está
siendo bastante despiadado, casi como Khan. Vuelvo a cerrar los ojos para
controlar el mareo que me produce el dolor de los latigazos. Un leve
quejido me abandona y él arremete con más fuerza, incitado por mi
pequeño lapso de debilidad. Debo aguantar, entre más daño me haga, más
días podré descansar, diez días, quiero volver a descansar diez días.
Con ese pensamiento me muerdo la lengua, para no dejar salir ni un
lamento más. Agacho la cabeza, puedo ver las pequeñas gotas de sangre
caer entre mis piernas separadas. El mareo es cada vez mayor, la vista se me
hace borrosa, mi respiración se debilita también. Con cada latigazo, se me
hace más difícil reprimir algún gemido de dolor, los párpados me pesan,
lucho por mantener los ojos abiertos, pero un último impacto me hace
cerrarlos.
—Cherry… Cherry… despierta —Esa voz ronca y sexy, llega como
entre sueños a mi mente.
—Quiero ver sus ojos.
—Levanta su párpado.
Leves golpecitos impactan en mi mejilla, aspiro un aroma varonil a
limpio y cigarrillo, siento la dureza del piso y pinchazos de dolor en mi
espalda, piernas y glúteos, todo es confuso. Brazos fuertes y cálidos me
sostienen contra un pecho firme, la sensación es… reconfortante. Nunca me
he sentido bien entre los brazos de nadie, incluso protegida.
—Abre los ojos, damiya —susurra.
—Ni una sola lágrima, árabe —murmuro débilmente abriendo los ojos
y él se ríe—. Qué bueno que te divierte mi situación, a mí no me causa risa
—ironizo, en verdad no es gracioso el dolor que comienzo a percibir.
—Lo siento, es una risa de nervios —Por alguna razón le creo, su voz
suena sincera—. Me asustaste un poco cuando perdiste la conciencia,
debiste pedirme que me detuviera.
—Jamás árabe, será mejor que te ingenies otra forma de hacerme
llorar, con dolor nunca lo lograrás —Trato de mantener mi seguridad
intacta, aunque el hecho de estar en el piso, le reste veracidad.
—Acabo de comprobarlo, no te preocupes no volveré hacer esto —
Hay un atisbo de compasión en sus ojos y algo que me parece
remordimiento por mi estado.
—Ahora sí estoy ansiosa por saber cuál será tu próximo método —Él
vuelve a sonreír y el corazón me salta en el pecho de manera irregular.
—¿Puedes ponerte de pie? —Mira mi cuerpo, ya no lo hace como
hace rato, no presta demasiada atención a mi desnudez.
—Creo que sí —Se levanta y me ayuda a hacerlo también, las piernas
me tiemblan y mi cuerpo se estremece por las punzadas de dolor.
La cara se me contrae involuntariamente y siento su vista clavada en
mi observándome con detenimiento. Se inclina y sin avisar me levanta en
brazos, eso me toma por sorpresa, solo dos veces me han cargado así: la
primera, el día de mi subasta y la segunda, cuando casi muero por asfixia.
Incluso, estando maltrecha por latigazos me he obligado a caminar.
Descanso la cara contra su pecho y el delgado vello me hace cosquillas en
la nariz, arrugo el rostro y su pecho vibra con otra risa que vuelve alterar
mis latidos.
—Tu cara es muy tierna cuando sonríes, damiya.
«¿Tierna? Nadie nunca me había dicho tierna»
—Y tu risa es encantadora —murmuro pegando los labios a su pecho
y deposito un beso que le eriza la piel.
«¿De dónde ha salido ese impulso de besarlo?»
—¿Hay algún lugar aquí donde te puedan ver las heridas? —Asiento
con la cabeza aún recargada en su pecho.
—Cuando se termine el tiempo, un guardia vendrá por mí para
llevarme a la enfermería.
—Yo te hice esto, me siento responsable de llevarte —Me separo de él
y lo miro extrañada, ningún socio se siente responsable después de azotar a
una esclava.
—¿Me llevarás cargando a la enfermería? —cuestiono con sorna,
nunca se ha visto a un cliente cargando a una esclava por el burdel y no creo
que él vaya a ser el primero.
—De ser necesario, sí —declara y casi quiero decirle que es lindo, no
lo hago ya que por su fetiche raro de las lágrimas es que estoy así.
«Sí, lo mínimo que puede hacer es llevarme a la enfermería»
—Deberías vestirte primero, no creo que quieras exhibirte de tal
forma, de por sí llamarás la atención llevándome alzada —Asiente y me
deja con cuidado sobre la cama con postes.
Aunque me gustaría observarlo vestirse, debo ponerme la ropa, no
quiero salir desnuda de la habitación, pese a que no me incomoda estar sin
ropa frente a las demás personas, tampoco quiero que las esclavas se
diviertan viendo mis heridas, seguro más de una sentirá gran satisfacción.
Ömar, va al baño y lava sus brazos que se han manchado un poco con mi
sangre, regresa a terminar de vestirse y finalmente viene de nuevo a mí,
para alzarme en sus brazos una vez más.
—Tu traje se manchará de sangre —advierto, la fina tela del camisón
no la va a contener.
—No me preocupa —dice alzando los hombros.
—Lo que es ser un millonario y no tener que preocuparte por la ropa
—Supongo que si yo tuviera su vida tampoco lo haría, pero no la tengo y a
mí sí me preocupa cuidar mis pocas pertenencias.
No responde, se limita a salir de la habitación llevándome cargada, le
indico por dónde tiene que caminar y en cuánto bajamos las escaleras, el
desfile de guardias y esclavas habitual se detiene a nuestro paso para vernos
pasar. La visión que debemos dar es tan poco común, que hasta los guardias
observan con la boca abierta, cómo Ömar, avanza con esa elegancia de
movimientos, sin siquiera resoplar o sudar una sola gota por llevarme en
brazos.
—Puedo hacerme cargo de esto si gusta, señor —propone Paul, quiero
decirle que no sea entrometido, pero en mi estado, mejor no me arriesgo a
ganarme un castigo.
—Yo la llevo —responde cortante y altivo sin siquiera darle una
mirada a Paul, que se hace a un lado inmediatamente.
Al llegar a la estancia que sirve como enfermería, le pido que me baje
y él me deja con suavidad en el piso, lo mejor es que no entre, puede haber
cosas desagradables ahí dentro, desde una exploración vaginal, hasta chicas
realmente heridas por los castigos de los guardias.
—Gracias… aunque por tu culpa haya terminado aquí, te agradezco
que al menos me trajeras —Afirma con la cabeza, ya regresó a su expresión
fría.
—Nos vemos otro día Cherry, recupérate pronto y… —Lo miro
fijamente esperando a que termine esa frase—. Adiós —dice sin más y da la
vuelta para marcharse.
Resoplo por lo raro que es y giro la perilla de la puerta, me espera
ahora otra tortura más con la anciana enfermera limpiando mis heridas, pero
al menos sé que voy a poder descansar unos días y esa sola idea hace que
haya valido la pena esto.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 6
Elección
Alek
 
—El señor Al Qadar, se acaba de ir —anuncia Khan, cada vez que viene
siento una jodida presión en los huevos de pensar que está con ella.
—¿Cómo está, Cherry? —Espero no le haya hecho tanto daño, aún
quiero follarla, la estúpida de Beatrice, no me satisface en nada ya.
—No vi sus heridas, pero no parecía estar tan mal, mientras él la
llevaba cargando hacia la enfermería, ella le sonreía.
«¿Qué putas?»
—¿La llevó cargando a la enfermería? —Golpeo el puño en el
escritorio, no muy fuerte, solo para desfogar un poco la rabia, el hijo de
puta la azota y ella le sonríe.
—Sí Alek. Paul, se ofreció a hacerlo, pero Al Qadar, se negó —aclara.
Al menos el idiota de Ömar está cayendo, sabía que ella podría atraparlo,
tanto por su físico como por su resistencia, no es ningún secreto que es un
sádico.
—¿Ella está en la enfermería?
—Sí, están limpiando sus heridas.
—Gracias, retírate —Espero a qué se vaya, e inmediatamente me
pongo de pie para salir.
Me dirijo a paso rápido a la planta baja, la enfermería está escondida
de la vista de los socios. No toco al entrar, sencillamente abro la puerta para
encontrarla recostada boca abajo sobre la camilla, está desnuda y a pesar de
las heridas que tiene en la espalda, glúteos y piernas se me pone dura
viendo su trasero expuesto. Podría ordenarle a Grape que salga y así follarla
de una vez, como tengo días deseando.
—¿Cómo está, Grape? —interrogo a la anciana.
En realidad, no es una enfermera, es una esclava a la cual Rutilus, le
enseñó las funciones básicas de enfermería, como limpiar heridas, inyectar,
tomar signos vitales y hacer las revisiones vaginales a las otras esclavas.
Cuando algo no está dentro de sus manos, entonces llamo al médico para
atenderlas, ha tenido que estudiar una segunda carrera de odontología y
especializarse en ginecología, ya que es el único en el que mi padre ha
confiado para tratar a las esclavas. Incluso su hijo Rómulus, estudia también
una segunda carrera para tomar el lugar de su padre dentro del burdel,
cuando el viejo médico ya no esté en posibilidades para hacerlo.
—Ha estado peor —dice minimizando las lesiones en la espalda de mi
Cherry.
—¿Cuántos días crees que deba descansar? —Espero que no sean
muchos, tener que cancelar a los socios que atiende ella, no es para nada
divertido, ya que la mayoría no acepta que lo complazca otra y los entiendo.
Ninguna tan complaciente como Nath.
—Unos tres o cuatro, esto cierra pronto —comenta pasando un
algodón impregnado en alcohol por las piernas sin ningún tipo de tacto, lo
que hace a Nath, gruñir levemente.
—Que sean cinco —dictamino, la dejaré descansar tres días y después
la voy a follar una vez que pueda sentarla bien en mi escritorio y abrirla de
piernas, los otros dos días solo la follaré yo, bien vale la pena soportar los
reclamos de los socios.
—Gracias, Sayidi —murmura con la cara contra la colchoneta.
Quisiera tomar su cabello, levantar su rostro y besarla, pero nunca haría una
demostración de estas frente a nadie.
He cuidado mucho las apariencias en torno a ella, jamás he dejado ver
qué es mi favorita, desde hace mucho, incluso antes de quedarme a cargo
del burdel, desde antes que ella fuera nombrada Cherry, desplazando a
Beatrice. Los socios la piden, no les importa pagar el extra a la membresía,
para ser complacidos por ella.
Yo también lo haría, pagaría lo que me pidieran por tener sus labios
envolviendo mi verga, no obstante, no tengo que hacerlo porque ella me
pertenece. He dejado que Khan la castigue como a una más, aguantando las
ganas de apartarla del montón, ella es diferente, pero no puedo exhibirme
de esa manera.
Si estuviera en mis manos no permitiría que otro la tocara, no sería
más una esclava, sería solo mi puta, la tendría en mi oficina todo el día,
mamando mi verga durante horas, la metería a mi cama, dormiría a mi lado,
con mi erección entre sus nalgas, sin embargo, no puedo.
Mi padre no lo permitiría y mi madre primero la mata, antes de dejar
que su hijo se quede una puta, en especial ella. Tampoco puedo liberarla,
correría el mismo destino, así que la mantengo aquí, donde está segura,
aunque me reviente los huevos que otros la toquen, aun así, ella es mía.
Mi amada, Cherry.
 
Nath
 
¡Cinco días!
Solo cinco puñeteros días de mierda me concedió Alek de descanso,
por haber soportado los azotes de Ömar. No es lo peor que me han hecho,
debí haber resistido más. Ahora me siento como una imbécil debilucha
igual al resto de las esclavas, he tenido peores castigos, no sé qué me pasó.
—Cherry, voy a limpiarte las heridas —Anne, sostiene una bolsita con
algodón y una botella de alcohol.
—¿Otra vez? Grape ya las limpió hace rato —refuto, ya pasé dos
torturas hoy, no quiero más.
—Alek, insistió en que se te limpiaran varias veces para acelerar la
cicatrización —No me sorprende, cada día de descanso que me da es una
pérdida para él.
—Gracias —respondo secamente, no sirve de nada estar en contra de
las órdenes de Sayidi. Me quito la ropa y me tumbo boca abajo en mi cama.
Anne, es una persona amable pero mi condición de esclava no me
permite ser gentil con ella, trato de ser cordial. En momentos como este,
simplemente deseo demostrarle mi odio al mundo. Pasa el algodón
empapado en alcohol por mi espalda, lo hace suave, procurando no
lastimarme demasiado, suspiro por el escozor. Sin embargo, me mantengo
inmóvil y sin quejarme.
—¿Por qué estás aquí, Anne? —Muchas veces he querido hacerle esta
pregunta, me parece increíble que persona bondadosa como ella puede
tolerar vivir entre la miseria de este sitio, si yo estuviera en su lugar,
hubiese huido desde el primer día.
—¿Qué quieres decir? Estoy curándote —manifiesta dando leves
toques a mi espalda—, debes sanar rápido para que no se te infecten con la
humedad.
—No, me refiero a ¿por qué estás en este lugar? ¿Por qué trabajas
aquí? Eres la única mujer guardia —Giro el rostro hacia ella y miro su
expresión.
—¡Ahh! no tengo a dónde ir —declara sin importancia.
—Cualquier lugar sería mejor que este —siseo, incluso una prisión de
verdad, preferiría estar en una cárcel encerrada, al menos ahí no tendría que
abrir las piernas.
—No tengo a nadie en la vida, solo a Alek… y a Marek —agrega
después de dos segundos.
—Preferiría no tener a nadie que tener a esos miserables.
—Él no es tan malo —Sonríe, mientras pasa otro algodón en por mis
glúteos.
«¿De verdad acaba de decir que no es tan malo?»
Un hombre que tiene un burdel con esclavas sexuales ¿No es tan
malo? Que las castiga sin motivo alguno ¿No es tan malo? Que
apuradamente les da de comer por la estúpida idea que deben ser delgadas
para gustarle más a los clientes ¿No es tan malo? Alek, es un hijo de puta,
una escoria de persona.
—Dices eso porque a ti no te tiene como esclava —respondo con
amargura.
«¿Es en serio que ella piensa que Alek, no es tan malo siendo testigo
de todo lo que ocurre aquí?»
—Sí lo sé, tú tienes motivos para odiarlo, pero conmigo se ha portado
bien —Me quedo en silencio, no me importa que tan bien se ha portado con
Anne, para mí es una escoria de persona. Al parecer, el que yo no responda
es una invitación para ella a seguir hablando de lo bueno que es Alek—.
Soy huérfana, mis padres murieron cuando yo era muy pequeña, ni siquiera
los recuerdo.
—Desde los doce años estuve en un internado público, antes de eso en
un orfanato. Sin embargo, Marek, me visitaba con regularidad y me
mandaba regalos en navidad. A veces Alek, también me visitaba, siempre
fue amable conmigo, aunque yo no fuera del agrado de su madre. Del
internado salí a los dieciocho, tengo una pequeña cuenta con lo que me
dejaron mis padres, pero eso no alcanzaba para ir a la universidad, tenía que
trabajar.
››El problema —continúa—, era encontrar un trabajo a esa edad y sin
ninguna experiencia, durante varios meses intenté sin conseguirlo, hasta que
una tarde hablé con Marek, le pedí que me empleara en alguno de sus
negocios, de lo que fuera, el dinero se me acababa y necesitaba
urgentemente ingresos. Una tarde nos reunimos en un café en Londres,
Alek lo acompañaba, me ofreció varios puestos en sus casinos y por último
Alek, me habló de Saint Marie.
››El sueldo de guardia era mucho mejor que el de cualquiera de los
otros trabajos, además no tenía que rentar un piso porque debía permanecer
aquí, tampoco preocuparme de la comida, de nada, todo estaba cubierto en
este empleo. Fue mi mejor opción, pensé en trabajar un tiempo, ahorrar y
luego irme, pero una vez que estuve aquí, que comencé a conocerlas a todas
ustedes ya no pude.
Luego de una pausa, sigue:
—Ver a todas estas chicas solas, obligadas a hacer esto, es muy difícil,
sí lo es, pero es precisamente lo que me impide irme. Si lo hago, siento que
les estaré dando la espalda, que las dejaré más solas de lo que ya están en
medio de todo lo horrible que las rodea. Sé que no puedo hacer mucho por
ustedes, pero al menos trato de cuidar que los demás guardias no abusen de
su autoridad —Finaliza con una sonrisa cálida, reconozco que es una buena
persona, pero sigo pensando que está loca por seguir aquí.
—Entiendo que Marek y Alek te han apoyado, pero mira a lo que se
dedican Anne, fueron buenos contigo, pero son unos malditos con todas
nosotras —Suspira y tapa el bote de alcohol, mientras hablaba terminó de
limpiar las heridas de mis piernas.
—Sé que lo que hacen está mal, pero tienen mi lealtad, no podrías
entenderlo porque para ti son solo monstruos, para mí son humanos que
pueden hacer cosas buenas y cosas malas como todos nosotros, nadie está
exento de comentar un crimen en algún momento de su vida. Te dejo
descansar, Cherry —Se levanta y sale de mi habitación, no respondo, solo
me quedo tirada boca abajo en mi cama y trato de no moverme para no
exacerbar el dolor.
—¡Uy que maltratada te dejó el árabe! —Cinna, da una palmada en mi
espalda y pego un brinco en la cama—. ¡Ay perdón! ¿Te duele?
—¡Lárgate de mi habitación! —siseo. La estúpida solo estaba
esperando que Anne se fuera para venir a joder.
—Primero, voy a tomar lo que quiero.
Ella busca entre mis cosas, revuelve los objetos del cajón de la mesita,
algunos los tira al piso rompiéndolos. Saca mis prendas del ropero sin
ningún tipo de delicadeza y escucho la tela desgarrarse. Juntando todas mis
fuerzas, me pongo de pie.
—¿Qué haces maldita zorra?
—¿Dónde está el perfume? —Me empuja y me estrello contra la pared
provocando un alarido de dolor.
—¡Eso no te importa, lárgate de mi habitación!
—¡DAME EL PERFUME, SI NO QUIERES QUE ROMPA TODAS
TUS PORQUERÍAS!
—¡Lárgate! —La empujo lo más fuerte que el dolor me permite, pero
ella es más alta que yo y no está lastimada.
Me toma del cabello y me arrastra fuera de la habitación. Grito y me
remuevo, pero no logro zafarme de su agarre. Entra en la pieza donde
duerme ella junto con otras cuatro esclavas y me avienta al piso entre las
camas. Me pongo de pie lo más rápido que puedo, antes que se atreva a
volver a tocarme.
—Chicas, ¿Sabían que Cherry, tiene un nuevo perfume y la muy
envidiosa no quiere compartirlo con nosotras?
Las esclavas me miran con rabia. Cookie, una negra acuerpada se
levanta y me toma por el brazo, ella dice algo que no entiendo, en el burdel
hay mujeres de varias partes del mundo y aunque comprendo un poco
algunas palabras en otros idiomas, el de Cookie es desconocido para mí,
pero al parecer ella sí comprende lo que Cinna ha dicho.
Ella me grita y zarandea, supongo que quiere que les entregue el
perfume, pero no lo pienso hacer, no me importa si me lastiman más, eso
sería beneficioso para mí, podría descansar más días. El alboroto llama la
atención de los guardias que llegan impartiendo azotes sin preguntar qué ha
pasado.
—¡Se van todas a la jaula castigadas! —brama Khan.
—Yo no —Me enfrento al guardia—. Hoy hay elección y Alek ha
dado la orden de que te acompañe; además, yo no agredí a nadie, ellas me
agredieron a mi aprovechándose de mi estado —Me yergo completamente
frente al guardia, los otros dos miran mi cuerpo desnudo, pero no se atreven
a tocarme, no frente a tantos testigos.
Enseguida las chicas se ponen temblorosas, ninguna sabía que habría
prueba de elección, normalmente se avisa cuando ya están todas reunidas en
el patio para no ponerlas nerviosas antes. Khan, entrecierra los ojos en mi
dirección, quiere repelar, pero no puede hacer nada contra una orden de
Alek.
—Cookie, Cinnamon, después de la prueba se irán a la sala tres por un
castigo. ¡A tu habitación Cherry, ahora! —ordena a gritos.
Obedezco sin decir nada, mientras ellos se quedan dando órdenes a las
esclavas que ya están entrando en histeria por la noticia de la elección.
Regreso a mi habitación y levanto mis pocas pertenencias.
Cinnamon, ha roto dos de mis camisones, la peineta que me regaló
Max y el polvo facial. ¡Maldita puta!, esto me lo voy a cobrar bien cobrado,
porque no es la primera vez que lo hace, entre ella y sus compinches se
encargan de robarse mis cosas o romperlas cuando no son de su agrado,
pero solo por joder lo hacen.
Entrada la noche, Anne regresa a limpiar una vez más mis heridas y
me avisa que debemos salir al patio, la hora ha llegado. Me ayuda a
vestirme con un viejo vaquero raído y una blusa de algodón de manga larga,
vestida así me siento casi una mujer normal y no una esclava, ahogo los
lamentos que me produce el roce de la tela y salgo con ella.
Lo helado de la noche me estremece, rodeo mi cuerpo con mis brazos,
no tengo abrigo, el frío es algo normal aquí. Las mujeres desfilan una tras
otra, están aterradas, ya se debió haber corrido el rumor que es noche de
Elección.
—Quiten esas caras y véanlo por el lado positivo —se burla Khan—,
al morir son libres.
«Pedazo de escoria»
—¡Quítense toda la ropa, ahora! —Hace sonar él látigo que lleva en la
mano y las chicas se desvisten—. Los zapatos también —Camina entre las
mujeres que tiemblan de miedo más que de frío.
Yo me mantengo a unos metros de dónde están ellos. Alek, me ha
ordenado acompañar a Khan, pero no pienso participar en esta tortura.
Permanecemos en el helado patio por mucho tiempo, quizás una hora o
más, el frío es cada vez más insoportable, los labios de las chicas van
tornándose morados o azules. Algunas caen al piso de tierra rodeándose el
cuerpo tratando de proporcionarse calor. Cinna, lo hace también, en mi
interior una punzada de satisfacción me hace sonreír.
No puedo sentir empatía por ella, es todo lo contrario, creo que por
primera vez en mi vida sería feliz si fuera la elegida esta noche. Camino
hacia ella y la hago levantarse jalándola del pelo, creo que he cambiado de
opinión acerca de no participar, esta maldita se merece que la haga sufrir.
—Mantente de pie —La miro a los ojos y disfruto de ver su cuerpo
convulsionar de frío.
—Caminen a la caverna —ordena el guardia y las mujeres avanzan a
trompicones.
La caverna es aterradora. Una enorme pieza en oscuridad absoluta, ya
que no tiene ventanas, solo una diminuta puerta metálica. Innumerables
paredes la hacen parecer un laberinto, aunque no lo es, basta con caminar
pegada al lado izquierdo rodeando los muros, para encontrar la salida. Lo
descubrí, después de muchas noches castigada, eso las demás no lo saben o
tal vez sí, pero nadie lo dice, ninguna quiere ser la última en salir.
El problema es que, en medio de la oscuridad, el miedo y la
desorientación juegan con tu mente y sumado a eso el olor putrefacto del
sitio, hace casi imposible pensar racionalmente. Esta noche entrarán a la
caverna cincuenta chicas y solo cuarenta y nueve saldrán, la desafortunada
en quedarse a lo último, será la elegida para servirle de entretenimiento a
Shawn Ford.
Paul, nos entrega dos bolsas negras con pañuelos y delgadas sogas.
Khan, venda los ojos de las mujeres y yo ato sus manos, eso lo hace aún
más entretenido. Aprieto muy fuerte la cuerda alrededor de las muñecas de
Cinna, tal como lo hizo ella conmigo en mi primera prueba, la venganza es
tan exquisita. Tenía apenas quince años la primera vez que participé en una
prueba, para ese entonces, ella era la Cherry, cuando aún no estaba tan vieja
como ahora.
Para ese momento ya me odiaba, y ni siquiera sé por qué. Si bien ya
tenía tres años aquí, seguía siendo tonta y no me metía con nadie, pero ella
siempre me ha tratado mal, desde el día de mi subasta en el que Alek, me
sacó cargando de esa habitación después de haber sido abusada tres veces
por un asqueroso viejo pedófilo y me llevó a mi nuevo dormitorio en la
mazmorra, la que compartía con todas las chicas que fueron subastadas esa
noche, Marshmallow, Chocolate, Nutella y yo, Vainilla.
Khan, conduce a las esclavas al interior de la caverna. Yo, me quedo
en la entrada, no pienso poner un pie dentro si no estoy castigada, él lleva
una linterna fluorescente, les grita instrucciones a las esclavas para que
giren y desorientarlas aún más y sale cerrando la puerta detrás de él.
Para poder salir, ellas primero deben encontrar la puerta, después
ingeniárselas para correr el pestillo y empujar para que la pesada puerta
metálica se abra. La prueba puede tardar horas o incluso días. Cada vez que
entro, logro hallar la salida más rápido, controlar el miedo y la angustia es
primordial, algo que muchas de estas mujeres, no entienden.
A los pocos minutos comienzan a escucharse los gritos, me siento en
el piso terroso, esto va para largo. Khan, camina en círculos delante de la
caverna. Después de un par de horas, ambos estamos helados y cansados.
Entrada la madrugada, la puerta se abre y el primer grupo de esclavas sale,
son solo seis y Cinna, no está entre ellas.
«Excelente»
Quizás el universo deje de ser tan mierda conmigo y por una vez me
concede algo. Amaneciendo, Brett y Paul nos relevan, la puerta no se ha
vuelto abrir y los gritos han cesado. Antes de ir a mi habitación a dormir,
paso por el comedor, las tripas me rugen por haber estado despierta toda la
noche. Anne, toma asiento a mi lado.
—¿Cuántas han salido? —pregunta entrelazando los dedos sobre la
mesa.
—Seis —respondo seria y ella compone un gesto de preocupación.
—¿Tan pocas?
—Sí, ya sabes que la inteligencia no es una virtud que se encuentre a
menudo entre las esclavas —Muerdo mi media manzana, es tan pequeña
que, casi de una mordida me como la mitad.
—¿Por qué eres tan fría, Cherry? —Ruedo los ojos sarcástica por la
pregunta absurda de Anne.
—Supongo que una vida de mierda, me ha vuelto una perra sin
sentimientos —objeto—. ¿Cómo se supone que debo ser? ¿Correr libre por
el césped del patio cantando para que los pajarillos vengan a mí?
—Eres muy joven para hablar así, estoy segura que sí tienes
sentimientos, solo te has creado un caparazón para protegerte —Resoplo y
sonrío con sorna.
—Te aseguro Anne, que mi corazón está tan oscuro y podrido como la
caverna, por eso no me da miedo, ya es suficiente con vivir conmigo misma
—Ella me da una sonrisa triste y palmea mi hombro.
—No sabes lo que dices ¿Quién crees que sea la última?
—No lo sé, pero de verdad deseo que sea Cinna.
—¿Cinnamon, entró a la prueba? —El rostro de Anne luce
sorprendido.
—Sí ¿Por qué no habría de hacerlo? La única inmune a la prueba es la
cereza, o sea yo.
—Por nada, no me hagas caso. Bueno yo solo vine a decirte que hoy
tiene cita el árabe contigo.
—¿Qué? —grito, furiosa—. Alek, me dio cinco días de descanso y ni
siquiera ha pasado uno. Ömar vino ayer.
—Sí lo sé, pero el mismo Alek, me ha dicho que te lo informe.
Habitación doce.
Que maldito hijo de puta es Alek, aceptando que Ömar venga cuando
apenas ayer me azotó sin piedad y me mandó toda la noche al patio a vigilar
la prueba de elección. Y maldito hijo de puta Ömar, que viene a seguir
jodiendo la existencia con eso de las puñeteras lágrimas, como no fue él
quien recibió los azotes no le importa seguir torturándome.
«Malditos los dos, los odio»
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 7
Sigue intentando
—¿Por qué la cara larga? Creí que estabas ansiosa por saber mi siguiente
método —Ömar, sonríe abiertamente mostrando sus dientes perfectos y
blancos.
—Se supone que tendría cinco días de descanso después de tus
amorosas caricias —siseo, se sienta a mi lado en la cama y yo me cruzo de
brazos con un gesto de irritación.
—¿No querías verme? —Niego con la cabeza—. Eso es muy grosero
de tu parte, damiya —En su rostro aparece una expresión de reproche,
como si le afectara saber que no quería verlo.
—¿Qué es esa palabra?
—¿Damiya? Es árabe —ruedo los ojos y los pongo en blanco.
—Lo creas o no, supuse que era árabe, porque ¡Oh casualidad, tú eres
árabe! —digo con sarcasmo excesivo que hasta a mí, me pareció
desagradable.
—En serio estás muy grosera hoy ¿Qué te he hecho para que te
comportes así?
«¿Es en serio?»
—¿Me lo preguntas de verdad? Probablemente yo esté siendo grosera,
pero tú no eres la persona más inteligente del mundo —Abre los ojos
mucho, sorprendido y a la vez molesto por lo que acabo de decir.
—Manejo el imperio petrolero de mi padre mejor de lo que él y mi
abuelo lo hicieron, me considero bastante inteligente, además me gradué
como el mejor promedio de mi generación en la escuela de negocios —se
jacta, altivo, arrogante, justo como es él.
—Quizás para los negocios, pero no para tratar a las personas. Eres
bastante idiota —De nuevo esa expresión de sorpresa, incluso a mí me
sorprende estar hablándole así. Si Alek lo supiera, me desuella viva.
—¿Lo dices por lo que pasó en la sala tres? —Acerca sus labios a mi
oído y desliza los dedos por mi cuello haciéndome estremecer.
«¿Otra vez con las reacciones estúpidas?»
—Dime Cherry, ¿Cómo quieres que te trate? —murmura, con una
suave voz ronca, que me corta la respiración y me fastidia al mismo tiempo.
—Como quieras hacerlo. Después de todo, soy una puta y mi
obligación es satisfacer tus fantasías, ¿No?
Sé que estoy siendo una perra desagradable, pero me irrita tanto la
presencia de este hombre. Quiero odiarlo con todas mis fuerzas, como odio
al resto de la humanidad y, simplemente no puedo. Aunque me cabreó saber
que Alek, aceptara que él viniera a pesar de mis días de descanso, mi
corazón brincó en mi pecho de saber que lo volvería a ver tan pronto, eso
no es algo propio de mí y tener este tipo de reacciones me fastidia de
sobremanera.
Por si fuera poco, sentir el roce de sus dedos en mi cuello y la
sensación de su cálido aliento sobre mi piel me perturba de una manera
incomprensible. ¿Qué mierda me está pasando con este sujeto? Sí, es sexy,
atractivo y tiene un algo que me hace querer abrirme de piernas, pero hay
algo que me perturba, no sé qué es y no lo comprendo.
—Veo que hice mal viniendo para saber cómo estabas, te ofrezco una
disculpa si te molesté, no volveré hacerlo —Se pone de pie y cierra los
botones de su saco, el corazón se me acelera brutalmente en el pecho.
«No te vayas»
—Espera, Ömar —Tomo su mano, se gira hacia mí con una expresión
helada en el rostro—. Discúlpame, es solo que tuve una mala noche, estoy
adolorida, cansada…
«Estresada por cómo reacciona mi cuerpo cuando estoy contigo»
—¿El dolor no te dejó dormir?
—No, no me dejó dormir —Decido que lo mejor es no contarle lo de
la elección, no sé qué tipo de relación tiene con Alek, y si le dirá algo de lo
que sucede entre nosotros.
Busca algo en su maletín, ni me había percatado que traía uno, se ve
tan pulcro e impecable cómo él. ¿Cómo puede estar todo el tiempo
perfecto? Es como si viviera dentro de una burbuja donde el polvo, la
suciedad, el aire ni nada de las cosas mundanas lo tocara. Regresa a la cama
y trae consigo dos tubos similares a los de la pasta dental pero más grandes,
uno blanco y otro grisáceo.
—Desnúdate —Su voz suena tan varonil que ni siquiera puedo
resistirme a cumplir con lo que me ha ordenado. Me pongo de pie, me saco
el camisón dejándole ver mi espalda y glúteos. Me observa con
detenimiento, como si no pudiera creer lo que me hizo—. Ponte boca abajo
sobre la cama —Deja los tubos a mi lado y entonces sus manos van a los
botones de su saco nuevamente.
Se deshace de su ropa, con una elegancia en sus movimientos que me
hipnotizan. En esta ocasión sí se quita el pantalón, revelando un bulto de
buen tamaño escondido detrás de la tela del bóxer negro, ojalá se quitara los
calzoncillos para comprobar si su miembro está tan grande como aparenta y
si es tan bonito como todo en él. Se sienta a mi lado, sus largas, esbeltas y
torneadas piernas tocan las mías, su piel es suave, mucho más que la mía, lo
que es ser un millonario sin más preocupaciones que conservarse perfecto e
irresistible.
Deposita en mi espalda una generosa cantidad de la crema del tubo
blanco y lo esparce por toda el área, en principio arde un poco, pero la
sensación se va tornando fresca. Esto se siente tan bien. No sé si son sus
manos, o si es el menjurje que está poniendo sobre mi lastimada piel, pero
la temperatura de mi cuerpo sube unos cuántos grados.
—Esto te ayudará a sanar más rápido y sin dolor.
Masajea suavemente, el tacto de sus manos en mi espalda hace que me
erice varias veces y no es a causa del dolor. Cuando termina con mis nalgas,
toma otro poco de crema y repite la operación en mis piernas. Gimo con la
cara hundida en la almohada, no sé por cuál de todos los motivos, el ardor,
sus manos o el roce que se acerca a mi entrepierna, él se percata del sonido
que acabo de emitir y se ríe, esa maldita risa encantadora.
—No te emociones, árabe. Gimo por el dolor —me defiendo antes que
diga algo.
—Sí, claro —murmura juguetón, dejando a un lado la fachada de
hombre serio.
Sonrío.
No de una forma estudiada como siempre lo hago, es un gesto
involuntario, uno que nace de mi interior, mi estúpido interior confundido.
Ömar, se entretiene más de la cuenta en mis glúteos, por supuesto que no
digo nada, sus manos y el masaje que proporcionan es increíblemente
satisfactorio. Cuando considera que me ha manoseado lo suficiente se tira
en la cama a mi lado, boca abajo también, abraza la almohada y me mira
unos instantes sin decir nada.
—Muñeca —Frunzo el ceño confundida—. Damiya, significa muñeca
—aclara ante mi expresión, por algún estúpido motivo me siento impulsada
a abrir la boca.
—Gutaussehend.
—Sé hablar alemán también.
«¡Oh mierda! ¿Por qué tuve que decir algo así?»
—¿Cuántos idiomas hablas? —pregunto para distraerlo de la tontería
que dije, estoy comenzando a sentir un poco de rubor en mi cara y hace
muchos, pero muchos años, que no me ruborizo por algo.
—Hablar perfectamente solo tres, inglés, árabe y alemán, comprendo
muy bien el español, italiano y francés, y en menor proporción el chino y el
coreano.
—¡WOW! Esos son muchos idiomas —Además de sexy y millonario,
políglota.
—Cuando se tienen negocios por todo el mundo, es necesario aprender
a hablarlos —responde engreído y ruedo los ojos, no puede dejar de serlo ni
cinco minutos—. ¿Y tú, cómo sabes alemán?
—Aquí hay chicas de muchos países, cuando tienes relación con
esclavas de todo el mundo se te hace fácil aprenderlo —imito el tono
pomposo de su forma de hablar.
—¿Qué otros idiomas comprendes?
—Solo un poco de italiano, árabe y algunas palabras en español. Del
que más entiendo es el alemán, por una compañera de habitación que tuve
hace unos años, ha sido mi única amiga.
—¿Y ya no lo es? —Parece interesado genuinamente en lo que le
platico, pero no suelo hablar de mi vida con nadie, así que no sé cómo
tomarlo.
—No, murió —digo simplemente.
«En una elección»
—Lo siento.
—No te preocupes, estoy acostumbrada a la soledad, a no tener nada
ni a nadie.
—Yo también —confiesa y le lanzo una mirada sarcástica.
—¿Tú? ¡Por favor! Eres millonario ¿Qué te puede faltar?
—Todo. Lo único que tengo es dinero… y poder.
—¿Y qué más necesitas? Yo me confirmaría con eso —Se ríe, suelta
un resoplido y me da una mirada mordaz.
—No sabes nada de la vida, niña.
—¿Qué no se nada? Tal vez, pero no sería tan ingrata de decir que no
tengo nada más que dinero y poder. Lo tienes todo Ömar, en cambio yo…
ni siquiera mi vida me pertenece, eso es no tener nada.
Abre la boca varias veces sin decir una sola palabra, su gesto es
indescifrable, me doy la vuelta en la cama, me siento y me abrazo las
piernas ignorando el dolor de mis nalgas, comienzo a sentirme incómoda
con la forma en que me examina.
Él también se sienta a mi lado con las piernas cruzadas, es raro verlo
así, como un niño con su mejor amigo al que le está confesando sus
secretos. No va para nada con la imagen de magnate petrolero que
representa en todo momento.
—Mi vida también ha sido difícil, no creas que, porque tengo dinero
he sido feliz —Dale con la misma cantaleta, estoy segura que el dinero sí
puede comprar algo de felicidad, a mí me compraría mi libertad y nada me
haría más feliz que eso.
—¿Quieres comparar nuestras vidas de mierda? Vale, platícame la
tuya y yo te cuento la mía —Lo miro a los ojos motivándolo a hablar, solo
para demostrarle que, cualquier tragedia que pueda haber pasado en su vida,
es nada a lado de la mía.
—No hay mucho que contar de mi vida, manejo el imperio petrolero
líder en Asia. Mi padre, Amún Al Qadar, no fue el mejor papá del mundo,
su negocio era lo más importante para él. Viví casi toda mi infancia
internado en escuelas exclusivas, preparándome para heredar el negocio
familiar.
—¿Y tu madre?
—No tuve, la mujer que me trajo al mundo era alemana, una mujer
hermosa —musita viéndome de arriba a abajo—, mi padre simplemente la
conoció un día, prácticamente la secuestró porque no le permitió volver a su
país y la tomó como concubina, nunca se casó con ella.
—Entonces, ¿sí la conociste?
—Ella era mi sirvienta, se encargó de criarme por imposición de mi
padre, pero nunca me amó, supongo que no podía querer al hijo de su
secuestrador, cumplió con su trabajo de criada hasta que ya no la necesité
más y él se deshizo de ella.
—¿La… asesinó? —Trago grueso, eso sí que está feo.
—No lo sé y tampoco me importa —Hace un gesto de desdén, como si
la vida de su madre fuera insignificante.
—¿Qué? Era tu madre. Yo daría lo que fuera por haber tenido a mi
madre, tan solo por haberla conocido —Me mira intensamente, lo que me
hace tragar grueso de nuevo, esos ojos marrones me inquietan.
—Ella nunca me quiso, no recibí ni una muestra de amor, ni siquiera
de ternura, no tengo porque tener remordimiento por lo que le haya podido
pasar —afirma serio, severo, la forma en que habla no da pie a discusión—.
Ahora te toca a ti, cuéntame tu vida de mierda.
—Tampoco hay mucho que contar, no tengo muchos recuerdos de mi
vida antes del burdel, viví en un orfanato, después me trajeron y he estado
aquí por diez años.
—Diez años… solo tienes veintidós…
—¡Que hábil eres con las cuentas! —me burlo, estar hablando de mi
vida es muy incómodo y siento la necesidad de ser desagradable—. Tenía
doce años cuando Marek, me subastó.
—Oficialmente, tu vida es más mierda que la mía —declara y no
puedo evitar soltar una risa irónica.
—Gracias, ahora me siento una ganadora.
—¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? —Fijo mis ojos en los
suyos, tienen un algo que quiero estar mirándolos indefinidamente.
—Cómprame.
—No —contesta con demasiada firmeza y un pinchazo de decepción
me atiza el estómago, aunque es algo a lo que estoy acostumbrada, que él se
niegue es más decepcionante que con otros.
—Entonces, no puedes hacer nada —Volteo el rostro y levanto los
hombros.
—Al menos puedo hacer algo por tus cicatrices —Levanta el tubo
grisáceo y vierte un poco del contenido en su dedo—. Estira las piernas.
Con el dedo índice, va colocando pequeñas cantidades de la crema
sobre las líneas irregulares de mi piel y la frota hasta que desaparece. En las
cicatrices de mi entrepierna, su toque manda ligeras descargas eléctricas
hacia mi sexo. Creo que ya no puedo seguir negándome lo evidente. Ömar,
me excita. Por primera vez en mi vida, me siento atraída sexualmente por
un hombre, y no solo es eso, me gusta, todo él me gusta, desde su mirada
fría e inexpresiva, la elegancia de sus movimientos, lo arrogante de su
comportamiento y lo sexy que es con ese cuerpo perfecto.
—Esto te ayudará a desaparecerlas, úsala todos los días y en poco
tiempo verás los resultados.
Lo miro con la boca abierta y el corazón acelerado. Ni siquiera Max,
me había regalado algo como esto, nadie se había preocupado por mí y
ahora este hombre raro y estúpidamente hermoso que se excita con lágrimas
lo hace, una incomprensible calidez recorre mi cuerpo y me hace un nudo
en la garganta.
—Gracias —susurro y trago grueso para pasarme las emociones que
tengo atoradas.
—¿Acaso te estás poniendo sentimental, Cherry? ¿Te están dando
ganas de llorar? —Suelto una carcajada estridente por su tono mezquino.
«Idiota»
—Sigue intentando, árabe —También él se ríe y continúa aplicando la
crema en mis piernas.
—Cuéntame algo que recuerdes del orfanato —pide mientras sus
dedos frotan sin cesar y yo me muerdo el labio disfrutándolo.
—Son recuerdos bobos de una niña, travesuras.
—Vamos y yo te cuento también —Me anima y sus ojos vuelven a ser
sinceros, este hombre cambia de gesto y de humor tan rápido como los
segundos.
—Tenía dos amigos que eran inseparables, uno se llama Joshua y la
otra Kristine. Ella era dos años mayor y él un año menor, hacíamos todo
juntos y por lo general también terminábamos castigados juntos. Una
mañana después del desayuno, teníamos algunos minutos de recreo antes de
regresar al salón…
—Ustedes dos escóndanse y yo los busco —propone Kristine, Joshua y
yo nos miramos y asentimos a la par.
Corremos a escondernos tomados de la mano, el mejor lugar para
ocultarse en el patio es detrás de los rosales, aunque eso está prohibido, a
la señora Dunne, no le gusta que pisemos las flores. Miramos a todos lados
comprobando que no hay nadie cerca que pueda vernos, nos metemos entre
los arbustos cuidando de no maltratar las flores o la directora vendrá
directo a castigarnos, ya sabe que nosotros somos los que siempre jugamos
aquí. Josh, es más alto a pesar de ser menor que yo, su cabello rubio y
lacio cae en su frente y a veces le pica los ojos, se aprieta contra mí para
que no nos vean.
—Shhh, no hagas ruido, Nath —ordena en un susurro cuando me río
porque me abraza tan fuerte que me pone nerviosa—. Nos van a encontrar
por tu culpa.
—Deja de hablar, nos van a encontrar por tu culpa también —rebato y
coloco un dedo sobre sus labios para que se calle.
Él, mira mi dedo haciendo bizcos y yo me río de su cara ridícula.
Josh, es el niño más guapo del orfanato, pero justo en este momento no lo
parece. Tapa mi boca para que mis risas no se escuchen, pero eso solo hace
que me ría más, estar tan cerca de él me hace cosquillitas en el estómago.
Sus ojos verdes se fijan en los míos, nuestras manos aún permanecen en la
boca del otro.
—Si no dejas de reírte voy a tener que obligarte a callar —habla
contra mi dedo.
—¿Cómo me vas a obligar? —Mi voz queda totalmente amortiguada
por su mano y ni siquiera se entiende lo que dije.
De pronto Josh, quita la mano de mi boca y mi dedo de la suya,
estamos tan cerca que solo le toma una fracción de segundo tener sus
labios sobre los míos. Me quedo tiesa con los ojos muy abiertos viendo a
los suyos que me miran estupefactos, sin poder creer que me está dando un
beso. ¡Me está dando un beso! ¡Mi primer beso! Ahora sí nos van a
castigar, los besos están prohibidos, si la señorita Bridgiette, o la señora
Dunne, se enteran, nos van a castigar para siempre. Me separo de él
después de unos segundos en los que puedo recuperar el movimiento.
—¡Joshua! —susurro—, nos van a castigar por esto.
—No si no le decimos a nadie —murmura.
—Pero los besos solo se los dan los adultos cuando son novios —
recuerdo lo que nos explicó la maestra.
—Tú y yo somos novios entonces, pero nadie debe saberlo, hasta que
seamos adultos.
«¿Novios? ¿Joshua es mi novio ahora?»
—Y cuando seamos adultos, nos casaremos y tendremos bebés, pero
no los mandaremos al orfanato, los vamos a cuidar nosotros —Asiento,
aunque mi cerebro no ha terminado de procesar lo último.
—Pero debe ser un secreto o nos van a castigar —insisto.
—Sí, eres mi novia secreta —afirma y da otro besito a mi boca, uno
rápido que me hace sonreír.
—¡Los encontré! —grita Kristine, empujando a un lado las ramas del
rosal. Josh y yo corremos tomados de la mano y riéndonos como locos,
tenemos muchos secretos juntos de todas las travesuras que hemos hecho,
pero este es el más importante. Somos novios y nos vamos a casar.
—Ese es el recuerdo más claro que tengo —finalizo.
—¿Es importante por el tal Josh? —inquiere sarcástico y yo arqueo
una ceja.
—Era una niña solamente, pero siendo sincera, ha sido el mejor beso
que me han dado, quizás por eso me niego a olvidarlo como lo he hecho
con lo demás —Rueda los ojos y le coloca la tapa al tubo de crema—. Te
toca contarme algo.
—Una vez, cuando tenía unos dieciséis años, hubo una competencia
deportiva de padres e hijos en el instituto. Antes era muy delgado y nunca
he sido bueno en los deportes, por lo que tuve que prepararme durante
semanas corriendo en la pista de atletismo para tener un poco de condición
física y no hacer el ridículo frente a mis compañeros, era el cerebro del
colegio y eso me hacía popular, no quería dañar mi imagen.
››Cuando llegó el día me sentía listo, si bien no pensaba que ganaría
en alguna competencia al menos no quedaría último. Los padres
comenzaron a llegar a las instalaciones, abrazaban orgullosos a sus hijos y
algunos hacían calentamientos de preparación. Esperé y esperé que llegara
el mío, pero nunca llegó, el que apareció para participar conmigo fue
Jeffrey, nuestro chofer, mi padre tenía cosas más importantes que hacer que
asistir a un tonto evento escolar.
››Al final no fui la burla de mis compañeros, ni siquiera competí, le
agradecí a Jeffrey su amabilidad y le pedí que se marchara, mi generación
nunca conoció a mi padre porque no se presentó ni siquiera el día de la
graduación, cuando dije que no había sido el mejor padre no fue mentira. Al
menos tú tienes recuerdos con amigos, travesuras y momentos felices, yo
no, me dediqué solo a estudiar, con el objetivo de ser el mejor para que mi
padre estuviera orgulloso de mí y me dedicara algo de su tiempo —Su
relato me atora las palabras en la garganta.
—Te heredó una empresa y mucho dinero, supongo que eso lo
compensa —Ríe con amargura y cuando va a decir algo más escuchamos el
timbre sonar.
—Debo irme, no olvides usar las cremas —Se pone de pie rápido y
comienza a vestirse.
—Gracias nuevamente —También me pongo de pie y meto las piernas
en las bragas—. Espero verte pronto, Ömar —Me da una última mirada de
esas frías es impersonales y sale de la habitación.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 8
 Marek
—Cherry, te toca relevo en unas horas en la caverna —me informa Anne,
cuando regreso a la mazmorra después de una tarde agradable con cierto
árabe extraño.
—¿Otra vez? —Ni siquiera he podido descansar correctamente.
—Son órdenes de Alek —se excusa.
—¿Cuántas han salido ya? —Espero que no queden muchas, para
poder terminar pronto.
—Quince en total —Me sorprende su respuesta, en las primeras doce
horas es cuando más esclavas salen, después de ese tiempo las cosas
comienzan a ser tardadas.
—Vaya, esas son pocas ¿Qué les estará pasando?
—No lo sé, pero estoy algo preocupada por Cinnamon.
—¿Por qué? —cuestiono enojada, ¿Acaso Anne no se da cuenta que
Cinna, es una perra malvada?
—Cherry, que a ti no te agrade no la hace una mala persona, ella es
una mujer igual que tú, están en el mismo sitio, en la misma situación,
deberían ser más empáticas la una con la otra.
—Ella es la que se mete conmigo. Para mí, su vida es insignificante —
aclaro, si Cinna vive o muere a mi lado, a mí no me interesa, siempre y
cuando no respire en mi dirección.
—Tú no eres una blanca paloma, Cherry —comenta condescendiente.
Otro grupo de mujeres entran en la mazmorra, tienen signos de haber
sido golpeadas, eso es extraño. Durante la prueba, es común que las
esclavas se peleen entre sí encerradas dentro de la caverna, ese lugar saca lo
peor de uno mismo, pero las marcas que traen no son las típicas de peleas
entre mujeres, ellas parece que han sido torturadas. Quisiera saber que les
pasó, pero no tengo una buena relación con ninguna de las chicas. Además,
el haberlas amarrado antes de entrar a la prueba, es un motivo más para que
me odien.
—¿Qué les pasó? —susurro hacia Anne, que niega con la cabeza, está
tan extrañada como yo.
—¿Quiénes los relevaron en la mañana?
—Brett y Paul.
—¡Esos cerdos! Esto lo debe saber Alek.
—¿Tú crees que ellos las torturaron?
—¿Quién más? Entre ellas no se harían tales lesiones.
—Tienes razón, las peleas son comunes, pero a ninguna le conviene
que llegue a tal grado, solo las retrasaría más para salir —Comienzo a
pensar que ella tiene razón, que alguno de los jodidos guardias lo hizo, y
aunque me tiene sin cuidado lo que les hagan a las demás esclavas, esto es
pasarse de miserable.
—Voy con ellas a ver si logro hacerlas hablar.
Camino a mi habitación, necesito descansar si voy a regresar a la
guardia, busco un lugar donde esconder las cremas que me dio Ömar,
pensar en él me hace tener latidos irregulares. Me obligo a recordar mi
lugar y mi condición, está bien que el árabe tiene sus encantos, pero debo
tranquilizarme, él es un cliente más.
Al final termino metiéndolas junto con el perfume de cereza en un
pequeño hueco en el forro de mi viejo colchón. Duermo varias horas, tanto
como el dolor me lo permite. Por la noche me dirijo de nuevo a la caverna,
en esta ocasión es Anne la que me acompaña, aún hay muchas chicas dentro
y eso tiene preocupados a todos, incluso a Alek. Bueno yo no estoy
preocupada, pero finjo estarlo, para no ser objeto de miradas asesinas por
parte de las otras esclavas.
—¿Han salido más? —cuestiono.
—Tres hace un rato —¿Tres? En esta ocasión, las esclavas están
rompiendo su récord de estupidez.
—Esto debe arreglarse ya. Mañana viene Shawn ¿Qué pasará si aún no
hay elegida?
—Hace rato Alek, nos reunió para hablar de eso. Si la prueba no
termina antes que ese monstruo venga, él podrá elegir entre las que aún
estén dentro.
—¿Él mismo podrá hacerlo? ya sabes ¿Asesinarlas?
—Creo que esos son los planes de Alek, no quiere ser él quien dé la
orden, prefiere dejarlo en manos del infeliz ese.
—¡Maldito cobarde!, está dispuesto a darle una esclava para que haga
lo que quiera con ella, pero no quiere sentirse responsable. ¡Imbécil hijo de
puta! —rumio con desprecio.
—Alek, no es tan malo como crees Cherry, es humano y también
siente remordimiento —interviene por él y yo la miro con desagrado.
—Anne, no quiero insultarte, así que por favor no defiendas a ese mal
nacido.
Nos quedamos en silencio en medio del frío y la oscuridad de la
noche, aún hay treinta y dos mujeres dentro de la caverna, para haber tantas
y llevar ya casi veinticuatro horas en el interior, todo está muy silencioso.
—¿Te dijeron que les pasó?
—No. Estoy segura que las amenazaron.
—¿Qué está sucediendo, Anne? Esto está muy raro, la prueba es una
putada siempre, ya es suficiente con la tortura de estar allí dentro ¿Por qué
agredirlas más? ¿Por qué han salido tan pocas?
—Lo mismo he pensado, Cherry.
El ruido de la puerta nos sobresalta, Cinnamon es la primera en salir
seguida de ocho chicas más, todas golpeadas, algunas aún amarradas otras
no. Se tambalean de un lado a otro, su andar inestable alarma a Anne, que
se levanta y corre a auxiliarlas.
—¿Qué les pasó?
—Hay alguien ahí dentro —susurra Peach, una chica latina.
—Sí, aún quedan más de veinte —explica la guardia.
—¡No!, hay alguien, aparte de nosotras, ¡hay alguien!
—¿QUÉ? —grita Anne—, ¿un hombre? ¿Alguna lo reconoció?
Todas niegan con la cabeza, se les ve bastante confundidas. Anne,
mira la puerta que de nuevo está cerrada. En su expresión, puedo descifrar
que se debate entre cerciorarse que lo que dicen las chicas es cierto o ir a
buscar apoyo.
—No puedes entrar ahí sola, Anne —La detengo cuando veo que
pretende abrir—. Es mejor que entren los otros guardias.
—¿Quién de ellos puede ser el que está adentro? —pregunta Cinna,
tallando uno de sus brazos, dónde tiene un gran cardenal.
—Ninguno, todos estuvimos reunidos hasta hace un rato con Alek.
Quién esté dentro, no es un guardia.
—¿Están seguras que hay alguien allí? Quizás solo fue su imaginación
o alguna otra chica haciéndoles daño —cuestiono, la verdad es que lo que
dicen suena absurdo.
—Hay alguien, sé que es un hombre porque es grande y fuerte —
murmura Peach abrazándose el cuerpo.
—Vayan a buscar a los guardias —les ordena Anne—. Cinna, ve por
Alek, nosotras vigilaremos la puerta —comenta dirigiéndose a mí.
Anne y yo no despegamos la vista de la puerta en ningún momento.
Unos guardias llegan corriendo junto con Alek, quien se mira asustado. He
visto a Sayidi enojado, estresado, excitado y de muchas maneras, pero
nunca así, y menos al nivel que se aprecia en su rostro. Tiene un arma en
una mano y una linterna en la otra. Khan, es el primero en entrar, el olor a
podredumbre emana de la caverna, lo sigue Brett y Paul, luego entra Alek y
por último Torek, un guardia nuevo.
El guardia novato sale arrastrando a una chica inconsciente, es Cookie.
Vuelve a entrar y continúa sacando mujeres desmayadas o a punto de perder
la conciencia ¿Qué mierda pasó allí dentro? Finalmente sacan a todas las
mujeres, hay dos irreconocibles, tienen tantos golpes, sangre seca y cortes
en todo el cuerpo que, a simple vista, no sé de quienes se tratan. Alek, sale
seguido de los guardias, se les ve algo pálidos.
—Hay mucha sangre dentro… ¿Están vivas? —pregunta Alek,
señalando a los dos cuerpos irreconocibles.
—Creo que no —Anne, se agacha, revisa el pulso y la respiración de
las mujeres—. No, Alek.
—¡MIERDA! ¿Alguien me explica que pasó?
—No sabemos, las chicas solo dijeron que había alguien, ninguna lo
reconoció —responde Anne, en voz baja.
—¡Allí dentro no hay nadie! —afirma Khan—, revisamos todos los
rincones.
—¡Cherry, Khan, a mi oficina ahora!
El guardia y yo caminamos detrás de él en silencio, por mi cabeza
pasan toda clase de motivos por los que Alek nos está citando en su oficina,
nosotros iniciamos la prueba, pero en mi defensa diré que yo no entré, que
el guardia fue quien las introdujo y en todo caso yo no soy responsable de la
seguridad aquí, para eso está Khan, el jefe de guardias.
Nos detenemos frente a su oficina, dentro se escucha ruido. Esto los
pone alerta, el guardia abre la puerta de un empujón y entran a toda
velocidad. Alek, entra con el arma en alto. Dentro hay un hombre de pie,
uno que hacía años no veíamos por Saint Marie, y a pesar de estar ya
entrado en años, sigue imponiendo respeto con su presencia.
—Papá ¿Qué haces aquí? —Alek baja su arma y la guarda en la parte
de atrás de la cintura del pantalón.
—Sigo siendo el dueño de este lugar, puedo venir cuando quiera —El
acento de Marek, me recuerda a cierto árabe, ambos hablan gracioso.
—Por supuesto papá.
—¿Me puedes decir que está pasando? ¿Qué es todo ese relajo que vi
fuera de la caverna?
—Tenemos un problema. Alguien atacó a las esclavas durante la
prueba de elección, ya revisamos, pero no hallamos al culpable.
Marek, arquea una ceja, camina en círculos alrededor de su hijo y de
pronto le da una bofetada. Khan y yo nos quedamos petrificados, nos
miramos el uno al otro, nos cuestionamos si deberíamos desaparecer o
mejor ni movernos para no llamar la atención. Optamos por la segunda
opción, yo ni siquiera respiro. Ver al viejo Sayidi enojado era de temerse, su
temperamento, pese a ser más relajado que el de Alek, da más miedo que el
del actual Sayidi e infunde más respeto.
—Ser el responsable de este lugar, no es solo revolcarse con las
esclavas Alek, también debes protegerlas, y tú hijo mío, eres un pendejo en
ese sentido —El tono de voz frío de Marek es terrorífico.
—Papá, es la primera vez que sucede esto, nunca les ha pasado nada a
las chicas bajo mi cuidado —se defiende Alek, se le nota claramente
ofendido, pero no se atreve a levantarle la voz a su padre.
—Entonces, ¿por qué hay una mujer embarazada en este momento?
En ese sentido también hay que cuidarlas.
Abro los ojos desmesuradamente, ¿Una de las esclavas está
embarazada? ¿Quién? Repaso mentalmente todas las mujeres que hay en la
mazmorra, no me imagino quien podría ser, la embarazada debe tener poco
tiempo, no hay ninguna barrigona aún, a menos que sea una de la cloaca,
pero no, ellas aún no tienen estatus, no atienden clientes, ¿Será posible que
un guardia? No, no creo que sean tan estúpidos para hacer una pendejada
tan grande.
—¿Cómo lo supiste? —Ahora, se le nota claramente lo cabreado a
Alek, su rostro está rojo de ira y aprieta los puños haciendo que las venas de
su cuello se marquen de una manera sexy.
—Yo sé todo lo que pasa aquí, aunque no esté presente.
—Resolveré ese problema esta misma noche —rumia, el tono rojo de
su cara comienza a descender.
—¿Ah sí? ¿Qué harás? ¿Traerás un doctor para que le quite el
problema a la mujer esa? —Me tapo la boca con ambas manos, ellos
piensan deshacerse del “problema”—. ¿O vas a liberarla? —En los ojos del
viejo árabe, puedo ver un deje de furia mezclada con tristeza.
—Ni lo uno, ni lo otro papá, ya tengo la solución que no implica traer
un médico, aunque sé que podría contar con el apoyo de Rutilus.
—Más te vale resolverlo bien Alek, no querrás que tú madre tome
cartas en el asunto —amenaza y me gustaría que fueran más específicos,
porque no estoy entendiendo nada. Pero, aun así, este lío está muy bueno.
—No papá, mamá no tiene porqué enterarse de esto —dice en voz
baja, ya más tranquilo.
Marek, vuelve a caminar, de pronto repara en nuestra presencia. Mi
mente me dice que corra para que no me castiguen a mí también, pero estoy
pasmada viendo cómo se acerca a mí y se detiene a solo un par de pasos,
inexplicablemente levanta el brazo y me acaricia el rostro. Khan, nos
observa con la boca abierta. Alek, con el ceño fruncido, yo simplemente
estoy estupefacta.
—Preciosa, Nath —murmura Marek.
—Sayidi —contesto bajando la vista, tengo unos segundos viéndolo a
la cara.
—No, déjame ver esos ojos por favor —Coloca la mano en mi mentón
y alza mi cara.
La expresión en el rostro de Marek me confunde, en el pasado en
algunas ocasiones lo había sorprendido mirándome con intensidad, pero él
nunca se me acercó, nunca me tocó, ni reclamó mi cuerpo como lo hizo con
algunas otras esclavas. Varias veces estuve en su oficina cuando me
informaba de mis funciones como Cherry y me encargaba a los nuevos
clientes, pero jamás me insinuó nada, ni siquiera acarició mi rostro como lo
acaba de hacer.
—Papá… —Alek, habla con tiento.
—¡Cállate! —ordena y obedece en el acto.
La forma de mirarme y la voz que utiliza con su hijo me está poniendo
en verdad nerviosa, más de lo que pudiera recordar, no entiendo qué tanto
me ve Marek, hace diez años que yo estoy aquí, aproximadamente hace dos,
le cedió a su hijo el control del burdel, pero en los ocho años anteriores
jamás se comportó como ahora.
—Acompáñame, Nath —Toma mi mano y me conduce por los pasillos
del burdel.
Mi mente me dice que debo temer, pero algo en mi interior se siente
segura con él llevándome de la mano. ¿Acaso soy estúpida o qué? ¿Cómo
puedo sentirme en confianza con el hombre que me subastó? Las esclavas
nos ven con furia al pasar. El rumor que Marek se enamoró de una esclava y
la liberó, es tema de conversación todos los días, supongo que vernos
tomados de la mano y dirigiéndonos a las habitaciones, es motivo para creer
que tendríamos algo.
¿Lo tendremos? Entramos en una habitación y él cierra la puerta con
pestillo, quizás debería emocionarme el hecho de ser elegida por el Sayid
mayor, pero no es así, algo de todo esto no termina de encajar, no pareciera
que este árabe quiera algo conmigo, a pesar de estar en una habitación.
Me quedo de pie a un lado de la cama, él me mira un instante y
después se acerca a mí, me abraza, un abrazo tan largo y fuerte que pierdo
la noción del tiempo. Cepilla mi largo cabello con sus dedos y me recarga
contra su pecho, pero aún sigo sin percibir ese deseo que tiene un hombre
por una mujer, es más bien un abrazo fraternal. Cuando finalmente me
suelta me da una media sonrisa algo melancólica, se sienta en la cama y la
palmea para que lo acompañe, cosa que hago al momento.
«Ok Nath, sí van a tener algo»
—Mi Nath —Juguetea con un mechón de mi pelo y la piel se me
enchina con su contacto.
—¿Qué pasa Sayidi? Lo noto extraño —Mantengo la vista baja, por
instantes la subo para apreciar si su mirada cambia.
—¡He esperado tanto por este momento! —declara.
«Mierda. ¿Es en serio?»
—¿Para qué, Sayidi? —Ahora sí me estoy empezando a emocionar, no
porque me guste el viejo, pero si él se enamora de mi es una posibilidad de
conseguir mi libertad. Él nota mi expresión y se pone de pie, comienza a
caminar en círculos como en la oficina de Alek.
—Me enteré que tu nuevo cliente es Ömar Al Qadar —Eso no era lo
que esperaba que dijera y me descoloca un poco.
—Así es.
—¿Cómo van las cosas con él? —Su pregunta me extraña ¿Qué
interés puede tener Marek, en las atenciones que le doy a Ömar? Sabe muy
bien que hago un excelente trabajo con los socios, él mismo me nombró
Cherry.
—Logré que se hiciera miembro Sayidi, por el momento tenemos una
buena relación —No sé qué más decir, no he tenido sexo con él como para
poder asegurar que lo he complacido, y tampoco me atrevo a comentar que
me regaló unas cremas para las cicatrices. Ahora que hago un recuento de
nuestras tres citas, noto lo raro que han sido las cosas con Ömar, un socio
no demora tanto en tener sexo, a eso vienen.
—Conozco a Ömar, demasiado bien, más de lo que me gustaría
reconocer… —Hace una pausa y yo me pregunto si se refiere a que lo
conoce íntimamente, pero lo dudo, ambos árabes destilan hombría y Marek,
es mucho mayor, podría ser su padre, aunque cosas más raras se han visto
aquí en el burdel—. Sé las peculiaridades de las cuales gusta.
—¿Las lágrimas?
—Es más que eso, las lágrimas son solo el inicio —dictamina y se
detiene frente a mí, serio.
—¿Él me hará daño?
—Seguramente sí —Mis latidos se desbocan, Ömar me prometió no
volver a lastimarme y no sé por qué me duele pensar que me mintió.
—Puedo soportarlo —declaro firme, si quiere azotarme otra vez
obtendrá el mismo resultado.
—Claro que puedes Nath, y te exijo que lo hagas, él es tu mejor
opción, podría sacarte de aquí.
—¿Qué? —Me olvido de la regla de no mirar a Sayidi a los ojos y lo
busco con la vista.
—Estoy seguro que puedes hacer que se enamore de ti y te compre.
«¿Hacerlo que se enamore de mí?»
—Yo ya le pedí que lo hiciera y se negó —respondo con un poco de
desilusión.
—Porque por ahora, solo siente una fuerte atracción por ti, si no lo
hiciera no habría regresado después de su primer encuentro, ya te dije que
lo conozco demasiado, si regresó fue únicamente por ti —Algo me dice que
Marek, no me lo está diciendo todo, está ocultando información que podría
ser importante, pero no tengo ningún derecho de exigir respuestas.
—Es imposible enamorar a alguien estando aquí —me quejo,
enamorar a un hombre a base de sexo podría sonar fácil, pero no lo es.
—No, no es imposible, te lo digo por experiencia propia —Por un
instante sus ojos se pierden, al parecer, recordando el pasado y una leve
sonrisa baila en sus labios.
—¿Es cierto que Sayidi liberó a una esclava? —Me aventuro a
preguntar, estoy siendo impertinente, sin embargo, que Marek esté teniendo
esta conversación conmigo es algo que no sucederá en otros diez años
seguramente.
—Sí, Nath. Su nombre era Marie, como el Burdel. Por eso te digo que
no es imposible y además pienso ayudarte, pero eso deberá quedar entre
nosotros —Toma mi mentón y me mira fijo, advirtiendo que es un secreto.
—¿Qué hará, Sayidi? —Ni siquiera me creo que me esté diciendo que
va ayudarme a enamorar a Ömar.
«A Ömar Al Qadar, un millonario muy poderoso»
—Ya lo verás, muy pronto. Necesito que estés preparada y
concentrada solo en él, que te propongas resistir a cualquier cosa que te
pida hacer y que lo complazcas de todas las formas posibles, eres una mujer
hermosa, la Cherry, no debe ser difícil para ti —Sus manos se posan en mis
hombros y los presionan un poco, ese gesto se me antoja cariñoso, aunque
en realidad no sé qué significa.
—¿Por qué hace esto Sayidi? ¿Por qué ahora? —Tengo diez años aquí,
él mismo me subastó a los doce, no entiendo por qué ahora quiere que sea
libre.
—Porque te quiero, mi Nath —musita bajo y acaricia mi barbilla una
vez más.
«¿Me quiere?»
—¿Y por qué no me ha liberado si Sayidi me quiere? —No necesito
enamorar a Ömar, si él me quiere, que me libere de una vez.
—No puedo, pero ahora con Ömar, podrías irte de aquí, no serías libre,
pero al menos solo le pertenecerías a un único hombre. Pero escucha bien
esto, no te enamores de él, es peligroso y te hará sufrir, solo tienes que
resistir.
«¿Peligroso Ömar? Es raro, pero no creo que sea peligroso»
—¿Sayidi, me está hablando en serio? Todo esto que me dice, ¿es
verdad? ¿Me ayudará a ser libre? —No termino por entenderlo, es tan
jodidamente extraño que esté sucediendo esto.
—Claro que si Nath, he esperado por este momento veintidós años,
por entregarte a alguien que te pueda proteger.
—¿Qué? Pero yo solo tengo diez años aquí. ¿Protegerme?
—Tu destino estuvo marcado desde que llegaste al mundo, tú naciste
aquí —La voz de Marek, suena tan apagada y triste.
—No, eso no es cierto, tengo algunos recuerdos, yo estuve en un
orfanato, llegué a este lugar a los doce, nunca antes lo había visto —Fuerzo
mi mente a recordar, no sé por qué todas mis memorias son tan vagas y
borrosas, pero estoy segura que nunca estuve en el burdel antes, hasta que
me trajeron a subastarme.
—Yo mismo te llevé allí, era el rincón más apartado del mundo y recé
porque nadie te encontrara, pero fue inútil, te encontraron, te trajeron a este
maldito infierno y lo único que he podido hacer es cuidarte para que no
sufras tanto.
—No, no es cierto, ¡tú me trajiste aquí! Tú rostro fue lo primero que vi
cuando desperté en este lugar. Tú me subastaste, yo tenía doce años y me
entregaste a ese viejo asqueroso —Mi respiración se acelera, recordar ese
día siempre es una putada y, aunque ya no me duele como antes, no puedo
dejar de sentir rabia por lo que sucedió esa noche.
—Sí, yo estuve ahí, como estuve todo el tiempo cuidando de ti, pero
yo no te traje, yo nunca quise que tú estuvieras en este lugar.
—¿Quién fue? ¿Quién me trajo aquí? Si es verdad que no fuiste tú,
entonces dime quién.
—No puedo decírtelo, no por ahora, pero si logras irte con Ömar,
podrás saber todo, esa es tu misión Nath, enamora al árabe, solo él puede
sacarte de aquí, nadie más, nadie podría protegerte. No hables con nadie de
esto, mucho menos con Alek. Mantén un perfil bajo, no busques problemas,
no te ganes un castigo y yo podré hacer mi parte.
Dicho esto, sale de la habitación y me deja sumida en una completa
confusión. Me acaba de decir que yo nací aquí, lo que solo puede significar
que mi madre era una esclava también.
¿Quién fue mi padre? ¿Un socio? ¿Por qué no me entregaron a él?
¿Quién me trajo a este lugar? ¿Quién me odia tanto como para querer
hacerme esto? ¿Por qué? ¿Y por qué Ömar es el único que podría
protegerme? ¿Protegerme de qué?
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 9
Cinnamon
Alek
 
—¿Qué quería mi padre contigo, Nath? —La sostengo del pelo, mis labios
pegados a su oreja la acarician, me preocupa lo que haya podido decirle o
preguntarse el uno al otro.
—Quería saber que tal van las cosas con Ömar, si lo estoy
complaciendo —musita. ¡Ömar, el jodido Ömar!, todo siempre tiene que
girar en torno a ese idiota. No quiero que mi padre intervenga en esto, ya
suficiente metió su cuchara con convencerlo de venir, con hacer que se
conocieran.
—¿Es todo? ¿Te dijo algo más? —Insisto, no me trago el cuento de
que estuvieron solo hablando de las atenciones que Nath ha tenido con él,
mi padre debe tener alguna intención guardada, por algo lo hizo venir a
conocer el burdel, a ella.
—Nada más Sayidi, solo quería asegurarse que esté haciendo un buen
trabajo —Decido por el momento creerle, ya me enteraré después si algo
me esconde, si mi padre hace algo inadecuado, yo mismo se lo diré a mi
madre.
—Tengo una tarea para ti, Cherry —Cambio de tema, eso la
desconcierta un poco, pero no voy a insistir en lo de mi padre, es claro que
no va a decirme.
—Lo que ordene, Sayidi.
—Tenemos una situación que debe ser arreglada esta misma noche, tú
te vas a encargar de hacerlo —ordeno, podría dejárselo a Grape, pero
necesito que lo haga alguien en quien tenga la seguridad que lo hará
correctamente.
—¿Qué debo hacer? —inquiere en voz baja, mirando al piso, contengo
mis impulsos de levantar su rostro y besarla, pero estoy molesto con ella, no
puedo besarla cuando estoy molesto, eso me restaría autoridad.
—Cinnamon, está embarazada —informo y la veo abrir los ojos
desmesuradamente aún con la cabeza baja—. Tienes que darle este
medicamento —Extraigo del bolsillo interno de mi chaqueta, el frasco con
tabletas de misoprostol que me envió Rutilus—. No me importa como lo
hagas ni cuánto tiempo te tome, pero esta noche debe quedar solucionado
—advierto, no dejaré pasar un día más, si no lo hice antes fue porque aún
no tenía el medicamento.
—¿Cómo debo dárselo? —pregunta tomándolo entre sus manos, lo
mira detenidamente leyendo lo que dice la etiqueta.
—Debe tomar una de estas y las otras van en la vagina, todas —aclaro
—, una cada hora —Rutilus fue muy específico, deben ser todas para que
surta efecto y rápido.
—¿En la vagina? ¿Debo introducírselas? —La veo hacer una mueca
de asco y debo poner todo mi empeño en no reírme. Sí, ella va a tener que
meter sus dedos en la vagina de Beatrice.
—¡Por supuesto, estúpida! —A veces, me pregunto si se cayó de la
cama siendo un bebé. Por lo general es muy lista, pero en ocasiones como
esta, hace preguntas tontas.
—Sayidi, ella no se va a dejar —alega. Tomo su cabello para levantar
su rostro, le doy una palmada suave, como una bofetada juguetona, pero es
una advertencia, no me gusta pegarle, mucho menos en el rostro, por eso no
lo hago con fuerza. Sin embargo, debo dejarle claro que es una orden.
—No me interesa como lo hagas, solo hazlo —siseo, vuelvo a acercar
mi cara a la suya, las malditas ganas de besarla y subirla al escritorio me
exasperan, me fastidian los días como hoy en los que siento que me vuelvo
loco de las ganas de cogerla.
—¿Puedo tener la ayuda de uno de los guardias? —Pienso en su
petición. Va a necesitar ayuda, sola no va a poder controlar a Beatrice, por
muy débil que esté de la prueba de elección, pero sigo con el problema del
informante dentro del burdel, alguien le pasa información a mi padre de lo
que sucede aquí, pero ahora he cerrado mis sospechosos a solo dos, Khan y
Anne, solo ellos sabían lo del embarazo.
—Khan, te ayudará a amarrarla si lo necesitas, pero a nada más, el
medicamento se lo darás tú sola —Estoy seguro que puedo confiar en él,
por lo tanto, de quién tengo que cuidarme es de Anne, de alguna manera
tendré que deshacerme de ella, ya pensaré en la forma. Mi padre, no se
quedará tan tranquilo cuando se entere.
—¿Por qué yo, Sayidi? —Quiere saber y es algo tan sencillo como que
las dos se odian. Por eso, nadie mejor que Nath, para hacerlo. No se va a
detener por mucho que la otra estúpida suplique, porque seguro lo hará, la
muy ilusa cree que la voy a dejar conservar el bebé.
—Porque te lo estoy ordenando Cherry, no me cuestiones si no quieres
ganarte un castigo —amenazo, eso le dejará claro que, sí no lo hace, pagará
las consecuencias. Y, en estos momentos, lo que menos quiero es castigarla,
ya está bastante maltratada, necesito es que se recupere para volver a
follarla—. Ahora lárgate, tengo que recibir a Shawn —Ese es otro asunto
que me tiene tenso, no sé si lo que le tengo será de su agrado, las chicas
quedaron muy dañadas físicamente en la prueba, el lado bueno es que son
dos con las que podrá divertirse.
Ella se va, dejando tras de sí su aroma a cereza, lo aspiro hasta que ya
no hay más en el ambiente. Mientras espero que llegue Ford, reviso los
preparativos de la cena que mi padre se ha empeñado en celebrar en honor
al cumpleaños de mi madre. Como tenemos dos esclavas menos, deberemos
incorporar a la base, a dos nuevas chicas que serán elegidas entre las que
están en la cloaca.
Miro las fotos de todas las que tengo, tratando de elegir a quienes
serían buenos cupcakes. Una en particular llama mi atención, me recuerda a
Nath, la otra que elijo es todo lo contrario, me gusta tener variedad.
Cierro la laptop y abro el cajón del escritorio para guardarla, me
percato que hace falta algo, busco en todos los cajones preocupado de
haberlas perdido, solo hay una más y la tiene mamá. Busco y busco sin
encontrarlas, no recuerdo ni siquiera haberlas sacado de la oficina, reviso
todos los espacios visibles y los no visibles sin hallarlas. Estoy comenzando
a estresarme cuando Khan, me anuncia la llegada de Shawn, lo dejo estar
por el momento y salgo a atender a uno de mis clientes más peculiares y de
los que mejores ingresos proporciona al burdel.
Trato de no pensar en que las he perdido, quizás alguno de los
guardias las haya tomado, una esclava no pudo ser, no tienen acceso a la
oficina si no estoy yo. «Anne» pienso, solo ella tendría una razón para
tomarlas, desde hace tiempo ha venido haciendo preguntas, otra razón para
no quererla más aquí conmigo, o quizás fue mi padre, estaba solo en la
oficina cuando regresamos de la caverna, pero creo que me lo habría dicho.
¿Se habrá llevado algo? Mientras atiendo a Ford, el mensaje de la última
carta que leí se reproduce en mi mente, las he leído tantas veces que ya casi
me las sé.
 
Mi querido amigo:
Sé que pensarás que mi insistencia no tiene límites y sí, tal vez no lo
tenga, pero es que no cesaré en mi búsqueda hasta encontrarla, sabes lo
que significa para mí y mi familia. Familia que también es tuya por
supuesto, porque eres mi hermano.
Ayer, platicaba con el recuerdo de mi amada Nimre, viendo la
fotografía de nuestra boda. En ella, también aparecen Kala y tú, su
matrimonio estaba cerca, a pesar de haberse conocido hace poco, lo de
ustedes fue amor a primera vista. Y eso, me llevó a recordar el día que la
conociste, te la presenté en una pequeña reunión que mi padre hizo para
celebrar el tercer aniversario de la empresa y su inminente expansión.
Nunca olvidaré ese día, porque tu rostro deslumbrado por ella lo
atesoraré siempre, se supone que era yo el que siempre estaba eufórico,
pero ese día, tú me sobrepasaste por mucho. Querías saber todo de ella,
querías acercarte y hablarle, pero la severidad en la mirada del viejo Akim,
no te lo permitía. Me mandaste a mí con cientos de recados para Kala, ella
y yo teníamos una corta amistad de un par de años, además estaba
comprometido con Nimre, su amiga, entonces no había problema si me
acercaba a las chicas discretamente y le hacía llegar tus palabras.
Ella también se emocionó al saber que tenía un admirador, no dejaba
de ver en tu dirección y yo podía notar en tu rostro las ganas de acercarte,
por lo que las invité a dar un recorrido por los jardines de la nueva casa.
Me las apañé para dejarte solo con ella unos momentos, sería un tiempo
corto y debías aprovecharlo y vaya si lo hiciste. Cuando noté que Akim,
buscaba a su hija, corrí a avisarles que se habían percatado de nuestra
ausencia.
Casi mueres ese día, pero al menos lo habrías hecho feliz porque te
atreviste a robarle un beso a Kala Nassar, y toda la ciudad sabía lo que su
padre la cuidaba y celaba. Mi padre, tuvo que intervenir para que no
terminaras en una bolsa negra dentro de un contenedor de basura o en una
fosa clandestina en el jardín de nuestra casona, le aseguró a Akim, que
eras un joven decente y que tus intenciones con su hija eran las mejores.
Recuerdo también, las duras pruebas que tuviste que pasar para que
el hombre te permitiera cortejar a su hija. Ahí nuestros caminos
comenzaron a separarse, pero eso era algo normal, yo me casaría pronto
con Nimre, y tú ahora eras prácticamente miembro de la familia Nassar. Te
metiste de lleno en el negocio de su familia. En ese entonces, yo no estaba
consciente de qué se trataba y tampoco es que me interesara, vivía en mi
propia burbuja de felicidad.
Poco a poco ascendiste, hasta llegar a ser la mano derecha de Akim, y
cuando me anunciaste que te casarías con Kala, lo celebramos como dos
niños felices por recibir un maravilloso regalo. Y de nuevo, mi recuerdo me
lleva al día de mi matrimonio, cuando brindamos los cuatro por nuestro
futuro y prometimos que, aunque ahora debíamos tomar rumbos separados,
seguiríamos siendo hermanos.
Seguimos siéndolo Marek. Los hermanos, aunque peleen, se perdonan.
Hermano mío, escucha mi súplica por favor, la de ésta que también es tu
familia, y dime dónde está.
Con mucho cariño. A.
 
Nath
 
Recorro todo el burdel buscando a Khan, el guardia siempre parece
estar detrás de mí para joderme la existencia, pero ahora no puedo
encontrarlo. Casi anochece cuando por fin lo localizo y justamente en
compañía de Cinna, que parece asustada y llorosa. Me acerco en silencio y
despacio a ellos. Con señas, le indico a Khan que me siga, el guardia lo
hace, debe suponer que se trata de algún mensaje de Alek.
—Necesito que lleves a Cinna, a mi habitación, y me ayudas a
amarrarla —susurro lo más bajo que puedo, hay muchas esclavas en este
momento a nuestro alrededor.
—¿Qué vas hacer, Cherry? —pregunta frunciendo el ceño.
—Es una orden de Alek, ¿Quieres que venga él y te lo diga
personalmente? —replico con sarcasmo, a Sayidi no lo desobedece nadie,
ni los guardias.
—No es necesario, solo dime qué no la lastimarás más de la cuenta —
Mi expresión de curiosidad no le debe ser inadvertida. Él sabe lo del
embarazo de Cinna.
‹‹¿Eres el papá, Khan? Estarás tan jodido si se entera Alek››
—Solo haré lo que me ordenaron —siseo, me molesta que quiera
disuadirme de hacerlo, cuando sabe que no tengo otra opción.
—Bien, yo la llevo, solo déjame buscar unas cuerdas, espéranos en tu
habitación.
—No tardes, o tendré que ir a pedirle ayuda a Alek —advierto, en
dado caso que esté buscando hacer tiempo.
Regreso a la mazmorra acompañada de Torek. El nuevo guardia es
joven, alto, bronceado, con cabello castaño claro, es una mole de músculos
con actitud de perdona vidas, que algunas lo consideran atractivo, yo no, a
mí me parece tan repulsivo como los otros, quizás sea porque es un guardia
y los odio a todos. Lleva en este lugar apenas una semana y hasta ahorita no
he cruzado palabras con él, no le había tocado llevarme a la mazmorra, ya
que aún estaba en entrenamiento con Khan.
—Cherry, ¿Cierto? —No lo miro, solo asiento con la cabeza—. No me
hablas ¿Te doy miedo acaso? —Pongo los ojos en blanco y aprieto los
labios.
«¿Será un requisito ser un total descerebrado para ser guardia en este
lugar?»
—¡Mírame! —ordena y toma mi brazo para girarme bruscamente
hacia él—. Escuché que eres la mejor y me dan ganas de comprobarlo —Tal
vez sea porque el tipo es nuevo o, porque la plática con Marek me dio un
poco de esperanza de salir de aquí o, probablemente me volví loca, pero
algo en mi interior me hace rebelarme a Torek.
—¡Ni se te ocurra tocarme!, hay hombres que pagan miles por tenerme
¿Crees que Alek permitirá que un simple guardia goce de ese privilegio? —
Por un instante refleja un ligero temor ante mis palabras, pero
inmediatamente se recompone y una sonrisa torcida aparece en sus labios.
—Eres una simple esclava, nadie va a creerte.
—Ponme a prueba y verás lo que esta simple esclava es capaz de hacer
—Lo desafío con la mirada. Torek, me suelta y me empuja para que siga
caminando.
—Te voy a coger un día y te gustará tanto que suplicarás por más —
alardea y me río con demasiada ironía.
—Sí, claro. ¡Como no tengo suficiente sexo en un día!
Me deja en la puerta de la mazmorra y regresa a la casa principal sin
volverme a hablar. Se debe haber ofendido porque dudé de sus dotes de
macho vergudo y follador, sinceramente me tiene sin cuidado, con que se
mantenga alejado de mi es suficiente. En mi habitación, me siento a esperar
que Khan, venga con Cinna. Mientras espero, pienso en lo que Marek me
confesó. ¿Enamorar a Ömar? ¿Podré hacerlo? Imaginarme libre del burdel
me emociona, pero la idea de irme con el árabe, es lo que revoluciona mi
interior.
«Ömar Al Qadar, mi dueño. Me agrada la idea»
Imagino ese cuerpo perfecto lleno de tatuajes, los labios gruesos, sus
manos grandes tocando mi cuerpo, diciéndome damiya al oído, y un jadeo
sale de mis labios, tan solo pensar en él me calienta. Sí, Ömar me excita, me
atrae, me gusta mucho y ya no lo puedo negar, menos ahora que la emoción
por la idea de irme con él me embarga.
Cierro los ojos y sueño en cómo sería follar con él, seguramente
genial, si lo mido por la intensidad de su mirada o por su forma tan
despiadada de azotar, debe ser una puta delicia en la cama, quizás sea mejor
que Alek, y eso que Sayidi es muy bueno, tanto que, es el único que me
hace tener orgasmos.
Marek, dice que volverá hacerme daño, puedo soportarlo, sé que
puedo, aunque me molesta que me haya mentido, eso era de esperarse. ¿De
qué otra forma puede hacerme llorar? No lo imagino haciéndome cosquillas
hasta las lágrimas, ni tampoco haciéndome tan inmensamente feliz, que
llore.
De placer lo dudo, ni siquiera quiere tocarme sin lágrimas, así que eso
no es factible. ¿Entonces? ¿Debería ayudarlo a lograr su objetivo?
¿Facilitarle las cosas para que se excite lo suficiente y me folle de una vez?,
podría probar sus labios, su primer beso sería mío y yo me encargaría que
quisiera más.
Quizás, si lo complazco como ninguna otra mujer antes, se obsesione
conmigo. Como Max, entre el amor y la obsesión no debe haber mucha
diferencia, así que cualquiera de las dos es ganancia porque me sacaría de
aquí.
Khan, entra con Cinna a mi habitación, regresándome de golpe a la
realidad. Ella nos observa con recelo y enojo. Khan, la empuja sobre mi
cama y la cubre con su cuerpo sometiéndola. Cinna, se agita y golpea al
guardia, pero él es hábil y logra inmovilizarla.
—¡Átala, Cherry! —ordena el hombre y yo obedezco. Amarro las
muñecas de Cinnamon, a cada uno de los postes de la cama, después sus
tobillos. Ella intenta resistirse, pero está lesionada por la prueba.
—¿Qué hacen? ¡Suéltenme! —grita mientras la sujeta Khan—. ¿Qué
van hacerme?
—Son órdenes de Alek, Beatrice —Khan, le habla bajito y en un tono
como de disculpa, ella lo mira suplicante.
¡Oh! El nombre de Cinna, es Beatrice. Lo había escuchado alguna vez
de los labios de Alek, pero no sabía que se refería a ella y menos porque
dijo «la estúpida de Beatrice». Si ella supiera como se expresa su amorcito
cuando no está. Ellos se miran en silencio. ¿Qué pasa entre esos dos?
¿Acaso están enamorados? Esa idea me revuelve el estómago. Pensar en un
Khan, enamorado es repugnante. Pero ¿Ella? Creía que estaba enamorada
de Alek.
—Khan, por favor… —Los ojos de Cinna, se llenan de lágrimas.
«¡Oh mierda! El infierno me libre de un día enamorarme»
—Lo siento, no puedo hacer nada —Él se levanta y sale de mi
habitación dejándonos solas.
—¡Suéltame, Nath! —ordena con rabia.
«¿Es qué no ve que no está en posición de mandar?»
—Son órdenes de Alek, a mí me importas una mierda Cinna, pero no
voy a ganarme un castigo por ayudarte —aclaro—, no es nada personal,
aunque no lo creas.
—Por favor Nath, no lo hagas —suplica y las lágrimas resbalan por
sus sienes.
Es ahora cuando descubro que soy definitivamente una perra
insensible, ver llorar a Cinna, frente a mí, solo me hace sentir satisfacción,
ni siquiera percibo una pizca de remordimiento por lo que va a suceder. De
hecho, creo que es lo mejor, una criatura en este lugar, eso sería una
aberración. Incluso, diría que le voy hacer un favor, su cría terminaría igual
que yo sí fuera una niña, y si fuera niño… Pero, ¿qué pienso? Alek, nunca
le permitiría quedárselo, si no lo hago yo, lo hará alguien más.
—¡Abre la boca! —Saco una de las pastillas e intento metérsela a la
boca, ella zarandea la cabeza en todas direcciones.
Como veo que no me va a poner las cosas sencillas, opto por usar la
fuerza, después de todo Alek, dijo que no le importaba como lo hacía.
Coloco la rodilla en uno de sus cachetes y la inmovilizo, aprieta los labios,
pero la fuerza que ejerzo sobre su rostro la hace proferir un quejido y
aprovecho para introducir la pastilla.
Tapo su boca y nariz obligándola a tragarla. Para asegurarme que lo ha
hecho, la mantengo así, hasta que noto que comienza a perder el
conocimiento por la falta de aire. Abro su boca y reviso que se haya pasado
la tableta.
Ahora la siguiente. Saco otra pastilla del frasco, me coloco entre sus
piernas y se las separo con las mías. Ella, continúa medio atontada por el
intento de asfixia que me hubiera encantado finalizar, pero eso solo me
traería problemas. Exhalo el aire, hago a un lado su ropa interior viendo lo
bien depilada que está, introduzco la tableta en su vagina, con mi dedo
medio la empujo lo más al fondo que puedo llegar.
«Qué asco, mi dedo está en la vagina de esta tipa»
Bien, ya solo quedan cuatro más dentro del frasco. Voy a las duchas y
me lavo las manos a conciencia, necesito quitarme la sensación asquerosa
de humedad y calor del sexo de esa mujer. Busco a Khan, lo encuentro en el
comedor con la mirada perdida, seguramente sufriendo por su pequeño
engendro, al que nunca va a conocer, pero lo merece por imbécil, estamos
en un burdel y ella es una esclava. ¿Qué esperaba? ¿Qué Alek la liberara y
así formar su familia feliz?
«¡Qué idiota!»
—Necesito que me informes cada hora que pasa —digo con firmeza,
él levanta los ojos a mí y asiente con una cabezada seca.
—¿Cómo está ella? —Me encojo de hombros con indiferencia.
—Amarrada.
—No seas estúpida, Cherry —sisea el guardia.
—Pues, no preguntes estupideces —rebato con un giro de ojos.
«No tientes a tu suerte, Nath»
—No vuelvas a hablarme así —Se pone de pie y me encara.
—No me amenaces Khan, o quizás podría soltárseme la lengua y
decirle a Alek, que estás enamorado de Cinna —Sí, definitivamente ya me
volví loca, porque enfrentar a dos guardias en un día es demencia.
—Él no te creería —rumia entrecerrando los ojos, como si no me
creyera capaz de decirle.
—¿Hacemos la prueba? —Me mira con odio y se da la vuelta para
salir de la mazmorra—. Cada hora Khan, o tendré que informarle a Alek,
que te negaste a obedecer su orden.
—Lo haré —ladra antes de abandonar el lugar.
Cada hora, el guardia regresa a marcar el tiempo, y yo introduzco una
tableta más en la vagina de ella, mis manos nunca habían estado tan limpias
antes. Con Cinna, en mi cama, debo permanecer sentada en la silla de mi
habitación, estoy cansada y me duele el culo, lo que me tiene de mal humor.
Ella no ha dejado de llorar en toda la noche. ¿Quién lo diría? Yo
haciendo llorar a Cina, ella sin poder defenderse, ahora empiezo a creer que
el karma existe. Khan, entra una última vez en mi habitación, es de
madrugada y solo queda una pastilla. Me acerco a ella para finalizar mi
tarea, ya solo quedará esperar que suceda lo que tiene que suceder.
—Me voy a vengar, Nath —murmura ella entre sollozos.
—¿Ah sí? No me lo digas —No puedo evitar burlarme.
—Algún día te voy hacer pagar por esto, te lo juro.
—¿Y te vengarás también de Alek? Porque él me ordenó hacerlo —
Ella arruga el rostro y vuelve a llorar.
—Pudiste negarte.
—No seas imbécil Cinna, no iré a la caverna por negarme a una orden
de Alek. Tú también lo harías, sobre todo si se tratara de mí. Esto te pasa
por estúpida, por dejarte embarazar por un guardia.
—No fue de un guardia idiota.
«¡Ah! ¿Khan, no es el papá? Entonces, ¿por qué su cara de
sufrimiento?»
—Peor aún si fue de un cliente, rompiste una regla, ¡Uy ya verás el
castigo que te espera! —me burlo.
—Tampoco fue un cliente, no me creas tan estúpida como tú.
«Un momento. No fue un guardia, tampoco un cliente, entonces…»
—¿Alek? —pregunto incrédula.
Ella se queda en silencio y yo rompo a reír. ¿Es en serio? ¿Qué
pensaba Cinna, que quedándose embarazada de Alek, iba a conseguir la
libertad? ¡Eso sí que es ser estúpida! Pero no la culpo, todas aquí hacen su
propia lucha por salir del burdel, ninguna lo ha conseguido, pero bueno, no
se les puede dejar de reconocer que lo intentan.
En las siguientes horas Cinna, comienza a retorcerse en la cama, grita,
llora y maldice, por lo que veo debe sentir dolor, su rostro desencajado me
lo indica. También vomita, está poniendo mi cama hecha un asco, me exige
llevarla al baño, pienso que ya puedo soltarla, no creo que haya forma de
revertir el efecto. En el baño todo es asqueroso, vómitos, heces y por último
sangre.
¡Al fin puedo descansar!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 10
Cupcakes
La visita de Marek, en el burdel, causó un enorme revuelo. Los rumores que
liberará otra esclava, se han esparcido como el polvo, así como también las
habladurías que, entre y él y yo hay algo. Las demás chicas me miran con
odio, es algo a lo que ya estoy acostumbrada y procuro ignorarlas, pero las
agresiones se hacen con los días más fuertes.
Ya no solo se conforman con empujarme al paso, o meterse a mi
habitación a romper mis cosas, me acosan y agreden en las duchas,
murmuran amenazas en mi oído. No les tengo miedo, pero es difícil
mantener un perfil bajo como me indicó Marek, teniendo a esta bola de
estúpidas sobre mí a todo momento.
Aprovecho mis días de descanso para darme una vuelta por la
enfermería. Grape, es la que se encarga de depilarnos por completo y
aunque no tengo casi vello púbico me gusta estar completamente lisa todo
el tiempo, además es otra de las reglas.
El doctor Rutilus, viene a hacernos los exámenes de rutina. Pese a que
es obligatorio usar preservativo con los clientes, no falta la estúpida, como
Cinna, que hace la pendejada de olvidarlo, así que el médico viene a
tomarnos muestras de sangre cada tres meses para asegurarse que todas
estamos sanas y que ninguna está embarazada. También revisa nuestros
dientes y me complace decir que en medio de toda la inmundicia que me
rodea nunca he tenido caries.
Al término de mi descanso, a pesar que aún no han cicatrizado por
completo las heridas, me preparo para tener un día más en mi vida de
esclava sexual. Empiezo mi día con Domm, uso mi camisón rojo nuevo, él
aún no lo ha visto y hoy me siento de humor para impresionar a mis
clientes.
¿Por qué tengo buen humor? Pues tener a Domm, Max y Ömar, el
mismo día significa que, seguramente, alguno me dará un obsequio y
después de haber tenido que cuidar a Cinnamon, durante los tres últimos
días, merezco un premio, o tres, por ser tan buena samaritana.
La sesión de sexo con Domm, es la de rutina, verifica que esté
perfectamente limpia, disfruta con el olor a cereza de mi perfume lamiendo
mi cuello, la orina y los poco minutos de penetración, durante todo el
tiempo que estoy con él pienso en Ömar. ¿Qué tendrá hoy preparado para
mí el árabe? Espero que sean más masajes con sus deliciosas manos,
pensándolo bien, sí podría hacerme llorar de felicidad así.
—¿Tú sabes por qué motivo es la cena de mañana, Cherry? —
pregunta Domm recostado a mi lado en la cama.
—¿Cena? ¿Cuál cena? —parpadeo repetidas veces confundida.
—Alek, envío invitaciones por correo electrónico, para una cena de
gala mañana, aquí —informa y yo abro la boca en una “O” grande.
—No sabía nada, Domm —admito, es raro porque Alek me toma en
cuenta por lo general, soy la cereza y en todo tengo que ver—. Supongo que
solo será para los miembros.
—No lo creo, en el programa hay subastas.
—¿Subastas? No puede ser, no hay cupcakes desde hace meses —
Tengo entendido que, entre lo que hay en la cloaca, ninguna de las chicas es
lo suficiente para una subasta, a menos que, hayan llegado nuevas y no lo
sepamos aún.
—Quizás es una sorpresa de Alek. De todas formas, no me interesan
mucho las subastas, posiblemente no asista.
—Domm, no seas aburrido —Palmeo su pecho, juguetona—. Será
divertido, hace tiempo que no hay una noche de gala en el burdel.
—Sí, es cierto. Todavía recuerdo la gala en la que te conocí.
—Yo también —Sería imposible olvidarlo, fue la primera vez que
alguien me orinó el rostro.
Domm, no era un cliente de Saint Marie. Esa noche, hace dos años,
fue invitado por Marek a conocerlo. Antes, se hacían galas bastante
seguido, era la forma del viejo Sayidi para atraer nuevos socios. Cena,
música, baile, chicas hermosas y complacientes con poca ropa.
¿Qué más podía ofrecer un buen anfitrión?
Por supuesto, subastas de cupcakes, o cortesías para los aspirantes a
socios, para que probaran un poco de lo que Saint Marie tenía para
deleitarlos. Sin embargo, una vez que se retiró Marek, las galas han sido
contadas.
—Tengo algo para ti —dice de pronto y me emociono, era justo lo que
estaba esperando.
—¿Chocolate? —pregunto y sonríe entregándome una cajita con tres
pequeños chocolates blancos.
—¡Sí, divina!, chocolate con cereza, para la deliciosa Cherry.
—Gracias, Domm —La tomo feliz y le doy un beso de los míos, de
esos que quitan el aliento—. Espero verte en la gala, ya sabes que estoy
aquí para satisfacer tus fantasías.
—¡Solo por ti Cherry, divina! Solo por tener el gusto de bailar contigo
una vez más —Sonrío coqueta y le doy un pico antes de devorar el primer
chocolate.
Por la tarde Max, también tiene un regalo para mí, casi me siento
como cuando era niña y estaba en el orfanato esperando los regalos de
Navidad. Al parecer la vida empieza a sonreírme, dos regalos en un día,
además la promesa de Marek de ayudarme con Ömar, e incluso la cena de
gala me entusiasma. Aunque Alek, no nos ha anunciado nada oficial, yo,
como la cereza, seguramente seré requerida.
—¿Vendrás mañana a la cena, Maxi? —Jugueteo con la delgada
pulsera de plata para tobillo que me dio.
—No, mi amor —niega, sus manos acarician mi tobillo—, mañana
salgo de viaje, tengo reuniones muy importantes la próxima semana,
negocios que, si resultan como quiero, podré tener la posibilidad de
comprarte.
—¡Oh! —No se me ocurre nada más que decir. Desde que Marek me
habló de sus planes para que Ömar me compre, no había pensado en la
posibilidad que otro lo hiciera. Sinceramente, no me interesa que otro lo
haga.
—¿No te emociona, Nath? —Gira en la cama para quedar casi sobre
mí, sus ojos verdosos me examinan.
—Si… claro —carraspeo—, es solo que me tomó por sorpresa Ömar,
pero claro que quiero que me compres.
—¿Ömar? ¿Me dijiste Ömar? —Veo su rostro teñirse de rojo y niego
con la cabeza.
«¿Le dije Ömar?»
Max, se hinca en la cama y pone una mano sobre mi cuello
presionando fuerte contra el colchón, su feo rostro se deforma más con el
enojo. Trato de liberarme de su agarre, sin embargo, no lo consigo.
—Su-él… —balbuceo, tiro de sus dedos que se aferran a mi cuello.
—Estás planeando que otro te compre ¿Cierto? —Niego como puedo
con la cabeza.
—¿Ese Ömar, es de casualidad el petrolero árabe? —Mi visión
comienza a ser borrosa, intento jalar aire, pero es imposible—. Jamás te va
a comprar, ese tipo no te va amar como yo —Trato de empujarlo con las
manos y golpeo su pecho, no obstante, su agarre es excesivamente fuerte—.
Tú vas a ser mía, Nath. Si no eres mía, no eres de nadie ¿Entendiste? —La
oscuridad empieza a cernirse sobre mí, siento el cuerpo flojo.
Al fin me suelta, jalo aire desesperada y recupero la sensación de mi
cuerpo, toso y tallo mi cuello, me duele hasta para pasar saliva. Me siento
en la cama y evito mirarlo, es un imbécil demente. Me pongo de pie para ir
al baño, pero me jala de la mano y vuelve a tirarme en la cama.
—Lo siento, Nath —Se disculpa, llena mis manos de besos y va
subiendo por mi brazo.
No respondo. Quisiera golpearlo y gritarle que lo odio, pero si lo hago
Alek se enteraría y es capaz de mandarme a azotar hasta arrancarme la piel.
Tampoco puedo salir de la habitación, todavía quedan algunos minutos para
que suene el timbre. Así que, solo me quedo sentada evitando su mirada.
—Perdóname mi amor, por favor —suplica buscando mis labios—. No
sé qué me pasó, me llamaste por otro nombre, me carcomieron los celos—.
Él me besa. No respondo a su beso, aunque no puedo negarme, por lo que
simplemente lo dejo asaltar mi boca y tocarme durante varios minutos—.
No volverá a suceder, te lo prometo —El timbre por fin suena y me levanto
para salir—. Te veo en una semana, mi amor —dice con ilusión, me visto
en un santiamén y camino a la puerta.
—Claro, estoy aquí para satisfacer tus fantasías —contesto con
esfuerzo y sin verlo a la cara.
 

kl
 
—¿Qué te sucedió, Cherry? —Alek revisa mi cuello.
—Max —respondo simplemente, me duele mucho la garganta y no
puedo hablar bien.
—No sabía que Max, tuviera ese fetiche.
«No lo tiene, fue una estúpida reacción de celos»
—Sayidi, me duele —me quejo y él puede notarlo, ni siquiera puedo
hablar bien.
—Puedes descansar por hoy, otra atenderá a tus clientes, pero a Ömar,
lo ves tú. No me importa si te duele, a él no puedes dejar de atenderlo —
Asiento con la cabeza, tampoco dejaría que otra esclava atendiera a mi
árabe, mi futuro dueño—. Vamos a la sala de descanso, tengo un anuncio
que hacer y después te puedes ir a tu habitación.
Alek, nos explica en qué consiste la cena de gala de la próxima noche.
El motivo es el cumpleaños de su madre, Kala Nassar. A esa vieja amargada
solo la he visto una vez, y con esa ocasión bastó para saber que era una
arpía estirada e insoportable. Habrá dos subastas en la noche, lo cual
sorprende a todas, hubo ascensos de estatus de la cloaca a la base, a esas
chicas se les conoce como cupcakes y por lo general son jóvenes y vírgenes.
Los ascensos, generan envidias y rencillas entre las demás esclavas.
Siempre que hay chicas nuevas, se convierten en el foco de atención de los
clientes. A mí no me preocupa, para que una de ellas llegue a mi nivel,
deben pasar por varios estatus, pero a las demás sí, porque se roban los
clientes y más, si son bonitas.
Los status en el burdel, se describen como las partes de un pastel. El
más bajo, es la base, en ese nivel hay aproximadamente unas veinte
esclavas. Después sigue el bizcocho, con aproximadamente quince chicas.
El tercer estatus es buttercream, cuenta con diez mujeres, el cuarto es
frosting, con solo cinco, es el status de Cinna, y por último está la cereza
del pastel, que por supuesto, soy yo. En la cloaca, nunca se sabe con certeza
cuántas esclavas hay, algunas mueren por las condiciones infrahumanas de
ese sitio, la última vez que lo pisé había unas veinticinco.
Alek, anuncia a las esclavas que estarán presentes en la cena, solo
serán diez. Como era de esperarse, mi nombre encabeza la lista. Después,
las cuatro chicas del siguiente nivel, Cinna no estará, aún sigue con
sangrados por su pequeño accidente. Las otras cinco son elegidas por sorteo
y para finalizar, presenta los dos ascensos otorgándoles sus nuevos
nombres.
Una joven mujer nerviosa y asustada aparece en la estancia, junto con
Marek. Me recuerda un poco a mí a su edad. Es de piel blanca, rubia y con
ojos grises, es realmente bonita. Quizás ella se convierta, más adelante, en
una amenaza para mí, pero en mis planes está irme de aquí con Ömar, antes
que eso pase. La nueva, es bautizada como Sugar.
Khan, trae a rastras a una pequeña chica, su piel es oscura y brilla
naturalmente, a pesar de ser muy joven su silueta es espectacular, las
piernas y el trasero de la mujer causan miradas de odio, alguien más se lleva
esas miradas a parte de mí, eso es liberador. Ella es nombrada Brownie.
Ambas son cupcakes y serán subastadas en la cena. Sé, el terror que deben
estar sintiendo, el mismo que yo sentí y aunque ellas tienen más edad que la
que yo tenía, no dejan de ser jovencitas.
Marek, da la orden de retirarse a las esclavas que no serán requeridas
en la cena, solo nos quedamos las diez elegidas. Alek, nos entrega
vestuarios nuevos, son en verdad bonitos, solo vestí prendas así de finas el
día de mi subasta. Cada una llevará un color distinto, a mí me toca el rojo
porque obvio, soy la Cherry. El atuendo consiste en un corsé rígido con
muchas varillas, se anuda a la espalda con una larga correa, un diminuto
short de satín negro, ese es igual para todas, panti medias de red negras y
zapatillas cerradas del color de la parte superior.
—Hermosa, Nath —Marek, me toma de las manos—. Dales hospedaje
durante esta noche a las chicas en tu habitación, aún no tienen asignadas las
suyas y no queremos que sean agredidas antes de la subasta —pide
amablemente y presiona mis manos con afecto.
—Lo que ordene, Sayidi —respondo sumisa y aguantando el dolor de
mi garganta.
Tener a dos esclavas en mi recámara no me entusiasma nada, pero
Marek me pidió mantener un perfil bajo y no me queda otra que aceptar. De
igual manera, si me niego, terminaría en la caverna y ellas en mi habitación
de todas formas. Así que, mejor accedo de buena gana, demostrándole al
viejo Sayid que soy una esclava obediente y que debe premiarme
ayudándome.
—Excelente. Khan, llevará una colchoneta para ellas —Gira y ahora
se dirige a las nuevas—. Vayan con Cherry, ella les explicará en qué
consistirá su gran estreno.
Y para colmo, debo orientarlas acerca de lo que sucederá. Bueno,
serán entregadas al hombre que pague más por ellas para que les arranquen
la inocencia de la forma más asquerosa y grotesca, eso es lo que sucederá.
Camino hacia la salida con las chicas pisándome los talones. Una vez más,
Torek, me guía a la mazmorra, observa con lujuria a las mujeres que me
acompañan y las toca sin miramientos. Ellas, tiemblan aterradas.
—Atrévete, Torek —lo reto—. Son cupcakes. Alek, te sacará las
tripas.
El guardia las suelta de inmediato, ya debe estar al tanto de lo que
significa eso. Llegamos a mi habitación, después de estar en la cloaca por
no sé cuánto tiempo, este lugar debe parecerles genial, para mí no, las tres
en el reducido espacio es fastidioso. Khan, trae una pequeña colchoneta que
coloca a un lado de mi cama y ellas se acuestan abrazadas. Durante un rato
permanecemos en silencio, yo tengo mucho dolor y no quiero hablar, ellas
supongo están en shock aún, asimilando que les ha llegado la hora.
Anne, me avisa que se acerca la hora de atender al árabe. Tomo una
ducha rápida asegurándome de lavar bien todo mi cuerpo, quizás estoy de
suerte y consigo seducirlo. El corazón me late un poco más rápido mientras
peino mi cabello, quiero verme bonita, especialmente bonita para él, me
coloco maquillaje, esta vez uso un poco más del que normalmente uso,
resalto mis ojos. Una vez que estoy satisfecha con el resultado, me pongo
de pie para ir al encuentro con mi árabe. Antes de salir, les doy un vistazo a
mis inquilinas.
—¡No se les ocurra tocar mis cosas! —les advierto—. Si no quieren
dormir en las duchas y expuestas a los guardias —Ellas niegan aterrorizadas
y se abrazan más fuerte.
En realidad, no puedo mandarlas a las duchas a dormir, pero eso ellas
no lo saben, solo es una forma de asegurarme que no serán unas chismosas
que revisen mis pertenencias. Además, debo marcar la jerarquía de una vez.
Yo, soy la Cherry, y ellas ni siquiera están en la base aún. Regreso a la casa
principal emocionada, entro en la habitación doce, la misma de la vez
anterior, de nuestro primer encuentro y aguardo por mi árabe.
¡Mi futuro dueño!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 11
Déjame intentarlo
En esta ocasión no me hago la interesante, quiero demostrarle al árabe que
mi intención es complacerlo de todas las formas que me sean posibles, por
lo que, cuando entra a la habitación, me pongo de pie inmediatamente y le
dedico una sonrisa seductora. Me mira fijamente, no a mis ojos, ni tampoco
a mi escote provocador, observa un punto intermedio entre estos y me
imagino que es lo que está viendo. Ömar, recorre con sus dedos mi cuello,
tengo marcados los de Max, con enormes moretones. Su expresión es
insondable, aunque parece molesto.
—¿Qué te sucedió? —Su voz ronca me encanta y más ahora que habla
un poco enojado, pensar que tengo la posibilidad de escucharla, por el resto
de mis días, es una gran motivación.
—Un cliente, ya sabes —Me esfuerzo por hablar lo mejor posible, con
él no quiero mostrarme débil.
—Tenía planeado algo para hoy, pero así no podré llevarlo a cabo,
estás lastimada —Noto la chispa de fastidio y decepción en su mirada.
—No te preocupes, sabes que puedo aguantarlo —Sonríe de lado y yo
no puedo evitar sonreír también.
—Ya sé que eres una chica dura, pero mi intención es hacerte llorar, no
lastimarte más de la cuenta.
«Según Marek, vas hacerme mucho daño»
—¿No quieres lastimarme? —ironizo. Después de darme cientos de
azotes, me dice que no quiere lastimarme y aún se empeña en obtener mis
lágrimas.
—Yo, no.
—Entonces. ¿Cómo vas hacerme llorar? —Cruzo mis brazos al frente,
esa acción hace que mis senos se levanten y sobresalgan ligeramente de mi
escote. Baja la vista un instante y luego la regresa a mis ojos. Me divierte
provocarlo.
—Por obvias razones no puedo decírtelo, te pondría sobre aviso. Pero
hoy no sucederá, esperaré a que te recuperes —Sigue pareciendo molesto,
como si esto cambiara sus planes o hubiese perdido una gran oportunidad.
—Como gustes, árabe ¿Qué hacemos entonces? —Llevo mis manos a
la solapa de su traje, lo aliso, aunque está perfectamente planchado, solo
quiero un pretexto para tocarlo.
—Matar el tiempo —Se encoge de hombros con las manos dentro de
los bolsillos—. Yo te di un masaje la última vez, puedes devolverme el
favor.
«Te hago los favores que quieras»
—Por supuesto, estoy aquí para satisfacer tus fantasías —Le guiño un
ojo y él me mira con recelo.
—Ya sabes lo que quiero y te rehúsas a dármelo, así que no digas que
estás aquí para satisfacerme —rebate, me agrada que siempre tiene algo
para decir, no se queda callado.
—Estoy permitiendo que lo intentes, eso cuenta ¿No?
—Supongo —admite no muy convencido.
Ömar, comienza a soltar los botones del traje, pero le retiro las manos
y continúo con la labor bajo su atenta mirada. Si va a ser mi dueño, esta
tarea será diaria y debo empezar a ganarme el corazón de este hombre si
quiero lograr mi objetivo.
Las manos me tiemblan un poco mientras termino de zafar los botones
de los ojales, esto es totalmente ridículo, jamás me he puesto nerviosa al
desvestir a un hombre. Retiro el saco y lo pongo en el perchero, tal como él
lo hace.
Continúo con los botones de la camisa, los desabrocho
deliberadamente lento, vamos a ver qué tanto puede mantener ese
semblante helado, sigo con las de los puños de las mangas.
Deslizo las manos por su pecho firme, desplazando la camisa negra
por sus hombros. De cerca, puedo apreciar mejor sus tatuajes, muchas
palabras en lo que supongo es árabe, algunas cuantas en alemán y otros
idiomas, quizás después le pregunte que dicen.
Me muevo detrás de él para sacar la camisa por sus brazos. Admiro
boquiabierta su espalda, la calavera que había apreciado la otra vez es
impresionante, la cubre en gran parte, pero no está completa, solo la mitad
izquierda, la otra mitad es su rostro, hasta en un maldito tatuaje se ve como
un dios, guapo e irresistible. Sobre esa imagen hay una leyenda con letras
que parecen gotear sangre.
MI OTRO YO.
No resisto las ganas y lo acaricio, recorro con mis dedos cada una de
las letras de esa inscripción, hacerlo me da escalofríos, por segunda vez
percibo esa aura de peligro que emana de este hombre, la misma que sentí
la primera vez que lo vi.
«Pero escucha bien esto, no te enamores de él, es peligroso y te hará
sufrir, solo tienes que resistir»
Empiezo a creer que las palabras de Marek, son ciertas. No soy la
única afectada por el tacto de mis dedos, en su piel logro apreciar cómo se
eriza por mi contacto y sonrío regodeándome en ello.
Termino de quitarle la camisa y sigo con los pantalones. Sostengo su
mirada mientras mis manos sueltan el cinturón, después el botón y por
último bajo el cierre muy despacio, mis dedos rozan su bulto prominente, él
continúa mirándome impasible.
Me hinco como una buena esclava para quitarle los zapatos, los
calcetines y completar la tarea de deshacerme del pantalón. Visto desde
abajo, es aún más impresionante, es muy alto. Sus pies son lindos, tiene
dedos largos y perfectamente cuidados, ¿es que no hay nada en este hombre
que no sea perfecto y hermoso?, ¡caray!
Una vez que ya no hay zapatos que estorben, introduzco los pulgares
debajo de la tela a cada lado de su cadera y tiro hacia abajo, trayéndome
también el bóxer. Aunque mi cara no está a la altura de su pelvis si no más
abajo, puedo ver su pene que queda expuesto ligeramente por encima de
mis ojos y ahogo una exclamación.
¿Qué hombre se hace un tatuaje en la verga?
Respuesta: Ömar Al Qadar, por lo visto no soy la única que soporta el
dolor. Él parece satisfecho con la reacción que obtuvo de mí, porque curva
un poco sus labios hacia arriba y ese gesto lo hace ver condenadamente
irresistible.
Levanto el pantalón del piso, lo doblo adecuadamente y lo coloco
sobre una silla. Él me sigue con la mirada y pareciera que su pene también.
Me siento en la cama, con él aún de pie frente a mí, ahora sí tengo su
miembro justo frente a mis ojos, las letras de este tatuaje también son en
árabe.
‫ﺷﻴﻄﺎن‬
Quiero preguntarle qué significa, pero estoy muda, embelesada
observando su pene semi erecto. Mis dedos repasan las líneas de tinta como
con el tatuaje de su espalda y su miembro respinga. Lo tomo en mi mano y
presiono, necesito las dos manos para abarcarlo en su totalidad. Su miembro
palpita en mis manos, yo lo miro con una expresión de satisfacción. Trago
saliva y trato de hablar lo más claro posible.
—Creí que sin lágrimas no te excitabas —Aunque trato de no sonreír
no puedo, me da una extraña satisfacción ver qué está excitado conmigo.
—Yo no dije eso.
—¿Ah no?
—Dije que me excitaban las lágrimas de una mujer y que, entre más
intenso fuera el motivo, más las disfrutaba —aclara y yo hago memoria,
creo que tiene razón.
—Entonces, no necesitas las lágrimas para excitarte —puntualizo, si
no las necesita, entonces puede follarme sin hacerme llorar.
—No. Necesito las lágrimas para disfrutar.
«¿Es en serio?»
—¿Y si te hago disfrutar sin lágrimas? —cuestiono, tengo mucha
seguridad en mi misma, sé que puedo hacerlo.
—No vas a lograrlo, Cherry —declara también convencido de sí
mismo, esto es como una especie de guerra de voluntades.
—Déjame intentarlo, yo te he permitido que intentes hacerme llorar —
negocio, mis manos se mueven a través de su miembro, haciendo que se
endurezca más.
—Si quieres hacerlo, hazlo. Pero de una vez te digo que perderás tu
tiempo —Es tan arrogante que me fastidia y a la vez me desafía a querer
hacerlo, a demostrarle que ninguno es inmune a mis encantos.
—A mí también me encantan los retos, Ömar. Si logro satisfacerte
¿Me darás algo a cambio? Un beso, quizás… —propongo, estoy más
interesada en besarlo que en follarlo, una cosa llevará a otra.
—Si logras hacer que me corra, te daré la misma atención.
«¡Oh, eso es aún más interesante!»
—¿Sabes qué otra cosa no se me da aparte de las lágrimas? Los
orgasmos, puedo contar con una mano los orgasmos que he tenido en mi
vida —Bueno, exageré un poco ahí, Alek me ha dado buenos orgasmos y en
buena cantidad, es raro que no me corra cuando me folla.
—Creo que hemos añadido un reto más, vamos a tener que hacer una
lista —comenta divertido, es probable que sea porque mis manos siguen
acariciando su pene, como que no puedo despegarlas de ahí.
—No es mala idea, árabe. Y por cada reto cumplido, el victorioso
debería recibir un premio.
Él sonríe, yo lo miro fijo a los ojos y lentamente me acerco a su
hombría, huele a limpio. Aspiro fuerte, me encanta el olor de su perfume
mezclado con el propio aroma de su piel, es embriagador, nunca había
desfrutado del olor de un hombre como lo hago con él.
Si algo he aprendido para dar una buena mamada, es hacerlo despacio,
jugar previo con cada centímetro de la piel que rodea a un pene, llevarlos al
borde de la excitación para que, al momento de metérmelo en la boca, estén
más cerca del orgasmo. Mis manos acarician la parte trasera de sus piernas
y también sus glúteos, sus nalgas son muy firmes, creo que más que las
mías.
Doy un beso leve y fugaz a la punta del glande y continúo dejando un
camino de besitos inocentes por su falo hasta llegar a su pubis. También a
este le toca su dosis de besos y mordisquitos, en algunos hombres es una
zona sensible, en otros no pero solo basta darle un poco de atención para
descubrirlo.
En Ömar, es una zona sensible, veo su piel erizarse por debajo del
vello púbico, sin embargo, su expresión permanece inescrutable. «Te haces
el duro, árabe» Deslizo la lengua por sus muslos, en el derecho tiene
tatuada unas palabras, no sé lo que dice, pero hacer lucir a su pierna sexy y
por ese motivo lo beso. Lamo su tatuaje, pretendo lamer todos y cada uno
de los que tiene en algún momento, pero empezaré con este.
‫ﺗﻮﻗﻒ‬
‫ﻟﻤﺼﻠﺤﺘﻚ‬
—¿Quieres saber qué significa? —asiento sin dejar de pasar mi lengua
por cada línea—. Tawaquf limaslahatik. Es una advertencia, para que te
detengas —Escucharlo hablar árabe es malditamente estimulante. Alek,
habla en árabe a veces y se escucha bien, pero en Ömar, con esa voz ronca,
es fascinante.
—No me dan miedo las advertencias y menos las palabras árabes —
Todo lo contrario, viniendo de él me excitan.
Asciendo hasta el hueso de la cadera, donde inicia esa V tan
maravillosa y perfectamente definida, mordidas leves sobre la piel de esa
área lo hacen arquearse hacia mí y no puede reprimir la risa, yo también
tengo cosquillas en esa zona, aunque eso es un secreto.
Inmediatamente recupera su gesto frío, hago una línea recta de besos
sobre su vientre bajo, por encima de la línea del vello púbico hasta llegar a
su otro hueso de cadera y vuelve a removerse por las cosquillas. Sus manos
van a mi cabello que está suelto, lo recoge todo y lo enrosca en su mano
derecha. Vuelvo a mirarlo a los ojos, lo que está haciendo es una clara señal
que quiere que se la chupe de una vez y deje de jugar con él.
Sin apartar mis ojos azules de los suyos marrones, acerco mi boca a
ese miembro rudo y peligroso, tanto como su dueño. Como lo supuse, no
puedo meterlo todo a mí boca porque la garganta me duele si lo intento, la
siento inflamada por la agresión de Max, pero eso no me va a detener.
Deslizo la lengua por toda su longitud y anchura. Si su piel en general
es suave, la de su verga es absurdamente delicada y tersa, hasta me dan
ganas de morderla. Atrapo el glande rojo entre los labios y succiono
ejerciendo una leve presión, su pene responde endureciéndose más.
«Por algo eres la mejor, Nath»
Jugueteo con la lengua en la punta del glande, recorro el frenillo que lo
divide, esa es otra zona especialmente sensible. Abandono uno de sus
glúteos para acariciar sus testículos, son grandes y pesados.
Ömar, empuja mi cabeza hacia su miembro, no es brusco, pero
mantiene la presión constante, hago mi mayor esfuerzo por abrir la boca lo
más posible, puedo controlar el dolor de la garganta, no es nada si lo
comparamos con otros que he padecido. Poco a poco, su pene se introduce
en mi boca hasta tocar el fondo de mi garganta adolorida, que se contrae
con la intromisión.
Regreso la vista a su rostro mientras chupo su miembro, tiene los ojos
cerrados y su expresión cambia constantemente, entre la habitual e
inexpresiva y una que amenaza con ser feroz y despiadada. Quiero conocer
la segunda, la primera la veo todos los días. Hago por completo a un lado el
dolor y lo introduzco hasta que mis labios tocan la piel de su pubis.
No mentiré, he tenido penes más grandes dentro de la boca, pero
nunca había tenido ganas verdaderas de chupar uno hasta dejarlo
completamente ordeñado y definitivamente nunca uno tan provocador como
el de Ömar. ¿Qué tiene este hombre qué todo en él es perfecto y excitante?
—Lo haces muy bien, debo reconocerlo —murmura entre dientes y yo
me lleno de satisfacción y ganas de seguir hasta que él quede sin energías
para una nueva erección en días.
Apresuro el ritmo, también aumento la presión con la que lo succiono,
lo saboreo, sabe tan bien como huele, admito que me está gustando tenerlo
en la boca, lo introduzco una y otra vez sintiendo su glande deslizarse por
mi inflamada garganta, duele, pero inexplicablemente me motiva, hay una
extraña relación entre mi dolor y el placer que comienza a percibirse en su
rostro y en todo su cuerpo. Un gruñido ahogado escapa de su garganta y su
verga palpita en mi boca, lo estoy logrando.
«No que no, árabe»
Aprieto sus glúteos y lo atraigo más hacia a mí, devorando sin piedad
ese pene que me tiene impresionada y por primera vez excitada, al grado de
querer que me coja, debe sentirse tan delicioso como en mi boca.
Un gruñido más, acompaña sus jadeos apenas audibles, él aprieta el
puño alrededor de mi pelo y mueve mi cabeza a su antojo, no puedo pelear
contra la fuerza que está ejerciendo, así que lo dejo hacer lo que quiera, que
busque su propio placer. Mi nariz se estrella contra su pubis y su vello
cosquillea en mi rostro, empuja la cadera a la par que su mano lo hace con
mi cabeza, su pene late cada vez más.
Entonces, el timbre suena.
Por un instante Ömar, se queda inmóvil y creo que se ha corrido por la
forma en que su miembro salta en mi boca, pero la ausencia de ese líquido
caliente que debería estar llenando mi garganta, me aclara que no. En dos
segundos recupera su fría inexpresividad, me dedica una mirada de
superioridad, como dando entender «te lo dije», saca su pene de mí boca, lo
presiona suavemente con su mano obligándose a sí mismo a bajar la
majestuosa erección que tiene.
Comienza a vestirse, con esa elegancia de movimientos que lo
caracteriza, y yo lo miro lamentándome de mi maldita mala suerte. Sé que
estuve cerca, pude percibir no solo en mi boca su nivel de excitación,
también en todo su cuerpo tenso, en su rostro contraído, en la intensidad de
los últimos minutos. Él estaba a punto de correrse, lo sé.
—Te dije que no lo conseguirás —afirma como si nada, como si yo no
me hubiese dado cuenta de su reacción.
—Sé que estuve a punto Ömar, fue cuestión de tiempo y mala suerte
—Sonrío como si no me importara no haberlo logrado. Si me importa, con
esta es la tercera vez que no logro satisfacerlo y eso es un duro golpe a mi
ego. Me acerco a él y retiro sus manos de los botones como cuando se
estaba desvistiendo, continúo con la labor de vestirlo, solo para tener un
pretexto para tocar su cuerpo delicioso.
—No lo ibas a lograr —Su actitud ha vuelto a ser la de siempre,
arrogante e imponente, no obstante, yo lo tuve gimiendo hace apenas unos
segundos.
—La próxima vez no perderé el tiempo, solo asegúrate de traer esta
verga preparada para mí —Aprieto su miembro que ya no está erecto por
sobre la tela del pantalón y da un ligero respingo, pero también sonríe
engreído.
—Yo siempre estoy preparado, Cherry —Asiento a eso y termino de
vestirlo, hincándome de nuevo para colocarle los calcetines y los zapatos.
He visto a muchos hombres de traje, pero Ömar se ve tan
malditamente sexy, siempre lleva traje negro hecho a la medida de su
perfecto e irresistible cuerpo, lo único que cambia es el color de la camisa.
No utiliza corbata, pero él no la necesita para lucir elegante y sofisticado,
incluso podría tener solo una toalla envuelta en la cadera y seguiría
viéndose mejor que cualquier simple mundano.
—Tengo algo para ti —dice de pronto sorprendiéndome, deseaba que
me diera un regalo, pero no creí que mi buena suerte llegara a tanto, ya
recibí dos hoy. Saca de su portafolio una pequeña caja y me la entrega, es
en verdad pequeña y no pesa, no imagino que podría contener—. Ábrelo
cuando estés acostada en tu cama —Da la vuelta y sale de la habitación sin
voltear y sin decir nada más.
Apenas ha salido y una sensación de soledad me embarga. Me obligo a
tranquilizarme y a no emocionarme de más, debo recordar el consejo de
Marek, enamorarlo a él, no enamorarme yo. Ni siquiera recordé preguntarle
si asistirá a la cena de mañana, espero que sí. Verlo, sería un buen incentivo
para disfrutar la velada. Regreso a la mazmorra pensando en mi árabe, los
planes y mis deseos, ni siquiera me doy cuenta que es Brett, quien camina a
mi lado, hasta que me pega a su cuerpo.
—Hoy no te me escapas, Cherry —Sus manos asquerosas sujetan mi
cintura y me retuerzo tratando de librarme.
—Suéltame Brett, no sabes de lo que soy capaz —No me importaría
ganarme un castigo por sacarle los ojos con mis propias manos, siempre y
cuando le deje claro a él y a cualquier repugnante guardia que a mí no me
van a tocar.
—¿Me estás amenazando, estúpida esclava? —Toma mi cabello y da
un tirón que me obliga a llevar mis manos a sus muñecas para intentar
soltarme.
—Te lo estoy advirtiendo —siseo, una agresión más y no respondo.
Brett, se prepara para contestar, pero un grito desgarrador rompe el
aire frío y nocturno, varias chicas salen corriendo de un lado de la
mazmorra, algunas tienen sangre en las manos, otras en las piernas. Él, me
suelta y corre hacia ellas. Yo lo sigo, olvidándome lo que acaba de pasar,
me preocupa más el estado de las chicas, hay dos que están en un completo
ataque de histeria.
—¿Qué les pasa? —grita colérico el guardia—. ¿Qué es esa sangre?
—¡Apple, es Apple! —responde una de las que no está tan histérica—.
Está muerta —El horror en el rostro de Brett, es auténtico, pierde por
completo el color y sus labios tiemblan como los de las chicas.
—¿Están seguras? ¿Dónde está? —cuestiona titubeante.
—En el horno —lloriquea la mujer.
—¿Y qué hace metida allí? —Me pregunto lo mismo, que yo sepa no
había ninguna esclava castigada en el horno.
—No sé, solo vimos la puerta abierta a través de nuestra ventana y nos
acercamos a ver a quien habían castigado y la encontramos ¡Hay mucha
sangre y no se mueve! —Ella se tapa la cara y se une a la histeria colectiva,
lo que dice ya no se entiende, porque no deja de llorar como loca.
Brett, se dirige al horno conmigo pisándole los talones, no sé qué hago
siguiéndolo, pero estoy segura que esto debe tener relación con lo que pasó
en la caverna. Efectivamente, como dijeron las chicas, la esclava Apple está
tirada en medio de un charco de sangre, igual de irreconocible que las
mujeres que sacaron en la noche de la elección. Sin embargo, sabemos que
es ella por su inconfundible cabello rojo escarlata que le dio su nombre de
esclava.
—¡Mierda! Cherry, quédate aquí, que nadie se acerque voy a ver si
todavía está Alek.
Se va corriendo y yo me quedo ahí parada, solo observando el cuerpo
y la sangre. ¿Qué está pasando? ¿Quién está atacando a las esclavas? Alek,
no encontró rastro de ningún intruso en el terreno del burdel la vez anterior.
Esas mujeres fueron atacadas en un espacio reducido, cerrado y vigilado
¿Cómo es que no vimos nada? Ahora una es atacada en el horno, que se ve
desde las ventanas de la mazmorra, donde además hay otras sesenta chicas
entrando y saliendo y unos cuántos guardias ¿Nadie vio nada?
Brett, regresa con Khan. Alek y su padre se han retirado, por lo
general Sayidi duerme en Saint Marie, no obstante, en los últimos días se ha
ido. Ellos tres revisan el cuerpo de Apple, tiene infinidad de cortes en el
cuerpo, no parecen profundos, pero son tantos que la hicieron desangrarse.
Ellos la levantan y la meten en una bolsa negra de basura, eso es lo que
somos para ellos, simple basura.
Las esclavas de limpieza llegan y me retiro del lugar, comienza a
asquearme el olor férreo de la sangre. Había olvidado que tengo dos
invitadas en mi habitación esta noche. Cuando entro, brincan del susto,
están abrazadas la una a la otra, muertas de miedo, debieron escuchar el
ajetreo de allá afuera.
—¿Qué es el horno? —Brownie, pregunta dirigiéndose a mí. Me
siento en el borde de mi cama para quitarme las zapatillas y tallar mis pies,
me duelen un poco.
—Es un sitio para castigos —comento encogiéndome de hombros—,
tiene unas celdas en el techo que emiten calor por eso el nombre. Entre más
tiempo estás dentro, más aumenta la temperatura y la piel empieza a
quemarse.
—¿Y te dejan allí a qué te hornees? —Sugar, abre los ojos
desmesuradamente.
—No seas tonta niña, es solo un castigo, no te dejan morir ahí dentro,
además casi no se usa, los castigos más frecuentes son los azotes y si haces
algo muy malo, pues te mandan a la caverna, el horno es para casos
especiales, como un intento de fuga o algo así.
—¿Qué es la caverna? Hemos escuchado que la mencionan mucho,
pero no sabemos que es.
Se me olvidaba que estas chicas han estado encerradas en la cloaca
desde que llegaron, desconozco el tiempo que estuvieron, pero dentro de
ese sitio no te enteras de lo que pasa a tu alrededor. Así que me desvisto y
coloco mi único pijama, respiro profundo armándome de paciencia y me
dispongo a aclararles a estas chicas lo que su vida de mierda les tiene
preparado.
—La caverna, es el sitio favorito de los guardias para castigar a las
esclavas, es asquerosa y aterradora. Allí dentro se está en oscuridad total,
además es una especie de laberinto, si te pierdes, no sales hasta que tú
misma encuentres la salida, puedes pasar días, sola, con tus pensamientos…
y las ratas —agrego—, y los insectos, aunque puede ser mejor compañía los
roedores que tú misma, ese sitio saca lo peor de las personas.
—¿Y por qué motivos te mandan a la caverna? —interroga Sugar, su
voz temblorosa denota que es muy miedosa, más que Brownie, que también
está asustada, pero se contiene.
—Por desobediencia es el motivo más común, si algún cliente se queja
de tu desempeño también puedes ir a parar allí un par de días, no hay
temperamento que la caverna no pueda domar.
—¿Qué otros castigos hay, aparte de la caverna y los azotes? Yo no
quiero que me golpeen —solloza Sugar.
—Si peleas con alguna de las esclavas, a veces te azotan, aunque es
más común que te manden a la jaula junto con quien peleaste para limar
asperezas —Me río—. Algunas las liman demasiado bien, a la jaula entras
desnuda y en íntimo contacto con tu compañera —Creo que no entienden a
lo que me refiero, aunque eso no importa, ya descubrirán lo que es la jaula.  
Cuando termino de hablar con ellas, recuerdo la cajita escondida en mi
ropa interior, la emoción revolotea en mi panza imaginando que puede ser,
por el tamaño pienso que una joya, sin embargo, al abrirla encuentro dos
llaves unidas en una argolla, la más grande es extraña, no se parece a
ninguna de las que tienen los guardias, es lisa y con una única muesca en la
punta.
La pequeña me parece que es de oro, tiene muchos dientes irregulares
y parece antigua, muy antigua. Me devano los sesos pensando de que serán
esas llaves, no son de las puertas de Saint Marie, porque esas las conozco.
‹‹¿Serán las llaves del corazón de Ömar?››
Me río de mi misma y de mis pensamientos bizarros, guardo las llaves
atesorándolas junto con mis otros regalos favoritos sin que las chicas me
vean y cierro los ojos para soñar con ese árabe sexy y misterioso.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 12
Noche de gala
¡Este día es una locura!
La atención a los invitados ha sido suspendida, ya que se está
preparando el burdel para la cena de gala. El gran salón, que pocas veces se
utiliza, luce brillante y lleno de mesas redondas con sillas acojinadas,
manteles largos de colores blancos, negros y dorados, además de cortinas
nuevas en los enormes ventanales y una alfombra que va desde la entrada
principal del burdel hasta el salón. Han preparado un escenario al fondo,
donde se situará la orquesta y un elegante piano blanco decora la sala como
pieza central.
Pasamos toda la mañana sacando brillo a los cubiertos, vajilla y
cristalería. Todo debe ser perfecto, en una reunión de hombres ricos,
poderosos y pervertidos. Sugar y Brownie están completamente pálidas,
desde que despertaron tienen la mirada perdida, debería sentir pena por
ellas o por lo menos dedicarles unas palabras de ánimo por lo que sucederá,
pero no seré hipócrita, me importa un carajo lo que les pase y entre más
rápido mejor, así las saco de mi habitación.
Nadie comenta nada acerca del ataque de Apple, sin embargo, los
rostros de preocupación se observan aquí y allá.
Por la tarde ayudamos en la cocina a preparar el banquete, escuché que
no asistirán todos los miembros del burdel, pero aun así se espera que
asistan por lo menos unos cien socios que pueden o no, estar acompañados.
Siempre me he preguntado: ¿qué pasará por las cabezas de aquellos que
traen pareja a una cena en un prostíbulo? No lo sé, pero peor están las
mujeres que viene con ellos y sonríen, como si esto fuera un evento social
de lo más normal.
Comenzando a anochecer, llega la hora de prepararnos, solo las que
estaremos presentes por supuesto, algunas esclavas seguirán en la cocina y
las que no son requeridas deben permanecer en la mazmorra, tienen
prohibido salir. Me coloco el delicado atuendo designado para la noche y
ayudo a las otras dos a ponerse el suyo, amarrar los cordones del corsé es
una tarea difícil.
La noche promete ser divertida y eso me tiene de buen humor. Me
maquillo lo mejor que puedo e incluso maquillo a mis inquilinas para que se
vean lindas y apetecibles para la subasta, arreglo mi cabello sujetándolo con
la peineta que me regaló Max, coloco abundante perfume de cereza en mi
cuello, brazos y pecho. ¡Ya estoy lista para la cena de gala!
Anne, nos guía a la casa principal y regresa rápido a la mazmorra,
prefirió quedarse al cuidado de las chicas, que participar de la gala.
Tampoco es que los guardias estén invitados, pero al menos se distraen de la
rutina, al igual que nosotras.
Nuestra primera tarea, es recibir a los invitados y llevarlos a su mesa.
Rápidamente el salón se va llenando de los miembros del burdel, que
increíble, pero cierto, la mayoría acude acompañado. Los vestidos de las
mujeres son bellísimos, algunos entallados, otros sueltos, con pedrerías o
lisos, todos lucen elegantes.
Domm, viene acompañado de una joven mujer castaña de vestido
negro largo, no me la presenta, pero tampoco es necesario, no me interesa si
es su pareja y no me veo estrechando su mano diciendo algo como:
«Mucho gusto, soy Nath, a quien Domm orina en el rostro porque
seguramente tú no se lo permites»
Simplemente lo saludo con un guiño de ojo y él me sonríe, le indico su
mesa y regreso a la entrada a seguir con mi tarea. No localizo por ningún
lado a Ömar, un pinchazo de decepción molesta en mi interior.
El banquete comienza cuando el salón está casi a toda su capacidad,
pero aún quedan mesas disponibles. Durante la cena debemos acercarnos a
nuestros clientes y saludarlos, dedicarles un poco de atención y caricias si
éstas no les molestan a sus acompañantes y también verificar que estén
siendo bien atendidos por los meseros.
Marek, entra en el salón junto con su esposa y su hijo. Todos se ven
muy felices y despreocupados, me pregunto si el tema de la esclava
asesinada anoche no es de su conocimiento o no les importa.
—Buenas noches, damas y caballeros —habla por el micrófono
cuando la cena está terminando—. Bienvenidos a la noche de gala del
burdel Saint Marie. Como saben mis amigos celebramos el cumpleaños de
mi amada Kala —Le da un beso en la mejilla y la esposa de Marek, asiente
con una sonrisa falsa en los labios—. Esperamos deleitarlos con lo que
hemos preparado para ustedes, sin más que agregar iniciemos con la velada.
Marek, baja del escenario de la mano con Kala. Alek, ya se ha perdido
entre la muchedumbre, algunos socios se levantan de sus lugares para
saludarlos y felicitar a la odiosa mujer. El animador del evento sube, dedica
unas palabras graciosas de bienvenida y comienza con la primera subasta de
la noche, que es Brownie. El monto inicial es de cincuenta mil dólares y
rápido las pujas suben a un nivel alto.
—¡Cien mil! —exclama un hombre negro con traje blanco, lo he visto
varias veces en el burdel, pero no sé su nombre, ni de quien es cliente.
—¡Ciento diez mil! —replica Rutilus, arrugo un poco la nariz, el
hombre tiene buena presencia, pero es uno de los más viejos entre los
clientes.
—¡Ciento veinte mil! —grita Ernest, un moreno bastante musculoso
que es mi cliente, pero no de mis favoritos.
—¡Ciento treinta mil! —Vuelve a exclamar el hombre negro de traje
blanco.
—¡Ciento cincuenta mil! —Una voz ronca me sobresalta, la busco
entre la multitud y allí está Ömar, el corazón me late a mil y a la vez se me
aprietan las tripas con una punzada de enojo.
¿Por qué Ömar quiere a ésta teniéndome a mí?
—¡Doscientos mil! —La multitud se asombra cuando es una mujer la
que ha hecho la última puja, en el burdel no se admiten socias, solo varones,
pero en las subastas están permitidos que cualquier presente haga una
oferta.
—Tenemos doscientos mil ¿Alguien da más? —pregunta el animador
—. Doscientos mil a la una —Nadie dice nada—. Doscientos mil a las dos
—Volteo a ver a Ömar, para percibir si tiene intenciones de ofertar en el
último segundo—. Doscientos mil a las tres, ¡vendida a la hermosa mujer
del vestido rojo!
Exhalo el aire que estaba conteniendo sin darme cuenta. Coloco mi
sonrisa ensayada y camino hacia el árabe para saludarlo. Él ni siquiera me
mira mientras me acerco, platica con la guapa mujer que tiene a lado. ¿Ella
lo está acompañando? Las entrañas se me hacen un nudo peor que el de la
subasta. La mujer acaricia el hombro de Ömar, con sus huesudas manos y
uñas larguísimas, se ve muy delgada, creo que más que yo, pero
definitivamente muy fina. Él se ve sencillamente espectacular con
esmoquin, trago saliva antes de hablar, mi voz aún es ronca por el intento de
asfixia de Max.
—Buenas noches, espero que estés teniendo una agradable velada —
Cruzo los dedos para que la mujer no entienda alemán y también para
haberlo dicho correctamente, no domino el idioma, su cara de confusión me
tranquiliza.
—Buenas noches, Cherry, promete ser una noche divertida —responde
el árabe con su inexpresividad habitual, voltea a ver a la mujer y le habla en
árabe, ella sonríe y él también.
«Maldición, odio que no me mire solo a mí»
—Me alegro, con permiso —Alcanzo a decir antes de darme la vuelta
y largarme. Ni siquiera pude preguntarle qué significa el regalo que me dio,
porque la presencia de la mujercilla esa me alteró de una forma que no
comprendo.
La orquesta toca y la pista de baile empieza a llenarse, veo a Ömar
guiar a la mujer hacia la pista y comienzan a bailar. Controlo la rabia que
estoy sintiendo, no puedo permitirme siquiera una cara de disgusto. Alek,
está muy pendiente de todas nosotras y del servicio que ofrecemos, por lo
que sigo sonriendo ampliamente a los clientes que me dedican unas
palabras, o que solicitan mi presencia en su mesa para que me siente en sus
piernas mientras ellos conversan de como dominan el mundo.
Veo a Alek hacerme una señal con la cabeza para que lo siga, me
imagino que es lo que quiere, no me ha despegado los ojos en toda la noche,
miro una vez más a Ömar y lo entretenido que está con esa tipa que lo
acompaña, me enfurece que no me ha vuelto a dedicar ni una sola mirada
desde que me acerqué a su mesa a saludarlo. Así que, dejando de lado la
lujosa cena y a los socios que me piden hacerles compañía, camino detrás
de Sayidi que se dirige a una de las habitaciones de la primera planta del
burdel.
Apenas he traspasado la puerta, me aprisiona entre esta y su cuerpo, su
boca va veloz a la mía para besarme con desesperación y sus manos se
mueven a toda prisa para soltar el corsé. Me da la vuelta cuando no puede
liberarme sin ver lo que está haciendo, gruñe con fastidio por el trabajo que
le da sacar el largo cordel de los ojales. Por fin lo logra dejándolo caer al
piso, doy un paso a lado para salir de él, mientras sigue por el botón y el
cierre del diminuto short.
—Estas malditas tetas, no he podido dejar de verlas en toda la noche
—rumia lamiéndolas mientras sus manos se encargan de bajar el short por
mis piernas.
Me quedo en medias de red, tanga y zapatillas, algunos mechones de
mi cabello caen en ondas sobre mis senos y miro coqueta y provocativa a
Sayidi, estoy furiosa por culpa del idiota árabe que me ha estado ignorando
toda la noche y voy a sacarme la frustración con Alek.
Me toma de las nalgas y yo enrollo las piernas alrededor de su cintura
para seguir besándolo, me avienta en la cama para poder quitarse la ropa,
verlo desnudo completamente es algo que pocas veces he hecho ya que por
lo general me coge sobre su escritorio y solo se baja el pantalón. Me deleito
viéndolo de arriba abajo.
Alek, es guapo. ¡Malditamente guapo!, y tiene la verga grande, venosa
y dura, siempre dura dispuesta a follarme y regalarme un orgasmo, eso es lo
que quiero ahora. Me quito la tanga y abro las piernas descaradamente
invitándolo a que me la entierre de una vez, estoy recién depilada y mi coño
debe verse muy lindo, porque solo le falta babear mientras me contempla y
mueve su mano a lo largo de su miembro.
La enormidad de su cuerpo me cubre cuando se cierne sobre mí,
coloca mis piernas en sus hombros y me penetra con todo eso que tiene
entre las piernas, me arqueo porque es un poco doloroso, pero no tanto, el
dolor me sirve para recordar quien es este mal nacido y que a pesar de ser el
único que me coge bien, debo odiarlo.
—Cógeme, Sayidi —ronroneo como una gatita en celo—, cómete esta
deliciosa cereza.
—Mi Cherry —susurra, la voz ronca me da una idea de cuan excitado
está y me gusta tener este efecto en él.
Se mueve rápido, sabe que no tenemos mucho tiempo antes de que los
invitados o su padre comiencen a preguntar por él. No me besa, no me
acaricia, solo es sexo rudo con un único objetivo, el placer. Lo miro
fijamente a los ojos mientras me acerco lentamente a la cumbre, son
marrones igual que los de Ömar y eso me impulsa, porque imagino que es
él quien me folla de esta manera tan urgente, entierro las uñas en sus brazos
cuando por fin, después de muchas semanas, esa descarga de placer me
recorre y atonta como si fuera una droga.
Alek, se retira de mi justo en el momento que su pene comienza a
derramarse, mi vientre y pubis quedan impregnados con su semen, él lo
esparce con los dedos hacia mis labios vaginales y frota mi clítoris
haciéndome respingar, estoy sensible.
Levanta mi ropa del piso y me la avienta para que me vista, sin
embargo, debe ayudarme a volver a cerrar el corsé. Después se pone la
suya, sin mirarme y sin decir nada, quita el seguro de la puerta y la abre, me
espera a que termine de arreglar mi cabello en el espejo del baño, ya no
tengo lipstick, pero el demás maquillaje sigue intacto. Salimos de la
habitación como si nada, como si no acabáramos de coger intensamente, sin
detenernos siquiera a respirar hasta que nos corrimos los dos.
En la puerta del salón nos separamos, inconscientemente busco con la
vista a Ömar, está en su mesa platicando con otro de los socios y su jodida
acompañante conversa con Kala Nassar. Gruño mi disgusto y me reúno con
las otras esclavas, el estúpido árabe acaba de arruinarme mi satisfacción
post orgásmica. Domm, se me acerca y me invita a bailar, no muy animada
acepto y me lleva a la pista.
Él se mueve bien, yo no, no es que tenga muchas oportunidades de
bailar en el burdel. Domm, se encarga de conducirme con mucha facilidad y
terminamos dando vueltas por la pista. Es divertido hacer esto, por un
momento olvido quién soy, dónde estoy y simplemente disfruto de lo que
debe ser algo normal en otras personas, pero no para mí.
La melodía termina y me suelta, deja un beso en mi mano y regresa a
su mesa, yo a mi lugar, a un costado del salón, junto con las otras esclavas.
Por un rato, los miembros bailan, otros más me invitan, acepto porque no
puedo negarme.
El animador interrumpe para iniciar con la segunda subasta de la
noche. Khan, trae a Sugar, cuyo rostro refleja pánico total y aun así luce
hermosa con el rostro rojo y las lágrimas resbalando por su rostro.
Lágrimas, ella está llorando. Busco a Ömar en su mesa, él la observa
atentamente con una mirada felina pasando su lengua por sus labios gruesos
y sexys.
«¡Joder! ¿Ahora va por esta?»
—¡Cincuenta mil! —Axel, un viejo músico famoso es el que abre la
subasta.
—¡Cien mil! —No veo quien lo dice, pero la voz es inconfundible.
«Maldito árabe»
—¡Ciento cincuenta mil! —Me petrifico, no había visto a Shawn en el
salón, si ese hombre gana la subasta, ya nos podemos ir despidiendo de la
dulce Sugar.
—¡Doscientos mil! —Vuelve a ofrecer Ömar, y mira a la mujer a su
lado que sonríe como si se tratara de un juego.
«Mierda deja de pujar estúpido árabe»
—¡Doscientos treinta mil! —arremete Shawn. Descansa en paz Sugar.
—¡Doscientos cincuenta mil! —responde Ömar.
«Maldición»
—¡Trescientos cincuenta mil! —Un cuarto hombre se une a la disputa.
Oliver, un anciano que rumoran es el miembro más antiguo del burdel y de
los más poderosos, yo lo detesto, no soy capaz de ver ni siquiera en su
dirección, hacerlo es recordar mi propia subasta. Por un momento nadie
habla, hasta que el animador vuelve hacerlo.
—Tenemos trecientos cincuenta mil ¿Alguien da más? Trescientos
cincuenta mil a la una —Silencio—. Trescientos cincuenta mil a las dos —
No miro a Ömar, si quiere a Sugar, adelante. Lágrimas fáciles no le van a
dar placer como las mías—. Trescientos cincuenta mil a las tres. ¡Vendida a
Oliver Kenton! —anuncia el animador.
Sugar, es conducida por Paul hacia el lugar de Oliver, que la recibe
con los brazos abiertos y deja un asqueroso beso en sus labios, ella llora
escandalosamente generando excitación en varios de los presentes,
¡asquerosos pervertidos! Ya veo que no solo es Ömar Al Qadar, el único
enfermo que disfruta de hacer llorar a una mujer.
La orquesta vuelve a sonar y de nuevo la pista se llena de parejas,
entre ellos, un árabe idiota con una vieja huesuda. Marek y Kala danzan en
el centro de la pista, ella nota que los estoy observando y me lanza miradas
de desprecio, ¡qué mujer tan desagradable! Es engreída por el dinero que
tiene, porque ni siquiera es bonita y además, está vieja.
Pasada la media noche, un espectáculo de malabares con fuego
ameniza la fiesta, los dos hombres que las realizan son en verdad atractivos
y con buenos físicos, entre las chicas no dejamos de verlos, aplaudirles y
comentar lo atractivos que son y lo sexys que se ven en esos trajes con los
torsos desnudos y jugando con el fuego.
Cuando terminan, platican un rato con nosotras. Son empleados de
Marek de otro de sus negocios, un casino, son divertidos, lástima que no
podemos bailar con ellos porque sin duda yo lo haría, aunque no sepa
hacerlo, solo por el placer de estar pegada a ese torso escultural.
Ya entrada la madrugada, el animador vuelve a subir junto con Marek
al escenario, empieza agradeciendo la asistencia de todos al evento y los
presentes para Kala, el animador se despide y le cede la palabra a Marek.
—Les tenemos preparada una última sorpresa para esta noche, mis
estimados amigos —inicia el viejo Sayid—. Burdel Saint Marie, ofrecerá
un nuevo servicio de acompañantes. Cualquiera de los socios podrá solicitar
la compañía de alguna de nuestras hermosas chicas por una suma
insignificante y tendrá el privilegio de llevarla con él, por una cantidad de
tiempo estipulada previamente con su solicitud.
Los murmullos en el ambiente zumban, ¿Significa que podremos salir
del burdel? El corazón me galopa en el pecho, no puedo creer que Alek
vaya a permitir a una de las esclavas salir de este lugar. No soy la única
impresionada, a mi lado las otras esclavas ahogan gritos de emoción y se
remueven nerviosas y atentas a lo que continúa diciendo Marek.
—Y para dar inicio a este nuevo servicio, regalaremos una cortesía de
quince días, ¡sí escucharon bien!, quince días con una de nuestras bellas y
complacientes chicas a uno de ustedes. Para hacerlo legal y que no haya
inconformidades se realizará por sorteo, así todos tendrán la misma
posibilidad —Alek, acerca una pequeña urna de cristal a Marek, que mete
la mano y revuelve en su escaso contenido, saca un papel doblado en cuatro
y lo extiende ante la vista de todos—. La deliciosa esclava que será la
encargada de inaugurar este servicio es… ¡Qué maravilla! Nuestra
encantadora, Cherry.
El corazón se me detiene.
Respiro agitadamente. ¡Esto no puede ser cierto! La emoción me
revuelve el estómago y me marea, debo sostenerme de uno de los chicos
malabaristas para no caer y él me rodea la cintura con su musculoso brazo.
Alek, me lanza una mirada llena de furia. Creo que a Sayidi no le
agrada la idea que me vaya quince días. Cambia de urna y ahora le ofrece a
Marek, una más grande y con muchos papelitos dentro, su respiración es
furiosa y tal parece que está a punto de tener un arranque de ira.
—Ahora, sabremos el nombre del afortunado que gozará de las
atenciones de Cherry durante quince días —Marek, mete la mano en la
urna, remueve varias veces generando expectación y ansiedad en el
ambiente, sobre todo en mí, quiero saber ya quién me llevará. Por fin, saca
un papel y lo extiende—. ¡Ömar Al Qadar! —anuncia con voz firme.
Ahora sí me voy a desmayar.
Miro en dirección a mi árabe, que sigue imperturbable ante los
acontecimientos, ¡Carajo! Que le acaban de decir que me puede llevar
quince días y él ni se inmuta. No sé qué hacer, ¿Me acerco a Ömar? ¿A
Marek? ¿Me quedo aquí parada esperando? ¿Qué hago? ¿Por qué Marek no
me avisó de esto? Tengo mi respuesta cuando Khan, me toma del brazo y
me lleva fuera del salón hacia la sala de descanso.
Ahí me suelta y me ordena sentarme. Marek, Alek, Kala y Rutilus
entran en la sala, todos me miran con diferentes expresiones. Me da la
impresión que Marek intenta sonreír, por el contrario, Kala y Alek, tienen
una vena saltada en la frente. Sayidi le hace una seña al doctor que saca un
artefacto metálico tétrico, que parece entre pluma y jeringa. Khan, me
sujeta nuevamente y le extiende mi brazo derecho a Rutilus.
El doctor penetra mi piel con un delgado tubo, similar a una aguja,
pero definitivamente mucho más grueso. Contengo el quejido, duele de puta
madre, pero no me escucharán lamentarme. Algo pasa del extraño objeto, a
estar debajo de mi piel. El doctor extrae el tubo que deja un agujero
sangrante en mi antebrazo y me pone un algodón con alcohol que genera
escozor. Khan, me suelta. Tengo que sentarme porque estoy mareada, no
entiendo lo que está pasando, ni que me han inyectado.
Kala, me mira con odio. Con verdadero odio. Pero ¿qué carajos le he
hecho yo a esta tipa para que se comporte así? Solo nos hemos visto una
vez en el pasado y desde ese momento ya me miraba de la forma en que lo
hace ahora, como si estuviera dispuesta a matarme con la mirada. Marek,
murmura algo a su oído, ella lo observa con adoración y se retiran de la
sala. Alek, se acerca a mí amenazante, me toma por el cuello y me acerca a
su rostro.
—Te acaban de colocar un microchip rastreador, Nath. En todo
momento podré saber tu ubicación mientras no estás en el burdel, así que no
se te ocurra la estúpida idea de querer escapar, porque te tendré vigilada día
y noche. Si por alguna idiotez del árabe logras huir, no solo iré tras de ti y te
traeré a arrastras, sino que vivirás en la caverna hasta el último de tus días.
››Además, lo mataré, a mí no me engañas, te gusta Ömar, así que si no
quieres que algo le pase no hagas estupideces, disfruta lo más que puedas
de estos días, porque vas a regresar y seguirás siendo una esclava, de ti
depende si quieres seguir siendo Cherry o un despojo en la caverna. Ahora
ve a cambiarte la ropa, te vas con Ömar esta misma noche.
Alek, sale de prisa, me quedo unos segundos sentada asimilando todo
lo que acaba de ocurrir. Khan, me levanta y me conduce a la salida. Por el
pasillo puedo ver a Ömar, que habla con Alek que se ve tenso, la mujer
flacucha está prendida del brazo del árabe. Excelente, puedo irme con él,
pero está con otra.
Ya sabía que el universo debía tener guardado alguna de sus jugarretas
de mierda para mí. Nos dirigimos a la mazmorra, mientras nos acercamos
escuchamos gritos y revuelo, Anne trata de controlar a las esclavas que
hacen esfuerzo por salir. Khan, apresura el paso arrastrándome con él.
—¿Qué mierda está pasando? —grita el guardia. Anne, se vuelve con
un gesto aterrorizado.
—Atacaron a otra chica.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 13
Libertad
Silencio.
Un silencio sepulcral invade el lugar, mientras los guardias envuelven
el cuerpo de Blueberry una mujer oriental. Marek y su hijo, discuten en
susurros en un rincón, las esclavas se abrazan unas a otras y lloran. Esto ya
está poniéndose serio, el miedo flota en el ambiente y hasta yo puedo
sentirlo, atacaron a una esclava dentro de la misma mazmorra, donde había
más de treinta mujeres y un guardia, aun así, nadie dice haber visto algo, ni
siquiera escuchado un ruido.
—¡Cherry! ¿Qué haces ahí parada? Lárgate a cambiar —brama Alek,
sacándome de mi trance.
Voy corriendo a mi habitación, quiero largarme de aquí cuánto antes.
Quiero correr a los brazos de Ömar y que me diga que nada me pasará a mí,
porque él no me va a lastimar o quizás un poco, pero con fines sexuales, no
para asesinarme. Lavo mi cuerpo rápidamente para sacarme los restos de
Alek, las esclavas me miran seguramente preguntándose por qué me estoy
bañando de madrugada, con el frío que hace y con agua helada.
Me pongo mi viejo vaquero y la playera de algodón de manga larga,
esa que llevé en la noche de elección y zapatos de piso. Pienso si debo
llevar mis pertenencias, no tengo muchas, pero supongo que necesitaré algo
de ropa estos días.
No tengo una maleta.
Y tampoco tengo ropa que no sean camisones y tangas.
Entonces me decido por no llevar nada más que mi bolsita con
artículos personales, tal vez Ömar pueda comprarme una muda más de ropa,
no creo que le afecte a su bolsillo. Introduzco mi perfume, las cremas que
me dio Ömar, la cajita con las llaves y aún le queda espacio para algo más,
elijo el camisón rojo y la tanga a juego, es lo mejor que tengo.
Miro mi habitación una última vez, no puedo creer todavía que me iré
por quince días de aquí y lo mejor, con el sexy árabe que me excita. Me
importa una mierda si está con otra, yo soy Cherry y soy la mejor, de eso se
va a enterar Ömar.
Alek, me lleva al estacionamiento, su mano sujeta con firmeza mi
brazo y me lastima, no obstante, no digo nada. La velada continúa dentro y
están haciendo todo lo posible para que los socios no se percaten de lo que
acaba de pasar en la mazmorra. Mi árabe está recargado en un lujosísimo
automóvil, he visto muchos autos impresionantes aparcados en el burdel,
pero ninguno como este, ni tan grande.
El corazón me late más rápido con cada paso que doy. Llegamos a la
altura de Ömar, él me mira con curiosidad, supongo que es raro verme así
vestida, la mayor parte del tiempo estoy desnuda o semidesnuda frente a él.
—Disfrútala, sadiq —dice Alek, es muy notorio que está furioso, me
da un ligero empujón para acercarme a Ömar, pero se rehúsa a soltar mi
brazo—. Salam aleikum.
—Por supuesto que lo haré Alek. Salam aleikum, shaqiq —Ömar, abre
la puerta trasera del auto, aún contra su voluntad Alek me suelta y el árabe
me introduce en el vehículo.
Con la boca abierta observo todo. El interior es increíble, todos los
asientos están recubiertos de cuero negro y son súper suaves, rozo con las
yemas de mis dedos la superficie. El techo del vehículo también es negro,
todo dentro es negro, pero de algún lugar sale un resplandor de luz que
ilumina el interior. Hay botones en la puerta, también en uno de los brazos
del asiento, no me atrevo a tocar nada.
La puerta se abre y entra la mujer que acompaña a Ömar, se coloca en
el asiento frente a mí, ella me mira con recelo y murmura algo en árabe, no
entiendo lo que dice, con señas le hago saber que no hablo su idioma y se
queda en silencio viendo un aparato en su mano, es un teléfono móvil, lo sé
porque he visto a Alek usar alguna vez el que tiene en la oficina.
Ömar, ingresa al cabo de unos minutos, algo se quedó hablando con
Alek, Marek y Kala, se sienta en el espacio entre ella y yo y comienza a
pelear el moño del esmoquin, sin pensarlo siquiera me arrodillo ante él y lo
ayudo a quitárselo, desabrocho también los botones de su camisa blanca, el
del cuello y dos más, así es como generalmente la usa. Él me observa
insondable como siempre, me levanta por las axilas y me sienta a lado de él.
—No es necesario que hagas de esto, Cherry. No te voy a obligar
hacer nada, puedes tomarte estos días como unas vacaciones.
—¿Vacaciones?
—Días de descanso. Yo tengo que viajar, visitar algunas sedes de mi
empresa, pero te dejaré instalada en mi casa.
—Pero, ¿eso significa que no estarás conmigo? —No puedo evitar
sentir una punzada de decepción, en los últimos minutos me he hecho toda
clase de ideas para seducir a Ömar en estos quince días.
—Algunos días, entre viaje y viaje podré pasarme por la casa, pero no
te preocupes no estarás sola, el servicio te hará compañía —dice con
indiferencia, como si no le importara dejarme sola en su casa.
—Pero yo no quiero estar encerrada en una casa, llévame contigo a tus
viajes —insisto.
—No —responde con demasiada firmeza—. Son viajes de negocios
importantes. Te quedas en la casa y no está en discusión —Me fastidia, que
tome esa actitud. Yo podría hacerle pasar los mejores jodidos días de su
vida.
—Lo que ordene, Sayidi —digo con ironía.
Ömar, presiona un botón en el brazo del asiento y dice «vámonos» a
nadie en especial, pero inmediatamente el auto se pone en movimiento.
Ver la verja del burdel abrirse no es algo nuevo para mí, pero ir en un
auto que la está atravesando sí, la emoción me embarga cuando me
descubro del otro lado, admirando el camino frente a nosotros, aunque está
oscuro y la única iluminación es la de las luces del vehículo, observo
maravillada el denso bosque a nuestro alrededor, le pido a Ömar bajar la
ventanilla para ver mejor y él me lo concede.
El frío de la noche y la velocidad del aire me hace arder las mejillas,
pero no me importa, esta sensación es indescriptible, se siente como…
libertad. El resplandor de otras luces me hace mirar hacia atrás, veo dos
automóviles más siguiéndonos, eso no me da buena espina, ¿Habrá
mandado Alek a alguien a seguirnos?
—Creo que nos están siguiendo —le comento a Ömar, que también va
entretenido con el aparato móvil.
—No te preocupes, son mis guardias, nadie nos sigue —contesta sin
apartar la mirada del artefacto.
—¿Guardias? ¿A ti también te vigilan?
—No, Cherry. Ellos me cuidan, para que no me pase nada.
‹‹¡Qué estúpida!››
Obviamente lo cuidan a él, es un millonario empresario petrolero.
Debo de dejar de comportarme como una tonta que no sabe nada de la vida,
aunque realmente no sé nada de lo que pasa en el exterior, pero no debo
aparentarlo, de ahora en adelante, serenidad.
Me mantengo en silencio durante todo el trayecto, imaginando todo lo
que puedo hacer en estos días. Que Ömar no esté conmigo, me jode
cualquier plan para seducirlo. Tendré que esforzarme mucho en los pocos
días que estará en casa. Ellos hablan en árabe, veo que la mujer sonríe con
timidez intentado ser coqueta y él a veces le sonríe también.
«Maldita, él va a ser mío, o mejor dicho yo voy a ser suya»
La pierna de Ömar, se roza con la mía. Su cuerpo emana un calor
satisfactorio, la noche es fría y yo solo traigo puesta esta ropa. Veo mi
vestuario, al lado del de Ömar me veo andrajosa y más aún, a lado de la
mujer esa con su vestido fino y el abrigo de piel peluda que reposa en sus
hombros. Durante un largo rato andamos por la carretera, no tenía idea que
el burdel se encontrara tan alejado del mundo.
La temperatura desciende más, el aire que entra por la ventana se cuela
por debajo de mi ropa y me hace tiritar, me estremezco y me abrazo el
cuerpo, no tengo idea de cómo subir el cristal y no quiero pasar vergüenza
de tener que preguntarle a Ömar como hacerlo. Él desvía un momento su
atención del teléfono móvil y me ve.
—¿Tienes frío? —Asiento con la cabeza—. ¿Y por qué no subes la
ventana? —Me muerdo el labio, pienso que decir para no parecer una tonta
ignorante.
—Me gusta la sensación del aire dándome en la cara, pero sí tengo frío
—Parece que mi respuesta se le hace lógica, se quita el saco y me lo coloca
sobre los hombros.
Lo aprieto contra mi cuerpo, conserva el calor de su cuerpo y lo recibo
a gusto. Aspiro fuerte, huele a él, a perfume varonil, limpio y cigarrillo,
aunque también hay presencia del perfume de esa mujer. Nunca he visto a
Ömar fumar, pero debe hacerlo porque el olor está impregnado en su ropa y
hasta en su piel. Me quedo dormida abrazando su saco y disfrutando de su
presencia a mi lado.
 
Alek
 
Se fue, el maldito se la llevó, la alejó de mí por quince días. Quince
malditos días sin ella, sin follarla, sin tener su cuerpo y su boca experta, sin
siquiera verla. La rabia recorre en mis venas, ardiente, haciendo que
comience a ver todo rojo.
Ya no me importa en nada la velada, por mí, todos los jodidos
invitados se pueden ir a la mierda. Sin siquiera despedirme de mis padres
subo a mi camioneta y me largo, tampoco me importa la puta muerta, ya
estaba vieja, pronto sería de desecho, dejaré que mi padre se haga cargo de
ese problema por hoy.
Mi padre.
La sospecha que él arregló el sorteo, no me deja de dar vueltas en la
cabeza, fue demasiada coincidencia que justamente hayan sido
seleccionados ellos. Por eso insistió tanto en hacer la gala con el pretexto de
celebrar el cumpleaños de mi madre, por eso propuso el nuevo servicio de
acompañantes, por eso lo hizo venir a Saint Marie a conocerla, está
planeando sacarla del burdel, alejarla de mí y eso no lo puedo permitir, es
mi Cherry, mi dulce Cherry, la mato antes de permitir que ella pertenezca a
otro.
Golpeo el puño en el volante, una y otra vez hasta que mi mano duele
y percibo que comienza a inflamarse, no pude hacer nada para evitar que se
la llevara, mi padre lo planeó tan bien, lo hizo frente a todos los invitados
obligándonos así a cumplir con lo prometido, debí haberlo previsto, debí
asegurarme que el nombre de ella no estuviera en la urna, debí inventarme
cualquier mierda para impedirlo.
Presiono el acelerador a fondo, la negrura del camino y el silencio no
ayudan a mi estado de ánimo, es como si quisieran recordarme que estoy
solo en medio de la nada, sin ella.
Tomo el móvil y abro la app para el rastreo de su microchip
localizador, la ubico en Dunkeld, no está tan lejos, quizás si acelero más
pueda alcanzarla, inventarle a Ömar cualquier pretexto y traerla de vuelta,
no concibo la idea que ella se vaya quince días. Puedo tolerar que otros la
follen, siempre y cuando esté a mi lado, porque sé que ninguno de esos
imbéciles la ha hecho llegar al éxtasis, solo yo, lo descubrí la primera vez
que me la follé, su primer orgasmo fue mío y desde ese día ella me
pertenece, porque nadie va a amarla y desearla como yo.
Nadie.
El camino se vuelve borroso, atravieso lo más rápido que puedo el
Bosque del Tay, tengo que alcanzarla. Una enorme sombra se atraviesa en
mi camino, como puedo la esquivo para no impactarla y pierdo el control de
la camioneta que hace trompos sobre el asfalto hasta que por fin se detiene.
El estúpido animal huye despavorido, me bajo y reviso las condiciones
de mi vehículo alumbrándome con una lámpara de mano, maldigo al
percatarme que uno de los neumáticos se reventó. Tomo el móvil y llamo a
la asistencia vial que me aseguran llegarán lo más pronto posible.
No me queda otra opción que esperar, mientras tanto sigo rastreando la
localización de Nath.  Cuando entra en Edimburgo, me obligo a hacerme a
la idea que ella se va con él, que realmente no la veré en quince días. La
negrura de la noche me envuelve, lo que me recuerda lo que ha pasado con
las esclavas, todas han sido atacadas en la oscuridad, ese tema también me
preocupa, alguien se me está burlando en la cara, haciendo esto en mi
propio territorio.
«Al menos ella está a salvo» pienso, si no está en el burdel no puede
pasarle nada, a menos que ese enfermo de Ömar le haga daño, y eso es lo
más probable.
 
 
 
 
Nath
 
—Cherry, despierta —Tira de mi hombro y me zarandea ligeramente, abro
los ojos con pereza—. Debemos abordar ya.
—¿Abordar?
—El avión, despierta ya, muévete, nos estamos retrasando —Eso me
despierta al instante.
¿Avión? ¿Me voy a subir a un avión? Esto de verdad no me puede
estar pasando. Quisiera poder gritar de la emoción, debo ser la envidia de
las demás, ahora sí tendrán un motivo de peso para odiarme.
Al pensar en las chicas, el recuerdo de lo que sucedió esta noche en la
mazmorra regresa, me alegro de estar lejos del burdel en este momento
¿Cuántas mujeres más serán atacadas en estos quince días que no esté?
Espero que para mí regreso Alek haya atrapado al intruso. ¿Pero qué
mierdas estoy pensando?
Yo no puedo regresar.
Bajo del automóvil y lo primero que veo es el avión, no es muy
grande, pero si se ve muy lujoso y es negro, como su vehículo y como todos
los trajes que usa, las piernas me tiemblan de la emoción, es la primera vez
que veo uno tan de cerca.
Ömar, habla con unas personas al pie de unas escaleras que dan a la
entrada del avión, quiero salir corriendo y subirme, pero prometí
comportarme, así que aguardo pacientemente con mi bolsita de artículos
personales en la mano a que el árabe me indique que ya podemos subir.
Madera pulida y asientos tan blancos que parecen nuevos es lo que
más llama mi atención, es extraño el contraste, por fuera es negro y por
dentro predomina el blanco. No sé dónde sentarme, espero a que Ömar me
indique mi lugar.
Solo somos cuatro personas dentro del avión, Ömar, la mujer que lo
acompaña, de la cual aún no sé su nombre, pero sí sé que la detesto, una
mujer joven que le ofrece al árabe algo de tomar y yo. Creí que seríamos
más, pero por ningún lado veo a los guardias que venían detrás de nosotros.
La mujer joven me coloca el cinturón de seguridad y me dice algunas
instrucciones para el vuelo, la escucho atentamente, no quiero cometer
algún error y avergonzarme delante de estas personas. Por fin, el artefacto
se pone en movimiento, las manos me tiemblan y el estómago lo siento
extraño, es una sensación desagradable cuando empieza a ascender en el
aire.
Respiro acelerada, no es lo que pensé que sería y quiero bajarme ya.
Desde su lugar frente a mí, Ömar me observa con el ceño fruncido, me doy
cuenta que seguramente estoy haciendo el ridículo y me obligo a
tranquilizarme.
Cierro los ojos y me niego a abrirlos en un buen tiempo, los tengo
cerrados tanto tiempo que me quedo dormida otra vez, hasta que un nuevo
zarandeo me despierta, es la mujer que atiende el avión que me avisa que ya
hemos aterrizado, veo a mi alrededor, Ömar y la mujer no están, me asusto
e intento pararme, pero el cinturón no me lo permite.
La joven lo suelta y me guía a la salida. Bajo las escaleras nerviosa
preguntándome donde está Ömar. El sol ya ilumina alto en el cielo haciendo
que me desoriente, no sé qué hora es, donde estoy y cuánto tiempo estuve
dormida.
Un automóvil negro espera en la desierta explanada donde aterrizó el
avión, me acerco a él y diviso la esbelta figura de Ömar, el alma me vuelve
al cuerpo. Entro al vehículo y me siento junto a él, este auto es mucho más
pequeño que el que me sacó del burdel, pero aun así se ve muy lujoso. La
mujer que lo acompañaba ya no está y él se ha cambiado de ropa, lleva un
traje negro con camisa negra y se ve jodidamente guapo.
—¡Vaya, hasta que despiertas!, creí que estabas inconsciente —habla
mientras revisa una computadora portátil, similar a la de Alek, pero más
grande.
—No me di cuenta del tiempo, para mí fue solo una siesta —murmuro
con pena, me dormí en el auto y en el avión, debe pensar que soy una
perezosa.
—Dormiste las siete horas de vuelo, Cherry y dentro del automóvil
dormiste casi dos, eres una perezosa.
«Justo lo que no quería que pensara»
¿Casi nueve horas dormí? Ni siquiera recuerdo cuando fue la última
vez que pude dormir tanto, por lo general termino mi horario a las dos o tres
de la madrugada y Khan, se encarga de despertarnos temprano, así no
tengamos nada que hacer, aunque yo siempre tengo algo que hacer. Puedo
sentir lo descansada que estoy, como nunca en la vida, me siento
emocionada y llena de energía.
—¿En dónde estamos? —pregunto mirando a todos lados, no se ve
nada alrededor, más que arena a lo lejos.
—Dubái —responde sin quitar la vista del portátil, pongo mi cerebro a
trabajar intentando ubicar dónde está este sitio, pero no puedo recordar
haber escuchado de él nunca—. ¿Sabes dónde es?
—No —reconozco, estando a solas con él no siento tanta vergüenza.
—En Asia —Eso sí sé lo que es y dónde está en el mapa.
—Muy lejos del burdel —comento emocionada.
—Sí, Escocia está en Europa, estamos en otro continente —Siento que
quiero reír y gritar de emoción, tan lejos Alek no puede hacerme algo, no
podría cumplir su amenaza. ¿O sí?
—¿La gente puede viajar de aquí a allá sin problema? —Recuerdo
alguna vez haber oído hablar a las esclavas sobre sus documentos, hay
algunas que no fueron secuestradas y viajaron conscientes hasta el burdel.
—No, no se puede. Hace falta tener documentos que te permitan entrar
y salir de los distintos países —aclara.
—¿Cómo pude viajar sin esos documentos? —Que yo sepa no tengo y
ahora me preocupa que él también sea un secuestrador que pueda meter y
sacar mujeres de un país.
—Arreglé ese punto con un viaje privado, nadie aparte de Alek, sabe
que estás aquí y nadie lo sabrá —La forma en la que explica eso me hace
pensar en lo poderoso que puede ser Ömar si logra saltarse las leyes.
Un sujeto entra en el automóvil y le entrega a Ömar dos vasos con tapa
en una charola, él los toma y me entrega uno a mí, está caliente, supongo
que es café, le doy un trago, está delicioso, nada que ver con lo que me dan
en el prostíbulo.
Ömar, saca una cajita de su portafolio y de ella extrae un cigarrillo
delgado y largo, lo enciende y sigue con la atención en la computadora. El
carro se pone en movimiento, yo lo miro furtivamente todo el camino, así
concentrado en no sé qué, fumando y tomando café es la puta imagen de la
perfección, solo haciendo esas cosas tan comunes.
Observo como el camino deja de ser solitario y se convierte en una
ciudad impresionante frente a mis ojos, enormes edificios, casas
espectaculares, gente en las calles con vestimentas raras, autos igual de
lujosos como en el que vamos, ¡esto es una maravilla!
No puedo dejar de mirar en todas direcciones, no quiero perderme
ningún detalle. Llegamos a una verja grande que se abre inmediatamente, el
auto para frente a ella, avanzamos por un sendero largo rodeado de árboles
preciosos, hasta quedar frente a una construcción que me quita el aliento.
—¿Esta es tu casa? —Estoy tan impresionada por el lugar, que apenas
tengo voz.
—Sí, una de las que tengo, es en la que paso más tiempo —contesta
distraído, se nota que solo lo hace por cortesía.
«¿Una de las que tiene?»
—¿Cuántas tienes? —No puedo evitar seguir preguntando a pesar que
no me pone atención.
—Doce, en las diferentes ciudades donde están las sedes de la
compañía.
«¿Doce? No puede ser jodidamente en serio»
—¿Y en esta casa tan grande vives tú solo? —Aparta los ojos de la
computadora y mira hacia el frente a ningún punto en específico.
—El servicio también vive aquí.
—Me refiero a tu familia o alguien más ¿Alguien cercano a ti? —Por
fin sus ojos se centran en mí, esa mirada fría me escanea en un segundo.
—No tengo familia, mi padre murió hace unos años, tengo un tío que
vive en Arabia Saudí pero no nos frecuentamos, no lo he visto desde la
muerte de mi padre y antes de eso no lo vi en años.
—¿Y una pareja? —pregunto tímidamente, él resopla con desdén.
—No tengo tiempo para tener una pareja —Guarda el computador en
el portafolio y baja del auto.
Lo sigo de cerca, no quiero perderme en este lugar que es tan enorme.
Entramos por la puerta principal. Como lo pensé, dentro de la casa todo es
lujo, todo brillante y todo es increíblemente limpio. Sin embargo, hay algo
extraño, las gruesas cortinas que cubren los enormes ventanales no permiten
el paso de la luz, por lo que la casa está levemente iluminada por
candelabros que emiten una luz baja.
El burdel también es lujoso. Para ofrecerle servicios a hombres con
tanto dinero, debe serlo, pero no hay punto de comparación con la casa de
Ömar. Él me conduce a través de muchas estancias y escaleras hasta llegar
frente a una puerta negra y gruesa, me desconcierta que en todo nuestro
trayecto no veo a nadie más. Él dice que el servicio también vive aquí, pero
no hay ni siquiera un ruido que advierta la presencia de alguien más.
Entramos en la pieza, es una habitación casi tan grande como el gran
salón del burdel. Aquí las cortinas de los ventanales están corridas dejando
entrar mucha claridad. Una cama gigante con muchos cojines es lo que más
me gusta. Hay un tocador de madera pulida con un espejo grande y alto,
varios sofás negros que hacen juego con el piso oscuro.
—Aquí vas a dormir —explica, camina hacia una de las puertas y la
abre—. Este es el baño, la otra puerta es el clóset y la cama —dice
señalándola—. Tocador, espero que encuentres todo lo que necesitas,
mandé a comprar algunas cosas esta mañana, la noticia fue de improviso y
no hubo tiempo de hacer más, espero que te sientas cómoda.
—¿Puedo usar todo lo que está aquí? —Miro impresionada las cositas
hermosas y finas que descansan sobre la madera.
—Todo es para ti y si quieres te lo puedes llevar cuando regreses a tu
casa.
«¿Mi casa? Es más bien mi cárcel»
Curioseo entre las cosas sobre el tocador, hay maquillaje, algunas
cremas y dos perfumes, en las gavetas ropa interior, hermosa y delicada
lencería con las telas más suaves que he tocado.
En el clóset varios vestidos, son de telas finas pero todos largos, tres
son más cortos, sin embargo, no tanto, también hay vaqueros y unas cuantas
blusas sencillas, otras con pedrería y volados en las mangas, aquí hay más
ropa de la que he tenido junta en toda mi vida.
Hay también unos zapatos de piso, un par de sandalias altas y dos
pares de tacones cerrados, todo combinado con los colores de la ropa que
cuelga de los ganchos, incluso hay un par de zapatillas que se usan para
hacer deporte, yo no he hecho deporte desde que estaba en el orfanato.
Ömar, me observa serio con las manos en los bolsillos de su pantalón
mientras voy de aquí a allá tocando todo, como si fuera una niña pequeña
en una tienda de juguetes.
Quisiera saltar sobre él y abrazarlo para agradecer lo que está haciendo
por mí, bien podría simplemente dejarme aquí en su casa con lo que traigo
puesto e irse a sus viajes, pero se tomó la molestia de preparar una
habitación para mi llegada, y yo que pensaba como pedirle una muda de
ropa más porque no traje, aunque debió darse cuenta, no traigo una maleta.
Me acerco a él decidida y lo rodeo con mis brazos, recargo mi mejilla
en su pecho y lo aprieto fuerte, él no me abraza, pero tampoco me hace a un
lado, solo se deja hacer y se mantiene impasible en su pose habitual.
—No era necesaria toda esa ropa, solo estaré quince días aquí y si tú
no vas a estar ¿A dónde voy a ir?
—El servicio te hará compañía, creo que te agradará Marceline, es casi
de tu edad y pueden salir a vagar por las calles o de compras, busca la
forma de distraerte. Hoy estaré aquí contigo, mañana salgo nuevamente, así
que si tienes energía podemos hacer algo.
Mi oscuro corazón brinca en mi pecho ante su propuesta, claro que
quiero salir a conocer esta increíble ciudad y más al lado de este sexy
hombre, en ese auto lujoso y llevando la ropa fina que me compró. Corro al
clóset y busco entre el montón de ropa que ponerme, quiero probarme todo,
parece ser de mi talla.
—Iré a mi habitación, cuando estés lista me avisas.
—¿Cuál es tu habitación? —Separo mi vista del precioso vestido que
tengo entre mis manos—. Me da miedo perderme en este lugar.
—Es la del frente. Date una ducha para refrescarte, hoy hace calor. El
clima aquí es muy distinto al de Saint Marie —Eso no tiene ni que decirlo,
lo noté cuando salimos del auto, no obstante, dentro de la casa la
temperatura es baja.
Ömar, sale de la habitación y yo me dirijo al baño que no podía ser
menos que magnífico. Mármol blanco cubre todo, parece que nadie nunca
lo ha usado y una gran bañera me llama a gritos para que me introduzca en
ella.
El recuerdo de la bañera que compartía con otras niñas en el orfanato
me hace suspirar. Lleno la tina, me desvisto y al agua, el gel de ducha huele
a Ömar, me encanta, lo tallo por todo mi cuerpo aspirando a más no poder
el aroma.
Juego con la espuma y el agua, pierdo la noción del tiempo hasta que
la puerta del baño se abre y Ömar se queda de pie viéndome recargado en el
marco, por primera vez no lleva un traje, vaqueros negros y playera negra,
este hombre siempre viste de negro. Pero, ¡joder, se ve malditamente sexy!
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 14
Bésame
—Cuando te dije que tomaras una ducha, me refería a una rápida —
comenta caminando hacia la bañera.
—No pude evitarlo, perdón, ya salgo —me disculpo, por un instante
su semblante frío se vuelve ligeramente cálido y esboza una ligera sonrisa.
—Si no quieres salir no te voy a obligar, puedes quedarte todo el día
en la tina si así lo deseas —Sus palabras me hacen pensar que sí me gustaría
pasarme el día aquí dentro, pero con su cuerpo a mi lado.
—¿Y si me acompañas aquí dentro? Hay suficiente espacio para los
dos —propongo, abanico mis pestañas de forma coqueta para convencerlo.
Mira por un segundo como la espuma cubre mis senos, y no pierdo
oportunidad de elevarme un poco para que esta descienda y le dejen ver
algo de piel. Se lo piensa algunos segundos y sonríe antes de sacarse la
playera. Me muerdo los labios viéndolo desvestirse. ¿Cómo logra Ömar
volver una acción tan normal, en un espectáculo digno de admirar?
No lo sé, simplemente me quedo apreciando ese cuerpo perfecto
quitarse la ropa. Se introduce en el agua frente a mí. Ni tonta, ni perezosa
me acerco a él. Tomo el gel de ducha y comienzo a tallarlo por su cuerpo.
Él cierra los ojos y me permite lavarlo. No voy a negar que mi corazón late
emocionado, por primera vez lo tengo a mi disposición, ambos desnudos,
en una tina, mi garganta no duele tanto como ayer y sobre todo no tengo
que preocuparme por el tiempo.
Sin embargo, sí me preocupa que mañana se va de viaje, no quiero
quedarme aquí, quiero ir con él y conocer todo lo que conoce, quiero
atenderlo, dormir con él, desde que era una niña y Kristine se metía a mi
cama cuando había relámpagos y truenos no he dormido con nadie. Quiero
hacerlo todo con él, viajar, platicar, conocerlo, follar por supuesto y hacerle
ver que soy una buena esclava, complaciente y entregada.
—Llévame contigo por favor —murmuro en tono bajo—. Puedo ser
buena compañía, te atenderé como nunca lo han hecho.
—Ya he dicho que no, Cherry —responde sin abrir los ojos, mis
manos recorren su pecho.
—Nath —Levanta la cabeza, abre los ojos y me mira interrogante—.
Dime Nath, es mi verdadero nombre.
—Nath —repite con esa voz ronca y sexy, mi nombre de sus labios
suena mil veces mejor que de los míos—. Es un lindo nombre.
—Esperaré en donde te quedes, no me asomaré por la puerta siquiera,
pero llévame por favor —suplico sensualmente, acercándome a sus labios.
—Vamos a poner las cosas claras, Nath —Su tono severo me hace
detener mi camino hacia su boca—. No quiero tratarte como una esclava,
deseo que disfrutes de este tiempo, pero debes comprender y aceptar que
solo estás aquí de paso y lo más importante, las órdenes las doy yo y no
soporto los lloriqueos y las súplicas si no son en la cama.
Sus palabras y el tono gélido que usa, son una bofetada a los sueños
que me he estado formando y me ubican cruelmente en la realidad, empiezo
a pensar que enamorar a Ömar, va a ser una misión imposible, pero no
dejaré de intentarlo, hasta el último segundo que tengamos juntos, tendré
que poner todo mi empeño en los momentos que pueda darme, como ahora.
—Lo que ordene, Sayidi —digo resignada.
—No me digas así, no soy tu amo ni pienso serlo nunca —Otra vez
esa bofetada de realidad, este hombre no tiene la más mínima consideración
por los sentimientos de los demás.
—Está bien Ömar, pero déjame complacerte el tiempo que estemos
juntos —Mis manos, que se habían detenido sobre su pecho reanudan su
trabajo.
—Eso sí puedes hacerlo, de hecho, es lo mínimo que espero de ti —
Vuelve a cerrar los ojos y recarga la cabeza en el borde de la bañera, lo
tomo como una invitación a seguir con lo que estaba haciendo.
Continúo con la tarea de ducharlo, mis manos recorren milímetro a
milímetro su cuerpo, frotándolo, hay varias esponjas a un lado de la bañera,
sin embargo, prefiero hacerlo con mis manos.
Aprovechando que tiene los ojos cerrados, tomo su miembro y lo lavo
meticulosamente igual que sus testículos, los tallo con fruición hasta que se
yergue. Por unos minutos lo masturbo, deseo introducirlo en mi interior,
desde hace tiempo, desde la primera vez que lo vi y creo que en esta
ocasión él no se negaría.
—¿Puedo? —cuestiono dudosa mostrándole mis intenciones de
montarme sobre él.
Lo piensa unos segundos y asiente con una cabezada seca mirándome
desafiante, como si pensara que no seré capaz de hacerlo. «Árabe aún no
me conoces» Me siento en sus piernas con las mías abiertas rodeándolo,
pero sin penetrarme. Muevo la cadera despacio y mi sexo se frota con el
suyo, mi vagina late de excitación y su falo también pero no lo introduzco.
Mis pezones se rozan en su pecho, poniéndolos tan duros como su
erección, y a pesar de tenerlo tan cerca, él parece de lo más tranquilo. Veo
sus labios gruesos entreabiertos, exhalando un aliento cálido y con un ligero
olor a alcohol y mis deseos de probarlos se potencializan.
—Bésame —susurro acercándome.
No se mueve y cuando creo que por fin accederá al beso me esquiva
ladeando la cara a la derecha. La furia se apodera de mí. ¿Qué le sucede a
este hombre? Tiene a una sexy mujer desnuda sobre él en una bañera y
dispuesta a complacerlo de la forma que él quiera, incluso si desea volver a
azotarme, y no permite que pueda hacer bien su trabajo.
Él no me va a detener, a como dé lugar le voy a demostrar lo que
puedo hacer. Sin que se lo espere levanto la cadera y me dejo caer fuerte
sobre su miembro, un espasmo de placer nos recorre a los dos, se siente
jodidamente bien tenerlo dentro, es grueso, muy grueso y me encanta como
me dilata para acomodarse.
Beso su cuello, al tiempo que balanceo mi cadera en movimientos
rápidos y salvajes, mis uñas hacen un recorrido por su musculosa espalda
marcando mi presencia en su cuerpo. Ömar, gruñe apretando la mandíbula,
y yo jadeo descubriendo nuevas sensaciones nunca antes conocidas en mi
cuerpo. He tenido sexo, mucho sexo desde hace diez años, pero jamás lo he
sentido como en este instante, es algo que no puedo explicar, porque no sé
ni siquiera que me está pasando.
Corrientes eléctricas nacen en mi vagina y se extienden hacia mis
extremidades, generando un cosquilleo por todo mi cuerpo. Aumento el
ritmo y la fuerza, Ömar Al Qadar va empezar a enterarse por qué soy la
mejor del burdel.
Él me mira con gesto amenazante, como si quisiera hacerme pagar por
mí osadía de hacerlo gruñir cuando él quiere mantener la actitud gélida, en
sus ojos puedo ver un resquicio del hombre peligroso del que Marek me
advirtió, pero no le tengo miedo, creo que Ömar y yo tenemos el mismo
corazón oscuro.
Me toma fuerte por la cadera enterrando sus dedos en mi piel, gimo
por el dolor, pero es un dolor distinto al que haya sentido, es un dolor
gustoso. Me mueve a su antojo con brusquedad excesiva, bombea su cadera
adelante y atrás, feroz. Me sorprende la fuerza de su cuerpo y como sacude
el mío, como si yo fuera una muñeca a la que puede manejar a su antojo.
Las puntas de mis dedos cosquillean, mis manos y pies se entumecen,
no comprendo estas sensaciones, pero me encantan. Busco sus labios una y
otra vez, pero me esquiva todo el tiempo.
«¡Joder, bésame estúpido árabe!»
Decidida a no dejar que su negativa me afecte, lamo su rostro y cuello,
mordisqueo sus hombros mientras mis uñas continúan trazando rasguños en
su espalda, él gime. Mi vagina empieza a contraerse, sé lo que viene a
continuación y lo deseo tanto. Que otro hombre a parte de Alek, pueda
hacerme tener un orgasmo, es increíble.
El clímax crece y crece, con cada embestida salvaje de Ömar, me
abrazo a su cuerpo y dejo salir mis jadeos y alguno que otro gemido de
placer. El mío se tensa, entierro las uñas en su espalda y grito cuando el
éxtasis me recorre. El orgasmo es mucho mejor que cualquiera que Alek me
haya dado, siempre creí que Sayidi era el mejor en la cama, pero al lado de
Ömar, es solo un principiante.
La fuerza me abandona y aflojo el cuerpo alrededor de él, pero me
mantengo abrazándolo, mi corazón palpita sin control, me gusta este
momento de intimidad. Inesperadamente, él me separa de su cuerpo y sale
de la bañera.
—Lo bueno es que eres difícil para los orgasmos, no me tomó más que
unos minutos —comenta envolviéndose en una toalla.
—Fue algo inesperado, ¿Tú…?
—Ya te dije que, sin lágrimas no lo disfruto —Latigazo de decepción.
«¿Cómo puede decir que no lo disfrutó?»
—¿No lo disfrutaste, Ömar? —interrogo incrédula y a la vez afectada.
—No. Me excitas sí, pero estás muy lejos de hacerme disfrutar de
verdad, Cherry —lo dice con tanta seguridad que es imposible no creer en
sus palabras.
Ömar, se da la vuelta y sale del baño sin decir más. Un nudo se forma
en mi garganta. ¿Cómo puede ser algo magnífico para mí y para él
cualquier cosa? Ha sido el mejor sexo de mi vida, el mejor orgasmo, pero
para él fue insignificante.
El nudo se hace más grande y apretado mientras lavo mi intimidad, la
sensibilidad que ha dejado su posesión es un claro indicio de lo bien que
estuvo. ¿Por qué él no lo disfrutó? ¿Por qué me afecta pensar que no lo ha
hecho? ¿Qué es esta punzada que siento en el pecho? No es decepción, esa
la conozco muy bien, es algo distinto, algo que pretende sofocarme, respiro
varias veces tratando de mantener a raya eso que está apretando mi pecho.
Salgo de la bañera envuelta en una toalla, busco algo que vestir, es
difícil porque nunca había tenido que escoger entre montones de ropa
hermosa. Toda la lencería es preciosa y no logro decidirme por cuál, así que
cierro los ojos y lo primero que agarre es lo que usaré, un body de satén
rojo, es suave y brillante.
En el clóset, hago la misma dinámica para elegir, el ganador es un
vestido largo color crema de tela delgada y semi transparente que deja ver
un poco la ropa interior. Para el calzado, me decido por las sandalias, estoy
harta de usar tacones todos los días. Me maquillo un poco, hay tantas cosas
en el tocador que no sé para qué son, así que solo uso lo que conozco,
polvo, rubor, máscara de pestañas y lipstick. Huelo los perfumes y me
decido por el aroma dulce.
Una vez que mi apariencia me satisface doy vueltas en la habitación,
no me decido si salir o no. Quiero hacerlo, pero no sé si a Ömar le
molestará que deambule por su casa, ni siquiera sé si se molestó por lo que
pasó en la bañera, su expresión gélida nunca me dice nada de lo que pasa
por su mente.
Después de mucho pensarlo me atrevo a salir, si él se molesta no creo
que pase de tener que volver a la habitación y quedarme aquí. Asomo la
cabeza por la puerta, el pasillo está desierto, veo la puerta del frente, esa es
su habitación. ¿Estará ahí? Respiro profundo y me armo de valor para ir a
tocar. Levanto el puño para hacerlo cuando la puerta se abre y debo
reaccionar rápido para no golpear al árabe.
—Lo siento —digo desviando el puño a tiempo—. No sabía si estabas
en tu habitación, iba a tocar.
—Descuida, veo que te arreglaste ¿Quieres salir? Es un poco tarde,
pero podemos dar una vuelta rápida —Asiento emocionada, él no está
enojado, esa expresión es la de siempre.
Me guía hacia la salida con una mano en mi espalda baja, se siente
agradable y una sonrisilla adorna mi rostro. Intento grabarme cuál es el
recorrido hacia las habitaciones, tengo que hacer un mapa de este lugar para
no perderme los días que me queden aquí, catorce, el primero llega rápido a
su fin.
¿Por qué el maldito tiempo no puede detenerse? Los días en el burdel
son eternos ¿Por qué aquí el tiempo corre como si lo persiguiera un animal
salvaje?
Lo miro de reojo, Ömar siempre está perfecto, lleva los mismos
vaqueros negros, pero se cambió la playera por una camisa negra de manga
larga. Parados en la entrada principal aguardando por el vehículo que pidió,
se nos acerca una señora regordeta de piel blanca pero no tanto como la
mía, mejillas rosadas y cabello castaño sujeto en un moño elegante.
Ella no repara en mi presencia, habla en alemán con Ömar, logro
captar algunas palabras, pero no todo lo que dicen, hablan muy rápido. La
mujer dice cosas como cena, invitados, joven, días, noches y viaje, pero no
logro entender más. Ömar, le contesta que no se preocupe y que todo está
bajo control o eso creo que dice.
De pronto ella fija su vista en mí, me mira de arriba abajo con una
expresión que no logro descifrar, parece sorpresa, pero también miedo.
Ömar rodea sus hombros en un gesto cariñoso, le susurra algo al oído que
no entiendo y ella parpadea unas cuantas veces antes de dibujarse una
sonrisa nerviosa en los labios. No entiendo nada de lo que está pasando,
estoy acostumbrada a ser el centro de atención, pero no de esta manera.
—Nath, ella es Frederika —la presenta Ömar, después se dirige a la
mujer con una voz más cálida y pausada—: Fredik ella es Nath… mi
invitada, espero que la atiendan bien, confío en ti para que así sea —Ella
asiente y le sonríe de una manera maternal, gira hacia a mí y también me
obsequia esa sonrisa.
—¿Entiende el inglés? —Asiente, obvio lo entiende, Ömar le acaba de
hablar en ese idioma.
—Si me habla despacio sí —responde en un marcado acento alemán
—. O puede hablar en árabe si sabe hacerlo.
—Solo hablo inglés —pronuncio despacio para que ella pueda
entenderme—, entiendo un poco de alemán, solo lo básico.
Una chica con melena rebelde roja-naranja y piel pecosa aparece por
un costado de la casa, trae las rodillas sucias y las manos también, el borde
inferior de su vestido es un desastre, como si hubiese estado jugando en la
tierra, en cuanto ve a Ömar los ojos le brillan y corre en su dirección. Se tira
a los brazos de Ömar y lo aprieta contra su cuerpo, él le devuelve el abrazo
y sonríe sin importarle que la ropa de ella está sucia y puede arruinar su
imagen impecable.
—¡Ömar cuántos días sin verte! Te extrañé —habla extraño, como
arrastrando las palabras. Se separan y ella se apresura a sacudir los restos de
tierra que ha dejado sobre la ropa de él.
—Lo mismo digo, Marceline. ¿Qué estabas haciendo? Mírate cómo
estás de sucia —Ella se ríe, sin darle demasiada importancia a su aspecto.
—Arreglando las flores del jardín, deben estar perfectas todo el
tiempo, ya sabes —Al igual que con la mujer alemana de pronto nota mi
presencia, me mira con curiosidad y le pregunta a Ömar—: ¿Quién es la
beluga?
«¿Beluga?, ¿qué es eso?»
Ömar, se ríe acariciando la mejilla de la muchacha y las tripas se me
aprietan, él me dijo que no tenía pareja, entonces esta atrevida ¿Quién es?
¿Por qué tiene la confianza de abrazarlo y él la acaricia? ¿Por qué con ellas
dos no es un témpano de hielo y conmigo sí? Incluso, con la mujer que lo
acompañaba anoche fue mucho más atento de lo que es conmigo.
—Ella es Nath, una invitada y quiero que le hagas compañía los días
que yo esté de viaje. Pueden salir por ahí a vagar, pero no alejarse mucho y
sobre todo comportarse, te conozco Marceline —advierte, el rostro de la
muchacha se ilumina.
—Gracias Ömi, no te preocupes yo la cuido —asegura.
—Nath, ella es Marceline, de quién te hablé, estoy seguro que se
llevarán muy bien, es apenas unos años mayor que tú.
—Hola —saludo con cortesía y le doy la mano un tanto recelosa, no
me gusta la confianza que se tiene con mi árabe.
—Hola, Beluga —contesta y yo frunzo el ceño.
—¿Beluga? —Tengo que preguntarlo porque no entiendo por qué me
dice así.
—Si ya sabes, como la ballena —Debo tener la cara de estúpida por no
captar a qué se refiere porque ella aclara—. Tu piel es tan blanca como la de
una beluga —dice poniendo los ojos en blanco, como si fuera lo más lógico
del mundo lo que acaba de decir.
—¡Aahh! —Finjo comprender, aunque en realidad no, sé lo que es una
ballena, pero no a qué se refiere con beluga, al final me río solo para no
parecer más tonta de lo que ya debí parecer.
Un hombre mayor, con vestido similar a una bata blanca, y lo que creo
es un pañuelo en la cabeza, trae un grandioso automóvil negro. Empiezo a
pensar que Ömar no conoce otro color, no es el mismo que nos trajo del
aeropuerto, este es más pequeño aún, solo es para dos personas. Mi árabe,
se despide de las mujeres, yo también levantando mi mano desde mi lugar,
me abre la puerta del auto y entro.
Tengo que obligarme a no abrir la boca hasta el piso, mis ojos no
alcanzan a ver todos los botones que hay frente a mí y la opulencia del
vehículo, como todo lo que lo rodea parece nuevo, brilla y huele a él, a su
perfume varonil y un ligero toque a cigarrillo. Ömar, entra por la puerta del
piloto, se acomoda en el asiento y enciende un cigarro el cual saca por la
ventanilla a su costado.
—Ponte el cinturón de seguridad —ordena.
Mierda.
«Nath, no hagas el ridículo»
Disimuladamente veo como se coloca el suyo y hago lo mismo. El
auto arranca emitiendo un suave ronroneo, como un gatito salvaje
despertando de un largo sueño, Ömar, aprieta el acelerador y con una mano
en el volante empieza a moverlo. Lo miro conducir, definitivamente
cualquier cosa que haga este árabe, así sea la más común, en él, se ve
malditamente sexy, hasta ir al baño a orinar debe ser algo digno de ver.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 15
Dubái de noche
—Vamos a cenar, debes tener hambre, no has comido nada en todo el día.
—Eso no habla bien de ti como anfitrión —bromeo.
Si Ömar supiera los días que he tenido que pasar, apenas comiendo un
pedazo de pan duro y un poco de agua, castigada en la caverna,
comprendería que tener unas cuantas horas sin comer no es nada para mí.
Es cierto que no he comido, solo tomé el café en el trayecto del aeropuerto
a la casa, pero la emoción de lo que me está sucediendo y la sesión de sexo
en la bañera no me habían permitido sentir hambre. Ahora que lo ha
mencionado, las tripas me rugen escandalosas y él reprime la risa al
escucharlas.
—Te voy a llevar a uno de mis lugares favoritos cuando era niño, creo
que te gustará la comida —Ese comentario despierta mi curiosidad, deseo
saber más sobre él, quiero saberlo todo.
—Háblame de tu infancia —pido tímida, esperando que se abra un
poco más a mí.
—Ya te dije que no hay mucho que contar, mi infancia transcurrió
principalmente en internados —se evade, no pienso dejar de insistir, al igual
que con el beso, seguiré adorablemente persistente.
—Pero… tu papá… debiste verlo en algún momento.
—Sí, cuando llegaban las vacaciones y regresaba a casa, era lo que
más esperaba, volver a ver a mi… —carraspea incómodo—, padre, pero él
casi nunca me ponía atención. Cuando no estaba de viaje estaba encerrado
en su despacho, no me permitía entrar, decía que lo desconcentraba.
—¿Qué hacías estando en casa? —continúo preguntona, en treinta y
cuatro años debe tener algunas cosas interesantes que contar.
—Jugar con… el hijo de una sirvienta, era de mi edad, llegó a casa
cuando tenía unos nueve años y desde entonces somos inseparables.
—¿Y qué jugaban?
—Escondidas. Es el juego favorito de él, yo lo odiaba porque nunca
podía encontrarlo, es excelente ocultándose, pero ahora ya no me es tan
difícil, los dos somos buenos contrincantes —Sonríe viendo hacia el frente,
como si pensar en ese juego fuera lo más divertido del mundo.
—¿Aún juegan a las escondidas? —pregunto levantando las cejas. No
me imagino a Ömar jugando como un niño pequeño.
—A veces, es divertido, lo comprenderías si vieras como lo jugamos,
ambos debemos poner a prueba nuestra inteligencia y astucia —Me
impresiona saber que un hombre de su edad y que aparte es un empresario
poderoso, haga cosas como jugar a las escondidas… y con el hijo de una
sirvienta.
—Espero que tengas tiempo de mostrármelo y de presentarme a tu
amigo, debe ser divertido verlos jugar —solicito, en verdad quiero saber de
qué habla cuando dice que debe poner a prueba su inteligencia.
—No —contesta en ese tono gélido y que no da pie a réplica—. Él
está de viaje.
—¿Vive en tu casa? ¿Su madre aún trabaja para ti?
—No y no.
No sigo preguntando, se nota que no quiere hablar más sobre el tema,
aunque él fue el que lo trajo a colación. El sol comienza a ocultarse,
recorremos las calles que se iluminan con anuncios y luces por todos lados,
el Dubái nocturno es mucho más impresionante que el de la mañana. Veo
aquí y allá, la gente, sus vestuarios me dan curiosidad, hay mujeres con
vestidos horribles y llevan el rostro y cabello tapado, pero otras que no.
—¿Por qué hay personas llevando esos vestidos extraños? Hombres y
mujeres visten igual.
—Es el vestuario normal aquí, para los hombres es opcional, para las
mujeres es reglamentario.
—Pero yo no lo llevo.
—Tú no tienes que usarlo, eres visitante, a los turistas se les permite
vestir con sus prendas, siempre y cuando no muestren demasiado, solo en la
playa pueden enseñar algo de piel.
—¡Playa! ¿Hay una playa aquí? —Esa noticia me emociona. Cuando
estaba en el orfanato hicieron una excursión a la playa, pero yo no pude ir
porque estaba castigada.
—Sí, está algo retirada de mi casa, pero sí hay.
—¿Podemos ir? ¿Por favor? La chica me puede llevar si no tienes
tiempo —suplico haciendo pucheros, junto mis manos al frente como
cuando rezaba, tengo más de nueve años de no hacerlo.
—Cuando regrese en unos días, no pueden ir ustedes solas. Marceline,
es algo rebelde y no quiero que se metan en problemas, sería un
inconveniente con tu falta de documentos —Lo tomo como una promesa,
me encargaré de recordarle llevarme a la playa.
—Gracias, Ömar —Me lanzo a él y lo abrazo, me empuja
devolviéndome a mi asiento.
—Compórtate Nath, aquí están prohibidas las exhibiciones públicas de
cariño, no vuelvas a abrazarme estando fuera de la casa.
—Lo siento, no lo sabía, no lo volveré hacer —murmuro avergonzada
y un tanto dolida por la forma en que me habló, más gélida que de
costumbre.
No me responde. Conduce en silencio hasta que llegamos a un sitio de
comida. En el lugar las paredes son mayormente de cristal y se puede ver
hacia el interior, hay muchos niños jugando dentro en algo que parece un
laberinto de toboganes. Ömar, baja del auto y me abre la puerta, nos
adentramos en el lugar. Lo primero que percibo es el bullicio de los niños
corriendo y gritando por todos lados, después el olor de la comida, las tripas
me rugen aún más fuerte.
Mi árabe, se dirige a una barra y pide hamburguesas para comer.
Desde que estaba en el orfanato no comía hamburguesas. En el burdel,
nunca nos han dado de comer algo rico. Nos sentamos en una mesa para dos
personas y esperamos que traigan la orden. Ver a los niños jugar me
recuerda mi infancia, rodeada de otros niños sin padres y sin embargo fue la
única época feliz en mi vida.
Aunque la mujer que nos daba clases era una amargada y teníamos
muchas obligaciones, reglas y castigos, era divertido compartir la
habitación, la mesa y hasta el baño con mis amigos, desde entonces no lo
hago. Anelisse, fue lo más cercano que tuve a una amiga, pero fue elegida,
y desde ese día he preferido mantenerme sola, llorar la muerte de la
alemana hace seis años fue mi última pena, desde ese momento, me juré no
volver a derramar una lágrima y no lo he hecho.
Un chico trae la comida, huele delicioso y sabe aún mejor. Comemos
en silencio, es extraño ver a Ömar en este sitio y comiendo con las manos.
Él, que es todo elegancia y porte, parece una persona más y yo me siento
casi tan normal como él, aunque es todo menos normal, aún sentado en esa
silla comiendo hamburguesas sigue siendo imponente y cuando lleva una
papa frita a su boca, mis labios se abren deseando que la meta a la mía.
La papa y otra cosa, no me importaría que metiera otra cosa. Recibe
varias llamadas mientras estamos cenando, habla en árabe y no entiendo lo
que dice, pero parece algo molesto por lo que le están informando.
Finalmente salimos del sitio, espero que me traiga otra vez, porque en
verdad me gustó la comida y el ambiente, no me gustan los niños, sin
embargo, verlo tan relajado y no siendo un témpano de hielo es agradable.
Recorremos las calles de esta increíble ciudad, los enormes edificios llenos
de luz llaman mi atención, hay uno del que salen luces de colores en el
techo. Ömar, baja la velocidad permitiéndome apreciar el espectáculo de
luces que observo maravillada.
—¿Qué es ese lugar? Me gustaría ver las luces de cerca —digo
señalando hacia arriba.
—Una discoteca —Me quedo exactamente igual, y debe notarlo
porque enseguida continua—. Un lugar donde se va a bailar y a divertirse.
—¿Podemos ir? Me encantaría ver las luces de cerca —sugiero, él
niega con la cabeza.
—No acostumbro a ir a esos lugares —dice con arrogancia, como si
mi propuesta fuera algo ofensivo para él.
—¿Solo vas a burdeles? —pregunto algo molesta, su frialdad se está
volviendo un fastidio.
Me da una de esas miradas frías, capaces de congelar en su sitio a
cualquier persona, aunque a mí no, he tratado con todo tipo de hombres
empezando por Alek, así que no me intimida. En las últimas horas me he
comportado como una tonta, se lo atribuyo a la emoción de lo que está
pasando y también un poco al asombro de conocer su mundo y todo lo que
lo rodea. Me reprendo a mí misma, si quiero conseguir mi propósito de
enamorar a este hombre debo de dejar de actuar como una boba y
demostrarle la clase de mujer que soy.
«Una puta»
Sí, una puta, pero una que lo podría hacer feliz si me da la oportunidad
de quedarme a su lado.
—No voy a burdeles, si fui a Saint Marie fue por invitación de Marek,
me insistió mucho para que fuera, dijo que tenía una chica que me iba a
satisfacer como ninguna otra y, hasta la fecha, no ha sucedido eso.
Mi cabeza es un mundo de preguntas, que poco a poco van
encontrando una respuesta, ahora sé que Marek lo invitó y que seguramente
la mujer de la que le habló fui yo, entonces también creo que él planeó esto
para darme la oportunidad de enamorar a Ömar, él me dijo que me iba a
ayudar. ¿Qué mejor forma que hacerlo que sacándome del burdel y
regalándome quince días lejos para poder hacer lo necesario?
Ahora más que nunca pienso que debo esforzarme al máximo, una
oportunidad como esta no se va a repetir. Qué me recuerde que no le
satisfacen mis atenciones me cabrea, he intentado hacerlo, pero no soy
responsable que sea un enfermo que solo disfrute con lágrimas.
—No es mi culpa que seas tan raro, los hombres normales quedan muy
satisfechos conmigo —expreso con un tono algo insolente, pero no es
ninguna mentira, mis clientes me buscan porque ninguna otra esclava los
satisface como yo.
Ömar, da un volantazo y frena el auto repentinamente, se saca el
cinturón de seguridad y en una fracción de segundo está encima de mí con
las manos sobre mi cuello, sujetándolo con fuerza, más no impide el paso
del aire, jala mi rostro al suyo y murmura muy cerca de mis labios.
—No soy raro Nath, que estés acostumbrada a tratar con imbéciles
mediocres no es mi asunto, no vuelvas a insinuar que soy raro, porque te
voy a demostrar que tan raro puedo llegar a ser —Me suelta con un ligero
empujón que me manda contra el asiento, toso y tallo mi cuello, es la
segunda vez que tratan de asfixiarme en tres días, aunque lo que hizo Max,
fue mucho más grave. Ömar, ni siquiera me lastimó. Aun así, pienso que
estoy rodeada de dementes, Marek tenía mucha razón, el árabe es peligroso.
«Y excitante»
En silencio regresamos a su casa, que ahora, que es de noche y está en
penumbras, luce algo aterradora, pero no más que el burdel. Bajamos del
auto y me lleva de nuevo a mi habitación a paso rápido, cuando sale cierra
la puerta con llave.
«¡Vaya mierda de situación!»
Enfurruñada porque la salida no terminó bien, me desvisto. Busco en
las gavetas del tocador algo para dormir, encuentro una bata de satén abierta
por el frente y con una tira para amarrarse, es muy bonita, color negro para
variar con los gustos de Ömar, ¡nótese el sarcasmo! En la cama doy vueltas
de un lado a otro, es muy cómoda y suave, pero no logro sacarme de la
cabeza al árabe y sus reacciones incomprensibles.
Cuando por fin estoy comenzando a quedarme dormida escucho ruido
en la puerta, es solo un chasquido, pero me sobresalta. Camino hacia a ella
de puntitas y pego la oreja para escuchar, lo único que oigo es el ruido de
otra puerta al cerrarse. Giro el pomo de la puerta y esta se abre. ¿Era Ömar
el que vino a quitar la llave? ¿Le dio remordimiento encerrarme como un
animal? Salgo al pasillo, está desierto y en penumbra, por el rabillo del ojo
veo algo moverse en la oscuridad, me asusto y corro a la habitación de
Ömar, sin pensarlo abro la puerta que gracias al cielo no tiene seguro, entro
deprisa cerrando tras de mí.
Con el ruido que hice, el árabe se despierta o quizás estaba despierto,
si él fue quien abrió la puerta de mi habitación no podría estar dormido, no
sé, pero aprecio su figura entre la oscuridad, está sentado en la cama como
si estuviera a punto de levantarse, me acerco apurada a él y me tiro a sus
brazos temblando, él me responde rodeándome con los suyos.
—¿Qué tienes? —cuestiona apartándome de él con suavidad.
—Había alguien en el pasillo, vi algo moverse en la oscuridad —Ömar
se ríe, hacía tiempo que no lo escuchaba hacerlo, esa risa encantadora.
—Seguramente era alguno de los empleados, es imposible que alguien
entre en mi propiedad, no tengas miedo.
«¿Que no tenga miedo?»
Me doy cuenta por milésima vez que estoy haciendo el ridículo, me
estoy comportando como una total estúpida. ¿De cuándo acá le temo a la
oscuridad, si me he pasado muchos días encerrada en la caverna? Quizás
desde que han muerto mujeres en medio de la noche en el burdel. Recordar
el prostíbulo me hace estremecer. ¿Qué estará pasando? ¿Habrán atacado a
otra chica? ¿Por qué traigo los miedos de ese lugar hasta aquí? Estoy muy
lejos, aquí no va a pasarme nada malo.
—Me siento extraña en tu casa, quizás por eso estoy nerviosa ¿Puedo
dormir contigo? —Lo miro a los ojos, aunque está muy oscuro puedo
verlos.
—No acostumbro a dormir con nadie —Otra cosa que no acostumbra
hacer que yo pretendo solucionar.
—Por favor, solo por hoy, mañana te irás y me quedaré sola —insisto,
ahora que pasó el susto la idea de dormir con Ömar me emociona.
—No estarás sola, los empleados estarán aquí —Aguardo un momento
que me diga que puedo quedarme, pero no lo hace. Resignada me levanto
de la cama y empiezo a caminar hacia la puerta otra vez, las piernas me
tiemblan un poco y debo obligarme a seguir caminando cuando escucho de
nuevo su voz—. Solo por hoy.
Sonrío y me alegro que esté tan oscuro, así él no puede ver mi cara de
idiota emocionada mientras regreso a su lado. Retira el edredón de la cama
y me hace sitio, me quito la bata de satén y me quedo con el body, me meto
a la cama junto a él y enseguida el calor de su cuerpo me envuelve. ¿Cómo
puede un hombre tan ardiente mantener la expresión gélida todo el tiempo?
Busco su calor y me pego a él, tiene los brazos por detrás de su cabeza
y su pecho desnudo está totalmente expuesto. En un instante de valentía
recargo la cabeza en su pecho, lo abrazo y subo una de mis piernas sobre la
suyas, sé que me está mirando con esa fría intensidad característica de él,
pero me hago la desentendida. Me acomodo lo mejor que puedo y me
dispongo a dormir.
—Damiya —susurra—, discúlpame por lo que sucedió en el
automóvil.
«Damiya, significa muñeca»
—Me gusta que me digas así —murmuro con los labios pegados a su
pecho—. No te preocupes, ya se me había olvidado.
Su brazo rodea mi espalda apretándome contra su cuerpo. Deposito un
beso en su pecho que le eriza la piel, me gusta cuando tengo ese efecto en
él. Inesperadamente deja un beso en mi cabeza haciendo latir mi corazón
desesperado en mi pecho. Estar aquí, entre sus brazos es lo mejor del
mundo, no quiero irme nunca de su lado.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 16
Marceline
Despierto sobresaltada en una inmensa y suave cama, por un instante no
reconozco el sitio, no es el mismo donde he despertado los últimos diez
años de mi vida, hasta que el recuerdo de anoche viene a mí, la habitación
de Ömar. Él no está, miro a todos lados buscándolo, no hay ningún ruido,
definitivamente no está. Es una recámara oscura aún de día, dos paredes son
negras y las otras dos de azul intenso, las ventanas son igual de grandes que
en la que yo ocupo, pero esta tiene gruesas cortinas negras que no permiten
entrar la luz del sol.
Por supuesto, al igual que el resto de la casa, su habitación derrocha
lujo y ostentosidad. Me levanto y arreglo su cama como lo haría con la mía,
que es como una quinta parte de la suya. La mujer alemana que me presentó
ayer, entra sin llamar y me hace dar un respingo, ella también salta y deja
caer un plumero. Exclama unas palabras en alemán, está igual de
impresionada que yo de verme aquí.
—Disculpa, no sabía que estabas aquí —dice entrecortado
seleccionando las palabras, recuerdo que me pidió hablarle despacio para
poder entenderme.
—¿Dónde está Ömar? —pregunto lo más despacio que puedo y
pronunciando cada palabra correctamente para hacerme entender.
—Esta mañana salió, tenía que viajar a Londres de nuevo.
«¿Se fue? ¿Sin despedirse de mí?»
—Sí, ya me lo había comentado, pero creí que se iría más tarde —
murmuro desganada, quería despedirlo.
—Regresará en unos días. ¿Quieres comer algo?
—¿Qué hora es? —Las cortinas están cerradas y aunque entran
algunos rayos de luz no puedo calcular la hora. Además, aquí en el día hay
mucho sol, cosa que en Saint Marie es rara, los días soleados son escasos.
—Casi medio día, dormiste mucho —Su mirada cómplice me hace
suponer que piensa que entre Ömar y yo pasó algo, estoy en su habitación,
llevando solo el body de satén rojo. Ojalá hubiese pasado algo entre
nosotros, pero no fue así.
—Sí quiero comer. Voy a cambiarme y regreso, no te vayas sin mí por
favor, no quiero perderme.
—Descuida, termino de arreglar la habitación de Ömi y me paso a la
tuya.
Regreso a mi recámara que, aunque es hermosa y como de una
princesa, me gusta menos que la de Ömar que es fría y sombría, esta noche
y las siguientes tendré que pasarlas aquí sola, sin la compañía y el calor de
él. Me ducho rápido, no quiero quitarme el olor de la piel de mi árabe, pero
tampoco deseo que los empleados me vean como una persona sucia, al fin y
al cabo, estoy acostumbrada a ducharme unas diez veces al día a pesar que,
en el burdel, el frío constante no nos permite sudar, lo hacemos por simple
higiene.
Elijo los vaqueros con una playera sencilla de algodón que lleva
piedritas rojas sobre un dibujo de cerezas, me pregunto si Ömar pidió
expresamente algo como esto, no lo sé, pero me causa gracia. La ropa
interior es de una tela similar a la de los camisones que uso en el burdel,
esta no puede ser sencilla, toda la que hay es hermosa y sensual. Los
zapatos de piso, estaré quince días sin usar tacones, un descanso para mis
pies. Frederika, entra a mi habitación cuando me estoy vistiendo y logra
apreciar algunas de mis cicatrices de la espalda, se dirige rápido a mí y me
observa de cerca.
—Dulce niña ¿Por qué tienes tantas cicatrices? —No sé qué
contestarle, si me lo está preguntando no debe saber que soy una esclava
sexual y que Ömar me trajo aquí porque me ganó como cortesía por parte
del prostíbulo que me tiene retenida. Pienso rápido que decirle y opto por
decir una verdad disfrazada.
—Una persona me golpeó, un hombre cruel —Han sido muchos
hombres crueles, incluido Ömar entre ellos y las marcas más recientes en
mi espalda son las que él me hizo.
—Eres una esclava… Cómo Marceline... Cómo ella —Su gesto se
descompone y un atisbo de tristeza recorre sus ojos miel.
Me quedo anonadada con su declaración, que a la vez me da mucha
información, la mujer pelirroja también es una esclava. ¿Una esclava sexual
como yo? ¿Qué hace aquí entonces? ¿Ömar, la compró? Entre más dudas
me vienen a la cabeza un pinchazo de furia va incrementando la molestia en
mi interior, a mí no me quiere comprar, fue muy tajante cuando le pedí que
lo hiciera, sin embargo, tiene una esclava en su casa. ¿Por qué a ella sí y a
mí no? ¿Acaso la ama? Recuerdo cómo la abrazó y acarició, casi con
ternura y eso me cabrea más.
—No —miento, no voy a reconocer frente a ella que soy una esclava
—, solo que una persona me maltrató mucho en el pasado. Dime ¿Cómo es
eso que Marceline, es una esclava?
—Hace años, cuando era una niña de diez años. El señor Amún la
trajo a casa, no dio muchas explicaciones sobre ella, solo que ahora viviría
aquí —El señor Amún, recuerdo que así me dijo Ömar que se llamaba su
padre.
—Entonces… ¿Ella no es más una esclava?
—Por supuesto que no, ni Amún, ni Ömar, tendrían esclavos —declara
tajante. Yo recuerdo que el árabe me dijo que su padre prácticamente
secuestró a su madre, para mí esa es una forma de esclavitud—. Ömar,
puede ser difícil de tratar y muchas veces irritable, pero es una buena
persona, solo tiene el mismo carácter que su padre y hay que saber
mantenerlo contento.
—¿Entre ellos hay algo? ¿Ömar y Marceline? —Frederika, se ríe
como si hubiese dicho algo ridículo, incluso manotea como si espantara
algún insecto.
—Se quieren mucho, son buenos amigos, ella llenó de energía la casa
cuando llegó, había demasiada gente mayor y Ömar es muy serio, parece un
viejo prematuro.
«¿Serio? Yo diría que es un témpano de hielo»
Me da tranquilidad saber que entre Ömar y la muchacha no hay nada,
pero aun así me molesta que se tengan cariño y confianza ¿Cómo se la
habrá ganado Marceline? Quizás debería acercarme a ella y sacarle
información que me permita conocerlo mejor.
—Encontré esta nota mientras acomodaba la habitación, es para ti —
dice con otra de esas miradas de complicidad. La tomo con un aleteo en el
corazón que me hace sonreír como tonta, después de todo, no se fue sin
despedirse.
Espero que te sientas a gusto en casa, cualquier cosa que necesites no
dudes en pedírsela a Marceline o Frederika, ellas estarán encantadas de
ayudarte. Si deciden salir te recuerdo las reglas de vestimenta y
compostura. Pórtate bien, no es tan difícil, regreso en dos o tres días,
Damiya.
Firma con su nombre en una forma estilizada con muchas florituras,
guardo su nota dentro del cajón de la ropa interior y sigo vistiéndome sin
poder quitarme la sonrisa del rostro, a pesar que no está. Termino de
maquillarme y arreglar mi cabello, mientras Frederika, acomoda cosas aquí
y allá, pasando también el plumero. Después me guía a la cocina, quería
servirme en el comedor, pero no quiero estar sola, así que termino sentada
junto a ella en una gran barra de acero, tomando café árabe especiado y
delicioso y comiendo shawarma.
Marceline, entra corriendo a la cocina. Esa chica creo que corre todo el
tiempo, me recuerda al perrito que había en el orfanato, cada vez que
salíamos al recreo corría tras de nosotros sin sentido alguno, éramos tantos
que no sabía a quién seguir. Se sienta a lado de Frederika, picotea un pan de
esos aplastados que tienen en un plato, mientras la mujer alemana le acerca
una taza de café a ella también. Me mira con curiosidad y supongo que yo
también la veo de la misma forma, porque sonríe como si acabara de
ocurrírsele una maldad, así como sonreía Kristine, cuando quería
convencernos de hacer una travesura.
—¿Quieres que te lleve a conocer los jardines Beluga? Te puedo
mostrar mis flores —habla alegremente y mordisquea el pan sin importarle
que pueda ver lo que está comiendo.
—Me llamo, Nath —contesto con una sonrisa fingida, no me gusta
que me diga así, se está burlando de mí.
—Ya lo sé, pero beluga te queda mejor —Como veo que no piensa
dejar de llamarme por ese apodo ridículo entrecierro los ojos buscándole
uno a ella.
—Está bien, Zanahoria, muéstrame los jardines —Me bajo de la silla
alta y le pido que me acompañe.
—Zanahoria —dice entre risas y alborota su cabello—, me gusta.
—Primero debo lavarme los dientes, guíame a mi recámara por favor.
—¿En cuál duermes? —Comenzamos a caminar por la casa, ella
yendo de espaldas sin temor a caerse, no sé qué edad tiene. Ömar, solo dijo
que es unos años mayor que yo, pero se comporta como yo cuando estaba
en el orfanato.
—En la que está frente a la habitación de Ömar —informo, se supone
que ella es del servicio y no sabe que habitación me asignaron.
—¡Oh, que suertuda! Esa habitación no la ha ocupado nadie nunca,
bueno… de hecho, Ömar nunca había traído una mujer a la casa ¿Son
novios? Porque eres muy bonita y él es muy atractivo y entonces creo que
los dos juntos hacen buena pareja, aunque no seas musulmana, pero…
En algún punto de toda su retahíla, he dejado de escucharla, mis
entrañas saltan de emoción con la información de que nadie había dormido
en esa habitación, soy la primera mujer que Ömar ha traído a su casa.
«No te alebrestes, Nath. Te dijo que tiene otras once, quizás en esta
no, pero en las otras sí»
Él mismo mencionó que ha tenido cientos de mujeres en su cama.
Frunzo el ceño, no quiero imaginármelo con otra teniendo sexo, aunque no
estoy en posición de pensar en eso, no soy un dechado de virtud e
inocencia.
—No, solo somos… amigos —contesto cuando se queda callada y me
mira esperando que hable.
«Por el momento»
Aunque pretendo que seamos algo más, quiero que él sea mi dueño y
dormir cada noche por el resto de mi vida junto a él, creo que nunca había
dormido tan bien como anoche, calientita, cómoda y sintiéndome
totalmente protegida entre sus brazos.
—¿Amigos? Ömar no tiene amigas, al menos ninguna que yo conozca,
bueno si tiene como que conocidas de hace muchos años, pero ninguna a la
que él le diga amiga…
—¿Lo conoces mucho? —interrogo, quiero que me hable de él,
aunque parece que no es difícil que ella suelte la lengua, es muy habladora.
—Supongo que sí, platicamos todo el tiempo que está aquí, me cuenta
de sus viajes, a veces me lleva a comer o de compras, yo te elegí la ropa ¿Te
gustó? —Apenas voy a responder cuando ella vuelve a hablar, opto por
quedarme callada y dejarla parlotear lo que quiera—. También el maquillaje
y los perfumes, me divierte ir a comprar, aunque esta vez no era para mí,
pero igual me gusta porque casi no salgo de la casa. No sabía si te iban a
quedar los vestidos. Ömar, me dijo que tenía una invitada muy, muy
delgada, creí que sería la señorita Sulaymani, pero luego deseché la idea, a
ella no tendría que comprarle ropa…
—¿La señorita Sulaymani? —interrumpo su palabrería sin sentido.
—Sí, ya sabes, la hija de Rajid Sulaymani, uno de los conocidos de
Ömar. Tiene una empresa petrolera también, pero la de él no es tan grande
como Al Qadar Petroleum Corp. Ömar, es el líder petrolero de toda Asia, es
un hombre muy importante, por eso no tiene tiempo de tener amigas, por
eso me sorprende que estés aquí, pero no me has dicho si te gustó la ropa y
si te quedaron bien los zapatos, pensé que si eras tan del…
—Sí, es muy bonita, gracias —La corto de nuevo, esta mujer habla
muchísimas palabras por minuto—. Parecen muy cercanos ¿Cómo logras
que se quite el semblante congelado? —Ella se ríe escandalosamente con
las manos sobre el estómago.
—Ömar es así, solo tienes que ser tú, tal como eres, sin pretensiones ni
engaños y verás que baja la guardia. ¿Eres honesta con él? Si lo eres, pronto
empezará a deshelarse, pero si no, no dudes que seguirá siendo igual de
rígido, para él es difícil confiar en las personas, imagina que eres un hombre
muy importante con grandes responsabilidades en los hombros…
La ignoro nuevamente, habla tanto que no me permite pensar con
claridad. ¿Soy honesta con él? Sí. No. Supongo que lo estoy usando para
salir del burdel, pero sí hay honestidad en mis ganas de quedarme a su lado,
en lo que disfruté teniendo sexo con él y en la emoción que siento cuando
me observa con tanta intensidad, aunque sea gélido.
Quizás debo ser más sincera y decirle abiertamente que quiero que me
compre y tratar de complacerlo, hacerle ver qué así sería siempre, si me
permitiera quedarme en su casa. Marceline, sigue habla y habla mientras
entramos en la habitación, me lavo los dientes y ella curiosea entre las cosas
que hay sobre el tocador.
—Ponte un traje de baño beluga, vamos a darnos un chapuzón en la
piscina, estos días son calurosos y a mí me encanta meterme a nadar, pero
nunca tengo con quien hacerlo porque... No tengo con quien hacerlo, anda
di que sí y ponte un traje, yo te elegí uno, debe estar en uno de los cajones.
Frederika, fue la que te ordenó la habitación, yo quería hacerlo, pero ella
dijo…
—Pero Ömar, me dijo que no se permite mostrar la piel aquí —
interrumpo, ya ni siquiera me da pena hacerla callar, si no lo hago, no lo
hace por sí sola. Ella pone los ojos en blanco, como si la regla de la
vestimenta le pareciera absurda, como a mí.
—Eso es en la calle, aquí podemos hacer lo que queramos.
—¡Ah! Bueno —accedo antes que siga hablando.
Busco en los cajones como ella me dijo y efectivamente hay un único
bañador, es negro sencillo de una sola pieza. Marceline, sigue hablando de
lo blanca que es mi piel, no me da vergüenza cambiarme frente a ella, pero
a ella sí, y se voltea mientras estoy desnuda. Me pongo también una bata de
satén larga que ella saca de otro de los cajones y me la ofrece. Después
vamos a la habitación de ella que está abajo, cerca de la cocina, es pequeña
pero bonita, rosa chillón y con cosas lindas, cojines, lamparitas y muchas
fotos en las paredes.
Hay dos de Ömar con ella, en una sonríe guapísimo con las manos en
los bolsillos del pantalón, en la otra está muy serio y con los brazos
cruzados, aun así, luce precioso. Otras más son de ella sola, o con
Frederika. Se pone un traje de baño similar al mío pero azul marino y un
vaquero corto.
Después de ver los jardines y las hermosas flores de las que se encarga
la chica en cuidar, nos metemos a la piscina, el agua está tibia porque el
calor en este país es increíble, dentro de la casa no se percibe, pero fuera sí
y creo que me voy a derretir. Me mantengo en la zona más baja, donde mis
pies tocan el piso, no sé nadar y me da nervios introducirme más al fondo.
Zanahoria va de aquí a allá, dando brazadas y pataleando. Pasamos horas
dentro del agua jugando, salpicándonos y platicando. Ella me cuenta lo
poco que recuerda de su vida antes de que Amún, el padre de Ömar, la
trajera.
—Recuerdo que mi familia era humilde y teníamos una pequeña
granja en el norte de Rusia, el problema era que, en esa zona, había una
capa de hielo permanente durante casi todo el año y se requerían una gran
cantidad de recursos para mantener la claridad y la temperatura del
invernadero, era muy hostil. Una supuesta compañía inversora en
tecnologías de cultivos llegó una tarde a ofrecerles a mis padres convertir
nuestra granja en parte de su imperio, ellos les pagarían por el uso de las
tierras y por su trabajo.
››Mi padre accedió, era la forma de rescatar la granja y pagar las
deudas que se habían acumulado. Con el pretexto de llevarnos a una granja
en la que ya habían implementado su sistema de invernaderos y enseñarnos
cómo era el proceso de siembra y recolección, nos sacaron de Rusia, a mis
padres, mis abuelos, a mis hermanos y a mí. Es cierto que llegamos hasta
otra zona de siembra, pero no era lo que habían prometido, nos pusieron a
trabajar en un inmenso campo de plantíos de chocolate.
››Unos días después —continúa—, nos separaron. Mujeres por un lado
y los hombres por otro. Nunca volví a ver a mi padre, a mi abuelo, ni a mis
hermanos. Trabajábamos muchas horas bajo el sol. Mi abuela era una mujer
mayor, pronto enfermó y murió. Mamá y yo nos quedamos solas, hasta que
un día llegó otro hombre y me llevó con él, por más que mi mamá suplicó
que se la llevaran a ella y me dejaran a mí, no hicieron caso. Entre las otras
mujeres que había en el campo, se rumoraba que se llevaban a las niñas
para venderlas como esclavas sexuales.
Hace una breve pausa, para luego seguir con su historia.
—Fui entregada junto con otras seis chicas, a una mujer de aspecto
chino, nos transportaron en un tren a otra zona de Asia. Cuando llegamos a
nuestro destino, nos hicieron bañar muy bien y arreglarnos para exhibirnos
a los compradores —Sonríe, no sé si es de tristeza o de alegría, porque su
expresión es extraña—. No me eligió ninguno, era gordita y mi piel estaba
muy quemada por el sol, aparte, las demás eran mayores y sus cuerpos
estaban más desarrollados que el mío, porque solo tenía diez años.
«Diez años, aún más joven que yo cuando fui esclavizada»
—Pasé muchos días en ese lugar sola, luego llegaron otras chicas y
sucedió lo mismo, otros compradores se las llevaron y volví a quedarme
sola, hasta que una mañana me sacaron, fue entonces que conocí al señor
Amún, él no iba a comprar esclavas, pero el hombre que me tenía cautiva le
debía una suma grande de dinero, no sé por qué, nunca me lo dijo, pero le
ofreció saldar su deuda conmigo, estaba por cumplir once años.
››Se negó, él dijo que no quería una esclava y menos una niña, se veía
un hombre correcto y algo en mi interior me dijo que tenía que irme con él,
convencerlo a como diera lugar, que me aceptara. Le pedí entre lágrimas
que me llevara, prefería hacer lo que ese hombre alto y barbudo quisiera, a
seguir en ese lugar viendo como otras iban y venían, mientras recibía
amenazas y golpes porque no lograban venderme, le supliqué de rodillas
hasta que aceptó.
››Al principio estaba aterrada, por supuesto. No sabía lo que ese
hombre me iba hacer o que trabajo tendría que desempeñar ahora. Pero,
cuando llegué a esta casa, no podía creer que viviría aquí después de meses
encerrada en esa celda oscura y húmeda, después de haber trabajado más de
doce horas al día en el campo y después de haber tenido que compartir mi
cama con mis hermanos en la aldea, porque solo teníamos tres. Frederika,
me recibió con mucho cariño, después de la impresión del primer
encuentro, Ömar también me aceptó, solo debía mantener mi distancia de…
Amún, no era sencillo tratarlo y aquí he estado desde hace catorce años.
—Tienes veinticinco años entonces —analizo, ella asiente—, ¿Nunca
pensaste en buscar a tu familia?
Suspira.
—Se lo pedí una vez a Amún, pero me dijo que no tenía tiempo de
investigar esas cosas, pasaba el día entero trabajando en su estudio y nadie
debía molestarlo porque se enojaba mucho. Hace unos años cuando murió,
Ömar me propuso buscarlos, sin embargo, no teníamos ninguna
información de dónde estaba el campo, ni de la supuesta compañía, ni
siquiera sabíamos quién me tenía cautiva antes de venir acá, su padre se
llevó ese y muchos otros secretos a la tumba. Además, eso fue hace quince
años, dudo que estén en el mismo lugar o que hayan sobrevivido tanto
tiempo trabajando en esas condiciones.
—Ya veo, tuviste mucha suerte de ser rescatada por él —Sonrío con la
pregunta en mi cabeza ¿Por qué yo no pude tener esa misma suerte? Espero
que eso cambie ahora, con Ömar.
El estómago me ruge de hambre, ya es bastante tarde y el sol comienza
a ocultarse en el horizonte, la temperatura ha descendido en un poco y ya no
hace tanto calor, otro día más que llega a su fin rápido. Salimos de la
piscina y mientras nos secamos, el hombre de túnica que le trajo a Ömar el
automóvil, pasa por dónde estamos y nos dedica miradas de desaprobación.
—¡Ignóralo! —dice Marceline—, Fajúl es de los típicos hombres
árabes, que creen que la mujer no debe enseñar más que los ojos y las
manos.
—¿Esa es la creencia aquí?
—Ahora ya no es tan estricta, se han modernizado un poco, pero sí,
aún se les obliga a algunas mujeres a cubrirse, hay hombres que se niegan a
dejar las creencias anticuadas —opina.
—Ayer en las calles, vi mujeres que no llevaban túnicas.
—La mayoría son extranjeras de visita, como tú y otras pocas son
locales, pero hijas de hombres con mucho dinero y poder. Así que, las
princesas se rebelan a las creencias de su cultura.
—Esta ciudad es extraña, es elegante y la opulencia se ve a cada
rincón que voltees, pero las creencias son medio… raras.
—Sí, así es Dubái, la cultura islámica está muy presente. Al principio
también me costó acostumbrarme a eso, lo bueno es que ya no debo usar
esa ropa desde que el padre de Ömar murió.
—¿Él te obligaba a usar esa bata horrible?
—Sí, fue lo único que me obligó a hacer, a «vestirme correctamente»
—rezonga con sarcasmo—, pero Ömi dijo que podía vestirme como
quisiera, aunque creo que le hubiese gustado que siguiera usando la abaya.
Ya vamos a comer, tengo hambre y tú también, los gruñidos de tus tripas me
están dando miedo, mejor comamos antes que decidas comerme a mí —Me
río, esta chica está loca.
—Sí, yo también tengo hambre, vamos Zanahoria.
—Sígueme, beluga —Ajusto bien el cinturón de la bata de satén y
camino detrás de ella.
Frederika nos sirve biryani, un platillo de arroz, cordero y vegetales, la
comida árabe tiene muchos condimentos, son algo fuertes, pero saben ricos.
Agotada, subo a mi habitación con solo un poco de apoyo de Zanahoria, por
fin voy ubicando al menos mi habitación y la cocina. La noche es un poco
abrumadora, no tener a Ömar a mi lado en esta enorme casa me pone los
nervios de punta.
Sin poder conciliar el sueño, me animo a ir a la cocina por un vaso de
agua, la comida y sus condimentos me han dejado una sensación extraña en
la garganta. Logro llegar sin perderme, aún con la penumbra del lugar.
Enciendo la luz de la cocina y me sobresalto al ver a Ömar lavándose las
manos con mucho empeño en el fregadero, él se gira y me ve, por un
segundo parece impresionado, tanto como yo, instantáneamente se
recompone y una sonrisa felina se curva en sus labios.
—Cherry… —murmura en voz muy ronca. Yo me quedo estática
observando sus manos, están manchadas de algo rojo, están manchadas de
sangre.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 17
Khaliqi
—¿Qué te sucedió Ömar? —Corro hacia él y tomo su mano, en el dorso
tiene una herida.
—Es solo un rasguño —gruñe de mal humor, la retira y continúa
lavándola.
—¿Cómo te lo hiciste? —insisto, miro su ropa, es extraño verlo
vestido así, lleva pantalones deportivos negros y una camiseta negra
también, para variar.
—No lo sé, fue un accidente en la oscuridad, no hagas tanto drama, es
un simple rasguño —Deduzco que no va a decirme que le pasó y sin querer
ponerlo de peor humor cambio de tema.
—Regresaste rápido —comento, apenas se fue por la mañana y ya está
de vuelta, él me mira de reojo y asiente.
—Solo por esta noche, mañana debo volver a salir ¿Qué haces
despierta? —Me analiza de arriba abajo, repara más de la cuenta en mi
trasero solo cubierto por la fina tela del camisón corto y eso hace a mi
vientre contraerse.
—No podía dormir y bajé por un vaso de agua —Me inclino
casualmente, mientras alcanzo una de las puertas del mueble, pero con toda
la intención de darle una vista privilegiada de mi trasero que sobresale un
poco por debajo del borde de la tela.
Me doy cuenta que no sé dónde están los vasos en esta cocina que
parece que nunca ha sido utilizada de lo limpia y brillante que está, él se
percata de mi dilema y saca uno de los compartimentos superiores a un lado
del fregadero y me lo entrega, sus ojos siguen el recorrido de mi mano.
Es muy raro para mí moverme en un sitio como este, en el burdel me
lo dan todo en raciones, no puedo servirme a gusto. Busco en el
refrigerador, pero solo veo qamardeen y jellab o creo que así se llaman, son
bebidas árabes típicas en las épocas de calor, pero yo quiero agua simple
para la sensación extraña en la garganta que me dejó la comida.
Una vez más, Ömar se apiada de mi confusión y me quita el vaso de
las manos para servirme agua directamente de una palanca en la puerta del
refrigerador, después me lo entrega de nuevo. La tomo mientras lo miro
seguir lavándose la herida, no es tan grande ahora que la veo limpia, como
dice él, es solo un rasguño.
Termino el agua y voy a su lado para lavar el vaso, vuelvo a sentir su
mirada clavada en mi trasero y eso me hace sonreír, ya sabía que no le era
indiferente. Aguardo por él a que termine de lavarse las manos, me mira
interrogante, no entiende que lo estoy esperando para regresar juntos a
nuestras habitaciones.
—¿Vamos? —cuestiono y doy un cabezazo en dirección a la salida de
la cocina, titubea un momento y al final asiente.
Recorremos los pasillos oscuros de la enorme casa, él avanza más
lento de lo que normalmente camina, como si esperara que yo me adelante.
De pronto, me toma de la mano y me lleva por otra dirección que no es la
que lleva a las habitaciones.
Bajamos por dos escaleras, no imaginé que la casa tuviera un piso
subterráneo, pero lo tiene, excentricidades de millonarios. Giramos en
varias esquinas y definitivamente me pierdo entre tantos pasillos y
oscuridad. Esta casa parece un laberinto, con tantas puertas y pasillos
largos.
—¿A dónde vamos, Ömar? —inquiero, aunque no me asusta estar sin
luz, sí me siento un poco inquieta siendo arrastrada por él hacia lugares más
oscuros.
—Te voy a mostrar mi sitio favorito de la casa —Alcanzo a apreciar
ligeramente una sonrisa entre la penumbra, se ve hermoso sonriendo, tétrico
en este ambiente, pero hermoso.
Nos detenemos frente a una única puerta de acero en medio de un
pasillo, la luz que emanan de las lámparas de techo es muy débil, apenas
deja ver por dónde caminas. Abre la puerta y la habitación está en la
oscuridad total. El vello de la nuca se me eriza, este sitio me recuerda a la
caverna, solo que, sin el olor a putrefacción, aquí huele a desinfectante o
algo así.
Él árabe me empuja adentro y cierra la puerta tras de sí, por un
instante quedamos completamente a ciegas y los escalofríos recorren mi
espalda. Una tenue luz ilumina el centro de la estancia, pero las paredes y
los rincones permanecen fuera de mi visibilidad. Ömar, me toma del brazo
y me lleva al centro del círculo de luz.
—¡Espera aquí! —ordena en ese tono que no permite réplicas.
Desaparece en las profundidades de la oscuridad, se adentra en ella
con tanta comodidad que pareciera que está acostumbrado a moverse sin
ver por dónde camina, escucho leves chasquidos y susurros, no sé qué está
haciendo y mis nervios aumentan cada vez más. Este lugar es muy frío,
como si estuvieran dentro de un refrigerador, comienzo a tiritar porque
llevo solamente un camisón, abrazo mi cuerpo tratando de proporcionarme
un poco de calor.
Cuando reaparece, trae consigo muchas cuerdas. Se queda de pie ante
mí, con una especie de control remoto en las manos, acciona algún artefacto
que zumba y sobre mi cabeza aparece una barra horizontal metálica que
desciende hasta quedar a mi espalda.
—¿Qué es este sitio, Ömar? —Mis nervios se están saliendo de
control mientras lo veo desenrollar las cuerdas.
—¡Quítate la ropa! —ordena tan imponente, que se me eriza hasta el
último milímetro de piel.
Hago lo que indicó, sujeto uno de los tirantes del camisón y lo bajo
por mi brazo ante su atenta mirada, luego bajo el otro y suavemente voy
deslizando la tela por mi abdomen y caderas hasta que llega al piso. Mis
pezones se endurecen al percibir sus ojos clavados en mis senos, o quizás
sea por los escalofríos que me produce el lugar y la actitud más que gélida
de Ömar. Se acerca a mi desenrollando una larga cuerda mientras yo me
deshago también del tanga a juego con el camisón.
—Voy a atarte —anuncia y lo único que puedo hacer es asentir, la
forma en cómo me mira, como si quisiera devorarme no me permite pensar
bien.
Comienza en mi pecho, sus manos se mueven con ligereza,
entretejiendo la cuerda a manera de formar una especie de telaraña que
envuelve mi cuerpo. Mis senos quedan aprisionados entre las sogas,
constreñidos, se tornan un poco rojos y lo veo relamerse los labios deseando
ser yo quien pase la lengua por ellos.
Sin embargo, es él quien se inclina hacia mí y deja un lametón sobre
uno de mis pezones que los obliga a fruncirse aún más y un gemidito
quejoso sale de mi garganta por el cosquilleo de su lengua. Murmura algo
en árabe y esa voz ronca me perturba de una manera incomprensible.
—Coloca los brazos detrás de la barra —Otra vez actúo sin siquiera
pensarlo, mi cuerpo reacciona a sus órdenes de manera autónoma.
Paso mis brazos por detrás de la barra metálica, él toma mis muñecas y
comienza a envolverlas con la cuerda, las anuda pegadas a mi cadera y la
barra en mi espalda me obliga a arquear el cuerpo hacia adelante. El tramo
de cuerda que queda, lo pasa de mi pecho, por mi entrepierna, hasta mi
espalda y lo anuda tenso. La cuerda roza mi clítoris haciéndome respingar.
Veo su rostro absolutamente concentrado, más aún que el día que me
amarró en el burdel, el ceño parcialmente fruncido lo hace ver sexy y la
forma en como aprieta los labios o los mordisquea lo hace ver adorable.
«¿De verdad es un sádico?»
Llegué a pensar en eso, por aquello que le excitan las lágrimas, pero
deseché la idea cuando me prometió que nunca más me haría daño, ahora
creo que fui muy estúpida creyéndole. ¡Claro que es un sádico!, ¡claro que
me va hacer daño! Marek, me lo advirtió y me exigió resistir.
Sé que puedo tolerarlo, haré lo que sea para que él se decida a
comprarme, así tenga que pasar por no sé cuántas torturas de su parte, no
serán peores de lo que ya he vivido. No obstante, reconozco también un
pinchazo de desilusión, el árabe me gusta mucho, y que sea un pervertido
más como los que acostumbro a tratar en el burdel, es decepcionante.
—¿Lista? —pregunta, pero no espera mi respuesta.
La barra desciende otro poco obligándome a arrodillar, me inclina
hacia adelante y quedo suspendida en el aire, retenida por el metal en mi
espalda. Desaparece de mi visión, solo puedo ver sus piernas alejándose.
Estar en esta posición, que nunca antes había experimentado, me acelera la
respiración. Mi cuerpo se eriza expectante por lo que va a suceder, sé que
va a torturarme, sin embargo, el cosquilleo en mi vientre no se esfuma.
Reaparece delante de mí, sus piernas están desnudas y los pies descalzos, lo
que provoca otra serie de respiraciones entrecortadas pensando que está
desnudo.
Levanto la cabeza y lo miro, no está completamente sin ropa, lleva
puesto el bóxer negro privándome de la dicha de ver su bonito pene tatuado.
Tiene algo en las manos que sostiene con firmeza, a tal grado que las venas
de sus brazos se marcan, es un paddle de cuero. Me va azotar. Sabía que lo
haría.
Trago grueso y me preparo para lo que viene. Ömar se acuclilla entre
mí, agarra mi cabello y tira de él obligándome a arquearme aún más contra
la barra. A pesar que está siendo agresivo, mis pezones cosquillean por la
proximidad de su boca a mi rostro, y no puedo evitar desear que baje un
poco más los labios hasta posarlos en mis tetas nuevamente.
—Aquí dentro no puedes hablar, si necesitas algo simplemente me
dirás Khaliqi y yo analizaré si te doy permiso de dirigirte a mí. ¿Entendiste,
Abtikari?
«¿Abtikari? ¿Qué significa eso?»
—Sí... Khaliqi —murmuro con voz ahogada, toda esta situación me
incomoda y me genera cierta tensión corporal.
—Esto va a ser muy divertido, tengo días deseando que llegue este
momento.
«¿El momento de qué? ¿De azotarme hasta que acceda a llorar?»
—Khaliqi me prometió que no volvería hacerme daño —susurro.
—No voy hacerte daño, Abtikari. Voy a romperte, voy a destrozar tu
mente y tu voluntad y te reconstruiré a mi gusto, más fuerte y resistente. Así
que no lo veas como un daño, será un regalo para ti —Sonríe de una manera
que debería tomarla como advertencia, no está jugando—. Ahora prepárate,
esto apenas empieza.
Suelta mi cabello y mi cabeza cae nuevamente hacia delante, va hacia
atrás colocándose apenas a unos pasos de mis nalgas, puedo ver sus pies
cerca de los míos. Brinco con el primer impacto, es más fuerte de cómo lo
recordaba, más que cuando me azotó en el burdel, respiro profundo
manteniendo a raya el dolor, no es nada del otro mundo, es un viejo
conocido. Otro impacto, otro brinco, en esta ocasión el movimiento de mi
cuerpo desliza la cuerda entre mis piernas rozando mi clítoris y genera un
espasmo de placer.
«¿Cómo sucedió eso?»
Duele, pero no es igual, esa pequeña chispa de excitación amortigua
un poco el dolor del azote. Repite el movimiento, cada vez más fuerte y con
cada impacto mi cuerpo se mueve provocando una nueva sacudida de placer
que adormece poco a poco el dolor, empiezo a sentir la humedad en la
cuerda, mi humedad, por lo que me está haciendo Ömar.
Debo estar muy jodida con este hombre, si me estoy permitiendo
excitarme con sus golpes, nunca había pasado esto. Nunca hasta hoy, hasta
que Ömar apareció en mi vida. Incontables impactos después, mis glúteos
arden como nunca antes y mi vagina palpita completamente mojada.
Por un momento creo que ya se cansó, que la tortura ha terminado
cuando percibo que se aleja de mí y vuelve a perderse entre la oscuridad.
Un nuevo azote con una fusta me obliga a soltar un grito de impresión, ¡eso
sí me ha dolido!, el corazón se me acelera pensando en cuanto tiempo más
seguirá Ömar con esto.
Otro golpe de la fusta, gimo por el dolor y por el roce de la cuerda, que
ahora es más fuerte ya que él está tirando de ella con su mano, mis senos
palpitan a la par que mi entrepierna y siento la imperiosa necesidad de
calmar esa sensación con su toque, con su lengua o con lo que sea, pero lo
necesito. No me reconozco, esto no puede ser real, una persona normal no
se excita siendo torturada.
Otro flagelo, un nuevo grito y más humedad, aprieto los muslos para
tratar de contener las vibraciones de mi sexo que suplica por ser consolado.
¡Mierda!, quiero que se detenga, lo que estoy sintiendo no me gusta, es
confuso y aterrador. Sin embargo, no lo hace, continúa con la tortura que es
la peor que he recibido, no por los golpes, sino por el estado tembloroso de
mi cuerpo provocado por la excitación incontenible, me sobrepasa, me
abruma y no sé qué hacer para evitarlo.
Muchos golpes más me tienen gimiendo por el incomprensible placer
que me da el roce de la soga.
Mis nalgas sangran, puedo sentir las gotas deslizarse hacia mis
piernas. Ömar, deja caer la fusta al piso y se arrodilla detrás de mí. Su
lengua húmeda y caliente recorre mis glúteos recogiendo las gotas de
sangre que salen de mi piel, respingo por la sensación y ahí está otra vez esa
contracción de placer que me fastidia porque me tiene en vilo. Es
placentera, pero no me proporciona la liberación que necesito.
Él jadea con su boca pegada a mis heridas, lamiendo repetidas veces.
Tira de la cuerda rozándome con mayor intensidad, me descubro
balanceando levemente la cadera en busca del contacto, la humedad escurre
por mis piernas, ni siquiera puedo creer que esto esté pasando, que éste
enfermo hombre haya logrado excitarme a base de golpes.
Lengüetazos, balanceos, gemidos, jadeos, contracciones. El orgasmo
es perturbador, envuelto en un dolor inhumano, pero inexplicablemente
placentero. Ömar, coloca su miembro entre mis glúteos y se masturba
apretando mis nalgas alrededor de su pene durante varios minutos. Yo
apenas soy consciente de lo que está pasando, sus gruñidos sexys llegan a
mis oídos, me imagino su bonita verga tatuada entre mis nalgas, esa imagen
hace brincar mi sexo otra vez.
«¿Es en serio Nath? El hombre se está masturbando con tu trasero
ensangrentado ¿Y tú te excitas?»
Siento su semen caliente derramarse sobre mi piel abierta, arde un
poco y a la vez alivia, él lo extiende sobre todo mi trasero con los dedos.
Deja un beso brusco sobre mi cadera antes de levantarse, se sitúa a mi lado,
toma todo mi cabello en su puño y tira de él para levantarme la cabeza, yo
aún jadeo por lo que acaba de pasar, por el orgasmo más extraño de mi puta
vida.
—¡Magnífico Abtikari!, justo como lo imaginé, un inicio perfecto.
La barra metálica asciende y debo ponerme de pie, las piernas me
tiemblan sin control, no sé si es por la posición forzada, o por el montón de
sensaciones que aún recorren mi cuerpo. Con calma, va soltando todos los
amarres. Cuando quedo libre, me sostiene para no caer, me envuelve en la
camisa que traía puesta y salimos de ese sitio. Me obligo a caminar, pero
me siento tan débil, que doy traspiés.
Ömar, me levanta en brazos y me lleva hasta mi habitación.
Delicadamente me lava el cuerpo con agua tibia en la ducha, me estremezco
con el contacto del agua y el ardor del jabón, pero el árabe parece divertido
por mis reacciones. Me coloca un camisón y me mete a la cama,
inesperadamente para mí, se introduce conmigo, me pega a su cuerpo y
acaricia mi cabeza como si fuera un perrito.
Es un cínico, después que me torturó en ese siniestro lugar, viene aquí,
se acurruca conmigo y me consuela cuál niña pequeña. Quiero mandarlo a
la mierda y no puedo, primero porque eso sería, seguramente, un desatino
de mi parte, además debo reconocer que, aunque me duele el culo, me
siento bien aquí entre sus brazos. Enojada por su actitud, pero más aún
porque no logro comprender como es que reaccioné así a sus azotes, cierro
los ojos, el ritmo constante de sus caricias me empuja al sueño.
 

kl
 
—Otra vez Ömar se fue temprano —comento con Frederika en la cocina.
—¿Ömar? —Me mira sin comprender, su distracción provoca que se
derrame un poco el qahwah que está sirviendo en una taza.
—Vino anoche, me lo encontré aquí cuando bajé por un vaso de agua
—Frederika, frunce mucho el ceño y se apresura a tomar un paño para
limpiar el desastre de café que hay sobre la barra del desayunador.
—No lo vi, supongo que se fue más temprano de lo habitual.
—Sí, cuando yo desperté ya no estaba en la ca…
Apenas lo digo me arrepiento, ahora sí Frederika va a pensar que pasó
algo entre nosotros, aunque pensándolo bien, anoche sí pasó algo. Me azotó
despiadadamente, me masturbó con una cuerda, me hizo tener un
incomprensible orgasmo, se masturbó con mi trasero ensangrentado y por
último durmió conmigo, eso definitivamente es algo.
Espero que ahora sí lo haya disfrutado, se corrió y nunca antes lo había
hecho y me dijo que fue magnífico, pero no hubo lágrimas, ¿Qué fue lo que
lo excitó? ¿Los azotes o… mi sangre? Un escalofrío me recorre el cuerpo
ante esa idea, no puede ser, no creo que sea tan enfermo como para que,
aparte de las lágrimas, también se excite con sangre.
—No debió dormir mucho antes de irse, si acaso un par de horas,
anoche cuando nos dormimos… platicando —agrego—, era bastante tarde
y cuando desperté ya no estaba —Omito decir que desperté temprano por el
dolor.
—Hola, buenos días —Marceline, entra alegremente a la cocina—.
¿Cómo están? ¿Cómo amanecieron? —Sonríe mucho, se le ve de muy buen
humor hoy.
—Hola, Zanahoria —saludo.
—Hola, Beluga. ¿Qué hacemos hoy? Podemos ir a vagar un poco,
Ömar nos dio permiso —propone—, podemos ir a una plaza si quieres,
seguro te encanta el Dubái Mall, o también podríamos ir a Dubái Creek y
dar un paseo por la ría, hace tiempo que no vamos, además es obligatorio
para cualquier turista como tú visitar el corazón de la ciudad…
Como es común en Marceline, sigue hablando y hablando, solo se
detiene para respirar. Pienso en mi trasero adolorido, no llevo bragas,
intenté ponerme unas después de la ducha, pero fue algo imposible, no
soporto la tela rodeando mi piel herida, lo bueno es que traje las cremas que
Ömar me dio y ayudan a curar rápido. No puedo salir sin calzones a la calle,
no quiero terminar en la cárcel por exhibicionismo, no me importa
exhibirme, pero eso, seguramente no le va a gustar a Ömar.
—No me siento muy bien Marceline ¿Te parece si me muestras la casa
hoy y dejamos la salida para otro día?
—Pues ya que —comenta con un deje de fastidio—. Pero mañana
vamos a salir, te lo advierto de una vez, te voy a llevar al Burj Khalifa, que
es el edificio más grande del mundo y uno de los iconos de Dubái, tenemos
que subir al piso ciento cuarenta y ocho, da un vértigo que ni te lo imaginas,
pero la sensación es indescriptible…
—¿Te sientes mal, Nath? —pregunta Frederika interrumpiendo a
Marceline—. ¿Necesitas algún medicamento? ¿Un té?
—No gracias, ya tomé algo —Si supiera que lo que tengo no es algo
que se quite con una pastilla o un té, aunque quizás sí me haría sentir mejor
tener las manos de Ömar masajeando mis glúteos como lo hizo en el burdel.
—Bueno, entonces termina de desayunar si quieres que veamos la
casa, es muy grande y tiene tantas historias para contar, así que necesitamos
tiempo.
—Ya me imagino que tienes mucho que contar —digo con sarcasmo,
me marea con tanto que habla.
—Es bueno tener a alguien aquí con quién platicar —Se encoge de
hombros—. O sea, si hay con quién platicar, pero nadie de mi edad, por eso
me agrada que estés aquí —Sonríe otra vez y le devuelvo la sonrisa, aunque
habla demasiado, la chica comienza a caerme bien.
Al terminar el desayuno, con esfuerzo me levanto de la silla sin hacer
una sola mueca. Zanahoria y yo salimos de la cocina por la puerta trasera
que da a un pasillo largo en forma de L con siete puertas. Me informa que
son las habitaciones de los empleados de servicio, ya había estado aquí ayer
con ella, pero no sabía que todas eran del servicio.
Me sorprende que sean tantas, no he visto más empleados por aquí,
solo a Frederika, Marceline y Fajúl, lo cual también es raro, ya que esta
casa es inmensa y no creo que ellos tres solamente se den abasto para
mantenerla en orden, en el burdel hay diez esclavas de limpieza y trabajan
todo el día sin descanso, aquí que todo está inmaculado debería ser igual.
—¿Y los demás empleados? No los he visto.
—Emir y Burak andan por ahí, en algún momento los verás, tanto
Fajúl como Emir pasan todo el día fuera de la casa, lavan los autos,
mantienen cuidadas las zonas del jardín, excepto las flores, esas las cuido
yo. También lavan la piscina, revisan que todo el sistema de ventilación
funcione correctamente, a Ömar no le gusta el calor y la casa debe
permanecer a veinte grados para que esté contento —Toma un respiro largo
y luego sigue hablando—: Burak normalmente está encerrado arriba en su
sitio, se encarga de la vigilancia y esa es una responsabilidad grande, los
guardias de la entrada no viven aquí, son los únicos empleados que no son
de planta, tampoco entran mucho a la casa, en la caseta de vigilancia tienen
todo lo que necesitan.
—Y entonces, ¿quién ocupa las otras dos habitaciones?
—Otros empleados, pero están de viaje —contesta esquiva y me
pregunto si uno de esos será el amigo del que Ömar me habló.
—¿Son los guardias de Ömar?
—Sí, podría decirse que son guardias —Que no suelte toda la
información como de costumbre me da a entender que no hablará más de
ese tema.
Visitamos un salón con varios instrumentos musicales, no sé qué son
la mayoría porque nunca los había visto. Hay un hermoso piano negro, tan
brillante y pulido como todo en la casa, presiono algunas teclas, el sonido
flota en toda la estancia vibrante y seductor. No sabía que Ömar tocara
música, bueno es que realmente no sé mucho sobre él, me gustaría
escucharlo tocar este piano, me lo imagino tan elegante e imponente cómo
es, sentado en el banquillo y tocando con sus grandes manos una melodía,
debe ser muy excitante.
—Cuando regrese Ömar, le voy a pedir que toque algo para mí —
comento en voz baja, sin embargo, Marceline me escucha y frunce el ceño.
—Él casi no toca música, además no deberías molestarlo, cuando está
en casa quiere descansar ya que pasa mucho tiempo trabajando —responde
en tono cortante, nada propio de ella.
—Entonces, ¿quién toca todos estos instrumentos si no es Ömar? —
Miro alrededor, hay varios de esos que parecen guitarras, de diferentes
tamaños, unos enormes, otros pequeñitos.
—Yo estaba aprendiendo a tocar el violín, pero no tengo paciencia
para practicar —Señala uno de los instrumentos, el más pequeño—. Si él
quiere tocar lo hará, tú no se lo pidas —determina y comienza a avanzar a
otra estancia.
Seguimos por una sala con muchos cuadros, sofás cómodos y con algo
que Marceline me informa se llaman lienzos y bastidores, hay también
muebles que contienen dentro todo tipo de pinceles y pinturas. Esta es la
única parte de la casa totalmente iluminada, los enormes ventanales tienen
las cortinas corridas.
Observo los cuadros y me sorprendo cuando Zanahoria me dice que
los ha pintado Ömar, son oscuros igual que él. En ellos se ven sombras,
algunos rostros no tan definidos, pero que estoy segura es su rostro en
diferentes ángulos. Son bellos de una forma siniestra, pero sin duda
hermosos y me imagino posando para él, para que me pinte en uno de sus
cuadros.
Después vamos al despacho que era del padre de Ömar, ese del que él
me platicó que no se le permitía entrar. Hay enormes estanterías repletas
con libros, un escritorio elegante y grande, sillas acojinadas negras y un
sillón en el rincón también negro, pero lo que más llama mi atención, son
las dos fotos que hay en las paredes.
Ambas son de Ömar, es exactamente la misma foto, la misma ropa,
traje negro con camisa negra, en la misma posición, pero sus expresiones
son diferentes, e incluso, sus ojos se ven más oscuros en una foto que en la
otra.
—¿Por qué hay dos fotos iguales?
—¡Ah! —Marceline, se muerde el labio antes de contestar—. Es que
una foto siempre ha estado aquí y la otra en la oficina de Amún, en la
empresa. Cuando Ömar tomó el mando después de la muerte de su padre, la
mando a retirar de la oficina y la colocó aquí, a él no le gustan las fotos.
—¿Amún, tenía una foto de su hijo en sus oficinas? Ömar me platicó
que no tenía una buena relación con su padre, creo que él piensa que su
papá no lo quería.
—Él siempre dice eso, pero era su padre, claro que lo quería a su
manera, solo que tenía otras preocupaciones que requerían su atención.
—Su empresa.
—Ajá… vámonos, si Frederika nos descubre aquí, seguro nos jala las
orejas, las cosas del señor Amún son intocables, ella las guarda con mucho
recelo —Toma mi brazo y me obliga a salir, doy un último vistazo a las
fotos y sigo percibiendo algo extraño en ellas.
El comedor y la cocina ya los conocía así que no nos entretenemos
mucho ahí, solo me muestra las pinturas costosas que hay colgadas. Ömar,
las ha comprado en exposiciones de arte. Según las palabras de Marceline,
es fanático del arte y debe serlo si pinta también.
La última pieza, me explica Zanahoria, es un gimnasio, está lleno de
aparatos para hacer ejercicios, algunos dobles, como uno que es una
escaladora, también hay dos cintas para correr y todas las pesas y banquillos
son dobles. Me pregunto para que necesita Ömar tantos aparatos repetidos y
si hace ejercicio con alguien más, quizás con su amigo que está de viaje.
Terminamos de recorrer el primer piso, los baños no me los muestra,
no es necesario. La casa es tan grande que, para cuándo finalizamos el
recorrido de esta parte, ya está cayendo la tarde. Estoy tan cansada e
incómoda con la ropa que de regreso a la habitación me desnudo, me tiro en
la cama boca abajo y rápido me quedo dormida.
La sensación de ser observada me despierta en medio de la noche,
miro en todas direcciones, pero no veo a nadie porque está demasiado
oscuro, corro una de las cortinas para dejar entrar algo de la claridad de la
luna. Desde mi ventana, se ve una pequeña construcción al fondo de la
propiedad, está bastante lejos, pero me parece observar movimiento afuera,
es solo una sombra, me tallo los ojos para aclararme la visión, cuando
vuelvo a ver, no hay nada, debió ser uno de los trabajadores.
Regreso a la cama, aún con la extraña sensación que alguien me mira
¿Habrá cámaras de vigilancia sin que yo lo sepa? Es la única explicación
lógica que encuentro. Doy vueltas por un rato en la cama sin poder dormir
de nuevo, no sé qué me pasa en esta casa, que cuando estoy sola me siento
extrañamente nerviosa.
Me levanto de la cama al percibir música sonando, está amortiguada,
como si proviniera de un lugar muy lejano, salgo de mi habitación buscando
la fuente de sonido, atravieso los pasillos oscuros, estoy casi segura que es
el piano. La melodía es suave, melancólica, inexplicablemente comienzo a
sentirme triste.  
Cuando estoy cerca de la sala de música deja de sonar, busco en la sala
sin encontrar a nadie lo que me provoca escalofríos, esta casa comienza a
darme miedo. Regreso de prisa a la cama y aseguro mi puerta, me meto a la
cama y me tapo por completo, como cuando estaba en el orfanato y algo me
asustaba.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 18
La habitación de Amún
Me levanto descansada y poco menos adolorida, se me está haciendo
costumbre dormir hasta tarde, sin que nadie venga con su estúpido cencerro
a golpearlo en mi oído. Después de ducharme, me aplico la crema en los
glúteos y esta vez sí decido usar ropa interior debajo del vestido.
Veo en mi bolsita, la caja que contiene las llaves que Ömar me dio,
aún no le he preguntado para que son, cuando estoy con él no logro recordar
la existencia de algo tan trivial como unas llaves, lo único que hay en mi
cabeza son las ganas que tengo de besarlo de una maldita vez y montarlo de
nuevo.
Al finalizar el desayuno, Marceline me propone terminar de recorrer la
casa. Este sitio comienza a parecerme como una casa embrujada, maldita,
maligna o algo así, no es normal tanta oscuridad, incluso de día, la casa luce
oscura a pesar de los ventanales, las cortinas por lo general están cerradas.
Acepto la propuesta y comenzamos a recorrer el segundo piso.
El área de las habitaciones también ya lo conozco, es donde están la
mía y la de Ömar, pero hay dos más, una era de Amún. Marceline, me dice
que no tiene permitido entrar, así que pasamos a la siguiente que es
exactamente igual a la de Ömar.
—¿Por qué hay dos habitaciones iguales? —Observo todo
detenidamente, en verdad es como si estuviera en su habitación, pero sin
tantas ventanas, ésta solo tiene las que están de lado izquierdo de la cama.
—Ömar, cuando las decoró, decidió que fueran así. Le gusta mucho el
color negro igual que a su padre, si te das cuenta siempre viste de negro,
tiene cientos de trajes iguales en su ropero y todos los autos son negros,
incluso…
—¿Y quién duerme aquí? —la corto.
—Nadie, es para visitas. Una vez, vino de visita una famosa actriz
inglesa que Ömar conoce porque su padre es socio de la empresa y vino a
Dubái a…
—Pero tú dijiste que Ömar, no trae a nadie a la casa —interrumpo de
nuevo.
—Él no trae mujeres, pero si hay visitas —Rueda los ojos como dando
a entender que no es lo mismo, aunque a mí me parece lo mismo, una actriz
es una mujer—. De hecho, en unos días habrá una cena.
—¿Aquí? ¿Una cena como de gala? —Por algún motivo esa idea me
emociona, si es una cena de gala, habrá mujeres con hermosos vestidos y
quizás yo pueda usar uno.
—Supongo, los socios de Ömar tienen mucho dinero —dice
levantando los hombros, como si un montón de hombres millonarios y
poderosos reunidos en un mismo lugar fuera cualquier cosa.
—¿Y nosotras estaremos presentes? —Cruzo los dedos para que diga
que sí, en verdad quiero usar uno de esos vestidos finos y elegantes.
—Yo no, aunque Ömar es mi amigo, sé cuál es mi sitio aquí —No lo
dice en mal tono, sin embargo, hay un deje de decepción en su mirada.
—Lo siento, no quise…
—No te preocupes, a mí no se me olvida de dónde vengo, aunque
Ömar y Amún me hayan recibido tan bien —carraspea levemente bajando
la cabeza, cuando la levanta tiene de nuevo esa expresión risueña y traviesa
habitual en ella—. Vamos a seguir recorriendo la casa, ya no queda mucho,
pero está la mejor parte, ya verás que te va a encantar… —continúa
parloteando mientras avanzamos.
Del otro lado de la casa, está la oficina de Ömar. Es igual de grande e
impresionante que la de su padre. Huele a él, a ese perfume varonil que usa
y también hay un ligero olor a cigarrillo. Reviso superficialmente las
estanterías, no me interesa lo que haya en ellas, pero este sitio es de él, pasa
tiempo aquí y estar en ella me hace sentirlo cerca.
Llama mi atención que no hay fotos en su escritorio, ni en las paredes.
Recuerdo que la señora Dunne, tenía fotos de su familia en la oficina del
orfanato, pero en esta casa no hay fotos más que en la oficina del padre de
Ömar, y en la habitación de Zanahoria. Marceline me apresura a salir, ella
se aburre y quiere mostrarme lo demás, muy a mi pesar salimos de la
oficina de mi árabe y avanzamos a la siguiente estancia.
—Esta es la sala de entretenimiento —anuncia teatralmente.
—¿Y qué tiene de entretenido? —pregunto observando, no hay nada
en particular, solo una inmensa pantalla blanca al fondo y muchos sillones
negros de una sola plaza.
—¿Pues por esto? —La chica toma un control y enciende un aparato
que proyecta sobre la pantalla imágenes—. Es un cine en casa.
«¿Qué carajos es un cine en casa?»
—Aquí es donde vemos la televisión —comenta poniendo los ojos en
blanco por millonésima vez en el día.
—¡Oh, la televisión! —Me emociono ahora, hace tantos años que no
veo la televisión, desde que estaba en el orfanato y la señorita Bridgiette,
nos ponía películas los domingos por la tarde y nos permitía comer
palomitas de maíz. La película favorita de las niñas era La Cenicienta y
siempre pedíamos esa, pero a los niños no les gustaba, ellos querían ver el
Rey León. Hay una televisión en la oficina de Alek, pero nunca está
encendida y aunque lo estuviera, supongo que no nos permitiría sentarnos
cómodamente a verla—. Vamos a ver algo —digo mientras me siento en
uno de los sillones.
—¿Por qué te emocionas tanto? ¿Qué en tu casa no hay televisión? —
Se coloca a mi lado, su expresión curiosa no me gusta, como si quisiera
sacarme información de mi vida.
—No —contesto secamente.
—¿No, qué raro? Pues, ¿en dónde vives? —insiste y yo quiero ponerle
una mano en la boca para que ya deje de hablar, esta mujer no se cansa de
hablar y preguntar.
—En un sitio donde no hay televisión ¿Vamos a verla o qué?
—¿No seguiremos recorriendo la casa? Aunque ya no queda mucho en
este piso, solo la sala de control y la terraza. La terraza es divina, ahí será la
cena seguramente, es uno de mis sitios favoritos de la casa y también de…
—¿Sala de control?
—Sí, donde controlan todo lo que pasa en la casa —aclara, pero sigo
sin entender y mi expresión debe corroborarlo—, es donde están las
pantallas de las cámaras de vigilancia —Lo sabía, con razón la sensación de
estar siendo observada en la noche, pero yo no he visto cámaras. ¿Dónde
están? En el burdel se aprecian a simple vista en los pasillos y entradas.
—¿Dónde están las cámaras? No las he visto.
—En lugares estratégicos, de eso se trata, que nadie sepa que están —
Me guiña un ojo y se dedica a cambiar y cambiar la imagen que se proyecta
en la pantalla.
—Terminemos de ver lo demás y después regresamos a ver la
televisión —propongo, quiero ver esa sala de control.
—No hay nada que ver en la sala de control, es más, quizás Burak ni
nos deja entrar.
—¿Hay alguien ahí vigilando?
—Por ratos, no todo el tiempo, tienen que dormir y comer en algún
momento.
Quiero ir a ese lugar a ver si hay una cámara en mi habitación, ya
encontraré la forma de entrar y verificar, aunque no sé de qué me serviría
saberlo, esta casa es de Ömar y él puede tener cámaras donde se le dé la
gana, pero aun así quiero ver, al menos para corroborar la idea de que estoy
siendo vigilada. ¿Le habrá dicho Alek que lo hiciera?
Vemos la televisión un buen rato. A Marceline, le gustan las películas
de terror con asesinos seriales y psicópatas que atacan personas indefensas
en la oscuridad, eso me recuerda al burdel. ¿Habrá muerto alguien más? No
me imagino a mí misma regresando a ese sitio, aunque la estancia en la casa
del árabe no está siendo del todo placentera, estar aquí es mil veces mejor
con todo y los azotes.
«Por supuesto que es mejor, llevas dos orgasmos en tres días»
Cuando termina la película sanguinaria, reanudamos el recorrido por la
casa. La terraza es bellísima. Tiene muebles modernos, una barra donde se
sirven tragos de licor y luces de colores que iluminan desde el piso las
paredes de cristal, da a la parte trasera de la propiedad justo donde está la
piscina, aunque está sellada por gruesos vidrios, da un poco de vértigo
asomarse y ver hacia abajo. Desde aquí, se aprecia mejor el tamaño de la
propiedad, es muy grande, no tanto como el burdel, pero demasiado para ser
solo una residencia.
Al fondo está esa construcción que vi desde la ventana de mi
habitación ¿Qué será ahí? Le voy a pedir a Zanahoria que me lleve a
conocerlo, también hay que según lo que me explica, es donde se guardan
los autos de Ömar. No había notado que la casa del árabe está bastante
alejada del centro de la ciudad, la vez que me llevó a comer hamburguesas
no me pareció tan largo el trayecto, pero ahora aquí en la terraza puedo ver
que no tiene vecinos cercanos.
Marceline, insiste en que ya tiene hambre y tenemos que dejar esta
hermosa vista, esta chica come a cada rato, yo aún no me acostumbro a los
horarios de este lugar, nunca puedo comer todo lo que me ofrecen.
Después de obligarme a comer un poco de esta extraña comida que
preparan aquí, me voy a mi habitación, quiero darme una ducha y
colocarme nuevamente crema en los glúteos que han comenzado a
molestarme con el roce de la tela. Paso frente a la puerta de la que era la del
papá de Ömar, tengo curiosidad por saber algo de ese hombre, no hay
ninguna foto de él en toda la casa.
Vigilo que no venga nadie por el pasillo y giro el pomo de la puerta,
no tiene llave. Si quieren prohibir la entrada, al menos deberían cerrarla con
seguro, entro de puntitas y cierro tras de mí. La recámara es como si
perteneciera a otra casa, es lujosa sí, pero todo el brillo de las demás
estancias aquí no está presente, en lo que sí se parecen, es en lo sombrío.
¿Qué problema tiene esta gente con la luz?
Curioseo por todos lados, no localizo el interruptor de luz por ninguna
parte, abro ligeramente una cortina para dejar entrar la claridad del día, los
muebles de madera no están perfectamente pulidos, es como si esta
habitación estuviera abandonada.
Abro el armario, hay cientos de trajes negros y camisas blancas, al
menos el padre de Ömar usaba un poco más de blanco que él, pero ya veo
de dónde viene la tendencia a solo vestir de negro. Reviso algunos cajones,
la mayoría están vacíos, pero hay uno que tiene una caja plateada con la
llave en la cerradura.
Me siento en la cama con la cajita, la llave se parece mucho a una de
las que tengo guardadas que me obsequió Ömar, la que tiene muchos
dientes irregulares, solo que la mía es dorada. Abro el contenedor, dentro
hay fotografías viejas, algunas no se ven claras.
La foto de un niño muy flacucho y de aspecto enfermo es la primera
que reviso, debe tener unos nueve o diez años, está muy pálido, me
recuerda un poco a mí cuando estuve por no sé cuánto tiempo en la cloaca,
así me veía después de salir. Su expresión es de terror viendo a algún punto
a un lado de la cámara, sus ojos marrones se ven húmedos con lágrimas
contenidas.
Ojos marrones.
Veo con detenimiento la imagen, cabello negro despeinado y largo,
nariz recta, cejas gruesas y labios gruesos, el corazón me da un brinco en el
pecho, no lo reconocí antes por el aspecto huesudo de su rostro y lo mal
vestido que se ve, pero es Ömar, estoy segura que es él. ¿Cómo puede ser
este niño que se ve tan frágil y asustado el hombre imponente y perfecto
que conozco?
Busco entre el resto de fotos, alguna que me confirme que este niño es
mi árabe, en otras veo al mismo muchacho y como evidentemente va
mejorando, como si se estuviera curando de alguna enfermedad. Hay más
color en su piel, aunque no deja de ser de un tono extraño, para nada al que
tiene Ömar.
«Esas son fotos de hace más de veinte años boba, tú ni siquiera habías
nacido, obviamente él ha cambiado»
En otros retratos, se puede ver al árabe más grande, ya convertido en
un joven muy atractivo, aunque sigue siendo delgado, su semblante es
temeroso, nada que ver con la expresión gélida que tiene ahora. ¿Qué le
pasó a Ömar para cambiar tanto? No solo físicamente, pasó de ser un joven
enclenque, al perfecto Dios que es ahora, pero su mirada y su actitud
también cambiaron, incluso el tono de sus ojos se ve distinto en las fotos a
como es ahora.
Al fondo de la caja, hay dos fotografías pequeñas, parecen estar
recortadas. Una es un hombre muy parecido a Ömar solo que mayor, debe
ser su padre, es como si estuviera viendo a mi árabe con veinte años más,
igual de alto y atractivo, pero con el cabello grisáceo, el rostro con arrugas
alrededor de los ojos y la barba bastante larga.
La última foto es una mujer, lo poco que se aprecia de su rostro deja
ver una piel muy blanca y ojos azules, su boca está cubierta por una tela
negra al igual que su cabello y lleva uno de esos vestidos horribles que usan
aquí, también en color negro. ¿Es esta la mamá de Ömar?
Si es así, él no sacó absolutamente nada de ella, es una réplica exacta
de su padre. Veo la foto durante varios minutos, la mirada de ella es
atrevida, incluso seductora y aunque lleva esas prendas, se ve muy bonita y
elegante, no parece ser una triste mujer secuestrada, quizás no sea entonces
la madre del árabe.
¿Sabrá Frederika algo de la mamá de Ömar?
Me dio a entender que lleva muchos años trabajando aquí, tendré que
pensar en la forma de preguntarle por ella. Escucho pasos en el exterior y
me pongo en alerta, tomo todas las fotos, las arrojo en desorden dentro de la
caja y corro a esconderme en el armario justo cuando la puerta se abre,
alguien entra en la habitación, el corazón me late rápido mientras los pasos
amortiguados van de un lado a otro.
¿Cómo se me ocurrió meterme a la habitación a revisar?
Reconozco que ahora sí me pasé de atrevida. Marceline, me dijo que
no se puede entrar en esta habitación y aun así lo hice. Imploro por que la
persona que está ahí se vaya rápido pero no parece querer irse.
¿Será Frederika que está limpiando?
Analizo las posibilidades, esta casa es muy grande para que la limpie
ella sola y nunca he visto a Zanahoria hacer otra cosa que arreglar las flores
del jardín ¿Será otro empleado? Sea quien sea, seguramente le dicen a
Ömar que me encontraron aquí.
Espero durante mucho tiempo en la oscuridad del armario y rodeada
de ropa de un hombre que ya está muerto, haber sido encerrada tantas veces
en la caverna me dio la capacidad de soportar esto y mucho más. Después
de lo que me parece una eternidad dejo de escuchar ruidos en la habitación
y me animo a asomar la cabeza por la puerta del armario, en efecto no hay
nadie, salgo de puntitas de la habitación de Amún y corro a la mía.
Ya en la seguridad de mi recámara me permito respirar y empiezo a
reír a carcajadas, quizás de los nervios, eso ha sido la aventura más graciosa
que he tenido desde que estaba en el orfanato. Me desvisto y tomo una
ducha rápida antes de acostarme, pasé tanto tiempo encerrada en ese
armario que se hizo de noche.
 
Alek
 
Cuatro días sin ella.
Cuatro días en los que no he vuelto a ver esos ojos azules que tanto me
gustan, en los que no ha venido a mi oficina con esa actitud desafiante
disfrazada de falsa sumisión, es un tanto rebelde y viniendo de ella no me
disgusta, a otras no se lo permito, pero a ella sí.
Le he permitido muchas cosas, como besarme de esa manera que me
vuelve un completo idiota, un dependiente de ella. Le he permitido mirarme
fugazmente sin castigarla, le he permitido seducirme cínicamente, mientras
que a otras solo las utilizo cuando no puedo tenerla a ella, con otras no me
interesa hacerlas llegar al orgasmo, con ella sí.
Las otras son putas, pero ella es mi Cherry.
—Alek —murmuran tras la puerta y dan dos golpecitos, en seguida
reconozco la voz. Gruño un «pasa» y doy un trago a mi vaso de ron.
Anne, entra tímidamente a mi oficina, avanza con pasos cortos hasta
detenerse frente al escritorio, sus manos entrelazadas se aprietan cuando me
ven servirme más ron negro y colocar otro cubito de hielo que extraigo de
la cubitera de aluminio. La miro mientras bebo de un jalón todo el
contenido del vaso, lo que me obliga a apretar los ojos y carraspear por el
calor que baja por mi garganta.
—¿Qué se te ofrece, Anne? —pregunto yo, porque no veo intenciones
en ella de hablar.
—Venía a informarte que Cinnamon, ya está recuperada y ha dejado
de sangrar, cuando ordenes puede regresar a atender clientes —pronuncia
en voz baja. Abro la botella y deposito otra generosa cantidad de ron en el
vaso.
—Dale un día más de descanso, de todas maneras, sus clientes fueron
asignados con otras chicas —Sinceramente, en este momento, me importa
una mierda la estúpida de Beatrice o el jodido burdel.
En lo único que soy capaz de pensar es que ella, tiene cuatro días en la
cama de Ömar, que ese mal nacido está disfrutando de lo que es mío, que
seguramente se la está cogiendo por todos lados, que ella debe estarle dando
una de esas mamadas que te quitan el raciocinio.
Ella está con otro, y todavía me quedan once días por sufrir este
suplicio. Me empino de nuevo el vaso, he ingerido tanto ron que ya siento
la lengua adormecida, pero solo así puedo tolerar el desesperante paso de
las horas.
—Alek… —Rodea el escritorio para acercarse a mí y se hinca entre
mis piernas para quitarme el vaso—. Deja de tomar, estás muy mal. ¿Qué es
lo que tienes?
—¡Déjame solo! —protesto e intento alcanzar de nuevo la licorera de
cristal.
—Tienes varios días así, encerrado en la oficina, bebiendo, desde la
cena de gala… —De pronto se queda callada, como si acabara de
comprender algo—. Desde que Cherry se fue. ¿Es por ella que estás así? —
Que la nombre es como un maldito puñal que me atraviesa el estómago.
—Mi Cherry —exhalo, ni siquiera me importa mantener las
apariencias frente a Anne, no me importa que sepa que esa mujer me tiene
mal con su ausencia.
—Sayidi —susurra—. ¿Sientes algo por ella?
«La amo»
—Ya vete, Anne —Intento apartarla de mí, pero mi cerebro y mis
movimientos están desconectados—. Regresa a la casa de las chicas.
—No voy a dejarte aquí solo, ni voy a permitir que sigas bebiendo,
mírate cómo estás —Quiero gruñir por su terquedad y la negativa a
marcharse, pero es algo que tampoco me importa, que haga lo que se le dé
la gana, yo solo quiero pensar en ella.
Recuesto la cabeza en el respaldo del sillón y cierro los ojos. La
imagen de Nath, está pegada a mis párpados, esas tetas descaradas que me
hacen agua la boca por tenerlas en frente y chuparlas. La escucho moverse
por la oficina, el ruido de los cristales me informa que se ha llevado la
botella y el vaso, cuando regresa a mi lado se hinca de nuevo y comienza a
desanudar mis botas. La miro sacar una y después la otra, el agua sigue
corriendo en el baño, después se pone de pie e intenta levantarme a mí.
—¿Qué haces? —farfullo, ya no puedo ni siquiera hablar bien.
—Tienes que darte una ducha —Pelea conmigo que me rehúso a
ponerme de pie, sin embargo, no desiste, tira de mi cuerpo hacia arriba y
termino por levantarme por mi propio pie, apoyado en ella.
Me guía hacia el baño donde me siento en el retrete y le permito
despojarme de la chaqueta. Levanto los brazos para que también me saque
la camisa, lo cual hace con cierto temblor de manos. A pesar de mi estado
de embriaguez, no me pasa por alto como sus ojos recorren mi torso
desnudo, e incluso sus dedos rozan casualmente mis costillas. Carraspea
cuando se percata que la estoy observando y retrocede dos pasos.
—Voy a pedirte algo de comer, entra en la ducha, ya regulé la
temperatura del agua —declara atropelladamente y desvía la vista de mi
cuerpo.
—Aún me queda el pantalón.
—Pu-puedes qui-quitártelo solo —tartamudea y casi quiero reírme de
ella, tiene veintiséis años, se cree muy valiente como para empezar a
desvestir a un hombre y hora palidece ante la idea de quitarme los
pantalones.
—¡Quítamelos tú! —ordeno. Traga grueso, aunque no puedo ni
enfocar bien su rostro a causa del efecto del alcohol, mi expresión debe
bastar para atemorizarla, porque seguro refleja lo que hay en mis
pensamientos.
Lo que voy hacerle.
Se acerca a mí, despacio, notoriamente nerviosa y deja mi ropa sobre
el excusado. Sus manos viajan temblorosas al cinturón y lo suelta, sigue con
el botón y el cierre. No se atreve a mirarme a la cara, mantiene la vista en
algún punto indefinido de la pared a un costado de nosotros.
Entierra los dedos a cada lado de mi cadera, entre la tela y mi piel para
hacer descender el pantalón, sujeto sus manos con fuerza y la obligo a bajar
también el bóxer de una sola intención. Mi miembro semi erecto rebota
hacia arriba al verse liberado, coloco una mano en su hombro y la empujo
hacia abajo, haciendo que se hinque ante mí.
La respiración se le sale de control cuando me mira, asombrada,
impactada por lo que tiene frente a sus ojos y que solo Nath, ha sabido
dominar. Me sujeto la verga con la mano y tallo mi glande por sus mejillas
que están demasiado rojas, ella no me excita, para nada, sin embargo,
pensar en mi Cherry siempre es un motivo para que se me ponga dura,
como ahora, que imagino que en lugar de Anne, quién está frente a mi
hincada es ella, con esa mirada cínica y perversa, dispuesta a chupármela y
a tragarse absolutamente todo mi semen sin derramar una gota.
—¡Chúpala! —demando. Ella abre mucho los ojos, creo que está a
punto de llorar porque los tiene demasiado brillantes.
—Lo que ordenes, Sayidi —Lo toma entre sus manos y comienza
dando besos y lamidas suaves que en nada se comparan con lo que Nath
hace, ella lo devora, lo mete entero a su boca sin importar que tan grande y
duro lo tenga, lo chupa hambrienta de llenarse de mí y me deja la mente en
blanco solo deseando perpetuar esos momentos.
Anne, no lo hace así, aunque lo disfruto porque en mi mente la veo a
ella. Sujeto su cabeza con ambas manos para enterrarme con profundidad,
hace arcadas e intenta echarse hacia atrás, pero no lo permito, quiero
vaciarme a ver si así saco un poco de este suplicio que estoy viviendo por
no tenerla conmigo.
Me muevo una y otra vez contra ella, en cada penetración llego un
poco más al fondo de su garganta que se rehúsa a dejarme entrar, lo que
provoca que embista su boca con más fuerza. No me detengo hasta que
siento mis testículos tensarse y expulsar mi eyaculación en su boca, la cual
resbala por sus comisuras cuando retiro mi miembro.
—¡Pide que me preparen una sopa picante! —ordeno dándome la
vuelta para entrar en la cabina de la ducha, no la veo, simplemente escucho
su voz antes de cerrar la puerta.
—Lo que ordene, Sayidi.
Tomo una ducha larga, estoy demasiado afectado por el alcohol y
necesito despejarme un poco. Si Anne, se ha dado cuenta de mi estado, los
demás guardias también podrían. Me visto con algo de ropa que guardo en
un pequeño clóset en el baño de mi oficina y regreso a mi escritorio. Anne,
limpió todo y se llevó el alcohol, aunque me molesta, también lo agradezco
o seguiré bebiendo para olvidar la ausencia de ella.
Estoy comportándome como un imbécil, ella va a regresar en once
días, por más planes que mi padre haga, mamá no va a permitirlos, yo
tampoco por supuesto. Más tranquilo, aunque no menos alcoholizado, abro
la caja fuerte para buscar los mayores y más grandes secretos que mi padre
tiene guardado, aquellos que podrían echarle abajo sus planes. Releo una
carta, la que más me gusta porque es la que más ha afectado a papá.
 
Marek:
Estoy cansado, estresado y creo que estoy llegando al límite de mi
paciencia. Te lo he pedido de todas las formas, por ti, por mí, por nuestra
amistad y por nuestras familias y aun así te niegas a decirme dónde puedo
encontrarla. ¿Dónde quedó la hermandad que jurabas teníamos? ¿Dónde
quedó el apoyo incondicional? ¿A caso ya se te olvidó, que si eres quien
eres ahora, es por mí? Por mí, conociste a Kala y Akim, que te sacaron de
la inmundicia en la que vivías. Por mí, también la tuviste a ella, porque yo
la puse ahí. Y ahora, tú solamente haces de la vista gorda ante mis
súplicas.
¿Acaso no te duele mi familia y su sufrimiento?
Esta familia a la que proclamaste como tuya y ahora le estás fallando.
¿Cómo es que debo pedirte que me digas dónde está? ¿Debo recurrir a
Kala, para que sea ella quien me ayude? Tú sabes que, si unimos fuerzas
ella y yo, no podrás hacer nada para alejarla de nosotros, por más que
trates de cambiar las cosas, son como son y se debe hacer justicia. No
quiero empezar una guerra contra ti, ambos tenemos mucho que perder si
nos enfrentamos, aunque tú tienes más porque aún tienes una esposa, yo
estoy solo con mi hijo, el que aseguraste es tu sobrino y ahora no te
importa dejarlo vivir en el dolor y el sufrimiento de haber perdido a su
madre.
Me siento traicionado, no solo por el hecho de haberte enredado con
mi mujer y haber sido el causante de su muerte, también porque no te ha
bastado con eso, siento un inmenso dolor clavarse en mi pecho al notar
como pretendes acabar conmigo y con lo que queda de mi familia, el
hombre que una vez se dijo mi hermano, hoy tengo que verlo como mi
enemigo. ¿Qué hice para merecer esta traición de tu parte Marek? ¿En qué
momento olvidaste nuestra amistad y los juramentos que nos hicimos?
¿Cuándo una mujer se interpuso entre nosotros?
Sabes que la encontraré, con o sin tu ayuda, ni siquiera tengo que
molestar a Kala con esto, ella no merece más decepciones de tu parte, ya le
has hecho suficiente daño. Pero algo si te puedo asegurar, y es que, cuando
la encuentre, pagarás por lo que has hecho, me encargaré que así sea, me
encargaré que sufras lo mismo que hemos padecido mi hijo y yo. La
encontraré Marek y no podrás hacer nada para evitarlo, como tampoco
podrás hacer que te perdone, porque a partir de ahora no eres más mi
hermano del alma, eres un sucio traidor.
A.
 
 
 
 

Capítulo 19
Averno
Un susurro en mi oído me despierta y doy un pequeño brinco en la cama
por la impresión, la mirada felina y helada de Ömar, que se cierne sobre mí,
está de pie inclinado sobre el borde de la cama con su rostro muy cerca del
mío. Una sonrisa tétrica curva sus sensuales labios y mi vientre se tensa, se
endereza, toma mis manos entre las suyas y tira de ellas sentándome en la
cama, después de la primera impresión logro reaccionar y el cosquilleo que
me genera su cercanía me recorre. Regresó.
—Vamos a divertirnos, Abtikari
«¿Es en serio?»
«¿Quiere llevarme de nuevo al sótano y torturarme otra vez?»
—Ömar... —Quiero negarme ¿Puedo negarme?
Por supuesto que no debo hacerlo, de poder, puedo, pero entonces no
estaría complaciendo sus deseos y no conseguiría mi objetivo de
demostrarle que ninguna otra mujer lo va a satisfacer como yo. Si no lo
hago, él no me va a comprar. Así que no, no puedo, ni debo, ni quiero
negarme a cualquier cosa que quiera hacerme.
—Khaliqi —declara—. ¿Vienes o no?
Todavía no me recupero de las lesiones que me propició hace dos
noches, sin embargo, su mirada intensa me obliga a ponerme de pie. Sujeta
mi mano con firmeza, como si pensara que en cualquier momento podría
huir de él. Descalza me lleva de la mano por los pasillos oscuros y desiertos
de la casa, que ya empiezo a conocer después del minucioso recorrido que
me dio Marceline.
Nos dirigimos en silencio a ese sitio al que he denominado el averno,
porque ahí mi árabe se convierte en el mismísimo demonio. Detenemos
nuestro andar frente a la puerta de acero, el olor a desinfectante golpea mi
nariz. ¿Por qué este lugar huele así? ¿Qué tuvieron que limpiar con tanto
ahínco para que el olor quedara impregnado?
«Es obvio Nath... sangre»
El corazón se me acelera con ese pensamiento. No, no puede ser, estoy
exagerando con mis explicaciones mentales. Seguramente se debe a la falta
de corrientes de aire y la nula entrada de luz natural, lo que obliga a limpiar
este sitio a conciencia, de lo contrario la humedad haría de las suyas, como
en la caverna o en la cloaca. Ömar, enciende la luz tenue que ilumina el
centro de la estancia y me lleva hasta allí. Miro hacia arriba, la barra
metálica está un par de metros por encima de mi cabeza, el árabe la hace
descender con el control remoto, hasta quedar aproximadamente a medio
metro encima de mí.
—Levanta los brazos —La firmeza de su orden me obliga a actuar de
inmediato.
Las yemas de sus dedos rozan mis muslos, se deslizan hacia arriba
cadenciosamente llevándose entre ellos la tela del camisón, continúa su
ascenso por mis costados a través de mi torso, la piel se me eriza con su
sutil y peligroso toque, sé que estas caricias me van a costar muy caras.
Termina por sacar el camisón por mis brazos y se dirige a mi cadera, la
presiona fuerte provocándome un jadeo de excitación. No entiendo cómo es
que Ömar, tiene este poder sobre mí que, con solo un toque de sus manos,
bastante brusco, por cierto, hace que mi cuerpo entero reaccione.
Sé lo que va a pasar, va a torturarme y aun así no puedo evitar
excitarme con su tacto, ni siquiera soy capaz de articular una palabra. Baja
las bragas por mis piernas hincándose ante mí, las saca por mis pies, se
queda un segundo en esa posición, con su rostro frente a mi vientre, su
aliento cálido lo percibo en mi abdomen y viaja hacia mi pubis, cierro los
ojos, quisiera poder evitar lo que este hombre me hace sentir, pero
simplemente no puedo, es algo superior a mí, es incomprensible y me aterra
estarle dando demasiado poder para hacer conmigo lo que quiera.
—Me encanta tu piel blanca, Abtikari —Eso me sorprende, él nunca
me ha dicho que le gusta algo de mí—. El tono que toma cuando la agredo
me fascina —Me pega a su rostro y aspira fuerte sobre mi vientre que se
contrae—. También me gusta el olor embriagante que despides cuando estás
excitada.
Supongo que eso debe ser un avance, al menos ahora sé que no le soy
tan indiferente como a veces me hace sentir. Su lengua se desliza por mi
vientre plano y un jadeo involuntario escapa de mis labios. Quiero que lo
vuelva hacer, porque la sensación de humedad que deja a su paso es
ardiente y pone mi mente en jaque.
Se pone de pie y desaparece en la penumbra, los ruidos que emite al
moverse en la oscuridad son escalofriantes. Tengo la idea que debe haber
estanterías con toda clase de objetos para tortura ahí. ¿Por qué no hay luz en
esa área? Los artefactos que guarda deben ser tan horripilantes como para
no querer que los vea. Me pregunto ¿con cuántas mujeres los ha usado?
Imaginármelo con otra en este sitio, me aprieta las entrañas de ira.
«¿Amigos? Ömar no tiene amigas, al menos ninguna que yo
conozca… de hecho nunca había traído una mujer a la casa...»
Marceline, me dijo que ninguna mujer ha acompañado a Ömar a esta
casa, entonces debo creer que ninguna ha estado aquí y que no le ha dicho a
otra que le encanta el color que toma su piel cuando él la agrede. Casi me
doy pena por ser tan ilusa, por tener esos pensamientos. ¿Para qué tendría
Ömar este sitio si no lo va a usar?
Pensar que es solo para mí, es una burla. Él no sabía que yo lo
acompañaría de regreso después de la noche de gala, fue una sorpresa para
los dos, así que no pudo haber preparado todo esto por mí. Este lugar ya
estaba aquí desde antes y claramente ha sido utilizado, por eso requiere de
tanta limpieza. Escucho un zumbido acercarse, Ömar reaparece empujando
una mesita metálica con ruedas, sobre ella hay una cuerda que se aprecia
muy larga, grilletes con cadena, un pañuelo negro y… la fusta.
Toma la cuerda y la desenrolla, la coloca sobre sus hombros y se
acerca a mí con esa expresión francamente amenazante que, en lugar de
temer, me hace apretar los muslos. Junta mis manos al frente, las envuelve
con la soga formando una especie de pulsera alrededor de mis muñecas,
después pasa la cuerda por encima de la barra y tira levantando mis brazos
en el aire.
Con el cabo restante, que aún es bastante largo, rodea mis senos en
varias vueltas, también mi cuello, entrelaza la cuerda en distintas
direcciones creando una especie de sostén de soga. Observarlo hacer esto es
hipnotizante, esa elegancia de movimientos, la concentración al atarme y la
mesura de su actitud me atrapan, en vez de temer por lo que va a suceder
me muerdo los labios admirándolo.
El último tramo de la soga, lo envuelve en mi cadera por debajo de mi
ombligo y lo anuda. Los grilletes abrazan mis tobillos, separa mis piernas,
guía la cadena hacia unos pequeños ganchos que emergen del piso cerca de
la zona donde la iluminación se difumina y traba el seguro que hay en el
eslabón final de cada extremo de la cadena. Da unos pasos hacia atrás y
admira su obra, sus labios se curvan en una sexy y escalofriante sonrisa.
Empieza a desvestirse, una de las mejores partes de todo este horror,
poder verlo desnudo. Aunque ya lo he visto antes, no me canso de apreciar
su cuerpo perfecto y esos tatuajes que me intrigan tanto. Sin terminar de
quitarse la ropa agarra el pañuelo y lo pone sobre mis ojos, privándome de
la maravillosa visión de él. Detrás de mí, con su torso pegado a mi espalda,
murmura en mi oído.
—Te voy a enseñar a disfrutar del dolor —Su amenaza por muy dulce
que suene pone a temblar mis piernas—. En nuestra sesión inicial pude
comprobar que eres perfecta para esta misión, reaccionaste muy bien a lo
que te hice sin que te diera la pauta.
—Khaliqi... —Un dedo presiona mis labios.
—Shhh no te permito hablar —Con su otra mano acaricia mi cuello
haciéndome estremecer—. Te aseguro que el orgasmo que vas a tener será
el mejor de tu vida.
Gimo.
—Así pequeña Abtikari, no te resistas —Se separa de mí y el frío del
lugar me hace tiritar, la sensación de la pérdida de su calor es chocante.
Agudizo el oído para tratar de adivinar sus movimientos, la
expectación es terrible y más cuando no sabes lo que está sucediendo.
«Pero sabes lo que va a suceder» Si lo sé y tontamente lo estoy deseando,
que cumpla esa deliciosa amenaza de darme un orgasmo espectacular,
mejores a los que me ha dado ya y mejores a los de Alek.
El primer impacto de la fusta no es tan fuerte como el de la otra noche,
pero me hace brincar por el sitio donde lo recibí, mi pubis. El segundo si es
cruel, sobre mi cadera. Respiro y pongo en práctica eso que siempre hago
cuando voy a ser azotada, vaciar mi mente y abandonar mi cuerpo.
—No ignores el dolor, siéntelo —susurra frente a mí, su aliento
acariciando mi rostro.
«¿Cómo sabe lo que estoy haciendo?»
Fustiga nuevamente mi pubis, esta vez llegando más allá, el cuero de
la fusta roza mi clítoris y doy un respingo por el pequeño espasmo de
excitación que eso me produce. Aquí voy de nuevo, a excitarme por los
azotes de este hombre, esto es increíble y hasta cierto punto vergonzoso.
Los golpes en mis caderas son brutales, pero los de mi sexo son
estúpidamente placenteros, alterna el lugar entre azote y azote, creando una
confusión en mí, placer y dolor. Mi vagina empieza a humedecerse sin
poder evitarlo. Joder, como odio esto, odio que Ömar me quite el control de
mi cuerpo y mi voluntad. Continúa con su tortura durante varios minutos, la
humedad entre mis piernas se incrementa, tanto que puedo percibir el olor
de mi propia excitación, algo que nunca antes había sucedido.
—¿Lo notas, Abtikari? —murmura muy cerca de mis labios, puedo
sentir el calor de los suyos y el anhelo de besarlo se potencializa.
Atina un nuevo impacto en mi sexo, el cual siento palpitante y
húmedo, demasiado húmedo. Ömar desliza la fusta por mis labios, está
impregnada con mis fluidos, me los lamo saboreando mi excitación, la que
me produce él, solo él, porque jamás en mi vida me había mojado de esta
forma y mucho menos con golpes.
—El dolor y el placer están íntimamente relacionados —Su lengua se
desliza fugazmente por mis labios acelerándome el pulso. Azota mi pierna
derecha y brinco porque eso fue inesperado. Hasta este momento, solo
habían impactado mi cadera y mi sexo—. En mi mundo, no existe el uno
sin el otro.
››Acepta el dolor como algo que puede darte satisfacción —Mi clítoris
recibe un nuevo golpe que se hincha exigiendo más y un gemido sonoro
sale de mi garganta—. Así... disfrútalo —Pega en mi abdomen con la fusta
tan fuerte que me corta la respiración—. Deja que estimule tu cuerpo,
déjalo correr libremente y siente como se apodera de ti y te transforma.
Una ráfaga de impactos alternados entre mi sexo y otras partes de mi
cuerpo calientan mi piel, a tal grado que ya no percibo el frío del lugar,
siento mi vagina palpitar de excitación, mi clítoris chilla, desesperado en
busca de una liberación, la humedad es tanta, que escurre por la cara interna
de mis muslos. Los gemidos se vuelven incontrolables, el dolor es borroso,
incomprensible.
—Muy bien pequeña, domínalo, siente la satisfacción que proporciona
—Ömar, se pega a mi espalda, su mano viaja a mi feminidad y roza mi
botón, recargo la cabeza en su pecho y disfruto de lo que hace. Azota mi
muslo, pero el dolor ya no es tal, es solo un desagradable cosquilleo en mi
piel ardiente, un cosquilleo que me hace jadear por las sensaciones que se
unen a las de mi clítoris.
››Dirígelo hacia la cima —Introduce dos dedos en mi vagina, los
mueve raudo y veloz entrando y saliendo, gruño con un nuevo flagelo en mi
cuerpo que hace fluir la sangre y se concentra en mi sexo que late cada vez
más desesperado. Mis músculos internos se contraen alrededor de los dedos
de Ömar—. ¡Libéralo!
Escucho algo caer al piso, entonces la mano de mi árabe se cierra en
mi cuello reduciendo el paso de aire y boqueo en busca de oxígeno. Sus
dedos tocan algún punto en mi interior que desata un orgasmo espectacular,
uno que se derrama por mis piernas empapando la mano del hombre que me
acaba de dar el momento más placentero de mi vida, tal como me lo
prometió.
Jadeo recuperando del resuello cuando libera mi cuello de su agarre.
Por un momento nos quedamos así, como si fuéramos dos amantes que
acaban de disfrutar de un maravilloso sexo, él aun acariciando la piel ultra
sensible de mi sexo, hasta que rompe el encanto. Se separa de mí y suelta
los grilletes de mis tobillos, creo que me va a desatar, pero no lo hace. El
calor que emana de su cuerpo me advierte que está parado frente a mí.
—Te has portado tan bien Abtikari, que creo que mereces una
recompensa.
Ömar, toma mi cabello en su mano y jala hacia atrás levantando mi
cara, sus dientes aprisionan mi labio inferior salvajemente y lo hace sangrar,
gimo por la sensación de la mordida que no es tan dolorosa, aunque me está
abriendo la piel, me permito disfrutarla, es la primera vez que su boca está
sobre la mía, aunque no puedo besarlo como me gustaría.
Su lengua se desliza una vez más sobre mis labios recogiendo la
sangre que sale de ellos, definitivamente le excita la sangre. Entonces, ¿las
lágrimas dónde quedan? Sus manos en mis muslos levantan mis piernas y
rodea su cadera con ellas. Me embiste de forma repentina e inesperada, su
pene delicioso entrando y saliendo de mi vagina violentamente, es el puto
paraíso, mejor de lo que imaginé que sería.
—Me has complacido mucho hoy, es una verdadera delicia verte
soportar todo sin apenas quejarte —Mi corazón late errático ante sus
palabras.
«Lo he complacido»
—Khaliqi... —imploro porque me permita hablar
—Dime pequeña.
—Bésame, por favor —suplico, no lo soporto más, quiero sentir sus
labios sobre los míos mientras me coge de esta manera tan sublime.
—Sabes las reglas —responde, pero no pienso desistir, tenemos un
acuerdo.
—Te he complacido, era parte del trato —refuto, su encantadora risa
penetra por mis oídos excitándome aún más.
—Tienes razón, Abtikari.
Sus labios impactan los míos en un beso demandante y posesivo.
Mierda, este hombre es pura perfección, ruda y peligrosa perfección, salvaje
y placentera. Invado su boca con mi lengua, he esperado tanto este
momento y no pienso desaprovecharlo, lo beso con tanta pasión como
puedo, sus gemidos son eróticos a un grado superlativo.
Abandona mis labios y muerde la parte interna de mi antebrazo, el
dolor que desde hace rato se ha desdibujado en mi conciencia, hace
contraerse a mi vagina, este maldito hombre me está convirtiendo en algo
que no reconozco, me está convirtiendo en lo que él quiere que sea.
«¿Y cuál es el problema con eso Nath, si es lo que lo complace?»
Una gota de sangre caliente resbala por mi brazo, Ömar la toma con su
lengua y gruñe, vuelve a besar mis labios con agresividad y puedo probar el
gusto de mi propia sangre en su boca. Este árabe está tan enfermo y me está
contagiando su locura, no le hayo otra explicación al hecho de que me guste
el sabor de la sangre en nuestro beso macabro, que me guste la forma
salvaje en que me está follando y que mi cuerpo en vez de gritar de dolor
por todo lo que me ha hecho, grita de excitación y de ganas de explotar de
nuevo.
—Deliciosa —El murmullo de su voz más ronca de lo habitual me
empuja de nuevo a la cima.
Él se percata de ello y arremete con más fuerza, su boca en la mía, sus
dientes mordiendo mi lengua, mis gemidos inundando el ambiente, el
sonido del choque de nuestros cuerpos, la sangre en mi boca y sus gruñidos,
son un todo que me lanzan al éxtasis por segunda vez en la noche. Dos
orgasmos en un lapso no mayor a quince minutos, es algo increíble.
Siento al árabe derramarse en mi interior, su semen caliente anegando
mi vagina, una sensación que solo había conocido con Alek, pero que con
Ömar, es mil veces mejor. Me da un último beso para después soltarme. Mi
cuerpo exhausto cuelga sostenido por la cuerda, esperando porque me
desate, lo escucho trajinar aquí y allá, el susurro de la ropa al vestirse, se
acerca de nuevo a mí y murmura en mi oído.
—Descansa, Abtikari. Hoy dormirás aquí, es parte de tu
entrenamiento.
Lo siento alejarse de mí, sus pasos se escuchan cada vez más
amortiguados, le grito que me desate, que no se atreva a dejarme en este
sitio, pero me ignora totalmente. El chasquido del interruptor de la luz me
indica que la ha apagado y por último el sonido de la puerta cerrarse. Se ha
ido. Me ha dejado aquí sola, en medio de la oscuridad y del frío de este
lugar, que por un instante se convirtió en el paraíso, pero que ahora vuelve a
ser el averno.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 20
La cuidadora
Marceline
 
—Nath, Nath, despierta —Doy leves golpes en su mejilla, a pesar de tener
vendados los ojos sé que está dormida por la forma en la que cae su cabeza
hacia delante.
—¿Zanahoria? —susurra.
—Sí soy yo, te traje comida —Coloco el plato a la altura de su nariz
para que huela el hummus—. A Frederika le queda sensacional, es la mejor
cocinera que hay, el pan de pita también lo hizo ella, te iba a traer jellab,
pero dijo que mejor qahwah porque a ti te gusta mucho, así que…
—Suéltame por favor —pide un tanto mandona interrumpiéndome,
tiene esa mala costumbre de hablar cuando los demás hablan. Compongo un
gesto burlón que no puede ver, en la situación que está y se atreve a
hablarme así.
—No puedo, beluga, solo sigo órdenes, vamos abre la boca y come
para que yo me pueda ir, supongo que te incomoda que te esté viendo
desnuda, pero te…
—¿Órdenes de Ömar? —Vuelve a interrumpir y ruedo los ojos,
aunque ya me estoy acostumbrando a que lo haga.
«Khaliqi, estúpida»
—Hemm, sí —Es tan insolente llamándolo así, se merece que la
tengan aquí en la fría oscuridad de este cuarto, así como también todos los
moretones que hay en su cuerpo, para que aprenda a respetar a Khaliqi.
—¿Por qué me está haciendo esto, Marceline? —Me obligo a no reír,
él hace lo que hace porque es su naturaleza, porque hacer esto es lo único
que le da paz a su alma, es su válvula de escape.
—Él siempre tiene un motivo para hacer las cosas —respondo
escuetamente, obvio no le voy a dar información específica sobre él, sin que
lo autorice. Yo me encargo, como me ordenó, de cuidarla y distraerla
durante el día.
—Me está torturando, no siento los brazos, por favor suéltame —sisea,
haciendo que ese por favor suene muy falso.
—Lo siento, Nath. ¡Vamos, abre la boca! —insisto, quiero darle la
comida y poder largarme, no me gusta verla desnuda, a pesar que no es la
primera vez que lo hago, su cuerpo me genera cierto desagrado, no sé qué le
ve Khaliqi, es excesivamente delgada, aunque sus senos sean tan perfectos,
no compensan que le hace falta más carne por otros lados.
—¡No quiero comer, quiero que me suelten! —grita provocándome un
pinchazo de dolor en la sien. No estoy acostumbrada a los gritos, la casa es
muy silenciosa porque así le gusta a él, solo cuando toca el piano hay ruido.
—¡Cállate, no grites, no sirve de nada! —En verdad no sirve de nada,
a pesar que hubiera alguien dispuesto a venir a ayudarla, primero tendrían
que escucharla y el sótano está insonorizado.
—Por favor —suplica, es algo satisfactorio cuando ellas lo hacen.
—Nath, si no vas a comer entonces me voy —amenazo, ya no quiero
seguir viéndole las tetas.
—No, no te vayas, no me dejes aquí —gruñe, vaya ella sí que tiene
carácter, en lugar de estar asustada y lloriqueando se pone agresiva tirando
de las ataduras de las cuerdas.
—Come entonces —digo condescendiente. Si no la hago comer,
seguro él se va a molestar conmigo y no quiero que lo haga, de por sí estos
días lo he visto muy poco.
Bocado a bocado, ella se devora el pan de pita con hummus y el
qahwah que le preparó Frederika, no puedo evitar admirar su piel tan
blanca, más que la mía o la de Frederika, es casi transparente y con el frío
se marcan sus venas. Está llena de moretones provocados por Khaliqi.
Tiene además muchas cicatrices en las piernas, el día que estuvimos en
la piscina apenas pude verlas debajo del agua, son finas líneas, pero se
notan rosadas sobre lo inmaculado de su piel. La rodeo para ver sus glúteos,
a través de la pantalla no es lo mismo que en vivo y menos ella que casi no
se queja.
No como la última, que lloraba y gritaba a mares, esa mujer sí que era
una blandengue, no estuvo a la altura de Khaliqi, ni siquiera sé por qué
accedió a que viniera acá abajo, desde su primera visita se notó que no sería
de su agrado, era una estúpida cabeza hueca.
Cada vez que viene una de estas tipas resbalosas, mi ánimo se
oscurece, él fue mío primero y odio que se meta con estas asquerosas,
aunque no se las folle a todas. Entiendo que no puedo darle lo que quiere,
yo no soportaría ni una sola sesión del entrenamiento, aun así, me ha
mantenido a su lado, él me quiere, aunque no me lo diga, me lo demuestra.
La espalda de beluga también está llena de líneas ¿Quién le hizo esto?
Él no me ha querido decir de donde viene, simplemente Ömi la trajo un día
y se tomó demasiadas consideraciones con ella, mandó a comprarle muchas
cosas, hecho que me agradó porque me encanta ir de compras, pero no
entiendo por qué tomarse la molestia de hacerlo, por una desconocida.
Buscaré la forma de sonsacarle la información, porque él nunca me
dirá nada, aunque me cuenta muchas cosas, sus motivos para elegir a las
tipas que vienen nunca me los dice.
—Me tengo que ir, más tarde te traigo más comida —informo cuando
ya terminó el pan, aunque no se ha acabado el café no me importa, mejor,
así no le dan ganas de ir al baño.
—¡Suéltame! —vuelve a gritar, ella grita más de enojo, que de dolor.
Me siento tentada a quitarle el pañuelo, tener algo sobre los ojos es
una pequeña protección, el cerebro te engaña, si no puedes verlo no está
ahí, pero él si está, la oscuridad no es un problema para Khaliqi.
Si le quito el pañuelo se pondrá histérica en medio de la oscuridad, no
es lo mismo estar cegada por una venda, a estarlo porque no hay el más
mínimo haz de luz, la mente juega contigo. Lo sé perfectamente porque me
ha pasado, y a pesar de saber que no me haría daño a mí, no puedo evitar el
terror cuando me quedo a oscuras con él.
Decido que sí, que lo mejor es quitárselo, eso la romperá más rápido,
acelerará el entrenamiento y ya no tendré que cuidarla por más tiempo.
Odio ser la niñera de estas tipas. Apago la luz y entreabro la puerta para
tener un poco de visibilidad, regreso a ella y le retiro el pañuelo, ¡sí que está
apretado el nudo!  Mientras ella pestañea para aclararse la vista, yo salgo.
Cierro la puerta, dejándola de nuevo en la oscuridad.
Voy a la cocina a dejar la charola y después me dirijo a su oficina, toco
de la forma que me ha enseñado para diferenciarme de los demás y entro. Él
está de pie en el centro con el teléfono móvil en la oreja, vistiendo un traje
negro como siempre, que lo hace ver extremadamente hermoso. Me encanta
verlo así, impresionante, altivo, imponente, no como cuando entra en sus
estados maníacos y refleja la tortura que es su existencia.
Me acerco en silencio, no le gusta que lo interrumpan cuando está
tratando sus negocios, no quiere distracciones, necesita hacer un trabajo
limpio para demostrar que es tan capaz de dirigir la empresa, como lo era su
padre, que nunca confío en él. Aguardo pacientemente a que termine la
llamada, mientras lo miro gesticular concentrado detrás del portátil.
—¿La alimentaste? —pregunta sin mirarme.
—Sí —contesto en voz baja, a él no le gusta que hable tanto.
—¿Cómo está? —Mantiene la vista clavada en la computadora, seguro
analizando algún contrato.
—Bien supongo, extrañamente tranquila. Digo, no llora como las
demás —Eso lo hace despegar la vista de la pantalla y sonríe levemente
acelerándome el corazón, él casi nunca sonríe, al menos no con sinceridad,
lo hace irónico o desafiante, pero verlo sonreír espontáneo es casi tan raro,
como verlo dormir.
—No, ella no llora, lo he intentado y no lo he logrado, aunque
tampoco es que me haya esforzado tanto, tendré que ser más severo con
ella, quiero descubrir hasta donde puede soportar, me tiene genuinamente
intrigado —declara y los latidos que se me habían acelerado, ahora se
ralentizan.
—¿Por eso te gusta? —Mi voz tiembla un poco, soy muy mala para
ocultar mis emociones y más algo como esto, que él esté interesado de
verdad en una mujer.
—No, la elegí por otros motivos, el hecho que no sea débil es un extra.
Y sí, me gusta, me gusta mucho, es algo insano —Aprieto los labios para
contener el sollozo que urge por salir de mi boca y parpadeo muchas veces
evitando que las lágrimas acudan a mis ojos.
Carraspeo.
—¿Cuánto tiempo más la tendrás abajo?
—Solo un par de horas más, estuvo toda la noche, ya debe estar muy
adolorida. Para que cree un vínculo verdadero, no solo hay que romperla,
hay que ofrecerle un poco de cariño, algo a lo que ella pueda aferrarse.
«¿Para que cree un vínculo? ¿Es que acaso quiere crear un vínculo
con ella?»
—Si pasa el entrenamiento ¿Piensas quedártela? —Aguardo por su
respuesta, el corazón latiendo dolorosamente ansioso porque me conteste de
forma negativa, no se queda con ninguna porque no ha habido una que
soporte sus prácticas, pero ahora tengo miedo que Nath, lo haga.
—Aún no lo sé —Levanta los hombros con indiferencia—. Todo
depende de si me complace completamente, si es capaz de soportar todo lo
que tengo planeado para ella.
—Pero si ella se queda ¿Qué pasará conmigo? —cuestiono y ahora ya
no puedo ocultar la ansiedad que me oprime.
—Tu siempre serás fatati —Me dedica una mirada mordaz, sabe que
no me refiero a eso, sin embargo, evita el tema como siempre—.
Permanecerás a mi lado hasta que decidas irte, nunca se te ha impedido
marcharte.
—No pienso marcharme —Me pongo de pie y me acerco a él que me
mira de reojo sin girar el sillón—. Ya no soy una niña —Mi mano cepilla su
cabello negro y mis dedos cosquillean porque ha permitido que lo toque,
pocas veces se deja consentir—. Déjame demostrártelo —susurro.
—No, Marceline, ya lo hemos hablado —Se echa para atrás en el
sillón para despegarse del escritorio, mis dedos extrañan inmediatamente el
contacto de su cabello.
—Pero… Khaliqi, yo puedo…
—Vete —me interrumpe—. Tengo que hacer algunas llamadas para
organizar la cena. Conteniendo las ganas de replicar, salgo de la oficina
acariciando las yemas de mis dedos con el pulgar.
Regreso a mi habitación, tomo nuestra foto y la abrazo ¿Por qué no me
permite demostrarle? Estoy segura que ninguna mujer podría darle lo que
yo, ni siquiera Nath con su control sobre el dolor, él no necesita una mujer
fuerte como piensa, necesita una mujer que lo entienda, que lo conozca, que
lo apoye, solo yo puedo hacerlo, lo he visto en sus peores momentos, solo
yo he estado ahí para abrazarlo.
Desde que era un joven asustadizo, que se ocultaba entre las sombras
porque le tenía miedo a su padre, yo vi su transformación, estuve cuando se
hizo cada uno de sus tatuajes, le di la mano mientras aprendía a soportar el
dolor y a controlar sus miedos, he estado a su lado ayudándolo en cada uno
de sus momentos malos, cuando se deprime, incluso cuando intentó quitarse
la vida hace casi cinco años.
He estado para él en todo momento, a pesar que siempre me ordenó
apartarme y dejarlo solo. Incluso, al inicio era grosero y agresivo conmigo y
no permitía que me acercara a él. Aún ahora, que siento que me ha roto el
corazón cada una de las veces que lo he visto follarse a otra mujer que no
soy yo.
He estado a su lado apoyándolo, para que demuestre que es mejor que
su papá, que lo menospreciaba en todo momento, que no es débil y
mediocre como su padre le gritaba en la cara, y que, a pesar de sus
restricciones, es capaz de lograr lo que se propone.
Yo lo amo y no me importa nuestra diferencia de edad. Nath, es
incluso más joven que yo. ¿Por qué ella sí? ¿Por qué la besó, si él no besa a
las tipejas que azota? Me niego a creer que sienta algo por ella, no, no
puede, conozco su interior, él no puede amar, tiene necesidades específicas
y el amor no es una de ellas, nunca lo ha sido.
Él no conoce el amor y por eso no puede sentir el que yo le ofrezco,
por eso no se ha dado cuenta que, la mejor mujer que puede encontrar ya la
tiene a su lado, que no necesita buscar otra, porque yo estoy aquí y siempre
lo estaré hasta que él se dé cuenta que ninguna lo va amar y comprender
como yo.
Doy un beso a sus labios en nuestra foto y la coloco de nuevo en su
sitio, le doy una última mirada y salgo de mi habitación. Voy a la sala de
control, quiero ver qué tal se la está pasando beluga, Burak, está en su hora
de desayuno y aprovecho la ocasión. Nath, está simplemente ahí, colgando
sin mover ni un solo músculo, estática.
¿Cómo puede hacer eso? ¿Cómo conserva la calma en medio de la
oscuridad? Yo no puedo hacerlo, aun sabiendo que él está ahí y no me hará
nada, la penumbra es aplastante, pero ella no grita, no llora, ni siquiera se
mueve ¿De dónde viene esta mujer? La observo durante un tiempo hasta
que se vuelve aburrido no ver nada más que su quietud, decido que mejor
voy a comer algo.
—Ya está la comida para Nath —Frederika empuja hacia mí un plato
con falafel y zumo de granada—. Debe estar muerta de hambre.
—No creo —digo encogiéndome de hombros y me meto una croqueta
en la boca—. Está muy tranquila.
—A Ömar no le gustará enterarse que no la atendimos bien —Arqueo
una ceja, eso es chantaje, estoy segura que a Ömi ni le interesa—. Además,
creo que ya es hora que salga. ¿O no?
—Ok, ok ya voy —accedo.
Pongo el plato y el zumo sobre una charola y me dirijo al sótano, el
sitio favorito de Khaliqi, aunque su refugio también es muy importante para
él, ahí va cuando no tiene ganas de hablar con nadie. Entro y acciono el
interruptor de la luz en la intensidad máxima, beluga aprieta los ojos y yo
reprimo una sonrisa, me gusta hacerle maldades a los demás, me acerco a
ella y pongo la charola sobre la mesita con ruedas, él no limpió antes de
salir ayer, tendré que hacerlo yo.
—Marceline, ¿Cuánto tiempo más me tendrá Ömar aquí? —parpadea
un poco, aún no tolera la luz.
—Khaliqi —corrijo con enojo, él le ha dicho que aquí abajo debe
referirse así hacia él y es tan desobediente que debería dejarla aquí todo el
día.
—¿También a ti te obliga a decirle así?
—Claro que no, le digo así porque es lo que es, mi creador.
—¿Tu creador? ¿Te hizo esto a ti? —Mantiene los ojos entrecerrados,
poco a poco va abriéndolos más.
—No… yo no podría, pero eso no significa que no sea mi creador en
otro sentido —aclaro, él me ha enseñado muchas cosas y aunque no ha
podido hacer que deje mi miedo a la oscuridad o a ser más resistente al
dolor, si me ha enseñado a no ser tan débil de carácter, al menos no tanto
como lo era antes.
—¿Cuándo me va a sacar de aquí?
—Mañana —digo por joderla y también para sacarle información,
realmente debo sacarla ya, debí haberla liberado desde hace un rato, pero no
lo hice.
—Está bien, puedo hacerlo, pero por favor suéltame, no siento los
brazos, no voy hacer nada te lo prometo —Habla de una manera muy
calmada, como si se hubiese tomado el tiempo para pensar en el trato que
acaba de ofrecer.
«¿Por qué? ¿Por qué está tan calmada? No lo comprendo»
—Hagamos un trato, beluga —propongo, me observa atenta ahora que
ya abierto por completo los ojos—. Te voy hacer unas preguntas, si me las
respondes te suelto, pero te vas a quedar aquí dentro, no puedes salir
¿Hecho?
—Está bien —accede y yo sonrío, es tan fácil engañarlas. Realmente
Nath no me desagrada, si no fuera porque mi Khaliqi está interesado en ella
sería realmente su amiga, estos días que le he hecho compañía han sido
divertidos.
—¿Dónde conociste a Khaliqi? —inicio, primero que nada, necesito
saber de dónde viene y que tan factible es que ella logre complacerlo.
—En el burdel Saint Marie —contesta seca.
—¿Saint Marie? ¿Tú vienes de Saint Marie? ¿Eres una esclava? —
Decir que estoy estupefacta es poco, es demasiada coincidencia, he
escuchado de Saint Marie dos veces en mi vida, la primera cuando el tipo
que me pretendía vender dijo que irían a ese lugar a seleccionar chicas. La
segunda, la escuché por accidente cuando Frederika y el viejo Amún
hablaban de ese sitio.
—Entonces, ¿sabes qué es ese lugar? —sonríe levemente y me
recuerda un poco a la expresión de él, un tanto fría y perturbadora.
—He escuchado que lo mencionan. ¿Él fue ahí a buscarte? —No
puedo creer que haya ido a ese sitio, él nunca tendría una esclava.
—Ömar, es mi cliente en Saint Marie y me ganó en un sorteo, durante
quince días.
«Quince días»
—Eso significa que te vas a ir, solo estarás aquí once días más —Casi
quiero reír a carcajadas porque eso es una excelente noticia, si la ganó en un
sorteo y debe regresarla, ella no se va a quedar.
—Sí —contesta apretando los labios. ¿Es que acaso pretendía
quedarse más tiempo? ¿Algo así como quedarse definitivamente aquí?
—¿Cómo es que no estás asustada en medio de la oscuridad? —
pregunto parándome frente a ella y comienzo a desanudar las sogas por su
cadera, él me ha enseñado como soltar los amarres.
—Vivo en mi propia oscuridad, Marceline —Su voz suena turbia,
oscura y vuelve a recordarme a él, como si de alguna forma tuvieran la
misma esencia.
—¿Por qué no lloras?
—Así que Ömar te ha contado todo, lo supuse. No lloro simplemente
porque no tengo sentimientos y Khaliqi... —dice con sarcasmo—, puede
torturarme lo que quiera, puede dejarme aquí los días restantes y no me verá
derramar una sola lágrima.
Que sea tan altanera me enoja, pero a la vez me da cierta satisfacción
que él no vaya a conseguir su objetivo, si no la hace llorar, si no la rompe
no va a poder satisfacerlo. Termino de soltar las cuerdas que la liberan y me
doy la vuelta para salir llevándome el plato de comida que ni siquiera le di,
iba a sacarla, pero mejor la dejo un rato más aquí en la oscuridad, no creo
que a él le moleste después de escuchar lo que ella dijo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 21
Pintura
—Levántate, Nath —Ömar está de pie en la entrada del averno, con las
manos en los bolsillos.
Alzo la vista, la luz que entra por la puerta me molesta, no es mucha,
pero después de estar aquí durante varias horas, es imposible no cerrar los
ojos ante la claridad. Se aproxima a mí con su andar arrogante, extiende su
mano, en el dorso lleva una curación justo donde se hizo la herida, anoche
no la tenía. Tomo la mano que me da para ponerme de pie, estoy débil y mis
brazos están bastante afectados. Rodea mis hombros, su ardiente cuerpo me
proporciona un calor reconfortante.
—Necesito un momento para acostumbrarme a la luz —comento en
voz baja.
—Lo sé, puedes tomarte el que necesites.
Tardo varios minutos en poder salir de ese lugar, me coloca una manta
alrededor del cuerpo que tirita de frío y caminamos a la habitación. He
tenido suficiente tiempo encerrada en el sótano para poner en orden mis
ideas. Está confundiendo mi mente, ese es su objetivo, él mismo me lo dijo,
quiere romperme, lo que no sabe es que ya estoy rota desde hace mucho
tiempo y él no puede hacerme más daño del que ya me han hecho. Puede
intentar todo lo que quiera, encerrarme aquí, torturarme todos los días y no
va a conseguir nada más que hacerme sacar esa perra resistente que soy, la
que sobrevive al infierno de ser una esclava.
En las primeras horas, la furia se apoderó de mí. Ömar me ha estado
mintiendo, me prometió no hacerme daño y lo ha hecho, me dijo que
tomara estos días como descanso y definitivamente él no me está dejando
descansar, también dijo que no me obligaría hacer nada que no quisiera,
bueno en ese punto no puedo culparlo, no me ha llevado arrastras al sótano,
la primera vez no sabía lo que iba a suceder, pero la segunda sí y fui por
voluntad propia, no puedo negar que fui por el gusto de complacerlo.
Es indudable el poder que ejerce sobre mí, no voy a luchar contra ello,
puedo soportar sus prácticas, en realidad no es nada que no haya vivido
antes, quizás un poco más despiadadas, pero al menos me da placer, algo
que no obtengo en el burdel. La convicción de que me compre es rotunda,
quiero quedarme con él. Probablemente estoy loca, mis pensamientos no
son normales, pero él tampoco lo es, por eso somos el uno para el otro,
porque, aunque odie que anule mi capacidad de controlarme, acepto que he
disfrutado lo que ocurre en el averno.
Incluso, el haber estado durante horas en la oscuridad lo agradezco,
me recordó quien soy y de lo que soy capaz, he soportado cosas peores en
el burdel, como estar horas metida en la jaula sin poder moverme o pasar
días encerrada en la caverna como castigo, apenas comiendo un pedazo de
pan y agua. He resistido a todo eso sin quejarme y sin dejar que me afecte
más de lo necesario, algo que había olvidado estos días. Le puedo conceder
que domine mi mente y mi cuerpo, pero no mi corazón, dejaré a un lado las
emociones que me hace sentir este hombre y me centraré en mi objetivo,
complacerlo y después mi libertad.
Prepara la tina, aguardo sentada en la cama viéndolo moverse con
elegancia. Quiero ser como él, pudo superar lo que sea que le haya pasado
siendo niño y se convirtió en el poderoso hombre que es ahora. A su lado,
yo podría ser como la mujer de la foto, la que pienso que es su madre,
inclusive creo que nos parecemos, piel blanca y ojos azules. Termina con el
baño, se desviste y deja la ropa sobre mi cama, me lleva de la mano a la tina
y nos metemos en el agua tibia.
—Espero que el baño te ayude con el dolor del cuerpo, el muscular —
comenta tranquilamente, como si él no fuera el causante.
Se coloca a mi espalda y lava mi cuerpo con mimo, hasta el último
milímetro, es delicado, todo lo contrario a como es en el averno. Recargo la
cabeza en su hombro y disfruto de la acción de sus dedos, me encantan
estos momentos íntimos entre nosotros, como cuando aplicó las cremas en
mi cuerpo en el burdel, cuando me dio un beso en la coronilla para dormir
en su recámara o como hace dos noches que me mantuvo abrazada después
de darme un maravilloso orgasmo. Ömar es un verdadero acertijo, la mayor
parte del tiempo es gélido, pero a veces puede ser tierno, mientras que en el
sótano se transforma en algo poco menos que un demente.
¿Tendrá algún problema mental?
Hubo una esclava en el burdel hace unos años que tenía un trastorno,
algo sobre varias personalidades, a veces se comportaba tranquila, a veces
temerosa, otras desquiciada. Un médico amigo del doctor Rutilus la
visitaba, era psicólogo y la mantenía drogada la mayor parte del tiempo
para que estuviera sosegada e hiciera su trabajo adecuadamente, por suerte
para ella o para Alek, no sé, resultó elegida en una prueba. Tengo la idea
que algo similar puede tener el árabe, sus comportamientos no concuerdan,
quizás tiene varias personalidades, eso explicaría por qué se comporta
diferente todos los días.
—¿Alguna vez has ido a uno de esos médicos que analizan tu mente?
—pregunto repentinamente, estaba tan concentrada en mis pensamientos
que no me he detenido a seleccionar mejor mis palabras, su cuerpo se
sacude con la risa encantadora que tiene.
—¿Un psicólogo?
—Sí, uno de esos, tus cambios de actitud son preocupantes —Vuelve a
reír acelerando un poco mi pulso, es tan lindo escucharlo y me pregunto por
qué mantiene ese semblante congelado si sonriendo es tan hermoso.
—Sí fui hace un tiempo, a tres de hecho, pero no por el motivo que
dices —explica, sus manos se mueven en círculos en mi abdomen, haciendo
que haya un cosquilleo intenso dentro.
—¿Por cuál motivo entonces? —Me giro entre sus brazos para quedar
frente a él, sus ojos marrones me miran con detenimiento.
—Quería saber por qué me excitaban las lágrimas —contesta
encogiéndose de hombros.
—¿Y qué te dijeron? —Pongo gel de ducha en mis manos y comienzo
a tallarlo por su cuerpo, es mi turno de deleitarme tocándolo.
—Sus opiniones fueron variadas. El primero, se basó más que nada en
la definición del fetiche, me encasilló en el sadismo, por eso dejé de asistir
con él.
—¿Y es qué acaso no eres sádico? —pregunto con ironía.
—No lo soy, damiya —asegura, eso ni él se lo cree, lo que sucede en
el sótano es sadismo puro.
—Mi cuerpo dice que sí lo eres, basta con ver los moretones —Mis
manos descienden por su abdomen mientras froto esos músculos definidos.
Frunce el ceño un poco y no sé si es por mis palabras o por la acción de mis
dedos jugueteando con su vello púbico.
—Lo que sucede allá abajo... no me define a mí —Siento en mis
manos tensarse su cuerpo y sigo sin saber el motivo.
—No te entiendo —murmuro en voz baja, mi cerebro ya no está del
todo en la conversación. Ahora, la mitad de mi capacidad de pensar está en
lo que hago por debajo del agua.
—Lo que pase ahí, se queda ahí, no quiero hablar de eso —Su
respuesta me deja más confundida aún, pero no insisto en el tema, está
bastante tranquilo y prefiero que siga así a que retome la expresión
congelada de siempre.
—¿Y qué otras cosas te dijeron los médicos? —continúo con la
conversación, se relaja un poco y retoma la expresión distendida, yo prosigo
con la tarea de lavarlo.
—Otro me dijo que, cómo mi padre me prohibía llorar, desarrollé un
fetiche por las lágrimas, aunque esa teoría a mí se me hace absurda.
—¿Tu padre te prohibía llorar? —No me imagino al hombre de la foto
siendo un ogro con el niño frágil y enfermo que era Ömar, daban ganas de
abrazarlo y protegerlo, no de ser un tirano con él.
—Sí, decía que solo un hombre fuerte como él, podía ser su digno
heredero.
—Pues tenía razón, tú eres muy fuerte y no me refiero a tu aspecto, tu
presencia es imponente, creo que tu papá logró convertirte en el hombre que
sería su digno heredero —No miento, en verdad es el hombre con más
presencia que he conocido y por el burdel se pasean millonarios muy
importantes. Ömar sonríe complacido por mis palabras, sus manos se posan
en mi cintura lo que me provoca un estremecimiento—. ¿Y el último que
opinó?
—Compasión, piensa que lo que me excita es consolar a una mujer
que está sufriendo —Mueve los pulgares en forma circular, sugerente, mi
vientre revolotea y mi entrepierna se aprieta con la suya.
—¿Esa idea te convence?
—No del todo, pero es la que se me hace más viable, la mayoría de las
personas lloran por sufrimiento, pero también hay lágrimas de felicidad y
me gustan aún más.
—¿No será que te gusta ser el causante de esa felicidad? —Aprieta los
labios, pensativo, sus manos no dejan de crearme espasmos cuando ejercen
presión sobre mi cadera.
—Nunca he hecho feliz a nadie —dice en voz baja, su vista se desvía
de mis ojos a mis tetas que rozan con su pecho.
—¿Cómo probaste las lágrimas de felicidad si no? —Me arqueo
ligeramente exponiéndole mis senos, quiero que me toque, que los bese,
que los chupe, lo que sea, pero que haga algo por calmar la tensión que me
genera el roce de sus dedos.
—Eran mías —declara, su mentón desciende un poco, sin embargo,
sus labios no llegan a dónde quiero.
—¿Te excitaron tus propias lágrimas? —Balanceo la cadera
suavemente para provocarlo, para invitarlo a follarme, no sé cómo puede
mantener el control de su cuerpo estando en esta situación, ¡yo estoy a
punto de la combustión!
—No, pero las disfruté mucho, tanto como las lágrimas de placer, esas
sí las he provocado —asegura vanidoso, levanta la vista y quiero gruñir de
frustración, necesito que ponga su maldita boca en mis tetas.
—No seas tan presumido árabe, a mí no me has sacado de ningún tipo
—Lo reto con la mirada, quiero que intente hacerme llorar de placer en este
instante, que tome mi cadera, me levante y me entierre en la erección
potente que siento contra mis labios vaginales.
—Creo que tú tampoco eres normal —Me río porque es cierto. ¿Quién
en mi lugar podría ser normal?
—No se puede ser normal con la vida que he vivido.
Tomo su miembro deliberadamente con mis manos, ya no puedo
seguir soportando la tensión, si él no va follarme entonces me lo follaré yo.
Me gusta manosear a este hombre, es divertido ver su expresión congelada
mientras trata de ignorar lo que le hago, me pego más a su cuerpo, mis
pezones adoloridos por la necesidad de ser atendidos se aprietan contra su
pecho.
Tengo ganas de besarlo de nuevo, la sensación de sus labios sobre los
míos aún sigue muy latente en mi boca, quiero que me devore como
anoche, acerco mi rostro al suyo, sus ojos me retan a hacerlo, me inclino
para alcanzarlos, pero solo logro rozarlos un poco antes que me tome del
pelo y me detenga.
—Lo que pasa abajo se queda abajo, ya te lo dije.
—¿Qué más da si ya me besaste? —Entrecierra los ojos en un gesto de
irritación.
—Será mejor salir, antes de arrugarnos —Me separa de su cuerpo para
ponerse de pie y abandonar la bañera. Resoplo de frustración, pero no estoy
dispuesta a dejar que las cosas se enfríen entre nosotros.
—¿Me ayudas? —Extiendo mi mano con coquetería, él se queda un
segundo con el ceño fruncido, pero finalmente se relaja y me ofrece la suya
para ayudarme a salir.
—¿Quieres hacer algo hoy o estás muy cansada? Aún es temprano —
pregunta envolviéndome en una toalla y da una última mirada a mi cuerpo
desnudo.
—¿Podemos ir a la playa? —Lo miro emocionada.
—No es tan temprano como para ir a la playa, pero podemos ir
mañana —contesta con una sonrisa ladeada—. También necesito relajarme
un rato.
—Mañana. ¿Es una promesa? —Entrecierro los ojos, mientras lo miro
—. No dejaré que se te olvide —Sonríe, esa maldita sonrisa que casi quiere
hacerme suspirar.
—Es una promesa —Rodea mis hombros con sus brazos,
estrechándome, emocionándome, se siente cálido y mi corazón golpetea
brutalmente en mi pecho al sentir su beso en mi coronilla—. ¿Alguna otra
cosa que quieras hacer hoy?
—Sí, Marceline me mostró los cuadros que pintaste, son hermosos, me
encantaría que me pintaras a mí. ¿Lo harías? —Suplico con mis ojos, en
verdad me gustaría que hiciera un cuadro de mi rostro.
—Hace un tiempo que no pinto, pero podría intentarlo, creo que tengo
lienzos en blanco —Que acceda me hace dar brinquitos de emoción y me
cuelgo de su cuello para llenar su rostro de besos, sin tocar sus labios—.
Vamos a vestirnos de una vez, debo aprovechar la luz del sol antes que
anochezca.
Nos vestimos rápido, él se coloca un pantalón deportivo negro y
playera de algodón negra, con pantuflas. Es gracioso verlo en modo árabe
hogareño despreocupado, y no siendo el Dios todo poderoso que siempre
es. Voy a mí habitación para buscar ropa interior y un sencillo camisón
color plata.
Bajamos a la sala de pintura, toma uno de los bastidores y coloca un
lienzo en blanco, lo hace con mucha concentración, como cuando me ata.
Acomoda el bastidor frente a una ventana, prepara pinturas y pinceles en
una mesa al lado, después viene por mí y me lleva a solo unos pasos de
dónde ha ubicado todos los materiales.
—Párate junto a la ventana y quiero que mires hacia mí —dice
regresando a su lugar, tras el bastidor—. Inclina el rostro un poco hacia
abajo y abraza tus hombros —Hago lo que me pide, da dos indicaciones
más y comienza a trabajar.
Fijo mis ojos en los suyos, que van de mí al lienzo una y otra vez,
mientras su brazo se mueve en todas direcciones, de verdad que verlo hacer
esto es tan hermoso que no puedo evitar el nudo de emociones en mi
garganta, el cuál trato de pasar con dificultad dolorosa.
No sé cuánto tiempo estamos así, yo sin mover un solo músculo y él
pintándome. A pesar que me canso de estar en la misma posición, no me
muevo para no arruinar su obra. Al caer la tarde se levanta del banquillo,
toma mi mano permitiendo que salga de mi pose de estatua.
—Le faltan algunos detalles que podemos terminar otro día, quizás
mañana con la luz del sol —Me muestra la pintura, no es detallada, pero se
nota que soy yo, puso especial énfasis en mis ojos. Mi rostro está la mitad
iluminado por la luz que entra de la ventana y la otra mitad en una
penumbra como en la que se vive en esta casa.
Es sencillamente hermoso.
—Para mí está perfecto —declaro, no sé qué detalles le falten, es
bellísimo tal cual es—. Gracias, Ömar —No contengo el impulso de
abrazarlo, rodeo su cuerpo con mis brazos y apoyo mi cabeza contra su
pecho, escuchar su corazón latir es emocionante, sobre todo cuando
imagino que late así de rápido por mí.
—Es hora de cenar —carraspea interrumpiendo el momento, asiento a
su propuesta, Zanahoria me llevó de comer a medio día, sin embargo, se
llevó el plato sin dejarme probarlo.
Caminamos juntos a la cocina, al parecer el comedor de esta casa solo
se usa como exhibidor del arte que cuelga en las paredes y de los finos
candelabros de oro que hay a lo largo de la gran mesa, porque nunca veo
comer a nadie. Frederika, nos recibe sonriente en la cocina mientras
tomamos asiento en la barra de acero inoxidable, Marceline llega minutos
después corriendo como siempre. Al ver a Ömar, da un brinquito y se
acerca a abrazarlo.
—¡Qué bueno que ya regresaste! —Él le da un achuchón y luego ella
se sienta a su lado.
—Regresó desde anoche. ¿Acaso no lo habías visto? —cuestiono, ella
me llevó el desayuno al averno, tuvo que haber sido por órdenes de él.
—Igual sigo contenta que haya regresado —comenta desviando la
vista de mí a Frederika, le dice algo a la mujer en lo que supongo es árabe y
ésta asiente.
La mujer alemana sirve tres platillos para la cena, uno para mí, otro
para Ömar y uno más que coloca en una charola de plata junto con un vaso
y una jarra de cristal con jellab para entregárselo a Marceline. La chica de
pelo rojo-naranja se pone de pie después de darle una sonrisa a Ömar y
toma la charola para retirarse de la cocina.
Me extraña que no se siente con nosotros a comer, se supone que
quiere mucho a Ömar, está feliz que haya vuelto, pero no lo acompaña en la
comida. Además, los días que llevo aquí ha comido conmigo y Frederika,
no sé qué le pasa hoy a la loca de Zanahoria. Platicamos largo rato con la
mujer alemana que le hace comentarios acerca de unos días de permiso para
visitar a su familia en Múnich.
—Mi tío, Dedrick, está algo delicado de salud y me gustaría visitarlo
—pronuncia despacio, ellos bien podrían hablar en árabe o alemán sin
problemas, pero supongo que por educación lo hacen en inglés para no
excluirme de la plática.
—Puedes ir —accede Ömar—, al regreso de Sara.
«¿Sara?»
—¿Quién es Sara? —pregunto confundida.
—Es… otra de las empleadas de servicio —responde esquivo.
—Ya se me hacía extraño que solo hubiera dos mujeres al servicio de
una casa tan grande —Frederika sonríe algo forzada, él simplemente sigue
comiendo, lo hace con calma, se toma demasiado tiempo para masticar y
corta partes pequeñísimas de la carne de cordero.
—¿Y cómo llegaste a Dubái a trabajar, si eres de Alemania? —
continúo con la conversación, la mujer parpadea varias veces y después
deja salir otra sonrisa nerviosa.
—Era muy joven y quería conocer el mundo, viajé a algunas ciudades
hasta que llegué a Londres y ahí conocí al señor Amún —explica—, y
desde entonces trabajo para la familia Al Qadar.
—Pero… si tenías dinero para viajar… —Me detengo, no sé cómo
preguntar por sus motivos para terminar siendo parte del servicio
doméstico, si tenía los medios para viajar por el mundo—. ¿Por qué no
seguiste haciéndolo?
—El señor Amún, necesitaba a alguien que lo ayudara, la casa de
Chelsea estaba deshabitada y quiso que me quedara —Dicho eso se da la
vuelta y comienza con las labores de limpieza de la cocina.
Ömar se levanta sin terminar su plato, hago lo mismo, mi estómago no
está acostumbrado a comer tanta de esta comida especiada y extraña de
Dubái. Subimos de nuevo a las habitaciones después de despedirnos de
Frederika. Camino a la mía y veo que pretende entrar en la suya, no quiero
dormir sola, quiero hacerlo con él, tal vez tengo suerte y logro besarlo de
nuevo y hacer que me folle en la cama, hasta ahora no he podido
compartirla con él más que para dormir y platicar en el burdel, ya es hora
que le demos otro uso.
—¿Puedo dormir contigo? —digo en voz baja.
—¿No te gusta tu habitación? —responde con otra pregunta que me
hace resoplar.
—Me gusta más tu cama porque ahí estás tú —Soy directa, a este
hombre debo hablarle claro o se anda por las ramas. Sonríe de lado y afirma
con la cabeza abriendo la puerta de su habitación.
Me quito el camisón y entro en la cama solo con la ropa interior, me
gustaría quitármela también, pero sería mejor si él lo hiciera mientras me
besa. Ömar se quita la playera y se acuesta en pantalón, inmediatamente me
pego a él y acaricio su abdomen duro, haciendo que de ligeros respingos
por las cosquillas que le ocasiona que acaricie su cadera en la zona donde
está el hueso.
Voy buscando la manera sutil de acercarme a sus labios, no quiero que
me rechace, mi nariz roza el borde de su mandíbula y cuando voy a acortar
la distancia entre nuestros labios, comienzo a escuchar música lejana,
oscura y melancólica como la del otro día.
—¿Quién está tocando? —Me siento en la cama de nuevo, hay algo en
esa música que me hace sentir extraña.
—Nadie, yo no escucho nada —asegura—, duérmete.
—¿Cómo que no escuchas? Alguien toca el piano, hace dos días
también lo escuché, pero cuando salí a ver, la música se esfumó.
—Quizás es alguno de los empleados, no sé. ¿Por qué te interesa? —
Ahora se escucha irritado, como si le molestara mi interés en esa música
extraña.
—Suena triste, me hace sentir triste. ¿Quién puede tocar algo así? Solo
puedo imaginarme a alguien que sufre demasiado, por eso quiero saber
quién toca —Ömar se da la vuelta dándome la espalda, creo que en realidad
está molesto.
—Que descanses —gruñe de mala manera y mi interior se aprieta,
ahora arruiné la oportunidad de besarlo y seducirlo por estar interesada en
quién toca el piano.
«Creo que aquí hay un árabe celoso de atención»
Me meto de nuevo bajo las sábanas ignorando mi curiosidad por el
origen de la música, me quito el sujetador y me pego a su espalda donde
dejo un beso a la altura de su hombro. Él se remueve, pero no me aparta,
rodeo su cuerpo con mi brazo entrelazando mis dedos con los suyos hasta
que finalmente voltea y me abraza también, me acurruca contra su pecho y
deja otro beso en mi coronilla que me hace sonreír y dormir feliz.
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 22
Jumeirah
Ömar, invita a Frederika y Marceline a ir con nosotros, yo quería pasar el
día a solas con él, pero veo que está muy apegado a ellas, sobre todo a
Zanahoria, si hasta le platicó todo de mí y le ordenó alimentarme mientras
me tenía en el sótano. Llevo el traje de baño puesto, aunque no pienso
meterme al agua, no sé nadar y tengo varios moretones en las piernas, no
me atrevo a quitarme el vestido.
Apenas llegamos a la playa, Zanahoria corre como loca y se acomoda
en un camastro bajo una sombrilla, yo me quedo maravillada un momento
observando la inmensidad del agua, es tan cristalina que parece de mentira.
Ömar, coloca una mano en mi cintura y me lleva hacia el sitio que ha
elegido Marceline. Aspiro el olor a sal, arena y sol, me quito las sandalias
para sentir la arena caliente en mis pies.
Ömar, se ubica en una mesa junto a los camastros, saca su laptop y los
cigarrillos. Según él, iba a relajarse y yo veo su rostro ceñudo mientras lee
algo en el portátil. Camino a la orilla, el agua revolotea en mis pies
hundiéndome en la arena húmeda.
Miro a la gente a mi alrededor, no hay mucha porque es una playa
privada, las personas se ven tan tranquilas y divertidas, quisiera sentirme
igual, pero sé que esto no será para siempre si no logro convencerlo.
Avanzo por la orilla alejándome un poco de ellos, hacia donde no hay gente,
considero la posibilidad de correr, de huir, aunque tal vez me alcance con
esas piernas largas, seguro en tres pasos lo hace.
«...Si por alguna idiotez del árabe logras huir, no solo iré tras de ti y
te traeré arrastras, vivirás en la caverna hasta el último de tus días.
Además, lo mataré, a mí no me engañas, te gusta Ömar, así que si no
quieres que algo le pase no hagas estupideces...»
¿Realmente Alek le haría algo a Ömar si huyo?
Creo que el árabe puede defenderse muy bien. Avanzo otro poco,
estoy a bastantes metros de ellos, lo veo, me observa sentado en la silla con
la mano sosteniendo su barbilla y un cigarro en la otra, no hace el menor
intento de levantarse. Me alejo más y más, a esta distancia por mucho que
corra, no podría alcanzarme. Pudiera moverme hacia el restaurante y
perderme entre la gente que está en las piscinas. Lo miro otra vez, está
parado en la orilla, viendo el mar en su pose habitual, con las manos en los
bolsillos. Incluso de lejos, se ve exquisitamente guapo y poderoso.
«¿A quién quieres engañar, Nath? Jamás huirías del árabe, así te
azote todos los días de tu vida»
No, nunca lo haría, de verdad deseo quedarme junto a él, aunque tenga
problemas de personalidad y a veces se comporte como un desquiciado, me
siento a gusto estando a su lado. Dormir entre sus brazos es de las mejores
cosas que he hecho en mi vida, probar la comida especiada y picante que
me irrita el estómago, ha sido bueno también. Además, su casa, los lujos, a
pesar de la penumbra, es un sitio maravilloso.
No, realmente no huiría de él.
Regreso sobre mis pasos arrastrando los pies en la arena húmeda, la
tela de mi vestido se moja haciendo que se pegue a mis piernas, me paro a
su lado viendo hacia el mar, él no me mira.
—Creí que te irías.
—Supongo que sabes que tengo un localizador debajo de la piel —
aclaro.
—No lo sabía, pero lo pensé. Alek, no es tan tonto para dejarte salir
sin poder controlarte de alguna manera —Resopla, volteo un segundo a
mirarlo, su expresión es ceñuda, como si corroborar que tengo un
localizador lo molestase.
—No sirve de nada que trate de huir —suspiro.
—Por un segundo pensé que no te ibas por mí, ahora me siento
insultado —Frunce más el ceño, casi quiero sonreír por eso, me da la
impresión que Ömar es un tanto exigente de atención.
—Esa fue otra razón —susurro—. Quiero estar contigo —Su
expresión se suaviza, ahora enarca una ceja y ladea una sonrisa.
—¿Te estás poniendo sentimental otra vez? —Suelto una carcajada
nerviosa, acabo de confesarle que quiero estar con él y el muy maldito se
burló de mí.
—No, árabe. Yo no tengo sentimientos —expreso seria.
—Ni yo —secunda, retomando la seriedad.
«Por eso me siento tan bien a su lado»
—Creo que hacemos una buena pareja sin sentimientos.
Me armo de valor y tiro de su mano para sacarla del bolsillo, entrelazo
mis dedos con suyos, como anoche, como me gustaría que me tomara de la
mano de ahora en adelante. Observa nuestras manos unidas y arquea una
ceja, pero no me suelta. Un destello recorre sus ojos marrones, en una
fracción de segundo se inclina ante mí, rodea mis piernas con sus brazos y
me levanta, camina dando largas zancadas adentrándose en el mar y de
pronto me avienta. El agua entra mi nariz y boca ahogándome.
—¡Ömar! —grito pataleando y manoteando para no hundirme—. ¡No
sé nadar!
—Te dije que nada de exhibiciones fuera de la casa —sisea, se da la
vuelta y regresa a la silla para encender otro cigarrillo.
Las olas me arrastran por todos lados, mis ojos arden y trago tanta
agua salada que me dan arcadas, pero logro ponerme de pie y salir del mar
ante las risas de Marceline y Frederika, que solo alimentan mi furia contra
el hombre que me mira imperturbable.
«¡Estúpido árabe!»
Tomo asiento a su lado, pensando en la forma de desquitarme, él me
mira de reojo con una sonrisa cínica en los labios. Saca una toalla del bolso
que trae Frederika y me la avienta a la cara.
—¡Tápate!, se te transparenta todo, llamas la atención —Lo miro
desafiante, me pongo de pie y me saco el vestido, me importan muy poco
los moretones.
—Es que soy llamativa, con o sin ropa —Se pone de pie
inmediatamente y me envuelve con la toalla, su gesto es de auténtica
molestia.
—¿Tengo que recordarte quién da las órdenes? —Coloca la mano en
mi cuello y presiona un poco, nada como lo que hizo en el sótano o en el
auto, es más como una advertencia.
—Esto es mejor cuando estoy atada y tu mano está masturbándome —
murmuro bajo, él aprieta los labios y me suelta, ahora parece más molesto
que antes.
Vuelve a sentarse y centra la atención en su laptop, está con el ceño
tan fruncido como nunca antes lo había visto. Lo dejo solo con su cabreo, se
supone que vine a la playa a divertirme, no a aguantar sus cambios de
humor. Me uno a Frederika y Zanahoria, que descansan sobre los camastros
cubiertas por una sombrilla.
Miro a mi alrededor, hay mujeres en trajes de baño. ¿Cuál es el
escándalo de Ömar entonces? Inclusive, Zanahoria lleva traje de baño, con
vaqueros cortos, pero no está envuelta en una toalla como yo. Ömar está de
espaldas a mí, concentrado en la computadora, no me determina así que me
la quito, me tiro en el camastro y me propongo tomar un poco de sol, me
gusta ver mi piel un poco colorada y no por los azotes.
—Creo que tienes admiradores —comenta Marceline inclinada hacia a
mí y señalando a un grupo de hombres jóvenes que miran hacia nosotras—.
Desde hace un rato te están mirando.
—Te ven a ti —respondo y vuelvo a recostarme—. Tu pelo es muy
llamativo —Sinceramente me tiene sin cuidado cualquier hombre que
voltee a verme, estoy acostumbrada a que lo hagan y ya no me produce
ninguna emoción, el único hombre que quiero que me mire es un árabe
amargado.
—Estoy segura que te ven a ti —refuta sonriendo—, mira ahí vienen.
Tres de los hombres se acercan a nosotras y nos saludan, son bastante
atractivos, altos y rubios, pero ninguno se compara al sexy árabe que me da
la espalda. Ömar tiene algo, un aura misteriosa que seduce. Hablan de una
forma extraña, platicamos animadamente durante unos minutos, nos
enteramos que son de Francia, uno de ellos se sienta junto a mí y observa
mis piernas con detenimiento.
—Eso se ve muy mal —dice con su extraño acento.
—Ah, no me duele —respondo restándole importancia.
—¿Quién te golpeó? —Me muerdo el labio, no sé qué contestar,
aunque tampoco estoy obligada a hacerlo.
—Eso no es de tu incumbencia —La voz ronca de Ömar, nos hace
alzar el rostro—. ¡Levántate! —le ordena de una forma bastante
intimidante, pero que a mí me hace juntar los muslos por el despliegue de
testosterona que emana.
El chico se pone de pie, pero no muestra ni la más mínima señal de
temor ante el imponente árabe que tiene al frente. Lo observa
detenidamente, baja la vista a mis piernas y vuelve a mirar a Ömar, que está
en su característica pose con las manos en los bolsillos y una mirada que
sería capaz de congelar el desierto.
—¿Tú se lo hiciste? —cuestiona el chico, se ve bastante molesto, pero
no más que cierto árabe.
—Lo que yo le haga a mi mujer, te importa una mierda —gruñe.
«¿Su qué?»
—Un hombre de verdad, no golpea a una mujer —rebate levantando el
mentón para no dejarse avasallar por Ömar, Frederika y Marceline ahogan
exclamaciones.
—Te lo voy a aclarar solo para que te largues. Los azotes no fueron de
castigo, ella los disfrutó y mucho.
El chico me mira impresionado, otro de los que lo acompañan lo
empuja para irse, siento el rostro arder de vergüenza, ¿Cómo se atrevió
Ömar a decir eso? Una vez que los chicos se han alejado un par de metros,
el árabe se acerca a mí, agarra mi brazo y de un tirón me pone de pie
haciéndome tropezar, envuelve la toalla en mi cuerpo de manera agresiva y
me lleva arrastras consigo.
—Nos vamos —le ordena a las mujeres que recogen las cosas sin
rechistar y nos siguen a toda velocidad.
—Suéltame —Jaloneo mi brazo, pero Ömar me tiene fuertemente
sujeta—. Puedo caminar sola —El rostro me arde aún más, como si no
fuera suficiente lo que dijo frente a los chicos, ahora me arrastra por la
playa sin importarle quién nos está mirando.
Continúa llevándome del brazo hasta el auto, donde me mete a
empujones ¿Qué carajos le pasa? Yo no hice nada para que me trate de esta
manera tan vergonzosa en público. Todo el camino vamos en silencio, la
tensión del ambiente es palpable, Frederika y Marceline se comunican con
la mirada, quisiera entender lo que se traen. En cuanto llegamos a la
mansión, el primero en bajar del auto es el árabe, antes de cruzar la puerta
de la casa se vuelve y le hace un gesto a Marceline, a lo cual ella asiente.
—Vamos, Nath —murmura en mi dirección, tomándome del brazo.
—¿Vamos a dónde? —Me mira con gesto irónico y entonces lo
comprendo—. Excelente, vamos.
Ella me lleva por los pasillos hacia ese sitio al cual ya me estoy
acostumbrando, abre la puerta y me indica que entre y espere. Lo hago. Me
siento en el piso y recargo la espalda en la pared, ella sale cerrando la puerta
tras de sí, dejándome en la penumbra una vez más.
«Excelente Nath, creo que te ganaste un castigo»
 
Alek
 
—¿Puedo pasar? —pregunta Anne, asomándose por la puerta. No la
miro, en los últimos días la he evitado. Después de lo sucedido en el baño,
no he querido tener que enfrentarla y aclararle que, lo que pasó, solo fue
una mamada sin importancia para mí y que me fastidia la forma en que me
mira desde entonces.
—Estoy ocupado —respondo escueto, miro en la pantalla de mi
portátil la ubicación de Nath, en Dubái, justo en la casa de Ömar.
—Alek, debemos hablar —pronuncia en voz baja, a pesar que le dije
que estoy ocupado, ingresa en mi oficina—. No puedes seguir evitándome.
—No estoy evitándote —miento, cierro la computadora y levanto la
vista a ella para corroborar lo que dije.
—Sayidi… —susurra—, tenemos que hablar de nosotros.
«¿Nosotros?»
—No hay nada que hablar Anne, fue algo sin importancia —La veo
fruncir levemente el ceño y después traga grueso, que agradezca que estoy
siendo amable con ella y no la echo como a Beatrice, cuando viene a
lloriquearme.
—Sabes lo que siento por ti, lo sabes desde hace mucho, no puedes
pretender que para mí sea algo sin importancia —Me levanto de mi sillón y
rodeo el escritorio para encararla, me tiene muy sin cuidado sus
sentimientos, nunca he dado pie a que los tenga.
—¡Y tú sabes que no tengo tiempo para esas tonterías! —exhalo sobre
su rostro, ella retrocede un par de pasos hasta chocar con el escritorio,
entonces la aprisiono con mi cuerpo colocando las manos sobre el borde de
madera a cada lado de su cadera.
—Solo tienes tiempo para alcoholizarte por Nath —dice en voz baja y
temblorosa. Que la nombre me hace enfurecer, he podido encontrar la forma
de tolerar su ausencia y ahora esta estúpida me la recuerda. Coloco una
mano en su cuello y la jalo hacia mí, me inclino a manera que nuestras
narices se rozan.
—No vuelvas a hablar de ella —amenazo, nadie puede hablar de ella,
solo yo, porque es mía, me pertenece—. ¿Qué es lo que esperas, Anne?
¿Qué me enamore de ti solo porque me mamaste la verga mientras estaba
borracho?
—Alek —solloza, sus ojos se llenan de lágrimas por la dureza de mis
palabras.
—¿O quieres que te convierta en otra de mis putas? ¿Eso quieres?
¿Qué te folle sobre el escritorio como a ellas? ¿Qué te separe las nalgas y te
la entierre en el culo? ¿Eres capaz de soportar lo que me gusta? —Mi mano
se dirige a su seno para apretarlo, tiene las tetas chicas, no son redondas y
descaradas con pezones erectos como los de mi Cherry.
››¿Crees que tu cuerpo puede satisfacerme? —continúo a pesar de sus
lágrimas—, ¿Dejarás que chupe tus tetas hasta que tus pezones sangren?
¿Te limpiarás mi semen y colocarás tus bragas en su lugar sin decir nada,
para después largarte a trabajar? ¿Me la vas a chupar después de haberme
follado a otra? —Anne solloza sonoramente, no me conmueven sus
lágrimas, si quiere abrirse de piernas para mí, que tenga claro que solo va a
ser una puta más.
—Yo te amo —musita entre sollozos ahogados—, seré lo que quieras
que sea —Me río de sus palabras, por más que quiera intentarlo, ella nunca
será lo que yo quiero.
Le doy la vuelta sin decir nada más, le voy a demostrar que no está ni
cerca de soportar lo que me gusta. Desgarro los botones de su overol de
trabajo y atrapo sus tetas con mis manos para estrujarlas con fuerza. Anne
se queja, sin embargo, no me detengo. Le bajo a jalones la ropa, no usa
tangas como Nath, su trasero no es respingón, es bastante común, lo único
que podría rescatar de ella es que su piel es blanca, no como la de mi
Cherry, pero se asemeja.
Desconozco si ha tenido sexo anal antes, no me detengo a preguntarle,
separo sus nalgas y me entierro en ella sin previo aviso. Grita jodidamente
fuerte y lloriquea, me muevo rápido demostrándole que, si viene de ofrecida
conmigo, lo único que encontrará es que la folle sin miramientos.
—A partir de hoy eres mi puta —siseo en su oído, me estrello contra
su trasero salvajemente, veo como mi verga está teñida de sangre de su culo
que, definitivamente, ya no es virgen—. Cuando te llame será para follarte
el culo, únicamente quiero tu culo.
—Alek —gimotea, tapo su boca para no escucharla, aquí el que habla
soy yo.
—Vendrás rápido a mi llamado, te bajarás las bragas y levantarás el
culo en alto para que yo lo vea, para permitirme entrar en él y follártelo
como ahora —Sus lloriqueos quedan ahogados por mi mano que continúa
en su boca, aprieto de nuevo sus tetas y retuerzo sus pezones haciéndola
gritar.
Me toma varios minutos llegar al orgasmo, no es para nada comparado
con lo que siento con Nath, sin embargo, me sirve para sacar el estrés. Le
lleno las nalgas de semen y después me voy al baño a lavarme. Cuando
regreso ya se compuso la ropa, aunque su overol está abierto porque ya no
tiene botones. Aún solloza, me acerco a ella una última vez, limpio sus
mejillas y levanto su mentón para darle un beso casto y rápido en los labios.
—Vete a cambiar y que nadie te vea salir, si quiero follarte otra vez, te
llamo —Asiente, intenta darme otro beso, pero me aparto para ir tras mi
escritorio y tomar asiento—. Y Anne… —agrego—, tus lealtades deben
estar conmigo, tu Sayid, no con mi padre —Vuelve a asentir, ella sabe
perfecto a lo que me refiero, es la informante de mi padre en el burdel, ese
es otro de los motivos por los cuales la follé y la someteré a mi voluntad,
como ya dije, a partir de hoy será mi puta.
 
 
 
 
 

Capítulo 23
Castigo
Aproximadamente dos horas después, la puerta se abre. Ömar, entra con
paso firme y se detiene frente a mí. No enciende la luz, yo tampoco lo hice,
quería estar en la oscuridad para pensar mejor.
—Te portaste mal, Abtikari —pronuncia con voz escalofriante y me
levanta del piso con ambas manos.
Únicamente lleva puesto un pantalón negro, miro embelesada su torso,
es irreal la forma en la que el cuerpo de este hombre me afecta, al punto de
no pensar en nada más que en querer tocarlo. Sin pensarlo, extiendo la
mano y lo toco, él me detiene sujetándola con la suya, ya no lleva el
vendaje, la herida comienza a cicatrizar, acerco mis labios a ella y la beso,
no me gusta ver su perfecto cuerpo lastimado, aunque a él no le importe
lastimar el mío. 
Su expresión confundida me divierte, se estaba acostumbrando a
verme sumisa, si quiere destrozarme la mente y el cuerpo le daré batalla,
vamos a ver quién confunde más a quién. Estoy segura que, en la playa,
tuvo una escena de celos con los hombres que se nos acercaron, lo que me
deja claro que, no es inmune a mí como yo tampoco lo soy a él.
Ömar, se va a enamorar de mí, eso es un hecho, pero debo cambiar la
estrategia, hacer lo que él me ordena con la cabeza baja no es la forma.
Zanahoria me dio la pauta y no lo comprendí hasta este momento, ser solo
yo, ser esa Nath que lo convenció de aceptar mi trato y de volverse
miembro del burdel, le he otorgado mucho poder sobre mí, es momento de
reclamar un poco de vuelta.
—¿Vas a castigarme? —Frunce el ceño y me mira con esa expresión
gélida.
—No te he permitido hablar —Sonrío cínica, que se vaya olvidando
de sus jodidas reglas.
—No me importa —declaro levantando el mentón, bajo los tirantes del
traje de baño y saco los brazos, lo deslizo por mi cuerpo hasta mis pies.
Él, permanece inmóvil sin despegar sus ojos de mi cuerpo, me acerco,
recorro con mis manos su torso firme y me regodeo de notar como su piel
se eriza, eso me da más motivación para continuar. Debo ponerme de
puntitas y aun así no logro alcanzar sus labios, en un arranque de valentía
rodeo su cuello, lo jalo hacia mí y lo beso. Su primera reacción es alejarse,
pero mantengo mi agarre pegándolo de nuevo a mí. Se yergue cuan alto es,
levantándome del piso, aprieto el abdomen y alzo las piernas para
enroscarlas en su cadera.
Coloca sus manos en mis glúteos, da dos pasos con sus largas piernas
y me estrella contra la pared, el golpe es duro, pero no me quejo, continúo
besándolo, demostrándole que, así como yo estoy cayendo a sus pies, él
también lo está haciendo. Me presiona contra la pared clavando su potente
erección en mi pubis, quiero quitarle el pantalón, pero tendría que soltar mis
piernas. Muerdo su labio, no tan fuerte como para hacerlo sangrar, pero si lo
suficiente para que gima. Alarga el brazo y cierra la puerta dejándonos en la
oscuridad total.
—Hadha sayuklifuk ghaliaan —sisea aun besándome.
No sé qué fue lo que dijo, pero sonó a amenaza.
Nos separa de la pared y camina en la oscuridad, sigo preguntándome
cómo puede moverse sin ver nada, debe conocer este sitio a la perfección,
aun así, es algo sorprendente. Continúa besándome de manera ruidosa,
nuestros labios se chocan haciendo chasquidos que me parecen graciosos.
Algo frío toca mis glúteos, me estremezco, me sienta sobre una
superficie y se aleja. Empiezo a reconocer los ruidos que hace cuando anda
en la oscuridad, los repiqueteos y golpes, los leves susurros y chasquidos,
creo que sé cuándo los hace conscientemente y cuando son accidentales.
Sus dedos acarician mi espalda provocándome escalofríos, cuando me
acaricia es porque viene la peor parte, la tortura. Coloca una mano en mi
pecho, otra en mi espalda y me recuesta sobre la superficie helada, mis
piernas aún flexionadas caen por la orilla, junta mis manos al frente y
comienza a rodearlas con una cuerda. En verdad me intriga su destreza de
movimientos a pesar de la oscuridad, una cosa es que pueda avanzar por la
habitación que conoce y otra distinta es que pueda manipular mi cuerpo sin
necesidad de verme.
—¿Cómo lo haces? —cuestiono, sin embargo, me ignora, termina por
enrollar la cuerda en mis muñecas para luego ubicarlas sobre mi cabeza—.
No tienes que atarme, no iré a ningún lado, te lo dije en la playa.
—Es necesario, no quiero que te muevas —replica seco, me da la
impresión que está cabreado, no sé si es por lo que sucedió en la playa o por
el hecho de estar infringiendo sus reglas.
—No lo haré si es lo que quieres —insisto, quiero probarle que no
importa que tan duro sea conmigo, no saldré corriendo porque lo que más
deseo es quedarme con él.
—¿Estás segura? ¿No te moverás te haga lo que te haga? —Percibo la
amenaza implícita en esa pregunta, su castigo será severo.
—Quiero complacerte, solo tienes que pedirme lo que deseas —
Aunque no puedo verlo, escucho su risilla suave y puedo recrearla en mi
mente, esa es la que causa toda clase de estragos en mí.
—Está bien, pero si te mueves lo lamentarás.
Libera mis manos, me las coloca a cada lado de mi cuerpo con las
palmas hacia la superficie, que ahora sé, es de acero. Separa mis rodillas lo
más posible, su aliento cálido cosquillea en mi pubis, comenzando a poner
mi cuerpo bajo su dominio. Y no solo mi cuerpo, también mi mente.
Pasa la lengua por la cara interna de mis muslos, jadeo porque se
siente tan bien, que provoca una leve contracción de mi vagina. Es
inquietante estar en medio de la oscuridad con un árabe que sé, está medio
loco, pero no puedo evitar excitarme porque el simple roce de sus dedos
sobre mi piel, genera expectación y deseo de sentir más.
Repentinamente, clava algo en mi pierna, es tan rápido que ni siquiera
tengo tiempo de reaccionar, me parece que es una aguja, pero bastante más
gruesa porque una punzada de dolor atenaza mi músculo.
Su lengua resbala por un costado de mi sexo mientras empuja la aguja,
la sensación es angustiante, pero a la vez lo que su lengua hace me distrae,
dos cosas sucediendo en mi cuerpo al mismo tiempo es confuso, una
dolorosa, la otra satisfactoria. Ömar, sabe perfectamente como mezclar
ambas.
—Ya te enseñé lo que debes hacer Abtikari, no lo ignores, siéntelo —
Sopla ligeramente sobre la humedad que dejó su lengua en mi entrepierna y
mi vagina se contrae de una forma violenta.
Nunca he disfrutado el sexo oral, pero Ömar me ha demostrado que
puede darme placer en las situaciones más perturbadoras y estoy segura que
lo hará ahora. Siento otro pinchazo en mi pierna, a pocos centímetros del
primero, sus dientes aprisionan uno de mis labios vaginales y lo chupa,
jadeo por la cruel caricia, porque es satisfactoria y no permite que note del
todo cómo va introduciendo despacio la segunda aguja en mi músculo.
Coloca varios de los pinchos en ambas piernas, con cada uno da un
lengüetazo o mordisquea la piel de mi sexo que empieza a contraerse y
palpitar con la expectación, quiero sentir su lengua en mi clítoris, pero no
llega a él.
Comienzo a ponerme ansiosa y debo controlarme para no moverme,
no es por el dolor, es por las sensaciones que desata su aliento y la calidez
de su lengua que ya muero por sentirla acariciando mi clítoris. Abandona
mi entrepierna y lo siento colocarse a mi lado, su lengua traza la
circunferencia de mi seno derecho, sus dedos húmedos aprisionan mi pezón
izquierdo retorciéndolo un poco, al tiempo que clava una aguja más en mi
vientre, me arqueo un poco por el dolor y otro poco por la excitación.
—Te has movido —comenta entre risas, como si disfrutara saber que
puede contra mi voluntad.
—Fue involuntario, no puedo permanecer inmune e inmóvil si estás
excitándome. Eso es trampa.
—Quizás estoy buscando un motivo para ser más duro contigo —
Presiona mis senos con firmeza y un gemidito escapa de mis labios.
—Puedes serlo, lo soportaré si a cambio tengo algo de ti —susurro en
un tono bastante sugerente.
—Tienes todo de mí, pequeña —murmura pasando su lengua por mis
labios—. Todas mis ganas de hacerte daño.
—¡Que romántico! —comento con un suspiro fingido que no le pasa
desapercibido.
—Estás muy insolente hoy Abtikari, no es una conducta que apruebe
—Una de sus manos masajea mi pecho y la otra continúa pinchando mi
abdomen con las agujas.
—¿Vas a convertirme en un alfiletero?
—Sí —Hunde una en mi seno y emito un quejido de dolor que lo hace
reír.
«Árabe sádico»
—¿Podrías clavar todas de una vez y saltarnos a la parte donde me
follas? —Su risa es tan auténtica y contagiosa que no puedo evitar reírme
también.
—Si eso es lo que quieres.
Una ráfaga de pinchazos consecutivos y dolorosos sobre mi pubis me
hacen brincar, él se ríe, me he vuelto a mover y sé que me lo hará pagar.
Coloca alrededor de diez agujas en mi monte de venus, una a lado del otra.
Regresa la atención a mis senos, los acaricia con ambas manos, la aguja que
ya tengo clavada se mueve dolorosamente.
Me preparo para recibir más agujas y no me equivoco, introduce tres
en cada una de mis tetas que me tienen gimiendo de una manera
escandalosa, tiene razón cuando dice que el dolor y el placer están
íntimamente relacionados. Vuelve a colocarse entre mis piernas, mi
respiración se acelera por la anticipación de lo que va hacer.
Despacio empieza a extraer la primera que clavó, gimo, no me gusta lo
que siento. Extrañamente, extraerla es más doloroso que clavarla, me
concentro en no mover ni un músculo, aunque lo que quiero es quitarme
todas las agujas de un jalón. Su lengua limpia la gota de sangre que
desciende por mi pierna, después la desplaza por el centro de mi sexo, un
espasmo involuntario me recorre y él vuelve a reír. Retira otra de las agujas
y repite la operación, recoge la sangre y lame mi intimidad.
Ahora entiendo a lo que las chicas se referían cuando hablaban del
sexo oral, es malditamente satisfactorio. Ömar, juguetea con mi clítoris
haciéndome gemir sin pudor, continúa sacando las agujas de mis piernas,
pero ya no siento nada que no sea el placer que está dándome con su boca.
De un solo movimiento saca todos los pinchos de mi pubis, lo siento
mojarse con gotitas calientes, abandona mi feminidad y me quejo por la
falta de su contacto.
—¡No! —gimoteo—. Continúa por favor —Con dos de sus dedos
toma un poco de la sangre y la pasa por mis labios.
—¡Chúpalo! —ordena, abro la boca para dejarlo introducir sus dedos.
Los lamo simulando una felación, el gusto férreo de mi propia sangre
no me desagrada del todo, saca los dedos de mi boca y los mete de golpe en
mi vagina, su lengua vuelve a torturar mi clítoris y sus dedos se mueven en
mi interior, el calor de mi cuerpo sube. Quita las agujas de mi abdomen y
esa sensación se une a las que me produce su boca, puedo sentir que el
clímax se acerca, mis músculos internos se contraen. De pronto se detiene.
—¡No!  —grito, exasperada.
—Tu comportamiento de hoy merece un castigo —declara severo,
roza provocativamente su miembro en la entrada de mi vagina sin llegar a
penetrarme.
—Prefiero los azotes —Envuelvo su cadera con mis piernas
atrayéndolo a mí, no soporto más este castigo, puede pincharme lo que
quiera, pero que no me deje tener un orgasmo es la peor de las malditas
torturas.
—Te estás volviendo insaciable Abtikari, eso es peligroso para tu
seguridad —Sus manos acarician mi abdomen esparciendo el líquido
caliente que sale por las heridas de las agujas, es estimulante de una manera
turbia.
—Peligroso eres tú —El olor a sangre se acentúa y parece excitarlo
aún más por la forma en que sus caricias se van tornando intensas.
—Me alegro que lo tengas presente.
De un certero movimiento se introduce en mí, gimo y me arqueo, a la
mierda lo de no moverse, no puedo quedarme quieta sintiendo como su
delicioso pene se adueña de mi sexo necesitado. Es muy perturbador estar
siendo follada con el olor a sangre flotando en el ambiente, y aunado a eso,
en total oscuridad, pero eso no le quita lo malditamente maravilloso y
placentero. Mis manos recorren los brazos del árabe, entierro las uñas en
sus bíceps soportando la fuerza de sus embestidas, él gruñe y me penetra
con más fuerza.
—No vuelvas hacer eso o te haré pagarlo —bufa, su rostro está cerca
del mío porque siento su aliento furioso golpearme el rostro.
—Quizás estoy buscando un motivo para que seas más duro conmigo
—lo provoco.
—¿Qué voy hacer contigo pequeña? Eres muy descarada, voy a tener
que educarte.
—Cógeme, es la única forma en la que puedes dominarme, con
torturas no lo lograrás —Su risa encantadora llega a mis oídos, suena
amenazante y provoca latidos erráticos en mi corazón, puede ser un sádico
desquiciado, pero si sonríe es la cosa más hermosa sobre la tierra.
Ömar, saca las agujas de mis senos, su lengua recorriéndolos de forma
desesperada y su miembro embistiéndome despiadado es el puto paraíso.
Me aferro a su torso, me importa muy poco si le gusta o no, vuelvo a
enterrar las uñas en su espalda y lo rasguño, sus gruñidos eróticos me
provocan más, me llevan por el ascenso desesperante del orgasmo. Mis
manos van a su cabello y lo jalo hacia mí, sus dientes impactan con los
míos, eso de estar a ciegas puede ser contraproducente.
—No debiste hacer eso —murmura besándome, otra vez el sabor a
sangre está presente en nuestro beso, pero esta vez no es mía, es suya.
Me levanta de un tirón, me da la vuelta y me recarga sobre el área
donde estaba recostada, sus manos impactan mis glúteos con fuerza
excesiva, sus golpes pican en mi piel, la hacen arder, pero lejos de dolerme,
me excita más.
—¡Sí! —jadeo—. Más fuerte.
Él lo hace, pierdo la cuenta de cuantas veces azota mi trasero con sus
manos. Cuando piensa que he tenido suficiente, me penetra de nuevo con
total salvajismo, ¡jodido árabe!, es un maldito tormento sexual,
incontrolable y arrollador. Sus manos separan mis nalgas, deja caer algún
liquido entre ellas y con sus dedos lo esparce alrededor de mi ano. Su
pulgar se introduce en mi orificio, lo gira sacándome gemidos escandalosos
y tira de mi pelo obligándome a arquear.
El delicioso orgasmo que me provoca hace mis piernas doblarse,
respiro aceleradamente recuperándome mientras el sigue embistiéndome,
un minuto después lo siento eyacular de nuevo en mi interior. Se separa y
vuelve a introducir dos dedos en mi vagina lo que me toma por sorpresa,
jala mi cabello para ponerme de pie y sin aviso introduce esos dedos llenos
de su semen en mi boca, los cuales chupo disfrutando del sabor salado de
sus fluidos.
—Abtikari, me vas a volver loco —susurra en mi oído.
—Loco ya estás —Me río–. Me encantan estos castigos tuyos.
Me levanta en brazos y avanza por la estancia oscura, necesito
preguntarle cómo es que puede moverse sin ver nada, recargo la cabeza en
su pecho, me gusta que me lleve así, me gusta cuando me consiente después
de hacer con mi cuerpo lo que quiere. De pronto me deja caer en algún
contenedor lleno de agua helada, el golpe y el frío me cortan la respiración,
en cuanto puedo ponerme de pie salgo, lo busco con las manos al frente.
Oigo sus pasos alejarse, me desespero porque no quiero que me deje
aquí de nuevo, a lo lejos puedo ver la luz que entra al abrir la puerta, está a
varios metros de mí, corro hacia él tiritando de frío, pero sale antes que
pueda alcanzarlo, me mira y sonríe antes de cerrar de nuevo la puerta.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 24
Cuídame
Tiemblo de frío, me quedo sentada en el piso junto a la puerta envuelta en la
toalla, maldiciendo al estúpido árabe que me dejó en medio de la oscuridad
otra vez, congelándome en este sitio que parece haber descendido de
temperatura en las últimas horas. No lo entiendo, de verdad intento que no
me afecte, pero sus cambios de comportamiento me fastidian. Por la
mañana fue tierno, después en la playa un completo imbécil, aquí siempre
se comporta como un demente, pero uno que me hace gemir de placer
confundiéndome más.
¿Qué carajos pasa por la cabeza de Ömar?
La puerta se abre, el corazón me salta en el pecho dolorosamente
pensando que es él que por fin viene a sacarme de aquí, pero duele aún más
al percatarme que es Marceline, trae una bandeja con comida, ¡genial!, eso
significa que me quedaré aquí al menos unas horas más. Ella se sienta en el
piso frente a mí y me extiende un plato con carne.
—Te traje kebab. Frederika, lo cocina muy bien —habla alegremente
como si el tenerme aquí tiritando de frío fuera cualquier cosa.
—No tengo hambre, Zanahoria —respondo cortante.
—No seas boba, tienes que comer, te dará fuerza y podrás soportar
mejor el frío.
—¿Así que tú te encargas de cuidarle las prisioneras a Ömar? ¿Ese es
tu verdadero trabajo Marceline? —Compone una expresión de disgusto
frunciendo el ceño y apretando los labios, al igual que sus manos aprietan la
charola de la comida.
—Khaliqi —dice con furia, pero me importa una mierda, si quiero le
digo Ömar o árabe estúpido, se lo merece—. Él no tiene prisioneras,
ninguna mujer ha estado aquí contra su voluntad.
—Antes me dijiste que no había traído ninguna mujer a esta casa,
ahora me confirmas que hubo más. Eres tan mentirosa como él.
Por un momento ella parece contrariada, como si el hecho de haber
cometido una indiscreción le preocupara, muerde sus labios pensativa
buscando una respuesta, pero ya nada de lo que diga me lo voy a creer, ella
es su cómplice. Deja el plato a un lado y me toma de las manos, las suyas
están tibias, las mías duelen de lo rígidas que están por el frío, me mira a los
ojos fijamente durante un par de segundos antes de comenzar a hablar.
—Ömar, no ha traído a nadie… Ellas vienen por sí solas, tú eres la
primera mujer que viene con él.
—¡Que privilegio el mío! —digo con sorna.
—Pues, aunque no lo creas yo pienso que debe significar algo —
Vuelve a tomar el plato con carne y lo acerca a mis labios—. ¡Vamos,
come!
Hago lo que me dice, más por recuperarme que por hambre, bebo el
qahwah con rapidez, está caliente y ayuda con los temblores de mi cuerpo.
Marceline, sonríe complacida de ver que me he comido todo, a ella
tampoco la entiendo, por lo general es amable y simpática conmigo, pero he
percibido cierto recelo cuando hablamos del árabe, la idea que ella siente
algo por él persiste, quizás no hay nada entre ellos, pero es evidente que
algo pasa en el corazón de la chica.
—¿Cuánto tiempo más permaneceré aquí? —cuestiono, se encoge de
hombros y hace una mueca con los labios que indica que no tiene ni idea, o
tal vez sí la tiene, pero no piensa decirme.
—No lo sé, supongo que el tiempo que considere necesario para que
ya no sangres.
—¿Qué tiene que ver eso?
—¿Eres boba o qué? Con el frío, la sangre se concentra en los órganos
internos para mantenerlos calientes y funcionando, por lo tanto, deja de fluir
hacia las extremidades y la piel —Pone un dedo sobre una de mis piernas
—. Mira, solo se ven los orificios, pero no sangran.
Zanahoria tiene razón, no lo había notado porque estaba en la
oscuridad, pero ahora con la luz tenue que entra por la puerta, puedo ver los
agujeros que dejaron los pinchos que me clavó Ömar, se aprecian morados
en mi piel que está tomando un aspecto azulado. Marceline, se pone de pie
y recoge la charola.
—Lo ves, sí se preocupa por tu bienestar, con otras no ha sido tan
cuidadoso —dice con evidente molestia, sale del averno y vuelve a cerrar la
puerta.
Me hago un ovillo en el piso tratando de cubrirme lo más posible con
la toalla, aunque tengo el estómago lleno aún me siento débil, cierro los
ojos y trato de descansar. Quizás durmiendo, las horas se me pasen más
rápido.
 

kl
 
Los brazos fuertes y cálidos de Ömar me levantan del piso con
suavidad, yo no puedo moverme, creo que en verdad me he congelado, no
siento los dedos ni de mis manos, ni de mis pies, un dolor obtuso y
generalizado por mi cuerpo me incomoda. Camina conmigo por la casa, la
luz del sol es débil, no sé si está amaneciendo o atardeciendo. En esta
ocasión no me lleva a mi recámara, entra en la suya, me quita la toalla y me
introduce despacio en la enorme tina llena de agua caliente que hay en su
cuarto de baño, pero él no entra conmigo.
—Espero que no te enfermes —murmura echando agua sobre mi
cuerpo con sus manos.
—Si lo hago será tu culpa y tendrás que cuidarme —Curva
ligeramente los labios en una sonrisa triste.
—No soy bueno cuidando enfermos —Recuerdo las fotos donde
aparece ese muchacho flaco, pálido y temeroso. Quiero preguntarle qué
pasó, pero eso sería revelar que estuve fisgoneando en la habitación de su
padre.
—Ven, acompáñame —Tiro de su mano invitándolo a entrar en la
bañera.
Se quita la ropa, creo que estoy desarrollando un fetiche, ver a Ömar
desvestirse y excitarme tanto debe ser considerado como parafilia, por más
veces que lo observe no deja de ser tan impresionante como la primera vez,
todo lo contrario, en cada ocasión es más placentero porque sé de lo que ese
cuerpo es capaz de hacerme cuando está desnudo.
Se mete a la tina y como siempre, se sitúa a mi espalda, pero yo tengo
ganas de abrazarlo, me doy la vuelta entre sus brazos y me siento en sus
piernas, acomodo la cabeza sobre su hombro, mis labios rozan su cuello y
lo rodeo con los brazos acariciando con las yemas de mis dedos su piel
trigueña. El contraste de tonos de piel es interesante, se ven bien juntas, él y
yo nos vemos bien juntos, dos corazones oscuros que han sido torturados de
alguna manera.
—¿Alguna vez te has enfermado de gravedad? —Espero que se abra a
mí y me cuente lo que le pasó de niño.
—No.
—¿No? ¿Ni de niño? —Niega con la cabeza, tal vez si yo le cuento
algo de mí, logre que confíe y se abra.
—Yo sí, en el orfanato, meningi…algo nos dio a varios niños, tuve
suerte porque me llevaron al hospital a tiempo y pude curarme.
—¿Y los demás niños?
—Algunos se recuperaron, pero otros no. Ahora tú platícame algo.
—No me he enfermado de nada importante, resfriados, dolores
estomacales, lo normal en los niños, pero nada que requiera hospitalización
—Me desinfla el ánimo notar que no me va a decir nada, así que opto por
dejar el tema por la paz.
—Marceline, me comentó que habrá una cena —Me observa con una
ceja enarcada—. ¿Cuándo es?
—Mañana.
—¿Puedo acompañarte?
—Si lo quieres, sí, pero te advierto que te vas a aburrir, algunas de las
personas que van a venir solo hablan en árabe, unos pocos el inglés.
—Te prometo estar quieta y callada, solo quiero ponerme uno de esos
elegantes vestidos como los que llevaron las mujeres a la noche de gala —
digo emocionada y creo que le contagio mi entusiasmo, porque la hermosa
sonrisa que me regala lo hace ver irresistiblemente guapo y a mí suspirar
como una tonta.
Sin pensármelo me acerco a sus labios y lo beso, se queda inmóvil
pero ya estoy acostumbrada a estas respuestas de él, lo aprieto más a mi
cuerpo, él me separa violentamente, su gesto enfurecido más de lo habitual
me asusta. ¿Por qué reacciona así? No estamos en la calle y ya nos hemos
besado varias veces.
—¡No vuelvas hacer eso! —vocifera con un tono de voz tan frío que
me hiere.
—¿Por qué? No es la primera vez que lo hacemos —gruño, sus
cambios de humor me exasperan.
Se levanta salpicando agua por todos lados, sale del cuarto de baño sin
siquiera secarse, lo sigo, después de lo que me hizo en el sótano no tiene
derecho a tratarme así, yo hago todo por complacerlo y no merezco su
actitud infantil. Entro en su clóset tras él, es tan grande como otra
habitación, lleno de trajes negros, camisas negras y algunas pocas de otros
colores, abre un cajón y saca un bóxer negro para comenzar a meterlo por
sus piernas, se lo quito de las manos, estoy desafiándolo, pero a estas
alturas de mi enojo, me importa una mierda.
—¿Qué te pasa Ömar? Tus cambios de actitud son fastidiosos, en el
sótano me azotas, me besas, me coges, me haces lo que se te da la gana y
aquí arriba te portas como un niño haciendo una rabieta porque una mujer
lo besó.
—¡Ya te dije que de lo que pasa abajo no se habla aquí! —grita
colérico.
—¿Por qué? —grito también.
—¡Porque lo ordeno y punto!
—Esa no es una respuesta Ömar, compórtate como hombre y
contéstame.
—¿Quieres que te demuestre que tan hombre soy? —Se acerca a mí
amenazante, con esa aura de peligro que me da escalofríos.
Retrocedo tantos pasos como puedo hasta chocar contra la pared, me
aprisiona con su cuerpo, sus ojos marrones normalmente gélidos arden en
rabia contenida, mi respiración se acelera y estúpidamente me encuentro
excitada por las amenazas de un hombre desequilibrado. Asiento sin hablar,
claro que quiero que me demuestre aquí a plena luz de día lo hombre que
es, no solo en ese sitio oscuro.
Ömar, acaricia mi rostro y las piernas me tiemblan, las caricias
siempre vienen acompañadas de azotes o algún tipo de tortura por su parte.
No le tengo miedo, a pesar que me ha demostrado que no tiene reparos en
lastimarme, pero no puedo evitar los nervios. Lo miro fijo, lentamente sus
ojos dejan de ser esas llamas furiosas, pero tampoco son los icebergs
habituales, hay algo más en ellos, algo similar a lo que vi cuando abrazaba a
Marceline.
¿Ternura?
Acerca su rostro al mío, mis latidos erráticos y desbocados hacen a mi
pecho saltar, va a besarme sin azotes, sin oscuridad, sin sangre, sin lágrimas
y sin haberle dado nada a cambio. Sus cálidos labios tocan los míos
sutilmente y el corazón se me acelera aún más, lo abrazo por el cuello y me
abraza, colocando ambas manos en mi espalda de manera posesiva y
protectora, sus besos son completamente distintos a los del averno, allá es
pura pasión salvaje y despiadada, aquí es como si besara a otro hombre, uno
cariñoso y gentil, incluso inocente, si no fuera porque son los mismos labios
gruesos, el mismo olor y sabor de la piel y el mismo cuerpo ardiente,
pensaría que es otro.
—Al final, lograste que te besara —murmura en voz muy baja
separándose de mi boca.
—Ya lo había hecho —Mis brazos siguen envueltos en su cuello y lo
jalo hacia mí para darle un beso casto y él frunce el ceño.
—Me parece que esta vez fue mejor —Me suelta y vuelve a dirigirse
al cajón de ropa interior.
Yo me quedo como tonta ahí parada mirándolo, con las manos y
piernas temblorosas, tiemblo más que cuando estoy atada esperando que me
azote, es que realmente estoy loca yo también, me pone más nerviosa la
personalidad cariñosa, aunque cruda de Ömar, que la peligrosa y demente
que tiene por las noches, porque he descubierto algo, la oscuridad es lo que
lo cambia.
—¿No vas a vestirte? —Su voz me hace reaccionar, sigo desnuda
parada a un lado de la puerta del clóset. 
—Sí, ya voy, necesito una toalla para ir a mi habitación —pido
distraída, aun atrapada en las sensaciones que su beso me produjo. Saca una
bata de toalla y me la entrega, me la pongo y el reprime la risa al ver que
me queda enorme y que llega hasta el piso, cubriéndome los pies.
—¿Estás de humor para hacer algo hoy? —pregunta, lo pienso un
momento, no tengo ganas ni muchas fuerzas para ir a la calle, pero quiero
estar con él y me encanta que me pregunte qué quiero hacer.
—Quiero quedarme contigo aquí, sin salir, sin más gente y sin sótanos.
Sobre todo, sin sótanos —recalco. Ömar asiente, se coloca un pantalón
negro deportivo y mete las manos en los bolsillos.
—Podemos ver una película.
—Y podrías mostrarme como tocas el piano —propongo, aprieta los
labios en una mueca de desagrado.
—No lo he hecho en mucho tiempo.
—Seguro te ves estúpidamente sexy como siempre, ¿pero antes
podemos dormir un rato? estoy cansada y tengo sueño.
—Sí, vamos, yo tampoco dormí mucho.
Me imagino que durmió mucho mejor que yo, pero prefiero quedarme
callada y no arruinar el momento. Me quito la ridícula bata que me queda
enorme y me meto desnuda a la cama, me acomodo como la primera vez
que dormimos juntos, cepilla mi cabello con sus manos y yo jugueteo con el
suave vello de su pecho, sonrío como tonta, estar aquí con él me hace sentir
rara, me hace sentir... feliz.
—Damiya —susurra.
—¿Sí? —murmuro somnolienta.
—Te queda una semana —Eso es un latigazo de realidad.
—Lo sé, llevo la cuenta de los días muy presente.
—Disfruta los que te quedan.
—Lo haré —Le doy un beso en el pecho—. Ömar…
—¿Sí?
—Quiero quedarme contigo —confieso, guarda silencio durante tanto
tiempo que creo se ha dormido.
—No soy mi padre, nunca tendría una esclava.
—Puedo ser otra cosa… —Levanto la cara para verlo a los ojos.
—Lo que estás pensando no puede ser —Una punzada desagradable
molesta en mi interior.
—Porque soy una puta, no soy digna de ti ¿Cierto?
—Es una de las razones —La inexpresividad de su rostro molesta aún
más.
—Entiendo —Respiro profundo varias veces, hacía mucho tiempo no
tenía estas sensaciones desagradables intentando ahogarme.
—¿Te estás poniendo sentimental otra vez?
—Quizás —respondo con dificultad.
—¿Vas a llorar? —pregunta con interés.
—No árabe, las únicas lágrimas que estoy dispuesta a derramar serán
de felicidad, esfuérzate si las quieres —replico haciéndolo reír, su brazo me
aprieta contra su cuerpo, es una sensación maravillosa, no puede ser que él
no note lo bien que se siente estar juntos.
—¿Qué voy hacer contigo, damiya? En verdad eres muy descarada.
—Cuídame, es lo único que te pido.
—¿Entonces ya no quieres coger? —Aprieto los labios para reprimir la
risa.
—Cuídame y cógeme, es lo único que te pido.
—Vamos a dormir —Da un beso a mi coronilla, yo uno a su pecho y
cierro los ojos.
 
Alek
 
Una semana.
Recargo la espalda en el sillón reclinable llevándome un trago de
whisky a los labios, disfrutando de la satisfacción que me da el saber que ya
ha transcurrido la mitad del tiempo, ella regresará en una semana y cuando
lo haga la encerraré conmigo día y noche en una habitación, la follaré hasta
que su maldito coño sangre y ya no soporte una embestida más. Llenaré mis
manos con sus tetas redondas y descaradas, chuparé sus pezones y los
morderé para hacerla gritar.
Gritará como la puta que es.
Gritará mi maldito nombre. Voy a borrar todas y cada una de las
huellas que deje el imbécil de Ömar en ella, ni siquiera lo recordará cuando
termine de hacerla correrse tantas veces que quedará afónica por tantos
gritos y gemidos. Quedará afónica por la cantidad de veces que meteré mi
verga en su boca para que la mame como solo ella sabe hacerlo.
Sonrío por la escena que se dibuja en mi cabeza, bajo una mano a mi
miembro que ya está duro de solo imaginarme a mi Cherry hincada delante
de mí, sus labios separados y húmedos esperando para envolvérmela, su
lengua atrevida acariciándola como se debe, con dedicación y esmero para
satisfacer a su jodido amo. Lo aprieto sintiendo las palpitaciones
desesperadas, falta poco para que vuelva, solo una semana, puedo
soportarlo.
—Sayidi —murmura la voz que más me fastidia últimamente.
—¿Qué quieres? —suelto en un gruñido.
—¿Podemos hablar? —Entra sin esperar mi respuesta, dejo el vaso de
whisky sobre la superficie del escritorio, pero no me molesto en retirar la
mano del bulto que se ha generado en mis pantalones.
—No tengo nada que hablar contigo, Beatrice —Ella fija su atención
en el movimiento de mi mano, camina bordeando el escritorio para
detenerse frente a mí e hincarse. No me apetece una mamada de ella, sin
embargo, no le impido que baje el cierre de mi pantalón para liberar mi
miembro y comenzar a masturbarme.
—Alek… —susurra, enarco una ceja por su atrevimiento—, ya te
perdoné lo que hiciste, dejemos eso atrás y volvamos a ser los mismos —
Deja un beso en la punta de mi verga para después meterla en su boca y
comenzar a chuparla.
—¿Perdonarme? —Me río sarcástico—. Quien tiene que perdonar
aquí soy yo, deberías agradecer que te perdoné la vida, Beatrice —Sujeto su
cabello con ambas manos y muevo su cabeza a mi antojo, impulso la cadera
hacia arriba para deslizarme por su garganta haciendo que se atragante y no
pueda respirar—. Hiciste una estupidez embarazándote y para colmo esa
información le llegó a mi padre, debería haberte entregado a Shawn, para
que él mismo te desollara.
 
Empujo su cabeza contra mi pubis, su nariz queda aprisionada contra
la tela de mi pantalón, y mi erección completamente dentro de su boca. Sé
que no puede respirar, Beatrice forcejea para que la suelte, pero estoy
tentado en asfixiarla con mi verga, ya no me produce nada más que hastío
su presencia, la poca atracción que aún sentía por ella la jodió siendo una
idiota intentando atraparme con un embarazo. Aunque quiero matarla para
que deje de existir a mi alrededor, la libero empujándola hacia atrás, lo cual
provoca que caiga de culo sobre la alfombra de mi oficina.
 
—A partir de hoy, tienes prohibido entrar a mi oficina, cualquier cosa
que quieras tratar conmigo lo haces por medio de Anne, no te me cruces en
los pasillos, no me mires y dejaré que sigas viviendo, de lo contrario, la
próxima vez que venga Shawn Ford, no habrá necesidad de hacer prueba de
elección.
—Pero Alek… —lloriquea, abofeteo su rostro por atrevida, es la
segunda vez que me llama por mi nombre y ya no pienso tolerarle ni una
más.
—Lárgate ahora mismo, si no quieres que me arrepienta de dejarte
viva —Beatrice, se pone de pie inmediatamente, sus gimoteos y llantos me
importan una mierda, ella me importa una mierda, la única mujer que me
interesa es Nath, por mí, las demás pueden morirse.
Me acomodo de nuevo en mi silla y abro la aplicación para el rastreo
de su localizador, es de extrema precisión a la hora de encontrarla. Por lo
que puedo ver, está en la casa de Ömar, ayer estuvo en Jumeirah y la
imagino llevando un diminuto traje de baño, exhibiendo ese cuerpo de ninfa
hechicera para otros, cuando debería estar aquí, completamente abierta de
piernas sobre mi escritorio para que le devore el coño y luego cogerla como
le gusta.
Sujeto mi verga y comienzo a masturbarme con agresividad, mientras
cierro los ojos para verla en mi mente, recordando la última vez que la follé,
la forma tan cínica y provocativa en que separó las piernas y me mostró su
sexo para que la follara. Me vuelve loco. Gruño cuando mi eyaculación me
llena la mano, tomo un papel y me limpio para después ponerme de pie y
acomodarme el pantalón, es hora de comenzar el día en Saint Marie y tengo
en mente conocer el coño de una de mis nuevas putas.
Sugar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 25
Lágrimas
Cuando despierto, el sol ya se está ocultando. Mi hermoso y sexy árabe
duerme a mi lado, es la primera vez que lo veo dormir y es malditamente
perfecto. Acaricio su cuerpo, recorro con mis dedos las líneas de sus
tatuajes, tengo que preguntarle qué significan, quiero saber todo de él, algo
que me ayude a descifrar a este extraño hombre. Voy dejando besos en su
torso, mientras desciendo hacia su pubis. Jalo hacia abajo la parte delantera
del pantalón y el bóxer, su bonito pene tatuado queda ante mis ojos, está
igual de dormidito que su dueño.
Le doy un beso y después deslizo la lengua por la punta, esta parte él
me ha dado los mejores orgasmos de mi vida y merece ser consentido. Su
miembro palpita, él se remueve, paso la lengua por toda su longitud
haciéndolo saltar. La mano de Ömar acaricia mi cabeza, lo miro, me
observa con una mano detrás de su cabeza y la otra extendida hacia mí, me
coloco bien entre sus piernas y comienzo a chupar su pene con esmero,
quiero demostrarle que puedo complacerlo sin necesidad de sangre o
lágrimas.
Él cierra los ojos y muerde su labio disfrutando de la felación, su
mano sobre mi cabeza empujando cada vez con más fuerza, gruñe, su
miembro está tan duro que impacta mi garganta violentamente y duele de
una manera fascinante. Levanta la cadera y presiona mi cabeza contra ella,
su pene se introduce más al fondo de mi garganta, mantiene el agarre, el
aire empieza a faltarme, empuja más y más, su pubis me impide inhalar por
la nariz. Por un instante afloja, pero vuelve arremeter con más ímpetu,
siento el rostro ardiente por el esfuerzo y los ojos se me nublan.
Repite la acción varias veces, alargando el tiempo que su miembro
está en mi garganta ahogándome, creo que sé lo que está buscando y aunque
me juré que no lo lograría, en este momento, lo único que quiero es
complacerlo, así que las permito salir. Dos lágrimas gruesas descienden por
mis mejillas a causa del esfuerzo, él suelta mi cabeza y me mira casi con
incredulidad y sonríe. Gateo hasta poner mi rostro frente al suyo, sus
pupilas se agrandan oscureciendo sus ojos y su rostro se ruboriza, incluso su
respiración se vuelve acelerada.
Acerca su boca a mi mejilla, su lengua recoge la lágrima tal como lo
hace con la sangre, su gemido es distinto, no es erótico, es un gemido de
placer culposo, como si disfrutarlo lo atormentara. Sus labios se posan en
mi otra mejilla, recorren el camino de humedad que dejó la lágrima y me
estrecha entre sus brazos fuerte, haciéndome jadear por la dificultad de
respirar. Gira en la cama colocándose encima de mí, tener su cuerpo de esta
forma por primera vez es un bombardeo de excitación que hace a mi
maltratado cuerpo, calentarse a toda velocidad.
Él desciende por mi cuello dejando besos mojados a su paso, sus
dientes aprisionan uno de mis pezones haciéndome gemir. Besa cada una de
las heridas de mis senos, esos orificios que dejaron la agujas, lo mismo hace
con todas las marcas, las besa con ternura como si estuviera pidiendo
disculpas por habérmelas hecho. Su aliento llega a mi pubis, deseo volver a
sentir su lengua jugando con mi clítoris, abro las piernas lo más que puedo
invitándolo a hacerlo. Me mira con esa expresión felina que debería
atemorizarme, pero que, en cambio, me calienta más, acerca su boca
lentamente a mi sexo, el primer contacto es suave pero conforme va dando
lengüetazos se van haciendo más apasionados, tan intensos que me obligan
a arquearme.
Sus manos aprietan mis muslos con fuerza, las coloco alrededor de su
cuello sobre su espalda, mi vagina comienza a contraerse, sí, quiero que su
boca me dé un orgasmo tal como lo han hecho sus manos y su pene, todo él
es capaz de hacerme vibrar de placer. Cierro las piernas violentamente al
sentirme en la cima del éxtasis, se levanta y se aproxima a mis labios aún
con mis piernas sobre sus hombros, me da besos cortos y extraños mientras
me penetra con rudeza, deliciosamente duro. Mis muslos chocan con mis
senos, Ömar me tiene prácticamente doblada por la mitad, su mano detrás
de mi cuello me acerca a su boca.
—¿Estás lista para llorar de placer?
«Malditamente sí»
—Me encantaría.
Ömar, introduce dos dedos en mi vagina que ya está llena con su
grueso miembro, la intrusión es incómoda casi dolorosa, pero no me quejo,
sus dedos se mueven despacio a diferencia de su pene que lo hace con
fiereza. Su caricia produce corrientes eléctricas que viajan de mi intimidad
a todas partes de mi cuerpo, tal como en la bañera la primera vez que
tuvimos sexo, siento como un segundo orgasmo amenaza con explotar en
mi interior.
Abandona mi feminidad dejándome al borde del orgasmo, sus dedos
continúan con su suave caricia, pero necesito más, necesito sentirlo dentro
otra vez. Con su mano en mi cadera alza mi trasero, la punta de su pene se
posa en la entrada de mi ano y empuja con firmeza. El sexo anal no me
gusta, lo detesto, pero sometida bajo la voluntad de Ömar, no soy capaz de
argumentar siquiera una palabra para hacerlo desistir.
Su miembro logra traspasar la resistencia que ofrece mi culo,
lentamente me acostumbro al grosor de su pene, es doloroso y más cuando
embiste con gestos cortos y bruscos. Un tercer dedo se une a los dos que ya
tenía dentro, exhalo por las oleadas de satisfacción que regresan a mí, es
incomprensible la capacidad que tiene este hombre de hacerme gemir
cuando el único que lo había logrado era Alek y no de esta forma tan
escandalosa en la que lo estoy haciendo ahora.
Su pulgar roza mi clítoris y me convulsiono, son demasiadas
sensaciones juntas, sus dedos torturando dos puntos muy sensibles y su
miembro entrando y saliendo entre mis nalgas, que ha dejado de ser
desagradable para dar paso al deleite que es tenerlo asaltando mi trasero. Su
mano suelta mi cuello para dirigirse a mis senos, los magrea con salvajismo
retorciendo mis pezones entre sus hábiles dedos. Estúpido árabe que hace
con mi cuerpo lo que quiere, lo odio en estos momentos que me hace sentir
que ya no podría vivir sin él y con lo que me provoca.
Los espasmos de mi sexo se hacen violentos, la confusa mezcla de
sensaciones en mi cuerpo me sobrepasa, inexplicablemente siento mis ojos
humedecerse otra vez, pero no es por estar siendo asfixiada, es un algo en
mi interior que se siente cálido, esponjoso y que se expande llenándome por
completo de todo esto desconocido para mí. Siento el clímax acercándose
muy despacio, atormentándome, la explosión de placer me hace gritar y las
lágrimas corren incontrolables por mis mejillas. La expresión de Ömar
emana satisfacción, altivez, poder.
Recoge mi cuerpo laxo entre sus brazos, las lágrimas siguen fluyendo,
no puedo hacer siquiera el intento por pararlas, es como si él hubiera abierto
una llave en mis ojos y ahora quisiera inundar el espacio que nos rodea.
Besa mi rostro empapado, su lengua se desplaza por ambos lados de mi
cara, gime disfrutando auténticamente y eso me gusta. Complacerlo de esta
forma me agrada, me hizo llorar, pero no con torturas, lo hizo a base de
placer, yo podría darle todas las lágrimas que quiera si van a ser de este
tipo.
Él me besa, lo hace con pasión, pero con torpeza a la vez, me acomodo
sobre su regazo envolviéndolo con mi cuerpo, no quiero que se separe de
mí, que me deje como siempre lo hace, quiero que se quede conmigo y me
abrace, que siga besándome como lo está haciendo, quiero volver a sentir
eso que me hizo llorar, si quiere hacerme derramar lágrimas todo el día
estoy dispuesta a hacerlo. Su miembro permanece erecto, él aún no ha
alcanzado el orgasmo, lo tomo entre mis manos y lo dirijo de nuevo a mi
trasero, deseo volver a tenerlo dentro.
Lo introduzco despacio, resbala con facilidad, en esta posición puedo
sentirlo entero, adentrarse profundamente, inicio un balanceo rítmico, ni
rápido ni lento. Sus manos viajan ansiosas por mi cuerpo entero,
acariciándolo, apretándolo, estremeciéndolo. Beso cada parte de su piel a
mi alcance, tengo la ansiedad de no sentirme completamente saciada de él y
quiero más, necesito mucho más de este árabe extraño y medio loco.
Regreso a sus labios, esos labios gruesos que desde que los probé me tienen
obsesionada, los mordisqueo, mi lengua explora toda su boca y él me lo
permite.
—Nath —susurra, mi cuerpo entero se eriza por lo delicioso que suena
proveniente de esa voz ronca y excitada.
—Ömar —respondo en el mismo tono, mis labios cosquillean al
pronunciarlo, me dan una extraña mezcla de placer y peligro.
—¿Damiya, por qué me haces desearte con tanta intensidad? —Gimo
por esa pregunta, me encanta que me desee, me encanta que reconozca que,
así como yo estoy comenzando a perder el piso por él, lo mismo le sucede
también.
—Porque así te deseo yo —Me apodero de su boca nuevamente, no le
permito separarse ni para tomar aire, ahora que sus besos me pertenecen los
quiero reclamar todos.
Ömar, toma mi cadera, la mueve con violencia y clava su pene de una
manera muy efectiva en mi trasero llevándome de nuevo por los senderos
del orgasmo, su cuerpo y el mío están tan unidos que no cabe si quiera el
aire entre nosotros, mis tetas están presionadas contra su pecho y siento el
latir desbocado de su corazón, idéntico al mío. Se recuesta en la cama, sus
manos masajean mis senos mientras sigo moviéndome encima de él, mi
pubis tallándose con el suyo me estimula aún más, llevándome por tercera
ocasión a la cima. Su pene late en mi interior y es lo que necesitaba para
dejarme ir otra vez en un orgasmo increíble.
Increíble por las sensaciones que desata y que hacen a mi cuerpo
emblandecer; y por el hecho que es la primera vez que me corro tres veces
en un día y en un lapso de tiempo tan corto. Me jala hacia su cuerpo y me
abraza, con unos pocos movimientos de cadera poderosos y certeros
también alcanza el clímax. Estoy tan exhausta que me quedo ahí sobre su
pecho, escuchando su corazón y la respiración acelerada que hace subir y
bajar su perfecto cuerpo.
—¿Ves que no es tan difícil complacerme, damiya? —Su pregunta me
hace reír.
—Tienes razón, estas lágrimas sí estoy dispuesta a dártelas —Mis
dedos acarician su pecho sobre el cual reposo mi mejilla, estos momentos
íntimos los amo.
—Tú también tenías razón.
—¿En qué? —Levanto la vista a él.
—Cuando dijiste que, si lograba sacarte alguna lágrima, iba ser muy
satisfactorio.
—¿Y lo fue?
—Como nunca, damiya.
Me lanzo a sus labios, ahora que los he disfrutado plenamente de esa
forma tranquila y profunda de besar, ya no puedo dejar de hacerlo. ¿Cómo
puede ser éste el mismo hombre que me tortura en el sótano? Los orgasmos
sí son espectaculares en cualquiera de sus personalidades, siempre, eso no
puedo negarlo, sea cual sea su forma de llevarme al éxtasis siempre lo
logra, ya sea con lágrimas o con sangre, él tiene el poder sobre mí. Pero allá
abajo es poco menos que un demente, es rudo, sádico y perturbador. Aquí
es cálido, a pesar de su frialdad habitual, es tierno, es simplemente
hermoso, como un ángel.
Un ángel oscuro y sanguinario.
«¿Cómo es posible?»
—Ömar, ¿por qué te excita la sangre? ¿Qué te dijo el médico sobre
eso? —cuestiono, necesito comprender esta parte de él.
—No quiero hablar de ese tema, Nath —Gira el rostro para evitar mi
mirada, no me gusta cuando se cierra y evita darme respuestas, me hace
sentir que oculta algo.
—¿Por qué? Cada vez que hablo de lo que sucede en el sótano te
cierras.
—Entre menos sepas, mejor para ti.
—Ömar... —insisto, tomo su mentón para hacerlo mirarme.
—¿De verdad quieres arruinar este momento con tus preguntas? —Se
deshace de mi cuerpo haciéndome caer sobre la cama y se pone de pie
dirigiéndose al baño.
Me doy una bofetada mental, acabo de arruinar el momento, me pongo
de pie para ir tras él, no quiero que se rompa la burbuja que acabamos de
crear a nuestro alrededor y vuelva a ser ese hombre gélido que no me
permite acercarme. Puedo ver que paso a paso, me voy colando en el
corazón del árabe, aunque asegure no tener sentimientos, ya ni yo podría a
estas alturas declarar eso. Ömar, está perturbando mi marchito corazón y
haciéndolo latir como nunca antes.
—No quiero arruinarlo, lo siento —murmuro abrazándome a su
espalda en la ducha.
Veo el tatuaje de la calavera con su rostro, beso sus labios en el dibujo,
incluso en esa imagen se ve ridículamente hermoso, mis manos acarician su
pecho y él las toma entre las suyas. El agua resbala entre nuestros cuerpos,
voltea para quedar frente a mí, es tan alto que mi cabeza apenas alcanza su
cuello. Nos quedamos un rato así abrazados bajo el agua, es uno de esos
momentos íntimos que pocas veces me regala Ömar, pero que tanto me
gustan.
—Vamos a ducharnos y luego vemos una película —Da un beso en mi
cabeza para luego tomar el gel de ducha.
Nos limpiamos mutuamente, yo tardo más que él porque su cuerpo es
mucho más grande que el mío y me recreo acariciándolo por completo.
Después del baño me voy a mi habitación a ponerme algo de ropa, opto por
un camisón largo con bata, ya está oscureciendo y no vamos a salir a ningún
lado, el árabe como siempre viste de negro con una playera de algodón y
pantalones deportivos. En la sala de entretenimiento, Ömar busca alguna
película interesante, a mí me da igual, no puedo dejar de verlo y no presto
mucha atención a lo que hay en la gran pantalla.
—Voy a buscar algo de tomar ¿Quieres algo? —digo poniéndome de
pie para salir de la estancia, hoy no he comido la gran cosa, tampoco es que
tenga hambre, estando a su lado no necesito nada más.
—Jellab, por favor —solicita amable, dejo un beso en sus labios y me
dirijo a la cocina.
Es raro no ver a Zanahoria o a Frederika por ahí, la casa es silenciosa,
pero ahora está demasiado callada y la oscuridad de la noche se cierne sobre
ella. Sirvo dos vasos de jellab y un plato con frutos secos para picar. Fredik
me comentó que a Ömar le gusta mucho cuando le pregunté por qué había
un tarro tan enorme de estos en la despensa. De regreso a la sala de
entretenimiento, el sonido del piano me distrae, es esa melodía melancólica
y oscura y la curiosidad por saber quién lo toca me mueve en dirección a la
estancia donde están todos los instrumentos musicales.
Me asombro al ver que es Ömar el que está sentado en el banquillo,
tiene los ojos cerrados, sus manos se mueven con soltura sobre las teclas
creando una melodía hermosa, intensa y extrañamente perturbadora, como
es él cuando está en la oscuridad. Enciendo la luz, no sé cuál es su fijación
por la penumbra, pero a mí no me agrada, él abre los ojos de repente y
vuelve a cerrarlos tapándose con una mano. Me acerco rápido y dejo la
bandeja sobre el piano, tomo sus manos para revisar si sufrió algún daño o
porqué de pronto se cubrió los ojos.
—Apaga la luz —gruñe molesto aún con los ojos apretados.
—¿Por qué? Déjame ver que tienes.
—Solo apaga la maldita luz —No se mueve, está como petrificado,
sus manos se han detenido sobre las teclas, alargando un sonido.
—Si me dejas ver que no tienes nada la apago, pero deja que te revise.
Él abre los ojos de mala gana, no tiene ninguna lesión ni se ven
enrojecidos, solo se aprecian más oscuros de lo común, sus pupilas están
muy dilatadas y hacen que sus ojos se vean casi negros. Vuelve a cerrarlos
en cuestión de tres segundos y a taparse con las manos, presiono el
interruptor y la estancia queda entre las sombras una vez más
—Tus ojos se ven extraños, más oscuros ¿Te sientes bien?
—Estoy bien, las pupilas se dilatan en la oscuridad, por eso si
enciendes la luz de pronto molesta.
—Lo siento —me disculpo sincera—. ¿Por qué te gusta tanto la
oscuridad?
—Es parte de mí —responde seco, vuelve a colocar las manos en el
piano para continuar con la melodía.
—¿Ya no vamos a ver la película? —No me contesta, sigue con los
ojos cerrados tocando la música—. Bueno, pues me sentaré y te escucharé
tocar.
—Puedes hacer lo que quieras —bufa, la frialdad de su voz me duele.
¿Ahora qué le pasa? Estábamos tan bien viendo la película, todo el día
de hoy en general ha sido bueno. ¿Qué hice para molestarlo, si hace cinco
minutos se dejaba besar por mí en la sala de entretenimiento? ¿Quién
entiende a este maldito hombre? Cabreada por su actitud incomprensible
recojo la bandeja y la llevo de nuevo a la cocina. Me muevo a mi
habitación, si Ömar está de ese humor lo mejor será mantenerme alejada o
terminará llevándome al sótano.
Me meto entre las sábanas, aunque no tengo sueño porque dormí toda
la tarde con él, doy vueltas de un lado a otro pensando en las actitudes
irracionales de ese maldito árabe. No entiendo por qué arruina así las cosas,
por qué esa jodida necesidad de comportarse como un imbécil cuando ya
me ha mostrado que es un hombre normal, tierno y sensible. La puerta de
mi habitación se abre, Ömar entra con las manos en los bolsillos y la cierra
con el pie, se detiene a un lado de la cama mirándome detenidamente.
—Me quedé esperando que regresaras —comenta en tono bajo con un
ligero aire de reproche, ruedo los ojos por otro de sus malditos cambios de
humor.
—Me dijiste que hiciera lo que quisiera, pues me vine a dormir —
Frunce el ceño y se sienta a mi lado en la cama acariciando mi pierna
desnuda.
—A veces no sé lo que digo. Ni yo entiendo.
—Tampoco te entiendo, tus cambios de humor me dan dolor de cabeza
—Me siento en la cama frente a él, su mano asciende de mi muslo a mi
abdomen, dirigiéndose hacia mis tetas y las mías van al borde de su playera
negra para levantarla.
—Yo puedo ayudarte con eso —Se inclina hacia mí, sus labios se
unen a los míos mientras sus manos deslizan el camisón para quitármelo
—. Te deseo damiya, no tienes una jodida idea de cuánto.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 26
Dubái Mall
Amanecer entre los brazos de Ömar, es lo mejor que me ha pasado desde
que lo conocí, más aún que los maravillosos orgasmos que me dio anoche y
que me hizo derramar lágrimas incontrolables. Aunque no comprendo y me
exasperan sus cambios de humor, no puedo evitar sentirme bien a su lado, la
idea de que solo me queda una semana con él es angustiante, debo actuar
ya, si quiero convencerlo que me permita quedarme.
—Hoy es la cena con mis socios ¿Sigues pensando en acompañarme?
—Sus dedos acarician mi espalda desnuda y los míos su abdomen definido
y lujurioso.
—Sí, por favor, pero no sé qué ponerme —Mordisqueo la piel de su
pecho sacándole risillas nerviosas que lo hacen tener espasmos.
—No te preocupes, iremos a comprarte un hermoso y elegante vestido
—Deja un beso sobre mi coronilla, después se pone de pie y toma su ropa
para comenzar a vestirse.
—¿De verdad, Ömar? —Me levanto también, no me preocupo por
cubrir mi cuerpo, me gusta y estoy orgullosa de él a pesar de las cicatrices.
—Sí, arréglate, salimos en veinte minutos —dicho esto, me da un
último beso en los labios y sale de mi habitación.
Corro como loca desesperada por todo el lugar, debo ducharme y
vestirme en solo veinte minutos, busco en el armario el vestido más bonito,
quiero verme a la altura del árabe que siempre luce perfecto y elegante. Ni
siquiera tengo tiempo de regular la temperatura del agua en la ducha, sin
embargo, el agua helada me ayuda a despertar del todo. Arreglo lo mejor
que puedo mi cabello con el escaso tiempo que tengo y coloco algo de
maquillaje. El labio roto por la mordida que me dio Ömar hace unos días en
el averno, ya casi cicatriza y aplicando un labial no queda rastro de la
herida.
Veo mi cuerpo, está lleno de marcas y moretones que se unen a las
cicatrices viejas, trato de cubrirlo lo mejor posible, la mordida en mi brazo
aún se nota, y aunque en la playa no me importó, ahora que iremos a una
tienda donde venden vestidos lujosos no quiero verme tan maltrecha, el
vestido que elegí es largo y con mangas acampanadas largas también, color
rosa pálido y cumple con la tarea de cubrirme. Ömar, como siempre, va de
negro, ya ni siquiera me lo imagino vistiendo otra cosa que no sea negro.
Abordamos un automóvil con chofer, creo que no le agrado del todo al
tal Fajúl, siempre que nos encontramos por la casa o los jardines, me mira
con desaprobación, cosa que no entiendo. En este momento llevo la ropa
adecuada que pide las normas de la cultura local y aun así tiene cara de
perro. Me acomodo a su lado dentro del vehículo, va inmerso en su portátil,
que no suelta cada vez que salimos, que estrés ser como él y llevarse el
trabajo hasta la playa o a cualquier lado que vaya.
El sitio al que vamos es poco menos que increíble, yo imaginé un
lugar pequeño, pero esto es como una mini ciudad. Mis ojos no alcanzan a
ver todo lo que hay a mí alrededor, cientos de lugares con muchísima ropa,
zapatos, joyas, gente con vestimentas extrañas y con las túnicas que usan
aquí. Sitios para comer, para tomar el café, para que jueguen los niños.
Todo es luminoso, cuatro pisos inmensos repletos de cosas que apreciar, hay
una caída de agua que no puedo dejar de admirar y una pecera inmensa.
Siento que quiero correr hacia todos lados y no perderme nada de lo
que este sitio tiene para ver, pero debo controlar mi emoción para no poner
en vergüenza a Ömar. Mucha gente lo saluda a su paso, todos hablando en
árabe, me mantengo cerca de él, pero le doy su espacio, no parece tener
ganas de presentarme con las personas que se le acercan, aguardo
pacientemente a que termine de charlar con medio mundo.
—Entremos aquí —comenta señalando una tienda con preciosos
vestidos de gala.
—¿De verdad me vas a comprar uno de esos lujosos vestidos?
—Sí, lo necesitas para la cena, debes estar bien vestida.
—¡Gracias! —Hago el intento de abrazarlo, pero me lanza una mirada
de advertencia, se me olvida que no puede haber muestras afectuosas en
público.
Las mujeres que atienden corren hacia Ömar, se deshacen en
atenciones con él, a mí ni me voltean a ver. Él les indica que soy yo la que
busca atuendo y es entonces cuando me prestan atención, pero continúan
pendiente más del árabe que de mí. Me pruebo algunos vestidos realmente
maravillosos, de telas tan suaves y finas como jamás había visto en mi vida,
también zapatillas. Le modelo a Ömar cada vestuario, pero él no parece
muy interesado en verme desfilar, su atención está centrada en el teléfono
móvil.
—¿Cuál te gusta más Ömar?
—El que quieras —responde sin mirarme.
—No entiendo la cultura de aquí, dime cual es la mejor opción para ti
—solicito, levanta la vista del móvil y me observa con expresión de
fastidio.
—Vístete con un abaya y niqab entonces.
—¿Abaya? ¿Niqab? ¿Qué es eso? —Se gira en dirección a una mujer
que lleva una de esas túnicas horribles y la cabeza y rostro cubiertos, solo se
aprecian sus ojos— ¿Bromeas, cierto?
—No. Si quieres mi opinión eso es lo que deberías usar, si no la
quieres puedes elegir el vestido que más te guste —Vuelve a sentarse y
regresa la vista al teléfono.
—¿Y tú por qué no llevas esa vestimenta también? —replico, es
injusto que me haga llevar algo que me cubra por completo y él no porta las
túnicas blancas que llevan los hombres, ni el pañuelo en la cabeza.
—Porque yo no necesito demostrar nada, ni mi riqueza, ni mi poder y
mucho menos sencillez. Yo soy yo —declara más arrogante y altanero que
nunca, irguiéndose tan alto como es.
—¿Y yo que debo demostrar? —rebato, furiosa, me ve con esa mirada
gélida.
—Que no eres un objeto sexual —dice en un tono furioso que me deja
muda.
«¿Qué significa eso?»
Trato de entender lo que me acaba de decir, pero Ömar es tan extraño
que no sé cómo interpretar sus palabras, no sé si su intención es someterme
o de alguna manera darme un lugar. Observo el hermoso vestido que tengo
puesto, jamás he usado uno y estoy segura que esta sería mi única
oportunidad de hacerlo, quiero complacerlo y debo hacer todo lo posible
para ser de su total agrado y convencerlo que su mejor opción es que decida
conservarme.
Regreso al cambiador y la asistente me ayuda a quitarme el vestido, no
me importa que ponga atención en los cardenales que exhibe mi cuerpo,
solo quiero quitármelo y salir de aquí, lo veo una última vez y suspiro, por
ahora no se me cumplirá este deseo. Regreso con el árabe que ya está
esperando a lado de la caja dispuesto a pagar por mi elección, me paro
frente a él y lo miro fijamente a los ojos.
—Me importa tu opinión, voy a usar lo que tú elijas.
—Vamos a otro lugar —dice después de asentir con un gesto seco a
mis palabras, coloca su mano en mi espalda y me lleva fuera del
establecimiento.
Nos dirigimos a otro piso del Dubái Mall, a una tienda donde solo
exhiben esas prendas extrañas. Como en el lugar anterior, la vendedora lo
aborda y se desvive por atenderlo, él les dice algo en árabe y la mujer me
lleva a un vestidor donde me entrega varios de esos vestidos. Estos son más
bonitos, aunque siguen siendo túnicas, uno azul fuerte con bordados
dorados en el cuello y mangas es el que llama más mi atención y es el
primero que me pruebo.
Es extraño verme cubierta del cuello a los pies y con mangas largas,
pero ya puesta la túnica no se ve tan mal, aunque mi silueta no se marca por
ningún lado, sin duda el abaya es elegante y el color intenso del azul hace
verse a mi piel más pálida, pero es un buen contraste, me gusta. Salgo del
cambiador y la mujer se me acerca para colocarme sobre la cabeza el
pañuelo ese llamado niqab, cubre todo mi cabello, cuello y la parte inferior
de mi rostro, dejando solo mis ojos al descubierto.
Me acerca a un espejo y lo que veo me deja impresionada, no luzco
mal, todo lo contrario. Me parezco a la mujer de la foto que vi en la
habitación de Amún, bonita y sofisticada, los ojos también son similares,
atrevidos, el color azul oscuro de la tela resalta el azul claro de mis ojos.
Por el reflejo, veo que Ömar nos observa de lejos, camino hacia él despacio,
dándole una de mis mejores miradas seductoras.
—¿Cómo me veo? —digo utilizando el tono de voz provocador que
uso en el burdel.
—Hermosa —Esa simple palabra hace a mi corazón saltar.
—Me gusta este, no quiero probarme otro.
—Ese será entonces —Sonríe levemente y se dirige a la cajera para
pagar.
Una vez que he vuelto a ponerme mi vestido, observo con
detenimiento los niqab que tienen en exhibición, algunos tapan el rostro y
otros no, le pregunto a la dependienta por las diferencias y me explica los
estilos de vestimenta. Hay un hijab salmón que combina perfecto con el
vestido rosa pálido que llevo y le pido a la vendedora probármelo, el
resultado me gusta, parezco una de las mujeres que viven aquí, pero sin
dejar de mostrar un poco de piel, al menos la de mi cara.
—¿Puedo llevar también este? —le pido a Ömar.
—Por supuesto, te queda muy bien.
Me dejo el hijab puesto mientras seguimos recorriendo el centro
comercial, llevarlo me hace sentir cierto grado de misterio y sensualidad.
Ömar, propone comer en este lugar y yo acepto, me rugen las tripas de
hambre, hemos pasado varias horas en esto del vestido, yo no desayuné
antes de salir de su casa y ayer comí muy poco. Una joven mujer atractiva
saluda a mi árabe de manera muy efusiva cuando estamos por entrar a un
restaurante, él se separa de mí y entabla conversación con ella que lo toca a
cada momento y lo mira provocadoramente.
Un sentimiento homicida y descontrolado se acumula en mi interior,
esa zorra está coqueteando con mi hombre, aprieto los puños muy fuertes,
mis uñas se entierran en las palmas de mis manos provocando un dolorcillo
que, sin esperarlo, endurece mis pezones. No puedo hacer ninguna escena
aquí que avergüence a Ömar, me trago todas mis molestias y espero que la
tipa esa lo deje libre.
—¡Hola! —Un hombre de mediana edad me saluda, se nota que no es
árabe porque es rubio y de ojos verdes—. ¿Hablas inglés?
—Hola, sí lo hablo —respondo dándole una sonrisa y mirada
insinuante, el que Ömar esté hablando tan cerca con otra mujer está sacando
mi perra interna que tenía guardada hace varios días.
—Adivino que tampoco eres de aquí, no te pareces a estas mujeres,
aunque lleves eso puesto.
—No soy de aquí —confirmo, realmente no sé de dónde soy, pero sé
que el burdel está en Escocia por lo que me considero de ahí—. Vivo en
Escocia.
—Visité algunos pueblos de Escocia en las vacaciones pasadas,
hermoso lugar. ¿Y qué haces tan lejos de tu casa, también estás de
vacaciones?
—Sí, me queda una semana más en Dubái ¿Y tú, de dónde eres?
—De España ¿No se nota en mi acento?
—No, hablas bien el inglés, yo entiendo un poquito de español, solo
unas palabras.
—A ver si entiendes esto —Carraspea aclarándose la garganta y luego
habla en español—: Eres muy hermosa.
—Lo entendí perfecto, gracias —Le guiño un ojo coqueta y él se
acerca un poco más a mí.
—¿Me darías tu número de teléfono? Yo también estaré unos días más
en Dubái y podemos salir una noche.
¿Ahora qué digo?
Diablos.
—¿Me pides mi teléfono antes de pedirme mi nombre? —bromeo, no
tengo una respuesta para su petición, así que opto por sortearlo hasta que
Ömar venga con sus gruñidos característicos.
—También te lo iba a pedir, para registrar tu número ¿Cómo te
llamas? —Me debato entre decirle mi verdadero nombre o mi nombre del
burdel.
—Nath —Gana el verdadero—. Pero todos me dicen Cherry, porque a
eso saben mis labios —Me muerdo el labio inferior con sensualidad, él se
relame los suyos y compone una sonrisa ladeada.
—Soy Oliver, me encantaría probar esos labios —murmura
acercándose más a mí.
—¿Sabías que las demostraciones públicas de afecto están prohibidas
en Dubái? Te podrían arrestar por besar a una mujer aquí —Sonrío al
escuchar la voz de Ömar, ahora viene su escena de celos.
—Ömar, ya te desocupaste, Oliver me hizo el favor de acompañarme
mientras tú estabas ocupado con tu amiga —Mi voz impregnada de
sarcasmo no le pasa desapercibida y lo hace arquear una ceja intimidante—.
¿Entramos al restaurante?
—Vamos —bufa, tira de mi mano con fuerza y me aleja del chico
español.
—Adiós Oliver, un placer conocerte —me despido con coquetería, el
español sonríe igual de cínico y me dice adiós con la mano.
—¿Es necesario que coquetees con cualquier hombre que se te acerca?
—Aprieta mi mano haciéndome dar un respingo, Ömar está malhumorado y
eso me divierte.
—¿Es necesario que hagas escenas de celos cada vez que un hombre
se me acerca? —rebato cínicamente, me lanza esa mirada gélida tan
característica de mi hermoso árabe.
—No tengo celos Nath, me fastidia que no te comportes como debe
ser.
«Sí, claro»
Comemos en silencio. Ömar ordena por mí ya que no tengo idea de
que son estos platillos, pongo atención en su forma de usar los cubiertos,
hay tantos en la mesa y no sé cuál es la diferencia entre uno y otro,
básicamente copio sus movimientos y creo que logro pasar la prueba de
comer en un restaurante lujoso como este. En el auto de regreso a casa, noto
que sigue molesto y no separa la vista de su computadora y fuma un cigarro
tras otro, lo que es otra señal del cabreo que se carga, nunca lo había visto
hacerlo como ahora.
—¿Los celos te tienen molesto todavía? —lo provoco, quiero que me
ponga un poco de atención, aunque sea que me castigue por insolente.
—Ya te dije que no estoy celoso —Le quito la computadora y me
siento en sus piernas, mis brazos van hacia su cuello, acerco mi rostro al
suyo para juguetear con su nariz y la mía.
—¿Ah no? ¿No te molestaría que otro hombre me bese? —murmuro
pegada a sus labios, lleva el cigarrillo a su boca y da una honda calada que
después sopla en mi dirección obligándome a respirar el humo que sale por
su boca.
—¿Por qué me molestaría? Supongo que te han besado muchos antes
en el burdel —Frunzo el ceño, es incómodo que traiga a colación mi estado
de esclava, me parece que lo hace como recordatorio, no para mí, para él
mismo.
—Tienes el poder de decidir si ya no quieres que alguien más lo haga
—Rozo mi boca con la suya sutilmente, el olor a cigarrillo me inunda las
fosas, me gusta, todo de Ömar me gusta y me excita.
—No puedes quedarte conmigo Nath.
—Es lo que quiero y tú también, aunque no lo aceptes —Continúo
jugueteando con nuestras bocas, atrapo su labio inferior con el mío y lo
chupo, él me corresponde mordisqueando el mío superior.
—Aunque lo desee no puedo —dice en voz tan baja que casi no puedo
escucharlo.
—¿Por qué Ömar? ¿Por qué no hablas conmigo? Explícame que pasa.
—Hay cosas que es mejor que no sepas, no podrías comprenderlas.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 27
Socios
Marceline y Frederika me ayudan a arreglarme para la importante cena de
gala, ambas están muy animadas con la idea de vernos juntos, yo también lo
estoy. ¿Acaso Ömar es el único que no se da cuenta que estamos hechos el
uno para el otro? ¿Todo ese sexo maravilloso que hemos tenido y que él
mismo confesó que lo ha disfrutado como nunca, no le hace ver que mi
lugar es a su lado? ¿Qué tengo que hacer para que se convenza de una vez?
Me miro al espejo, la imagen que me devuelve es irreconocible, no
parezco yo. El reflejo muestra una mujer elegante, sumisa, discreta y a la
vez sensual. ¿Esto es lo que él busca? ¿Es esta la clase de mujer que quiere?
¿Alguien que esté a su mismo nivel y no sea una esclava sexual? ¿Alguien
que pueda sacar libremente al exterior y presentar a sus amigos sin ningún
reparo?
—Te vez muy bella Nath —Frederika me observa con ojos brillosos,
ella también es un misterio como todos en esta casa, a veces pareciera que
huye de mi presencia como si me tuviera miedo, y otras como esta se
comporta casi de manera maternal.
—Sí beluga, hasta te pareces a....
—¡Marceline! —la interrumpe Frederika.
—¿A quién me parezco Zanahoria? —Creo saber lo que iba a decir,
pero no puedo revelar que he visto las fotos de la habitación de Amún.
—Pareces una verdadera emeratí, es lo que Marceline iba a decir —La
mujer alemana le lanza una mirada de advertencia a la chica de pelo naranja
que se hace pequeña sentada en mi cama.
—Sí, justo eso iba a decir —Sonríe forzadamente y luego se retira de
mi habitación.
—Ven Nath, vamos a enmarcar más esos hermosos ojos azules que
tienes —Me sienta de nuevo frente al tocador y continúa con el maquillaje.
—Frederika... —Dudo si será buena idea preguntarle sobre la mamá
de Ömar, tengo mucha curiosidad respecto a ella, él no me platica grandes
cosas sobre su infancia y yo quiero saberlo todo, al final decido
aventurarme—. Yo vi una foto hace unos días, de una mujer blanca y de
ojos azules ¿Es ella la mamá de Ömar?
—¿Dónde la viste? —La mujer abre los ojos desmesuradamente.
—En la habitación del padre de Ömar —confieso con voz casi
inaudible.
—¿Entraste ahí? —Asiento con la cabeza—. ¿Cómo? Siempre está
cerrada.
—No lo estaba, tenía curiosidad por saber algo del papá de Ömar, no
hay fotos de él en toda la casa y entré a ver si encontraba alguna.
—¿Qué más viste?
—Varias fotos, el señor Amún, la mujer rubia ¿Es ella la mamá de
Ömar? —Frederika aprieta los labios sin responderme, creo que le molesta
que le pregunte estas cosas—. También vi unas fotos de Ömar de niño,
estaba enfermo ¿Qué le pasó?
—No debiste ver eso, son cosas personales de Amún y Ömar.
—Pues ya las vi, dime que fue lo que le pasó.
—No, si él quiere contarte de su pasado lo hará, yo no soy quién para
revelar lo que tanto se han esforzado por ocultar.
—Frederika, conozco cosas de Ömar, unas muy turbias, tal vez tú
también las sepas, lo que sucede en el sótano...
—¡Cállate niña!, yo no puedo hablar de eso.
—No lo juzgo, lo acepto tal cual es, puedo soportar sus facetas
extrañamente perturbadoras, pero necesito respuestas y algo que me ayude a
convencerlo de que me quede aquí con él —suplico.
—Ninguna mujer se queda con él, tú tampoco lo harás, él es diferente,
nadie puede entenderlo, a veces ni yo lo hago.
—Yo quiero quedarme aquí con él, quiero estar a su lado, no me
importa lo que me haga, no será nada peor de lo que ya he vivido —Ella
sonríe con desgana, coloca uno de los mechones de mi cabello detrás de mi
oreja y por último levanta mi mentón.
—Tú estás muy confundida dulce niña, no ves la realidad.
—Frederika...
—Sigamos con el maquillaje, ya casi es hora de la cena —dice de
pronto dándose la vuelta para tomar de nuevo una brocha para párpados.
Termina de maquillar mis ojos que se ven excepcionalmente grandes y
azules, me ayuda a colocar el niqab cubriendo perfectamente mi cabello y
gran parte de mi rostro, los zapatos son de piso y combinan a la perfección
con la abaya. Sus socios llegan casi todos al mismo tiempo, la mayoría
árabes ataviados con esas túnicas blancas y los pañuelos en la cabeza, uno
que otro lleva traje como Ömar, que para variar va de negro, las mujeres
que los acompañan llevan abayas, similares a la que yo llevo.
Para saludar a los hombres, Ömar me aconsejó solo asentir con la
cabeza, no darles la mano ni hacer demasiado contacto visual con ellos, con
las mujeres si está permitido tener contacto, e inclusive besar su mejilla si
ellas toman la iniciativa. Desarrollo mi papel lo mejor que puedo, sin hablar
y sin tocar a ningún hombre, ellos tampoco me miran demasiado, según me
explicó, en su cultura contemplar demasiado a una mujer es considerado
lujurioso y hasta adulterio de ojos, lo más extraño que he escuchado en mi
vida.
El último socio en llegar hace entrada en la terraza y me petrifico al
ver que es Max, se acerca a paso firme a Ömar y lo saluda, después se
dirige a mí, inclino el rostro para que no me reconozca, aunque quizás con
el niqab no lo haga. Comer con esto sobre mi rostro es muy complicado,
trato de hacer lo mismo que las otras mujeres, pero pierdo la paciencia y
opto por dejar la comida por la paz. Después de la cena, los hombres hablan
de negocios por largo rato, la mayoría en árabe, solo unas cuantas
intervenciones en inglés y de todas formas no entiendo una mierda de lo
que dicen porque usan palabras y términos que jamás había escuchado.
Aburrida de la situación, le pido permiso a Ömar para levantarme de la
mesa e ir al sanitario, necesito quitarme un momento el niqab. Reviso que
mi maquillaje esté perfecto y cuando voy a salir la puerta del baño se abre y
entra Max, me arranca el pañuelo y puedo ver como su rostro se va tiñendo
de rojo. Me da una bofetada tan fuerte que me hace marearme y el oído me
zumba, me toma del cuello y me azota contra la pared manchando mi visión
con motitas negras, quiero gritar, pero no puedo, su mano se cierra con
fuerza excesiva impidiéndome emitir sonidos o respirar, tal como lo hizo en
el burdel.
—Sabía que eras tú Nath, aún disfrazada con esos trapos. No sé qué
mierda haces en esta casa, pero ahorita mismo nos vamos, te vienes
conmigo.
Manoteo y pataleo para quitármelo de encima, pero es imposible.
Max, a pesar de no ser corpulento tiene mucha más fuerza que yo. De
repente la luz del baño se apaga, se gira para ver qué ha sucedido, estamos
en penumbra, casi no se distingue nada, aunque yo sí sé que es lo que está
pasando.
—Suéltala ahora mismo —La voz ronca de Ömar hace que mi alma
regrese a mi cuerpo, Max afloja su agarre, pero no me suelta del todo.
—¿Por qué está ella aquí? —cuestiona tratando de enfocar hacia el
espacio oscuro de donde proviene la voz.
—Eso no es de tu incumbencia, te doy tres segundos para soltarla o lo
vas a lamentar. Uno... —inicia el conteo, pero Max no se mueve ni un
milímetro—. Tres... —escucho un fuerte golpe y la mano suelta mi cuello.
Corro en cualquier dirección, casi no veo por donde voy hasta chocar
de nuevo con una pared, busco el interruptor de la luz y lo acciono. Ömar
está de pie sosteniendo el cuerpo de Max por las solapas de su traje, parece
haber perdido el conocimiento, no obstante, eso no es lo que llama mi
atención, miro al árabe detenidamente parpadeando varias veces a fin de
aclararme la visión y corroborar que estoy viendo bien.
—Así no estabas vestido —jadeo aun tallándome el cuello.
—¡Sal de aquí! —gruñe con tanta fuerza que no me queda otra opción
que obedecer.
Corro a la cocina en busca de Frederika o de cualquier otro de los
trabajadores, Marceline y ella están terminando de recoger, cuando me ven
se acercan rápidamente. No puedo hablar, tengo un pinchazo de dolor a un
costado del torso que me hace doblarme con la mano sobre la zona y mi
respiración errática no me deja articular palabra. Pasados unos breves
minutos por fin logro recuperarme.
—Ömar golpeó a Max en el baño —susurro, ellas se miran extrañadas.
—¿Qué? —Frederika me mira interrogante.
—¿Quién es Max? —pregunta Marceline.
—Uno de los hombres que vino a la cena. Lo conozco, se llama Max,
me siguió al baño y me atacó y Ömar lo golpeó, creo que está inconsciente,
hay que auxiliarlo.
Las mujeres salen corriendo en dirección del sanitario sin dejarme
explicar más, al llegar no encontramos nada, ni rastro de Ömar, ni de Max,
ni indicio alguno de que allí se hubiese desarrollado una pelea. Nada.
Vamos a la terraza y ahí está el árabe, como si nada, hablando con sus
socios, pero Max no está por ningún lado. Veo a Ömar de nuevo, tiene el
mismo traje negro de toda la noche, pero en el baño llevaba un pantalón
negro y camisa negra que no eran las mismas del traje y estaba sin corbata y
sin saco.
—Creo que lo imaginaste todo, Nath —comenta Marceline como si yo
estuviera loca.
—Claro que no Zanahoria ¿Dónde está Max?
—No sé quién es Max.
—El último de los invitados que llegó, no muy alto, rostro arrugado,
feo —explico, no puede ser que no lo recuerde, ella estaba recibiendo a las
personas en la puerta.
—Ni idea, no lo vi.
—Regresemos a la cocina Marceline. Nath, si no te sientes bien
excúsate con Ömar y vete a tu recámara —sugiere Frederika.
«¿Qué no me siento bien?»
Por su puesto que no me siento bien, este lugar y este hombre me están
volviendo loca. Yo no imaginé lo del baño, el dolor en mi cuello no es
imaginario, Ömar estaba ahí, pero con otra ropa, muy similar, pero era otra.
Me compongo el niqab y me aproximo a mi árabe, le pido en voz baja
permiso para retirarme y él asiente con la cabeza sin dejar de hablar con sus
socios.
Camino en dirección a las escaleras con paso rápido, hay algo que no
está bien aquí, necesito tranquilizarme y pensar que fue lo que sucedió en el
baño. Una de las mujeres que vinieron a la cena me alcanza, jala mi mano
para girarme, se quita el niqab y descubro a la mujer que lo acompañó a la
noche de gala del burdel, ella me mira con ojos acusatorios, sus labios tan
apretados formando una línea delgada y las manos cerradas en puños.
—¿Por qué sigues aquí? —pregunta en un inglés muy malo que
apuradamente entiendo.
—Eso no te importa —respondo, tiro de mi mano para liberarme de su
agarre.
—¿Cuándo te vas a largar al prostíbulo donde perteneces? ¿Cuándo
vas a dejar de revolcarte con Ömar? —reclama, la ira comienza a formarse
en mi interior apretando mis entrañas, contengo el impulso de abofetearla,
si ella está aquí es porque es su socia y no puedo hacer nada que lo haga
enojar.
—¿Quién eres tú para decirme esas cosas? Lo que yo haga con Ömar
no es de tu incumbencia.
—Soy su futura esposa —aclara levantando el mentón, lo cual me
hace trastabillar hacia atrás.
—N-no es c-cierto, él no tiene p-pareja —tartamudeo, mi corazón
acelerado por sus palabras trabaja de una forma irregular y dolorosa, no
puede ser cierto, él me dijo que no tenía tiempo para una relación. Me doy
la vuelta para seguir mi camino, no le voy a poner atención a esa estúpida.
Si fuera su futura esposa, él no dormiría conmigo ni tendría sexo conmigo
cada día. Doy dos pasos hacia la escalera, pero ella vuelve a jalar mi brazo.
—No lo somos por ahora, pero lo seremos, él mismo ha reconocido
que soy su mejor opción para el matrimonio.
«No es cierto, no es cierto, no es cierto»
—Yo en tu lugar no me haría muchas ilusiones, él me quiere a su lado
—replico, ella podrá ser la clase de mujer que él vea como mejor opción
para casarse, pero yo soy la mujer que le ha demostrado que puedo
satisfacerlo de cualquier forma que necesite y eso es algo que nadie más
podrá hacer.
—Aunque te disfraces con las mejores galas se te nota la bajeza, tú no
perteneces a este mundo ni a la vida de Ömar, hazle un favor, lárgate de una
vez y deja de importunarlo con tu presencia. ¿Acaso no notas lo incómodo
que está contigo aquí?
Me suelto de su agarre y continúo caminando hacia mi habitación, las
palabras de esa maldita mujer se clavan en mí como dagas afiladas creando
una opresión en mi pecho angustiante y dolorosa. Eso no es cierto, él no
tiene pareja, quiere estar conmigo, yo lo sé, yo lo siento cuando me besa, en
la cama o en el sótano, él y yo nos volvemos uno.
—Lo que estás pensando no puede ser.
—Porque soy una puta, no soy digna de ti ¿Cierto?
—Es una de las razones.
Me doy una bofetada mental y me reprendo a mí misma, no debo
pensar en eso, yo puedo conseguirlo, Ömar está sintiendo algo por mí, yo
puedo hacer que se quede conmigo. Entro en mi habitación con la
respiración acelerada y el pulso a mil. Las palabras de ella y de él generan
un huracán de confusión en mi mente.
—No puedes quedarte conmigo Nath.
—Es lo que quiero y tú también, aunque no lo aceptes.
—Aunque lo desee, no puedo.
Sí puede, él va hacerlo, aún me quedan unos días, tengo que poner
todo mi empeño para hacer que se enamore de mí, solo necesita un
empujón. Me quito la ropa con desesperación, doy vueltas por toda la pieza
ideando la forma de envolver a Ömar de una forma que ya no pueda
resistirse a mí, él es mío. Durante mucho tiempo pienso en cómo llegar a su
corazón de una forma definitiva, de una manera que no le permita sacarme.
Cansada y adolorida me recuesto en la cama, necesito dormir para
despejarme un poco, sin embargo, todo lo que gira en mi cabeza no me lo
permite y no puedo cerrar los ojos. La puerta de mi habitación se abre al
cabo de lo que me parecen horas, Ömar entra silencioso y apaga la media
luz que ilumina la estancia, ahora solo entra la claridad de la luna, se
detiene a lado de mi cama con los brazos cruzados sobre su pecho,
mirándome fijamente, con una extraña expresión en su semblante.
—Ya todo está resuelto, Abtikari.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 28
Por ti
—¿Qué hiciste con Max? —cuestiono poniéndome de pie frente a él.
—No te preocupes, él no volverá acercarse a ti.
—Ömar ¿Qué le hiciste? Explícame como tienes otra ropa de un
momento a otro —Extiende su mano para acariciar mi rostro, lo cual
produce en leve estremecimiento de mi cuerpo por la mirada que me da.
Furia.
—Khaliqi —sisea—. No hagas preguntas de las que no quieres
conocer las respuestas.
Pero yo también estoy furiosa, odio que no me da ninguna respuesta,
sus palabras sin sentido y que me evada como si yo fuera una estúpida.
—¡Ömar ya! —grito furiosa—. Deja de tratarme como si fuera una
tonta, como si no pudiera comprender las respuestas a mis preguntas.
—Khaliqi —repite con enojo, colocando una mano en mi nuca y
acercándome a sus labios—. ¿Quieres respuestas, Abtikari? ¿Vas a tolerar la
verdad?
—Sí, quiero que me lo digas ya —afirmo con rotundidad, él sonríe de
manera perversa.
—Vamos entonces —Su voz baja y ronca me da escalofríos, toma mi
mano con firmeza para conducirme a la salida de la habitación.
Caminamos hacia ese sitio al que ya estoy familiarizada, no sé qué
encontraré, pero conociendo el tipo de cosas que hace ahí no espero nada
bueno. Al abrir la puerta lo primero que veo es a Max, amarrado a la barra
metálica en la que yo misma he estado retenida, los brazos separados
extendidos lo más posible y su cuerpo cuelga inerte a solo unos centímetros
del piso. Me acerco de prisa a él, negándome a creer que lo haya asesinado.
No es que me importe su vida, después que intentó asfixiarme por segunda
vez y pretender llevarme por la fuerza, no puedo sentir sino desprecio por
él.
Pero me niego a aceptar que mi precioso árabe sea capaz de hacer algo
tan aberrante, es peligroso, lo sé, pero no pensé que, de esta forma, no
parece ser de las personas que va asesinando a gente a su alrededor por
simples altercados. Reviso el cuerpo de Max, aún respira débilmente, eso
me devuelve el alma al cuerpo.
—¿Por qué lo tienes aquí?
—Va a pagar por lo que hizo —murmura cruzándose de brazos.
—Ömar, él no me hizo nada grave —aclaro, aunque la punzada en mi
mejilla diga lo contrario, estoy acostumbrada a los golpes, este no es el peor
que he recibido.
—Khaliqi ¿Tengo que recordártelo de nuevo, Abtikari? —Su mirada
amenazadora me hace estremecer de nuevo, no sé si de temor o de
excitación, ya no soy capaz de diferenciar mis reacciones a su lado, van
ligadas la una con la otra.
—Khaliqi —corrijo—, él no me hizo nada, déjalo ir por favor.
—No puedo pequeña, nadie toca lo que es mío —murmura en voz
ronca y profunda.
«¿Lo que es suyo? ¿Yo soy suya?»
Ömar, hace descender la barra hasta que los pies de Max tocan el piso,
jala su cabello hacia atrás para levantarle el rostro y lo abofetea con fuerza
hasta que comienza a recobrar el conocimiento. Lo suelta y se dirige hacia
el área obscura, esa donde aguardan sus instrumentos de tortura. Max me
mira con ojos saltones y llorosos.
—Nath mi amor, suéltame —solicita Max, que me diga mi amor
después de lo que me hizo me enerva, es tan cínico, me golpeó, me insultó,
intentó secuestrarme y tiene la desfachatez de decirme mi amor.
—No soy tu amor —refuto—, no vuelvas a decirme así jamás.
—¡Tú eres mía, maldita puta! —grita colérico, su rostro desencajado
lo hace ver más horrible de lo que es, antes lo toleraba porque era uno de
mis mejores clientes, pero justo ahora, noto el asco que me da.
—¿Y yo qué debo demostrar?
—Que no eres un objeto sexual.
Recuerdo sus palabras en el centro comercial, no soy un objeto sexual,
no volveré a ser la puta de nadie, solo Ömar puede hacer conmigo lo que
desee, él es mi dueño porque así lo siento en mi interior, no es necesario que
me compre para que yo me deba solo a él.
—Nunca más seré tu puta Max, y por supuesto jamás seré tuya, me
das asco, siempre me lo diste —digo con evidente desagrado, su semblante
cambia a uno altanero.
—No parecía eso cuando gemías mientras te estaba cogiendo —
Resoplo por sus palabras, sé que soy excelente fingiendo orgasmos y que
disfruto de ser follada, pero no creí que los clientes lo creyeran ciegamente.
—¿Tan imbécil eres que no sabes reconocer cuando una mujer está
fingiendo, Maxi?
—Te puedo demostrar cómo gime una hembra cuando está siendo bien
follada —Ömar regresa con la mesita metálica con ruedas y muchas navajas
que se aprecian en extremo afilados.
—¡Te voy a matar Al Qadar, te lo juro! —brama Max, que amenace a
mi árabe me enfurece a un grado superlativo.
—Lo dudo y no me gustan las amenazas, me hacen ponerme brusco —
Parado detrás de mí, tira de mi pelo hacia abajo, sus labios impactan los
míos en forma violenta y posesiva, esa forma que no deja cabida para dudas
en mí, él es mi dueño.
—¡Suéltala, hijo de puta! —exige a gritos, tanto el árabe como yo lo
ignoramos rotundamente y continuamos en nuestro beso que cada vez se
hace más intenso y despiadado.
Ömar me levanta por los glúteos y me sienta sobre la mesa haciendo a
un lado las cuchillas, con sus grandes manos me arranca el camisón
desgarrando la tela que cede ante su fuerza, como si fuera una simple hoja
de papel, lo mismo hace con el pequeño biquini. Besa mi cuello con rudeza,
pequeñas mordidas que son dolorosas, pero que disfruto mucho, son muy
excitantes. Desciende hacia mis senos, los chupa con fuerza poniendo mi
piel roja, agrandando mis pezones que endurecen por lo violento de su
succión. Max continúa gritando maldiciones e insultos para nosotros, el
hecho de que esté ahí mirándonos y cabreado por lo que Ömar me hace me
provoca aún más.
Le quito la ropa a mi precioso árabe lo más rápido que puedo, quiero
que me coja de una vez, quiero demostrarle a Max lo que es gemir de
verdad, quiero demostrarle a quien le pertenezco y jamás vuelva a decir que
soy suya. Coloco las manos sobre el borde detrás de mí y los pies sobre el
canto delantero de la mesa, me abro completamente de piernas, mi sexo
expuesto ante los dos hombres, pero solo uno podrá disfrutarlo. Ömar toma
una de las navajas y desliza suavemente la punta por uno de mis muslos, es
apenas un roce pero que deja un hilo de sangre por donde pasa.
El dolor punzante me hace gemir, su lengua tibia recorre la longitud
del corte, jadea sobre mi pierna recogiendo la sangre que sale de ella, mi
vagina se contrae y humedece a toda velocidad escuchando su gemido
gutural. Ömar, posa sus manos a lado de las mías sobre el borde de la mesa
y me penetra de un brusco y profundo movimiento, me arqueo presa del
placer que este salvajismo me produce, él me da placer en cualquiera de sus
actitudes, amo sus dos personalidades, la tierna y la desquiciada.
Yo lo amo a él.
Sus embestidas certeras y poderosas me llevan demasiado rápido por
la cima del éxtasis, gimo sin ningún control, aún más fuerte que los gritos
de Max, que quedan amortiguados por el sonido de nuestros cuerpos chocar
y por los jadeos y gemidos que escapan de nosotros, juntos en el averno
somos barbarie y perversidad pura. Mi orgasmo es tan devastador que mis
brazos ceden y me dejo caer sobre la mesa, mi cabeza queda colgando por
el borde mientras él continúa arremetiendo sin piedad contra mí.
En un segundo me gira, dejando mi trasero levantado, sus dedos
esparcen la humedad de mi vagina hacia el ano e introduce uno de sus
dedos en mi interior, gimo y me retuerzo, su dedo entra y sale a la par que
su miembro, cada uno en una de mis entradas.  Leves gritos escapan de mi
boca, es jodidamente delicioso sentir como me folla por ambos lados al
mismo tiempo, de ser cualquier otro lo aborrecería, odio que toquen mi
trasero, pero no con Ömar, él puede poseerme de la forma que desee y no
voy a poner resistencia.
Saca su dedo y su miembro de mí, me quejo por la pérdida de todas
esas sensaciones maravillosas. Sin embrago, grito cuando sujeta mi cabello
con un puño tirando de él con salvajismo y se adentra en mi culo
brutalmente, duele, pero resisto el grosor de su pene, sé lo que viene a
continuación. Al cabo de unos minutos, donde mis gemidos y gritos de
placer inundan el ambiente callando a Max, un segundo orgasmo se genera,
tan abrumador como todos los que este hombre me da, mi culo se contrae
alrededor de su miembro que finalmente se derrama en mi interior gruñendo
de esa manera sexy e intimidante.
Disfruto un momento de mi estado de relajación postcoital, pero los
gritos de Max me regresan a la realidad. Ömar se coloca de nuevo el bóxer
y el pantalón, me da la playera negra para que me la ponga, ya no tengo
camisón, vestirme con su ropa es ridículamente placentero, huele a él,
limpio, a perfume varonil y a cigarrillo, el olor que más amo en el mundo.
Ömar toma la cuchilla más grande y se acerca a Max, el pulso se me
acelera, no quiero que lo haga, no quiero que sobre su conciencia cargue un
homicidio.
—Por favor Khaliqi, no lo hagas —suplico, Max es insignificante, no
vale la pena que se ensucie las manos.
—¡Tú cállate maldita puta! —me grita Max—. ¿Eso era lo que
querías, que te cogiera por el culo? Eres tan asquerosa Nath, siempre te traté
con amor y lo que querías era ser tratada como la vil mujerzuela que eres.
Mi mano se mueve involuntariamente e impacto la palma en el feo
rostro de Max, estoy tratando de salvarle la vida y al imbécil lo único que se
le ocurre es ofenderme. ¿Y qué si me gusta que me cojan por todos lados?
Es mi maldito cuerpo y eso no me convierte en una mujerzuela, lo fui, eso
no se puede negar, pero no por decisión mía, fui esclavizada, pero a partir
de ahora solo seré de él, de mi árabe.
—Tengo que hacerlo, Abtikari —afirma dándome un beso en la frente
—. Por ti.
En un rápido e impredecible movimiento Ömar clava la navaja en el
abdomen de Max y la retira para volver a clavarla, la sangre sale
incontrolable por la herida salpicándonos, la cara de satisfacción de mi
árabe es alarmante, es como si estuviera teniendo un segundo orgasmo por
el hecho de apuñalarlo. Los alaridos de Max crean una confusión en mi
mente, por un instante disfruto un poco de oírlo sufrir, pero descarto de
inmediato ese sentimiento, no puedo regodearme en el dolor de otro.
«Ya lo hiciste una vez con Cinna, no seas hipócrita Nath»
Pero con ella fue distinto, yo no la asesiné.
«Asesinaste a su hijo»
Miles de pensamiento se arremolinan en mi mente, recuerdos,
sentimientos reprimidos, ofensas, castigos, dolor, lágrimas contenidas,
desprecio, odio. Todo lo que mi asquerosa vida de mierda me ha hecho
pasar cae sobre mí, quiero liberarme de todo eso, merezco ser feliz por una
vez. La piel de Max luce pálida, tal como me veía yo cuando salí de la
cloaca a ser subastada, tal como me veía después de mi primer castigo o
después de pasar días encerrada en el averno. Así me vi muchas veces y a
hombres como Max no les importó mi estado, solo querían cogerme,
incluso me hicieron más daño del que ya mostraba mi cuerpo.
Incluso Max lo hizo, a pesar de jurar amarme no se abstenía de
follarme a pesar que algunas veces vio mi cuerpo con cardenales por azotes.
Ahora debe pagar por ello. Me dirijo a la mesa y agarro una cuchilla
pequeña, la clavo también en el cuerpo de Max, la satisfacción es
apabullante, su sangre llena mi mano cuando la retiro de su costado. Dejo
caer el arma al piso absorta en la imagen que ofrece mi mano
ensangrentada, Ömar se acerca a mí, me abraza por la cintura y me habla al
oído.
—Muy bien Abtikari, disfrútalo, provocar dolor también produce
placer.
Tiene razón, este desquiciado y perverso hombre tiene razón. La
inmensa paz que siento en este momento no se compara con nada, ni
siquiera con los orgasmos que él me ha regalado, insertar el cuchillo en el
cuerpo de Max, me quitó un poco del peso que llevo encima, me acercó
más a mi liberación. Definitivamente también estoy loca y no me importa
estarlo si eso me permite sentirme así, satisfecha y libre. Mi cerebro
aletargado se encuentra sumido en una especie de trance por lo que hay en
mi mano… Sangre.
Deslizo la mano por el pecho de Ömar llenándolo de la sangre de Max,
el olor férreo es lo único que percibe mi nariz, ver el perfecto cuerpo de mi
árabe manchado de rojo lejos de producirme repulsión, me excita. Estoy
demente, tanto como él, por eso es que estamos tan bien el uno con el otro,
por eso es que nos complementamos a la perfección. Jalo su cuello hacia
abajo para besarlo, es un beso salvaje y agresivo, visceral y demoledor. Él
me abraza apretándome a su cuerpo, siento la navaja pegada a mi espalda y
se la quito de las manos.
En un instante de locura deslizo la hoja afilada por el brazo de Ömar
dejando un rasguño sobre su músculo, su cuerpo se tensa y gruñe
mordiéndome el labio, haciéndome sangrar también. Me deshago de su
boca y voy por aquello que deseo, deslizo la lengua por su herida tal como
lo ha hecho él en incontables ocasiones conmigo, el sabor de su sangre se
apodera de mi boca, salvaje y deliciosa y es mía porque él me pertenece, no
es de la zorra engreída, ¡él es mío!
—Eres mío—declaro volviendo a besarlo, el sabor de su sangre y el de
la mía se funde—. Mi Khaliqi.
—Abtikari —gime, succiona con fuerza mi labio provocando que
sangre más—, me vuelves loco, maldita mujer.
—Los dos estamos locos mi amor, por eso tenemos que estar juntos.
«Para siempre juntos»
Trepo por el cuerpo de mi árabe, enredando las piernas en su cintura,
él camina hacia la salida y apaga la luz antes de cerrar la puerta a nuestra
espalda, me pregunto qué será de Max, aunque realmente no me importa si
se muere o no, lo único que me preocupa es que Ömar se meta en
problemas por lo que acabamos de hacer. Se dirige hacia mi habitación, los
pasillos oscuros nos permiten movernos sin ser vistos, aunque es tan tarde
que ya no hay empleados recorriendo la casa.
Entramos juntos en la ducha, aun besándonos y sin quitarnos la ropa,
el agua lava la sangre de nuestros cuerpos, pero no borra las ganas que
tenemos el uno del otro, de poseer nuestros cuerpos y a la vez quebrarlos
con caricias agresivas y violentas. Me deshago de su bóxer y pantalón para
hincarme frente a él e introducir su erección en mi boca, lo chupo con
fuerza, su miembro late y se endurece tanto que cada vez que golpea el
fondo de mi garganta duele, lamo también sus testículos mientras él
golpetea mi rostro con su pene y se masturba para dejar caer su eyaculación
en mi cara.
Me pone de pie y recarga mi cuerpo en la pared de la ducha, sus
brazos fuertes me levantan y me hacen envolver mis piernas en su cintura,
pero no se detiene ahí, una vez que me ha acomodado correctamente, baja
las manos a mis glúteos y vuelve a levantarme apoyándome contra la pared,
ubica mis piernas por encima de sus hombros dejando mi sexo al alcance de
su boca, mientras yo me sostengo de su cabello, él se dedica a devorar mi
clítoris y a darme un orgasmo tras otro sin darme tiempo de recuperarme
hasta que suplico por su piedad.
Me baja para darme la vuelta y estrellar mi mejilla contra la pared, no
es para nada delicado, ni tiene consideraciones con mi cuerpo, sus manos
separan mis glúteos para penetrarme desde atrás, una vez que ha entrado
por completo toma mis tetas y arquea mi cuerpo para comenzar a
embestirme con su rudeza característica. Me folla por mucho tiempo, me
folla en todas las posiciones posibles estando de pie, me folla con fiereza y
posesividad marcando mi cuerpo con sus manos, por lo agresivo de sus
caricias.
Salimos del baño después de varias horas, con mi cuerpo exhausto, mi
vagina irritada y mis labios partidos por sus besos y mordidas. Nos
metemos en la cama desnudos, lo envuelvo con mi cuerpo, ya no quiero que
se separe de mí nunca, mi árabe, mi amor, lo sé, lo tengo claro tanto en mi
corazón, como en mi mente, este hombre se ha convertido en mi dueño por
completo, mi vida es suya.
—Te amo —susurro con los labios pegados a su pecho.
Él no me responde, pero su piel se eriza al escucharme confesarle mis
sentimientos, aunque él no me lo diga y se niegue a aceptarlo, yo sé que
esto es mutuo, el asesinó a Max por mí, para que no volviera a tocarme y a
intentar llevarme. No necesito escuchar en voz alta un te amo para saberlo,
me lo demuestra con sus acciones, con sus besos que no han sido de nadie
más, solo míos y con su entrega, puedo sentir la diferencia de la primera
vez que tuvimos intimidad a hoy, él me ama.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 29
Abu Dhabi
Me estoy acostumbrando muy fácil a despertar entre los brazos de mi
precioso y demente árabe, su cuerpo ardiente alrededor del mío me hace
sentir segura, protegida, así como lo hizo anoche. Verlo dormir hace a mi
corazón hincharse, este hombre loco y peligroso lo hizo latir de nuevo, lo
devolvió a la vida con su rara forma de ser. Acaricio su atractivo rostro, lo
tiene semi enterrado en la almohada y un ligero ronquido se genera entre
sus labios. Es hermoso, oscuro y perfecto.
¿Cómo puede ser tan perfecto? No es algo normal.
—Te amo, aunque estás excesivamente perturbado —susurro, dejo un
besito en su nariz.
Sus labios se curvan en una sonrisa coqueta acelerándome la
respiración, lo logra con facilidad, desde la primera vez que lo tuve de
frente y sus ojos marrones me miraron con esa intensidad gélida
característica de él. Abre el ojo que tiene descubierto y lo cierra de repente
tapándoselos con la mano.
—Corre las cortinas —comenta molesto.
Me pongo de pie en un salto y hago lo que pidió, la habitación queda
en una penumbra relativa, las cortinas son muy gruesas y no permiten el
paso de la luz, pero un sutil marco luminoso alrededor de ellas provee un
poco de claridad. Le quito la mano del rostro y me la llevo a los labios, no
entiendo por qué le molesta a veces la luz, lo mismo pasó en la sala de
música.
—Ya puedes abrir los ojos —le digo al oído y dejándole un beso
también sobre la oreja.
—Gracias —Se gira en la cama para ponerse boca arriba, veo las
marcas de las mordidas que le di en el baño y el corte en su brazo por la
navaja—. Me quedé dormido.
—Te ves hermoso cuando duermes, casi pareces una persona normal
—Ambos nos reímos porque sabemos que es todo, menos normal y por eso
lo amo tanto, porque es único y encantador.
—Tengo que irme a vestir, fíjate si hay mucha luz en el pasillo.
Su petición me extraña, me asomo por la puerta de la habitación, el
pasillo está iluminado, las cortinas del ventanal del fondo están abiertas, las
cierro para que no le moleste la luz y pueda cruzar a su habitación. Regreso
a la cama con él y lo abrazo, no quiero que se vaya todavía, trabaja mucho,
me gustaría que se tomara un día para nosotros, yo me encargaría de
consentirlo.
—No te vayas aún, es temprano —pido acurrucándome contra su
pecho, su mano enreda mi cabello y tira de él para elevar mi rostro y
besarme.
—Tengo que resolver lo del sótano, después podemos hacer algo,
como follar —pronuncia en tono perverso, mi vagina sensible por toda la
actividad de anoche se contrae de acuerdo a su propuesta.
—Follar es lo que más me gusta hacer contigo —Dejo un beso en su
barbilla y subo mi pierna a su cadera para no permitirle marcharse aún—.
¿Por qué te molesta la luz de repente?
—Se me dificulta pasar de la oscuridad a la luz —explica—. No tolero
los rayos del sol.
—Pero hemos estado en el exterior a la luz del día —señalo, él frunce
el ceño.
—Olvídalo, me voy a vestir a mi habitación —Se deshace de mi
cuerpo, aunque pongo resistencia tratando de retenerlo un poco más.
—Ömar… —Tomo su mano antes de que se levante de la cama—.
¿Qué va a pasar con Max?
—Voy a deshacerme de él, no te preocupes —Acaricia mi rostro y se
inclina para dar un último beso y después ponerse de pie, puedo detallar su
cuerpo exquisito y desnudo, exhibe las mordidas que le di anoche y el
rasguño de su brazo.
—¿Y si te metes en problemas? ¿Qué va a pasar cuando su familia
empiece a buscarlo?
—Nadie sabe que estuvo aquí. Maximillian, pretendía hacer un
negocio por debajo del agua con los fondos de la empresa de su esposa, no
le convenía hacer pública su visita a Dubái, lo manejó todo con mucha
discreción, incluso el número de teléfono con el que se comunicaba con
nosotros no es el de su contacto habitual. Nosotros no hacemos negocios
sucios, la empresa de mi padre siempre ha sido transparente y así la hemos
mantenido.
—¿Nosotros? ¿Quiénes? —pregunto, él comienza a caminar hacia la
puerta dejándome ver su trasero y sus nalguitas redonditas.
—Somos un equipo de trabajo, yo solo no puedo dirigir una empresa
tan grande.
—Entonces no te preocupa que puedas verte involucrado —Sonríe de
lado, de esa manera que me hace suspirar por lo arrogante que se ve.
—Nunca me han involucrado, Abtikari.
Sale de mi habitación dejando esa última frase flotando en el aire.
¿Nunca lo han involucrado? ¿Él ha hecho esto en otras ocasiones? ¿Ha
asesinado a otras personas? Por supuesto que lo ha hecho, la forma y la
determinación con la que clavó la navaja en el cuerpo de Max, no es la de
una persona que lo hace por primera vez. ¿A cuántas personas más habrá
desaparecido? ¿Por qué razones? No es que realmente me afecte saber eso,
yo misma colaboré con lo de Max y no siento remordimiento alguno, pero
me preocupa la inestabilidad de Ömar.
Aunque loco o no, así lo amo.
Me levanto de la cama para meterme al baño, después de ducharme y
vestirme con algo sencillo bajo a la cocina a desayunar, estoy realmente
hambrienta después de una noche de sexo intenso con mi árabe. Frederika y
Marceline están sentadas en la barra tomando qahwa y comiendo pan de
pita con hummus, me acomodo a lado de Zanahoria e inmediatamente
Frederika me sirve una taza de café árabe.
—¿Ya te sientes mejor? —La mujer alemana me mira con gesto
cariñoso—. Anoche te veías bastante confundida y afectada.
—Sí, estoy mucho mejor —respondo llevándome la taza a los labios,
después de deshacerme de Max y coger como posesa con Ömar ¿quién no
se siente mejor?
—Ömi se va hoy a Abu Dhabi ¿Ya lo sabías? —comenta Marceline,
sus palabras me toman por sorpresa, en la cama me dijo que tenía cosas que
hacer, pero no que saldría de viaje, incluso me dijo que hiciéramos algo.
—Mencionó hace un rato que tenía muchas ocupaciones, pero no me
dijo precisamente cuales.
Mordisqueo el pan que me ofrece Frederika, el hambre se me ha
quitado con la noticia de que Ömar se irá, no sé cuántos días lo hará y eso
me preocupa porque solo me queda una semana aquí y si él no está, mis
posibilidades de convencerlo se verán reducidas, aunque estoy plenamente
convencida que siente algo por mí, eso no me garantiza que vaya a
conservarme. La angustia que desde hace dos días me carcome se
incrementa, cerrándome por completo el estómago y termino por dejar el
pan en el platito.
Ömar entra en la cocina, tan imponente y titánico como siempre, no sé
cómo hace este hombre para permanecer tan intachable todo el tiempo,
inclusive anoche cubierto de sangre se veía totalmente impecable, dormido
se ve majestuoso, cogiendo se ve omnipotente. ¿Cómo lo hace?
—¿Ya te vas Ömi? —Él asiente hacia Marceline, mientras se acerca y
le da un beso en la mejilla, después lo repite con Frederika.
—Voy a estar dos días fuera Nath, te pediré en esta ocasión que por
favor no salgas de la casa —Ve directamente a Marceline—. Te la encargo
—Se acerca a mí y acaricia mi rostro—. Pórtate bien.
—Ömar —digo por impulso sujetando su mano—, llévame contigo,
dijiste que haríamos algo por la tarde.
Él me mira inexpresivo durante un segundo, por el rabillo del ojo
puedo ver a las dos mujeres que se lanzan miradas mutuas. Ömar aprieta los
labios y desliza la mano por su cara, indeciso de si llevarme o no, recuerdo
que cuando veníamos del burdel hacia acá me dijo que no me llevaría a sus
viajes porque son negocios importantes, y sin embargo está aquí,
pensándolo.
—Está bien, ve a tu habitación y prepara la maleta —accede—, hay
una al fondo del guardarropa, rápido.
El estallido de felicidad que su respuesta me produce me hace actuar
sin pensarlo, me levanto de la silla alta, de un brinco me engancho a su
cuerpo musculoso y lo beso ante las miradas estupefactas de Marceline y
Frederika. Él me toma por la cintura y me coloca de nuevo en el piso con
esa mirada gélida y gesto de incomodidad, antes que pueda soltarme un
regaño o retractarse de llevarme, corro a la salida de la cocina y subo las
escaleras dirigiéndome a mi habitación.
En cuestión de minutos tengo la maleta preparada y bajo a toda
velocidad, no quiero que se canse de esperarme y decida marcharse sin mí.
Pero no, él está dentro del auto aguardando por mí, tal como el día que
llegamos a Dubái y descendí del avión en último lugar, con su atención fija
en la computadora y en su mano izquierda un cigarrillo. Sonrío emocionada
mientras avanzo hacia el vehículo, el chofer toma mi equipaje y lo guarda
en el maletero, a este empleado no lo conozco, seguramente es uno de los
que estaban de viaje, es alto y musculoso, como un guardia.
Me acomodo a un lado de mi delicioso árabe, no puedo disimular la
emoción y la felicidad que siento por el hecho que haya accedido a llevarme
a su viaje, no sé dónde es Abu Dhabi, pero seguramente es una ciudad tan
bonita como Dubái, algo a la altura del hombre que me tiene enamorada.
Ömar, cruza algunas palabras árabes con el conductor y en cuestión de
minutos el automóvil se mueve, él regresa su atención a la pantalla de la
computadora y sigue leyendo.
—¿Vamos a ir en avión? —Me emociona volver a subirme a uno, esta
vez no me dormiré, voy a disfrutar el viaje y de su compañía.
—No, Abu Dhabi está a hora y media de aquí, iremos en el auto.
—¿Vas a una reunión de negocios?
—Sí, y por la noche tal vez salgamos a dar una vuelta, es común
reunirse después de cerrar tratos importantes, para celebrar.
—¿Una cena lujosa? No sé si traje la ropa adecuada —digo
mordiéndome las uñas.
—No te preocupes, si es el caso, compraremos algo —Aplaudo
emocionada, otra vez iremos de compras.
¡Genial!
Durante todo el trayecto, Ömar no se despega de su computadora, no
lo molesto, si va a una reunión de negocios seguramente necesita
prepararse. Su teléfono móvil no deja de sonar, lo revisa constantemente,
resopla y frunce el ceño molesto cada vez que lee un mensaje nuevo, creo
que le dan malas noticias que lo tienen de mal humor. Yo veo por la ventana
todo el paisaje, a veces el mar, a veces enormes edificios y algunas zonas
despejadas.
Finalmente llegamos a nuestro destino, el automóvil se detiene en una
impresionante construcción frente al mar. Esta no puede ser su casa, este
lugar parece un palacio, es mucho más grande que el burdel. Descendemos
e ingresamos al edificio, como todo lo que rodea a mi árabe, es lujoso y
brillante. Dos hombres se acercan y nos guían por el interior del lugar.
Paramos en un mostrador donde una joven muy maquillada le entrega una
tarjeta y algunos folletos, después seguimos hasta una puerta donde uno de
los hombres deja nuestras maletas.
—Esta es nuestra habitación, no salgas de aquí mientras yo no estoy,
tienes todas las comodidades que ofrece el hotel, puedes ver televisión y
hay una piscina privada, dejaré pedido el servicio a la habitación para que te
traigan la comida, obedéceme por favor y no salgas —ordena.
—Descuida, no lo haré —Sonrío y me pongo de puntillas para dejar
un beso en su mentón, uno que le borra el ceño fruncido y descongela un
poco su semblante frío.
Ömar me muestra brevemente toda la habitación, después se cambia el
traje y antes de salir me da un delicioso beso que me deja suspirando con su
partida. Veo la televisión un par de horas, pero me aburro de no tener a mi
árabe conmigo dándome suculentos besos y sacándome orgasmos perversos
y perturbadores. Me declino por estar un rato en la piscina, no puse el traje
de baño en la maleta, pero ya que es privado puedo meterme en ropa
interior o incluso desnuda, nadie puede verme.
Un par de horas después, estoy aburrida, todo este lujo y comodidades
no son nada si no está Ömar conmigo, no me importaría estar en la miseria
de mi habitación en el burdel mientras él estuviera a mi lado, no necesito de
todo esto teniendo a mi árabe haciéndome compañía, es lo único que
necesito para ser feliz. Fastidiada del aire libre abandono la piscina y me
dirijo a la habitación. Tomo un baño largo y reconfortante en la enorme
bañera del hotel, con agua caliente y mucha espuma.
Pasan varias horas en las que me muero del aburrimiento y de las
ansias de volver a verlo. Después del baño, me arreglo lo mejor que puedo,
aplico varias capas de maquillaje, en estos días que he estado en su casa y
con ayuda de Zanahoria, he aprendido a usar un poco más de lo que hay en
el tocador de mi habitación. Acomodo mi largo cabello rubio, creo que
necesita un corte, y yo necesito un cambio. A la caída del sol por fin regresa
Ömar, trae consigo una bolsa grande y por supuesto su maletín, lo deja
sobre una mesita y se dirige a mi lado en la cama, me da un tierno beso en
la frente y me extiende la bolsa que trae en las manos.
—Póntelo, vamos a salir.
Un vestido de noche cae de la bolsa, no es una abaya, es un vestido
sencillo y elegante, recatado pero sensual, color marfil, mangas largas y
debe llegarme por las espinillas, además también dentro de la bolsa hay una
caja con unas hermosas sandalias altas con muchas piedras brillantes, sin
dudar un solo segundo me desvisto y me lo pongo mientras Ömar se
encamina al baño quitándose la ropa. Mi reflejo me devuelve una mirada
incrédula, luzco distinguida y bella, como esas mujeres de la noche de gala
del burdel, sin dejar de estar acorde con las reglas de vestimenta de este
sitio.  
Mi sexy árabe se ve tan jodidamente espectacular, me atrevería a decir
que luce más sensual que yo, es que yo ni siquiera tengo punto de
comparación con él, vestido con un traje gris, casi negro y camisa negra sin
corbata, es la viva imagen del poder y la perfección. Toma mi mano y me
hace girar ante sus ojos que me observan radiantes y alborotan mis latidos.
—Perfecta —comenta simplemente, pero eso a mí me hace estallar de
felicidad.
Un automóvil aguarda por nosotros en la entrada del hotel, uno de esos
autos lujosos y enormes como el que llevaba la noche de gala en el burdel.
Pensar en ese sitio es extraño ahora, es como si eso hubiese pasado en otra
vida, una a la que no estoy dispuesta a regresar. El restaurante es muy
lujoso, más aún que en el que almorzamos en Dubái. Ömar, me dirige a una
mesa donde ya se encuentran otras personas, el alma se me cae a los pies al
encontrar a la zorra esa que asegura ser su futura esposa.
Saluda a todos y me presenta como su invitada, estrecho la mano de
estas personas con educación y gracia, le voy a demostrar a esta estúpida
que sí puedo estar a la altura de mi hermoso árabe. Él toma asiento a su
lado, lo que me enerva y me sitúa al otro lado, ella le sonríe coqueta y
provocadora, aprieto la mandíbula aguantándome las ganas de tomarla del
cabello y arrastrarla por todo el restaurante, hoy soy una dama, la que entró
del brazo de él.
Como de costumbre, imito lo que Ömar hace y también pongo
atención a la forma elegante y delicada de moverse de las mujeres para no
desentonar entre esta gente, la zorra no deja de lanzarme miradas de odio,
pero no le presto mayor importancia, seré yo la que duerma con él esta
noche, será mi cuerpo el que posea y el que lo haga disfrutar, ella puede ser
bonita y elegante, pero yo soy Cherry, la mejor.
Los hombres hablan alegremente, a veces en inglés, pero por lo
general en árabe, brindan varias veces, supongo por los negocios que
hicieron hoy, Ömar luce tranquilo y divertido, verlo así es emocionante, él
siempre tiene esa expresión congelada y justo ahora es como si estuviera
muy a gusto en este ambiente, el corazón me late felizmente de pensar que
puedo ser uno de los motivos por los que está así de relajado, por tenerme a
su lado. La cena termina más rápido de lo que esperaba, pero mejor así, ya
quiero regresar a la habitación y que mi árabe me haga esas perversiones
que tanto me gustan.
Ömar se entretiene un momento con una llamada, discute con alguien
en árabe, se le nota molesto, quien sea que le haya llamado, lo único que
hizo fue arruinarle la noche a mi árabe, lo espero cerca del vehículo y veo
que la zorra se le acerca meneando su huesudo trasero. Ellos cruzan
palabras en árabe por algunos minutos, odio cuando solo habla en ese
idioma, no me entero de nada de lo que dice, pero da la impresión que ella
le estuviera pidiendo algo, después él se dirige a mí, abre la puerta del auto
y me hace entrar, se inclina y recarga el hombro en el marco de la puerta.
—El chofer te llevará al hotel, Nath —indica.
«¿Qué? ¿Por qué?»
—¿Y tú? ¿Qué vas hacer?
—Más tarde regreso, tengo un asunto que tratar.
«¿Un asunto? ¿Con la zorra?»
—¿Te vas a quedar con ella? —siseo apretando los dientes.
—No tengo que darte explicaciones de lo que hago, Nath —responde
con esa expresión congelada e hiriente.
—Pero Ömar tú y yo...
Cierra la puerta dejándome con la palabra en la boca, le hace una señal
al chofer que pone en marcha el vehículo llevándome lejos. Él acaba de
preferirla, la eligió a ella en mi propia cara, no entiendo para qué me trajo si
iba a estar con otra. Una sensación angustiante me comprime el pecho, la
respiración se me vuelve errática y los ojos se me humedecen. Parpadeo y
respiro profundo para controlar estas emociones, no les voy a permitir salir,
me juré hace mucho tiempo no volver a sentirlas, estas lágrimas no.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 30
Nosotros
Pasé toda la noche sin poder dormir esperando que Ömar regresara de su
asunto con la zorra, pero no lo hizo. Cuando el sol comenzaba a alzarse en
el cielo, no aguanté más el cansancio y me quedé dormida, los golpes en la
puerta me despertaron, por un instante creí que sería él, sin embargo, no lo
era, el servicio a la habitación con el desayuno aguardaba del otro lado de la
puerta. Apuradamente picoteo la gran bandeja con comida que trajeron, no
tengo hambre.
El día transcurre lento y pesado, imaginarme a mi árabe con esa
maldita zorra me mantiene en un estado beligerante, la próxima vez que la
vea le voy arrancar el cabello a la idiota. Ni siquiera la piscina o la atractiva
tina del baño me levantan el ánimo y menos cuando mi cabeza comienza a
pensar en toda clase de ideas. ¿Acaso ese estúpido árabe piensa dejarme
aquí abandonada? ¿En cualquier momento entrará Alek por la puerta y me
llevará de nuevo al burdel?
 

kl
 
—Despierta Nath, tenemos que irnos —Abro los ojos de golpe al escuchar
su voz.
—¿Dónde estabas? —la pregunta sale sola y cargada de reproche, él
frunce el ceño.
—Pareces una esposa histérica, que desagradable —murmura
poniendo los ojos en blanco.
Se levanta de la cama y se dirige al baño desvistiéndose, no trae la
misma ropa que ayer, veo por el ventanal, es de noche, pero no sé con
certeza qué hora es. ¿Dónde estuvo todo el día? Camino al baño
quitándome la ropa, me hizo mucha falta y quiero olvidarme de todo entre
sus brazos, no debo comportarme como una mujer celosa, a ningún hombre
le gusta eso, es lo que siempre dicen los clientes en el burdel.
Él está de espaldas cuando entro, el agua resbala por su cuerpo
dándole esa imagen de Dios. Lo abrazo por detrás, mi lengua recorre su
musculosa espalda, lo deseo demasiado, este hombre me nubla la
conciencia y no puedo hacer otra cosa que querer que me posea. Sujeta mis
manos que recorren su abdomen, nos gira a los dos y sale de la cabina de
ducha dejándome bajo el agua.
—Dúchate rápido, no tengo tiempo para perder —Abandona el baño
sin decir más.
¿Ahora qué pasa? ¿Por qué me rechaza de nuevo si todo estaba tan
bien entre nosotros? ¿Es por ella? De nuevo la angustia que sentí anoche
ronda por mis entrañas, no puedo permitir que Ömar se aleje de mí, no
ahora que me queda tan poco tiempo a su lado. Me baño en un santiamén,
me visto y en menos de veinte minutos estamos de nuevo en el automóvil
camino a Dubái.
—¿Por qué estás tan distante, Ömar? ¿Qué hice para disgustarte?
—No estoy disgustado —contesta secamente sin mirarme.
—¿Por qué no regresaste anoche? ¿Qué hiciste todo el día?
—¿En qué momento comenzaste a creer que puedes pedirme
explicaciones? —Su tono distante y frío conmigo me exaspera, no es el
Ömar con el que vine ayer. 
—¡En el momento que asesinamos a un hombre juntos!  —estallo—.
En el momento que nos dimos cuenta de lo que hay entre nosotros.
—¿Entre nosotros? No hay un nosotros, Nath. Y yo no hice nada.
—¿Qué no hiciste nada? Tú lo amarraste y lo heriste, nosotros lo
asesinamos y después cogimos como dementes, te confesé lo que siento
¿Cómo puedes decir que no hay un nosotros? Yo sé que sientes lo mismo,
deja de hacerte el hombre insensible —exijo—, no lo eres maldita sea.
Me observa con el rostro completamente inexpresivo, saca un cigarro
de la cajetilla que lleva en el portafolio y un encendedor, ni siquiera se toma
la molestia de contestarme y yo siento que me da un ataque de ansiedad
ante su indiferencia. Todo el trayecto a su casa vamos en silencio, él
revisando periódicamente su teléfono y lanzando gruñidos y yo controlando
mis nervios.
Él es el primero en abandonar el vehículo cuando este aparca frente a
la puerta, sale sin mirar atrás y entra en la casa, lo sigo de cerca y no porque
quiera seguir importunándolo, me ha dejado claro que no está de humor
para mí, simplemente mi habitación está frente a la suya. El sol aún no
ilumina en el cielo, me tiro en la cama a esperar que sea más tarde para ir a
la cocina con Frederika y Zanahoria, no tengo ganas de estar sola, mi mente
no deja de darle vueltas a las actitudes de Ömar.
 

kl
 
—Buenos días —comento entrando en la cocina.
—¿Cómo les fue en Abu Dhabi, beluga?
—Bien —respondo sin ganas de entrar en detalles—. El hotel estaba
muy bonito.
—Ömi solo vino a cambiarse y se fue de nuevo, ya le he dicho que no
descansa lo suficiente, viene de un viaje y se va a otro.
—¿Se fue? ¿A dónde? —Que Ömar esté de viaje nuevamente es como
un gancho al estómago.
—Creo que iba a Escocia —contesta Frederika poniendo una taza de
qahwah frente a mí.
«¿Habrá ido al Saint Marie?»
—¿Y cuándo regresa? —Tomo la taza de café con las dos manos para
controlar un poco el temblor, me quedan solo cinco días y él no está.
—Dijo que, en dos o tres días, todo depende como resulten sus tratos
—informa Marceline.
«¿Dos o tres días? ¡No! Eso me deja muy pocos días a mí.»
—¿Hacemos algo hoy, beluga? Ömar no quiere que salgamos de casa
así que tocará hacer algo aquí ¿Vemos una película, piscina, que se te
antoja? —Su actitud relajada y espontánea me fastidia.
¿Qué se me antoja? Quiero meterme a la cama con mi árabe, que me
abrace como lo había estado haciendo estos últimos días, que me coja de
todas las formas posibles y que me de los mejores orgasmos del mundo, eso
es lo que se me antoja, no pasarme la tarde con esta habladora.
—Lo que quieras Zanahoria, podemos ver tus flores si gustas —digo
sin convicción.
—Me parece una buena idea, tal vez las flores te levantan el ánimo
dulce niña, se te nota que estás cabizbaja por la partida de Ömar —observa
Frederika, no estoy cabizbaja, estoy jodidamente estresada porque de pronto
todo se salió de control.
Marceline, me lleva a los jardines para ver sus flores, pasamos largas
horas regándolas, fertilizando, quitando las hojas muertas y trasplantando
algunas de un lugar a otro. Es un trabajo muy sucio y cansado, pero al
menos me mantengo ocupada para no atormentarme con las preocupaciones
de mi futuro incierto, además como no deja de hablar, tampoco me permite
concentrarme en idear la forma de sacarle el mayor provecho a los días que
me quedarán con él.
—¿Qué es eso de allá, Zanahoria? —señalo la casita lejana, esa que se
vi desde mi habitación y que aún no sé qué es.
—Una bodega —Algo en su tono me dice que ella no me está diciendo
la verdad, al menos no toda.
—¿Y qué guardan?
—Nada en especial, cosas ya sabes —contesta esquiva—. Vamos a
comer, ya tengo hambre.
—Tú siempre tienes hambre —resoplo, todo el día anda
mordisqueando algo.
Después de la comida y de ducharme me deshago de Marceline, quiero
ver que es ese lugar. Salgo de la casa y camino decidida y veloz, no quiero
que alguien me sorprenda fisgoneando por aquí, cruzo los dedos para que la
puerta no tenga seguro y la suerte parece estar acompañándome, no lo tiene.
El interior está oscuro, no se ven ventanas por ningún lado, busco un
interruptor, pero tampoco lo encuentro, dejo la puerta abierta para que entre
algo de luz.
En el sitio hay un aparato extraño, parece un enorme tubo gris con
botones en un extremo, está dividido a la mitad y en el centro hay espacio
para una persona de pie, dentro hay una especie de lámparas cubiertas por
un cristal. Una tenue luz se enciende repentinamente y veo a Zanahoria
parada frente a mí con los brazos cruzados y mirándome reprobatoriamente.
—¿Qué haces aquí? —pregunta molesta.
—Quería ver que había en la bodega, no me dijiste que estuviera
prohibido entrar —Enarca una ceja, yo simplemente me hago la
desentendida, realmente no me lo prohibió—. ¿Qué es este aparato?
—Una cámara de bronceo.
—¿Y para qué sirve? —Pone los ojos en blanco y se acerca a mí.
—Pues para broncearse, boba. La enciendes, te paras dentro y dejas
que los rayos le den color a tu piel, tú deberías usar una de estas de vez en
cuando, tu piel es demasiado blanca, pareces un fantasma.
—¿Quién usa este aparato? —No me imagino a alguien metido dentro
de eso.
—¿Quién más? Obviamente todo lo que está en la casa es de Ömar
¿Qué te pasa hoy Nath? Estás más tonta de lo común.
—¿Pero Ömar para que necesita darle color a su piel?
Él tiene un perfecto tono de piel.
—Porque sí, ya vámonos.
Miro a mi alrededor, ahora que hay una luz encendida se alcanza ver
un poco más allá, no hay mucho, un estante con cremas, unos lentes raros y
toallas, hay también sillas y una mesa, un sofá enorme y una pantalla con
algunos aparatos debajo. Al fondo, hay una puerta pequeña y una gran
puerta corrediza, me pregunto si es una habitación, lo que significaría que
alguien vive aquí. Pero, ¿quién? He visto a todos los empleados de la casa,
salvo por los que están de vacaciones, y todos tienen su habitación dentro
de la mansión.
—¿Qué hay detrás de la puerta pequeña?
—Un baño.
—¿Y de la puerta grande?
—Nada, vámonos.
Sin que ella se lo espere corro hacia el fondo de la estancia, no sé por
qué me estoy comportando de esta forma tan infantil, pero quiero saber que
es este sitio y me cabrea que me traten como si yo no entendiera las
respuestas, tal como me trata Ömar. Alcanzo la agarradera antes que
Marceline llegue a mí y la deslizo, lo que veo me eriza la piel.
—¿Qué es este lugar? —interrogo. Marceline, cierra la puerta de golpe
y me toma del brazo.
—Ya te dije que nada, vámonos —Me jala con toda la fuerza de la que
es capaz, arrastrándome hacia la salida.
—¡Marceline! ¿Qué carajos es este lugar? —pregunto soltándome de
su agarre.
—Si te lo digo, te dejo aquí encerrada.
—¡Y una mierda, dime de una vez que es! —exijo
Ella sonríe amenazadoramente, camina hacia la puerta y la vuelve
abrir, me hace una seña para que me acerque, la luz en la estancia es muy
débil, más que en cualquiera de las otras partes de la casa. Zanahoria entra y
la sigo, los escalofríos me recorren el cuerpo, no se logra ver mucho pero
así es como la he dibujado en mi mente tantas veces.
—Ellos juegan aquí —De repente sale y cierra la puerta, dejándome en
la penumbra.
Empiezo a hiperventilar, estar aquí es como estar en ella, esto no
puede ser real, esto no está sucediendo me repito una y otra vez. No
encuentro una razón lógica que me explique por qué Ömar tiene un sitio
como este. ¿Y qué significa eso de que ellos juegan aquí? ¿Por qué esta
jodida gente es tan extraña y no da explicaciones? Estoy harta de tantos
misterios y cosas sin sentido.
Camino un poco pegada a los muros, no quiero introducirme
demasiado por temor a perderme, estúpida Zanahoria que me dejó aquí.
¿Cuánto tiempo tardará en venir a sacarme? Regreso a la puerta corrediza e
intento abrirla, como lo imaginé tiene seguro, me siento en el piso a esperar,
ella no puede dejarme aquí por mucho tiempo. Aunque Ömar no esté,
seguramente Frederika se preguntará dónde estoy, esto lo hizo solo para
asustarme, lo que ella no sabe es que la caverna fue como mi segunda
habitación y este lugar no es peor.
Pasan demasiadas horas y nada que Marceline aparece para sacarme,
el culo me duele de estar sentada en el piso, a veces me acuesto, otras
camino. El laberinto no se ve complicado las paredes son cortas, trato de
imaginar la proporción del lugar recordando el tamaño que aparenta la
construcción, debe ser grande, casi tanto como la caverna. Ömar está
completamente loco, primero el averno y ahora esto. ¿Por qué el jodido
universo se burla siempre de mí? ¡Me enamoré de un maldito demente!
Me aventuro a adentrarme más, después de todo aquí no es tan
horrible como en la caverna, hay un poco de luz y no tiene ese olor
nauseabundo, este no es un sitio de tortura mental como aquel, o eso creo,
sigo sin encontrarle sentido a que exista este lugar. Cuando he avanzado
varios metros dentro del laberinto de muros, la luz se apaga dejándome en
la penumbra, me sobresalto un poco, pero guardo la calma, la oscuridad y
yo somos viejas amigas.
—Abtikari… —Es solo un susurro, pero me eriza la piel, él está aquí.
—¿Ömar? —hablo hacia la nada.
—No.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 31
Tatuajes
—¿Ömar dónde estás?
—Corre.
«¿Qué corra? ¿A qué está jugando este loco ahora?»
—Ömar ya basta, enciende la luz —Sus chasquidos habituales
resuenan en la estancia, cada vez más cerca de mí.
—Wahid —susurra.
—Enciende la luz —ordeno, por alguna razón su actitud en este
momento me asusta.
—Athnyn —El murmullo es más cerca.
—¡Que enciendas la maldita luz! —grito, presa de los nervios.
—Thlath —Una risa tenebrosa llega a mis oídos.
Mis pies se mueven solos, levanto los brazos al frente y corro al lado
contrario del que, según yo, viene su voz. ¿Qué le pasa? ¿Por qué se está
comportando de forma tan extraña? Choco varias veces con los muros, mis
manos se resienten por los golpes, pero continúo moviéndome, la muñeca
izquierda me truena con uno de los impactos y grito por el dolor inesperado.
El susurro de su ropa al moverse me pone en estado de alerta, está
muy cerca de mí, me sujeto la mano izquierda con la derecha, el dolor
punzante no me deja pensar con claridad, me muevo despacio para no hacer
el menor ruido y no pueda ubicarme. Pego la espalda a un muro y contengo
la respiración, la tengo tan acelerada que podría delatarme, un chasquido a
mi lado me hace correr de nuevo y me estrello de frente contra una pared.
La sangre inunda mi boca, la escupo en todas direcciones, el sabor
férreo me hace detenerme un momento, lo paladeo y disfruto de él, algo
caliente y placentero recorre mi cuerpo envolviendo mi mente en una niebla
de relajación y deseo. ¿Por qué estoy asustada? ¿Por qué estoy huyendo de
él? Es Ömar, el hombre que amo.
—Te encontré —murmura atrapándome en sus brazos.
—No, yo me dejé encontrar —Me levanta por las nalgas y yo me
enredo en él—. ¿Qué haces aquí? Marceline me dijo que estabas de viaje.
—No puedo estar lejos de ti, me quedan pocos días y aún tengo tanto
por hacerte.
—Entonces, ¿por qué me dejaste sola en Abu Dhabi? —Busco su
rostro en la oscuridad, quiero besarlo, que vuelva a ser el Ömar que me trata
como si fuera su persona favorita.
—No debiste ir —refunfuña, puedo percibir un tono de molestia en
sus palabras.
—Solo quería estar contigo —Acerco mi rostro al suyo despacio,
calculando la distancia entre nosotros, no quiero chocar con él, ya me duele
suficiente el labio partido.
—Estás sangrando —susurra en mis labios—. No tienes una idea de
cómo me excita tu sangre.
—Y a mí la tuya —Muerdo su labio tan fuerte que comienza a sangrar,
el gruñe de esa manera sexy y dominante.
El sabor de nuestra sangre combinada es un delicioso afrodisíaco,
nuestro beso salvaje duele, pero me excita, esta personalidad de Ömar es la
que más me gusta, amo su manera despiadada de poseerme y su forma
agresiva de quererme, porque lo hace, aunque aún no se haya dado cuenta o
se niegue a aceptarlo. Sus manos se desplazan por mi cuerpo deshaciéndose
de mi ropa, al igual que las mías con la suya, entre él y yo la ropa solo
estorba, bien podría pasarme la vida entera desnuda ante él.
—Estos dos días que no te he tenido han sido una tortura —confieso.
—Te los voy hacer pagar, Abtikari.
—Hazme lo que quieras —murmuro, espero que empiece por follarme
deliciosamente fuerte.
—Siempre lo hago, ya me perteneces —declara con seguridad
rotunda, él lo sabe, está muy consciente de que se ha adueñado por
completo de mí.
Ömar camina cambiando varias veces de dirección, definitivamente
tengo que preguntarle cómo es que logra moverse en la oscuridad. Siempre
que tengo una duda, él se encarga de borrarme los pensamientos a base de
orgasmos y nunca he obtenido verdaderas respuestas de su parte. Sale del
laberinto y regresamos a la primera estancia, me deja caer sobre el sofá y se
para frente a mí. No necesita hablar para que yo comprenda que es lo que
quiere, bajo el pantalón deportivo y el bóxer en un solo movimiento.
Su ardiente y peligroso pene queda ante mis ojos que lo observan
hambrientos, sin pensármelo lo tomo entre mis manos y lo introduzco en mi
boca chupándolo con esmero y urgencia, la parte más perfecta de su cuerpo
es esta, después sus labios, él toma mi cabello y empuja mi cabeza contra su
pubis, su miembro se desplaza muy adentro de mi garganta, más profundo
que otras veces. Mis manos en sus glúteos lo atraen más a mi cuerpo, no
quiero dejar ni el más mínimo espacio entre nosotros, quiero fundir su
cuerpo y el mío en uno solo.
—¿Abtikari, que voy hacer cuando ya no estés conmigo? —Lo miro a
los ojos, su pene aún entra y sale de mi boca, lo suelto un instante para
poder contestarle.
—No me dejes ir —Aprieta la mandíbula y desvía la vista, yo regreso
mi atención a su miembro.
Su perfecto pene, tan grueso y palpitante, beso la punta que salta con
mi contacto, recorro toda su longitud con mis labios, mi lengua resbala
sobre su tatuaje, lo envuelvo con la mano y tiro de ella arriba y abajo con
fuerza. Mi boca se abre para recibir sus testículos, son grandes y no puedo
metérmelos los dos a la boca al mismo tiempo, jugueteo con uno y luego
con otro, mordisqueando la piel que los recubre y sacando de mi árabe
gemidos tan eróticos que me tienen bañada en mis fluidos.
—Nath... —susurra haciéndome estremecer, amo cuando pronuncia mi
nombre como una caricia.
—Quédate conmigo, ya no podría vivir sin ti —suplico, Ömar me
levanta por los brazos, su boca busca desesperada la mía.
—Si te quedas, podría hacerte mucho daño.
—Nada podría dañarme más que separarme de ti.
Lo empujo para que se siente en el sofá y me subo a horcajadas sobre
él, su verga encuentra el camino a mi sexo sin necesidad de guiarlo, se abre
paso entre mis músculos internos sacándome jadeos. Muevo la cadera tan
fuerte y rápido como puedo buscando mi placer y ofreciéndole el mayor
posible a él, mi árabe, quiero que se dé cuenta que nadie lo puede satisfacer
como yo.
—Te amo —exhalo en un suspiro—. Sé que tú también me amas a mí,
no me alejes.
Lo abrazo con angustia, solo cinco días me quedan a su lado, él me
besa con pasión desmedida, mi labio roto duele y aún sangra, pero eso solo
nos excita más a los dos, sus manos presionan mis senos con rudeza
mientras deja que yo lo posea a él. Después de unos minutos, se pone de pie
sin abandonar mi interior, me aprisiona contra la pared, sus embestidas se
endurecen, su pene tan duro como el acero, amenaza con partirme en dos
por la potencia con la que me asalta.
—No conozco el amor, Abtikari —Sus ojos vacíos me alarman, ni
siquiera tienen esa frialdad característica en él—. Nadie nunca me ha
amado.
—Yo te amo, tú reviviste mi corazón, lo sacaste de la oscuridad en la
que estaba sumergido —Su risa resuena en mis oídos, esa risa tan
encantadora y que pocas veces me regala.
—Y lo envolví con la mía.
—Puedo vivir con eso si estás en la oscuridad para abrazarme.
—Abtikari... —jadea—. Eres mía.
Sus palabras y el tono sensual y posesivo en que las pronuncia son una
inyección de placer que corre por mis venas inundando mi cuerpo, soy de
él. Ömar se dirige a la mesa, me recarga en ella para continuar con su
deliciosa posesión, pasa las manos por debajo de mis piernas para abrirme
más, tengo que apoyar las mías en la superficie detrás de mí para soportar
sus estocadas furiosas, mi muñeca se resiente, pero tolero el dolor. Siendo
follada por mi árabe, el dolor es un aliciente. Mi cuerpo entero se tensa por
las oleadas de sensaciones que me llenan cuando el orgasmo explota en mí.
Ömar me pone de rodillas e introduce su pene de nuevo en mi boca, el
sabor de mis fluidos mezclados con el de su piel es embriagante, embiste
con la misma dureza que en mi sexo, aprieto los labios para darle mayor
placer, tanto, como el que me da a mí, con un último empujón siento mi
garganta llenarse de su semen tibio. Me lamo los labios ante su atenta
mirada, todo en él sabe exquisito, su piel, sus labios, su sangre, su semen,
todo, él sonríe de esa forma oscura y perturbadora, pero que me parece la
más encantadora del mundo.
Nos recostamos un rato en el sofá, su cabeza sobre mis piernas, sus
manos juguetean con mis pezones y yo acaricio su abdomen perfecto, no
nos hemos tomado la molestia de vestirnos, la ropa no nos hace falta. Es
agradable verlo relajado y despreocupado como en Abu Dhabi, mi hermoso
árabe necesita alguien que lo cuide, que lo consienta, alguien que lo
comprenda sin necesidad de explicaciones, su confesión de que nadie nunca
lo ha amado me estrujó el corazón. ¿Cómo es posible eso? Él es tan
adorable a pesar de su oscuridad.
—¿Qué significa este tatuaje? —Señalo uno sobre su pecho de lado
izquierdo, cerca del corazón, es una palabra en árabe.
—Es el nombre de mi madre —informa dejándome impresionada, él
me platicó que su madre no lo quería y, sin embargo, ¿se tatuó su nombre?
—¿Cómo se llamaba?
—Marie, ella me dejó cuando tenía siete años —Traga grueso y frunce
el ceño—. Mi padre es el culpable de todo.
—¿Tienes idea de que pudo hacer con ella?
—No quiero hablar de eso, Abtikari —corta la conversación
abruptamente.
—Entiendo —No quiero presionarlo, ya me ha dicho mucho con esa
revelación—. ¿Y este de acá que significa? —Toco uno sobre su brazo,
también en árabe.
—Fatati, significa mi niña, ese es por Marceline —declara, un
pinchazo de celos me aprieta las entrañas.
—¿Quieres mucho a Marceline?
—Ya te dije que no conozco esos sentimientos, es una de mis personas
favoritas, quizás eso pueda interpretarse como que le tengo cariño.
—Yo puedo enseñarte a sentirlos, así como lo hiciste tú conmigo —
Me sonríe de manera triste, mi precioso árabe, su corazón está tan
maltratado como el mío.
Mis dedos trazan varios de sus tatuajes mientras sigo preguntándole
por sus significados, hay algunas frases del Corán, aunque dice que él no
profesa ninguna religión, hay citas de ese libro que le gustan. Otras son
palabras como perseverancia, dolor, oscuridad y más de ese tipo que lo
definen a la perfección.
—¿Y estas dos palabras juntas que significan? —Señalo sus costillas,
al tatuaje que tiene dos palabras árabes entrelazadas.
—Ömar y Amún —responde simplemente.
Su nombre y el de su padre, conocer el significado de sus tatuajes me
da una visión más exacta de mi hombre, él cree que no tiene sentimientos,
así como yo lo pensé por mucho tiempo, pero los tiene, solamente se cierra
a ellos. Lleva en su cuerpo los nombres de las personas que en lugar de
amarlo lo maltrataron, su madre al despreciarlo y su padre alejándolo de él,
por preferir una estúpida empresa.
Camino con los dedos a través de su abdomen, le hago un poco de
cosquillas sobre el hueso de la cadera, recuerdo que en el burdel descubrí
que es una zona sensible en él, su piel se eriza un poco y se remueve
nervioso y sonriente, siempre quiero verlo así de hermoso, avanzo más
hasta llegar a su glorioso pene, lo acaricio con sutileza repasando las líneas
de tinta.
—¿Cómo fuiste capaz de hacerte un tatuaje aquí?
—Era necesario —comenta encogiéndose de hombros.
—¿Y qué significa? —Sus labios se curvan en una sonrisa maliciosa y
perversa.
—Shaytan, es demonio —Suelto una carcajada por lo que acaba de
decir.
—Le queda muy bien, es la descripción adecuada —bromeo, continúo
riéndome y él se une a mí.
Seguimos platicando por un rato, entre risas y algunas confesiones
más de su parte, como que su primera relación sexual fue a los veintidós
años, la edad que yo tengo, ese dato me sorprende, las fotos que vi en la
habitación de su padre me mostraron a un joven muy atractivo y se me hace
increíble que, siendo como es ahora, haya aguardado tanto tiempo para
iniciar su vida sexual o quizás sea mi imagen distorsionada de la vida.
—¿Por qué decidiste esperar hasta esa edad? ¿Es por algo de tu
cultura?
—No, las costumbres y creencias de la cultura musulmana no me
definen a mí, ni a mi estilo de vida.
—¿Entonces? ¿Esperabas a la indicada? —Me río inevitablemente, si
ese era el caso debió esperar hasta llegar a mí.
—Supongo que nunca ha sido fácil para mi confiar en las personas,
desde niño, ni siquiera toleraba demasiado la cercanía de mi padre, solo la
de Frederika y después la de Marceline.
—¿Y qué te hizo cambiar de parecer?
—Las ganas de demostrarle al mundo que soy mejor de lo que mi
padre solía decir —comenta con amargura—, él nunca se sintió orgulloso
de mí.
—Entonces, no era una persona muy inteligente si no se dio cuenta del
hijo que tenía —Ömar resopla y sonríe al mismo tiempo, su expresión es
irónica, a la par que perversa.
—Créeme que supo qué clase de hijo tenía.
No comprendo sus palabras, pero no pregunto al verlo acomodarse en
mi regazo y cerrar los ojos. Dormita en mis piernas, durante mucho tiempo
lo observo y lo acaricio, mis dedos siguen las facciones de su rostro
grabándome en la mente y en el corazón sus labios, el contorno de sus ojos
y cejas, el perfil de su nariz, mis manos no dejan de acariciarlo ni un solo
momento mientras duerme con el rostro recargado en mi vientre.
No sé en qué momento este hombre extraño se me clavó en el corazón,
no comprendo en qué momento dejé de ser Cherry para ser Abtikari, o en
qué momento mi vida y mi voluntad se rindieron ante él. No lo entiendo
aún, pero eso ya no importa, la única respuesta que tengo clara y me
interesa es que lo amo con todo mi ser.
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 32
Perdóname
—Me quedé dormido —Bosteza graciosamente y a mí me late el corazón
de prisa—. Últimamente me pasa seguido.
—Te ves hermoso cuando duermes —Mis dedos cepillan su cabello.
—¿Qué hora es? —Se agacha a buscar en el pantalón deportivo que
yace tirado en el piso, su móvil—. Es temprano, no puedo salir.
—¿No puedes salir? ¿Por qué?
—Porque no, ayúdame con algo.
—En lo que quieras —Le doy un beso casto en los labios y él se pone
de pie, camina a la estantería y toma varios tubos de cremas.
—Vamos a la ducha y aplícame este exfoliante —Me entrega un tarro
transparente con una especie de crema con pequeños gránulos dentro—.
Después esta crema para bronceado —Coloca en mi mano un tubo plateado,
del tamaño de uno de pasta dental—. Y cuando salga de la cámara, esta
crema humectante ¿Entendiste?
—¿Para qué necesitas todo esto? ¿Por qué usas una cámara de
bronceado? —Lo miro de arriba abajo, a mí me parece que el tono trigueño
de su piel es precioso.
—Para mantener el tono de mi piel obviamente, ya te dije que no
tolero la luz del sol.
—No entiendo eso de que no toleras el sol, te he visto a la luz del día,
cuando llegamos a Dubái, también fuimos a la playa, y a Abu Dhabi.
—¿Aún no lo entiendes, Abtikari? —Acaricia mi rostro, se acerca a
mis labios y deja un beso brusco sobre ellos para después tomarme de la
mano y dirigirnos a la ducha.
Hago lo que me pidió con empeño, unto el exfoliante por toda la parte
delantera su cuerpo aprovechándome un poco de la situación, él sonríe
coqueto mientras lo manoseo por todos lados, sobre todo lo que hay entre
sus piernas. Me paso a su espalda para seguir con mi tarea, el tatuaje de la
calavera me observa, hay algo raro en él, cierro los ojos tratando de
recordar las veces que lo he visto y descifrar porque ahora lo noto extraño.
—Tu tatuaje es distinto.
—Siempre ha sido igual.
—No, no sé bien que es, pero hay algo diferente ¿Por qué? —Se da la
vuelta para mirarme a la cara, su gesto burlón mientras niega me hace
entornar los ojos, seguramente no me va a decir nada como es su
costumbre.
—Siempre ha sido igual, deberías poner más atención, Abtikari.
—Estoy segura que no, dame una explicación y deja de darle la vuelta
a mis preguntas como siempre lo haces.
—Lo haré, pero no en este momento, aún no estás preparada —Deja
un ligero beso en mis labios y se gira para que siga con la labor de exfoliar
su cuerpo.
¿Qué no estoy preparada? Odio que me trate así, que crea que soy una
tonta que no puede comprender las respuestas a todos sus misterios y
rarezas. Me cabrea, pero no estoy de ánimos para discutir, hemos tenido los
mejores momentos en estas últimas horas y no quiero arruinarlo. Además,
debo aprovechar los pocos días que nos quedan juntos para terminar de
convencerlo que me permita quedarme con él, sé que estoy a nada de
lograrlo.
Retomo la aplicación del exfoliante, me hinco para tallarlo por sus
piernas, sus nalgas redondas me llaman a gritos para darles una mordida,
pego mis labios a ellas y lo hago, su reacción no se hace esperar, contrae los
músculos de su cuerpo ante mi agresión. Mis dientes quedan marcados en
su trasero y creo que ahora luce mejor, entre tantos tatuajes que tiene
necesita una marca que sea mía y pienso que también me gustaría tener una
suya a parte de todos los moretones, cortes y mordidas que ya tengo.
—Quiero un tatuaje como los tuyos —solicito con entusiasmo—, algo
que me recuerde siempre estos días que hemos estado juntos.
—Me agrada la idea, tu mente ya está marcada por mí, ahora debo
dejar una marca permanente en tu cuerpo, algo que te recuerde siempre que
eres mía —Que él mismo diga que soy suya me dibuja una sonrisa enorme
en los labios.
Al terminar la ducha, regresamos al sofá y prosigo con la crema para
el bronceado, aun no comprendo el tema del sol. Ömar, está lleno de
misterios que me he propuesto descifrar para conocerlo mejor, el que más
me intriga es el de la oscuridad y está relacionado con tolerar la luz, mi
perfecto árabe fuerte e imponente tiene una debilidad.
—¿Cuánto tiempo estarás ahí dentro?
—Solo unos minutos, es una cámara de alta intensidad.
Ömar presiona los botones de la cámara y esta se enciende emitiendo
una luz blanca azulada, luego se coloca unos extraños lentes sobre los ojos
y se introduce en el centro del aparato. Durante pocos minutos se queda
inmóvil, lo espero sentada en el sofá sin despegarle los ojos de encima, hay
algo inquietante en todo esto. El aparato se apaga y sale de él, regresa a mi
lado y se queda de pie quitándose los lentes.
—Ahora la crema humectante.
—No veo ninguna diferencia —Mis ojos recorren su cuerpo, sigue
exactamente igual.
—Esa es la intención —Su respuesta como siempre me deja confusa.
—Tengo hambre —comento mientras mis manos esparcen la crema
por su espalda.
—Le diré a Marceline que nos traiga algo de comer.
—¿Ella sabe que estás aquí?
—Por supuesto, ella sabe casi todo de mí —De nuevo ese pinchazo de
celos fastidiándome.
—Ya lo creo, le contaste todo sobre mi —le reprocho—. ¿Sabe que te
excitas con la sangre? ¿Te has excitado con la de ella?
—Jamás la he tocado —afirma y mi corazón brinca de emoción, si él
dice que no tiene nada con ella, yo le creo—. ¿Acaso estás celosa de fatati?
—pregunta en tono burlón.
—No —miento—. Ella nunca podría darte lo que yo —Lo rodeo para
untar la crema sobre su pecho, sus ojos me escrutan para corroborar si estoy
diciendo la verdad.
—En eso tienes razón, Abtikari. Ninguna mujer me había complacido
tanto como tú.
—Y nadie lo hará, solo yo puedo comprender tu nivel de locura
porque es el mismo que el mío —Me pongo de puntillas y lo jalo del cuello
hacia mí para besarlo, él envuelve sus brazos en mi cintura apretándome
deliciosamente fuerte a su cuerpo desnudo.
—¿De verdad crees eso, Abtikari? ¿Piensas que me conoces por
completo?
—No, pero ninguno de tus demonios —digo apretando su pene con
mis manos—, y ninguno de tus secretos me asustan.
—Tendré que comprobar eso —murmura en una voz tan perturbadora
que me eriza la piel a la par que me excita.
Terminando con la aplicación de la crema humectante, toma el móvil y
llama a Marceline para que nos traiga algo de comer y ropa, no me
interesan sus motivos para permanecer en este sitio, lo prefiero así, aquí
estamos solo él y yo. Zanahoria entra con una gran bandeja de comida al
cabo de unos minutos, las tripas me rugen con el olor, no he comido nada
desde ayer en el almuerzo.
La deja sobre la mesa y luego le entrega a Ömar una maleta pequeña,
ambos seguimos desnudos, pero ella no se inmuta ante eso, ya me ha visto a
mí sin ropa y amarrada en el averno, pero que esté tan tranquila con mi
árabe desnudo también, significa que está acostumbrada a verlo así y eso no
me agrada, de ahora en adelante solo yo puedo verlo en toda su gloria,
nadie más.
Marceline, cruza unas palabras con Ömar en árabe, ella se ve bastante
molesta, él le habla con indiferencia o al menos eso parece, antes de salir
me dedica una mirada cargada de odio. No sé qué le pasa a Zanahoria, a
veces se ve contenta porque estemos juntos y otras veces me trata con
recelo, pero en este momento pude notar su desprecio ¿Quién la entiende?
Es otra loca igual que mi árabe con sus cambios de humor.
Comemos tagine de cordero bastante picante y ensalada tabbouleh,
acompañado por zumo de granada y para el postre un delicioso pastel umm
ali, estoy tan satisfecha que me duele el estómago, no recuerdo cuando fue
la última vez que comí tanto en mi vida.  Tomamos otra ducha después de
comer y nos vestimos con lo que trajo Marceline, aunque a mí no me
molestaría permanecer desnuda. Ömar, como siempre que está en casa, se
pone un pantalón deportivo negro y playera negra de algodón.
—¿Cuántas prendas iguales tienes? ¿Por qué siempre llevas lo mismo
puesto?
—Es una estrategia a prueba de fallos.
—¿Una estrategia? —Pongo los ojos en blanco—. Tú y tus respuestas
incomprensibles.
Se ríe con ganas y me obliga a reír con él, no puedo dejar de caer en el
encanto de su risa, mira la hora en su teléfono, se sienta en el mueble y
enciende la pantalla. Me acurruco a su lado, este día a pesar de ser tan
simple ha sido maravilloso, como cuando dormimos juntos y después me
cogió tan espectacularmente que me hizo llorar de placer, esos han sido los
mejores días que he pasado aquí, los más sencillos pero los más felices.
Después de ver un rato una película me aburro, tengo ideas más
interesantes para ocupar el tiempo. Me hinco frente a él y acaricio sus
muslos de manera sugerente dirigiéndome hacia su entrepierna, desvía un
momento la vista de la pantalla y la clava en mis ojos. Con una mano baja
el frente de su pantalón con todo y ropa interior liberando su falo que ya
está semi erecto de la prisión de la tela y devuelve la vista a la película.
Doy besos sobre su pene, muchos besos, su piel es tan suave, la más
suave que he sentido, mi lengua lo recorre en todas direcciones, haciendo
que salte, que palpite por la excitación, endureciéndolo más y más, él
continúa con la vista clavada en la pantalla, pero no puede ocultar las
sensaciones que mi boca le despiertan, de repente cierra los ojos y aprieta
los labios y recupera la compostura en un segundo.
—Me estás distrayendo —habla en un hilo de voz
Gimo por respuesta, subiendo y bajando por su miembro.
—Abtikari... —susurra.
Sus susurros son droga para mí, me incitan a moverme más rápido.
—Haces mal metiéndote tan dentro de mí, eso no evitará que te haga
daño.
Puede hacerme lo que quiera y así seguiré amándolo, puede romperme
las veces que quiera y seguiré entregada a él.
—Pequeña Abtikari —sus dedos cepillan mi cabello—. Perdóname.
Detengo mi ataque a su pene, sus ojos muestran algo que nunca había
visto en ellos. ¿Arrepentimiento? Se inclina hacia mí y me besa, un beso
completamente distinto a todos los que me ha dado, un beso cargado de
pesar, mi hermoso árabe lleva tantas cosas sobre sus hombros que lo
torturan y yo quiero quitarlas, quiero hacerlo feliz.
—Déjame cuidarte, deja que te ame, Ömar —suplico, se separa de mí
repentinamente, sus ojos adoptan de nuevo su frialdad.
—Continúa —dice secamente. No entiendo qué fue lo que pasó, ¿qué
hice esta vez para que cambiara en menos de un parpadeo?
Reanudo mi saqueo a su miembro confundida por lo que acaba de
pasar, por un instante bajó la guardia conmigo. Me concentro en
complacerlo, ese se ha vuelto el principal objetivo de mi existencia, hacerle
ver que estoy aquí no solo para satisfacer sus fantasías, sino para amarlo
con mi mente, cuerpo y alma. Él gruñe entre dientes antes de eyacular en mi
boca, lo que me hace sentir poderosa, por primera vez he logrado que se
corra sin sangre y sin lágrimas, simplemente siendo yo.
Me levanto y me siento a su lado de nuevo, recargo la cabeza en sus
piernas mirando hacia su abdomen, estoy tan cansada, en estos tres días
apuradamente he dormido un par de horas. La película termina y la música
al final me trae un recuerdo confuso, una canción viene a mi mente, la
escuché algunas veces en el orfanato cuando la señorita Bridgiette estaba de
buen humor, ella ponía música y cantaba dando brincos por todos lados.
Cierro los ojos tratando de recordar a detalle la letra, mis labios se mueven
sin ordenárselos.
Turn the lights down low
Take it off, let me show
My love for you insatiable
 
Turn me on, never stop
Wanna taste every drop
My love for you insatiable
—Te amo —murmuro mirándolo a los ojos—. A ti, a todos tus
demonios y a todos tus misterios.
 
Alek
 
—¿Me mandaste a llamar? —pregunta Anne, su rostro aún está rojo por las
bofetadas que le di ayer mientras la follaba, las mejillas lucen algo
inflamadas, al igual que sus ojos.
—Entra —ordeno.
Ingresa en mi habitación con pasos cortos y vacilantes, ruedo los ojos
por su ridícula actitud, ella fue la que se ofreció a mí, quería que la follara y
ahora que lo estoy haciendo resulta que es una puta llorona que no soporta
que la asfixien o la abofeteen.
—¿Cómo están las esclavas? ¿Ya se calmaron?
—No Sayidi, están muy asustadas, ninguna quiere dormir y que
apaguen las luces, tienen miedo de ser atacadas en medio de la noche —
Cepillo con mis dedos mi barba, esta situación de los ataques se me está
saliendo de las manos y no quiero a mi padre de nuevo aquí metido
queriendo decirme como dirigir Saint Marie.
—Mientras no atrapemos al responsable no habrá castigos en el horno,
la caverna o la jaula —indico—, latigazos o que se queden días sin comer,
tampoco apaguen las luces de la casa de las chicas, quien sea que haga esto
se escuda en la oscuridad.
—¿Tienes alguna idea de quién puede ser? —Anne levanta los ojos del
piso y me mira, en este momento no tengo cabeza para reñirla por su
atrevimiento. Me pongo de pie y rodeo el escritorio para avanzar hacia ella
que se encoge cuando me detengo a solo un paso en frente.
—No, si lo supiera ya estaría haciendo algo —Muevo la cabeza de un
lado a otro, me duele el cuello del estrés. Nath está por regresar y yo no he
podido atrapar al atacante, no quiero que le pase nada a ella, me volvería
loco si resulta ser una de las víctimas—. Ábrete el overol —exijo, necesito
sacar un poco de preocupaciones antes que regrese.
—Alek —susurra asustada, le doy una mirada de advertencia, ella ya
perdió el derecho a llamarme por mi nombre desde que quiso convertirse en
mi puta—. Sayidi —se corrige—, por favor…
—¡Bájate el overol ahora! —Anne da un respingo ante mi grito y lleva
sus manos al cierre del overol para bajarlo lentamente, me desespera su
ineptitud, sujeto el overol por ambas solapas y lo bajo de un tirón—.
Quítate el sostén también —Anne obedece de inmediato, no es tan estúpida
y sabe que lo mejor es no ponerme de peor humor.
Deja expuestos sus senos ante mí, no son la gran cosa, pero tienen más
o menos un tamaño similar a las de Nath, sus pezones rozados me permiten
fantasear que son las tetas de mi Cherry las que tengo en frente. Las aprieto
con ambas manos hasta hacerla gritar, mis dedos se marcan en su piel casi
como lo hace en la piel de Nath, pellizco sus pezones y los estiro, los
retuerzo entre mis dedos poniéndola llorosa y temblorosa.
—Espero que no hayas hablado con mi padre de los últimos sucesos
—gruño, ahora estoy cien por ciento seguro que era Anne quien le
informaba las cosas que sucedían en Saint Marie, no la despedí porque eso
lo pondría en alerta y estaría metido aquí día y noche.
—Por supuesto que no, Sayidi —solloza.
—Más te vale, porque si lo haces no dudes que te castigaré
severamente —Sin que se lo espere dejo ir una fuerte bofetada a su seno
derecho, brinca y grita por la impresión y el dolor, veo cómo se colorea su
piel de un rojo intenso, no fui ni un poco considerado con ella, ni pienso
serlo, debe saber lo que le espera si llega a desobedecerme.
Impacto una y otra vez sus tetas con mis manos, ella llora
escandalosamente, las lágrimas empapan su rostro, pero no me impide
seguir, aprieta los puños sujetando el borde del escritorio para soportar
golpe tras golpe. Me detengo cuando mis manos comienzan a arder, si para
mí ya es incómodo, no me imagino lo que ella debe estar sintiendo teniendo
las tetas completamente rojas e inflamadas. Llevo mi boca a uno de sus
pezones y lo chupo, ella suspira y solloza, después chupo el otro, soportó
bien el castigo adelantado que le impuse y por eso se ha ganado que le dé
un poco de atención a sus tetas.
—Esto no es nada en comparación de lo que te haré si vuelves a dar
informes a mi padre —aclaro en tono bajo y amable, no es una amenaza, es
una advertencia. Anne asiente, se limpia las mejillas y levanta su sostén del
piso para ponérselo.
—¿Me necesita para algo más, Sayidi? —Niego.
—Retírate y asegúrate que no haya entrado ninguna de las chicas a la
habitación de Nath hoy. La que lo haga, la castigas con dos días sin comer.
—Lo que ordene —Termina de vestirse y se retira en silencio,
comprendió que no la llamé para follarla, de haber querido hacerlo le habría
bajado el overol por completo.
Me siento en mi silla de nuevo viendo el calendario en mi computador,
faltan cuatro días para que ella regrese, reviso la agenda de sus clientes,
levanto el teléfono y me dispongo a hacer algunas cuántas llamadas, he
decidido que cuando Nath esté aquí la tomaré una semana completamente
para mí, me importa una mierda lo que mi padre me diga o me haga, la voy
a follar tanto que después deberé darle otra semana para que se recupere de
todo lo que voy hacerle.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 33
Marca
Khaliqi
 
Abtikari duerme con su cabeza sobre mis piernas. La observo, sus facciones
finas y seductoras, tan parecidas a las de la mujer que me abandonó, cuando
me mira con sus ojos azules a veces siento que ya no podré seguir adelante
con mis planes. Al principio fue muy divertido someterla, llevarla al límite,
hacerle ver que el dolor puede dar placer, eso es algo que yo aprendí a las
malas, no como ella que lo aprendió a mi lado, he sido sutil con ella, sus
ojos, su cabello rubio, su piel blanca e inmaculada, idéntica a las de esa
mujer, no me permiten ser más duro.
Cada vez se acerca más el momento de decirle la verdad, de responder
sus preguntas, no puedo creer que aún no se haya dado cuenta de todo, no
hemos sido muy discretos en esta ocasión, pero creo que ella nos nubla el
pensamiento o al menos a mí sí me lo hace. Debo recordarme una y otra vez
porqué está aquí y que se irá en unos días, debo sacarme la maldita idea de
la cabeza de conservarla, eso no es parte del plan, llegué a contemplar la
idea por un instante, pero no, no es posible.
Miro la hora en el móvil, ya puedo regresar a la casa, hemos pasado
todo el día solos en mi refugio, mi sitio cuando no quiero ver a nadie,
cuando quiero estar nada más con mis pensamientos. Todo un día con ella
sin nadie que nos interrumpiera, solo fatati, pero ella es otro asunto, tengo
que hacer algo con su actitud, me está llevando al límite de mi paciencia,
siempre que tengo una invitada se pone celosa, pero ahora con Abtikari,
está siendo insoportable.
Levanto su cabeza para poder ponerme de pie, ella no se inmuta, cada
noche duerme plácidamente mientras yo la observo, me encanta verla
dormir e idear miles de cosas para hacerle daño, pero también para hacerla
gemir, ella es como yo, no podía ser de otra forma, lo supuse desde que la vi
por primera vez en el burdel, tan seductora y segura de sí misma y no pude
contener el deseo de poseerla, de doblegarla y de ponerla a mis pies.
La alzo en mis brazos, no pesa casi nada, es tan delgada, no sé dónde
cabe tanta dureza en ese pequeño cuerpo. Camino a la casa, ella parpadea
mientras atravieso el jardín, a la luz de la luna su pálida piel parece
resplandecer. Sus ojos se abren y me miran, esa mirada azul celeste que a
veces creo puede ver en mi alma oscura, sonríe y se pasa la lengua por el
labio roto yo también quiero chupárselo, ese solo pensamiento me engrosa
la verga.
«Abtikari, como te deseo»
—Me gusta cuando me llevas así, solo espero que no me dejes caer en
una tina de agua helada otra vez —murmura adormilada, reprimo las ganas
de reírme, ya he bajado mucho la guardia con ella.
—Qué bueno que despertaste, ahora podemos divertirnos un rato —
Sus ojos terminan de abrirse por completo y parpadea perpleja, tengo que
contener la risa de nuevo.
—¿Vas a llevarme al averno otra vez?
—¿El averno? —Enarco una ceja.
—Así bauticé al sótano, porque ahí te transformas en el mismísimo
demonio —Esta vez es más difícil no reírme, pero lo logro.
—Me gusta el nombre, vamos al averno a divertirnos, me pediste una
marca y te la voy a dar.
No la bajo, me permito consentirla antes de lo que le voy hacer, apoya
la cabeza en mi pecho e inhala fuerte, la piel se me eriza cuando hace eso y
lo odio. Odio que ella se dé cuenta que ejerce una clase de hechizo sobre
mí, la odio tanto y a la vez la deseo, creo que mi locura ha alcanzado un
grado superior desde que apareció en mi vida. Respiro profundo y sigo
caminando.
«Ella se irá pronto»
Me lo repito una y otra vez, pronto acabará el martirio de sentirla
cerca, de respirar su mismo aire, el puto martirio de escucharla decir que me
ama. Claro que me ama, de eso se trataba esto, de romperla y hacerla a mi
gusto, que dejara esa altanería que mostró en el burdel la primera vez que
nos vimos, que se doblegara ante mí y hacerme necesario en su vida.
Aún me quedan unos días para jugar con ella y me aseguraré que estos
no se le olviden nunca, voy a darle una probada de mi verdadero yo, de lo
que soy capaz de hacer, de lo que hay en mis pensamientos oscuros y que
mantengo solo para mí. Enciendo la luz del Averno, como ella le dice, para
mi es Maebad, el lugar donde puedo ser yo sin que nadie me juzgue, tal vez
me juzgan un poco mis invitadas, pero lo que ellas piensen me tiene sin
cuidado, ninguna ha dado la talla a mis necesidades.
Pongo a Abtikari de pie en el centro y hago descender la barra hasta su
espalda, la última vez no la até, pero hoy sí, querrá correr hasta el fin del
mundo cuando vea lo que voy hacer y no pienso permitirlo. Voy en busca
de cuerdas para sujetarla, chasqueo los dedos para confirmar que estoy en el
lugar correcto, aunque eso ya no es necesario, conozco a la perfección mi
templo y sé dónde está cada cosa, excepto cuando fatati viene y según ella
limpia y ordena. Tomo lo necesario y lo coloco sobre la mesa con ruedas,
regreso al centro de la estancia, ella me espera tranquilamente sentada en el
piso.
«No estará tan tranquila en un rato»
—¡Desnúdate! —ordeno.
Empieza a desvestirse sin demora ni titubeo. La miro atentamente, ella
no se parece en nada a las otras mujeres que han estado aquí antes. No es
distinguida, ni tiene clase, es una simple esclava, pero una que me ha
complacido como nunca antes lo había hecho mujer alguna y por eso la
odio más, por ser precisamente ella la sharik que quiero, pero no lo va a ser,
jamás.
—Khaliqi... —Me sorprende que pida permiso para hablar, las últimas
veces no lo pidió porque es una maldita desobediente, arrogante y altanera.
—Dime.
—No es necesario que me amarres, lo sabes, no iré a ningún lado.
«¡Oh, pequeña Abtikari, no tienes ni idea!»
—Esta vez sí es necesario, créeme.
Desenrollo la primera soga y comienzo con mi labor. El shibari es uno
de mis pasatiempos a parte de la música, no sé cuál es más estimulante,
pero en este momento no hay otro pensamiento en mi mente que atarla de
una manera artística y erótica a la vista. Primero sujeto sus manos a la
espalda, su piel enrojecida por los roces duros de la cuerda me afloja la
saliva, como me gusta su piel y como se tiñe por lo que le hago. Con calma
voy enrollando varias cuerdas en su cuerpo, una por encima de sus senos y
por debajo de ellos, sobre el tórax.
Otra en su estómago, dejo su cadera despejada ahí llevará mi marca,
rodeo cada una de sus ingles por debajo de sus nalgas, Abtikari tiene un
bonito trasero, pequeño pero precioso y se ve mejor aun completamente
rojo y sangrante o amoratado, como luce ahora. Las rodillas también se ven
envueltas por el cinturón de cuerda y lo mismo sus tobillos, por separado
cada pierna, así puedo abrirla para mí después, ahora está lista para que la
suspenda. La tumbo en el piso boca abajo, sujeto todos los cabos restantes y
los paso por encima de la barra, los anudo todos en un nudo ahorcado
invertido.
La barra asciende elevándola en el aire solo un poco, la necesito a la
altura en la que pueda cogérmela. Es una imagen sublime, ella colgando
boca abajo con el largo cabello rubio cayéndole por los costados del rostro,
sus tetas aprisionadas entre las cuerdas comienzan a enrojecer. No puede
sostener la cabeza levantada por mucho tiempo y por momentos la deja
caer, quiero que ella vea lo que voy hacer, así que sujeto su cabello y lo
enrollo con otra soga corta, tiro fuerte del extremo para levantarle el rostro
y la amarro a uno de sus tobillos.
«Maravilloso y excitante»
Ella no se queja ni una sola vez por la brusquedad con la que
desempeño mi tarea, que sea tan dura me la pone dura a mí, tan tiesa que
duele por las ganas de enterrársela. Busco entre mis juguetes lo que necesito
para marcarla, estoy emocionado y excitado, esto lo he deseado por mucho
tiempo, ninguna de mis invitadas ha llegado a este punto y tiene que ser
precisamente esta mujer, a la que más odio y no puedo conservar, la que me
da el placer de hacerlo. Me quito la ropa y la dejo caer al piso, mi verga
dura y lista apunta en su dirección indicándome lo que quiere.
«Tranquilo, Shaytan. Primero lo primero»
—Abtikari, decide cómo quieres la marca. ¿Al rojo vivo o con
nitrógeno líquido?
—¿Qué? —Me mira con el entrecejo fruncido sin comprender.
Levanto la marca que tengo entre las manos y se la muestro.
—¿Cómo lo prefieres? Puedo calentarla hasta que se ponga
incandescente, o puedo enfriarla hasta congelarla con nitrógeno, en
cualquiera de los dos casos la marca dejará una quemadura en tu piel.
—No quiero que me quemes —responde con el rostro desencajado.
«Hermosa, por fin una expresión de temor en su rostro»
—Elige —insisto.
—¡No, creí que sería un tatuaje como los tuyos! ¡Quiero que sea de
tinta! —grita y mi verga se emociona.
«Gritos de miedo, que delicia»
—Si no eliges lo haré yo, creo que me gusta la idea al rojo vivo.
«Duele más»
—¡No! ¡Bájame, ya no quiero la marca! —Se sacude, pero está tan
firmemente atada que solo logra balancear un poco su cuerpo.
Me dirijo al estante, me coloco los guantes y tomo el soplete. Lo alejo
lo más posible de mi cuerpo ya que no llevo ropa, libero el gas y presiono el
gatillo para que la llama encienda, el resplandor azulado brilla en los ojos
aterrados de Abtikari, provocando latidos incontenibles en mi miembro por
su expresión, agarro la marca y la acerco al fuego lentamente.
—¡Con frío! —grita de repente—. Prefiero el frío.
«Chica lista»
Apago inmediatamente el soplete, no es buena idea usarlo en espacios
cerrados, lo regreso a su lugar y busco entonces el contenedor del
nitrógeno. Sumerjo la marca y aguardo unos minutos a que obre su magia
en el cobre.
—Contarás noventa segundos en voz alta, y más te vale no equivocarte
o tendré que repetir el procedimiento —advierto.
—No lo hagas, por favor —susurra.
—Pequeña, nada me hará cambiar de opinión.
—¡Por favor, por favor te lo suplico, no lo hagas!
«Sus súplicas son música para mis oídos»
—Sigue suplicando, no servirá de nada, pero me excita oírte.
—¡Eres un maldito loco! —bufa, zarandea su cuerpo de nuevo
inútilmente.
—Creí que nuestro nivel de locura era el mismo Abtikari, me dijiste
que amabas todos mis demonios y que no te asustaban ¿Acaso me mentiste?
—¡Te amo, yo te amo, pero no quiero que hagas esto, por favor!
«Deliciosa Abtikari, tus súplicas me hinchan la verga como no tienes
idea»
Retiro la marca del nitrógeno y tapo el contenedor, está
completamente congelada, me acerco a ella que se zarandea lo más que
puede. Sujeto fuerte sus piernas inmovilizándola y dirijo la marca a su
cuerpo, en la cadera sobre su nalga derecha.
—Cuenta —ordeno con la marca a unos centímetros de su piel—.
¡Ahora!
La planto en su piel suavemente, no es necesario presionar, el frío hará
lo suyo sin necesidad de aplicar fuerza, ella grita y lo hace con ganas, gritos
desgarradores y lastimeros que me hacen casi correrme escuchándola.
Cierro los ojos para disfrutar el color de sus alaridos, me gusta como su voz
pinta de colores mi oscuridad, pero sus gemidos y sus gritos son otro nivel.
Aunque oírla cantar es lo mejor de todo.
—Sabes muy bien lo que tienes que hacer con el dolor, Abtikari —
murmuro en voz baja—. Cuenta o lo volveré hacer.
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
Ella cuenta todos y cada uno de los segundos que le indiqué, a veces
solloza, a veces gime, y yo ya estoy deseando que esto acabe para
cogérmela como nunca, me tiene tan malditamente excitado.
—¡Ochenta y siete, ochenta y ocho, ochenta y nueve, noventa! —
exclama en voz alta.
Despego la marca de su piel y contemplo mi obra, es preciosa, su
blanca piel ahora luce roja e inflamada, casi sangrante, dejo caer la marca y
deslizo un dedo por el contorno de la palabra árabe que le acabo de
escarificar, ella se estremece con mi contacto. Necesito sentirla en mi
lengua, me inclino y paso la lengua por la herida, está fría y es sumamente
satisfactorio paladear el sabor de esa quemadura. Abtikari gime y aprieta las
piernas.
«Muy bien mi pequeña, así es como debes hacerlo»
La chupo sin cesar, extasiado por el sabor de su piel herida, sus
gemidos y jadeos se hacen más sonoros, mi verga brinca desesperada. Me
dirijo a su boca, la abre sin ordenárselo, sabe perfecto lo que tiene que
hacer. La meto toda hasta el fondo de un solo embiste, me la succiona de
esa forma tan agresiva que me enloquece, las mejores mamadas de mi vida
me las ha dado ella.
Me muevo con ímpetu, necesito desahogarme, empujo su cabeza
contra mi pelvis e impacto en incontables ocasiones el fondo de su
garganta, ella tiene el rostro rojo y las venas se le marcan en la frente, pero
soporta magistralmente como le follo la boca, tan jodidamente experta en el
sexo porque es una puta, igual que su madre, las odio a las dos. Con una
última estocada eyaculo en su boca, como la experta que es, se lo traga todo
y hasta se relame los labios.
«Maldita mujer»
—Me vuelves loco Abtikari, jodidamente loco. 
«De odio y de deseo»
—Cógeme por favor —jadea.
«Con mucho gusto»
Separo sus piernas y me planto entre ellas, está completamente
empapada, incluso tiene húmeda las sogas que rodean su entrepierna.
Hipnotizado por la visión de su sexo chorreante me hinco ante ella, lo
devoro con perversión y salvajismo, mordisqueo su clítoris hinchado y me
bebo su humedad. Gime tan fuerte que me empalma de nuevo, no me canso
de ella, no me siento saciado por más que me la coja. Me chupo un dedo y
lo meto en su culo mientras sigo lamiéndola como un desquiciado, su
cuerpo se estremece, puedo ver como la entrada de su vagina se contrae por
el orgasmo.
Me pongo de pie, sujeto su cadera y la penetro por el culo sin
contemplaciones, a ella le gusta, gime como una maldita perra en celo
cuando lo hago, la embisto sin piedad y sin descanso, no voy a parar hasta
correrme de nuevo. Entro y salgo a toda velocidad, viendo como su culo me
devora por completo, como se enrojece por el roce y como se contrae
cuando vuelve a alcanzar el éxtasis apretándome la verga, logrando que me
corra por segunda vez.
«Abtikari, eres tan perfecta para mí y te detesto más por eso»
—Hoy te quedarás aquí, pequeña —digo saliendo de su trasero, aún
tengo la verga dura, pero debo irme ahora antes de soltarla y querer llevarla
a mi cama y follarla de nuevo. Pongo mi rostro a la altura del suyo y beso
su boca que aún resuella tratando de recuperar el compás de su respiración.
—Está bien, pero suéltame —dice tan tranquila, como si el dolor de la
quemadura no le afectara.
«Dura como solo ella sabe ser»
—Lo haré y te recomiendo dormir boca abajo, mañana te traigo algo
para la cicatrización.
Quisiera hacerlo justo ahora, pedirle a Frederika que cure la
escarificación, pero no puedo mostrarme condescendiente con ella,
suficiente fue con pedirle perdón en un instante de debilidad. Le quito las
cuerdas y le doy de nuevo la ropa que traía puesta, aunque dudo que quiera
vestirse con la quemada tan reciente, la beso una última vez y me encamino
a la salida.
—Apaga la luz por favor —pide en voz alta antes de que salga del
sótano.
Aprieto el interruptor y salgo dejándola en la oscuridad, reprimo el
deseo de volver y quedarme con ella simplemente sentados y
acompañándonos, debo empezar a expulsarla de mi sistema, le quedan solo
tres días y se larga de aquí. Regresará al prostíbulo donde pertenece y si es
lo suficientemente inteligente, descifrará para que son las llaves, ella ya vio
el cofre en el cuarto de mi padre, solo debe usar un poco ese cerebro para
obtener su libertad y si no lo hace, que se pudra en el burdel.
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 34
Juego
El ardor de la quemada es insoportable, ni siquiera he podido vestirme,
aunque en el averno por lo general estoy desnuda. Trato de dormir, pero no
lo consigo, no consigo hacer nada que no sea sentir, en el burdel había
recibido quemaduras con diferentes objetos como cera y cigarrillos, pero
esto es otro nivel. El simple hecho de moverme exacerba el ardor y
estúpidamente eso me excita, maldigo mil veces a Ömar por hacerme esto,
no por quemarme ni por convertirme en su juguete, lo maldigo por no
quedarse conmigo y hacerme gemir más.
«Tú sí que estás demente, Nath»
Lo estoy, lo sé, pero no puedo evitar desearlo, no puedo evitar cada
vez que cierro los ojos ver su rostro, sus labios gruesos, su cuerpo perfecto
y sobre todo su hermoso pene, tan solo pensar en él hace a mi sexo latir. Me
remuevo por las sensaciones de mi vagina completamente rebelde a mi
voluntad, necesito de alguna forma liberar esto que me tiene intranquila.
Me recargo en la pared y abro las piernas, nunca he podido
masturbarme correctamente, pero en este momento estoy tan excitada que
no creo que no pueda llegar al orgasmo. Llevo mi mano a mí intimidad, con
el simple roce de mis dedos doy un respingo y me estremezco. Toco mi
clítoris, está hinchado y sensible, imito lo que me ha hecho Ömar, lo froto
en forma circular con tres de mis dedos, con solo unos cuantos movimientos
siento las contracciones y espasmos acercarse.
Me arqueo contra la pared, mis piernas completamente tensas, aprieto
los dientes, necesito más, más rápido, acelero el movimiento, un gemido se
escapa de mí, muevo mis dedos más rápido y jadeo incontrolable. Pellizco
uno de mis pezones y la explosión se da, escandalosa y liberadora, exhalo
fuerte y un ligero mareo me desorienta, respiro profundamente tratando de
controlar los latidos de mi corazón y de mi vagina, mi cuerpo se relaja
instantáneamente.
Ese orgasmo pequeño, que no se compara con los que mi árabe me
regala, me mantiene sosegada por un rato, dormito hecha un ovillo en el
piso, soñando con él, con su lengua torturando mi sexo y su peligroso pene
endemoniado acribillándome con sus embestidas. ¿Por qué no puedo dejar
de pensar en sexo? Creo que es el dolor constante, me mantiene en un
estado de excitación permanente.
Las horas pasan lentas, horas en las cuales tengo que volver a tocarme
o me voy a enloquecer más de lo que ya estoy. Tres veces lo hago, tres
orgasmos medio placenteros que me apaciguan por ratos, Ömar me ha
convertido en una adicta a su sexo, a su salvajismo y a su demencia.
Después de no sé cuánto tiempo la puerta se abre y entra Marceline
sosteniendo una bandeja entre las manos.
—Te traje de comer —gruñe. La veo desde mi lugar sentada en el
piso, tiene los labios apretados y los ojos entrecerrados.
—¿Qué tienes Zanahoria?
—Nada —Vuelve a gruñir, pone la charola en el piso y se dirige de
nuevo a la puerta.
—¿No vas a darme de comer como otras veces? ¿No vas a platicar
conmigo? —No me importa hablar con ella ni quiero su compañía, pero
algo en mi interior me dice que está así por Ömar.
—No tengo ganas de aguantarte.
—¿Qué te hice para que estés enojada conmigo, Marceline? —la
molesto.
—¿Qué me hiciste? A ver, vamos a enumerar —dice extendiendo el
índice—. Uno, viniste a joderme la vida con tu presencia —Agrega el
medio—. Dos, te revuelcas con él como la puta que eres —Eleva el anular
uniéndolo a los otros dedos que ya tenía en alto—. Tres, lo estás poniendo
en mi contra. No sé qué le has dicho y no me interesa, pero te aseguro que
la que se larga de aquí eres tú, Ömi te llevará de vuelta al burdel me lo
acaba de decir, no va a permitir que te quedes con él.
Sale hecha una furia del averno azotando la puerta tras ella. El corazón
me late a mil por lo que acaba de decir. ¿Ömar le dijo que me llevará al
burdel? ¡No! ¡Él no puede hacerme eso! ¡No! ¿Por qué? ¿Por qué me aleja?
La angustia me comprime el pecho, tomo la charola y la arrojo lo más
lejos posible en un vano intento de desfogar un poco la frustración que me
embarga, me pongo de pie y camino de un lado al otro en la oscuridad,
choco con algunos estantes, cosas caen, intento recogerlas, pero en medio
de la oscuridad es una tarea difícil. Deambulo por toda la estancia sin saber
dónde estoy, el huracán de mis pensamientos no me permite usar el
raciocino para regresar de nuevo a la puerta, no creí que el sótano fuera tan
grande, pero parece que lo es.
Por donde sea que paso choco con algo, no me detengo a averiguar
que es, tanto que me había intrigado lo que Ömar tenía en la oscuridad y
ahora me importa una mierda. No logré convencerlo, aunque me quedan
solo dos días y lo que resta de este. ¿Qué puedo hacer para que cambie de
opinión en solo dos días?
«Nada, estúpida fracasada, ni siquiera puedes conseguir el amor de
un hombre»
Percibo el sonido de la puerta abrirse, debe ser la imbécil de
Zanahoria, no me interesa que vuelva a soltarme sus reproches y amenazas
por lo que no me acerco a la puerta. La luz se enciende y diviso el centro
del sótano que me llama como una polilla a la luz, pero me quedo quieta en
mi sitio. Escucho su voz llamándome, no es Marceline, es mi árabe, mi
corazón quiere correr hacia él, pero mis pies se rehúsan a moverse
«¿Podré quedarme aquí en el sótano escondida para siempre?»
—Abtikari —repite en tono rudo.
—No estoy —contesto en un murmullo tan bajo que apenas yo me
escucho.
—¿Quieres jugar a las escondidas? —Se ríe, con esa risa tenebrosa
que usó en el laberinto—. No es el sitio donde normalmente jugamos, pero
será interesante el cambio.
«Ellos juegan aquí»
Eso fue lo que Marceline me dijo. ¿Ellos quienes? No se lo pregunté a
Ömar, como siempre me borró los pensamientos a base de sexo, pero ahora
que lo recuerdo me confunde aún más de lo que ya estoy. Sale del sótano y
cierra la puerta de nuevo, exhalo porque por el momento conseguí
quedarme aquí escondida, sin embargo, al cabo de unos minutos se vuelve a
abrir. Escucho pasos y susurros, apaga la luz y cierra la puerta, de nuevo
quedamos en la oscuridad absoluta.
Chasquido.
—Escondidas. Es el juego favorito de él, yo lo odiaba porque nunca
podía encontrarlo, es excelente ocultándose, pero ahora ya no me es tan
difícil, los dos somos buenos contrincantes.
—¿Aún juegan a las escondidas?
—A veces, es divertido, lo comprenderías si vieras como lo jugamos,
ambos debemos poner a prueba nuestra inteligencia y astucia.
Otro chasquido.
Respiro lento y sin hacer el menor ruido, esto es como lo que pasó en
el laberinto, pero ahora no tengo miedo, la angustia y el dolor de saber que
no se va a quedar conmigo es lo que puedo sentir. Si quiere regresarme al
burdel primero tendrá que encontrarme, él no es el único que es amigo de la
oscuridad, no puedo moverme con la facilidad con la que lo hace él, pero
puedo usarla a mi favor también.
Agudizo el oído lo más que puedo conteniendo la respiración, ya no se
oyen sus pasos, no se oye nada. Un leve susurro corta el espacio a mi
izquierda, camino lateralmente hacia la derecha sin hacer ruido y sin dejar
de estar concentrada en los sonidos. Golpeteo metálico a mi derecha, más
cerca de mí. ¿Qué carajos? Juraría que estaba a mi izquierda. Debo
moverme más rápido, avanzo hacia delante con las manos al frente para no
chocar.
Murmura en mi oído palabras en árabe, respingo cuando siento que
algo toca mi brazo y un dolor punzante lo recorre, líquido tibio resbala por
mi piel, lo recojo con mis dedos y lo huelo, es sangre. Busco su cuerpo en la
oscuridad, pero no lo siento a mi lado. Vuelve a hablar cerca de mí, otro
toque en mi brazo y otra gota de sangre que baja. Gimo por la corriente
eléctrica que nace en el corte y viaja a mi sexo, las piernas me tiemblan un
poco, él camina en círculos alrededor de mí, debe hacerlo muy rápido
porque lo siento en todas partes a mi alrededor.
De la nada, lo siento detrás de mí, hace un corte en mi espalda, jadeo
cuando su lengua recorre la herida, mi vagina se contrae y humedece. Su
aliento me acaricia de frente, no comprendo cómo en menos de un segundo
pasó de mi espalda a estar frente a mí. Toma mi mano y coloca algo en ella
dando una orden en árabe. Me quedo pasmada al percatarme que es una
navaja y sintiendo como pasa de nuevo la suya por una de mis piernas, el
olor a sangre se acentúa embriagándome, hace otro corte y otro más casi
consecutivos.
Desliza la lengua por mis labios al tiempo que agrede otra parte de mí,
sus palabras en árabe provienen de todos lados, es como si estuviera a mi
lado izquierdo y al derecho también, lejos y cerca al mismo tiempo, me
desorienta y me confunde, porque cuando creo que está en alguna dirección
me ataca por la otra.
—Háblame en inglés para que te pueda entender —murmuro a la nada,
su risa tenebrosa resuena una vez más.
Una nueva incisión de su arma, esta es más profunda, las otros habían
sido solo caricias y rasguños, esta duele y la sangre sale por mi cadera
mojando mi pierna hasta la rodilla. Me siento mareada y al mismo tiempo
como en un trance, el olor férreo hace que quiera probarla, que quiera
sentirla en mi boca junto con la suya.
—Únete al juego damiya, será divertido tener una jugadora más.
Aprieto el cuchillo en mi mano, quiero jugar su juego, quiero deslizar
la navaja por su cuerpo tentador y probar su sangre, quiero que él beba la
mía, sé lo que sucederá después y lo deseo, quiero que me coja de las
formas más despiadadas. Me muevo rápido hacia adelante, milagrosamente
no choco con nada, absolutamente todos mis sentidos están en alerta, los
nervios expectantes y la excitación corren por mis venas. Mi cadera es un
caos, el corte y la quemadura me flagelan con cada movimiento de mis
piernas, pero eso no hace más que encenderme e incitarme. Me quedo
quieta esperando que se acerque de nuevo a mí.
Siento un pinchazo en mi abdomen y muevo la mano instintivamente,
la hoja de mi daga toca alguna parte de su cuerpo, por la altura y posición
supongo que es su brazo, el gruñe por mi agresión e inmediatamente lo
siento en mis labios, me besa con torpeza, chocando sus dientes con los
míos, me abrazo a él y subo por su cuerpo, devorando su boca con
necesidad, esa necesidad que he tenido por horas y que mis manos no me
han podido quitar.
Me arqueo al sentir un ataque a mi espalda, duele mucho, no ha sido
un simple corte, él clavó una pequeña navaja por debajo de mi hombro
izquierdo. Me suelta y se aleja de mí, el dolor punzante me hace llevar mi
mano a la herida, sangra mucho, me mareo de nuevo, estoy sangrando por
varios cortes. Rozo el de mi cadera con un dedo y percibo los bordes de mi
carne separada.
Otra agresión, otra y otra, mi cuerpo se empapa de sangre, no puedo
decir que mi visión está borrosa porque no veo nada en la oscuridad, pero
siento mis ojos extrañamente pesados, dejo caer mi navaja y me tambaleo,
creo que voy a perder el conocimiento. Sus brazos me atrapan antes de
chocar con el piso, me levanta y me lleva cargando hacia algún lado.
—Aunque no quieras el agua helada lo necesitas, Abtikari —Me
sumerge suavemente en el contenedor y mi cuerpo aúlla por el frío que me
ataca como si fueran otras cuchillas clavándose en mi cuerpo—. Eres
pésima jugadora.
—Este juego es muy perturbador ¿Con quién lo juegas?
—Más tarde hablamos —Hace el intento por pararse, pero tiro de su
brazo, el jalón lo toma por sorpresa y cae en el agua conmigo—. ¡Maldita
sea, Nath! —gruñe enardecido.
Aprovecho el momento de confusión para salir de debajo de su cuerpo
y ponerme encima de él, está vestido y su ropa empapada, le quito la
playera de un jalón, acaricio su cuerpo tembloroso por el frío, el agua le
cubre todo el abdomen, pero sus pectorales están por fuera. Beso su pecho
desesperada, ni siquiera el agua helada y la debilidad de mi cuerpo
maltrecho logran apagar el incendio que hay en mis entrañas, asciendo por
su cuello dando mordidas hasta llegar a sus labios.
—Me hiciste mucho daño, ahora dame mucho placer —Ömar clava
los dedos en mi cadera lastimando más la marca y el corte, gimo por el
dolor que me recorre todo el cuerpo erizándome de excitación.
—Ahora no, tienes que dejar de sangrar primero —Se pone de pie aún
conmigo encima, sus dedos trazan el camino de la piel de mi cadera abierta
—. Esto está profundo.
—No me importa —Vuelvo a atacar sus labios, de alguna manera
encuentro la ruta a su boca sin ver nada, me jala como un imán potente. Da
dos pasos a un costado y me vuelve a poner dentro del agua congelada.
—Quédate aquí dentro, voy por Frederika para que suture esto —Da
otro beso en mis labios y se aleja de mí.
Enciende la luz y deja la puerta abierta cuando sale, no estoy
encerrada, no estoy obligada a quedarme aquí como en otras ocasiones, sin
embargo, permanezco en mi lugar acatando su orden. Ahora que no está a
mi lado la debilidad y los mareos me golpean aturdiéndome por completo,
cierro los ojos y todo gira a mi alrededor, la oscuridad me jala, quiere
hundirme y yo no me siento con fuerzas para resistirme.
—Nath —Sacude mi cuerpo—. Mantente despierta.
Me levanta en brazos y me saca del agua, trato de hacer lo que me
dice, pero mis párpados se rehúsan. Ömar se dirige conmigo a paso raudo
por los pasillos en penumbra de la casa, soy apenas consiente de que
entramos en su habitación, noto como cierra los ojos y aprieta el rostro por
la luz. Me deja sobre la cama y sale rápido. Veo a Frederika moviéndose a
mis pies, en el buró hay muchas cosas para curar heridas, ella se pone
guantes, toma unas pinzas y sujeta con ellas una aguja curva con hilo
grueso.
Al ver la sutura mis ojos se abren, no estoy asustada, no le temo al
dolor, pero recuerdo que a una de las chicas en el burdel alguna vez la
suturó Grape y eso no resultó muy bien. Levanto un poco la cabeza para ver
mejor lo que hace, es cuando me doy cuenta que no estoy realmente en la
habitación de Ömar, es la otra, la que es una réplica exacta de la de él, pero
con menos ventanas.
Marceline entra en el dormitorio, no puede disimular satisfacción al
ver mi estado, no tengo ganas ni fuerzas para sentir desprecio por ella en
este momento, ni siquiera para correrla. Frederika toma algodón y lo
empapa de un líquido marrón, me hace poner de costado y lo pasa por la
herida de mi cadera con fuerza, no me quejo, no le daré el gusto a la
estúpida de Zanahoria para que siga regodeándose. Ömar regresa y se
recuesta frente a mí, toma mi mano cuando Frederika dirige la aguja hacia
uno de los bordes de mi carne.
—Te va a molestar un poco —comenta ella con una mirada de
compasión y le asiento a la mujer.
La aguja traspasa mi piel, pero no la siento, el dolor de otras partes de
mi cuerpo es mayor, los pinchazos son apenas perceptibles mientras ella va
uniendo mi carne nuevamente. Ömar deja suaves besos en mi mano, brazo
y hombro. El contacto de sus labios me hace olvidar de la mujer alemana
que está curándome y me centro solo en él, en esos ojos marrones que me
miran con lo que creo es preocupación, y me lo corrobora el hecho que no
deja de besarme y acariciarme mientras Frederika continúa con la labor.
Cuando termina con la cadera se pasa al de mi espalda, debajo de mi
hombro, repite todo el procedimiento, después con el de mi abdomen donde
también deja algunos puntos, las demás heridas no requieren sutura, coloca
vendoletas sobre ellas. Finalmente, también desinfecta la quemadura, en
esta ocasión sí dejo salir unos leves quejidos que quedan amortiguados en la
almohada, mientras mi hermoso árabe me consuela con ternura.
Después de asegurarse que todas mis heridas están correctamente
limpias, Frederika recoge todo el material y sale de la habitación llevándose
a Marceline, que no puede quitar la estúpida sonrisa del rostro. Ömar
cepilla mi cabello con sus dedos, está húmedo por el agua fría y de vez en
cuando me hace tiritar.
—¿Cómo estás? —Mi árabe toma mi mentón y me levanta la cara a la
altura de la suya.
—Me duele un poco, pero lo que de verdad molesta es la marca.
—Te pido disculpas por el corte, no calculé bien —En su rostro puedo
ver verdadero arrepentimiento lo que hace que mi corazón de latidos
fuertes.
—Déjame ver el tuyo —pido. Me muestra su brazo ya curado, lleva
también vendoletas, su herida es pequeña y superficial—. Perdóname, no sé
qué me pasó por la cabeza para herirte —Doy un beso en su brazo, odio ver
su precioso cuerpo herido.
—Es parte del juego, no te preocupes —Le resta importancia, supongo
que no se siente con derecho de molestarse por un rasguño después de lo
que me hizo a mí.
—¿Este es el juego del que me hablaste? ¿El que juegas con tu amigo?
—Asiente en silencio—. Es perturbador y peligroso, mírame a mí, podría
hacerte el mismo daño —Me preocupo, él me dijo que su amigo era mejor
que él para jugar y la sola idea que le hagan daño como a mí, hace a mi
estómago apretarse.
—Él y yo nunca nos haríamos daño real, Nath —Vuelve a cepillar mi
cabello, deja un beso en mi frente que me roba un suspiro por lo tierno que
está siendo conmigo, aunque es lo mínimo que puede hacer después de
todo.
—¿Cómo puedes moverte en la oscuridad con tanta destreza? Es algo
que me he preguntado desde la primera vez que estuvimos en el sótano. Es
algo simplemente sorprendente e inexplicable.
—No es inexplicable, te lo contaré más tarde, ahora descansa damiya,
lo necesitas —Besa castamente mis labios y hace el intento de pararse,
sostengo su mano para que no lo haga, no quiero que se vaya.
—No te vayas, quédate conmigo —solicito, me hinco en la cama y tiro
de su ropa para comenzar a sacársela, Ömar se ve mejor desnudo—. Aún
me debes algo.
—Estás débil, debes descansar —rebate, pero se deja desnudar.
—Lo que estoy es deseosa de ti.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 35
Fui yo
Me lanzo por sus labios con demasiada fuerza, lo que provoca que
caigamos en la cama, todo mi cuerpo se resiente de dolor, pero lo encamino
hacia mi satisfacción, tal como me enseñó él. Me acaricia con cuidado de
no dañarme más de lo que ya estoy, su lado sosegado me intriga más que el
psicópata que no duda en lastimarme. ¿Por qué esconde esta parte de él?
¿Por qué se refugia tras la máscara de frialdad e indiferencia? Me pregunto
por milésima vez como puede ser el mismo hombre, el frío e impasible, el
tranquilo casi tierno, el demente dios del sexo y el dolor, el perturbado y
torturado.
«¿Cuántas personalidades tiene?»
—Damiya... No sabes cómo te deseo, pero no quiero lastimarte —Que
me diga que no quiere lastimarme es hilarante solo con ver el estado de mi
cuerpo.
—Tómame —musito besándolo—, te necesito.
Si es cierto lo que Marceline me dijo, me quedan solo dos días con él
y no los voy a desperdiciar descansando, quiero tenerlo hasta el último
segundo, pero quiero tenerlo aquí, en la suavidad de una cama, besándome
como lo está haciendo, de esa manera tranquila y profunda que solo me ha
dado una vez, ya he tenido suficiente de la locura y oscuridad.
Su toque es apenas perceptible, la yema de sus dedos sobre mi piel me
electrifica, me sumerge en un universo de sensaciones nuevas y de
emociones abrumadoras. Ömar nunca me ha tocado así de una manera tan
sutil y sensual, hago lo mismo que él, recorro su cuerpo con delicadeza,
venerándolo, dejando plasmada en mis caricias el amor que le tengo, no el
deseo desbordado que me arrasa siempre, quiero que sienta hasta en el
último milímetro de su piel lo mucho que lo amo. En este momento no soy
Abtikari, ni Cherry, ni una esclava, soy Nath, una mujer enamorada, su
damiya.
—Ömar... —jadeo, pero no puedo continuar.
Quisiera gritárselo en la cara de alguna forma para que lo entienda,
pero me trago las palabras, prefiero demostrárselo. Bajo por su cuerpo
repartiendo besos en su torso firme, el recorrido de mi lengua le eriza la
piel, desciendo hasta llegar a la parte que más me gusta de él, un ataque de
besos mordelones sobre su pubis lo hace reír y a mí también, vuelvo a
deslizar la lengua por el tatuaje de su pierna, ese que lamí en el burdel y
asciendo de nuevo para centrarme en lo que realmente quiero lamer. Miro
su rostro acomodada entre sus piernas, tiene una expresión extraña, entre
embelesado y confundido.
—Nath... —susurra dejándome sin aliento.
«Dilo mi amor, di que me amas»
Beso su pene con calma, mimándolo, acariciándolo con mi lengua y
labios, lo introduzco en mi boca poco a poco hasta que toco su pubis y su
vello me hace cosquillas en la nariz. Mis movimientos son tranquilos,
rítmicos, no con la vehemencia y agresividad con la que siempre lo hago, su
mano acaricia mi cabeza, pero no me empuja como en las otras veces,
simplemente peina mi cabello mientras continúo adorando su miembro,
cuando empieza a palpitar él me detiene.
—Bésame, damiya —pide con anhelo.
Me toma de los brazos y me guía de nuevo a sus labios, su lengua y la
mía juegan a rozarse, a provocarse, su mano se desliza entre mis piernas y
me toca de una manera que me arranca suspiros estremecedores, suaves
vibraciones y toquecitos que me obligan a arquearme presa de los
espasmos, cierro los ojos dejándome llevar por lo que mi precioso árabe me
hace sentir.
—No —murmura—. Ábrelos, mírame a mí.
Fijo la vista en sus ojos marrones, tiene las pupilas dilatadas por la
excitación, nuestros labios se tocan, pero no se besan, él aspira mis jadeos,
la sangre se concentra en mi sexo y lo beso cuando el orgasmo viene por mí
para hacerme flotar entre nubes de éxtasis. Ruedo y me siento sobre su
cadera, su potente erección me llama a empalarme en ella, lo hago sin
demora, el dolor tirante de las suturas me impulsa, me excita, subo y bajo
por su pene al compás de mis latidos que no son rápidos, pero sí muy
fuertes, mi corazón late enérgicamente por él.
—Te deseo de una manera insana, Nath —Parece más una
lamentación que una declaración.
En un gesto inesperado, me toma de la cintura y me da la vuelta
recostándome en su pecho, sus brazos fuertes me demuestran una vez más,
que mi cuerpo no es nada entre sus manos, las cuales coloca detrás de mis
rodillas y separa mis piernas lo más posible, se clava en mí sin necesidad de
guía, su pene conoce perfecto el camino a mi interior, sus piernas
flexionadas sobre la cama mantienen las mías abiertas, una de sus manos se
apodera de mi clítoris y la otra de mi seno.
—Soy el mejor que no se te olvide, el primero en hacerte derramar
lágrimas de placer.
Sus caricias son precisas y expertas, tanto como las mías y me suben
de nuevo a la gloria demasiado rápido, acelera el ritmo de sus sólidas
acometidas, mis puños se aferran a las sábanas, quiero volver a sentirme
como la primera vez que lo hizo, quiero sentir esa sensación que no se
describir más que como algo cálido y esponjoso, algo suave y sin sentido,
pero absolutamente demoledor.
—Hazlo otra vez por favor, hazme llorar como lo hiciste en tu cama
—Ömar se ríe y ese sonido me embarga estremeciéndome, me estimula
más.
Saca su miembro de mi vagina para dirigirla a mi culo, se introduce
despacio, pero aun así duele por su despiadada posesión de anoche, no creo
algún día acostumbrarme al groso de su pene. Sus dedos se introducen en
mi vagina volviendo a llenarla, su palma frota mi clítoris y su otra mano
continúa estrujando mi pezón. Se extiende en mi interior llenándome por
completo de esas sensaciones abrumadoras, mis ojos se nublan, gimo,
jadeo, me retuerzo y me arqueo sobre él con el estallido de placer.
—¡Joder, Nath! —Empuja una vez más contra mí y gruñe por su
propio orgasmo con todo su cuerpo tenso.
Las lágrimas fluyen, sí, pero él se corrió antes de probarlas, no las
necesitó para disfrutar conmigo, como tampoco la sangre cuando estábamos
en la casita del bronceado solo él y yo. Ambos nos complementamos. ¿Por
qué entonces quiere alejarme? ¿Por qué no me permite quedarme con él?
¿Por qué no se da cuenta que estamos hechos el uno para el otro? Yo puedo
complacerlo a pesar de sus fetiches extraños y él es el único que me hace
sentir todas estas cosas, porque ni siquiera Alek ha logrado someter mi
cuerpo y mi mente como lo ha hecho Ömar.
Con suavidad me baja de su cuerpo y me coloca a su costado, me mira
nuevamente confundido, en sus ojos puedo ver la batalla interna entre
volver a ser ese hombre gélido y el tierno que raras veces me ha dejado ver.
Me pego a él y lo rodeo con mi pierna y brazo, acariciando su espalda y
dejo besos suaves sobre sus labios que están algo pálidos.
—No las necesitaste —musito en voz baja limpiando las lágrimas que
continúan saliendo de mis ojos, él niega con la cabeza.
—Dilo por favor, dime a quien amas —Suena a súplica, no es una
orden.
—Ya te lo he dicho suficientes veces, he sido clara contigo, lo que
quiero saber es que sientes tú por mí.
Quiero decírselo, se lo diré a cada segundo por el resto de mi vida si
así lo quiere, pero necesito que primero sea honesto conmigo, él sabe que lo
amo, pero yo, pese a sentir que me quiere, necesito en este instante que me
lo corrobore, necesito que me diga que no me va a dejar ir y que calme este
desasosiego que me dejó la declaración de Marceline. Su rostro se endurece
en una fracción de segundo, todo indicio de confusión y embelesamiento
que había dejado ver, se evapora.
—Duérmete —ordena. Hace el amago de levantarse, pero no se lo voy
a permitir, debe dejar de rehuir a mis preguntas.
—Contéstame Ömar —le ordeno también—. Atrévete a reconocer tus
sentimientos de una vez.
—No digas tonterías. ¿Cuáles sentimientos? —Su respuesta es como
un puñal en mi corazón y duele más que cualquiera de mis heridas.
—¿Crees que no me he dado cuenta? ¿Crees que no noté que me
acabas de hacer el amor? Porque eso fue lo que pasó.
—¡Cállate! —sisea poniéndose de pie—. ¡Cierra la maldita boca!
—¿Y si no quiero qué? ¡Mírame maldita sea! —Señalo mi cuerpo de
arriba abajo—. Mira lo que he soportado por ti.
Me observa con ira, mi cuerpo no puede albergar una marca más, los
moretones de nuestro primer encuentro en el averno aún no se desvanecen
por completo de mis nalgas, se unen a los de mis piernas, a los piquetes
provocados por las agujas en su castigo, a las mordidas que me ha dado, a la
quemadura que me hizo a anoche, a los montones de cortes y suturas que mi
cuerpo exhibe, soy completamente un lienzo donde está plasmada la tortura
a la que me ha sometido los últimos doce días.
—Tengo más heridas en mi cuerpo, que tú tatuajes en el tuyo.
—Lo has soportado porque quieres, porque te gusta —Su voz fría y su
rostro inexpresivo me cabrea, me enfurece que sea tan cobarde y no quiera
reconocer que los dos sentimos lo mismo por el otro.
—¡Lo he soportado por ti, estúpido árabe! —grito poniéndome de pie,
rodeo la cama y lo empujo con todas mis fuerzas que no son muchas—. ¡Se
hombre y deja ya de negarlo, has disfrutado conmigo sin necesidad de
sangre, ni de lágrimas porque me quieres, acéptalo ya!
Él se ríe de una manera impersonal y sarcástica, hundiendo más el
puñal en mi corazón, el dolor me atenaza el cuerpo, mis ojos quieren volver
a llenarse de lágrimas, pero no se lo permito, no le daré el gusto con estas.
La debilidad me hace trastabillar y me sujeto del espejo giratorio que hay
frente a la cama. Miro mi reflejo, luzco terrible, patética, mi cuerpo está
destrozado, la imagen me trae a la mente otros cuerpos que he visto así,
solo que aquellos estaban cubiertos de sangre y más maltratados todavía.
—Ellas... —exhalo.
Mi cerebro se llena de los recuerdos de la noche de la elección, cuando
Torek sacó dos cuerpos irreconocibles de la caverna, vuelvo a ver mi reflejo
tratando de imaginar que todas mis heridas fueran hechas al mismo tiempo,
tratando de ver la sangre que hace dos horas estaba cubriéndome, me vería
igual que ellas. Un destello me atraviesa la mente y me asusto, lo miro de
pie sin moverse, su cuerpo imponente en posición amenazadora con los
puños apretados a sus costados.
—Hay alguien, sé que es un hombre porque es grande y fuerte.
No, me mareo de nuevo, sujeto más fuerte el espejo para no caer. No.
«Ömar estuvo en el burdel ese día»
«¿Estuvo?»
Hago memoria y sí, estuvo ahí, me dio las cremas. Vuelvo a
contemplarme y me dibujo en la mente una melena roja como la de Apple
tirada en el horno, así se veía ella también.
«¿Ömar estuvo ahí?»
«Sí, el día que le di una mamada por primera vez»
«¡No, esto no puede ser! ¡Solo son coincidencias, solo
coincidencias!», repito en mi cabeza una y otra vez.
Continúa inmóvil, mirándome como si yo fuera una presa y él un
cazador, pareciera que sabe que me he dado cuenta y está calculando mis
movimientos.
«No, él no fue»
«Abre los ojos estúpida. En la cena de gala también hubo un ataque,
él estaba ahí»
Pero en todas las ocasiones ha estado conmigo, no ha podido hacerlo,
él no fue, me niego a creerlo.
«También mató a Max y eso sí lo viste»
Eso no lo puedo negar, lo hizo en el averno... la cloaca... el horno... la
caverna... en la oscuridad.
—¿Entonces no te preocupa que puedas verte involucrado?
—Nunca me han involucrado, Abtikari.
Nunca lo han involucrado, me lo dijo cuándo asesinamos a Max, lo ha
hecho varias veces, él las mató.
—No —susurro aun sin asimilar del todo las escenas que pasan como
rayos por mi mente—. Dime que no fuiste tú.
—No fui yo —responde, sabe de lo que le estoy hablando.
«¿Cómo lo sabe si no fue él?»
La luz se apaga y siento un cuerpo firme y musculoso pegarse a mi
espalda y el mío se tensa, la respiración se me acelera y mi corazón
desquiciado amenaza con salirse de mi pecho, me congelo en mi lugar, si no
tuviera una mano sobre el espejo ya me habría estrellado contra el piso.
—Fui yo —contesta su voz a mi espalda.
Ömar sigue ante mí, sus ojos miran algo por encima de mi cabeza,
trago grueso reuniendo el valor para girarme, pero mis pies no me
pertenecen en este momento, mi cuerpo entero me dice que no lo haga.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 36
Dos
—Abtikari —murmura en mi oído.
Sus nudillos se desplazan por mi brazo, toda mi piel se eriza, hasta el
último milímetro, tengo la respiración descontrolada lo que hace que mi
cuerpo se sacuda, las piernas me tiemblan y mis manos sudan. Veo al
hombre frente a mí, ¿si él está ahí quién está a mi espalda?
—¿Khaliqi? —pregunto con las lágrimas queriendo anegar mis ojos.
—¿Qué haces aquí? —Ömar se dirige al hombre detrás de mí.
Él me suelta y pasa por mi lado para situarse a lado de Ömar, al verlo
debo sostenerme con más fuerza del espejo para no caer. Miro a uno y al
otro consecutivamente, mi cerebro se niega a procesar lo que mis ojos están
viendo.
«Dos, exactamente iguales»
«Esto no es real, debo estar soñando. Seguro perdí la conciencia por
el sangrado»
Ambos hombres me miran fijamente, uno con expresión felina y el
otro con la frialdad plasmada en su rostro. Idénticos, tanto, que debe ser
irreal, no pueden existir dos personas exactamente iguales.
—Shaqiq, esta es mi habitación —responde el que acaba de llegar—.
Te la follaste en mi cama, eso no se hace.
«¿Shaqiq? Sé lo que significa esa palabra»
—¿Hermano? —La pregunta sale por mi boca, pero ni siquiera
reconozco mi voz, es apenas un débil murmullo.
—Vístete, me molesta que estés desnudo y yo no —Ömar, o el que
creía que lo era se coloca de nuevo la ropa, los dos llevan exactamente lo
mismo, pantalón deportivo negro y playera de algodón negra.
—¿Cuántas prendas iguales tienes? ¿Por qué siempre llevas lo mismo
puesto?
—Es una estrategia a prueba de fallos.
—¿Qué mierda está pasando aquí? —Trato de controlar mi voz que
quiere gritar de frustración porque no entiendo que mierda está pasando.
—Él, es mi hermano gemelo —responde uno.
—¿Quién eres tú? —le pregunto al que tiene las manos en los
bolsillos.
—Ömar —sisea en tono bajo.
—¿Y tú? —señalo al que tiene los brazos cruzados en el pecho.
—Amún, pequeña Abtikari, aunque puedes seguir diciéndome
Khaliqi, me gusta más —Su sonrisa cínica deja ver que esta situación le
divierte.
—¿Y estas dos palabras juntas que significan?
—Ömar y Amún.
¿No era ese el nombre de su padre?
Mi maldito cerebro es un desastre, las conversaciones extrañas que he
tenido con Ömar se arremolinan en mi mente, ya no sé ni con quién mierda
tuve las conversaciones, no sé con quién carajos he estado viviendo estos
últimos días, ni quién me ha follado y torturado hasta el cansancio.
La rabia se concentra en mi estómago y se esparce a toda velocidad
por mi cuerpo, porque no puedo evitar pensar que estos dos han estado
jugando conmigo, por eso los malditos misterios y las preguntas sin
respuestas, los cambios de humor sin sentido, las apariciones extrañas
cuando se suponía que no estaba en casa, los besos diferentes, las actitudes
diferentes.
—¿Quién de ustedes ha estado aquí conmigo?
—Los dos —contestan a la par.
—¿Quién me ha follado?
—Los dos —Vuelven a decirlo juntos. Hasta sus malditas voces son
casi idénticas, alguno de los dos la tiene un poco más ronca.
«¡Hijos de puta!»
—Explíquenme inmediatamente qué está pasando y por qué han
estado jugando conmigo —exijo, mi cerebro va a explotar si no me lo
aclaran en este instante.
—Ve a vestirte primero y después hablamos —dice Ömar, el real—.
Amún, vamos a mi habitación un momento.
Salen del dormitorio de visitas, que ya no creo que sea de visitas, me
fijo en el closet y descubro que está repleto de ropa como el de la habitación
de Ömar, exactamente los mismos trajes y camisas, en los cajones la misma
ropa interior y la deportiva para estar en casa, su estrategia a prueba de
fallos para no ser reconocidos. Esta es la habitación de Amún, la del otro
Amún, que no es el padre.
«Esto cada vez es más jodidamente confuso»
Salgo y me dirijo a mi habitación, tomo una ducha rápida, saco lo
primero que encuentro del guardarropa y me lo pongo, sin ropa interior
porque mi cadera no lo soportaría, el dolor con cada movimiento se va
haciendo más intenso, me recuesto en la cama, estoy tan cansada, adolorida
y más confundida que nunca.
Dos hombres, dos árabes con personalidades diferentes a pesar de ser
físicamente idénticos, por eso los cambios de humor y de comportamiento,
ahora entiendo que fue lo que pasó en el baño con Max, por eso dos retratos
en la oficina de su padre, dos habitaciones iguales, dos fotos en la
habitación de Marceline con expresiones distintas, todo el tiempo lo tuve
frente a mis narices y no lo comprendí por estar cogiendo como
desesperada con él... con ellos.
«¡Mierda!, con los dos. ¡Malditos locos hijos de puta!»
Debo ordenar mis pensamientos, entender quién es quién, ya no puedo
dejarme confundir por ellos, hago memoria de todos los días vividos en este
lugar y voy tratando de clasificar en cada uno de esos hombres con la
información que tengo, las diferencias en sus comportamientos y lo que he
logrado percibir estando con ellos en la intimidad. Empiezo con Ömar al
que conozco mejor, o según yo creía conocer, aunque ahora que lo pienso
me parece que he pasado más tiempo con el otro, el demente.
Ömar, es el frío e inexpresivo, pero que a veces puede ser tierno y
compasivo. Por alguna razón, desde mi percepción, él es claridad y luz, sus
besos son los inexpertos porque no había besado a nadie, con él he salido de
día, es quien me ha consentido llevándome a la playa, de compras, a su
viaje, aunque ninguna de las salidas resultó bien, su fetiche son las
lágrimas, es rudo en la cama, pero con mesura, es apasionado y también
respetuoso... y celoso con su conflicto por la vestimenta.
Por otro lado está Amún, él definitivamente es oscuridad, el
dominante dios del sexo y el dolor, el que me ha poseído de las formas más
despiadadas con sus caricias duras y expertas, el que me ha torturado hasta
el cansancio en el averno, el que ha jugado con mi mente y la ha destrozado
hasta hacerme a su imagen, el que se excita con sangre, el que me parece
perturbado a veces, el solitario, el que le huye a la luz, aún necesito saber
por qué, el asesino y al que le dije que lo amo... pero se lo confesé creyendo
que era otro.
«¿Eso hace alguna diferencia?»
Sí.
No.
No sé.
¿Cómo puedo amar a alguien que no sabía ni que existía? Y a pesar
que acabo de enterarme de su existencia aun así siento que lo conozco, qué
estupidez más grande.
«Él asesinó por ti»
Mi corazón es de Ömar, no de Amún.
«¿Segura?»
Sí.
No.
No sé.
¡Mierda! Mi mente es un caos, mi corazón está peor.
«Eso no es lo importante, piensa en las opciones»
¿Cuáles opciones? Esos dos me han estado viendo la cara de estúpida.
«Dos hombres, dos oportunidades de lograr tu objetivo»
Ellos entran en mi habitación, no sin antes apagar la luz y quedarnos
en la penumbra, solo con la luz de la luna que entra por las enormes
ventanas, se paran uno al lado de otro y de primera instancia no sé quién es
quién, son tan idénticos, algo deben de tener distinto. Me acerco un poco a
ellos y veo el brazo de uno con una herida reciente, es Ömar y el otro con
una herida de hace días, la de la noche de Max, es Amún, miro sus manos
también, Amún tiene una lesión en el dorso ya casi por completo
cicatrizada.
«¿Cómo pude ser tan estúpida y no darme cuenta de esos detalles?»
También hay algo en el tatuaje que es diferente, lo recuerdo. Me dirijo
a Ömar, rozo el corte que le hice y me observa sin decir nada, sujeto el
borde inferior de la playera y lo levanto, su abdomen está libre de lesiones
como lo supuse, lo rodeo y miro el tatuaje de su espalda, alargo el brazo y
levanto la playera del que está a lado y veo el suyo.
«¿Tan estúpida eres Nath que no lo notaste?»
Son los mismos tatuajes, medio rostro y media calavera. Ömar, con la
calavera de lado izquierdo y su rostro de lado derecho. Amún, con la
calavera de lado derecho y el rostro de lado izquierdo. Rodeo al otro y
contemplo su abdomen, las marcas de las mordidas y los arañazos que nos
hicimos en el baño están ahí comprobando que es correcto el concepto que
tengo de cada uno, termino de sacarle la playera a Amún, quiero corroborar
si hay más diferencias que pasé por alto.
—Abtikari, ¿Tienes ganas de coger? —comenta el muy cínico—. Creí
que querías hablar.
No le respondo. Me volteo hacia Ömar y también saco su playera sin
que oponga resistencia, pero en su mirada veo recelo.
—¿Haremos un trío? Eso sería muy divertido, mi hermano y yo nos
hemos compartido las mujeres, pero nunca al mismo tiempo.
—Fuera del averno eres muy parlanchín y gracioso, Amún —contesto
con sorna.
Decir su nombre es extraño, pero se siente bien en mis labios, me
gusta cómo suena, tiene carácter, él se ríe contagiándome, no había notado
que sí lo es, es menos tieso que su hermano, creo me ha hecho reír más
veces, toda esa oscuridad que carga es interesante y coge como los dioses.
—No hermano, te sentirías humillado —le responde Ömar y ver cómo
se retan con las miradas es excitante.
—Dejen de decir tonterías, solo quiero ver sus tatuajes, no puedo creer
aún que fui tan tonta para no darme cuenta que eran dos.
Analizo sus cuerpos, realmente son idénticos, los músculos, el tono de
la piel, aunque el tono de Amún es falso, creado por una cámara de
bronceado. Los tatuajes son los mismos y, aunque sé que también el que
está abajo es el mismo porque ese sí lo he detallado a fondo, tengo ganas de
comprobarlo. Sujeto el elástico del pantalón de Amún y de una intención lo
bajo con todo y bóxer, su pene da un brinco cuando se ve despojado de la
seguridad de la tela y comienza a erguirse.
Intento reprimir la risa, aprieto los labios lo más que puedo, esta
situación es completamente absurda y ridícula, estoy desvistiendo a los dos
solo por la curiosidad de ver si encuentro alguna otra diferencia y no, sus
cuerpos son increíblemente iguales, si acaso una mínima diferencia en el
tamaño de sus penes, el de Amún se ve más imponente que el de Ömar. Me
siento en la cama frente a ellos soportando el latigazo de dolor en mi cadera
por las suturas, cruzo una pierna y los miro fijamente.
—Los escucho, explíquenme porqué me han estado engañando todos
estos días.
—¿Puedo vestirme ya o debo seguir desnudo?
—¿Tienes pudor ahora, Khaliqi? —digo con sarcasmo—. Quédate
desnudo si quieres, no me molesta la vista.
Ambos se vuelven a poner la ropa y noto un pinchazo de decepción en
mi interior, si ver a Ömar desnudo es exquisito, ver a dos sin ropa es
jodidamente una locura, un paraíso. Una vez que terminan de vestirse se
sientan en la cama, uno a cada lado, sentir sus cuerpos tan cerca me hace
estremecer.
«Dos hombres, dos oportunidades»
—¿Y bien? —insisto.
—No te hemos engañado, solo omitimos decirte que somos dos. Al
menos yo no te he dicho ninguna mentira —responde Amún.
«Cínico»
—¿Por qué lo hicieron?
—Nadie sabe que somos gemelos —dice Ömar—, salvo los
empleados de la casa, nadie más lo sabe y dentro de mis planes no estaba
que tú te enteraras —Le da una mirada reprobatoria a su hermano, la cual
Amún no tiene reparos en ignorar—. Legalmente Amún no existe, no está
registrado.
—En pocas palabras Abtikari, los dos somos la misma persona, Ömar
Al Qadar.
—¿Por qué? —Miro de uno a otro, si la idea de que los dos sean
réplicas exactas del otro es extraño, pensar que se hacen pasar por la misma
persona es lo más retorcido que podrían decirme.
—Así lo decidió mi padre, cuando se enteró que tenía otro hijo yo ya
tenía siete años, viví solo con mi madre hasta esa edad, entonces él supo de
mi existencia y me reclamó, pero como yo no era el hijo fuerte y sano que
deseaba, me mantuvo oculto. Además, ¿cómo iba a explicarle al mundo
que, de pronto, el hijo que creyó muerto al nacer estaba vivo y que su
concubina lo había ocultado por tantos años? Eso era muy vergonzoso de
confesar para el poderoso hombre de negocios, Amún Al Qadar.
—¿Tú estuviste enfermo? ¿Tú eres el niño de las fotos? —Apenas lo
he dicho me doy una bofetada mental.
«Mierda, acabo de echarme de cabeza»
—Sabemos que estuviste en la habitación de mi padre, damiya.
Sabemos todo lo que sucede en esta casa.
«Y yo que estuve tan preocupada porque no se enteraran»
—Sí, yo soy el de las fotos. Para mantenerme oculto, mi madre me
tenía en un sótano oscuro, apenas entraba luz, eso afectó mis ojos, por eso
no tolero la claridad. Al no salir al sol mi piel también se vio afectada, pero
eso sí me lo pudieron tratar cuando era niño, pasé dos años en un hospital
recuperando la salud que no tenía y hasta los nueve fue que mi padre me
trajo a la casa y conocí a mi hermano.
—¿Él es el amigo que me dijiste? ¿Con el que jugabas a las
escondidas de niño? —Ömar asiente en silencio—. Hablando de jugar
¿Cómo es que se mueven en la oscuridad?
—Es una explicación un poco rebuscada, pero mi pequeña Abtikari,
creo que puedes comprenderlo, puedo moverme sin problemas en la
oscuridad debido a dos habilidades, sinestesia y ecolocalización.
—Podría decirse que Amún posee un tipo de sinestesia, pero como no
hay otro caso como el de él no se puede verificar, los estudios que le han
hecho han arrojado esa conclusión.
—¿Qué es sinestesia? —pregunto perpleja.
—La sinestesia, es una variación de la percepción humana, es una vía
sensorial y cognitiva adicional y se debe a una activación cruzada de
diferentes áreas del cerebro. Hay de diversos tipos y luego estoy yo.
Algunos sinestésicos pueden escuchar música y verla en colores, yo puedo
ver los colores con simples sonidos, no me hace falta la música, aunque sí
es una de mis pasiones.
—¿Y lo otro que dijeron? —dirijo la vista a Ömar.
—La ecolocalización es una habilidad, en la cual al emitir chasquidos
uno puede situarse en su entorno y localizar los objetos tridimensionales
alrededor, es algo como lo que hacen los murciélagos y las ballenas. Amún,
puede ver en la oscuridad porque el sonido que percibe genera pequeñas
estelas de colores que le muestran el movimiento y los objetos a su
alrededor con la ayuda de la ecolocalización —Frunzo el ceño tratando de
comprenderlo, esto es demasiado rebuscado, pero tiene sentido, por eso
siempre hace ruidos cuando anda por la oscuridad.
—¿Y tú no puedes hacerlo, Ömar?
—Sí puedo después de años de práctica, pero no al nivel de mi
hermano, por eso es que te corté de más, te pido disculpas de nuevo.
—¿Cómo fue que aprendiste esas habilidades, Amún?
—La sinestesia es heredada de mi padre, pero la ecolocalización es
adquirida. La he desarrollado más allá de los límites comprendidos por la
ciencia, eso se lo debo a mamá, que me mantuvo oculto en el sótano y mi
único entretenimiento era ese, concentrarme y escuchar los sonidos para
saber dónde estaba.
—Sus pupilas sufrieron un trastorno por ese motivo —agrega Ömar—,
no tienen la capacidad de contraerse ante la luz, ese es el motivo por el que
no sale de día si no es con la debida protección y por eso usa la cámara de
bronceo.
—El esfínter iridiano de mis ojos se atrofió —continúa Amún—,
dejando mis pupilas en una midriasis permanente, es decir siempre están
dilatadas y por eso mis ojos se ven más oscuros como me lo dijiste un día y
por eso no soporto la claridad.
—Así que ya lo sabes damiya, es la razón por lo que juega tan bien a
las escondidas y se mueve en la oscuridad sin ser visto.
«En la oscuridad sin ser visto»
—Amún... ¿Tú asesinaste a las chicas del burdel? —cuestiono con
tacto, este tema es algo delicado.
—Sí y no —Su tono despreocupado deja claro que no tiene ningún
tipo de remordimiento.
—¿Lo hiciste o no?
—Quería probarlas y ellas querían que lo hiciera —Levanta los
hombros, como si el herir a una persona de esa manera fuera algo ordinario
y sin importancia.
—¿Ellas te dijeron que las asesinaras? —inquiero con una ceja
arqueada.
—No, Abtikari. Yo solo les hice unos cuantos cortes, profundos, pero
no mortales y luego les di el cuchillo para que ellas continuaran, puedo ser
muy persuasivo cuando me lo propongo y creo que te lo he demostrado,
ellas lo disfrutaron, no sufras por eso, murieron felices y bien folladas.
Pudieron haber sobrevivido si Alek no las hubiese tenido encerradas en ese
sitio, no es del todo mi culpa.
—¡Eres tan cínico!, lo dices como si fuera cualquier cosa.
—¿Realmente te afecta la muerte de ellas?
«¿Me afecta?»
—No —admito—. Pero tú estás loco.
—La locura es subjetiva Abtikari, depende de quién lo está juzgando.
—Damiya, necesitamos que nos guardes el secreto —Ömar toma mi
mano y se la lleva a los labios para dar un beso en el dorso—. Nadie puede
enterarse de esto. ¿Contamos contigo?
«Dos hombres, dos oportunidades»
—Si me quedo aquí, ustedes podrían asegurarse de que no abra la boca
—propongo, en los ojos de Amún puedo ver una chispa de desafío.
—Abtikari —susurra en mi oído—. ¿Me harías eso? ¿Traicionarías la
confianza que he depositado en ti al confesarte mi existencia? —Mi piel se
eriza con su aliento acariciándome, gira mi rostro al suyo y sus labios rozan
con los míos.
«No, no lo haría»
—No le diré a nadie —Deslizo la lengua por su boca deleitándome en
el sabor de su piel.
—¿Lo juras, damiya? —Ömar besa mi cuello y Amún mi hombro,
miles de sensaciones se desatan en mí, si uno puede hacerme vibrar, los dos
juntos me hacen perder la razón.
—Lo juro —musito con un hilo de voz.
—Buena chica —La mano de Ömar se abre paso por debajo del
vestido e inconscientemente separo las piernas, Amún desliza el cierre en
mi espalda y mis latidos se disparan.
«Dos hombres, dos oportunidades»
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 37
Árabe frío. Árabe demente
Ömar me pone de pie, Amún baja las mangas del vestido que cae al piso en
un susurro ahogado, mi cuerpo entero está expectante por lo que va a pasar,
expectante por sentir sus cuerpos poseyendo al mío. Las manos de Ömar
magrean mi trasero, mi cadera duele por sus caricias que tiran de las suturas
y eso me hace humedecer. Amún se adueña de mis senos, los aprieta sin
piedad, con él siempre es así, duro y salvaje, es quién me excita más, me
gusta su rudeza sin límite.
—Desnúdame —murmura en voz baja.
Mis manos se dan a la tarea de quitarle la ropa, tocando su cuerpo por
completo sin ningún tipo de pudor, acaricio su pene mirándolo fijamente a
los ojos, esa mirada felina y amenazante me acelera la respiración, mi
cerebro está sumido en un limbo de deseo y perversión, quiero que estos
dos hombres juntos me cojan como solo ellos saben hacerlo, quiero sangre
y lágrimas, quiero dolor y placer.
Ömar, me gira bruscamente y me estrello con su pecho, respiro su
olor, el que más amo en el mundo, también lo desvisto, tener estos dos
cuerpos desnudos es demencial, es como estar en un paraíso carnal, uno que
se van a encargar de cobrarme por el lujo de tenerlos para mí, de eso estoy
segura, pero con gusto pagaré el precio que tenga que pagar.
Amún me voltea de un jalón, sus labios impactan con los míos
demandantes, posesivos, mordiéndome de esa forma tan excitante. Ömar
besa mi cuello y hombro, introduce la mano entre mis piernas que empiezan
a temblar por el roce de sus dedos en mi clítoris, gimo por los besos duros
de uno y las caricias sublimes del otro.
—De rodillas, Abtikari —ordena Amún, mis piernas obedecen sin
siquiera pensarlo.
Toma mi cabello y lo enreda en su mano, su miembro está por encima
de mi rostro, pero eso no imposibilita su misión de metérmelo en la boca, lo
hace en un solo movimiento, hasta el fondo, follándome con urgencia en
medio de gruñidos eróticos que me ponen cada vez más al límite. Mi mano
se mueve involuntaria hacia el miembro de Ömar que está a mi lado como
espectador, tiro de su pene arriba y abajo, mientras su hermano sigue
arremetiendo sin descanso contra mi garganta hasta que se llena de su
derrame caliente, deslizo la lengua por toda su longitud dejándolo
completamente limpio.
Amún me suelta, sin miramientos voy por la otra verga erecta que
reclama por ser atendida, lo introduzco en mi boca y paladeo su sabor, sabe
a sexo, a mí, eso me enciende, chupo su miembro con anhelo y
desesperación, obligándolo a latir entre mis labios. Él coloca las manos en
mi cabeza y la empuja con firmeza contra su pelvis llegando más al fondo
de mi garganta, pongo mis manos en sus glúteos y lo jalo más hacia mí,
Ömar es rudo, pero no salvaje y eso me gusta de él, que puede hacerme
disfrutar con su pasión controlada.
El semen de Ömar me inunda, es entonces cuando descubro otra
diferencia entre ellos, saben diferentes, deliciosos los dos, pero distintos.
Amún tira de mi pelo para ponerme de pie, me lleva a la cama y me coloca
en cuatro sobre ella, no sé cómo hacen estos hombres para mantener una
erección después de haberse corrido, pero no me importa, lo único que
quiero es tenerlos dentro ya. Ömar, delante de mí, vuelve a meter su pene en
mi boca. Amún, desde atrás, me embiste sin consideraciones por mi
maltratado cuerpo, sujeta mi cadera con fuerza provocándome una oleada
de dolor y placer.
«Sí, esto es lo que quiero»
—¿Te gusta cómo te meto la verga, Abtikari? —gruñe en mi oído,
sujetando mi cabello, jalando mi cabeza hacia atrás y obligándome a soltar
el miembro de su hermano.
—Sí —exhalo.
—¿Te gusta como sabe la mía? —Ömar regresa su pene al interior de
mi boca moviéndose de manera brusca.
—Me encanta —jadeo, lo que provoca un gruñido en Amún y que su
mano azote mi trasero.
¡Joder!, ellos nunca habían usado un lenguaje tan soez y eso me
calienta más.
En un instante cambian de posición, las penetraciones de Ömar,
aunque rudas, vienen acompañadas de caricias y besos en mi espalda, eso se
siente bien, es cálido y provoca corrientes eléctricas en mi cuerpo, siento el
orgasmo acercarse lentamente y gimo sin pudor por lo que me abruma.
Amún, toma mi mentón con una mano y me mira con furia, su otra mano
impacta mi rostro en una bofetada, lo que me desorienta y hace sangrar mi
labio.
—Shaqiq —murmura Ömar a mi espalda, pero Amún lo ignora por
completo, levanta mi rostro por el pelo y vuelve a mirarme
amenazadoramente.
—Recuerda a quien le perteneces —Sonrío por su despliegue de
posesividad.
—¿Celoso, Khaliqi? —Deslizo la lengua por mis labios
ensangrentados y escupo la sangre sobre su miembro para volver a chuparlo
como me gusta, con la agresividad que lo pone a gemir a él.
—Laenatan eahira —sisea entre dientes.
«Maldita puta»
—Entendí eso, no es la primera vez que me lo dicen —Alek lo ha
hecho en varias ocasiones—. Pero te gusta cómo esta puta te la chupa —
Meto su pene en mi boca, descubro mis dientes y recorro todo el largo de su
tronco con ellos apretándolo sin remordimiento.
—¡Mierda! —gime con dolor, espero que se excite tanto como yo con
él—. Abtikari, me estas volviendo loco.
«Lo sé y es lo que quiero»
—¡Loco ya estás, jodido psicópata! —me burlo, esa risa que me asusta
a la vez que me excita, hace eco en mi sexo.
—Pero te gusta cómo te coge este psicópata —replica.
«De eso no hay la menor duda»
Ömar incrementa la velocidad de sus acometidas, los espasmos del
orgasmo recorren mi cuerpo y entierro las uñas en el colchón por el placer
tan arrollador. Esto se va a poner muy interesante, no sé bien ni lo que estoy
pensando, ni lo que haré, pero estos dos me van a retribuir un poco de los
días que se han estado burlando de mí con sus juegos. Ömar se retira y se
dirige al baño, me lanzo por los labios de mi demente favorito, besándolo y
mordiéndolo como nos gusta.
—Él ya lleva uno —susurro en su oído—, y yo dos, te estás quedando
atrás —Su respuesta no se hace esperar, sujeta mi pelo con el puño y acerca
su rostro iracundo al mío, las venas de su frente se marcan de una forma
más que excitante, verlo enojado me prende tanto como sus torturas.
—Los dos sabemos que no has gemido con él como conmigo.
—De verdad que fuera del averno eres muy gracioso, hasta lindo —lo
provoco.
Su risa tenebrosa me pone a hiperventilar, quiero que me coja de esa
manera tan despiadada de una vez, me pone de espaldas a él y de un solo
movimiento me penetra por detrás, se recuesta en la cama con mi cuerpo
encima del suyo, entrando y saliendo a toda velocidad, instintivamente
pongo mis piernas por fuera de las suyas para darle más libertad de
movimiento, aprieta mis senos con sus manos y pellizca mis pezones que
están tan duros y erguidos como nunca.
«Carajo ¿Cómo hace este hombre para moverse con tanta fuerza y
rapidez?»
—Tu hermano me cogió así hace rato en tu cama, y me hizo llorar por
ese orgasmo tan delicioso —lo hostigo, resopla en mi oído cabreado, su
palma golpea mi sexo con fuerza haciéndome saltar.
—¡Cállate! —gruñe colérico, me río descarada por su arranque de
furia, lo que provoca que su cadera se estrelle contra mis nalgas con más
fuerza—. Eres mía, Abtikari.
Ömar regresa del baño y nos observa por unos minutos, extiendo mi
mano para que se acerque, él la toma y sube a la cama, se hinca frente a
nosotros y despacio va metiendo su pene en mi vagina. Tengo que respirar
profundo para soportar a estos dos dentro de mí, he hecho tríos antes, pero
nunca con dos vergas tan gruesas y peligrosas. Ömar se mueve despacio y
profundamente, acariciando con su pene hasta el último rincón de mi
vagina, Amún lo hace rápido y sin descanso, con gestos cortos que me
hacen perder la cordura.
«Mierda, estos dos me van a destrozar»
Mi árabe me besa, esos besos tranquilos que solo me pertenecen a mí,
los que me hacen suspirar. Estoy jodida, realmente jodida, no sé qué siento
en este momento, no sé a quién amo, al demente dios del sexo y el dolor
que me posee sin contemplaciones y me hace gemir como si tuviera un
altavoz, o al hombre frío y compasivo que me hace llorar por los orgasmos
tan intensos que me da. Mi corazón y mi mente son un torbellino de
emociones y pensamientos, que no entiendo por qué carajos en este
momento, en el que los tengo a los dos cogiéndome, deciden atormentarme.
—Damiya, dilo —musita en voz muy baja besándome.
No sé qué hacer, sé lo que quiere que diga, pero teniendo al demente
posesivo detrás de mí, me da nervios reconocer el embrollo de mis
sentimientos en voz alta. Sin embargo, la intensidad de su mirada con esa
chispa de confusión y ternura hace a mi corazón latir enérgicamente, como
hace un rato cuando solo éramos él y yo.
—A mí me lo ha dicho muchas veces shaqiq, hasta me cantó una
canción de amor.
«¡Maldito, Amún!»
Los ojos de Ömar se vuelven fríos e inexpresivos y no quiero que lo
haga, me gusta que me vea de esa otra forma, su expresión gélida me
encoge el corazón, tomo su rostro con mis manos y lo beso, acaricio su
espalda con delicadeza, como lo hice en la habitación de Amún.
—Reconoce que me hiciste el amor —suplico mirándolo a los ojos.
—Lo hice, damiya —Vuelve a besarme y mi corazón se ensancha, no
tengo nada que pensar, es él, siempre ha sido él.
—Te amo —confieso sin importarme que su hermano esté
escuchándome.
—Abtikari —reclama Amún con voz cargada de ira, su mano se cierra
en mi cuello dificultando el paso del aire. Ömar le dice algo en árabe que,
por supuesto, no entiendo, pero parece que discuten.
—Dejen de hablar en árabe entre ustedes, no entiendo —me quejo, me
siento excluida a pesar de estar en medio de los dos.
Amún arremete con más fuerza, de manera casi desquiciada, grito por
lo doloroso de su posesión, en cambio Ömar se dedica a besarme, a
acariciarme, dándome un respiro ante el salvajismo de su hermano. El
orgasmo es repentino y húmedo, muy húmedo, empapando nuestras piernas,
entierro las uñas en los brazos de Ömar y me arqueo contra el cuerpo de
Amún que mordisquea mi cuello.
Ellos continúan moviéndose en mí, yo apenas soy consciente de lo que
pasa a mi alrededor, estoy sumida en un estado de relajación post coital y
me abandono a que ellos me hagan lo que quieran. Sin esperarlo, mi cuerpo
vuelve a tensarse, una serie de orgasmos se desencadenan, largos,
apabullantes, placenteros y demoledores, hasta el último centímetro de mi
cuerpo se sensibiliza, haciéndome consciente del roce de los dos cuerpos
con el mío.
Ömar levanta mi cuerpo laxo, ambos abandonan mi interior y de
pronto me siento vacía por no tener esos miembros invadiéndome, me gira
y deja caer sobre el pecho de Amún que me recibe con un beso de los
suyos, agresivos e intensos. Esto no ha terminado aún y no quiero que
termine nunca, puedo vivir la vida entera con las dos vergas dentro de mi
cuerpo. Amún es el primero en embestirme de nuevo, sin tiento como es su
estilo, muevo la cadera con fuerza para hacerle frente a sus acometidas, él
se muerde los labios gimiendo auténticamente, las manos de Ömar separan
mis piernas lo más posible y siento su pene empujando también en la
entrada de mi vagina.
Me tenso instantáneamente.
—No —Me remuevo. Eso nunca lo he hecho.
«Estos dos me van a matar de verdad»
—Tranquila, Abtikari, te va a gustar, ya sabes lo que tienes que hacer
con el dolor.
Ömar empuja despacio, pero sin detenerse, grito porque es
malditamente doloroso sentir como se va adentrando en mí. Muerdo el
hombro de Amún, en un vano intento por desahogar un poco de la angustia
que siento, él tira de mi pelo levantando mi rostro, fija sus ojos en los míos
y me habla con esa voz ronca e hipnotizante.
—Mírame, Nath —Que diga mi nombre hace que dirija mi atención a
él, olvidándome un poco de lo que está pasando—. No te resistas, no
ignores el dolor, siéntelo.
—El dolor y el placer están íntimamente relacionados —repito lo que
me dijo en nuestra segunda sesión en el averno, la primera vez que me besó.
Él sonríe satisfecho que recuerde a la perfección lo que me ha enseñado.
—Sí, pequeña —Ömar empuja otro poco y encamino el dolor a mi
satisfacción—. Disfrútalo, deja que estimule tu cuerpo.
Gimo, el dolor se desdibuja en mi mente, se difumina haciéndose
borroso, mi cuerpo se calienta otra vez, la sangre fluye concentrándose en
mi sexo, el roce de ambos miembros es tan placentero como inquietante.
—Khaliqi... —Lo beso, en este momento lo necesito a él, el control
que ejerce sobre mi cuerpo y el poder que tiene para doblegar mi mente
—Domínalo —me habla con sus labios pegados a los míos—. Dirígelo
a la cima —Jadeo.
Los dos se mueven despacio, uno entra, el otro sale, en un movimiento
repetitivo, lo que permite a nuestros cuerpos acoplarse con movimientos
coordinados, las respiraciones se acompasan, por un momento los tres
somos un todo perfectamente armonizado. Una vez más el orgasmo crece,
lento, torturador, ya he perdido la cuenta de cuántos he tenido esta noche,
pero uno más no me haría daño.
—Libéralo, Abtikari —ordena Amún, cierro los ojos y lo dejo fluir.
El placer arrasa con mi mente y mi razón, mi cuerpo es un desfile de
sensaciones deleitosas, de emociones agobiantes, de sentimientos confusos
y estresantes. Ambos gruñen casi al mismo tiempo, mi sexo súper sensible
se contrae sintiendo el calor del líquido que gotea fuera de él. Las lágrimas
acuden a mis ojos y caen sobre el rostro de Amún que me mira satisfecho,
alarga la lengua y toma una que resbala por la comisura de sus labios.
—Interesantes —comenta con sorna haciéndome reír.
—Te lo dije shaqiq, son mejores que la sangre.
—No lo creo ¿Tú que piensas, Abtikari?
—Me excita la sangre, pero disfruto mucho de las lágrimas, ustedes
par de locos me han hecho un fenómeno.
Me recargo sobre el pecho de Amún, escucho como suena su risa,
estoy exhausta, mi cuerpo duele de todas las formas posibles, tengo ganas
de dormir durante tres días consecutivos. Ömar baja de la cama, toma su
ropa y sale del dormitorio, que se vaya deja un hueco en mi corazón, pero
en seguida Amún reclama mis atenciones.
«Rayos, uno es celoso y el otro posesivo»
Él me abraza, me estrecha contra su cuerpo, lo abrazo también
besando su cuello, la calidez de este momento íntimo entre nosotros, como
el que tuvimos en la casita de bronceo, se extiende de mi corazón a las
demás partes de mi cuerpo y de nuevo la confusión regresa a atormentarme.
«¿A quién de los dos amo?»
Mi árabe frío.
Mi árabe demente.
«¡Mierda!»
Y más mierda cuando me abraza y me besa en la forma que lo está
haciendo.
—Te amo —digo sin siquiera pensarlo, lo siento, en mi interior,
cuando él me abraza no tengo dudas de que es él, pero lo mismo sentí con
Ömar hace unos minutos.
—Lo mismo le dijiste a mi hermano —contesta con evidente molestia.
—Porque lo amo también.
—¿Nos amas a los dos? —Su gesto irónico y la voz cargada de
sarcasmo me hacen reír.
—Ustedes tienen la culpa por jugar así conmigo, me dividieron el
corazón a la mitad para amar las supuestas personalidades diferentes de un
hombre.
—Me lo dijiste a mi primero —Me mira altivo y vanidoso.
—Sí, lo hice, fuiste el primero en hacerme reconocer mis sentimientos
con tu locura.
—Lo mío, es solo mío Abtikari, ya suficiente tengo con compartir el
físico con mi hermano y vivir a su sombra.
—¿Yo soy tuya? —pregunto mirándolo fijamente a los ojos.
—Lo eres —responde acelerando mi corazón de manera dolorosa.
—Entonces no me dejes ir —Su boca busca la mía para devorarme en
un beso posesivo.
—No lo haré.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 38
Penúltimo día
Ömar
 
Decido abandonar la habitación de Nath, no soporto verla en los brazos de
mi hermano, sabía por boca de él y por las grabaciones de las cámaras, que
la relación de ellos se estaba haciendo más sólida, pero creí que solo era por
parte de ella. Amún dice que sigue apegado al plan, pero lo dudo al notar la
posesividad con la que la trata, mi hermano jamás había actuado así con una
mujer, nunca le había importado compartirlas conmigo.
Ella lo está envolviendo, esa mujer nos ha enredado a los dos en su
trampa, nos ha hecho caer en el embrujo de sus ojos, en el calor de su
cuerpo esbelto y en su maestría sexual. Debo recordarme constantemente
que lo único que ella quiere es quedarse aquí, lo único que le importa es su
libertad, para no dejarme llevar por todo lo que me genera su cercanía y sus
besos.
No puedo permitir que se quede aquí con nosotros, menos con mi
hermano, odio verlos juntos, odio ver las grabaciones del sótano y que a
pesar que Amún ha sido demasiado sádico, a ella parece gustarle, él tiene
cierto control sobre su cuerpo y mente, lo acabo de corroborar dentro de la
habitación y eso me jode de una manera que no comprendo y no logro
contener.
En lo que resta de la noche, mi hermano no sale de su habitación,
quiero creer que están durmiendo, me enfurece pensar que sigan teniendo
sexo, ella fue mía primero, mi verga estuvo en su boca antes que la de mi
hermano, se abrió de piernas para mí antes que con él, yo la hice llorar
porque soy el mejor y se enamoró de mí, aunque he pasado menos tiempo
aquí con ella, dice que lo ama a él porque pensaba que era yo, solo por eso.
 

kl
 
Duermo unas horas y me preparo para salir, necesito alejarme de ellos,
llamo a Nahid para verla, debo centrarme en ella, será mi esposa algún día y
no puedo permitirme que se desilusione de mí, nuestro matrimonio es un
gran negocio para las dos familias, Al Qadar – Sulaymani, sería un imperio
muy poderoso y tengo que regresar mi atención a ese propósito, basta de
perder el tiempo con Nath.
—Querido Ömar —Me recibe con una sonrisa resplandeciente.
—Hola, mi amor —Decirle así es una jugada sucia de mi parte, pero
ella debe creer que estoy enamorado para que siga esperando por nuestro
compromiso de matrimonio.
—Te he extrañado tanto, últimamente no tienes tiempo para mí —Se
acerca a darme un beso y le pongo la mejilla, nunca he permitido que Nahid
me bese, ni ella ni nadie, solo Nath ha conseguido que me olvide de mi
creencia respecto a los besos.
—Yo también te he extrañado, pero ya sabes cómo es la empresa de
absorbente, tu padre tiene las mismas ocupaciones que yo —La estrecho
entre mis brazos suavemente, ella es demasiado delgada y temo lastimarla,
no como a Nath, que a pesar de ser también muy delgada, sé que es dura y
resistente.
Nahid, es la única hija de Rajid Sulaymani, el dueño de la segunda
empresa petrolera más grande de Dubái, por supuesto Al Qadar Petroleum
Corp., es la primera. Por ende, también es la heredera del legado petrolero
que ha formado su familia, casándonos nuestros patrimonios se fusionarían
creando así un imperio, el más grande de todo el mundo, porque ninguna de
las demás compañías podría hacernos competencia en cuanto a
infraestructura y alcance de producción y distribución.
Conversamos mientras desayunamos, Nahid es una buena mujer,
elegante, educada y reservada, lo que cualquier emeratí soñaría para tener
como esposa, ni siquiera me ha reclamado por el hecho que Nath esté en mi
casa, ella sabe quién es porque me acompañó a la noche de gala del burdel
y aunque noté su incomodidad por llevarla conmigo, se ha reservado los
comentarios, tal como debe hacerlo una buena mujer musulmana.
Aunque ella y yo nunca nos hemos besado, si hemos tenido relaciones
sexuales, va por completo en contra de las creencias de nuestra cultura, pero
ella lo decidió así, jamás la obligaría a hacerlo, la respeto mucho. Todo se
dio en un viaje de negocios con sus padres a Ibiza, en el hotel ella quiso
entrar a mi habitación y yo no se lo impedí, es una mujer hermosa a la que
es difícil negarse, al entregarme su virtud prácticamente quedó sellado
nuestro compromiso, aunque todavía no le doy un anillo, sé que ella es la
mujer indicada para mí.
«A pesar de no poder sacarme de la cabeza a otra»
Nahid, toma mi mano y me lleva a su habitación, besa mi cara y cuello
despacio, sus manos van deshaciéndose de mi traje lentamente, yo también
le quito la ropa, suelto cada uno de los botones de su vestido y la despojo
con delicadeza, ella es mi futura esposa y no puedo faltarle al respeto, ni
poseerla como a otras. Como siempre ella intenta besarme, pero no se lo
permito.
—Bésame, mi amor —pide en voz baja
—Te besaré en el altar, vestida de novia, debes tener paciencia —Ella
sonríe complacida por mi esquiva respuesta.
La llevo a la cama en brazos, ella rodea mi cuello con los suyos y me
mira con completa adoración, recorro su cuerpo con mis labios, ella suspira
y sonríe, su rostro se ruboriza cuando mis dedos rozan alguna parte íntima
de su cuerpo, sus ojos siempre brillan cuando me ven, así es como se
comporta una mujer enamorada, no como lo hace Nath, con sus miradas
cargadas de lujuria, ella no sabe lo que es el amor verdadero, se revuelca
con mi hermano cuando dice amarme.
Dejo un beso sobre el pubis de Nahid, se remueve sonriente y
cosquilluda, mi lengua se introduce entre los pliegues de su sexo y lo
acaricia con suavidad, sus leves gemidos de excitación son primorosos, no
como los de Nath, que son vulgares y jodidamente excitantes. Nahid, es una
chica cándida que solo ha estado conmigo, ella no merece que yo desee a la
puta que en este momento debe estar ensartada en la verga de mi hermano.
«Maldita mujer»
Ni merece que la esté pensando en este momento en que estoy con
ella, expulso a Nath de mi mente, me concentro en hacerle el amor a mi
futura esposa, ella es la única mujer que debe importarme, no la otra, no la
que se ha adueñado de mis pensamientos. Su cuerpo se sacude con el
orgasmo que le produce mi boca en su feminidad, respira ligera y rápida,
subo por su cuerpo, sujeto sus manos sobre su cabeza y me introduzco en
ella suavemente para no lastimarla. Sé que tengo una verga grande y ella
solo ha tenido sexo conmigo en pocas ocasiones, su coño apretado y mío en
exclusividad es algo que aprecio también.
Sus jadeos tímidos cuando la penetro, son un recordatorio para mí de
lo que está bien, de lo que debe ser y lo que no, me aclaran los
pensamientos, aunque no la ame, estar con Nahid es una buena terapia de
relajación, me ayuda a poner en orden mis ideas y me borra las dudas. Ella
es la correcta, porque es lo que debería darte tu mujer, tranquilidad y
estabilidad, no como la otra que he tenido en mi cama estos últimos días,
que es una tempestad de perversión y confusiones.  
—Te amo con todo mi corazón, ya quiero ser tu esposa Ömar, ya no
quiero tener que vivir separados y vernos a escondidas —susurra en mi
oído.
Nahid, decidió adquirir este pent-house en Palm Jumeirah para poder
tener mayor privacidad, en casa de sus padres no podíamos vernos a gusto,
mucho menos tener contacto íntimo, y aunque a Rajid no le agradó del todo
la idea, accedió a darle la libertad de vivir sola, confiando en la buena
conducta de su hija durante tantos años.
—Pronto Nahid, debe ser en el momento adecuado, debe ser perfecto.
La felicidad que le da esa promesa hace a sus ojos humedecerse, le
susurro palabritas de amor al oído para ponerla más sentimental y me
obsequie una de sus lágrimas, las de felicidad son las mejores. Dos lágrimas
diminutas resbalan de sus ojos, ella no sabe de mi fetiche, así que beso
disimuladamente sus sienes para recogerlas y como lo imaginé son en
verdad deliciosas, me incitan.
«Las de Nath también son exquisitas»
Acelero las penetraciones sin llegar a ser rudo, ya usaré otra con la
cual desahogarme como me gusta, pero con Nahid no. Ella se abraza a mi
cuerpo y llena mi cuello de besos, recibir amor verdadero es gratificante,
aunque no le corresponda valoro lo que ella siente por mí. Su sexo me
aprieta con las contracciones de su orgasmo y aprieta mucho, es algo muy
placentero que me lanza al orgasmo a mí también.
 

kl
 
Por la tarde salimos a comer y vagar un rato, conversar con ella es
ameno, se desenvuelve con gracia y facilidad al ser una mujer culta, el
único reparo que le pongo es que no le gusta el inglés, ella habla francés,
chino y por supuesto árabe, sin embargo, lo está aprendiendo solo para
complacerme, tal como debe ser una buena esposa, obediente y sumisa.
Cerca del atardecer, la dejo de nuevo en su pent-house de Palm
Jumeirah, no puedo evitar recordar cuando traje a Nath a la playa y la
satisfacción de ver su cara de felicidad, en cómo me tomó de la mano
cuando y me dijo que no huiría porque quería estar conmigo, eso me hizo
confundirme por primera vez y la sensación fastidiosa de ver como
coqueteaba con otros.
Me despido de Nahid con un beso en su frente, ella suspira una vez
más como lo hace cada vez que está conmigo y deja un beso tierno en mi
cuello, pasarán varios días para que nos volvamos a ver, debo hacer varios
viajes en las próximas semanas, pero el más importante es el de mañana por
la noche.
—Mañana viajo a Escocia —informo, sonríe porque sabe lo que
significa.
—Es una buena noticia, habibi —responde complacida.
—Te veo en unos días —Dejo un último beso en su mejilla y
comienzo a retroceder hacia la puerta.
—Te esperaré ansiosa, mi amor —dice antes de verme salir, sonrío
brevemente y cierro la puerta de su pent-house.
De vuelta en casa, encuentro a Marceline sentada en uno de los
camastros a lado de la piscina, tiene días con expresión de enojo mezclada
con tristeza, me siento junto a ella y la abrazo, sé lo que le está pasando y
por más que le asegure que no tiene nada de qué preocuparse creo que no
estará tranquila hasta que Nath se vaya de nuestras vidas.
—Mañana se irá. ¿Cierto? —pregunta por quinta vez.
—Te lo prometo —Cepillo su largo cabello rojizo y ella asiente
cabizbaja.
—Él está enamorado de ella —susurra con pesar, traga grueso y
aprieta los ojos dejando salir un par de lágrimas que corren por su mejilla
llena de diminutas pecas marrones.
«¿Qué mierda? ¿Enamorado?»
—No lo creo —refuto, no quiero creer eso—, está encaprichado,
nunca un juguete le había durado tanto —Por lo general las mujeres que
vienen con Amún, creyendo que soy yo, no regresan después de su primera
cita en el sótano, solo una lo ha soportado y tampoco es que le haya hecho
la gran cosa, no como a Nath.
En ocasiones pensé que su plan era matarla y tendría que pagarle a
Alek por ella, pero viendo su actitud de anoche me queda claro que no es su
intención, es un sádico, disfruta de torturar a la gente y le excita la sangre,
mi hermano tiene más problemas de los que me gustaría reconocer, sin
embargo, lo único que me preocupa es que requiere de medicamentos, sus
fetiches, aunque afecten mi imagen, me tienen sin cuidado.
—No ha querido hablar conmigo desde hace días —solloza—. Él
nunca me había tratado así por ninguna de las tipas que vienen.
—Descuida —Acaricio su rostro limpiando el rastro de las lágrimas
que lo surcan—. Verás que cuando ella se vaya, en unos días regresará a ser
el mismo —Coloco la mano en su mentón y levanto su rostro—. De todas
formas, ya te he dicho que deseches esa idea de ustedes dos, eres demasiado
buena para él —Doy un beso en su frente y me dirijo a la puerta principal.
Entro en casa y el sonido del piano me llama, me gusta escuchar a mi
hermano cuando toca cualquiera de los instrumentos, pero en especial el
piano, porque es el único que yo toco también. Nath está sentada en un sofá
viéndolo embelesada interpretar Claro de Luna, la forma en que ella lo mira
me molesta mucho, porque es la forma en que me mira a mí en la intimidad
y no quiero que lo vea así. Me siento junto a Amún, coloco las manos en las
teclas y comienzo a tocar la Danza Húngara número cinco de Brahms.
Mi hermano inmediatamente se acopla a mí, hacía mucho tiempo que
no tocábamos juntos el piano y hacerlo en este momento es un recordatorio
que él y yo somos uno mismo, no debo disgustarme con mi hermano y
menos por una mujer que solo está de paso en nuestras vidas, soportaré sin
decir nada, que termine de follársela hoy y mañana, no volveré a acercarme
a Nath, más que para llevarla de vuelta al burdel.
Amún sonríe cuando termina la pieza, es raro verlo sonreír, si yo casi
no lo hago, él menos, y lo entiendo, su vida no es fácil y aun así siempre
trata de hacerla soportable y llevadera. Nath, se levanta aplaudiendo y
camina hacia nosotros, mi hermano le extiende los brazos para que se siente
en sus piernas, ella titubea un poco mirándome, pero lo hace, me levanto
inmediatamente y me dirijo a mi habitación, no soporto verlos juntos,
suficiente fue con compartirla anoche.
Tallo mi rostro para despejar mi mente confundida, mientras estoy con
Nahid todo está claro para mí, pero una vez que mi mirada se topa con la de
Nath, todo se vuelve un caos en mi cabeza, peor aun cuando siento su
presencia tan cerca que me altera la respiración. Amún entra unos minutos
después a mi dormitorio, tiene un gesto serio y no sé porque tengo el
presentimiento de que esto terminará en discusión.
—Shaqiq, tenemos que hablar —Adopta su pose habitual de
bravuconería, los brazos cruzados sobre el pecho.
—Dime, hermano.
—Voy a quedarme con Abtikari —declara firme, sus palabras me
sientan como una patada en los huevos.
—No —respondo secamente.
—No estoy pidiendo tu permiso —objeta frunciendo el ceño.
«No, no lo voy a permitir»
—No pagaré por la libertad de esa puta que no se merece nada —
replico, debo sacarle de la cabeza esa idea a Amún, yo no soportaría ver que
ellos están juntos—, ¿Qué te pasa hermano? ¿Ya se te olvidó quién es?
¿Olvidaste nuestro objetivo?
—Si ella se queda aquí puedo seguir castigándola —insiste, niego con
la cabeza, esa es solo una excusa para mantenerla aquí, ella le gusta, mucho,
lo noto en como la mira, nunca ha visto a ninguna mujer así, ni siquiera a
Marceline, que ha estado con nosotros desde hace catorce años.
—Su castigo es sufrir como nosotros, perder lo que ama como
nosotros. Ese era el plan, no podemos desviarnos ahora.
—Para ti es muy fácil porque tienes a Nahid, pero yo... —Descruza los
brazos, sus dedos entran en su cabello tirando un poco de él, algo
confundido—. Ella sería una buena sharik para mí y me aseguraré que siga
pagando toda su vida por lo que su maldita madre hizo.
—Hermano, escúchame —Pongo mis manos en sus hombros y lo hago
mirarme—. Ella no te ama en verdad, ella creía que tú eras yo, ¿De quién
crees que está enamorada realmente si fue capaz de decírmelo frente a ti?
—Amún, aprieta los labios y se separa de mí dando un empujón a mis
manos, odio tener que hacerle esto, pero no concibo la idea de ellos dos
juntos.
«No puedo permitirlo, simplemente no puedo»
—Ömar, ya no se trata solo de ella, yo la quiero aquí... —Sus palabras
me enfurecen más, ya suficiente es que Nath haya logrado confundirme a
mí, él debe mantenerse en el plan.
—¿Me vas a decir que estás enamorado? Tú y yo sabemos
perfectamente que no conocemos el amor, estás encaprichado con ella.
—Puede ser, pero creo que me merezco ganar algo por una vez —Paso
la mano por mi rostro, estresado, él se lo merece en verdad, pero no con
ella.
«Si no es mía, no será de él»
—Con ella no ganarás nada hermano, ella no vale nada —insisto, no
encuentro las palabras para hacerlo entrar en razón—. Te aseguro que solo
te está usando para quedarse aquí, me lo ha pedido muchas veces y se lo he
negado, ahora lo está intentando contigo. ¿Quieres quedarte con una mujer
que solo te utiliza para obtener su libertad y que realmente está enamorada
de mí? —Los ojos de mi hermano arden de rabia y cierra los puños
resoplando con violencia, sé que le estoy haciendo daño con lo que le digo,
él tiene grandes resentimientos en contra de nuestros padres, más que yo, y
no sabe cómo tolerar el rechazo o no ser el elegido.
—Hagamos una prueba entonces, si ella te busca de nuevo en el
tiempo que le queda, dejaré que te la lleves de vuelta, pero si no lo hace, si
solo está conmigo, tú aceptarás que ella me ama en verdad y se quedará
aquí.
—Shaqiq, si ella me busca no dudaré en follármela frente a tus ojos
solo para demostrarte que es una puta interesada.
—Si ella te busca, yo mismo la llevaré arrastrando al avión.
—Muy bien —asiento complacido, sé que puedo meterla en mi cama
de nuevo—. Déjala en su habitación y regresa a la tuya, que ella se mueva
sola.
Mi hermano se va, yo me quedo ideando como proceder para meterla a
mi cama sin pedírselo abiertamente, ella tiene que venir por cuenta propia
para que mi hermano acepte que no lo ama en verdad, que me ama a mí, de
eso estoy seguro. Me cambio de ropa por la de estar en casa y voy a la
cocina por un vaso de agua, no podía haberlo planeado mejor, Nath entra
pocos segundos después, sirve dos vasos de jellab y me enerva pensar para
quien es el otro.
—Ömar... creo que debemos hablar —dice cuando paso junto a ella.
«Esta es mi oportunidad»
—No creo que haya nada de qué hablar, damiya —Finjo una mirada
triste—. Me queda claro a quien amas realmente.
—Déjame explicarte por favor —Se acerca a mí y acaricia mi rostro,
respiro controlando el ardor que siento cuando sus manos tocan mi piel,
todo lo que me hace sentir con solo un roce de sus yemas.
—No tienes que hacerlo, Nath —Susurro su nombre con sensualidad y
le doy un beso en la mano—. Eres libre de elegir —Bajo la voz al mínimo
para evitar que los micrófonos de las cámaras capten mis palabras—. Yo
nunca te obligaría a elegirme a base de amenazas y golpes.
Me giro y tomo un vaso para llenarlo con agua, lo bebo despacio sin
verla, sé que ella está ahí observándome, y sé que lo que le dije hace eco en
su cabeza, por mucho que le guste mi hermano, no puede negar que no es la
clase de persona que sabe amar bien. Dejo el vaso en el fregadero, me
acerco a ella y la abrazo, le doy un beso en la frente y susurro en su oído.
—Me quedo con la satisfacción que fuiste la primera mujer que me ha
besado.
La suelto, camino lentamente a mi dormitorio, esperando que actúe
como tengo previsto, la conozco, es insistente cuando quiere algo. Minutos
después siento sus pasos detrás de mí, tomo el pomo de la puerta y la abro,
ella sujeta mi mano antes que entre a mi habitación, me giro fingiendo pesar
y la miro a los ojos.
—Hablemos por favor —Avanza dos pasos hacia la puerta y la
detengo.
—No entres —Paso saliva ruidosamente—. No podría tolerar tenerte
en mi cama y no poder tocarte, en este momento me está costando la vida
no abrazarte y besarte —Su cara se contrae en un claro gesto de
sentimentalismo.
Miro sus labios con anhelo, eso no tengo que fingirlo, realmente deseo
a Nath, como nunca he deseado a otra mujer en mi vida, la detesto por
hacerme sentir así, no sé qué tiene, no sé qué me hizo, pero cada vez que la
tengo en frente no hago sino desear desnudarla y hundirme en ella.
Entreabre la boca y deja salir un jadeo, la verga se me endurece con
escucharla, me muerdo el labio inferior y entonces ella brinca sobre mí, me
besa con pasión, ella besa tan bien y yo reconozco que no soy bueno en eso.
Jamás quise besar a una mujer porque pienso que los besos son algo más
íntimo que el sexo en sí, con un beso se pueden transmitir sentimientos, un
beso puede robarte el aliento y la razón tal como lo hace Nath conmigo en
este momento, un simple beso puede destruirte si se lo das a la persona
equivocada, como lo hizo ella con mi hermano.
Recargo a Nath contra la pared, la beso con ardor, el mismo que ella
genera con sus besos sugerentes y expertos, recorro su cuerpo con mis
manos, se queja un poco por las heridas que tiene. Amún, ha sido bastante
agresivo con ella en la última ocasión que la llevó al sótano. Beso las
marcas de sus brazos y todas las que están visibles y a mi alcance, no me
gusta ver su cuerpo marcado, esta preciosa piel blanca es perfecta para
llenarla de besos no de cardenales.
Restriego mi erección en su pubis, ella gime alebrestándome la verga,
la deseo, tanto que me enloquece y aún más la idea que si tuviera que elegir
a uno de nosotros, lo elija a él. Cierro la puerta con el pie y la llevo a mi
cama, me la voy a follar por el gusto de demostrarle a mi hermano que ella
no lo ama, para demostrarme a mí que sigo siendo el mejor, para
demostrarle a ella que conmigo es con quien tiene que desear estar.
«Si ella no es mía, no será de él»
 
 
 
 
 

Capítulo 39
Claro de luna
Amún
 
—¿Yo soy tuya? —pregunta mirándome fijamente a los ojos, esos malditos
ojos azules que me hipnotizan, que me hacen desear tantas cosas.
—Lo eres —asevero, yo la destruí y la reconstruí, fui yo quien la trajo
a mi vida, por lo tanto, ella es mía, de nadie más, ni siquiera de mi hermano,
nunca ningún hombre la volverá a tocar, solo yo.
—Entonces no me dejes ir —susurra, la beso de manera posesiva,
reclamando lo que me pertenece.
—No lo haré.
 

kl
 
Poseo a Abtikari durante toda la noche, no me harto de ella, no logro
que mi verga deje de estar dura cada vez que siento su cuerpo a mi lado, o
cada vez que esos ojos se centran en los míos. No quiero que se vaya,
quiero tenerla aquí, seguir usándola para mi satisfacción, quiero tenerla en
el sótano cada noche, hacerle tanto daño como pueda tolerar y seguir
destruyendo su mente, hacerla completamente dependiente de mí, porque
ella me está haciendo dependiente de su cuerpo y de sus gemidos.
No es la primera vez que la tengo en una cama y que ella duerma
abrazada a mí, pero sí es la primera vez que una sensación incómoda me
recorre, por momentos tengo el impulso de empujarla y apartarla, pero algo
no me permite hacerlo. El calor que siento en mi interior por tener su
cuerpo enredado con el mío mientras ella duerme, es asfixiante, a la vez que
me sume en un estado de letargo que me imposibilita moverme.
Cerca del amanecer por fin logro dormir. Los dedos de Abtikari,
siguiendo las líneas del tatuaje en mi espalda me despiertan, pero no abro
los ojos, puedo notar la claridad en la habitación y entierro la cara en la
almohada. Ella corre a cerrar las cortinas, regresa a la cama y entonces soy
capaz de levantar el rostro, me mira con una sonrisa en los labios y verla así
me atenaza las entrañas y me las aprieta.
—Disculpa, olvidé cerrar las cortinas —murmura pegando sus labios a
mi hombro.
Se sienta sobre mi trasero, el calor que emana de su sexo me endurece,
sus dedos continúan repasando el tatuaje, su contacto como siempre me
hace erizar la piel. Besa mi espalda y sé por el lugar donde lo hizo, que está
besando mi rostro en el dibujo, el cosquilleo de sus labios sobre mi piel me
inquieta los latidos, quisiera tumbarla en mis piernas y azotarla por
provocarme todas esas sensaciones confusas, en cambio me quedo quieto
disfrutando de lo que hace.
—Tengo mucho tiempo queriendo hacer esto… —Desliza la lengua
por mi tatuaje, lo recorre por completo dejando una huella húmeda y tibia
en mi piel.
Después salta a otro y a otro, lame todos y cada uno de los tatuajes en
mi espalda y de la parte trasera de mis brazos, después baja de mi cadera y
me hace girar para volver a colocarse sobre mí y continuar con sus caricias
húmedas. Los latidos irregulares de mi corazón los siento por todo el
cuerpo, en especial por donde ella va pasando, respiro profundo tratando de
controlarme, esto no es normal en mí y odio sentirme así, expuesto ante
ella.
—Hueles a sexo —Aspira profundo sobre mi pelvis—. Todo tú, hueles
a mí, me gusta.
«¡Mierda, a mí también!»
Yo también percibo el olor de su piel en la mía, el olor a sexo flota en
el aire y por supuesto que el de ella, de su excitación, de su cabello, de su
aliento también lo siento, se mete dentro de mí. El color de las respiraciones
de Nath sobre mi piel, me recuerdan a Claro de Luna por lo bien que me
hace sentir, la tranquilidad que me transmite y luego como se torna intensa,
casi puedo escuchar las notas mientras ella sigue aspirando sobre mi
miembro.
Su lengua resbala por el tatuaje de mi pene, ya lo había hecho antes y
como en esa ocasión siento corrientes eléctricas viajar por mi cuerpo
llenándome de deseo y anhelo por ella. Sus manos juegan con mis
testículos, mientras su boca sigue haciendo maravillas sobre mi verga
palpitante, entonces me doy cuenta que en verdad no puedo dejarla ir, la
quiero aquí conmigo dándome una mamada matutina, cogérmela a la hora
que yo quiera, encerrarla en el sótano por días, solo ella, la oscuridad y yo.
—Móntame —suplico cuando ya no lo soporto más, necesito sentirla,
poseerla.
Ella sonríe perversa, se acuclilla sobre mi pelvis dándome la espalda,
veo todas sus heridas y la escarificación, todas marcas mías, porque ella es
mía y seguiré marcando su piel hasta que ya no quede un milímetro más.
Con la mano guía mi pene a su coño, ya está húmeda y ni siquiera la he
tocado, sube y baja por él con fuerza, sus nalgas rebotan en mi pubis y no
soy capaz de hacer otra cosa más que mirar completamente perdido su
movimiento.
—Inclínate, quiero ver cómo te penetra.
Abtikari pone las manos y las rodillas en el colchón, el ángulo en el
que queda su cuerpo me deja ver perfectamente su sexo, ella balancea la
cadera con agresividad, las sacudidas violentas me tienen a punto de
correrme, la visión de mi verga siendo tragada por su vagina hambrienta es
una puta delicia morbosa. Ella parece no cansarse, sigue y sigue belicosa
sometiéndome a su antojo, haciéndome gruñir y cerrar los puños por el
placer que me proporciona.
—¡Joder Nath!, eres una puta delicia.
Me siento en la cama, la tomo de las tetas y la levanto, su espalda se
estrella con mi pecho y aprieto sus senos con rudeza, ella continúa subiendo
y bajando, subiendo y bajando, volviéndome completamente loco de deseo
por más. Enredo su largo cabello en mi mano y lo jalo para dejar su rostro a
mi alcance, la beso con posesividad, lo hago así para que ella nunca olvide
a quien le pertenece, para que en el momento que no esté conmigo se lleve
la sensación de mi boca en la suya.
—Te amo —exhala sobre mis labios, esas palabras me aturden, me
perturban de una manera incontenible.
Suelto su pelo, mi mano se posa sobre su cuello, pero no lo aprieto, lo
acaricio, mi otra mano sobre sus tetas, también las acaricio. Yo no sé ser
tierno, nunca lo he sido porque nadie lo ha sido conmigo más que ella,
Abtikari, a pesar que la he torturado lo que he querido, es capaz de besarme
y verme con adoración, de verme como lo que soy, su creador. Recarga la
cabeza en mi hombro, mis manos sobre sus senos y beso su cuello sin
morderlo.
—Hazme el amor —pide tan bajo que, por un momento, pienso que lo
he imaginado.
Su mirada me indica que no lo he hecho, tomo su cintura y la giro, ella
no pesa nada y puedo manejarla a mi antojo, vuelvo a ensartarla en mi
verga, se abraza a mí con brazos y piernas, me envuelve por completo,
asfixiándome. Oscila la cadera despacio, su beso también es lento y
profundo, acaricio su espalda en todas direcciones sintiendo las cicatrices y
heridas con las yemas de mis dedos, por un instante deseo no haber
marcado su piel blanca y suave, ella ya tiene muchas cicatrices, no solo en
el cuerpo, también en su alma.
—Perdóname, Abtikari —me lamento, es la segunda vez que ella logra
bajarme la guardia.
Inmediatamente me arrepiento de lo que dije, aunque la quiera aquí
conmigo, no me puedo permitir olvidar quien es y que debe pagar por lo
que su madre hizo, se quedará para seguir siendo castigada, para tomar su
cuerpo cuando lo necesite, para complacerme, mas no puedo dejar que gane
más terreno en mi mente. Pongo las manos en su trasero y la muevo con
fuerza, sus gemidos me penetran los oídos enardeciendo el deseo que tengo
por ella.
Nuestros orgasmos son simultáneos, primero ella y luego yo, al sentir
su cuerpo estremeciéndose. Me dejo caer en la cama con ella sobre mi
pecho, ambos tratamos de recuperar el ritmo de la respiración, tenerla así
encima se siente bien, su peso es casi imperceptible, pero la calidez de su
cuerpo reconforta y aplaca un poco la oscuridad que siempre ronda mis
pensamientos.
—Es la segunda vez que me pides perdón, pero no me dices porqué
me lo estás pidiendo.
—Por todo el daño que te he hecho y por el que te voy hacer —
respondo escuetamente, ahora que ya no tengo su vagina bloqueándome el
raciocinio, puedo recuperar el control de mí mismo.
—Puedes hacerme lo que quieras —Besa mi pecho—. Seguiré
amándote igual.
«Seguirá amándome»
«Odio que haga eso, que trate de debilitarme»
Nos duchamos juntos, ella se dedica a lavar mi cuerpo como otras
veces lo ha hecho, me agrada cuando se comporta sumisa y a la vez
atrevida, me toca más de la cuenta excitándome otra vez, esta mujer no se
cansa de follar y eso me agrada todavía más porque yo tampoco lo hago,
ella ha despertado una parte en mí que no sabía que poseía, lujuria en estado
puro. Ella me provoca tanto que me he llegado a olvidar de mi filia y he
disfrutado auténticamente follando con ella.
—Tengo algunas dudas más —Se tira en la cama boca abajo vistiendo
solo un camisón sexy, sin ropa interior y no puedo evitar que mis ojos
viajen por todo su cuerpo, sobre todo a su culo.
—¿Qué dudas?
—¿Me vas a dar respuestas verdaderas o volverás a las confusas? —
Levanta una ceja sarcástica, contengo la risa, es cierto que por días he
estado evitando darle explicaciones a todas sus preguntas, me gustaba ver
su cara de confusión porque no entendía una mierda de lo que pasaba.
—Si haces preguntas verdaderas, tendrás respuestas verdaderas —
Entrecierra los ojos sopesando si creerme o no, no le queda de otra más que
hacerlo, dudo que mi hermano vaya a decirle algo, así que tendrá que
confiar en mí si quiere verdades.
—¿Por qué te excita la sangre?
«Sabía que preguntaría eso»
—Hay diferentes motivos, el principal es la extensión del sadismo, me
gusta producir dolor, me gusta ver los gestos y escuchar los lamentos.
También está la parte estética, el contraste del color rojo de la sangre sobre
una piel tan blanca como la tuya es estimulante…, para mí —Me observa
atentamente mientras hablo, casi puedo ver sus pensamientos volando sobre
su cabeza, trabajando para tratar de comprenderme, le diría que es un caso
perdido, a veces ni yo me entiendo, mis pensamientos son tan
contradictorios como oscuros—. Me agrada la consistencia, el sabor y el
olor de la sangre, por otro lado, está la parte íntima y de poder, la confianza
que te tiene tu pareja sexual para permitirte usar su cuerpo, es un todo Nath.
—A mí también me excita, pero no es por nada de eso, cuando pruebo
la sangre sé que viene el placer después —Su sonrisa pervertida me hace
sonreír también.
—Lo sé pequeña, así te programé, lo que me sorprendió fue que lo
aprendieras tan rápido, creo que tú ya tenías una predisposición a disfrutar
el dolor y la sangre, solo necesitabas que te mostraran el camino correcto.
—Tengo un alma oscura como la tuya.
—La tienes y es lo que me gusta de ti, que puedo ser como soy
contigo.
—Tengo otra pregunta... —Frunce los labios y respira profundo antes
de hablar, como si se estuviera armando de valor—. Tienes tatuado el
nombre de tu madre y una vez me contaste que ella no te quería ¿Por qué lo
llevas entonces?
—Eso te lo dijo Ömar —aclaro—, mi madre sí me quería, ella me
ocultó de mi padre y deseaba mandarme a Alemania con mis tíos y alejarme
de él, ese hombre no era una buena persona y nunca fue un buen padre, lo
único que hizo bien en su vida fue hacer crecer la empresa de mi abuelo.
—¿Alguna vez has buscado a tu otra familia? ¿Sabes cómo se
apellida?
—Müller, lo hice, mis abuelos murieron hace unos años, mi madre
tenía un hermano mellizo, pero... —La miro e intento reprimir el coraje que
me embarga al pensar en mi madre—. Ella y él están muertos también.
—¿Tu padre lo hizo?
—No, la alejó de mí, pero no la asesinó, solo se deshizo de ella y se
aseguró que nunca volviera a acercarse a nosotros. Ella tomó malas
decisiones —Desvío la vista, no me gusta hablar de mi madre porque
inevitablemente vienen a mi mente los peores recuerdos que tengo de ella,
de la última vez que la vi cuando mi padre la alejó de mí y cuando la volví a
ver en un féretro.
—Lo siento —Toma mi mano y la acaricia sutilmente.
«Y lo sentirás aún más»
—El día que estuve en la habitación de tu padre, vi una foto de una
mujer blanca y de ojos azules ¿Ella es tu madre?
—Sí —Respiro y reprimo.
—Cuando usé la abaya y el niqab en la cena, no puede evitar notar que
vestida así me parezco a ella.
—Te pareces... mucho —Aprieto los puños—. La primera vez que te
vi en el burdel no podía creerlo.
—¿Tú estuviste conmigo en el burdel? ¿Cuándo? —Su gesto de
sorpresa me divierte logrando distraerme de la oscuridad que se extiende
por mi mente y que me pide hacerle daño, más del que ya le he hecho.
—En la primera visita, cuando nos conocimos, era yo, las demás
ocasiones fue mi hermano.
—Pero tus ojos, la actitud, lo que me dijiste, no concuerdan contigo.
—¿Olvidas que Ömar y yo somos la misma persona? —Arqueo una
ceja—. Estoy acostumbrado a actuar como él, incluso a pensar como él
frente a los demás, yo puedo ser él sin ninguna dificultad, pero él no puede
ser como yo, ni siquiera ha podido igualar mi habilidad en la música y
mucho menos en la ecolocalización.
«Yo soy el mejor»
—¿Y los ojos? ¿Cómo explicas lo del color de ojos?
—Para salir siempre uso lentes de contacto, así nuestros ojos no nos
delatan —Es una respuesta tan obvia que me dan ganas de darle una
palmada en la frente por no descifrarla.
—¿Te has hecho pasar por él muchas veces?
—Todo el tiempo lo hacemos, en los negocios, en la vida social, en la
intimidad con alguna mujer, incluso he podido engañar a Frederika cuando
me lo propongo, la única que nunca nos confunde es Marceline —Aprieta
los labios ante la mención de fatati, es obvio que ninguna se agrada, pero se
joden porque ninguna de las dos se irá de aquí.
—Tengo hambre —cambia el tema—. ¿Vamos a desayunar?
—Hay mucha luz para mí, desayunaré en mi habitación —Mientras
ella ha estado aquí no suelo salir por las mañanas, por lo general me quedo
en mi refugio hasta la puesta del sol, en el laberinto que mi hermano mandó
a construir para mí cuando desmanteló la cava que había en el sótano,
después de la muerte de mi padre y que era mi sitio favorito para
esconderme.
—Voy entonces por el desayuno y te lo subo —propone, accedo
porque me parece una idea agradable desayunar con ella en la cama.
Se coloca una bata de satén sobre el camisón y sale, me dirijo a mi
habitación y me satisface comprobar que ella corrió las cortinas del pasillo
para que no me molestara la luz. Desayunamos en la cama, hacer esto con
ella también es nuevo para mí y me agrada, que ella me cuide y se esmere
por complacerme es satisfactorio, puedo imaginarnos haciendo esto todos
los días, ella atendiéndome por completo y yo infringiéndole dolor y
dándole el placer que desea.
Volvemos a coger como fieras en celo, a pesar de estar muy lastimada
y visiblemente débil, no se niega a que la posea, se abre de piernas con una
sonrisa lasciva incrementando la lujuria y necesidad de ella que ruge en mi
interior. Después de una mañana de sexo salvaje y pervertido bajamos a
comer, tanta actividad me tiene con un apetito feroz. Marceline, se sienta a
mi lado en la barra de la cocina y veo a Nath fruncir el ceño por la cercanía
de fatati, las ignoro, no me pondré en medio de ellas a mediar sus
desacuerdos.
—Necesito hablar contigo —murmura Marceline en voz baja.
—Ahora no —Evito mirarla, su actitud me tiene completamente harto,
que crea que tiene algún tipo de derecho sobre mí por ser mi amiga desde
hace tantos años, me fastidia.
—Amún, por favor... —Alarga el brazo para tocarme, sostengo su
mano antes de alcanzar mi rostro, sabe que no me gusta que me toquen
mucho, mi madre casi no lo hacía, mi padre tampoco y el de los médicos
me enfurecía, no tengo buenas experiencias con el contacto físico.
—Dije que ahora no, vete —Le doy una mirada de advertencia, nunca
le he hecho daño a Marceline y no porque no quiera hacerlo, he tenido mis
razones para no cruzar esa línea, pero si me hostiga sabe que no tendré
reparos en hacerlo.
Los ojos de Marceline se llenan de lágrimas, pero me importa una
mierda, jamás le he prometido nada, ni siquiera la he visto de una forma
inapropiada, si se ha hecho ideas equivocadas no es mi culpa, antes de irse
le dedica una mirada cargada de odio a Abtikari, eso tampoco me preocupa,
ella sabe defenderse sola.
Terminamos de comer y decido ir a la sala de música, tengo ganas de
tocar y que ella me escuche, se coloca en el sofá frente al piano y yo me
siento en el banquillo para iniciar con mi interpretación. Toco para ella la
Sonata número catorce para piano de Beethoven, es la melodía que me
recordó mientras respiraba sobre mi piel y hacerlo con ella observándome
me relaja aún más.
Ella me cantó una vez lo que había en su corazón, una canción que por
cierto describe a la perfección lo que hay entre nosotros, ahora es mi turno
de expresar lo que ella me produce en mis momentos de debilidad, aunque
no se lo diga con palabras, mi mejor forma de sacar mis emociones es a
través de la música. La forma en la que me mira mientras interpreto la
melodía me eriza la piel, es todo un conjunto de sensaciones, sus ojos, el
color de las notas, su respiración, me envuelve por completo.
Ömar llega hacia el final de la interpretación, nos mira por un instante
y luego se sienta a mi izquierda, veo sus intenciones de tocar conmigo y lo
acompaño con la Danza Húngara, mi hermano es más de allegros y prestos,
yo de adagios y andantes, sin embargo, nos podemos acoplar bien el uno al
otro en cualquier tempo.  Disfruto de tocar con él, pese a que está
acostumbrado a ser el que tiene la última palabra y el que se lleva siempre
la gloria en todo, él y yo somos uno mismo y como un todo que somos, nos
necesitamos mutuamente, a pesar de nuestros desacuerdos.
Abtikari, nos aplaude con entusiasmo y camina hacia nosotros, me
complace que ella haya disfrutado de la música clásica pese a que no
conoce nada sobre el tema, extiendo mis brazos para que se siente en mis
piernas y seguir tocando, claramente ese gesto molesta a mi hermano, que
se levanta inmediatamente y abandona la sala, pero no pienso cortarme ni
un segundo por su incomodidad, he decidido que ella se quedará conmigo y
él tendrá que tolerarlo a pesar del desprecio que sé que le tiene.
—Voy a hablar con Ömar —Ella hace el intento por levantarse, pero la
detengo.
—Yo hablaré con él, ve a tu dormitorio.
Me dirijo a la habitación de mi hermano con la sensación de desatar
una discusión por lo que le voy a decir, y es justamente lo que pasa cuando
le confieso que quiero que ella permanezca aquí. Se niega argumentando
que ella lo ama a él, tiene un poco de razón, pero sé que también me ama a
mí y no solo eso, soy el dueño de su mente y su voluntad, por lo que le
propongo hacer una prueba que estoy seguro podré superar.
—Hagamos una prueba entonces, si ella te busca de nuevo en el
tiempo que le queda, dejaré que te la lleves de vuelta, pero si no lo hace, si
solo está conmigo tú aceptarás que ella me ama en verdad y se quedará
aquí.
—Shaqiq, si ella me busca no dudaré en follármela frente a tus ojos
solo para demostrarte que es una puta interesada.
—Si ella te busca yo mismo la llevaré arrastrando al avión —asevero,
Nath ahora sabe que se quedará conmigo y no tiene nada que hacer
buscando a mi hermano, eso es algo que no le perdonaría porque odio tener
que compartir todo con Ömar, él lo tiene todo, es justo que yo pueda tener
algo solo para mí y a ella la quiero para mí.
—Muy bien. Déjala en su habitación y regresa a la tuya, que ella se
mueva sola.
Hago lo que acordamos, vuelvo a mi habitación y aguardo a que ella
venga a mí. Un rato después la puerta se abre, Abtikari camina a paso
decidido hacia mi cama con esa sonrisa perversamente lujuriosa danzando
en sus labios, me regodeo de pensar que ahora mi hermano tendrá que
cumplir con su parte del trato, ella me ama a mí.
—¿Tienes hambre? No hemos cenado.
—No, pero tengo sed, tráeme un vaso de jellab —solicito—, y unos
frutos secos —Sonríe y me da un beso antes de bajar de la cama e ir a la
cocina.
Espero a que vuelva, pasan muchos minutos sin que regrese, comienzo
a ponerme ansioso al cabo de una hora, el acuerdo al que llegué con mi
hermano no deja de rondarme la cabeza, pero me resisto a creer que
Abtikari sea capaz de desafiarme de tal manera. La única forma que tengo
de comprobarlo es con las cámaras, sin dejar pasar más tiempo reviso las
grabaciones de la última hora, los veo a ellos hablando en la cocina, mi
hermano sale, pero ella lo sigue.
La cámara del pasillo de las habitaciones me muestra el momento en
que ella salta encima de él, la ira me aprieta las entrañas cuando Ömar la
besa y ella le corresponde con la misma intensidad con la que me besa a mí.
Mi hermano cierra la puerta de su dormitorio, durante unos minutos me
quedo ahí, esperando verla salir, cosa que no sucede, no es difícil imaginar
lo que están haciendo y el solo hecho de imaginármelo pone mi respiración
y mis pensamientos en jaque.
«¡Esa maldita puta!»
Mi hermano tenía razón cuando dijo que solo me estaba utilizando, tan
experta para fingir amor, como experta para follar. Abtikari acaba de
destruir su oportunidad de ser libre, realmente quería que se quedara
conmigo, pero ahora me aseguraré de destruirla por completo, voy a
aniquilarla como ella acaba de destrozar el minúsculo sentimiento que
comenzaba a formarse en mi interior por ella.
«¡Te odio, Abtikari!»
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 40
Confusión
Árabe frío...
Árabe demente...
Ömar...
Amún...
¡Mierda!, la cabeza me va a estallar de tanto pensar. ¿Y mi corazón?
Está en un colapso total, dividido por dos hombres tan bellos como
peligrosos. Los amo, los quiero a los dos conmigo, no puedo elegir a uno
sin sentir que la otra mitad de mi corazón se desangra por el otro.
«El único que te ha prometido quedarte es el demente»
A Ömar se lo he pedido muchas veces y siempre se negó, ahora Amún
me da la oportunidad, la razón me dice que lo elija a él, que es mi lugar
seguro, pero el corazón me grita dolorosamente que no puede resignarse a
perder a mi otro árabe.
—Nath.
—Bésame, damiya
—Te deseo de una manera insana...
—Dilo por favor, dime a quién amas.
Ömar me hizo el amor de una forma sublime, Amún lo intentó y no
pudo, uno puede darme amor de verdad, el otro solo pasión desenfrenada
mezclada con su deliciosa tortura.
—No conozco el amor, Abtikari. Nadie nunca me ha amado.
—Yo te amo, tú reviviste mi corazón, lo sacaste de la oscuridad en la
que estaba sumergido.
—Y lo envolví con la mía.
—Puedo vivir con eso si estás en la oscuridad para abrazarme.
Amún necesita alguien que lo ame, alguien que lo cuide, yo quiero
hacerlo, quiero quedarme con él y sanar su corazón como él ayudó a sanar
el mío. Va a ser una tortura estar en esta casa con él y viendo a Ömar, su
mirada fría cuando se fue de mi habitación después de ese magnífico sexo,
la forma en cómo se retiró de la sala de música al verme en las piernas de
Amún, todo eso duele, arde en mi corazón.
«Déjate de tonterías y sentimentalismos, el loco se va a quedar
contigo, el otro está dispuesto a regresarte»
Sí, debo aceptarlo, aunque duela, Ömar no pretende quedarse
conmigo, Amún sí. Él será mi nuevo dueño y eso realmente me agrada
porque también lo amo. Impulsada por ese pensamiento, salgo de mi
habitación y me dirijo a la de mi demente favorito, ya es de noche y aún no
cenamos, con todo ese sexo delicioso que tuvimos por la mañana debe
reponer energías para que siga follándome como solo él sabe hacerlo. Abro
la puerta de su dormitorio y entro decidida a seducirlo.
—¿Tienes hambre? No hemos cenado —pregunto deseando que me
diga que no para poder saltarle encima.
—No, pero tengo sed, tráeme un vaso de jellab y unos frutos secos.
«Bueno eso no me tomará tanto tiempo»
Beso sus labios para dejar la promesa que cuando regrese, le daré una
buena batalla en la cama, el sexo con Amún nunca es lo mismo, toda esa
intensidad de su posesión es jodidamente excitante. Bajo a la cocina
rápidamente, quiero regresar lo antes posible y meterme en la cama con él,
mi corazón da un vuelco al ver a Ömar también aquí, paso por su lado y ni
siquiera se toma la molestia de voltearme a ver, sigue enfadado conmigo y
eso me estruja por dentro.
—Ömar... creo que debemos hablar —Necesito explicarle lo que pasa
en mi cabeza y en mi corazón, él debe entender el porqué de mis actos.
—No creo que haya nada que hablar, damiya —Su mirada triste me
lapida el alma, quiero abrazarlo, quiero decirle cuanto lo amo para que su
mirada deje de ser atormentada—. Me queda claro a quien amas realmente.
‹‹No, te amo también a ti››
Mi corazón clama porque me permita hablar con él, no quiero vivir
aquí viendo su expresión gélida, esa que tanto me lastima.
—Déjame explicarte por favor —Me acerco a él, necesito tocarlo,
necesito transmitirle todo lo que hay en mi corazón reprimido.
—No tienes que hacerlo, Nath —Su voz acariciando mi nombre y el
beso que deja en mi mano me llenan de ese calor que se extiende por mi
cuerpo—. Eres libre de elegir, yo nunca te obligaría a elegirme a base de
amenazas y golpes.
Sus palabras hieren porque son ciertas, él me hizo daño una vez en el
burdel, pero prometió no volver hacerlo y lo ha cumplido, en cambio su
hermano no pierde oportunidad para lastimarme, aunque ese daño me guste
y me excite, debo reconocer que preferiría que no lo hiciera, al menos no
tan cruelmente.
Se sirve un vaso de agua y me quedo observándolo, tratando de
encontrar las palabras para hacerle entender por qué me voy a quedar con su
hermano sin hacerle daño. Deja el vaso en el fregadero y se acerca a mi
nuevamente, el corazón me salta en el pecho al sentir su abrazo, pocas
veces me ha abrazado y cada vez que lo hace siento que mi cuerpo y mi
mente se paralizan, deja un beso en mi frente haciendo más grande la
presión en el pecho.
—Me quedo con la satisfacción que fuiste la primera mujer que me ha
besado.
Y así, sin más se va, yo me quedo sumida en una desesperación
angustiante, elegir a uno es herir al otro y yo no quiero eso, los amo
demasiado para hacer esto, mierda de situación en la que estoy, esta
confusión es peor que cuando creía que era uno solo y no entendía sus
cambios de comportamiento.
Lo sigo, ni siquiera sé por qué lo hago, mis pies simplemente se
mueven detrás del cuerpo de ese hombre al que mi corazón se rehúsa a
dejar ir. Sujeto su mano antes de que pueda entrar en su habitación, él se
gira lento, veo el tormento en su expresión, de absoluto pesar.
—Hablemos por favor —le suplico. Intento entrar a su dormitorio,
pero él me lo impide.
—No entres, no podría tolerar tenerte en mi cama y no tocarte, en este
momento me está costando la vida no abrazarte y besarte.
No puedo evitar sonreír con dolor, porque es precisamente lo que me
pasa a mí, estoy tratando de controlar mi cuerpo para no abrazarlo, para no
estrecharlo y pedirle que sea él el que no me deje ir. Su mirada intensa de
anhelo me hace jadear, Ömar se muerde el labio en un claro gesto de
represión, quiere besarme y yo quiero que lo haga.
Mis piernas reaccionan por sí solas saltando sobre él, el toque de sus
labios gruesos y suaves en los míos me estremece, me recarga contra la
pared besándome con desesperación, un beso ardiente, raro de él, sus manos
me acarician el cuerpo y el dolor que genera el roce en mis heridas me hace
soltar pequeños quejidos que no hacen sino excitarme más, su erección se
aprieta en mi entrepierna y gimo. Cierra la puerta y me lleva a la cama
donde me deja con suavidad.
Lo observo quitarse la ropa con esa elegancia que lo caracteriza, su
cuerpo perfecto es la maldita tentación más grande del mundo, la forma en
que me mira en este momento me recuerda a su hermano, la mirada felina
como si yo fuera una presa y él un cazador, pensar en Amún es un duro
golpe a mi conciencia, debería estar con él, está esperándome en su
habitación y sin embargo mi cuerpo se niega a moverse para salir de aquí.
—Ömar escúchame, tenemos que hablar —Ya que mi cuerpo no
reacciona haré que mi cerebro trabaje—. Amún, quiere que me quede aquí
y yo...
—¿Tú qué, Nath? —me interrumpe—. ¿Quieres quedarte aquí con él o
quieres quedarte conmigo?
¿Árabe frío, o árabe demente?
—Con los dos —confieso—. Los amo a los dos.
—No puedes hacer eso, no puedes amar a dos personas por mucho que
su físico sea el mismo y tampoco puedes pretender quedarte aquí con los
dos, no es algo normal, ni siquiera es sano —habla de una manera calmada,
pero puedo ver que está reprimiendo la rabia, sus ojos lo delatan.
—No puedo elegir, el corazón se me desagarra solo de pensar en soltar
a uno.
—Entonces elegiré por ti —Se acerca despacio, acechando—. Quédate
con él, pero déjame estar solo esta noche contigo.
—Ömar...
Me calla con un beso, uno que me roba el sentido de lo que está bien y
lo que no, sé que está mal lo que estoy haciendo, pero lo deseo, si no voy a
volver a tenerlo, entonces necesito esto, quiero sentir una última vez sus
besos, esa forma de hacerme el amor, las sensaciones de los orgasmos que
me da. Despacio va quitándome el camisón, la imagen de mi otro árabe me
tortura, pero más tortura es pensar en no volver a tener a Ömar.
Me dejo hacer lo que quiera hacerme, sus besos y caricias se van
tornando salvajes, más duros, más de lo que habían sido antes y eso solo me
hace pensar todavía más en mi árabe demente, la estoy cagando realmente y
a pesar de estar consciente de ello sigo besando su cuerpo, recorriéndolo
con mi lengua y labios, ya probé los tatuajes de uno, ahora toca hacerlo con
el otro.
Mi lengua los repasa por completo, todos los tatuajes que cubren su
cuerpo, las imágenes del cuerpo de Amún se repiten en mi mente sin parar,
él disfrutó tanto de esto por la mañana, ¡vaya mierda no poder sacármelo de
la cabeza, mientras estoy con su hermano! ¿Cómo pude estar con Amún
toda la noche y toda la mañana sin pensar en Ömar? ¿Me estoy
equivocando al hacer esto?
No, estar con mi árabe frío nunca va a ser un error.
—Damiya... —susurra, esa forma de llamarme me eriza la piel—.  No
tenerte más a mi lado va a ser muy difícil.
—Para mí también mi amor —La opresión de mi pecho llega a mis
ojos que se humedecen irremediablemente.
Las contengo, estas lágrimas no las dejaré salir.
Ömar gira en la cama poniéndome contra las sábanas y me abre de
piernas de manera brusca, con un solo movimiento se adentra en mí, fuerte,
rápido, dominante, sube mis piernas a sus hombros y el dolor tirante de las
suturas me hace soltar un quejido fuerte, mezclado con un jadeo de placer,
dolor... placer... Las embestidas duras de Ömar me desconciertan, él es
rudo, pero no de esta forma y algo en mi interior me hace pensar que está
intentando ser como su hermano.
Lo disfruto y a la vez no, es imposible no sentir placer siendo follada
por tremendo hombre, pero quería tener a mi árabe frío, el compasivo, el
que me da intensos orgasmos, no a una copia del otro. Me gira para
ponerme en cuatro, su mano presiona mi espalda que hace descender mi
pecho hasta tocar el colchón con mi mejilla, sus dedos esparcen la humedad
de mi vagina a mi ano estimulándolo, haciéndome suplicar para que me la
meta de una vez.
—¿Esto es lo que quieres, Nath? ¿Es lo que te gusta? —Vuelve a
embestirme con fiereza, casi inhumano, su mano impacta mi trasero con
una fuerza descomunal, mi piel arde y la quemadura en mi cadera
cosquillea de una forma desagradable.
—No, sí...
«Mierda sí me gusta, pero con el otro»
—¿Sí o no? ¿No es por esto que te gusta mi hermano? —Su tono
cargado de ira me da a entender que esto es una especie de reproche.
—No, no es por esto, lo amo por su alma oscura y torturada —susurro.
Su mano vuelve a chocar con mi nalga.
—No soporto oírte decir que lo amas —Me azota de nuevo, muchas
veces mientras continúa penetrándome sin control. Pero en toda esta tortura
puedo sentirlo, le duele que yo ame a otro hombre aparte de él.
—A ti te amo porque la tuya es claridad, te amo porque vi el hombre
compasivo que quieres esconder —digo con la voz rota, amar a dos
hombres es jodidamente doloroso.
—¿De qué me sirve ser claridad si prefieres la oscuridad, Nath? —
Empuja la cadera contra mi trasero, sus testículos rebotan en mi sexo—.
¿De qué me sirve que me ames, si no voy a tenerte?
Sus palabras son demoledoras para mí, hacen insoportable la angustia
de saber que voy a perderlo. Ömar sujeta mi cadera enterrando los dedos en
mi piel, se mueve con brutalidad, incluso más que Amún, el orgasmo
explota repentino y es malditamente placentero como doloroso porque sé
que será el último que este hombre me dé. Él continúa penetrándome, me
toma del cabello para levantarme de la cama, apoyo las manos sobre el
colchón con mi cuerpo arqueado por el tirón de pelo.
—Dilo damiya, dímelo una última vez.
—Te amo, Ömar.
Suelta mi cabello y se deja caer sobre mi espalda, besando y
acariciando mi cuerpo, su peso vence mis brazos y nos desplomamos en la
cama. Su pelvis sigue estrellándose en mi trasero, pero ahora de una manera
rítmica, cadenciosa, como el Ömar que conozco. Llena mis hombros, cuello
y mejilla de besos, sentir su cuerpo ardiente apresando al mío contra las
sábanas y dándome esa pasión, es extraordinario. Mi corazón late por él de
una manera distinta que con su hermano.
—Contigo no necesito las lágrimas —musita en mi oído antes de
sentir como me llena de su calor líquido.
Se queda un momento sobre mí, el peso muerto de su cuerpo no me
deja respirar normal pero no me atrevo a moverlo, ni siquiera deseo que
saque su miembro, quiero alargar esto lo más posible. Sin embargo, después
de unos minutos en los que recupera el aliento se hace a un lado y la
sensación de vacío y soledad se apodera de mí.
—Creo que es mejor que te vayas a tu habitación —murmura
dirigiéndose al baño.
«¿Qué? ¿Así nada más?»
—Ömar... —Cierra la puerta de su cuarto de baño dejándome con la
palabra en la boca.
Me visto rápido, él tiene razón, lo mejor es alejarme de una vez, a
pesar que todo en mi sistema me pide ir tras él. Regreso a mi dormitorio, no
soy capaz de darle la cara a Amún en este momento, tomo una ducha larga
en la tina, asimilando lo que acaba de pasar y lo que ocurrirá a partir de
mañana, es mi supuesto último día, no sé qué pasará, como arreglará Amún
el pago por mí con Alek, pero eso no es lo importante, lo que realmente
importa es que seré libre al fin.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 41
Verdades que destrozan
Voy en busca de Amún, desde anoche no lo he visto, creí que tal vez iría a
mi habitación por el hecho de no haber regresado a la suya, pero no lo hizo,
en toda la noche no pude pegar los ojos, la incertidumbre de lo que va a
suceder me tiene nerviosa y ansiosa, necesito su abrazo y sus besos
posesivos que me llenen de tranquilidad. Su habitación está vacía, es raro
que deambule por la casa de día, no tolera la luz.
¿Estará en el sótano, o quizás en la casita de bronceado?
Bajo al averno a verificar si anda por ahí, tampoco está, busco por toda
la casa sin encontrarlo, de hecho, no veo a nadie, ni siquiera Frederika está
en la cocina, Zanahoria tampoco. Subo al dormitorio de Ömar, mis niveles
de ansiedad se están desbordando y la sensación de presión en mi pecho se
acentúa. Entro sin llamar, él sí está aquí colocándose un traje negro en el
cambiador, verlo calma un poco mis nervios, sin embargo, la expresión
gélida que compone al percatarse de mi presencia, me hace dar latidos
erráticos y esta vez no son de excitación, hay algo en su pose que me dice
que algo no está bien.
—¿Dónde está todo el mundo? No localizo a nadie —Me quedo
parada en el marco de la puerta, no me atrevo a acercarme, a pesar de todo
lo que hemos vivido en estos últimos días, en este momento lo siento más
lejano que cuando lo conocí.
—Mi hermano debe andar por ahí con Marceline, hace un rato
estuvieron aquí, Fredik fue a surtir la despensa —Su tono de voz es
insondable, no puedo percibir su estado de ánimo como en otras ocasiones.
Y saber que Amún está con Marceline, me atenaza las entrañas, la ira
se acumula en mi garganta y amenaza con explotar, respiro varias veces
tratando de controlarme, mis uñas se entierran en mis palmas lanzando
pequeños espasmos de dolor por mi cuerpo. Mi reacción no le pasa
desapercibida a Ömar, que se yergue completamente mostrándose
imponente y un tanto terrorífico.
—¿Tanto te molesta que ellos estén juntos? —sisea en voz muy baja.
—Sí —admito en otro siseo, aprieta los dientes y veo su mandíbula
tensarse.
—Ella lo quiere, siempre lo ha hecho, hazte a esa idea —Su
declaración parece una burla y me cabrea más.
—Voy a buscar algo de comer —Me doy la vuelta para salir de su
habitación, pero él se me adelanta y me aprisiona contra la pared.
—¿Reaccionarías igual si me vieras a mí con otra? —Lo miro con la
rabia instalada en mí, no estoy de humor para sus celos estúpidos, estoy
lidiando con los míos propios.
¿Y de qué mierda le sirve preguntar eso si entre él y yo ya no habrá
nada?
—No —respondo a pesar de que, sí lo haría, pero lo que menos deseo
es agregar esa tortura a mis pensamientos.
—Y dices amarme —Su respiración acelerada y furiosa impacta en mi
rostro.
¿Por qué hace esto? Él decidió por mí anoche ¿Por qué carajo se pone
celoso de su hermano, si él no quiso reclamarme primero, a pesar que se lo
pedí muchas veces?
—No estoy para tus celos, Ömar —Lo empujo y salgo de su
habitación ignorando que me llama para que regrese.
Me sirvo un vaso de agua para apaciguar el ardor de mi garganta que
implora por rugir hacia el exterior y más, cuando veo entrar a mí árabe
demente con Marceline abrazada a él. Amún, trae una extraña vicera sobre
los ojos que se levanta al entrar a la cocina revelando unas gafas negras
herméticas que le cubren por completo los ojos, verlo con eso es extraño y
un poco tétrico, debió salir a la luz del sol..., con ella, conmigo nunca lo ha
hecho.
Él se quita el aparato y lo deja sobre la barra del desayunador,
Zanahoria me mira desafiante y con la estúpida sonrisa de satisfacción, la
misma que me dio cuando Frederika curaba mis heridas. Se sueltan y ella se
dirige la estufa buscando entre las puertas de la despensa.
—¿Qué quieres comer? Debes estar muerto de hambre después de
todo lo que hicimos —Amún, se encoge de hombros.
«¿Lo que hicieron?»
—Lo que quieras prepararme —Le guiña un ojo y yo siento que estoy
a punto de reventar.
—Te he buscado por todos lados —Me siento junto a él en una de las
sillas altas, no me mira, juguetea con las gafas en sus manos—. ¿Dónde has
estado?
—En el jardín con Fatati —Contengo un gruñido, odio que le diga así,
ella no es su niña.
Intento acercarme a él para besarlo, pero me esquiva. Me dedica una
mirada antipática, debe estar enojado por lo de anoche, lo dejé esperando,
tiene razones para estar molesto conmigo, ahora más que nunca me siento
una estúpida por lo que hice, y más que estúpida me siento una traidora.
—¿Estás molesto conmigo? —Es obvio que lo está, pero no sé qué
más decir.
—¿Por qué habría de estarlo, Cherry?
«¿Cherry?»
Un dolor lacerante me traspasa el corazón, me dijo Cherry, solo una
vez me ha llamado así, todo el tiempo he sido Abtikari, y más
recientemente me había llamado por mi nombre. ¿Por qué me llama por mi
nombre del burdel?
—¿Por qué me dijiste así?
—Ese es tu nombre de puta ¿No? —De reojo veo a Marceline riéndose
con malicia, mi respiración se sale de control por completo, algo está muy
mal aquí.
—Sí lo era, pero ya no soy más una puta, solo te pertenezco a ti —Su
risa escalofriante me pone casi al borde de las lágrimas.
«¿Qué está pasando?»
—¿Me perteneces? —Niega con la cabeza mientras chasquea la
lengua—. No lo creo.
—Amún —digo en un susurro aterrado—. ¿Qué pasa?
—Creo que te mereces un castigo, Cherry.
—¿Qué?
Sin esperarlo se levanta de la silla y me levanta en sus brazos, me
hecha a su hombro como si de un bulto se tratara, escucho las carcajadas de
Marceline viniendo detrás de nosotros, levanto la cabeza para verla, el gesto
que lleva no se lo había visto antes, casi parece desquiciada. Me remuevo,
pataleo y manoteo contra él, pero yo no soy nada comparada con el hombre
que me lleva hacia el averno a castigarme.
¿Por qué?
«¿Eres estúpida o te haces Nath?»
Amún abre la puerta y entra, Marceline la cierra a su espalda y
enciende la luz, me deja en el centro del círculo de claridad, me va a
castigar por no haber ido anoche a su cama y me lo merezco. Me quedo
parada mientras el busca sus instrumentos de tortura, regresa solo con una
soga sobre su hombro derecho y sobre el izquierdo un látigo, trago grueso y
me preparo, puedo tolerarlo, me lo merezco por dejarlo esperando por mí.
—Las manos al frente —ordena con voz fría e inexpresiva, ni siquiera
la primera vez que me trajo me habló así.
Junto mis manos sobre mi pecho, él envuelve mis muñecas con varias
vueltas de la cuerda, Marceline hace descender la barra hasta quedar un
metro por encima de mi cabeza, Amún pasa el cabo restante por arriba de la
barra subiendo mis brazos en alto y lo amarra.
—Quítale la ropa —le ordena a Zanahoria.
Se acerca a mí con un cuchillo en la mano y una sonrisa perversa, no
sé a qué le temo más, si al arma o a la loca que me mira aterradoramente.
Ella corta todo el vestido, lo hace trizas con el cuchillo, no tiene ningún tipo
de cuidado al hacerlo, la punta de la afilada hoja me roza en varias
ocasiones haciéndome sangrar entre pinchazos de dolor, no traigo ropa
interior para no dañarme las suturas, así que, al cabo de un par de minutos,
estoy completamente desnuda frente a ellos.
Amún no me mira, quiero que lo haga, que vea que estoy sangrando y
venga a pasar su lengua por mis heridas como siempre lo hace. Me ignora
por completo, incluso me da la impresión que emite cierto repudio por mi
cuerpo. La barra asciende de nuevo elevándome en el aire, mis pies se
separan del piso unos centímetros y cuelgo de mis brazos, tal como lo hacía
Max la noche que lo asesinamos.
«No. Él no va hacerme lo mismo»
«Solo es un castigo, está enojado porque no fui con él anoche»
Amún desenrosca el látigo de su hombro, camina la distancia que nos
separa y se planta frente a mí, levanta el rostro para verme y sus ojos
cargados de ira me hace tener escalofríos. Marceline se aparta un poco, pero
permanece expectante y emocionada de lo que va a ocurrir. Él me rodea,
siento su mirada clavada en mi espalda, cierro los ojos y aprieto los dientes
esperando el primer impacto.
Es totalmente brutal, gimo por el dolor que esta vez no es excitante, en
verdad está rabioso, vuelve a impactar el látigo en mi espalda y me muerdo
la lengua para no gritar. Continúa por varios minutos, sus latigazos
despiadados logran abrirme la piel y soltarme algunas de las suturas, siento
mi piel desgarrarse con cada azote en mi espalda, respiro tratando de
soportarlo, no es nada que no haya vivido antes. Después los dirige a mis
glúteos y piernas, me remuevo sin poder evitarlo, quiero que pare ya, pero
no lo hace, no se detiene.
Mi garganta deja escapar quejidos lastimeros, no puedo contenerlos, el
dolor es demasiado y se acrecienta con cada impacto, siento la sangre correr
lentamente por mi espalda y piernas, pero el daño del castigo no es tan
grande como el que siento en el corazón, él está haciendo esto para
lastimarme en verdad, no hay rastro alguno del placer que en otras
ocasiones me ha proporcionado su tortura.
La puerta se abre una vez más, Ömar traspasa el umbral y se queda
recargado en la pared observando como su hermano me da los latigazos más
inmisericordes de toda mi vida. Lo miro suplicante para que detenga esto,
pero el hombre compasivo que otras veces he visto en él ha desaparecido
por completo, su mirada solo deja ver al hombre frío sin sentimientos, debo
detenerlo yo o él va a terminar matándome.
—Para por favor —exhalo sin fuerzas, creo que ni siquiera yo me he
escuchado.
—¿Dijiste algo? —pregunta con sorna.
Latigazo.
—Para... —susurro.
—No te escucho, Cherry.
Latigazo.
—Detente —Mi voz se rompe con un sollozo.
—¿Vas a llorar? Esto quizás le interese a mi hermano —se burla.
Latigazo.
—Ömar, por favor —le suplico al hombre que se mantiene entre las
sombras.
—Te mereces esto y más —responde simplemente sin acercarse.
—¿Por qué? —sollozo de nuevo con otro latigazo.
Mis ojos se inundan de lágrimas, no por el dolor físico, es por lo
inhumanos que se están comportando los dos hombres a los que les
entregué mi corazón. El látigo fustiga mi piel una y otra vez durante un
tiempo que se me hace eterno, suplico porque se canse, pero parece más
enardecido cada minuto que pasa. Amún se detiene por fin, se coloca frente
a mí, su ropa y rostro están manchados de minúsculas gotas de mi sangre.
—¿Qué hice para que me castigues de esta forma? —Trato de contener
las lágrimas, pero una traicionera se escapa de mis ojos, viendo al hombre
que amo mirarme con desprecio.
—¡Eres una puta igual que tu madre!
—¿Qué? —Otra lágrima resbala por mi mejilla.
—Y tienes que pagar por ello, tienes que pagar por sus malditas
existencias.
—¿De qué hablas? Ni siquiera sé quién es mi madre —Las lágrimas
comienzan a salir sin control, no entiendo lo que pasa, pero algo en mi
interior me dice que esto no es solo por lo de anoche.
«Ellos saben quién es mi madre»
—Lo sabrás pronto, claro si tu cerebro de puta te permite pensar en
otra cosa que no sea abrirte de piernas.
—Amún... —Lloro ya sin ninguna represión—. ¿Por qué?
—Mi madre murió por tu culpa —declara con odio, levanta el látigo
una vez más para impactar mi cuerpo—. Y tú vas a pagar por eso.
«¿Pagarlo? ¿De qué forma? ¿Me va a matar?»
—¡Hazlo ya! —suplico, no soporto ni un latigazo más, no solo duele
mi cuerpo, me duele la vida—. Solo mátame y ya.
—No, Cherry, no va a ser tan fácil para ti. Quiero verte llorar, quiero
verte sufrir, quiero verte arrastrarte en la miseria tal como yo lo hice cuando
nos trajeron el cuerpo de mi madre.
—¡Yo no sé quién es tu madre, no sé quién es la mía! —grito o eso
intento, pero estoy tan débil que apuradamente puedo emitir sonidos.
—Marie Müller, piensa Cherry, pon ese cerebro de mierda a trabajar.
¿Dónde has escuchado el nombre Marie? No creo que se te haya olvidado
en quince días.
—¿Burdel Saint Marie? —pregunto entre hipidos.
—Sí —contesta Ömar, camina lentamente hasta quedar a lado de su
hermano—, esa Marie era nuestra madre.
—Y papá la mandó a ese prostíbulo a ser una vil esclava asquerosa.
—Ahí sedujo a Marek, uno de los mejores amigos de mi padre para
que la liberara y pudiera volver.
—Pero por tu maldita culpa no pudo hacerlo —Amún vuelve a
golpearme con el látigo, una ráfaga de azotes desquiciados que me hacen
gritar del dolor—. Ella iba a venir por mí.
—Lo siento —me disculpo, aunque no sé todavía por qué lo hago—.
Yo no tuve la culpa, pero lo siento.
—Lo seguirás sintiendo el resto de tu miserable existencia, Cherry. Le
prometimos al cuerpo de mi madre que no te dejaríamos vivir tranquila ni
un solo día, lo vas a lamentar hasta que mueras.
—Bájala Amún, voy a adelantar la salida a Escocia, no soporto tenerla
más aquí —ordena Ömar.
—¿Me vas a llevar de vuelta? —cuestiono, el terror comienza a
apoderarse de mí, prefiero que me maten a golpes de una vez a regresar.
—Por supuesto, nunca fue el plan que te quedaras aquí.
«¿El plan?»
—¿Todo esto estaba planeado? ¿Nunca pensaste de verdad quedarte
conmigo? —Miro a Amún, mis ojos están tan hinchados por el llanto que
apenas puedo mantenerlos abiertos.
—Todo fue un plan, ¿y qué crees?, Marek ayudó —La sonrisa cínica
en el rostro de mi árabe demente me apuñala dolorosamente el alma, puedo
sentir como pedazos de lo que fue alguna vez mi corazón romperse y caer
junto con mis gotas de sangre al piso—. Y funcionó de maravilla, eres tan
estúpida que te enamoras de dos hombres que se divirtieron jugando
contigo, gemiste como la perra que eres recibiendo azotes mientras te cogía,
te revolcaste con él cuando te aseguré que te quedarías conmigo. Max tenía
razón cuando dijo que eras asquerosa, te quería y lo mataste, porque así eres
de estúpida y de autodestructiva.
«No, por favor no, que se calle»
—¡Mátame de una vez! —suplico. Ömar, hace descender la barra y
mis pies tocan el piso de nuevo, pero no tengo fuerzas para mantenerme.
—Vas a volver y a seguir con tu miserable vida de mierda, porque ese
también es parte del plan, aún te falta mucho por lo que lamentarte. Me
dijiste que nunca me ibas a dar lágrimas de dolor y mírate, si supieras como
me reí en mi interior al escucharte decir eso. Marceline —ordena Ömar—.
Llévatela y que haga sus maletas.
Ambos hombres salen por la puerta, Zanahoria desata las cuerdas y me
estrello contra el piso de lleno, me encojo abrazando mis piernas tirada en
un pequeño charco de sangre. Mi cuerpo se convulsiona con los espasmos
que el llanto me produce.
Un plan.
Todo fue un plan.
Mi árabe frío.
Mi árabe demente.
Solo jugaron conmigo, querían vengarse de mí por matar
supuestamente a una mujer que ni siquiera conozco. Sus besos, sus caricias,
sus palabras, todo fue mentira.
—No, esto no es real, esto no está pasando —gimoteo entre espasmos
de llanto y de dolor.
—Ya levántate que no tenemos todo el día —Marceline, patea mi
espalda y me retuerzo del dolor—. ¡Párate! —grita.
—No puedo —musito.
Ella toma mi cabello y tira salvajemente arrastrándome por el piso
hasta la salida, hago acopio de mis fuerzas para levantarme. Atravieso a
trompicones los pasillos de la casa que creí sería mi nuevo hogar, por el
camino alcanzo a ver a Frederika que se tapa la boca al verme en ese
estado, sus ojos se llenan de lágrimas y se da la vuelta de prisa para
marcharse. Marceline, me empuja al interior de la habitación y caigo de
nuevo, la alfombra se mancha de sangre provocando la rabia de la chica.
Ella sale dejándome ahí, entre mis lamentos de dolor y los sollozos de
mi alma rota, siempre lo ha estado, pero ahora está desgarrada de una
manera irreparable, porque los hombres que amo, no solo no me aman, me
odian y me trajeron aquí solo para destrozarme. Marceline regresa con una
garrafa en las manos, derrama un líquido caliente sobre mi cuerpo que me
abrasa la piel, escuece mis heridas, pero ya no tengo ni las fuerzas para
retorcerme, para arrastrarme lejos de la mujer que se va a quedar con mi
árabe.
—La lejía detiene el sangrado para que no sigas haciendo un
cochinero. Saca la maleta y mete tus porquerías, Ömar quiere que te lleves
todo lo que tocaste, no debe quedar nada tuyo en esta casa.
Ni siquiera hago el intento de ponerme de pie, ni siquiera hago el
intento por seguir viviendo. ¿Para qué? Si voy a regresar a la mierda de vida
que tenía, prefiero morir de una vez y olvidarme de este dolor, me duele el
cuerpo, me duele el alma, me duele el corazón, me duele vivir.
Marceline, se cansa de esperar que haga lo que me ordenó, saca la
maleta del clóset y avienta todo lo que Ömar me compró, arroja sobre mi
cuerpo la ropa que traje puesta el día que llegué, mis viejos vaqueros y la
playera de algodón. Veo los pies de uno de ellos acercarse a mí, me levanta
por los brazos ignorando mis gritos y sollozos de dolor.
—Vístete quiero que te largues ya —Amún, coloca la mano en mi
mentón y levanta mi rostro para mirarme con total repulsión.
—¿Por qué me engañaste así? Yo no hice nada —Mi voz es débil y
mormada por el llanto, pero más porque todo lo que dijeron me está
dejando sin aliento.
—Existes y con eso es suficiente, debieron asesinarte a ti y no a mi
madre.
—No entiendo nada de lo que está pasando, yo no tengo la culpa mi
amor —Intento abrazarlo, me separa de su cuerpo mirándome con asco.
—¡Cállate, no me digas así! —Su voz cargada de desprecio termina
por romper el último pedazo de mi corazón.
Marceline, le pone en la mano una toalla húmeda, un olor extraño
llega a mis fosas nasales, Amún tapa mi nariz y boca con la toalla
obligándome a respirar ese olor desagradable, no tengo fuerzas para
resistirme, todo comienza a oscurecer y escucho su voz una última vez
antes de cerrar los ojos.
—Te odio, Abtikari.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 42
Regreso
Escucho música lejana, como si se tratara de un sueño, como esos sueños
que tengo recordando mi vida en el orfanato, son borrosos e
incomprensibles, pero extrañamente familiares, así es esta música, es triste
y oscura, me hacen ver en mi mente a un hombre magnífico, sentado frente
a un piano tocando con los ojos cerrados en medio de la oscuridad.
Amún... mi árabe demente.
—Te odio, Abtikari...
Sollozo, siento que ardo, me consumo desde adentro, quiero volverme
cenizas y dejar de sentir, dejar de existir. Toda mi vida ha sido una serie de
desgracias, cada una más insoportable que la anterior, ser huérfana,
secuestrada, subastada, esclavizada, azotada, engañada, pero lo peor de mi
miserable existencia es ser enamorada por un par de hombres sin corazón.
Sollozo, me sacuden los espasmos del llanto y el dolor de los latigazos
hace mella en mi cuerpo, o lo que queda de él, ya no puedo decir que soy
una mujer, soy solo un despojo de carne ensangrentada tirado a la basura.
Un despojo al que todos han utilizado y engañado, un despojo al que nunca
nadie ha querido.
—Nadie nunca me ha amado...
Lloriqueo, yo lo hice, yo lo amo y sin embargo eso no le importó, me
hirió de una forma más cruel que con latigazos, se encargó de destruir mi
cuerpo y mi mente día tras día con toda la premeditación del mundo, me
hizo creer que de verdad le pertenecía, incluso llegué a ponerlo en mi mente
por encima de su hermano.
Ömar... mi árabe frío.
Tan frío que quema como la marca que un día se posó en mi piel, él es
peor aún, simuló todo el tiempo ser un caballero, ser un hombre compasivo,
fingió la ternura de sus caricias, el pesar de su mirada, los celos, y el
sentirse atormentado porque no me quedaría a su lado.
—No soporto oírte decir que lo amas.
Gimoteo, era una mentira ¿Cómo puede alguien simular de esa
manera? Yo creí que él era claridad, ahora pienso que es más oscuro aún
que su hermano, el otro por lo menos se mostró tal cual es desde el inicio.
Amún, destruyó mi mente y mi cuerpo, pero Ömar destruyó mi corazón.
—¿De qué me sirve que me ames si no voy a tenerte?
¡Era mentira, todo era una mentira! Abrazo mi cuerpo, aunque no
puedo abrir los ojos siento las lágrimas recorrer mi piel, mojando el cuero
bajo mi mejilla. La música cesa, inicia otra melancólica pero que me llenó
de paz y tranquilidad cuando la escuché, cuando él la tocó para mí, como
retribuyendo de alguna manera la canción que le canté, pero todo era
mentira.
—Deja de lloriquear ya —exige su voz, la que tanto amo y ahora me
fustiga como el dolor de mi cuerpo—. Falta poco para llegar, despierta.
Sus manos zarandean mi cuerpo, donde toca arde, hiere, su roce que
antes provocaba corrientes eléctricas, ahora solo lastima. Me levanta de la
suavidad donde mi cuerpo reposa, me sienta y da ligeros golpes en mi
rostro, intento abrir los ojos, me cuesta, pero finalmente empiezo a ver de
una manera borrosa lo que me rodea. Estoy en un automóvil.
—Despiértate.
—¿Para qué? —Es mejor seguir dormida, aunque ni así logro dejar de
sentir.
—En unos minutos estaremos ya en el burdel.
—¿Por qué Ömar? Yo no tengo la culpa de nada.
—Sí la tienes. Kala, mató a mi madre por tu culpa —Abro los ojos
para mirarlo, sigo sin comprender una mierda de todo lo que me dijeron.
—¿Qué? —No tiene sentido, nada de lo que me han dicho tiene
sentido.
—Cuando naciste... —Exhala, desvía la vista de mi rostro como si
sintiera algo de pena por mí, aunque lo dudo, no tuvo la mínima compasión
mientras su hermano me azotaba—. Eres la viva imagen de mi madre, Kala
no soportó eso y en vez de matarte a ti decidió asesinar a mi mamá.
—¿Por qué me parezco a ella? —pregunto, pero no quiero escuchar la
respuesta.
—Te di unas llaves, úsalas y tendrás tus respuestas y si eres un poco
inteligente podrías usarlo a tu favor.
—Ömar… —Me acerco a él con todo mi cuerpo gimiendo de dolor—.
Mírame —Pongo mi mano en su mentón y él aprieta la mandíbula—. Dime
que no fue mentira todo, dime que fue real lo que pasó.
—Fue real, damiya —musita en voz baja, mi corazón roto intenta latir
de nuevo, fue real—. Mi hermano quería quedarse en verdad contigo, pero
yo no lo iba a permitir, te metí a mi cama solo para que volviera a odiarte
como antes.
«Amún... él me quería en verdad»
«Ömar... él nunca me ha querido»
—¿Por qué lo hiciste? —Un río de lágrimas saladas se abre paso en
mis ojos—. No solo me dañaste a mí, también a tu hermano.
—Lo va a superar rápido, solo eras un juguete para él y se encaprichó
contigo.
«¿Un juguete?»
—Ömar, por favor no me dejes aquí —Subo a su regazo, él permanece
inmóvil mirándome con su expresión gélida—. Por favor —suplico—. Yo
te amo, no me importan las mentiras, no me importa que me hayan utilizado
como lo hicieron, solo quiero estar con ustedes.
—Eso no es posible, damiya —Sus manos acarician mi cabello
enmarañado.
Ante mis ojos aparece la verja del burdel y mi corazón se sale de
control, es una imagen tétrica con el amanecer de fondo, no quiero regresar,
quiero quedarme con ellos. Una explosión de llanto me embarga, angustia,
miedo, me abrazo a él desesperada, suplicando que no me deje.
—No me dejes por favor, llévame de vuelta, enciérrame en el sótano,
pero no me dejes —Limpio las lágrimas con mis dedos y los deslizo por sus
labios humedeciéndolos de ellas—. Tómalas, tómalas todas, te pertenecen.
Mi cuerpo tiembla, la verja se abre para dar paso al automóvil, lo miro
a los ojos, un vestigio del hombre compasivo asoma, la mirada torturada
está ahí, la confusión y la ternura no fueron mentira, tallo mi rostro
empapado en su boca, quiere mis lágrimas y se las doy todas, las de placer,
las de dolor y hasta las de felicidad si me lleva de vuelta.
—Sé que me quieres, puedo sentirlo, no me hagas esto por favor —
suplico una y otra vez.
Mis labios buscan los suyos y él me besa, sus manos estrechan mi
cuerpo y suelto un grito de dolor. Su beso es intenso, cargado de muchos
sentimientos confusos, su lengua recoge mis lágrimas y vuelve a besarme
apretándome más fuerte, duele, pero lo tolero, cualquier dolor es soportable
entre sus brazos.
—Perdóname, damiya —El auto se detiene y Ömar abre la puerta.
—¡No! —grito con todas mis fuerzas mientras me saca del interior del
vehículo—. ¡No Ömar, por favor!
Khan y Paul se acercan a nosotros, sus expresiones son de satisfacción
al ver la penosa escena que se desarrolla en el estacionamiento, me aferro al
cuerpo de mi árabe, las manos de los guardias tocan mi cuerpo
produciéndome arcadas, no quiero que nadie me toque, nadie puede hacerlo
solo ellos, yo les pertenezco para lo que quieran hacerme, incluso para
seguir vengándose de algo de lo que no soy culpable.
—¿Qué está pasando? —Alek llega a nuestro encuentro, las piernas
me tiemblan al ver su gesto de molestia.
—Cherry no quiere soltarlo —responde Khan.
—Nath —Alek sujeta mi cabello—. Entra de una vez.
—¡No! —Entierro la cara en el pecho de Ömar, las manos de los
guardias siguen jalando mi cuerpo para que lo suelte.
—Escúchame damiya, entra por tu propio pie o te llevarán a la fuerza
y te lastimarán más —Deja un beso en mi coronilla y con un movimiento
rápido se deshace de mi agarre.
Khan me toma de la cintura y me levanta en el aire, mi espalda roza
con su pecho lastimando las heridas, grito y pataleo lo más que puedo por
encima del dolor que fustiga mi cuerpo, camina llevándome con él hacia la
puerta del burdel. Veo a Ömar cruzar algunas palabras con Alek e
introducirse de nuevo en el auto. Su puerta se cierra y casi de inmediato el
vehículo se pone en movimiento.
De algún lado saco fuerzas para golpear a Khan en la entrepierna con
uno de mis talones, me suelta y caigo al piso, le grito a Ömar que vuelva
una y otra vez, grito desgarrándome la garganta. Alek me sostiene y me
pone de pie, sus ojos estudian mi rostro anegado en lágrimas, volteo hacia
la verja, el auto de Ömar ya no se ve, simplemente se esfumó como todas
mis ilusiones.
—Alek… —Me enredo en su cuerpo, necesito que alguien me abrace
y me diga que estaré bien, a pesar que siento que muero a cada segundo.
—Nath —Sus manos tocan mi espalda, respingo por el dolor con un
quejido lastimero—. ¿Qué tienes?
Khan levanta la playera de algodón dejando ver las heridas de los
latigazos a mi espalda, los guardias bufan burlonamente. Alek tiene una
expresión extraña en el rostro, algo que nunca le había visto. Me guía hacia
el interior del lugar al que tanto odio, Paul trae mi maleta, pensar que me fui
solo con lo que traía puesto y una bolsa de mano, pero llena de ilusiones y
regresé con un equipaje lleno de ropa, pero vacía por dentro.
Alek no me lleva a su oficina como creí, me dirige a una de las
habitaciones para clientes. Me empuja al interior, los guardias también
entran, me abrazo a mí misma intentando controlar mis espasmos de llanto,
pero es inútil, no hay forma que pueda ocultar el dolor que me causa estar
de vuelta y saber que realmente mi árabe no me ama, él me dejó aquí a
pesar que se lo supliqué.
—Quítate la ropa —ordena.
—Alek, no por favor —sollozo, veo a Khan y Paul, no quiero
desnudarme frente a ellos, Alek les hace una señal con la cabeza y ellos
salen cerrando la puerta.
—Quítate la ropa —repite en el mismo tono, niego con la cabeza, no
quiero que nadie me vea desnuda, ni siquiera él—. No lo voy a repetir Nath,
o te la quitas o te la quito por la fuerza.
Sin darme tiempo de reaccionar se abalanza sobre mí y me tumba en la
cama boca abajo, sus manos levantan el borde de la playera y me la saca de
un jalón, me gira para seguir con los vaqueros, el roce de las sábanas en mi
espalda es terrible, me hace proferir quejidos lastimeros. Alek recorre mi
cuerpo con detenimiento, sus ojos muy abiertos lucen asombrados y se van
tornando en una expresión de asco.
—Es un hijo de puta enfermo —susurra—. ¿Y le lloras después que te
hizo todo esto? —Me señala de arriba abajo.
—Alek... —sollozo.
—Es la tercera vez que me llamas por mi nombre ¿Los latigazos que
te dio Ömar te hicieron olvidar quién soy? ¿Necesitas que Khan te recuerde
como debes dirigirte a mí? —Niego en silencio—. Te daré unos días de
descanso, esas heridas lucen muy mal, voy a pedirle al Rutilus que venga a
revisarte.
—Sayidi, déjame morir por favor —suplico, no quiero curarme, no
quiero estar aquí.
—No seas estúpida, Nath. ¿Estás así por ese tipo? —Alek cierra los
puños y aprieto los ojos esperando el golpe, pero no llega—. ¿Te
enamoraste de él a pesar de lo que te hizo? —No respondo, mis lágrimas lo
hacen por mí—. Ömar nunca te va amar, será mejor que te olvides de él,
quédate en esta habitación, Anne traerá a Rutilus —El tono de Alek me
sorprende, parece comprensivo, casi rayando en lo tierno.
Me quedo desnuda en la cama, no tiene caso pasar por la tortura de
vestirme si cuando venga el médico tendré que volver a quitármela. Mi
cerebro está sumido en un trance, aún no puedo aceptar que él se fue, que
me dejó aquí, que quizás no los volveré a ver nunca. Lloro hasta que ya no
puedo más, hasta que estoy tan seca y mis ojos arden.
—Mi hermano quería quedarse en verdad contigo, pero yo no lo iba a
permitir, te metí a mi cama solo para que volviera a odiarte como antes.
—Amún —lo llamo entre sollozos.
—... te revolcaste con él cuando te aseguré que te quedarías conmigo,
Max tenía razón cuando dijo que eras asquerosa, te quería y lo mataste,
porque así eres de estúpida y de autodestructiva.
Tiene razón, soy la más estúpida del mundo, él quería quedarse
conmigo realmente, pero por la idiotez de no querer soltar a Ömar lo
arruiné. Lo traicioné.
Ömar... lo hizo por celos, estoy segura de eso, él también me quiere a
pesar de todo lo que me hicieron. A pesar de las mentiras.
—Te odio, Abtikari.
—Yo también me odio, mi amor.
Unas horas después, Rutilus entra con Anne a la habitación, el médico
no se ve a gusto acompañado de la guardia, el rostro de ella se contrae al
verme y corre a mi lado para sostener mi mano mientras el doctor prepara
sus utensilios. Quita las suturas viejas y vuelve a cerrar mis cortes con
nuevas, limpia y desinfecta todas las heridas, las que ya están a medio curar
y las recientes, pone especial atención en la quemadura.
El dolor de todo lo que me hace queda amortiguado por el gran vacío
que siento en mi interior, es cierto que mi cuerpo está destrozado, pero mi
alma y corazón también y eso duele más. El médico se va y Anne lo
acompaña, regresa al cabo de unos minutos para volver a recostarse a mi
lado y acariciar mi cabeza.
—¿Quieres hablar? —pregunta en voz baja, niego con la cabeza al
tiempo que me limpio las lágrimas silenciosas, por alguna razón la
presencia de Anne hace que mis ojos vuelvan a llenarse.
—Ya no llores Cherry, trata de dormir así no sentirás el dolor.
—Dormir no sirve de nada, no es mi cuerpo lo que duele —susurro.
—No querías volver —No es una pregunta, pero de todas formas
contesto.
—No, quería quedarme con ell... él.
—Mira cómo te dejó Cherry, ese hombre es malo ¿Por qué querrías
quedarte con él?
—No lo entenderías, no viviste lo que yo viví, él no es malo, necesita
alguien que lo quiera y yo lo quiero —sollozo, el recuerdo de la expresión
torturada de Amún me lapida el corazón.
—De todas formas, él no quiso quedarse contigo, lo mejor es que lo
olvides y te concentres en recuperarte.
«Él sí quería quedarse conmigo y yo lo arruiné»
—Déjame sola Anne —pido en voz baja.
—Descansa Cherry, más tarde te traigo algo de comer.
 

kl
 
—Mira nada más quién regresó, la reina Cherry —Cinnamon se
aproxima a la cama y se sienta en la orilla, mantiene una expresión de burla
en el rostro, seguro disfruta de verme en este estado—. ¡Uy pero que mal te
dejó el árabe!
Ella presiona uno de sus dedos sobre mi espalda sacándome un
quejido sonoro, sin embargo, no me muevo, ni siquiera me alejo de ella,
permanezco inmóvil boca abajo en el centro de la cama.
—Eres la comidilla de todas, hasta de los guardias. Khan y Paul nos
contaron con todo lujo de detalle tu dramático regreso —Vuelve a presionar
mi espalda, pero ahora con toda la mano—. La dura Cherry, la que no llora
ni con los castigos más horribles, aferrada al árabe papacito y hecha un mar
de lágrimas.
—¡Cállate! —exhalo, no quiero recordarlo.
«Él me dejó»
—No te preocupes, todas te entendemos, con ese delicioso hombre
cualquiera querría quedarse, quizás, si tengo suerte, yo lo atienda estos días
que estarás indispuesta.
—Él no va a venir, no te hagas ilusiones —bufo sin fuerzas.
—Bueno, pero si viene estaré esperándolo con las piernas abiertas, tú
recupérate que yo te lo atiendo bien —Palmea mi espalda tres veces y mi
cuerpo brinca en respuesta—. Pero que tenemos aquí, una maleta ¿Desde
cuándo tienes una maleta? —Se para y camina hacia ella—. No me digas
que el árabe te compró ropa, vamos a ver.
Cinna abre la maleta y desperdiga toda la ropa en el piso. Mi bolsita
donde se guardan las cremas que Ömar me dio y las llaves, caen cerca de la
cama, con todo el dolor de mi cuerpo deshecho me estiro para alcanzarla y
meterla debajo de la almohada. Ella revisa toda la ropa, los zapatos, el
maquillaje y los perfumes, todo lo que me compró, pero que ya no me
interesa, no quiero cosas materiales de él, quería su amor y protección.
—Perra suertuda que eres Nath, mira todo esto, pero creo que estos
vestidos se me verían mejor a mí, si no te molesta me los llevo, les diré a las
chicas de tu generosidad para que vengan por lo que les toca.
Se va dejando todo tirado, no me importa, lo único que quiero
conmigo son a mis árabes. Anne me trae de comer horas después, y un
medicamento que ordenó Rutilus para evitar que se infecten mis heridas, ve
mis cosas tiradas y las ordena de nuevo dentro de la maleta y después se
sienta a mi lado en la cama para darme de comer en la boca. Más tarde Alek
también regresa a verme, su expresión sigue sorprendiéndome, no es el
mismo Sayid hijo de puta de siempre, creo que me tiene lástima por mi
aspecto tan deplorable.
—Te quedarás aquí los días que necesites para recuperarte, Rutilus me
dijo que necesitas estar en un buen lugar limpio para que no haya
complicaciones, algunas de tus heridas son algo graves y nos preocupan.
—¿Sayidi está preocupado por mí? —Necesito que alguien lo haga,
necesito recibir algo, aunque sea lástima, algo que llene el vacío de mi
interior.
—Sí lo estoy Nath, no creí que esto te fuera pasar —Se acuclilla frente
a la cama, su rostro cerca del mío—. Ömar es un maldito cabrón, ya ajusté
cuentas con él, cuando te llevó le dije que podía usarte como quisiera, pero
casi te mata. Va a tener que pagarme por los días que necesitarás para
recuperarte.
De pronto Alek se queda ido, como si estuviera recordando algo, se
levanta rápidamente y sale de la habitación. Durante el día, las demás
esclavas pasan por la habitación solo para llevarse algo de lo que queda en
la maleta, ni siquiera voltean a verme y lo agradezco, quiero que terminen
de llevarse todo para que no vuelva nadie por aquí, quiero estar sola con mi
dolor y mi miseria.
 
Alek
 
Mis manos tiemblan, mis ojos no pueden enfocar bien por la ira que bulle
en mis entrañas, verla en ese estado me provocó una conmoción
momentánea. Después, un instinto homicida comenzó a recorrerme. El
maldito hijo de puta de Ömar la lastimó, a ella, a mi Cherry, toda su belleza
y arrogancia ha abandonado su cuerpo exquisito, esa forma altanera y
seductora con la que se comportaba no está más.
«Casi la mata»
Y juro que en cuanto tenga la oportunidad lo mataré yo a él.
Todo es culpa de mi padre, estoy seguro que planeó esto, él provocó
que Nath se fuera con Ömar, se la entregó a ese enfermo para que la
destrozara. Lo odio, a él y al imbécil de Ömar, los dos me van a pagar el
daño que le han hecho a Nath, no volveré a dejar que ninguno de los dos la
toque, desearía no volver a dejar que ni un jodido hombre la toque, de ahora
en adelante que sea solo mía, pero mamá no lo va a permitir, es capaz de
matarla como mató a la perra de Marie y eso tampoco puedo permitirlo.
«Tengo que protegerla de todos ahora»
Me dirijo a mi oficina para exigirle a Rutilus que venga ahora mismo a
atenderla, me importa una mierda lo que esté haciendo, lo quiero aquí y
ahora para que haga algo por ella, no soporto verla así, no poder tocarla, no
poder besarla y follarla, necesito que sus heridas sanen y vuelva a ser mi
Cherry, la mujer que me vuelve loco y no este despojo que vino de vuelta
de Dubái y lo peor, que llore porque se enamoró de ese mal nacido, es algo
que no tolero, soy su dueño, si a alguien va a entregarle su corazón será a
mí, no a ese desgraciado que no la merece.
Contengo las ganas de regresar con ella y quedarme todo el día a su
lado acariciándola, hoy más que nunca odio tener que mantener las putas
apariencias para no desatar un caos con mis padres. Me entretengo con los
asuntos administrativos del burdel para no ir corriendo a la habitación
donde descansa, cancelo todos sus clientes de las siguientes dos semanas,
dudo que con una sea suficiente para que se recupere, esa herida en su
cadera luce terrible, el idiota se atrevió a hacerle una quemadura
reclamándola como suya.
«Jamás»
Es mía.
Rutilus, llega al cabo de un par de horas, inmediatamente lo mando
junto con Anne a que revise a Nath mientras yo realizo una llamada
necesaria. Levanto el auricular del teléfono y marco el número móvil, debe
estar en Londres, según lo que me dijo mi padre tenía que cerrar varios
negocios esta semana. La línea da tono y aguardo que responda, lo hace
rápido, incluso creo que estaba esperando la llamada.
—Dime, sadiq —murmura con voz monótona.
‹‹Sadiq mis huevos››
—Estoy seguro que sabes el motivo de mi llamada.
—No —dice cínicamente—, te agradecería que vayas al grano, tengo
una reunión en pocos minutos.
—Tenemos que hablar del estado en el que Nath regresó —Ömar hace
silencio del otro lado de la línea, puedo escuchar su respiración queriendo
aparentar indiferencia.
—Creí que me dijiste que podía usarla como yo quisiera —objeta,
tengo ganas de gritarle que es un maldito enfermo, que se haga revisar la
cabeza porque está jodidamente desquiciado por hacerle eso a ella.
—Casi la matas, imbécil —siseo, no logro contener la rabia que
siento.
—Pero no fue así, se va a recuperar si le das una buena atención
médica.
«¡Hijo de puta!»
—Atención que, por supuesto, tú vas a pagar porque no voy a
escatimar en gastos para que su cuerpo no quede destruido por todo lo que
le hiciste —Lo escucho resoplar del otro lado, me importa una mierda si él
sospecha lo que siento por ella o si sabe que la follo, aunque no debería.
—La escarificación no vas a poder desvanecerla de su cuerpo —dice
casi burlándose, restregándome en la cara que siempre va a estar esa palabra
en su piel.
—También me vas a pagar por todos los clientes que no va poder
atender en el tiempo que tarde en recuperarse —Se ríe levemente, me
importa una mierda su dinero, pero de alguna forma tiene que pagar por lo
que le hizo hasta que yo pueda cobrármelas como quiero hacerlo.
¡Matándolo!
—Mándame el monto y te haré llegar el dinero, sadiq… también la
cancelación de la membresía, no pienso seguir siendo socio de Saint Marie
—Ni que lo diga, obviamente no le iba a permitir volver a pararse por aquí.
—A mi padre le interesará saber el estado en que la regresaste —
Aunque no pienso decírselo por ahora, no lo quiero aquí metido, pero sé
que a Ömar le importa la opinión de papá, lo ve como a un tío.
—Tengo que colgar, espero los datos.
Termina la llamada dejándome con el auricular en la mano, siseo una
maldición hacia él y cuelgo. Anne regresa con Rutilus al terminar con Nath,
a él no le agrada tener demasiado contacto con ella, supongo que es porque
siente remordimiento, y tal vez lo sentiría más si supiera que uso a su hija
como a una puta más. Pero eso no es lo importante ahora.
—¿Cómo está? —pregunto ansioso, necesito que me diga que se va a
recuperar pronto y que podré tocarla nuevamente.
—Algunas de las heridas son más serias que otras, los latigazos
cerrarán en un par de semanas, sin embargo, las que tiene en su cadera
necesitan cuidados constantes y mantenerse limpias y secas para que no se
infecten Alek, necesita reposo para que las suturas no vuelva a reventarse.
—¿Cuánto tiempo? —inquiero.
—No puedo decirlo a ciencia cierta, Nath tiene un excelente proceso
de cicatrización, lo ha demostrado en otras ocasiones, pero considero que
requerirá de aproximadamente un mes para que la quemadura deje de darle
molestias.
«Un mes»
«¡Maldita sea!»
—Bien —accedo, no me queda de otra, quiero lo mejor para ella—,
mándale todos los medicamentos que sean necesarios y vienes a curarla las
veces que creas convenientes, no quiero que queden cicatrices en su cuerpo.
—Algunas no hay forma de evitarlas, las de la cadera no, tampoco la
de su espalda —advierte—, sin embargo, le daré algo para desvanecerlas lo
más posible.
Rutilus le explica a Anne todo lo concerniente a las curaciones diarias
que hay que hacerle y sobre los medicamentos, ella es la que se hará cargo
de cuidarla en este tiempo, la haré responsable de su recuperación y de que
no vengan las otras esclavas a molestarla, las conozco y no perderán el
tiempo en venir a aprovecharse de su estado. Sobre todo, Beatrice. Ella la
odia demasiado por quitarle el status, por lo del aborto, pero sobre todo por
mí, porque sabe perfectamente que la amo.
Cuando ya no puedo seguir más tiempo en mi escritorio haciendo
trabajo administrativo, me levanto y voy a su habitación, verla de nuevo
desnuda y llena de heridas me hace enfurecer otra vez, sin embargo,
controlo mi furia y me acerco a la cama, ella parpadea simplemente, está
ida y perdida en sus pensamientos.
—Te quedarás aquí los días que necesites para recuperarte, Rutilus me
dijo que necesitas estar en un buen lugar limpio para que no haya
complicaciones, algunas de tus heridas son algo graves y nos preocupan —
comento en voz suave.
—¿Sayidi está preocupado por mí? —pregunta titubeante, su tono
vacío de sentimientos, de su característica altanería no me gusta, no me
gusta esta Nath, no es mi Cherry.
—Sí lo estoy Nath, no creí que esto te fuera pasar —Me acuclillo en la
cama y acerco mi rostro al suyo, quisiera besarla y hacerle ver que hay
alguien que si la ama de verdad, que no tiene que llorar por ese idiota, pero
no puedo, es demasiado peligroso para ella y para mí que se sepa lo que
siento—. Ömar es un maldito cabrón, ya ajusté cuentas con él, cuando te
llevó le dije que podía usarte como quisiera, pero casi te mata. Va a tener
que pagarme por los días que necesitarás para recuperarte.
Vuelvo a ver su espalda, está destruida por los azotes y los cuantiosos
cortes que tiene, me imagino cómo ha de haber sangrado. La imagen mental
de Nath cubierta de sangre, se mezcla con las de chicas que han asesinado
en las últimas tres semanas. Me pongo de pie inmediatamente y salgo de la
habitación dejándola sola, me preocupa su estado, pero justo ahora tengo
algo en la cabeza que debo corroborar y si es lo que estoy pensando, Ömar
me las va a pagar en verdad.
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 43
Sospechas
Un mes después
 
Cuatro semanas me tomó recuperarme por completo de las heridas, tiempo
en el que Alek se ha comportado de una forma extraña, atento conmigo,
casi rayando en lo amable, me desconcierta esta actitud suya, pienso que de
alguna manera me va a cobrar las atenciones que se ha tomado conmigo. He
permanecido en la misma habitación, Anne se ha encargado de curar las
lesiones diariamente, de darme los medicamentos y se ha asegurado que
ninguna de las chicas venga a molestarme como el día que regresé.
Los primeros días dormí la mayor parte del tiempo, mi cuerpo y mi
mente estaban completamente fatigados, destrozados, pero cuando comencé
a recobrar las energías, el dolor, el miedo, la angustia, y el desasosiego, se
hicieron presentes de manera constante, no me dejan ni un segundo del día,
ni siquiera dormida. De hecho, ahora casi no duermo, cuando cierro los ojos
la imagen de esos dos hombres perfectos y peligrosos acude a mí para
atormentarme.
No he tenido ni una sola noticia de ellos, Alek no pronuncia su
nombre, ni Anne, nadie, es como si ellos solo hubiesen existido en uno de
los sueños que tanto me lastiman. Es mejor así, yo tampoco digo sus
nombres, ni siquiera en mi mente, duele demasiado, el recuerdo quema.
Mantengo las cortinas de la habitación cerradas y las luces apagadas todo el
tiempo, la oscuridad me brinda un poco de protección, disfraza los terrores
que me embargan y en medio de la oscuridad casi puedo oír los susurros de
sus voces llamándome.
Abtikari...
—No estoy —respondo al vacío.
Damiya...
—Ya no existe.
Las lágrimas se han vuelto mis fieles compañeras, no necesito motivos
para dejarlas salir, con el simple hecho de vivir, de respirar, es suficiente
sufrimiento para que ellas se apoderen de mí. Sé por boca de Anne, que
Marek ha estado en el burdel, no ha venido a verme y espero que no lo haga
nunca, me mintió también, me dijo que me ayudaría y todo era parte del
plan, él también quería vengar la muerte de Marie, muerte de la que yo
tengo la culpa sin saber por qué.
Marie... ese maldito nombre lo aborrezco y me niego a pensar en la
razón por la que nos parecemos. Sin embargo, mi mente viaja a eso sin
poderlo evitar, es la madre de ellos, fue esclava en este mismo lugar, sedujo
a Marek y él la dejó libre, yo nací aquí y me parezco a ella, cuando nací
Kala la asesinó...
No quiero pensar en ello, no quiero aceptar lo que las evidencias
señalan, esa mujer de la que todos han sufrido su muerte y me han
condenado a mí a pagar por ello no puede ser mi... no, ella no es.
Ellos no son mis... No, eso no puede ser, porque de ser así lo que me
hicieron es aún más horripilante, más inhumano, más desgarrador y ya no
cabe una sola tortura más en mi maltrecha alma.
—Te traje algo para desayunar —Anne entra en el dormitorio con una
bandeja de comida, lo de siempre, agua, café, media manzana, una tostada
con mermelada y un huevo duro.
Aquí no hay delicioso qahwah, ni pan de pita con hummus, no hay
jellab ni kebabs, no existe la comida especiada y picante, ni los frutos secos
para picar. La comida de aquí es asquerosa, el aspecto repugnante, lo que
hay en la charola me revuelve el estómago y me hace dar arcadas. Tomo el
vaso de agua y lo bebo, inmediatamente siento como regresa por mi
garganta, me paro corriendo de la silla y voy al baño a vaciar mi estómago.
—Tienes dos días que no comes casi nada Cherry, de por sí regresaste
más delgada, si sigues así vas a enfermar.
—La comida aquí es asquerosa Anne, no me culpes por sentir náuseas.
—Vamos, intenta comer algo.
Me obligo a mí misma a comer la manzana y tomar el café, lo demás
lo dejo, mi estómago sigue sensible y el simple olor de la mermelada me lo
revuelve de nuevo. Anne desiste de hacerme comer más, se levanta con la
charola y camina a la salida.
—Alek me dijo que hoy regresas a tu habitación en la casa de las
chicas.
—Bien —respondo sin inmutarme, aunque mi corazón se ha tropezado
un latido.
—Te traeré algo de ropa más tarde, dúchate.
Durante dos semanas permanecí completamente desnuda, cuando las
heridas comenzaron a cicatrizar pude usar bragas de nuevo, de vez en
cuando me pongo un camisón, pero la quemadura no ha cicatrizado del todo
y todavía tengo molestias en esa área cuando me roza la tela.
Al atardecer, Anne regresa por mí, trae consigo un sencillo vestido
rosa y me lo entrega para que me lo ponga. Por primera vez en un mes salgo
de la habitación, cruzar los pasillos del burdel es espeluznante. La guardia
me lleva primero a la oficina de Alek, él está sentado detrás de su escritorio
con la vista clavada en la computadora portátil, la imagen que proyecta me
trae el recuerdo de otro árabe frente a su ordenador, en una mesa en la
playa.
—Déjanos solos un momento, por favor Anne —Ella se retira en
silencio, de hecho, me parece notar que Anne no lo mira a los ojos, como lo
hacemos todas las esclavas. Alek se pone de pie para acercarse a mí,
quisiera retroceder unos pasos para evitar su contacto, últimamente no
soporto que nadie me toque, a veces ni siquiera Anne—. ¿Cómo te sientes?
—Igual que siempre —Alek coloca su mano en mi mejilla y la
acaricia, mi cuerpo se estremece y una chispa de perversión brilla en sus
ojos al verme tener esa reacción.
—Baja la vista cuando te dirijas a mi ¿Tengo que volver a educarte,
Cherry? —Su voz es suave, como si le hablara a un niño—. Todo este
tiempo te ha afectado mucho por lo que veo, no le faltes el respeto a tu amo
o te lo haré pagar —dice en voz aterciopelada, pero no deja de ser una
amenaza.
«Bien, creo que hasta aquí llegaron las consideraciones»
—Lo siento, Sayidi —contesto mirando al piso.
—Así está mejor.
Alek se acerca más a mí, puedo respirar el aliento que exhala, sus
labios se acercan a los míos y una arcada se forma desde el fondo de mi
estómago. La contengo, si él se llega a percatar de mi reacción, seguro me
manda azotar, acabo de recuperarme y no quiero volver a esa situación. Lo
dejo besarme reprimiendo las náuseas, pero no correspondo a su beso como
antes, simplemente no puedo.
—Parece que estoy besando un cadáver —rumia sobre mi boca—.
¿Qué te pasa?
—Nada, es solo que Sayidi me tomó por sorpresa y me quedé pasmada
—Él enarca una ceja, pero no dice nada. Me suelta y se apoya en el borde
de su escritorio.
—Tengo algunas preguntas que hacerte y quiero que me respondas con
la verdad, porque si me mientes, ya sabes lo que te espera, me encargaré
que Khan te deje peor que como llegaste.
—Lo que ordene, Sayidi —Miro al piso.
—¿Ömar estuvo contigo todo el tiempo en Dubái? —Escuchar su
nombre me acelera dolorosamente el corazón.
—No, él estuvo de viaje en varias ocasiones.
—Tu localizador indicó que estuviste en Abu Dhabi dos días ¿Él
estaba contigo?
—Sí, Sayidi, él estuvo conmigo.
—¿Segura?
—Completamente.
—No te creo.
—No tengo porqué mentir.
—Te voy a aclarar las cosas para que lo pienses mejor y me digas la
verdad antes que llame a Khan. Ese lunes hubo otro ataque aquí, fue
durante la madrugada mientras las chicas dormían —El corazón se me
desboca con sus palabras.
¿Otro ataque? ¿Amún vino mientras estuve en Abu Dhabi?
—Revisé la asistencia de los miembros al burdel en los días que
sucedieron los ataques anteriores y descubrí que el único que estuvo
presente en todos fue Ömar, él estaba aquí cada vez que ocurría.
¡No!
Saber que Alek sospecha de él por lo de los ataques me altera los
nervios, junto mis manos al frente y aprieto mi bolsita para controlar el
temblor de estas y que lo note.
—Pero él estaba conmigo, cada vez que atacaron a una de las chicas el
árabe estaba conmigo —Trato de parecer despreocupada, aunque por dentro
todos mis nervios estén colapsando.
—Sí, lo sé, chequeé las cámaras de seguridad, puede que no haya sido
él directamente, pero siempre trae guardias ¿Qué sabes sobre ellos? —
cuestiona, su mirada me escruta buscando el más mínimo titubeo en mi voz.
—Nada, Sayidi, él nunca tuvo guardias en Dubái, ni en Abu Dhabi, no
conozco a sus guardias.
—¿Él estaba contigo en Abu Dhabi? —pregunta de nuevo.
—Lo estuvo, fue a unas reuniones durante el día y yo me quedé en el
hotel, por la noche volvió y fuimos a cenar, regresamos al hotel y el martes
permanecimos todo el día en la habitación, por la noche regresamos a su
casa.
No sé ni siquiera porqué miento para protegerlo, Ömar no fue el que
las atacó, fue Amún, pero Alek no debe saber la existencia de él, a pesar
que su padre era el mejor amigo del padre de ellos. Yo les prometí que no
diría nada y no pienso romper mi promesa.
—El aspecto que tenías cuando regresaste era aberrante, tanto como el
que han tenido las chicas muertas. Está comprobado que Al Qadar estuvo
en Escocia el miércoles, lo sé porque se reunió con mi padre para cenar.
—¿Sayidi, cree que el árabe las asesinó?
—¿Él te azotó o lo hizo alguien más? —Trago grueso.
—Fue él, es un sádico, no solo me azotó, me quemó, me pinchó con
agujas y me hizo cortes con navajas —No sirve de nada que oculte esa
información, fue demasiado notoria—. Pero después se encargó de curarme.
—Algunas de las heridas que traías eran recientes, los latigazos, esos
no te los curó.
—Me azotó antes de venir de regreso, fue como una despedida —Una
despedida de su venganza. Alek se yergue y da los dos pasos que nos
separan, toma mi mentón con su mano y me hace mirarlo, sin embargo,
mantengo la vista baja.
—Espero que me estés diciendo la verdad y no trates de protegerlo.
—Nunca lo haría Sayidi, no protegería al hombre que me trató de esa
manera.
—Te voy a creer —susurra, sus labios rozan los míos de nuevo y debo
apretar el estómago para contener la arcada—, aunque sigo pensando que él
tiene algo que ver con esto, ya me encargaré de investigar y si descubro que
me mentiste dormirás en el averno un mes ¿Entendiste?
—Sí, Sayidi —Mantiene mi rostro unos segundos así, su aliento
hormiguea de manera desagradable sobre mis labios y mentón, quiero
empujarlo, apartarlo de mí, no soporto la presencia de su boca sobre la mía.
—Ahora retírate y descansa, mañana vuelves a tu rutina habitual —Me
suelta, pero sigo paralizada, sabía que este momento llegaría tarde o
temprano, pero no había querido pensar en eso—. ¿Qué estás esperando?
¡Lárgate!
Me obligo a poner los pies en movimiento, Anne me espera en la
entrada principal para llevarme por el jardín. Camino sin poner atención en
lo que hago, no puedo dejar de pensar que Alek sospecha de Ömar, no sé
qué tanto pueda investigar, pero me da terror que sepa lo de su hermano,
porque entonces tendrá la idea perfecta de lo que pasó.
No quiero que nada les pase, aun cuando ellos me hicieron algo
siniestro, yo no puedo dejar de amarlos, no puedo siquiera pensar en no
protegerlos. Me devano los sesos pensando en la forma de comunicarme
con ellos, de advertirles que Alek los tiene en la mira. ¿Cómo podría? Ni
siquiera tengo el número de teléfono, nunca se los pedí. Tanto darle vueltas
al asunto me marea y trastabillo, Anne me sujeta del brazo y me impide
caer.
—Te lo dije, debes comer mejor, te estás poniendo débil.
—No te preocupes Anne, es solo que Alek me dijo que mañana
regreso a mi rutina y eso me tiene preocupada.
Hace un mes que ningún hombre me toca, hace mes y medio que no
estoy con otro hombre que no sean ellos, incluso mi último cliente en el
burdel fue Ömar, no quiero que nadie me toque, no quiero que nadie meta
su asquerosa verga dentro de mí, yo le pertenezco a ellos, no seré la puta de
nadie más, no soy un maldito objeto sexual.
—Cherry, estás muy pálida, ve a recostarte, iré hablar con Alek para
que llame al médico, no estás bien.
—No Anne, no es necesario, estoy estresada es todo. Voy a dormir un
rato y seguro se me pasa —comento distraída, lo que menos quiero es más
atención sobre mí y más personas a mi alrededor, ya soporté durante un mes
que Rutilus viniera a revisar mis heridas, no quiero que siga manoseando mi
cuerpo.
Pongo un pie dentro de la mazmorra y mi estómago se revela a mí, las
arcadas me llegan potentes regresando por mi garganta el desayuno, coloco
mi mano sobre la boca y corro al baño a vaciarme. En mi carrera no pude
darme cuenta que llamé la atención de las chicas presentes, todas me miran
con cara de asco, yo misma me aborrezco. Me levanto, lavo mis dientes y
me voy a mi habitación.
Entrar nuevamente en este sitio es deprimente, todo está tal cual lo
dejé, creí que las chicas habrían tomado también todo de aquí pero no, me
tiro en la cama porque mi cabeza da vueltas y no puedo sostenerme en pie,
tengo los nervios destrozados por lo que sucedió en la oficina de Alek, el
beso, el interrogatorio y por último la noticia nefasta.
—Por fin la reina regresó al castillo —Cinna entra con Cookie.
—Déjame en paz —siseo bajo, no tengo ni el humor ni las fuerzas
para aguantarla.
—La señorita regresó más engreída y gruñona que antes ¿Tú qué crees
Cookie, debemos darle una lección para bajarle los humos? —Eso me pone
en alerta, me levanto ignorando el mareo.
—Atrévete a tocarme un solo pelo Cinna y me encargaré que Alek te
dé una lección a ti ¿Ya te olvidaste de nuestros últimos días juntas? —le
recuerdo el accidente que la tuvo amarrada a mi cama y por el cual tuve que
cuidarla tres días.
—Eso nunca lo voy a olvidar maldita —Su rostro a centímetros del
mío—. Me lo vas a pagar un día, el que menos lo esperes.
—¡Lárgate! Y tú también —Miro a Cookie.
Ellas salen y me vuelvo a acostar exhalando fuerte el aire que estaba
conteniendo, el estrés hace que mi cuerpo duela como si hubiese sido ayer
que recibí los azotes, las cicatrices más grandes laten recordándome su
presencia, la de ellos en mi piel, en mi vida y en mi mente.
 

kl
 
No he podido pegar un ojo en toda la noche, saber que voy a volver a
atender clientes me tiene mal, descompuesta, los vómitos no me dejan
descansar, el mareo hace dar vueltas todo, incluso con los ojos cerrados. La
mañana llega demasiado pronto, el golpeteo del cencerro de Khan me
taladra los oídos.
—¡Hora de levantarse, arriba, al baño ahora! —Asoma la cabeza por
la entrada de mi habitación y habla casi a gritos—. Cherry, levántate ya,
tienes tu primer cliente en una hora, si no te apuras no vas a desayunar.
Esto lo he vivido tantas veces antes, pero ahora se siente extraño,
como si esta no fuera mi vida, como si no fuera la rutina de los últimos diez
años, o mejor dicho de los diez años anteriores al mes y medio pasado, estar
de vuelta aquí es catastrófico para mí, para mi mente, mi alma y corazón.
Los ojos se me humedecen mientras me levanto de la cama y me dirijo al
baño, que están llenos como siempre, pero Sugar se quita de la regadera y
me la cede sin siquiera pedírselo.
—Hola, escuché que regresaste hace tiempo, pero no había tenido la
oportunidad de verte ¿Cómo estás?
Los ojos grises de Sugar me examinan, ni siquiera recordaba a esta
chica hasta ahora que la veo de nuevo, su cara ha cambiado un poco, el
rostro de mejillas regordetas y sonrosadas ahora luce más pálido y afilado,
creo que ya fue castigada en el averno, aunque eso no ha menguado su
belleza. Ella me mira con lo que parece ser compasión, debió enterarse del
estado en el que llegué, todos lo hicieron gracias a Paul y Khan.
—Bien —contesto secamente.
—Lamento lo que te pasó, si quieres hablar con alguien puedes
hacerlo conmigo —Presiona mi brazo afectuosamente, inexplicablemente
su toque no me genera repudio, la miro un segundo ¿Por qué se porta así
conmigo?
—Ser amable no te va a traer nada bueno niña.
—Tú me ayudaste una vez, quizás no puedas verme como tu amiga,
pero piensa en mí como una aliada, te debo un favor por cuidarnos la
primera noche, desde que te fuiste las demás han sido muy abusivas
conmigo.
Ahora entiendo, ella está agradecida por dejarla dormir en mi
habitación, bueno prácticamente fui obligada a hacerlo y sospecho que
ahora quiere acercarse a mí por protección, lo hace con la persona
equivocada, yo estoy más perdida, débil y expuesta que ella, sin embargo,
en este momento no me siento con ganas ni fuerzas de ser una perra sin
sentimientos, simplemente le doy por su lado a la chica.
—Vale —Me doy la vuelta y abro la regadera.
 

kl
 
Anne, me espera en la salida de la mazmorra para llevarme a la casa
principal, las piernas me tiemblan todo el camino y mis pies se rehúsan a
seguir dando pasos conforme nos acercamos a la puerta de roble. Ella me
toma del brazo y me ayuda a seguir caminando, me conduce a la habitación
donde me siento a esperar con el corazón golpeándome brutalmente en el
pecho.
El hombre que entra me da una sonrisa resplandeciente, no sé por qué
la presencia de Domm me hace comenzar a llorar, él camina rápido hacia
mí y me abraza, acaricia mi cabeza con ternura, lo permito, al igual que con
Sugar, su contacto no me causa un conflicto. Me aferro a su saco, él huele
bien y su olor es como un recuerdo viejo y agradable, se sienta en la orilla
de la cama conmigo en su regazo, por mucho tiempo me permite llorar en
su hombro simplemente cepillando mi cabello con sus manos.
—¿Que tienes Cherry divina? —pregunta en voz baja.
—Domm… —No puedo hablar, el llanto no me lo permite.
—¿Qué ha pasado contigo? Sabía que estabas fuera por quince días
desde la noche de gala, pero después Alek me llamó para cancelar nuestras
citas, me dijo que estabas enferma. ¿Qué pasó?
—Me estaba muriendo Domm, aún siento que muero a cada instante
—Acaricia mi espalda por encima de la tela fina del camisón, es tierno y
reconfortante—. Yo no quería volver, quería quedarme con él a pesar de
todo el dolor que me provocó.
—¿Hablas de Ömar Al Qadar? ¿Qué te hizo? Cuéntame, me encargaré
de decirle lo idiota que es por lastimarte.
Un rayo de claridad atraviesa mi mente con las palabras de Domm, él
puede ser la vía para avisarle a Ömar que Alek lo tiene en la mira como
sospechoso por las muertes en el burdel. Pienso y pienso la forma de
enviarle el mensaje sin que Domm pueda comprenderlo, sin dejar expuesta
la verdad, en caso de que él lo comente con alguna otra persona.
—Domm, ¿me harías un favor?
—Claro que sí, Cherry divina ¿Qué necesitas? —Pongo mis manos en
sus mejillas y lo miro a los ojos.
—Dale un mensaje a Ömar de mi parte —pido suplicante, contrae el
rostro en una mueca de desagrado.
—¿Quieres comunicarte con él después que me dijiste que te lastimó?
—Solo es un mensaje, él no va a venir, pero necesito que sepa algo,
por favor díselo —insisto, mi expresión debe darle lástima porque relaja los
hombros en señal de resignación y asiente.
—Está bien ¿Qué quieres que le diga? —Me limpio las mejillas y la
nariz y me aclaro la garganta.
—Claridad en Abu Dhabi y oscuridad en Escocia. Sayidi sospecha,
Damiya lo juró, Abtikari protege, pero la luz podría tocar a Khaliqi.
—¿Qué significa todo eso?
—Son cosas que vivimos en Dubái, él va a comprender. Por favor
Domm, necesito que se lo digas, prométemelo —presiono sus mejillas con
mis manos, sé que estoy siento demasiado intensa, pero esto es algo muy
importante.
—Lo haré, te doy mi palabra, en cuanto tenga el móvil en las manos
me comunicaré a sus oficinas de Londres.
—Gracias —Recargo la cabeza en su hombro y el continúa
abrazándome.
No me exige nada, bien podría hacerlo, está desperdiciando su dinero
consolando a una mujer que llora por otro hombre, sin embargo, se queda
ahí, tratando de animarme, tarareando una canción extraña hasta que el
timbre suena.
—Díselo, por favor —repito el mensaje para que no se le olvide
ningún detalle.
—Te veo la próxima semana Cherry, espero que te encuentres mejor
—Da un beso a mi frente y comienza a caminar hacia la puerta de la
habitación.
—Sí, Domm.
No digo nada más, ya no estoy aquí para satisfacer las fantasías de
nadie.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 44
Degradada
Después que Domm abandonara la habitación, me quedo los quince
minutos sentada en la cama pensando que es lo que voy hacer, no quiero
que ningún hombre me toque, el estómago se me contrae de solo pensar en
sucias manos tocando mi cuerpo, en bocas asquerosas queriendo meter su
lengua en la mía y en vergas horribles intentando adentrarse en mi cuerpo.
«No, yo solo le pertenezco a ellos»
No creo que la estrategia de llorar funcione con otro de mis clientes,
con Domm sí, pero entre él y yo siempre hubo una relación cordial a pesar
de su filia desagradable. Con piernas temblorosas y el estómago revuelto,
me dirijo a otra habitación, desconozco quién es el siguiente hombre que
aparecerá por la puerta. En el pasado, pedía un informe detallado de cada
uno para poder estar preparada y darles el mejor servicio, pero ahora eso ya
no me importa.
Las náuseas son tantas que debo ir al baño y sacar lo que tengo en el
estómago, estoy en una penosa situación, cuando la puerta se abre y veo a
Ernest observarme con cara de desagrado a un lado de la cama. Me levanto
y lavo mis dientes tomándome todo el tiempo del mundo, cuando ya no
puedo retrasarlo más, salgo del baño y me acerco a él.
—Que gusto volver a verte, Cherry —habla con esa voz aguda que no
va para nada con su físico.
—Hola, Ernest —digo simplemente, ni siquiera soy capaz de hablar
bien.
Es alto y muy musculoso, pero no de los que resultan atractivo, es más
bien grotesco, su piel es oscura y una de las cosas que le excitan a él, entre
otras, es el contraste de su piel con la mía, le gusta ver como su verga
morena se frota y penetra contra mi piel blanca. Además, él se excita
sometiendo por la fuerza, le gusta simular violaciones por lo que siempre he
tenido que poner mucha resistencia en nuestros encuentros para que lo
disfrute.
Ahora no tengo que fingir la resistencia, me niego rotundamente a que
me toque cuando alarga la mano, él sonríe creyendo que se trata ya del
juego, intenta acercarse a mí y me alejo, lo que produce que sonría más y
veo como su miembro se va abultando en el frente de su pantalón. Me
persigue por toda la habitación, no lo hace rápido, está disfrutando el juego
de cazarme, yo trato que mis náuseas y el temblor de mis manos no me
delaten.
En un momento inesperado se lanza sobre mí y me arroja sobre la
cama con fuerza, intento ponerme de pie, pero su gran cuerpo me presiona
contra la cama, grito y me remuevo intentando escapar de su agarre, pero es
imposible, es muy grande y yo muy delgada, además que me siento débil
desde que regresé, como que toda mi fuerza se quedó en ese sótano donde
fui torturada tantas veces.
—¡Suéltame, no quiero que me toques, cerdo! —grito con todas mis
fuerzas
—Sí, así me gusta, pelea como una fiera, Cherry —Pasa su lengua por
mi cuello y la arcada nace en mi estómago, pero no expulso nada, ya saqué
el poco desayuno que comí hace unos minutos.
—¡No, no lo entiendes, déjame, me das asco, no me toques! —Golpeo
los puños contra su cuerpo enardeciéndolo más.
Me toma del cabello, me levanta de la cama y me estrella contra la
pared, una de sus manos sostiene las dos mías en mi espalda baja, la otra me
aprieta el trasero y me quita las bragas. Irremediablemente comienzo a
llorar entre gritos de súplica porque se detenga, pega su cuerpo al mío y
talla su bulto contra mi cuerpo gimiendo en mi oído.
—Lo estás haciendo tan bien, me tienes jodidamente excitado como
nunca, Cherry —Mordisquea mis hombros con dureza. Una y otra vez me
zarandeo evitando que más partes de su cuerpo me toquen.
Escucho el sonido del cinturón cuando lo desabrocha, los latidos se me
salen de control, grito tan fuerte como puedo, sé lo que siente una mujer a
punto de ser violada y es terrorífico, el grado de angustia y desolación no
hay una manera de explicarlo, simplemente te sientes reducida a esos
sentimientos. Después de ser subastada a los doce años y de mi primera
experiencia horrorosa, me hice la idea que era mejor no luchar, que una
mujer violada simplemente debería dejarse hacer tranquilamente para sufrir
menos, al final, no resultaba tan terrible si no oponías resistencia.
Pero ahora no puedo pensar así, con Ernest aprisionándome contra la
pared y lastimando mis brazos mientras se desviste con una mano. Lucho lo
más que puedo al sentir su miembro desnudo rozar mi cadera, él afloja un
momento el agarre de mis manos y lo aprovecho para tirar de ellas y
liberarme. De algún sitio saco un poco de fuerza para empujarlo y
despegarme de la pared, lo veo desnudo, su verga apuntando en mi
dirección y las arcadas empiezan de nuevo.
—Aléjate, no me toques o no respondo —le advierto, de ninguna
manera voy a dejar que me posea.
—Eres la mejor, Cherry —Se pasa la lengua por los labios y avanza
hacia mí.
—¡Dije que no! —Levanto la mano e impacto su rostro, eso lo toma
por sorpresa, nunca antes lo había golpeado así, siempre fueron leves golpes
a su cuerpo como parte del juego.
—Te voy a meter la verga tan duro, ¡mierda mira cómo me tienes! —
Señala su asqueroso pene y yo me niego a bajar la vista.
En un rápido movimiento cierra los brazos alrededor de mi cuerpo y
me lleva cargando a la cama, se avienta sobre ella conmigo debajo, sus
piernas separan las mías y se acomoda para penetrarme, mientras lo golpeo
con la energía que me queda. Al reconocer la cabeza de su pene tocar la piel
de mi sexo algo en mi mente chasquea, como si mi cerebro intentara
decirme algo con ese sonido, mis ojos se dirigen al cuello de Ernest y sin
saber si quiera de donde ha salido la idea me lanzo por él.
Entierro los dientes en la piel de su cuello, lo muerdo sin ningún tipo
de compasión, sus alaridos de dolor solo me incitan a hacerlo más fuerte. El
sabor férreo de la sangre que sale de él me llena la boca y otra arcada me
agita el estómago, su sangre es asquerosa, no como la de otro hombre que
es una delicia.
Su puño golpea mi mejilla y lo suelto, se levanta de la cama con una
mano sobre la mordida que sangra por montones y sale tambaleante por la
puerta aún desnudo. Me levanto rápido y recojo mis bragas para
ponérmelas, entiendo lo que acabo de hacer y sé que no tardará más de unos
minutos para que uno de los guardias venga por mí.
Efectivamente así pasa. Brett, entra intempestivo en la habitación, me
ve sentada en la orilla de la cama como si nada hubiese pasado, solo por el
hecho que aún tengo sangre en la boca que resbala hacia mi cuello. Me
toma del cabello y me lleva a jalones a la oficina de Alek, al entrar lo veo
dando vueltas como un león enjaulado, me paro ante él con toda la calma
del mundo, no me preocupa lo que me va hacer, sé que me va a castigar,
pero no temo, entre más duro sea el castigo más tiempo necesitaré para
reponerme.
—¿Qué mierda te pasa? —Alek me da una bofetada fuerte que me
hace caer al piso, me sorprende porque él nunca me había golpeado de esta
manera, pero a la vez no, porque entiendo que me lo he ganado—. ¿Cómo
mierda se te ocurre morder a un cliente? —Brett, me sostiene de los brazos
y vuelve a colocarme frente a Sayidi.
—Le dije que no me tocara y no me hizo caso, él se lo buscó —
respondo con firmeza. Alek, me mira con incredulidad.
—¿Eres estúpida o qué? —Otra bofetada, pero me mantengo de pie—.
Tu trabajo es abrirte de piernas porque eres una puta.
—No soy una puta —Lo miro desafiante—. Nunca más un hombre
volverá a tocarme sin mi consentimiento, ni siquiera tú —El rostro de Alek
se contrae de la rabia, vuelve a abofetearme rompiéndome el labio, pero
devuelvo la vista a sus ojos.
—Eres mi maldita puta, yo te toco cuando se me da la gana —Se
acerca a mí y sin pensarlo lo abofeteo también. Su gesto de sorpresa se ve
reemplazado inmediatamente por uno colérico.
—¡Cincuenta latigazos! —Le ordena a Brett, que ya me tiene tomada
por los brazos, ni siquiera pongo resistencia, que me castigue, es lo que
quiero—. A la caverna una semana —El guardia camina hacia la salida
cuando Alek vuelve hablar—. En el patio, que todas las esclavas lo vean.
Brett, me lleva consigo al patio trasero del burdel, ese donde se reúnen
las esclavas cuando hay noche de elección, veo como los guardias traen
consigo al rebaño de esclavas curiosas que se preguntan qué está pasando.
Paul toma una de mis manos y Brett la otra, estiran mis brazos en
direcciones contrarias para inmovilizarme, las manos de alguno de los otros
guardias me arrancan el camisón dejándome solo con las bragas diminutas.
—Ahora sí la cagaste, Cherry —bufa Khan en mi oído.
—Vete a la mierda imbécil —respondo también en un bufido y las
esclavas exclaman por la sorpresa de oírme rebelarme a los guardias.
—La que se va a ir a la mierda eres tú —El sonido que produce el
látigo al cortar el aire llega unos instantes antes que el primer impacto.
Me mantengo de pie sin perturbarme, los latigazos de Khan no son
nada comparado a los que recibí la última vez, esos fueron los peores,
porque no solo destrozaron mi cuerpo, también mi alma, la poca humanidad
que quedaba en mí.
—¡Cuenta, Cherry!
—Vete a la mierda —siseo, otro latigazo.
—¡Que cuentes estúpida! —brama el guardia. Me río.
—Ve a darle órdenes a la estúpida puta de la que estás enamorado —
La exclamación ahora es más fuerte, como el latigazo que recibo.
—Te vas arrepentir de hablarme así, perra —brama, escucho el silbido
que hace el látigo y luego percibo el impacto.
—Más perra es la puta que te parió a ti, bastardo —Khan gruñe y deja
ir su ira en el látigo una y otra vez.
—¡Te voy a matar, maldita puta! —amenaza, suelto una carcajada
estridente, es un payaso que no sabe siquiera amenazar correctamente, me
recuerda a cierto hombre que murió colgado en un sótano profiriendo mil
amenazas sin sentido.
—Deberías pedirle lecciones al árabe, él sí sabe cómo azotar a una
mujer, tú eres patético —me burlo.
—¡Cherry, ya cállate por favor! —El grito de Sugar va acompañado de
un golpe, alguno de los guardias debió reprenderla.
Anne aparece frente a mí, sus ojos anegados en lágrimas me hacen
compadecerme de ella, está sufriendo por mí, si supiera que yo no siento
nada mientras el látigo de Khan fustiga una y otra vez mi espalda, porque el
único sentimiento que albergo en lo que queda de mi marchito y destrozado
corazón es el del abandono, el de la soledad, el del vacío. El dolor físico no
es algo que me preocupe, lo siento de una forma borrosa e incomprensible y
sé por qué, por él, él me hizo así.
—Khaliqi —lo llamo en un susurro que solo yo escucho. Volteo a ver
a Paul, su expresión sádica no disimula que está disfrutando de esto—. Me
das asco, después de Khan, eres el más repugnante de todos —Luego miro a
Brett, que tiene una sonrisa torcida y yo sonrío más aún—. Tú me das
lástima, vas por ahí cogiéndote a las esclavas por la fuerza con tu miseria de
verga, deberías saber lo que dicen ellas en las duchas, no les da ni risa que
se las metas.
Ambos guardias gruñen de rabia y jalan más mis brazos, mis hombros
se resienten e incluso escucho un leve chasquido en uno de ellos.
—Cherry, ya no digas nada más por favor —Las lágrimas resbalan por
el rostro de Anne.
—Solo digo verdades —objeto, no le tengo miedo a ninguno de estos
desgraciados, ni a Alek, no pueden destrozarme más de lo que ya lo
hicieron esos dos hombres.
—Cállate ya, Khan te va a matar si sigues provocándolos —suplica.
—Él no puede matarme Anne, porque yo ya estoy muerta.
En algún momento, Khan se ha detenido sin que me diera cuenta, se
acerca a mí y se pega a mi espalda, su mano apretuja la piel herida y sí arde,
pero nada importante, es un pendejo en esto de castigar a una mujer.
—¿Tuviste suficiente, Cherry? —murmura en mi oído. Anne, me mira
suplicante para que no diga nada, pero no puedo evitarlo.
—No me hiciste ni cosquillas, imbécil —Khan, vuelve a desenrollar el
látigo en un movimiento fluido.
—¡Basta! —exige Anne—. Le diste más de cincuenta latigazos, ya
tuvo su castigo.
—¡Pero no deja de faltarme al respeto!
—Khan —Todos voltean con la voz de Alek, excepto yo—. Llévala a
la caverna, se quedará ahí quince días.
«Quince días, sí»
La oscuridad y el dolor no son buenos consejeros para mí, no es el
dolor de mi cuerpo lo que no me deja en paz, es el que hay en mi interior,
ese que late y lastima más que simples latigazos. Mi mente no deja de viajar
a ese sótano, estar en la caverna es como estar ahí, con él y eso me aniquila.
Los susurros de su voz resonando en mi cabeza son tan nítidos, que parecen
reales, puedo oír los chasquidos y golpeteos que él hacía moviéndose en la
oscuridad.
—Aquí dentro no puedes hablar, si necesitas algo simplemente me
dirás Khaliqi y yo analizaré si te doy permiso de dirigirte a mí. ¿Entendiste,
Abtikari?
—Khaliqi —susurro, la oscuridad me responde por él.
—No voy hacerte daño, Abtikari. Voy a romperte, voy a destrozar tu
mente y tu voluntad y te reconstruiré a mi gusto, más fuerte y resistente. Así
que no lo veas como un daño, será un regalo para ti.
Era cierto, él me hizo más fuerte y resistente, no en el sentido físico,
estoy más débil que nunca, pero ahora siento que nada puede dañarme más
de lo que ellos ya lo hicieron, nada podría romperme más de lo que ya
estoy.
 

kl
 
El castigo de Alek es más duro que en otras ocasiones, por lo general
estando en el averno castigada traían dos veces al día pan y agua, pero no
esta vez, Anne viene cada tercer día a traerme algo para no morir de
hambre. Al menos, al no tener nada en el estómago, no hay nada que pueda
expulsar con las náuseas que me tienen azorada todo el tiempo.
Al décimo quinto día, Khan viene por mí y me lleva arrastras a la
oficina de Alek, ya está anocheciendo, pero la poca luz que aún hay me
lastima los ojos, irremediablemente pienso en mi árabe, en todas las veces
que la claridad dañaba sus preciosos ojos, debí cuidarlo mejor, él ya ha
sufrido mucho y en vez de cuidarlo, lo traicioné.
Las esclavas que se nos cruzan en el camino simplemente nos
esquivan, nadie voltea a verme. Supongo que mientras estuve encerrada,
algo pasó en el burdel para que ninguna de las chicas ahora se tome el
tiempo de lanzarme, aunque sea una mirada de odio. Khan, toca la puerta de
la oficina antes de abrirla, con Alek está Sugar, que tiene cara de susto.
—Alek, te traje a Cherry —anuncia el guardia parado en el marco de
la puerta.
—Reúne a todos los guardias y a las esclavas en el salón Khan.
Khan se va y yo camino dentro de la oficina de Alek, Sugar no me
quita los ojos de encima creo que quiere llorar por la forma en que se
contrae su labio involuntariamente.
—Las traje aquí para informarlas a ustedes primero que a los demás —
Alek camina de un lado a otro frente a nosotras—. Sugar, será la nueva
Cherry.
—¿Qué? —susurra ella con gesto aterrado. Miro a Alek sin poder
creer lo que acaba de decir.
«¿No seré más Cherry?»
Eso debería alegrarme porque me quita la carga de muchos hombres,
pero también conlleva a otra cosa, acabo de perder mis privilegios, debo
abandonar mi habitación y compartir con otras esclavas, si bajo un status
quedaré en el mismo que Cinna, lo que me obliga a quedarme en el mismo
dormitorio.
—Nath, has sido degradada a no tener status, no puedo arriesgarme a
que vuelvas a atacar a un cliente, eso me traería serios problemas legales.
«¿Sin estatus?»
Si no tengo status dentro del burdel, no voy a atender más clientes y
eso solo significa una cosa, la cloaca. Me juré a mí misma no volver a pisar
ese lugar.
—Alek —digo en voz baja, la falta de comida me tiene sin fuerzas—.
La cloaca no, por favor.
—Debiste pensar en eso antes de atacar a Ernest, antes de levantar la
mano contra tu amo, antes de hacer toda esa exhibición en el patio. Da
gracias que no te dejo morir en el averno.
—Mátame, hazlo, no me interesa vivir.
—Cherry... —musita Sugar.
—No, ella ya no es la cereza, tú mi hermosa Sugar, eres Cherry de
ahora en adelante —Alek la besa y veo como el cuerpo de ella tiembla
cuando sus manos la recorren sin tiento.
«Pobre chica, no sabe lo que le espera»
—Sayidi, pero yo no sé cómo ser Cherry —insiste Sugar con voz
temblorosa, al borde de las lágrimas.
—No es necesario, con tu belleza es suficiente, lo aprenderás por el
camino. Vamos al salón a hacer el anuncio.
Avanzo pensando en lo que sucederá a continuación, ser degradada no
solo es bajar de status, una degradación les da el poder a las demás esclavas
sobre ti, a humillarte, a abusar de ti si quieren, porque una degradación debe
tomarse como una ofensa, aunque para mí es un alivio.
—Las he reunido aquí porque tengo un anuncio importante que
hacerles —Alek nos guía al centro del salón—. Sugar, será la nueva Cherry
y Nath ha sido degradada a no tener status.
Las exclamaciones de sorpresa de unas, se funden con las risas y
burlas de otras. Alek, parece estar disfrutando del revuelo que armó el
anuncio, permanezco de pie en silencio, ignorando los gritos y las
carcajadas a mi alrededor. Sayidi pide silencio y continúa hablando.
—Como bien saben, sin status no hay privilegios, Nath de ahora en
adelante dormirás en la cloaca y todas tus pertenencias pasarán a ser de
Cherry, a partir de mañana serás de la limpieza —Los gritos y las burlas
vuelven a hacerse ensordecedores, mantengo la vista al frente sin mirar a
nadie en específico—. Khan, saben lo que tienen que hacer, chicas pueden
divertirse un rato, pero sin excederse.
Alek, se retira llevándose a Sugar... Cherry. Khan, Paul y Torek se
acercan a mí, dos me sujetan por los brazos y me hacen hincarme, Paul saca
unas tijeras grandes que lleva sujetas con el cinturón, toma un mechón de
mi cabello y lo corta. Lo exhibe a las demás esclavas como si se tratara de
una medalla, lo deja caer frente a mí mientras las chicas hacen un escándalo
de risas y aplausos.
Le pasa las tijeras a Torek, que repite la acción cortándome otro tanto
de cabello, no me muevo, ni siquiera parpadeo con los tirones de pelo que
me dan, dejo de escuchar sonidos, en mis oídos lo único que resuena es el
latir de mi corazón. Cuando los guardias terminan con mi cabello, salen del
salón y dejan a las demás acercarse a mí a escupirme, empujarme e
insultarme.
Mi sangre bulle en mis venas, la ira me hace ver todo rojo, ellas son
esclavas iguales a mí. ¿Por qué se sienten con derecho de hacerme esto?
También tengo rabia contra mí misma, por dejarme humillar de esta
manera. ¿Acaso no he vivido suficientes humillaciones en mi vida? ¿Acaso
no he pagado injustamente por cosas que no hice, como para seguir
haciéndolo?
Aprieto los puños y mis uñas se clavan en mis manos, las aprieto más
fuerte al sentir una bofetada en mi mejilla, el filo de mis propias uñas me
corta la piel, veo mi palma y las finas líneas de sangre. Sangre... y por algún
extraño motivo siento que ahora la necesito, paso la lengua por mi palma y
sonrío ante el sabor, me llena de algo, esa sensación cálida y excitante. Mi
mano atrapa la de Cookie, que me tiene sujeta por un corto mechón de mi
cabello, tiro de ella y cae hincada delante de mí, le doy una sonrisa cínica a
su cara de asombro para después tomarla del pelo y azotar su rostro contra
el piso, escucho un crujido con el impacto.
Todo sucede tan rápido, que apenas las demás tienen tiempo de
reaccionar para intentar alejarse, me pongo de pie y agarro el brazo de otra,
entierro las uñas en su rostro dejando rasguños ensangrentados en su
mejilla. Ellas gritan llamando a los guardias, alcanzo a tomar un mechón de
pelo de Cinna, lo jalo con toda la fuerza que de algún lado he logrado sacar,
ella grita y aprieta los ojos cuando su cabello se va desprendiendo hebra por
hebra de su cabeza.
—Hay diferentes motivos, el principal es la extensión del sadismo, me
gusta producir dolor, me gusta ver los gestos y escuchar los lamentos...
‹‹Tenías tanta razón mi amor, esto se siente en verdad bien››
Khan, aparece para sujetarme de la cintura y elevarme en el aire, pero
no suelto el cabello de Cinna hasta que el mechón por completo yace en mi
mano, ella llora y veo diminutas gotas de sangre sobre su sien de donde
arranqué el pelo. Pataleo y manoteo golpeando a todo lo que tengo a mi
alrededor, quisiera destrozar todo y a todos, así como yo estoy de
destrozada, Khan, pone una mano en mi cuello y presiona cortándome el
paso del aire, entierro las uñas en su mano con todo el odio que siento por él
latiendo en mis oídos, segundos más tarde mis ojos se cierran y el mundo se
vuelve oscuro.
 
 
 
 
 
 

Capítulo 45
Ella
Amún
 
Dos meses desde que ella se fue, dos meses desde que la dejé inconsciente
en el asiento del avión, dos meses en los que no he podido dormir sin que
ella venga a mis sueños, susurrándome ese te amo que tanto odié escuchar.
Cierro los ojos y la veo, esa última mirada que me dieron sus ojos azul
celeste anegados en lágrimas.
—No entiendo nada de lo que está pasando, yo no tengo la culpa mi
amor.
Sí la tiene, ella es la culpable que mi madre haya muerto y por eso la
odio.
Camino por los pasillos de la casa, desde que ella se fue está más
silenciosa y oscura, antes me gustaba que fuera así, ahora no sé. Me siento
en el banquillo y coloco las manos en las teclas, la única melodía que he
podido tocar un par de veces desde que ella se fue es Claro de Luna, cada
vez que lo hago puedo verla sentada en el sofá observándome, recuerdo lo
relajado que me sentí al tocar para ella, como nunca me había sentido en la
vida.
Debo dejar de pensarla, necesito buscarme una nueva invitada para
distraerme y sacarla de mis pensamientos, no me hace bien anhelarla, no me
hace bien extrañar su cuerpo hechicero y sus miradas lascivas. De reojo veo
a fatati acercarse a mí, desde que Abtikari se fue, ha estado en un modo
empalagoso insoportable. Me levanto y me dispongo a salir, no tengo ganas
de hablar con nadie, quiero estar solo con mis pensamientos y tratar de
ponerlos en orden.
—Hola grandote, te escuché tocar, me da gusto, tenías días de no
hacerlo —De pronto me da un abrazo que se me antoja irritante.
—No he estado de buen humor y no me ayudas siguiéndome a todos
lados —La separo de mí y avanzo hacia la puerta.
—Aún no anochece del todo —Corre hacia a mí y me detiene—. Te va
a doler la cabeza si sales así, ponte las gafas.
—Hay poca luz, puedo llegar a mi refugio sin problemas, cerraré los
ojos si es necesario.
—Te acompaño, yo te guío —ofrece, resoplo porque no quiero su
compañía, sin embargo, quiero salir de la casa ya, así que la dejo tomar mi
mano, cierro los ojos y salimos.
Tener la mano de Marceline en la mía no se siente como la de
Abtikari, todas las veces que la tomé de la mano sentí esa corriente que me
erizaba la piel, incluso la primera vez que la llevé al sótano. La primera vez
que la vi en el burdel con su largo cabello rubio, la piel tan blanca y esa
mirada azul celeste, ni siquiera pude parpadear.
—Soy Cherry, estoy aquí para satisfacer tus fantasías. Cualquiera que
sea tu fantasía yo te la puedo cumplir.
—No tengo ninguna fantasía.
—¿Entonces que deseas de mí?
—Tus lágrimas.
Las quería, pero no con fines sexuales como mi hermano. Quería verla
llorar y sufrir como yo lo hice cuando mi madre murió, el plan siempre fue
enamorarla y prometerle la libertad para después arrebatársela, que sintiera
de alguna forma lo que era perder lo que más amas. El plan se llevó a cabo,
pese a mi instante de debilidad con ella, pero no conseguí la satisfacción
que creí que me daría verla destruida, ni siquiera me interesa ahora que ella
descubra quien es su madre, ya no me importa hacerla sufrir.
—Gracias Marceline, ya puedes dejarme solo —Señalo la puerta para
que se vaya.
—¿Por qué Amún? ¿Por qué me rechazas?
—Quiero estar solo —insisto.
—¿Es por ella? Ya se fue, salió de nuestras vidas, yo estoy aquí,
déjame demostrarte que puedo complacerte —Extiende la mano y acaricia
mi rostro, su toque no es como el de ella.
—No —Retiro su mano de mi cara.
—¿Qué tiene Nath que no puedes dejar de pensarla? —Su nombre me
acelera la respiración, nadie la había mencionado desde que se fue, ni
siquiera yo en mis pensamientos.
—No vuelvas a nombrarla —siseo.
—¡Es una maldita puta! —grita de pronto lastimándome los tímpanos
—. ¡Me he guardado para ti todo este tiempo, nunca me ha tocado ningún
hombre porque solo quiero que lo hagas tú y tú solo piensas en ella, en una
puta que ha sido usada por cientos de hombres!
‹‹¡Oh Fatati! Te acabas de ganar un castigo, tengo que darte una
lección para que no vuelvas hablarme así››
—¿Qué es lo que quieres, Marceline? —La tomo de los brazos y la
pego a mí—. ¿Quieres que te coja?
Sin esperar su respuesta agarro el cuello de su blusa y la desgarro en
un movimiento rápido, su pecho sube y baja con fuerza por su respiración
acelerada, veo su piel blanca y las pecas de sus hombros, sus senos son más
grandes que los de Abtikari, pero no lucen más tentadores. Me quito la
playera y me bajo el pantalón y el bóxer, mi verga no está del todo erecta
porque ella no me excita, pero si lo que quiere es entregarse a mí la tomaré
por puro entretenimiento.
—¡Quítate la ropa! —ordeno y respinga por mi tono de voz, si creía
que iba a ser tierno con ella por ser su primera vez, se equivocó demasiado.
Marceline, se desnuda con cierta vergüenza, tapa con sus manos su
intimidad y sus senos, ella no es delgada como Abtikari, tiene más curvas y
más carne donde azotar. Su piel es blanca pero no tanto como la de ella, no
creo que la sangre se vea tan estimulante sobre la piel de fatati.
—¡Arrodíllate! —exijo, lo hace despacio, me planto frente a ella y veo
su rostro enrojecer al tener mi miembro a centímetros de su cara—.
¡Chúpamela!
—N-no sé cómo ha-hacerlo —tartamudea.
«¿Y así quiere complacerme?»
—Abre la boca —La abre un poco y pongo la punta de mi pene en sus
labios—. Ábrela más.
Obedece, en cuanto sus labios se separan lo suficiente me meto hasta
el fondo de su garganta, ella se arquea y su rostro se enciende, la tomo del
pelo y sujeto su cabeza para follarle la boca. Sus ojos se llenan de lágrimas
por el esfuerzo, su cara está muy roja y las arcadas que produce mi verga en
su garganta sacuden su cuerpo. Sin embargo, permanece sumisa, mejor para
ella porque si no lo hiciera se llevaría algunos azotes y sé que no tolera
mucho el dolor, es bastante llorona.
Cuando me aburro de esto la pongo de pie, la siento sobre la mesa
donde una vez me follé a Abtikari, sin muchos miramientos la abro de
piernas, coloco la punta de mi pene en su sexo y de un movimiento brusco
la penetro. Marceline grita por la intromisión, sus ojos dejan salir lágrimas
gruesas que no me conmueven ni un poco, la penetro como me gusta a mí,
duro, fuerte y rápido, veo mi verga manchada de su sangre virginal, eso sí
es un poco excitante.
Aumento la velocidad de mis embestidas, sus tetas brincan de arriba a
abajo con cada impacto de mi pelvis en la suya, paso las manos por debajo
de sus piernas y la abro más a mí. Cierro los ojos y recuerdo la vez anterior
que hice esto, la pequeña mujer rubia que estaba en esta mesa gemía como
ninguna, Marceline no gime, solo lloriquea, me concentro en el recuerdo de
ella, en sus ojos azules mirándome con lujuria.
—Abtikari —susurro.
—Sí, yo puedo ser ella —La voz llorosa de Marceline, rompe la
ilusión que se había generado en mi mente.
Ver a fatati me enfurece, me cabrea que no sea Nath la que esté
sentada en esta mesa tan abierta y recibiendo las embestidas. Le doy la
vuelta y levanto su culo en el aire, azoto su trasero con fuerza y ella grita
por el dolor, sus gritos no me hinchan la verga como los de Abtikari cuando
la marqué, ni tienen el color estimulante de los de ella. La azoto una y otra
vez, hasta que sus nalgas están tan rojas y ella suplica que me detenga.
—¡Ya por favor, me duele mucho! —No soporta nada, esto para Nath
habría sido un aliciente, la habría hecho gemir como una perra.
La penetro otra vez, con la furia corriendo por mis venas de no tener
aquí a Abtikari para desfogarme como me gusta, la tomo de los hombros y
me impulso contra su cuerpo en busca de mi liberación, no me importa si
ella alcanza el orgasmo, lo que quiero es sacarme esta frustración de
necesitar a esa maldita mujer. Mi pene late y lo saco de Marceline para
derramarme en sus nalgas, lo sacudo para sacar hasta la última gota y luego
me dejo caer en el sofá.
«No me siento ni una mierda menos estresado que antes»
—Vístete y regresa a la casa Marceline, quiero estar solo —Ella se
levanta despacio de la mesa y me mira con los ojos llenos de lágrimas.
—Pero mi amor... —Levanto la mano y la callo.
«Solo me importa el amor de una mujer»
—No me digas así, vete —ordeno con firmeza.
Fatati, levanta su ropa y se la coloca lentamente, cada segundo que
pasa estoy más desesperado porque se largue, quiero estar solo y pensar,
quiero cerrar los ojos y verla. Marceline, se sienta a mi lado en el sofá y
ruedo los ojos hastiado de su presencia, recarga la cabeza en mi hombro y
acaricia mi pecho, sus dedos resiguen uno de mis tatuajes, tomo su mano y
la detengo, eso lo hacía ella y no tengo ganas que nadie más lo haga.
—¿Por qué me tratas así? —solloza entre hipidos—. Yo te amo.
—¡Cállate! —bufo.
—Yo puedo ser mejor que Nath —Me río de sus palabras.
«Jamás, Abtikari es única»
—Nunca podrías ser como Abtikari —Sujeto su cuello son firmeza y
acerco su rostro al mío—. Ella me habría dado una mamada tan satisfactoria
que hubiera terminado en su boca, la habría follado sin compasión mientras
sonreiría con lujuria recibiéndome, habría gemido como una perra en celo
con los azotes, su humedad me habría bañado la verga con su orgasmo y me
habría ordeñado hasta la última gota de leche. No, Marceline, tú nunca
podrías ser como ella.
—Amún —Llora escandalosamente y la suelto, asqueado
completamente de su presencia, del olor de su cuerpo y el color de sus
lamentos—. Ella es una puta, ella sabe lo que tiene que hacer para
complacer a un hombre, yo necesito que me enseñes, sé que puedo hacerlo
mejor porque yo te amo de verdad. Ella no te quería, solo te estaba usando.
«Ella no me quería, solo me estaba usando»
—Marceline —Respiro profundo o terminaré azotándola para sacar
toda mi rabia—. Lárgate de una vez si no quieres que te encierre ahí —
Señalo la puerta corrediza del fondo, abre mucho los ojos asustada, fatati no
soporta la oscuridad absoluta—. ¡Vete de una vez!
Se levanta lloriqueando ruidosa, por fin se larga y me deja solo, me
pongo la ropa y me dirijo a mi sitio de juegos, necesito la oscuridad que me
aclare los pensamientos. Ella estuvo aquí conmigo, a pesar de no tener la
habilidad de la ecolocalización, pudo moverse mejor que ninguna otra, se
mimetiza con la oscuridad, se vuelven una sola porque Nath también es
oscura.
—No conozco el amor Abtikari. Nadie nunca me ha amado.
—Yo te amo, tú reviviste mi corazón, lo sacaste de la oscuridad en la
que estaba sumergido.
—Y lo envolví con la mía.
—Puedo vivir con eso si estás en la oscuridad para abrazarme.
Abtikari...
Solo ella ha soportado mis demonios internos, pese a todo el daño que
le causé, siguió entregándose a mí, dejó pasar el que la hayamos engañado
durante trece días, aunque le confesé que todo era un plan, aun así, quería
quedarse conmigo. Yo quería que se quedara, lo único que tenía que hacer
era pertenecerme solo a mí, ella lo jodió todo.
Por eso la castigué, para que sintiera el dolor que me provocó su
traición, yo quería confiar en ella, hacerla mi sharik, tocar para ella,
abrazarla en la oscuridad, follarla todo el día todos los días, encerrarla en el
sótano y torturarla, rendirla completamente a mis pies, quería todo con ella
hasta permitirme volver amar a alguien.
«¿Amarla?»
Sí, quería intentarlo. Quería cubrir con ella el agujero negro en mi
interior que dejó mi madre cuando se fue, quería que Abtikari calmara esa
oscuridad y los demonios que me atormentan. Estuvo aquí quince días y no
necesité a Sara y sus terapias para hacerme estabilizar mi estado de
irritabilidad, ella me mantenía tranquilo, tomaba mis medicamentos sin
necesidad que alguien me los estuviera recordando, quería estar bien, por
ella.
«La quería a ella»
Ya no puedo negármelo ni tratar de ocultarlo, la necesito conmigo,
necesito su cuerpo, sus caricias expertas, sus gemidos y su sangre, necesito
que me diga que me ama, aunque sea una puta mentira y que duerma a mi
lado generando ese calor asfixiante que me relaja. Necesito sus miradas,
que ven a través de mi alma oscura y me hacen sentir que alguien me acepta
tal cual soy, no como quieren pretender que sea. 
Tengo que traerla de vuelta, ella tiene que venir y cumplir con su
promesa de amarme a pesar del daño que le hiciera, tiene que atenderme y
cuidarme, esta vez me aseguraré que no se acerque a mi hermano, la
encerraré aquí si es necesario o mejor aún, podríamos vivir solos en Sir Abu
Nu'ayr, lejos del jodido mundo, únicamente ella y yo.
«Solo ella y yo»
 
Ömar
 
Observo su imagen en la pantalla, la he visto una y otra vez en las
grabaciones de las cámaras desde que se fue. ¿Por qué siento esta necesidad
de verla una y otra vez? ¿Por qué no puedo simplemente olvidarla y seguir
con mi vida? La veo sonreír y moverse por la casa, su andar es frágil y
cadencioso, pareciera flotar mientras avanza con pasos cortos y sutiles. Su
cuerpo pequeño y delgado es gracioso, como el de una bailarina de ballet,
parece una muñeca.
Damiya...
—Ömar por favor no me dejes aquí. Yo te amo, no me importan las
mentiras, no me importa que me hayan utilizado como lo hicieron, solo
quiero estar con ustedes.
Sus lágrimas, no puedo sacarme de la cabeza su rostro bañado en
lágrimas, abrazada a mí y besándome con desesperación, la abracé porque
quería consolarla, ella estaba sufriendo mucho por nuestra culpa, aunque se
lo merecía, no pude evitar querer borrarle el sufrimiento. ¿De qué sirvió el
plan si terminé padeciendo su sufrimiento?
—Sé que me quieres, puedo sentirlo, no me hagas esto por favor.
No quería hacerlo, por un segundo sentí el impulso de ordenarle al
chofer que diera la vuelta, traerla de regreso, meterla en mi cama y beberme
todas sus lágrimas, enterrarme en ella y darle los mejores orgasmos para
remplazar esas lágrimas de dolor por las de placer que tanto me hicieron
disfrutar.
—¿Ves que no es tan difícil complacerme, damiya?
—Tienes razón, estas lágrimas sí estoy dispuesta a dártelas.
—Tú también tenías razón.
—¿En qué?
—Cuando dijiste que, si lograba sacarte alguna lágrima, iba ser muy
satisfactorio.
No me lo dijo a mí en el burdel, se lo dijo a mi hermano, pero fui yo el
que pudo comprobarlo. El recuerdo de ella es un martirio, todos, los buenos
y los malos, quiero arrancármela de la mente y en vez de hacer eso sigo
revisando las grabaciones de las cámaras cada vez que el hecho de ya no
tenerla aquí se hace insoportable.
No está aquí por mi culpa, mi hermano se la quería quedar y yo no
resistí esa idea, si ella se quedaba sería conmigo, no con él, que ella no
pudiera elegirme a mí mientras la tenía en mi cama me hizo enfurecer, si
ella lo hubiese hecho yo le habría pedido que se quedara conmigo, la
llevaría a otra de las casas lejos de mi hermano, preferí regresarla al burdel
a verla aquí con él.
Y ahora ese error me está costando la tranquilidad, porque desde que
la dejé en el estacionamiento llorando y suplicándome que regresara no he
conseguido ni un instante de paz mental, dos meses de recordarla, de
pensarla, de desearla de vuelta, me está agotando. He tenido que contener el
impulso de viajar a Escocia para verla, para escucharla decir nuevamente
que me ama, de sacarla de ahí y llevármela donde nadie la pueda encontrar.
No puedo hacerle eso a mi hermano, el aceptó dejarla ir, cumplió con
su parte del trato y ahora yo debo hacer lo mismo, resignarme a no tenerla
más, tengo que expulsarla de mi sistema. Muevo la cabeza de un lado a otro
sacudiéndome los pensamientos, necesito centrarme en los negocios, es lo
único que logra hacerme olvidar de ella por ratos. Marco a todas las sedes
de la empresa para ponerme al tanto de cómo van las cosas en mi ausencia,
no he querido viajar porque prefiero estar aquí, donde permanece su
recuerdo aún fresco.
—Buenos días, señor Al Qadar —responde Ámber, mi secretaria en
Londres.
—Buenos días ¿Qué pendientes tengo Ámber?
—El próximo viernes tiene junta administrativa con los inversores de
Armstrong Energy Corp., para revisar las modificaciones a las cláusulas del
contrato... —Continúa hablando por más de un minuto recordándome todas
las citas de mi agenda y que atenderé por medio de video llamadas para no
tener que ir a Londres, está demasiado cerca de Escocia.
Últimamente, mi hermano ha estado por completo deslinadado de la
empresa y he tenido que hacerme cargo de todo yo solo. Regreso la vista a
la pantalla de mi ordenador, a la figura de la pequeña rubia que acompaña
en la piscina a Marceline, no debe saber nadar porque se mantiene en la
parte más baja aferrada a la orilla.
—... y por último volvió a llamar el señor Domm O'Connor, insiste en
comunicarse con usted personalmente, no dejó mensaje más que su número
de teléfono para que lo contacte, señor.
—¿Domm O'Connor, otra vez?
—Sí, señor ¿Qué le digo cuando vuelva a llamar?
¿Qué querrá ese hombre conmigo que no puede dejar el mensaje con
mi secretaria?
Es un empresario londinense, pero su área no se relaciona en nada con
la mía, su empresa farmacéutica no tiene vínculo alguno con la petrolera y
energética de mi padre. Sé quién es, me he topado con él en eventos de
caridad y de arte, incluso en el burdel en la noche de gala, no sabía que el
viudo y correcto Domm, era cliente de Saint Marie.
—Enlaza una llamada con él y la transfieres a la oficina de mi
domicilio en Dubái —indico, voy a ver de una vez que quiere ese tipo.
—En un instante, señor —Cuelgo la llamada y continúo con la ronda
de supervisión telefónica.
Mi hermano entra sin llamar a la puerta, él nunca lo hace, parece que
no le enseñaron modales, cierro rápidamente la ventana que muestra la
grabación de Nath en la piscina, a fin de evitar que la vea si se acerca a mi
escritorio. Se deja caer con gesto abatido en el sillón mirando en mi
dirección con semblante cansado, no debe estar durmiendo lo suficiente y
eso me preocupa.
—Luces mal shaqiq, deberías descansar.
—Ömar... —Se pasa las manos por el cabello—. Ya no lo soporto más
—Su tono me alerta, cuando mi hermano entra en sus estados maníacos es
incontrolable, Sara y Marceline me han asegurado que toma sus
medicamentos regularmente, pero viendo su expresión ahora tengo mis
dudas. Me pongo de pie y me acomodo a su lado en el sillón, examino su
rostro, en verdad luce mal, no solo cansado, está deprimido.
—¿Qué pasa hermano?
—La necesito —murmura en voz baja.
—¿De qué hablas? —Sé perfectamente de que habla, pero albergo la
esperanza que no sea lo que sospecho.
—Quiero ir por ella, la quiero de vuelta.
‹‹¡Mierda, no!››
—Amún, ya habíamos hablado de esto —Respiro con profundidad
controlando las ganas de gritarle que no es el único que quiere ir a buscarla
—. Hermano, no quiero discutir contigo por ella.
—Es que no lo entiendes, shaqiq, yo... yo... la quiero... aquí —dice
con dificultad.
El teléfono suena dándome la excusa perfecta para terminar con esta
conversación, no puedo dejar que mi hermano vaya por ella, no puedo
permitir que se quede con ella, yo he contenido las ganas de hacerlo, él
debe hacer lo mismo. Me siento de nuevo en el sillón giratorio y tomo la
llamada, el identificador me indica que es de Londres.
—Dime, Ámber.
—Tengo en la línea al señor O'Connor, le transfiero la llamada.
—Buenos días, señor O'Connor —respondo después del bip—.
Dígame en que puedo servirle, mi secretaria me ha dicho de su insistencia
por hablar conmigo.
—Buenos días, Ömar —saluda, que atrevimiento llamarme por mi
nombre—. Tengo un mes intentando comunicarme contigo —Su tono es un
tanto de reproche.
«¿Qué se cree?»
—Como comprenderá, señor O'Connor, tengo una agenda muy
apretada y de hecho le agradecería que fuera al punto, no tengo mucho
tiempo para dedicarle.
—Tengo un mensaje para ti de Saint Marie.
—¿De Saint Marie? —lo interrumpo—. Alek podría comunicarse
conmigo directamente ¿Por qué manda mensajes con terceros?
—No es un mensaje de Alek, es de Cherry —Escuchar eso casi me
hace dejar caer el auricular.
—¿Qué mensaje es? —Debería colgarle, pero algo en mi interior
quiere saber de Nath.
—Es algo extraño, no me pidas que te explique porque yo no lo
entiendo, simplemente te transmito sus palabras.
—Dígame.
—Claridad en Abu Dhabi, oscuridad en Escocia, Sayidi sospecha,
Damiya lo juró, Abtikari protege, pero la luz podría tocar a Khaliqi.
«¿Qué?»
—Repítalo por favor —Vuelve a mencionar esas palabras sin sentido y
las anoto, tengo que analizar el significado.
—Es todo por parte de ella Ömar, solo me queda agregar algo de mi
parte, eres el mayor hijo de puta por haberla lastimado —Cuelga
repentinamente dejándome con el auricular en la mano.
Mi hermano se percata de mi estado de aturdimiento momentáneo, se
acerca a mí y lee las palabras que acabo de escribir, sus ojos se abren
desmesuradamente, creo que lo comprendió más rápido que yo, que ya
comienzo a entender lo que significa el mensaje de Nath.
—Abtikari —susurra mi hermano—. Voy a ir por ella shaqiq, estés de
acuerdo o no —Se encamina a la puerta a paso firme, ese semblante abatido
que le vi hace unos minutos a mudado por su gesto habitual de enfado.
—Espera Amún, vamos los dos —Me pongo de pie y lo enfrento—.
Yo también la quiero de vuelta... conmigo —confieso y veo como aprieta
la mandíbula.
—Es mía Ömar, tú tienes a Nahid.
«No, es mía porque me ama a mí»
—Que ella elija hermano, sin trucos y sin trampas, que nos diga de
frente con quién quiere estar y el otro tendrá que aceptarlo.
—Espero que cuando me elija no intentes llevártela a la cama de
nuevo porque esta vez no lo voy a permitir. No quiero que te le acerques —
advierte.
—Si ella me elige me la llevaré tan lejos que nunca podrás volver a
verla, tampoco permitiré que te le acerques de nuevo —aclaro.
—Es un trato, shaqiq —Amún, me da la mano con fuerza excesiva y
salimos de la oficina.
«Ella será mía, mi mujer»
 
Alek
 
Casi nunca fumo, pero hoy siento la necesidad de hacerlo mientras empino
el vaso de whisky en mi boca. Las cosas no están bien, nada está bien desde
que ella regresó, mejor dicho, nada está bien desde que se fue. Volvió
siendo otra, independientemente de las heridas de su cuerpo, su actitud
cambió, es sombría, opaca, ya no es mi Cherry y no sé cómo sentirme al
respecto.
Amaba verla ser la mujer arrogante y altanera, me volvía loco la forma
en la que me seducía, como se saltaba las reglas conmigo y se comportaba
atrevida y complaciente. Esta mujer que no habla, que no me mira, que no
se preocupa por sí misma y que se la pasa lloriqueando por los rincones, no
es la misma de la que me enamoré, él la destrozó y me regresó el cascarón
vacío.
Aun así, no puedo dejar de sentir que mis latidos se alteran al tenerla
cerca.
La mandé a la cloaca para hacerla reaccionar, ella odia ese lugar, creí
que, al verse ahí, en medio de la peor de las miserias, peleando con las
demás esclavas por un trozo de pan y un espacio para dormir, le abriría los
ojos y querría volver a ser la misma de antes, sin embargo, eso no ha
funcionado, cada día la miro en peor estado y no lo soporto.
«Preferiría verla muerta, antes que seguir mirando en lo que se ha
convertido»
Dejo el vaso en el escritorio y apago el puro en el cenicero, me levanto
para salir de mi oficina y lo primero que veo en el pasillo es a ella,
arrastrando el carrito de servicio con el que limpia las habitaciones entre
cliente y cliente, está pálida, ojerosa, excesivamente delgada, incluso el
uniforme más pequeño le queda enorme.
Quito la vista de ella y me desvío a las escaleras, necesito un poco de
aire fresco, necesito salir del burdel algunas horas, estar aquí todo el tiempo
se ha vuelto asfixiante al no tenerla a ella. Podría llevarla a mi oficina y
follarla por la fuerza, pero no tiene caso así, ni siquiera me excita verla
ahora, la sigo deseando, pero quiero a la mujer que me vuelve loco, no a
este despojo de persona que deambula como alma en pena.
—Alek… —La voz de Anne me detiene en mi camino hacia el
estacionamiento—. ¿Vas a salir? —pregunta con el entrecejo fruncido, es
raro que yo salga del burdel, desde que me quedé a cargo han sido pocas las
veces las que me voy a mi casa, prefiero quedarme en el ático, donde está
mi habitación y donde me gustaría tener a Nath.
—Sí, por algunas horas, necesito que cuides a Nath, no se ve bien
últimamente —Anne frunce el ceño, ella sabe cuáles son mis sentimientos y
espero que no se le ocurra hacer estúpidos reclamos de celos como a
Beatrice, porque no se los voy a tolerar.
—Creo que está embarazada —dice en voz baja, sin embargo, hay un
atisbo de felicidad en sus ojos—, creo que ella se embarazó en Dubái, desde
que regresó la he notado extraña.
«Embarazada»
«Del imbécil de Ömar»
Aprieto los puños para contener la rabia, esto es lo único que faltaba
para terminar de completar el cuadro, que Nath llevara en su vientre los
hijos de ese bastardo. Los latidos de mi corazón retumban en mis oídos y no
me permiten escuchar lo que Anne dice, algo sobre desmayos y vómitos, no
me importa, no quiero oír nada más que a Rutilus diciéndome que no es
cierto, que su estado físico se debe a otra cosa, casi preferiría que tuviera
una enfermedad terminal, a corroborar que en verdad lleva un hijo de ese
cretino.
—¿Qué piensas hacer? —cuestiona sacándome de mis pensamientos.
—Por el momento nada, son solo suposiciones tuyas —respondo
dándome la vuelta y comenzando a caminar de nuevo hacia mi camioneta.
—Es cuestión de darle tiempo al tiempo, ella está embarazada del
señor Al Qadar —La ignoro y sigo avanzando a mi vehículo, si me
devuelvo terminaré desfogando con ella la rabia que siento.
Subo a la camioneta y la pongo en movimiento inmediatamente, mis
pensamientos giran como un torbellino en mi cabeza mareándome. Ella no
puede tener un hijo de Ömar, no puede tener hijos con nadie, ni siquiera
conmigo, de ser cierto que ella está embarazada tengo que deshacerme de
ese engendro de una forma que ella no me lo reproche porque seguramente
lo querrá. Ella lo ama y eso me revienta las pelotas, pero debo ver esta
situación como una posibilidad para sacarle a Ömar de adentro.
‹‹Primero la mato, antes que verla con él y pariéndole hijos a ese
bastardo››
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 46
Rayo de luz
Dos días antes
 
La oscuridad te consume si no sabes cómo controlarla, se adueña de tus
pensamientos y de tus acciones volviéndote un ser primitivo que solo busca
calmar la necesidad de destrucción. Ser oscuro tiene más ventajas que
desventajas, sientes el dolor de una forma diferente, podría decirse que
incluso lo recibes y lo abrazas como parte esencial de ti, el dolor es el
alimento de esa oscuridad, es el motor que impulsa tus movimientos y es el
motivo para que la razón te abandone.
Pero, ¿qué pasa cuando hay un rayo de luz en tu oscuridad? Podrías
pensar que sería un ancla que mantuviera la cordura en ti, tu mente podría
usarlo para dejar de navegar a la deriva en un océano de miedo y
desolación o simplemente podrías apagarlo y permitir que la oscuridad te
trague completamente, que te digiera convirtiéndote en algo sin alma y sin
corazón.
¿Qué eliges tú, Nath?
—¿Cuántas semanas, Rutilus?
—No puedo decirlo con certeza, quizás nueve o diez, todavía puedes
deshacerte del problema.
«¿Deshacerte del problema?»
Las palabras llegan difuminadas y lejanas a mis oídos, intento abrir los
ojos, pero mis párpados pesan tanto que por más que lo intente, mis ojos se
rehúsan a despertar. Un ligero tirón en mi vientre me incomoda, lo he
estado sintiendo hace algunos días.
—Tengo que pensar muy bien cual será mi jugada, estoy en contacto
contigo.
—Si decides interrumpirlo debes darte prisa, lo mejor es hacerlo en las
primeras semanas de gestación.
Los pasos se alejan, todo queda en silencio. Muevo las manos y siento
mi estómago descubierto. ¿Qué pasó? Esfuerzo mi mente para recordar, los
días anteriores son borrosos, como si hubiese visto mi vida a través de una
pantalla que proyecta una película vieja y de mala calidad, como las que
veía en el orfanato.
Las constantes agresiones de las esclavas, durmiendo en el averno una
semana más, después en la cloaca, los vómitos, el dolor abdominal, los
senos también me duelen, la debilidad excesiva, días en los que
apuradamente he podido mantenerme en pie mientras limpio las
habitaciones del burdel entre cliente y cliente, los mareos y los desmayos,
tres desmayos en siete días no es normal, solo había perdido la conciencia
algunas veces siendo azotada o asfixiada.
—Despierta, Nath —Golpetea suavemente mi rostro.
—Alek... —Abro los ojos lentamente, la luz de su oficina me molesta.
—Siéntate, tenemos que hablar —Su voz suena extraña, como vacía y
a la vez aterradora, me levanto del sofá de cuero marrón y dejo caer la
espalda en el respaldo, la cabeza aún me da vueltas.
—¿Qué pasa? —Coloco las manos en mis sienes y la presiono.
—Estás embarazada, y supongo que es de Ömar por el tiempo que
tienes.
«¿Embarazada?»
El mareo es aún peor, las náuseas vienen en todo su esplendor a
producirme arcadas dolorosas en la boca del estómago, no tengo nada para
sacar, no he podido comer en días, las náuseas no me dejan.
«Náuseas... Mareos... Vómito»
«¿Cómo no lo vi antes?»
—¿Alek, estás seguro?
—Rutilus me lo acaba de confirmar, yo ya lo sospechaba, Anne me
había informado de tus constantes vómitos y de los desmayos.
«¿Embarazada?»
De repente entiendo lo que puede pasar, mi cuerpo empieza a temblar
al ver a Alek caminar frente a mí de un lado al otro rascándose la barbilla.
Me hinco delante de él y abrazo sus piernas, él no puede hacerme esto, el
miedo me corta la respiración.
—Por favor, no me hagas lo mismo que a Cinna.
«Embarazada de... ellos»
«¿De quién?»
—Suéltame, Nath —Me empuja con un pie y caigo al piso de culo.
—Te lo suplico, por favor, haré lo que quieras, lo que me ordenes, no
volveré a desobedecerte —Coloco las manos sobre mi vientre, como si eso
pudiera protegerlo de cualquier cosa que decida hacer Alek conmigo.
—¿Cómo crees que se tome Al Qadar la noticia que va a ser papá?
«¿Cómo se lo tomarían?»
Mal supongo, si ellos me culpan por la muerte de su madre, no creo
que les haga feliz saber que estoy embarazada y que uno será padre y el otro
tío del hijo de la mujer que destruyeron por una venganza absurda.
«Mi rayo de luz... no dejaré que se apague»
—No se lo digas, por favor.
—¿Qué crees que elegiría Ömar? ¿Pagar por ti y su hijo, llevarte y ser
felices? ¿Pagar para que te mate y desaparecer el problema? ¿O pagar por
su engendro solamente, asesinarte a ti y que nadie sepa la verdad? Para
cualquiera de las opciones que elija, tendrá que pagarme.
—Alek, por favor —suplico abrazando mis piernas—, no se lo digas.
—Eso no lo decides tú, deberías estar feliz, estás embarazada de uno
de los hombres más ricos y poderosos de Asia. ¡Carajo! Ahora siento que
tengo frente a mí a la primera dama del petróleo, en tu vientre hay una
fortuna, el primogénito Al Qadar —dice con sorna.
—Él no lo va a querer —susurro aterrada, ellos me dan más miedo de
lo que pueda hacerme Alek.
—Si lo quiere o no, no me importa, lo único que quiero es su dinero
—Alek, se acerca mí y me levanta por los brazos—. Ponte de pie Nath, el
piso no es lugar para la mina de oro que representas en este momento —
Toma mi mano y se dirige a la salida arrastrándome con él—. Ven, te daré
la mejor habitación, estarás cómoda y bien atendida hasta que Ömar decida
que quiere hacer contigo.
Alek, me lleva a la habitación en la que descansé por un mes después
de mi regreso, mis piernas temblorosas se mueven por inercia, todo mi
cuerpo convulsiona por el miedo, el terror me sofoca, no sé a qué le temo
más, a la reacción de ellos, a lo que Alek hará conmigo o al hecho de cargar
en mi vientre una vida, mi vida es un infierno ¿Qué vida tendría un bebé
estando en este lugar? No he podido ni cuidarme yo misma ¿Cómo
protegeré a un ser indefenso?
—Quédate aquí y no salgas, Anne se encargará de traerte los alimentos
—indica.
Alek se va, me siento en la cama y abrazo mi cuerpo. ¡Embarazada! Ni
siquiera puedo creerlo aún, embarazada de uno de ellos. ¿De quién? ¿Cómo
reaccionarán cuando lo sepan? Tengo miedo, mucho, tanto que no puedo
respirar bien y sin embargo acaricio mi vientre. Un bebé, de uno de mis
árabes, mi rayo de luz entre tanta oscuridad. ¿De quién?
«¿De quién quieres tú que sea Nath?»
¿De quién quiero? Es un rayo de luz, por lo tanto, es claridad... Ömar.
No, él no es claridad, yo creía que lo era, pero con lo que hizo ya no puedo
verlo así, él es frialdad. Amún, es oscuridad, completa y total oscuridad
como la mía, no quiero que este rayo de luz se apague en la oscuridad.
«De ninguno, es solo mío»
Tengo que hacer algo, no puedo simplemente quedarme a esperar la
decisión de ellos, la decisión de Alek. ¿Qué posibilidad hay que pueda
conservar a mi rayo de luz? Ninguna. Abrazo mi cuerpo con más fuerza
protegiendo mi vientre, tengo que hacerlo, tengo que cuidarlo. Nunca en mi
vida se me había pasado por la cabeza la posibilidad de huir del burdel, es
algo imposible, pero prefiero morir intentándolo, que morir a manos de
seres desalmados.
Anne, entra en la habitación trayendo una bandeja de comida, el
estómago se me revuelve y pongo una mano sobre mi boca y nariz para no
aspirar el olor de los alimentos. Ella me mira con un brillo en los ojos y una
sonrisa radiante, de nuevo siento esas ganas de llorar en su presencia, el
miedo y la angustia me oprimen derramándose por mis ojos, deja la bandeja
en la mesita y me abraza.
—Tranquila —Acaricia mi espalda con sus palmas—. Confía en que
todo saldrá bien, sé que tienes miedo por lo que pasó con Cinnamon, pero
no estás en la misma posición.
Cinna.
Ni siquiera me había detenido a pensar claramente en ella, yo le hice
esto que tanto temo que me hagan a mí, ahora sé lo que ella sintió cuando le
arrebaté su rayo de luz, tiene razones para odiarme tanto, tiene razones para
querer vengarse.
—Anne, no permitas que ella se entere de esto, que no lo sepa nadie.
—No te preocupes, Alek nos pidió guardar el secreto y cuidarte sobre
todas las cosas.
—¿A quién más se lo dijo?
—Solo a Khan y a mí, somos los que montaremos guardia para que
ninguna esclava se acerque.
‹‹¿Khan? ¡No!››
—Khan me odia, Anne —sollozo y tiemblo—. Está enamorado de
ella, se lo va a decir.
—No lo hará, Alek nos amenazó con castigarnos a nosotros también si
alguien se entera. Tranquilízate, estarás bien.
—Necesito hablar con Alek, tengo que decirle lo que hay entre Khan y
ella, no puede permitir que él se me acerque. Llévame con él Anne, por
favor —Me pongo de pie ansiosa, Sayidi debe saber que, seguramente,
Cinna querrá vengarse por lo de su hijo.
—Calma Nath, estás muy nerviosa, siéntate a comer, ahora tienes que
hacerlo por tu bien y del bebé.
—Te prometo que, si me llevas a ver a Alek, después regreso y me
como toda la comida —insisto, ella lo piensa y asiente.
—Está bien, vamos.
A medio camino hacia la oficina, otro de los guardias llama a Anne
para que lo ayude con una pelea entre esclavas en el salón, ella me dice que
siga y me quede ahí hasta que vuelva por mí, avanzo rápido, no quiero
toparme con ninguna esclava. La puerta está entre abierta y cuando voy a
tocar para entrar, lo veo moverse en el fondo, tiene en las manos un cofre de
oro similar al que vi en la casa de los árabes, guarda unos papeles dentro y
lo cierra, la llave es idéntica a una de las que Ömar me dio.
Alek, coloca el cofre en la caja fuerte que está en la esquina de su
oficina, el corazón me late más fuerte al reconocer que la otra llave que
tengo es como la que saca de la puerta, la lisa con un agujero y una pequeña
muesca en la punta. ¿Cómo consiguió Ömar esas llaves si son de Alek?
—¿Por qué me parezco a ella?
—Te di dos llaves, úsalas y tendrás tu respuesta, y si eres un poco
inteligente podrías usarlo a tu favor.
Las llaves... se quedaron en mi antigua habitación cuando fui
degradada, no pude volver por ninguna de mis cosas, todas pasaron a ser de
Sugar. Me quedo recargada en la pared pensando que debo hacer. ¿Cómo
recupero las llaves sin ir a la mazmorra? Anne, se acerca por el pasillo, la
intercepto antes de que llegue a la oficina.
—Ya lo pensé mejor Anne y tienes razón, tú me cuidarás y no creo que
nada malo me pase —La insto a caminar de regreso a la habitación, tengo
que pensar primero antes de decidir qué hacer.
—Por supuesto Nath, yo te cuidaré.
—¿Anne, me puedes hacer un favor? —Ella asiente con una sonrisa—.
¿Podrías traer a Sugar? Perdón, a Cherry, me gustaría platicar con ella, es
mi única amiga, después de ti claro.
—Si Alek se entera se enojará, no puedo hacerlo —Niega con la
cabeza.
—Por favor, Anne —Junto mis manos al frente en señal de plegaria—.
Solo un ratito —Ella exhala pesado, pero al final asiente.
—Está bien, regresa a la habitación, voy a ver si la encuentro por ahí.
Corro de vuelta, con mi corazón golpeando salvajemente en mi pecho.
¿Qué guarda Alek en ese cofre que Ömar quería que descubriera? ¿Tendrá
algo que ver con mi madre? ¿Cómo podría usarlo a mi favor? ¡Rayos, no
entiendo nada!, malditos árabes locos, siempre con sus respuestas
incomprensibles. ¿Por qué no simplemente me dijeron las cosas? Los pasos
de Anne y Cherry en la habitación me sacan de mis cavilaciones.
—Tienen cinco minutos, voy a cuidar que nadie venga —La guardia
se va dejándonos solas, Sugar se acerca a mí con una sonrisa tímida en los
labios.
—¿Cómo estás? —Se sienta en el borde de la cama, sus dedos
entrelazados entre si—. Te he visto como enferma últimamente —Respiro
profundo y me siento junto a ella pensando en la mejor forma de pedirle las
cosas y que no se niegue a ayudarme.
—Mejor, el médico vino a verme. Quiero pedirte un favor, yo sé que
todas mis cosas pasaron a ser tuyas, pero quiero pedirte que me prestes algo
por unas horas y prometo después devolvértelo.
—¿Qué es lo que quieres que te traiga?
—El colchón de la cama tiene un agujero en la esquina de la cabecera
izquierda, ahí guardé un regalo que me hizo uno de mis clientes, son unas
llaves, tienen un valor sentimental para mí, solo quiero tenerlas conmigo
una última vez.
—¿Te las dio el árabe cierto?
—Sí —respondo con pesar—. Por eso son importantes, te las
devolveré de verdad.
—No te preocupes, puedes quedártelas, si yo tuviera un recuerdo
bonito de algo feliz querría conservarlo. El problema es que no sé si Anne
me permita regresar a verte.
—Le pediré que te deje hacerlo —Tomo su mano y la presiono con
afecto—. Eres mi única amiga —Ella sonríe feliz, sus ojos grises se
iluminan de una manera contagiosa y me hace sonreír también, creo que
está igual de sola que yo y la entiendo, ser Cherry no es fácil.
—En cuanto pueda ir por ellas te las traigo. Me voy antes de que Anne
me saque.
—Gracias, Cherry.
—Dime Sugar, me gusta más —Me guiña un ojo antes de salir de la
habitación.
Anne regresa para obligarme a comer, accedo a hacerlo solo para que
ella no se oponga a que Sugar regrese, me aguanto las arcadas y termino
todo, ella se va con gesto satisfecho. Me recuesto en la cama acariciando mi
vientre, apenas tengo unas horas de saber que hay un pequeño árabe
creciendo dentro de mí y ya siento que lo amo más que a ellos, más que a
mi propia vida.
 

kl
 
Sugar me trae las llaves al anochecer, Anne solo le permite estar un
minuto y no puedo cruzar muchas palabras con ella, ahora debo esperar el
momento indicado para ir a la oficina de Alek, cuando lo vea subir a su
ático. Me asomo varias veces y veo a Khan rondando el pasillo, en algún
momento se irá a dormir, Saint Marie no está abierto toda la noche, debo
tener paciencia, aguantar el sueño y el cansancio.
Dormito un rato sentada en la silla, no quiero acostarme para no
quedarme completamente dormida, cuando ya no se escucha ningún ruido
me asomo nuevamente, deben ser cerca de las tres de la mañana, Khan no
se ve por ningún lado, regreso por las llaves que están escondidas en el
baño, me las meto en el sostén y camino hacia la puerta que se abre antes
que yo toque el pomo.
Cinna, entra con una sonrisa perturbadora y yo me paralizo al instante
de notar que lleva algo en la mano de derecha que aprieta fuertemente, en
un movimiento que mis ojos no alcanzan a percibir, la tengo frente a mí, tan
cerca que respiro el aliento de ella, un dolor punzante me atraviesa el
vientre bajo y mis piernas pierden fuerza.
—Te lo dije estúpida, te dije que me iba a vengar de ti —Empuja más
la mano contra mi vientre y la gira—. No creí que sería tan rápido y que
tendría el placer de cobrármelas de la misma manera —Aparta la mano de
mí y veo hacia abajo para descubrir unas tijeras clavadas en mi vientre—.
Lástima, habría sido un bebé hermoso si se parecía al papá.
Ella camina de espaldas hacia la puerta, veo su sonrisa en todo
momento mientras sale de la habitación, coloco la mano sobre mi vientre
que sangra manchando la alfombra, intento sacar las tijeras, pero mi visión
comienza a ser borrosa. Trastabillo intentando sostenerme de algo, siento
mi corazón latir despacio, cada vez más despacio, mis rodillas tocan el
suelo antes que el resto de mi cuerpo cuando mis piernas ceden a la
debilidad.
«Mi pequeño rayo de luz, no te apagues»
 
La vida es una mierda, amar es una mierda, porque cada vez que
amas algo te vuelves vulnerable a ser herido. Hay heridas que cicatrizan y
dejan una marca imborrable, pero hay otras que nunca van a sanar, que
permanecerán abiertas en ti por el resto de tus días, sangrando y
recordándote la mierda que es tu existencia.
Aún tienes elección, la oscuridad está latente esperando que bajes los
brazos derrotada para cernirse sobre ti, no es tan malo, al menos el dolor
es soportable. Puedes seguir luchando contra ella, pero te aseguro que no
tendrás un instante más de tranquilidad en tu vida, porque si no te consume
la oscuridad, lo hará el dolor, la oscuridad te fortalece, el dolor te destruye.
¿Qué eliges tú, Nath?
Rozo los dedos por el borde de la herida en mi vientre, las suturas tiran
de mi piel, pero no duelen, mi cuerpo no duele, he llegado a un punto en el
que el dolor físico es satisfactorio y no en el sentido sexual, es placentero
porque me centra en la realidad, porque me permite pensar mejor y
apaciguar eso que hay dentro de mí, que ya no puedo describir.
¿Dolor? Sí, mucho.
¿Desolación? Por supuesto.
¿Angustia? Todo el tiempo.
¿Miedo? No, es terror.
No es terror a lo que venga, estoy preparada para lo peor, aunque ya
nada de lo que pueda pasar sería peor de lo que ya he vivido, el terror es a la
paz y a la tranquilidad, porque si algo he aprendido es que cuando se está en
el ojo del huracán todo es calma mientras a tu alrededor gira la destrucción.
—¿Cómo estás? —Anne, cepilla mi cabello con ternura.
—Bien —contesto, aunque no se puede estar bien siendo yo.
—Te traje algo de comer.
—No tengo hambre, gracias —Mantengo la vista clavada en el techo,
mirando un punto indefinido.
—Nath, debes comer, mírate —Señala mi abdomen—. Estás tan
delgada que puedo ver la piel pegada a tus costillas.
—Anne, quiero estar sola por favor.
Ella se levanta y se retira sin hacer ningún ruido, los últimos dos días
ha estado a mi lado limpiando mis lágrimas silenciosas, a veces habla y la
escucho, pero no siempre contesto. Me levanto de la cama ignorando el
tirón en las suturas, camino a la ventana, corro la cortina y veo hacia el
patio trasero del burdel, el sol apenas sale en el horizonte. Miro hacia abajo,
estoy en el tercer piso, ¿moriría si caigo desde aquí? No lo creo, estoy
segura que el maldito karma se reiría de mí una vez más, quitándome
incluso, el control sobre mi muerte.
Regreso a la cama y me hago un ovillo sobre ella, meto las manos
debajo de la almohada y siento las llaves, las tomo entre mis dedos y las
miro, me las dio él y quería que las usara en mi beneficio, pero a estas
alturas ya no me importa nada, no me interesa saber quién es mi madre, ni
tratar de entender por qué ellos me hicieron lo que me hicieron.
«¿Y si es una forma de obtener tu libertad?»
No creo que ellos hicieran algo así por mí, me dejaron claro que
querían que sufriera todos los días de mi vida. ¿Qué mejor sufrimiento que
estar aquí? ¿Qué podría tener Alek ahí que me ayudara a sobrellevar mi
miserable vida? Y a pesar de saber que nada podría cambiar mi situación,
me pongo de pie y salgo del dormitorio. Camino sin ser consiente de mi
propio cuerpo, extrañamente no hay nadie en el pasillo que me detenga,
traspaso la puerta de la oficina de Alek que, por algún extraño motivo, no
tiene seguro y me hinco frente a la caja de seguridad.
Introduzco la llave y abro la pequeña puerta metálica, lo primero que
veo es dinero, varios fajos de billetes y llaves, un juego como el que cargan
los guardias. ¿Para eso me dio las llaves Ömar? ¿Debo tomar esto y tratar
de huir? No debe ser el motivo si me dio otra llave, lo que sea que quiere
que tome, está dentro del cofre de oro.
Lo saco y coloco en el escritorio, me siento en la silla de Alek, coloco
la llave en la cerradura, una extraña sensación recorre mi cuerpo, como si
algo me alertara que es mejor dejarlo de vuelta dentro y no abrirlo.
¡Tonterías! Levanto la tapa y saco todos los papeles y fotografías que hay
dentro. La primera que veo es igual a la de la casa de los árabes, la mujer
blanca y de ojos azules que ahora sé se llama Marie, pero hay otra foto
donde no tiene el rostro cubierto y el corazón me brinca en el pecho.
Es como si estuviera viendo una fotografía mía, el cabello largo y
rubio, ojos azules, los mismos labios, incluso nuestro cuerpo es muy
similar, ella era muy delgada pero su cuerpo un poco más curvilíneo que el
mío, es realmente muy bella y sensual. Me recupero de la impresión y sigo
viendo las demás imágenes, otra es de una bebé con pelusilla de cabello
rubio siendo cargada por un Marek joven, deduzco que es niña por la
sabanita rosa pálido, él la mira sonriente.
En la última foto reconozco el lugar, lo he visto tantas veces en mis
sueños, es el patio del orfanato donde crecí, reconozco también a la niña
rubia que juega entre las flores, soy yo, debo tener unos diez años. Noto que
hay algo escrito en la parte trasera de la fotografía, le doy la vuelta para leer
Nathalie.
—¿Nathalie? ¿Nath? Mi verdadero nombre es Nathalie.
Reviso los papeles, son cartas, pero están escritas en árabe, no logro
entender una mierda de lo que dicen, las dejo a un lado y desdoblo el último
papel, es un certificado de nacimiento, el corazón se me detiene al leer el
nombre del registro.
—Nathalie Mahmud, nombre del padre Marek Mahmud.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Capítulo 47
Decisión
No sé si pasó un segundo, un minuto, una hora o toda la vida, no puedo salir
de mi estado de letargo con el papel en las manos y las lágrimas
desbordando de mis ojos. ¿Marek? El hombre que me subastó a los doce
años, el hombre que me ha tenido esclavizada por diez años ¿Es mi padre?
¿Hasta cuándo el maldito karma va a dejar de burlarse de mí? ¿Hasta
cuándo la vida me va a dejar de escupir en la cara?
No hay nombre de la madre, pero ya no es necesario, sostengo la foto
de Marie, esa maldita mujer a la que tanto odio es mi madre, por eso Kala la
asesinó, por seducir a su esposo y embarazarse de él. ¿Por qué no me mató
a mí? ¿No habría sido peor castigo para Marie perder un hijo más? No lo
entiendo, no entiendo nada, nada de lo que me ha sucedido en los últimos
tres meses tiene sentido.
Conocer al hombre más hermoso y peligroso del mundo, irme con él y
confundirme con sus misterios, enamorarme de sus cambios de
personalidad y descubrir que son dos, enterarme que todo lo que vivimos
fue una venganza de ellos, estar embarazada, permitir que Cinna cobrara su
venganza, y finalmente enterarme que mi amo y verdugo es mi padre.
¿Acaso puede haber algo peor de lo que ya he vivido? Estoy tan absorta en
mis pensamientos que no me percato de la presencia de él hasta que me
toma por el pelo y me levanta de la silla.
—¿Qué mierda haces en mi oficina, Nath? —Alek zarandea mi cabeza
de un lado a otro—. ¿Revisas mis cosas?
¿Sus cosas? Si a alguien le pertenecen estas cosas es a mí, es mi
maldito certificado de nacimiento, son mis fotos. La ira y el resentimiento
explotan en mi interior cuando lo comprendo todo, todo lo que esto
conlleva, él es mi maldito hermano y se ha atrevido hacerme las peores
infamias.
«Y no es el único»
—¡Suéltame hijo de puta! —grito, me deshago de su agarre y lo
empujo—. Eres el peor bastardo del mundo Alek, Marek es mi padre,
somos hermanos, ¡HERMANOS! —Me abofetea dos veces bramando como
un desquiciado.
—¡Mi padre no es tu padre, no seas imbécil! —Trata de quitarme el
certificado de nacimiento de las manos, pero logro esquivarlo.
—Nathalie Mahmud, nombre del padre Marek Mahmud ¿Acaso
también tiene un gemelo? —Instantáneamente caigo en cuenta de la
estupidez tan grande que he dicho, suplico al universo que Alek no entienda
lo que mis palabras significan.
—¡Dámela ahora! —exige extendiendo la mano al frente esperando
que le devuelva el papel. ¿Es que acaso me cree idiota para entregárselo?
—¡Vete a la mierda!
Corro hacia la puerta para salir y gritar a los cuatro vientos que somos
hermanos, quiero ver que hace cuando los clientes que comienzan a llegar,
los guardias y las esclavas se enteren de la porquería de seres humanos que
son los dueños del burdel, tener a su propia familia de esclava, es la mierda
más grande del universo. Sin embargo, mi intento se ve frustrado al
sujetarme del corto cabello que ahora tengo, me arrastra de nuevo al interior
de su oficina.
—No hagas estupideces Nath, no empeores tu situación —Con un
tirón de cabello me lanza contra el sofá de cuero marrón.
—¡Vas a tener que matarme para callarme!
—No me tientes.
—¡Hazlo! —Me pongo de pie y lo enfrento—. ¡Hazlo, maldito
cobarde! —La vena de su sien late con rabia contenida, pero yo no pienso
contener la mía—. Ni siquiera tienes los huevos para hacerlo, para lo único
que te sirve lo que tienes abajo es para abusar de las esclavas y hacerles
hijos de los que después quieres deshacerte.
—¿Crees que no tengo los huevos para matarte, Nath? —Va hacia su
escritorio y saca de uno de los cajones una navaja de buen tamaño,
retrocedo dos pasos viendo como la aprieta en su puño—. Ven acércate, te
voy a demostrar que tengo los huevos bien puestos.
Corro de nuevo a la puerta en un vano intento de escapar de él, toma
mi brazo y me lanza de nuevo sobre el sofá, se tumba encima de mí, ambos
forcejeamos con las manos, yo intentando dejar fuera de su alcance el papel
que sostengo con fuerza por encima de mi cabeza. Alek clava el cuchillo en
la cara interna de mi brazo y suelto un gruñido por la sensación, lo mueve
creando un surco entre mi carne que se separa haciendo un reguero de
sangre.
—Nadie va a encontrar tu cuerpo, Nath —Escarba con la navaja en el
músculo de mi brazo y extrae el implante localizador—. Mi padre no va a
encontrarte nunca.
De pronto, Alek es levantado del sofá por dos grandes manos tatuadas,
las reconocería en cualquier momento, incluso si no pudiera ver al hermoso
hombre al que le pertenecen, Ömar jala a Alek por la ropa y lo arroja contra
el escritorio, dándole una ráfaga de puñetazos en el rostro, Marek se acerca
a mí y revisa mi brazo, la herida sangra, pero no parece tan profunda, casi
no me duele.
Se pone de pie y separa a Ömar de su hijo, mi árabe con gesto rabioso
se recompone el traje negro y luego dirige la vista a mí, acorta el espacio
entre nosotros y me levanta, sin decir una sola palabra me besa, esos besos
que me quitan el aliento y me borran los pensamientos, mis manos se
mueven a su cuello, siento el papel que tengo en la mano estrujarse contra
su piel y el pinchazo de dolor en mi brazo que mancha su saco negro,
entonces recapacito.
¿Qué mierda estoy haciendo? Él es mi hermano también. Suelto sus
labios y lo empujo con todas las fuerzas de las que soy capaz, veo a los tres
hombres que me miran fijamente, todos son mis verdugos, solo falta uno,
pero no me sorprende que no esté aquí, lo que mejor se le da es esconderse.
—¿Qué haces aquí? —pregunto aún sin el aliento que me robó su
beso.
—Vine por ti, damiya —Las piernas me tiemblan y retrocedo.
¿Vino por mí?, ¿vino por mí después de dos meses en los que solo
podía pensar en ellos?, ¿en los que rogaba en mi mente que regresaran?, al
fin lo hizo, pero ¿qué caso tiene ahora? ¿Por qué viene después de todo lo
que he tenido que soportar por su culpa?
—Nath, tenemos que hablar —Marek intenta acercarse a mí, sostiene
en las manos las fotografías que había desperdigadas por el escritorio.
—No te me acerques... papá —digo esa última palabra con todo el
odio que siento por él en este momento.
—Nathy, tienes que escucharme, todo esto es un error, déjame que te
explique.
—¿Un error? ¿Dónde está el error aquí? —Agito la mano con el papel
—. Nathalie Mahmud, nombre del padre Marek Mahmud.
—Ya te dije que mi padre, no es tu padre —sisea Alek limpiándose la
sangre que sale de su boca.
—Damiya, ven conmigo yo te lo explicaré todo, no habrá más secretos
ni mentiras, te lo diré todo.
Ömar, extiende su mano hacia mí y mi maldito cuerpo quiere ir hacia
él, después de todo quiero que me lleve, quiero que me abrace, quiero que
me haga olvidar los peores dos meses de mi vida, el cerebro me grita
incesante que no lo haga, pero mi estúpido corazón me hace caminar hacia
él y tomar su mano.
—¡No! —grita Alek—. Ella no se va de aquí.
—Te daré el dinero que quieras, sadiq, pero ella se va conmigo —
declara Ömar tajante.
—Antes que te la lleves debe saber la verdad, toda —La sonrisa de
Alek me indica que aún hay alguna mierda por descubrir en todo esto.
—¿Aún hay más por saber?
—Te lo explicaré todo, damiya —Acaricia mi rostro y deja un beso en
mi frente, luego se yergue y se dirige a Alek—. Yo se lo diré, no es
necesario que sueltes tu veneno.
—Nath, tienes que saber cómo fueron las cosas —Marek da pasos
cortos hacia mí.
—¿Qué me van a decir ahora? ¿Qué más queda guardado en su
mierdero de mentiras? ¡Dímelo ya! —grito, todo esto es tan irreal.
—Te lo diré, solo escucha hasta el final —Marek me señala el sillón
de cuero, se sienta y yo lo hago también, pero lo más alejada posible, Alek
se sienta en su silla detrás del escritorio y Ömar permanece de pie frente a
mí, con las manos en los bolsillos del pantalón.
—Dime toda la verdad de una vez —le ordeno, asiente con la cabeza.
—Yo no soy tu padre —inicia, muestro el papel que tengo apretado
con firmeza y me pide calma con las manos—. Soy tu padre legalmente,
pero no soy tu padre biológico, yo te registré porque nadie más iba hacerlo
antes de dejarte en el orfanato, por eso no hay nombre de la madre, fui yo
solo, contigo.
—¿Marie ya estaba muerta?
—Sí, pero ella no es tu madre.
—¿Qué? ¿Por qué nos parecemos entonces? ¿Quién es mi madre?
¡Deja de darle vueltas a las cosas y dilo ya! —exijo.
—Tu madre es Kala Nassar —aclara Ömar—. Y tu padre era Herman
Müller, el hermano mellizo de mi madre.
¿Pero qué mierda están diciendo ahora? ¿Herman Müller? ¿Hermano
mellizo?
—Müller, lo hice, mis abuelos murieron hace unos años, mi madre
tenía un hermano mellizo, pero... Ella y él están muertos también.
Él me lo dijo, que su madre tenía un mellizo, estaba hablando de mi
padre y también está muerto, Marie no es mi madre, pero es mi tía, entonces
ellos son mis primos. De todas formas, esto no cambia nada, seguimos
teniendo lazos de sangre, Alek sigue siendo mi maldito hermano y Marek es
mi padre ante la ley. Miro a los tres consecutivamente, tan tranquilos y yo
ardiendo en rabia y confusión.
—Kala, tuvo una aventura con Herman para vengarse de mi por
haberme enamorado de Marie, cuando me enteré enceguecí de rabia y lo
asesiné, a pesar de amar a la rubia de ojos azules, nunca he dejado de amar
a tu madre. Ambos nos pedimos perdón y nos prometimos no volver a
faltarnos, le dije que liberaría a Marie para que saliera de nuestras vidas
—No vuelvas a decir que es mi madre, esa mujer que solo me ha visto
dos veces desde que llegué aquí, me odia. Me lo demuestra con la mirada.
—Tienes que escuchar todo y después piensas lo que quieras pensar.
Ella quedó embarazada, creíamos que era mío y estábamos felices porque
era una niña, ya teníamos a Alek y ahora tendríamos a una princesa, naciste
aquí porque fue un accidente. Kala, nos descubrió a Marie y a mí en una de
las habitaciones y eso le provocó un parto prematuro, no hubo tiempo de
nada, por suerte Rutilus se encontraba en el burdel y pudo atenderla.
—Te imaginarás la reacción de mi madre al parir un querubín rubio y
de ojos azules y no una princesa morena y de ojos marrones como lo
esperaba —interviene Alek—, se desquició, no porque fueras hija de su
aventura, sino porque su marido cayó rendido de amor por esa niña que era
como si la hubiese parido la puta de Marie.
—¡Mi madre no era una puta Alek!, fue obligada por ustedes, puta tu
madre que se metió con otro estando casada —Ambos árabes vuelven a
enfrentarse a puñetazos, aunque Alek es más robusto, Ömar pelea mucho
mejor. Marek vuelve a separarlos y los regaña cual niños pequeños.
—Eso no cambia nada. Sigues siendo mi padre ante la ley —le digo a
Marek—. Tú, hijo de puta, eres mi hermano —Señalo a Alek—. ¿Cómo
pudiste hacerme todo lo que me hiciste? Y tú… —Veo a Ömar—. Tú me
dueles más, a estos por lo menos los he odiado diez años de mi vida, pero
tú...
Otro hombre entra por la puerta y me callo de repente. Domm, nos
mira con gesto de sorpresa y abre mucho los ojos al ver mi brazo
ensangrentado, se aproxima a mí y lo revisa, su toque como la vez anterior
es con ternura, sus ojos buscan los míos que son un océano de confusión,
ira y miedo, porque a pesar de saber ya la verdad, aún es incierto mi
destino.
—Cherry. ¿Qué te pasó?
—Suéltala —La voz ronca y amenazante de Ömar corta el aire, no es
hora que se ponga con sus celos estúpidos, Domm le dirige una mirada de
reproche y después regresa la vista a mí.
—Señor O'Connor, estamos en una reunión muy importante, si se le
ofrece algo le voy a pedir que me espere un momento —dice Alek a Domm.
—Solo vine a informarte que cancelaré mi membresía a Saint Marie,
Alek, sin Cherry no me interesa seguir viniendo y tengo entendido que ella
ya no es Cherry.
—Es correcto, ella ya no atiende clientes, pero tenemos un reemplazo
aún mejor, más joven y bella ¿No le interesa conocerla?
—No, eso era todo lo que quería decir, manda a mi oficina el monto
por la cancelación de la membresía y lo cubriré —Domm intenta levantarse,
pero sostengo su mano con la mía, su presencia me tranquiliza y de alguna
manera me siento protegida entre estos tres miserables hombres.
—Nath, es hora de irnos —Ömar toma mi otra mano y me pone de
pie.
—No, ella no se va aún, todavía queda algo por decir —Alek se para
frente a Ömar y lo encara, son casi igual de altos.
—Terminaré de contarle todo, no me guardaré nada —gruñe el árabe.
—Sí claro y quedarás como el salvador ¿No? Cuando todo esto es tu
culpa, tú lo provocaste, ¡Tú y tu padre son los que la trajeron aquí!
«¿Qué? ¿Escuché bien?»
Un mareo tambalea mi cuerpo, Ömar me sostiene contra el suyo con
firmeza y mira a Alek con odio, lo que me confirma que sí entendí bien lo
que dijo. ¡No!  Esto tiene que ser una maldita broma, el jodido universo no
puede ser tan mierda conmigo. Me separo bruscamente de Ömar y lo miro a
los ojos aún sin querer creer lo que parece ser cierto.
—Déjame explicarte, damiya —Es verdad, su mirada de disculpa me
lo confirma.
—Cuando creo que no puedes hacerme más daño, sale algo que me
demuestra que eres la peor escoria del mundo —sollozo, Ömar niega y trata
de abrazarme, retrocedo dos pasos evitándolo, seguramente si lo dejo me
clavará otro puñal por la espalda.
—¿Qué le vas a explicar Ömar? ¡Qué tu padre pasó más de diez años
de su vida buscándola para encontrarla en el orfanato y traerla aquí? Solo
para complacer los caprichos de su heredero.
—¿Tú pediste que me trajeran aquí? —pregunto con la voz rota
queriendo negarme a aceptarlo. Esto es demasiado, son demasiadas cosas
que comprender y asimilar. Tantas mentiras, tanto sufrimiento por ¿él? Y
seguramente también por el otro, él quería más a su madre que Ömar.
—Vámonos y te lo explicaré —Toma mi mano, pero la retiro de un
tirón—. Damiya, vine por ti porque te quiero de vuelta, te lo diré todo, pero
ven conmigo —Niego con la cabeza, no puede ser tan cínico al pretender
que me vaya con él después de todo lo que me han hecho.
¿Qué es peor? ¿Quedarme aquí o irme con ellos? Todos me odian,
todos me han mentido y utilizado. ¿Cuál sería la diferencia?
—Damiya —carraspea—. La claridad y la oscuridad te quieren de
vuelta, ambas vinieron por ti.
«¿Ambos? ¿Dónde está Amún?»
Él parece comprender la pregunta formulada en mi mente porque
enseguida toma mis manos para volver a acercarme a su cuerpo, el cual no
puedo evitar que siga teniendo una fuerza de atracción hacia el mío.
—Sabes que la oscuridad no se lleva con la luz, pero te está esperando,
podrás elegir lo que quieres, nada te volverá a dañar, te lo prometo.
—Nathy, mi niña, puedes venir conmigo, te llevaré a un lugar seguro,
te protegeré de todos, esta vez sí lo haré —Marek extiende su mano hacia
mí, la dejo en el aire viéndola con recelo.
—O puedes quedarte conmigo hermanita, ¿Crees que podrías
adaptarte a vivir fuera del burdel? ¿Crees que será fácil salir de aquí y
exponerte al mundo? ¿Que el mundo te aceptará y dirán, es una puta, pero
no importa? —Alek sonríe cínico—. Por supuesto que no, la gente te
señalará en las calles como lo que eres, una basura. Quédate conmigo, te
ofrezco un lugar aquí, no como esclava porque ya no puedo tenerte así, creo
que mi padre no lo permitiría, puedes ayudarme a manejar el burdel,
necesito una perra desalmada que pueda contra estas mujeres y tú has
demostrado serlo.
¿Es en serio lo que me están diciendo? ¿Me están dando la opción de
elegir? ¿Qué es lo menos infame? Porque definitivamente, ninguna es la
mejor opción. Todos son escorias de personas, no puedo confiar en ninguno
después de todas las mentiras y los secretos que han guardado.
—¿Prometen respetar la decisión que tome? —Los miro a los tres y
asienten—. Antes de tomar una decisión tengo que saber una última cosa.
¿Por qué esperaron hasta este momento para decirme todo? ¿Por qué
permitiste todo esto Marek?
—Por Kala —responde de inmediato—, tienes razón al decir que ella
te odia, le recuerdas constantemente el pasado, su error y el mío, el crimen
que cometió, la ilusión rota de arreglar nuestro matrimonio, hemos
permanecido juntos, pero ya no somos los mismos desde que tú naciste, ella
sabía de la obsesión de mi amigo por encontrarte y cuando por fin lo hizo,
te trajo aquí. Kala me aseguró que, si te liberaba, te buscaría y te mataría
como a Marie, si no lo ha hecho es porque te hemos mantenido aquí.
Marek se acerca a mí con pasos cortos y lentos, toma mi mano y me
gira hacia él, haciendo que suelte las de Ömar, miro sus ojos marrones,
están enrojecidos, pero no me trago ni por un segundo su expresión
torturada, si me ha mentido durante diez años, seguramente está mintiendo
en este momento.
—Ella nunca aceptaría que alguien te compre si no es Ömar, porque
sabía que el pretendía vengarse de la muerte de su madre contigo, ese nunca
ha sido un secreto para nosotros, por eso te dije que lo enamoraras para
convencerlo que te llevara, si te amaba no te iba a dañar, por eso arreglé que
te fueras con él quince días, para que tuvieras la libertad de hacer lo
necesario para conseguir tu objetivo, siempre creí que lo lograrías, es difícil
no amarte y a pesar que te lastimó mucho, al final lo conseguiste, está aquí.
Veo a Ömar que se mantiene serio, me cuesta aún creer todo lo que he
escuchado, todos supieron la verdad siempre, todos estuvieron de acuerdo
en utilizarme como lo hicieron, me cuesta creer que alguno de ellos ahora
me vaya a proteger.
—¿Nos vamos, damiya?
«Es hora de decidir Nath, pero cualquiera que sea tu elección la
oscuridad se irá contigo»
Por primera vez en mi vida, puedo tomar una elección sobre mí misma
y no tengo idea de lo que quiero. Camino hacia Marek y lo abrazo para
susurrar en su oído algo que no escuchen los demás.
—Si Kala me busca, dejaré que me encuentre y veremos quien mata a
quien, dile a mi madre… —pronuncio estas últimas palabras con todo el
odio del mundo—, que yo misma le sacaré los ojos si la vuelvo a tener de
frente alguna vez.
Después voy hacia Alek, también le doy un abrazo de despedida y le
hablo al oído.
—Hermanito, ni se te ocurra volver acercarte a mí, si no quieres que le
diga a Ömar lo que tu puta me hizo, si te pareció aberrante mi estado
cuando regresé, peor quedarás tú si te vuelvo a ver —Dejo un beso sonoro
en su mejilla y me separo de él que me mira como si estuviera en shock.
››Dijeron que todos respetarían mi decisión —Asienten de nuevo,
tomo la mano de Ömar y jalo su cuello hacia a mí, lo beso, un beso cargado
de amor y odio, ya no sé lo que siento por él—. No quiero volver a verlos
en mi vida, fueron más dañinos que diez años siendo esclava, tú no eres
claridad, eres frialdad, la oscuridad y la frialdad están bien juntos y solos
porque son lo más tóxico y destructivo del mundo.
Él intenta retenerme, me deshago de su abrazo sin importarme su
expresión de tortura, esa que tanto me dolía y ahora no es más que una
burla. Les doy una última mirada a mis tres verdugos, quisiera poder ver al
cuarto, pero tendré que conformarme con que Ömar le transmita mis
palabras. Camino hacia la puerta, tomo la mano del hombre que nunca me
ha hecho daño y que estoy segura sí podrá protegerme.
Domm.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
Epílogo
Un año después
 
Estrujo el periódico entre mis manos. La rabia y el dolor que laten en mi
interior desde hace más de un año, desde que me enteré que toda la mierda
que giraba alrededor de mi miseria de vida era por su culpa, no ha cesado,
todo lo contrario, incrementa con cada día que pasa, con su recuerdo, con
cada pesadilla, con cada lágrima que no puedo evitar que salga de mis ojos.
Miro su foto en el papel, sonriendo despreocupado rodeando la cintura de la
zorra, lo odio.
Ömar Al Qadar anuncia su compromiso de matrimonio con Nahid
Sulaymani.
Reza el encabezado junto con una breve nota que narra la elegante
cena de compromiso, aún, a través de la imagen vacía, puedo notar el brillo
ilusionado en los ojos de ella. ¡Estúpida ilusa! Si existe alguien más hijo de
puta en este mundo que Alek Mahmud, ese solo es Ömar Al Qadar, si ella
cree que será feliz en su matrimonio de cuento de princesas, alguien debe
demostrarle que no será así.
Sus brazos me rodean la cintura y me pegan a su pecho, siento sus
labios en mi coronilla, él siempre es tan tierno conmigo, me comprende y
no me presiona, me siento bien a su lado, con el paso de los días he
aprendido a quererlo, no como él desea, pero si como un protector, como
alguien que estará ahí para apoyarme y abrazarme en las noches de terror y
dolor.
—¿Sigues atormentándote con eso? —Señala el periódico entre mis
manos.
—No puedo evitarlo —La amargura de mi voz lo hace suspirar
ruidosamente.
—Mi Nathy —Acaricia mis brazos—. Daría lo que fuera por sanar tu
alma.
—Lo haces Domm, solo que tomará mucho tiempo para que sane por
completo, quedó totalmente destrozada y aún no he podido recuperar todos
los pedazos.
Me giro entre sus brazos y lo estrecho a mí, me reconforta tenerlo
cerca, su olor no se parece al de ellos, el olor que más amo y odio en el
mundo, sin embargo, logra relajarme, apaciguar un poco el ansia de
destrozar cuanto tengo a mi alcance con mis manos. Incluso he dejado de
cortarme por días, la necesidad de dolor y sangre ha menguado en los
últimos meses y todo es gracias a él, a su cariño sincero y desinteresado.
—Vamos a desayunar —propone después de dejar un beso en mi
frente, asiento con una media sonrisa, toma mi mano y salimos del estudio.
Blair, entra en el comedor cargando a las mellizas, tan preciosas como
cada mañana. Ava me extiende los brazos para que la cargue, su madre me
la entrega y se queda con Farah para colocarla en su sillita de bebé, las
gorditas ya se sientan a la mesa con nosotros, mientras juegan con los
palitos de manzana que su madre les pone en los platos de princesas.
—¿Cómo amanecieron las reinas de la casa? —pregunta Domm
besando la cabecita de sus nietas.
—Muy latosas —contesta Blair a su padre—. Quiero llevarlas al
parque ¿Me acompañas Nathalie? —Me da una mirada cautelosa.
Blair O'Connor, la hija de Domm es una mujer amable, desde que
llegue ha intentado hacerme sentir en casa, como él, pero las constantes
pesadillas que me atormentan y los deseos de mi alma oscura por
autolesionarme la asustan. Ella intenta ser mi amiga, pero a la vez, creo que
teme que algún día pueda hacerle daño a ella o a las niñas, jamás lo haría,
esas pequeñas se han convertido en mi único motivo para sonreír.
—Claro Blair, me encantaría —intento sonreírle, sin embargo, fracaso,
las únicas capaces de robarme alguna sonrisa son esas hermosas niñas.
Ava, es despierta, juguetona, le gusta ser el centro de atención y
reclamar la vista y los mimos de todos los que la rodean, sus ojos marrones
como los de su padre te atrapan e hipnotizan, es la bebé más hermosa del
mundo. Farah, ella es mi consentida, sus ojos azules y profundos, de mirada
serena e incluso triste me recuerdan a mí, ella no es tan despierta como su
hermana, es tranquila y silenciosa, casi no llora.
Los pequeños rizos rubios de las niñas están alborotados, su cabello es
indomable, pero eso solo les da un aspecto más angelical. Henry, se une a
nosotros con su sonrisa bonachona, besa a su esposa e hijas, verlos juntos es
un martirio para mí, el amor que ellos se tienen es un recordatorio constante
de lo que nunca voy a tener, porque el hombre... los hombres que amo son
la peor escoria del mundo y, aun así, mi estúpido corazón no puede dejar de
latir por ellos y por eso los odio también, por encadenarme al sufrimiento
eterno de no poder vivir con ellos, ni sin ellos.
—Voy a viajar a Escocia y luego a Dubái —anuncio repentinamente,
ni siquiera yo me he percatado que lo tenía decidido.
—¿Por qué? —Domm busca mis ojos.
—Ya sabes porqué, tengo que hacerlo —Dejo los cubiertos sobre la
mesa y me voy a mi habitación.
Él me sigue, sabía que al anunciarle mi partida le haría daño, pero esto
es algo que no puedo seguir posponiendo, debo enfrentar mis miedos y a
mis verdugos, de otra forma nunca podré ser libre y nunca podré sanar por
completo como Domm quiere. Se sienta en mi cama y me mira en silencio,
camino de un lado a otro buscando las palabras adecuadas para explicarle
mis motivos.
—Descuida, no tienes que decir nada, sé que lo necesitas.
—Gracias, Domm —susurro, me siento junto a él y lo abrazo.
—¿Cuándo te vas?
—Mañana mismo, ya no quiero alargarlo más. ¿Podrías ayudarme a
organizarlo?
—Por supuesto, solo dime que tendrás cuidado, ellos son peligrosos,
todos.
—Lo sé y lo tendré.
Nos quedamos abrazados por mucho tiempo. Él no tiene nada que
temer, es claro que ellos son peligrosos, pero no hay nada más peligroso que
una mujer herida, humillada y maltratada, una mujer a la que le arrebataron
todo, la libertad, el amor, el poder sobre su mente y su voluntad y.… la vida
misma. No debo temerles, no pueden hacerme más daño del que ya me
hicieron, ellos deben temerme a mí, todos, porque solo hay un deseo en mi
alma negra.
 

kl
 
Por la tarde, acompaño a Blair al parque con las mellizas, los niños se
acercan a ellas para manosearlas y hacerles gracias, ellas son tan bonitas
que nadie puede resistirse a tocarlas. Pocas veces salgo de casa, mis
demonios internos no son sociables. Domm, ha tenido que sacarme arrastras
prácticamente para llevarme al doctor o a la terapia, eso no sirve de nada, lo
único que puede sanarme, es la sangre y el dolor de aquellos que me lo
infringieron a mí.
Domm me ayuda a preparar las maletas, después nos sentamos todos a
la mesa a cenar como la familia que somos, Henry y Blair están callados,
ambos piensan que es un error irme, lo puedo ver en sus miradas, sin
embargo, no dicen nada, se concentran en atender a sus hijas.
—Las llaves del departamento en Dubái que alquilé para ti —dice
Domm repentinamente, me entrega unas llaves, dos tarjetas y un teléfono
móvil—, es de un amigo y me hizo el favor de facilitármelo, en Escocia te
hospedarás en un hotel ya te hice la reservación, supongo que tu estancia
ahí será corta —Asiento con la cabeza, Dubái es lo que me tomará más
tiempo.
—¿Y esto? —Señalo la tarjeta de presentación.
—Es un contacto en Escocia, pondrá a tu disposición un vehículo y un
chofer que a la vez será tu guardaespaldas, estará esperando tu llamada para
recogerte en el aeropuerto —Frunzo el ceño por la mención de un guardia,
estoy harta de los guardias—. Lo necesitarás, no me quedaré tranquilo si no
tengo la certeza que alguien te cuida, te acompañará todo el tiempo, irá
contigo a Dubái porque sabe hablar árabe, me lo recomendaron
ampliamente, es el mejor de la compañía.
—Está bien, Domm —Acaricio su mejilla, quiero que se quede
tranquilo—. Gracias.
—La otra es una cuenta que dispuse para ti, para los gastos que tengas
que hacer, no te excedas, tampoco es que sea tan millonario como los árabes
—Escuchar que los menciona me hace resoplar, aunque él se refiere a
Marek, Alek y Ömar, yo incluyo a Amún en la palabra árabes.
—No te preocupes, los lujos y los excesos no son algo que me defina.
—El móvil tiene guardados nuestros números y los de mis oficinas,
llama cuando necesites algo, no importa la hora —Toma mi mano y
deposita un beso en el dorso—. Te extrañaré Nathy.
—Regresaré a ti lo prometo, no hay lugar en el mundo donde quiera
estar más que a tu lado, pero esto es algo que debo hacer.
—Te esperaré, todos lo haremos —Mira a su hija y yerno que asienten
en silencio—. Cuando estés lejos y tengas miedo, piensa en Ava y Farah.
Miro a las mellizas siendo alimentadas por su madre, la cicatriz en mi
vientre arde, pensar en volver a verlos hace arder las otras, una cicatriz por
cada uno de mis objetivos, Alek en mi brazo, Cinnamon en mi vientre,
Ömar la de mi cadera, Amún la maldita marca y mamá la cicatriz de mi
corazón marchito.
Al finalizar la cena voy a la habitación de las mellizas, por lo general
no entro, no obstante, quiero despedirme de ellas, no las veré en unos
cuantos meses, que será el mismo tiempo que no sonreiré. Blair está
colocándoles los pijamas, las pequeñas revoltosas le dificultan el trabajo
rodando por todo el cambiador y jalándose los pañales.
—¿Te puedo ayudar? —Ella me sonríe alegremente.
—Claro, de hecho, te lo agradecería, tú viste a Farah y yo a Ava.
Le pongo un nuevo pañal a Farah con esfuerzo, lo he intentado antes,
pero esto de cuidar bebés no es algo que haga bien, ni siquiera me cuido
bien yo misma, la meto en el pijama de borreguito y me siento con ella en la
mecedora. Blair termina de vestir a Ava y me la entrega, sostengo a cada
una con un brazo.
—¿Te las encargo un momento? Voy a preparar los biberones.
—Por supuesto, yo las cuido —Blair sale de la habitación y me quedo
sola con las niñas.
Las arrullo tarareando la nana que Domm me canta en las noches que
no puedo dormir, él también me arrulla entre sus brazos como si yo fuera su
bebé. Ambas niñas me observan con sus ojos grandes muy abiertos, me
pierdo en los ojos de Ava, recordando esos ojos marrones que pronto
volveré a ver, en los de Farah puedo ver reflejada la tristeza de mi alma.
—Las voy a extrañar Ich liebe dich meine kleine puppe —Beso la
cabecita de Farah—. Ich liebe dich meine schöpfung —Doy un beso a la
coronilla de Ava.
—Listo, ya están los biberones ¿Quieres darle el biberón a una? —
Niego devolviéndole las niñas a su mamá y salgo de la habitación, no
quiero alargar más esto.
Verifico que todo esté en orden para mi salida mañana temprano,
maletas listas, documentos listos, es extraño viajar en un vuelo comercial
rodeada de gente, pero sola. Hasta ahora, las veces que lo he hecho
consiente, han sido en vuelos privados por no tener documentación y
acompañada por alguien. 
Domm, se ha encargado de poner en orden todo eso, ahora tengo una
identificación oficial, visa, pasaporte y hasta licencia de conducir, aunque
no sé hacerlo, él quiso asegurarse que no me faltaran las identificaciones.
Entro en el dormitorio de Domm sin llamar, él me ha dado la confianza de
hacerlo, está sentado en su cama con la espalda recargada en la cabecera
acolchada, en cuanto me ve se quita las gafas de lectura y deja el libro sobre
el buró, me acerco y me siento a su lado.
—¿Puedo dormir contigo hoy? —Se sorprende por mi petición, nunca
hemos dormido juntos.
—¿Estás segura? —Asiento con la cabeza y levanta las sábanas para
que entre con él a la cama, me acomodo a su lado y lo rodeo con mi brazo
izquierdo.
—Arrúllame —susurro, necesito cariño sincero antes de ir a
enfrentarme con mis tormentos.
Canta la nana de cada noche y cepilla mi cabello, mi mente oscura
viaja al único momento de verdadera paz y tranquilidad que he tenido en mi
vida, aunque Domm canta una canción mi cerebro reproduce otra, una
melodía melancólica. Después de mucho buscarla en el internet di con ella,
Blair me ayudó a encontrarla, ahora sé cómo se llama, pero no la escucho,
solo tolero oírla en mi recuerdo, en el recuerdo de él tocando Claro de Luna
para mí. 
Mi árabe demente... cometiste un error al no asesinarme cuando
pudiste, creaste un ser más oscuro que tú.
Mi árabe frío... dudo que tu gelidez te ayude contra el infierno que voy
a desatar.
Mis árabes preciosos y peligrosos, les demostraré como es que se lleva
a cabo una verdadera venganza.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CONTINUARÁ…
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
Agradecimientos
Primero que nada, a ti que tienes este libro en tus manos, muchas
gracias por darle una oportunidad a esta historia.
A mi mamá, porque a pesar de su religión, desde el instante que supo
que Penumbra sería publicado me ha hecho sentir que está muy orgullosa de
mí.
A mis besties, Laura y Libni, por estar ahí conmigo en las tristezas y
en las alegrías, gritando y celebrando cada pequeño paso.
Gracias a Vic, por hacer realidad mi idea de la portada cuando casi
nadie la comprendía y ella logró plasmar lo que había en mi mente sin
mayor problema.
A Marta, que fue la principal promotora de Penumbra cuando aún se
llamaba Burdel y por ella es que la historia comenzó a despegar en las
plataformas digitales.
A las administradoras de mis grupos de lectoras, Alejandra, Milagros,
Gigi, Nicole y Jocelyn, sin ellas me volvería loca, hacen un excelente
trabajo apoyándome.
A Betzaidy, Berlín, Sthefany, Kathleen, Vinny y Saray por su apoyo,
porque siempre que quise un capricho para mis redes sociales, ahí estaba
alguna de ellas para cumplírmelo.
A las chicas que iniciaron conmigo esta aventura desde el capítulo
uno, a las que se agregaron a lo largo del camino y a las que decidieron
abandonarlo, todas me han dejado una enseñanza.
A todo el fandom que hace edits, videos o recomendaciones en Tiktok,
Instagram, Facebook y Twitter, porque me hacen sentir su cariño y apoyo
hasta en los momentos más difíciles.
Gracias a Editorial Blanco y Negro, por la oportunidad, pero sobre
todo, por el cariño y dedicación que le dan a cada uno de sus autores, el
proceso de publicación es intimidante y siempre estuvieron dispuestos a
orientarme de la mejor manera. Gracias Melanie.
Gracias por creer en mí y en lo que escribo.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

También podría gustarte