Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
2
Esta traducción fue realizada por un grupo de personas que de
manera altruista y sin ningún ánimo de lucro dedica su tiempo a
traducir, corregir y diseñar libros de fantásticos escritores. Nuestra
única intención es darlos a conocer a nivel internacional y entre la
gente de habla hispana, animando siempre a los lectores a comprarlos
en físico para apoyar a sus autores favoritos.
El siguiente material no pertenece a ninguna editorial, y al estar
realizado por aficionados y amantes de la literatura puede contener
errores. Esperamos que disfrute la lectura.
3
Indice
Sinopsis
Prólogo
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
4
13
14
15
16
17
18
19
20
Epílogo
Nota de la Autora
Sobre la Autora
¡Visítanos!
Sinopsis
De todos los misteriosos huéspedes que llaman hogar al Santuario, nadie es
más antisocial o retirado que Maxis Drago. Pero claro, es difícil mezclarse con el
mundo moderno cuando tienes una envergadura de cincuenta pies.
Hace siglos, fue maldecido por un enemigo que juró verlo caer. Un enemigo
que le quitó todo y lo dejó aislado para siempre.
Pero el destino es una perra, con un gran sentido del humor. Y cuando lanza
viejos enemigos hacia él y amenaza a la mujer que pensó muerta hace siglos,
vuelve con una venganza. Un día moderno de Nueva Orléans se ha convertido en
un campo de batalla para el mayor de los males. Y dos dragones deberán mantener
la línea o caer en llamas.
5
Hellchasers #7
Dark Hunters #25
Prologo
Arcadia, 2986 A. C.
No sé por qué te quejas así. Los seres humanos no son tan malos. A mí me gustan...
6
saben a pollo.
A pesar del peligro que les rodeaba y su amarga rabia por su última
"encantadora" situación y la traición que los había puesto aquí, Max tuvo que
contener su risa. Deja a Illarion encontrar el humor en el peor momento
imaginable. Pero entonces, era por eso que estaba arriesgando su vida, nivel y
garra para salvar a Illarion cuando todo sentido dragón que poseía le decía que
abandonara a su hermano y se preocupara por su propio maldito trasero.
Lo siento. Illarion trató de usar sus piernas humanas para caminar, pero las
débiles, desconocidas extremidades se doblaron debajo de él. ¿Cómo equilibrarse en
estas delgadas cosas, de todos modos? Él frunció el ceño hacia Max. ¿Cómo lo haces?
Y después de que todos esos pobres demonios fueran hacia problemas contigo en esa
cueva. Estarían tan decepcionados de ver que tus esfuerzos fueron en vano.
Lo juro por todos los dioses, Illy, si no dejas tus tonterías, voy a dejarte aquí.
Humanos.
Pero a pesar de que no eran los mismos en esta forma, seguían siendo los
mismos en corazón y espíritu. Y una cosa nunca, nunca cambiaría.
Illarion hizo una mueca cuando tropezó y cayó, arrastrando a Max con
él. ¿Por qué hicieron esto? ¿No es suficiente cazarnos y matarnos por deporte? ¿Habernos
esclavizado durante siglos? ¿Qué más quieren las alimañas humanas de nuestra especie?
1 Drakos: dragón.
Incluso ahora, se acordó de la vista del feroz dios acadio Dagon en su
armadura ennegrecida cuando Dagon le había atrapado con sus poderes arcanos.
—Fácil, Drakos —había dicho el dios mientras Maxis luchaba contra él y hacía
todo lo imposible por combatirlo—. Me agradecerás por lo que hago. Voy a hacerte
mejor. Más fuerte.
Pero esto no era ninguna de esas cosas. Nunca se había sentido tan débil o
vulnerable.
Tan perdido.
La magia nunca había jugado bien con la raza maldita de Max. Era por eso 8
que habían sido originalmente concebidos y cargados con sus deberes sagrados.
El débil ser humano murió aullando en agonía unas horas después del
lanzamiento de hechizos, mientras su cuerpo intentaba convertirse a la forma de
dragón. Aunque Max no había disfrutado de la transición a humano, había
sobrevivido a ello.
Apenas.
—¡Allí están!
Max maldijo entre dientes al oír humanos detrás de ellos. Trató de usar sus
poderes en ellos, pero así como estaba...
Inútiles.
¡Vete! Déjame.
¡Nunca! Mejor morir a tu lado tratando, que sacrificar tu vida para salvar la mía. No
te dejaré, hermanito.
Una lágrima corrió por la mejilla ensangrentada de Illarion mientras eran
invadidos por seres humanos, retomados y encadenados como los animales que
eran. Max luchó lo mejor que pudo. Pero ya que realmente no sabía cómo utilizar
su cuerpo humano, eso le sirvió de nada.
Somos drakomai. Somos kinikoi. Y si tengo que matar a todos los humanos y dioses en
este universo, por encima y por debajo, te juro, hermano pequeño, que volaremos de nuevo
9
en los cielos azules como hemos nacido para hacer, y viviremos sin ellos y sus miserables
maldiciones. Nadie nos detendrá.
Sin embargo, incluso mientras decía estas palabras, sabía que Illarion lo
haría. Algunas cosas eran mucho más fáciles de decir que de hacer.
Max se quedó inmóvil al oír la voz del rey de Arcadia mientras el anciano se
acercaba a su jaula oxidada. Era un tono brusco que Max había aprendido a
reconocer, a su más profundo pesar.
—¡No! —gritó el rey—. También son mis hijos. Incluso si nacieron de las
bestias, siguen siendo de mi línea de sangre real, sean sus corazones de mis hijos o
de una criatura sin mente fusionada con ellos. Son todo lo que queda de mi
preciosa Mysene, y nunca voy a deshonrarla. Tráiganlos a mí para que pueda
abrazar a mi sangre y la de mi reina caída. Quiero conocer a mi hijo lobo y a mi
hijo dragón y darles la bienvenida a este mundo.
10
Santuario
1
Nueva Orleans, 2015
Max resopló ante el ingenio seco de Dev Peltier mientras dejaba la rejilla
plástica para vasos limpios en el tatami para Aimee Kattalakis se lo llevara. Con el
pelo rubio de unos tonos más claros que Max, Dev era uno de los pocos hombres
en el Santuario que también era más musculoso.
Haciendo una pausa tras el mostrador junto a Dev, Aimee envolvió un largo,
11
agraciado brazo alrededor de la cintura de su hermano y arrugó la nariz hacia él.
—El término correcto es centro de salud mental. Ponte a ritmo con los
tiempos, viejo oso de cueva nudillos-lentos.
Max se rió del humor rápido de la were oso femenina. Una cosa sobre la
espinosa dueña del bar era que Aimee siempre mantenía a sus hermanos y
empleados en estado de alerta. Ella se apartó para recoger dos vasos de la caja y los
colocó en el estante debajo de la barra mientras cantaba la canción Metal
Jukebox. Para ser un oso, tenía la voz de un ángel.
Pero ninguno más que el afortunado hijo de puta de pelo oscuro al que ella
llamaba suyo.
Tomando su cerveza, Max arqueó una ceja ante la extraña observación, con
curiosidad por lo que le estaba pidiendo. 12
—¿Disculpa?
Como no quería ir allí por varias razones personales, Max se puso a romper y
limpiar los dispensadores de refrescos mientras Dev preparaba los grifos de
cerveza.
—Maldita sea. —Fang suspiró de nuevo. Luego alzó la vista con esperanza—.
Oye, si yo soplara accidentalmente pimienta en tu cara, Max, y tú estornudaras,
¿cuáles son las probabilidades que arrojaras fuego sobre él?
—Entonces, ¿de qué sirve tener un dragón que escupe fuego a mano?
—Todos ustedes son tan malos. —Frunciendo el ceño, Aimee puso su mano
sobre su distendido estómago y tomó aliento bruscamente.
—¿Estás bien?
Aimee vaciló.
Como Aimee, Sam era compasiva y amable cuando se trataba de los demás,
ya fueran personas, animales o una mezcla de los dos.
Tan pronto como el embarazo de Aimee se había hecho público, Sam y Dev se
habían trasladado de vuelta al viejo cuarto de Dev en la casa Peltier de al lado para
calmar los temores de Dev, ya que se preocupaba como una anciana por la salud y
el bienestar de su única hermana. No que Aimee lo necesitara. Con once hermanos
relacionados por sangre, aún más por cariño y amigos cercanos, tenía más de su
cuota de hombres que querían ayudarla a levantar cualquier objeto en cualquier
lugar, y trinchar las partes del cuerpo de su marido por arriesgar su vida con un
complicado embarazo híbrido.
Aimee gimió ante su peor temor sobre que sus hijos híbridos de oso y lobo
pudieran lucir así.
Haciendo estallar la tapa de la cerveza, el oso la miró con una mueca aún más
feroz.
—No Rémi... Cherif. Maldita sea, Aims, por lo general eres la única que
puede diferenciarnos. ¿El embarazo echó a perder tus células cerebrales?
—Lo siento, Boo. Por la forma en que has estado con el ceño fruncido toda la
noche, habría jurado que eras Rémi.
—Sí, bueno, ¿qué esperabas? Ustedes me dejaron arriba con Etienne toda la
noche. Ha estado follando hasta agotar mi último nervio como si esa fuera la única
mujer que ha visto en cien años. Lo juro, mamá debería habernos hecho un favor a
todos y comerse ese cachorro al nacer. Por lo menos habría salvado mi humor... y
cordura. Tienen suerte de no estar llevándome por asesinato justo ahora.
—Aquí, aquí. —Dev chocó botellas con él—. ¿Dónde está el pequeño idiota?
—Terminando una mano de póquer con Eros. Espero que gane y el dios lo
lance contra la pared en medio de la ira. Ese es un lío al que me ofrezco como
voluntario para limpiar.
—Oh, Dios mío, ¡son horribles! Estoy tan contenta de que ames a tu hermano.
Fang rió.
Fang palideció.
—Uh, no. Nunca. No soy un lobo tonto y no tengo ningún deseo de dormir
en una caseta de perros esta noche.
De repente, se produjo un fuerte ruido arriba que les dijo que Cherif podría
haber conseguido su deseo de que Eros matara a Etienne por ganarle. Pero no fue
el inesperado ruido lo que hizo que el pelo en la parte posterior del cuello de Max
se parara. Fue una fisura en el aire que no había sentido en siglos. Una que
atravesó su espalda como una trituradora.
No podía ser.
Esta noche, Serre Peltier se había retirado de ese deber. Rubio como sus
hermanos y hermana, era una versión ligeramente más pequeña de los quads, lo
que significaba que era todavía más grande que la mayoría de las criaturas. Pero
aún así, no había logrado impedir que su trasero fuera pateado por las recién
llegadas de Arcadia que lo derribaron delante de su grupo.
Eso en cuanto a acatar la eirini, o las llamadas Leyes de la Paz, que Savitar y
la Omegrion habían establecido para su especie.
Fang se movió para estar cara a cara con la guerrera perra mientras Max
cubría a Aimee.
Sam se puso al lado de Fang. Con sus manos enguantadas en las caderas,
enfrentó a las mujeres con la abierta hostilidad de alguien dispuesto a luchar.
—Soy Samia, Basilinna de los Thurian Riders, nieta de Hippolyte, que era la
hija de Ares. Declárate.
Samia se burló.
Nala apretó su agarre en su cabello. El dolor debe haber sido grave, ya que un
momento después, Serre cambió involuntariamente a su forma de oso
original. Algo que sólo ocurría cuando los Katagaria tenían severo dolor o sufrían 17
una descarga eléctrica.
—¡Esperen!
Su sangre.
Luciendo como una gran reina envuelta en un manto color rojo, marrón y con
plumas de oro, una exuberante figura de hermoso cabello castaño cobrizo bajó las
escaleras. Un velo rojo caía sobre su cara para formar un pico afilado que protegía
sus ojos.
Las amazonas se separaron para dejar paso a través de ellas y que pudiera
acercarse a su reina. Para los ciegos seres humanos, su armadura parecería pintada
con escamas de bronce. Sin embargo, no era así. Esas eran escamas bronceadas y
conservadas de dragones Katagaria muertos, y su marca como una de las
cazadoras de dragones más viciosas de su tribu.
La campeona de su reina. 18
Seraphina golpeó su pecho en señal de saludo y bajó la cabeza.
Nala vaciló.
—¿Está él aquí?
—Voy a destripar a ese demonio. —Y con eso, condujo a sus guerreras al piso
de arriba.
Su mano se calentó con la familiar quemadura. Algo que sólo ocurría cuando
dos compañeros se encontraban de nuevo después de una larga separación.
Decidida, se dirigió hacia él, sólo para que su camino fuera bloqueado por la
otra amazonas en la habitación.
—Oh, sí, lo hay. —Ella levantó la mano para que Samia viera la marca del
dragón en su palma—. Estoy aquí por mi compañero.
2
Max maldijo mientras esas palabras cortaban el silencio inmediato y se hacían
eco en la habitación. Toda la atención se dirigió directamente hacia él mientras
quedaban boquiabiertos al cómico unísono.
Antes de que Max pudiera pensar en escaparse, Dev tomó su mano entre las
suyas y la revisó para ver la marca correspondiente. Chasqueando la lengua, negó
con la cabeza con desaprobatoria condescendencia.
Empujó a Dev por su mala imitación de Ricky Ricardo. Dev se rió con buen
humor. Nada realmente inmutaba a ese enorme hijo de puta. 20
Aimee se alejó de donde había estado revisando la nariz rota y los labios
sangrantes de Serre.
—¿Es eso cierto, Max? ¿De verdad estás emparejado con... ella? —Por la
forma en que vaciló, era obvio que había tenido que luchar por usar un término
más cortés.
—Sí, los dioses odian mis entrañas. Y tienen un sentido del humor enfermo.
—De ahí la prueba viviente delante de ellos.
Cherif resopló.
En realidad, habría preferido mucho más ser gay que verse obligado a su
celibato involuntario. La peor maldición de su especie era que los varones
emparejados eran físicamente incapaces de dormir con alguien más que sus
hembras apareadas. Una vez que las Parcas les asignaban un compañero, no
podían tomar ninguna otra, siempre y cuando esa compañera viviera. El enlace
definitivo.
Sí, claro. Fui a la guerra a entrenar para mi matrimonio... solo para que ellos
nunca hubieran funcionado del todo bien para ninguna de las partes.
Lamentablemente, eso sólo sucedía dos veces al año, y se podía decir por su
postura cabreada que no había suerte esta noche. 21
A menos que ella fuera a destriparlo. Eso podría ser interpretado como un
paso adelante respecto a su situación actual de celibato.
—Te dije todo lo que tenía que decirte hace mucho tiempo.
—Yo no, y tengo serias dudas que tú lo hayas hecho. Diablos, incluso estás
con la misma ropa que tenías la última vez que te vi. ¿Y eso ha sido hace
cuánto? ¿Tres mil años? ¿Más o menos?
Ella lo miró.
—Y ahí está el resplandor de odio en tu mirada que tan bien recuerdo. Punto
hecho. Todo es igual. Ahora allí está la salida. —Él se dirigió hacia la puerta que
conducía a la cocina.
—No, Maxis. Es muy diferente. Por favor. Tengo que hablar contigo.
Él arqueó una ceja ante eso.
—Wow, esa es una palabra nueva para ti. No tenía idea de que siquiera
estaba en tu vocabulario. —En el pasado, ella siempre lo había tratado como un
animal sin cerebro al que estaba condenada a estar acerca. Uno que tenía que
entrenar para que no meara en su alfombra o masticara sus muebles.
Con un poco curiosidad por lo que la había traído a este período de tiempo,
echó un vistazo a Fang.
—Si estoy muerto para la luz del amanecer, lobo, persíguela y estruja su
garganta.
—No creo desear saber qué tipo de sexo de dragones viene con ese tipo
de advertencia. Me alegro de ser un oso emparejado a una hermosa mujer.
Max ignoró el comentario seco de Dev. También sabía que no debía llevar a
Seraphina cerca de su hermano menor, que estaba durmiendo en el ático de Max...
en forma de dragón. Lo último que quería hacer era dañar más a Illarion. Su
hermano pequeño había tenido suficiente. 22
Su trabajo consistía en proteger a su familia.
Esperó hasta que ella estuvo adentro antes de encender la luz y cerrar la
puerta de la espartana sala pequeña.
¿Lo peor? Todos los recuerdos de las horas que habían pasado juntos cuando
no estaban peleando e insultándose el uno al otro y a su herencia lo inundaron de
nuevo. Las horas en que ellos dos habían estado metidos en su tienda, riendo y
bromeando.
Seraphina trató de concentrarse en por qué estaba allí. Por qué estaba tan
desesperada por hablar con su enemigo. Pero Maxis no estaba haciendo esto fácil
para ella. ¿Cómo podía haber enterrado el recuerdo de cómo de increíblemente
guapo y sensual era Maxis? ¿De cuánto la afectaba su presencia?
Peor aún, tenía la cabeza inclinada hacia abajo y daba vueltas alrededor de
ella como si fuera una presa que quería devorar. Y eso la estaba dejando sin aliento
y poniéndola caliente contra su voluntad.
—¿Deja qué? —Su retumbante voz de barítono profundo era un reto. Nadie
tenía un acento como él. Las palabras salían de su lengua como si las poseyera.
Sí. Por supuesto que lo hacía. Era lo que todos los hombres Drakos hacían
para largar sus irresistibles feromonas e intoxicar a cualquier mujer que
ansiaran. Era por eso que ese feroz depredador era tan fascinante, y lo
sabía. Ninguna criatura nacida había tenido nunca un señuelo tan seductor similar
al de un dragón masculino de plena madurez. Era parte de lo que los hacía tan
increíblemente peligrosos.
Oh queridos dioses...
¿Cómo lo hacían? ¿Era algo con lo que los dragones nacían o apartaban a los
varones jóvenes y se los enseñaban? Todo su cuerpo cobró vida como si estuviera
en el fragor de la batalla. O desnuda en su cama. Era tan intenso que ni siquiera
pudo protestar cuando él le quitó el casco y lo dejó caer al suelo. O cuando liberó
su pelo para que cayera sobre sus hombros. Lo único que podía hacer era apoyarse
contra él y rendir su peso a su hipnótica danza primitiva. 24
Sin aliento, sintió su dureza contra su cadera mientras él le rodeaba la cintura
con el brazo y bajaba la cabeza para rozar sus labios contra su cuello. Su garganta
se secó y cada parte de ella ansiaba sentir sus manos sobre su cuerpo.
No humanos.
Más apasionada.
Fiera...
Ella debería haber sabido que no era humano la primera vez que se
vieron. Normalmente lo habría hecho, pero, al igual que toda su especie con la
mayor debilidad que tenían, había estado en la cima de su ciclo
reproductivo. Como los humanos, los dragones podían tener sexo en cualquier
momento que querían, y muchos lo hacían, sobre todo porque no podían quedar
embarazadas hasta que encontraran a sus compañeros.
Pero cada seis meses, las mujeres entraban en un período fértil donde eran
conducidas a aparearse contra toda razón y cordura. El impulso era tan fuerte que
era imposible para ellas pensar en otra cosa. Era lo que había llevado a muchos de
los mitos con respecto a las amazonas. Era un momento en que llegaban a las
ciudades para ningún otro propósito que el de encontrar hombres para saciar sus
ansias bestiales. Un momento en el que la falta de machos fértiles elegibles en sus
clanes conducía a la guerra con sus vecinos con una furia frenética.
Era malo para ellos antes de que las Parcas crearan un vínculo de
compañeros. Una vez que se seleccionaba y ordenaba ese compañero, el ansia por
aparearse durante su periodo fértil era aún peor.
Él tomó su oreja entre sus dientes para cortarla suavemente mientras frotaba
su entrepierna hinchada contra su cadera. Luego le dio un beso en su preciosa
mejilla... Su aliento atormentando su carne con su calor.
—No soy tu puta o un mueble. Por encima de todo, no soy tu perro para
seguir tus órdenes.
—¿Disculpa?
—Te dije cuáles eran mis condiciones para el matrimonio. Una asociación. No
la esclavitud y servidumbre a tus caprichosas y arbitrarias reglas de la irrazonable
ley amazónica. ¿Y tú qué hiciste? Elegiste despiadadamente a tu tribu por encima
de mí. Y todavía llevo esas cicatrices.
—Te dije cuando nos emparejamos que yo con mucho gusto te daría mi corazón, mi
vida y mi amor, pero que cuando lo hiciera vendría con una condición. Nunca abusarías de
mí. El amor no es abuso. Y me has hecho daño por última vez, mi señora. He terminado
contigo. Para siempre.
Deja de ser una cobarde. Tiene que saberlo. Tiene derecho a escucharlo de tus propios
labios.
Y como él se dirigía hacia la puerta para salir, no tenía más remedio que
soltarlo para él.
27
3
Max parpadeó lentamente mientras las palabras de Seraphina le golpeaban
como un mazazo. Durante un minuto, no pudo respirar mientras las asimilaba y
comprendía su completa implicancia.
—¿Hijos?
—Hijo e hija.
La habitación se inclinó. Sí, eso era realmente lo que había querido decir. No
la había entendido mal. Max extendió la mano y se apoyó contra la pared mientras
se esforzaba por comprender todo lo que le estaba diciendo. Él era padre.
28
—No lo entiendo.
Nada cambia jamás. Y esa, justo allí, era la razón de por qué se había alejado y
dejado atrás el único hogar verdadero que jamás había conocido. El por qué no
había tenido elección. Para ellos, para ella, él no era más que un animal sin razón
que debía ser controlado y confinado. Algo para ser colocado en una jaula y
alimentar con sobras. O para ser brutalmente sacrificado.
Se había visto obligado a irse antes de que hubieran tomado el último vestigio
de su cordura, junto con lo que había quedado de su destrozado orgullo.
Estúpidamente había pensado todo este tiempo que ella ya se lo había quitado
todo.
—Yo iba a hacerlo esa noche... ya sabes... más tarde, pero hacía rato que te
habías ido. No tenía forma de rastrearte.
No pudo estar más equivocado. Seraphina nunca había sido otra cosa que su
propio infierno personal. 29
—Podrías haber enviado a una de tus hermanas —escupió esa odiada
palabra—, en mi búsqueda.
Era como decía. Tan furioso había estado en aquel entonces, que lo más
probable era que las hubiera asesinado antes de que pudieran hablar. Sólo el
tiempo y la distancia, y la sorpresa absoluta, le habían permitido perdonarles la
vida al llegar aquí esta noche.
—¿Sus nombres?
—Haydn y Edena.
Ella asintió.
Max maldijo entre dientes. La única razón por la que Nala sabía de su marca 30
Dragonbane que traicionaba su miserable herencia y su maldición era por la noche
en que Sera le había entregado a su reina para que le disciplinara públicamente y le
ridiculizara.
Sí, claro. Su lealtad a esas perras era absoluta. Una lección aprendida de la
manera más dura imaginable.
Poniéndose de puntillas, ella apretó sus senos contra su pecho y hundió una
grácil mano en su pelo. Esas largas uñas elegantemente limadas rasparon su piel,
poniéndole aún más duro y volviéndole más desesperado por la última cosa que
podría hacer con ella.
Sí, lo habría hecho. Con cada onza de sangre vital que poseía. Si sólo ella
hubiera sido tan leal a él. 31
Incluso ahora, luchaba por no tocarla. Por permanecer completamente
inmóvil y envuelto en el odio que necesitaba sentir con el fin de protegerse y no
permitir que ella le lastimara aún más. No sólo había arrancado su corazón, le
había alimentado con él.
Un triste ceño delineó su frente mientras pasaba los dedos por el pelo en su
nuca. Eso hizo que escalofríos corrieran a lo largo de su cuerpo y encendió todas
las hormonas que poseía.
—Echo de menos tus trenzas y plumas. Te ves tan extraño con este pelo corto
y esa ropa rara. Pero no estás menos feroz o guapo.
Él echaba de menos los días en que tontamente había pensado que podrían
tener un futuro juntos. Cuando había creído estúpidamente que lo amaba y estaba
tan comprometida con su unión de apareamiento como él.
—Háblame de este demonio que tiene a mis dragonets. ¿Por qué viene tras de
mí?
—Porque eres drakomai, creen que estás protegiendo algún objeto que el
demonio necesita para vengarse de un Daimon llamado Stryker. El demonio robó
algo que se llama la tabla Smaragdine y…
¿Si era importante? No podía creer que ella hubiera preguntado eso.
—Ya que contiene las palabras para deshacer la creación del mundo... Un
poco.
—¿Hablas en serio?
Y ella cruelmente había despreciado eso por un grupo de perras que carecían
de todo entendimiento de verdadera lealtad.
Deseando poder cambiar lo que había pasado entre ellos, acarició con la
mano el área de su muslo donde había sido marcado como un joven drakomas6.
—¿Dónde están mis dragonets? —Por su tono de voz, sabía que tenía la
intención de ir tras ellos. Solo. Pero entonces, esa era la naturaleza de su bestia.
Se burló.
—Que lo intenten.
Tan valiente.
Tan estúpido.
Y aun así esa vieja luz ardía en el fondo de sus feroces ojos, sin miedo. Nada
podría disuadir a un dragonswain7 cuando se decidía por un camino. 33
Incluso si era uno de suicidio.
Se puso rígido mientras la furia volvía a sus ojos y sus mejillas se oscurecían,
advirtiéndole que estaba apenas aferrándose a su forma humana.
Más bien, esa arrogancia distante le había hecho señas contra todo sentido
común. Y, por supuesto, que poseyera el mejor cuerpo y la cara más hermosa de
cualquier hombre allí era un aliciente. Aún mejor, esas largas piernas y brazos le
habían dicho que era mucho más alto que el hombre promedio. Algo que ella
siempre había encontrado deseable y sexy. Irresistible.
Esa había sido la noche más increíble de su vida. Ella debería haber sabido
por su resistencia, destreza, habilidades y cicatrices, que no era humano. Pero la
verdad, había estado demasiado agradecida por encontrar a un hombre con el que
finalmente pudiera saciar la dolorosa hambre en su interior como para
cuestionarlo.
—¿Eres un Were-Hunter?
—No exactamente.
—¿Arcadiano?
—No.
—¿Katagaria?
—No.
¿No? Incluso más enferma del estómago, sólo podía pensar en otra espantosa
posibilidad.
—No lo entiendo. —Comparó sus marcas otra vez y eran idénticas. Ninguna
de las dos había estado allí antes. Eran sin duda las marcas de emparejamiento
únicas de los Draki—. Si no eres Arcadiano, Katagaria o humano, ¿qué eres?
¿Cómo es que estamos emparejados?
—Por un trío de perras viciosas que nos odian a ambos y envidian el aire que
respiramos. 36
Fue entonces que le había explicado que era un verdadero nacido dragón que
había sido capturado y deformado por un antiguo dios y el rey que había
comenzado su raza para salvar a sus hijos y que ellos no murieran horriblemente
como su esposa lo había hecho.
Ahora aquí, siglos más tarde, se paraban como eternos enemigos acérrimos.
Él un drakomas nato.
Eso fue sólo el comienzo de sus diferencias; la mayor de ellas era que él era el
dragón que había fundado su raza. El Dragonbane, la única criatura por la que
cada Were-Hunter vendería su alma por matar. Otra marca en su cuerpo que no
había visto hasta después de que hubieran consumado su emparejamiento y
mientras Maxis se vestía. En el momento en que sus ojos habían caído en la marca
con forma de dragón que se arrastraba fuera de su huevo estaba escondida debajo
de los cabellos en su muslo izquierdo, había sabido su significado al instante.
Maxis era el Drakos marcado, el primero de su raza que había matado a otro
Were-Hunter en salvajismo y a sangre fría. Asesinado, se rumoreaba, sin razón
alguna.
La única bestia que todos los Were-Hunters querían desollar vivo y por la
cual reclamar la recompensa. Su vida había sido la primera por la que el
Omegrion, el consejo que gobernaba a su pueblo, se había reunido para denunciar
y exigir una sentencia de muerte.
Y él era su compañero.
El creador de su raza.
Haciendo una mueca por la crueldad de las Parcas que la habían jodido en
serio, Seraphina tragó saliva antes de hablar de nuevo. 37
—Sé que si bien es la naturaleza de mi especie reunirse y permanecer juntos,
de luchar como un grupo, tu raza es solitaria. Pero…
Aún más agitado por la vulgar insinuación, Max soltó un gruñido que era
único de su raza. Un signo que los padres utilizaban para corregir a sus errantes
hijos, por lo general precedido por una paliza.
—Ya que nos emparejamos siglos antes de que nacieras, habría pagado
dinero por verte hacer eso.
Fang resopló.
—¿Que puedo decir? Mi esposa siempre está quejándose de que soy el que
peor se comporta de todos sus hijos. Y teniendo en cuenta el hecho de que uno de
su prole rebelde es Dev, eso lo dice todo. —Su sonrisa se amplió a un nivel
irritante—. Y con esa anotación, flotaré hasta la planta baja para darles espacio
para discutir a fondo este infierno de genialidad. Háganme saber si tengo que
ocultar órganos más tarde o si hay salpicaduras de sangre que tenga que limpiar...
traten de no derramar hemoglobina en cualquier cosa que tiña. No quiero escuchar
a Quinn quejarse sobre repintar.
Seraphina miró ida y vuelta entre las dos especies diferentes de dragón antes
de poco a poco acercarse a Blaise y olerlo. Extraño. Olía más humano que dragón.
—Nuestra madre era tan exigente como una amazona en celo y tenía la moral
de una de ellas también.
Ella lo miró.
—La cual es la única razón por la que alguna vez pudiste haber sido
considerado digno de una de nosotras.
Él ignoró el comentario.
—¿Por qué?
—¿Y Merlín?
Max sabía que eso también carecería de sentido para ella, ya que era muy
anterior a Arturo y todas las leyendas que rodeaban al rey fey medieval y su corte.
—Una vez más, te recuerdo cómo nos separamos. Te rogué venir conmigo
para comenzar nuestra propia familia en paz, juntos, lejos de la política corrupta de
tu tribu de la cual tú sabías y acordaste que estaba mal, ¿y qué hiciste? Me
arrastraste del cuello con tu reina y me entregaste a su cuidado tierno y
amoroso. Así que dime por qué debería haber desafiado a los dioses que te
castigaron por su rebelión y arriesgar la vida para liberarte después de lo que todas
ustedes me hicieron.
Y eso sólo la enojó aún más. No con él, sino consigo misma... que desquitó
con él por hacerla sentir de esta manera, por recordarle la vergüenza que ella
ocasionó para sí misma por su parte en la farsa de su juicio por negligencia y
castigo.
—¡Te odio! Si no fuera por mis hijos, no estaría aquí.
La parte más triste era que no dudaba de eso. Él era, después de todo, un
animal. Una serpiente reptil. Su naturaleza despiadada de sangre fría era lo que le
había hecho ser el Dragonbane marcado.
Confundirlo con un humano era lo que la había metido en este lío. No podía
permitirse nunca a sí misma olvidar una vez más que al final del día, no había
nada humano en él. A pesar de que podía llevar la piel de un hombre, su corazón
era y siempre sería el de una serpiente dragón alado.
Una nacida de un vacío huevo frío, no del tibio vientre nutriente de una
madre.
Él no había sido sostenido y cuidado cuando era bebé. Nunca había sido
protegido o amado. A los pocos minutos de su solitario nacimiento, se había
abierto camino fuera de su huevo y cometido su primera muerte para poder
41
vivir. Se había metido en el cuerpo de su presa para poder estar un poco caliente
mientras roía sus entrañas.
—Suertuda —dijo Blaise en voz baja, luego más fuerte—: Está relacionada
con los Tuatha Dé Danann, y es una reina sidhe oscura.
—Si alguna vez cruzas su camino, querrás evitarla. —El tono de Maxis era
plano y seco—. A pesar de que eres Arcadiano, ella tomará tu corazón al igual que
con nosotros y lo utilizará para sus hechizos.
—Claro.
—Max…
—No hables. Esto es algo que tengo que hacer sin ninguno de los dos en mi
camino molestándome en el proceso. Illarion todavía se está ajustando a este
mundo y tiempo. Él no necesita que lo dejen por su cuenta en este momento.
—Lo sé.
Y en su mente, lo vio en la fosa como ella lo había dejado la última vez que lo
había visto en su tribu. Casi muerto. Sangrando a causa de ella y lo que le había
hecho.
Eres incapaz de comprender. Sólo eres un tonto animal. Incluso le habían arrojado
piedras o palos para alejarlo cada vez que se acercaba a ellos, como si fuera un
cuervo o alguna otra molestia alimaña que no querían alrededor.
Ni una sola vez él se quejó de eso con ella. Simplemente se había alejado en
silencio, con la cabeza alta. Sus ojos atormentados.
Era por eso que había hecho todo lo posible para no mostrarles su verdadera
forma. Más bien, se había quedado en su cuerpo humano mientras físicamente
podía hacerlo. Hasta que había estado tan débil y enfermo que no podía soportarlo
más. Entonces él buscaba privacidad para cambiar por un breve respiro y
dormir. En algún lugar oscuro y aislado, para que nadie de su tribu viera su
cuerpo real, como si lo que hiciera, lo que realmente era, fuera innatamente malo y
grotesco.
Prohibida.
En toda su larga existencia, Maxis había sido el único que había hecho este
tipo de sacrificios por ella. El único que alguna vez había puso sus necesidades por
encima de las suyas.
Y le había dado las dos más grandes bendiciones de su vida. Haydn era tan
parecido a su padre, no sólo en forma y manierismos. Él tenía la misma lealtad y
honor. Esa necesidad de proteger todo lo que amaba por encima de todo, como si
fueran objetos sagrados.
A diferencia de Maxis y sus hermanos, sus dos hijos eran Arcadian. Nacidos
humanos y entrenados para ser cazadores de dragones como ella y su pueblo. Nala
y las demás habían sentido una emoción morbosa por el hecho de que ambos eran
de los mejores cazadores de su tribu.
Cuando Edena había cometido su primer asesinato, habían celebrado con una
alegría entusiasta que todavía enfermaba una parte del alma de Seraphina.
Max maldijo en voz baja mientras Blaise se movía para bloquear la puerta.
Blaise farfulló.
—No soy una mandrágora, Blaise. ¿Tienes idea de cuánto tiempo ha pasado
desde que he matado en mi verdadera forma? ¿Cuánto he perdido? Durante
mucho tiempo me he visto obligado a vivir en una jaula. ¿Quieren una
batalla? Que vengan. Esto es para lo que fui engendrado. Si verdaderamente es un
dragón nacido lo que quieren, entonces yo digo que deben enfrentarse a uno real y
no los maricones mestizos con los que han estado luchando. Déjenlos probar mi ira
ardiente mientras los envío directamente a sus respectivos infiernos.
Nada más.
—Bien, entonces. Sangraré por todo el lugar y haré que Quinn se cabree
contigo cuando tenga que volver a pintar la habitación.
—Lo juro por los dioses... —Tomó Blaise y lo sentó físicamente al otro lado
para poder pasar. Cuando empezó a atravesar la puerta, Blaise soltó un estridente
grito inquietante.
Con un gruñido feroz, Max volvió atrás y cubrió la boca de Blaise con su
mano.
—¡Para!
Blaise lo mordió.
Ella no tenía ni idea de qué era eso hasta que la puerta se abrió para mostrar
otro dragón masculino. Un poco más alto que Maxis, tenía largo pelo color marrón
generosamente salpicado con reflejos castaños. Estaba despeinado por el sueño. A
pesar de que estaba completamente desarrollado y era musculoso, frunció el ceño
hacia ellos como un niño pequeño e irritable que estaba enojado por haber sido
despertado.
¿Qué demonios están haciendo ustedes dos, crías? Pensé que estaban bajo ataque. Las
palabras densamente masculinas se susurraron en su mente como si las proyectara
allí. Se rascó la barba en la mejilla. 46
Blaise empujó a Maxis.
—Él está planeando dejarnos atrás e ir a luchar contra unos demonios por su
Dragonswan solo. Dile lo estúpido que es. Yo ya lo intenté y él es demasiado
estúpido para escuchar.
El dragonswain arqueó una ceja ante eso. Su fuerte mirada de acero se posó
en ella y se estrechó con una sed de sangre que la asustó. Sacudiendo la cabeza,
dejó escapar un suspiro de frustración mientras le daba una mirada de furia a
Maxis.
—¿Disculpa?
Esto simplemente no es justo. Yo perdí a mi Edilyn y sin embargo, ¿esta perra vive y
vuelve? ¿Por qué, dioses? ¿Por qué?
—Podría ser.
No entiendo por qué sigues protegiéndola. Ella nunca ha traído nada más que un
infierno absoluto de miseria a tu puerta. Tú mismo me dijiste que apenas podía mirarte
cuando vivían juntos. Así que ¿por qué estás tan ansioso ahora por morir a su
mando? Déjala podrirse en el lío en que esté metida. Le hará bien y es todo lo que se merece.
Seraphina se estremeció ante una verdad que ni siquiera se había dado cuenta
de que Maxis había notado. Para su vergüenza, Illarion tenía razón, había tenido
un mal rato mirando a su compañero cuando compartían una casa.
47
—¡Basta, Illarion! Ella es la madre de mis hijos y no voy a soportar una
palabra tuya en contra de ella.
Su mirada pasó de Maxis a atrapar la de ella con una frialdad que envió
escalofríos por su espina dorsal.
En lugar de proteger a su raza, Max, deberías haberle cortado la garganta a esta puta
desagradecida y comerte a sus nonatos cuando tuviste la oportunidad. Salvarnos de toda la
miseria y el dolor que nos han causado desde entonces. Por no hablar de la indigestión y las
úlceras.
Agradece ser su compañera. Eso evita que mi mano arranque tu corazón y se haga un
festín con él... Arcadiana. La forma en que escupió la palabra en su mente la hizo
sonar como la peor clase de insulto.
No estás ayudando a su causa, hermano. Únicamente me recuerdas por qué los odio a
todos y con qué saña se la llevaron lejos de mí... Ahora, ¿qué es esta locura infernal en la
que estás?
Max lo miró.
—Eres el único ser vivo que puede hablar conmigo de esa manera y no ser
destripado en el suelo.
Antes de que nacieras, Blaise, yo fui el que encontró a Max después de que su tribu
casi lo castrara y desollara vivo. Tenía una amordazada con un collar metriazo que limitaba
su capacidad de utilizar su magia en modo alguno. Ni siquiera podía transformarse para
curarse a sí mismo. Si yo no lo hubiera encontrado cuando lo hice, él habría muerto. Dudo
que hubiera durado otras tres horas en la condición en que estaba.
Blaise aspiró bruscamente ante lo que eso significaba y Seraphina cerró los
ojos con dolor y horror. Lo que Illarion no sabía era que odiaba su propio ser por la
parte que había tenido en eso, mucho más de lo que jamás imaginaría. Era un 48
momento que la había perseguido día y noche. Y, en particular, cada vez que había
mirado los rostros de sus hijos y tenido que explicarles por qué su padre no estaba
con ellos.
Que todo era su culpa y que nunca debían culparlo a él por ello. Ellos sabían
que ella no lo culpaba. ¿Cómo podría?
Ahora, incluso Blaise la miró. ¿Qué podía decir? ¿Que no se suponía que
debían hacer eso? ¿Que ella había luchado contra sus hermanas para que dejaran
de torturar a su compañero, y sólo había dejado de luchar contra ellas por miedo a
abortar a sus hijos? Había estado tan horrorizada por sus acciones contra Maxis
como sus hermanos ahora.
Pero ella había estado impotente para detenerlo. ¿Sinceramente? Nunca había
superado su propio sentido de desesperanza de ese día. Esa sensación de cuán
poco control tenía. Había sido la lección más dura de su vida.
Maxis rompió entre sus hermanos para acercarse a ella. Para su sorpresa,
levantó suavemente su barbilla hasta que encontró su mirada embrujada.
Eres el único padre que he conocido. Y eres mi mejor amigo. No voy a dejarte luchar 49
solo.
Blaise asintió.
Blaise asintió.
—Lo siento.
Él se encogió de hombros.
—No lo hagas. Lo superé. Y dada la maravillosa personalidad de mi madre, y
el temperamento oh-tan-bueno de mi padre, lo prefiero antes de haberme quedado
con uno de ellos. Normalmente, sólo le digo a la gente que no sé nada de mis
padres y dejo las cosas así. Es más fácil que lidiar con su pena por algo que
realmente no me afecta.
—Amamantándolo.
Seraphina había hecho una pausa para mirar hacia él cuando se dio cuenta de
que iba en serio.
—Es lo que hace una madre con su hijo para darle de comer. ¿A ti no te
amamantaron?
—No. Nunca. Sólo era alimentado por los demonios cuando estaba enfermo y
sólo vi a mi madre una vez, cuando volví a mi nido para enterrar a mi piel y ella
estaba poniendo más huevos allí. Al principio, le pareció que era un
intruso. Cuando la ahuyenté, cortó mis alas como castigo y me dijo quién era.
Había estado tan desconcertado por ella como ella por él.
Daba a luz a sus hijos y los dejaba a su suerte. Si vivían o morían era
exclusivamente asunto de ellos.
—Si tuviéramos hijos, ¿les darías el pecho a mis dragonets de esa manera?
—¿Qué?
—Estoy contento de tener una madre para mis dragonets Arcadianos. Tal vez
los dioses finalmente me han perdonado.
—¿El qué?
Ella nunca había entendido realmente qué quería decir y él se había negado a
explicarse más a fondo.
Ahora, Seraphina miró a los tres hermanos dragón que nunca habían
conocido el tierno toque de amor de una madre. Nunca habían conocido lo que era
una verdadera familia. No que ella lo hubiera experimentado mucho. Su propia
familia había sido brutalmente asesinada por un ataque de dragón al cumplir ella
los catorce años. El último acto de su madre había sido envolver su capa de dragón
alrededor de Seraphina y empujarla a una pequeña lomada donde los dragones no
podían llegar. Hecho de las escamas de los dragones que su madre había matado,
eso había protegido su joven cuerpo del fuego del dragón que arrasó con su aldea.
Pero ese acto había dejado a su madre expuesta a su furia y ataque.
Y ella murió en agonía, intentando todo lo posible para salvar a sus hijas y su
tribu.
Era por eso que Seraphina odiaba tanto a los Katagaria y se había
comprometido a verlos en sus tumbas.
Gruñendo con furia, ella se puso a horcajadas sobre él, con toda la intención
de tomar su oferta. Pero al mirar a esos ojos tranquilos, receptivos, humanos que
esperaban por su golpe mortal, había sido incapaz de hacerlo. Mientras que ella,
como su madre anteriormente, había dado muerte a incontables dragones en la
batalla, nunca había asesinado a un hombre. 52
No a sangre fría.
Como si hubiera leído sus pensamientos, él cubrió su mano con la suya sin
miedo y presionó la hoja contra su garganta. Tan cerca, que había extraído su
propia sangre.
Su mirada había ido de sus ojos a las cicatrices en su cuerpo de sus batallas
contra su pueblo. Cada pensamiento en su mente le había gritado que le quitara la
vida, que acabara con él en ese mismo momento.
Él es un animal. Un enemigo…
Más bien, habían sentido un placer perverso por meterse entre ellos todos los
días hasta que Maxis finalmente había tenido suficiente de ella y su pueblo y se
había ido con su corazón destrozado por la traición.
A confiar.
Por encima de todo, le había enseñado a reír y vivir de una manera que no
sabía que existía.
—El hechizo que quieren requiere el corazón del padre de nuestra raza. El
primogénito Apolita-Dragón que derramó la primera sangre.
El Dragonbane.
Max miró a Illarion y reconoció el secreto que los dos habían compartido
durante cinco mil años. No sólo estaban unidos por la sangre de su
madre. También lo estaban por un príncipe y su panteón de crueldad salvaje.
—Tengo una muy buena idea, ya que tienen Tabla de Esmeralda de Haydn.
—Si tienen éxito en eso, cariño, no son sólo tus hijos a los que matarán. Si no a
toda criatura que tenga una onza de energía luminosa en ella.
Lo cual significa todos nosotros, todos los que amamos y también algunos a los que no
somos tan aficionados.
55
5
—¿Le diste los niños a tus demonios para que se los coman? ¿Has perdido la
cabeza? —Completamente boquiabierta, Nala se detuvo en el centro de la
habitación con poca luz, mirando a Kessar. Aunque el demonio de ojos rojos se
alzaba sobre ella, se negaba a dejarse intimidar por él. Especialmente ahora,
cuando estaba tan furiosa.
Le dio de comer los niños a sus dos demonios. Lo repetía una y otra en su mente,
porque no se podía creer que hubiera hecho algo tan tonto en los cinco minutos
que le había dejado solo.
Este asunto era mucho más grave de lo que él podía adivinar. Uno no iba y
jodía con Seraphina. Sólo lo hacía con un gran ejército.
56
Y él era un tacaño con unos pocos miles de demonios.
Se burló de su ira.
—Harías bien en elegir otro tono, no vaya a ser que te añada a nuestro menú.
Recuerda que de no ser por mi buena voluntad, todavía estarías recogiendo mierda
de pájaros en el campo abierto donde los dioses te dejaron para que te pudrieras.
—No tendrá que hacerlo. Una vez que controlemos a sus engendros, serán
capaces de olfatear a su donante de esperma por nosotros. Es una solución mucho
más fácil y rápida que la tuya. —Una lenta y maligna sonrisa retorció sus labios—.
Además, no ha regresado. Estoy pensando que nos ha traicionado.
Nala luchaba por no poner los ojos en blanco hacia el hijo de puta, pero
teniendo en cuenta lo que le había hecho hasta al último miembro de su tribu que
había cometido ese error, no quería poner a prueba la paciencia del demonio. A
pesar de que ella era basilinna y una guerrera feroz por derecho propio, no era
rival para el antiguo demonio y sus aterradoras habilidades. Y eso sólo la enojaba
más.
Una vez su tribu y ella habían hecho huir despavoridos a los propios dioses.
Pero los gallu eran otras entidades por completo. Y habían sido creados para
ningún otro propósito que poner fin a panteones y masacrar a los dioses.
Lo que les hacía extremadamente letales, incluso más que las Amazonas
Escitas. El único miembro de su tribu que podría enfrentarse a ellos era Seraphina.
Nadie estaba seguro del porqué. Aunque Seraphina siempre había sido muy hábil,
algo había sucedido cuando se emparejó con su dragón que había pateado sus
habilidades hasta un nivel completamente nuevo.
Desde entonces…
Fue por eso que Zeus las congeló en piedra. Había sido la única manera de
que dejaran de derrotar a los dioses griegos contra los que luchaban.
—¿Mi señor?
—¿Cuál?
—Los niños…
Nala no estaba segura de cuál de ellos estaba más sorprendido por la noticia.
Ahora esa era una palabra que no había escuchado en mucho tiempo. Era el
término original para su especie que los griegos solían utilizar.
Aunque Kessar no entendía por qué se había enfadado tanto el Daimon. Eso
era lo que pasaba en la guerra. Los objetivos cambian. Las fronteras se movían. Las
batallas se ganaban y se perdían, y se conseguían nuevos territorios, mientras que
otros se perdían.
Sucedía y era de esperar. Como comandante, Stryker debería saberlo tan bien
como cualquiera.
Tu lealtad.
Sin embargo, ahora las tornas estaban cambiando. Cuando Stryker había
permitido que los Dark-Hunters colocaran el amuleto sumerio alrededor del cuello
de Apolo y drenaran temporalmente los poderes del dios, sin saberlo, le abrió una
puerta por la que deslizarse a Kessar.
Y trajo a Kessar un nuevo grupo de aliados con los que montar una fiesta y
jugar.
Al igual que Stryker, Kessar sabía exactamente cómo y dónde dar el golpe de
gracia contra los Daimons que se habían convertido en sus hermanos gallu. Y no 59
dudaría en darlo. Ojo por ojo. Garganta por garganta.
Esa era la razón por la que el Daimon iba a acabar a tres metros bajo el suelo.
Al menos eso era lo que pensaba Kessar mientras abría la puerta de la celda
donde había encadenado a los jóvenes Were-Hunters. Había esperado encontrarles
donde les había dejado.
—¿Qué ha ocurrido?
Kessar pateó los restos de los gallu más cercanos a él. Había muy pocas
criaturas capaces de matarlos. Y sólo una vez había luchado contra una que podía
hacerlo. Un escalofrío le recorrió la espalda ante la perspectiva de enfrentarse a ese
hijo de puta peludo de nuevo.
¿Está jodiendo conmigo? ¿De verdad no podía recordar algo tan banal? 60
¿O algo tan vital?
¿Cómo lo sabía…?
Imagínate.
Sin embargo, ella no tenía ni idea del monstruo que había albergado sin
saberlo.
—¿Qué es eso?
—¿Hablas en serio?
—¿Cualquier cosa?
61
—Cualquier cosa… Más que eso, tiene en su poder algo mucho más poderoso
que la Tabla de Esmeralda. —Bajó la camisa—. Olvídate de la restauración del
viejo mundo que una vez conocimos. Con lo que tiene, podríamos reinar como
dioses nosotros mismos. Tendríamos el poder no solo de tomar vidas, sino también
de crearlas. Construir y destruir mundos enteros, y panteones.
—¿Me estás diciendo que ese tonto dragón que vivía en mi pueblo…?
—Es una de las criaturas más poderosas y antiguas que ha vagado jamás por
este planeta. —Kessar se rió amargamente—. Nunca fue un animal tonto, perra
estúpida. De no ser por la maldición colocada sobre su madre, habría nacido un
Naşāru.
Seres de la luz más pura, eran los protectores del orden y los defensores de
los dioses primigenios. Guerreros resolutos del más alto honor y de los corazones
más nobles. Su lugar era permanecer lejos del mundo y de aquellos que vivían en
él para que el mal no les corrompiera.
***
11
Putalteza: puta + alteza / bitchtress: bitch + highness.
Edena agarró con fuerza el cuello de su hermano cuando Hadyn perdió
altura y cayó de cabeza al suelo muy por debajo de ellos sobre el que habían
volado fuera del alcance de los demonios de los que habían escapado. Herida, ella
había sido incapaz de tomar la forma de dragón. Y en el momento en que se
estrellaron contra el duro suelo, ella cayó. Pero fiel a su naturaleza, él se enroscó
alrededor de ella para protegerla lo mejor que pudo.
Cuando finalmente dejaron de caer y rodar, él estaba de espaldas con las alas
extendidas y ella escondida entre sus enormes garras y enclavada fuertemente en
su pecho. Escuchó su corazón latiendo bajo su mejilla amoratada. Estaban en una
especie de valle bajo un vasto cielo oscuro lleno de estrellas brillantes. Un cielo que
no conocía en absoluto.
—¿Hadyn?
Él gimió.
—No —se quejó con una ligera risa llena de dolor. Aflojó su agarre para que 63
pudiera deslizarse de sus enormes garras y comprobar sus heridas. Jadeando y
débil, inclinó la enorme cabeza de pinchos a un lado y la miró con esos misteriosos
ojos dorados—. ¿Te mordieron?
Poniendo los ojos en blanco, ella empujó su garra. Tenía un retorcido sentido
del humor, pero apreciaba que intentara animarla en medio de su terrible
situación. Siempre fue bueno en eso. Siempre le querría por intentar hacerle ver el
mejor lado de las cosas, cuando definitivamente no estaba en su naturaleza
hacerlo.
Era por eso que amaba tanto a su hermano. Por qué mataría o moriría por él.
Gracias a los dioses Hadyn estaba bien y todavía Hadyn, no era un horrible
esclavo gallu.
Por extraño que pareciera, cuando el gallu había ido a alimentarse de él, en
lugar de convertirse en uno de ellos, la alimentación le había transformado en su
cuerpo real a pesar del collar que llevaba puesto. Algo que había necesitado
muchísimo porque estar atrapado como un ser humano durante tanto tiempo
había estado matándole lentamente.
Desde que cumplió la hora de su nacimiento, había tenido problemas con sus
pulmones. Nadie estaba seguro de por qué. Y la condición solo había empeorado
cuando se convirtió en un dragón en la pubertad. Hacía su voz muy profunda y
ronca. Poco más que un susurro que requería que los otros escucharan con mucha
atención para entenderle cada vez que hablaba.
Con los años, Seraphina se había enfrentado a cualquier que se metiera con
Hadyn o le insultara.
Sólo Edena conocía las angustias reales que su hermano tenía que soportar a
diario. Dado que no había nada que su madre pudiera hacer, él le ocultaba la
mayor parte y le rogaba a Edena que hiciera lo mismo. Él era mucho más fuerte de
lo que nadie sabía. Incluso más que ella. Sin él, dudaba que hubiera podido
superar toda la miseria de sus vidas.
Ella le palmeó la espalda, teniendo cuidado de evitar los cortes que le habían
hecho los demonios.
—No lo sé.
Estaba tan oscuro aquí. Y frío. Pero por lo menos ya no estaban congelados en
piedra. Finalmente podían moverse de nuevo.
—Gracias.
Metió sus alas alrededor de ella para hacerle una manta de cuero.
—Tú siempre tienes frío. No hay suficiente grasa en ti para mantener el calor.
Ella se rió.
De repente, se oyó un ruido fuerte y feroz sobre sus cabezas. Algo que
retumbaba como un trueno vicioso. Unas luces brillantes bailaban a través del
paisaje.
—¿Qué es eso?
Hadyn inmediatamente volvió a ser humano, a pesar de que era muy difícil
para él hacerlo.
—No lo sé. Pero dudo que sea bueno.
Ella tomó su mano entre las suyas; retrocedieron hacia las sombras y vieron
las extrañas cosas que volaban en el cielo sobre sus cabezas. ¿Lo peor? Podían oír
voces de otros buscándoles.
No lo sé. Pero no creo que se suponga que debamos estar aquí, y estoy bastante seguro
de que si nos atrapan, nos van a poner en otra jaula.
Seraphina se apartó del grupo que se reunía para salvar a sus hijos para
agradecerle a Aimee. Ella tomó la peculiar copa que olía bastante deliciosa. Y
cuando su mirada cayó en el estómago distendido de Aimee, se dio cuenta de un
hecho que se había escapado de su anterior atención.
La osa era una Arcadiana. Tenía que serlo. Aimee no sería capaz de cambiar
de forma durante el embarazo. Ese era uno de los peores inconvenientes de ser una
hembra Were-Hunter —estabas encerrada en tu forma base durante el embarazo.
Si algo las obligaba a cambiar de forma mientras llevaban a otra vida, tanto la
67
madre como el niño o los niños morían.
Dioses, tan malo como habían sido sus propios miedos mientras llevaba a sus
hijos, no podía imaginar el horror incierto con el que Aimee debía tratar. Al menos
ella y Maxis eran de la misma especie. ¿Cómo podría una osa Arcadiana soportar
estar con un lobo Katagaria?
—Ten cuidado con tus próximas palabras. Mi madre era Katagaria. Mi padre
Arcadiano. Y ellos murieron como compañeros vinculados.
Pero eso había sido antes de que ella hubiera tenido a sus hijos. Ellos y la
ausencia de él le habían enseñado una apreciación por su compañero que deseaba
haber tenido antes de que se marchara.
—Lo que me molestó fue tener que ocultar y mentir sobre mi forma
verdadera a causa de los prejuicios que otros poseen. El tener que esconderme y
escapar con mis padres y hermanos antes de que nos concedieran la licencia para 68
un limani. El hecho de que mis padres tuvieran que vivir en secreto incluso de sus
propias familias, o arriesgarse a ser lastimados ellos o nosotros.
Seraphina sólo podía imaginarlo. Los dioses sabían que su tribu nunca había
sido amable con Maxis. Lo único que había salvado a sus hijos fue el hecho de que
eran Arcadianos nacidos y sus habilidades con la espada los había obligado
detener las burlas. Nadie quería enfrentarse a sus habilidades guerreras o su
devoción maternal.
Aun así, Haydn se había llevado la peor parte. Eso lo había obligado a crecer
mucho más rápido y más fuerte de lo que debería. Y había una amargura profunda
en sus ojos que le desgarraba el corazón cada vez que captaba sus expresiones con
la guardia baja. Él nunca había sido tratado como suficiente entre su gente y ella lo
sabía.
Sin embargo, las palabras de Aimee le dieron la esperanza de que tal vez
Hadyn algún día encontrara a una mujer que pudiera amarlo como él se merecía
ser amado.
—Gracias, Aimee.
—Claro.
—Tú... —Seraphina hizo una pausa mientras trataba de pensar en una forma
más suave de formular su pregunta—. ¿Alguna vez te molesta que Fang sea un
lobo?
—Ambos.
Ella se rió del mal juego de palabras12. Luego se puso seria al recordar por
qué era tan dura con los Katagaria. Esos recuerdos todavía la despertaban en la
noche con terrores que nunca se desvanecían.
Diferentes especies.
Katagarias y Arcadianos.
N/T: Aimee dice over-bearing (autoritaria) resaltando la palabra bear, que ingles significa “oso”.
12
Fang rió.
—Bueno, me alegra verte. Tal vez puedas hablar con Aimee para que se vaya
a la cama. No me escucha y ha estado levantada durante casi veinte horas
seguidas.
—Lo sé, lo sé. Me iba a la cama cuando todo esto sucedió. Es difícil dormir
cuando mi familia está aquí planeando irrumpir como matones entre una horda de
demonios sumerios que fueron creados para comerse dioses por diversión.
La loba que sostenía a un pequeño niño tenía la misma expresión de reproche
en su rostro.
—Gracias, Lia.
—Igualmente.
La loba tenía un color de pelo extraño que era rubio pálido en las raíces y
poco a poco se ensombrecía hasta el negro en los extremos. Sus ojos castaños eran
amigables.
—Yo soy la compañera de su hermano Fury, Angelia. Pero llámame Lia, todo
el mundo lo hace... Los dos pequeños más jóvenes son los nuestros. Asher es el
mayor, el rubio, y el bebé de cabello oscuro es Ryan.
Ella debía haber tenido una expresión peculiar en su cara porque al segundo
siguiente, Lia se rió.
Aimee se rió.
—Sí. Podemos cuando hemos mezclado linajes. Yo empecé como un cachorro
y cambié luego.
Ahora eso era algo que Seraphina no sabía o había considerado. ¿Podría
haberle sucedido a uno de sus hijos? Edena había estado actuando muy peculiar y
misteriosa. Seraphina había pensado tontamente que podría deberse a un
enamoramiento por un macho del que ella no estaba segura. Pero eso podría
explicar algo del comportamiento muy irracional de su hija...
Mientras las mujeres se alejaban, Fury, que tenía cabello rubio pálido similar
al de Blaise, se adelantó. Se movió con Trace en sus brazos.
Ella le sonrió.
—Igual yo. No entiendo muy bien este período de tiempo o... cómo todos
ustedes hacen las cosas.
—Síp, eres una anciana. ¿Estabas a favor de Roma o lo odiabas con todo tu
ser?
Él inclinó la cabeza.
Por primera vez, Seraphina entendía cómo Maxis debió haberse sentido
cuando se había visto expulsado de su tribu después de su emparejamiento. Cómo
de completamente perturbado habría estado y lo extraño del entorno, las
costumbres y las caras. Debido a que ella había nacido entre las amazonas, siempre
había conocido sus tradiciones, su lengua, cómo luchaban e iban a la guerra, y se
había sentido parte de ellas.
Sí, había sido huérfana tras el ataque a su aldea, pero no había sido la única
sobreviviente de esa noche. La tribu Amazona de su tía les había dado la
bienvenida con los brazos abiertos y una gran compasión. Cada uno de ellos le
habían dado familias adoptivas y tratado como hijas natas.
Cuando Maxis había visto por primera vez el número de tiendas Drakainas,
había frenado su caballo y echado un vistazo a la reserva salvaje.
Ella se había reído, hasta que se dio cuenta de que él no estaba bromeando.
—¿De verdad?
—Aye, pero no pasa nada. Le debía dinero. —Él le había guiñado un ojo.
74
Su sentido del humor y extrema inteligencia siempre la habían tomado por
sorpresa. Era lo que siempre le había encantado sobre su compañero.
—¿Estás bien?
Tragó saliva ante la pregunta de Samia que la arrastró lejos de sus recuerdos
y de vuelta al presente.
—Pensando en el pasado.
—Zeus.
—Ouch.
Seraphina no comentó sobre eso mientras su mirada caía en el corte bajo de la
camisa de Samia, donde parte de una marca de doble arco y flecha se asomaba.
—Ya tengo mi alma de vuelta. —Apuntó con su barbilla hacia Dev, que
estaba empujando a su hermano gemelo—. Es un adorable were-oso el que me
posee ahora. 75
—¿Y eres feliz?
Pero sobre todo se debía a que ella era extremadamente consciente de sus
"otras" diferencias. El hecho de que se destacaba radicalmente entre otros machos.
Tanto él como Illarion y Blaise. Si bien no eran los más grandes en sus
encarnaciones humanas, había algo más salvaje e innatamente poderoso. Algo que
te advertía que eran mucho más de lo que aparentaban. Ellos emanaban una
tranquila confianza de depredador letal que otras especies no tenían. Un aire que
decía que eran la cúspide de la cadena alimenticia y que nadie más podría
agregarlos a su menú en ningún momento. Estaban ahí a su sola discreción. Y no
había nada que se pudiera hacer para detenerlos.
Era lo que había sido concebido para ser. Todo por lo que había sido creado.
Desde los albores del tiempo, su especie había existido por ningún otro propósito
que el de matar y reproducirse. Para protegerse y proteger.
Ser fusionados con los humanos había cambiado eso. Los Arcadianos, porque
poseían corazones humanos, formaban comunidades y tribus o patrias de clanes
de dragones, como lo hacían muchos de los Katagaria de corazón animal.
Hasta que habían sido asignados como compañeros. A solas con ella, Maxis
había sido increíblemente atento y cariñoso. Insaciable. Y fiel a su sangre de
dragón, él la había hecho su propio objeto sagrado que mantener y vigilar, para
que nadie se atreviera a amenazarla o dañarla. Ella había sido la única cosa que
había vigilado de manera diligente.
Rara vez dormía cada vez que ella estaba con él. Nadie podía acercarse a ella
porque él lo miraría con minucioso recelo, siempre listo para atacar si decían o
hacían algo para lastimarla.
Y todo el tiempo que había vivido con ella, él había buscado su compañía y la
había hecho sentir como si fuera la mujer más bella y preciosa en todo el mundo.
Teniendo en cuenta el hambre absoluta que había poseído por ella, no tenía ni
idea de cómo se las había arreglado para salir y regresar a sus formas monásticas.
Incluso ahora, él no dejaba de mirarla con ese familiar calor abrasador en sus ojos,
los que le decían que quería encontrar un rincón aislado para ellos... se mordió el
labio como si ya la estuviera saboreando. Eso la dejó sin aliento y hambrienta, y
por eso, casi podría odiarlo.
Claro que Seraphina sabía por experiencia que los otros Arcadianos Draki no
respondían de esta manera a sus compañeras. De hecho, las mujeres de su tribu,
incluso las ya emparejadas, habían estado atraídas por Maxis de una manera que la
había cabreado mucho. En cualquier momento en que pensaban que podían salirse
con la suya, lo habían acorralado y llamado "curiosidad" por el hecho de que él era
Katagaria y ellas nunca habían estado antes tan cerca de un Katagaria Drakos fuera
de una batalla, especialmente no uno en forma humana. Habían afirmado que sólo
77
querían ver si había alguna diferencia entre su especie y los machos Arcadianos.
Esa misma cosa había llevado a su primera pelea de verdad cuando ella
regresó a su pueblo de una cacería para encontrar que se había ido. Su tienda vacía.
Sin señales de que había estado allí en absoluto. Algo que era una pública
bofetada brutalmente grosera en el rostro, cuando se esperaba que las parejas
recibieran a sus guerreras al regresar. Él tendría que haber estado allí con el resto
de los machos, niños y aldeanos ancianos para celebrar la fiesta del retorno de la
batalla que se montaba en un desfile ante la tienda de Nala. Dado que Seraphina
era la campeona de la reina, se suponía que él debía estar esperando fuera de la
tienda de Nala para saludarla tanto a ella como a Nala.
Como su compañero, su ausencia fue bien notoria, sobre todo desde que
habían dejado un espacio de honor para que lo ocupara él.
Esa fue también la primera y última vez que lo había visto como dragón.
Sin pensarlo, lo había seguido a una cueva oscura donde se había refugiado
para aguardar su regreso. Debido a que él había colocado sus pertenencias en la
guarida de un completo dragón sin su conocimiento, ella no se había dado cuenta
de que eso era suyo.
Con un estruendo feroz que decía que se estaba preparando para dejar que el
fuego saliera, él había abierto los ojos y se había vuelto hacia ella con un vicioso
gruñido salvaje. Sus profundas escamas azules se habían vuelto de color rojo
brillante, el color de la batalla... y luego verdes cuando él centró su mirada en ella y
se relajó. Había doblado sus alas hacia abajo para ponerlas en su espalda y
deslizado su cola a un lado de su pie izquierdo —la posición de un dragón para
paz y aceptación.
—¿Sera?
La conmoción y el horror al darse cuenta de que eso era a lo que los dioses la
habían emparejado la había reclamado tan plenamente que ella realmente no
recordaba los próximos minutos. Sólo que cuando volvió a sus sentidos, Maxis era
humano y la sostenía contra su pecho mientras sollozaba violentamente. Algo que
no estaba en su naturaleza.
—Lo siento mucho. —Había besado las lágrimas en sus mejillas mientras
buscaba calmarla—. No era mi intención asustarte.
Una vez que la sorpresa había desaparecido y su mente funcionaba otra vez,
ella lo miró.
Él era una de esas cosas terribles y homicidas que había matado brutalmente
a toda su familia. A su madre y a sus hermanas. Sin tener consideración o
misericordia. Uno de los animales que no tenía ningún cuidado o preocupación
por su pueblo. Que se aprovechaba de ellos como si fueran ganado.
No su tienda. No su tribu.
79
No ella.
Ella no sabía por dónde empezar. La cuestión no era lo que estaba mal. Era
qué estaba bien.
—Se suponía que debías estar en el pueblo para darme la bienvenida a casa.
¿Por qué no estabas allí?
Él rió burlonamente.
—Realmente no quería verte volver a casa con las pieles y escamas de mis
hermanos goteando desde los lomos de sus caballos mientras las arrastraban por el
pueblo. Maldita sea, de seguro no quiero celebrar sus engañosas victorias y
derramamiento de sangre.
¿Engañosas? Eso sólo hizo crecer su furia. ¡Cómo se atrevía a descartar el
peligro de lo que habían hecho!
—¡Y yo soy el tuyo! Acabas de verme, en mi cuerpo real, y gritaste por una
hora, luego entraste en shock. ¿Cómo te hubieras sentido si te hubiese hecho eso la
primera vez que te vi desnuda?
—¡No es lo mismo!
—¿No lo es? O mejor aún, ¿qué pasaría si hubieras venido aquí para
encontrar cráneos y huesos humanos esparcidos por el suelo y decorando las
paredes? ¿Eh? ¿Cómo reaccionarías ante grasa humana quemándose como aceite
para mis antorchas? Aun así, me dejaste solo en tu pueblo que se sustenta con los
restos de dracokyns. Y eso incluye a la carpa donde duermes. ¿De verdad piensas
que no sé que los postes se hacen de huesos y colmillos drakomai? ¿O que las velas
que se queman en todo el pueblo se hacen de grasa de dragón? ¿Crees que no 80
reconozco ese olor?
—Aye, a tu lado. No debajo de tus pies para ser pisoteado. No soy un macho
Amazona que abastezca todos tus caprichos y pida una palabra amable de tu parte.
No te pertenezco. ¡No soy tu propiedad! ¡Y no voy a permitir que me trates como
tal!
—Cazadora de dragones.
—¿Y qué hacen los dragones? ¡Atacan aldeas durmientes! ¿No es eso
asesinar?
—¡Mientes!
Él sacudió la cabeza.
Ella hizo un gesto hacia los baúles de tesoros que los rodeaban. Al oro y las
joyas que brillaban en la penumbra.
—Lo creas o no, eso depende de ti. Es la verdad. Todo lo que poseo lo coloqué
en tu tienda.
—¡Contéstame!
Sus ojos habían soltado el mismo fuego que podría haber respirado
fácilmente sobre ella.
—No uses ese tono conmigo. No te hablo de esa manera y exijo de ti el mismo
respeto que te muestro como mi compañera.
—No estando allí cuando regresé. Mostraste una total falta de respeto por mí
y mi posición en la tribu. Y todos se rieron de mí a causa de ello.
Su mandíbula se aflojó.
Era muy duro estar enojada con él cuando la miraba de esa manera. Cuando
él la tocaba con tanta sinceridad amorosa. Sintió que su ira se marchitaba. Pero
peor que la ira era el dolor subyacente, y las burlas de su gente lastimaban mucho 82
más profundo de lo que quería admitir.
Él sacudió la cabeza.
—¿Por qué?
—Sabes por qué, Sera. Que lo diga en voz alta sólo te enojará y no resolverá
nada. Y ambos sabemos que lo único que puedes hacer es dejarlo... lo cual no
harás. —Le colocó un tierno beso en los labios—. Ya no quiero pelear contigo. Ven,
déjame enmendarme por mi ligero malentendido. Te lo prometo, al finalizar la
noche me ganaré mi camino de regreso a tus favores.
Peor aún, había tenido razón ese día. Las integrantes de su tribu siempre
habían sido demasiado libres con sus manos en su cuerpo. A pesar de que sabían
que estaba emparejado y fuera de los límites —no que él pudiera hacer nada aún si
hubiera querido—constantemente habían tratado de acorralarlo para poder
compararlo con un hombre "normal". Haciendo una comparación "con las manos".
A favor de Maxis, él había hecho todo lo posible para evitarlas a ella y a sus
caricias baratas. Hacía todo lo que podía para encajar y complacerla. Para hacer
que su unión funcionara.
Seraphina hizo una mueca cuando la culpa de eso se instaló con fuerza en sus
hombros. Le había pedido cosas que estaban mucho más allá de la tolerancia, y
todavía no podía soportar pensar en ello. En las cosas que él había sufrido.
83
Para complacerla.
Y aprendió por las malas que muchas personas hablaban bajo los celos
pretendiendo decir la "verdad" y con "buenas intenciones". Cuando honestamente,
su único propósito era hacer a los demás tan miserables en sus vidas como lo eran
en las de ellos.
Pero no había forma de volver. Y no tenía a nadie a quien culpar por ello,
excepto a sí misma.
Dev miró a su hermano menor Kyle, quién se les había unido hacía poco
tiempo.
—¿Qué pasa con Kerryna? ¿Ella no los conoce? Son técnicamente su familia,
¿verdad?
Dev resopló.
—¿Y?
Seraphina se sintió enfermar al sentir a donde iba esto. Y cómo de lento. Ellos
no tenían mucho más tiempo antes de que Nala volviera aquí y le exigiera que se
fuera.
O peor aún, que descubriera que ella había mentido y que Maxis estaba aquí,
después de todo. En retrospectiva, tal vez no debería haber venido. Ella podría
haber jodido esto.
En realidad, no necesitaba ninguna ayuda en absoluto.
A un lado, Maxis intercambió una mirada con Illarion, lo que le dijo que los
dos estaban hablando en sus cabezas. Luego trabó miradas con ella.
—¿Qué?
—Saldrá bien.
Illarion rodó los ojos. Pronunció una maldición silenciosa hacia su hermano.
Blaise se echó a reír, pero se detuvo al darse cuenta de que el resto de ellos no
estaban en su conversación privada. Se aclaró la garganta y se escabulló hacia una
85
esquina para examinar un punto en la pared, a pesar de que era ciego.
Max vaciló mientras barría su mirada alrededor de todos los reunidos allí.
Esta mezcolanza heterogénea era su familia y él no quería arriesgarse a perder a
ninguno de ellos.
Su expresión era sin duda tan cómica como la de él perfecta. Claro que ella
siempre había subestimado sus habilidades. La mayoría de las criaturas, en su
perjuicio, lo hacían.
—¿Cómo?
—¿De verdad?
Illarion asintió.
Aunque yo soy hijo de Ares, estamos relacionados a través de nuestra madre. Max es
mucho mayor. Sus poderes son mucho más fuertes y más parecidos a las de los dioses que a
los de un típico Were-Hunter.
—Xarunese. 86
—Salud —dijo Dev secamente—. ¿Necesitas un Kleenex? ¿Un Benadryl?
Max suspiró pesadamente ante el jodido sentido del humor del oso.
—La Tierra de Xarun. Como con la Atlántida, los dioses tuvieron problema
con ella. Lo poco que queda se encuentra en el fondo del Mar Negro. Soy uno de
los pocos que sobrevivió al hundimiento.
—Ouch.
Max inclinó la cabeza hacia Kyle por verbalizar el dolor de esa pesadilla en
particular.
Dev resopló.
Max miró a Seraphina al recordar la forma menos que agradable en que había
manejado la noticia al saber qué era esa marca. Por qué la llevaba.
Nunca había tenido la intensión de que nadie de aquí supiera sobre ello. Pero
había llegado el momento de sincerarse.
—Recuerden que están obligado por todas las leyes del Omegrion. Ninguno
de ustedes puede atacarme en tierra del Santuario.
—Jesús, chico —se quejó Dev—. ¿Qué eres? ¿El Dragonbane o algo así?
Max inclinó la cabeza hacia él y tan pronto como lo hizo, absorbió el poco
oxígeno de la habitación. La mitad de los cambiaformas a su alrededor dieron un
paso hacia atrás, como si el ser aterrador cerca de ellos pudiera mancharlos. 87
Todo el humor y la cordialidad se evaporaron de los ojos de Dev mientras lo
miraba boquiabierto.
—¿Me estás tomando el pelo? ¿Tú eres la razón de la guerra entre los
Katagaria y los Arcadianos?
Max sintió ese mismo nudo enfermo en su estómago que tenía cada vez que
alguien veía su marca y lo reconocía.
No, no su pueblo.
Pero ninguno de ellos había estado allí. Con la excepción de Maxis, ninguno
de ellos había nacido aún.
—¡Basta! —gritó Fang, levantando sus manos para llegar a los otros y que se
calmaran—. Nos ocuparemos de la cuestión del Dragonbane después de que esto
termine. Ahora tenemos que centrarnos en conseguir a los niños para alejarlos de
los gallu antes de que los conviertan. Independientemente de cualquier otra cosa,
ellos son inocentes en esto.
Con ojos angustiados, Max tendió la mano hacia Seraphina. Por la expresión
de su rostro, ella podía decir que él esperaba que reaccionara de la misma forma
que lo había hecho la primera vez que se había enterado de que era el Dragonbane:
rechazándolo por completo y eludiéndolo mientras se alejaba como si fuera
veneno.
Esta vez, ella hizo lo que debería haber hecho entonces, tomó su mano y le
sonrió.
Sí, Maxis era el enemigo más odiado de su pueblo. Pero él era el padre de sus
hijos. Y ella era la única oportunidad que tenía para salvarlos.
89
7
Seraphina dejó escapar un lento suspiro nervioso mientras echaba una
mirada alrededor del enorme ático donde Maxis había hecho su hogar. Tenía cosas
"modernas" que ni siquiera podía empezar a comprender, pero aparte de unas
pocas de esas, le recordaba tanto a su vacía cueva que levantó escalofríos de déjà vu
en su cuerpo.
Eran sin duda los mismos troncos de su cueva los que se alineaban en la
pared de ladrillo a la derecha. Esta era su casa en una forma que nunca lo había
sido su pueblo.
Y eso la puso más triste que nada. Había encontrado aquí con extraños el
consuelo que debería haber conocido con ella. Su compañera.
90
Maxis usó sus poderes para encender el pie de hierro con cuatro velas. La luz
parpadeó y se fusionó con los rayos del sol naciente para emitir sus sombras contra
la pared.
—Estoy tratando de ser imparcial, pero si una cuarta parte de lo que está
diciendo Illy es cierto... ¿a tu gente realmente le gusta hacer joyería con los
colmillos, báscula y huesos de dragones?
—Para, Blaise —dijo Maxis en un tono suave—. Ella no tiene la culpa de esto.
No. Nosotros lo somos, tú y yo. Maldigo el día en que te dejé convencerme de salvar a
su especie. Illarion la recorrió con una mirada escalofriante. Deberíamos haber dejado a
los dioses llevárselos a todos.
Bien. Veamos cómo maneja esto. Después de todo, ella nunca se molestó en
preguntarte nada sobre lo que realmente eres. De donde vienes. Cómo fuiste arrastrado a su
mundo para convertirte en parte de él. En los tres años que viviste con ella, ni una sola vez
se preocupó lo suficiente como para aprender.
—¿Lo anidaste?
—Lamentablemente sí, e hice un trabajo pobre con él, también. Como puedes
ver.
Blaise se rió.
E Illarion tenía razón. Había mucho que nunca se había molestado en conocer
sobre su esposo.
—¿Anidaste a Hadyn?
Maxis asintió.
—Él fue el primero que encontré, con sólo días de edad. Vagando y perdido,
como un pequeño insecto.
Max nos enseñó el Bane-Cry para limpiar los pulmones y por eso no importaba lo
lejos que estuviéramos, podríamos llamarnos siempre el uno al otro en busca de ayuda, de
necesitarla. Y mientras que el resto de nuestros hermanos no respondía, Max siempre venía
a nosotros si estaba en condiciones físicas de hacerlo.
Ese pensamiento trajo lágrimas a sus ojos. Y había sido esa capacidad de
amar lo que ella se había perdido de su compañero. No, él no era el animal que su
tribu lo había acusado de ser. ¿Cómo he podido dejarte ir?
—Ni aquí ni allí —dijo Max, dándole una mueca molesta a cada hermano. La
condujo hacia una amplia zona del ático que estaba cerrada con cortinas.
No fue hasta que él corrió la pesada cortina de brocado azul oscuro que se dio
cuenta de que aquí era donde "anidaba" ahora.
Como si escuchara ese pensamiento, Illarion se burló de ella. Esto es una mala
idea.
—Sé que nunca me has visto como algo más que un animal y soy muy
consciente de lo que piensas de mi especie. Sólo recuerda que esto es por tus hijos
y reprime ese pensamiento.
Ella abrió la boca para negarlo, pero él puso un dedo suavemente sobre sus
labios.
Incluso tan espacioso como era el ático, Maxis tenía que agacharse y apenas
podía moverse. Llenaba completamente el área. Por esa razón, no podía girarse. Y
más bien tuvo que retroceder contra la pared, donde ella asumió que
dormía. Cielos, era enorme.
—Es sólo que ha pasado mucho tiempo desde que estuve así de cerca de un
dragón. Y aún más de uno que no estuviera tratando de matarme. —Debido a que
se enorgullecían de ser humanos, su tribu rara vez tomaba forma de dragón. Lo
consideraban una pérdida de control... algo similar a una rabieta.
Max se quedó inmóvil ante el sonido de sus sinceras palabras. Esta era una
reacción muy diferente a la que ella había tenido la última vez que lo había
encontrado en forma de dragón.
Y nunca nadie lo había tocado como ella ahora, estando él en su cuerpo real.
Como si le importara.
Ni siquiera Aimee...
Confiar en mí. Debes recostarte conmigo y dejar que te guíe fuera de este reino a
donde quiera que hayan llevado a nuestros dragonets. Pero si luchas contra mí en esto,
harás un daño irreparable.
—¿Confías en mí?
Sí.
Y aún así vio el miedo escondido detrás de sus ojos mientras se arrodillaba a
su lado.
Max vino a ayudarme cuando Dagon me tenía atrapado. Furia oscureció los ojos
de Illarion. Mis poderes estaban atados, por lo que no podía luchar o protegerme.
Fue porque te llamé en estado de pánico y tú estabas demasiado preocupado para ser
cauteloso.
Max suspiró.
No importa. Realmente no necesito una razón para haber sido estúpido. Puedo
encontrar un montón de razones para explicar ese vicio en particular por mi cuenta.
Nada. Cierra los ojos y piensa en nuestros pequeños. Imagínate con ellos y deja que
tus pensamientos se quedan en ellos. Pase lo que pase, no dejes que nada ni nadie te
distraiga.
—¿Lo son?
Ella asintió, hundiéndose aún más entre ellas. Era la sensación más agradable
y reconfortante. Como una cama de lujo. Mejor aún era el aroma de sándalo y
vainilla únicamente suyo. Había olvidado ese olor delicioso de su piel que una vez
le había causado codiciar cualquier prenda de ropa que llevara.
Antes de que pudiera detenerse, volvió la cara hacia las escamas e inhaló su
masculino aroma.
Peor…
—¿Sí? —Ese aliento levantó escalofríos por todo su cuerpo y fue su propia
forma de una caricia.
No era Illarion.
Totalmente alerta, levantó la cabeza para buscar con todos sus sentidos. El
antiguo mal arcano era uno que no había sentido en mucho, mucho tiempo.
Y no estaba solo.
—¿Maxis?
Con su corazón latiendo con fuerza por la repentina oleada de adrenalina, los
manifestó a ambos en la oscuridad y metió a Sera detrás de él para
protegerla. Buscó en la zona nebulosa a su alrededor que le recordaba demasiado a
Irkalla.
Bien, esto no puede ser bueno. Aterrorizado por lo que pretendía Kessar, Max
cambió de vuelta a su forma humana y enfrentó a Seraphina. Dioses, había
olvidado lo hermosa que era. Cuánto había significado una vez para él.
—¿Confías en mí?
Max no habló. No podía. Lo que él estaba a punto de hacer, ella nunca podría
perdonarlo. Sin embargo, era algo que debía hacer. Que ella lo odiara si tenía que
hacerlo.
Justo cuando estaba a punto de preguntarle lo que estaba haciendo, ella sintió
la punzada aguda de sus colmillos hundiéndose en su yugular. Gritó y comenzó a
luchar, pero fue inútil. Él la tenía completamente sometida.
¿Qué pasó?
¿Qué?
Max acaba de tomar su sangre para poder realizar un seguimiento de sus dragonets
por su cuenta, luego la envió de vuelta aquí sin él.
—¿Por qué haría eso? ¡Teníamos un plan! Uno casi decente... Eso podría casi
haber funcionado. Tal vez, con la luz correcta y buen tiempo. ¿Por qué lo habrá
alterado?
Debido a que este era su plan todo el tiempo. Enfrentarse a ellos sin poner a
cualquiera de nosotros en peligro. El hijo de puta estúpido planea luchar solo. ¡Porque es un
jodido idiota! Sabía que no debía confiar en él. ¡Lo sabía! Él negó con la cabeza. ¿Por qué
tuve que confiar en él?
—¡No podemos dejar que haga eso! Una mordida. ¡Un rasguño y se
convertirá en un gallu!
99
Illarion rió amargamente ante su preocupación.
Illarion se puso serio cuando la enfrentó con una seca, corta mirada.
Fue por eso que se quedaron solos e hicieron todo lo posible para que nadie
se acercara a ellos. Todos aquellos a los que amaran podrían ser utilizados en su
contra, en cualquier momento.
Teniendo eso en cuenta, debería haberlo pensado antes de intentar tener una
100
familia con Seraphina. Pero ella había sido tan irresistible esa noche cuando había
estado de luto. Había necesitado la comodidad física para aliviar su corazón
doliente y ella había necesitado un hombre para aliviar sus antojos.
Ahora…
Y lo que más odiaba era lo mucho que deseaba tener esa parte de ella. Pero al
menos amaba una parte de él.
La mejor parte.
Su hijo era fuerte y alto, desafiante y demasiado rápido con sus respuestas
sarcásticas para la paciencia y la cordura de su madre. El cabello de Haydn era un
tono más profundo de castaño, y su piel era aceitunada como la de Max. Dónde
Edena tenía la piel de porcelana de su madre con un poco de pecas sobre su nariz,
Hadyn no tenía ninguna en absoluto. Ambos tenían los pómulos altos de Max y la
forma felina de los ojos de su madre. Pero eran los profundos hoyuelos de Edena
los que debilitaban su corazón. Igual que su madre, tenía una sonrisa que podría
iluminar la noche más oscura y debilitar la resolución más severa.
Que los dioses se apiadaran del hombre al que dedicara esa sonrisa.
Y estaba tan agradecido de que hubieran nacido humanos. De que los dos se
salvaran del odio de su madre hacia su especie. Que ninguno hubiera visto en los
ojos de Sera la condena despectiva que había vislumbrado a veces dirigida hacia él,
cada vez que hacía algo demasiado dragonino a su alrededor.
Doblando las alas, voló bajo, siguiendo sus olores hasta que estuvo seguro de
que sus hijos estaban cerca de los restos desmoronados de un antiguo templo.
101
Luego cambió a su forma parcial humana, dejando sólo sus alas para poder seguir
rastreando siendo igualmente letal, y explorando toda la zona. Un escalofrío le
erizó el bello de la nuca mientras escuchaba a los vientos sacudir la tierra a su
alrededor.
Todavía sentía la presencia del mal inquietante. Le rodeaba. Pero más que
eso, captó el olor de algo aún más peculiar...
Arcadiano.
¿Qué demonios?
Su nariz se crispó por el olor familiar. Era similar a Illarion y sin embargo
totalmente diferente. No su hijo, sino un pariente.
Disolviendo las alas, Max se deslizó entre las sombras, atento a cualquier
señal de sus enemigos.
Aún más peculiar, estos hablaban un dialecto más antiguo que el inglés
medieval. ¿Mercian? ¿O saxon? Para saberlo necesitaba a Cadegan, a Illarion o a
Blaise. Eran especialistas en ese campo.
Cómo era…
Sólo podía recordar vagamente ese idioma y seleccionar algunas palabras
perdidas que no tenían sentido para él.
Esa ira ardiente que era tan similar a la de su madre le hizo sonreír. Hasta que
entendió el origen de su furia y por qué era tan intensa en ese preciso momento.
Eso por sí solo sería suficiente para enfurecerle. Pero lo que hizo hervir su
sangre fue lo que estaban haciendo allí. Los varones mayores luchaban contra su
hijo en una batalla sin reglas de juego de Prine para ver quién sería el primero en
dormir con su hija.
102
Con sólo un escudo y una espada, Haydn estaba sangrando y siendo
golpeado en el centro de la arena con una pierna enganchada a una gran cadena.
Aun así, no se daba por vencido o mostraba debilidad. Más bien, luchaba contra
ellos con la valentía de un gladiador.
Cuando uno de los hombres se apresuró hacia su hijo, Max casi cometió el
error de lanzarse al ataque para salvarlo. Pero estaba en una seria inferioridad
numérica.
Volvió la cabeza para mirarle por encima del hombro y sus ojos se
agrandaron como si le reconociera.
Ahora, su hermosa hija estaba frente a él, una perfección aún no crecida. No
del todo una mujer, pero definitivamente no una niña.
—Sube, niña.
103
Cuando los demás gritaron y corrieron para ponerse a cubierto y coger las
armas ante su repentina aparición en medio de ellos, ella saltó a su cuello y se
sujetó con fuerza.
Aun así, él vaciló mientras miraba a Max. No había miedo en sus ojos,
solamente una apreciación sana del tamaño y ferocidad de Max. Con una garra,
Max tiró de la estaca que sostenía al niño y bajó la cabeza para que Hadyn pudiera
reunirse con su hermana.
Sin embargo, antes de que Max pudiera retirarse, los arcadios lanzaron una
andanada llena de flechas electrificadas sobre él con una locura frenética.
Echando la cabeza hacia atrás, Max gritó y llamó a cada pedacito de magia
que tenía.
Y con ella, envió a sus hijos al Santuario donde su madre estaba esperándoles.
Trató de seguirles, pero no tenía la fuerza suficiente para eso. ¡Maldición! La
electricidad era el verdadero punto débil de su especie. No sólo hacía estragos en
sus cuerpos físicos, sino que tampoco era la mejor amiga de su magia.
Ahora mismo…
Fue inútil. Eran demasiado rápidos y corrían como las cucarachas que eran.
Apenas avanzó diez pies antes de que le tuvieran rodeado. Al menos veinte
dragones y lobos arcadianos estaban allí. Guerreros machos y hembras armados y
listos para matarle. O peor aún, derrumbarle.
Aun así, lucharía contra ellos hasta el final. Roció tanto fuego como pudo en
forma de dragón, pero eso rápidamente se esfumó cuando se volvió humano.
Se preparó para la batalla cuando uno de los Drakos que tenía pelo largo y
oscuro se le acercó. El hombre miró con odio a Max. El sentimiento es mutuo, perra.
105
9
Seraphina se volvió hacia el destello brillante, esperando encontrar a Maxis
allí. La repentina sorpresa de ver a sus hijos...
Ella no iría tan lejos. Su pobre bebé estaba cubierto de sangre y moretones. Su
ropa de andar por casa rota y sucia. Y eso la hizo desear la garganta y el corazón de
todos los que se habían atrevido a tocarle. ¡Cómo se atrevían a ponerle las manos
encima a sus hijos!
Voy a matarlos. Con mis propias manos, a todos y cada uno de ellos, y voy a clavar
sus cabezas en la pared… Con Santuario o no.
A la mierda la misericordia.
—Apenas. —Él se tambaleó hacia atrás y cayó sentado con las piernas
cruzadas en el suelo. Con fuerza.
Pasándose la mano por su pelo castaño corto, dejó escapar un suspiro
agotado y luego hizo una mueca al rozar sus nudillos contra la mejilla amoratada.
La miró con un gesto adorable que era idéntico a uno que Max había usado cuando
vivía con ella y ella solía confundirle con sus extrañas maneras „Amazonas‟.
—¿Dónde estamos?
¿Cómo de lejos estaba del Santuario? ¿Qué le estaba tomando tanto tiempo?
Algo asustada de apartarse de sus bebés otra vez, mantuvo la mano de Edena
en la suya.
—¡Sabía que era él! —Edena golpeó a su hermano, quien hizo una mueca y la
empujó suavemente para que no le volviera a golpear—. ¡Te lo dije! 107
—No, no lo hiciste.
—Le atacaron y él nos envió aquí mientras luchaba contra ellos. No creo que
fuera capaz de seguirnos.
Blaise maldijo, causando que sus hijos se dieran cuenta de que había otras
personas en la habitación. Edena se retiró cuando Hadyn se puso en pie para
interponerse entre ellas y sus tíos.
Seraphina sonrió ante el dulce gesto protector que era tan similar a lo que
habría hecho Max. Aunque para ser honesta, no había mucho que el pobre chico
pudiera hacer ahora mismo en su condición herida, excepto caer y hacerlos
tropezar en su camino para atacarla. Pero Dios, le amaba por intentarlo.
Que se jodan las presentaciones. Tenemos que llegar a Max. ¿Dónde está?
—¿Alguien más piensa que es extraño que un tío no pueda ver y el otro no
pueda hablar? ¿Hay una razón para eso?
—Cuidado, mequetrefe. No necesito ver en esta forma para darte una patada
en el trasero. En cuanto a la voz, a Illarion le cortaron las cuerdas vocales los
humanos idiotas que intentaron impedir que respirara fuego cuando era un niño.
Alégrate de que no te pusieran las manos encima.
—Lo siento. No fue mi intención ofenderlos a ninguno de los dos. Soy un 108
idiota insensible que no siempre consulta a su cerebro antes de abrir la boca, sobre
todo cuando estoy herido. Si te hace sentir mejor, en las últimas veinticuatro horas,
tuve a tres demonios intentando comerme para la cena, una docena de arcadios
sacándome la mierda a golpes y a mi hermana haciendo sangrar mis oídos con sus
gritos. Es bastante seguro que perdí algo de testosterona en el camino. Y
definitivamente perdí una mierda de toneladas de orgullo y dignidad.
Seraphina miró por encima del hombro para ver a Fang de pie en la puerta ya
abierta.
—¿Perdón?
Pero antes de que pudiera inclinarse ante él, Illarion resopló con desdén.
—Sí, pero mi abuelo era el hijo del rey. El heredero original nacido de la reina 109
apolita, Mysene.
Bueno la-di-da, Sr. Pantalones Lujosos. ¿Acaso no eres especial? ¿Quieres una
galleta de héroe por el título?
No, soy yo el que se va. Mi hermano me necesita y el aire aquí de repente es rancio.
—Vine aquí para advertir a Fang sobre lo que estaba sucediendo. Hace unos
minutos, recibí una citación de mi primo para asistir a un linchamiento porque el
Dragonbane ha sido capturado.
¿Qué han hecho? ¿Repartir anuncios? Durante miles de años, Max permaneció
oculto y a salvo. Dirigió esa mirada hostil hacia ella. Volviste a su vida por cinco
minutos y todo se está desmoronando. Ahora todo el mundo sabe quién es y todos están
atacándole. ¿Por qué tienes que arruinar su vida cada vez que te acercas?
—¡Eso no es justo!
¡No, no lo es! Él nunca te hizo nada, excepto tratar de protegerte. Desearía que le
hicieras un favor y salieras de su vida antes de que le mates.
Seraphina dio un paso hacia él, con la intención de hacerle comer esas
palabras, pero antes de que pudiera, un fuerte golpe sonó al otro lado de las
cortinas.
Todos se congelaron.
Gah, ¿qué tipo de dieta meada comían estos desgraciados? ¿Carne de gato
podrida? ¿Vino de col?
O muerto.
—¿Sera? —dijo con los dientes apretados. Tal y como le abrazaba, no podía
abrir la boca sin hacerle daño.
Aun así ella no se movió. Se aferró a él con un agarre de hierro mientras sus
lágrimas calientes caían sobre sus escamas. Preocupado y mucho más excitado de
lo que debía ser capaz con todo lo que le dolía, se obligó a regresar a su cuerpo
humano para poder abrazarla sin herirla. Se encargó de conjurar un jersey y unos
vaqueros sobre sí mismo para que sus hijos y sus hermanos no vieran su cicatriz.
Ella estaba tan disgustada que no podía hablar. En cambio, se levantó sobre
sus rodillas, envolvió su cuerpo alrededor de él y le mantuvo en un fuerte abrazo
con la mejilla apretada contra su corazón. Tenía un brazo envuelto alrededor de su
cuello y el otro bajo su brazo, y se agarraba las manos detrás de la espalda con
tanta fuerza que no estaba seguro de que fuera a dejarle ir alguna vez.
¿Ayuda?
Por primera vez, Illarion la miró con algo que no era odio irracional. Si Max
no lo hubiera sabido, pensaría que su hermano finalmente aprobaba a su
dragonswan.
Sólo abrázala, Max. Necesita saber que realmente estás aquí y entero. Las mujeres son
así a veces. 112
Después de haber estado acoplado a una hembra humana que le amaba,
Illarion lo sabía mejor que él. Pero Max no estaba tan seguro de estar entero. Le
dolía todo tanto que apenas podía tomar una respiración profunda. Y estar en un
cuerpo humano era un tipo de infierno especial.
Sin mencionar…
—Fang, no pasará mucho tiempo antes de que los arcadios me rastreen aquí y
te exijan que me entregues. —Como el Dragonbane, las leyes del Santuario no se
aplicaban a él. Era la única criatura a la que legalmente podían negar refugio. Los
propietarios tenían todo el derecho a echarle.
Después de haber vivido aquí por más de dos siglos, no podía pedir a los
Peltier que fueran a la guerra por él. Ya habían perdido suficiente en esta locura de
Katagarias contra Arcadianos.
—Si protegen a mi familia por mí, que son inocentes en todo esto, me
aseguraré de alejarles de su hogar. Sólo necesito un minuto para recuperar el
aliento y recoger un par de cosas. Te prometo que no voy a dejar que el Santuario
quede en el fuego cruzado de mi desastre.
Max se rió ante su tono hosco, sabiendo que era pura bravuconería. Fang
mataría por su hermano.
—Eres uno de los primeros residentes que los Peltier aceptaron cuando se
mudaron aquí. Cuando Eli y su manada usaron a su bruja para prender fuego la
barra, fuiste tú el que salvó a Aimee, Dev y Cherif de ser quemados vivos. Y tú eres
la única razón por la que el fuego no se extendió a la Casa Peltier y atrapó a los
otros que estaban durmiendo allí, incluyendo a un Dark-Hunter que hubiera
quedado atrapado en el interior por la luz del día. También conozco las historias. 113
Hermano, no hay ni un cambiaformas en este sitio que no querría luchar por ti.
Ahora no sé qué es lo que ocurrió para que te marcaran y de hecho no me
importa... Lo único que sé es quien eres tú. Y si lo mataste, se lo merecía. Así que
eres libre de quedarte. Si son lo suficientemente tonto como para atacarnos,
conozco a un bar lleno de Carontes hambrientos en el Distrito de Almacenes a los
que les encantaría masticar carne de dragón. —Miró la cabeza en el suelo—. Y a
diferencia de ti, no les importa si sabe a pollo o no. —Entonces se rascó la
barbilla—. Vas a recoger eso, ¿verdad? Porque no quiero tener que dar
explicaciones.
—Ve a tu Regis y dile que llamo a los miserables que cogieron y apresaron a
mis dragonets. ¿Quieren al Dragonbane? Yo quiero sus gargantas. Un combate
justo. En el círculo.
—Y en caso de que esto vaya mal, prefiero que pierdan a la figura paternal
que no conocen que a la que sí conocen y con la que están más unidos.
Hadyn asintió.
—Si quieres que emita el reto, lo haré. Pero vigila tu espalda. Tengo un mal 114
presentimiento sobre todo esto.
Fang suspiró.
—¿Hadyn?
—¡Hadyn!
—Lo siento, Matera. ¡Fue brutal! —Él cubrió su hocico con una garra.
—Sí —rechinó.
—Oh, no lo sé. ¿El hecho de que eres una cazadora de dragones que lleva
botas hechas con las pieles de los dragones que has matado?
—De tal palo, tal astilla. —Ella sostuvo su mano hacia Maxis mientras
acariciaba la mejilla con escamas a su hijo—. No me importa qué forma tengas,
muchacho. Sigues siendo el bebé que llevé dentro de mí. El ángel al que he
cuidado y protegido. ¿Cómo pudiste pensar por un segundo que alguna vez
podría odiarte por algo que no puedes evitar?
—Te lo dije.
—¡Mamá!
—Ella empezó.
—¿Cómo qué?
Riendo, Max pasó junto a Sera para finalmente poder echarles un vistazo a
sus hijos. Era un sentimiento tan extraño estar con desconocidos que eran suyos.
Sin embargo, una parte de él lo sabía. Podía sentirlo.
Las lágrimas brillaban en sus ojos antes de que ella se arrojara contra él.
Hadyn volvió a ser humano para poder lanzarse contra la espalda de Max y unirse
a ellos.
—Claro.
—Los gallu no van a parar y tampoco las dos manadas que vienen por mí. Es
una venganza de sangre de siglos de antigüedad. Necesito que mis hijos estén
donde no puedan llegar a ellos.
—Por favor. Es el único lugar que conozco que está fuera de su alcance.
Seraphina también quería discutir, pero sabía que Maxis tenía razón. Esta era
la única manera de mantenerlos a salvo. Ya habían sido castigados por los dioses 117
por sus acciones. No les quería de nuevo en la línea de fuego.
—Tiene razón. Es sólo por unos días. Lo prometo. Vayan con su tío y nos
pondremos en contacto muy pronto.
—¿Pero no a Hadyn?
Max se rió.
—Es mi venganza por todos los años de infierno que me has dado.
Ahora… 118
—Tenemos que prepararnos para la guerra.
Maxis asintió.
—No tienes nada por lo que pedir disculpas en lo que a mí se refiere. —Él
esbozó una sonrisa reprendiendo—. Dicho esto, podrías haber sido un poco más
amable con mi Dragonswan.
Illarion resopló.
Te odio.
Entonces Illarion hizo la única cosa que no había hecho desde que era un
pequeño dragonet. Metió a Max en un fuerte abrazo y le mantuvo allí. Cuando por
fin dio un paso atrás, se negó a mirarle a los ojos, como si la acción le avergonzara
demasiado como para reconocerla.
Voy a comprobar a los demás. Estoy seguro de que podrían aprovechar el momento
para recuperar el aliento, y decidir qué hacer con la tribu de ella y los demonios que quieren
reclamarte.
—Gracias.
Illarion inclinó la cabeza hacia él y se fue.
De pronto a solas con Seraphina, Max se dio la vuelta, sin saber qué decir.
Ella había volado de vuelta en su vida como un torbellino invisible y traído todo
tipo de devastación y revelaciones a su estela. Era casi tan rápido y sorprendente
como el inesperado regreso de Illarion después de siglos de ausencia.
Honestamente, los dos le habían dejado tambaleándose y sintiéndose
desequilibrado y mareado.
Ahora…
No tenía ni idea.
—Estás sangrando. —Le tomó del brazo para llevarlo de vuelta a su... bueno,
dudó en llamar cama a la paja extendida en el suelo. Cualquier otra cosa podría
hacerle sentir insultado—. Hay que limpiarte las heridas antes de que se infecten.
—Sanarán.
Ella quiso discutir, pero él sabía más que ella. Sin embargo...
Se encogió de hombros.
—Soy una bestia diferente. Con la excepción de Illarion y yo, los otros a los
que cogieron para crear a los Were-Hunters eran todos Draconi, más pequeños,
más animales en la naturaleza que sus primos drakomai grandes. También
carecían de las mismas habilidades mágicas y paranormales.
—No creo que le importara. O tal vez sí lo hizo y estaba probando con
diferentes razas Drako para ver cuál de ellas combinaría mejor con el ADN Apolita
antes de mezclar nuestra sangre con el hijo de Lycaon. —Suspiró—. Al final,
¿realmente importa? 121
En realidad no. Con su corazón dolorido por lo que le habían hecho a él y a
su hermano, le sacó la camisa por la cabeza para examinar las heridas de su cuerpo
humano. Heridas que ella sabía que probablemente eran más profundas en su
forma de dragón, aún ocultas por su magia —como solía hacer con su marca. Él
debió haber luchado ferozmente por sus hijos. Pero claro, eso era lo que mejor
sabía hacer. Luchar y sangrar para proteger.
—Luché.
Ella asintió al confesar el secreto que siempre le había ocultado. Ya era hora
de decirle la verdad. De dejarle ver su corazón y sus verdaderos miedos. Por qué
se había apartado de él cuando debería haber abrazado todas las partes de su señor
dragón.
—He luchado con suficientes dragones para saber lo poderoso que eres en
realidad, a pesar de que intentas ocultarlo. El mismo aire que te rodea chisporrotea
con tu energía. Como ya he dicho, el que puedas mantener tu cuerpo alternativo,
con ese horrible dolor... Nadie más puede hacer eso.
—Es toda razón para temerte. Eres el Dragonbane. El que derramó la primera
sangre sin razón.
—¿Cómo lo sabes?
—Si no me importara, ¿crees que habría llevado a tus niños sin saber si eran
humanos o dragones? Cada día del embarazo, estuve aterrorizada de lo que saldría
de mí.
—En parte. No te equivocas. Tenía miedo de eso. Pero cada vez que pensaba
en deshacerme de ellos, no podía. Porque recordaba cómo me sostenías, me
protegías. Cómo aguantaste el maltrato de mi tribu en silencio para no herir mis
sentimientos, y eso me hizo decidir mantener esa parte de ti, sin importar qué.
—¿Lo veías?
Ella asintió.
Sin embargo, Nala había emitido una convocatoria inmediata para una
audiencia a su regreso.
Nala se había levantado de su trono, algo que nunca era una buena señal.
—Hemos terminado con esa cosa que has arrastrado a nuestro pueblo y nos
has obligado a tolerar desde hace años para tener un compañero de juegos.
—¿Disculpa?
—Disculpa, ¿qué?
Nala señaló los restos de una profunda contusión color púrpura en su brazo.
—¡No! No más excusas. Es un animal salvaje que has dejado sin vigilancia
caminando entre nosotros sin ningún tipo de reglas o límites. Nosotras, yo, no
podemos permitir que siga libre, sin marcar. No después de esto. Ha llegado el
momento de que elijas, o tus hermanas o tu bestia. ¡No voy a excusar esto! —Ella
hizo un gesto a su brazo lesionado.
—No. Debes someterlo a una desgarradora. Sólo entonces podré permitir que
se quede en nuestro pueblo, pero sólo mientras lo tengas encadenado como el
animal salvaje que es. Si no estás de acuerdo, lo ejecutaré.
—Tráemelo dentro de una hora para su castigo o enviaré a una tessera a por
su cabeza.
—¿Por qué?
—¿Por avergonzarme? ¿Por asaltar a la líder de mi tribu? ¿Algo de eso te
suena familiar?
—Voy a estar en la cueva cada vez que tengas antojos por mí.
Él hizo una pausa para mirarla con una expresión de esperanza que se había
derretido rápidamente a triste resignación al darse cuenta de que ella no iba a
impedirle irse.
Y tan pronto como estuvo a punto de besarla, ella colocó el collar alrededor
de su cuello y lo encendió.
—¿Qué has hecho? —Su tono había estado lleno con absoluta agonía.
Con ojos muy abiertos, él la había mirado con tal furia que ella realmente
había dado un paso atrás por miedo.
Sin otra opción, lo había dejado en su tienda para decirle a Nala que lo había
atrapado. Y mientras se alejaba, sus maldiciones hacia ella sonaron en sus oídos.
—¡Haz esto, Sera, y voy a dejarte para siempre! ¡Te prometo que no voy a
aceptar esto sin protestar! Te arrepentirás de lo que has hecho. ¡Lo que les
permitirás hacerme!
Lo único que realmente podía decir en su defensa era que no había tenido 126
idea de cuán brutal podrían ser para él. Normalmente, una desgarradora era unos
pocos latigazos, no más de diez por mal comportamiento a un compañero, unos
días en el pozo y un par de semanas más de rechazo.
Sin embargo, en el instante en que ella le dijo a Nala que estaba con el collar y
esperando, Nala había llevado a la mitad de la aldea para arrastrarlo y que
pudieran atacarlo como si él fuera el único responsable de todos los males que un
Katagaria había hecho a un Arcadiano. La salvaje alegría en sus ojos mientras
dejaban caer una ira inimaginable en su cuerpo todavía la hacía estremecerse.
—Basilinna…
Seraphina había dado un paso atrás, pensando que eso podría acelerar las
cosas. Pero unos minutos más tarde, cuando no mostraron señales de detenerse,
cuando sus vítores de júbilo habían continuado para que empeoraran y ellos aún
tenían que establecer un castigo formal para él, ella se había movido para
detenerles sin tener en cuenta las amenazas de Nala.
Se habían vuelto hacia ella entonces. Una pelea sin cuartel de la que se había
visto forzada a retirarse o arriesgarse a perder a sus hijos no nacidos.
—¿Maxis?
En cambio, él le había dicho en voz baja las palabras que la habían perseguido
desde entonces.
—Te dije cuando nos emparejamos que yo con mucho gusto te daría mi
corazón, mi vida y mi amor, pero que cuando lo hiciera vendría con una
condición. Nunca abusarías de mí. El amor no es abuso. Y me has hecho daño por
última vez, mi señora. He terminado contigo. Para siempre. —Luego había cerrado
los ojos y se había negado a mirarla.
Ahora él estaba delante de ella otra vez. Y tenía una nueva oportunidad de
arruinarlo todo.
Queriendo empezar de nuevo, extendió la mano y tocó ese pelo corto que le
recordaba lo diferente que era del feroz dragón al que había sido acoplada hace
mucho tiempo.
Max vaciló. Todavía no estaba seguro de que esto fuera una buena idea. Pero
en realidad, ¿qué más daba?
—¿Enseñármelo, cómo?
—No confías en que no te haga daño. —Ella podría negarlo todo lo que
quisiera, pero él vio la verdad en su mirada avellana. Con un profundo suspiro, se
dirigió a su dormitorio—. O lo haces o no, tú eliges. A mí me da igual. —Había
acabado con ella y a su relación hacía siglos.
Era un dragón, después de todo. Sólo les hacían fiestas a su especie cuando
los dragones eran falsos o habían sido sacrificados y estaban celebrando su muerte.
—Muéstrame.
Seraphina vaciló, sin saber lo que iba a hacer con ella. Sin otra opción, se
acurrucó y dejó que la abrazara. Ahuecando su cabeza, él apoyó la barbilla en su
pelo y la acunó contra su cuerpo. Podía oír su profundo y feroz latido del corazón
debajo de su oreja.
—Cierra los ojos y deja que te guíe.
Ella obedeció y se quedó atónita cuando las imágenes... no, los recuerdos
empezaron a atravesar su mente. Sólo que no eran sus recuerdos, eran los de él.
Max había ido a bañarse y a buscar agua fresca mientras esperaba su llegada.
Desde hacía más de quince días, se había visto obligado a soportar la insoportable
miseria de la vida entre las Amazonas sin ella. Debido a su promesa, estaba
encerrado en su pueblo donde no le permitían el más mínimo de hospitalidad.
Mientras que ella había sabido algo de eso, no se había dado cuenta de que
también había sido expulsado de sus comidas. Que cada vez que regresaba a su
casa para encontrar comida esperando por ella, era algo que él había cazado y
preparado para ella porque no le permitirían tomar sus porciones a menos que ella
estuviera allí y las consiguiera para ellos.
—¿Dónde estabas?
—¿Sera ha sido herida? —Era una suposición natural, ya que la reina visitaba
a la pareja de las guerreras solo por esa razón.
—Oh.
—Así que dime, dragón, ¿qué haces aquí mientras ella no está?
—Espero.
Inseguro de por qué le preguntaba eso, él había puesto la jarra a un lado. Era
lo que su especie hacía. No eran un grupo creativo. Más bien, comprobaban el
perímetro, marcaban su territorio y guardaban lo que caía bajo su protección. Los
pasatiempos no servían para nada, excepto para distraerlos de sus funciones.
—¿Y qué?
—¿Cómo es eso?
Max le cogió la mano justo cuando ella fue más abajo de su ombligo.
—Estoy emparejado.
El calor había impregnado sus mejillas ante el amargo recuerdo de una noche
que preferiría olvidar. Para apaciguar a su reina y sus hermanas mujeres de la
tribu, Sera lo había “presentado” a ellos para que pudieran inspeccionarlo y tener
la seguridad de que era lo suficientemente dócil para residir en su pueblo.
Completamente desnudo, se había visto obligado a soportar sus escrutinios
audaces y manoseos groseros de su cuerpo, mientras se aseguraban de que era
“hombre” suficiente como para vivir entre ellos.
O acariciar.
Para el final de la misma, había estado tan furioso y herido que habría dejado
a Sera, pero ella se había disculpado y prometido que no iba a dejar que lo trataran
así de nuevo. Que se trataba de un evento de una sola vez, y que ella iba a hacer las
paces con él.
Nunca a él.
El animal.
—¿Qué de esa noche? —le había preguntado él, dando un paso atrás, fuera de
su alcance.
Ella había cerrado la distancia entre ellos y alargado la mano para tocar las
plumas trenzadas en su pelo.
—Basilinna, por favor. No puedo hacer nada. Conoces las leyes de nuestro
pueblo.
—Y qué desperdicio que son. Aun así... tienes otras partes que son capaces de
complacerme. —Ella había llevado la mano de él a su pecho—. Dime que no has
sentido curiosidad acerca de otras mujeres como nosotras contigo.
—¿Sabes cuántas veces los he visto a los dos como animales en celo? Sé
exactamente lo capaz que eres como amante con tu boca y tus manos.
Él la había agarrado con más fuerza para mantener sus manos fuera de sus
pantalones y lejos de su cuerpo.
—No.
Él la miró.
Qué humillante.
—¡Y ella vendrá a mí, estúpido hijo de puta! —Extendió su mano por él de
nuevo.
Esta vez, Max la había agarrado del brazo y la obligó a echarse atrás, hacia la
abertura de la tienda.
Pero no era una puta para ser intercambiado. Y mientras que él haría
cualquier cosa para complacer a su pareja, este era el límite. Se ocuparía de la furia
de Sera. Pero prefería eso a ser tratado como un objeto inanimado, sin voluntad
propia.
Las mismas Parcas que te pusieron con tus hermanas. Tus vínculos con ellas no son
más fuertes que tus vínculos conmigo. Así que no, no entiendo tu lealtad a ellas sobre la de
tu propio compañero. ¿Por qué no vienes conmigo?
No es lo mismo.
Porque en el fondo, lo que más odiaba, era la esperanza de que un día Sera
vería más allá de su corazón y al alma que le pertenecía a ella. Que aprendería a no
despreciarlo por algo que él no podía evitar más de lo que ella no había podido
evitar nacer entre un grupo de perras mezquinas.
Pero las esperanzas y los sueños eran para los seres humanos.
Esta vez, no era por él. Era por los que realmente se lo merecían.
—Nunca me escuchabas.
Tenía razón. Empujándose a sí misma, miró esos ojos heridos y trazó la línea
de sus labios con la punta de sus dedos.
—Lo siento mucho. —Por primera vez, vio la humanidad a través de sus ojos
y comprendió exactamente lo que Aimee había querido decirle.
Durante toda su vida, ella se había centrado en el clan de los Katagaria que
había atacado su aldea y asesinado a su madre. Aún no sabía por qué habían hecho
eso.
Un asesinato, masacre animal. Eso era todo lo que le habían dicho nunca. Era
lo que hacían los Katagaria. Todo lo que sabían. Eran animales salvajes que
mataban indiscriminadamente y sin conciencia.
Pero Maxis tenía razón. Jamás le había mostrado ese lado a ella.
Bueno, a excepción de la cabeza rebanada unos minutos antes. Sin embargo,
podría excusar eso. Ella habría hecho algo peor si hubiera estado allí para salvar a
sus hijos.
Con el ceño fruncido, él pasó sus dedos sobre las frías mejillas de ella.
—Porque te hice daño cuando no debería haberlo hecho. Hacía caso a los
demás cuando debería haber llegado contigo a un acuerdo a solas. Y, sobre todo,
porque sé que no merezco la segunda oportunidad que voy a pedirte. 135
Max aspiró bruscamente ante sus palabras. Pudo sentir que ella hablaba en
serio. Pero ella había hablado “en serio” antes y él había vivido para lamentar
confiar en ella.
—Lo sé. Y sé que no tengo derecho a pedirte esto. —Ella tomó su mano entre
las suyas y le besó la palma—. ¿Puedo compartir un recuerdo contigo?
Tenía tantos recuerdos que quería mostrarle de sus hijos. Pero había uno en
particular que él necesitaba ver.
Pero sus hijos no eran como los demás y ella lo sabía. Por encima de todo,
quería que se sintieran más cercanos al padre que nunca habían conocido.
Para ayudarles a llegar a un acuerdo con quién y qué eran, Seraphina les
había llevado a la cueva que había pertenecido a Maxis. Había esperado que
contactaran con su noble padre.
—Ragna dice que nunca debemos dar rienda suelta a la bestia dentro de
nosotros. Una vez que la liberas, es difícil devolverla a su lugar.
—No lo sé.
—Oh, esto es tan raro. —Justo entonces dio su cola contra la pared—. ¡Ay!
Tengo que tener cuidado con eso. —La elevó y se golpeó en la cabeza con el
extremo de púas.
—¡Oh, Dios mío! ¿Es sangre? —Él había tendido la mano a su madre—. Mira
esto. ¡Estoy sangrando!
—¡Oh, Dios mío! Sólo el idiota de mi gemelo se podría golpear con su propia
cola. ¿Cómo puedes ser tan estúpido?
—Hazlo y verás lo difícil que es controlar esa cosa. Juro que tiene mente
137
propia.
—¡Edena! —Seraphina había jadeado—. ¡No puedo creer que hayas dicho eso
a tu hermano! ¿Dónde has oído eso?
—¡Por Dios, Matera! Casi tengo treinta años. Soy la última de mis amigas que
no ha tenido un amante todavía. Y si eso es lo que te preocupa, entonces necesitas
hablar con tu hijo acerca de dónde ha estado plantando esa cola frontal más corta
últimamente.
—¿Qué?
—Lo digo en serio, Hadyn. Aléjate antes de que te haga más daño. 138
Haciendo pucheros, él obedeció.
—¡Ay!
—¡Ja! —Hadyn había bromeado con su voz profunda y ronca—. ¡Te lo dije!
Seraphina les gruñó. ¿Por qué tenían que pelear todo el tiempo? No tenía
sentido para ella y quería ahogarlos a los dos.
—¡Niños, paren!
—¿Cómo te sientes?
—Hadyn tenía razón. Es extraño. ¿Te sentiste así la primera vez que
cambiaste?
—Síp.
—Nunca he cambiado.
—Lo hice y siento haberlo alejado de ustedes. Pero nunca tengan miedo de
usar el don que les dejó. Son drakomai. Siéntanse orgullosos de eso y nunca dejen
que nadie los haga sentir inferiores.
Ella asintió.
—Entonces demuéstralo.
—¿Cómo?
—Conviértete en un dragón.
El color desapareció de su rostro.
—¿Disculpa?
—¿Y si no puedo?
Seraphina sabía que él tenía razón. Pero mientras lo miraba, dudaba de que
pudiera hacerlo. Durante demasiado tiempo ella había negado a esa bestia. Se
había escondido. Hacerlo ahora... 140
¿Y si ella no podía volver?
—Lo digo en serio, Sera. Tú me diste una elección imposible una vez. Ahora
yo te doy una. Cambia para mí o me perderás para siempre.
11
—¿Quieres que cambie aquí? —preguntó Seraphina, mirando alrededor del
ático que de repente parecía demasiado pequeño para dos dragones de gran
tamaño.
—¿Lo harás?
Aun así, la aterrorizaba. Pero él tenía razón. Había hecho que sus hijos lo
hicieran. Para ser justa, también debía hacerlo.
—¿Dónde estamos?
—Avalon. Es el lugar más seguro que conozco para esto. El único lugar que
conozco al que podemos ir y no ser molestados ni perseguidos. —Su mirada se
oscureció antes de darle un casto beso que curiosamente la dejó sin aliento—.
Ahora, déjate llevar.
Ella esperó a que se alejara antes de tomar una respiración profunda y...
Dejando caer los brazos a los lados, ella negó con la cabeza.
—No puedo hacer esto.
Él arqueó una ceja mientras le daba una mirada severa y cruzaba los brazos
sobre su pecho.
—¿Por qué es tan importante para ti? ¿Qué es lo que realmente importa?
—Porque le tienes mucho miedo a eso y a mí. Quiero que entiendas a la bestia
en tu corazón. Ver por ti misma lo que significa ser un dragón. Sólo una vez en tu
vida, Sera. Eso es todo lo que pido. Compláceme.
En todos estos siglos, rara vez le había pedido algo. Y mientras estaba allí, la
llenaba de vergüenza recordar aquellos puñados de veces.
Cada vez que estaba fuera de casa, le había pedido que le dejara quedarse en
su cueva en la que no era ridiculizado por su pueblo, y ella le había negado esa
comodidad. Él le había pedido que no le sometiera a su tribu para ser 142
inspeccionado como un animal enjaulado.
Le había rogado que huyera con él y formar una familia. Vivir, solo los dos,
en paz. Sin tribu. Sin odio. Comenzar de nuevo y crear, en lugar de destruir.
Y lo último que quería para ella era que por él le cayera la furia de Nala.
Las lágrimas llenaron sus ojos de nuevo al darse cuenta de lo injusta que
había sido. Y cruel. Se ahogó en un sollozo.
Y eso logró hacerla llorar como un niño. Enterró la cara contra su pecho y
lloró mientras todo el dolor y el pesar la sacudían. Deberían haber tenido una vida
juntos. En cambio, sus miedos y su orgullo les habían separado durante siglos. Sus
hijos y ella habían sido atrapados como estatuas de piedra y él había sido obligado
a vivir célibe en total soledad.
Peor aún, habían herido a la única criatura en su vida que nunca había
tratado de hacerle daño. En toda su vida, Maxis fue el único para el que ella había
sido lo primero. Y a pesar de todo, aún lo hacía.
Enterrando las manos en su pelo, ella coloco sus labios en los suyos y le besó.
Dejó que el sabor de su dragón llenara sus sentidos, recordando la forma en que él
había sido una vez. Cómo la había saludado y sostenido. Sin reservas. Sin engaño.
Siempre su compañero leal y valiente.
Max no estaba seguro de qué pensar. No hasta que la vio extender sus alas, y
luego transformarse en un hermoso dragón rojo. Su risa llenó sus oídos mientras
ella corría, despreocupada, a través de la pradera.
—¿Estás bien?
Ella trató de enderezarse y se cayó una vez... y otra vez. Finalmente, se sentó
y dejó escapar un suspiro de fuego de frustración.
143
—No es fácil ponerse de pie, ¿verdad?
—¿Mejor?
—No.
—No, pero…
—¿Humana?
Ella asintió.
—No puedo creer que no hayas hecho esto antes. ¿Nunca tuviste curiosidad?
—Jamás he estado en shock. Y... luché contra la urgencia de cambiar cada vez
que se apoderaba de mí. Mi tía, Keria, siempre dijo que no debíamos ceder al
animal dentro de nosotros. Que debíamos temer que nos llevase y nos gobernara.
—¿Y ahora?
Riendo, volvió a ser un hombre para poder atraerla a sus brazos y presionar
la parte de él que estaba más desesperada por ella contra sus caderas.
—Y yo a ti. —Él tomó su cara, mirándola a los ojos—. Quiero que sepas que
cuando me enteré de lo que Zeus había hecho a tu tribu, fui detrás de ti para
liberarte.
—¿Qué?
Él asintió.
—¿El qué?
—Cuidarme.
Besó sus labios y se echó hacia atrás para ofrecerle una sonrisa triste.
—Está bien. Nací maldito. Incluso ahora, sé que no seré capaz de mantenerte
conmigo.
—Has dicho eso antes, pero nunca me lo has explicado. ¿Cómo fuiste
maldecido?
Él se pasó los dedos por el pelo mientras la tristeza oscurecía sus ojos.
—Mi madre me dio a luz para cautivar a mi padre. Cuando me negué a ser
utilizado, me maldijo por ello. Por eso Illarion fue capturado cuando era un joven
dragón y le cortaron la garganta. Para castigarme. No se me está permitido ser feliz
como a los demás.
—Oh, akribos... no fue la maldición de tu madre la que nos separó. Fue mi
estupidez. Mi egoísmo. Pero te lo prometo, no voy a dejar que nada se interponga
entre nosotros otra vez.
Max quería creerle. De verdad. Pero incluso mientras ella decía esas palabras,
sabía que era mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Había sido herido tantas veces que no podía permitirse creer en nada. Tenía
demasiada experiencia.
Cerrando los ojos, hundió sus labios en los suyos y la respiró. Su cuerpo era
increíblemente suave y cálido. Tan dulce. Había olvidado lo bien que se sentía 147
abrazarla. Cuánto le gustaba la sensación de sus piernas deslizándose contra las
suyas mientras le mordía los labios y el mentón. Siempre había sido una mujer de
apetitos fuertes. La mayoría de los hombres habrían estado aterrorizados por la
forma en que se negaba a contenerse.
Siempre había adorado esa parte de ella. No era extraño que al volver a casa
le tirara en broma al suelo para poder ponerse a horcajadas sobre él. A veces le
había acechado por el bosque cuando iba a bañarse. En cuanto se despojaba de sus
ropas, ella se abalanzaba como un depredador, lloviendo besos y caricias por todo
su cuerpo.
Incluso ahora, les hizo rodar para ponerle de espaldas y poder lamer y
degustar su pecho y abdomen. Vivía para ser la más agresiva en la cama. Era como
si tuviera algo que demostrarles a los dos. Y era lo suficientemente hombre para
darle la ventaja y echarse hacia atrás y disfrutar de su juego. Y dejarla salirse con la
suya con su cuerpo.
Él siseó mientras ella mordía sus costillas, y luego descendía para lamer y
burlarse del hueso de su cadera, mientras que su mano ahuecaba su saco y lo
masajeaba suavemente hasta el punto de que apenas podía contenerse.
—Oh, dioses —dijo sin aliento mientras todo le daba vueltas. Durante un
minuto, estuvo seguro de que iba a explotar en su boca trabajando su magia sobre
su cuerpo. Pero entonces justo cuando estaba a punto de perder el control, le dio
una larga lamida y se arrastró por su cuerpo hasta que pudo ver su sonrisa.
Max hundió las manos en sus ricos rizos rojos, que caían en cascada sobre sus
hombros pálidos y ocultaban sus pechos llenos.
—Mi Seramia.
Seraphina disfrutó del apelativo cariñoso que había echado de menos más de
lo que creía.
—Mi precioso dragón. —Inclinándose hacia delante, besó sus increíbles labios
antes de empalarse en él.
—Quiero que sepas que nunca te he sido infiel, Maxis. Desde el día en nos
emparejamos, nunca he tomado a otro amante.
—¿Por qué?
—Gracias.
Tomando sus manos, se las llevó a los pechos mientras se echaba hacia atrás y
le montaba como había soñado hacer todas las noches que habían estado
separados. Él la llenaba por completo. Y por un momento, se olvidó de todo lo
demás. De todos los años que no estuvieron juntos.
Max se entregó a ella por completo. Como siempre había hecho. Ella
atravesaba todos y cada uno de los muros que él alzaba alrededor de su corazón.
Por eso se había obligado a sí mismo a dejarla. Porque era la única a quién no
podía decir que no.
Nunca.
Era su refugio.
Una vez había cometido el error de pedirle que se uniera a él. Y aunque sus
palabras de rechazo habían sido amables, la expresión de horror absoluto en sus
ojos color avellana ardió para siempre en su corazón. Una parte de su alma se
había encogido al ver esa dura reacción.
Ese rechazo.
Así que la sostuvo en sus brazos y no se molestó en repetir esa pesadilla. 149
Seraphina escuchó el feroz latido del corazón de Max bajo su barbilla
mientras trazaba círculos sobre su pecho y alrededor de su pezón. Su propio
corazón estaba tratando de sincronizarse con el suyo. De enlazarse con él. Incluso
podía sentir cómo sus dientes se alargaban para la ceremonia que les uniría
plenamente.
En la vida y en la muerte.
Ahora…
—¿Disculpa?
—¿Podemos unirnos?
Un brillante ceño se dibujó en su rostro mientras le apartaba el cabello de la
cara.
—Conoces ese pero. Estoy bajo una orden de ejecución, con casi todos los
Were-Hunter existentes detrás de mí. Y tenemos a dos dragonets que necesitan que
su madre les cuide. No puedo correr el riesgo de caer y llevarte conmigo a la
tumba.
—Y eso es lo más dulce que nadie me ha dicho nunca. Gracias. Pero no puedo
aceptar un vínculo contigo ahora mismo.
Sera se retiró.
—¿Qué es eso?
Mientras bajaba del ático con Sera detrás de él, se encontró con Rémi en el
pasillo delante de la habitación de Aimee. Sin duda Rémi había tomado ese puesto
para asegurarse de que nadie se acercara a su hermana y la amenazara mientras
descansaba.
Con su familiar sonrisa burlona, Rémi hizo un gesto con la barbilla hacia las
escaleras que conducían a la parte principal de la casa.
—Um... no. —Él pasó un brazo sobre sus hombros—. Creo que voy a soltarla
sobre ellos. Ella es mucho más feroz que yo.
Rémi estuvo tan cerca de sonreír como podía. Al menos hasta que su sobrino
Jake salió del cuarto de los niños con un bebé soñoliento en brazos.
—Oye, tío Rémi, ¿crees que es seguro ir a la cocina a por un poco de leche?
No quiero despertar a mi mamá y ya no nos queda. He intentado que Aubie se
vuelva a dormir sin leche, pero no me hace caso.
Max no se perdió el profundo dolor familiar que cruzó los ojos azules de
Rémi al ver a Jake y a Aubert. Eran los hijos de su hermano gemelo Quinn y su
compañera Becca —la osa de la que Rémi aún estaba perdidamente enamorado y a
la que había querido acoplarse. Pero las Parcas habían sido aún más crueles con él
de lo que habían sido con Max y Sera.
Cuando bajaron las escaleras hasta la cocina, hacia la barra, oyeron los gritos
de enfado que curiosamente le recordaban a los gritos infantiles de Aubert.
—Patea algunos traseros por mí, Max —dijo en un tono más fuerte, antes de
coger la leche y volver con sus sobrinos.
Cuando Max se dirigió hacia las puertas de vaivén, Sera le tomó del brazo.
—¿Huirías conmigo?
—¿Ahora me entiendes?
—Lo hago.
Fang, Vane, Dev, Illarion, los lobos y los osos estaban en el bar, listos para
enfrentarse a todos los miembros de la tribu de Seraphina. Afortunadamente, el
bar estaba todavía cerrado a los seres humanos o hubiera sido la receta para el
desastre.
Dev se rió.
—Seraphina...
—Sin embargo, parece que todos han olvidado algo. Mientras que ustedes
están obligados por las leyes del Omegrion, nosotros no. ¿De verdad quieren que
dé rienda suelta a mis guerreros aquí? ¿Cuánto tiempo crees que tú y tus animales
podrán aguantar?
Fang no se amilanó.
Sera e Illarion retrocedieron. Igual que Nala. Max se acercó para proteger a su
familia de lo que se avecinara.
Más rápido que un parpadeo, Dev cogió un cubo de fregona y lo colocó frente
al demonio justo a tiempo para atrapar el vómito. Haciendo una mueca y
maldiciendo, él miró a Sam.
Dev colocó el cubo a un lado al tiempo que los demás miraban al demonio en
un silencio aturdido.
—Son repugnantes.
Al unísono, todos dieron un paso atrás desde sus posiciones como si tuvieran
miedo de que eso, también, fuera contagioso. 155
—Santa. Mierda —suspiró Dev.
Fang y Vane tocaron con las puntas de los pies los restos humeantes del
demonio antes de inspeccionar el resto de la sala.
—¿Thorn?
—¿Basilinna?
Fang y Vane se volvieron hacia los Arcadianos, pero sin su demonio y las
guerreras amazonas, su fanfarronería se había desvanecido.
—¿Seramia? 156
—Yo tampoco me siento bien. —Se llevó la mano a la frente—. Es una
sensación extraña. —Sus piernas se doblaron.
—¡Carson!
—¿Qué le ocurre?
Max dio un paso atrás para que Carson pudiera examinarla. El tiempo se
ralentizó mientras se mordía el labio y esperaba ansiosamente a que el médico les
dijera que ella estaba bien. Que esto era sólo agotamiento por el increíblemente
largo día que habían tenido.
—¿Qué?
Sus ojos brillaban cuando ella encontró la mirada de Max, pero consiguió
parpadear las lágrimas para retenerlas.
—Debería haber sabido que los dioses no nos permitirían ser libres. 157
Estábamos destinadas a ser castigadas por enfrentarnos a ellos. Seamos realistas,
no son exactamente conocidos por su misericordia.
—Lo siento. Nunca debí haber seguido a Nala en su guerra contra los dioses.
Estaba tan segura de que los sumerios se harían cargo de Grecia. —Riendo
amargamente, hizo una mueca—. Perra estúpida, nunca respaldó a un bando
ganador en ningún conflicto.
—No lo sé. Estaba enfadada con los dioses por lo que nos habían hecho. Por
lo que les habían hecho a nuestros hijos. Quería la sangre de Apolo y de Artemisa
por crear a nuestras razas. La de las Parcas por condenarnos. Era una misión
suicida. Sin embargo, me hizo sentir poderosa, como si tuviera algún control sobre
mi destino. ¿Cómo de tonta era?
—No fue tonto. Un poco arrogante y bastante miope. Pero no tonto. —Puso la
cabeza en su regazo y la abrazó con fuerza—. No puedo volver a pasar por esto. —
Él la atravesó con una furiosa mirada—. No lo haré.
—No podemos hacer nada.
—Sí, podemos.
—¡Maxis!
Él no la escuchó.
Demasiado tarde. Se fue sin dejar un solo rastro. Sólo un ligero revuelo en el
aire que no daba pistas de que él hubiera estado allí. Aterrorizada, encontró la
158
mirada de Carson, que reflejaba su misma preocupación.
—¿Qué va a hacer?
—Síp. Lo secundo.
***
Soltando un profundo suspiro, cerró los ojos e ignoró el dolor de sus heridas.
Llamó a cada onza de aliento de dragón en su interior y se teletransportó a las
Puertas de Samothraki. Aunque los seres humanos de esta época y lugar no veían
nada salvo los restos irregulares de tiempos pasados, sabía dónde estaba la entrada
a uno de los lugares laicos más sagrados. Como las puertas de entrada a Avalon y
a Kalosis, esta brillaba sólo unos pocos latidos de corazón justo al anochecer y al
amanecer. Tan rápidamente que era fácil perdérselo o descartarlo como un truco
visual.
Pero este era uno de los últimos lugares donde sus hermanos dormían en el
mundo moderno.
—¿Falcyn?
Nada más que la brisa marina de la tarde le respondió. Max se abrió paso a
través de las ruinas del ancestral templo donde la humanidad una vez había
pagado tributo a los dioses de la antigüedad. Donde una vez habían hecho
ofrendas a su especie, con la esperanza de ganar su cooperación y afecto.
—¿Estás satisfecho?
—En realidad, no. Cuando te corte por ser un idiota como deseo, puede que
me sienta mejor emocionalmente.
Esta vez, cuando atacó, Max detuvo el golpe. Haciendo uso de su campo de
fuerza, le bloqueó y se la devolvió a su hermano mayor.
Luego desapareció. Max se relajó, sólo para darse cuenta demasiado tarde de
que se trataba de un truco. Falcyn se materializó a su espalda y le atrapó en una
viciosa llave de cabeza. Apretó con fuerza mientras sostenía a Max contra su
cuerpo.
—He aquí lo que queda de mi isla gracias a ti, hermano. ¡Trajiste a esos
bastardos griegos aquí y te odio por ello!
Síp, está bien, puede que hubiera cometido un terrible error. Había esperado
que unos pocos miles de años hubieran suavizado el cabreo de su hermano.
Pero una pelea es lo que fue. Falcyn le atacó como un perro muerto de
hambre en un buffet detrás de la última costilla de cerdo. Maldición, había 160
olvidado lo fuerte que su hermano podía golpear. Sin otra opción, se transformó en
un dragón. Era la única manera de sobrevivir sin matar a su hermano.
Bueno…
Oh, queridos dioses, ¿de verdad? De repente, Illarion estaba entre ellos en su
cuerpo de dragón, empujándoles para separarles. ¡Paren! ¡Los dos!
Falcyn se dio la vuelta, tratando de pincharlo una vez más con su cola.
Max la atrapó con sus garras y la mordió tan duro que Falcyn gritó.
¿Era necesario?
—Un poco.
Falcyn...
—Lo digo en serio, Illy. No estoy de humor. —Se dirigió pesadamente hacia
su puerta.
—Necesito una DragonStone, Falcyn. Mis hijos y mi swan morirán sin ella.
Falcyn se congeló.
—¿Hablas en serio?
Lo siento, Max.
—Sabía que eras egoísta y frío, Fal, pero esto... Mamá estaría orgullosa de
saber lo mucho que se parecen. ¡Ojalá te hubiera matado cuando tuve la
oportunidad, hijo de puta!
Sip, seguro. Como todos los demás, le culpaba por cosas que Max no había
querido. Por algo que no había podido evitar. Que él había hecho todo lo posible
por evitar.
Ni siquiera a Falcyn.
Pero no había nada que pudiera hacer. Con el corazón roto por haber
fracasado, volvió al Santuario con Illarion pegado a su cola para poder pasar todo
el tiempo que le quedara junto a su esposa antes de que los dioses la regresaran a
una inanimada estatua congelada.
***
—¿Mamá? ¿Papá?
Aún más cautelosa, deslizó las manos a sus armas, lista para cualquier 162
amenaza que pudiera estar esperándola en la enorme habitación iluminada con
velas. Con las sábanas arrugadas, la cama de dosel tamaño king estaba vacía. A un
lado, las cortinas estaban descorridas como si las hubieran quitado rápidamente.
Dado que los Daimons y los marcados por demonios no podían enfermarse,
en teoría, o quedarse embarazados, esto no podía ser bueno. Medea se arrodilló al
lado de su madre.
—¿Matera?
Con la piel verdosa, su madre puso una tierna mano en la mejilla de Medea y
trató de sonreír.
Pero podía decir por el miedo en los ojos de su padre que esto era peor de lo
que su valiente madre le dejaba ver.
Sólo su madre podía reunir tanto odio y veneno en esa condición. Claro que,
eso era lo que Medea admiraba de Zephyra. Era una luchadora hasta el amargo
final.
Medea asintió.
—Y quiere a Max.
—¿Al dragón?
—Sí.
—¿Por qué? —le preguntó su padre con el ceño fruncido.
Medea se levantó.
—¿Qué ocurre?
Un presentimiento aún peor la atravesó ante esas palabras. Cada vez que
alguien mencionaba la palabra “plaga” y “Daimon”, sólo un nombre le venía a la
mente...
Apolo.
Él se apartó de ella.
—Sólo tú podrías ser tan gracioso y estar así de enfermo al mismo tiempo.
Voy a ir contigo de todos modos, antes de que te golpee. Sólo por si acaso.
Y a ella.
—¿Quién era?
—¿Medea?
—¿Sí, Padre?
—Te quiero.
Durante un minuto, ella no pudo moverse. Aunque sabía que era así, no solía
decirlo en voz alta. Al igual que su madre, su padre era una criatura feroz y
violenta. Un Daimon despiadado de acción, no de afecto. El hecho de que se
sintiera obligado a decírselo la preocupó aún más.
E irónicamente, hacia allí era a donde se dirigía. Si alguien tenía una pista
acerca de esto, sin duda, sería la antigua diosa de la destrucción de la Atlántida.
Una alta mujer Caronte apareció a su lado. Con el verde pelo largo que hacía
166
juego con sus ojos, tenía la piel de color amarillo-anaranjado y cuernos y alas
naranja oscuro.
—¿Sí?
—Está bien, Sabine. Estoy segura de que está aquí para pedirme una cura
para su madre. Estás excusada esta noche. Ve a ver a tus pequeños.
—Sí, Akra.
—Aunque tus pensamientos son correctos, niña, te recuerdo que les maté a
todos por el hecho de que hicieron daño a mi hijo. —Se puso seria—. A pesar de las
luchas que hemos tenido durante siglos, Stryker es también mi hijo, y aunque yo
no le di a luz, no le quiero menos por eso. Y como cualquier madre, ni dejaría ni
podría permitir que uno de mis hijos dañara al otro, y esos son los únicos
momentos en que he detenido los intentos de Stryker. No voy a permitir que
ataque a Apostolos o a Styxx. Mientras deje a sus hermanos y a sus familias en paz,
no le haré pedazos. Y no le haría más daño de lo que le haría a ninguno de mis
hijos.
—Parece haber una plaga esparciéndose entre los Spathi de aquí. Davyn está
enfermo, y también mi madre.
—¿Akra?
—¡Sígueme!
Medea sabía que no debía cuestionar o desobedecer ese tono de voz. Aceleró
sus pasos para alcanzar a la diosa, quien la guió a un nivel inferior del palacio que
había pertenecido a Misos, el dios Atlante de la muerte y la violencia. Dado el
aspecto de este nivel, diría que era el lugar donde ese antiguo dios una vez había
mantenido a sus invitados “especiales” para castigarles en sus vidas posteriores.
Según el hermano de Medea, Urian, esas almas habían pertenecido a los
primeros que consumieron los Daimons originales que Apollymi había traído aquí
para salvarles de la maldición de Apolo. Las almas de los corruptos condenados les
habían alimentado durante mucho tiempo.
Pero, por desgracia, todas las cosas buenas llegaban a su fin. Y después de un
tiempo, los Daimons se habían visto obligados a salir y alimentarse de seres
humanos en el mundo para alargar sus vidas.
Al llegar al final del pasillo, Apollymi usó sus poderes para abrir una puerta
de hierro de gran espesor. Apolo estaba encadenado en un montón desnudo, el
dios griego que había condenado y brutalmente eviscerado al hijo de Apollymi,
Acheron, cuando era humano. Esa traición era la razón por la que la diosa le
odiaba tanto. Pero palidecía en comparación con los miles de años que Apolo se
había pasado torturando al hermano gemelo de Acheron, Styxx.
Ella vaciló.
—Todos han olvidado que yo soy el dios de las plagas. Ahorré lo suficiente
de mis fuerzas para una última venganza.
Apolo palideció bruscamente ante sus palabras. Había estado aquí el tiempo
suficiente para aprender a temer esa mirada, como todos ellos hacían.
—No podemos matar a Apolo. No podemos deshacer este último truco... Pero
nadie dijo que no podíamos alimentar a los gallu con él y dejar que lo conviertan
en una de sus perras de sangre como lo hicieron con Zakar. ¿Qué opinas?
169
Medea se rió maliciosamente.
Apolo gritó.
—¡No puedes hacer eso! ¿Tienes alguna idea de lo que harán en el mundo?
—Olvidas, querido Apolo, que soy Apollymi la Gran Destructora. ¿Crees que
me importan esos tontos mortales? —Le sonrió a Medea—. Convócalos.
13
Desnudo bajo su montón de pieles, Max yacía en el suelo de su ático,
sosteniendo a Sera en sus brazos. Había enviado a Illarion con Blaise a buscar a los
niños y traerlos de vuelta así podrían verla antes de que ella volviera a ser piedra.
Pero él quería unos últimos momentos en privado para decir sus adioses.
Parecía que cada latido de su corazón hacía que el cuerpo de ella se enfriara
más y pusiera más rígido. Se estaba muriendo lentamente en sus brazos. Estaba
intentando todo lo que se le ocurría para mantenerla caliente y vibrante. ¿Cómo
podían sus poderes ser tan inútiles?
Ella le ofreció una amable y triste sonrisa mientras le tocaba los labios con los
dedos.
170
—No te preocupes, mi Señor Dragón. No es tan malo. De verdad. No es como
estar muerto... Sólo un largo sueño. Ni siquiera sé que estoy allí.
¿Como si eso ayudara? En todo caso, saber que ella existía en un estado
oscuro y vacío lo empeoraba.
Con sus ojos brillando, ella extendió la mano para cepillar su flequillo con
una mano.
—Sólo desearía haber podido ver tu cabello como lo recuerdo. Te ves tan
manso con este peinado. Tan humano. —Ella arrugó la nariz juguetonamente.
—Habría pensado que preferías mi pelo corto y arreglado, como los hombres
de tu pueblo.
—No. Son tus salvajes costumbres draconianas las que siempre me han
cautivado. Fue lo primero que me atrajo de ti, por encima de todos los demás.
Ella lo hizo, y él usó sus poderes para devolver su cabello al estilo primitivo y
barbárico que había tenido al acoplarse.
Tomando su mano, le besó la palma y la guió hasta sus largas trenzas con
cuentas que estaban atadas con plumas.
Riendo, ella enrolló una trenza fina alrededor de su dedo índice y jugó con su
pelo largo con tanto deleite que le puso realmente duro otra vez. Aunque cómo
podía tener una erección dada su última ronda ardiente estaba lejos de su
comprensión. Era algo bueno que no tuviera una cama, ya que estaba seguro de
que la habrían roto.
Max se inclinó sobre ella y la besó mientras su corazón se rompía ante la idea
de perderla de nuevo. Tenía tantos poderes. Tantas baratijas y tesoros de los 171
dioses. Objetos encantados sin tiempo por los que personas habían muerto a lo
largo de la historia intentando encontrar y poseer. Pero nada podía detener o evitar
esto.
Nada.
Así que se aferró a ella con tanta fuerza que finalmente protestó.
—Lo siento. Solo quiero mantenerte caliente y a salvo. —Él jugó con el lóbulo
de su oreja con su lengua.
—Cómo me gustaría que pudieras. No hay nada más que desee que
quedarme contigo.
Alguien llamó a su puerta. Max usó sus poderes para vestirlos de nuevo antes
de permitirle a su visitante entrar a su habitación.
—¿Mamá?
Hadyn asintió.
Ella asintió.
Ambos asintieron.
—También yo. Solo recuerda que sin importar qué, voy a estar cerca. Y
Edena, necesito que seas amable con tu hermano en mi ausencia. Deja de tratar de
cortarle las alas todo el tiempo. Déjale aprender a volar o a estrellarse por su
cuenta.
—Voy a intentarlo. Por ti.
—Los amo a los dos. Por favor, cuídense entre ustedes y de su padre y sus
tíos por mí.
—Si llevara a Seraphina contigo, en Avalon, ¿crees que podrías evitar que
siguiera transformándose? ¿Que lo que sea que está salvando a los niños pudiera
salvarla, también?
173
Merlín vaciló.
Las lágrimas lo ahogaban. Merlín tenía razón. Con ella siendo piedra de
nuevo, siempre había una posibilidad de que pudiera encontrar otra manera de
restaurarla. De conseguir la Tabla de Kessar y utilizarla para liberarla de nuevo.
—Gracias, Merlín.
Él se paró.
—Voy tras Kessar y la Tabla.
—¿Estás loco?
—Es la única forma. La utilizó para liberarte. Entonces puedo usarla para
mantenerte aquí, también. —Miró a Illarion—. ¿Cierto?
Sí... no, esto es una muy mala, mala idea. Como tratar de secarte el pelo mientras te
duchas, o mear con un fuerte viento. ¿Estás loco?
Es la misma cosa.
Bueno, lo es.
174
Sera se puso de pie junto a él.
¿Cuántos desafíos más estás planeando emitir? Jesús, Max. Hay maneras mucho
menos dolorosas de morir. Ahogarse en ácido es una de las que se me ocurre.
Furioso, manifestó una ráfaga de fuego para atacar. Hasta que reconoció a la
fuente del poder.
Falcyn.
Sólo que esta vez, no estaba en forma de dragón. Vestido con su antigua
vestimenta de guerra negra, llevaba pieles y pelajes de los asesinos que habían
cometido el error de venir tras él, como trofeos y testimonio de sus habilidades
marciales insuperables. Su pelo negro era corto a excepción de una larga trenza
que se envolvía alrededor de su garganta y que estaba adornada con un colgante
plateado de dragón que hacía juego con sus ojos claros. Brillaban como el mercurio
en la penumbra.
Devolviendo el gesto a Illarion, Falcyn cerró la distancia entre ellos con ese
andar predatorio feroz que era únicamente suyo.
Max asintió.
—Está bien, Sera. Este es mi hermano Falcyn. Confío en él... la mayoría de los
días.
—¿Quién la maldice?
—Zeus.
—Entonces espero que esto moleste seriamente a ese bastardo, que estalle.
Deberías haberme dicho eso en un principio. No habría hecho esa búsqueda de
alma que duró tanto tiempo antes de ayudarte.
Con una garra, Falcyn se hizo una pequeña incisión en la muñeca hasta que
pudo reunir tres gotas de sangre. De su bolso, sacó una pequeña bola oblonga que
se parecía a un huevo, luego la cubrió con su sangre. La colocó en las manos de ella
y se las cerró en torno a eso mientras cantaba en la lengua de su madre. Él usó sus
manos para envolver el huevo cada vez más redondo.
Después de unos segundos, Sera inhaló con brusquedad, pero Falcyn sostuvo
sus manos en su lugar alrededor del huevo. Ella siseó.
—Quema.
Max apretó sus brazos alrededor de ella.
—Vas a estar bien. Él está extrayendo el veneno. Dale tiempo para que
trabaje.
Para el momento en que Falcyn terminó el ritual, estaba aún más pálida, pero
su respiración era más firme.
Por primera vez, las facciones severas de Falcyn se suavizaron. Blaise siempre
había tenido un lugar especial en sus afectos.
Falcyn giró de enfrentar las cortinas a mirar hacia atrás, primero a Max, luego
a Sera.
—Sigo pensando que eres un idiota. Todavía odio y envidio cada aliento que
llena tus pulmones. Pero eres mi hermano y somos drakomai. No me corresponde
quitarte a tu amada... Si hay alguna manera de ayudarla, entonces estoy
moralmente obligado a hacerlo. Conoces el código por el que vivimos y morimos.
Independientemente de lo que sienta por ti, es mi responsabilidad proteger lo que
amas y preservar nuestra línea de sangre.
Siempre.
—¿Qué?
—Así es.
Sera extendió los brazos para examinarlos como si esperara que comenzaran
a volverse fríos y lentos de nuevo.
—¿Esto va a durar?
177
—Debería. Falcyn es el más antiguo de nuestra especie, que yo sepa. —
Frunció la nariz hacia ella—. Es incluso más viejo que yo.
—Les fallé a él y a Haydn. Es por eso que no voy a fallarle nunca más a nadie
que ame. —Le pasó una mano por el cabello antes de levantar un mechón para
rozarlo contra su labio inferior.
Esa sola acción envió escalofríos a través de ella. Peor aún, despertó su
hambre por él de una manera que era aterradora. Antes de poder detenerse, le
enmarcó la cara entre las manos y guió sus labios a los de ella para poder
devastarle la boca y beber de él hasta llenarse.
Él asintió.
—Tengo que conseguir la Tabla de nuevo y asegurarme de que Kessar no la
usa. —La levantó y se la echó al hombro.
Sera jadeó ante la acción, sobre todo cuando se dirigió hacia la puerta.
Sera se volvió para ver a un nuevo grupo en la planta baja de la Casa Peltier.
El poder proveniente de ellos era suficientemente inquietante, pero fueron los dos
juegos de dioses gemelos idénticos los que le pusieron los nervios de punta y la
aterrorizaron.
Un par era fácil de confundir entre sí. Ambos eran altos, morenos, e
increíblemente sexis. La única manera de distinguir a uno del otro era que el de la
izquierda tenía el pelo negro más corto que el de la derecha.
El otro par era mucho más fácil de distinguir. Mientras que los dos tenían el
pelo largo hasta los hombros en estilos similares, uno tenía el suyo negro, con un
par de ojos plateados aremolinantes. El otro era rubio con ojos azul vibrante.
—Styxx —saludó Max al rubio—. Acheron. —Dio un paso atrás para
presentarla—. Mi compañera, Seraphina.
—¿Perdón?
—Así que estás pensando en servirme como comida para gallu. ¿Alguna otra
decisión que hayan tomado en mi ausencia que necesite saber?
—Irkalla.
—Oh —dijo Sin en un tono tan seco que podría usarse para deshidratar
océanos—. Eso es genial. Irkalla... ¿Por qué?
—Bueno, yo no soy... oh, espera. Síp, es cierto, soy un experto. Así que voy a
asumir que él está ahí porque tú no puedes ir y sacarlo arrastrándolo de las orejas
mientras grita. O matarlo.
Max se frotó el labio inferior con el pulgar mientras consideraba sus recursos.
Seraphina sabía que la Sa'l Sangue Realle era importante, pero hasta que no lo
vio en sus rostros, no puedo entender completamente la responsabilidad de su
compañero. Lo importante que era Max para el universo en su conjunto.
—Exactamente.
Con ojos atormentados, Max entrelazó los dedos en el pelo de Sera mientras
hablaba con los demás. Fue el gesto más tierno que nadie jamás había tenido con
ella y la afectó mucho más de lo que quería admitir.
—No. —Acheron sacudió la cabeza ante la propuesta de Sin—. Creo que esa
es una muy mala idea. Katra pediría nuestros traseros si te dejáramos ir y no
pudiéramos traerte de vuelta al final. No va a dejarte ir allí sin ella. ¿Estás
dispuesto a arriesgar su vida?
—¡Diablos, no!
—Buena respuesta.
—¿Quién es Katra? —le preguntó Sera a Max.
—Síp —dijo Dev irritado—. Volviendo al tema de Katra. Vas tú. Voy yo. No
me conviertas en un demonio, Sam. Me vería fatal con dientes aserrados.
—Eso también nos deja a Chi y a mí fuera —dijo Acheron—. Será mejor no
arriesgarse tanto.
—Es una larga historia. La versión corta es que él fue ocultado en el vientre
de mi madre mientras era un feto para impedir que su panteón le matara. Aunque
su madre es una diosa, mi madre fue una reina humana. Así que, aunque nos
parecemos, otro truco de su madre para ocultarle y disfrazarle, soy un Chthonian.
Él es un dios. Eso me deja limpio para el servicio activo en los reinos inferiores
gobernados por panteones antiguos que prohíben su participación.
Cherif se burló.
Fang asintió en acuerdo mientras una vez más se acercaba para repasar los
detalles de su último plan. Aunque para ser honestos, Seraphina todavía no estaba
contenta con él. Algo le daba mala espina.
Después de unos segundos, Acheron regresó con el rostro pálido y
demacrado.
—Oh, mierda.
—Guíanos.
—Gracias.
—No quiero que salgas herida. —Se mordió el labio en un gesto adorable—.
Es la Espada de Peleo. Aquiles me la envió para vigilarla y protegerla.
Ahora…
—Te amo.
—Yo también te amo, Seraphina —dijo ella fingiendo una voz masculina.
Síp, esto era aún peor de lo que había esperado. No podía imaginarse cómo
habían entrado los gallu. No deberían haber tenido acceso al Olimpo.
Tan pronto como Acheron abrió la puerta a su derecha, vieron que Artemisa
se había encerrado en su habitación con su nieta, que tenía la coloración de Sin,
pero era la viva imagen de una mini Artemisa. Cabía destacar que la niña estaba
ferozmente calmada mientras se aferraba a su abuela. Era como si supiera que
Artemisa nunca permitiría que le hicieran ningún daño.
Pero la visión más impactante fue el demonio Malachai que las estaba
protegiendo. Completamente demoníaco, llevaba su armadura de combate negra y
sus alas estaban extendidas para proporcionar un escudo entre ellas y cualquier
persona o cosa que se acercara a Artemisa o Mia. Tenía la piel roja y negra que se
arremolinaban sobre una cara hermosa y un cuerpo perfecto. Si no fuera por su
apariencia demoníaca y sus brillantes ojos rojos, habría sido exquisito.
Permitió que el dios sumerio pasara para ver a su hija, que se lanzó de
Artemisa para caer en brazos de su padre. Cuando entraron siguiendo a Sin, el
demonio les enfrentó con su espada, listo para la batalla.
187
Hasta que vio a Acheron.
—¿Estás seguro?
—¿Estás lista?
—Lista. 188
La fuerza de su despegue le robó el aliento. No era extraño que la silla tuviera
un respaldo tan alto. El viento la azotó mientras seguía al Malachai hacia la batalla.
Sus enormes alas eran rápidas y de hecho maniobraba ágilmente a pesar de su
gigantesco tamaño.
Juntos, lanzaron ráfagas de fuego a los gallu. La lucha era feroz. Entre dioses
y demonios. Por su vida, no podía entender por qué los gallu estaban atacando al
Panteón Griego. Y cuando los enfrentaron, comenzó a darse cuenta de la razón por
la que Maxis la había colocado en su espalda.
Desde allí arriba, no podía llegar a nada. Nada ni nadie podía acercarse a ella.
Por una parte estaba irritada. Por otra estaba encantada.
Max asintió.
—Pero esto me da una idea.
Él giró su enorme cabeza de dragón para mirarla por encima del hombro.
Movió sus piernas, que estaban más o menos a una milla del suelo. 189
—Es difícil pasarlo por alto.
Odiaba retirarse de la batalla, pero esto era mucho más importante. La Tabla
Esmeralda era una amenaza igual de peligrosa, o incluso más, que los demonios
que les estaban atacando. No tendría mejor oportunidad de recuperarla.
Al entrar en el antiguo reino inferior, Max aterrizó y dejó que Sera
desmontara. Manifestó su propia armadura y armas. Se detuvo al captar el curioso
ceño fruncido en su rostro mientras le observaba.
Siempre había sido muy exigente con las swans en su vida. Nunca había
tenido una amante humana. Las humanas nunca le habían atraído en ningún
sentido. Había sido muy selectivo y sus amantes fueron tan escasas que sus
hermanos a menudo se habían burlado de él.
Pero la noche que Seraphina entró en esa antigua guarida a beber con sus
hermanas de la tribu, no le había importado lo que era. Su toque audaz le había
electrificado y sus labios habían despertado una parte de él que no sabía que
existía. Eso por sí sólo debería haberle advertido que estaban destinados a estar 190
juntos.
Ahora…
Bajó su cabeza por la cresta de su yelmo, capturó sus carnosos labios carnosos
y bebió de ella. Como siempre, respondió a su pasión con el fuego suficiente para
hacerle maldecir esta misión y el hecho de que no les sobraba un solo minuto para
quitarle la armadura de su exuberante cuerpo y saborearla como deseaba.
Mordiéndose el labio, usó el dolor para enfocarse en algo más que en cómo se
aferraba su armadura a sus músculos. En los movimientos de guerrero letal.
¡Para!
Tan completamente trágico. Qué lugar tan lúgubre para ser enviado por toda
la eternidad.
Sera intentó asomarse por encima de su hombro para ver qué había captado
su atención, pero era demasiado alto.
Espera aquí.
Ella quiso discutir, pero sabía que sería inútil, así que asintió y se quedó allí.
Probablemente era lo mejor. Así podría vigilar la oscuridad si alguien se acercaba
sigilosamente hacia ellos. No que pudiera ver en la oscuridad.
Él abrió la boca para hablar, pero se quedó completamente quieto cuando una
voz cortó la oscuridad, con una profunda resonancia misteriosa.
—Bueno, bueno. Sabía que si creías que nuestros números eran bajos,
vendrías. Y aquí Nala pensando que era un tonto cuando se lo dije.
192
15
Max maldijo entre dientes al ver a Kessar bajo la cegadora luz de las
antorchas. Una jodida trampa... y él acababa de caer directamente en ella. Debería
haber sabido que no sería tan fácil encontrar y recuperar la Tabla.
Bueno, no podía pensar detenidamente en ello justo ahora. Peor aún, sabía
que el demonio no era idiota. Que sólo tendría una oportunidad y eso sería todo.
Y la he desperdiciado.
Al principio, ni siquiera se creyó que era ella. Pero al ver sus hermosas
escamas y garras rojas que le sujetaban, no hubo duda alguna.
Por desgracia, no podía viajar muy lejos en esa forma. Las paredes de la
caverna se estrecharon tanto que tuvo que bajarle y recuperar su forma humana si
no quería arriesgarse a romperse o a perder sus alas.
—Síp. No que eso nos haga algún bien de todos modos. Y si Kessar me
captura y me desangra, solo empeorará. Para todo el mundo... especialmente para
mí.
—Sí, pero no veo cómo podría ser útil. —Sobre todo porque las amazonas y
los Katagarias le querían incluso más muerto que los demonios.
—Si las liberas, podemos hacer retroceder a los demonios, y creo que Nala
conocerá alguna manera de salir de aquí.
—¿Me ves derrochando lógica? No. ¿Por qué me tratas como si lo hiciera?
Ella se rió de su tono bromista.
—Lo digo en serio, Maxis. Puedo conseguir que nos ayuden y que luchen.
—¿Y si te equivocas?
—Ninguna.
Max la empujó hacia adelante, hacia un nivel más profundo del reino inferior
con el que no estaba completamente familiarizado, deseando encontrar otra salida.
Peor aún, el olor y la imagen de la caverna húmeda despertaban lejanos recuerdos
enterrados que ni quería ni necesitaba ahora mismo.
—Tienes suerte de que la hermanastra de tu padre sea una diosa cuyo devoto
esposo está dispuesto a hacer esta mierda por ti. Así que en vez de molestarme con
tus insípidas quejas, deberías estar diciendo “gracias, tío Dagon, por hacer todo lo
posible por salvar mi vida y por no fusionarme con una hiena o un burro”.
—¡No te atreverías!
Solo, el príncipe se había acercado a Max e Illarion. Con los ojos teñidos por
la locura, había clavado la mirada en ellos.
No. Que Dagon le fusione con uno de los nuestros. Lo mejor que le puede pasar a este
mundo es que el príncipe Linus explote y muera. Preferiblemente con una gran cantidad de
dolor.
¡Maxis! No puedes hacer eso. Se supone que debemos proteger la vida humana.
Eso probó que incluso los dioses y los reyes podían ser estúpidamente ciegos 197
cuando se trataba de la familia y su intención de hacer algo por su bien. Los
sentimientos siempre se interponían en el sentido común y cegaban al más
inteligente de los seres.
Y por eso mismo, Max y Sera estaban a punto de ser comidos por los gallu.
Max gruñó de pura frustración. Su vida entera había sido jodida por dioses
que jugaban con aquello deberían haber dejado en paz. Y eso incluía a su madre y
su fascinación con su padre. Excepto que sin una tarde de calentura, él ni siquiera
habría sido concedido.
Irritado por el tema, Max apartó suavemente a Sera del camino al que se
dirigían, y tiró de ella hacia debajo de un ramal. No tenía ni idea de dónde les
llevaba. Pero parecía un poco más seguro que el otro camino.
Con todos los poderes que tenía y ni uno podría ayudarles a salir de esto.
Entonces, ¿para qué servían?
Él vaciló.
—Me alegra que todavía conserves tu optimismo. El mío se estrelló contra
una pared hace rato. Creo que tiene una conmoción cerebral.
—Tengo fe en ti.
—¿Desde cuándo?
—Siempre. —Ella puso su mano en su brazo—. ¿Sabes por qué te elegí esa
noche en ese tugurio?
Ella se rió.
—Tu mayor temor siempre han sido los dragones que asesinaron a tu familia.
De que regresaran para arrebatarte todo lo que amas. En lugar de esconderte y
correr, aprendiste a luchar contra ellos y a hacerles frente. Cada vez que se oía un
llamado para la batalla, eras la primera en ensillar y estar preparada. Y cuando las
Parcas ataron tu vida a lo que más despreciabas, me recibiste y me permitiste
entrar a tu casa, a pesar de que todo el tiempo esperabas mi traición.
—Eso no fue valentía. Lo que te hice estuvo muy mal. Te culpaba por lo que
hicieron otros dragones. En lugar de juzgarte por tus acciones y tu corazón, te
juzgue por ellos y por mi propio miedo.
Seraphina se tragó las lágrimas que amenazaban con asfixiarla. Aún no sabía
cómo podía aceptarla por quién y qué era. Tal vez era su corazón de dragón. Le
permitía ver el mundo de manera diferente a veces. Con más claridad. Más
conciso.
Le envidiaba esa habilidad. Ella veía a aquellos y aquello que la rodeaban a
través de un velo nebuloso de sospecha. Y tenía razón. Para ella nunca había sido
fácil confiar en nadie. Demasiadas mujeres de su tribu que habían intentado
venderla e incluso habían mentido a Nala sobre ella para poder reemplazarla como
su campeona. Y ahora Nala, que le había mentido sobre Max para herirles a los
dos.
Hasta ahora.
Max se detuvo cuando una idea radical le golpeó. Brutalmente radical. El tipo
del que o bien salvaba o bien condena al mundo entero. Lástima que no sabría si
funcionaría en su favor hasta que apretara el botón.
—¿Max?
En vez de responder, usó sus poderes para acceder a la Tabla y darle una
orden en una antigua lengua que no había usado desde el día en que había matado
a su madre por su última traición.
No tenía idea de lo que estaba haciendo hasta que un humo blanco comenzó
a ondularse desde el suelo y las paredes. Iridiscente y translúcido, era hermoso, y
se balanceaba como si estuviera bailando. Los gallu se detuvieron en seco como
hipnotizados por los movimientos rítmicos. La niebla comenzó a girar y a crear
formas más grandes.
Haciendo una pausa, Namtar maldijo a los demonios. Luego les instó a
dispersarse.
—¡Corran! ¡Es el liliti!
Demasiado tarde. El liliti descendió sobre ellos con un hambre voraz, como
pirañas que no habían probado bocado en las últimas décadas.
Cuando avanzaron hacia Max, este soltó una ráfaga de fuego que los hizo
retroceder. Moviéndose en la dirección opuesta, sacó a Sera de detrás de él.
—Lo sé. Espero que no encuentre la manera de salir de aquí. Pero ha sido lo
único que se me ha ocurrido. Después de lo que has dicho sobre despertar a tus
hermanas, recordé que mi madre también estaría aquí en Ikalla, durmiendo. Como
su hijo, tengo la capacidad de convocarla.
—No como las madres amamantan a sus crías humanas. Créeme, es mucho
más duro e incómodo.
Eso fue lo único que dijo. Y definitivamente no necesitaba saber más, dado lo
que ya sabía de él y de su pueblo.
—¿Por qué?
—Por todo lo que te han hecho. Y porque ahora estás cansado. Me gustaría
poder encontrar un lugar seguro en el que pudieras dormir un rato.
La besó en la mejilla.
—No te preocupes.
No es demasiado tarde.
Ella abrió la boca para preguntarle qué ocurría cuando las vio.
201
Allí, delante de ella, estaban Nala y el resto de su tribu amazónica. Pero ni
eran de piedra ni estaban regresando a su estado solidificado.
—¿Basilinna?
—Ese nunca fue el trato, hija. El trato era que Kessar derrocaría a los dioses
griegos del Olimpo y me los entregaría, y a su vez, yo le daría a tu compañero. Él
acaba de cumplir con su parte. Ahora yo cumpliré con la mía.
202
16
Max no podía respirar cuando escuchó esas palabras duras y fue
inmediatamente transportado al pasado, al día en que Sera le había entregado a su
tribu para que le desgarraran. Aún recordaba la fría resignación en su cara
mientras le sostenían para golpearlo.
Una parte de él había muerto ese día. Lo peor fue que su corazón nunca se
había curado por completo. 203
Ahora, ella iba a hacerle lo mismo. Sólo que esta vez, Kessar lo mataría. Lo
sabía con cada parte de su ser. No había ninguna posibilidad de sobrevivir.
¿Habría sido este su plan desde el principio? ¿Era por eso por lo que había
estado tan desesperada por encontrar a sus hermanas mientras estaban aquí?
Eres un tonto. ¿Cuándo vas a aprender que nunca serás el primero para tu
compañera?
Diciendo esas palabras, ella hizo lo que nunca había hecho antes. Dio un paso
atrás, se volvió hacia su reina, y soltó una ráfaga de fuego hacia todas ellas.
—No tienes que tener piedad por mí. Querían que el dragón se inclinara. Haz
que se inclinen.
—¿Estás segura?
—En ese caso... —Max echó la cabeza hacia atrás y emitió su Bane-Cry.
Era algo que los drakomas no hacían a la ligera y estaba reservado sólo para
cuando sus vidas estaban en peligro grave y no tenían salida. En todos los siglos
que había vivido, nunca había hecho el grito. Sólo lo había contestado.
Por primera vez, quería vivir. Y luchó contra las amazonas y los gallu con
todo lo que tenía. Vinieron a él con lanzas y garras, y desató fuego y magia contra
ellos al mismo tiempo que los golpeaba con su cola.
Golpeó el suelo, haciendo que las estalactitas cayeran encima de ellos. Varios
gritaron mientras eran empalados.
Pero eso no evitó que sus tías demoníacas vinieran a ayudar. Rodearon y
corrieron a los gallu y amazonas, haciendo su mejor esfuerzo para protegerlos a él
y a Sera.
Tranquilizado, extendió sus alas y midió la ligera brisa por la que viajar a
través de la negrura. El borde de sus garras raspó contra los lados de las paredes,
pero parecía lo suficientemente grande como para aguantarlo.
—No. ¿Tú?
—Nada.
Max dejó escapar un suspiro de cansancio ante la demanda que él sabía que
nunca podría cumplir. No había manera de que pudiera entregar cualquiera de
esos objetos a una criatura como Kessar. Él sería demasiado destructivo con ellos.
Seraphina se echó a reír. Sólo su dragón podía arreglárselas para ser tan
divertido cuando las cosas eran así de serias y alarmantes.
Max aceleró.
La mataría.
—¿Que he hecho?
—Tienes que hacerlo. Piensa en tus hijos. Ellos te necesitan. —Con la mano
temblorosa, la besó—. Te amo, Seramia. —Y con eso, cortó a través de la red con su
garra—. Usa tu forma de dragón y vuela.
Sera cayó a través del áspero cordón de cáñamo y cambió, pero no fue más
allá. No podía. Especialmente cuando miró hacia atrás para verlo tendido inerte en
la red, esperando la muerte.
Solo.
Uno que sabía que no vendría a medida que su respiración se volvía más y
más débil, y los demonios se acercaban cada vez más. 207
—No me dejes, Maxis. Por favor…
Justo cuando pensaba que podría haberse deslizado más allá de sus
enemigos, un destello brillante frente a ellos la cegó.
—¡No te muevas!
Um, síp...
No tenía ningunas ganas de salir de esta posición. Sobre todo porque ella le
sostenía la cabeza en un ángulo que le permitía ver su escote, y el hecho de que no
tenía sujetador. Algo que le hacía la boca agua y que su corazón se acelerara.
A pesar del dolor, se puso duro como una roca. Afortunadamente, estaba
acostado sobre su estómago por lo que era el único que notaba esta situación
incómoda. Además del suelo debajo, que probablemente no estaba más feliz al
respecto que él.
—¿Estoy muerto?
14Zydeco: hace referencia a la música originada por la combinación de la tradición musical cajún y
elementos del blues. Es, por lo tanto, la música propia de los afroamericanos de Luisiana de lengua
francesa.
—Es real. Como lo es la puñalada accidental que te clavé cuando estábamos
atrapados.
Maldita sea, eso no había sido un sueño. No era de extrañar que su costado
doliera tanto. Por lo menos ahora sabía que su memoria estaba íntegra.
—Todavía tú.
Ella resopló.
¿Está despierto?
Síp, él volvió a temer que estaba muerto, sobre todo porque Falcyn estaba
aquí mirándolo. El infierno debía haberse congelado y sucedido otras catástrofes
para que esto ocurriera.
Falcyn tomó su oreja y fríamente dejó que el fracaso regresara a sus ojos.
Max se echó a reír, y luego gimió. Ese era su querido hermano, el imbécil.
Ignorando a Falcyn, se volvió a mirar a Sera.
Ella levantó la barbilla mientras una fría crueldad oscurecía sus ojos.
—Mis hermanas murieron al mismo tiempo que mi madre cuando yo era una
niña. La tribu amazónica a la que estaba vinculada todavía sirve a los gallu, para
quién sabe qué fines. Esa es su elección.
—Hemos derrotado a los gallu y les hemos expulsado del Olimpo —dijo
Falcyn, sentado en cuclillas—. Pero ha sido un mal día para Zeus y su tripulación.
No les gusta nada como ha quedado el paisaje.
Sin está aún menos contento porque su esposa ha insistido en que Artemisa se quede
con ellos hasta que las cosas se calmen. Y que Apolo sea capturado de nuevo ya que por
ahora está cooperando con los gallu contra su padre y el resto de su antiguo panteón.
Max aspiró con brusquedad. Sin y Artemisa tenían un pasado bastante malo.
Era obvio que Sin estaría extremadamente infeliz teniendo a su suegra acampando
en su casino, ya que apenas podía tolerar la presencia de Artemisa. A pesar de que
tenía un montón de espacio, no habría querido darle la bienvenida allí. 210
Falcyn atrajo su atención de vuelta a él.
—Gracias.
—Les daremos espacio —dijo Falcyn antes que él liderara a Illarion y a Blaise
fuera de la habitación.
A solas con su pareja y sus hijos, Max no estaba seguro de qué decir. Era
surrealista tenerlos aquí en su solitario desván. O más bien en el desván de ellos.
Como familia, lo compartirían a partir de ahora. Síp, eso realmente hizo un
número en su cabeza.
—Bien.
Ella sonrió.
—Me alegro de oír eso. —Aun así, había una vacilación que manchaba su
sonrisa y enturbiaba sus alegres palabras.
—¿Mejor?
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez, pero sí. Es un asco.
Edena asintió.
—Lo intentaron —respondió Hadyn—. Mamá y Samia, junto con las hembras
Peltier y una Dark-Hunter llamada Chi les patearon el trasero con tanta fuerza que
no creo que vayan a regresar pronto.
—Bien.
Hadyn se adelantó.
—Estoy muy contento de que mamá no te matara. —Y con eso, los gemelos se
fueron.
Max no estaba seguro de qué hacer con sus hijos. Eran un poco extraños, pero
a él le gustaban. Y hablando de cosas que le hacían sentir incómodo...
—Oh. Lo siento. —Le soltó el brazo para que pudiera ponerse de pie—.
¿Necesitas que te ayude?
—Está bien.
Por suerte, Haydn y Edena parecían estar ajustándose con más facilidad que
ella. El que los Peltier tuvieran niños de su edad que les habían tomado bajo sus
garras de oso y les estaban enseñando idiomas y cultura había ayudado.
Los hermanos de Max todavía eran bastante recelosos con ella. Como Fang y
los otros.
No había nada que pudiera hacer al respecto. Así que hizo les ignoró todo lo
posible y no dejó que le molestara.
Cuando Max volvió, tenía una toalla negra envuelta alrededor de sus
delgadas caderas y su largo cabello mojado.
Una lástima.
—Sigue mirándome así y vas a tener que cumplir la silenciosa promesa de tus
ojos. 213
Ella frunció el ceño.
—¿Qué promesa?
—No estoy muy segura de lo que quiere decir esa analogía, pero…
Él interrumpió sus palabras con un beso abrasador que la dejó sin aliento y
mareada.
—Creo que sabes exactamente lo que quiero decir. —Y para probar su punto,
presionó su mano contra el bulto debajo de su toalla.
—¡Maxis!
Y la observaba con un hambre que era su propia forma de juego previo. Una
que le daba ganas de complacerle y burlase de él hasta que estuviera tan
entusiasmado como el niño que acababa de describir con el saco lleno de monedas.
—Y tú eres hermosa. —Le lamió la oreja hasta que sus brazos se erizaron de
placer. Riendo, deslizó lentamente sus dedos hasta su muslo, hasta el centro de su
cuerpo donde más ansiaba su toque. Ella gimió en voz alta de lo bien que se sentía
mientras él la tocaba suavemente y bromeaba hasta que estuvo tan excitada y sin
aliento que estuvo a punto de correrse.
Jadeando, Max la cogió por las caderas y empujó contra ella, conduciéndose
aún más hondo.
Por miedo a herirse a sí mismo, él ajustó su peso hasta que se vio obligado a
entregarle todo el control a ella.
—Veo lo que estás haciendo. Soy todo tuyo, mi señora dragón. Aprovéchate
de mí hasta que tu corazón esté satisfecho.
Ella hundió las manos en su cabello húmedo y poco a poco le montó hasta
que se corrieron al mismo tiempo. Sólo entonces ella se deslizó fuera de él y se
acostó a su lado mientras escuchaba su respiración entrecortada.
Cerrando los ojos, Max la abrazó mientras saboreaba los familiares sonidos
de Nueva Orleans y el Santuario mezclado con sus preciosas respiraciones.
Tenía mucho miedo de oír su respuesta, pero nunca había sido un cobarde y
necesitaba saberlo.
—A ti.
—¿Y?
—¿Importa?
—¡Max!
Antes de que pudiera responderle, otro golpe sonó en la puerta. Por el olor,
supo que era Alain Peltier. El mayor de los osos.
—¿Sí?
—¡Esto es pura mierda! —gruñó Dev, sin notar su presencia detrás de él—.
Yo digo que le digamos a Savitar dónde meterlo.
Acheron se rió mientras miraba por encima del hombro de Dev para
encontrarse con la mirada de Max.
217
—Te respaldo.
—¿No podemos hacer algo? Max está aquí bajo nuestra protección. Creía que
nuestras leyes le protegían, siempre y cuando no saliera.
—Lo hacían. Pero los otros dragones están pidiendo su trsero. Atacó y tienen
derecho a exigir una audiencia por su nuevo crimen... y el viejo, cuando se
manifiesten por ese.
Vane asintió.
—Es por eso que vamos todos. Como Kattalakises, somos testigos. Nuestra
familia comenzó esto contra ti y vamos a hacer todo lo posible por impedirlo.
—Ojalá estuviera bromeando con esa amenaza. En cambio, tengo esta terrible
imagen en mi cabeza y una úlcera en el estómago.
Cuando empezaron a salir, Illarion dio un paso adelante para ir con ellos al
Omegrión.
218
—¡No! —rugió Max, empujándolo hacia sus hermanos—. Blaise, mantenlo
aquí.
—Puedo y lo haré.
Illarion negó con la cabeza. Trató de paso alrededor de Max, pero Max no iba
a permitírselo.
No había otra razón para que actuase de esta manera. Para que estuviera tan
enfadado y fuera tan insistente. Ninguna otra razón para evitar la presencia de
Illarion en la audiencia. No a menos que tuviera miedo de que su hermano hablase
y se condenase a sí mismo con el fin de proteger a Max de cualquier daño.
Encontró la desconsolada mirada atormentada de Illarion y en ese momento,
ella supo exactamente lo que había sucedido.
Fue un accidente.
—¿Cuatro?
Eso también decía mucho sobre su relación, ya que Ángel era muy amable y
tolerante.
Al igual que Max, Wren emitía esa misma aura inquietante de depredador
silencioso que te decía que le gustabas como presa. Evaluando cada movimiento
para detectar la debilidad que iba a utilizar para matarte. Lo más preocupante fue
la forma en que sus ojos cambiaban de color dependiendo de la forma en que
reflejara la luz. Pasaron de un gris claro a una vibrante turquesa.
No muy segura de qué pensar, ella dejó escapar una risa nerviosa.
Ella movió la mano y por la marca en la palma de su mano, ella sabía que era
un tigard raro. Su aroma le dijo que era un Katagaria leopardo de las nieves y
tigre... Qué curiosa mezcla.
—De nada. Tuve una desagradable experiencia similar con el Omegrión hace
unos años. Esperemos que esto dé vuelta las tornas, ¿o no?
Pero cuando llegaron a la sala del consejo Omegrión sobre la misteriosa isla
Neratiti que era la casa de Savitar, Sera sintió que su esperanza disminuía
rápidamente. La gran cámara circular estaba decorada en color burdeos y oro. A
través de las ventanas abiertas que se extendían desde el suelo de mármol negro
hasta el techo dorado, podía ver y oír el mar desde todos los lados de la sala. Por
extraño que pareciera, la sala entera le recordaba a una antigua tienda de sultán.
Profusamente decorada, tenía una enorme mesa redonda en el centro que le hizo
sentir curiosidad sobre cómo sería el resto del palacio. Pero una mirada a la mueca
de enojo en el hermoso rostro de Savitar y supo que no iba a pedirle un tour.
Todavía estaba vestido con un traje de neopreno negro, con el pelo húmedo y
cruzado de brazos mientras se sentaba en su trono, que estaba colocado a un lado
de la sala para que pudiera ver desde arriba a los miembros del consejo —la
mayoría de los cuales ya estaban allí, y tan silenciosos que se podía oír el secado de
la madera en las paredes.
Pero una silla en la mesa quedaba para siempre vacía. Una inquietante
advertencia y un recordatorio.
Extinción total.
Con su largo cabello negro peinado hacia atrás, Savitar miró al grupo que
había llegado con ella.
—Qué bueno que se unan a nosotros. ¿Confío en que todos tuvieran una
buena siesta después de que los convocara?
—Escuche, escuchen... ah, a la mierda. Estamos aquí hoy por una mierda y
todos nos conocemos. Así que vamos a prescindir de la formalidad habitual y
seguir adelante con esta caza de brujas antes de perder el poco agarre que todavía
tengo sobre mi paciencia. —Se pasó el pulgar por la perilla—. Así que, Dare
Kattalakis, expón tu caso y demandas al consejo. Y hazlo rápido, con el menor
número de palabras posible.
Un lobo que tenía un asombroso parecido con Fang y Vane se adelantó. Sera
no estaba segura de si habían nacido en la misma camada o no, pero las
apariencias decían que tenían que tener un parentesco cercano.
222
Aclarándose la garganta, se movió para estar en el centro de la mesa redonda
y defender su caso.
—En primer lugar, quiero reiterar que es una farsa que el asiento de mi
familia esté tomado por…
Wow, estaba en un estado de ánimo muy peligroso ahí detrás. Sera estaba
muy contenta de que no estuviera enfadado con ella.
—Bien. Todos sabemos por qué estamos aquí. Maxis Drago como el
Dragonbane es la causa de la guerra entre los Arcadianos y los Katagaria. Debido a
15Kahuna: era el título que se daba en Hawái a un sacerdote, experto, maestro o consejero. Los
nativos Hawáianos siguen usando este término en este contexto. Un kahuna nui era un sumo
sacerdote.
16Grom: término del argot de la cultura del surf que se originó en California y que a menudo se
utiliza para describir a cualquier chico joven que sea un surfista, sin tomar en cuenta su nivel de
habilidad.
sus acciones, todos nosotros hemos perdido familia y hemos cicatrizado y
maldecido esta guerra perpetua. ¡Ahora ha desatado a los gallu y Apolo sobre
nosotros! Él es…
Todos los ojos en la sala se volvieron hacia ella. Eso habría sido bastante
malo, pero cuando ella se vio bajo el escrutinio vicioso de la mirada lavanda de
Savitar, quiso salir corriendo por la puerta. Y no ayudó que Illarion y sus
hermanos escogieran ese momento para mostrarse y encontrar una mirada aún
más feroz de Max.
—¡Ella es su puta!
El dragón asintió.
Savitar le dejó caer directamente al suelo, donde aterrizó con un gemido lleno
de dolor y en un lío sin ceremonias, antes de que el antiguo devolviera su atención
a Sera. Cuando habló, fue con un amable tono paternal.
—¿Decías, querida?
Sí, su bondad era aún más aterradora que su maldad. Y la dejó aterrorizada.
A ella nunca le había gustado hablar en público y esto... esto era peor que
enfrentarse a una manada de dragones enojados con una fiesta en sus entrañas.
—Está bien, Sera —dijo Max amablemente—. No tienes que hablar por mí.
—No, pero alguien tiene que hacerlo. No sé quién lanzó a los gallu…
Quien hizo una mueca antes de que entrelazar sus dedos con los suyos y
agarrarle la mano en la suya con fuerza.
Savitar observó ese simple gesto de cerca durante varios segundos sin hacer 224
comentarios.
—¡Exijo que pague por sus crímenes! —exigió Ermon Kattalakis, uno de los
dragones Arcadianos—. ¡Fue la sangre de mi abuelo la que derramó!
Una extraña mirada pasó entre Savitar y Acheron, después entre él y Styxx,
antes de que se pusiera de pie.
—Se me ocurre, Maxis, que con nuestra historiadora Nicolette Peltier ausente,
no hay nadie aquí que conozca la historia de este consejo. Ella murió antes de que
pudiera pasar los orígenes a su única hija. —Se volvió hacia Tanya—. Supongo que
debes heredar esa parte de su trabajo también, ¿no?
Tanya parecía asustada de estar bajo ese feroz escrutinio en el que Sera había
estado.
Una extraña medio sonrisa jugó en los bordes de los labios de Savitar
mientras él se seguía acariciando la barba con el pulgar. Miró de nuevo a Max.
Es la hora. Illarion inclinó la cabeza hacia él. Diles la verdad, hermano. Déjales
decidir por sí mismos.
—Aun así, te recuerdo que cuando se les dijo la verdad la última vez, no
sirvió de nada. A nadie le importó.
Haciendo caso omiso, Savitar dio un paso atrás para poder caminar en un
círculo alrededor de la mesa.
—Algunos de ustedes han estado viniendo aquí durante siglos. Ocupan los
escaños que heredaron por su familia o ganaron por combate. Todos conocen el
honor que es sentarse aquí y representar a sus especies independientes. Tanto los
que tienen corazones Apolita-humano como los nacidos con corazones animales.
Dos mitades de un único todo. Los dos sensibles, y para siempre condenados por
los dioses a hacer la guerra unos contra otros por ninguna razón real, aparte del 225
hecho de que los dioses son unos imbéciles. Todo el mundo conoce esa parte de la
historia. Lo que ninguno sabe es por qué responden ante mí. Por qué responden a
este consejo...
Y con eso extendió las manos. Las puertas se cerraron de golpe y la oscuridad
cayó en la habitación tan completamente que por un momento, Sera se sintió como
si estuvieran en Irkalla de nuevo.
Era Illarion.
Esa era materia de pesadillas. Olían y tenía todo tipo de rarezas que preferiría
no sufrir.
—Míralos, Helena. Excepto por el hecho de que no habla, nunca sabrías que
no es yo. Y el otro... es la imagen misma de Pherus. Es como si todavía estuviera
buscando a mi hermano en él.
—Tal vez para no mojar las alfombras o sus camas, pero no tengo la
esperanza de nada más que eso. Como ya he dicho, son animales estúpidos,
incapaces de pensar o ser civilizados.
O seriamente muerto.
El príncipe Eumon se puso de pie para enfrentar a los soldados con un rostro
inescrutable.
—Órdenes del rey, Alteza. Vamos a destruir todos los experimentos para
aplacar a los dioses.
—¿Qué?
El guardia asintió.
—El dictado vino del sacerdote principal esta tarde. Los dioses están
exigiendo que todas las abominaciones sean sacrificadas. De lo contrario, matarán
a su padre, a su hermano y a usted.
No tengas miedo, hermano. No voy a dejar que te lleven, prometió Max, con la
esperanza de no estar mintiendo cuando dijo esas palabras.
Pero no había nada salvo duda en los ojos de Illarion. Algo que hirió a Max
hasta los huesos. ¿Cómo podía su hermano pensar por un minuto que él iba a
permitir que le hicieran daño?
Los aullidos y gritos de los otros llenaban sus oídos mientras los soldados se
dedicaban a obedecer sus órdenes.
¡Esta era una absoluta mierda! Max se lanzó contra los barrotes, una y otra
vez. Cuando esto no fuera suficiente, llamó a cada pedacito de magia que pudo y
la concentró. Luego la lanzó al aire alrededor de ellos.
Como si fuera una corriente de calor, salió de él y envió una onda pulsante a
través del aire. Una que rompió la jaula y envió a los guardias, al príncipe y a la
princesa a girar por el aire.
—Libera a los demás. ¡Estaré maldito si esas perras toman sus vidas por esto!
Tan pronto como abrieron las puertas y les dejaban salir, los guardias
avanzaron para detenerles.
—Déjenles pasar.
—Alteza…
—¡Háganlo!
—Sígueme.
—Son sensibles, Helena. Míralos. —Hizo un gesto hacia Max e Illarion—. Son
mitad Apolita. No puedo condenarlos a morir y sobre todo no a ser ejecutados en
una jaula después de lo que les hemos hecho. Estaría mal. Soy su príncipe. Es mi
lugar protegerlos.
—¿Y qué pasa con el hijo que llevo? ¿Quién le protegerá cuando los dioses te
maten por esta arrogancia?
Eumon le detuvo.
—Todas estas semanas y no dijiste nada. Pretendías ser mudo. ¿Por qué?
—No había nada que decir. Tu tío nos arrancó de nuestros hogares y vidas
por ustedes. Tanto Apolita como animales. Sin tener en cuenta lo que pensábamos
o queríamos. ¿Y luego fuimos convertidos en esto? —Hizo un gesto con enojo a su
cuerpo humano—. Es posible que hayas deseado el dragón en ti, alteza, pero te
prometo que ni Illarion ni yo queríamos esto. Tampoco ninguno de los otros.
Ahora que tienes un poco de la genética de mi hermano en tu corazón, debes saber
exactamente lo que pensamos.
—Y ahora me dices que tus dioses han decretado nuestra muerte por sus
obras. ¿Cómo crees que me siento?
El príncipe asintió.
—Si vienes conmigo... Deja que mi padre vea que eres capaz de pensamiento
racional y habla. Eso va a cambiarlo todo. Lo prometo. Ven y ayúdame a
arreglarlo.
Aun así, Max se mostraba escéptico. No era tan fácil como el príncipe decía.
Él lo sabía. Sin embargo, al mirar entre los rostros desolados, llenos de miedo,
sabía que tenía que intentarlo.
Por ellos.
Illarion se abrió paso entre los otros para acercarse a Max. 231
No puedes creer sus mentiras.
Por primera vez, salieron de la mazmorra y entraron a los jardines del palacio
que llevaban a donde vivía la familia real.
—¿Qué es esto?
—¿Y qué les detendrá de hacerlo de todos modos después de que los demás
se hayan ido? Los dioses son caprichosos. Ya lo sabes. No confío en ellos.
Linus se burló.
—Ahora estás siendo ridículo. ¿Has comido acaso un mal dote de loto?
—No se equivoca.
—¿Hacer qué?
—Rechacé tu mano después de conocerte. Hay una crueldad en ti, Linus, que
me asusta. Tratado o no, nunca me hubiera casado en esta familia si no hubiera
conocido a Eumon y visto por mí mismo que, a diferencia de ti, él tiene un alma.
—¿Qué?
Protege a la princesa.
Esas palabras abofetearon a Max con fuerza. Sobre todo porque la única
forma de distinguirlos era por las galas que vestía y la inmundicia de su hermano.
En su opinión, decía más de Linus que no se hubiera dado cuenta de su diferencia
en el vestir.
—No le hagan caso. —Tiró del brazo de Max y luego de Illarion—. Síganme y
nosotros arreglaremos esto.
—¿Alteza? —Se echó hacia atrás justo en el momento en que Illarion y Linus
se tambaleaban, luchando por el control de la cuchilla.
Cuando Max fue a levantarse, se dio cuenta de que estaban cubiertos por una
gran cantidad de sangre que no debería haber estado allí. Aturdido, tardó unos
segundos en darse cuenta de que la arteria de Eumon había sido cortada durante la
caída.
—Protege a mi esposa.
Con los ojos embrujados, Linus se puso de pie y se tambaleó hacia atrás.
Dejando caer el cuchillo, apretó su mano empapada de sangre sobre sus labios.
—¿Alteza?
Como último acto, Eumon se estiró y liberó a Max del collar para que pudiera
cambiar de forma libremente.
¿Qué hacemos?
No tenía ni idea. Linus estaba loco y nunca diría la verdad que le implicase en
esto. Su temor a ser culpado por la muerte de su hermano no lo permitiría. Los
dioses habían decretado que todos ellos murieran...
Pero una mirada a la cara de Illarion y supo que nunca daría un paso atrás y
dejaría que eso sucediera.
Sólo se le ocurría un lugar en el que estarían a salvo del alcance de los dioses.
Un lugar donde el rey no podría exigir la cabeza de Illarion. Alcanzando a su
hermano y a la sollozante princesa, cambió a su forma de dragón y tomó vuelo con
ellos.
Aún no.
A pesar de eso, Max cerró los ojos y rezó para que esto funcionara. Cuando
por fin llegó a la costa del sur, bajó a su hermano y a la princesa sobre la arena
blanca, y luego aterrizó. Con un nudo en el estómago, miró por encima de las olas
perfectas e hizo algo que no había hecho en siglos.
Por supuesto, nadie había visto al hijo de puta en siglos y abundaban todo
tipo de especulaciones. Algunos decían que finalmente había muerto de las heridas
que había sufrido durante la gran guerra Chthonian. Otros que el dios griego
Mache le había maldecido en represalia por haber sido atado y encarcelado.
—¿Qué está haciendo? —preguntó, cubriéndose los oídos con las manos para
silenciar el rugido de su llamada.
O que no le importaba.
Savitar.
Max le dijo rápidamente lo que les habían hecho, y lo que les había pasado a
Eumon y a Illarion.
—Ya he terminado con eso de ayudar a otros. La última vez que lo hice...
acabó mal para todos. Especialmente para mí, y me gusto más de lo que me gustan
los demás la mayoría de los días.
—Nos matarán.
—¿Repite?
—¿Las Parcas griegas? Debido a Apolo y Zeus, han ordenado que todos
seamos sacrificado.
Savitar sonrió.
—Significa que no hay mucho que yo no haría para hacer que esas tres perras
griten en agonía. Llévame a tu campamento.
Finalmente vio una chispa ahí que decía que su corazón vivía.
Savitar se adelantó.
—Como una nueva especie, les ofrezco mi protección. Voy a dar a conocer
que los Chthonians son conscientes de que nadie además de ustedes,
especialmente los dioses, han de aprovecharse de los suyos sin repercusiones.
Ya era hora.
—En caso de que nos llevaran, podrías haberte hecho pasar por el príncipe y
escapar. Siempre y cuando te quedaras en un cuerpo humano.
238
Illarion sacudió la cabeza mientras estudiaba a los demás.
Somos una abominación. ¿Seguro que deberíamos haber sobrevivido? Tal vez hubiera
sido más amable consignarnos a la muerte.
—Quizás. Pero la vida no es amable. Todo lo que tenemos es los unos a los
otros. No podría mantenerme al margen y verles morir.
Tu sangre Arel te jode seriamente a veces. ¿Qué es esta necesidad innata que tienes
para proteger?
—Está hecho.
Max... Conozco esa mirada en su cara. Eres el que siempre me dice que me mantenga
al margen.
Ordenó que Max fuera arrestado por el asesinato de su hermano y exigió que
devolvieran a Helena.
Ella tenía razón. Linus nunca aceptaría que ella viviera para dar a luz a su
hijo. Les mataría y les eliminaría de la línea de sucesión.
Suspirando con disgusto, Savitar apretó los dedos sobre el puente de su nariz,
como si tuviera un tumor cerebral formándose. Cuando los guardias se
adelantaron para prender a Max, Savitar les detuvo.
—¡No! Los Arcadianos que has creado son una raza aparte y no deben ser
240
sometidos a las leyes de los hombres. —Savitar miró a Linus y a su padre—. Son
un grupo sensible y deben hacer sus propias leyes que los gobiernen. Si Maxis va a
enfrentar el juicio, será por un jurado de sus pares híbridos y no por un hermano
intrigante y un padre de duelo. Si esta farsa debe ser hecha, que sea imparcial.
—¿Y qué con este jurado? —exigió Lycaon—. ¿Quién estará para
supervisarlo?
Furia y la promesa de que esto no había terminado ardió en los ojos del rey.
—Bien. Haré que la sostengas. ¡Pero quiero la cabeza del dragón colgada en
mi pared por lo que ha hecho! Esperaré hasta que esto termine para que la traigas.
De lo contrario, le declararé la guerra a esta nueva generación. —Y con eso, el rey
se llevó a su ejército.
—En que su esposa estaba de duelo por su hermano y que tenía la magia para
hacerlo mejor.
—¿Qué?
Así que había sido marcado mientras Illarion había quedado como guardián
Katagaria de los primeros príncipes Arcadianos nacidos de una madre humana.
Pero para Max e Illarion, no había habido ningún Were-Hunters que les
libraran de las espadas.
Lycaon habría sacrificado alegremente al resto para salvar a sus dos hijos de
la ira de los dioses del Olimpo.
Seraphina se quedó quieta con temor por su compañero. Ella no había tenido
ni idea de los sacrificios que había hecho por su pueblo.
Nadie la tenía. Fiel a su nacimiento Arel y sangre, Max había cumplido con 242
sus deberes en silencio. La única vez que se había retractado de ellos fue cuando
sus hermanos se vieron amenazados.
Con una expresión ilegible, se quitó la máscara de plumas que cubría sus
marcas de Centinela. Acarició con la mano las escamas y la delicada manifactura, y
estudió la máscara antes de hablar.
—Es la costumbre de los de mis patria fabricar esto con los restos de los
Katagaria que hemos matado. Es para recordarnos que si bien se trata de animales,
nosotros no lo somos. Que somos civilizados y descendemos de la sangre de
príncipes. En particular, de Eumon Kattalakis.
243
Dejó caer la máscara al suelo y miró a Max, luego a Illarion.
—No sé por qué mi bisabuela no nos contó sobre ustedes, pero prometo que
si alguna vez tengo la suerte de tener dragonets, ellos sabrán la verdad y lo que les
debemos a nuestros primos Katagaria. —Chocando el puño contra su hombro,
saludó a Max—. Gracias por salvar a mi familia. Como jefe de la Kattalakis Drakos,
juro que si alguna vez oigo tu Bane-Cry, el de tu compañera o el de tus niños,
todos los miembros de nuestra patria responderán. En nuestro honor.
—Gracias.
Savitar asintió.
—Pecados del padre, hermano. Pecados del padre. Pero hoy, has hecho lo
correcto. Y yo lo he visto.
244
19
—Deberías haberte comido a los lobos, hermanito.
Todos en la sala se volvieron hacia Falcyn por sus palabras secas, sin
emociones y muy crueles.
Fury se atragantó.
—Hablando como uno de los lobos, estoy muy ofendido por eso.
245
—Bueno —dijo Falcyn sin una pizca de remordimiento o disculpa en su
tono—. He ofendido a lobos y Were-Hunters por igual. Todo lo que necesito hacer
ahora es comerme a un bebé adorable y lindo y habré terminado mi cupo de hoy.
Falcyn dirigió una mueca tan desagradable a Blaise, que a pesar de ser ciego,
Blaise la sintió y se echó hacia atrás —no por miedo, sino por sentido común.
—No es Caronte —dijo Max secamente—. Esa sería una excusa demasiado
fácil para él, y en realidad no es válida. No es más que un bastardo irritable... Igual
que Savitar.
—Me disculpo, pero odias la falta de sinceridad más que los insultos.
—Lo secundo —acordó Fury—. Y espero que te ahogues en ello, Dare. Con
eso y mi peludo trasero.
Dare dio un paso adelante, pero su hermana le atrapó y le impidió hacer algo
seriamente estúpido. Como atacar a sus hermanos delante del Omegrión y de
Savitar.
Savitar volvió su atención al otro Kattalakis Drakos, que estaba de pie con
Dare y Star. Alto y oscuro, el Katagaria Regis se parecía a Fang más que los otros.
No puedo aceptarlo.
—No voy a protestar, pero tengo una pregunta. —Se volvió hacia Maxis—.
¿Por qué te marcaron originalmente?
—Soy un idiota.
Dante sonrió.
—Sí, bien, como un compañero idiota yo mismo, puedo respetar eso, ¿podrías
dar más detalles?
—El estado de ánimo del consejo en ese entonces era muy diferente. Todavía
estaban en bruto y cabreados por haber estado viviendo en jaulas y que
experimentaran con ellos. Acababan de enterarse de que por la maldición de las
Parcas, no podíamos elegir a nuestros compañeros. Ellas elegirían por nosotros, lo
quisiéramos o no, y las Parcas habían decretado la guerra eterna entre nuestras
247
especies.
Y la razón humana era nueva para los animales, intervino Illarion. Estaban
enojados y arremetiendo contra todos, en especial contra mi hermano y yo.
Max asintió.
—Ahí es donde yo reaccioné mal. —Savitar esbozó una sonrisa falsa—. Como
resultado, Max fue condenado y yo no estaba de humor para refutar o absolver
una decisión unánime. Todos tuvimos un día muy malo.
—Vaya —dijo Dante con tono sarcástico—. Suena como el estado de ánimo en
que estaba yo cuando colgué la piel de mi hermano a la pared de mi club.
Savitar asintió.
Justo cuando Dare se soltaba para correr hacia Fury, que todavía estaba
burlándose y cuestionando su filiación, un brillante destello iluminó la habitación,
haciendo que se detuviera. Todo el movimiento se detuvo cuando aparecieron
Cadegan y Thorn cerca de Savitar. Los dos sangrando y en mal estado. Yacían
apenas vivos en un montón enredado a los pies de Savitar.
Aturdido, Max no se movió. Como los hijos de un poderoso demonio, los dos
eran experimentados guerreros y una vez habían sido caballeros medievales.
Thorn en realidad era aún más antiguo que eso y había nacido de un antiguo señor
de la guerra, y tenía miles de años de experiencia en combate pesado contra los
malditos y los crueles.
Analise Romano, que era la Regis Arcadiana de los leopardos de las nieves y
médico, salió corriendo de su asiento para examinar a Cadegan.
Styxx hizo la misma mueca que Acheron había usado hacía un momento.
Thorn liberó a Acheron para darle una palmada juguetona a Styxx en la cara
y aplastar sus mejillas juntas.
Con una sarcástica risa histérica, Thorn liberó a Styxx, dio un paso atrás y
aplaudió.
—¡No, espera! ¡Se pone mucho mejor! Ni siquiera has escuchado la parte
buena todavía. ¡No! Sí... decidió que sería una gran idea convertir a Apolo en una
perra de sangre como tú lo fuiste, Z. Sí... sí, ella lo hizo.
Acheron lo miró.
—No —Acheron sacudió la cabeza—. Yo estaba allí. Fue Kessar quien atacó el
Olimpo.
—No, punkin. Eso fue Apolo conduciendo a los demonios. Así es como
entraron. Adivina qué tres cosas quiere. Y la paz mundial definitivamente no es
una de ellas.
—Venganza.
Enfermo del estómago, Max intercambió una mirada de pánico con Illarion.
Thorn aplaudió.
—Oh, mira, creo que los dragones lo han adivinado. ¿Y por qué no habrían de
hacerlo? Illarion, siendo el hijo de Ares, debe saber exactamente lo que quiere.
—¿Qué son los Spartoi? ¿Es como un modelo de plástico de 300 personajes?
Dioses, alguien por favor dígame que se trata de una figura de acción y no lo que
me temo que podría ser...
—Sí, lo hizo de hecho —secundó Cadegan cuando se levantó con las piernas
temblorosas, sujetándose las costillas—. Para un dios de la guerra, Ares es un
251
pequeño blandengue. No es Aeron, eso seguro.
—¿Nosotros?
—Los drakomai.
Sera asintió.
—Y los Drakos.
Con ojos amplios y furiosos, Max se quedó boquiabierto. Ella le dirigió una
sonrisa en reprimenda.
—¡Oh diablos, no! —exclamó Max—. Puede que no tenga voz ni voto en lo
que hace Sera, ¡pero con ustedes sí la tengo!
—Su padre tiene razón. Ninguno de ustedes está preparado para esto. Y si me
pones los ojos en blanco, señorita, voy a molerte hasta que estalle el sol, y lo mismo
con tu hermano, sólo porque él te enseñó a hacerlo cuando eras pequeña.
Muertos.
El silencio se hizo eco cuando todo el mundo entendió exactamente lo que eso
252
significaba. Aquellos que estaban unidos a compañeros que habían sido asesinados
en otro lugar. Tres concejales y uno de los lobos Arcadianos que habían venido con
Star y Dare. Para que eso sucediera simultáneamente, sólo había una razón.
Guerra.
Thorn hizo un gesto con la barbilla hacia los Peltier y los hermanos
Kattalakis.
—Tomaremos el Santuario. Sera, es mejor que vengas con nosotros. Nala está
con ellos. Puedo sentirlo.
Ahora lo haría. Lo último que quería era estar sin Max a su lado. Pero lo tenía
que hacer por los demás y por su gente.
Él le guiñó un ojo.
—Es cierto, pero está el 'uno gana', 'uno pelea' y 'uno muere'.
—Ni tú. No me hagas ir a Hades y derrotar a ese hijo de puta para ayudarte a
volver. —Besándola, se tomó un momento para saborear su aroma y la sensación
de su cuerpo presionado contra el suyo—. Te quiero, Seramia. No me rompas el
corazón.
Max apretó los dientes ante esas palabras. Para los suyos, era la confesión
más profunda de amor, y era casi imposible dejarla ahora.
Pero no tenía otra opción. Con un último beso, miró más allá de ella a sus
hijos.
—Nunca.
Fue fácil encontrar al Malachai todavía envuelto en una amarga lucha contra
los demonios y Apolo.
Max sonrió ante la vista. Nick siempre había sido obstinado en una reyerta.
Ese niño nunca supo cuándo rendirse o entregarse. Era una de las cosas que le
gustaban del chico, y era lo que había evitado a Nick convertirse en el mal.
Hasta ahora.
A pesar de que Nick había nacido maldito y destinado a ser una de las
criaturas que finalmente destruyera la tierra, se enfrentaba a una guerra interna
cada día para evitar cruzar esa línea y convertirse en lo que había sido su padre.
En cada jardín crece una sola rosa tan perfecta que una vez que la escarcha la toma,
jamás crecerá otra como esa allí. Mi rosa es y será siempre mi Edilyn. Y nunca dejaré de
estar de luto por ella.
Esas eran las palabras que Illarion se había tatuado en el brazo con una rosa
por su esposa caída.
Cuando se quedaba solo, Illarion solía acariciar las palabras como si estuviera
tocando a su esposa. Ella había dejado una parte de él hecha tales añicos que Max
no estaba seguro de que alguna vez volviera a estar entero.
Pero las Parcas nunca habían sido amables con los dragones.
—¡Ya vienen!
Max se movió para detener a los demonios alados primero, en un esfuerzo 255
por proteger a sus hermanos. Illarion y Falcyn se quedaron a su espalda, para
cubrir su flanco.
Sin había tenido razón. Los gallu eran viciosos en sus habilidades.
—¡No dejen que los arañen! —advirtió Acheron, sin saber que eran inmunes.
Max escupió fuego y barrió el suelo, arrasando tanto como pudo. Sus
hermanos y él aterrizaron al lado de Zarek y Jericho mientras acorralaban a un
grupo de demonios fuera del Salón de los Dioses. Tomó un tiempo, pero
finalmente pudieron correr por la colina hacia el templo de Apolo.
Zarek agarró un demonio que intentaba morderle y le colgó con tanta fuerza,
que voló y casi golpeó a Max.
—¡Oye!
—Plato —dijo Zarek, un poco tarde.
Por una vez, Zarek ignoró el insulto mientras se dirigía detrás de otro grupo.
Por lo menos alguien disfrutaba de los combates.
Un destello extraño distrajo a Max cuando empezó a girar. Miró por encima
del hombro para ver a Illarion perdiendo altura. Asustado porque le hubiera
ocurrido algo malo o que Illarion hubiera sido herido, se lanzó por su hermano.
Sin decir una palabra, Illarion metió las alas y aterrizó cerca del templo de su
padre.
—¿Algo va mal?
¿Oyes eso?
—¿Oír qué? —Sólo los sonidos de la batalla llenaban sus oídos. Eso y el feroz
latido de su corazón acelerado.
256
Illarion ladeó la cabeza.
Es Cercamon.
—¿Quien?
Un trovador del siglo XII. Edilyn siempre me hacía llevarla a oírle tocar.
Max lo oyó entonces. Suave y sutil. Apenas audible y sin embargo distintivo.
¿Qué demonios? ¿Por qué estaría tocando eso de fondo? Parecía una elección
extraña para un dios griego de la guerra.
Metallica, Pantera... eso tendría sentido. Death metal, definitivamente. ¿Pero
poesía medieval amorosa?
No, no encajaba.
Era Apolo. Lo que supuso que tenía sentido, ya que Apolo era el dios de la
música y la poesía, y más bien pasivo. Claro, ¿por qué no? Nero y él. Tocando el
arpa mientras Roma, o en este caso, el Olimpo, ardía.
El dios probablemente necesitaba la luz de los fuegos para leer con sus viejos
ojos.
Como si sintiera su presencia, Apolo dejó de tocar y entrecerró los ojos con
rabia a las sombras que les ocultaban.
—Pequeños dragones, todos en una fila. ¿Los envía el gran dios griego, cuán
profundo es su flujo de dolor?
257
Un escalofrío recorrió la espalda de Max. Agarró el brazo de Illarion e intentó
retroceder, pero su hermano no obedecía. Era como si le hubiera cogido una
entidad invisible. Como si la música le atrajera contra su voluntad.
—Sé que estás ahí, hijo de Ares. Puedo sentirte. Ven y dale a tu tío un
abrazo... canta conmigo.
¡Es un truco!
—Ahh —dijo Apolo en tono petulante. Arrancó una nota amarga—. ¿No
confías en mí? Sabes cuál es la razón por la que Dagon te eligió para sus
experimentos hace tantos siglos, ¿no? Fue porque eres mi sobrino, pensó en
utilizarte para liberar a los apolitas de mi maldición. Sabía que mi amor por ti,
como tu tío, influiría mi misericordia. Es por eso que le rogué a Zeus y a las Parcas
que te ahorraran la masacre.
¡Es mentira! Lo sabes, Illy. Tú estabas ahí. Les oíste, igual que yo. ¡No fue así como
ocurrió! Y nunca supe que estabas atrapado. De haberlo sabido, hubiera ido a por ti.
La duda repentina en los ojos de Illarion le cortó el alma. ¿Cómo podía creer a
Apolo por siquiera un instante antes que a él? Sobre todo después de todo lo que
habían pasado juntos.
—Illarion —dijo Max en voz alta, tratando de alcanzar a su hermano a través 258
de cualquier hechizo que el dios estuviera tejiendo con su lira y sus palabras—. No
le hagas caso. Está mintiendo. ¡Sabes que está mintiendo!
Hasta que una suave voz musical le llamó con la cadencia de un ángel
perfecto.
—¿Illarion?
Con la respiración entrecortada, Illarion se echó hacia atrás y miró con los
ojos muy abiertos.
¿Edilyn?
Apolo se rió.
—Todo lo que tienes que hacer es unirte a mí, sobrino. Ayúdame a conseguir
lo que me fue robado y yo te devolveré a tu Edilyn.
Con los ojos embrujados, Illarion le miró a los ojos con un anhelo que nunca
olvidaría.
Peor aún, él sabía que no era Edilyn. No podía serlo. Era una ilusión de algún
tipo. Pero Illarion estaba tan desesperado por tenerla de vuelta que no le
importaba. Había dejado de escuchar a la razón. 259
Distraído, Max miró de nuevo en el templo para ver a Illarion abrazar a
cualquier demonio o criatura que llevara la piel de la mujer de su hermano. Sus
pensamientos y emociones estaban tan dispersos y crudos que por un momento, se
olvidó de que todavía estaba en un cuerpo humano.
Nada.
Estaba tan tranquilo que sólo el sonido de su propio latido del corazón llenó
sus oídos. La oscuridad era opresiva y estéril. Inquietante. Francamente aterrador
por derecho propio. Sí, esto tenía todas las características de una película Creature
Feature18 y era exactamente el tipo de cosa que se esperaba de una mujer llamada
La Gran Destructora.
260
Zakar frunció el ceño cuando Savitar se dio la vuelta, buscando el montón de
muertos que debería haber estado aquí.
—Sí.
Zakar asintió.
18Creature Features: era un título genérico para un género de programas de televisión de formato
de terror difundidas por las cadenas de televisión estadounidenses locales en los años 1960, 1970 y
1980.
—¿Violencia? ¿Te atreves a entrar en mi casa sin invitación? Oh, desde luego
violencia es lo que conseguirás de mí, perro sumerio.
—¿Por qué están aquí? Cómo se atrevéis a irrumpir en mi casa. —Para ser
poco más que un susurro, esas palabras llevaban más amenazas que cualquier
grito.
—Oh, sí. Me atacaron y desaté mi formidable furor de las mareas sobre los
bichos que se atrevieron. —Ella se estremeció, como si estuviera en la agonía de un
placer supremo—. Fue emocionante. Positivamente divino y delicioso. Si tienen
más problemas demoníacos en la superficie, por favor, por favor envíenlos aquí
para mi disfrute. He echado de menos la emoción de la matanza. El sabor de la
sangre y los gritos orgásmicos que hacen justo antes de expulsar ese aliento final,
donde en vano se aferran a la vida, pero en última instancia, deben entregarse a la
muerte. Tal preciada y dulce armonía. —Dejó escapar un suspiro de satisfacción
suprema y sonrió en éxtasis total—. Eso es para lo que vivo.
—Sé bueno. Sé cortés. O voy a soltarla sobre ti. —Les dejó y subió las
escaleras donde ella se alzaba por encima de él, el epítome de la absoluta y helada
perfección—. ¿Seguro que estás bien?
Sus rasgos se suavizaron. Miró más allá de él para ver a Styxx en la parte
inferior de las escaleras. Para él, ella sonrió cálidamente.
—Parece que Apolo desató una enfermedad desagradable entre los apolitas
de aquí. Ya hemos perdido a varios de ellos. Muchos más están enfermos. Los
únicos que parecen inmunes son Medea y Stryker, sin duda porque son sus hijos.
Incluso Zephyra está enferma. He intentado todo lo que conozco para ofrecer una 262
cura, pero no soy una diosa de la curación.
—El hijo de puta griego lo llamó plaga. Una enfermedad, supongo. ¿Puedes
ayudarles? Por favor.
Esas eran las palabras que nunca podía ignorar cuando ella las pronunciaba.
Por ella, no había nada que no haría.
Ella recorrió con la mirada su ropa y suspiró con pura irritación. Sacudiendo
la cabeza, agarró el borde de su traje donde había dejado abierta la cremallera y se
lo cerró.
Sólo por eso, él supo que no estaba tan irritada como quería parecer. Si lo
hubiera estado, le habría arrojado por las escaleras o empotrado contra la pared.
Ella sacudió la barbilla hacia los dioses sumerios.
—Te vistes tan mal como Savitar. Lo juro, tú y tu hermano. Van a hacerme
envejecer. —Se tomó un momento para enderezar su ropa—. Espero una visita
pronto de tu Betania y los bebés. Confío en que cuidas de Tory, de tu hermano y de
tus sobrinos en mi ausencia.
Era Acheron.
Esta vez, ella le hizo atravesar la pared antes de darse la vuelta y desaparecer.
***
—¿Te atreves a decir que eres una Arcadiana y luchas del lado de los
Katagaria? Supe el día que trajiste a casa a ese animal contigo que te volverías
contra nosotras, ¡puta Katagaria!
—Es mejor ser una puta Katagaria que la perra de un demonio. Debes haberle
chupado todo su néctar para que te dejara vivir.
Nala se tambaleó hacia atrás con un gemido de dolor. Sera no tuvo ninguna
misericordia. Avanzó hacia ella, haciendo llover golpes tan rápidos y controlados
como pudo. Esto no era sólo sobre ella. Se trataba de proteger a su familia y a lo
que más amaba.
—Apolo volverá a hacernos piedra si no seguimos sus órdenes. ¿Es eso lo que
quieres? 264
Sera la miró con desprecio.
—No voy a vivir con miedo. Eso no es parte de nuestro código amazónico y
definitivamente no es draconiano. —Furiosa, enganchó el pie de Nala y la
desarmó—. ¡Y es absolutamente seguro que no es el de una basilinna! Nunca me
arrodillaré —dijo, repitiendo su código de honor. Ella ladeó la espada en la
garganta de Nala—. Ahora cede tu corona o pierde la cabeza.
Nala dejó de moverse tan pronto como fue consciente de que todo el mundo
la estaba mirando. Sólo entonces se impulsó para ponerse de pie y se lanzó a
recuperar su arma.
Gruñendo, Sera cargó hacia ella, pero Samia la cogió y le impidió tomar la
cabeza de la perra a sangre fría.
—Ella no es digna de tu honor, Seraphina. Además, todos sabemos la verdad.
Ella renunció a su honor al intentar tomar a Max y él, un simple Katagaria,
confirmó el tuyo al respetarte.
—La única pena en esta sala le pertenece a ella. Deja que viva con ello. Deja
que la persiga todas las noches cuando intente dormir y se haga eco en su cabeza
con la voz de las Furias hasta que la conduzca a la locura. —Miró al resto de la
tribu de Sera—. Como basilinna de los Jinetes Thurian, yo llamo a un voto de los
escitas. ¿Quién quiere liderar su nación? ¿Una cobarde, o aquella a la que elijan
digna?
—Ni siquiera a ti. —Pero a pesar de esas palabras, un amargo odio se levantó
en su interior y necesitaba saber algo—. Puse mi fe en ti. Confiaba en ti más incluso
que en mi propio compañero. ¿Por qué me mentiste sobre él?
Aunque Sera se sintió mal por su reina, eso no justificaba su crueldad hacia
ellos.
Nala gritó y corrió hacia ella, pero Dev la agarró y la echó hacia atrás.
—Bien. Ahora todas pueden ayudarnos a limpiar el desastre que han hecho.
—¿Qué? —jadeó.
—No... él está viniendo. —Su tono no admitía discusión. Max estaría aquí. Se
lo había prometido y nunca faltaba a su palabra.
—Lo siento, Sera. No hay nada que podamos hacer. Recibió una herida
directamente en su corazón. ¿Honestamente? No sé cómo sigue con vida y
respirando.
—No... ¡no! —Ella corrió hacia la gran cabeza de Max y se lanzó contra su
cuello. Su débil respiración trabajosa le sacudía ominosamente el pecho y la
garganta—. ¿Maxis? ¿Puedes oírme?
Te oigo, Seramia.
Lo siento.
Él deslizó una ensangrentada pata con garras hacia ella para poder tocar su
cadera.
Sollozando, Sera pensó en todas las veces que había sacrificado dragones en
su pasado y había tomado tanto orgullo en hacerlo. Estúpidamente había expuesto
sus pieles y escamas como trofeos. ¿Era esto la represalia por esa crueldad?
Ella pasó la mano por su oreja escamosa y las crestas espinosas que
sobresalían de su cráneo.
—Por favor, no me dejes, Max. No quiero vivir sin ti. Te amo... sólo te he
amado a ti, mi Señor Dragón.
Echando la cabeza hacia atrás, ella gritó su miseria. No era justo. No estaba
bien.
—¿Sera?
Ignoró a Falcyn mientras acunaba la cabeza de Max y seguía llorando contra
sus hermosas escamas, deseando poder tener un día más con él. Deseando no
haber permitido nunca que se fuera. ¿Por qué había elegido a su tribu sobre él?
¿Por qué no se fue con él cuando se lo pidió? Esto era todo culpa suya. Podrían
haber sido felices juntos.
—¿Seraphina? Mírame.
Le llevó todo lo que tenía hacer un esfuerzo para tomar una respiración
entrecortada y levantar la cabeza para encontrar la mirada de Falcyn. Se dio cuenta
de que Carson y la mujer les habían dejado solos en el ático.
—¿Q-q-qué?
Su visión nadó.
—Por favor tráele de vuelta a mí. Cueste lo que cueste. Si hay un precio por
esto, lo pagaré.
—Sí. —Cerró los ojos con fuerza y se aferró a Max mientras pensaba en la
noche en que se conocieron. A la visión de despojar su cuerpo de su ropa mientras
la besaba y la acariciaba en un frenesí salvaje.
Todavía podía oír su profunda risa contagiosa en su oído por la forma en que
ella sacudía la ropa de él para descubrir más y más de su increíble carne.
—No pierdas la lengua con palabras. Tengo mucho mejores usos para ella.
—¿Todavía hambriento?
—¿Por ti? Famélico. Dioses, mujer, tus senos son amplios y lo bastante
flexibles para avergonzar a cualquier mujer que haya visto nunca.
¿Lo peor? Falcyn ahora estaba tan pálido como Blaise. Su cabello se había
vuelto blanco como la nieve.
—¿Estás bien?
Goteaba sudor de su frente y de su labio superior.
Tragó saliva.
—Como si pudiera volar. Incluso cuando estoy en este cuerpo sin alas, me
hace sentir que estoy en las nubes, mirando al mundo desde arriba.
—No entiendo.
Y esperó. 270
Su corazón se estrujó cuando Max permaneció inmóvil y pálido.
Antes de que pudiera moverse, Max respiró hondo y abrió los ojos.
Sera jadeó.
—¿Max?
Él parpadeó lentamente.
—¿Qué pasó?
—Gracias.
—Nunca.
—No está perdido del todo. Mejor dicho, temporalmente la deriva. —Inclinó
la cabeza hacia Max—. Me quedaré, pero sólo para ayudarte a meterle sentido
común a golpes a Illarion. No voy a dejar que esos bastardos se lo lleven. No
después de todo lo demás que nos han robado. Ahora descansa. Tendremos más
batallas en el futuro y tienes una hermosa swan que tranquilizar.
—Sera…
—Entonces ven, Strah Draga. Únete a mí. Porque sé que sin ti no vivo. Sólo
sobrevivo, y es el invierno más sombrío y más largo de mi vida.
EPILOGO
Max resopló cuando agarró a Falcyn mirando el trasero de Tisiphone con
avidez mientras ella se inclinaba sobre la mesa de billar donde Colt y Remi le
estaban enseñando a jugar al billar.
Sacudiendo la cabeza, Max le pasó una copa antes de empezar a activar los
dispensadores de soda. Fang acababa de cerrar la barra para los seres humanos.
Había pasado casi tres semanas desde aquella fatídica noche cuando Sera se había
estrellado de vuelta en su vida. 273
Y él apreciaba cada minuto de ello.
Sobre todo porque sabía que la guerra estaba aquí y que se avecinaba una
batalla. Blaise y Merlín estaban trabajando en una cura para los Daimon, pero
hasta ahora nada les había ayudado. Apolo aún estaba detrás de los Olímpicos y
los Were-Hunters.
—Estoy en ello.
Mientras Fang hacía la llamada, Max sacó la flecha de la madera y vio la nota
envuelta alrededor de la saeta. La desenrolló y leyó la antigua escritura sumeria
antes de pasársela a Fang, que puso una mueca al verlo.
—¿Jeroglíficos?
~Cercamon
Sobre la Autora
Sherrilyn Kenyon es una de las más famosas escritoras dentro del género del
Romance Paranormal. Sus libros aparecen en la lista de los más vendidos del New
276
York Times, Publishers Weekly, y USA Today. Desde hace dos años, ha reclamado
el puesto número 1 de las listas del New York Times en doce ocasiones. Esta
extraordinaria escritora sigue encabezando las listas en el género de novelas que
ella escribe. Con más de 23 millones de copias de sus libros y con impresión en más
de 30 países, su serie corriente incluye: Los Cazadores oscuros, La Liga, Señores de
Avalon, Agencia MALA (B.A.D) y las Crónicas de Nick. Desde 2004, ha colocado
más de 50 novelas en la lista del New York Times. Es la voz más preeminente en la
ficción paranormal, con más de veinte años de publicaciones, Kenyon no sólo
ayudó a promover, si no también a definir la tendencia de la corriente paranormal
romántica que ha cautivado el mundo. Además debemos recalcar que dos de sus
series han sido llevadas a las viñetas. Marvel Comics ha publicado los cómics
basados en la serie "Señores de Avalon" (Lords of Avalon) la cual guioniza la
misma Sherrilyn y "Chronicles of Nick" es una aclamado manga. Su vida es muy
representativa para muchos "MENYONS" así se hacen llamar sus fans.
¡Visitanos!
277
http://lasilladellector1.forovenezuela.net