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Ana María; una mujer que, al morir, hace una introspectiva indagación en su pasado,
nosotros, los lectores, conoceremos quién es Ana María, qué piensa, qué siente,
Luisa.
Ana María nos relatará toda su historia desde la mortaja. "Tendida boca arriba en el
amplio lecho" entreabrirá los ojos “un poco, muy poco… … como si quisiera mirar
escondida detrás de sus largas pestañas” y podrá ver a cada una de las personas
que se acercará para despedirse. A través de reflexionar cómo fue su relación con
cada uno de estos personajes, nuestra heroína comprenderá con más profundidad
quién ha sido ella y por qué. En la novela corta La amortajada, objeto de éste
ensayo, el espacio y el tiempo no son lineales, así que nosotros también nos
moveremos continuamente del presente al pasado y de un lugar a otro junto a
algunos personajes.
Ana María. Es una mujer sudamericana que nace en un pequeño fundo a finales
del siglo XIX o principios del XX, en una época donde los hombres dominan al
están regidas por un patriarcado. Con su vida, y con su muerte, Ana María nos da
las figuras masculinas “¿Por qué, por qué la naturaleza de la mujer ha de ser tal
escucha pero ella sí puede escucharlos. Cuando estaba viva sus hijos, parejas y
están rodeándola todos”. Está feliz porque en ese instante “se siente sin una sola
arruga, pálida y bella como nunca”, y los que la rodean ahora sí la aprecian.
su corazón del dolor y la tristeza. Ella escucha al viento mover el molino “Y cada
golpe de aspa viene a tocar una fibra especial dentro de su pecho amortajado. Con
recogimiento siente vibrar en su interior una nota sonora y grave que ignoraba hasta
ese día guardar en sí… … no recuerda haber gozado, haber agotado nunca, así,
físicas que se interpongan entre ella y su mundo interior, “se ha detenido el latir de
esa invisible arteria que le golpeaba tan rudamente la sien”. Ella disfruta y se entrega
inoportuno”.
recuerdo de los hombres – y mujeres- que van a despedirse de ella y que fueron
Ricardo. “Es él, él”. El amor de su vida, el hombre alrededor del cual siempre sus
emociones giraron, el hombre que marcó su vida para siempre. A pesar de que su
ejercías sobre nosotras una especie de fascinación”. Junto a Ricardo Ana María
éxtasis y dolor. Pero mientras ella siente vivamente su fuerte abrazo y el tibio
presencia del hijo de ambos en sus entrañas, para después padecer un gran dolor
suicidarse pero le falta valor, “…y sin embargo quería morir, quería morir…”. A partir
de entonces ella seguiría viviendo como muerta en vida, “floja, sin deseos, el cuerpo
El miedo más grande y el dolor más profundo que vivió Ana María fue el abandono
temor que ahora sentía, el temor de que dejara de oprimirme tu brazo”. Pero ahora,
sentidos de aquel hombre ella había hincado sus raíces; que jamás, aunque a
pensara, fue realmente olvidada". Ana María piensa que si lo hubiera sabido antes
su vida habría sido diferente. "¡Ah, Dios mío, Dios mío! ¿Es preciso morir para
saber?"
Antonio, su marido, se acerca. Ana María se casó sin estar enamorada de Antonio.
Odiaba “la ciudad inmensa, callada y triste”, odiaba la casa de piedra verdosa y el
estanque donde puede contemplarse “el fin del mundo”. Odiaba las conversaciones
repetitivas de un marido que no la conoció realmente, que no se dio cuenta de lo
que ella sentía cuando tejía rabiosamente tratando de apaciguar su dolor. Estaba
siquiera disfrutar del éxtasis sexual que descubrió a su lado.” ¡El placer! ¡Con que
era eso el placer! ¡Ese estremecimiento, ese inmenso aletazo y ese recaer unidos
en la misma vergüenza! ¡Pobre Antonio, qué extrañeza la suya ante el rechazo casi
inmediato! Nunca, nunca supo hasta qué punto lo odiaba todas las noches en aquel
momento”.
Ana María abandona a su marido y regresa a la casa paterna, pero "no se duerme
su calor, su abrazo, todo el hostigoso amor que había repudiado”. Vuelve con
Antonio llora, “¿Puede acaso odiar a un pobre ser, como ella destinado a la vejez y
ver a su padre santiguarla al despedirse de ella sabe que sufre de manera oculta
“como si su pena no estuviere al alcance de nadie. De él aprendió a permanecer
muda y resignada ante “la parte del dolor que le asignó el destino”.
Su confidente, Fernando, es el único que hoy habla con la mortaja: “Ana María, ¡si
supieras cuánto, cuánto te he querido! ¡Este hombre! ¡Por qué aún amortajada le
sentirse menos sola, para contarle sus cuitas y desahogarse con él. Fernando se
El misterio femenino. Ana María trenzaba sus cabellos para acotar sus emociones,
“un pesado nudo de trenzas negras doblegaba hacia atrás su cabeza, su pequeña
y pálida frente”. Pero ahora “sus largos cabellos de muerta” están sueltos en
libertad, y “ella no ignora que la masa sombría de una cabellera desplegada presta
En las reminiscencias de Ana María las mujeres tienen una presencia breve. Su
morirá. Su hermana Ana María, cuidando de ella como siempre lo hacía “grave y
porque era rubia y bonita. Siempre vio a su hermosa hermana rezarle a un Dios
lejano y severo que no le concedió en ésta tierra la felicidad prometida para el cielo.
Ana María no está segura de tener alma porque ella no reza y se pregunta si algún
Su hija, “fría y dura hasta con su madre”, ahora llora. Ana María ve con alegría que
que “la muerte es también una acto de vida” y que la madre continuará alentando,
lejano fundo del sur. Inmovilizada y molesta, Ana María observa cómo su hijo “el
esposo de María Griselda” quema la fotografía de su esposa para evitar que su gran
Esa misteriosa llamada continúa guiándola. Cae el atardecer y Ana María sabe que
la vida seguirá “su curso a pesar de ella, sin ella”, también sabe que perderá su
corteza, como los árboles, “igual que las culebras la piel en primavera”. Los hombres
así transportada... …como algo muy frágil, muy querido”, Es una experiencia más
epicúrea que estoica. Voluntariamente, con una enorme paz, Ana María se despide
metafísica,
Los árboles, sus ramas, sus raíces, acompañaron a María Luisa en vida, y ahora
también en muerte. Comenzó “a descender, fango abajo, por entre las raíces
encrespadas de los árboles… …nacidas de su cuerpo, sentía una infinidad de raíces
fin, descansar, morir. Había sufrido la muerte de los vivos. Ahora anhelaba la
eterno descanso. Llegados a este punto, cabe preguntarnos lo mismo que ella en
algún momento se preguntó “¿Era preciso morir para saber ciertas cosas?”,
María Luisa. Vivió en varios países y fue amiga de famosos escritores. Su vida fue
profundo dolor y la riqueza de su mundo interior son fecunda simiente para escribir
sí mismas.
Conclusión. Hace ochenta años… y sin embargo tan actual, a veces las mujeres
seguimos girando alrededor mientras ellos, “los hombres, ellos logran poner su
pasión en otras cosas”. Dijo Ana María que “el destino de las mujeres es remover
una pena de amor en una casa ordenada, ante una tapicería inconclusa”. Yo no lo
creo. Aunque hoy disimulemos o agitemos las penas frente a nuestra laptop o el
Alejandría… de todas las que vivieron antes que nosotras y lograron comprender
Obras consultadas.
https://bibliotecauprc.files.wordpress.com/2010/07/marc3ada-luisa-bobal-la-
amortajada.pdf