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De la seguridad humana a un enfoque de seguridad multidimensional

Mayor General de I.M. (R) Luis Jesús Suárez Castillo, PhD.*

Resumen

El presente artículo se divide en tres apartados y la conclusión final. Inicia con la introducción
sobre el objeto de estudio, seguido del análisis correspondiente a la seguridad humana y el
enfoque de seguridad multidimensional. La tesis central apunta a que mientras persista el
conflicto armado y la multicriminalidad en Colombia, es imperativo desarrollar la política de
“paz total” del gobierno asociando a la seguridad humana, la seguridad pública y la seguridad
nacional, apoyada en una Ley de seguridad y defensa como política de Estado.

Palabras Clave: “paz total”, seguridad, seguridad humana, seguridad multidimensional.

Abstract

This article is divided into three sections and the final conclusion. It begins with the introduction
on the object of study, followed by the analysis corresponding to human security and the
multidimensional security approach. The central thesis points out that as long as the armed
conflict and multicriminality persist in Colombia, it is imperative to develop the government's
"total peace" policy associating human security, public security and State security, supported by a
Law of security and defense as State policy.

Keywords: “total peace”, security, human security, multidimensional security.

Introducción

El enfoque central del actual gobierno para promover y alcanzar la “paz total” en Colombia se
sustenta en la seguridad humana. Un concepto que surgió tras el fin de la guerra fría, para
afrontar la subyacente problemática y riesgos a la seguridad, muy distantes de las amenazas
tradicionales de carácter militar que reforzó el concepto de seguridad centrado en el Estado.

Es así que con la caída del muro de Berlín en 1989 y la disolución de la Unión Soviética en 1991,
no solo desapareció el orden bipolar y la amenaza nuclear de entonces, sino que también
afloraron los problemas de millones de personas que viven en la pobreza y extrema pobreza. Una
vida precaria cuyo origen se debe al subdesarrollo, pero se vuelve crítica por las crisis políticas,
sociales y económicas en las regiones más pobres del mundo.

Dicha situación inspiró a la ONU, a través del Programa de las Naciones Unidas para el
Desarrollo (Pnud), en su informe de 1992, para explorar el concepto de seguridad humana con
énfasis en el individuo y no en el Estado, dado que el ser humano es el núcleo central y primer
beneficiario de la seguridad. De ahí que la seguridad humana con sus diferentes usos, es
ampliada por el Pnud en su informe anual de 1994, precisando que no es una preocupación por
las armas, sino una preocupación por la vida y la dignidad humana.

Por tanto, no debe equipararse con el desarrollo humano, toda vez que es más amplio y entraña
un proceso donde la gente cuenta con una diversidad de opciones. En tanto que la seguridad
humana goza de libertades para que la gente pueda ejercer las opciones de manera segura y libre,
con la confianza que las oportunidades de hoy no desaparezcan en el mañana. De hecho, libertad
en un concepto más amplio, significa “desarrollo, seguridad y derechos humanos para todos”
(Asamblea General, 2005a, p. 1).

Seguridad humana

De manera explícita, la seguridad humana es definida por el informe de 1994 con base en dos
aspectos primordiales. “En primer lugar, significa seguridad contra amenazas crónicas como el
hambre, la enfermedad y la represión. Y en segundo lugar, significa protección contra
alteraciones súbitas y dolorosas de la vida cotidiana, ya sea en el hogar, en el empleo o en la
comunidad” (Pnud, 1994, p. 26).

Así mismo, se le atribuyen cuatro características fundamentales: es una preocupación universal,


sus componentes son interdependientes, la clave está en la prevención temprana y su núcleo es el
ser humano. Por ende, a diferencia de la seguridad militar o territorial que es defensiva, la
seguridad humana es un concepto esencialmente preventivo e integrador.

No obstante la anterior definición, su conceptualización inicia con los postulados de centralidad


establecidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, donde se considera que
“la libertad, la justicia y la paz del mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad
intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”
(Asamblea General, 1948, Preámbulo). Además, aunado a los vejámenes y actos de barbarie
ultrajantes, por el desconocimiento y menosprecio de los derechos humanos, en el preámbulo de
la Carta, también “se ha proclamado como la aspiración más elevada del hombre, el
advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria,
disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias.”

Aquí conviene señalar que las frases “libertad del temor y libertad de la miseria” fueron tomadas
e incorporadas a la Declaración, del discurso de la Unión pronunciado por el presidente Franklin
Delano Roosevelt, el 6 de enero de 1941, ante el Congreso de Estados Unidos. Las alusivas frases
estuvieron antecedidas por otras dos: “la libertad de expresión y la libertad de culto” (Roosevelt,
1941, p. 8). Es decir, las cuatro libertades, como él mismo las denominó, para guiar el
relacionamiento de la primera potencia mundial con las demás naciones del mundo.

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Cuatro años más tarde, después de la Conferencia de San Francisco que dio lugar a la fundación
de las Naciones Unidas, el 24 de octubre de 1945, el Secretario de Estado de Estados Unidos,
Edward Stettinius, resumió la estrategia de paz de la naciente ONU en el informe a su gobierno
sobre los resultados obtenidos, con fundamento en las dos frases de Roosevelt: “La batalla de la
paz debe librarse en dos frentes. El primero es el frente de la seguridad, en que la victoria
significa libertad respecto del miedo. El segundo es el frente económico y social, en que la
victoria significa libertad respecto de la miseria. Sólo la victoria en ambos frentes puede asegurar
al mundo una paz duradera” (Pnud, 1994, pp. 3-4).

Adicionalmente, el diplomático estadounidense aseguró que mientras los hombres y mujeres no


gocen de seguridad en sus hogares y empleos, ninguna norma que se introduzca en la Carta
tendrá la fuerza necesaria para que el Consejo de Seguridad impida que se libren guerras en el
mundo. En otras palabras, la seguridad humana es la condición esencial para que la humanidad
pueda lograr la paz y para obtenerla “siempre ha tenido dos componentes principales: libertad
respecto del miedo y libertad respecto de la necesidad” (Pnud, 1994, p. 27).

En estricto orden, la Libertad respecto del miedo, significa proteger la seguridad e integridad
física de las personas por amenazas o diversas formas de violencia derivadas de Estados externos,
del propio Estado, de unos grupos contra otros y de personas contra otras personas. Y la libertad
respecto de la necesidad, busca la protección de las personas para favorecer la satisfacción de sus
necesidades básicas, sustento y aspectos económicos, sociales y ambientales relacionados con su
vida.

Esos componentes fueron reconocidos por los Jefes de Estado y de Gobierno, en el documento
final aprobado por la Asamblea General, durante la Cumbre Mundial de la ONU 2005. Sumado al
compromiso de examinar y definir el concepto de seguridad humana, subrayando “el derecho de
las personas a vivir en libertad y con dignidad, libres de la pobreza y la desesperación”
(Asamblea General, 2005b, párr. 143). De esta forma, se añade un tercer componente al concepto
de seguridad humana: libertad para vivir con dignidad. Esto es, mediante la protección y
empoderamiento de las personas para librarse de la discriminación, la exclusión y la violencia.

Dicho concepto se puede contrastar con la reflexión de Rafael Grasa Hernández, en el sentido
que la seguridad humana no es un concepto en sí mismo, sino una expresión que tiene dos
acepciones. De un lado, hace alusión a cambios superlativos tanto en la concepción de paz y
seguridad, como en la naturaleza de la conflictividad armada entre 1980 y finales de los noventa.
Por otro lado, se entiende como un proyecto estratégico para fusionar y/o interrelacionar tres
agendas, con sus consecuentes problemas: a) la de investigación para la paz, resolución y
transformación de conflictos; b) los estudios y la práctica sobre el desarrollo y la cooperación
para el desarrollo; y c) la lucha por los derechos humanos, la democratización y el buen gobierno.
(Grasa, 2007, p. 13)
3
Para ilustrar la combinación descrita, afirma que una vez finalizada la guerra fría es evidente que
desde 1992 han disminuido los conflictos armados, pero perduran las guerras civiles y las guerras
internas sustituyen las guerras convencionales. Son nuevas guerras como el terrorismo o la
criminalidad, que legitiman nuevos actores. El término “nuevas guerras” fue acuñado por Kaldor
(1999) y se caracteriza por difuminar las distinciones entre guerra, violaciones masivas de los
derechos humanos y crimen organizado.

Actualmente, sobresalen los conflictos en Siria, Libia, Yemen, Palestina e Israel, Sáhara,
Marruecos y Argelia, Etiopía, Mozambique, los golpes de Estado en áfrica, la invasión de Rusia a
Ucrania y los conflictos en América Latina: Colombia, Venezuela, Nicaragua y Cuba. Sin
embargo, Grasa Hernández, sostiene que el mayor obstáculo para que se adopte el concepto de
seguridad humana lo constituye la enorme brecha que hay entre los países.

En pocas palabras, está intrínsecamente ligada a la crisis de desigualdad agravada a nivel


mundial, al enfrentar la pobreza extrema con la riqueza extrema. Para demostrarlo, el informe de
Oxfam 2018 da cuenta que el 82% de la riqueza mundial generada en 2017 quedó en poder del
1% más rico de la población mundial, en contraste con la mitad más pobre de la población del
mundo que no se benefició con ese crecimiento.

Y, lo que es más, citando últimos datos de Credit Suisse, el informe asegura que 42 personas en
2018 obtuvieron “la misma riqueza que los 3.700 millones de personas más pobres del mundo”
(Oxfam, 2018, p. 12). Esta dinámica es repetitiva en todos los países del orbe, al punto que hoy se
mantiene y a la postre se constituye en una riqueza extrema inmerecida, en detrimento de la
seguridad humana del resto de la población más pobre.

Enfoque de seguridad multidimensional

Siguiendo la anterior línea de argumentación, el reto de implementar la seguridad humana es aún


mayor para Colombia, por los fenómenos de multicriminalidad presentes y el conflicto interno
armado persistente, pese al Acuerdo final alcanzado con las Farc el 24 de noviembre de 2016. Por
ello es claro que mientras existan estos inevitables obstáculos, es preciso considerar que el
modelo de seguridad humana frente a las negociaciones que se adelantan con el Eln, y las que se
pretenden con las disidencias y reincidencias de las extintas Farc, unido a los diálogos de
sometimiento con las organizaciones criminales que carecen de reconocimiento político, es
insuficiente para conseguir la “paz total”.

Además, si bien se tiene la Ley de inteligencia y contrainteligencia desde 2013, en Colombia no


existe una Ley de seguridad y defensa nacional como política de Estado. En su contra, ha sido
una constante que las políticas gubernamentales relacionadas con la seguridad y defensa, varíen
al vaivén de los gobiernos de turno en los distintos periodos presidenciales.

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En consecuencia, es necesario que se valoren las amenazas y se defina el actuar militar en
Derechos Humanos y en Derecho Internacional Humanitario, sustentado en el marco
constitucional actual que regula los roles de la Policía Nacional y las Fuerzas Militares. En otras
palabras, determinar hasta donde las amenazas van a sobrepasar las capacidades de las otras
instituciones, de manera que requieran la asistencia militar o sin importar qué tanto crezca esa
criminalidad, las demás instituciones van a enfrentarlas a como dé lugar.

De tal suerte que los roles y misiones constitucionales de las Fuerzas Militares se sigan
cumpliendo, al mismo tiempo que permitan valorar el ambiente estratégico cambiante y
determinar las amenazas a enfrentar. Aun con todo es imperativo que el gobierno, con el sector
defensa y demás ministerios, adopte una estrategia integral de seguridad multidimensional
conformada por la seguridad humana, la seguridad pública y la seguridad nacional, como aparece
en el siguiente organigrama:

Figura 1.
Estructura de la seguridad con enfoque Multidimensional.

Nota. La figura contiene la estructura organizacional de la seguridad desde un enfoque


multidimensional. Fuente: Elaboración, a partir de la conceptualización descrita en el apartado
precedente y lo regulado en la Constitución Política de Colombia, “Capítulo 7 de la Fuerza
Pública”.

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En la figura 1, al centro, se muestra la seguridad humana con sus tres componentes
fundamentales: libertad respecto del miedo, libertad respecto de la necesidad y libertad para vivir
con dignidad. A la derecha, la seguridad pública cuyo enfoque es la comunidad y corresponde a
la Policía Nacional, por mandato constitucional (Const., 1991, art. 218), mediante el control del
orden público, la protección de la gobernabilidad y la seguridad ciudadana; y, a la izquierda, la
seguridad nacional que implica un enfoque de Estado, orientado a la defensa del territorio y
defensa de la soberanía, también bajo la responsabilidad constitucional de las Fuerzas Militares
(Const., 1991, art. 217).

Frente a la primera, es evidente que la responsabilidad de la fuerza pública es transversal,


partiendo del hecho que el objetivo de la seguridad humana es proteger la esencia vital de todas
las vidas humanas de manera que se materialicen las libertades y la plena realización del ser
humano. Esto se explica a partir de los siete ámbitos en los cuales se operacionaliza la seguridad
humana: seguridad política, seguridad económica, seguridad alimentaria, seguridad de la salud,
seguridad ambiental, seguridad personal y seguridad de la comunidad, como aparecen en la figura
2.

Figura 2

Factores e interacciones que conforman la seguridad humana.

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Nota: La figura muestra sucintamente las definiciones de seguridad humana y sus siete
componentes. Fuente: (Wilches-Chaux , 2013, p. 7).

De lo anterior se desprende que la seguridad humana es una responsabilidad del Estado en su


conjunto, bajo el liderazgo del presidente de la república y los ministros a la cabeza de sus
respectivas carteras del sector político, económico, social, salud y ambiental. Claro está, con el
acompañamiento del sector defensa en lo que a la Policía Nacional y las Fuerzas Militares les
concierne, siempre atendiendo las obligaciones propias de la seguridad pública y la seguridad
nacional.

Por tanto, cada sector debe definir un punto focal dentro de la problemática de seguridad con
estrategias de protección y empoderamiento, políticas e instrumentos. Al mismo tiempo, ordenan
las prioridades y funcionan de manera interdependiente como una red entretejida que no actúa
aisladamente, pero si contribuye a evitar una securitización generalizada que a todas luces no es
conveniente (Suárez y Ardila, 2021).

Finalmente, se puede concluir que a partir de la problemática que plantea la persistente


conflictividad colombiana y los argumentos expuestos, es ineludible desarrollar la política de
“paz total” mediante la implementación de la seguridad humana con un enfoque de seguridad
multidimensional, asociada a la seguridad pública y la seguridad nacional, al amparo de una Ley
de seguridad y defensa como política de Estado. Sobre todo, asumiendo aquella premisa que “la
paz no es una ráfaga de viento repentina, sino una piedra en la que hay que esculpir, día a día, el
esfuerzo de conquistarla” (Miquel Martí i Po, 1929-2003). Por consiguiente, buscar “la paz total”
supone emplear todos los medios y recursos disponibles, legítimos y legales, sin restricciones.

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7
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8
* Excomandante Infantería de Marina. Doctor en estudios políticos, Magíster en Defensa y
Seguridad Hemisférica, Magister en Seguridad y Defensa Nacionales, Administrador de
empresas, Profesional en Ciencias Navales, profesor, investigador y columnista.

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