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EMOCIONES Y SENTIMIENTOS

Los sentimientos, desde la psicología, se


consideran las experiencias subjetivas de las
emociones. Se tratan de las experiencias
mentales de los estados del cuerpo que
surgen cuando el cerebro interpreta las
emociones que aparecen con los estímulos
externos. Ejemplo: ves un tigre a lo lejos,
experimentas la emoción del miedo y sientes
horror.

Los sentimientos se originan en la región


neocortical del cerebro y son reacciones a las
emociones. Además, son subjetivos, siendo
influenciados por las experiencias personales,
recuerdos y creencias.

La diferencia fundamental entre emoción y


sentimiento, es que las emociones son
respuestas involuntarias, una versión más
compleja de un reflejo. Por ejemplo, cuando
estas en peligro y el pulso se acelera. El
sentimiento es ser consciente de esa emoción.

Los sentimientos forman parte del ser humano


desde que nacen. Somos seres sensoriales y
podemos percibir el mundo a través de los
diferentes órganos de los sentidos.

Muchos estímulos despiertan sentimientos en


nosotros: sentimos con lo que pensamos, con
lo que observamos, con lo que escuchamos,
con lo que olemos, con lo que tocamos o con
lo que comemos.

Sentimientos vs Emociones
¿Cuál es la Diferencia entre emoción y
sentimiento?

Las emociones y los sentimientos a menudo


son confundidos por muchas personas, debido
a que estos conceptos comparten ciertas
similitudes; incluso en algunos casos se usan
estas palabras de manera indistinta para
referirse a lo mismo. Por ejemplo, una
persona podría decir que tiene un sentimiento
de felicidad; pero al mismo tiempo referirse a
la felicidad como una emoción.

A fin de aclarar algunas dudas, a continuación


explicaremos la diferencia entre sentimiento y
emoción.

Sentimientos

Los sentimientos son el resultado de las


emociones. La palabra sentimiento viene del
verbo “sentir” y se refiere a un estado de
ánimo afectivo, por lo general de larga
duración, que se presenta en el sujeto como
producto de las emociones que le hace
experimentar algo o alguien.

La palabra sentimiento en un principio se


utilizaba para referirse a todas las experiencia
sensoriales y subjetivas, sin embargo,
actualmente en el campo de la psicología se
usa para designar las experiencias subjetivas
que forman parte de los individuos y que son
el fruto de las emociones.

El desarrollo de la empatía es lo que permite a


las personas poder entender los sentimientos
de los demás. Los sentimientos pueden ser de
corto o largo plazo, pero generalmente suelen
mantenerse durante largos períodos de
tiempo.

Por ejemplo, los sentimientos de amor en


algunos casos suelen durar mucho tiempo.
Otros ejemplos de sentimientos incluyen los
celos y el dolor o sufrimiento.

Emoción

Las emociones son expresiones


psicofisiológicas , biológicas y de estados
mentales. Es un término genérico para
referirse a la adaptación por parte de los
individuos, a estímulos provocados por
personas, animales, cosas…

La emoción está asociada con el


temperamento, la personalidad y con la
motivación de las personas. Los estados
emocionales son causados por la liberación de
hormonas y neurotransmisores, que luego
convierten estas emociones en sentimientos.

Los neurotransmisores más importantes son:


la dopamina, serotonina, noradrenalina,
cortisol y la oxitocina. Se puede decir que las
emociones provienen especialmente de la
forma en cómo trabaja nuestro organismo y
nuestro cerebro. El cerebro es el que se
encarga de convertir a las hormonas y
neurotransmisores en sentimientos.

Generalmente, se considera que las


emociones son de menor duración que los
sentimientos y se cree que son las que
impulsan y motivan a que las personas
actúen. Son más intensas que los
sentimientos, pero duran menos que éstos.

Se habla de unas emociones que son básicas,


ya que según algunos estudios; todos los
seres humanos las experimentan. Éstas son:

• La sorpresa o asombro
• El asco
• La tristeza
• La ira
• El miedo
• La alegría/felicidad.

Cuando las emociones son constantemente


reprimidas, pueden dar lugar a una crisis
emocional.

Diferencias clave entre sentimiento y


emoción

Los sentimientos son más duraderos que las


emociones, pero las emociones son más
intensas que los sentimientos.

Los sentimientos son el resultado de las


emociones.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas


ante diversos estímulos, mientras que los
sentimientos son evaluaciones conscientes de
nuestras emociones.

Las funciones de los sentimientos:


¿para qué sirven?
Los estudios coinciden en señalar cuatro
funciones principales de las emociones:
Son el punto de vista subjetivo y
particular del sujeto

Sirven para establecer su vinculación con el


mundo. Tanto las personas, como los
conocimientos, como el entorno que percibe el
individuo pasan por el filtro de los
sentimientos previamente.

Estos son los que interpretan si algo es


conocido, querido, deseado o por el contrario
rechazado.

Sirven para indicar a la personas un


estado físico o mental

De una forma subjetiva y diferente para cada


individuo, nos indican el estado en el que nos
encontramos a todos los niveles (biológico,
mental, social, económico, etc.).

Indican los valores según los que actúa la


persona

A través de los sentimientos, la persona guía


su conducta en una dirección u otra. Marcan
las directrices, el camino a seguir. Facilitan
una valoración de la realidad sobre la que
actuamos de una forma determinada u otra.
Son la base de la conexión que nos une
con el resto de las personas

Nos ayudan a expresarnos, comunicarnos y


entendernos con los demás.

En primer lugar, los sentimientos modulan


cómo nos encontramos y por tanto cómo
actuamos.

Además, esta expresión la percibe la persona


con la que estamos interactuando, indicándole
en qué estado nos encontramos y actuando
como la base de nuestra comunicación.

En segundo lugar, los sentimientos nos


permiten desarrollar la empatía, nos ayudan a
entender el estado en el que se encuentra el
otro y facilita que nos pongamos en su lugar y
así podamos comprenderle y ayudarle.

17 tipos de sentimientos en el
ser humano
Podemos dividir los sentimientos en tres tipos
en función de las reacciones que provocan en
la persona que los experimenta: negativos,
positivos y neutros.
Sentimientos negativos

Se manifiestan en forma de malestar en la


persona y sirven para indicar que algo no va
bien. Aunque la tendencia habitual es querer
rechazar este tipo de sentimientos, es
necesario convivir con ellos, analizarlos y
extraer un aprendizaje.

Esto entre otras cosas, nos sirve para


evolucionar como personas. Aunque a veces,
pueden convertirse en generadores de estados
más graves y derivar en enfermedades como
la depresión o la ansiedad.

Esto ocurre si los sentimientos negativos son


más fuertes que los positivos de forma
reiterada y habitual.

Existe una larga lista de sentimientos que se


pueden clasificar como negativos. Sólo vamos
a nombrar y definir algunos de los más
habituales:
1- La tristeza

Este sentimiento aparece como respuesta a


acontecimientos que se consideran no
placenteros o no deseables. La persona siente
abatimiento, deseos de llorar y baja
autoestima.

Los principales desencadenantes de la tristeza


son la separación física o psicológica, la
pérdida o el fracaso, la decepción o las
situaciones de indefensión.

2- La ira
La ira se define como una respuesta de
irritabilidad o cólera que aparece cuando la
persona siente sus derechos vulnerados.

Los principales desencadenantes de la ira son


situaciones en las que el individuo se siente
herido, engañado o traicionado. Son
situaciones que bloquean a la persona y le
impiden alcanzar su meta.

3- El miedo

Este sentimiento se produce por la aparición


de un peligro o por su posible aparición de
forma inminente. Sirve como señal de alarma,
de advertencia de la proximidad de un peligro
para la integridad del individuo.

El miedo que siente la persona estará


relacionado con los recursos o capacidades
reales o subjetivas que tiene para hacerle
frente.
Es decir, en los casos en los que la persona
crea que no tiene recursos suficientes para
afrontar la situación tendrá un sentimiento de
miedo mayor que si se sabe capaz de salir
airoso del acontecimiento.

4- La hostilidad

Se define como un sentimiento de


resentimiento, acritud e indignación que va
acompañado de respuestas verbales y/o
motoras implícitas.

Los principales desencadenantes son la


violencia física y el sufrir hostilidad indirecta.
Cuando la persona percibe que otro individuo
muestra hacia él o hacia algún ser querido de
su entorno actitudes de irritabilidad,
resentimiento o recelo.

5- La desesperanza

Este sentimiento se caracteriza por una


creencia subjetiva de la persona de que tiene
pocas o ninguna alternativa para modificar
una situación desagradable. O se siente
incapaz de movilizar su propia energía y
utilizarla para su beneficio.
Este sentimiento se tiene muy en cuenta en
los casos de personas con depresión porque,
como han demostrado numerosos estudios,
correlaciona con las ideas e intentos
autolíticos.

Los principales desencadenantes suelen ser un


declive o deterioro del estado físico y/o
psicológico, aislamiento social y estrés de
larga duración.

6- La frustración

Este sentimiento aparece cuando las


expectativas de una persona no se ven
satisfechas al no poder conseguir lo
pretendido.

Cuando mayores son las expectativas o


deseos por conseguirlo, mayor será el
sentimiento de frustración si no se consigue.
El principal desencadenante es el fracaso de
un deseo o esperanza de conseguir algo.
7- El odio

Se define como la antipatía o aversión hacia


algo o alguien. Además aparece un
sentimiento de desear el mal para el sujeto u
objeto odiado.

Los principales desencadenantes son las


personas o acontecimientos que hacen sufrir o
amenazan la existencia de la persona.

8- La culpa

El sentimiento de culpa surge de la creencia o


sensación de haber traspasado las normas
éticas personales o sociales especialmente si
alguien se ha visto perjudicado.

El principal desencadenante es la falta (o la


creencia de haberla cometido) que realiza una
persona y que resulta en remordimientos y
mala conciencia.
9- Los celos

Se define como el sentimiento que


experimenta una persona cuando sospecha
que la persona amada siente amor o cariño
por otra, o cuando siente que otra persona
prefiere a una tercera en lugar de a ella.

Diferentes situaciones reales o percibidas


como amenazantes por la persona pueden
desencadenar este tipo de sentimientos.

Sentimientos positivos
Estos sentimientos son los que generan en la
persona un estado de bienestar subjetivo, en
el que la situación se valora como beneficiosa
e implican sensaciones agradables y
deseables.

Además numerosos estudios han indicado los


beneficios de tener sentimientos positivos,
destacando entre otros:

• Mayor flexibilidad de pensamiento


• Favorece la creatividad y una visión
más amplia de la situación.
Funcionan como amortiguador de los
sentimientos negativos porque ambos son
incompatibles. Protegen la salud física y
mental de la persona, por ejemplo actuando
contra el estrés y previniendo las
consecuencias nocivas de éste. Y favorecen
los vínculos sociales, no sólo producen
bienestar en nosotros si no también en los
que nos rodean.

A continuación vamos a nombrar y definir los


sentimientos positivos más comunes:

10- La felicidad

Este sentimiento tiene un gran impacto en la


persona. Es la forma en la que se valora la
vida de forma positiva en su conjunto y en sus
diferentes vertientes como la familia, la pareja
o el trabajo.
Se han demostrado toda una serie de
beneficios derivados de la felicidad como el
aumento de la empatía, la creatividad, el
aprendizaje o las conductas altruistas.

Los principales desencadenantes son la


consecución por parte de la persona de logros
u objetivos que pretende y la congruencia
entre lo que desea y lo que posee.

11- El humor

Se refiere a la percepción de un estímulo


como divertido y puede ir acompañado de
expresiones físicas como la sonrisa o la risa.
Además dota a la persona de una buena
predisposición para realizar una tarea.

Los desencadenantes pueden ser muy


variados y de diversa índole aunque suele
estar implicada una situación o ambiente
social.
12- La alegría

Este sentimiento se caracteriza por producir


un buen estado de ánimo y bienestar
personal, además el individuo que se
encuentra en este estado tiende a tener una
actitud constructiva y optimista.

El desencadenante suele ser un


acontecimiento que la persona percibe como
favorable. También puede ir acompañado de
algún signo físico como la sonrisa.

Puede ser un estado pasajero como


consecuencia de un hecho concreto (aprobar
un examen o conseguir un trabajo), o una
tendencia vital o la actitud habitual con la que
una persona dirige su vida.
13- El amor

Este sentimiento se define como el afecto que


sentimos por una persona, animal, cosa o
idea. Los desencadenantes son las
percepciones o valoraciones subjetivas que
hacemos de la otra persona. Otros factores
como la soledad o la inseguridad pueden
llevar a sentir el amor como una necesidad.

14- La gratitud

Este sentimiento es el que se experimenta


cuando una persona valora el favor o beneficio
que alguien le ha concedido. Va acompañada
del deseo de corresponder con el mismo trato.

Los principales desencadenantes pueden ser


las acciones llevadas a cabo por otra persona,
o un sentimiento de bienestar general que la
persona valora y por tanto agradece tener.
15- La esperanza

Este sentimiento se define como la creencia


por parte de la persona de que puede lograr
los objetivos o metas que se ha propuesto. El
individuo cree que tiene la capacidad o los
recursos necesario para hacer frente a una
determinada situación.

Además este sentimiento puede actuar como


un estímulo, aportando motivación y energía
que se dirige precisamente a conseguir
aquello que se propone.

Los desencadenantes pueden ser muy


variados. Por un lado la confianza que la
persona tenga en sí misma. Y por otro lado
una situación adversa puede predisponer a la
persona a sentir esperanza para poder
superarla.

Sentimientos neutros
Son aquellos que cuando se producen no
derivan en reacciones agradables ni
desagradables pero sí facilitarán la aparición
de posteriores estados emocionales. Algunos
de los principales sentimientos neutros son:
16- La compasión

Es el sentimiento por el cual una persona


puede sentir piedad por otra que está
sufriendo o que se encuentra en una situación
desagradable y además se muestra dispuesto
a acompañarla en ese proceso.

Los desencadenantes pueden ser variados,


pero generalmente va unido a una situación
desagradable por la que está pasando alguna
persona del entorno, aunque no
necesariamente tiene que ser un ser querido
ni una persona conocida.

17- La sorpresa

Se define como la reacción causada por algo


novedoso, extraño o imprevisto. La atención
de la persona se dirige a procesar y analizar el
estímulo que ha provocado la reacción.

Los desencadenantes son estos estímulos que


no se esperan y que han aparecido de forma
súbita, o que se dan en un contexto que no es
el habitual.
Emociones primarias

Existen 6 emociones básicas en el ser humano: asco, ira, alegría,


miedo, sorpresa, y tristeza

Las emociones primarias (ira, tristeza, miedo,


amor, asco…) son estados afectivos
automáticos y complejos que se desatan en
nuestro cuerpo y que cumplen una función
beneficiosa y de adaptación del organismo, al
favorecer nuestra reacción frente a un
estímulo. Las emociones primarias son
variaciones de nuestro estado de ánimo
provocadas habitualmente por pensamientos,
recuerdos, anhelos, pasiones, sentimientos,
etc.
Cuando surgen, se producen cambios
psicológicos, fisiológicos, y psicosomáticos. La
intensidad varía en función del estado de
ánimo del sujeto, de su estado físico, de la
personalidad y, especialmente, del tipo de
estímulo.

Las reacciones somáticas de nuestro cuerpo


causadas por las emociones son múltiples. Y
son el hipotálamo y el sistema nervioso
autónomo los responsables directos de las
alteraciones y cambios violentos que más
afectan al sistema circulatorio, respiratorio y
glandular.

Las emociones primarias

Existen diferentes teorías sobre cuáles son las


emociones primarias señalando en algunos
casos cinco o en otros siete dependiendo del
autor. No obstante, cada emoción provoca un
conjunto de reacciones, y a continuación
veremos las más evidentes:

1 Miedo

La sangre se reparte en lugares


imprescindibles para tomar una actitud
evasiva. Puede ocurrir que nuestro organismo
se paralice antes de tomar una salida
acertada, pero el cuerpo se encuentra
sometido a un estado de máxima alerta. Se
asocia al nerviosismo, ansiedad,
preocupación, inquietud y, en un nivel mas
grave, con la fobia y el pánico.

2 Ira

Nuestro cuerpo reacciona enviando sangre


hacia las manos, favoreciendo el empleo de
armas o haciendo que la persona este
preparada para golpear de manera
contundente. Se acelera la frecuencia cardíaca
y se elevan hormonas (adrenalina) que
predisponen nuestro organismo para
emprender la acción. Se asocia con la
hostilidad la furia, la indignación y, en casos
extremos, con el odio patológico.

3 Amor

Sentimientos de ternura y complacencia


sexual generan un estado general de calma,
relajación y satisfacción, predisponiendo todo
nuestro organismo al entendimiento mutuo.
Se asocia a la simpatía, amabilidad, afinidad y
adoración. Pero en ocasiones patológicas
puede conducir a dependencia extrema.

4 Alegría

Se suprimen sensaciones negativas o de


incomodidad. Se anulan prácticamente todas
las reacciones fisiológicas de importancia,
excepto la sensación de tranquilidad y calma
corporal. Se asocia con el placer, la diversión,
la armonía sensual y, en niveles algo más
altos, con la euforia y el éxtasis.

5 Sorpresa

Elevar nuestras cejas expresando sorpresa


nos permite ampliar el campo visual y que
nuestra retina reciba más luz. Esta reacción
aumenta la información sobre el
acontecimiento, facilitando la mejor manera
de elección ante la nueva situación.

6 Disgusto

Un gesto facial de disgusto se perfila para


bloquear las fosas nasales en caso de percibir
una sustancia desagradable y facilitarnos la
necesidad de expulsarla.

7 Tristeza

En caso de pérdidas, se asocia a una una


función adaptativa y
reparadora. La tristeza provoca una
disminución de la energía e ilusión por las
actividades cotidianas, paraliza nuestro
metabolismo y nos limita y aísla. En casos
graves podemos llegar a la depresión.
8 Interés

Una emoción que nos ayuda a consolidar


nuestra atención en un estímulo proveniente
del entorno por el cual, y en circunstancias
específicas, añadimos un valor referente.

Modificaciones orgánicas provocadas por las


emociones

El rostro palidece o enrojece, surge excitación


nerviosa y movimientos reflejos, las vísceras
se detienen momentáneamente, se modifica la
capacidad pulmonar y se eleva la actividad
cardíaca.

Pero hay otras muchas modificaciones: el


bazo aumenta la producción de hematíes, se
contraen los vasos sanguíneos de la piel, el
páncreas excreta mas glucosa y el cuerpo
genera aumento de adrenalina, lo que nos
hace más resistentes a la fatiga. Además,
secreciones como sudor u orina se generan en
mas cantidad en algunos casos.

Las emociones primarias son beneficiosas para


nuestro organismo, pero no hay que olvidar
un dicho: el que no controla sus emociones,
es víctima de sus circunstancias.

Sin embargo, la teoría de las 6 emociones


básicas desarrollada por Paul Ekman y
aceptada actualmente desde la década de los
años 60, está constantemente sometida a
prueba . Ejemplo de ello es
este estudio llevado a cabo en Papúa Nueva
Guinea por Carlos Crivelli, psicólogo español
de la Universidad Autónoma de Madrid y su
equipo.

Estos investigadores trataron de demostrar


que las emociones no son universales, ya que
en ciertas islas, como el caso de Trobriand, la
típica cara de miedo reconocible por «todos»
(ojos tensos y muy abiertos y boca muy
tensa) en ese territorio no tiene el mismo
significado que en el resto del mundo. Allí no
sería pánico con tendencia a rendirse,
sino como amenaza y enfado. Se
demostraría, de ser ciertas sus
averiguaciones, que el gesto ha sido adquirido
por tradición y no tendría un origen innato.
La gestión emocional: un pilar
fundamental de la resiliencia
¿Quién nos ha enseñado gestión emocional?
¿Alguien ha tenido una asignatura con este
nombre? ¿Cómo tomamos decisiones en
situaciones difíciles? En este artículo os
invitamos a encontrar respuestas y a dar con
otros interrogantes valiosos.

Seguro que más de una vez has


experimentado emociones que no sabías cómo
manejar, intensas y muy dolorosas. También
es probable que te hayas visto en situaciones
desconcertantes de las que solo has querido
escapar. En estos momentos si hay algo que
nos puede devolver el control, frente a
las tentaciones e impulsos, es la gestión
emocional inteligente.
Gestión Gmocional
Que, en muchos casos, es la llave que
abre las puertas del éxito, facilitando que
tomemos decisiones acertadas. Así, tomar
consciencia de nuestras emociones y aprender
a gestionarlas nos concede una enorme
ventaja adaptativa en la sociedad actual.
«Vivimos en una sociedad que no nos educa
para ser personas emocionalmente
inteligentes».
-Daniel Goleman-

Aprender a vivir con nuestras emociones


Entender el universo emocional particular es
una tarea sin límite de mejora. La realidad es
que nos enfrentamos a multitud de
experiencias en diferentes momentos y a las
que reaccionamos de forma diferente. De esta
manera, aprender a conocernos y a
entender qué sentimos en cada momento
puede ayudarnos a dar una respuesta
adaptada.
Gestionar estados emocionales de valencia
negativa no es tarea sencilla; pueden estar
presentes diferentes síntomas físicos,
como dolores de cabeza, sudoración, golpes
de calor, dolores gastrointestinales, que
dificulten la gestión emocional. En estas
circunstancias destacan los pensamientos
que nos atormentan, asociados a
emociones como la culpa, al miedo, o la
frustración.
«Como seres humanos, todos queremos ser
felices y estar libres de la desgracia, todos
hemos aprendido que la llave de la felicidad es
la paz interna. Los mayores obstáculos para la
paz interna son las emociones perturbadoras
como el odio, apego, miedo y suspicacia,
mientras que el amor y la compasión son las
fuentes de la paz y la felicidad».
-Dalai Lama-
La gestión emocional para ser resilientes
Gestionar nuestras emociones es
fundamental para nuestro desarrollo y
tiene una gran repercusión en nuestra
autoestima y forma de relacionarnos con el
entorno y con los demás.
Tanto es así que se están implementando
programas de gestión emocional en los
centros educativos. Estas iniciativas se basan
en la idea de tomar consciencia de nuestro
mundo emocional desde pequeños y construir
patrones de conducta y de relaciones
efectivos.
Además, cada vez son más los esfuerzos
dedicados a investigar acerca de métodos que
nos ayuden a la gestión emocional en nuestro
día a día. Este es el caso de los programas
de entrenamiento para potencias nuestra
consciencia y aprender a identificar
nuestras emociones de forma adecuada.
Así tenemos un espacio para poder responder
ante ellas y no solo reaccionar.
En esta línea se sitúan algunos programas
enfocados en el entrenamiento en
mindfulness, como el MBSR de Jon Kabat
Zinn y el MBMB de Santiago Segovia, para
adquirir consciencia plena y ser capaces de
autogestionarnos. Normalmente se basan en
estrategias que aumentan nuestra
competencia frente a encrucijadas cotidianas,
poniendo una atención especial en
la resiliencia.

Hábitos para potenciar la resiliencia


Algunas estrategias útiles en el marco de la
gestión emocional serían:
• Toma consciencia de quién eres, qué
quieres, hacia dónde estás dando los
pasos en tu vida. Esto te ayudará a
conocer tus debilidades y tus fortalezas.
Son estas últimas las que cobran un
gran sentido pues al potenciarlas
podremos obtener un mayor equilibrio
ante las dificultades.
• Aprende de la experiencia. Cada vez
que sufras una caída en tu camino
plantéate para qué estás viviendo esas
circunstancias.
• Dedícate a lo que te apasiona.
Descubre cuál es tu propósito pues te
dará la energía para moverte en
dirección a lo que sueñas y será más
fácil reponerte ante cualquier fracaso.
• Trabaja en tu resiliencia. La
resiliencia se aprende conforme nos
vamos enfrentando a las diferentes
circunstancias que se presentan en
nuestra vida. Se puede desarrollar pues
se trata de un conjunto de habilidades
que nos harán sobreponernos cada vez
más rápido ante la adversidad.
Inteligencia emocional, la clave de la
gestión emocional
La inteligencia emocional influye en nuestro
futuro personal, en nuestro éxito, marcando
puntos de apoyo tan importantes como las
relaciones sociales. La inteligencia
emocional destaca como una
competencia propia de las personas con
buena autogestión personal.
Las personas que cuentan con una buena
inteligencia emocional están mejor adaptadas
al ecosistema en el que se desenvuelven,
estando a su vez mejor preparadas para
los cambios y los desafíos que estos
puedan suponer. Hablamos de un mayor
autocontrol, pero también, por ejemplo, de
una mejor gestión del miedo que puede
inspirar la incertidumbre.
Reprimir las emociones negativas no las
hace desaparecer

Solemos percibir una emoción negativa como


algo a evitar e incluso creemos que si lo
hacemos desaparecerá. Sin embargo, esto no
es así. La clave está en aprender a
gestionarlas.

La sabiduría popular suele aconsejar


evitar e incluso reprimir las emociones
negativas. Cuanto menos se muestren mejor
y cuanto menos se experimenten también.
Según dicen no nos hacen tanto bien.
El miedo, la rabia, el resentimiento,
la vergüenza o la culpa no son
bienvenidos. Están mal vistos. Y aunque
deshacerse de lo que no nos conviene es, en
principio, aconsejable, no lo es tanto ignorar o
reprimirlo. Las emociones negativas hay que
saber expresarlas, esto es liberarlas pero sin
dejarse llevar por ellas, de lo contrario puede
que terminen por dominar nuestro
comportamiento.
Si sabes que no debes tomar algo porque te
puede hacerte daño, basta con no hacerlo.
Ahora bien, las emociones no funciona así; no
es tan fácil evitarlas sin obtener
consecuencias negativas. Reprimir las
emociones negativas tiene un alto precio.

¿Qué pasa con el polvo cuando lo


acumulas debajo de la alfombra?
Imagina que tus emociones negativas son una
fina -o gruesa- capa de polvo que hay en el
suelo. Si barres el polvo y lo vas a
escondiendo debajo de la alfombra, en un
primer momento el polvo no será visible y
podrás hacer vida normal sin que ni tú ni
nadie os percatéis de este. Sabes que está
bajo la alfombra, pero como no lo ves,
probablemente no te moleste.
Pasan los días y cada vez que aparece polvo lo
vuelves a esconder bajo la alfombra. Así, cada
día hay más y más. Lo sabes, pero como no lo
ves, probablemente decidas actuar como si
nada.
¿Cuánto tiempo consideras que serías
capaz de seguir ocultando el hecho de
que bajo la alfombra hay una capa cada
vez más gruesa de polvo?¿Tardaría en
hacerse evidente todo lo que has escondido
ahí debajo? ¿Crees que podrás tardar en
tropezar con esa montaña en la que se ha
convertido tu alfombra?
Acumular emociones negativas, como ese
polvo que escondes debajo de tu alfombra,
solo retrasa lo inevitable. De alguna
manera, esas emociones acabaran por
manifestarse y puede que incluso lo hagan
todas juntas de manera explosiva.
Al final, en la mayor parte de los casos,
probablemente te veas en la situación de
tener que hacer frente a estas emociones de
una u otra manera.
Las emociones no se esconden, se
gestionan
Las emociones son una parte vital de nuestra
vida cotidiana. Tanto si estás alegre porque
estás viendo algo divertido, como si te
sientes frustrado, por ejemplo, por el
tráfico; los altibajos que puedas
experimentar afectan significativamente
a tu bienestar.
Además, tu capacidad para regular las
emociones puede impactar sobre cómo te
perciben las personas que te rodean. Ante
todo no hay que olvidar que según cómo
evalúes tus experiencias, así responderás a
nivel emocional y que algunas de ellas no
requieren una regulación particular, siempre y
cuando, sean adecuadas a la situación en la
que se experimentan.
Por ejemplo, expresar furia puede hacer que
te sientas mejor, pero no suele ser apropiado
o particularmente adaptativo en muchos
casos. Se trata de encontrar el modo de
liberarla desde la aceptación, el respeto y la
calma.
Reprimir las emociones negativas no es buena
idea, lo recomendable es aprender a
gestionarlas, es decir, a darles voz y
regularlas.
Cómo controlar las emociones negativas
Ser capaz de influir sobre tus pensamientos y
emociones aumenta la confianza en tu
capacidad para hacerles frente. Para empezar,
para gestionar una emoción negativa es
importante que comiences por seleccionar
una situación en la que se dé y trates de
evitar las circunstancias que la
desencadenan.
Otras veces, la solución pasa por evitar a
ciertas personas en determinadas
circunstancias o encontrar la manera de
tranquilizarte y encontrar ese estado de
paz mental antes de hacer frente a la
situación amenazante.
El secreto está en identificar la situación o
circunstancia en primer lugar y la emoción
negativa que se desencadenaría.

El siguiente paso es modificar la


situación: una vez identificada, trata de
modificarla de tal manera que no se den las
condiciones que desencadenan las emociones
negativas. Ten en cuenta que ese cambio
deberá nacer de ti. Por ejemplo, tal vez
tengas que cambiar tus expectativas frente a
la situación, reducir las exigencias o emplear
una mirada amorosa, comprensiva
y empática.
Te será de gran ayuda cambiar tu
enfoque atencional. Es decir: en vez de
centrarte en lo que ya sabes que
desencadenan tus emociones negativas, fíjate
en otros aspectos que sean de tu agrado.
Trata de no centrarte tanto en lo que te
disgusta y busca aquello que te hace sentir
bien, algo por lo que puedas estar agradecido.
“Sea usted el dueño de su atención. El precio
de la libertad es la vigilancia permanente.
Recuerde que donde vaya su atención irán sus
emociones y su energía. Donde ponga su
atención se hará siempre más real para
usted».
-Mario Alonso Puig-
Otro punto que puedes tener en cuenta
para controlar tus emociones negativas
es cambiar tus pensamientos. Estos son el
centro de nuestras emociones más profundas;
el lugar donde habitan las creencias que los
impulsan. Ten en cuenta que al cambiar tus
pensamientos, es posible que no puedas
cambiar la situación, pero al menos puedes
cambiar la forma en que crees que la situación
te está afectando.
Por último, puedes tratar de cambiar tus
respuestas ante tus emoción
negativas. Si tus mecanismos de gestión
emocional no funcionan y surgen de forma
descontrolada, el paso final en la regulación
emocional es intentar controlar la respuesta.
Esto te ayudará a no reprimir las emociones
negativas porque te empujará a regularlas.
Para ello, algo útil es identificar el signo
físico que da paso a que dicha emoción se
desencadene. Actuar sobre ese gesto o
reacción te ayudará a controlar la respuesta.
Esto podría conseguirse a través de acciones
tan sencillas como una respiración profunda o
cerrando los ojos, algo que, a su vez, suele
resultar útil para gestionar la ira.
“Las emociones negativas intensas absorben
toda la atención del individuo, obstaculizando
cualquier intento de atender a otra cosa».
-Daniel Goleman-
Por último, recuerda que las emociones
son tuyas y, por lo tanto, eres el máximo
responsable de gestionarlas. La
responsabilidad final de tu comportamiento te
pertenece y por ello es fundamental ser
consciente de que nadie tiene tanta culpa de
cómo respondes a nivel emocional que tu
mismo.
Si estás triste, formúlate estas preguntas
Dentro de cada uno de nosotros hay un sabio
esperando a que lo dejemos hablar. Si estás
triste, probablemente ese sabio interior quiere
decirte algo, pero no te has permitido
escucharlo. Algunas preguntas pueden
ayudarte a que emerja su mensaje.

A veces, simplemente estás triste; buscas


motivos, pero no los encuentras. Te
parece que la vida transcurre de una manera
que no logra despertar tu interés, ni mucho
menos tu entusiasmo. Simplemente te dejas
llevar, como si no el tiempo fuera un suelo
recién encerado.
Otras veces estás triste, pero tienes claro de
dónde nace ese estado. Puede ser por una
pérdida, un fracaso, una desilusión, etc. Es
tan fuerte la presencia de ese hecho en tu
vida que no logras desprenderte de la
sensación que te dejó.
Hay momentos de la vida en los que la
tristeza es inevitable. Otras veces, en
cambio, podríamos dejarla de lado, pero
no lo logramos porque no sabemoscómo
o porque sin querer la alimentamos. Por
eso, si estás triste, vale la pena que te
formules algunas preguntas que podrían darte
pistas para salir de ese estado.
“La tristeza no es más que una valla entre dos
jardines”.
-Khalil Gibran-
¿He hecho algo de lo que me siento
culpable?
Son muy frecuentes los casos en los que
la tristeza no se disipa porque tampoco lo
hace la culpa que la sostiene. Lo peor es
que en muchas ocasiones esa culpa es
solamente imaginaria. No corresponde a un
resultado negativo que haya sido producto de
nuestras responsabilidades, sino a una
fantasía que no hemos identificado ni
elaborado.
La culpa suele rodear a un evento que ha
afectado de manera negativa a los demás
o a nosotros mismos. Es entonces cuando
empezados a darle vueltas a aquello que no
conseguimos digerir, que no sabemos cómo
reparar.
¿Estoy siendo fiel a mis deseos?
Otro de los motivos frecuentes de tristeza,
especialmente cuando no identificamos una
causa específica, es la disonancia. Por una u
otra razón, hemos traicionado nuestros
deseos, nuestros sueños o nuestros
afectos.
Esto origina una sensación de profundo
malestar con nosotros mismos. La tristeza
sería más que la forma de expresión
de ese reproche interior. En el fondo, más
que tristes, estamos molestos con nosotros
mismos. Nos mantenemos presos de una
dualidad en la que queremos algo, pero
hacemos otra cosa.
¿Soy leal a mis convicciones?
Es similar al anterior, pero en este caso el
énfasis está en la contradicción entre lo
que pensamos conscientemente y lo que
hacemos en la práctica. Tal vez, por
ejemplo, hemos sido testigos de una
injusticia, pero no la confrontamos, por
miedo, por negligencia, o por inseguridad.
Tal vez nos hemos plegado a la idea de otro, o
de otros, simplemente porque tememos ir
contra corriente. En el fondo, sin embargo,
sabemos que esto choca contra nuestras
verdaderas creencias. Esto lleva a que
experimentemos una molestia con nosotros
mismos. Como en el caso anterior, el reproche
toma la forma de tristeza.

¿He dormido y comido bien?


Estar triste no siempre está relacionado con
las emociones o los pensamientos. Muchas
veces tiene que ver con un estilo de vida
en el que hay algún tipo de
sobreexigencia o falta de autocuidado. La
fatiga y la mala nutrición también llevan a la
tristeza, especialmente cuando se prolongan
por mucho tiempo.
La falta de descanso afecta notablemente
nuestras emociones. El solo hecho de no
dormir las horas suficientes conduce a que
surja dentro de nosotros una perspectiva
opaca frente a todo lo que nos rodea. De igual
modo, cuando no nos alimentamos
adecuadamente, también nuestro cerebro
resiente el déficit, haciéndonos más irritables
y depresivos.
¿Qué me haría sentir mejor?
Esta es quizás la pregunta más
importante cuando estás triste. A veces,
no encontramos las demás respuestas
fácilmente, pero esta sí suele estar a nuestro
alcance. A corto plazo, quizás una acción
simple como respirar un poco, dar un
paseo o alejarte de cierto ambiente. A
largo plazo, cambiar de trabajo o resolver los
temas pendientes con tu pareja o acudir a la
consulta de un profesional.
La tristeza como tal no es mala ni buena. Se
trata de una realidad que todos
experimentamos, que conocemos y
conoceremos. Sin embargo, sí es un
sentimiento que está más o menos
presente, de forma recurrente, es
importante que hagas un alto para
identificar su origen. Hay algo que lucha por
salir a la superficie y dejar que fluya podría
despejar tu estado de ánimo.
Empatía compasiva, cuando el
sentimiento se traduce en acción
Que alguien entienda nuestra realidad
emocional está muy bien. Sin embargo, es
aún mejor no quedarse solo en el sentimiento
y la mera intención, porque lo que más
agradecemos es una empatía compasiva
capaz de actuar, de prestar apoyo activo, de
ayudar...
Si hay algo que el mundo necesita es más
empatía compasiva. Hablamos de esa
dimensión donde no quedarnos solo con el
sentimiento que comprende, la emoción que
conecta y el corazón capaz de conmoverse.
Nos referimos a la acción de quien se
compromete y decide ayudar, de quien se
atreve a cambiar la realidad del otro para
conferirle apoyo, afecto y un bienestar
auténtico.
Decía Lewis Carroll que uno de los
secretos de esta vida es comprender que
estamos en este mundo para algo más que
existir. El ser humano está aquí también
para ayudar, para que cada uno desde su
parcela y disposición particular haga de esta
realidad un lugar un poco más noble, un poco
más hermoso. Sin embargo, admitámoslo, a
veces cuesta.
Y cuesta, porque muchos de nosotros nos
quedamos solo en la intención y el
sentimiento, pero no en el acto. A través
de nuestras redes sociales, por ejemplo, nos
llegan un sinfín de iniciativas que apoyamos
con un solo click, compartiendo o registrando
nuestros datos en determinadas campañas
sociales. Somos muy sensibles a infinitos
problemas de nuestra sociedad. Sin embargo,
en ocasiones, no vemos lo que tenemos más
cerca.
La empatía compasiva significa ser
capaces de dar una ayuda útil a quien
tenemos al lado. No obstante, no siempre
logramos ver a ese amigo, a ese familiar
o compañero de trabajo que en un
momento dado necesitaría de un apoyo
activo. Aún más, podemos verlo, es cierto,
pero en ocasiones, no sabemos muy bien
cómo actuar.
«Lo que hacemos por nosotros mismos muere
con nosotros, lo que hacemos por los demás y
por el mundo permanece y es inmortal».
-Albert Pike-

El tercer tipo de empatía, la más útil


La empatía compasiva fue definida por el
psicólogo y experto en emociones Paul
Ekman. Esta idea le sirvió también a
Daniel Goleman para perfilar el conocido
coeficiente emocional, es decir esa
dimensión que nos ayudaría a clarificar
nuestro nivel de inteligencia emocional.
Es importante, por tanto, tener en cuenta
que la empatía no es una dimensión
unitaria, no es un concepto plano donde
limitarnos a entender que la persona empática
es aquella capaz de entender la realidad
emocional de quien tiene delante.
Se trata más bien de un factor más amplio y
más rico, uno donde no todos puntuaríamos
alto sin nos pasaran una prueba para medir
nuestra competencia emocional. Veamos en
primer lugar cómo se desgrana la empatía y
qué tipologías la definen.
Tipos de empatía
• En primer lugar, está la empatía
emocional. En palabras del propio
Daniel Goleman, se trata de una
dimensión a menudo contagiosa y hasta
peligrosa cuando no sabemos poner
límites y quedamos ‘impregnados’ del
sufrimiento ajeno. Hace referencia a
nuestra capacidad para conectar con la
realidad emocional del otro. Es sentir lo
que el otro siente y calzar su realidad
personal. En este proceso entran en
acción las neuronas espejo, nuestros
sentimientos e incluso nuestra respuesta
fisiológica.
• La empatía cognitiva, por su parte,
implica hacer uso del intelecto, de
los procesos cognitivos tales como la
atención, reflexión, comunicación, las
inferencias, etc. Significa básicamente,
saber cómo se siente la otra persona,
por qué se siente de ese modo y deducir
incluso qué ideas y pensamientos
pueden estar en la mente del otro.
• Por último, tenemos a esa gran
desconocida, a esa dimensión a
menudo descuidada que es la
empatía compasiva. En palabras de
Daniel Goleman: con este tipo de
empatía no solo comprendemos qué
siente y cuál es el problema de una
persona; además, nos movilizamos
para ayudar si así lo creemos
necesario.

¿Cómo es la persona con empatía


compasiva?
La persona con empatía compasiva da un
paso más allá dentro de su crecimiento
personal. Es alguien que maneja a la
perfección el campo de las relaciones
humanas. La razón de que esto sea así, parte
de las siguientes características:
Personas centradas que saben responder
ante cada situación
Entrenar y habilitar nuestra empatía nos
permitirá ante todo, actuar siempre a
medio camino entre la razón y la
emoción. Esta dimensión nos ayuda a
calibrar cada situación desde una óptica muy
centrada, ahí donde no dejarnos llevar por el
contagio emocional ni tampoco por esa lógica
objetiva que entiende las cosas pero que
nunca llega a actuar.
De este modo, la persona ‘empático-
compasiva’ sabe cómo ayudar en cada
momento, facilitando el soporte más adecuado
en cada circunstancia.
Hábiles en reciprocidad
Las relaciones exitosas y los vínculos más
significativos se basan siempre en el principio
de la reciprocidad. Es un tú me das yo te
doy contante, es saber atender y
responder sintiéndonos a su vez,
merecedores de lo mismo que ofrecemos.
Por ello, la empatía compasiva es un principio
básico de bienestar personal, porque no se
basa solo en saber ayudar a los demás.
También nosotros podemos y debemos recibir
apoyo.
Conocen las claves de la conexión
humana
La conexión humana es parte de la
esencia de la empatía compasiva. Es saber
llegar a la persona con autenticidad,
comprendiendo su realidad singular,
aceptándola tal y como es sin prejuicios, sin
sesgos, sin dobles intenciones. La conexión
iniciada desde el respeto y la apreciación al
otro nos permite también entender
necesidades y clarificar qué podemos hacer.
Asimismo, y no menos importante, quien
es hábil en empatía compasiva no se
limita a ayudar como si fuera un
salvador. En realidad, saber prestar apoyo es
todo un arte. Hay que saber qué ofrecer y
cómo, porque en ocasiones lo que una
persona necesita no es siempre lo que nos
pide, y eso, es importante tenerlo en cuenta.
Para concluir, señalaba el maestro zen Thich
Nhat Hanh que cuando regalamos nuestra
presencia y atención plena a los demás,
estos florecen como flores. Es cierto, sin
embargo, a veces es necesario algo más: que
nos movilicemos, que sepamos actuar con
acierto.
Las emociones más dañinas, según el
budismo

Las emociones más dañinas, según el


budismo, son el miedo, la ira, la culpa y la
insatisfacción. Todas ellas son emociones
poderosas, que tienden a ser invasivas y
quiebran nuestro equilibrio interno. Se
combaten identificándolas, aceptándolas y
dejándolas ir.

Para el budismo solo existen dos


emociones esenciales: el amor y el
miedo. Todas las demás experiencias
subjetivas se desprenderían de esos dos
grandes ejes. Además, las emociones más
dañinas serían aquellas que nacerían del
miedo.
Cuando el budismo habla de las
emociones más dañinas se refiere a
aquellas que rompen de forma radical el
equilibrio interno. Son las que además se
tornan invasivas y se vuelven más o menos
perdurables. Lo peor es que por eso mismo
tienden a convertirse en hábito fácilmente.
Moldean tu forma de ser y te tienen
importantes consecuencias para la salud y las
relaciones sociales.
Para los budistas, el ser humano es
fundamentalmente sereno y bueno. Sin
embargo, el mundo en el que vivimos hace
que surjan fuertes tensiones que de no
gestionarse llevan a los estados internos más
dañinos gobernados por el miedo, la ira, la
culpa y la insatisfacción. Veamos cada una con
mayor detalle.
“Toda acción positiva, amorosa y compasiva
conlleva las semillas de la felicidad y
verdadera satisfacción. Toda acción negativa,
agresiva y egoísta conlleva las semillas del
sufrimiento y del dolor”.
-Buda-

El miedo, la fuente de todo mal


Los budistas señalan que el miedo encabeza la
lista de las emociones más dañinas; a su vez,
una emoción muy apegada al ego.
Cuanto más grande es el ego, más
vulnerables somos al miedo. Cuando el ego
se impone, es fácil que terminemos viendo la
realidad solo en función de nuestros deseos y
necesidades.
El miedo señala, por lo general, al temor
a no conseguir algo o a perder algo que
es pensado como propio. En ambos casos
el punto de referencia es el propio yo y sus
posesiones. Este sentimiento tiende a diluirse
cuando entendemos que el universo tiene su
propia lógica y que no somos el centro de la
misma. Que no todo depende de nuestra
voluntad y que jamás tenemos el control total
sobre el entorno y su devenir.
La ira, una de las emociones más dañinas
Con frecuencia, el miedo conduce a la
ira. Cuando tememos algo, la reacción
natural es la de ponernos en una posición
de ataque o defensa, frente a lo que
vemos como un riesgo o peligro. Cuando
se siente amenazado, todo animal activa los
mecanismos de agresión. El budismo dice que
el ser humano no viene realmente preparado
para ser agresivo y por eso no tiene garras, ni
colmillos.
La ira suele ser una expresión de
frustración porque aquello que deseamos
no coincide con lo que nos proporciona la
realidad. Aquí incide nuevamente el ego. Sin
darnos cuenta, pretendemos que la realidad
se pliegue a nuestros deseos y necesidades,
olvidando que no estamos solos en el
universo, sino que somos una pequeña
partícula del mismo.
La culpa, una mala compañera
La culpa o el remordimiento, como tales, no
traen nada bueno a la vida. Son expresiones
de reproche por haber actuado en contra de
nuestros principios o convicciones. No es
exactamente conciencia de haber hecho
daño, sino fustigamiento por no haber
estado a la altura de lo que pensamos
acerca de nosotros mismos.
Lo aconsejable no es martirizarnos por lo que
hicimos, sino encontrar el significado de esos
actos o de esas palabras por las que nos
arrepentimos. Para comprenderlo es
necesario encontrar las causas que nos
llevaron a actuar de esa manera y las
consecuencias que esto genera, para
nosotros mismos y para los demás. Luego,
aceptar que estamos en un proceso de
evolución y que cualquier hecho tiene el
potencial para enseñarnos algo.

La insatisfacción, un estado inútil


La insatisfacción es otro nombre para el
sufrimiento; sufrimos porque no
aceptamos la realidad. Quisiéramos ser,
hacer, tener o lograr algo que no somos, no
podemos hacer o no llegamos a lograr. Detrás
de todas las formas de infelicidad, que se
reflejarían en la insatisfacción y el sufrimiento,
hay deseos y apegos.
Aprender que nada es permanente y ser
conscientes de que el universo funciona como
debe nos hace más fuertes frente a la
frustración. Todo llega y todo se va en el
momento apropiado. Nada permanece para
siempre, el cambio es la norma. De esta
manera, pocas veces la oposición al
cambio tiene éxito si entendemos como
éxito la permanencia.
Para el budismo las emociones más
dañinas se gestionan a través de tres
pasos. El primero es reconocerlas, porque
solo así podemos tratarlas. El segundo es
aceptarlas, sin fustigarnos por ello y
admitiendo que las experimentamos. Lo
tercero es soltarlas. Finalmente, en este
caminar de zancadas hacia el crecimiento nos
ayudaría el control de la respiración.

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