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CONCILIUM

Revista internacional de Teología


CONCILIUM
Año XXIII
Seis números al año, dedicados cada uno de ellos a un Revista internacional de Teología
tema teológico estudiado en forma interdisciplinar.
Es una publicación bimestral desde enero de 1984.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO


D. Mieth: Glosa de actualidad: Magisterio y
moral. La nueva «instructio» de la Congre-
211
gación para la Doctrina de la Fe 357

I. DESPLAZAMIENTO DE VALORES Y VIRTUDES LA VIRTUD


COMO HECHO SOCIAL
ANTE EL CAMBIO DE VALORES
J. A. Coleman: Valores y virtudes en las socie-
dades avanzadas modernas 365
E. J. Penoukou: Conflicto de valores en África
negra. Ensayo fenomenológico 381
U. Baumann: En busca de un nuevo estilo de
vida. Cambio sociocultural en las sociedades
industrializadas 393
C. Boff: Los pobres de Latinoamérica y sus
nuevas prácticas de liberación 405

II. REFLEXIÓN FILOSÓFICA Y TEOLÓGICA

D. Mieth: Continuidad y cambio de los va-


lores 419
J. Porter: Virtudes perennes y virtudes con-
tingentes: sabiduría práctica, fortaleza y tem-
planza 433
A. Patrick: Narración y dinámica social de la
virtud 445
O. H. Pesch: Teología de las virtudes y virtu-
des teológicas 459

III. REVALORACIÓN ACTUAL


J.-P. Wils: Condiciones del cambio de valores
entre la cultura y subcultura de los jóvenes. 481
J. van der Ven: Formación moral en la Igle-
sia 497
J.-C. Wolf: Bibliografía sobre «virtud» y «vir-
tudes» 507

EDICIONES CRISTIANDAD
EDICIONES CRISTIANDAD Madrid 1987
Huesca, 30-32 - 28020 Madrid
«Concilium» 1987: temas de los seis números CONSEJO DE DIRECCIÓN

1. SAGRADA ESCRITURA/HISTORIA DE LA IGLESIA Giuseppe Alberígo Bolonia-Italia


Gregory Baum Toronto-Canadá
El éxodo, paradigma permanente Enero Willem Beuken Nimega-Holanda
2. LITURGIA Leonardo Boff Petrópolis-Brasil
Antoine van den Boogaard Nimega-Holanda
Examen actual de la confesión Marzo Paul Brand Ankeveen-Holanda
3. MORAL Ann Carr Chicago/IU.-EE. UU.
Marie-Dominique Chenu París-Francia
La virtud ante el cambio de valores Mayo John Coleman Berkeley/Cal.-EE. UU.
4. DOGMA Mary Collins Wake Forest/N. C.-EE. UU.
Yves Congar París-Francia
Ortodoxia y heterodoxia Julio Christian Duquoc Lyon-Francia
5. SOCIOLOGÍA DE LA RELIGIÓN Virgilio Elizondo San Antonio/Texas-EE. UU.
Casiano Floristán Madrid-España
La Iglesia y los partidos políticos Septiembre Sean Freyne Dublín-Irlanda
6. TEOLOGÍA FEMINISTA Claude Geffré París-Francia
Norbert Greinacher Tubinga-Alemania Occ.
Las mujeres, el trabajo y la pobreza Noviembre Gustavo Gutiérrez Lima-Perú
Bas van Iersel Nimega-Holanda
Jean-Pierre Jossua París-Francia
Hans Küng Tubinga-Alemania Occ.
Nicolás Lash Cambridge-Gran Bretaña
«Concilium» se publica en nueve idiomas: espa- Norbert Mette Münster-Alemania Occ.
Johannes Baptist Metz Münster-Alemania Occ.
ñol, francés, alemán, inglés, italiano, holandés, Dietmar Mieth Tubinga-Alemania Occ.
portugués, polaco (parcial) y japonés (parcial). Jürgen Moltmann Tubinga-Alemania Occ.
Alphonse Ngindu Mushete Kinshasa-Zaire
Aloysius Pieris Gonawala-Kelaniya-Sri Lanka
Jacques Pohier París-Francia
David Power Washington D. C.-EE. UU.
James Provost Washington D. C.-EE. UU.
Karl Rahner (t) Innsbruck-Austria
Giuseppe Ruggieri Catania-Italia
No se podrá reproducir ningún artículo de Edward Schillebeeckx Nimega-Holanda
esta revista, o extracto del mismo, en nin- Elisabeth Schüssler Fiorenza Cambridge/Ma.-EE. UU.
gún procedimiento de impresión (fotocopia, David Tracy Chicago/Ill.-EE. UU.
Knut Walf Nimega-Holanda
microfilm, etc.), sin previa autorización de
la fundación Concilium, Nimega, Holanda,
y de Ediciones Cristiandad, S. L., Madrid. SECRETARIA GENERAL

Prins Bernhardstraat 2, 6521 AB Nimega-Holanda

Depósito legal: M. 1.399.—1965


MORAL
GLOSA DE ACTUALIDAD

Consejo consultivo
MAGISTERIO Y MORAL
Directores: LA NUEVA «INSTRUCTIO» DE LA
Dietmar Mieth Tubinga-Alemania Occ.
CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE
Jacques Pohier OP París-Francia

Miembros:
Franz Bockle
El 22 de febrero de 1987, la Congregación romana para la Doc-
Bonn-Alemania Occ.
Klaus Demmer Roma-Italia trina de la Fe hizo pública una nueva «Instrucción sobre el respeto
Ignacio Ellacuría Managua-Nicaragua de la vida humana y la dignidad de la procreación». Pretende con
Margaret Farley New Haven/Conn.-EE. UU. ella dar «respuesta a algunas cuestiones de actualidad», planteadas
Eric Fuchs Lausana/Ginebra-Suiza
Josef Fuchs sj Roma-Italia a raíz del desarrollo de las técnicas biomédicas aplicadas a la pro-
Gérard Gilleman sj Barrackpore-India creación y al embarazo y, especialmente, a la «fecundación in vitro
Tullo Goffi Brescia-Italia
Léonce Hamelin OFM Montreal-Canadá con transferencia de embriones» (FIVET). El documento, apoyán-
Bernard Haring CSSR Gars am Inn-Alemania Occ. dose en manifestaciones magisteriales anteriores, quiere dar res-
Benedicta Hintetsberger Augsburgo-Alemania Occ. puesta a cuestiones concretas sobre la responsabilidad moral en el
Antonio Hortelano Roma/Italia-Madrid/España
Helmut Juros Varsovia-Polonia tratamiento de embriones y en el acto de la procreación.
Walter Kerber sj Munich-Alemania Occ. La protección de los embriones a propósito de las nuevas técni-
Harry Kuitert Amstelveen-Holanda
Richard McCormick sj Washington D. C.-EE. UU. cas biomédicas es tema de discusión en todo el mundo. Cabía, pues,
Enda McDonagh Maynooth-Irlanda esperar que también de parte del Magisterio se diera a conocer una
Helen Oppenheimer Jersey-Islas del Canal toma de postura al respecto. Lo que no cabía esperar es que el acto
Bernard Quelquejeu OP París-Francia
Warren Reich Washington D. C.-EE. UU. de la procreación volviera a ser tema de instrucción magisterial
Rene Simón París-Francia con el mismo énfasis de siempre y aún con mayor extensión y que
Jaime Snoek CSSR Juiz de Fora-Brasil la inseminación homologa (la transferencia de semen entre casados)
José Solozábal Bilbao-España
Paul Sporken Maastricht-Holanda pareciera —al menos a tenor de su extensión— la cuestión concre-
Xavier Thévénot París-Francia ta más importante y desempeñara en todo ello tan gran papel. In-
Marciano Vidal Madrid-España cluso al obispo de Maguncia K. Lehmann, como consta en una
«glosa» oficial suya, el rechazo de este método le ha parecido «sor-
prendente y hasta cierto punto nuevo». Lo cual arroja alguna luz
sobre la afirmación de la «instructio», que dice ser «fruto de nu-
merosas consultas y en particular de un examen atento de las de-
claraciones episcopales».
Es verdad que ya Pío XII se había pronunciado en contra de
la inseminación artificial, pero, desde los años cincuenta, la reserva
mantenida en esta cuestión por el Magisterio, por lo demás siem-
pre moderada en temas de procreación, había causado en muchos
358 D. Mieth Magisterio y moral 359

matrimonios, médicos, pastores y moralistas, ocupados todos ellos del lecho durante un momento..., y no el calor del hogar durante
en la superación del problema de la esterilidad, la impresión de muchos años» (H. J. Stehle, en «Zeit» del 13 de marzo de 1987).
encontrarse en el proceso de formación de un nuevo dictamen ecle- No ser jamás puro medio para un fin, pertenece sin duda a la
siástico. Para estos interesados, precisamente, el «tiro rápido» de dignidad de la persona humana. Pero ¿se deduce de ahí, de modo
Roma, con su estilo declamatorio y su argumentación circular, será incontestable, que todo acto que actual y explícitamente no realice
sin duda un duro golpe. Con lo de argumentación circular quere- todas las posibilidades del encuentro personal haya de ser un acto
mos decir que, en lugar de fundamentar una norma, lo que se hace de egoísmo? ¿Es automáticamente sospechoso el deseo de tener
es establecer un principio moral que no es otra cosa que esa misma hijos, si lo que se procura es tener uno para amarlo y a ese fin se
norma. En vez de proceder a un razonamiento, se presenta una orienta en su totalidad la vida sexual del matrimonio, aun cuando
pura tautología: el embarazo debe remitirse al acto sexual de los para el nacimiento de la nueva vida se haga necesaria la insemina-
casados, lo cual es a la vez el principio (pues no otra cosa significa ción? Aquí se establecen unas alternativas que incluso biológica-
la «originalidad» de la transmisión de la vida en el matrimonio, mente no son ciertas: «La persona concebida deberá ser el fruto
I, 4) y la norma concreta. del amor de sus padres. No puede ser querida ni concebida como
producto de una intervención de técnicas médicas y biológicas»
Puesto que el «principio» no es fundamentado, sino simple-
(II, 4). ¡Pero es que ningún embrión nace como producto de la
mente establecido (y por cierto afirmando el derecho del niño a
técnica, si ésta únicamente presta ayuda!
nacer de un acto sexual matrimonial, para abonar lo cual en la
nota 32 del texto no puede aducirse como fuente ni un solo docu- Una sola excepción admite la «instructio»: los medios técnicos
mento magisterial), en lugar de una prueba de tradición se ofrece que «facilitan» el acto conyugal o le ayudan a «alcanzar sus obje-
una deducción por analogía, y es que la Humanae vitae (1968) ha- tivos naturales» (II, 6). Esto significaría la entrada de la técnica
bía rechazado todo medio «artificial» que arrebatara al acto sexual médica en el lecho conyugal, de donde en general, sobre todo en
conyugal la posibilidad de ser fecundo. De ahí se deduce ahora que cuestiones de regulación de nacimientos, dolorosamente se la quie-
la fecundidad presupone el acto sexual conyugal, ya que el acto re mantener apartada. ¡Las consecuencias de semejantes considera-
sexual responsable incluye la fecundidad. Pero esta deducción ana- ciones son abstrusas!
lógica es falsa: la apertura del acto sexual a la fecundidad no puede Muchos moralistas, ante las explicaciones de la «instructio» res-
fundamentar la vinculación de la fecundidad al acto sexual. Ade- pecto a la inseminación artificial homologa, recordarán otras expli-
más, la Humanae vitae autoriza la utilización de los tiempos infe- caciones «nada sospechosas» de la dogmática preconciliar respecto
cundos. al carácter vinculante del magisterio ordinario o infalible: «Excep-
Parece como si en los círculos magisteriales estuviera cundien- cionalmente puede cesar la obligación del asentimiento interior,
do una «mística de confusión» con el nombre de «personalismo», cuando un crítico competente, tras reiterado y concienzudo examen
que exige a todo acto sexual proscribir de la unidad psicosomática de todas las razones, llega al seguro convencimiento de que la deci-
de los esposos cualquier instrumentalidad (lo que en la tradición sión se apoya en un error» (L. Ott, Grundriss der katholischen
nunca se ha exigido) y, a la vez, convierte a todo acto sexual en Dogmatik, Friburgo 6 1963, 12).
acción expresa de procreación, bien para integrar la posible pater- No debe olvidarse, sin embargo, que con las nuevas técnicas
nidad y maternidad de los cónyuges, bien para incluir el derecho médicas de reproducción puede ir aparejado un declive de las orien-
(postulado) del niño a nacer de un acto sexual matrimonial. Con taciones de valor hacia una medicina de corte individualista, para
ello se escamotea la contingencia del hombre, se interpreta hiper- satisfacción de deseos particulares, y que a menudo así ocurre por
bólicamente la dignidad de la persona y, finalmente, se produce la criterios egoístas y comerciales. Tampoco debe olvidarse que la
impresión de que para el futuro hijo «lo decisivo parece ser el calor técnica de la consecución de embarazos con ayuda de la FIVET
360 D. Mieth

termina jugando con los embriones prematuros a un «sigue la ban- PRESENTACIÓN


ca», incluso cuando para lograr el embarazo son implantados todos
los embriones obtenidos. No debe olvidarse, finalmente, que las ANTE EL CAMBIO DE VALORES Y VIRTUDES
problemáticas secuelas de esta técnica (experimentos médicos, ma-
nipulaciones genéticas, disolución de la unidad de paternidad y
maternidad) son razón bastante para hacer una llamada a la res-
ponsabilidad moral y decir un rotundo no a la puesta en peligro
El cambio de los «valores y virtudes» no se percibe de igual
o la aniquilación de una vida humana recién nacida.
manera que la fundamentación y el cambio de las normas. Por
Pero queda por saber por qué la Congregación de la Fe ha dis- diversas razones se da, sin embargo, una especie de «renacimiento»
parado con tan grueso calibre más allá de estos objetivos. Con ello del tema «valores y virtudes». En parte puede deberse este rena-
no ha facilitado, sino más bien dificultado la tarea de una teología cimiento al «eoconservatismo, en parte a un conservatismo de va-
moral crítica ante la sociedad y la tecnología. «La postura negativa lores, que es algo completamente distinto, y en parte al nacimiento
en cuanto se relaciona con el sexo, que tan a menudo se le echa de nuevas actitudes básicas ante una serie de nuevos desafíos: las
en cara a la moral católica, cambia aquí al signo positivo, esto es, cuestiones del medio ambiente, de la paz, del progreso tecnológico,
se convierte en sobreestimación: sin coito no hay procreación mo- de la pobreza y de la justicia social.
ralmente permitida» (H. J. Stehle, loe. cit.). La medida integral
En todo caso, el cambio de valores y actitudes es un hecho
de la vida sexual humana puede malograrse de la una o de la otra
social que es preciso analizar detalladamente y cuyas consecuencias
forma. Una «encuesta amplia» y realmente seria de las convicciones
exigen una reflexión. Este hecho es al mismo tiempo un incentivo
vividas cristianamente en la Iglesia se lo podría ratificar muy rápi-
para intentar una reflexión sistemática.
damente al Magisterio eclesiástico.
Tales objetivos son los que persigue el presente número de
D. M I E T H «Concilium». No se trata, pues, únicamente de describir valores
[Traducción: J. M. BRAVO NAVALPOTRO]
y virtudes «viejos» y «nuevos», sino, más bien, del hecho del cam-
bio y de la correspondiente reflexión filosófica y teológica.
Los artículos se pueden distribuir en tres grupos:
1. El cambio de valores y virtudes como hecho social.
2. El cambio de valores y virtudes en la reflexión filosófica
y teológica.
3. La realización de valores y virtudes ante los desafíos ac-
tuales.

1. El cambio de valores y virtudes como hecho social


Sin duda, existe una conexión entre el cambio social y el de las
actitudes sociales. El análisis de distintas culturas y sociedades llega
a resultados diversos. J. Coleman estudia las virtudes posmodernas
y las condiciones en las que éstas surgen en las sociedades indus-
trializadas, y descubre nuevas oportunidades en este terreno. Na-
turalmente, no queda claro si la «posmodernidad» está más bien
362 D. Mieth/J. Pohier Ante el cambio de valores y virtudes 363

•en contra de los «mitos del progreso» de la modernidad o a favor teología de las virtudes de Tomás de Aquino. Para este modelo,
de una reconstrucción del mundo de valores burgués. en el que una antropología teológica de la «inclinación» supera
Hay que considerar, en todo caso, que evoluciones que afectan tanto barreras confesionales como el formulismo de la obligación
a toda la sociedad provocan con frecuencia movimientos de signo de Kant, ve Pesch una oportunidad de renovación de la ética cris-
contrapuesto y subculturas. En tales grupos minoritarios se des- tiana en el desafío de los tiempos.
arrollan y viven posibilidades alternativas. A este respecto son
importantes, sobre todo, las experiencias y testimonios prácticos. 3. La realización de nuevos valores
Ulrike Baumann describe la búsqueda de nuevos estilos de vida en y virtudes ante los desafíos actuales
la sociedad industrializada como esfuerzo para dar con formas de
vida integrales. Clodovis Boff se sirve del ejemplo de América La- Los trabajos precedentes habían tomado postura, repetidas veces,
tina para presentar los elementos de una nueva praxis de la libe- respecto de este tema. El engagement de todos los autores impide
ración; y describe las actitudes que derivan de ahí. Nos hemos evitar aquí entrecruces programáticos. J. P. Wils informa sobre
esforzado en vano para conseguir otro trabajo del «Tercer Mundo» condiciones del cambio de valores entre la cultura y una subcultura
que descubriera el cambio de valores y de virtudes utilizando el de los jóvenes. Y describe aquí diversas mutaciones; de la cuestión
ejemplo de una población africana. Sin duda, hay que constatar del sentido a la alternativa, de la educación a la terapia, de los
aquí una laguna lamentable en una adecuada visión internacional nuevos cultivos de la publicidad y de la intimidad. Finalmente,
de los problemas. describe el camino que va de la apropiación a la comprobación
experimental de valores. Johannes A. van der Ven muestra cómo
las ciencias de la educación y la pedagogía de la religión han des-
2. El cambio de valores y virtudes cubierto de nuevo las actitudes básicas morales. Interesa especial-
en la reflexión filosófica y teológica mente a este autor una nueva comunicación de valores que sea
En el trabajo Continuidad y cambio de los valores, de Dietmar descentralizada, racional y emocional. Aparece esto como condición
Mieth, se tratan diversos puntos de vista: la cuestión acerca de en para un desarrollo moral y para su acompañamiento constructivo
qué medida se puede legitimar el concepto del «valor» (ante las en la Iglesia.
reservas de la filosofía del ser, de la teología y de la antropología), Al final del número se ha recogido una bibliografía sobre el
y cómo hay que precisar más concretamente la relación entre con- tema «virtudes». Abarca las investigaciones más notables de las
tinuidad y cambio. Trata también de las fuentes de una experien- últimas décadas y permite continuar el trabajo con la ayuda de este
cia de valores con contenido, y de su fundamentación racional. Jean número de «Concilium».
Porter aborda la cuestión de las virtudes atemporales y modernas D. M I E T H / J . POHIER
utilizando como ejemplo la prudencia y la templanza. Arme E. Pa- [Traducción: A. MARTÍNEZ DE LAPERA]
trick se ha ocupado de los aspectos preferentemente narrativos y
sociodinámicos de las virtudes. Discute los roles de paradigmas
(o arquetipos) narrativos que viven una situación de conflicto recí-
proco en la iglesia católica, por ejemplo en la vida sexual. Final-
mente, O. H. Pesch reconduce la reflexión filosófica y teológica a
la teología clásica de las virtudes. Y describe los criterios del em-
pleo teológico del concepto de virtud. En una retrospectiva histó-
rica, pregunta por la mediación de la ética y de la gracia en la
VALORES Y VIRTUDES
EN LAS SOCIEDADES AVANZADAS MODERNAS
FRANZ BOCKLE

MORAL FUNDAMENTAL

329 págs. «Academia christiana», 6 Aunque este número de «Concilium» está dedicado al tema de
los valores y las virtudes, me limitaré a tratar de las virtudes.
F. Bockle, profesor de moral en la Universidad de Bonn Formularé tres tesis que intentaré defender. Primera, la virtud es
y orientador de esta sección en «Concilium» desde su fun- una categoría que muy pocas veces utiliza el moderno discurso mo-
dación hasta fecha reciente en que se jubiló, ha sido el ral, en el que predominan más bien los conceptos de deber y obli-
gran renovador de la ética cristiana. Quien desee com- gación o el recurso a los principios basados en la razón, la intuición
prender las líneas de este número de «Concilium» sobre o la emotividad. Segunda, afirmo que la razón de que la virtud sea
los nuevos rumbos de la moral, a veces un poco ajenas en una categoría moral postergada está en que los presupuestos bási-
países como el nuestro, tienen en este soberbio libro la cos de una teoría de la virtud (una comunidad sustancial, una con-
mejor iniciación. Significa nada menos que el intento de cepción teleológica de la existencia humana, una unidad narrativa
sistematizar la «nueva» moral, realizada desde la ética fi- capaz de dar sentido a la vida como un todo, la tradición) no van
losófica, la sociología y la exégesis bíblica. con los fundamentos ideológicos dominantes en la sociedad posmo-
derna o con las instituciones del mundo industrial avanzado. Ter-
cera, si bien la Iglesia estaría en perfectas condiciones para retor-
Otro libro sobre el tema nar a una noción de la virtud como medio para entender la vida
moral, no lo hará a menos que adopte una postura contracultural
M. VIDAL y se comprometa en una negatividad crítica con respecto a ciertos
elementos importantes de la sociedad avanzada liberal. Renovar el
EL DISCERNIMIENTO ETICO lenguaje de la virtud exigirá renovar al mismo tiempo la sociedad.
Hacia una estimativa moral cristiana
Estimo que el eclipse del lenguaje referente a las virtudes con-
174 págs. «Senda abierta», 1 sonantes con la «vida honrada» y la «sociedad justa» constituye
una tragedia en la sociedad moderna. Ello no significa que me
sienta nostálgico ni que trate de evocar las antiguas tradiciones so-
Un libro sencillo y profundo a la vez sobre la teoría de bre la virtud (la tomista, por ejemplo) que prescinden de una
los valores, en la que se cimenta hoy toda la ética cristia- atenta consideración de las prácticas e instituciones modernas, ne-
na, como puede advertirse en este número de «Conci- cesarias para una recuperación crítica del concepto de virtud. Para
lium». desarrollar las tesis antes enunciadas, me apoyaré en tres estudios
significativos aparecidos recientemente y que han tenido amplio
eco en el mundo de habla inglesa. El libro de Alasdair Maclntyre
After Virtue es, ante todo, la aportación de un filósofo que se
muestra profundo conocedor de la moderna sociología'. La segun-
EDICIONES CRISTIANDAD
1
A. Maclntyre, After Virtue (South Bend 1981).
366 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 367

da obra, debida a Robert Bellah y otros, Habits of the Heart, cons- tantivo, pues el funcionalismo del sistema es suficiente como mo-
tituye un análisis más directo de las implicaciones sociológicas del tor capaz de impulsar la marcha de la sociedad moderna. En el
creciente individualismo que impide el discurso acerca de la vir- mejor de los casos, alguna versión de la racionalidad pragmática
tud 2. El tercer análisis puede hallarse en varias obras del teólogo rige las cuestiones del bien social (entendido en la teoría liberal
protestante norteamericano Stanley Hauerwas, en cuyo sentir, la como justicia puramente procesal), mientras que las decisiones
teología moral y la liberación moral que propugna la Iglesia debe- existenciales del individuo se atienen a alguna fórmula del indivi-
ría retornar a la antigua tradición de una moralidad formulada en dualismo expresivo. La especialización de las funciones conduce a
términos de la virtud mejor que de un principio racional abs- la segmentación, y así ocurre que entendemos nuestros deberes de
tracto 3. modo diferente según que actuemos como ciudadanos, como pa-
Con este artículo no pienso limitarme a hacer la recensión de dres, trabajadores, feligreses de una parroquia o miembros de un
unos libros, sino que aspiro a presentar un panorama más amplio partido político. No hay un consenso social más amplio ni un mar-
en que se analizarán las dificultades que se oponen a una concep- co racional como referencia para resolver la resultante anomía per-
ción de la virtud en las modernas sociedades industriales y la nece- sonal y los conflictos entre funciones. El yo pasa a ser un concepto
sidad de encontrar un modo nuevo de retornar al lenguaje antiguo vacío, históricamente desorientado y sin raíces en una comunidad
sobre las virtudes sustanciales para el bien de la existencia y de la tradicional. Las personas deciden, no descubren su proyecto vitaL
sociedad. Pero antes habré de decir algo acerca de lo que entiendo, Los conflictos entre funciones simplemente se «reajustan» median-
en términos muy generales, por la expresión «sociedades modernas te lo que Phillip Rieff llama «el triunfo de la terapia» 5 .
avanzadas».

II. COLONIZACIÓN DE LA ESFERA VITAL


I. ALGUNOS RASGOS DE LA SOCIEDAD MODERNA AVANZADA POR LA RACIONALIDAD TÉCNICA

¿Cómo podríamos tipificar las modernas sociedades avanzadas,


Jürgen Habermas nos muestra un método para entender lo que
posindustriales? Hay acuerdo general en que las sociedades moder-
son las modernas sociedades industriales avanzadas en su volumi-
nas implican el pluralismo de valores, la diferenciación estructural
noso libro The Theory of Communicative Action6. Siguiendo a
y funcional de las esferas institucionales competitivas de la activi-
Weber, Habermas nos habla de una fuerte segmentación de las es-
dad humana (la economía, la política, la organización religiosa, la
feras de los valores, en el campo de la ciencia y la tecnología, go-
educación y el arte autónomo), cuya segmentación y diferenciación
bernadas por una racionalidad técnica y finalista; de las esferas de
—mejor diríamos fragmentación— se oponen a todo principio
la moralidad práctica, reguladas por una racionalización social en
obvio de integración. Como afirman Thomas Luckmann en su
los campos de la política, el derecho, la sociología y la ética; de la
libro The Invisible Religión y Daniel Bell en su estudio The Cul-
esfera autónoma del arte gobernada por una racionalidad apropia-
tural Contradictions of Capitalism, las modernas sociedades indus-
da a la estética. Entiende Habermas que el proyecto moderno está
triales carecen de unidad cultural 4 . No es preciso el consenso sus-
sujeto a la tiranía de la racionalidad técnica y finalista que subvier-
2
R. Bellah y otros, Habits of the Heart (Berkeley 1985).
te la autonomía de las otras esferas y las obliga a someterse a su
3
St. Hauerwas, Vision and Virtue (South Bend 1974); Truthfulness and
5
Tragedy (South Bend 1977); A Community of Character (South Bend 1981). Ph. Rieff, The Triumph of the Therapeutic (Nueva York 1966).
4 6
Th. Luckman, The Invisible Religión (Nueva York 1967; trad. española, J. Habermas, The Theory of Communicative Action (Boston 1984). Véa-
Salamanca 1973); D. Bell, The Cultural Contradictions of Capitalism (Nueva se también R. Bernstein (ed), Habermas and Modernity (Cambridge, Mass.
York 1976). 1985).
368 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 369

propia lógica técnica y racional. Como afirma Habermas en un en- tesis: que la virtud no es una categoría en que se sitúe una gran
sayo clásico, la ciencia y la tecnología se han convertido en una parte del moderno discurso moral. En su lugar, deber y obligación,
ideología. recurso a los principios basados en la razón, la intuición o la emo-
Las sociedades modernas incorporan un aspecto estructural (la cionalidad son los elementos que dominan el moderno discurso
economía regida por el mecanismo director del dinero y el mercado ético.
y la política gobernada por el poder administrativo con vistas a
obtener una centralización y una planificación racionalizadas) y una III. PRIMERA TESIS: PREDOMINIO DE LA OBLIGACIÓN
esfera vital. La esfera vital (en realidad, una pluralidad de esferas SOBRE LA VIRTUD EN LA ETICA MODERNA
vitales) está integrada por todos los aspectos prácticos cotidianos
del matrimonio, el trabajo, la amistad, la comunicación acerca de William Frankena, pensador norteamericano que se ocupa de
los asuntos públicos, las unidades sociales intermedias de la vida los problemas éticos, comenta así la ausencia del tema de la virtud
asociativa, etc. En virtud de una cruel paradoja de la racionalidad, en la ética moderna: «Pienso que la filosofía moral ha de hacer
la racionalización de la sociedad moderna, su implantación de me- algo más que aludir a la ética de la virtud en una nota a pie de
canismos estructurales, subvierte o, como dice Habermas, «coloni- página, en un artículo o en un capítulo. Tendrá que explorar en
za» la esfera vital. Los imperativos de las estructuras globales de profundidad la posibilidad de una ética satisfactoria de la virtud
la economía y la política, junto con el aparato científico-técnico de como alternativa o suplemento a la ética de la obligación y la bon-
la sociedad moderna, imponen sus formas de racionalidad (regida dad moral, no sólo para explicar lo que impulsó en su existencia
enteramente por los criterios de «éxito», «eficiencia», ajuste técni- a personajes que admiramos en la biografía y la literatura, sino
co de los medios a los fines prefijados) a la esfera vital. Conoci- también para entender el contenido de nuestra 'nueva moral' y la
miento y sentido son categorías que han de ceder ante el éxito y la forma en que nosotros mismos deberíamos o al menos podríamos
eficiencia. El consiguiente sentido de anomía, la falta de significa- vivir» 8.
ción en el trabajo, la familia o el discurso público sólo pueden Los moralistas han llevado a cabo algunos intentos esporádicos
superarse —afirma Habermas— emancipando el sentido y la racio- de retornar a la idea de virtud como clave de la moral —pues,
nalidad inherentes a la esfera vital de su subordinación a la ra- como afirma Stanley Hauerwas, la virtud es más importante que
cionalidad técnica. la obligación, ya que «la integridad, no la obligación, es la marca
Otros críticos sociales, sobre todo los llamados posmodernos distintiva de la vida moral»—, pero, como veremos enseguida, la
o deconstruccionistas, no creen ya en la posibilidad de escapar de razón de esa ausencia de una referencia constante a la virtud queda
los límites impuestos por el historicismo, el relativismo cultural, clara en nuestra segunda tesis: la razón de que la virtud sea una
el decisionismo, el politeísmo de los valores que componen el pa- categoría moral postergada está en que los presupuestos básicos de
norama de la modernidad, según la descripción de Max Weber. una teoría de la virtud (una comunidad sustancial, una concepción
Niegan nuestra capacidad para fundamentar un discurso integrador teleológica de la existencia humana, una unidad narrativa capaz de
o un lenguaje transcultural capaces de producir una auténtica inte- dar sentido a la vida como un todo, la tradición) no van con los
gración sistemática. En el fondo, lo que hacemos es «jugar con» fundamentos ideológicos dominantes en la sociedad posmoderna
el sentido en vez de descubrirlo 7 . o con las instituciones del mundo avanzado o industrial 9 . Pasare-
Ahora estamos ya en condiciones de abordar nuestra primera
8
W. Frankena, Prichard and the Ethics of Virtue: «The Monist» 54
7
(1970) 17.
Cf. los trabajos publicados por Gilíes Deleuze, Jean Franoois Lyotard 9
Diversos moralistas han intentado recuperar la tradición de la virtud,
y Jacques Derrida. pero en general sin un sentido específicamente sociológico de la conexión
24
370 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 371

mos ahora a analizar la obra de Alasdair Maclntyre y Robert Bel- El proyecto ilustrado de fundamentar una moral autónoma ba-
lah para sustanciar esta afirmación. Sus análisis de los males de las sada en unos deberes razonados fracasó. Según Maclntyre, era
sociedades modernas avanzadas se hacen eco en muchos aspectos inevitable que fracasara. ¿Por qué? El cálculo utilitario es eviden-
de la interpretación propuesta por Habermas. temente resbaladizo. «La idea de la mayor felicidad posible para el
mayor número posible de individuos carece en absoluto de un con-
tenido claro». Desde la perspectiva utilitaria es imposible juzgar
IV. SEGUNDA TESIS: entre definiciones conflictivas del bien y de la felicidad, ya que el
LA VIRTUD COMO POSTURA CONTRACULTURAL utilitarismo anula toda teleología sustantiva. Quedan así excluidas
ANTE LOS PRESUPUESTOS DE LA MODERNIDAD todas las definiciones sustantivas de la «vida honrada» y de la «so-
ciedad justa». El proyecto kantiano, según la perspectiva de
Alasdair Maclntyre afirma que «hemos perdido en gran me- Maclntyre, fracasa exactamente por la misma razón. «Sin un mar-
dida, cuando no por completo, el conocimiento teórico y práctico co teleológico, todo el proyecto moral se vuelve ininteligible».
de la moral» 10. Pero esta pérdida no se reduce al mero olvido teó- Toda sociedad produce por su misma dinámica unas personali-
rico de una tradición intelectual. Se trata más bien de que «una dades características representativas en que se funden la función y
filosofía moral presupone ineludiblemente una sociología». Nos la personalidad sociales que representan y encarnan los ideales mo-
faltan los presupuestos sociológicos para una recuperación de una rales del grupo. Maclntyre afirma que en la sociedad moderna
teoría de la virtud. Desde el punto de vista de Maclntyre, el plu- avanzada las tres formas de personalidad característica representa-
ralismo moderno no es propiamente un diálogo ordenado entre tiva (el ideal social de la existencia en plenitud) son el esteticista
puntos de vista que se entrecruzan, sino una inarmónica mezco- rico, el gestor burocrático y el terapeuta. Para el esteticista, la nor-
lanza de fragmentos inconexos. Las referencias dominantes en el ma moral es el individualismo expresivo regido por unas nociones
mundo moderno como base de la moral son, por un lado, las for- estéticas intuitivas de la respuesta adecuada. Para esta personalidad
mas kantianas del deber o el cálculo utilitario con vistas a obtener característica carece de sentido normativo una virtud de alcance
el mayor beneficio mediante el ejercicio de unas capacidades racio- más público. Los gestores, por su parte, aspiran a una neutralidad
nales y, por otro, la emotividad, la mera afirmación expresiva. La con respecto a los valores, seguros en su función de expertos «téc-
emotividad impregna toda la cultura moderna e informa el moder- nicos» en la tarea de establecer la política social. Distinguen medios
no liberalismo burgués. La modernidad «aborda el debate moral y fines, pero declaran que está fuera de sus competencias una ra-
en términos de una confrontación entre unas premisas morales in- cionalidad referida a los fines de la vida en sociedad. Los terapeu-
compatibles e inconmensurables por un lado y el compromiso mo- tas, finalmente, juzgan la acción y la elección mediante un criterio
ral por otro como expresión de una ausencia de criterios para emocional de éxito, eficiencia psicológica y ajuste.
elegir, entre esas premisas, un tipo de elección para el que no es Maclntyre afirma que en las instituciones de la sociedad mo-
posible aportar justificación racional alguna». El triunfo de la emo- derna brillan por su ausencia los presupuestos para una noción re-
tividad en la ética significa que carecemos de una justificación ra- novada de la virtud. Sólo podemos hablar de virtud cuando lo
cional pública y compartida de la moral. humano en cuanto tal, no las meras funciones sociales, es enten-
dido como un «concepto funcional». Pero resulta que lo humano
en cuanto tal carece de funciones fijas en la modernidad. Por otra
con la práctica social. En este sentido, cf. P. Geech, The Virtues (Cambridge
1977); J. Wallace, Virtues and Vices (Ithaca, NY 1976), y Ph. Foot, Virtues parte, «el concepto de vida honrada digna del hombre es anterior
and Vices (Berkeley 1976). al concepto de virtud». La moderna racionalidad técnica excluye
10
Todas las citas de Mclntyre están tomadas de After Virtue. todas las categorías ideológicas, toda elección racional sustantiva
372 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 373

en relación con los fines y objetivos de la acción. Una teoría de la tiva. Presupone que podemos alcanzar una cierta universalidad de
virtud incluye también otros requisitos previos, como: 1) el con- la visión moral no vinculada a lo social local y particular, a las
cepto de una práctica; 2) la unidad narrativa de la existencia hu- narrativas y comunidades concretas. Desde el punto de vista de
mana como algo más que un cúmulo de episodios; 3) el concepto Maclntyre, esto es una pura ilusión.
de sociedad como una comunidad unida en una visión compartida Sin un acuerdo práctico sobre una concepción sustancial de la
de lo que es bueno para el hombre, y 4) la tradición. justicia no es posible instaurar una auténtica comunidad política.
Por «práctica» entiende Maclntyre una actividad humana esta- Sin una auténtica comunidad política es imposible llegar al sentido
blecida y cooperativa capaz de concebir unos «bienes internos», en de la virtud. «En una sociedad en que el gobierno no expresa o re-
el sentido de unos niveles de bondad exigidos a la actividad hu- presenta la comunidad moral de los ciudadanos, sino que se con-
mana o a la práctica inherente a esa actividad como tal, que im- vierte en una sociedad carente de genuino consenso moral, la na-
plicarían el bien de toda la comunidad y el bien de los individuos. turaleza de la obligación política se vuelve sistemáticamente borro-
Es significativo que en las sociedades modernas sólo cuentan los sa». Ahí tenemos una descripción de la modernidad.
«bienes externos», es decir, el dinero, el rango, el bienestar, el po- Finalmente, el concepto de virtud implica un cierto sentido de
der, el éxito de cara a los demás, valorado conforme a unos patro- la tradición, de la pertenencia a una determinada comunidad moral
nes técnicos, como bienes a distribuir, de los que se ocupa una teo- que comparte una misma idea de lo que es el bien para el hombre
ría de la justicia. En las concepciones clásicas de la virtud, como las y para la sociedad. La tradición es «un argumento históricamente
de Aristóteles o Tomás de Aquino, la virtud presupone un bien prolongado y socialmente encarnado, un argumento que habla pre-
interno instaurado gracias a unas prácticas o hábitos personales o cisamente en uno de sus apartados de los bienes que constituyen
comunitarios. Las prácticas que fomentan y materializan la virtud la tradición».
se apoyan en unas instituciones que habrán de ser juzgadas por su Una recuperación crítica de la tradición moral referente a las
capacidad para alentar esas prácticas y que se volverán sospecho- virtudes resultará profundamente contracultural. En efecto, «la
sas cuando inducen una subversión de las prácticas al orientarlas tradición de las virtudes está en desacuerdo con los rasgos capita-
hacia el mantenimiento de la institución. les del moderno orden económico y más en especial con su indi-
La capacidad de expresar la unidad de una existencia humana vidualismo, su afán de lucro y su elevación de los valores mercan-
o de una sociedad se ve gravemente amenazada en la modernidad. tiles al puesto social más elevado. Queda claro además que implica
Pero este concepto es esencial para la noción de virtud, pues «sólo también una repulsa del moderno orden político». La tradición de
podré dar respuesta a la pregunta '¿qué he de hacer?' si antes he las virtudes va en contra del moderno orden político en la medida
sido capaz de responderme '¿de qué historia o historias entiendo en que éste se basa en las nociones liberales y burguesas de la po-
que forma parte?'» La virtud se orienta a la formación de un ca- lítica como un arbitraje entre unos intereses y unos valores incon-
rácter humano y a una identidad basada en la integridad. La uni- mensurables mediante un mecanismo negociador puramente proce-
dad narrativa de una existencia humana está vinculada, a su vez, sal que busca el equilibrio entre intereses conflictivos. Maclntyre
al sentido de la unidad narrativa de un proyecto social en las so- estima acertadamente que toda filosofía moral presupone una so-
ciedades de que formamos parte. Diferentes sociedades implican ciología, y de ahí deduce su alegato contra la ética de la razón ba-
proyectos diferentes, distintas visiones de la vida honesta, diversos sada meramente en el principio de racionalidad, en el deber o en
tipos de personalidad representativa y de virtudes. No podemos la emotividad. Es básicamente un alegato contra la institucionali-
limitarnos a tomar sin previa crítica una lista de virtudes de una zación de la sociedad moderna. La recuperación del «discurso pú-
constelación social anterior. La sociedad moderna, sin embargo, se blico» acerca de la virtud exigiría la búsqueda comprometida de
limita a excluir hasta el mismo planteamiento de la unidad narra- unas comunidades morales sustantivas, de unas tradiciones referen-
314 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 375

tes al bien esencial de la existencia humana y de la sociedad, de tituye en un propio universo moral y en definitiva no hay medio
unas tradiciones que recojan la narración y la memoria encarnadas para reconciliar las aspiraciones conflictivas ni discernir lo que es
en unas prácticas en que se materialicen los bienes internos. Esas bueno en sí mismo» ". Bellah y sus colegas están de acuerdo con
prácticas vinculadas a tales comunidades de emancipación son lo Habermas en su idea de la «colonización de la esfera vital». «La
que llamamos virtudes. estructura puramente contractual del mundo económico y burocrá-
tico está pasando en gran parte a convertirse en un modelo ideoló-
gico para la vida personal», para la familia, la amistad, la comu-
V. VISION SOCIOLÓGICA DEL ECLIPSE DE LA VIRTUD nidad eclesial y local.
EN LOS HÁBITOS DEL CORAZÓN En lugar de la personalidad virtuosa definida por unos com-
promisos y unas prácticas morales, que se adhiere libremente a una
En la obra de Robert Bellah y sus colegas se prosigue la inves- comunidad de rememoración y a una tradición de libertad humana,
tigación emprendida por Maclntyre, pero en un tono más decidida- Bellah y sus colegas advierten que en la moderna Norteamérica se
mente sociológico, a través de entrevistas con norteamericanos a impone la personalidad socialmente desarraigada. La fuente de la
los que se pregunta qué entienden por una existencia y una socie- subsistencia externa y la base del rango social no son ya el trabajo
dad en plenitud y qué significan para ellos la libertad y la exigen- y la carrera como realidades intrínsecamente significativas, el ám-
cia de justicia en el mundo moderno y posindustrial. Los autores bito adecuado para la práctica de los «bienes internos», sino el
citados demuestran que el ejecutivo y el terapeuta encarnan las «mero trabajo». Pero «la ausencia de un sentido vocacional en el
personalidades representativas socialmente dominantes. Los ejecu- trabajo significa la falta simultánea del sentido moral». En lugar
tivos actúan a partir del individualismo utilitario, lo que significa de la comunidad sustantiva (el discurso comunicativo de «seres di-
que el individuo movido por la racionalidad del interés personal ferentes» acerca de unos bienes y objetivos que comparten), los
actúa con vistas a obtener la máxima ganancia y con la esperanza citados sociólogos encuentran que en Norteamérica se ha desarro-
de asegurarse así beneficios aún mayores. Para los terapeutas, lo llado el «enclave como estilo de vida», es decir, los grupos de en-
que importa es el mayor bienestar posible de las personas, no los claves tribales homogéneos, definidos por la pertenencia a una
imperativos morales. En la Norteamérica moderna, la lógica moral misma clase, que vienen a reforzar las tendencias y los prejuicios
sociológicamente dominante es un individualismo utilitario y expre- de grupo. Pero «la idea de que cada individuo descubre sus más
sivo. Para el individualismo utilitario, el juicio moral entre accio- profundas creencias en y a través de la tradición y la comunidad
nes alternativas se reduce a un análisis de costos y beneficios entre no va con el carácter americano». Por otra parte, el contractualis-
procedimientos distintos valorados desde el punto de vista externo mo utilitario y terapéutico «no sirve para asegurar unos compro-
del rendimiento técnico. En las prácticas sociales no habría en abso- misos constantes y duraderos».
luto «bienes internos». La dificultad deriva en parte de una carencia de lenguaje, de
Para el individualismo expresivo, el juicio moral radica en una la falta de una tradición pública constante y capaz de entender la
intuición emocional interna más o menos libre, cómoda y auténtica. vida en términos de una noción sustantiva de virtud, de la exis-
Siguiendo la lógica del moderno liberalismo, las personas se defi- tencia de unas comunidades de rememoración, de unas tradiciones
nen en virtud de su proyecto vital elegido desde sí mismas, algo firmes acerca de lo que es el bien público, de una unidad narrativa
que queda más allá del discernimiento racional. Las consecuencias en la existencia capaz de integrar las esferas vitales del trabajo, la
para el discurso público y para la política comunicativa y democrá- familia, la pertenencia a una iglesia y a una comunidad cívica viva.
tica son desastrosas. «Si las personas se definen por sus preferen-
cias, pero esas preferencias son arbitrarias, cada individuo se cons- " Todas las citas se toman de R. Bellah y otros, Habits of the Heart.
376 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 377

Al igual que Habermas y Maclntyre, los sociólogos citados recono- en su predisposición a asumir el marco societario que hemos here-
cen que la renovación de una tradición moral implica el compro- dado. «La integridad, no el deber, es la marca distintiva de la vida
miso social, de forma que la emancipación de la esfera vital se con- moral». De ahí que «todo sistema ético lo bastante abstracto y uni-
vierte así en un espacio donde podamos dialogar acerca del bien versal como para afirmar su propia neutralidad no sea capaz de
integral y liberador de la existencia humana, todo lo cual supone formar el carácter». La cuestión moral decisiva no es «qué hemos
una transformación de la sociedad que permita y fomente el dis- de hacer en determinados contextos, sino qué tipo de carácter de-
curso vivo y comprometido sobre los fines y objetivos de la socie- beríamos poseer para elegir en cada contexto un camino en vez
dad y la política. La recuperación de un lenguaje público serio de otro» 13.
acerca de la virtud congruente con la modernidad implicaría una Hauerwas afirma, de acuerdo con Maclntyre y Bellah, que la
completa inversión de la «colonización» impuesta a la esfera vital pérdida de lo narrativo implica la pérdida de la comunidad y que
por los sistemas de la economía y la política, así como por la sobe- «toda comunidad y toda política se conocen y han de juzgarse
ranía destructiva dominante de la racionalidad técnica en la mo- según la clase de personas que desarrollan», y a la vez se muestra
dernidad. de acuerdo en la necesidad de rechazar aspectos cruciales de las
Fijémonos ahora en la obra de Stanley Hauerwas para plantear- teorías burguesas liberales. «El liberalismo en sus múltiples for-
nos el tema de las implicaciones que tendría para la Iglesia el re- mas y versiones presupone que la sociedad puede ser organizada
torno al lenguaje de la virtud en la sociedad posindustrial. prescindiendo de una narración comúnmente aceptada como verda-
dera. Como consecuencia, trata de hacernos creer que la libertad
y la racionalidad son independientes de lo narrativo, es decir, que
somos libres en la medida en que no somos historia». El liberalis-
VI. RECUPERACIÓN DEL LENGUAJE DE LA VIRTUD
mo prescinde de la virtud. «Las políticas sociales deberían ser no
POR LA IGLESIA COMO ACCIÓN CONTRACULTURAL
sólo eficientes y equitativas [como en la teoría liberal], sino que
además deberían impulsarnos a poseer ciertas virtudes en nuestra
Stanley Hauerwas, teólogo moralista cristiano, prefiere la cate- condición de ciudadanos». Ciertamente, el liberalismo subvierte las
goría de la virtud a los modelos habituales de la ética basados en virtudes. «Un orden social cuya operatividad dependa del presu-
un principio de racionalidad. La virtud refuerza la perspectiva del puesto de que las personas actuarán por propio interés tiende a
agente y nos obliga a replantearnos el significado de la objetividad producir ese tipo de individuos».
moral. Los modelos habituales fallan porque sitúan la decisión en
el centro de la vida moral, cuando lo cierto es que los agentes, al Hauerwas trata de evitar tanto el fundamentalismo como el
adoptar unas decisiones, casi siempre parten de una formalización falso universalismo. No existe un «fundamento» universal de la
que les dicta no sólo lo que han de hacer, sino también una inter- ética, de una moral abstracta e independiente de las comunidades
pretación de las situaciones en que se produce la decisión moral. históricas. Por el contrario, «toda explicación de las virtudes de-
«Nuestra vida moral incluye no sólo lo que debemos hacer, sino pende de un contexto». Esas explicaciones postulan una cuestión
una visión del mundo que nos rodea», así como la clase de perso- previa: ¿de qué historia forma parte mi vida? ¿A qué comunidad
nas que aspiramos a ser 12. La virtud presupone esa visión en cuan- de rememoración, de prácticas establecidas y objetivos pertenezco
to que asume una narración. y cuál deberá ser mi personalidad a fin de integrarme plenamente
a esa tradición, a esa comunidad y a esa historia? Toda la explica-
Un segundo fallo de los relatos habituales de la ética consiste
ción de la virtud tendrá inevitablemente unas consecuencias polí-
12
A menos que se indique lo contrario, todas las citas se toman de
13
St. Hauerwas, A Community of Character. St. Hauerwas, Trutbfulness and Tragedy, 24 y 102.
378 J. A. Coleman Valores y virtudes en las sociedades avanzadas 379

ticas. Cuando las virtudes son tratadas simplemente como «exce- en y a través del mundo. Los cristianos no pueden aceptar «el pre-
lencias» para la realización de nuestra naturaleza humana, pero al supuesto liberal de que es posible una política justa sin necesidad
margen de todo contexto político, no pueden por menos que pa- de que las personas sean justas». La virtud propia del discípulo ha
recer «arbitrarias». de resultar profundamente contracultural en la moderna sociedad
En la exposición de Hauerwas, la rememoración decisiva para posindustrial, para la que ninguna tradición rememorativa puede
los cristianos es la historia de Jesús entendida como una ética so- ser calificada de justa.
cial. «Jesús es la historia que autoriza la predicación del reino, me- El sesgo sectario de Hauerwas hace que le resulte difícil esta-
diante la cual irrumpe Dios a través de los límites de la definición blecer un nexo entre la ética eclesial de las virtudes peculiares de
de lo humano desde la perspectiva del hombre mismo, para dar los discípulos y el testimonio a favor de una ética social más am-
una definición nueva y definitiva de lo humano en Jesús». Lo pro- plia. Olvida el hecho de que, en las sociedades modernas, querá-
pio de los agentes morales que se consideran discípulos de Jesús moslo o no, vivimos en el contexto de unas tradiciones, comunida-
son las virtudes. La ética no puede aportarnos una fundamentación des, memorias y prácticas múltiples. Desde mi punto de vista, por
racional capaz de explicar las virtudes propias del discípulo. «La otra parte, malinterpreta el vínculo existente entre la Iglesia y el
condición de discípulo ha de resultar heterónoma desde el punto mundo, que es de importancia capital para aquélla, así como el
de vista moral, ya que este paradigma no es reductible a unos prin- contenido positivo del «mundo» como símbolo bíblico. En com-
cipios anteriores a la imitación» de la práctica subversiva y peli- pensación, señala con la misma claridad que Habermas, Bellah y
grosa de Jesús en su predicación y su anticipación del reinado de Maclntyre un punto que ninguno de nosotros debería olvidar cuan-
Dios, que tampoco puede ser determinada por esos principios. do abordamos el tema de la recuperación de una ética de la virtud.
Desde el punto de vista de la Iglesia, por consiguiente, la insis- La renovación de la moral pública basada en la virtud, por lo que
tencia en una ética de la virtud ha de ser profundamente contra- respecta a las modernas sociedades avanzadas, ha de aspirar a algo
cultural. «La naturaleza misma del mundo es tal que exige la for- más que a formular una filosofía o una teología morales, que siem-
mación de un pueblo claramente diferenciado de ese mundo», cuya pre presupone una sociología y una práctica social.
historia no va en el sentido de entender la vida como autonomía, La recuperación crítica de la tradición de la virtud en la ética
sino más bien como don y cuya memoria es un testimonio de fide- presupone unas comunidades nuevas y vitalizadas, basadas en la
lidad, veracidad, riesgo imaginativo y anticipación de los valores justicia y la visión sustantivas, en unas prácticas que partan del
del reino; una historia hecha de la llamada de Dios y de la fide- concepto de los bienes internos a esa misma práctica y en unas tra-
lidad que nos protege frente a la ilusión y la desesperanza. «Ser diciones centradas en la comunicación sin distorsiones atenta a con-
discípulo significa participar en la trayectoria de Cristo y en el seguir la libertad, la justicia, la felicidad humana y la solidaridad
reinado de Dios», y «el reinado de Dios significa que puede existir comunitarias y sustantivas. Emancipar el lenguaje de la moralidad
una comunidad allá donde impera la verdad, donde se da una con- exigirá por nuestra parte, ante todo, emancipar a la moderna so-
fianza que se hace posible por la conciencia de que nuestra exis- ciedad avanzada de su distorsión sistemática, y ello en la misma
tencia se inscribe en la verdad». La primera tarea social de la Igle- medida en que también hemos de preocuparnos de emancipar a la
sia es adecuarse a esa exigencia, y para ello, antes de formular una Iglesia. Una Iglesia interesada en la renovación de la teología mo-
ética social, la Iglesia habrá de ser una. «Tarea de los cristianos es ral mediante el retorno a la tradición de la virtud habrá de com-
formar un pueblo y una comunidad capaces de convertirse en una prometerse en una ortopraxis de auténtica emancipación social.
opción real netamente diferenciada de los otros», opción y con- Como dice Alasdair Maclntyre, necesita contar con un nuevo san
traste que constituirán los rasgos de una comunidad libre de dones Benito o un nuevo Trotsky para crear nuevas comunidades críticas
y servicios diversificados y orientados al servicio del reino de Dios capaces de impulsar una práctica social basada en los ideales de la
380 J. A. Coleman

sinceridad y la libertad. A partir de esa práctica se desarrollará la CONFLICTO DE VALORES


virtud en su forma adecuada a la moderna sociedad avanzada indus- EN ÁFRICA NEGRA
trial y, sobre esa base, la virtud se convertirá de nuevo en un len- ENSAYO FENOMENOLOGICO
guaje moral.
J. A. COLEMAN
[Traducción: J. VALIENTE MALLA]

Es hoy un lugar común afirmar que en África, como en otras


partes, hay una crisis moral, crisis que se percibe generalmente
como una pérdida, o al menos como un desplazamiento, de los va-
lores en que se funda el equilibrio individual y social. De hecho,
el fenómeno parece más complejo en las sociedades de África abier-
tas desde hace mucho tiempo a una crisis de identidad antropoló-
gica. El impacto del colonialismo con sus conocidas consecuencias,
la implantación del modelo occidental como valor universal, el des-
moronamiento (hoy generalizado) de tal modelo, el sistema inter-
nacional de empobrecimiento del Tercer Mundo, pero también la
ambigüedad de ciertos valores tradicionales africanos, así como su
incapacidad para afrontar los retos actuales del mundo moderno,
etcétera, son algunos de los datos que permiten percibir hoy en
África dramáticos conflictos de valores.
Podemos ya señalar aquí como uno de los rasgos particulares
del caso africano que la agresión exterior contra las estructuras
antropológicas de base es lo que más ha debilitado, en un segundo
momento, los valores que dan sentido existencial, mientras que en
otros contextos, como se ve por la dinámica actual de las muta-
ciones, es la evolución de las formas de sociedad y de las modali-
dades de existencia lo que ha originado, a fuerza de actuar a espal-
das de todos los valores preestablecidos, el desmoronamiento de
sus soportes institucionales. En el primer caso ha habido violencia
contra las instituciones sociales y luego pérdida de los valores, cuya
estabilidad ellas garantizaban, pérdida marcada por la introducción
de otros valores exógenos. En el segundo se ha optado delibera-
damente, dentro de la misma sociedad, por nuevas formas de va-
lores, lo que ha afectado luego a las instituciones, haciendo cadu-
cos los valores que ellas sostenían. Por un lado, y es el caso afri-
cano, se hablará de conflictos de valores, caracterizados por las
tensiones intermitentes entre valores intraculturales e intercultura-
382 E. ]. Penoukou

les. Por otro, se hablará de desplazamiento o incluso de crisis de I. FENOMENOLOGÍA DE UN CONFLICTO


valores.
Por tanto, y éste es otro rasgo específico, las sociedades de Aunque no vamos a repetir aquí la conocida cantinela de im-
África, en esta mezcla conflictiva de valores reales o ambiguos, se precaciones contra el colonialismo y el neocolonialismo, debemos
ven obligadas a «batirse» en varios frentes: el de las tradiciones mencionar los perniciosos resultados, que siguen siendo actuales,
siempre tradicionales y amplias, el de los modelos exógenos —in- del ambiguo encuentro entre Occidente y África si queremos com-
vasores y cada vez más sofocantes—, el de las mutaciones con las prender un poco los diversos aspectos y la importancia real del
nuevas formas de vida y las nuevas cuestiones que éstas suscitan. conflicto de valores actualmente en juego en África. Sería ridículo,
De hecho, este conflicto de valores plantea a las sociedades de por intelectualmente ingenuo e históricamente injusto, sostener
África una sola cuestión de fondo, crucial y dramática: ¿a qué va- que el colono blanco es la causa de todos nuestros males, y que el
lores fundamentales hay que referirse ahora ante estos diversos negro, concebido sin pecado, sin mancha ni arruga, ha aprendido
frentes antagónicos? O también: ¿cómo recuperar —o más bien a comer el fruto prohibido sólo en el paraíso terrenal de Occidente.
reelaborar— unos valores de base que restituyan a las conciencias Es menos ingenuo y más justo afirmar que el mal africano de hoy,
perturbadas una coherencia de sentido existencial? en este fin del siglo xx, considerado y visto desde todos los ángu-
Se podría objetar que tal pregunta es señal de un idealismo los, tiene una relación orgánica con la historia colonial y neocolo-
anacrónico y que, con mayor razón, serían utópicas todas las ten- nial. El sistema económico, político, social, etc., heredado de Occi-
tativas de respuesta, pues parece evidente que no sólo el pluralismo dente, y siempre con un baño financiero e ideológico, ¿no es el que
ético, muy marcado hoy por la aguda conciencia de la libertad indi- principalmente segrega y sustenta el subdesarrollo generalizado que
vidual y de sus derechos, sino también el cambio implacable y cada caracteriza la situación actual de los pueblos de África? ¿Cómo
vez más acelerado de las costumbres y de las mentalidades, hacen extrañarse entonces de que los tipos de organización política y de
imposible, incluso en África, toda opción moral uniformista o dog- actividad económica, las instituciones religiosas, las opciones ideo-
mática. lógicas, en pocas palabras, las alternativas de sociedad, en inade-
No obstante, paradójicamente, este marcado pluralismo, y sobre cuación estructural con la historia, las convicciones y las aspira-
todo la evolución desenfrenada que lo determina, es precisamente ciones de la sociedad constituyan el campo privilegiado de conflic-
el origen de la búsqueda actual de seguridad, de unidad moral y tos de todo orden?
espiritual que experimentan nuestros contemporáneos. Nunca, en Sin duda alguna, el mal está en el hombre antes que en las
la historia de la humanidad, se han ofrecido como hoy al hom- estructuras y las instituciones. Como indica la Escritura, la maldad
bre tantos «valores» variados y disponibles. Nunca, sin embargo, está en el corazón del hombre (Gn 8,21), o como dirá Jesús, lo
el hombre ha deseado tanto con impaciencia, e incluso con angus- que sale de dentro del hombre es lo que mancha al hombre (Mt
tia, disponer de criterios seguros de discernimiento y elección. 15,10-20). Pero ¿cuál es la cualidad filantrópica, cuál es el grado
Es claro que tenemos aquí un fenómeno social globalmente de desinterés del corazón humano que ha concebido e impuesto al
nuevo. Se nos pide que levantemos simplemente acta de él. Nos Tercer Mundo un sistema de empobrecimiento antropológico? Por
limitamos, por tanto, a ello, aunque lamentando no poder interro- otra parte, unas estructuras o instituciones incapaces de ayudar a
garnos sobre las fuentes de los valores humanos fundamentales y asegurar el bienestar de pueblos enteros pueden segregar maldades
las exigencias de unas raíces nuevas. y llevar al hombre a recurrir a sus tendencias naturales hacia el
mal. ¿Por qué, en los países del Tercer Mundo, se habla constan-
temente de tentativas de golpes de Estado, de reinos de dictado-
res, de atentados contra los derechos del hombre, de niños muer-
384 E. J. Penoukou Conflicto de valores en África negra 385

tos sin pan ni cuidados, de abundancia de mano de obra sin Éstos son, evidentemente, contravalores que generan un des-
trabajo, de escuelas sin salidas, de corrupciones escandalosas, de equilibrio profundo y persistente, un malestar moral del que la
sectas y de sincretismos religiosos, etc.? ¿No se debe esto, sobre sociedad se hace eco. De ahí que, con nostalgia y amargura, algu-
todo, al desfase disfuncional entre las realidades de la historia, del nos deploren incansablemente la pérdida de los valores tradiciona-
medio, y los nuevos modelos exógenos? les: del sentido de la familia, respeto de la autoridad, solidaridad
Más allá del reparto actual de responsabilidades entre pensado- fraterna y social, pérdida de la conciencia o de la fidelidad reli-
res occidentales y gobernantes o gestores africanos, parece claro giosa, etc. Y se fustigan los males con que nos abruma la vida mo-
que los males que sufre hoy África se resumen en una triple razón derna: concubinato, divorcio, aborto, prostitución, delincuencia ju-
original: venil, droga, atracos, espíritu materialista, sed de dinero, vicios y
gérmenes de violencia que ignoraba el África tradicional y que
1) la ruptura de nuestras sociedades en un momento dado de denunciaba recientemente un obispo africano en una «misa por la
su proceso de evolución orgánica; paz», hablando de «la escisión creciente que el dinero está operan-
2) la quiebra diacrónica del sistema exógeno de sustitución do en la sociedad, los odios y las envidias que esto ocasiona... La
implantado; inhibición progresiva del pueblo en una actitud falsa que expresa
3) la incapacidad de los valores tradicionales, debilitados y muy bien la frase: ¿Qué se le va a hacer?... La depauperación que
constantemente ahogados bajo la presión del sistema exógeno, para invade y agobia a las familias, tanto en la ciudad como en el cam-
tomar el relevo a fin de colmar las expectativas reales. po; las fricciones contenidas, pero reales, entre los nacionales y los
Éstos son, a nuestro juicio, unos presupuestos teóricos suscep- extranjeros por diversas razones; el funcionamiento subjetivo de
tibles de ayudar a situar y a comprender las formas y los conteni- muchas instituciones privadas o públicas, hasta el punto de que la
dos de los conflictos de orden ético en el África actual. dignidad humana resulta degradada por el 'color', las intervencio-
nes, las corrupciones, las trampas».
En esta perspectiva, ciertos juicios o reacciones sobre la situa-
ción de África, aunque espontáneos y, por tanto, empíricos, impre- A pesar de —o quizás a causa de— esta situación de deterioro
sionan por su exactitud. Presentan apreciaciones acertadas sobre cultural y de moralidad dudosa, al menos según la tendencia de
las motivaciones de los diversos comportamientos individuales o co- opinión que hemos indicado, algunos, generalmente un grupo de
lectivos. ¿Qué se entiende, en las calles y oficinas de nuestras ciu- edad respetable, sostienen que la llegada de Occidente a África
dades, en las aldeas y en nuestros campos, cuando se habla de los constituye un hecho de liberación casi providencial. Y se añade
«problemas de la vida» y se dice que ya nada es igual y que todo que la escuela y la civilización occidental han reducido, si no des-
ha cambiado? Se nos dirá, como en cualquier otra parte, que el truido, numerosas creencias oscurantistas y prácticas aberrantes.
pasado es en general mejor que el presente y que «la vida es A veces se llega a desear el imposible retorno del antiguo coloni-
dura». Se destacará después que las «cosas» (entendamos: el siste- zador alemán o inglés, el único capaz —tal es la convicción— de
ma económico-político) marchaban mejor con los blancos de la arraigar al negro en «los valores humanos universales». En cam-
época colonial y que todo se ha corrompido desde que los africa- bio, gran parte de la nueva generación de la élite africana afirma
nos están en los puestos de mando: se reprochará a estos últimos radicalmente lo contrario: el colonialismo representa el contravalor
su falta de seriedad o de conciencia profesional, el favoritismo fa- absoluto que ha provocado la crisis cultural y moral, es decir, la
miliar y tribal, el afán de situarse y la desviación de fondos públi- despersonalización del ser africano.
cos, las malversaciones y las injusticias, etc. Ya en 1964, un jefe Estas diversas corrientes de opinión sugieren las tres observa-
de Estado africano hablaba a este propósito de «pillaje organizado ciones siguientes:
del Estado, de calamidad nacional». 1) Tanto si se prefiere el África de ayer al de hoy, o vice-
25
386 E. J. Penoukou Conflicto de valores en África negra 387

versa, como si se afirma que el ayer y el hoy dejan mucho que mundo llamado moderno. Resultado: el sistema occidental funcio-
desear, se llega a la misma conclusión de un conflicto de valores na mal en nuestras sociedades africanas con detrimento del sistema
o incluso de un marasmo moral. Este testimonio unánime, más allá propio.
de la divergencia de opiniones, refleja la amplitud o el carácter
generalizado del malestar.
II. CRITERIOS DE DISCERNIMIENTO DE LOS VALORES
2) Otro testimonio común: la irrupción de Occidente en Áfri- O MECANISMOS DEL CONFLICTO
ca es considerada como un punto de referencia decisivo, si no
exclusivo, del que surgen y se elaboran los diferentes juicios de El conflicto de valores es, pues, entre nosotros un hecho social
valor sobre las realidades africanas. Es significativo a este propó- incuestionable. Sin embargo, sería conveniente intentar compren-
sito que hasta para los productos de uso corriente la lengua indí- der, más allá de los epifenómenos sugeridos anteriormente, su me-
gena designe a los mejores con el calificativo de «blanco». Así, canismo funcional y sus consecuencias reales. Tal conflicto, que se
entre los Ewe-Mina del sur de Togo y de Benín, al coco se le llama caracteriza por el desmoronamiento del sistema unitario cultural,
«yovo-ne» (blanc-noix = nuez del blanco), etc. por el pluralismo desenfrenado de los valores nuevos disponibles,
Esto pone de manifiesto que Occidente no se concibe como un lleva a plantear aquí la cuestión de los criterios de discernimiento
horizonte lejano del mundo, sino que forma parte del destino del y de elección de valores. En otros términos: frente a las exigencias
continente negro, como la conciencia histórica que hoy ayuda a to- de la vida familiar, social, profesional, religiosa, política, económi-
mar conciencia de sí. Así, un intelectual africano ha podido escribir ca, etc., y para llevar a cabo una elección y un compromiso sen-
recientemente que, por ser hoy un ser occidentalizado, el negro sato, ¿cuáles son los criterios que ayudan a una apreciación y op-
debe occidentalizarse si quiere salvarse. Hasta ese condicionamien- ción apropiada? O también, ¿a qué se recurre generalmente en
to del ser y del espíritu puede conducir un conflicto de valores África hoy para decidir lo que conviene o no conviene hacer y
profundo. vivir?
Es evidente que aquí, como en otros asuntos, la base primera
3) Este conflicto, y ésta es otra observación que raras veces de toda evaluación reside en la libertad del hombre, o más exac-
se subraya, afecta lo mismo a los valores tradicionales que a los tamente en la relación entre su conciencia y sus aspiraciones pro-
llegados de Occidente. En otros términos, el deterioro de ciertas fundas. Pero es sabido igualmente que las inclinaciones naturales
convicciones y prácticas propias de las sociedades de África reper- de la libertad humana están determinadas por las normas y las
cute en el nuevo sistema de valoración, que es una de las causas significaciones del medio existencial: éstas permiten a la conciencia
de aquél. Así, los juicios calificados de excesivos, por ejemplo, individual que las ha interiorizado juzgar sobre lo que está bien
sobre la falta de conciencia o de competencia profesional, como o mal en relación con la escala de los valores propios de su entorno
«los africanos no son serios, son incapaces», testimonian de hecho social.
la pérdida de valor del sistema occidental en un contexto sociocul- Desde el punto de vista del entorno social, a la vez fragmen-
tural que no le es propio. tado y pluralista, generalmente se recurre hoy en África a tres
Si el dinero o el poder del Estado sirve mucho más a la soli- criterios de referencia para apreciar y decidir los valores.
daridad intrafamiliar que al bienestar de la nación, si los aviones
de las compañías africanas llegan con frecuencia con retraso, o si
1. Criterio de los datos tradicionales
en ellas se revenden clandestinamente a los que ofrecen más las
plazas reservadas y pagadas por adelantado por otros..., en estos El primer criterio se apoya en las tradiciones, definidas como
actos ve motivos de burla la sacrosanta deontología profesional del un conjunto de normas y prácticas en el que se basan las relacio-
388 E. J. Penoukou Conflicto de valores en África negra 389

nes interpersonales y sociales fundamentales, las cuales determinan b) El servicio a la carta o el recurso a las prácticas tradicio-
los derechos y los deberes de los individuos en una colectividad nales eficaces incluyen y aceleran el proceso de su desintegración
particular. selectiva como valores totalizantes. ¿No es ésta la razón, por ejem-
Los datos tradicionales representan todavía para más de un plo, de que el desmoronamiento del sistema sociorreligioso tradi-
grupo familiar y social un criterio de sentido existencial decisivo. cional se sustituya por una proliferación de morabitos, videntes y
Pero no constituyen necesariamente —lo hemos dicho— un con- hechiceros improvisados?
junto orgánico coherente. Sobreviven en el universo cultural afri- c) La tendencia utilitarista y selectiva de los datos tradicio-
cano, hoy fragmentado, más bien como unidades insólitas, e incluso nales atenta contra sus bases religiosas y morales, lo mismo que
heteróclitas. Así se comprende que creencias y convicciones de ori- contra el ideal o proyecto existencial que los genera y los fecunda.
gen ancestral sirvan generalmente no tanto de referencia absoluta Una doble consecuencia se sigue de esto: 1) La evolución de estos
cuanto de recurso puntual. Sin duda alguna, para los «ancianos» datos y, por tanto, de los valores que contienen no es ya función
del poblado y sus descendientes iniciados la conciencia moral y re- del proyecto existencial básico con exigencias definidas, sino de las
ligiosa sigue y debe seguir radicalmente las normas y prácticas de necesidades cambiantes de sus usuarios. 2) Los valores constituti-
los antepasados. Pero la inmensa mayoría de los africanos, acultu- vos de estos datos tradicionales se han apartado así de su finalidad
rada, se refiere más bien, en circunstancias precisas, a tal o cual propia; se han vuelto valores relativos o «valor de situación». En
práctica tradicional, sea por convicción personal, sea por necesidad el límite, esto significaría que no hay un valor en sí; no existe
utilitaria, sea bajo la presión o las amenazas de los irreductibles otro valor que lo que resulta valioso o eficaz en una situación
del poblado. dada.
Así, un alto cargo, aunque en posesión de diplomas universita- 2. Criterio de la vida moderna
rios, cree obstinadamente en los sortilegios del hechicero y se so-
El segundo criterio de referencia se refiere a lo que es adecua-
mete a la protección de los gris-gris, con el fin de conseguir un
do llamar la civilización moderna, con todo lo que ella arrastra de
beneficio, un éxito o una promoción profesional. Otro ensalza los
novedad y de seguridad material, de atractivos o de seducciones
beneficios y las ventajas de la poligamia, o trata a su mujer, uni-
versitaria como él, según —dice— las reglas africanas. En el plano de comodidad, de liberación o de distancia frente a las obligaciones
religioso, muchos bautizados cristianos se dirigen a los represen- de ciertas costumbres tradicionales, de tolerancia religiosa y mo-
tantes de la sacralidad tradicional en busca de mayor seguridad y ral, etc., cosas todas que presentan valores indudables, pero tam-
eficacia. Es inútil seguir citando indefinidamente otros hechos para bién riesgos de desviaciones y errores. Podemos distinguir aquí tres
poder sacar las tres conclusiones siguientes: tendencias:
a) La primera considera, conscientemente o no, la civilización
a) Los elementos de valor tradicionales, a los que se recurre del «blanco» como la mejor y, por tanto, como ideal y modelo a
en un régimen de aculturación, ni se experimentan ni se viven en imitar. En este caso, cualquier realidad es evaluada de acuerdo
función del sistema cultural global que les confería coherencia y con tal modelo. Por eso se proclama con una insistencia obstinada
totalidad de sentido. De aquí resulta una amputación o ambigüe- la necesidad que tiene África de recuperar su retraso (respecto de
dad de sentido, un desplazamiento de sentido o bien un conflicto Occidente) en los campos económico, tecnológico, científico, etc.
de sentido. Así, la solidaridad intrafamiliar, valor innegable en una Otros se arrojan, sin otra forma de discernimiento, en la corriente
sociedad en que la división del trabajo entre los miembros de la de lo que ellos mismos llaman «la vida actual». Hay que vivir
familia implicaba un reparto de los derechos y de los deberes, apa- nuestro tiempo, afirman, para añadir después: «si el mundo ha
rece hoy en la sociedad fragmentada como parasitismo. cambiado, hay que cambiar de manera de vivir».
390 E. ]. Penoukou Conflicto de valores en África negra 391

b) La segunda tendencia se muestra, por el contrario, descon- tendencias que indican que no se duda en diversificar las formas
fiada, si no opuesta, a lo que algunos califican de neocolonialismo de recurso religioso según las situaciones. Estas tendencias recogen
e imperialismo. Se sostiene que el modelo occidental, causa de y explotan con frecuencia la credibilidad, a veces ingenua, de mu-
nuestra alienación, no puede ser hoy presupuesto de nuestra libe- chos africanos. Es sorprendente ver cómo se cree con certeza en la
ración. Sin embargo, más allá de las imprecaciones justificadas o veracidad y eficacia de la palabra de los hechiceros o de los mora-
excesivas, los defensores de esta tendencia no expulsan por eso al bitos, generalmente considerados como los confidentes de los
Occidente de toda su vida personal y social; los datos de su civili- «dioses».
zación siguen siendo, también para ellos, y no siempre de manera Dos observaciones pueden hacerse sobre este criterio de refe-
involuntaria, un criterio de opción y de acción. rencia al doble carácter religioso e ideológico:
c) Finalmente, la tercera tendencia se presenta como lúcida 1) El fenómeno del pluralismo en un ámbito tan determi-
y realista. Reconoce los beneficios, pero también los daños de la nante como el sagrado, fuente de valores fundamentales, provoca
civilización occidental, e igualmente se resiste a idealizar las cultu- en las conciencias un drama cruel. En el pasado, la unidad de la
ras africanas. Aquí se aprecian los nuevos valores de la vida mo- religión legitimaba y garantizaba la autenticidad de los valores.
derna, pero se deplora no menos la pérdida de ciertos valores fun- Hoy, la diversidad de las creencias provoca duda y desconfianza.
damentales. Ya no se sabe en qué valores de qué religión hay que confiar. En
consecuencia, se fluctúa de creencia en creencia, en busca de ver-
3. Criterio de las creencias religiosas dadero valor existencial.
y de las convicciones ideológicas
2) Este embrollo de creencias y de sectas de todo tipo atenta
La referencia a la propia Iglesia, a las asociaciones arreligiosas en un sentido doble contra el mismo hecho religioso. Primero, si-
(francmasonería, Rosacruz, etc.), a sectas o a otras ideologías de túa cualquier religión y los valores que proclama en un relativismo
iluminados representan hoy en África uno de los criterios de dis- oportunista. Segundo, hace creer en la incapacidad de la religión
cernimiento de valores. Las convicciones internas, y más en con- para asumir como tal las exigencias cada vez más complejas de la
creto la fe en ciertas creencias, la adhesión a principios filosóficos vida moderna. Resultado: muchos universitarios y mandos africa-
o filantrópicos, constituyen puntos de referencia dominantes. Nos nos se pasan de las creencias y prácticas religiosas a la francmaso-
hallamos, pues, ante factores imponderables, puesto que se trata nería, a la Rosacruz o incluso a ideologías ateas. En su opinión,
de motivaciones muy sutiles, aunque no menos determinantes. la multiplicidad galopante de los grupos religiosos y su falta de
Se ha dicho y escrito, con razón, que el hecho religioso es un impacto en la vida concreta de sus adeptos los hacen poco creí-
dato profundamente anclado en la conciencia de los africanos. ¿Es bles; de aquí la necesidad de recurrir a otras fuentes de valores
ésta la razón de que en África, a pesar y quizá a causa del desmo- más coherentes y eficientes.
ronamiento actual de los valores hasta ahora intangibles, se recurra
más que nunca a un absoluto del hombre? Si en otras partes se ¿Qué pensar de estas consideraciones generales y rápidas? Se
deplora la crisis de la religión, ¿no habrá que hablar aquí más bien puede hacer una primera observación sobre los indicios y la natu-
de religiones de crisis? La aparición, en la época colonial, de igle- raleza del conflicto de valores. Este conflicto se caracteriza por la
sias independientes, nacionales o regionales, centradas en la defen- diversidad de criterios de discernimiento en sociedades en otro
sa de la cultura y dignidad del hombre negro, las numerosas sectas tiempo organizadas en torno a datos antropológicos unitarios bási-
particularmente atentas a las tradiciones africanas, lo mismo que a cos; se distingue también por la ausencia de principios fundamen-
las angustias y aspiraciones del entorno humano, son otras tantas tales, capaces de iluminar de manera decisiva las conciencias. Tal
392 E. J. Penoukou

conflicto no es pérdida de valores, sino más bien dificultad de elec- EN BUSCA DE UN NUEVO ESTILO DE VIDA
ción y confusión antagónica de los valores en litigio. En consecuen-
cia, todo se ve tocado de relativismo, y ningún criterio permite CAMBIO SOCIOCULTURAL
EN LAS SOCIEDADES INDUSTRIALIZADAS
descubrir lo que es o no valor real.
No es necesario concluir de aquí, y ésta es otra observación,
que hoy asistimos en África a una pérdida generalizada del rumbo
ético. Si se puede hacer referencia a criterios de discernimiento de
valores, si las sociedades continúan arreglando sus conflictos y ase- En casi todas las sociedades industrializadas del mundo occi-
gurando su equilibrio, esto indica suficientemente hasta qué punto dental se observa con frecuencia, desde hace unos veinte años, que
las praxis sociales siguen estando fecundadas por valores funda- los adultos más jóvenes buscan un nuevo estilo de vida. Este pro-
mentales. ceso alcanzó un primer hito con el movimiento estudiantil, que
buscó dentro de las instituciones, a finales de los años sesenta, ca-
Pero —última observación— en este contexto de conflicto, y
minos para cambiar la sociedad. En nuestros días, el llamamiento
volvemos aquí a nuestra pregunta del comienzo, la cuestión de
al cambio de la sociedad proviene de nuevos movimientos sociales-
fondo se refiere a la noción misma de valor, a su pertinencia y su
y religiosos que, partiendo de la base, pretenden influir en la evo-
credibilidad. Para sociedades fragmentadas, desgarradas de un ex-
lución total. Estas transformaciones se basan en cambios estructu-
tremo a otro por corrientes pluralistas, con frecuencia divergentes,
rales, en problemáticas consecuencias concomitantes de nuestro pro-
si no contradictorias, ¿qué es lo que en adelante tiene sentido de
greso industrial. Desde estos condicionamientos, nuestra exposición
valor y valor de sentido? ¿Cómo recuperar o elaborar de nuevo
comprenderá, primero, una confrontación crítica con las principa-
unos criterios de discernimiento que ayuden, tanto en la vida per-
les interpretaciones sociológicas sobre la búsqueda de nuevos esti-
sonal como social, a madurar el sentido y la conciencia de los valo-
los de vida. Posteriormente ofreceremos nuestra propia posición.
res fundamentales? Esto debería constituir el objeto de una nueva
reflexión.
Nosotros diremos simplemente, en relación con este breve es-
tudio, que resulta más que nunca necesario para los pueblos de I . DISCUSIÓN SOCIOLÓGICA
África no sólo pensar alternativas de sociedad adecuadas, sino tam- SOBRE EL CAMBIO DE VALORES
bién emprender de forma sistemática la formación de las concien-
cias. Esto corresponde, normalmente, a instancias morales como la La sociología encasilla los actuales cambios de estilo de vida
familia, las confesiones religiosas y los responsables políticos. bajo el epígrafe «Cambio de valores». Sin embargo, no hay unani-
midad sobre si podemos hablar realmente de un cambio amplio,
E. J. PENOUKOU trascendental, o si hay que adoptar una postura más modesta y
[Traducción: E. RODRÍGUEZ NAVARRO] partir de una diferenciación de orientaciones de valor.

1. ¿Cambio o diferenciación
de los paradigmas de valores?

A continuación discutiremos dos planteamientos que represen-


tan las dos corrientes principales de la interpretación sociológica
sobre la búsqueda de un nuevo estilo de vida:
394 U. Baumann En busca de un nuevo estilo de vida 395

a) En sus trabajos, Ronald Inglehart parte de la tesis de la tendencia a acentuar más la búsqueda de la dicha personal y la
sociedad del bienestar, y cree poder comprobar en ella un cambio persecución de metas hedonistas 2 .
hacia valores posmateriales. La necesidad de sentirse enraizado en Esta posición apenas valora el grado del cambio en curso. En-
un grupo social, la de tener el aprecio de otros, la de lograr satis- tre la población de las sociedades industrializadas de Occidente ha
facciones intelectuales y estéticas adquieren un peso mayor. Y esta crecido considerablemente el número de personas que padecen cri-
evolución cambia las actitudes en el ámbito político y religioso. sis que afectan al sentido de su vida. Y ese fenómeno se debe en
Según Inglehart, esto vale especialmente para las generaciones jó- parte al deterioro de las condiciones objetivas de su vida. Y se
venes, que —a diferencia de los nacidos antes de 1945— no han buscan nuevas certezas, por ejemplo, en las subculturas religiosas
crecido rodeadas de carencias 1. que sostienen doctrinas excesivamente simplificadoras de la reali-
Sin embargo, en los nuevos movimientos sociales no se plantea dad. Los nuevos movimientos sociales, por el contrario, se esfuer-
de forma abstracta la cuestión acerca del sentido, sino en relación zan por atajar las crisis vitales de las personas vinculando el cam-
con los problemas de supervivencia sociales que podemos palpar bio social con una reforma práctica de la vida. Modestos entrama-
en la cotidianeidad concreta. Por eso se suman a esos movimientos dos sociales se encargarán de intensificar en el ámbito regional las
individuos de más edad que se sienten especialmente afectados posibilidades de contacto entre familias compuestas por pocos ele-
por los problemas que derivan de la modernización. Ante las crisis mentos y la comunidad en formación. Aquí tiene sentido una for-
estructurales de largo alcance que afectan a la economía y que ma manifiesta, pues ella repercute en el desarrollo de soluciones
llevan al desempleo, determinados grupos del movimiento alterna- concretas de los problemas; y, precisamente así, adquiere un carác-
tivo experimentan con formas de autarquía comunitaria en el mar- ter vinculante. En lo que atañe a estas cuestiones sociohumanita-
co de una economía dual; y con formas de trabajo no alienadas, rias, se siguen depositando grandes esperanzas en la Iglesia.
orientadas por el valor del uso.
Los nuevos movimientos sociales expresan, además, la duda de 2. Modernización social y reconstrucción
si el progreso de la sociedad moderna puede proseguir en la direc- de formas de vida integrales
ción acostumbrada si produce problemas constantes cuya calidad
y universalidad sobrepasan todas las experiencias personales e his- En la posición que sostienen Thomas Olk y Hans-Uwe Otto,
tóricas acumuladas hasta el momento presente. Las soluciones que el análisis de estos autores sobre la búsqueda de un nuevo estilo
se buscan al respecto tienen una clara tendencia antimodernista y de vida tiene como presupuestos la segmentación de los ámbitos
constituyen una ruptura profunda con la sociedad de crecimiento, sociales de la vida, la diferenciación de los paradigmas de valores
tal como sucedió antes en todos los movimientos. Todos estos cam- y una carencia de sentido vinculante.
bios hacen que el discurso sobre los valores posmateriales se vea a) Según estos autores, se producen problemas porque los
envuelto en considerables dificultades de interpretación. imperativos de una racionalidad funcional se interfieren en el mun-
b) Helmut Klages y Peter Kmieciak adoptan una posición do de la vida y urgen a que se dejen de lado ciertas pretensiones
más modesta y hablan de una discrepancia entre un nivel de vida en la fundamentación discursiva de los objetivos de una buena
creciente y una satisfacción decreciente. Y afirman que esa discre- praxis de vida para la inmensa mayoría de los habitantes. Se ilustra
pancia lleva a diferenciar los paradigmas de valores, e incluye la esta colonización del mundo de la vida sirviéndose del sistema eco-
2
Cf. Helmut Klages/Peter Kmieciak (eds), Wertwandcl und gcsvlhchajl-
Cf. R. Inglehart, Zusammenhang zwischen soziookonomischen Bedingun- licher W'andel (Francfort-Nueva York 1979); Helmut Klages, Wertorien-
gen und individuellen Wertprioritaten: «Kolner Zeitschrift für Soziologie und tierungen im Wandel. Rückblick Gegenwartsanalyscn und Prognosen (Franc-
Sozialpsychologie» (1980) 144-153. fort 1985).
396 U. Baumann En busca de un nuevo estilo de vida 397

nómico y de la burocracia del Estado social. Sobre el fundamento sectores parciales deben referirse al acelerado cambio social. Los
de una relativa hartura de bienes materiales se desarrolla —dicen mundos de vida cotidianos y los sistemas de funciones pertenecen
estos autores— una nueva forma de enajenación cultural. El ciu- a una sociedad y sólo pueden reflejar la estructura básica de la
dadano inseguro y extravertido se hace dependiente de las mer- misma modernización. Ellos se condicionan y confirman recíproca-
cancías; y se convierte en el objeto de la realidad social porque se mente porque reproducen la misma imagen del progreso.
conforma con posibilidades de influencia limitadas. Necesita las
Es dudoso, sin embargo, que se pueda hablar de una coloniza-
medidas asistenciales y protectoras del Estado social porque es pro-
ción de la vida mediante formas de la racionalidad económica y
clive a las crisis y dependiente.
administrativa, pues el concepto de colonización implica que deter-
Los mencionados autores afirman que el cambio comienza minados procesos de cambio estructural nos dominan ya por com-
cuando, en la relación asistencial misma, se responde a la pérdida pleto. Esta posición no tiene en cuenta los ensayos que se llevan
de sentido reconstruyendo nuevos sentidos. Para ello será necesa- a cabo para redefínir la relación con la naturaleza exterior e inte-
rio que los afectados participen plenamente en la clarificación de rior, con la racionalidad, sensualidad y espiritualidad propias tal
su propia situación y en la estructuración de vías de solución. Me- como se expresan en los nuevos movimientos sociales. Esas ten-
diante la reflexión crítica de una determinada pluralidad de para- dencias se encuentran principalmente en los pertenecientes a la
digmas de valores se tratará de formar la identidad individual y de nueva clase media, particularmente sensibles para captar las con-
grupo teniendo presente que no existen paradigmas vinculantes secuencias deshumanizadoras de la evolución social. Estos indivi-
para todas las personas. Puesto que debe realizarse esto en sintonía
duos, por su elevado nivel de formación, están muy abiertos a las
con las circunstancias concretas, es necesario volver a unidades
cuestiones estético-humanistas y a los problemas relacionados con
transparentes.
el sentido de la vida. No se quedan en una visión global del mun-
Olk y Otto aluden a los efectos ambivalentes de la descentra- do, sino que se esfuerzan por reconstruir formas de vida integral.
lización. Afirman que parece posible restaurar en el contexto del Junto a una racionalidad individualizadora y separadora, adquieren
movimiento alternativo —bajo el mercado y el Estado— estructu- mayor importancia la cuestión de la calidad contextual de los cam-
' ras de vida dotadas de una cierta independencia. Afirman que es pos sociales y los presupuestos contextúales de la actuación colec-
posible minimizar el dominio y hacer justicia a los procesos de tiva. Pero este actuar local va acompañado de un pensamiento
articulación discursiva para fundamentar la vida práctica 3 . global. Los miembros de esta nueva clase media extraen sus valo-
b) A diferencia de los otros modelos explicativos de la bús- res y metas de una radicalización de las premisas universalistas,
queda de un nuevo estilo de vida, este enfoque se esfuerza en humanístico-emancipadoras de la modernidad. Se hace problemá-
realizar un análisis más amplio de los procesos de modernización. tica, por el contrario, su traducción práctica en el marco de la
Pero está por ver hasta qué punto un mundo vital en el que la actual sociedad industrial.
comunicación forma parte de su estructura puede mantenerse im- No es posible desplazar caprichosamente de la vida pública la
permeable a los sistemas funcionales. También es difícil saber dón- cuestión acerca del sentido y de los motivos. Se ve claramente esto,
de se encuentran los límites de un pensamiento ambivalente. Las por ejemplo, en grupos cristianos con una orientación económica
sociedades modernas tienen un alto grado de dinamismo social. y que articulan incluso públicamente su interés fundamental por
Por consiguiente, las afirmaciones teóricas sobre cada uno de sus una paz global, por la justicia social y por la conservación de toda
la creación. Todos estos movimientos sociales ejercerán una fun-
3
Cf. Thomas Olk/Hans-Uwe Otto, Wertewandel und Sozialarbeit - Ent- ción innovadora cuando consigan interpretar sus problemas y con-
wicklungsperspektiven kommunaler Sozialarbeitspolitik: «Neue Praxis» 11 flictos en la cima de una socialización moderna, tardío-capitalista
(1981) 99-146. o posindustrial.
il» busca de un nuevo estilo de vida 399

II. DIMENSIONES DEL CAMBIO SOCIOECONÓMICO plejidad social. Un sistema global tan marcadamente complejo ve
cómo disminuyen sus posibilidades para vincular entre sí sus pro-
Para llegar a un juicio fundado sobre si la actual búsqueda de pios elementos individuales. En consecuencia, tiene que actuar de
un nuevo estilo de vida conduce a resultados que permitan solu- forma selectiva a la hora de relacionarlos entre sí. Y esta manera
cionar los problemas centrales de la sociedad moderna, tenemos de actuar acarrea todo un cúmulo de problemas de dirección que
que lograr primero mayor claridad sobre esas dificultades. En últi- la administración debe tratar de solucionar. De ese modo, la fuerza
mo término, esos problemas no hacen sino reflejar diversos aspec- supuesta o real de las cosas influye decisivamente en los procesos
tos de la crisis misma de la civilización. Por eso es imprescindible de decisión. Por otro lado, los problemas materiales pasan a ser
tener presente la modernización social en toda su amplitud y en competencia de los expertos, que pueden sortear tendenciosamente
las repercusiones que tiene en cada uno de los sectores de la vida. la cuestión de los objetivos deseables invocando la tiranía del prag-
Nuestro sistema social tiende a disolver univocidades en posi- matismo.
bilidades contingentes. ¿A qué se debe este proceso de disolución? b) Entre tanto, el modelo de progreso del industrialismo
El origen de las mutaciones está en que la sociedad moderna fue —con el constante perfeccionamiento de las posibilidades técnicas
marcada fuertemente por el curso de la industrialización, es decir, que permiten controlar ámbitos de la vida privada— amenaza con
por el desarrollo acelerado de una tecnología en renovación cons- alcanzar una perfección tal que se convierte en un peligro claro
tante. Simultáneamente gana en importancia una intervención in- para sus propios presupuestos, para la cohesión de la vida:
tencional en la realidad. Tal intervención presupone una concepción — El modelo de progreso industrial fomenta la agresión cul-
del mundo según la cual casi todos los datos se resuelven de acuer- tural. Trae consigo no sólo cruces culturales, sino la homogeneiza-
do con el principio de causalidad. Nace así la contingencia. Desde ción cultural y, por consiguiente, la destrucción de posibilidades
el punto de vista del contenido ya no es posible reunir las contin- de vida autónoma de otras culturas.
gencias engendradas por el progreso técnico y científico en una
finalidad global, en una visión unitaria del mundo considerada ge- — Una tecnología en expansión constante no sólo cambia la
neralmente como plausible. estructura de las condiciones laborales, sino que representa una
amenaza creciente para los puestos de trabajo. En consecuencia,
pone en entredicho la productividad humana como manifestación
1. Incremento de la complejidad social y nuevos problemas vital.
Los procesos culturales tendentes a encontrar un consenso nor- — Además, pone en tela de juicio los fundamentos naturales,
mativo han seguido un ritmo más lento en la civilización científico- de la vida. Más que a la utilización racional de los recursos natu-
técnica que los procesos estructurales. Los cambios estructurales rales, el incremento de la tecnología ha conducido a agresiones
ocasionados por la necesidad de organizar unas posibilidades técni- irreparables a los ciclos naturales, con unas repercusiones de largo
cas mucho más amplias hicieron que la sociedad moderna caminara alcance. Crece la vulnerabilidad de nuestro ámbito vital.
hacia una diferenciación funcional. — Simultáneamente, se hace más hondo el abismo de las des-
a) Diferenciación funcional significa que se organiza, especia- iguales condiciones de vida entre ricos y pobres porque la satisfac-
liza y coordina todo el potencial de la sociedad en una pluralidad ción de las necesidades alimentarias y energéticas para un número
de sistemas relativamente autónomos que poseen un primado fun- creciente de habitantes depende.de fuentes de energía caras, de las
cional; que esos sistemas orientan toda la acción a problemas de que pueden disponer principalmente las naciones ricas.
referencia específicos. Esa diferenciación de subsistemas con fun- — Disminuye la seguridad de la vida, pues al incrementarse
ciones específicas conduce a un incremento considerable de la corn- el potencial del conflicto se perfecciona el armamento, gana en
400 U. Baumann En busca de un nuevo estilo de vida 401

capacidad destructora y puede tener consecuencias deletéreas para ción de determinadas tradiciones al tiempo que se ponen en tela
gran número de personas en un brevísimo período de tiempo. de juicio aspectos de la cultura industrial tales como el aislamiento,
Puesto que el cambio social toma un rumbo tan problemático, la destrucción de habilidades secretas de la vida del mundo, la
entra en crisis una orientación cultural fundamental, la idea de mentalidad consumista y el egoísmo individualista. Sin embargo,
que el progreso técnico tiene que servir para hacer un futuro me- la propagación de valores que son críticos con la cultura no puede
jor. Se impone un cambio de rumbo que incluya y promueva la partir ya de sistemas de interpretación aceptados por todos. Tal
conservación y reparto de los recursos materiales. difusión corre, pues, el peligro de limitarse a agudizar las tensio-
nes de valor existentes ya en la vida cotidiana y a quedar atrapada
2. Posibilidades de los nuevos movimientos sociales en las condiciones sociales que son objeto de la crítica.
b) Vivimos en una sociedad en la que unos valores desligados
Los miembros del movimiento por la paz, del movimiento eco- de los problemas y situaciones concretos no tienen posibilidad algu-
lo gista y alternativo no están instalados en utopías hechas de ne- na de introducir una reorientación sólida. Ahora bien, cuando, con
gación. Por el contrario, levantan la voz en medio de nuestra so- la mirada puesta en problemas específicos de situaciones concretas,
ciedad y claman por una nueva orientación de la vida, pues se pueda demostrar que unos valores nuevos son fuente de acti-
consideran que es suicida la identificación ciega con el modelo de vidad, que no pierden de vista las realidades, pero no se dejan
progreso industrial. En toda una plétora de proyectos se habla de gobernar completamente por exigencias de una función estructural,
situaciones problemáticas de la sociedad, se abordan temas políti- entonces podremos decir que esos valores nuevos sirven con efica-
cos y ecológicos, se critica a la sociedad. Las ocasiones más diver- cia a la remodelación de la realidad social.
.sas pueden dar pie para este tipo de intervenciones. Los nuevos movimientos sociales tienen muy claro que las re-
a) Es esencial aquí la toma consciente de decisiones de valor percusiones destructoras del progreso industrial se harán sentir en
•que pretenden producir cambios no sólo en las estructuras exter- la vida de los hombres durante muchos años. Hay conciencia de las
nas, sino también en los individuos. Así, por ejemplo, en los mo- hipotecas que recaerán sobre la generación venidera como conse-
vimientos feministas —y embrionariamente también en los mascu- cuencia de la insensata política estructural, armamentista, energé-
linistas— el principio de igualdad ocupa un lugar más elevado que tica y consumista que se ha seguido hasta el presente. Para impe-
las diferencias en cuanto al rol sexual. La destabuizacíón de la dir que los problemas se independicen por completo, determinados
sexualidad que estos grupos han implantado ha conseguido que los grupos de base buscan nuevas formas de vida resultantes de una
jóvenes puedan comportarse con mayor naturalidad en este campo transformación de los valores vigentes.
En una sociedad altamente compleja, el movimiento alternativo A las opiniones más bien pesimistas sobre un futuro cargado
descubre la posibilidad de ser distinto. Por un lado, ese movimien- de nubarrones, estos miembros críticos de la sociedad contraponen
to invita a revitalizar valores tradicionales, aparentemente pasados la práctica de una visión optimista. Bajo la impresión de que no se
de moda. Observamos aquí puntos de contacto con grupos que dispone de mucho tiempo, se desarrolla el espíritu volcado en la
tratan de reinterpretar, con la mirada puesta en el presente, tra- acción. Acompaña a éste un pragmatismo militante cuyos presu-
diciones cristianas que provienen del ámbito de la liturgia y de la puestos y consecuencias afectan a las concepciones fundamentales
meditación, de las formas comunitarias y de la ética. Nos referimos, de la civilización industrial. A la vista de los procesos de creci-
por ejemplo, a la reinterpretación de la solidaridad con los pobres miento y de diferenciación que se dan en la cultura dominante, se
y a la nueva exégesis de las promesas de paz y de justicia conteni- experimenta con modelos de desdiferenciación parcial que dimanan
das en la Biblia. Por otro lado, se suscitan nuevos paradigmas de de unas nuevas medidas de valor. La escena alternativa caracteriza,
valores orientados a la acción en los que se prosigue la revitaliza- pues, otra infraestructura de proyectos variadísimos:
26
402 U. Baumann En busca de un nuevo estilo de vida 40 i

— Cafeterías, salones de té y centros de comunicación, grupos — El movimiento por la paz contra el armamento nuclear cons-
teatrales y musicales —todos ellos autogestionados— se esfuerzan tituye actualmente el movimiento más amplio de base democrática.
en revitalizar y conservar la cultura local, en acentuar de nuevo Sus miembros entran en conocimiento de formas no convenciona-
las peculiaridades regionales. les de acción política. Además, en cada una de las iniciativas de
— Pequeñas empresas artesanales y tiendas de ultramarinos, paz tratan de crear unas condiciones estructurales que dejen de
colectivos dedicados al aprovechamiento de objetos viejos, así como favorecer el armamento y las guerras.
otras agrupaciones contraponen a la producción masiva y alta es- — Imprentas y librerías propias y toda una plétora de publica-
pecialización de la industria el acento artesanal y la recuperación ciones alternativas difunden las experiencias concretas de determi-
de una habilidad individual, estimulan formas de consumo que res- nados proyectos, propagan estímulos y sugerencias, publican las
pondan a las verdaderas necesidades, promueven un autoabasteci- esperanzas y sueños del movimiento.
miento acorde con la ecología, incentivan el comercio local basado
en el intercambio, apuestan por las materias y energías de uso Las tendencias involucionistas que se dan también en el movi-
múltiple. miento alternativo no deben impedirnos ver y tomar en serio los
intentos experimentales para dar con nuevas formas de orienta-
— Grupos ecológicos y cooperativas agrícolas se ocupan de
ción. La experimentación de paradigmas de desarrollo autónomo,
cuestiones relacionadas con la protección del medio ambiente y con
descentralizado y regional representa un cambio sustancial frente
el descubrimiento de fuentes de energía renovables; se interesan
a la duda de si los procesos de crecimiento y de diferenciación que
por los problemas de la «tecnología blanda» en el marco de la eco-
caracterizan la moderna civilización industrial son capaces aún de
logía humana; tratan de dar con formas de vida y de trabajo que
no hagan violencia a los ciclos naturales. Y se esfuerzan por redu- asegurar un buen futuro común.
U. BAUMANN
cir las distancias entre el trabajo y el ocio, entre el trabajo manual
[Traducción: A. MARTÍNEZ DE LAPERA]
y el intelectual.
— Finalmente, grupos de acción y de enseñanza sociopolíticos
existen para diversos problemas sectoriales.
— La participación —casi siempre voluntaria y desinteresa-
da— en grupos de niños, la dedicación a cruciales puntos sociales
y a iniciativas para que los grupos sociales marginados aprendan
a ayudarse a sí mismos ponen de manifiesto que existe una gran
apertura al compromiso social, precisamente en los jóvenes. Cuan-
do tales proyectos gozan de autonomía, requieren escasos costos de
administración, se insertan en el mundo en que viven los afectados
y pueden responder con eficacia a los intereses y necesidades.
— Iniciativas relacionadas con el Tercer Mundo tratan de
crear conexiones estructurales entre la pobreza de unas personas
distantes y la riqueza de los países industrializados. Buscan formas
para llevar a cabo una desactivación planificada de esas estructuras
mediante el cambio del estilo de vida personal y social en los paí-
ses ricos.
LOS POBRES DE LATINOAMÉRICA
Un nuevo libro de Hans Küng, Y SUS NUEVAS PRACTICAS DE LIBERACIÓN
seguramente el más importante de su producción

EL CRISTIANISMO
Y LAS GRANDES RELIGIONES
Islam-Hinduismo-Budismo Del seno de un proceso original de liberación están surgiendo
un «hombre nuevo» y «una mujer nueva» en ese continente opri-
Con la colaboración de mido y cristiano que es Latinoamérica.
J. van Ess/H. von Stietencron/H. Bechert Sin duda, el lugar privilegiado de ese surgimiento son las Co-
munidades Eclesiales de Base (CEBs). Sin embargo, éstas no son
Unas 520 págs. Aparecerá en julio sino una especie de catalizador y acelerador de un proceso de ges-
tación ético-político más amplio.
El crítico de religión de «Le Fígaro», de París, nada pro-
En este estudio queremos solamente sacar a luz las nuevas
picio de ordinario a H. Küng, saludó la traducción fran-
cesa del libro como «una de las obras que toda persona prácticas de autoliberación llevadas a cabo por los pobres en Lati-
culta debe tener siempre al alcance de la mano». Y el de noamérica. En primer lugar, la nueva concepción de prácticas libe-
otro periódico francés lo juzgaba «un libro de apasionan- radoras que están emergiendo en nuestro continente; luego expli-
te actualidad, no sólo teológica, sino política y cultural. caremos cómo se desenvuelven estas prácticas desde el punto de
En una palabra, un libro imprescindible». vista ético-político y por fin apuntaremos las prácticas autofinali-
No aparece en él una vertiente nueva en el pensamien- zadas del pobre y que configuran una «cultura de lo gratuito».
to de Küng, sino la línea de trabajo e ilusiones que ha Dada la novedad de los hechos, esta exposición se basará más en
movido su vida entera. No se olvide que en 1963 fundó observaciones personales que en estudios rigurosos.
el Instituto de Estudios Ecuménicos, dependiente de la
Universidad de Tubinga, y preside desde sus comienzos
(1965) la sección de ecumenismo de «Concilium», donde
se han dedicado al tema los siguientes números: 1. LA NUEVA CONCEPCIÓN DE LAS PRACTICAS
DE LIBERACIÓN EN LOS POBRES DE LATINOAMÉRICA
14 (1966): Diálogo ecuménico con los herma-
nos separados.—24 (1967): Los sacramentos en
el diálogo ecuménico.—98 (1974): Cristianos y ¿En qué consiste el proceso de liberación de los pobres por los
judíos.—116 (1976): Cristianos y musulmanes. pobres? Consiste en un proceso integral, como integral es su obje-
136 (1978): Budismo y cristianismo.—203 tivo: la liberación. ¿No se trata entonces de un proceso político?
(1986): El cristianismo y las grandes religiones. Sí, se trata de un proceso político, pero de otro género.
Todo presagiaba este precioso y soberbio libro, que re- Cuando se examinan las prácticas populares (pastorales, sindi-
sulta una verdadera síntesis de las ideas por las que ha cales, de partidos u otras) surgidas en Latinoamérica en los últimos
luchado su vida entera. veinte años, se descubre que está apareciendo algo históricamente
nuevo.
Vamos a caracterizar aquí esa novedad histórica, que emerge
EDICIONES CRISTIANDAD a través del siguiente cuadro comparativo que luego explicaremos.
Intentaremos captar las tendencias que surgen, describiéndolas en
406 C. Boff Los pobres de Latinoamérica 407

su forma ideal o pura y abstrayendo las contradicciones y sombras quiera otros tipos de acción espontánea y autónoma (encuentros,
de las que, inevitablemente, van acompañadas. acciones de ayuda mutua).
Más aún: la política es todo lo que hace relación a la vida so-
Prácticas de liberación cial, ya sea directa, ya indirectamente. En ese sentido, la política
es más que una actividad; es una dimensión globalizante. De este
Nuevas (Latinoamérica) Clásicas
modo, la política se da tanto en una misa como en unas elecciones,
Política: vida social en general Política: lucha por el poder aunque de manera distinta.
Sujeto: el pueblo organizado Sujeto: partido y/o clase Así, la idea de la política se amplía enormemente. Sin embargo,
Dirección: interna y autónoma Dirección: intelectuales aje- no termina de identificarse sin más con la vida o la existencia hu-
del pueblo nos al pueblo mana. Ésta comprende unos niveles de la realidad a los que la
Tipo de dirigente: Animador: Tipo de dirigente: Conduc- política no llega: así, los horizontes de individualidad o de trascen-
tor: dencia humanas. Decir que lo político y lo humano son intercam-
centro articulador del dina- fuente de todo el dinamis- biables sería caer en el totalitarismo, consciente o inconsciente-
mismo de la base; mo: fija metas y da ór- mente.
denes;
con función transitoria y ro- político o funcionario pro- Éste es uno de los peligros: volcar todo lo humano en lo polí-
tativa; fesional; tico. Y el otro es ensanchar de tal modo el concepto de lo político
con poder participado con poder concentrado (volcar todo lo político en lo humano) que no exista más preocu-
Metodología: de abajo arriba: Metodología: de arriba abajo: pación que la organización concreta de las fuerzas populares, inclu-
se va de la práctica a la teo- se va de la teoría a la prác- so en el nivel de partido.
ría tica (aplicación) Por lo demás, es interesante observar que las CEBs no hablan
se parte de la base a la cúpula se parte de la cúpula a la
base (órdenes) tanto de «política» como de «vida»; por ejemplo, al hablar de la
relación «religión/vida». «Vida» es aquí un concepto más rico que
política, ya se entienda en sentido moderno ya en el clásico (vida
1. Idea de la política: vida social social). Engloba este sentido y va más allá, al abrazar dimensiones
irreductibles a la política, como la experiencia espiritual y el des-
Los nuevos grupos populares se están acostumbrando a consi-
tino último del hombre y la historia.
derar la política como algo que engloba toda la vida social. Se oye,
con frecuencia, decir: política es todo: educar a los hijos, reunirse,
organizar una huelga y hasta celebrar una misa. Política es, por 2. El pueblo organizado, sujeto de la historia
tanto, la vida social asumida conscientemente. De este modo, la
política recupera su sentido más antiguo, que era el de la propia Hacemos notar que en el lenguaje de los movimientos popula-
convivencia social o la interrelación humana en la polis. res latinoamericanos se habla más de «pueblo» que de «clase». En
Se supera aquí la concepción estricta de la política en cuanto primer lugar, por una razón analítica: las clases sociales en nues-
actividad vinculada solamente al estado, en cuanto gobierno, parti- tras sociedades no poseen aún contornos definidos. En segundo
dos, o movimiento revolucionario. Antes se entendía por política lugar, porque el cambio social interesa a todo el pueblo, entendido
toda forma de participación en el ámbito de la sociedad civil. aquí como el conjunto de los oprimidos o de las «clases subalter-
Y esto no solamente a través de las organizaciones existentes (es- nas». Todas ellas están relacionadas con el sistema vigente: el capi-
cuelas, sindicatos, iglesias, etc.), sino también a través de cuales- talismo, ya sea en forma de integración y, por tanto, de explota-
408 C. Boff Los pobres de Latinoamérica 409

ción, ya sea en forma de exclusión y, por tanto, de desempleo, bajo En los círculos más conscientes y activos existe un rechazo ins-
consumo, etc. tintivo cada vez más fuerte por los líderes que vienen de fuera y
Así cada grupo social oprimido (explotado o excluido) tiene un que pretenden «guiar al pueblo» y «conducir el proceso». Cada
potencial político específico. Lo tiene también esa gran masa inor- vez se tiene mayor conciencia de que sólo puede ser realmente re-
gánica de las periferias del sistema con la que trabaja buena parte presentativa la persona que «es del pueblo», de modo que entre
de la Iglesia, contribuyendo a conferirle una forma y una organi- representante y representado se dé una homogeneidad social. De
zación política más definidas. esta forma, se busca una representación que sea representación-de,
Es verdad que se hace necesario ver cómo dentro del pueblo y no una representación-en lugar de. En los ambientes de partido
se articulan las diferentes fuerzas populares (clases, sectores de cla- se oye decir: «trabajador vota al trabajador», «el pueblo representa
ses) entre sí para la lucha concreta: el grupo de vanguardia o pro- al pueblo».
tagonista, los grupos de apoyo, etc. Pero eso se ha de hacer sin 4. Tipo de dirigente: animador
perder de vista la unidad global que da el pueblo oprimido, obje-
tivamente interesado como un todo en superar el sistema que El tipo de dirigente que está surgiendo no es el de conductor,
explota o excluye. Por eso, cualquier organización particular den- tipo caudillo, duce o Führer. Es simplemente y de forma más hu-
tro del pueblo (sindicato, partido o movimiento armado) debe si- milde el de animador de la comunidad. Es el coordinador o catali-
tuarse y definirse dentro de esa unidad histórica más amplia. En zador de la dinámica que viene de abajo y que circula entre el pue-
concreto, el partido no se suprime, sino que se define en profun- blo. Él no es el creador de la vida social, sino su organizador y
didad: es el pueblo oprimido que se organiza en un partido. articulador.
Igualmente se explican también todas las otras formas de opre- En esto el nuevo tipo de dirigente popular está muy lejos de
sión que, aunque tienen su base en la opresión económica (de cla- los dirigentes políticos clásicos, tanto del tipo liberal (ya sea oli-
se), no se reducen a ella al poseer una especificidad propia, tales gárquico o populista) como del dirigente leninista («vanguardia»,
como la discriminación racial, sexual, religiosa, por edad, etc. Que- «revolucionario profesional» y «democrático-centralista»). Y no se
dan así más iluminados tanto los sujetos históricos como sus pro- hable del dirigente autoritario. La diferencia radica en los tres
yectos y sus luchas. puntos siguientes:
Asimismo, el pueblo no es aquí un concepto tan amplio que 1) El nuevo dirigente es un verdadero servidor: ocupa una
abrigue indistintamente a toda la nación, a no ser como «concepto posición subalterna en cuanto agente o articulador de un movi-
proyectivo» en el sentido de apuntar idealmente a esa identifica- miento que es antes que él y que pertenece a la base. Él no es «el
ción en el futuro. El nacionalismo que identifica pueblo y nación cabeza», el que está al frente del grupo para dictarle los objetivos
ha servido en el pasado, y aun hoy en circunstancias específicas o las órdenes. Por eso mismo será un dirigente escogido por las
(por ejemplo, en contextos revolucionarios), para una amplia mo- bases y no simplemente impuesto o cooptado.
vilización de masas, especialmente contra fuerzas extranjeras y sus
aliados del interior. 2) Ejerce la dirección de modo rotativo y como tal transitorio
(ad tempus) y no de forma permanente (ad vitam). De esta ma-
3. Dirección: de dentro nera le estará vedada la fijación en el poder y, por tanto, el abuso
Tal vez sea la primera vez en la historia de nuestro pueblo que del mismo.
los movimientos populares son generados y gestionados por el pro- 3) Por fin, el nuevo dirigente ejerce el poder colegiadamente.
pio pueblo y no desde arriba o desde fuera, como ha ocurrido hasta Esto es, compartiendo las responsabilidades con otros, previniendo
ahora con el populismo. así la concentración abusiva de poder.
410 C. Boff Los pobres de Latinoamérica 411

Como se ve, el nuevo poder popular queda sometido a tres Caracterizaremos aquí brevemente y en forma de proposiciones
mecanismos principales de control: la elección por las bases, la re- idealizadas algunos ejes principales de esa nueva ética política.
vocabilidad y la división. Tales mecanismos se completan con otras
medidas tendentes a salvaguardar que el ejercicio del poder sea un 1. Preferencia por los medios pacíficos
servicio: ausencia de privilegios, obligación de dar cuenta periódi-
ca y públicamente de la propia administración, consulta directa y Nuestro pueblo no es, normalmente, extremista. No está dis-
general a las bases para las cuestiones más importantes, etc. puesto a coger de inmediato el garrote. Con su buen sentido, pre-
fiere de entrada los medios racionales: la persuasión, el diálogo, la
negociación, etc. Ser sensato y concesivo puede ser precisamente
5. Metodología: de abajo arriba
señal de inteligencia política. Sin embargo, el recurso a la lucha
El dirigente de los actuales movimientos populares parte siem- puede tener un crescendo que va del diálogo, pasa por las huelgas
pre de la realidad, o sea, de los problemas y luchas del pueblo, y no o manifestaciones públicas y puede llegar hasta el enfrentamiento
de teorías o doctrinas ya establecidas. Esto significa que se debe dar violento. Incluso entonces la lucha cuerpo a cuerpo no correspon-
más importancia a la práctica que a la teoría. No porque se rechace de, como principio de acción política, al instinto popular. Sola-
la teoría, sino porque se la subordina al servicio de la praxis y en mente cuando es incitado o inducido por agentes externos extrema-
función de ella es pensada y repensada. damente ideologizados (los enragés de la pequeña burguesía inte-
En esto el nuevo dirigente se distingue del antiguo de tipo leni- lectualoide) puede el pueblo lanzarse a la violencia.
nista, que antes que cualquier cosa se presenta como el «aplicador» Por regla general, el pueblo cree en la fuerza de la verdad y de
de ideas o programas definidos de antemano (bajo pretexto de la justicia. Tiene la convicción de que más pronto o más tarde se
cientifismo marxista). En este sentido, tal dirigente es más un doc- impondrá la razón. Tal convicción posee una profunda raíz reli-
trinario o ideólogo que un discernidor realista del proceso his- giosa. Por eso el pueblo suele decir: «Cuando Dios tarda es que
tórico. ya está cerca», o «la justicia de los hombres se equivoca, pero no
Como dije antes, el nuevo dirigente se distingue del tipo leni- la justicia de Dios».
nista (que se da aún en las actuales izquierdas clásicas) porque da
prioridad a la base popular sobre la cúpula, al pueblo sobre el apa- 2. Respeto a los derechos de los adversarios
rato directivo, a la clase sobre el partido. De esta manera jamás
La política tiene sus reglas. No está todo permitido en ella. El
el pueblo será tratado como masa con la que se maniobra, sino
pueblo cree en ello. Lo sabe por instinto. Por eso mismo deposita
como sujeto histórico que habrá que despertar, convocar y mo-
siempre cierto crédito de confianza en la buena voluntad de sus
vilizar.
opresores, tomados individualmente. Cree que pueden ceder, cam-
II. UNA NUEVA ETICA DE LUCHA EN EL PROCESO biar de posición, incluso sabiendo que una «conversión de clase»
DE AUTOLIBERACION DE LOS PUEBLOS EN LATINOAMÉRICA es imposible.
El pueblo conoce de modo práctico los límites éticos de la lu-
En función de la nueva concepción de la política se está afir- cha. Puede observarse, por ejemplo, que es capaz de ir al entierro
mando al mismo tiempo en Latinoamérica una nueva ética de de un opresor y de rezar por su «eterno descanso». Se apiada tam-
lucha. Entendemos por ética el modo de conducir una práctica, un bién de las desgracias familiares de un explotador conocido y es
estilo de acción, una conducta de la base. A fin de simplificar, capaz de observar una especie de tregua cuando se encuentra, codo
incluiremos en este término lo que es anterior a la práctica, esto a codo, con el patrón en una fiesta, en el fútbol o en el carnaval.
es, la mística, y lo que es posterior, o sea, la estrategia. En este sentido, el pueblo tiene una concepción socialmente
412 C. Boff Los pobres de Latinoamérica 413
más amplia y generosa que cualquier otro. La sociedad nueva que democrático. Pero tal utopía solamente se descubre en un nivel de
piensa instaurar es decididamente universalista. En ella los anti- conciencia y lucha, partiendo de los avances reales del pueblo. La
guos adversarios tienen también un puesto. Se les dan oportunida- «gran utopía» ya ha despertado en Latinoamérica en los grupos
des de convivir como hermanos entre hermanos. Además, y esto se populares más maduros. A partir de ahí se difunde en capas popu-
ha comprobado infinidad de veces, el pueblo no tiene tendencia lares cada vez más amplias.
a «condenar al infierno» a los ricos, como hacen los agentes de la
clase media. Éstos, espontáneamente, están más resentidos, y por
5. La gran utopía: la liberación integral
eso son más implacables y duros.
Pero no se piense que el pueblo se contenta con la «pequeña
3. Apertura a los no pobres utopía»; no puede medirse al pueblo con criterios de zootecnia. El
pueblo desea algo más que ser un rebaño bien nutrido y saludable.
Todo el que ayude a vivir y a luchar es bien venido para el pue- Ni siquiera la «gran utopía», unida a un proyecto histórico, puede
blo. Sólo una concepción clasista cerrada —típica de una pequeña satisfacer plenamente al alma popular. Pues el pueblo busca, en
burguesía extremista— no admite la participación de agentes no verdad, la vida plena, esto es, la liberación integral. Es lo que po-
populares en el trabajo popular. Es lo que ocurre, por ejemplo, en demos llamar la «gran utopía», la «utopía máxima».
el obrerismo. Esta utopía se expresa desde el deseo genérico («¡Ah, si todos
Esa apertura del pueblo al no pueblo se da también en relación nos amásemos como Dios manda!...») pasando por la esperanza
a grupos más amplios de no pobres. Así, fracciones de clase que histórica («El día en que el pueblo mande...») hasta la esperanza
buscan vincularse al pueblo en función de intereses comunes, como escatológica («Pero eso sólo va a ocurrir en el cielo...»).
la caída de una dictadura, el cambio de la legislación laboral, etc. Pero una cosa hay cierta: la liberación plena se dará solamente
Con todo, los grupos populares más conscientes saben que tales en el «cielo», en el más allá de la historia. Es la utopía absoluta.
alianzas son siempre peligrosas y que para que sean provechosas Tal es la convicción de nuestro pueblo religioso. Solamente los
deben estar sometidas al control del propio pueblo. Lo contrario intelectuales secularizados pueden alimentar y proponer la idea de
es una mentira. «un paraíso en la tierra», haciendo consistir en él la esperanza
exclusiva del hombre.
4. Esperanzas realistas Y, a pesar de todo, esta esperanza escatológica (última) no
En términos sociales y políticos, el pueblo no acostumbra ser deja de fermentar en el corazón y en las manos del pueblo. Y en
utópico. No pide lo imposible. No alimenta las ambiciones que sus nombre de ella se puede construir, ya en este mundo, la materia
opresores le atribuyen. del futuro absoluto, esto es, una sociedad igualitaria.
Lo que el pueblo realmente quiere es satisfacer las necesidades
esenciales: comida, casa, vestido, salud básica y educación elemen- ¡ 6. Lucha afirmativa y sin resentimiento
tal. A esto podríamos llamarlo «pequeña utopía», utopía sensata, Ya hemos hecho notar muchas veces que el pueblo no acarrea
razonable... Si un sistema —como el capitalismo en el caso de
en la voz y en el comportamiento aquel resentimiento y amargor
Latinoamérica— no consigue realizar eso, es porque verdaderamen-
típicos de los militantes pequeño-burgueses. Contra estos amargos
te es irracional, antihumano y absurdo. No queda, por tanto, otro
luchadores gritó Nietzsche: «Predicadores de igualdad, vosotros
remedio que superarlo.
sois para mí tarántulas sedientas de secretas venganzas» (Así ha-
Entonces es cuando se abre al horizonte histórico de «la gran blaba Zaratustra, II parte: «Las tarántulas»).
utopía» y de un proyecto histórico alternativo, como el socialismo El militante popular es más íntegro en su postura social. Inte-
414 C. Boff Los pobres de Latinoamérica 415

gra sus sentimientos. Sabe indignarse sin rencor. Actúa con pasión, Concluyendo, podríamos decir que el nuevo tipo ético-político
pero no por pasión. Conviven en él la indignación social y la man- que está surgiendo entre los pobres de las CEBs en Latinoamérica
sedumbre humana. Se lucha siempre más por algo que contra algo. representa la síntesis de la serpiente y la paloma, de la inteligencia
Es la lucha por la vida y por la dignidad y no tanto la lucha con- histórica y la bondad humana. Poniendo una imagen sería «el alma
tra los patronos. También existe esa lucha, pero en ella el contra de Cristo en el cuerpo de César» (Nietzsche), la ciencia de Marx
se integra en el por, que es más importante. en la conciencia de Gandhi.
Por eso mismo, el militante popular conserva la humanidad en
la lucha. Sabe hablar de la mujer y de los hijos, incluso en «el ojo
del huracán». El rostro tenso, el puño crispado, los dientes rechi- III. LA CULTURA DE LA GRATUIDAD
nando no son su postura habitual. Él resiste la animalización de la EN LOS MEDIOS POPULARES DE LATINOAMÉRICA
lucha política. En lucha contra los monstruos, no quiere volverse
él también un monstruo, porque está convencido de que «la tierra Sería una gran equivocación pensar que los pobres viven de tal
es de los mansos». manera inmersos en la «esfera de la necesidad» que están total-
mente ajenos respecto a la «esfera de la libertad».
7. Conversión permanente Sin duda, que lo que marca toda su vida es «la lucha por la
El pobre no suele tener del pobre una imagen idealizada y feti- supervivencia». «La vida del pobre es un ahogo», dice expresiva-
chista. Los pobres de las CEBs saben que ellos también son peca- mente la gente del pueblo. Se sabe también que para una gran
dores y que necesitan, como todos, la gracia de la salvación. Por parte de la población latinoamericana, esto es, para los miserables
eso se sienten llamados, también ellos, a la conversión. No ignoran o «lumpen», las condiciones de existencia son tan tiránicas, que la
que el opresor al que combaten se alberga, por efecto de la intro- vida se degrada, y eso en todos los niveles: el psíquico, el cultural,
yección, en su propia conciencia. el social, el moral.
Por tanto, la lucha no se limita a la arena política, sino que se Incluso así, en una gran mayoría de pobres —la que se encuen-
ejerce también contra sí mismo. Con la liberación de la sociedad tra en el nivel o muy poco por encima del nivel de superviven-
es preciso liberar también, y sobre todo, el propio corazón; libe- cia—, incluso en el mismo «lumpen», hallamos un impresionante
rarlo del miedo, de la acomodación, del egoísmo, de la voluntad sentimiento de dignidad y una vigorosa expresión de voluntad y de
de poder, de la infidelidad, de la ambición. La liberación de va gusto por la vida.
unida a la liberación para: para la gracia, el amor, la libertad y No es nuestra intención desarrollar aquí toda la riqueza de la
la vida. cultura popular, sino resaltar lo que podríamos llamar la «cultura
Se demuestra así que la lucha por la liberación es un proceso de la gratuidad», tal como se manifiesta en las capas populares de
autoimplicativo. No se trata sólo de liberar a los otros, sino tam- Latinoamérica.
bién, o más aún, de liberarse a sí mismo. De esta manera, aparece Esa «cultura de la gratuidad» constituye como una atmósfera
la liberación como un árbol que elevara sus brotes, flores y frutos dentro de la que se realizan las luchas de los pobres por su libera-
al cielo, pero que hunde sus raíces, al mismo tiempo, en el seno ción, y da a esas luchas un carácter absolutamente particular.
misterioso de la tierra. Tal atmósfera está formada por una afirmación de vida, de vo-
Para los nuevos luchadores de la historia, conversión y revo- luntad de ir hacia adelante, de esperanza («Mañana, si Dios quiere,
lución se exigen mutuamente. Para ellos, la revolución es el desdo- todo va a mejorar»), de una especie de vibración existencial.
blamiento de la conversión, como el árbol es el desdoblamiento de Quien haya entrado en contacto con los medios populares ha-
la simiente a partir del suelo. brá experimentado esa «intensidad de vida» que esos medios ma-
416 C. Boff Los pobres de Latinoamérica 417

nifiestan: los niños siempre numerosos que gritan y corren por con especial intensidad. Solamente una persona de visión estrecha
aquí y por allá, el barullo de las radios a todo volumen, la gente puede admirarse ante el hecho de que los pobres también amen.
que canta o silba alto mientras trabaja o camina, las carcajadas rui-
dosas de las camareras del bar, etc. 3. La convivencia
Se observa ahí toda una atmósfera que podría calificarse de
A la gente sencilla del pueblo les gusta estar juntos. Cuanta
metapolítica, y que antes de definirse por cualquier práctica, repre-
más gente haya en una misa, en una procesión o en una fiesta, tan-
senta el propio vivir, un estilo de ser. Más que ser algo indeter- to mejor. Los pobres, evidentemente, nada saben del aristocrático
minado, es el determinante de las diferentes prácticas. odi profanum vulgus. Nada más vivo que un grupo de conversa-
Esta atmósfera caracteriza al pueblo en su humanidad. Expresa ción popular: hombres reunidos en una taberna, un grupito de mu-
la «trascendencia de los oprimidos». Muestra que la vida del pue- jeres lavando la ropa a la orilla del río, un círculo de vecinos reuni-
blo no se deja reducir al trabajo (nivel económico), sino que com- dos a la puerta de la casa al anochecer, o incluso una visita entre
prende también la danza; que no es sólo lucha (nivel político), parientes y amigos. Ahí la conversación corre suelta y libre. Se
sino también juego; que no es sólo teorema (nivel cultural), sino habla de la lucha por la vida, sin duda, pero también del pasado,
también poema y creación. Así se articulan entre los pobres la es- de historias fantásticas y también... de la «vida ajena». Se cuentan
fera de la necesidad y la de la libertad. Pero ¿cómo se da, en con- chistes, y se ríe de esto o de aquello, mientras el tiempo corre.
creto, la «cultura de la gratuidad» entre la gente del pueblo? Po- Entonces el tiempo no es dinero.
demos exponer brevemente aquí las formas que asume esa cultura.
4. El humor
1. El cultivo de lo bello
Éste es también un camino del pueblo para trascender sus difí-
Son las flores y las plantas alrededor de la casa o en su inte- ciles condiciones de existencia. Aquí descubrimos las bromas de
rior, los coloridos de las paredes o el uso de diferentes adornos, unos con otros, las burlas entre amigos, las críticas irónicas contra
etcétera. Nada impresiona tanto como ver a una niña extremada- los grandes y presuntuosos y así por el orden. A veces, en una si-
mente raquítica pero que «se permite el lujo» de adornar sus tuación tensa, alguien del pueblo dice una palabra divertida: todos
brazos esqueléticos con una pulserita de plástico. A los pobres les ríen aliviados y se prosigue con más fuerza en la lucha. Lo cómico
gusta adornarse. En casas misérrimas se ven jóvenes con las uñas es un recurso que el pueblo utiliza para tomar distancia de la du-
pintadas, que usan perfumes y muestran todo tipo de bisutería. reza de la vida y «superarla por arriba».
Con toda su ambigüedad, ese fenómeno demuestra que, por el ca-
mino de la belleza, los pobres procuran trascender el estado de 5. Las fiestas
opresión en que se encuentran y afirmar que no son solamente se-
res de necesidad, sino también de libertad. Sorprende ver y vivir la alegría intensa y estrepitosa de los po-
bres en sus fiestas: fiestas de boda, de aniversario, de los santos.
Es ahí donde se puede verificar claramente el rasgo típico de toda
2. El amor humano buena fiesta: el exceso, exceso de comida, de bebida, de luz, de
flores, de música, de gente, y cuanto más, mejor.
El amor supone siempre cierta distancia frente a lo económico,
aunque venga muy marcado por éste. Pero no hay ninguna duda:
la ternura materna, la amistad sincera, la pasión amorosa y el amor
erótico son experiencias humanas profundas que el pueblo vive
27
6. El ocio CONTINUIDAD Y CAMBIO DE LOS VALORES

Basta sólo pensar en las grandes manifestaciones de diversión


popular: el fútbol, o el carnaval, las fiestas de junio y otras. En
ellas el pueblo entra como sujeto y actor, y el no pueblo queda
I. ¿QUE ES ORIENTACIÓN DE VALOR?
como espectador. Aquí también la «utilización ideológica» que se
hace de estas fiestas no les quita su significado intrínseco, que es
el ser una forma de libertad y de cultura. Se pueden reducir a tres las objeciones que se ponen al con-
cepto de valor. La primera de ellas se refiere a que «el valor... es
un préstamo de la economía a la ética» 1. Este origen no dice dema-
7. Las prácticas religiosas siado. Pablo no tuvo inconveniente alguno en utilizar el concepto
La religión popular es ciertamente una «religión de aflicción» económico de «herencia» para expresar y parafrasear contenidos
y, en consecuencia, una «religión de resistencia». Y esto porque teológicos. Es igualmente conocido el concepto de «economía de la
representa el lenguaje sagrado de una vida oprimida e irreductible salvación». Siempre plantean problemas los orígenes de los concep-
al mismo tiempo. Sin embargo, la religión popular no es solamente tos. Sin embargo, el origen determina la asociación, no la defini-
eso. Es también una forma privilegiada del pueblo para expresar ción. Así, es posible asociar con el origen económico del concepto
su libertad y grandeza. Esto se puede ver especialmente en las ma- valor el ethos del utilitarismo reinante en la economía. Pero no se
nifestaciones doxológicas (de alabanza) de la piedad popular: son está obligado a tales asociaciones sobre todo cuando se pretende
himnos festivos, letanías y estribillos interminables. Y luego, la dar una fundamentación específica a la aceptación de valores.
abundancia de flores, las cintas de colorines, los fuegos artificiales, La segunda objeción apunta al relativismo de los valores. Cuan-
el toque de las campanas, en fin, toda esa franja, o mejor dicho, do unos valores están anclados en un sistema, entonces tienen sólo
todo ese núcleo sólido de grandeza humana y espiritual que no es un valor posicional en tal «sistema». Son, por un lado, posiciones
de ninguna forma reductible a lo económico, y que demuestra la y, por otro, relativos, pues hay que averiguar en cada instante qué
dimensión gozosa y autofinalizada de la existencia. Todo eso que valor se podría preferir a otro; en qué casos y por qué motivos.
constituye la gracia y el encanto de la vida y que los humildes Para averiguar esto, la filosofía de los valores señaló un procedi-
experimentan mejor que nadie. A partir de ese «excedente ontoló- miento en el que se relaciona, por ejemplo, la «categoría» con su
gico» la lucha por la existencia alcanza su sentido y su profundi- «perentoriedad». Dicha filosofía reclamaría para los valores no
dad final. sólo su recepción de hecho, sino también un ser ideal, pero ese ser
Tales son los rasgos principales del «hombre nuevo» y del ideal pierde la conexión con un ser metafísico. El criterio antropo-
«nuevo cristiano» que están naciendo en la Iglesia-pueblo de Lati- lógico de vincular en último término todos los valores humanos a
la insustituible dignidad de la persona humana conduce a la discu-
noamérica.
sión acerca de la antropología correcta y acerca del «difícil camino
C. B O F F
[Traducción: S. GARCÍA DÍEZ]
que va desde la antropología hasta la ética» 2 . Con esta objeción se
pone en claro tan sólo la dificultad general para fundamentar de

1
S. Schelz, Der Wert ais ideologischer Begriff, en C. Schmitt/E. Jüngel/
S. Schelz, Die Tyrannei der Werte (Hamburgo 1979) 79.
2
Cf. A. Auer, Der schwierige Weg von der Anthropologie zur Ethik:
«Theol. Quartalschrift» 166 (1986) 143-145.
420 D. Mieth Continuidad y cambio de los valores 421
modo vinculante unos criterios éticos. La fundamentación de lo No tenemos por qué exponer detalladamente aquí tal conexión.
bueno y lo recto se plantea constantemente en la ética. El valor Un ejemplo aclarará lo que intentamos decir. Si se reconoce la ver-
como concepto de orientación para lo bueno y lo recto en general dad como contenido que da sentido a la existencia humana, se
tiene aquí sólo una función histórica de mediación, en la medida expone simultáneamente algo que obliga al hombre. Otro tanto
en que lo bueno y lo recto se ha realizado y actualizado. podríamos decir de la libertad. Y precisamente esto no admite una
La tercera objeción apunta a la tendencia de los sistemas de formulación puramente exclusiva. Sin duda, cabe mostrar que estas
valores a imponerse a costa de otros valores, como sucedió en conexiones terminan por conducir a la indisponibilidad de la per-
tiempos pasados con los sistemas teológicos. Se ha calificado esta sonalidad humana. Si la verdad y la libertad obligan en ese sentido,
tendencia como «tiranía de los valores» 3. La imposición de unos habría que caracterizar las correspondientes orientaciones como ve-
valores fomentaría prácticamente la lucha de intereses. La jerar- racidad y liberalidad. Y no es posible contraponer verdad y liber-
quía de valores, opina Cari Schmitt, justificaría entonces «que el tad, como lo demuestra la concepción joánica de que la libertad
valor aniquile al no valor, y que un valor superior trate como me- es fruto de la verdad. En esta concepción se ve claramente que la
nos valioso al valor inferior». La demostración a favor de esta verdad se considera promotora de la libertad. También se ve que
objeción comienza con la siguiente frase: «La negación de un valor la libertad es una característica de la verdad. Sólo cuando se rom-
negativo es un valor positivo» (Max Scheler). La afirmación de pe ese equilibrio nace la dificultad de las ideologías del valor.
que este principio permite «devolver mal por mal y convertir así
En cuanto a la fundamentación de las orientaciones de valor,
nuestra tierra en un infierno, pero transformar el infierno en un
deseo trazar una distinción entre fuentes e instancias del juicio
paraíso de los valores» 4 no me parece concluyente. Quien, por
moral. Como fuente de las orientaciones considero las necesidades
ejemplo, rechaza como negativa la orientación que mezcla la coac-
fundamentales del hombre (sin restricción económica), como la de
ción al consumo y la permisividad, que se describe como «consu-
los medios necesarios para sobrevivir, la de relaciones personales, la
mismo», ése no implica ninguna idea de retribución. La aceptación
de gozar de un reconocimiento social y la de sentido 6 . Otra fuente
de un valor no significa una rígida imposición de éste, sino la ne-
de orientaciones de valor es la tradición viva de la experiencia
cesidad de fundamentar esa aceptación y de ponerse de acuerdo
histórica de lo bueno y lo recto en la trama general de la vida. Se
sobre la fundamentación. La existencia de una orientación no deci-
pueden considerar como fuente actual de las orientaciones las expe-
de si tal orientación se practica de forma comunicativa o rígida.
riencias de contraste a juzgar por las defectuosas estructuras de la
De todos modos, una orientación basada, por ejemplo, en el valor
realidad y por las orientaciones destructivas del «carácter social»
de la vida no permite considerar la vida humana como algo que
(Erich Fromm) 7 . Finalmente, considero la razón comunicativa
carece de valor.
como instancia y criterio para la verificación de las orientaciones
Pero ¿qué es una orientación de valor? Si partimos de que una de valor y para el consenso de los hombres sobre su vigencia8.
norma es una regla de conducta en determinadas condiciones y cir- En la línea de Kant, se puede considerar como orientación con-
cunstancias, podremos definir el valor como la obligación de un secuente la sintonía de la voluntad con lo moralmente recto, sin-
sentido conocido y reconocido de la existencia humana. No se pue- tonía que se fundamenta en la decisión de querer hacer lo reco-
de abolir la conexión entre «valor» y «sentido de la existencia» 5.
6
3 Sigo aquí a S. Gasiet, Menschliche Bedürfnissc. Eine thcoretische Syrí-
Cf. nota 1. tese (Francfort-Nueva York 1981).
4
Op. cit., 38s. 7
Cf. sobre la teoría de Fromm, R. Funk, Muí zutn Menschen. Erich
5
Esto es particularmente claro en la teoría de los valores del escritor Fromms Denken und Werk, seine humanistische Religión und Ethik (Stutt-
Hermann Broch (1886-1951), cf. Philosophische Schrift, vol. II (teoría) gart 1978).
(Francfort 1977) 156-160. 8
Cf. D. Mieth, Die neuen Tugenden (Dusseldorf 1984) 60-71.
422 D. Mieth

nocido como moralmente recto. En este sentido define Kant la II. CAMBIO Y CONCURRENCIA
«virtud». Sin embargo, me parece necesario hablar aquí no de vir- D E LAS O R I E N T A C I O N E S D E VALOR
tudes, sino de orientaciones de valor o de máximas generales en
la realización de lo moralmente bueno, pues el concepto clásico Si las orientaciones son históricas, tienen simultáneamente
de virtud parafrasea como «habitus operativus bonus» no sólo componentes supratemporales y elementos condicionados por el
la cualidad de los sentimientos y de la intención, sino también la tiempo. Su coherencia e identidad se deben a la continuidad de la
cualidad del ser humano. No obstante, hay que sostener que se tradición histórica; su cambio y concurrencia son hijos de la dis-
puede caracterizar como virtud la realización práctica de orienta- continuidad, que aparece como característica del presente y como
ciones en el sujeto. concurrencia de lo no simultáneo. De hecho, es posible considerar

CAMBIO Y CONCURRENCIA DI LAS ORIENTACIONES DE VALOR

necesidad básica preburguesía burguesía tardoburguesía posburguesía ética cristiana

vida como superviven- virtudes cardinales como «virtud» como armonía de maximalización de la utili- «nuevas» virtudes (estilos esperanza
cia base de un orden de la la voluntad y de la obli- d a d , autorrealización, de vida) como respuesta
razón, del instinto, de la gación necesidad de seguridad al desafío de la técnica,
sociedad del entorno, de la ame-
naza a la paz, de las
desigualdades

vida en relaciones per- familia (regulación de la institución matrimonial «relación» p. e.: opción por la vida amor
sonales procreación y la propie- (obligación y fidelidad) derecho a la felicidad p. e.: ternura
dad) androcéntrica («no sufrir») «utopía de la fidelidad»

vida en reconocimien- condición social (desigual- prestaciones y prestigio solidaridad opción por los desfavore- amor, justicia
to social dad ante igualdad) (igualdad ante desigual- cidos, justicia en el re-
dad) parto

experimentar la vida orientación basada en au- religión y moral autónoma ofertas de sentido experiencia auténtica fe
como cargada de sen- toridades («mística»)
tido y compromiso social

í
(«política»)
424 D. Mieth Continuidad y cambio de los valores 425

como no simultáneas aquellas máximas que aparecen simultánea- Mientras que en los tiempos anteriores a la burguesía las rela-
mente, pero que alcanzan el punto culminante de su reconoci- ciones personales se regían por la autoridad de la familia andro-
miento y de su carácter vinculante en momentos no coincidentes céntrica, la institución matrimonial de la época burguesa se des-
entre sí, y sobreviven más allá de ese momento. El siguiente es- pega de su conexión natural y adquiere su valor específico. Esto
bozo de orientaciones morales en un contexto cristiano pretende se basa en que la duración del matrimonio es superior a la de la
fijar la continuidad y discontinuidad históricas sirviéndose del con- familia. Por consiguiente, la reciprocidad de la obligación y de la
cepto de «burgués». Este concepto no encierra aquí una valora- fidelidad son independientes, al menos en parte, de la procreación.
ción, sino que pretende indicar lo que se ha reconocido como En la época tardoburguesa, frente al creciente cuestionamiento de
postulado social en el importante y multiforme movimiento de la lo institucional en las relaciones personales aparece en un primer
Ilustración. plano la orientación por la «relación» misma. Éste es el término
Las distinciones del presente esbozo destacan diversos centros fundamental para designar el matrimonio y la familia, hasta el pun-
de gravedad, cuya exactitud, sin duda, es discutible en ciertos pun- to de que «tener una relación» caracteriza la búsqueda específica
tos. Como en toda simplificación, también aquí debemos admitir del máximo posible de dicha y del mínimo de sufrimiento. La
de antemano que se dan interferencias en esos centros de grave- experiencia de la vulnerabilidad de las relaciones y el riesgo del
dad y que las fronteras son fluctuantes. Aquí pretendo sólo mos- fracaso hacen que la época posburguesa se interese por valores que
trar que se da un cambio de orientaciones que no pretende reem- favorezcan especialmente el triunfo de las relaciones. En ese con-
plazar unas orientaciones precedentes, sino que simplemente las texto se puede hablar incluso de un renacimiento de la «utopía de
reduce en la jerarquía de valores. Algunos ejemplos pueden ilus- la fidelidad» 9. Esta evolución hace que no se exija tanto a la ética
trar la concurrencia de orientaciones de valor que deriva de ese cristiana un acompañamiento basado en imperativos formulados en
cambio. El nexo entre las ideas generales de orden y las orienta- forma de negación y orientados por el ideal de la pureza y de la
ciones personales en la época preburguesa se transformó en auto- castidad. Por el contrario, el desafío ante el que se encuentra la
obligación del sujeto cuando la burguesía accedió al poder en los ética cristiana es el de concretar el amor a Dios y al prójimo en las
tiempos de la Ilustración. Cuanto más se parapete esta autoobliga- relaciones personales.
ción tras una autorrealización interesada en un proceso de asimila- La Revolución francesa, con su ideal de igualdad y de frater-
ción con los bienes de la vida, tanto más se pretenderá extremar nidad, barrió los últimos restos de la sociedad estamentista y jerar-
al máximo la utilidad. La difusión de una mentalidad utilitarista quizada de la época preburguesa. Para la revolución, las desigual-
se une así a la orientación de valor que vincula la obtención de dades se deberán exclusivamente a prestaciones diferentes.
metas útiles con la seguridad de no tener que renunciar a deter- Por supuesto, este cambio no elimina por completo la presen-
minadas conquistas. Sólo a la vista de los nuevos desafíos del des- cia de anteriores orientaciones de valor guiadas por desigualdades
arrollo tecnológico, del deterioro del medio ambiente, de la loca heredadas. La conciencia de la desigualdad de oportunidades de los
carrera armamentista y de los problemas que ocasionan los des- débiles por nacimiento, enfermedad o minusvalía conduce al forta-
equilibrios internacionales se supera parcialmente el proceso de in- lecimiento de la solidaridad, valor que alcanza una posición predo-
dividualización en la orientación de valor. En general, los nuevos minante en el movimiento obrero. Guarda también relación con
estilos de vida se orientan teniendo como punto de mira la «opción esto el paso del Estado democrático de derecho al Estado social.
por la vida». En las orientaciones específicas de una ética cristiana La experiencia de los obstáculos con que choca la solidaridad lleva
ocupa un lugar destacado la esperanza. Los daños que amenazan actualmente a precisar, de una forma concreta, la orientación de la
a la vida obligan a destacar de manera especial los perfiles de la
esperanza a la hora de transmitir la fe. 9
Cf. M. Gabaroff, Ulopie der Treue (Reinbek 1984) 43-60.
426 D. Mieth Continuidad y cambio de los valores 427

solidaridad. Se la desliga del objetivo de conseguir el mayor bienes- taciones de valor. Una fundamentación utilitarista de lo moralmen-
tar posible para el mayor número de personas, convirtiendo el ma- te recto hecha desde las ventajas y desventajas que se siguen en la
yor beneficio de los perjudicados en el criterio de una actuación acción presupone unas orientaciones, pero las infiere de la descrip-
auténticamente solidaria. Y esto plantea a la ética cristiana el desa- ción de aquello que es objeto de aceptación general. Esas orienta-
fío de no encomendar a la caridad las competencias propias de la ciones no llegan a prejuzgar el juicio moral. Habrá que demostrar
justicia. en cada caso concreto qué orientación es oportuna y merece ser
El término «necesidad» no expresa de manera suficiente la preferida. También en las fundamentaciones teleológico-racionales
cuestión del sentido. Se puede formular todavía como necesidad de los juicios morales la orientación es en principio premoral. Sólo
fundamental el deseo de experimentar que la vida tiene sentido, se da una orientación moral cuando se acepta como obligatoria una
pero con ello se supera ya la «orientación del tener» contenida en solución moral del problema.
el lenguaje de las necesidades. No obstante, nos pareció que con- En una metafísica especulativa del derecho natural, las orienta-
viene arrancar aquí de una puntualización sobre la teoría de la ne- ciones de valor se basan siempre en un enunciado ontológico que
cesidad, pues no es claro, ni mucho menos, que la posibilidad de obliga, por ejemplo, al hombre en virtud de la «natura humana».
satisfacción sea el criterio para designar algo como necesidad. En Las orientaciones de valor se presentan como desarrollos específi-
la Ilustración, la determinación autónoma del sentido de la vida cos de la naturaleza racional del hombre en la que los ámbitos se
sustituye en parte a la orientación dimanada de autoridades como desprenden de la necesidad de orden de la respectiva realidad (or-
las Iglesias y los Estados. Mientras que la respuesta a la pregunta den instintivo, orden social).
acerca del sentido se aleja más y más del mundo religioso para
En este orden de cosas se puede decir que las orientaciones
adentrarse en el mundo moral, ese mismo mundo religioso se en-
vinculantes son previamente dadas, empírica o especulativamente,
cuentra de nuevo bajo el signo de la libertad religiosa. La obliga-
y no que sean discutibles y, por consiguiente, necesiten una funda-
ción en lo moral y lo religioso se convierte en algo personal y libre,
mentación. Pero ¿cómo se pueden fundamentar por vía argumental
en lo que se introducen los datos previos de la propia biografía.
las orientaciones de valor? Se necesitan para ello diversos razona-
El mundo tardoburgués está dominado por ofertas de sentido mientos. Una primera argumentación puede arrancar de que es más
concurrentes que se proponen apoyar al individuo en su realización difícil captar las orientaciones radicales («valores fundamentales»)
religiosa y moral. Frente a esas ofertas, crece el ansia de autenti- en su contenido que en su significación formal. Si se habla de la
cidad en la experiencia, experiencia que deberá garantizar simul- dignidad humana, de la libertad, de la solidaridad y de la justicia,
táneamente el «lugar de la veneración» (Erich Fromm) y el lugar todas estas orientaciones coinciden en que representan condiciones
del compromiso personal en el mundo y en la sociedad (mística y para la posibilidad del poder ser moral. Como requisitos formales
política). El desafío que se plantea a una orientación de fe es el de de la actuación moral no definen problemas concretos, pero los in-
imponer la cuestión acerca de la «verdad» como discernimiento dican. Por eso se pueden considerar tales orientaciones formales
de los espíritus en la nueva ola de religiosidad y en las consiguien- como indicadores de problemas. Estas orientaciones se convertirán
tes orientaciones de valor sociales. en criterios materiales cuando hayan sido discutidos en la trama
de los problemas concretos, es decir, cuando se haya puesto en
III. FUNDAMENTACIÓN Y JERARQUIZACION
claro su competencia y se haya precisado su contenido partiendo
DE LAS ORIENTACIONES DE VALOR
del desafío histórico. La fundamentación de tales orientaciones
formales responde al proceso de la fundamentación trascendental
No todo método utilizado para fundamentar de manera sufi- en la filosofía. Se demostrará, por ejemplo, que sin la idea de jus-
ciente juicios morales arranca de una fundamentación de las orien- ticia no se podría ordenar la convivencia de los hombres en una
NUEVA ORIENTA CFON DE VALOR
Ensayo de sis tematización
Necesidades básicas experiencia de contraste
del hombre orientación tradición examen
(según S. Gasiet) hechos caracteres sociales (razón comunicativa)

necesidades fisiológicas justicia social virtudes cardinales: explotación del Tercer p. e.: afán de atesorar principios de justicia
fundamentales justicia Mundo, p. e.: des- necrofilia relación: justicia-libertad
cuestiones de supervi- igualdad de oportu-
vencia nidades, reparto del
f trabajo
autolimitación medida p. e.: economía de cre- orientación por el mer- p. e.: problema de economías
cimiento cado alternativas
consumismo
promoción de la vida (bio- prudencia ecología necrofilia p. e.: «toda alternativa a la
filia) antropotécnica técnica es una alternativa
ínstrumentalización técnica»
pregunta clave: ¿qué podrá
hacer el hombre?
capacidad para la paz valentía armamento agresión p. e.: integración de convic-
prejuicio ción y compromiso
necesidad (o derecho) ternura fidelidad — rigidez de la institución — mediación de autorrealiza-
de relaciones perso- «sensibilidad para la figu- derecho al matrimonio — más que «sexo» ción y comunión
nales ra del otro» ', — contra la orientación simbiótica (opresión — mediación de cercanía y
relación e inhabilitación) y contra la orientación dis- distancia
tante
necesidad de reconoci- principio de la persona fraternidad egoísmo envidia problema:
miento social solidaridad (cristianismo, Ilustración) egoísmo de grupo rivalidad todos simultáneamente y
subsidiariedad falso universalismo cada uno en especial; me-
diación de límites y aper-
> tura
veracidad integridad manipulación mentira problema:
(sinceridad, credibilidad) prestigio mediación de verdad y pro-
moción de la vida
necesidad de sentido esperanza virtudes «teológicas» falta de futuro p. e.: resignación relación prognosis esperanza
(orientación última) represión de la angus-
tia
amor autodisposición orientación simbiótica (cf. solidaridad)
i nstrumentalización orientación distante
430 D. Mieth Continuidad y cambio de los valores 431

justificación suficiente de la igualdad y de la desigualdad. Asimis- otras más: por ejemplo, la orientación que toma como referencia
mo, sin la idea de libertad no es posible delimitar la determinación la vitalidad de la vida misma, la cual conduce teológicamente a la
de las fuerzas heterónomas que impulsan al hombre. De igual ma- revelación de Dios como el que vive y a Cristo como la verdad
nera, sin la idea de solidaridad es imposible compensar la igualdad viva. Una orientación centrada en la «promoción de la vida» se
de oportunidades como garantía de la dignidad humana. Se po- presenta, pues, como condición para poder afrontar la tendencia
drían continuar estas argumentaciones: así, cuando la verdad no hacia lo no viviente, tendencia que transforma la vida en objetivi-
actúa como foco orientador resulta muy difícil hacer frente a la dad muerta. Con frecuencia se soluciona la cuestión de la jerarquía
manipulación de la comunicación humana. Sin duda, con esto no de las orientaciones fundamentales diciendo que tales orientaciones
se deciden todavía los conflictos morales ni los casos límite. son alternativamente superiores en cada uno de los diversos órde-
La fundamentación trascendental de los valores humanos bási- nes. Pero si esto es así, entonces no existe una jerarquía abstracta
cos se puede contemplar no sólo desde una perspectiva filosófica, de valores, sino que el contexto concreto decide en cada momento
sino también desde una perspectiva teológica. La libertad, por sobre el orden de preferencia. El grado de sentido que adjudique-
ejemplo, es no sólo una característica de la soberanía moral del mos a una orientación decide, además, la medida en que ésta pue-
sujeto, sino también una opción social a favor de la liberación de de integrar a otras orientaciones. El maestro Eckhart fundamentó
contextos estructurales en los que apenas se dan las condiciones teológicamente esta inclusión alternativa de orientaciones funda-
imprescindibles para que sea posible la libertad subjetiva. Sin em- mentales diciendo que una de éstas —contemplada en la plena
bargo, la idea de una libertad solidaria requiere la esperanza de su representación de la humanidad del hombre— deriva del reflejo
posibilidad. La fe en el Dios liberador constituye el fundamento de la bondad de Dios en el hombre n.
teológico de tal posibilidad10. En un raciocinio análogo se contem- Si se habla de Dios como amor, verdad, vida, justicia y libre
pla teológicamente al Dios que justifica como fundamento de la iniciativa, entonces las orientaciones humanas se integran en una
justicia humana ". Porque así como la fe cristiana trata de mostrar comunicación con Dios, que es el requisito indispensable para que
la comunicabilidad de la solidaridad y de la libertad en la actua- la humanidad del hombre pueda surgir en toda su validez.
ción de Dios, así también se afirma la comunicabilidad del amor y
A pesar de su validez formal, las orientaciones fundamentales
de la justicia en la doctrina de la redención del hombre. Aunque
del hombre tienen un contenido marcado de antemano y no sólo
teológicamente cada una de las consideraciones hechas aquí tiene
en el contexto teológico. De no ser así, habría que negar la corpo-
el carácter de fundamentación formal, alcanza simultáneamente una
ralidad e historicidad del hombre. Como ser racional, social y fini-
evidencia temática, pues la autocomunicación histórica de Dios en
to, el hombre existe en sus orientaciones de manera que al con-
la revelación no se queda en el mundo de las ideas, sino que
cepto formal responden unas representaciones materiales. Pero
vincula el contenido con la forma en la palabra encarnada.
¿cuál es la correcta correspondencia? Determinar adecuadamente
La fundamentación formal de unas orientaciones básicas no el contenido de las orientaciones fundamentales es una tarea que
desemboca simplemente en un sistema de valores jerarquizado, compete al discurso racional, así como a los presupuestos y condi-
pero sí es necesario explicar que las orientaciones indicadas como cionantes de la historia y de la sociedad. Y para ese discurso racio-
valores fundamentales son condiciones de posibilidad de la actua- nal o para la fundamentación comunicativa de unas orientaciones
ción moral. Y esto incluye no sólo las orientaciones señaladas, sino materiales hay que establecer unos presupuestos cuasi trascenden-
10
Cf. H. Krings, art. Gott, en Handbuch philosophischer Grundbegriffe,
12
vol. 3 (Munich 1973) 629-641. Cf. D. Mieth, Die theologische Transposition der Tugendlehre bei
11
Cf. D. Mieth, Rechtfertigung und Gerechtigkeit: La Justice-Gerechtig- Meister Eckhart, en K. Ruh (ed), Abendlandische Mystik im Mittelalter
keit (Défis et Dialogues 1) (Friburgo/Suiza 1977) 64-89. (Stuttgart 1986) 63-79.
432 D. Mieth

tales 1 3 , pues también aquí debemos inquirir sobre la condición que VIRTUDES PERENNES Y VIRTUDES CONTINGENTES:
hace posible el discurso. La posibilidad concreta de unlversalizar
SABIDURÍA PRACTICA, FORTALEZA Y TEMPLANZA
los contenidos morales tiene que ver con los requisitos del reco-
nocimiento mutuo de los interlocutores y con la existencia de una
situación que reduzca lo más posible el dominio. Se puede hacer
valer en este discurso la continuidad de las orientaciones, la llama-
da actitud «conservadora del valor». Gracias a la simultaneidad de «Los tiempos nuevos plantean nuevas exigencias — con el tiempo,
lo n o simultáneo en la historia, una posición conservadora puede lo que era bueno ya no sirve», dice el himno, y no podemos negar que
descubrir toda una serie de posibilidades críticas del hombre re- tiene razón, al menos a veces. Las ideas de nuestros abuelos sobre la
vida decente nos resultan chocantes, incluso sucias o perversas, mien-
curriendo a tradiciones que tienen un injustificado estatuto mino-
tras que los ideales morales de las generaciones más remotas nos pare-
ritario. También se pueden hacer valer en este discurso las expe-
cen muchas veces incomprensibles, a menos que hagamos un conside-
riencias de contraste de los afectados, las cuales han permitido rable esfuerzo de reconstrucción cargado de comprensión. Por otra
nuevos estilos de vida, de orientación y de comportamiento. parte, las ideas aceptadas sobre la virtud sufren hoy un fuerte desafío
El segundo cuadro sinóptico pretende mostrar el proceso siste- por parte de quienes se sienten al margen de lo que se considera nor-
mático de fundamentación, si bien en este contexto no es posible mal en la vida pública, sobre la base de que esas ideas sirven para jus-
aludir a la coherencia de cada una de las conclusiones. D e esta tificar o reforzar tal exclusión.
tarea se ocupan otros trabajos de este número de «Concilium». Los últimos trabajos sobre las virtudes sugieren que estas alteracio-
nes de nuestras ideas sobre lo que antes se consideraba bueno tienen
D. MIETH
sus raíces en algo más fundamental que el cambio de las normas mora-
[Traducción: A. MARTÍNEZ DE LAPERA] les. En efecto, es muy frecuente que las virtudes estimadas por una
sociedad tengan su contexto y sus objetivos en la vida social de esa so-
ciedad '. Aparte de otros fines a los que puedan servir, las virtudes
capacitan a quienes las poseen para actuar conforme a las convenciones
de su sociedad y de acuerdo con el papel que se les ha asignado dentro
de esa misma sociedad. En consecuencia, conforme cambian las formas
institucionales, las virtudes que informaban aquellas formas pierden su
razón de ser y el estilo de vida que sustentaban se vuelve irrelevante
o incluso ininteligible para nosotros. Ya no podemos admirar las virtu-
des de los viejos sirvientes de la familia, al menos en los Estados Uni-
dos, porque esa función ya no existe, excepto en un segmento muy
reducido de la sociedad. Paralelamente, es posible rechazar un ideal
moral sobre la base de que la virtud de que se trate en tal caso con-
creto prepara a las personas para participar en un estilo de vida que,
si bien no ha caducado aún, entendemos que debería anularse lo más
rápidamente posible. Durante el movimiento de los derechos civiles, el
ideal del hombre de color respetable, así como las virtudes que se le
asociaban, fueron enérgicamente rechazados por muchos negros, al en-
tender que tendían a perpetuar el sistema discriminatorio contra el que

" Cf. W. Oelmüller (ed), Transzendentalphilosophische Normenbegründun- 1


Cf. A. Maclntyre, After Virtue (Notre Dame 1984) 181-225; J. Wallace,
gen (Paderbom 1978).
Virtues and Vices (Ithaca 1978).
28
434 ]. Porter Virtudes perennes y virtudes contingentes 435

luchaban. Más recientemente, el movimiento feminista ha puesto en tela con mayor facilidad que quien carece de esas cualidades. Además, esa
de juicio muchas virtudes e ideales femeninos —la ingenua inocente, conexión entre las tres virtudes citadas y nuestra capacidad de acción
la esposa satisfecha, la secretaria leal— por los mismos motivos. tiene sus raíces en determinadas realidades de nuestra psicología co-
Es interesante advertir que las mismas observaciones podríamos mún, no en las peculiaridades de una sociedad determinada.
formular acerca de ciertos vicios. Por ejemplo, la escrupulosidad sólo
Antes de seguir adelante, he de aclarar algunas de mis observacio-
puede desarrollarse en una situación en que se exija una minuciosa
nes. Lo que trato de decir es que la lista tradicional de las virtudes,
sujeción a las normas, y como tal es característica de judíos y católicos,
que se puede remontar hasta Aristóteles, identifica ciertamente unas
pero no es un vicio que abunde entre los protestantes. Desde el mo-
virtudes perennes, en el sentido que más adelante se explicará. Pero
mento en que la práctica del sacramento de la penitencia tiende a insis-
mis argumentos al efecto no se basan en el análisis aristotélico de esas
tir menos en la confesión de los pecados por especie y número, es de
virtudes ni habrán de entenderse como una exégesis de sus observacio-
esperar que disminuya la escrupulosidad entre los católicos. Por otra
nes, aunque no dejaré de apoyarme en sus ideas para determinados as-
parte, del mismo modo que es posible rechazar los ideales de la virtud
pectos.
junto con las instituciones a las que sirven de apoyo, también es posi-
ble que los vicios de una época anterior resulten ahora recomendables
en nombre de las nuevas formas de compartir la existencia. Por ejem- I. SABIDURÍA PRACTICA
plo, el cambio dramático en cuanto al grado de experiencia sexual que
se espera de una mujer soltera en algunos sectores de la sociedad ame- La prudencia, que tradicionalmente ocupa el puesto de la sabiduría
ricana —desde nada hasta mucho— podría relacionarse, al menos en práctica en la enumeración de las virtudes cardinales, se suele definir
parte, con las demandas de una mayor libertad social para las mujeres como la capacidad para discernir cuáles son los mejores medios para
en todos los aspectos de la vida. alcanzar los fines morales honestos que se ha propuesto el individuo.
Pero, aparte de la mutabilidad de nuestras valoraciones de lo que Está claro que tal capacidad resulta deseable en toda sociedad, pero
en otros tiempos se consideraban vicios y virtudes, parece que hay cier- esto apenas nos dice nada que resulte realmente esclarecedor.
tas virtudes eternas que son tenidas por tales en todas las generaciones Sin embargo, un análisis de las observaciones dispersas de Aristó-
y en todas las culturas. Las virtudes cardinales de Aristóteles —pruden- teles acerca de la prudencia y (su equivalente) la recta razón nos indica
cia, fortaleza, templanza y justicia— son ejemplo sobresaliente de unas que su idea de la sabiduría práctica va más allá del concepto tradicio-
virtudes consideradas perennes y a la vez vigentes en toda época. ¿Será nal de la prudencia 3. Desde su perspectiva, la sabiduría práctica es uno
errónea esta impresión, debida quizá al prestigio clásico que posee esta de los componentes obligados del desarrollo de la personalidad humana,
lista en nuestra cultura? Y si no es así, ¿cómo explicar la vigencia de lo que significa que se trata de un componente esencial de la actividad
estas virtudes y qué alcance tiene el hecho para nuestra vida moral? sana y autosuficiente en consonancia con la capacidad netamente huma-
En este trabajo me propongo demostrar que tres de esas virtudes na de razonar (Ética a Nicómaco, 1106 a 10-25; cf. 1098 a 1-20). De
son ciertamente perennes, en el sentido de que son rasgos deseables de hecho, no se trata de otra cosa que de la capacidad de desarrollar una
toda personalidad en cualquier ambiente cultural. La justicia, conside-
3
rada como virtud, resulta problemática, y ello por razones que no po- En mi interpretación del concepto aristotélico de sabiduría práctica han
demos discutir aquí 2 . Las otras tres virtudes son perennes porque se influido especialmente D. Charles, Aristotle's Philosophy of Action (Ithaca
relacionan íntegramente con la capacidad humana para mantener un 1984); J. Cooper, Reason and Human Good in Aristotle (Cambridge, Ma.
determinado modo de actuar basado en unos principios, en unos idea- 1975); W. W. Fortenbaugh, Aristotle on Emotion (Londres 1975); A. Ken-
ny, Aristotle's Theory of the Will (New Haven 1979); R. Sorabji, Aristotle
les, planes y objetivos dominantes. El individuo dotado de prudencia,
on the Role of Intellect on "Virtue, en A. Rorty, op. cit., 201-220; id., Neces-
fortaleza y templanza es capaz de mantener una actividad consecuente sity, cause and Blame: Perspectives on Aristotle's Theory (Ithaca 1980). Aris-
tóteles estudia por extenso la sabiduría práctica en Ética a Nicómaco, Bk IV,
2
Buen resumen de los problemas implicados en B. Williams, Justice as Ética... 1040 a 20-1145 a 14; cf. también su análisis de la fortaleza y la tem-
a Virtue, en A. Rorty (ed), Essays on Aristotle's Ethics (Berkeley 1980) planza en Ética... 1115 a 5-1119 b 19, y de la continencia y la incontinencia
189-200. en Ética... 1145 a 15-1152 a 35.
436 J. Porter Virtudes perennes y virtudes contingentes 437

actividad constante de acuerdo con las convicciones, planes, ideales y y a la vez desborda la mera capacidad de actuar. Quizá convenga ma-
compromisos asumidos por la persona. En tal sentido, no es equipara- tizar esta distinción.
ble al conocimiento de lo que es moralmente bueno. No está claro que, ¿A qué nos referimos al decir que alguien actúa? Esta cuestión ha
en el sentir de Aristóteles, la sabiduría práctica haya de incluir necesa- sido muy discutida, pero hay amplio acuerdo acerca de ciertos elemen-
riamente el conocimiento de lo que es bueno para la persona humana, tos que debe recoger la respuesta 6 . Hablando en general, una acción,
si bien afirma explícitamente que la sabiduría práctica y la contempla- en cuanto que se distingue del mero movimiento corporal, debe tener
ción son dos fines distintos de la existencia humana (Ética... 1178 a 15- una intencionalidad, en el sentido de que el agente ha de dirigir su
25). En cualquier caso, su concepto de sabiduría práctica como capacidad actividad a la consecución de un resultado previamente fijado. De ahí
para desarrollar una acción mantenida puede desvincularse de cualquier que, en orden a explicar un suceso como acción, sea necesario referirse
afirmación acerca de los tipos de actividad que deben desarrollar las a los motivos que ha tenido el agente para actuar y no (o no sólo) a
personas 4 . la cadena de causas que han producido el suceso.
En la perspectiva de Aristóteles, el hombre dotado de sabiduría Nótese que, de acuerdo con estos criterios, las acciones del hombre
práctica (que, dicho sea de paso, es siempre el varón) se caracteriza incontinente de Aristóteles son genuinamente humanas, exactamente
por su capacidad para reconocer el bien y para actuar consecuentemente igual que las del hombre dotado de sabiduría práctica, aunque éstas se
con lo que percibe en cualquier situación. No experimenta ningún des- diferencian de las primeras por las razones que impulsan cada uno de
acuerdo entre sus inclinaciones afectivas y sus convicciones razonadas; los actos. Las razones del hombre incontinente están basadas en los
quiere hacer lo que entiende que debe hacer, y actuar de manera dis- temores y deseos generados por su situación inmediata. Las acciones de
tinta no le causaría placer alguno 5 . De ahí que, como agente, sea auto- la persona dotada de sabiduría práctica se diferencian en que brotan
suficiente y completo, en el sentido de que no precisa de unos controles de un conjunto de convicciones, planes, ideales y compromisos razona-
externos que le guíen o le obliguen a actuar conforme a un plan racio- dos, incluidas las actitudes del agente con respecto a sus propios de-
nal de vida (en contraste con las mujeres, los niños y los esclavos; seos y temores. De ahí que el hombre dotado de sabiduría práctica sea
cf. Política, 1260 a 10-20). Sus actividades son permanentes, es decir, capaz de mantener un curso consecuente de acción —por ejemplo, el
estables, en el sentido de que su búsqueda de unos objetivos racional- perfeccionamiento de sus habilidades musicales o el mantenimiento de
mente elegidos no puede ser estorbada por sus propios temores o de- su matrimonio— incluso en aquellas situaciones en que le resultaría
seos (en contraste con el hombre incontinente) ni cabe la posibilidad tentador dar una orientación distinta a sus acciones. Correlativamente,
de que esos impulsos puedan hacer nunca que sus actividades manteni- comparado con el hombre incontinente, el dotado de sabiduría práctica
das resulten difíciles o ingratas (en contraste con el hombre continente). actúa por razones que le pertenecen en el más pleno sentido, es decir,
Dicho brevemente, el hombre dotado de sabiduría práctica funciona que representan el mismo haz de convicciones estables, etc., que le
perfectamente, es decir, que se desarrolla como tal hombre, considerado dan contenido y estabilidad como individuo y como persona 7.
precisamente como un ser capaz de dirigir sus propias actividades de Ciertamente, Aristóteles tiene razón al asumir que la sabiduría prác-
acuerdo con sus convicciones razonadas. tica, entendida de este modo, es condición universalmente necesaria
Lo que retrata Aristóteles a través de este concepto es la capacidad para el desarrollo humano. (Sin embargo, las razones que me mueven
humana para mantener un curso constante de actividad frente a las a formular esta afirmación no son precisamente las de Aristóteles, aun-
motivaciones y los impulsos conflictivos. Pero esta capacidad presupone que él tampoco las rechazaría por no ser contrarias a su modo de en-
tender la vida moral.) En primer lugar, se trata precisamente de que
4
Doy por supuesto que la sabiduría práctica, la fortaleza y la templanza muchos de los bienes que enriquecen la vida sólo pueden conseguirse
son buenas en sí mismas, independientemente de los fines a los que sirvan mediante una actividad constante y concorde con una política fija apli-
en cada caso concreto, y por ello rechazo la tesis tradicional de que la virtud cada a la propia existencia. Toda habilidad que implique una práctica
genuina lo es únicamente cuando se orienta hacia unos fines moralmente bue-
nos. El objeto de este trabajo, sin embargo, no me permite entrar en tan
6
debatida cuestión. Cf. un buen análisis de las cuestiones implicadas en R. Taylor, Action
5
Estoy en deuda con D. Charles, op. cit., Í13-V4, por plantear la cues- and Parpóse (New Jersey 1966) 40-98.
7
tión de este modo. Cf. M. Hollis, Models of Man (Cambridge 1977) 87-106.
438 ]. Porter Virtudes perennes y virtudes contingentes 439

reiterada, el éxito en las empresas arriesgadas y el mantenimiento de quien las posee para actuar de acuerdo con sus planes preestablecidos,
unas relaciones humanas a lo largo de un período dilatado de tiempo por encima de las circunstancias que normalmente impulsan a las per-
son ejemplos de actividades mantenidas que requieren algún grado de sonas a actuar por miedo o por deseo. En cuanto tales, están íntegra-
sabiduría práctica. mente conectadas con la sabiduría práctica, de modo que quien carece
En segundo lugar, la existencia misma de una institución duradera de fortaleza o de templanza tampoco puede actuar con sabiduría prác-
presupone que esté sostenida por al menos algunos individuos que tica. Y en la medida en que la sabiduría práctica es una cualidad um-
actúen en su seno a impulsos de una sabiduría práctica. Se trata cierta- versalmente deseable, también lo son la fortaleza y la templanza.
mente de algo que no resulta de por sí evidente. ¿Cabe imaginar una Por supuesto, aún nos queda algo que decir. En efecto, aunque ana-
institución en que cada uno de sus miembros desempeñe rutinariamente licemos las nociones de fortaleza y templanza, lo cierto es que toda
el cometido asignado sin ninguna innovación, reflexión o planificación sociedad posee ya unos modelos convencionales de estas virtudes.
a largo plazo? No, ciertamente, a pesar de que cabría imaginarlo, ya ¿Cabe, en consecuencia, hablar de estas virtudes como si fuesen peren-
que las instituciones, en su mayor parte, suelen incluir ciertas funcio- nes en algún sentido?
nes en que ese funcionamiento mecánico podría resultar apropiado e in- Ciertamente, podemos hacerlo. Éste es el argumento del párrafo si-
cluso necesario y, con todo, se podría replicar que incluso la actividad guiente. Pero antes de proceder a desarrollarlo hemos de formular una
mecánica requiere un mínimo de sabiduría práctica para que pueda observación.
mantenerse a lo largo del tiempo. Lo cierto es que ninguna institución
puede prolongar su existencia por mucho tiempo sobre la base única- II. FORTALEZA Y TEMPLANZA
mente de un cumplimiento mecánico de las funciones que incluye. Toda
institución viable incluye necesariamente algunas funciones que los indi- Ya hemos observado que el individuo dotado de fortaleza y tem-
viduos han de interiorizar, haciendo que el cumplimiento de sus funcio- planza goza de la capacidad de llevar adelante sus planes preestableci-
nes entre a formar parte de sus planes de vida. Sólo así puede una dos sin que puedan desviarle el miedo o el placer. De estas dos virtu-
institución contar con la flexibilidad necesaria para mantenerse a lo des, la fortaleza es conceptualmente la más definida; su campo de
largo del tiempo. Quienes no sean capaces de otra cosa que de un des- operaciones, por así decirlo, se circunscribe al temor y su vicio más
arrollo mecánico de las funciones que les han sido asignadas no podrán netamente opuesto es la cobardía. La templanza, por otra parte, incide
responder ante las situaciones imprevistas de manera adecuada y en en todos los placeres humanos naturales; se opone específicamente a
consonancia con las funciones asignadas. Pero quien ha hecho cosa suya tres vicios al menos: la gula, la ebriedad y la falta de castidad.
el cumplimiento de su función y, consecuentemente, ha captado su ver- Estamos ya suficientemente familiarizados con la idea de que, en la
dadero sentido, es capaz de poner en juego el principio subyacente a la práctica, los niveles de la fortaleza y de la templanza están necesaria-
función ante las situaciones imprevistas, adaptando por tanto la fun- mente condicionados por las circunstancias. El desayuno de una perso-
ción, y la institución, a las nuevas situaciones. na normal puede ser una debilidad ruinosa para un diabético; no po-
Ya hemos advertido que muchas virtudes tienen sentido en la vida demos acusar de cobardía al soldado que echa a correr ante el enemigo
institucional, que además ayudan a sostener. Lo mismo podemos decir, si se le ha ordenado la retirada. Un segundo y más interesante elemen-
en cierto sentido, de la sabiduría práctica, con la salvedad de que esta to de relatividad en cuanto a los niveles de estas dos virtudes tiene que
virtud no adquiere su sentido a partir de una institución en concreto ver con la relación existente entre ellas y la persona que las posee.
ni tiene en ésta su contexto total. Más bien diríamos que la existencia Puesto que la fortaleza y la templanza capacitan a quien las posee para
de cualquier institución la presupone. Y lo mismo se puede afirmar de mantener el curso de la acción que se ha propuesto frente (al menos
sus virtudes concomitantes, la fortaleza y la templanza. potencialmente) a unos temores y deseos conflictivos, es evidente que
Las virtudes combativas 8 , la fortaleza y la templanza, sólo pueden los niveles concretos de estas virtudes variarán conforme varíen el tem-
ser plenamente entendidas en el contexto de su relación con la sabidu- peramento y las inclinaciones personales del individuo en cuestión. Este
ría práctica. Estas virtudes son cualidades del carácter que capacitan a elemento de relatividad podría no darse o ser menos importante de lo
que es si los individuos llegaran a poseer normalmente el equilibrio
8 perfecto entre sus dosis de fortaleza y templanza, que les haría ya inne-
Tomo también esta expresión de Charles, op, cit.
440 J. Porter Virtudes perennes y virtudes contingentes 441

cesario vigilar sus impulsos conflictivos. Pero tal como suele suceder de nuestro ambiente, y consiste en que hemos de ser capaces de recons-
en casi todos los casos, los niveles de estas virtudes combativas refle- truir con un sentimiento de comprensión los esquemas de la sociedad
jarán inevitablemente un alto grado de variabilidad individual. Ciertas en cuestión, lo cual, a su vez, exige una reconstrucción de las prácticas,
debilidades que podrían descarriar a un individuo especialmente incli- los ideales y las dificultades que han configurado los niveles de forta-
nado a determinados placeres no tendrían importancia alguna para leza y templanza en la sociedad en cuestión. Tampoco cabe duda de
quien se siente menos atraído por ellos, mientras que una persona mie- que podemos llevar a cabo una reconstrucción de este tipo, al menos
dosa sufrirá por una pérdida de confianza o por un acto de cobardía parcial, aunque a veces resulte ser una tarea formidable. De nuestra
más que otra que de ordinario se comporta valerosamente. capacidad para esta tarea dependerán nuestras posibilidades para com-
La doble relatividad de las virtudes combativas explica el hecho de prender la literatura y la historia de cada época y de cada sociedad dis-
que no podamos correlacionar unas acciones concretas con la fortaleza tintas de la nuestra.
y la templanza sin antes averiguar algo acerca de las circunstancias y No tenemos que ir muy lejos en busca de ejemplos de situaciones
las personas a quienes atribuimos aquellas acciones. ¿Se sigue de ahí que reclaman este tipo de reconstrucción; la Biblia está llena de ellos.
que no podemos reconocer la fortaleza y la templanza cuando las ve- Tómese, por ejemplo, la extraña historia de Judá y Tamar en Gn 38.
mos en acción? No, pues si bien no siempre podemos identificar una En este pasaje leemos que Tamar era dos veces nuera de Judá, por
acción concreta como alentada por el vicio o la virtud correspondientes, haberse casado con dos hermanos que murieron sin sucesión. Judá le
e incluso cuando podemos hacerlo, esa identificación será inevitable- promete darle por esposo su tercer hijo cuando sea mayor. Pero Tamar
mente más o menos aproximativa. A pesar de todo, podemos reconocer no le cree y, con engaño, mantiene con él relaciones sexuales, presen-
la fortaleza y la templanza, así como sus contrarios, en nosotros mis- tándosele como una prostituta anónima. Cuando se sabe que está em-
mos y en los demás, con suficiente claridad la mayor parte de las veces, barazada, Judá está a punto de mandar quemarla por adúltera (pues
al menos en la medida necesaria para la vida cotidiana. A través de está legalmente prometida a su tercer hijo), pero la mujer presenta
nuestro conocimiento de los datos de la existencia humana, junto con pruebas de que el mismo Judá es padre de la criatura. Entonces, en
cuanto sabemos acerca de una situación concreta, estamos en condicio- lugar de hacer que sea quemada, declara: «Ella es inocente y yo no»
nes de reconstruir los contextos con garantías bastantes para determi- (Gn 38,26). Para los modernos puede que la exoneración de Tamar
nar lo que en tal situación haría una persona dotada de suficiente for- parezca más perversa que su propio incesto y sus engaños. Pero una
taleza o templanza. Y si además conocemos satisfactoriamente el carác- vez que averiguamos la institución del matrimonio en virtud de la ley
ter de la persona, por trato directo o por referencias, estaremos muchas del levirato (cf. Dt 25,5-10), estamos en condiciones de entender la
veces en condiciones de formular juicios muy afinados acerca del grado declaración de la inocencia en boca de Judá y su autoinculpación. Su
de fortaleza o templanza que demostró poseer en determinada ocasión primer hijo tenía derecho a que su hermano le engendrara un hijo en
en la que esa persona hubo de actuar, como venimos diciendo. Nunca su viuda, un hijo que sería considerado del difunto para perpetuar su
serán infalibles los juicios de este tipo, que se resistirán tercamente a linaje. La conducta de Tamar resulta perfectamente comprensible como
una descripción sistemática. Con todo, constituyen una parte indispen- un intento de asegurar los derechos de su esposo muerto, y también
sable del repertorio de habilidades que hemos de ejercer en la vida nos resulta comprensible que Judá la exonerase de la acusación de
cotidiana. adulterio e incluso elogiara su conducta.
Es importante no perder de vista esta realidad a la hora de inter- Se podría objetar que, si bien somos capaces de asimilar la recons-
pretar el hecho indudable de que las virtudes combativas poseen unos trucción de unas sociedades que forman parte de nuestra propia heren-
elementos convencionales en toda cultura. En efecto, aunque estos nive- cia cultural o que comparten con nosotros de algún modo esa herencia,
les son convencionales hasta cierto punto, no deja de ser cierto que también cabe imaginar que en un determinado momento nos encontre-
podemos valorar y de hecho valoramos las acciones como fruto de la mos ante una sociedad que no tenga ningún contacto o lo tenga sólo
fortaleza o de la templanza, aunque hayan sido realizadas conforme a muy escaso con la nuestra, cuyos modelos de fortaleza o templanza nos
unos niveles de virtud distintos de los nuestros. Para ello, tan sólo resulten absolutamente incomprensibles. A esto respondo que tal posi-
tenemos que añadir otro elemento a nuestro repertorio de criterios bilidad, en la situación actual, resulta literalmente inconcebible. Sean
para valorar las acciones brotadas de la fortaleza o la templanza dentro cuales fueren los modelos de fortaleza y templanza vigentes en una so-
442 J. Porter Virtudes perennes y virtudes contingentes 443

ciedad dada, servirán necesariamente para regular las emociones más para fomentar el desorden social y alentar, especialmente a los jóvenes,
fundamentales del animal humano, el temor y el deseo. Eso es lo que a adoptar unas normas personales que no aseguran el control mínimo
entendemos por fortaleza y templanza; nada nos autorizaría a hablar necesario para desarrollar unas actividades continuadas. (Es interesante
de unos modelos que no tuvieran nada que ver con el temor y el deseo notar que estos dos tipos de crítica se han formulado contra la moral
como referencias de estas virtudes. Y a fin de moderar el temor y el sexual occidental en este siglo.) Pero en cualquier caso, la base para
deseo, los modelos de estas virtudes han de hacer alguna referencia a valorar y corregir las formas convencionales de estas virtudes ha sido
las situaciones en que normalmente surgen esas emociones. A la vez, su conexión intrínseca con las condiciones requeridas para mantener un
esas situaciones vendrán determinadas, al menos en parte, por las rea- curso de acción determinado.
lidades biológicas de la vida humana: amenazas de peligro por una Cuando los individuos desafían por su cuenta las normas recibidas
parte y, por otra, los apetitos de comer, beber y copular. Estas cons- aquí y ahora, su comportamiento puede ser reprobado por excéntrico o
tantes, cuya realidad todos conocemos por experiencia, nos ofrecen una defendido por tratarse de un testimonio profético. Pero cuando un nú-
base para reconocer y evaluar los niveles de fortaleza y templanza de mero significativo de personas cuestiona estas normas, es que se está
cualquier sociedad extraña a nosotros e incluso nos permiten juzgar las produciendo una revolución cultural. En este sentido, las virtudes pe-
acciones de los miembros de esa sociedad conforme a sus propias rennes son no sólo perennes, sino algo que es preciso descubrir y defi-
normas. nir de nuevo en tiempos de cambio social.
Dicho brevemente, las exigencias de fortaleza y templanza nunca J. PORTER
pueden ser del todo convencionales. En toda sociedad se formulan por [Traducción: J. VALIENTE MALLA]
referencia a ciertas constantes de la naturaleza humana. Por otra parte,
desde el punto de vista del individuo, tampoco pueden ser asumidas
de modo totalmente convencional. La persona que se limita a mimeti-
zar las convenciones relacionadas con la templanza y la fortaleza es
que no posee realmente esas virtudes, ya que no las ha adaptado a su
temperamento y a sus necesidades. De ahí que el individuo docto en
moral, a diferencia de la persona que posee la genuina sabiduría prác-
tica (por decirlo con palabras de Aristóteles), corra peligro de caer en
una conducta incontinente cuando se encuentra en una situación para
la que no tiene respuestas radicalmente asumidas.
El hecho es significativo, pues nos ofrece una base para valorar las
normas de fortaleza y templanza realmente asumidas tanto por el indi-
viduo como por la sociedad en conjunto. Una vez que han sido inte-
riorizadas estas virtudes y cuando el individuo está convencido de su
valor, por decirlo así, estará en condiciones de ajustar las normas reci-
bidas de modo que respondan mejor a su propia situación. También
puede ocurrir que elija desafiar frontalmente esas normas, cuando le
parezcan insustanciales o incluso contrarias a sus intereses. En otras
palabras: la dimensión de perennidad que poseen estas virtudes puede
servir de base para criticar sus versiones convencionales en una deter-
minada sociedad. Las críticas de este tipo parecen agruparse en dos
grandes capítulos: las normas convencionales sobre fortaleza y templan-
za pueden ser atacadas por resultar innecesariamente estrictas, con lo
que obligan a las personas a elegir entre la hipocresía y la anomía, o,
a la inversa, pueden ser consideradas tan indulgentes que sólo sirven
NARRACIÓN Y DINÁMICA SOCIAL DE LA VIRTUD
EL CRISTIANISMO
Y LAS G R A N D E S R E L I G I O N E S

En los artículos precedentes de este número de «Concilium» ha


En 1982 —años antes de la reunión de Asís en torno a quedado establecido el hecho de que los conceptos de valor y virtud
Juan Pablo I I — se desarrolló en la Universidad de Tu- son cambiantes. Se han abordado además ciertas cuestiones referentes
a este fenómeno. El presente trabajo parte de esa base y se propone
binga un curso de conferencias, seguidas de su correspon- explorar ciertos aspectos de las transformaciones actuales, a fin de ana-
diente discusión, sobre el necesario diálogo entre cristia- lizar la cuestión normativa capital que se plantea una vez admitida la
nismo e islam, cristianismo e hinduismo, cristianismo y historicidad de valores y virtudes. Se trata, en concreto, de averiguar
budismo, las tres religiones con mayoría de adeptos en el los cambios que debería impulsar el cristianismo o, dicho de otro
universo religioso. De ese curso, convocado y dirigido por modo, la configuración de los valores y las virtudes que hoy sería más
de desear en nuestro mundo, así como la forma en que hemos de con-
Küng, surgió este espléndido e inquietante libro que aho-
tribuir al desarrollo de ese proceso de transformación de unas nociones
ra ofrecemos. inadecuadas acerca del valor y la virtud en respuesta a las exigencias
del Reino 1. Pero antes de resolver las cuestiones normativas es pre-
La parte más amplia del mismo la constituye la «res-
ciso entender la relación existente entre la «virtud» y los individuos
puesta cristiana», que cierra todas las intervenciones de que integran la sociedad y también entre aquélla y la sociedad que
sus tres colaboradores, especialistas en las tres grandes re- configura a los individuos.
ligiones que, por el número de sus seguidores, se denomi-
nan también «religiones universales».
I. CARÁCTER HISTÓRICO, SOCIAL Y «NARRATIVO» DE LA VIRTUD

«Unos me echarán en cara —advierte Küng—


En épocas pasadas, las cuestiones referentes a la virtud personal
que mis respuestas son demasiado cristianas; solían plantearse al margen de los temas de la ética social. Pero los
otros, en cambio, que no lo son suficiente- estudios sobre la cultura sugieren que la virtud es un fenómeno ínti-
mente...» mamente ligado a lo social, ya que los grupos de todo tipo se distin-
guen precisamente por los rasgos e inclinaciones que tratan de fomen-
1
El uso de la palabra «Reino» me plantea un problema ilustrativo de la
necesidad de un cambio. Este término implica una metáfora bíblica que, para
la mayor parte de los cristianos, evoca unas asociaciones positivas con una
situación ideal en que las valoraciones de Dios rigen la existencia. La metá-
fora habla de verdad, amor, justicia y paz. Pero este término tiene a la vez
graves connotaciones negativas. En particular, va asociado a la dominación
masculina (un rey es por definición un varón) y a la violencia y el militaris-
mo que implicaban en el pasado la instauración y el mantenimiento de la so-
beranía. Hoy son muchos los que prefieren hablar de «comunidad», de «cam-
EDICIONES CRISTIANDAD po» de Dios y evitar así las imágenes asociadas al «reino». Este cambio re-
sulta difícil de llevar a cabo, pero no carece de antecedentes en una tradición
viva. La discusión de estos temas entre los creyentes constituye, por otra
parte, una buena ocasión para su mejor desarrollo.
446 A. Patrick Narración y dinámica de la virtud 447

tar en sus miembros. Una teoría adecuada de la virtud, por consiguien- relaciones sociales. La personalidad se estructura según los valores im-
te, habrá de reconocer no sólo su historicidad, sino también su carácter bricados en los modelos lingüísticos y míticos de la cultura o culturas
social. Ello implica admitir que el contexto social del agente determina en que cada cual tiene sus raíces. Ciertas narraciones contribuyen mar-
en cierta medida los ideales de la personalidad que cada hombre o mu- cadamente a esta estructuración de la personalidad porque expresan la
jer tratará de desarrollar. Las sociedades fomentan determinados ideales visión del mundo y el ethos del grupo de tal modo que son capaces de
recurriendo a leyes, premios y castigos, ritos y plegarias y, por encima provocar emociones, comprometer las ideas y despertar la imaginación.
de todo, narraciones. Mitos, leyendas, historias, biografías, fábulas, dra- Es una forma eficaz de transmitir el mensaje acerca de lo que se con-
mas y otras obras de ficción transmiten claros mensajes acerca del tipo sidera valioso y la forma de establecer prioridades entre los distintos
de personalidad que se valora o se desprecia. Independientemente de valores.
que cada individuo en concreto incorpore los rasgos que valora el gru- Entre los moralistas cristianos contemporáneos, Stanley Hauerwas
po, todos los miembros de una sociedad interiorizan los valores conte- se caracteriza por su insistencia en las dimensiones históricas y sociales
nidos en los mitos culturales y juzgan su propia valía a la luz de esas de la virtud y por la atención que presta al papel de la narración en la
normas comunes. La narración, por consiguiente, desempeña un papel configuración tanto de las comunidades como de las personalidades in-
educativo clave comunicando y reforzando los valores y virtudes esti- dividuales. Sus trabajos van mucho más allá de las viejas tendencias
mados por una determinada cultura. Por otra parte, la narración sirve que separan entre el tratamiento de la virtud personal y los análisis
asimismo para criticar los conceptos de valor y virtud que en un deter- de la ética social. Su postura se resume en esta afirmación: «Nuestra
minado momento gozaron de estima en una sociedad, pero que luego capacidad para ser virtuosos depende de la existencia de unas comuni-
se consideran ambiguos. La función crítica de la narración, de hecho, dades formadas por unas narraciones fieles al carácter de la realidad» 3 .
es parte importante de la dinámica de cambio que afecta al valor y a Hauerwas insiste en la función primaria de la narración en relación
la virtud. con los valores y las virtudes, concretamente con su papel en la formu-
Al describir la función formativa de la narración no pretendo suge- lación de las comunidades y las personas. Pero la norma de adecuación
rir que todo agente, dentro de una determinada sociedad, adopte un a la realidad que prima en su teoría sugiere la importancia de la fun-
conjunto uniforme de ideales, pues sobre todo en las modernas culturas ción secundaria de la narración, consistente en corregir las limitaciones
pluralistas las opciones a favor de diferentes valores mantienen una de los mitos operativos al criticar los ideales inadecuados para la for-
fuerte competencia entre sí con vistas a su adopción por los individuos, mación del carácter. Recientemente ha combinado John Barbour las
de modo que los agentes han de elegir entre esa pluralidad y trazarse ideas de Hauerwas y del investigador clásico James Redfield con sus
sus propios paradigmas valorativos. Como consecuencia, los ideales que propias investigaciones literarias para analizar el papel que desempeña
configuran la personalidad varían entre los distintos miembros de la la tragedia y, en época moderna, las novelas trágicas en la crítica de
sociedad. Pero el elemento de decisión dista mucho de ser autónomo, los ideales de virtud dominantes. En esas obras se refleja el costo hu-
ya que las realidades sociales influyen fuertemente en los individuos mano que implica el intento de vivir ciertos ideales caracteriológicos en
y en su sentido del valor y la virtud, estableciendo así los límites den- plenitud, lo que supone una invitación a revisar las normas societarias 4 .
tro de los cuales opera la libertad personal. El análisis que me propongo desarrollar va más allá de la obra de
Al insistir en las dimensiones sociales de la virtud me limito a apli- estos pensadores en los siguientes aspectos. Primero, describiré ciertas
car las ideas del psicólogo G. H. Mead y del teólogo H. Richard Nie- tensiones que hoy se hacen sentir dentro del catolicismo y que implican
buhr al campo de la virtud. Esta postura cuenta con el apoyo de otros un conflicto entre dos visiones paradigmáticas del valor y la virtud,
estudios desarrollados en los campos de la sociología, la antropología
cultural y, ciertamente, la teología moral. Como Mead, Niebuhr y otros
actividad moral. Entre las obras que más han influido en mi visión de la
investigadores han demostrado, la persona humana es constitutivamente dinámica social e histórica de la virtud señalaré: T. Luckmann, The Invisible
social 2 . Nadie puede desarrollarse como ser humano en un vacío de Religión (Nueva York 1976), y C. Geertz, The Interpretaron oj Cultures
(Nueva York 1973).
2 3
Así lo entiende Mead, Mind, Self, and Society (Chicago 1934). Niebuhr, A Community of Character (Notre Dame 1981) 116.
4
The Responsable Self (Nueva York 1963), aplica esta idea a la cuestión de la Tragedy as a Critique of Virtue (Chico, Ca. 1984).
448 A. Patrick Narración y dinámica de la virtud 449

una «patriarcal» y otra «igualitaria». Afirmo que la segunda gana terre- uno de los dos bandos afirma unas constelaciones normativas diferen-
no en la conciencia católica, lo que explica la toma de posiciones cada tes en cuanto a su idea de los valores y las virtudes. Las posturas va-
vez más defensivas por parte de quienes, desde el poder, se muestran rían en los detalles, según los casos, pero en definitiva todos tienden a
partidarios del paradigma patriarcal. En segundo lugar, a fin de ilus- alinearse a favor del paradigma patriarcal o del igualitario. En este aná-
trar las dos funciones de la narración con respecto a los paradigmas de lisis, por supuesto, contamos con el hecho de que toda tipología es
la virtud y a la vez para hacer una aportación sustantiva en favor de artificial; de ahí que la descripción que sigue haya de tomarse como
la articulación igualitaria, analizaré dos relatos. El primero es una noti- algo parcial y meramente orientativo, no como una caracterización com-
cia sobre una reciente ceremonia de beatificación, que ilustra uno de pleta y definitiva.
los modos en que han sido comunicados a los católicos los valores y las En la comunidad católica ha gozado de un prestigio indiscutido
virtudes tradicionales. En mi exposición se combinan el relato personal durante mucho tiempo el paradigma patriarcal de la virtud. En su con-
y el análisis crítico feminista de los ideales que impregnan el relato. El figuración han influido la espiritualidad supramundana, los esquemas
segundo relato es una obra de ficción más extensa, La buena concien- teológicos y sociales de dominación y subordinación, la misoginia y el
cia, de Carlos Fuentes. Mi análisis destacará cómo Fuentes utiliza un dualismo enemigo del cuerpo, característico de la cultura occidental.
género vinculado a las cuestiones de la formación del carácter, el Bil- Este paradigma entiende que la virtud implica el dominio de las pasio-
dungsroman, para criticar la constelación de actitudes relacionadas con nes por la razón y la subordinación de los valores terrenos a los «sobre-
la virtud cristiana, que es lo que yo llamo el paradigma patriarcal. naturales». En este paradigma se articulan diversos ideales sobre la
A partir de todo ello concluiré que los católicos necesitan hoy, por formación de la personalidad, pero se tiende a dar por supuesto que
encima de todo, narraciones que ilustren la fuerza y la validez del pa- esos ideales revisten mayor o menor importancia según el sexo y la
radigma igualitario de la virtud. condición social del individuo. Todos los cristianos han de ser mansos
de corazón, castos, justos y humildes, pero de las mujeres se espera
que destaquen en la caridad y la castidad, mientras que a los varones
II. CONFLICTO ACTUAL ENTRE LOS PARADIGMAS se inculcan preferentemente la justicia y la rectitud, y a la vez se ense-
CATÓLICOS DE LA VIRTUD ña a los subditos de ambos sexos que sean dóciles y obedientes. Este
paradigma, por diversas razones, ha evolucionado hasta situar la casti-
El debate sobre «autoridad y disenso» dentro de la Iglesia católica, dad en el pináculo de la perfección, absolutizando esta virtud tal como
que en los Estados Unidos ha adquirido recientemente una gran noto- se define a partir de unas interpretaciones materialistas de la «ley na-
riedad a causa de la intervención disciplinar del Vaticano contra el tural» e insistiendo en su necesidad para la salvación. Ciertamente, se
profesor Charles Curran, de la Universidad Católica, y el arzobispo reconoce la importancia de los valores superiores de la caridad y la jus-
Raymond Hunthausen, de Seattle, es un tema que aún no ha sido ana- ticia, pero sólo relativamente. Los defensores del paradigma patriarcal
lizado desde la perspectiva de los ideales católicos sobre la personali- negarían esta afirmación, pero tal negativa no es convincente a la vista
dad. Desde mi punto de vista, estos casos que se vienen produciendo de la continua insistencia en que no hay parvedad de materia en lo
desde 1986, así como algunos otros en que se han pronunciado censu- concerniente a los pecados sexuales, mientras que las violaciones de la
ras por parte de la jerarquía contra quienes han manifestado su leal caridad y la justicia admiten grados diversos de gravedad.
disconformidad a partir del Vaticano II, son otros tantos síntomas del La fundamentación bíblica del paradigma patriarcal deriva en parte
conflicto subyacente que opone entre sí a los distintos paradigmas de de una interpretación de la bienaventuranza «Dichosos los limpios de
la virtud cristiana. Estos casos tienen además dimensiones eclesiológi- corazón, porque ellos verán a Dios» (Mt 5,8), que viene a interiorizar
cas, políticas y económicas, pero, a fin de entenderlos a fondo, es pre- los tabúes sexuales y a hacer de la pureza sexual un signo privilegiado
ciso reconocer que en todo ello está en juego, en parte al menos, la de la devoción religiosa. Este paradigma interpreta la «pureza de cora-
idea que cada cual se forma de lo que ha de ser un «buen católico». ron» en un sentido estrecho, sexual, en vez de entenderla en el sentido
Dicho de otro modo: en estos debates ocupan un puesto central las más amplio de una entrega incondicional. Se basa además en una me-
cuestiones relativas a la personalidad y la virtud. Independientemente táfora de dominación que subraya el control de lo más bajo por parte
de que se hayan manifestado o no explícitamente en tal sentido, cada de lo más alto; el cuerpo rebelde ha de ser dominado y disciplinado
29
Narración y dinámica de la virtud 451
45Ü A. Patrick
por la razón desapasionada. Se aduce un ulterior respaldo bíblico con ser la orientación de las energías personales hacia el control de los im-
la expresión paulina «castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre» pulsos corporales y el dominio sobre los demás, sino que más bien ha
(1 Cor 9,27). La insistencia en la disciplina mediante el control desde de implicar una postura marcada por el compromiso permanente en la
arriba se extiende más allá de las cuestiones sexuales hasta incluir las búsqueda del bienestar (espiritual y a la vez material) para sí mismo
sociales. De ahí el alto valor que se atribuye a la obediencia para legi- y para los demás. Ello implica la preocupación por establecer unas rela-
timar la autoridad en este paradigma. De hecho, la idea de control ciones sociales basadas en el respeto, la igualdad y la reciprocidad.
jerárquico del «cuerpo místico» mantiene un paralelismo estricto con Los dos paradigmas reconocen que el dolor forma parte de la exis-
el prestigio atribuido al dominio de la carne por la voluntad en la ma- tencia cristiana, pero entienden la última bienaventuranza de manera
nera tradicional de entender la castidad. Se diría que la tendencia a muy distinta. El paradigma patriarcal tiende a fomentar una mentali-
aplicar «soluciones» militares a los problemas políticos es una manifes- dad apocalíptica, en que los «justos» estiman que en este mundo les
tación secular del mismo paradigma. toca sufrir persecución constante por parte de los enemigos impíos,
En contraste con el dualismo antropológico del paradigma patriar- pero que serán vindicados definitivamente en el mundo futuro. El pa-
cal, el paradigma igualitario entiende que la misma razón está encar- radigma igualitario reconoce que las fuerzas del mal, encarnadas de
nada y que varones y mujeres son por igual partícipes en la comunidad antiguo en las relaciones injustas del poder, tratarán de destruir a quie-
humana. En este paradigma, que valora el cuerpo y la humanidad de nes se consagran a la instauración de unas relaciones sociales y econó-
las mujeres y promueve los ideales de la integración sexual en la for- micas justas. Sin embargo, los defensores de este modelo, guiados por
mación de la personalidad, la idea de control es sustituida por la de la experiencia pascual de Jesús, reconocen que esta lucha ya ha sido
respeto a toda realidad creada. En vez de entender la autoridad como ganada en principio, aquí y ahora, en la tierra, gracias a la gratuidad
ejercicio de un control, este paradigma opera a través de un sentido de de la roca y de la fuente de la vida, gracias sobre todo al compromiso
la autoridad como capacidad para establecer una adecuada interrelación. permanente de Dios en la historia humana.
Los ideales del amor y la justicia no se separan en dos esferas dife- El paradigma igualitario atrae cada vez más las simpatías de los cre-
rentes, la de la ética personal y la de la ética social, de modo que la yentes en virtud de un proceso que abarca varios factores, entre los
responsabilidad de su realización se asigna según los sexos. Por el con- que se cuentan las nuevas narraciones y la crítica de las antiguas. Para
trario, se entiende que amor y justicia son exigencias que se refuerzan ilustrar este aspecto de la dinámica del cambio, me fijaré ahora en un
mutuamente e incumben a los dos sexos por igual. ejemplo de narración con que se ha pretendido reforzar el paradigma
Es posible que la atención exagerada que prestan los partidarios del patriarcal y trataré de demostrar que esas narraciones influyen cada vez
paradigma patriarcal a la pureza sexual haya influido en el hecho de menos en los creyentes de nuestros tiempos.
que los defensores del otro paradigma apenas se preocupen de la virtud
de la castidad per se, si bien es verdad que a partir de sus formulacio-
nes en torno al amor y la justicia o sobre determinadas cuestiones rela- III. UN CASO DE NARRACIÓN INEFICAZ
cionadas con el sexo podemos establecer una reinterpretación de esta
virtud. En este paradigma se entiende que la sexualidad tiene que ver A lo largo de su historia, la Iglesia católica ha inculcado a los fie-
tanto con la justicia social como con la virtud personal y se presta les sus ideales sobre la personalidad mediante la calificación de santos
atención especial a la bienaventuranza «Dichosos los que tienen ham- o «bienaventurados» aplicada a ciertas personas. Para valorar el papel
bre y sed de justicia, porque ellos serán saciados» (Mt 5,6) s . Se afirma que ha desempeñado la narración hagiográfica en relación con el para-
también que el signo característico de la devoción religiosa no puede digma patriarcal de la virtud, será útil analizar una breve noticia dada
por el «New York Times» del 16 de agosto de 1985.
«Kinshasa, Zaire, 15 agosto. El papa Juan Pablo I I beatificó hoy
' Entre las obras que reflejan los valores del paradigma igualitario se a una monja católica que prefirió morir antes que entregar su virgini-
ruemtan: M. Farley, New Patterns of Relationship: «Theological Studies» 36 dad. La monja, María Clementina Anwarite, demostró el 'valor primor-
O1'75) 627-646, y Personal Commitments (San Francisco 1986); B. Harrison, dial atribuido a la virginidad' y una 'audacia digna de los mártires',
Mnking the Connections (Boston 1985); J. Timmerman, The Mardi Gras afirmó el papa. Dijo que perdonaba al hombre, un cierto coronel Pierre
Syairóme (Nueva York 1984).
452 A. Patrick Narración y dinámica de la virtud 453

Colombe, que dio muerte a la monja durante un episodio de la guerra son también muchas las que han de sufrir uno de los daños con que
civil del Zaire en 1964» (p. A-4). se ven amenazadas, el contacto sexual forzado o la muerte, cuando no
¿Cómo responden los creyentes contemporáneos a esta narración? las dos cosas. Por otra parte, ahora soy consciente de que los modelos
Mi propia reacción serviría de testimonio acerca de los profundos cam- injustos de las relaciones entre los sexos contribuyen a la frecuencia
bios que se han producido en la forma en que un católico percibe hoy con que las mujeres se encuentran ante tales situaciones, a la vez que
los valores y las virtudes, pues, en mi caso, la respuesta fue muy dis- la educación basada en las virtudes «femeninas» de la docilidad y la
tinta de la que di ante otro suceso similar hace unos diez años. Santa sumisión a la autoridad masculina incrementa la probabilidad de que
María Goretti fue canonizada en 1950, cuando asistía yo a la escuela una mujer sea objeto de violencias.
elemental, y recuerdo haberme sentido muy influida durante mi niñez También resulta profundamente turbador el juicio explícito de va-
y adolescencia por la historia de cómo rechazó las insinuaciones sexua- lor contenido en la frase «el valor primordial atribuido a la virginidad»,
les del joven que la mató a cuchilladas en 1902. Era todo un ejemplo con su clara implicación de que la vida de una mujer vale menos que
para las adolescentes, un modelo de virtud cuya mayor preocupación un estado físico que, de hecho, no es característico de la mayor parte
no era el bienestar material, sino los valores que estaban en juego. Un de las mujeres maduras en ninguna cultura. La virginidad de María
biógrafo cita sus palabras en el encuentro con su atacante: «No, Dios Clementina era ciertamente una «virginidad consagrada» y no ha de
no quiere eso. Es pecado. Irás al infierno por eso» 6 , palabras que dicen minimizarse el significado religioso de ese detalle. Sin embargo, el as-
mucho sobre los valores en que creía María y sobre el mundo religioso pecto de la consagración religiosa formal no debería oscurecer el hecho
en que se hallaba instalada, un mundo en que el placer sexual fuera básico que destaca en este suceso, concretamente que una mujer es
del matrimonio sacramental, deliberadamente admitido, era siempre ensalzada como modelo a emular por los creyentes porque «prefirió
causa de condenación, un mundo en que era preferible la muerte a la morir antes que entregar su virginidad».
violación. El hecho de que el Vaticano eligiera a esta joven para cano- El derecho de toda persona a su integridad física, su vida privada
nizarla en 1950 significaba un claro esfuerzo por prestigiar la castidad y su autonomía sexual posee ciertamente un gran valor. Pero ¿es más
prematrimonial en un mundo que empezaba a cuestionar el valor abso- importante ese valor que el de la vida física de la persona? Ciertamen-
luto de esta norma. Por otra parte, la preocupación de la santa por el te, la amenaza de muerte no se evita cuando una mujer se somete a la
bien espiritual de su atacante («Es pecado. Irás al infierno por eso») violación, pero si suponemos que algunas víctimas virginales se encuen-
servía para reforzar la responsabilidad de las jóvenes con respecto al tran alguna vez ante dos alternativas reales, la beatificación de Anwa-
comportamiento sexual de las parejas de novios, rasgo típico de la edu- rite plantea explícitamente la cuestión de si la violación es un mal
cación católica en aquella época. Nada de esto me causó ninguna desa- mayor que la muerte.
zón consciente durante los años en que los ejemplos de María Goretti Alguien pensará que éste es un mal planteamiento. Se podría obje-
y de los «patronos de la juventud» (Juan Berchmans, Luis Gonzaga, tar que el valor más importante en juego en tales casos no es la virgi-
Estanislao de Kostka) encarnaban el ideal de la santidad. Pero estos nidad per se, sino más bien la voluntad de Dios. La objeción es impor-
santos de nuestra adolescencia van quedando atrás imperceptiblemente tante, puesto que afecta al problema de la culpabilidad o el mérito
y al mismo tiempo cambia nuestra idea de la virtud heroica. El alcance subjetivos, ya que el valor de la voluntad de Dios es ciertamente el
de esta transformación, en mi propio caso, se puso de manifiesto cuan- más importante para los creyentes. No cabe excepción en el deber de
do me puse a reflexionar sobre la beatificación de Anwarite hace algu- atenerse a la propia conciencia. Pero el recurso a este valor formal no
nos meses. basta para dar respuesta a la cuestión sustantiva sobre cuál es la «vo-
Había en aquella noticia varias cosas que me causaban inquietud. luntad» de Dios en el caso de una mujer que se ve amenazada de
Ante todo la flagrante injusticia que entrañaba la situación básica del muerte si no se somete a una violación. No resultaría fácil dar una
intento de violación y el asesinato consumado. Es una situación con la respuesta universal o absolutamente cierta a esta cuestión, ya que, al
que han de enfrentarse muchas mujeres en todo el mundo, en la que igual que ocurre con otras decisiones éticas, la elección justa habrá de
hacerse habida cuenta de las circunstancias, los valores y los principios
6
M. Buehrle, s. v. Goretti, Marta, St., en "New Catholic Encyclopedia VI implicados en cada caso. Este hecho nos lleva a plantearnos nuevos
(Nueva York 1967) 632. interrogantes: ¿es bueno insistir de manera tan tajante en la «pureza»
454 A. Palrick Narración y dinámica de la virtud 455

sexual? ¿Es justo prestigiar un tipo de respuesta ante la amenaza del ponder a esta pregunta equivale a resolver el problema de quién es el
ataque violento de un violador («Toma mi vida, pero no mi virgini- sujeto de la virtud, pues semejante elección por parte de una mujer
dad»), idealizándola hasta el extremo de que la virginidad constituya estará en gran parte condicionada por su socialización. Su decisión ten-
«un valor primordial» para las mujeres, incluso por encima de la pro- drá sentido a la luz de los ideales de personalidad dominantes en su
pia vida, con la consecuencia de que otras respuestas, que podrían ser cultura, de los valores que haya asumido con vistas a regir sus deci-
igualmente morales, no puedan ser ya tomadas en consideración por siones.
una mujer religiosa? 7 Las respuestas a estos interrogantes nos llevarán Este relato nos trae a la memoria las claras influencias culturales
a un punto en que la preocupación por la virtud y la acción incide de que inciden en la personalidad. A comienzos de la historia cristiana,
modo sumamente conflictivo en el catolicismo contemporáneo, ya que la importancia otorgada a la pureza entre los hebreos, la doctrina de la
enlaza con el problema del conocimiento de la voluntad de Dios y, so- virginidad perpetua de María, la afirmación de que Jesús rechazó la
bre todo, con la cuestión de las razones en que se basa la jerarquía actividad sexual y la insistencia en la virginidad escatológica se combi-
para afirmar que posee cierto conocimiento de las materias relacionadas naron con un dualismo que rechazaba el cuerpo, presente en la cultura
con la ética sexual. grecorromana, para configurar un ethos que alentaba el desarrollo de
Pero hay más. Estas narraciones nos obligan a preguntarnos qué las personas conforme a la idea de que el cuerpo es un campo en el
tratan de dar a entender acerca de la naturaleza de la violación. ¿Re- que luchan las fuerzas del bien y del mal, de modo que el bien exige
conocen que la violación es ante todo una acción hostil, una agresión, una vigilante lucha contra las propias inclinaciones sexuales. A lo largo
o no estarán reforzando el mito tan difundido como inexacto de que la de los siglos, esta tradición narrativa se engrosó con las historias de las
víctima obtiene algún placer al ser forzada, «tomada», con lo que se vírgenes mártires, monjes y monjas ascetas, pecadores arrepentidos y
corrobora la tendencia problemática a acusar a la propia víctima de otras semejantes. A todo ello se unió la práctica legal, apoyada por
este delito? 8 ¿Y qué implica la falta de atención a las causas sociales otros factores sociológicos y una escatología transmundana, para crear
de la agresividad sexual masculina? En 1985 ya era de esperar, si no un mundo en que la decisión de morir antes que perder la virginidad
ya en 1950, que las autoridades de la Iglesia reconocieran que sus vie- era perfectamente coherente.
jas enseñanzas sobre la «antinaturalidad» de la masturbación y la ho- Quien haya crecido en un mundo semejante pensará que la perso-
mosexualidad, y de la «naturalidad» de la violación, contribuyen a nalidad ideal exige la abstinencia sexual o la «continencia perfecta» (al
aumentar las inseguridades de los jóvenes varones y a fomentar direc- menos antes del matrimonio, momento a partir del cual es ya permisi-
tamente los modelos de seducción y violación. Finalmente, ¿por qué ble la actividad sexual) y se juzgará conforme a esta norma cultural,
ha de preferir una mujer la muerte a la pérdida de su virginidad? Res- independientemente de que la cumpla o no en la práctica. Esta idea
de la castidad pudo ser beneficiosa para los cristianos en el pasado,
7
pero hoy es evidente que ese ideal de la personalidad, con la castidad
Podríamos preguntarnos qué habría pensado san Agustín del lenguaje como rasgo más valioso, ya no puede ser aceptado sin crítica por los
utilizado para alabar a María Clementina, ya que su idea expresada en Ciu- cristianos, si bien es cierto que hemos de formular una alternativa cla-
dad de Dios, I, 18, está totalmente ausente del informe sobre la ceremonia:
«No se pierde la castidad corporal, ni aun en el caso de que el cuerpo sea ramente articulada de nuestras ideas sobre la castidad. La sociedad ca-
ultrajado, mientras se mantenga la castidad del espíritu». A pesar del dualis- tólica trata de dar hoy una nueva formulación de su personalidad ideal
mo, con el consiguiente desprecio del cuerpo, que manifiesta su lenguaje, en cuanto se refiere a la castidad, si bien es cierto que esta transfor-
Agustín está en lo cierto al reconocer que la castidad implica una disposición mación no ha sido objeto de demasiada atención por parte de los mora-
del sujeto que permanece a pesar de la violación física. Pero su análisis dela- listas en sus análisis de la virtud. En vez de ello, los moralistas católi-
ta una tendenciosidad masculina, especialmente a través de la afirmación de cos se han centrado en un cauteloso esfuerzo por cuestionar las anti-
que la violación «quizá no se produzca sin que la víctima experimente algún guas prohibiciones absolutas de ciertos actos sexuales, pero evitando
placer» (I, 16). No podemos sino lamentar que a finales del siglo xx se
que las autoridades eclesiásticas desataran contra ellos la plaga de sus
dirija a las mujeres católicas una exhortación aún más regresiva que las ideas
manifestadas por Agustín en el siglo v. censuras. Nos hallamos en un momento histórico en que cada vez se
8 admite con mayor claridad lo inadecuado de cierta idea de la castidad,
Para un documentado análisis ético y pastoral, cf. M. Fortune, Sexual
Violence: XJnmentionable Sin (Nueva York 1983). pero sin que aún se haya formulado otra visión más adecuada.
456 A. Patrick Narración y dinámica de la virtud 457

En esta situación, sin embargo, podemos advertir que la tarea de la ajena y seguridad. En una sociedad patriarcal, lo que necesitan las mu-
teología moral en cuanto a la propuesta de una nueva interpretación jeres no son exhortaciones a la humildad y la abnegación o historias
de la castidad en el marco de un paradigma igualitario de la virtud se de santas que prefieren morir antes que ser violadas, sino nuevos mo-
ha visto facilitada a causa de los avances en la reflexión ética que ya delos de virtud y nuevos relatos capaces de comunicarlos. Espero que
han realizado dos grupos que trabajan sobre todo fuera de los círculos en el futuro aparezcan en el catolicismo popular narraciones de ese
de la teología moral tradicional. El primero está integrado por las in- tipo. Entre tanto, un segundo recurso para la tarea constructiva que
vestigadoras feministas de la religión, cuya aportación a una nueva idea aún han de llevar a cabo narradores y teólogos es la amplia producción
de la castidad puede deducirse de sus análisis más amplios acerca del novelística seria que ha emprendido la crítica del paradigma patriarcal
sexo y los ideales éticos, así como de la atención que han prestado de la virtud. Ejemplo particularmente interesante es una obra tempra-
explícitamente a las cuestiones sexuales. El otro grupo es el de los na del novelista mexicano Carlos Fuentes, La buena conciencia.
literatos, especialmente los novelistas, que han puesto a prueba los
distintos ideales referentes a la formación de la personalidad y la vir-
tud ya desde el momento en que la filosofía moral empezó a concen- IV. LA CASTIDAD Y LA PSICOLOGÍA DE LA INJUSTICIA SOCIAL
trar sus esfuerzos en torno al tema de las decisiones y las acciones
durante el siglo x v m 9. Publicada en 1959, La buena conciencia nos ofrece un análisis inci-
El artículo de Valerie Saiving [Goldstein] La situación humana; sivo de la ambigüedad propia de la enseñanza y la práctica católica con
un punto de vista femenino 10 es un ejemplo clásico de crítica femi- respecto a los valores y las virtudes. Tema destacado de esta novela es
nista de los ideales de la virtud. Saiving argumenta que el concepto la canalización de la energía moral cristiana al servicio de una estruc-
cristiano tradicional del pecado y la virtud refleja unas experiencias tura social injusta. Al reducir la moral cristiana a la pureza sexual, la
típicas de los varones que gozan de cierto rango y poder en la socie- clase acomodada mexicana, en cuyo seno ha nacido Jaime Ceballos,
dad. Se ha reconocido que, en su caso, la inclinación más peligrosa es consigue desentenderse de la pobreza y la injusticia que la rodean y
el orgullo, junto con la tentación de ceder a las inclinaciones sensuales que ella misma fomenta con sus posturas a la defensiva. La novela
a expensas de los demás. En este caso son pertinentes las exhortacio- describe cómo Jaime, un muchacho sensible e idealista, amigo de un
nes a la humildad y al espíritu de sacrificio. Pero unlversalizar este sindicalista fugitivo y de un joven indio marxista, se convierte en un
análisis y sobre todo aplicarlo a las mujeres, cuya situación en la socie- ser egoísta cada vez más duro que sigue los pasos de su hipócrita tío r
dad es muy distinta, sólo sirve para exacerbar los problemas morales cuyos valores siempre había despreciado. Al final de la novela nos
a que han de hacer frente en su mayor parte las mujeres. En efecto, encontramos con un Jaime que se debate con sus sentimientos de cul-
dadas las experiencias sociales diversas de los dos sexos, las tentaciones pabilidad al sentirse incapaz de mostrar amor y respeto a sus padres,
que experimentan las mujeres son muy distintas de las que afectan a los pues visita un burdel a continuación del funeral de su padre. Comete
varones. La tentación de las mujeres no es el orgullo, sino la inclina- allí un pecado que es más fácil de nombrar y ser perdonado en un con-
ción a cerrarse en sí mismas y a dejar la responsabilidad con respecto fesonario que el orgullo y la falta de sensibilidad para con los demás,
a su propia identidad y sus actos en manos de otros o a expensas de que forman ya parte de su carácter.
los factores ambientales. Mientras que los varones sienten la tentación De este modo, la vida moral queda reducida a una rutina de pecado
de abusar de su fuerza, las mujeres tienden a abdicar de sus posibili- sexual y confesión, lo que le permite quedarse con su «buena concien-
dades para utilizar adecuadamente la fuerza a cambio de aprobación cia», como dice irónicamente el título de la novela. Las primeras esce-
nas establecen la conexión entre la afirmación de la propia condición
9 carnal y el gozo en los misterios de la creación y el amor de Dios.
Análisis de esta relación entre ficción y filosofía moral en J. Laney, Muestran también que esos sentimientos van unidos a la disposición
Characterization and Moral Judgments: «The Journal of Religión» 55 (1975)
405-414. a atender a los demás, mientras que la alienación del cuerpo se asocia
10
Originalmente publicado en «The Journal of Religión» (1960), este ar- a la alienación con respecto a los demás. Lo cierto es que a través de
tículo se recoge también en C. Christ/J. Plaskow (eds), Womanspirit Rising los distintos episodios de la vida de Jaime y su familia, Fuentes de-
(Nueva York 1979) 25-42. muestra que la teología moral y la práctica pastoral que subrayan la
458 A, Patrick
importancia del pecado sexual contribuyen a crear esquemas neuróticos TEOLOGÍA DE LAS VIRTUDES
de comportamiento personal y de práctica social injusta. Y VIRTUDES TEOLÓGICAS
Precisando más, la novela demuestra que el paradigma patriarcal
de la virtud se sitúa en la raíz de algunos de los más acuciantes pro-
blemas que hoy tiene planteados el catolicismo, como el trato injusto
de la mujer y la ceguera de las clases medias y altas ante las cuestiones
relacionadas con la justicia económica y social. En esta novela vemos Con gusto sirvo a mis amigos,
las consecuencias de la rígida autoridad patriarcal en el sistema fami- Pero lo hago con inclinación.
liar, y de ahí podemos deducir las que ha tenido y tiene aún en la Igle- Por eso me apena (sic!) con frecuencia
sia. En el hogar de Jaime no se podía decir la verdad y la sexualidad No estar en posesión de la virtud.
era por encima de todo un tabú. Lo que Fuentes nos dice sobre aquel SCHILLER
hogar nos hace recordar el silencio impuesto a los pastores y a los mo-
ralistas en relación con los temas de la sexualidad: «La primera norma
en aquella familia era que los dramas reales e importantes de la vida Nadie ha sido capaz de expresar con mayor brillantez y brevedad
debían permanecer ocultos» n . que este dístico' de Friedrich Schiller la crítica del sentimiento huma-
no a la crítica de la obligación y de las virtudes. Al mismo tiempo, este
Este trabajo ha centrado la atención en el contexto social de la vir- gran escritor fue como un relámpago que —sin proponérselo ni ser
tud y en la dinámica de la transformación de los ideales en relación consciente de ello— iluminó el cambio que el concepto de virtud ha
con la formación de la personalidad, insistiendo en el juego combinado experimentado desde que la Edad Media lo convirtió en el concepto
de los factores culturales, especialmente los modelos y narraciones, en central de la ética teológica. Efectivamente, en tiempos de Schiller se
cuanto que priman unos valores y virtudes sobre otros. Mi tesis es que le utiliza como concepto básico de una ética filosófica, de una manera
la virtud de la castidad debe ser rescatada del ámbito de la teología que lo hace casi inservible para una ética teológica.
ascética, donde los partidarios del celibato montan sus elucubraciones Varios trabajos de este mismo número se ocupan de este cambio
a la luz de unas interpretaciones materialistas de la ley natural, para y de la consiguiente problemática teológica del concepto de virtud.
situarla en el centro de atención de la teología moral, al menos durante Por eso, nos preguntaremos aquí por el significado teológico del con-
todo el tiempo que sea preciso para desarrollar un conjunto racional cepto de virtud; o, más concretamente, por los criterios para la aplica-
y coherente de ideales para la formación de la personalidad en lo que ción del concepto de virtud en la teología. Esbozaremos una retrospec-
respecta a la sexualidad. Esta reinterpretación habrá de tener en cuen- tiva histórica (I), debatiremos en este contexto el problema especial
ta las ideas de unos pensadores que han puesto de manifiesto el hecho de las tres virtudes «teológicas» (también llamadas «teologales») (II),
de que una concepción inadecuada de la castidad sólo sirve para refor- para retornar a la problemática actual, con la pregunta siguiente: ¿es
zar la complicidad de las Iglesias en el mantenimiento de las injusticias posible una ética teológica sin una doctrina teológica de la virtud? 2
sociales de diversos tipos. Pero aún son más necesarias nuevas narra-
1
ciones que vayan más allá de la crítica y la teoría y aporten unos mo- Del poema Los filósofos; subtítulo: «Escrúpulos de conciencia».
2
delos capaces de demostrar —con una fuerza que jamás alcanzará la Lo que sigue a continuación es un resumen de Otto Hermann Pesch,
prosa erudita—• la bondad y la belleza de una existencia regida por el Die bleibende Bedeutung der thomanischen Tugendlchrc: «Freiburger
paradigma igualitario de la virtud. Zeitschr. für Phil. u. Theol.» 21 (1974) 359-391; id., Das Gesetz. Kommen-
tar zu Thomas von Aquin, Summa Theologiae I-II, 90-105 (edición alemana
A. PATRICK de Tomás de Aquino, vol. XIII) (Graz 1977) 640-661. Aquí se ofrecen refe-
[Traducción: J. VALIENTE MALLA] rencias a estudios anteriores. Para el conjunto, cf. Dietmar Mieth, Die neuen
Tugenden. Ein ethischer Entwurf (Dusseldorf 1984), con abundante biblio-
grafía. Para nuestro contexto añadimos las siguientes referencias: Tohann
Auer, Die Entwicklung der Gnadenlehre in der Hochscholastik I (Friburgo
(Nueva York 1974) 26. de Brisgovia 1942) 173-212, especialmente 181-192; Roger Guindon, Béati-
Teología de las virtudes y virtudes teológicas 461

I. CONCEPTO TEOLÓGICO DE VIRTUD. o mejorar la práctica de lo que teóricamente es indiscutible. En este


¿COMO ENTRA LA VIRTUD EN LA TEOLOGÍA? sentido, las enseñanzas éticas del Nuevo Testamento y las correspon-
dientes formas de conducta exigidas a los cristianos son una «ética nue-
1. Cambio cristiano de los valores va», aunque sabemos hoy que muchos de sus contenidos concretos están
presentes ya en el Antiguo Testamento, en las religiones del Oriente
Naturalmente, la fe cristiana exigió siempre a sus seguidores un Medio y en la ética de los filósofos antiguos. Otro tanto podemos decir
comportamiento moral acorde con ella. En los primeros siglos, antes del Sermón de la Montaña en lo que se refiere a orientaciones éticas,
de que el cristianismo fuera reconocido públicamente en el Imperio ro- de los «catálogos de virtudes y vicios» que aparecen en las cartas de
mano, la alusión al elevado nivel ético de la vida cristiana fue siempre Pablo (Rom 1,29-31; 1 Cor 6,9s; Gal 5,19-26), de las «pizarras domés-
un argumento capital contra la crítica política e intelectual que formu- ticas» de las cartas deuteropaulinas y de los posteriores escritos del
laban los adversarios del cristianismo. Tenemos una exposición ejem- cristianismo primitivo. El fenómeno del «cambio de los valores y de
plar de esto en la respuesta de Orígenes a los reproches de Celso 3 . Se las virtudes» acompañó a la fe cristiana desde sus inicios. Y no puede
puede afirmar, incluso, que la fe cristiana puso en marcha un «cambio sorprender que adquiera especial relieve en determinados momentos
de los valores y de las virtudes». No tenemos por qué entrar aquí en de la historia de la fe cristiana y de la Iglesia. Un cambio de valores
la tan debatida cuestión —incluso en nuestros días— de si existen y de virtudes dentro de estos parámetros puede —incluso debe— darse
«normas reveladas» que sólo la fe puede conocer, pues la razón prác- de nuevo si la mentalidad contemporánea es ciega e inerte frente a un
tica no tiene acceso a ellas 4 . Baste señalar que en este «cambio de va- nuevo desafío ético.
lores y de virtudes» introducido por el cristianismo sucede como en el
cambio que se dio al respecto también en otras áreas religiosas e inte-
2. Apropiación teológica del concepto de virtud
lectuales: en realidad, lo «nuevo» no es algo desconocido. Más bien,
a) se recuerdan convicciones y actitudes éticas fundamentales que no No es, pues, el «cambio de valores y de virtudes» como tal el que
son negadas en el plano teórico, pero sí fueron arrinconadas y olvida- plantea el problema de la ética teológica. El problema radica más bien
das en la práctica; b) se señalan nuevas prioridades en los valores y en la aplicación del concepto de «virtud» a aquellas formas básicas de
bienes vigentes y reconocidos; se declara, pues, importante lo que care- comportamiento cristiano que tienen una base en la Biblia y han sido
cía de significado hasta ahora y viceversa; c) se empuja para introducir testimoniadas en la historia de la teología.
Hoy no tenemos demasiados reparos en aplicar el nombre de «vir-
tude et théologie morale chez Saint Thomas d'Aquin. Orígenes, interpreta- tudes» a los «frutos del Espíritu» que Pablo enumera en Gal 5,22s, o
tion (Ottawa 1956); Louis-Bertrand Gillon, L'Ethica naturalis et la théolo- a las formas de comportamiento que debemos «revestir», según las
gie: «Angelicum» 38 (1961) 3-19; id., La hiérarchie axiologique des vertus exhortaciones de la carta a los Efesios y de la carta a los Colosenses.
morales selon saint Thomas: «Angelicum» 40 (1963) 3-24; Paulus Enger- Martín Lutero los llamó los «nuevos decálogos» de Pablo, mejores que
hardt (ed), Sein und Ethos. Untersuchungen zur Grundlegung der Ethik
(Maguncia 1963); Wolfgang Kluxen, Philosophische Ethik bei Thomas von el de Moisés 5 . Hasta tal punto nos hemos acostumbrado a esta deno-
Aquin (Maguncia 1964); J. M. Aubert, La spécificité de la morale chrétienne minación, que tendemos a ver ahí más una cuestión de términos que
selon saint Thomas: «Vie spirituelle, Supp.» 92-95 (1970) 55-73; Albert de contenido; más un formalismo que un problema. Y, sin embargo, se
Illien, Wesen und Funktion der Liebe im Denken des Thomas von Aquin trata de un verdadero problema, incluso de un problema fundamental,
(Friburgo de Brisgovia 1974); Piet Fransen, Desarrollo histórico de la doc- pues de la solución que se le dé depende si —y en qué medida— una
trina de la gracia, en Johannes Feiner/Magnus Lohrer (ed), Mysterium Salu- ética teológica merece el predicado de «teológica». La poesía de Schil-
tis TV/2 (Ediciones Cristiandad, Madrid 1975) 611-730; Georg Wieland, ler nos remite ya al nudo gordiano del problema: ¿es «virtud» lo con-
Ethica - Scientia practica. Die Anjange der philosophischen Ethik im 13. Jahr- trapuesto a «inclinación»? El concepto «virtud» podía adquirir carta
hundert (Münster 1981).
3 de ciudadanía en la ética cristiana precisamente si no se contraponía
Orígenes, Katá Kélsou (Contra Celsum) VIII. a inclinación y la contenía como elemento esencial de la virtud.
* Cf., pars pro tofo, F. Bockle, Moral fundamental (Ed. Cristiandad, Ma-
drid 1980) 277-290; 309-318, ya J. Blank, Sobre el problema de las «normas
5
éticas» en el NT: «Concilium» 25 (1967) 187-201. Por ejemplo, Edición de Weimar 39 I, 47, 27 (Disputation, 1535).
462 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 463

Todo esto se elabora por vez primera en la teología de la Edad del «habitus». Ya la expresión «buena disposición del espíritu» daba
Media. Esa pieza doctrinal alcanzará su madurez y configuración tradi- pie a ello. En efecto, el término «disposición» (qualitas) trae a la mente
cional en Tomás de Aquino. la doctrina aristotélica de las categorías, concretamente el tercero de los
Antes de nada, hay un problema de traducción. El término latino géneros supremos del ser o el segundo de los nuevos accidentes 8 . Pero,
«virtus» va a ser utilizado para traducir la «fuerza» (dynamis) de Dios como se sabe, el «habitus» es una subclase de la «qualitas». Al carac-
de la que habla Pablo y la «virtud» (arete) de Aristóteles. El concepto terizar la virtud como «habitus», se esclarece la condición ética de la
medieval de virtud comporta, pues, un cierto tono chirriante, y permite persona en su estructura ontológica y antropológica formales. Por otro,
una caracterización del comportamiento ético cristiano que puede re- lado, la frase «nadie abusa de ella» sugiere la idea de «habitus». En
nunciar a la precisión, pero que, como contrapartida, mantiene viva la efecto, característico del «habitus» en sentido aristotélico es que éste
unión con los fundamentos paulinos de la ética cristiana. Esto es pa- perfecciona y equipa la capacidad operativa con miras a una actividad
tente ya en las dos definiciones de virtud que circulaban en la tempra- determinada, pero no empuja de manera irresistible a la actividad. La
na Edad Media y que constituyeron el indispensable punto de partida persona está inclinada a actuar en la órbita del «habitus», pero eso no
de la reflexión teológica: «Virtud es lo que hace bueno a quien la tiene elimina la libertad a «utilizar» el «habitus» tras una decisión renovada,,
y hace buena su obra» («Virtus est quae bonum facit habentem et opus aunque tal decisión resulta fácil en virtud de la inclinación.
eius bonum reddit») 6. La otra tiene una doble paternidad. En cuanto La inclusión de la doctrina del «habitus» ilumina, pues, la conca-
al contenido, deriva de Agustín, pero el revestimiento literario con tenación —peculiar de la virtud ética— de la firme inclinación al bien
que se presentó en la Edad Media proviene de Pedro de Poitiers, que y de la libertad de decisión. Ahora bien, para dar a entender de esta
se apoyó en las Sentencias de Pedro Lombardo. Esta segunda defini- manera la esencia de la virtud cristiana, el concepto de hábito tendrá
ción dice: «Virtud es una disposición buena del espíritu en virtud de que sufrir algunas modificaciones cuya necesidad percibió con claridad,,
la cual se vive rectamente, nadie abusa de ella, y Dios la obra en nos- en todo momento, la sensibilidad cristiana del teólogo. Vamos a esbo-
otros sin nosotros» 7. La primera definición determina en general la na- zar las etapas de esta remodelación.
turaleza de la virtud partiendo de su efecto bienhechor en el ser y en
el actuar del hombre. Desde un punto de vista lógico, más que una
definición propiamente dicha es una descripción. La segunda, en cambio, 3. Cambios del concepto de hábito y de virtud
no sólo es una definición en toda la precisión del término —indica-
ción del género y de las diferencias específicas—, sino que es, ante Primer estadio. «Habitus» designa una habilidad adquirida median-
todo, una definición teológica de la virtud. Se conservan en ella los te el ejercicio perseverante en una actividad determinada, según el axio-
elementos de la primera definición. También aquí la virtud es la buena ma: «Iteratis actibus fit habitus». Aristóteles —Tomás lo citará tam-
disposición del espíritu, y la vida buena es el efecto. Pero, al mismo bién— pone el ejemplo del citarista que llega a convertirse en un vir-
tiempo, se apunta con mayor claridad el significado ético de la virtud: tuoso mediante el ejercicio constante 9 . La inclinación previa —por no
se puede abusar de una habilidad puramente técnica e incluso intelec- hablar de preprogramación— de la capacidad operativa causada por el
tual. La esencia de la virtud excluye el abuso; de lo contrario, ella se hábito hace que la actuación resulte casi espontánea, fácil y agradable:
aboliría a sí misma. «prompte, faciliter et delectabiliter». En la Edad Media se decía que
el hábito es como una segunda naturaleza. Toda capacidad operativa
En la segunda mitad del siglo x n y en el siglo x m , los teólogos
puede ser titular de un hábito de estas características; la capacidad
llegaron a tener un conocimiento amplio de la obra filosófica de Aris-
sensitiva igual que el entendimiento y la voluntad.
tóteles. A partir de aquel momento, era inevitable leer la otra defini-
ción, la de ascendencia agustiniana, a la luz de la doctrina aristotélica
8
Cf. Hellmut Flashar, Aristóteles, en id. (ed), Altere Akademie - Aristó-
6
Ética a Nicómaco II 5: 1106 a 15-23. teles -Veri-patos, en «Die Philosophie der Antike» 3 (Basilea/Stuttgart 1983).
7
Cf. Agustín, De libero arbitrio II 19: PL 32, 1268; Pedro Lombardo, 175-457, la cita en pp. 323s (bibliografía).
9
Sentencias II dist. 27 cap. 5; Pedro de Poitiers, Glosa de las Sentencias Aristóteles, Ética a Nicómaco II 1: 1103 a 14-b25; Thomas, In Eth..
III 1: PL 211, 1041. II 1: lectio 1 (ed. Marietti n.° 245-254, especialmente 250 y 252).
464 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 465

Segundo estadio. Como sucede con las habilidades técnicas, tam- ejemplo, los principios universales de la actividad cognoscitiva y las
bién es posible orientar y ejercitar la capacidad operativa con miras a medidas y motivos supremos de la actuación. El hombre jamás irá en
una actuación éticamente buena. En ese ámbito ético, y sólo en él, se su tarea cognoscitiva contra el principio de contradicción, según el cual
llama virtud, «virtus», al hábito. La estructura del hábito ético como algo no puede ser y no ser al mismo tiempo y desde el mismo punto de
virtud se supone claramente de manifiesto en el ámbito de las fuerzas vista. Jamás actuará el hombre en contra de la «conciencia primigenia»
sensoriales. El ejercicio para moderar el deseo de alcohol, por ejemplo, (synderesis), que manda hacer el bien y evitar el mal. A lo sumo, po-
produce la virtud de la templanza; el ejercicio para dominar los esta- drá engañarse a la hora de concretar qué es bueno y qué es malo. El
llidos de ira engendra la virtud de la mansedumbre, etc. Similar es la hombre nunca buscará de manera consciente su desgracia ni irá en
estructura de la capacidad operativa en el ámbito espiritual. El ejerci- contra de su ansia de felicidad. A lo sumo, tal vez llegue a considerar
cio de la voluntad de dar a cada uno lo suyo se convierte en la virtud como su felicidad algo que, en realidad, constituye su desgracia.
de la justicia; el ejercicio del entendimiento para observar las normas Esta preprogramación innata de la actividad —como cualquier otro
éticas adecuadas a cada situación lleva a la prudencia. Ahora bien, en hábito— hace que la correspondiente actividad sea fácil, espontánea
•el entendimiento no todo hábito es virtud. Lo es únicamente el que y gratificante. Pero los hábitos innatos superan a los otros porque no
está referido a una actuación ética o, si utilizamos la definición medie- requieren ejercitación, y, por consiguiente, son imborrables.
val, la segunda de las indicadas antes, aquel del que no se puede «abu- Si elevamos la peculiaridad de estas preprogramaciones innatas de
sar» sin autoeliminarse. Así, por ejemplo, se puede abusar del saber, la actividad a la condición de medida de lo que es un hábito en el sen-
pero no de la prudencia entendida en el sentido medieval, pues enton- tido pleno del término, tendremos que decir que la firmeza en la actua-
ces deja de ser prudencia. De ahí que la ciencia («scientia») sea un ción consentánea —«difficile mobilis»—, nota esencial del hábito, no
hábito intelectual, pero no una virtud. Por el contrario, la prudencia deriva de la actuación libre y revocable del sujeto, de la profundidad
es un hábito del entendimiento y una virtud intelectual. de la ejercitación, sino del objeto del hábito. En la medida en que
este objeto es indesligable del ser del hombre y está anclado en su na-
También en el ámbito ético se salvaguarda siempre la estructura
turaleza, tanto más firme es el hábito, tanto más hábito es. Lo que es
fenoménica: ejercicio, actuación casi espontánea, sin esfuerzo, gratifi-
producto exclusivo de la ejercitación se sitúa, según esta medida, en
cante. Partiendo de esa base se pueden distinguir y clasificar con pre-
el peldaño inferior al del hábito. Entra en la categoría de «dispositio»,
cisión las virtudes: por un lado, según la capacidad operativa (volun-
que, comparada con la firmeza del hábito innato, es fácilmente destruc-
tad, entendimiento, fuerzas motrices de los sentidos); y, dentro de la
tible («facile mobilis»). Éste es también el motivo filosófico-antropoló-
capacidad operativa, según los diversos objetos de la actuación ética,
gico por el que Tomás considera las virtudes «adquiridas» mediante
pues ninguna capacidad operativa está ligada de forma exclusiva a un
el ejercicio —comparadas con las «infusas», obradas por Dios— como
solo objeto.
virtudes no perfectas; tan sólo como «dispositiones» a la virtud, aun-
Inspirándose en esas doctrinas, Tomás, el teólogo medieval que que el motivo verdadero para este juicio es otro 10.
más intensamente se ocupó de los problemas éticos desde sus obras
más tempranas, elaboró un «sistema» virtuoso de las virtudes. Si segui- Cuarto peldaño, el decisivo. Desde principios del siglo x m , teólogos
mos de cerca la concepción del Aquinate y consideramos el amor a influidos por la filosofía aristotélica tratan de interpretar los procesos
Dios y el amor al prójimo como una única virtud, coincidiremos con cristianos básicos de fe, esperanza y amor sirviéndose del concepto de
Tomás en afirmar que son cuarenta y cuatro las virtudes que hacen del hábito, según la remodelación descrita en último término. Toda la pro-
cristiano un hombre perfecto. blemática moderna en torno al uso teológico de «virtud», problema del
que hablaremos, deriva del creciente desconocimiento e interpretación
Tercer estadio. El concepto ético y técnico de hábito experimenta equivocada de este proceso.
una ampliación. Hay que interpretar en sintonía con otras aseveraciones
antropológicas la existencia de capacidades operativas adormecidas que
10
son innatas, que cada hombre trae consigo al mundo como don de la Summa Theol. II-II 65,2 in corp. Tomás utiliza aquí «dispositio» de
naturaleza, y funcionan con una seguridad tal que el hombre famas distinta manera que Mieth, op. cit., 24s y 30, aunque también el lenguaje
:actúa contraviniéndolas. Entre esos dones innatos se encuentran, por de este último es perfectamente tomista.
30
466 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 467

Comenzamos por formular la siguiente pregunta: ¿en qué pensa- una clara resonancia del ethos «heroico», es decir, del aristotélico.
ban los teólogos medievales, qué opinaba Tomás cuando emprendieron Y también esto encajaba en la situación social de la Edad Media 12.
esta línea de pensamiento? Esto nos lleva al siguiente estadio de nues- Menor perseverancia denota el camino de la terna compuesta por
tras consideraciones. la fe, la esperanza y la caridad como compendio del proceso básico que
se da entre el hombre y Dios. El proceso que las lleva a ocupar su
puesto clásico en Tomás —¡que irrumpe de nuevo en Lutero!— po-
dría ser considerado casi como la historia de un cúmulo de casualida-
II. EL CONCEPTO DE VIRTUD COMO PUENTE
des 13. El camino arranca de una situación bíblica no clara a pesar de
ENTRE LA ETICA Y LA DOCTRINA DE LA GRACIA.
1 Cor 13,13. Pasa a través de varias reminiscencias patrísticas y entra
¿COMO ENTRA LA TEOLOGÍA EN LAS VIRTUDES?
en el Enchiridion de Agustín. De ahí pasa sucesivamente a Moralia in
Job, de Gregorio Magno, obra muy leída en la Edad Media, a Pedro
1. «Virtudes cardinales» y «virtudes teologales» Lombardo y a Tomás de Aquino. En este camino, también la fe, la es-
peranza y la caridad recibieron el nombre de virtudes, pero sin la pre-
Quizás se tenga la impresión de que hemos trazado hasta ahora una
cisión del concepto ético de virtud; más bien con la chirriante anfibo-
evolución histórica. Nos hemos limitado a poner al descubierto una
logía de «fuerza» y «habilidad», derivada de los problemas de traducción
estructura objetiva. Dado que Tomás sigue esa estructura en su expo-
que he señalado al principio. Desde Gregorio es claro que fe, esperan-
sición didáctica, pues procede de una forma casi inductiva, «de abajo
za y caridad resumen la relación fundamental del hombre con Dios;
hacia arriba», comienza por el concepto más general de hábito y ter-
y que, si se creara un problema de competencia de varios textos bíbli-
mina con las virtudes teologales (¡en conexión con los dones del Espí-
cos, 1 Cor 13,13 tiene la prioridad. Pero Tomás es el primero que
ritu Santo!), se ha tenido constantemente la impresión, sobre todo en
intenta una argumentación tendente a demostrar por qué eso es así;
la crítica protestante a la escolástica, de que, con el «sistema de las
que ni una virtud más ni una virtud menos determina la relación del
virtudes», la teología de la alta Edad Media llegaba al término de un
hombre con Dios; y que el amor es la mayor de esas tres virtudes 14.
proceso en el que —a pesar de algunos esfuerzos para emprender una
dirección opuesta n — las formas básicas del comportamiento cristiano Se comprende que un teólogo medieval sintiera la necesidad de esta
quedan sometidas al esquema de una ética filosófica pagana que es argumentación. A fin de cuentas, el teólogo de la Edad Media está
extraña a ellas, e incluso contrapuesta. En realidad, la evolución histó- firmemente convencido de que Dios mismo, el Espíritu Santo, es el
rica siguió una línea distinta a la que permitiría suponer el contexto autor de cada una de las palabras de la Biblia 15. Ésta es en alguna ma-
didáctico y argumentativo de Tomás. Hasta principios del siglo x m , la nera la propia teología de Dios, hecha por él. Pero entonces fórmulas
doctrina de las llamadas «virtudes cardinales» (prudencia, justicia, for- como, por ejemplo, 1 Cor 13,13 urgen a los teólogos dogmáticos a re-
taleza y templanza) y la doctrina de las «virtudes teologales» (fe, espe- flexionar sobre lo que el Teólogo divino ha pretendido. Si Tomás es
ranza y caridad) siguieron dos líneas independientes, al menos en los el primero que se dedica con toda intensidad a esa reflexión es porque
puntos esenciales. ve con una penetración sin igual la tarea imprescindible para construir
una síntesis teológica.
Se puede decir que Ambrosio introdujo las cuatro «virtudes cardi-
nales» en la ética cristiana. Y él acuñó también esta denominación. Pero el mérito principal de Tomás en el contexto que nos ocupa es
Agustín las entendió como figuras del amor en el marco de su teología. el de haber agrupado de forma definitiva ambas piezas doctrinales: la
Bajo la autoridad de estos dos grandes Padres de la Iglesia, esta doctrina de las «virtudes cardinales» y la de las «virtudes teologales»; más con-
fue ganando en legitimidad nunca exenta de reservas. Desde un punto cretamente, en haber integrado las «virtudes cardinales» en la relación
de vista objetivo, esta doctrina llegó a imponerse, sobre todo, porque
12
supo trasvasar los dos grandes modelos del ethos antiguo, el «heroico» Cf. ibtd., op. cit., 35-43, y la bibliografía historia indicada en Mieth.
13
de Homero y el «burgués» de Hesíodo, a la generalidad humana, con Que yo sepa, no hay una monografía sobre el tema. Espero poder ela-
borar relativamente pronto el material recogido sobre la cuestión.
14
Summa Theol. I-II 62,1-4.
15
" Cf. Mieth, op. cit., 27 y 42. Cf. Pesch, Das Gesetz (cf. nota 2) 682-716 (bibliografía).
468 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 469

del hombre con Dios determinada mediante las «virtudes teologales». aristotélicos se desarrolla, pues, una doctrina antipelagiana de la gracia.
Cuando Dietmar Mieth habla de la «relativa autonomía» de las virtu- En otras palabras: se recibe la doctrina de hábito y de virtud por la
des cardinales en Tomás 16, tenemos que subrayar fuertemente el tér- misma razón que Lutero utilizó más tarde para rechazarla 18.
mino «relativa» en la doble significación de ese adjetivo. La estructura
de la fundamentación de la doctrina sobre las virtudes de la Prima
3. Consumación de la existencia cristiana
Secundae de la Summa theologiae no debe inducir a engaños ópticos.
La estructura de la Secunda Secundae, que comienza con las virtudes Para Tomás, todo esto está enraizado firmemente en la tradición.
teologales, se encarga de suministrar la claridad necesaria. ¿Qué signi- Pero es otro el motivo por el que esta pieza doctrinal adquiere una
fica esta integración sobre cuyo atrevimiento teológico no debemos ha- nueva calidad en Tomás. Por eso no se percibe claramente el impulso
cernos ilusiones? propiamente teológico en los tratados de la Summa theologiae en los
2. Contra el pelagianismo que Tomás habla formalmente de los hábitos y de las virtudes. Encon-
tramos el argumento decisivo para la introducción de la doctrina de
El proceso esbozado tiene una prehistoria que ofrece indicaciones los hábitos no en los tratados sobre la virtud en general ni en el dedi-
claras. Desde un punto de vista histórico, la primera razón para una cado a la fe, esperanza y caridad, sino en la doctrina sobre la gracia,
recepción marcadamente teológica de la teoría qualitas-habitus en la donde Tomás pregunta si ésta es una qualitas en el alma del hombre 19.
ética teológica fue —aunque resulte sorprendente— el deseo de los La fe, la esperanza y la caridad pueden ser hábitos sólo si la gracia, de
teólogos medievales anteriores a Tomás de levantar en ella una firme la que aquéllas son fruto, es ontológicamente de la misma especie. Por
valla protectora contra todo tipo de pelagianismo. Ya en el siglo x n , y otra parte, la gracia no puede ser un hábito, pues así como el alma no
partiendo de la tradición agustiniana, se formulaba la pregunta de si se identifica lisa y llanamente con la capacidad psíquica, que pertenece
la gracia de Dios es una qualitas o una moción en el alma. Y Pedro esencialmente a aquélla, así tampoco la gracia se identifica con la fe, la
Lombardo u daba la siguiente respuesta: si la gracia fuera una moción esperanza y la caridad, regaladas juntamente con aquélla. Por eso, no
en el alma provendría, al menos parcialmente, de la libre voluntad del pregunta Tomás si la gracia es un hábito. Inquiere si ella se encuentra
hombre. Con todo, la moción de la voluntad libre es indispensable, en el ámbito de aquella realidad a la que también pertenece el hábito,
pues si se niega esto habrá que cargar a Dios la responsabilidad de los es decir, en la categoría de la «cualidad».
pecados de los hombres. Y si la gracia es también movimiento del libre
No obstante, la discusión procede como si se preguntara por un
albedrío, ¿cómo puede ser entonces exclusivamente de Dios la justifi-
hábito. ¿Por qué hay que concebir la gracia a la manera de una cuali-
cación del pecador, como Pablo y Agustín sostienen con toda firmeza?
dad? Porque si no lo fuera, argumenta Tomás, faltaría a la existencia
Para solucionar este dilema se echa mano de la doctrina aristoté- cristiana lo espontáneo, lo fácil, lo agradable. Estamos en la órbita del
lica de qualitas y habitus. Hay que sostener que la gracia y la virtud pensamiento aristotélico. Cuando una mente educada en Aristóteles
—estrechamente relacionadas en la temprana Edad Media— preceden pretenda afirmar que la existencia cristiana debe ganar en espontanei-
al movimiento del libre albedrío; como la lluvia precede a la fertilidad, dad, en facilidad y en alegría, tendrá que exponer esta idea mediante
dirá gráficamente Pedro Lombardo. Por consiguiente, están en lo cier- la doctrina de las cualidades. Pero ¿por qué la existencia cristiana tiene
to, afirma este autor, quienes llaman a la gracia y a la virtud una que ser espontánea, fácil y alegre? Tomás da una respuesta que sinto-
«buena cualidad o forma» («qualitas sive forma») que sólo Dios infun- niza con su imagen de Dios y con su concepción de la existencia cris-
de o inspira. A finales del siglo x n , Alanus ab Insulis (de Lille, f 1202)
vincula el concepto de qualitas con el de habitus. Felipe Canciller
18
(")• 1236) interpreta a este último aristotélicamente como forma, que Un texto de Lutero significativo al respecto aparece en la Edición de
es el concepto más general para qualitas /habitus. Así, la concepción Weimar, t. 10 I, 2, 74 16ss (Adventspostille, 1522) (devocionario de Advien-
de la gracia como «forma» es ya clásica en el siglo XIII. Con medios to): toda la filosofía de Aristóteles se aplica en la doctrina sobre el hábito,
ésta en el hábito adquirido, y su aceptación obra, según Lutero, la pelagiani-
zación de la teología medieval, que Lutero no se cansará de impugnar; véase
Mieth, op. cit. (cf. nota 2) 23. nota 26.
Sent. II dist. 27 cap. 3. 19
Summa Theol. I-II 110,2.
470 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 471

tiana: porque, de otra manera, Dios trataría peor al hombre en lo que Digamos, además, que Tomás no limita esta idea del hábito infuso
atañe a su vocación específica que en los ámbitos de vida que comparte a la gracia y a las virtudes teologales, sino que la extiende a las virtu-
con las restantes criaturas, pues en éstos el hombre cuenta con estruc- des «morales», es decir, a las virtudes cardinales y a sus virtudes par-
turas e inclinaciones a la actividad que le permiten actuar de forma ciales. El proceso es significativo: las virtudes cardinales elaboradas en
espontánea, fácil y agradable. En otros términos: si la vida que deriva un análisis ético-filosófico se convierten en virtudes de la vida cris-
de la gracia no puede ser tan perfecta como la vida de las criaturas tiana; en cuanto tales, no son adquiridas mediante el ejercicio, sino
que no participan de la gracia, de la especial comunión personal con infundidas por Dios. Se diferencian, pues, específicamente de las virtu-
Dios en el amor, entonces Dios sería mezquino cuando se dona sin des adquiridas que llevan el mismo nombre, pero asumen las funciones
reservas 20. de éstas. Comparadas con las infusas, las virtudes adquiridas no pasan
de ser «virtudes imperfectas», «disposiciones» para la virtud verdadera,
Pero, según Tomás, tal idea sería desoladora para la imagen de
es decir, la infusa 21 .
Dios y para la concepción de la existencia humana. Para la imagen
de Dios porque entonces no podría ser el Dios creador quien gobierna
soberanamente todas las cosas. Tomás cita aquí, atinadamente, Sab 8,1,
un texto muy querido para él: «Y lo gobierna todo con suavidad» («Et III. E L FUTURO DE LAS VIRTUDES:
disponit omnia suaviter»). Para la concepción de la existencia humana ¿TIENE PORVENIR UNA ETICA TEOLÓGICA
porque, en tal caso, le sería negada a ella la perfección humana. Sin SIN UNA DOCTRINA SOBRE LAS VIRTUDES?
embargo, como ambas suposiciones son absurdas para Tomás, se con-
cluirá la necesidad de considerar la gracia al modo de una cualidad en 1. A modo de suma total
sentido aristotélico («quaedam qualitas»). Y se concebirá su propaga-
ción en la inteligencia y en la voluntad como preprogramación cualita- Nuestra retrospectiva histórica no pasa de ser un bosquejo somero.
tiva a la actividad. Con otras palabras: es posible describirla como Abarca tan sólo el cuerpo central del problema y deja de lado las am-
hábito. De esa manera se afirma que la vida de fe, esperanza y caridad plias conexiones, los problemas concatenados y las consecuencias. Para
tiene la posibilidad del éxito humano perfecto. Al mismo tiempo se perfilar con mayor perfección el esbozo, tendríamos: a) que decir algo
explica teológica y antropológicamente el éxito real, que se extiende sobre el status teórico-científico de esta teoría como un postulado con
hasta la espontaneidad sin esfuerzo. Y todo ello en el corazón de la su específica capacidad de prestaciones y con sus limitaciones; b) ha-
doctrina de la gracia. bría que comentar la conexión de la pieza doctrinal con la concepción
En el caso de la fe, de la esperanza y de la caridad, ¿se puede veri- que Tomás tiene del hombre como imagen de Dios; con ello, c) ten-
ficar también el otro elemento esencial del hábito, la incardinación en dríamos que tocar el amplísimo tema del plan estructural de la Summa
la estructura óntica del hombre? Si nos guiamos por el tercer estado theologiae y del lugar que la ética teológica ocupa en ella (los conoce-
del desarrollo del concepto de hábito, la fe, la esperanza y la caridad dores de Tomás y los medievalistas entienden en seguida que se trata
sí tienen los benefactores fenotipos psicológicos del hábito y no depen- de una discusión interminable); d) habría que tratar detalladamente
den del éxito oscilante de la ejercitación humana. Puesto que los pro- la relación entre virtudes «teologales» y «morales», entre virtudes «in-
cesos fundamentales de la vida cristiana no son una dote de la natura- fusas» y «adquiridas», porque las apariencias de bastantes textos pue-
leza como, por ejemplo, el ansia de felicidad, sólo una acción especial den ser engañosas y han tenido consecuencias demostrables en la histo-
de Dios podrá asegurar su solidez ontológica. Nace así la idea del «ha- ria de la teología y de la Iglesia 22 ; e) deberíamos preguntar por el
bítus ínfusus», del hábito infundido, basado en Rom 5,5. Sólo en este significado de la sistematización de las virtudes con la que Tomás —a
sentido son un hábito, es decir, virtudes teologales, la fe, la esperanza modo de fundamentación en la Prima Secundae y detalladamente en
y la caridad. la Secunda Secundae (incluidas las autocorrecciones)— monta literal-

21
20
Cf. Thomas-Albert Deman, Der neue Bund und die Gnade. Kommentar Summa Theol. I-II 65,2.
22
zu Thomas von Aquin, Summa Theologiae I-II 106-114 (edición alemana de Un texto «engañoso» es, por ejemplo, la ingenua presentación de Sum-
Tomás de Aquino, vol. XIV) 355. ma Theol. I-II 71,4 in corp.
472 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 473

mente las virtudes con los «siete dones del Espíritu Santo» basándose mitada a la actividad, se aproxima con validez general al acto indivi-
en Is 11,1-3, con las bienaventuranzas del Sermón de la Montaña, con dual cuanto es posible sin eliminar su individualidad 24 .
los «frutos del Espíritu» según Gal 5,22s y con los mandamientos del Un esbozo de estas características, aunque con otra forma, ¿es in-
Decálogo. Sin duda, esto contiene elementos de un juego sutil, pero es dispensable para la fundamentación de una ética teológica? ¿Tiene fu-
mucho más que eso, como se pone de manifiesto si se compara «virtu- turo la virtud?
des» y «dones», dificultad ya clásica en la interpretación de Tomás.
Finalmente, f) habría que examinar si el magisterio de la Iglesia ha 2. Crítica y contracrítica de la doctrina sobre las virtudes
confirmado en todo o en parte esta teoría o algunos de sus elementos.
Digamos que no lo ha hecho, aunque se sirvió del lenguaje y de algu- En la teología protestante es casi un lugar común la afirmación de
nos conceptos de esta teoría, sobre todo en las decisiones doctrinales que el concepto de virtud es absolutamente inservible para una ética
contrarreformistas del Concilio de Trento. Naturalmente, no podemos cristiano-teológica25. Detrás de esta opinión se encuentra la crítica per-
entrar en todo esto. Nos limitamos a remitir a la bibliografía 23. Hace- manente de la teología reformada, crítica que podemos resumir en las
mos una especie de suma total con la intención de preparar el estadio siguientes objeciones:
conclusivo de la reflexión. a) La virtud entendida como hábito convierte la vida de fe en una
Ya antes de Tomás, la esbozada teoría de los hábitos y virtudes cuestión de ejercitación.
infusos quiere decir y aclarar que la fe, la esperanza, la caridad y cuan-
b) En consecuencia, el hombre no necesita absolutamente la gra-
to les sigue, toda la vida del cristiano, son regalo de Dios y sólo así
cia de Dios; tan sólo como apoyo a sus fuerzas naturales.
son posibles. En segundo lugar, quiere explicar que la fe, la esperanza,
la caridad y toda la vida cristiana pueden realizarse de manera espon- c) A causa de una coerción conceptual, la doctrina de los hábitos,
tánea, fácil y gozosa. Finalmente, desea poner en claro que la existencia y de las virtudes concibe la gracia de Dios como una propiedad (rega-
cristiana tiene lugar no encima o más allá de la «existencia natural», lada), como algo que se «tiene».
sino en las estructuras específicas de ésta, como su consumación ade- d) Por eso, la doctrina de las virtudes y de los hábitos no com-
cuada. Esta segunda y tercera intención de la teoría alcanza su perfil prende el carácter personal de la salvación.
específico en Tomás, a pesar de todos los trabajos preparatorios de sus e) La doctrina de las virtudes y de los hábitos desconoce la per-
predecesores. Esto y nada más que esto constituye en Tomás la funda- ' manente realidad del pecado porque tiene como presupuesto la afirma-
mentación de la ética teológica, la base sobre la que él trata cuestiones
ción de que el pecado se elimina.
éticas. Y esto significa que, en medio del concepto de «virtud infusa»,
entendida como difusión de la gracia «infusa» en la capacidad opera- Tampoco ahora podemos adentrarnos en los pormenores 26 . Es po-
tiva del alma, se religa la ética a la antropología teológica, es decir, a sible, sin embargo, que nuestro bosquejo histórico permita sospechar
la doctrina de la gracia. En realidad, Tomás no desarrolla una ética teo- que una serie de malas interpretaciones históricas y objetivas ha influi-
lógica entendida como doctrina de las obligaciones éticas del cristiano do en el nacimiento de estas objeciones. Más importante es ahora otra
que derivan de la fe, sino que hace antropología teológica en el ámbito observación: desvinculado de la integración teológica, el concepto de
de unas reflexiones éticas. virtud puede recuperar todo su sentido ético preteológico como habi-
lidad ejercitada de manera consecuente en la actuación ética... hasta
En este esbozo se incluye también aquella preferencia de una ética
como doctrina sobre las virtudes que pretende suavizar en la medida 24
de lo posible el dilema cien tífico-teórico de toda ética: obligada a tener Cf. la investigación de Kluxen mencionada en nota 2.
25
una validez general por su condición de ciencia, la ética tiene que ocu- Cf. J. Klein, art. Tugend: Die Religión in Geschichte und Gegenwart
parse normativamente de aquello que, según su esencia, no tiene un VI (Tubinga 1962) 1080-1085, espec. 1084.
24
Cf. la documentación en Pesch, Die bleibende Bedeutung (cf. nota 2).
carácter general y sólo puede ser individual: la actuación, la conducta.
362-366; 377-385. Representativo del cúmulo de las reservas de la Reforma
En el concepto básico de la virtud como predecantación firme y deli- sigue siendo Helmut Thielicke, Theologische Ethik I (Tubinga 1958, 41972>
373-392. Para la contracrítica, cf. también O. H. Pesch, Einführung zt*
Cf. nota 2. Luther (Maguncia 21983), 154-175.
474 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 475

llegar a la definición kantiana de la virtud como «coincidencia de la ética teológica —en la medida en que interviene en esta discusión éti-
voluntad con la obligación». Liberada de la supuesta coacción de tener ca general— considere superfluo el concepto de virtud e incluso llegue
que esclarecer las condiciones para alcanzar la salvación, la ética se con- a abandonarlo 27. Parece que la ética teológica ha asegurado suficiente-
vierte, allí donde influye la teología reformada, en la doctrina de las mente su perfil propio como teológica participando en la clarificación
naturales consecuencias de la salvación regalada, de las instrucciones circunstanciada de los interrogantes y desafíos éticos a la luz de la per-
de los mandamientos de Dios que el justificado vuelve a observar con cepción de las mercancías o bienes y de los valores de la fe. Pero
agrado («Tertius usus legis»). Cuando la ética se emancipa progresiva- ¿puede quedarse realmente en eso?
mente de la teología durante el curso de la Ilustración, la teología, tras
un breve período de reflexión, puede aprobar casi sin esfuerzo esta
situación, y aprovecharla para incrementar la capacidad de comuni- 3. Idiosincrasia de la doctrina sobre las virtudes
cación.
Efectivamente, la ética teológica no necesita una doctrina sobre las
A pesar de los problemas de carácter histórico y objetivos que po- virtudes para intervenir en la discusión sobre la fundamentación de
demos percibir hoy, la teología católica empalma con la doctrina clásica normas éticas ni para responder a desafíos éticos del presente, como lo
que afirma la identidad de contenido entre la ley moral divina y la ley hace en nuestros días. La ética teológica tampoco necesita una doctrina
natural. La ética luterana echa mano de la distinción de los «dos rei- sobre las virtudes para esclarecer la significación salvífica de la actua-
nos» de que habla Lutero, es decir, el contexto vital de los cristianos ción ética o —en términos tradicionales— para determinar rectamente
por una parte, y los «dos regimientos», es decir, las dos formas de go- la relación entre la fe y las buenas obras, determinación que —dicho
bierno de Dios en el mundo por otra. Además, se encomienda a la razón sea de paso— se puede llevar hoy a cabo sin los gravámenes que pesa-
la tarea de solucionar las cuestiones éticas, salvo en los casos, comparati- ban otrora como consecuencia de las discusiones del tiempo de la Re-
vamente escasos, en que el mandamiento de Dios, la Biblia, ofrece sufi- forma 28 . Además, la amplia reconsideración cristológica que se ha lle-
ciente instrucción concreta. Sólo la ética de cufio calvinista, guiada por vado a cabo en todas las teologías confesionales desde los años veinte
el concepto de la «realeza de Cristo», tiene dificultades para entablar y treinta ha puesto punto final al autoencogimiento medroso que apri-
un diálogo con la ética «secular», desligada de la fe. sionaba por doquier a la ética y que, por el simple temor de incapa-
Como resultado de la evolución histórico-científica, principalmente citarse para el diálogo, frenaba la osadía de decir lo que uno pensaba
como consecuencia de la expansión de la materia, pero también como realmente y empujaba a manifestar sólo aquello que se podía argumen-
producto de la historia de las ideas, la ética teológica se desliga meto- tar incluso sin la ventaja de la fe. En términos sencillos, la ética teoló-
dológicamente de la dogmática desde el siglo xvn y evoluciona hasta gica de cuño católico no se queda ya en una simple doctrina del dere-
convertirse en una disciplina independiente. De esta manera se despeja cho natural en la que la cristología y la doctrina de la gracia quedan
el camino para una ética puramente normativa en el sentido más am- reducidas a la condición de una observación introductoria; la ética teo-
plio del término, pues, por más variedades que admita tal ética —como lógica de signo luterano no se queda en el marco de aquella malinter-
se hace patente en la discusión sobre los fundamentos éticos sostenida pretada doctrina de los dos reinos, en la que se pasó de la distinción
durante los dos últimos siglos en el marco de la evolución filosófica, a la separación por la que la ética y especialmente la política se con-
discusión en la que se ha llegado a negar incluso la posibilidad de la virtieron en un espacio en el que la fe no intervenía para nada. La
ética normativa—, todas esas variedades tienen que coincidir en un «fe» como fuente de valores orientadores que guían la búsqueda de
punto: se trata tan sólo de la cuestión de los contenidos normativos de
la ética, de cuestiones circunstanciales y de los correspondientes juicios
27
éticos. Si en Kant, y desde él, «virtud» no es más que la voluntad que Cf., pars pro toto, Bruno Schüller, Die Bcgriindung der sittlichen Ur-
coincide con la obligación reconocida, la pregunta acerca de la «virtud» teile (Dusseldorf 21980), 299-305, y la crítica de Mielh, op. cit. (cf. nota 2)
es entonces una cuestión metaética. La nueva pregunta sobre las «vir- 52-55.
28
tudes» planteada en nuestros días no contradice esto. También ella Cf. Pesch, ibíd.; y ahora K. Lehmann/Wolfhart Pannenberg (ed), Lehr-
interroga, desde la perspectiva del contenido, sobre las exigencias éti- verurteilungen - kirchentrennend? I: Rechtfcrtigung, Sakramente und Amt
cas que es preciso percibir de nuevo. Es, pues, natural que también la im Zeitalter der Reformation und heute (Fríburgo de Brisgovia/Gotinga
1986).
476 O. H. Pescb Teología de las virtudes y virtudes teológicas 477

normas éticas ha dejado, pues, de ser una magnitud abstracta; tiene un vos, sin perder de vista la gran riqueza de nuestros conocimientos.
contenido y unos perfiles nítidos. Y debemos exponer lo que la doctrina de los hábitos y de las virtudes
Un solo elemento —precisamente el decisivo— de la doctrina de quiso decir y sostener entonces como fundamentación de una ética teo-
las virtudes en la forma madura y clásica que adquirió en la alta Edad lógica. Como en la Edad Media intervinieron en esa empresa todos los
Media falta en los empeños modernos: el elemento de la espontanei- medios con que se contaba entonces, la tarea apuntada exigirá hoy un
dad, de la facilidad, del regocijo; la naturalidad de la conducta ético- planteamiento interdisciplinar. Esto significa que el psicólogo, el soció-
cristiana, aquella consumación y madurez humanas que la condición logo, el filósofo de la cultura y el pedagogo tendrán que aportar a la
cristiana puede alcanzar si actúa en sintonía con lo cristiano, y de la tarea tanto como el teólogo. Permítasenos al respecto, al menos, el
que el mismísimo Lutero, a pesar de su tesis del «justo» que es al mis- siguiente apunte pluriestrático. En un artículo sobre «Fe en la refle-
mo tiempo «pecador» («simul justus et peccator»), llega a hablar en xión», escrito en los años treinta, pero digno de ser leído también en
términos que rayan con el entusiasmo. Todo esto trae consigo la nece- nuestros días, Romano Guardini acuñó el término «carácter en la fe».
sidad de optar entre dos planteamientos: si se considera que lo teoló- Aludía con él a aquella peculiar firmeza, seguridad y naturalidad que
gico de una ética teológica se determina y salvaguarda cuando la per- la fe puede lograr también —y principalmente— al pasar por las anti-
cepción de los bienes, los valores orientadores y la idea que la fe tiene guas y nuevas dudas e impugnaciones, de manera que la vida se deter-
del hombre intervienen en la formación del juicio ético, o si se piensa mina por una exitosa reformulación moderna de lo que los teólogos
además que la cuestión sobre la forma de consumación antropológica medievales quisieron dar a entender con la «virtud» de la fe 29. Algún
de la conducta cristiana es decisiva para el carácter teológico de una tiempo después, Guardini parafraseó el término «carácter en la fe» con
ética. Hay que preguntar incluso, y con toda seriedad, si una ética teo- la frase «reedificación de la conciencia de la realidad» que obra la fe 30.
lógica ha dicho su palabra más propia cuando guarda silencio al res- Dietmar Mieth alude a la interpretación de las virtudes como «pautas
pecto. Si hubiera oportunidad aquí, se podría demostrar en seguida, de conducta», expresión utilizada por Ernst Bloch, Theodor W. Adorno
con pruebas representativas extraídas de todas las épocas de la historia y Heinrich Rombach 31.
de la teología, que aquella espontaneidad, naturalidad y gozo de la Carácter, nueva conciencia de la realidad, pautas de conducta...
actuación ética que fluye de ella es la característica del «ethos» cristia- Estas aproximaciones al concepto de virtud, provenientes de corrientes
no y, como tal, tradición unánime de la ética teológica. de pensamiento muy diversas, comparten el aspecto de lo natural y el
Podríamos comenzar nuestro recorrido probatorio en la predicación de lo atrayente, motivador y fascinante. El que tiene casi la costumbre
ética de Jesús, en el Decálogo; pasaríamos por Pablo, por Agustín, por de contemplar la realidad a la luz de la fe, el que, impresionado por
Tomás de Aquino, por Lutero, por el Concilio de Trento y llegaríamos unas «pautas de conducta», orienta su actuación por ellas, ese tal ha
hasta nuestros días, hasta aquellos teólogos que se dedican a la ética dejado atrás lo penoso del preguntar y el esfuerzo para superarse. Ese
y no se han rendido por completo a la apuntada reducción de la ética individuo está «inclinado» a lo que hace. ¿No es cierto que la pregunta
a las cuestiones circunstanciales. ¿Es admisible que la alargada sombra sobre la virtud, acerca de nuevas «virtudes» del hombre moderno que
de Kant nos haga perder de vista la identidad que existe entre virtud respondan a los desafíos actuales, logra una atención creciente no sólo
e inclinación, con lo que se llegaría a sacrificar lo que es específico de porque estas «nuevas virtudes» ofrecen orientaciones pertinentes, sino
una ética cristiana, o que nos lleve a considerar implícita o explícita- porque, simultáneamente, hacen «proclive», fascinan, despiertan el de-
mente como contradicción lo que jamás puede ser una contradicción seo de «¡Así deberías ser!»?
si la ética cristiana pretende conducir hacia una humanidad consumada? Como se ha dicho, habrá que discutir de forma interdisciplinar los
Naturalmente, al recordar esta actualísima idiosincrasia de la doc- detalles de tal fascinación y la incardinación empíricamente eficaz de
trina clásica sobre las virtudes no hemos dicho cuál debe ser su concre- tales «pautas de conducta» e «inclinaciones» en el hombre. Para ser
ción actual. Como hemos indicado, la doctrina clásica sobre las virtu-
des es un postulado en el que se dieron cita numerosas concepciones 29
Cf. R. Guardini, Der Glaube in der Reflexión: id., Unterscheidung der
filosóficas que nosotros no podemos compartir. En otras palabras: no Christlicben. Gesammelte Studien 1923-1963 (Maguncia 1963) 279-306.
podemos repristinar la doctrina de los hábitos. Podemos y debemos 30
Id., Der Herr (Würzburgo 1951) 346-348; 535s.
31
emprender el intento de reflexionar sobre el hombre en términos nue- Op. cit., 11.
478 O. H. Pesch Teología de las virtudes y virtudes teológicas 479

fiel a la idiosincrasia de la doctrina de las virtudes, la ética teológica mos recordar, además, que la fórmula ternaria se aclimató en la teolo-
tendrá que hacer entonces lo siguiente: en cierta equivalencia con lo gía católica por la postura defensiva frente a la Reforma. A quien tenga
que significa la integración de las «virtudes cardinales» en las «virtu- presentes todos estos datos no intranquilizará la tesis de que lo impor-
des teologales», pondrá en conexión la virtud redescubierta, las nuevas tante no es la fórmula ternaria, sino la conservación de todo su con-
virtudes, con las nuevas orientaciones de la doctrina de la gracia en tenido.
nuestros días. Dicho en términos más amplios: deberá conectarla con Muchos eventos y datos de la teología actual indican que nada se
las nuevas orientaciones de la antropología teológica. Si, en línea con pierde cuando, en lugar de mencionar los tres miembros, se toma uno
la «qualitas» y trascendiendo simultáneamente aquella concepción, po- de ellos como hilo conductor para interpretar la existencia cristiana y
demos entender hoy «gracia» como «libertad regalada» 32 , y si esta para la consiguiente fundamentación de la ética cristiana. En primer
libertad como «proclividad» fundamental a Dios se «traduce» literal- lugar, la antigua controversia teológica sobre la «sola fides» parece
mente en las variadas inclinaciones de la sensibilidad ética para aquello conservar escasa entidad a pesar de los innegables estratos profundos
a lo que tiene derecho el prójimo visto a la luz de la fe y todas las que persisten en el terreno teológico. Por eso se puede afirmar que la
criaturas, entonces hemos dado con un amplio principio de ética teoló- tesis de la «sola fides» no ocasionaría hoy una división en la Iglesia 33 .
gica en el que el asunto de la doctrina de las virtudes recupera su lugar En segundo lugar, la «estructura de esperanza de la fe» está tan gene-
indispensable porque la fe aparece ahí no «simplemente» como luz para ralizada en la conciencia teológica M, también bajo el aspecto de la «tra-
la búsqueda de lo éticamente recto. ducción» de la fe a la actuación ética, que sería absurda la idea de una
Señalemos de pasada —lamentablemente no podemos extendernos alternativa en lugar de la inclusión recíproca. En tercer lugar, sería
en este punto— que en esta nueva vinculación de la ética teológica y fácil mostrar que el «amor de Dios» («caritas») —una vez analizado en
de la antropología religiosa actúa irremisiblemente aquel impulso que la detalle y sin perder de vista ningún punto digno de consideración— no
Reforma se creyó obligada a acentuar contra la doctrina de la gracia significa objetivamente otra cosa que «vivir en la fe» 3S .
como qualitas y de la virtud como hábito: que la Palabra es el medio Por eso, podemos decir con Karl Rahner 36 : en la fórmula «fe, espe-
por el que nos viene la gracia; más aún, es la gracia misma, porque ranza y caridad» se compendia objetivamente lo que cimienta la exis-
la «libertad regalada» y su traducción en las «pautas de conducta» pa- tencia cristiana, lo que es y debe ser de esa manera fundamento de la
san a nosotros a través de la palabra gráfica de la promesa salvífica de actuación cristiana y guía de una ética digna de ese mismo calificativo.
Dios que reconcilia, da seguridad y crea futuro. Pasa a nosotros en Pero eso no excluye, más bien exige, que, teniendo en cuenta el cambio
todas las formas en las que penetra en nuestros oídos. de las situaciones y de sus cambiantes desafíos, se pueda desentrañar
en cada época el contenido de la fórmula ternaria ora desde este, ora
4. ¿Tres «virtudes teologales»? desde aquel elemento de la tríada, al que se acoplan en cada caso los
dos elementos restantes, en una forma nacida de una nueva reflexión.
La fe se hace «carácter», reedifica la conciencia de la realidad, pro- En la Edad Media, todo se concentró en el amor; en la Reforma, en
porciona «pautas de conducta». ¿Hay que abandonar, pues, el discurso la fe entendida en una forma nueva y más amplia que en la Edad Me-
ternario de fe, esperanza y caridad? Como ya hemos apuntado, la con- dia. Según Karl Rahner, es posible que la esperanza asuma la direc-
centración en la tríada de fe, esperanza y caridad alcanza su forma ción, actúe como hilo conductor en la trascendental nueva situación de
clásica y tradicional en el siglo XIII. Lutero pondrá en tela de juicio nuestros días y tenga por compañeras a la fe y a la caridad.
doscientos cincuenta años después la obligatoriedad absoluta de esta
tríada al afirmar su tesis de «la fe sola» («sola fides»), aunque no tuvo
33
inconveniente alguno en utilizar a lo largo de su vida la fórmula ter- Cf. nota 28.
34
naria, sobre todo en los sermones y en la actividad catequétíca. Debe- Cf. F. Kerstiens, Die Hoffnungsstruktur der Glaubens (Maguncia
1969); J.-B. Metz, La fe en la historia y la sociedad. Esbozo de una teología
32
política para nuestro tiempo (Ed. Cristiandad, Madrid 1979) 178-188.
Cf. G. Greshake, Geschenkte Freiheit. Einführung in die Gnadenlehre 35
Cf. Pesch, Frei sein (cf. nota 32) 288-306.
(Friburgo de Brisgovia 1977); O. H. Pesch, Freí seíti aus Gnade. Theolo- 36
Art. Theologische Tudenden III-IV: Lexikon für Tbeologie und Kirche
gische Anthropologie (Friburgo de Brisgovia 1983). X (Friburgo de Brisgovia 1965) 79s.
480
O. H. Pesch

En todo caso, también teólogos católicos escriben hoy introduccio- CONDICIONES DEL CAMBIO DE VALORES
nes a la totalidad de la fe cristiana, como si no existiera el compendio ENTRE LA CULTURA Y SUBCULTURA DE LOS JÓVENES
de ésta en la terna de 1 Cor 13,13, aunque el asunto de la esperanza
y de la caridad no sufre el deterioro más mínimo 37 . Teólogos protes-
tantes que no albergan la menor duda acerca de la «sola fídes» pueden
estructurar tranquilamente su doctrina de la justificación siguiendo el
I. HACIA UN CONCEPTO CUALIFICADO DE JUVENTUD
esquema de fe, esperanza y caridad 38 . Pues si sólo es claro que la re-
lación del hombre con Dios se regala radicalmente al hombre si él se Cuando hablamos casi espontáneamente de la «juventud» como des-
entrega a Dios, sí el Ser Supremo se convierte en la «inclinación» que
tinataria y motor potencial de cambios de valores y de alternativas de
domina toda la vida del hombre y de la que dimanan inclinaciones con
actitudes, olvidamos a menudo que esta función asignada hoy a ella es
sensibilidad plural para una actuación acorde con la fe, entonces, para
relativamente nueva. Aparece explícitamente por primera vez en el
restablecer la concordia en la cuestión de las «virtudes teologales», los
llamado «movimiento juvenil» 1 de finales de siglo, y presupone un sis-
teólogos católicos no tienen que hacerse más luteranos que Lutero ni
tema distinto de coordenadas de la organización social. Mientras que
los teólogos protestantes más papistas que el papa.
los teóricos de la juventud —desde Aristóteles hasta Rousseau, a pesar
de todas sus diferencias—• consideraban la edad juvenil como la época
O. H . PESCH de la formación moral y política, y presuponían que la meta de tal edu-
[Traducción: A. MARTÍNEZ DE LAPERA]
cación era la recepción continua de las actitudes acuñadas y socialmente
identificables de los adultos, tal meta parece hoy estar en tela de juicio
a causa, sobre todo, de sus connotaciones patriarcalistas. El mismo ma-
nejo del concepto «juventud» presupone que tratamos de un grupo de
referencia casi natural que dispone de una psicología más o menos
constante, de problemas cíclicos y, por tanto, fácilmente curables, y de
tareas transmisibles. Fr. H . Tembruck, en su estudio sobre Juventud
y Sociedad 2, ha llamado la atención sobre el hecho de que la «juven-
tud» no puede ser tratada en el marco de una sociedad compleja y auto-
diferenciadora como un grupo social con fronteras fluidas.
«Juventud» como concepto psicológica o pedagógicamente cualifi-
cado sólo tiene sentido, por consiguiente, si es utilizado teniendo pre-
sente el tratamiento de los cambios globales de la sociedad, que con-
vierten a la «juventud» en sujeto de un cambio innovador de valores
y de praxis o en objeto de la tutela política. Por eso nos resultan tan
insípidos algunos clásicos, como Psicología de la juventud i, de E. Spran-
ger, o el tratado de K. Mannheim sobre El problema generacional4.
1
Cf. W. Z. Laqueur, Die deutsche Jugendbewegung in ihren padago-
37 gischen Formen und Wirkungen (Francfort 1973); B. Scháfcrs, Soziologie
Libro importante sobre el tema el de W. Kasper, Einführung in den des Jugendalters (Opladen 1982).
Glauben (Maguncia 71983); Medard Kehl, Einfürung zum christlicben Glau- 2
F. H. Tenbruck, Jugend und Gesellschaft (Friburgo 1962).
ben (Maguncia 1984). 3
38
E. Spranger, Psychologie des Jugendalters (Hcidelbcrga 2*1966). Igual-
Obra importante la de Helmut Thielicke, Der evangelische Glaube. mente, O. Neumann, Die leibseelische Entwicklung im Jugendalter (Munich
Grundzüge der Dogmatik, I I I : Theologie des Geistes (Tubinga 1978) 16- 1964).
102; Gerhard Ebeling, Dogmatik des christlicben Glaubens I-III (Tubinga 4
K. Mannheim, Das Problem der Generationen, en M. Kohli (ed), So-
1978-79) I, 374s; II, 517-528; 537-539; 545s. ziologie des Lebenslaufs (Darmstadt/Neu-wied 1978) 42ss.
31
J.-F.
Cultura y subcultura de los jóvenes 483
Parten de un concepto ahistórico de juventud que lleva a pensar en
categorías atemporales. Por eso, K. Mannheim habló de la «situación quejar estrategias amplias de tipo pedagógico y sociopolítico. El crite-
generacional» sin tener en cuenta las diferencias específicas de clase en rio y la medida de la actuación pedagógica y preventiva se asienta me-
la conducta de los jóvenes. En virtud del «hecho natural del cambio nos en principios trascendentales debidos a una antropología supratem-
generacional» se produce, según él, la acumulación continua de cultura, poral de la juventud que en formas de trato de los jóvenes difícilmente
es decir, la concentración y transmisión de bienes tradicionales de la identificables y en la lógica objetiva del problema concreto.
cultura. Se considera así la juventud como un estado armónico de
transición, orientado principalmente por el modelo de una juventud
protegida de estratos específicos. Las abundantes formas de subcultura
II. SOBRE EL SENTIDO A LA ALTERNATIVA
juvenil diagnosticadas frecuentemente en el presente deben quedar ce-
gadas mientras que ellas son las que se convirtieron en el principal
titular del cambio de valores y de actitudes. Cuando se presta atención a los estudios más recientes sobre acti-
tudes de los jóvenes sorprende, ante todo, que no se puedan extraer
Si se quiere precisar el concepto «juventud», habrá que partir de unas perspectivas claras del cambio de valores que se aprecia en esas
que la equivalencia entre juventud como generación y juventud como actitudes, sin que ese cambio sea evidente o unívoco. La pregunta de
transmisora potencial de una cultura se ha desmoronado y se ha disuel- si tal vez existe un diseño de vida «contracultural» en los jóvenes
to en numerosas subculturas juveniles con una impronta sociofísica y que, a pesar de todas las diferencias significativas, se condense en una
simbólica propia. No se puede seguir manejando el concepto «subcul- fundamental crítica subcultural y política de valores reconocidos, ha
tura» como una contraposición cargada de valores a otra cultura de recibido una respuesta más bien negativa en el estudio Juventud 81 6 :
vigencia oficial, sino como una aproximación descriptiva de la situación la oposición a valores transmitidos y a sus consiguientes formas de vida
social específica de los jóvenes. En este contexto, hay que acudir a una es muchas veces radical en el plano teórico, «pero rara vez va acompa-
definición más compleja. J. Clarke define las subculturas juveniles como ñada por una praxis de vida contracultural en el sentido de una alter-
«subsistemas generacionales de culturas de clases específicas» en el con- nativa consecuente. Todo se reduce a agujerear determinados puntos
texto de una «cultura de clases jerarquizada» s . En esta descripción concretos del diseño de vida convencional» 7.
analítica se tienen presentes la situación generacional y la de clases
Naturalmente, la exigencia de una antipraxis por principio, en el
como grupo de referencia (identidad cultural); y también la diferencia
sentido de una alternativa a los principios «establecidos» vivida con
de clases en el sentido de contraposición social (no identidad cultural).
perseverancia, sería una pretensión exagerada y dudosa desde una pers-
Sólo este trasfondo permite comprender la «formación de estilo»
pectiva cultural antropológica. En este sentido existen, más bien, dise-
específica en cada subcultura, que materializa determinadas aceptacio-
ños parciales representativos que son la palanca de la crítica cultural
nes y rechazos de valores como consecuencia de una selección especí-
que se intenta: desde el trasfondo de una interpretación neomarxista
fica de clase, condicionada por lo generacional. También materializa la
de Freud, los trabajos de E. Fromm, W. Reich y H. Marcuse cumplie-
manipulación de sistemas de símbolos de la cultura dominante. Pero
ron la función de preparar la interpretación teórica de aquella praxis
es que, además, el acelerado cambio que se opera en el fenotipo de la
que concebía la sexualidad como ámbito representativo de una crítica
cultura dominante permite que aumente la borrosidad de las subcul-
general de la sociedad. Pero la difusa sensación que nace en el intento
turas porque también pierden nitidez los contornos de los tipos de
de identificar tales estilos representativos de nuevos esbozos de vida
conducta específicos de una clase. Se pone así de manifiesto la gran
capacidad de integración de la cultura dominante y se comercializan 6
las subculturas con sus problemas. El discurso sobre la juventud como ]ugend 81. Lebensentwürfe, Mltagskulturen, Zuk.unjtsbildcr (Opladen
sujeto del cambio global de valores o como objeto de la tutela y de 1982). Otros estudios: A. Stiksrud (ed), }ugen und Werte. Aspekte einer
politischen Psychologie des Jugendalters (Weinheim/Basilca 1984); K.-O.
medidas de protección del Estado adquiere una inespecificidad exce- Bauer/D. Hellmann/H. Parson, Einstcllungen und Sicbtweisen von Jugend-
siva. Pero, al mismo tiempo, desaparece entonces la posibilidad de bos- lichen. Trends und neue Ergebnisse der Jugcndforschung (Wcinheim/Basilea
1983); W. Hornstein/R. Lemp y otros, Situation und Perspektiven der Ju-
5
J. Clarke, Jugendkultur ais Widerstand (Francfort 21981) lOss. gend (Weinheim/Basilea 1982).
7
Op. cit., 20.
484 J.-P. Wils Cultura y subcultura de los jóvenes 485

en el momento presente se basa en que parecen no darse tales esbozos. Cuando la duda comienza a acechar a la meta y al sentido que
Aparte de la dificultad que representa que esos estilos no tengan sólo orientan la evolución de la sociedad y, consiguientemente, de los indi-
el anclaje específico de una generación, sino la impronta de clase o es- viduos, cuando se abandona el nexo con una concepción de la vida
trato social, existe una amplia franja de prácticas que se entienden a social y personal triunfadora para adherirse a posibilidades alternativas
sí mismas, frecuentemente, como alternativa a las alternativas. Hay que de satisfacer actualmente necesidades no criticables, entonces es impor-
explicar esta desintegración de contraesbozos fundamentales o la exis- tante preguntar por el sentido que guía la búsqueda de prácticas alter-
tencia de prácticas interiores pluriformes que no demuestran el menor nativas experimentables 9. Si, además, se deteriora —por ejemplo, con
interés en la mediación de un concepto de sociedad y de política. Si el paro juvenil— la base material de la existencia que se precisa para
tenemos en cuenta que el discurso sobre esbozos de vida «fundamenta- participar de forma eficaz en una cultura, la formación de subculturas
les» está ligado al hecho de que el futuro tiene que estar abierto pre- puede convertirse involuntariamente en un sustituto bien visto por el
ferentemente como espacio de proyección para estos diseños, la falta Estado, por descargarle de la preocupación por la juventud como «caso
de tales perspectivas en los jóvenes permite concluir la experiencia de social». La autoincapacitación política confirma entonces una actitud
que el futuro parece perder cada vez más esta función y es considerado, política expresada en el «Quinto informe del Gobierno socialdemócrata-
más bien, como una amenaza que se trata de cegar con la vivencia de liberal de la RFA sobre la juventud», de 1982, en los siguientes térmi-
unas prácticas referidas al presente. nos: «Ya no se dirige la palabra a la juventud como grupo de referen-
Hay que aludir, además, a la creciente complejidad y opacidad de cia o como titular potencial de una política que desea cambiar o me-
las condiciones de vida que, por un lado, parecen prometer la produc- jorar las estructuras sociales mediante reformas. La juventud se ha
tividad tecnológica (y tecnomorga) de posibilidades de inventar la con- convertido, más bien, en el caso social de una política que apunta a
figuración de la vida, pero que, por otro lado, deja al individuo la evitar las crisis, a cubrir futuros riesgos y a mantener la situación vi-
cuestión sobre la legitimidad de las necesidades estimuladas por ese gente» 10.
camino. El problema que se toca aquí no puede ser resuelto, sin embargo,
En su estudio sobre Juventud y crisis, E. H. Erikson describe este mediante el pragmatismo político. Nos hallamos ante una crisis cultu-
problema en los términos siguientes: «Naturalmente, las máquinas pue- ral que parece obligar a que se oriente la actuación no por concepcio-
den hacerse más prácticas al tiempo que ganan en atractivo y comodi- nes sobre el sentido, sino por alternativas. La sospecha de falta de
dad. Pero la cuestión reside en saber de dónde vendrá el sentimiento sentido parece abatirse sobre la cuestión misma acerca del sentido.
profundo de bienes específicos que el hombre necesita en su relación T. W. Adorno esbozó en Prismas esta experiencia como pérdida de
con su fuente principal y con la técnica de producción para permitirse una dimensión temporal que, mediante su continuidad, permitía el pro-
ser humano en un universo suficientemente familiar» 8 . Suponiendo yecto de conexiones ricas de sentido: «Evidentemente, la conexión del
que este aserto analítico encierre cierta evidencia, tenemos que hablar tiempo se desmorona para los hombres» ".
aquí de una ruptura cultural que cambia fundamentalmente la cultura La emancipación que pretende descubrir diseños de sentido capaces
establecida, al igual que la cultura calificada como alternativa: la me- de desarrollarse sólo en espacios temporales, con una nueva configu-
diatividad crecientemente tecnológica de los procesos vitales del hom- ración se pierden fácilmente en la fuga que puede surgir de las alter-
bre —su «mediatización»— hacia una «nueva complejidad», según nativas en todo momento. La emancipación se estaciona.
J. Habermas, de las relaciones humanas, tanto de las próximas como
de las distantes. Como compensación, nace el intento de relativizar en
la esfera de la intimidad (nueva religiosidad, adiestramiento del cuerpo
para el deporte y para la vida erótica, etc.) y la perdida publicidad y
cognoscibilidad de estos procesos. 9
W. H. Zimmerli, Orientierung an Alternativen? Vom Sinn der Sinn-
frage, en ]ugend ohne Orientierung (Weinheim/Basilea ¿1983).
10
8 Hornstein/Lempp, op. cit., 23.
E. H. Erikson, Jugend und Krise. T)ie Psychodynamik im sozialen 11
Th. W. Adorno, Kulturkritik und Gesellschaft I, Prismen Ohne Leit-
Wandel (Stuttgart 1970) 84.
bild (Francfot 1977) 311.
Cultura y subcultura de los jóvenes 487

III. EDUCACIÓN Y/O TERAPIA: ¿EL FINAL DE LA EDUCACIÓN? dad y educación (G. Mendel) n, nadie negará que, con demasiada fre-
cuencia, circunstancias y situaciones que fueron consideradas como
No sólo es importante saber qué valores y qué directrices visibles desafío para un eros pedagógico tenían deficiencias fundamentales y,
han cambiado en el tejido de la cultura dominante y de las culturas por consiguiente, necesitaban una terapia, y que, por ese motivo, la
subdominantes. Es igualmente urgente reflexionar sobre las nuevas con- terapia puede convertirse en un requisito para la educación. Junto al
diciones estructurales bajo las que pueden formarse y actualizarse unos creciente escepticismo de determinados pedagogos (A. Miller, M. Man-
valores y directrices. Hemos tocado ya la cuestión sobre el sentido a noni) 14 , respecto a una muy poco reflexionada euforia en cuanto a las
la elección de alternativas, pero cabe señalar simultáneamente una rup- posibilidades de la educación, existen también importantes objeciones
tura casi paradigmática que podemos describir como paso de una cul- de naturaleza filosófico-cultural contra el predominio de una elabora-
tura de educación a la cultura de terapia. ción de conflictos basada exclusivamente en la terapia.
Mientras que la educación encierra semánticamente la pregunta En el primer volumen de su obra Sexualidad y verdad, en La vo-
«¿adonde?» y «¿para qué?», es decir, hacia valores y actitudes reco- luntad de saber, el filósofo francés M. Foucault formula la tesis de que
nocidas, discutidas o que se explicitan en el proceso mismo de la edu- el «discurso» sobre el sexo, importante desde el punto de vista terapéu-
cación, el punto de referencia de una cultura de terapia se orienta en tico, es decir, la formulación científica de la sexualidad ha hecho, entre
retrospectiva: terapia «¿de qué?». Evidentemente, tanto la educación otras cosas, que la confesión, el humilde desprenderse de la vida inte-
como la terapia encierran ambos momentos en la medida en que ellas rior y la exteriorización de la intimidad se conviertan en el hilo con-
son individuales y concretas. La educación es impensable sin unas dis- ductor del sujeto preparado para la terapia. Así, pues, una cultura de
posiciones previas; la terapia es imposible sin un mínimo de orienta- la terapia presupone que sus miembros están dispuestos a objetivar y
ción por un sentido. La apropiación y preferencia cultural de uno de difundir sus pensamientos más íntimos, sus impulsos y apetitos, para
ambos tipos lleva consigo, sin embargo, importantísimos desplazamien- que pueda tener lugar la intervención «manipuladora» del terapeuta.
tos de los acentos. En una cultura de la educación, las predisposicio-
Foucault ha resumido esta temática en la siguiente frase lapidaria:
nes, es decir, las estructuras preexistentes de naturaleza biológica,
«En Occidente, el hombre se ha convertido en un animal de confe-
psicológica, moral y sociopolítica se conforman por medio de un mo-
sión» 15.
delo de educación que apunta a las metas educativas que se persiguen.
La superoferta de terapias lucrativas, que compiten entre sí, presu-
Por consiguiente, una cultura de la educación está orientada básica-
pone que se considera la intimidad como una estructura elaborable y
mente por un sentido.
objetivable en la intervención terapéutica, juzgándola a disposición
Por el contrario, una cultura de la terapia presupone que, ante e incluso necesidad imperiosa de tal planteamiento. Por su parte, la
todo, hay que distanciarse de aquellas predisposiciones que llevan a buena disposición a la confesión da pie a la comercialización de tal
catalogar a los individuos o a los grupos sociales como necesitados de terapia. El hecho reside en saber quién cura de la necesidad imperiosa
terapia, con el fin de que lleguen a estar dispuestos a la elección sobe- de terapia, o si es posible conseguirlo sin tal necesidad.
rana del sujeto sobre el que se va a ejercer la terapia, naciendo por H. Lübbe acentúa en su filosofía cultural del progreso que «se han
es« camino posibilidades de elección y alternativas. En consecuencia, elevado las exigencias formuladas a nuestra capacidad de autodetermi-
tampoco aquí se puede negar un paso de la cuestión sobre el sentido nación moral». El crecimiento de las posibilidades de autorrealización,
a la «alternativa». Si nos dejamos llevar por la primera impresión, ca-
bría concluir que en este paso de la fijación en modelos educativos a la 13
G. Mendel, Pladoyer für die Entkolonisierung des Kindes. Sozioanalyse
elección de alternativas de actuación habría que consignar una clara der Autoritat (Olten/Friburgo 1973).
ganancia de libertad individual y social. Desde el trasfondo de impor- 14
A. Miller, Am Anfang war Erziehung (Francfort 1983); M. Mannoni,
tantes estudios histórico-culturales sobre la historia de la infancia Von der Antipsychiatrie zur Antipádagogik (Francfort 1980); cf. también
(Ph. Aries, L. de Mause) 12 , y tras la lectura de estudios sobre autori- H. Fend, Bie Padagogik des Neokonservatismus (Francfort 1984); D. Baacke
12
(ed), Am Ende-Postmodern, Next Wave in der Padagogik (Weinheim/
Ph. Aries, Geschichte der Kindheit (Munich 1975); L. de Mause, Hort Munich 1985).
ihr die Kinder weinen. Eine psychogenetische Geschichte der Kindheit 15
M. Foucault, Sexualitát und Wahrheit, Der Wille zum Wissen (Franc-
(Francfort 1977).
fort 1977) 77.
488 J.-P. Wüs Cultura y subcultura de los jóvenes 489

para cuya plasmación real se requiere en cierta medida la terapia como infancia infantil, estimulado por el Emilio de Rousseau, se lleva a cabo,,
eliminadora de obstáculos, suscita en Lübbe un considerable escepticis- según Gieseck, una orientación pedagógica del niño, necesaria porque
mo: quien ambiciona la autorrealización lleva una vida precaria; el ries- —en virtud de la diferencia de los procesos fundamentales de la socie-
go comporta, en cambio, riqueza de oportunidades. La desaparición de dad— la familia como marco primario de socialización ya no puede
instituciones y modelos de interpretación tradicionales, la pérdida de asegurar materialmente su futuro. La perspectiva del futuro se interio-
las «reservas conservadoras» (D. Claessens), la pérdida de la relación riza, más bien, en el niño mismo. Su orientación pedagógica y la con-
generacional hacen muy exigente la libertad lograda —hay que recons- siguiente importancia pública de la infancia intentan asegurar ahora
truir de forma reflexiva la orientación hacia la meta— y pone en peli- conjuntamente, en el plano intraindividual, la correa de transmisión.
gro la libertad carente de orientación, pues sólo una libertad autooríen- Una creciente pskologización de la vida interior propia, la introspec-
tada podrá convertirse en «artífice de su propia desdicha» 16. ción, «una especie de armonía relacional y emocional que gira sobre sí
Esta afirmación de que la autorrenuncia se puede convertir en una misma», compensan el palidecimiento de la dimensión temporal de-
autoexigencia (psicosocial) excesiva vuelve a utilizar de forma terapéu- futuro.
tica la sospecha universal de la terapia, aunque con una intencionalidad En un segundo paso, parte Gieseck de que esta orientación peda-
antiterapéutica. En conjunto podría resultar deficitario contraponer las gógica, que trata de preparar para el niño un espacio de experiencia
ganancias que ciertamente ha conseguido una cultura de orientación protegida, referido a la generación, se extiende a todos los grupos de
terapéutica, preocupada por una autotematización constante, a las pér- edad y al conjunto de la vida social. En el paso de la orientación pe-
didas de sentido y de contornos definidos que deben calcularse en la dagógica del niño a la de la sociedad desaparecen las diferencias gene-
vida individual y social. racionales. Recordemos que ya Huizinga y, posteriormente, Tenbruck
Hermann Giesecke sostiene en su libro Das Ende der Erziehung hablaron del latente «puerilismo del conjunto de la cultura» ls , de la
las tesis más palpitantes de la actualidad. Arranca de la observación «infantilización» en el fenotipo global de las culturas modernas. Con-
crítico-cultural o filosófico-cultural de que «la participación de una secuencia de la orientación pedagógica de la edad adulta es, según
educación personalmente responsabilizada retrocede y tiene que retro- Gieseck, el retorno a una responsabilidad en favor de situaciones del
ceder en beneficio de procesos anónimos de socialización, que funcio- bienestar psíquico tematizables en el plano terapéutico. Mediante la
nan principalmente sobre los medios de comunicación social y sobre casi constante y exclusiva contemplación de la realidad desde el punto
los grupos de la misma edad» n. de vista de su utilización psicológica, el radio de acción de la intimidad
El primer paso de la argumentación de Gieseck se refiere a la pér- —basado en otro tiempo en rituales firmes de aproximación y distan-
dida de futuro en la actuación pedagógica: mientras que la educación ciamiento— se extiende a toda la esfera de la publicidad. «Consecuen-
tradicional se entendió a sí misma como responsabilización del futuro cia de esta falta de diferencia del comportamiento social es la confu-
del niño, su autorresponsabilidad frente a su propio futuro constituye sión de las expectativas en los respectivos lugares sociales, y con ello
el centro de algunas concepciones modernas de la educación. «Pero la inseguridad de la conducta en las correspondientes situaciones, lo
cuanto más se dirija la mirada pedagógica en este proceso a las necesi- que a su vez incrementa o acelera el deterioro humano».
dades e intereses del niño, tanto más se hace presente la determinante Este planteamiento pedagógico total de los procesos sociales pro-
categoría del tiempo. Esta perspectiva temporal, sin embargo, no puede duce un cambio en la autocomprensión de la pedagogía como ciencia:
fundamentar una educación; cimentará, a lo sumo, un trato, es decir, deja de ser una ciencia de la educación y se convierte en ciencia de la
una convivencia con el niño». socialización. El niño y el conjunto de los diferentes grupos genera-
En el paso de la educación «burguesa», que entendía al niño como cionales se convierten, como consecuencia de esa orientación pedagó-
correa de transmisión del ascenso burgués, al descubrimiento de la gica de toda la cultura, en el objeto de una planificación estratégico-
pedagógica, es decir, en objetos racionalizados de socialización. Presu-
16 pone Gieseck que los medios de comunicación de masas llevarán a cabo
H. Lübbe, Zeit - Verháltnisse. Zur Kulturphilosophie des Vortschritts
(Graz/Viena/Colonia 1983), citas en 78ss. esta socialización en el futuro, de forma que un adoctrinamiento colec-
17
H. Giesecke, Das Ende der Erziehung. Neue Chancen für Tamilie und
Schule (Stuttgart 1985), citas en pp. 10, 27, 35. F. H. Tenbruck, op. cit., 49.
490 J.-P. Wils Cultura y subcultura de los jóvenes 491

tivo en las corrientes de moda sustituirá a la educación para un ejercicio del conocimiento, recortando la cuestión sobre la verdad y reduciéndola
adulto en el saber moral y cultural basado en relaciones de proximidad a la función del encuentro de uno mismo.
personal. Así desaparece la condición imprescindible para una educa- Las diversas connotaciones que suscitan los conceptos «publicidad»
ción, es decir, las relaciones generacionales identificables. e «intimidad» han sido recogidos de forma contundente en el título de
Al final de este diagnóstico, que admitirá correcciones de detalle, una obra de Bernd Nitzschke: Von der Kalte des Gedankens und der
pero que resulta convincente en su conjunto, podemos extraer unas Warme des Leibes (Del frío de la idea y del calor del cuerpo) ". Ahora
conclusiones provisionales de nuestras reflexiones. bien, publicidad e intimidad son conceptos muy variables e histórica-
En las modernas culturas (de tipo occidental y democrático) se pue- mente mutables; en cuanto al contenido, implican un equilibrio recí-
den percibir unas líneas de evolución significativas, que determinan de proco. Pero este difícil equilibrio se hace crecientemente problemático
forma específica la ocupación por los cambios de valores y de las prác- en una sociedad que, como consecuencia de su rápida evolución, pro-
ticas de los jóvenes. En contraposición con la crítica, políticamente cede casi constantemente a nuevos repartos de funciones. La distancia
importante, del sentido de los procesos sociales al finalizar los años que existe entre la familia como magnitud social que aseguraba simul-
sesenta y principios de los setenta, nos encontramos en una fase de táneamente la reproducción biológica y el aspecto económico, psíquico,
estilos de actuación y de vida que cambian, centrados en alternativas social y religioso, y ese otro tipo de familia, conglomerado flexible
orientadas por la oferta y que miran fijamente al tratamiento terapéu- donde se satisfacen a lo sumo determinadas necesidades del tiempo
tico. El anonimato de las transformaciones sociales, la comprobable libre, es enorme e irreversible. Sin embargo, desde un punto de vista
palidez e incluso carencia de sentido y de perfiles de la dimensión de histórico, cabe definir el paso de tipos de sociedad feudal a democra-
futuro han conducido, como compensación, a un creciente aprecio de cias burguesas como desconcentración de la identidad de publicidad e
formas personales de intimidad interhumana o, inversamente, a la inti- intimidad en el ámbito de lo político. Hubo que intentar y establecer
mización de procesos comunitarios y sociales. expresamente la publicidad, que se convirtió en una forma de control
Si esta «interiorización», es decir, la conducción de energías social- democrático y de posibilidad para examinar necesidades egocéntricas 20.
mente importantes a las rutas de la autotematización, fracasa en el con- Según esto, la adecuada proporción de publicidad e intimidad en el
texto de las instituciones, éstas serán consideradas como inservibles y ámbito de la actuación interhumana lleva a una descarga importante
sufrirán el rechazo social. del análisis permanente de las relaciones humanas de proximidad. La
publicidad protege contra el engaño de pensar que la intensidad de los
sentimientos es, de por sí, un criterio suficiente para juzgar del éxito
IV. LA DIALÉCTICA ENTRE PUBLICIDAD E INTIMIDAD de las relaciones, aunque, indudablemente, es un criterio necesario.
Niklas Luhman, en su obra Liebe ais Passion. Zur Codierung von
Los pasos de la cuestión sobre el sentido a la alternativa, y de la Intimit'dt (El amor como pasión. La codificación de la intimidad), llama
cultura de la educación a la de la terapia, se tematizan de nuevo en el también la atención sobre el hecho de que ya en el siglo XVIII, al ha-
desplazamiento de la dimensión de la publicidad de la actuación huma- blar del amor, se desustancializa y psicologiza el sujeto, «porque se
na a la intimidad de las relaciones interpersonales. trata de desligarlo en lo que se refiere a las relaciones con su entorno
En el fondo, la publicidad y la intimidad se definen recíprocamente, y consigo mismo, tratando de comprenderlo posteriormente, no desde
pues son el resultado de un código cultural. Hoy tenemos que admitir sus propiedades específicas, sino desde sus funciones. El asidero que
que merecen una clara calificación positiva las relaciones de intimidad se necesita para tal comprensión se logra final y exclusivamente en la
y de cercanía que se contraen y abandonan de forma más o menos persona, no en su naturaleza ni en su moral» 2 '.
vinculante en el trasfondo de unas alternativas existentes y que, ade- Naturalmente, la valoración y el cultivo positivos de la intimidad
más, pueden estar sometidas a una planificación terapéutica. Sucede
esto a costa de aquellas formas que presuponen la vinculación y com- 19
Reflexionen über Gefühle (Munich 1984).
promiso personal a metas de sentido de una actuación política y social. 20
Cf. J. Habermas, Strukturtoandel der Offentlichkeil. Untersuchungen
Bastaría aquí como ejemplo la necesidad de preferir constantemente el zu einer Kategorie der bürgerlichen Gesellschaft (Darmstadt/Neuwied 1962).
21
propio yo y la propia situación en el contexto científico como interés (Francfort 1984) 29.
Cultura y subcultura de los jóvenes 493
492 J.-P. Wils
sivo, se incrementa la falta de vínculos sociales, las simbologías sociales
contienen un considerable potencial de vivacidad y de libertad inme- o de grupo; y también faltan cada vez más las formas de elaborar
diatas y vivenciales. Pero si, durante el feudalismo, la intimidad era vivencias de desengaño, que no dejan a los afectados solos con su pro-
absorbida por su vertiente política y, por consiguiente, se hace íntima, pio ego. El excesivo consumo de alcohol y de drogas, la creciente tasa
es decir, opaca, en estos momentos el péndulo amenaza con ocupar la de suicidios de jóvenes, prácticas sexuales de aspecto pornográfico, así
posición contrapuesta: la publicidad es absorbida por la intimidad y como una «nueva» religiosidad como medio para el ascenso egocén-
ésta se hace pública. trico, son formas de elaborar un conflicto condicionado por lo social;
Ante la desaparición de la publicidad, Richard Sennet llega incluso sin embargo, son unos mecanismos para superar la crisis que se con-
a hablar de una tiranía de la intimidad. Comenta esta tesis refiriéndose, centran esencialmente en la vivencia momentánea del yo en soledad.
entre otras consideraciones, a la sustitución de lo erótico por una sexua- El suicidio es la proyección más radical del joven a la inevitable situa-
lidad orientada por lo vivencial. Bajo el epígrafe de erótico hay que ción de un estado no comunicativo.
entender aquí la estilización, codificación o simbolización públicamente No hay que malinterpretar, con todo, esta falta de una publicidad
perceptible del «sexo» como acto íntimo. Por el contrario, para la con- que desvía del conflicto como una estrategia individual de rechazo o de
cepción de la sexualidad como una vivencia no necesaria éticamente enquistamiento o como origen de tal estrategia. Esa carencia está unida
en las relaciones humanas, aunque imprescindible para el bienestar de inseparablemente con procesos de naturaleza sociopolítica. La difícil
la economía psíquica, se basa en un reduccionismo narcisista. Por eso tarea encomendada a la protección de la juventud consiste en recon-
no sorprende al americano Sennet la gran abundancia de trastornos de ducir de la forma más prohibitiva y productiva posible estas maneras
índole narcisista en la sociedad moderna, «porque la sociedad actual de elaboración egoísta de las crisis, aunque estos problemas tienen su
organiza de forma psicológica sus procesos interiores de expresión y so- origen en los procesos globales de la transformación de la sociedad.
cava el sentido de razonables interacciones sociales que se encuentren
fuera de las fronteras del yo individuo» 2Z . La sexualidad entendida
exclusivamente como vivencia física constituye una equivocada valora-
V. A LA BÚSQUEDA DE LA MEDIDA:
ción narcisista, perdiendo potencialmente la capacidad para ser símbolo
ACTUACIÓN COMO ENSAYO. DE LA ADAPTACIÓN DE LOS
cultivado de formas de expresión de lo erótico, lo que «conduce a una
VALORES A SU EXPLORACIÓN
atrofia de la percepción 'metafórica' del cuerpo, es decir, a un empo-
brecimiento de aquella capacidad cognoscitiva para transformar una
Sólo al final de estas consideraciones sobre el cambio de las condi-
cosa física en un símbolo. Por eso unas fuerzas psíquicas destructoras
ciones contextúales de la actuación, orientadas por unos valores, cabe
hacen acto de presencia cuando una sociedad pasa del erotismo a la
formular la pregunta acerca de los criterios. Hemos comprobado tres
sexualidad, de la fe en las actuaciones emocionales a la fe en estados
transformaciones importantes que se condicionan recíprocamente: el
emocionales. Se manifiesta aquí la destructividad que se desencadena
paso de la cuestión sobre el sentido a la alternativa, el de una cultura
cuando la sociedad niega al eros una dimensión pública» 23.
de la educación a otra de la terapia, el paso de la publicidad de la
Esta última frase contiene la importante observación de que aque- actuación al dominio casi absoluto de la intimidad. Sólo este trasfondo
llas formas de conducta que se asientan exclusivamente en una intimi- permite progresar gradualmente, sobre todo en lo que respecta a la
dad hecha de estados puntuales y que, por consiguiente, no pueden patente ruptura en la valoración de la publicidad y de la intimidad.
(o no quieren) echar mano de ninguna forma simbólica, culturalmente La pérdida de publicidad de la actuación afecta incluso a la cuestión
estilizada, se vuelven contra sí mismas de modo tendencial hacia su misma de las medidas. Con la intención de conjurar la amenazante
propio fracaso; es decir, se hacen autodestructoras. Cuando el cambio carencia de criterios, en el cuadro de estas transformaciones culturales,
del valor de la publicidad al valor de la intimidad —impuesto en bue- se acude con frecuencia a una moral que pretende comunicar sus nor-
na medida por la misma evolución de la sociedad— se hace tan exclu- mas sin la mediatización del contexto, al modo de exigencias atem-
porales.
22
R. Sennet, Verfall und Ende des offentlichen Lebens. Die Tyrannei der Además de que en las situaciones de transformación profunda se
Intimitát (Francfort 1983) 21. incrementa la necesidad de justificar unos principios normativos, sin
23
lbíd., 22.
494 J.-P. Wils Cultura y subcultura de los jóvenes 495

que la formulación de una moral en principios de validez universal pues, la cuestión sobre las pautas de conducta y sobre las directrices
tenga entonces demasiado sentido. Los procesos de cambio de valores consideradas como una encarnación concreta de valores, pero que toda-
en los jóvenes pueden entenderse en tales casos sólo de forma insufi- vía no los expresan de forma concluyente en principios normativos.
ciente. Por definición, es imposible una captación normativa del cam- Nos referimos aquí al plano de la formación de motivos éticos suscita-
bio de valores mientras está en curso la dinámica de su proceso. Natu- dos por Erikson, quien cree que la crisis de los motivos aceptados para
ralmente, las actuaciones, aunque tengan lugar en el marco de trans- la actuación individual y social suscita el sondeo motivador de nuevas
formaciones globales de la sociedad, están sujetas a la coacción de la perspectivas de valores. En la medida en que este proceso se distancia
publicidad y de la justificación. Sin embargo, sería equivocado traducir de la reconocida dimensión de publicidad de la actuación ética habrá
inmediatamente la justificación, que tiene como fundamento el recono- que aludir, en el acompañamiento pedagógico de tales procesos, la ne-
cimiento virtual, a normas con pretensión de validez universal, pues cesidad de justificación, aunque sin reducir el proceso de descubri-
esta validez universal resulta precisamente disponible. miento.
En el trasfondo de esta concepción ahistórica de la moral se en- Sin embargo, en la medida en que el cambio de valores indica que
cuentra la opinión de que se puede traducir sin lagunas a normas mora- han entrado en crisis las necesidades de una sociedad y provoca una
les la toma de valores por medio de un juicio de valor. Esa concepción reestructuración en la jerarquía de esas necesidades, la urgencia de una
considera la actuación orientada por valores como una simple adapta- discusión pública de estas mutaciones de los valores se basa en la con-
ción de los propios valores, olvidando que son, en primer lugar, unas veniencia de evitar a toda costa que el fracaso y los costos que tales
abstracciones que no se identifican de forma automática con una de procesos acarrean vayan a parar a las espaldas de los miembros más
sus versiones normativas. Y este hecho explica también que fracasen débiles de esa sociedad. En este sentido, hay que liberar de su latente
entre los jóvenes aquellas normas abstractas que no se interesan prin- estrechamiento genético individual a la exploración de valores que se
cipalmente por la conexión de la fundamentación, sino por la conexión ha producido como consecuencia de unos procesos de transformación
del descubrimiento de valores. Aquí, lo primordial no es su adapta- de las culturas modernas, pues son muy elevadas las posibilidades de
ción, sino su exploración. Esta última es un hecho que debe ser respe- comercializar los cambios de valores. Sostener y acompañar de forma
tado cuando cambian los valores y, sobre todo después, cuando refuer- productiva la tensión que se da entre la exploración de valores y su
zan esto las condiciones macroestructurales de la actuación. justificación constituye la tarea más importante en la elaboración pe-
Los valores se actualizan experimentalmente al descubrirlos, se tra- dagógico-moral de las condiciones del cambio de valores que hemos
ducen en el ensayo de una actuación y, de esa manera, se sondea, con- estudiado.
cretándola, su dimensión. Hay que evitar en todo este proceso un des- Se tratará, sobre todo, de evitar el estrechamiento individualista
plazamiento de los acentos de ciertos de sus aspectos. Por ese motivo, y terapéutico de una actuación explorada de valores, y se vinculará
se puede observar tanto en el debate de la teología moral como en el esta actuación a formas comunicativas de una avenencia discursiva so-
de la filosofía de los últimos tiempos un corrimiento de los acentos, bre las condiciones de vida.
de la teoría sobre la norma a la discusión sobre la propia virtud 24 . La J.-P. WILS
doctrina sobre la virtud había sido un elemento fijo de las disciplinas
éticas hasta bien entrada la Edad Moderna, pero fue perdiendo su dina- [Traducción: A. MARTÍNEZ DE LAPERA]
mismo en las «virtudes secundarias» burguesas, al tiempo que era eli-
minada desde el siglo xix por la teoría sobre la norma, volviendo a
acentuarse aquellos aspectos de la doctrina sobre la virtud que ésta
poseía esporádicamente todavía en el pensamiento de Friedrich Schleier-
macher: la virtud como competencia ética productiva del que actúa y
la virtud como exploración innovadora de valores. Se debate aquí,

24
Cf. D. Mieth, Die neuen Ingenien. Ein ethischer Entwurf (Dussel-
dorf 1984).
FORMACIÓN MORAL EN LA IGLESIA

La formación moral en la Iglesia de Occidente se encuentra en una


difícil situación debido a que resulta inadecuado el modelo tradicional
de transmisión de valores. De ahí que se hayan desarrollado otros mo-
delos: los de clarificación, desarrollo y comunicación. En el presente
artículo analizamos primeramente la crisis del modelo de transmisión,
a la vez que examinamos el modelo de clarificación, que viene a ser
una reacción frente al anterior (I). Después consideramos la comunica-
ción de valores como salida de la crisis (II). Por último, estudiamos
los fines del modelo de comunicación y abordamos el desarrollo (III).

I. CRISIS DE LA FORMACIÓN MORAL

Entendemos aquí por formación moral el desarrollo del niño en el


terreno de los valores y normas por medio de la educación y la ense-
ñanza. Tal formación se halla en crisis. La época actual pertenece al
período que Hegel fue el primero en denominar época moderna. En su
base aparece un proceso de racionalización que lleva por principio a
poner en discusión los valores y normas evidentes en el pasado. Ni la
tradición ni la autoridad —la cual se funda en esa tradición y la pro-
pone como vinculante— constituyen un fundamento suficiente para
asumir los patrones axiológicos y normativos del pasado. Hay que re-
nunciar a la transmisión intergeneracional. La época moderna se carac-
teriza precisamente por el distanciamiento frente a la tradición y la
autoridad. En su lugar se alza la razón crítica, que constituye la instan-
cia suprema para las directrices normativas en la vida personal y social.
Lo que, en la comunicación de valores y normas, se mantiene ante el
foro de la razón posee validez, al menos mientras no se le opongan
ulteriores argumentos racionales y empíricos. Lo que no se mantiene
carece de vigencia 1 .
Esto no significa que no exista continuidad en los patrones axioló-
gicos y normativos de hoy. Así, está demostrado empíricamente que la
población holandesa se sigue caracterizando por el patrón burgués, de
modo que el abandono del mismo en los llamados círculos hedonistas
1
J. Habermas, Theorie des kommunikativcn Handels, I-II (Francfort
1982).
32
498 J. van der Ven

y críticos constituye un fenómeno minoritario. Este dato empírico no II. COMUNICACIÓN DE VALORES
está en contradicción con la racionalidad crítica, piedra de toque para
la validez de valores y normas, pues el contenido y la validez de los Este modelo constituye la salida de la crisis en que se encuentra la
mismos son dos cosas distintas. Se puede decir que tales valores y nor- formación moral. Se basa en la razón crítico-comunicativa e incluye dos
mas están hoy presentes en la población holandesa como una herencia aspectos: la racionalidad práctica y la descentración social.
recibida, pero no porque procedan del pasado. Lo que ha cambiado
es el motivo de su legitimidad, que en la época moderna es la razón. 1. Racionalidad práctica

1. Transmisión de valores Tiene su punto de partida en unas preguntas que son centrales en
la comunicación de valores: ¿qué debo hacer yo?, ¿qué debemos hacer
Lo dicho tiene consecuencias para la formación moral. Significa que nosotros? Estas preguntas van dirigidas a la razón crítico-práctica, la
/a transmisión de valores ha caducado como modelo de educación mo- cual considera si son válidas las respuestas que se dan y las motiva-
ral. Este modelo subsiste gracias a la tradición y a la autoridad. La ciones que se alegan. La razón las somete al criterio de la justicia, ana-
tradición ofrece un sistema de valores y normas que se consideran evi- lizando tres aspectos: los conceptos empleados en los razonamientos,
dentes, y la autoridad se encarga de transmitirlo. Pero ni la una ni la la validez de los mismos razonamientos y la validez y Habilidad de los
otra constituyen en la época moderna un fundamento suficiente para datos empíricos. El concepto «justicia» puede ser elaborado así en tres
tal transmisión. o cuatro direcciones, según que la justicia social se interprete como
2. Clarificación de valores una forma peculiar o bien como una dimensión de otras formas: dis-
tributiva, legal, conmutativa 3 . También se puede partir, por ejemplo,
La clarificación de valores surge como reacción al modelo anterior. de la noción liberal de justicia que hallamos en Rawls 4 o de la que
Su especificidad se cifra en dos puntos: primero, no parte de unos va- aparece en la teología política 5 .
lores y normas previamente establecidos, lo cual se opondría a la autén-
Se considera asimismo la validez de los razonamientos. A este res-
tica pluralidad; segundo, rechaza la transmisión de valores y normas, la
pecto hay que señalar la diferencia entre la respuesta a una cuestión
cual iría contra el derecho del niño a elegir por sí mismo. En concreto,
moral y los puntos de vista positivos, negativos y nulos, los argumentos
el modelo de clarificación parte de los valores y normas que están pre-
en pro y en contra, las inducciones, deducciones y reducciones de tales
sentes en el niño y se propone hacerlos conscientes y desarrollarlos 2.
argumentos. Además hay que comprobar la validez y flabilidad de los
Con respecto a la clarificación de valores hay que formular dos datos empíricos. Esos análisis conceptuales, argumentativos y empíricos
objeciones relativas al fin y al efecto. Ante todo, el fin no es tan indi- se reúnen en el marco del silogismo práctico 6 : la premisa mayor está
ferente como parece. Arranca de una serie de presupuestos que tienen constituida por una proposición normativa universal; la menor, por
su base, por una parte, en el pragmatismo de Dewey y, por otra, en la una descriptiva particular, y la conclusión, por una normativa par-
«psicología humanista» y en la ideología de la autorrealización, al mar- ticular.
gen del contexto social. La clarificación de valores sirve de medio para
2. Descentración social
la transmisión de tales ideologías. La segunda objeción, la relativa al
efecto, es que la clarificación desemboca en una elección consciente de A la racionalidad práctica hay que añadir el aspecto de descentra-
valores y normas que se efectúa en un grupo de diálogo con otros edu- ción social. Ésta consiste, según Piaget, en liberarse de la perspectiva
candos. El peligro está en que esa elección se funde únicamente en el
diálogo del grupo y no en el contenido de los valores y normas. ¿Dónde 3
A. Vonlanthen, Idee und Entwicklung der sozialcn Cerechtigkcil (Fri-
queda el momento trascendente que se da por definición en los valores burgo 1973).
4
y normas y cómo se supera la limitación espacial del pequeño grupo, J. Rawls, A Theory of Justice (Cambridge 1971).
5
de la categoría social y de la propia nación? ¿Dónde queda el momento Cf. J.-B. Metz, La fe, en la historia y en la sociedad (Madrid, Ed. Cris-
de universalidad? tiandad, 1979).
6
Cf. R. M. Haré, The Language of Moráis (Oxford 1967); W. Bren-
2 nenstuhl, Ziele der Handlungslogik, en Handlungstheorien I (Munich 1980).
Cf. L. Raths y otros, Valúes and Teacbing (Columbus, Ohio, 1978).
500 J. van der Ven Formación moral en la Iglesia 501

del 370 y coordinar la perspectiva del yo y del tú sobre la base de la gente. Pero la dificultad está en que de enunciados sobre el ser no se
perspectiva del él, lo cual significa una ruptura del egocentrismo. En pueden deducir sin más enunciados sobre el deber.
forma plural, consiste en distanciarse de la perspectiva del nosotros y El intuicionismo reconoce el carácter cognoscitivo de los enunciados
coordinar la perspectiva del nosotros y del vosotros sobre la base de la morales, pero rechaza su verificabilidad empírica. El conocimiento del
perspectiva del ellos. Esto puede darse también en un micronivel. En que surge la moralidad es absolutamente particular: es captación inme-
el macronivel se trata de romper la perspectiva del nosotros de la pro- diata, evidencia directa, que nos permite saber si algo es bueno o malo.
pia colectividad y coordinarla con la del vosotros de otras colectivida- Este recurso a la intuición tampoco sirve para solucionar las discusio-
des a partir de la perspectiva del ellos, lo cual significa una ruptura del nes morales, puesto que se sustrae a todo control intersubjetivo. Por
sociocentrismo, condición necesaria para la crítica de las ideologías. Ésta su parte, el emotivismo rechaza la idea de que los enunciados morales
se propone descubrir la función ideológica de los valores y normas, tengan carácter cognoscitivo (intuitivo). Los considera como expresio-
función que, según Piaget 7, en conexión con Marx, consiste en la jus- nes de sentimientos y actitudes.
tificación oculta de los intereses del propio grupo. El cognitivismo vuelve, como reacción ante el emotivismo, al carác-
La combinación de racionalidad crítica y descentración social per- ter cognoscitivo de los enunciados morales. Pero no admite la verifi-
mite señalar la diferencia con respecto a la transmisión y a la clarifica- cabilidad empírica del naturalismo ni la evidencia del intuicionismo.
ción de valores. La comunicación de valores se diferencia de la primera Subraya la estructura silogística de los enunciados morales y pone de
porque no se excluye ningún valor o norma de la comunicación. Y se relieve, en una forma diferenciada, la importancia de los análisis con-
diferencia de la segunda porque lo que decide sobre la validez de va- ceptuales, argumentativos y empíricos, según hemos descrito.
lores y normas no es el diálogo de grupo, sino la razón crítica, que La comunicación de valores supone la implantación de una ética
rompe por principio todo egocentrismo y sociocentrismo. Esto hace que cognitivista. ¿Significa esto que no tienen cabida las intuiciones y emo-
el juicio moral sea por principio universalizable. ciones? La respuesta se halla en la regla de Habermas 8 según la cual
quien participa en la comunicación puede hacer cualquier tipo de enun-
ciado, incluso intuitivo y emocional, si bien debe estar dispuesto a so-
3. Implicaciones éticas
meter también esos enunciados ante el foro de la razón crítica.
de la comunicación de valores
La descentración social, el segundo aspecto de la comunicación de
Como queda dicho, en la época moderna la validez de valores y nor- valores, debe ser elaborada en el sentido de la ética comunicativa. En
mas no se pone en la tradición ni en la autoridad, sino en la razón ella ocupa un lugar central el frecuente fracaso de la coordinación co-
crítico-comunicativa. Esto procura a la ética un puesto central dentro municativa de las perspectivas del yo, del tú y del él. A este respecto
de la comunicación de valores. Gracias a ella, la reflexión científica no hay que señalar tres tipos de causas: sociales, interpsíquicas e intra-
se pregunta qué valores y normas se persiguen de hecho —cosa que psíquicas. Las causas sociales están en las barreras que las instituciones
corresponde a las ciencias empíricas—, sino qué valores deben perse- del dinero, del poder político y de las convenciones culturales ponen a
guirse. En los dos aspectos mencionados, la racionalidad práctica y la la comunicación. Las interpsíquicas, en ciertos procesos, como la asime-
descentración social, se encierran dos implicaciones éticas. tría y la dominancia, sobre la base de una desigualdad de oportunida-
El primer aspecto incluye la respuesta a la pregunta sobre qué tipo des, posibilidades e intereses. Las intrapsíquicas, en mecanismos de
de ética se necesita. Es posible distinguir entre naturalismo, intuicio- defensa, como la proyección, la intrayección, la negación neurótica y la
nismo, emotivismo y cognitivismo. El naturalismo parte de que las pérdida de memoria. Estas causas hacen que el fracaso de la comuni-
discusiones morales pueden dirimirse mediante enunciados morales que cación de valores y normas sea al menos tan frecuente como su éxito.
deben ser sometidos a una verificación empírica. Esto podría hacerse De ahí parte la ética comunicativa, la cual introduce tres conceptos:
a través de términos morales, como «el bien», precisables en rasgos la comunicación ideal, la real y la crítica 9. El primero se refiere a una
empíricos: es bueno lo que procura placer o aquello que prefiere la
8
J. Habermas, Moralbewusstsein und kommunikativcs llandcln (Franc-
7
fort 1983).
J. Piaget, Die Entwicklung des Erkennens III (Stuttgart 1975) 232. 9
Cf. K. Mollenhauer, Theorien xum Erziehiwgsprozess (Munich 1972).
502 } . van der Ven Formación moral en la Iglesia 503

comunicación no dominadora, no obstaculizada por barreras sociales, procesos de aprendizaje, cognitivos y afectivos, que se desarrollan fun-
interpsíquicas e intrapsíquicas. Tiene carácter de utopía. El segundo se cionalmente. ¿Cuáles son los fines de tales procesos?
refiere a la relación fáctica entre el éxito y el fracaso de la comunica- Como fines cognitivos propongo los siguientes: analizar, evaluar y
ción. El tercero está implicado en el fenómeno de la metacomunicación, sintetizar las respuestas a los problemas morales en una comunicación
en el cual tanto la comunicación lograda como la fracasada pasan a ser interética; como fines afectivos: reaccionar activamente ante esas res-
objeto de la comunicación. En ella aparecen las barreras sociales, inter- puestas y valorar la comunicación interética. Los términos «analizar»,
psíquicas e intrapsíquicas. La metacomunicación puede entenderse como «evaluar» y «sintetizar» corresponden a los tres niveles superiores de
el puente entre la comunicación real y la ideal, por el que se pasa de la taxonomía de los fines cognitivos de Bloom 12 ; «reaccionar activa-
la segunda a la primera. Ella hace que todo hombre pueda participar mente» y «valorar» corresponden a los dos niveles medios de la taxo-
sin trabas en la comunicación y problematizar toda afirmación. Se halla nomía de los fines afectivos de Krathwohl u . Todos estos fines vienen
bajo el signo de la emancipación del hombre como sujeto y contribuye a ser una precisión necesaria (no suficiente de por sí) del fin general
a configurarlo como sujeto. En esto consiste el núcleo ético de la co- de la formación moral, la cual, por otra parte, se define como enseñar
municación de valores 10. a participar en la comunicación de valores y normas desde una perspec-
De este fundamento ético-comunicativo se puede inferir una ulterior tiva ética 14.
precisión de la ética en la comunicación de valores. Ésta no se configura Es posible señalar una diferencia, en el plano taxonómico, entre
mediante la reflexión sobre una serie de problemas morales simplemen- los fines cognitivos y los afectivos. Los primeros pertenecen al nivel
te a partir de una determinada tradición ética. La comunicación de superior de la correspondiente taxonomía; los segundos, al nivel medio.
valores es una comunicación interética. Por lo demás, no constituye El énfasis en la categoría de las capacidades cognitivas se puede legiti-
un fin en sí misma. Eso quitaría a quienes participan de ella la posi- mar desde la posición central que ocupa modernamente la racionalidad
bilidad de hacer juicios y opciones propiamente éticas. El fin es llegar crítica en la comunicación de valores. Los fines afectivos necesitan una
a lo que se llama una ética autorrefleja. De este modo, los juicios y las justificación aparte.
opciones propiamente éticas son objeto de una reflexión permanente, Se distinguen dos fines afectivos: reaccionar activamente ante las
abierta y autocrítica n . respuestas desde las distintas tradiciones éticas y valorar la comunica-
ción interética. Lo primero implica, según Krathwohl, intervenir activa-
mente, tomar iniciativas y tener satisfacción en ello. La valoración se
III. FINES DE LA COMUNICACIÓN DE VALORES sitúa en un nivel más alto: se trata de asentir y asumir personalmente,
desde dentro, de corazón. ¿Por qué se opta por reaccionar activamente
ante las respuestas desde la tradición ética diferente y no por valorar-
Estos fines están ya implícitos en lo que precede. Son de dos tipos:
las? Porque elevar la valoración de las respuestas a la condición de fin
últimos e inmediatos. Aquí vamos a formular y considerar explícita-
válido para todos los educandos significaría por definición un ataque
mente los primeros. Con respecto a los segundos daremos algunos
contra la libertad de los mismos. La comunicación de valores se con
criterios.
vertiría así en transmisión. Por su naturaleza, la valoración (personal
1. Fines últimos e interna) de las respuestas desde las diferentes tradiciones éticas puede
servir de fin diferencial: solamente para ciertos educandos SCKÚII SU
Los fines últimos tienen que ver con el cambio del niño como re- propia opción.
sultado de la formación moral: un cambio deseable, alcanzable y dura- En la valoración de la comunicación interética no se necesim dis-
ble. Esto último significa que el cambio perdura, pues se apoya en unos
12
B. S. Bloom y otros, Taxonomy of Educational Objcctitns (Nueva York
10
H. Peukert, Wissenschaftstheorie, Handlungstheorie, fundaméntale 1956).
Theologie (Francfort 1978). " D. R. Krathwohl, Taxonomy of Educational Objeclivcs (Nueva York
11
Cf. W. Schluchter, Die Entwicklung des okzidentalen Rationalismus 1964).
(Tubinga 1979). 14
J. van der Ven, Vorming in waarden en normen (Kampen 1985).
504 ]. van der Ven Formación moral en la Iglesia 505

tinguir entre fin universalmente válido y fin diferencial. La razón crí- empírico. Esto vale también para el segundo criterio, que se refiere
tico-comunicativa, fundamento de la comunicación interética, constituye a la jerarquía en el valor de los fines. El tercer criterio consiste en que
la base común de la época moderna, tal como hemos probado en el los fines puedan ser alcanzados en una medida suficiente al menos por
apartado I. A ella pertenecen los valores y normas que se incluyen en una parte de los educandos. Esta «parte» se suele cifrar, al menos, en
la razón crítico-comunicativa. Como queda dicho, ejemplos de esa ética un 15 por 100; la «medida suficiente» se suele elevar al 80 o 90 por
comunicativa son que toda persona pueda participar en la comunicación 100. El cuarto criterio se refiere a la relación secuencial entre fines
y que pueda problematizar cualquier decisión. A lo que podemos aña- inmediatos y últimos. El quinto alude a la correspondencia entre los
dir, siguiendo a Habermas 15, que toda persona pueda introducir cual- fines intentados oficialmente y los perseguidos de hecho 16.
quier decisión en la comunicación; que pueda expresar sus posturas,
deseos y necesidades; que nadie pueda ser impedido, mediante violen- 3. El desarrollo moral
cia interior o exterior a la comunicación, en la realización de tales
derechos. Esto se refiere todavía a un aspecto del tercer criterio, la accesibi-
lidad, que depende de la determinación de los estadios de desarrollo
En la Iglesia hay grupos que no están de acuerdo con esta ética
en que se encuentran los educandos. Además del desarrollo cognitivo
comunicativa. ¿Pesa sobre los miembros de esos grupos la obligación
(Piaget) y del social (Selman) aquí interviene el desarrollo moral
de asumir como fin la valoración de tal ética? ¿No se da ahí un ataque
(Kohlberg). Kohlberg 17 supone que los correspondientes estadios del
contra la libertad? Nos hallamos ante un caso límite en un doble aspec-
desarrollo cognitivo y del social constituyen una condición necesaria,
to. En primer lugar, en la formación moral hay que intentar a todo
pero no suficiente, para los del desarrollo moral. Esto se opone a la
trance ganar a los participantes para la ética comunicativa no por ava-
idea de Turiel de que el desarrollo social y el moral no tienen ninguna
sallamiento, sino por convicción. El éxito o el fracaso puede ser deci-
relación entre sí, y a la de Habermas 18 de que ambos sólo se pueden
sivo. En segundo lugar, en el amplio contexto eclesial hay que tratar
diferenciar analíticamente.
a esos grupos de modo que las relaciones comunicativas se mantengan
abiertas el mayor tiempo posible. Pero la comunicación tiene como Kohlberg distingue tres niveles de desarrollo moral, y en cada uno
frontera la obstinación frente a ella. Si la obstinación es evidente, en- de ellos, dos estadios. El primer estadio se caracteriza por la observan-
tonces la cuestión se traslada del campo de lo deseable al de lo alcan- cia externa de reglas sobre la base de motivos en clave de premio y cas-
zable. Ese fin, aunque no alcanzable, sigue siendo deseable. tigo; el segundo, sobre la base de motivos hedonístícos. El tercer esta-
dio se distingue por la observancia interna de reglas sobre la base de
convenciones interpersonales; el cuarto, sobre la base de convenciones
2. Fines inmediatos sociales. El quinto se refiere a la observancia de reglas sobre la base
Los fines inmediatos pueden definirse como el conjunto de fines de acuerdos democráticos; el sexto, sobre la base de principios morales
intermedios que conducen a la consecución de los fines últimos. Esta abstractos. Los seis estadios pertenecen, de dos en dos, al nivel precon-
aproximación formal muestra la dificultad de determinar efectivamente vencional (primero y segundo), al convencional (tercero y cuarto) y al
los fines inmediatos de la formación moral. El problema resulta claro: posconvencional (quinto y sexto). Los pasos del primer nivel al segun-
¿cuáles son, en un período que va de los cuatro a los dieciocho años do y del segundo al tercero se determinan por la descentración social.
de edad, los sucesivos fines inmediatos en las distintas etapas de la El primer paso consiste en la ruptura del egocentrismo que caracteriza
formación moral? los estadios primero y segundo; el segundo paso, en la ruptura del
Debido a la carencia de una suficiente investigación teórica y empí- sociocentrismo que caracteriza los estadios tercero y cuarto.
rica, bastará aquí enunciar los cinco criterios que sirven para determi-
nar los fines inmediatos: oportunidad, importancia relativa, accesibi-
lidad, continuidad y coherencia. El primero tiene que ver con el valor
de los fines, el cual debe ser fijado a través de un camino teórico y 16
Cf. J. van der Ven, Kritische godsdienstdidactiek (Kampen 1982) 654ss.
17
L. Kohlberg, Essays on Moral Development I (San Francisco 1981).
18
J. Habermas, Moralbewusstsein... J. Habermas, Moralbewusstsein...
33
4. Desarrollo de valores BIBLIOGRAFÍA SOBRE «VIRTUD» Y «VIRTUDES)
La obra de Kohlberg es importante no sólo por la teoría de los es-
tadios de desarrollo, sino también por la consiguiente teoría educativa.
Esta última viene a ser el modelo del desarrollo de valores, el cual
consiste en estimular a los educandos, alentándolos a alcanzar el esta-
dio n + 1. La formación moral se cifra en llegar desde el estadio pri- Adams, Robert Merrihews, Motive Utilitarianism: «The Journal of Phi-
mero hasta el sexto desarrollando la tensión que existe entre el estadio losophy» 76 (1979) 467-481.
que se ha alcanzado y el inmediatamente sucesivo. Alston, W . F., Moral Attitudes and Moral Judgements: «Nous» 2 (fe-
A este respecto hay que señalar dos cuestiones que tienen su impor- brero 1968) 1-23.
tancia en el marco del presente artículo. Prescindimos de otras que ya Baier, Kurt, Moral Valúes and Moral Worth: «The Monist» 54 (1970)
hemos considerado anteriormente 19. ¿Debe la formación moral preten- 18-30.
der una aceleración del desarrollo moral? Tal aceleración constituye ya Barón, Marcia, Moral Agency and the Tenability of an Ethics of Vir-
un problema. ¿Es algo que puede justificarse? Además, la transforma- tue. Tesis doctoral, Univ. de North Carolina (Chapel Hill 1982).
ción de la teoría del desarrollo de Kohlberg en una teoría educativa Barón, Marcia, On De-Kantianizing the Perfectly Moral Person: «Jour-
constituye un paso de enunciados de st r a enunciados de deber. El mo- nal of Valué Inquiry» 17 (1983) 281-293.
delo educativo del desarrollo de valores se basa en el esfuerzo por Barón, Marcia, The Alleged Moral Repugnance of Acting From Duty:
alcanzar el estadio n + 1 porque esto se considera deseable. Pero hay «The Journal of Philosophy» 81 (1984) 197-220.
que preguntar si es realmente deseable. El estadio supremo (el sexto) Barón, Marcia, Varieties of Ethics of Virtue: «American Philosophical
incluye principios morales derivados de la noción neoliberal de justicia Quarterly» 22 (1985) 47-53.
de Rawls. La cuestión, en última instancia, es si el juzgar y actuar si- Beauchamp, Tom L. (ed), Philosophical Ethics. An Introduction to
guiendo esa noción es realmente deseable. Ya hemos indicado que tal Moral Philosophy (Nueva York 1982), cap. 5, pp. 148-181.
noción se halla en cierta tensión con la justicia social. ¿Qué es más Becker, Lawrence C , On Justifying Moral Arguments (Nueva York
deseable: buscar la justicia neoliberal o la social? La primera cuestión 1973), cap. 19, pp. 181-191.
aparece así con gran claridad: ¿se puede justificar la aceleración del Becker, Lawrence C , The Neglect of Virtue: «Ethics» 85 (1975) 110-
desarrollo moral en la dirección de la justicia neoliberal? 122.
Ahora podemos volver sobre el significado de la comunicación de Berger, Fred R., Gratitude: «Ethics» 85 (1975) 298-309.
valores. El modelo de los estadios de Kohlberg es importante para Betz, O. (ed), Tugenden für heute (Munich 1973).
explicar la posibilidad de alcanzar los fines inmediatos de la formación Blum, Lawrence A., Friendship, Altruism and Morality, Routledge and
moral. No obstante, la transformación de su teoría del desarrollo en Kegan Paul, Londres, etc., 1980.
una teoría de la educación obliga a preguntar si el modelo educativo BoUnow, Otto Friedrich, Wesen und Wandel der Tugenden (Francfort
del desarrollo de valores basado en ella no implica una transmisión 1958).
disimulada: la de la noción neoliberal de justicia. En el modelo de la Bourke, Vernon, Aquinas and Recent Theories of Right: «Proceedings
comunicación de valores no se alude a ella: sean cuales sean los valores of The American Catholic Philosophical Association» (1975).
y normas, procedentes de una u otra tradición ética, que se pongan Brandt, Richard B., Blameworthiness and ObUgation, en A. I. Melden
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Scheler, Max, Zur Rehabilitierung der Tugend (1913), en id., Vom Winch, Peter, Ethics and Action (Londres 1972), cap. 9, pp. 171-192;
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Stocker, Michael, Rightness and Goodness: Is there a Difference?:
«American Philosophical Quarterly» 10 (1973) 87-98.
Stocker, Michael, The Schizophrenia of Modern Ethical Theories: «The
Journal of Philosophy» 73 (1976) 453-466.
COLABORADORES DE ESTE NUMERO

JOHN COLEMAN SJ

Nació el 27 de marzo de 1937 en San Francisco, California. Es doctor en


sociología por la Universidad de Berkeley y ha realizado estudios superiores
de teología. Actualmente es profesor de religión y sociología en la Gradúate
Theological Union de Berkeley. Entre sus libros podemos mencionar Socio-
logy. An Introduction (Nueva York 1968), The Evolution of Dutch Catho-
licism (Berkeley 1978) y An American Strategic Theology (Nueva York
1982). Es miembro del Consejo de Dirección de «Concilium».
(Dirección: The Jesuit School of Theology at Berkeley, 1735 LeRoy Ave-
nue, Berkeley, Cal. 94709, EE. UU.).

EFOE JULIEN PENOÜKOU

Es sacerdote en Benín (antiguo Dahomey). Este teólogo y sociólogo es


profesor de teología africana en el ICAO (Instituto Católico de África
Occidental) y en la actualidad decano de su Facultad de teología. Pertenece,
en calidad de consultor, al Secretariado vaticano para las religiones no cris-
tianas. Ha publicado numerosos artículos en diversas revistas, ha colaborado
en varias obras colectivas y ha escrito dos libros: uno sobre las exigencias
morales de la juventud africana y otro sobre el futuro de las Iglesias de
África.

ULRIKE BAUMANN

Licenciada en filosofía y letras, es directora de sección en el departamen-


to de formación del correspondiente organismo de la Iglesia evangélica en
Alemania.
(Dirección: Auf der Spannriede 8, D-3000 Hannover 21, Alemania Occ).

CLODOVIS BOFF OSM

Nació en 1944 en Concordia (Brasil). Se doctoró en teología por la Uni-


versidad Católica de Lovaina. Actualmente es profesor de teología en la Pon-
tificia Universidad Católica de Sao Paulo, en el Centro Ecuménico de Servi-
cios para la Evangelización Popular (CESEP) de la misma ciudad y en el
Instituto teológico franciscano de Petrópolis, así como asesor teológico de la
Conferencia de Religiosos de Brasil y asesor teológico-pastoral de la Iglesia
de Rio Branco (Acre). Obras: Teología de lo político (Salamanca 1980), Da
libertaqao. O sentido teológico das lihertacóes sócio-históricas (en colabora-
514 Colaboradores de este número

ción con L. Boff; Petrópolis 1979), Teología pé-no-chao (Petrópolis 1984), OTTO HERMANN PESCH
Como trabalhar cotn o povo (Petrópolis 1984), Como fazer teología da liber-
lacao (con L. Boff; Petrópolis 1986), Opcao pelos pobres (con J. Pixley; Nació en 1931 en Colonia (Alemania). Estudió en Walberberg y en Mu-
Petrópolis 1986). nich. Ha sido profesor de dogmática en Walberberg (1965-1971) y profesor
(Dirección: Av. Paulo de Frontín 500, 20260 Rio de Janeiro - RJ, Brasil). invitado de teología católica en Harvard (1971-1972). Desde 1975 enseña teo-
logía sistemática en la sección de teología evangélica de la Universidad de
Hamburgo, siendo el primer teólogo católico perteneciente a una facultad
DIETMAR MIETH teológica protestante en Alemania. Principales publicaciones: Theologie der
Rechtfertigung bei Martin Luther und Thomas von Aquin (Maguncia 1967,
2
Nació en 1940. Estudió teología, germanística y filosofía. Posee el docto- 1985), Das Gesetz (Graz 1977), Hinführung zu Luther (Maguncia 1982,
2
rado en teología y la habilitación en ética teológica. Ha sido profesor de teo- 1983), Gerechtfertigt aus Glauben (Friburgo de Br. 1982), Frei sein aus
logía moral en Friburgo de Suiza y actualmente lo es de ética teológica en Gnade (Friburgo 1983). Ha publicado además numerosos artículos y opúscu-
Tubinga. Entre sus publicaciones figuran Die Einheit von vita activa und los sobre temas teológicos.
vita contemplativa (Ratisbona 1969), Dichtung, Glaube und Moral (Maguncia (Dirección: Bernadottestr. 3, D-2000 Hamburg 50).
1976), Moral und Erfahrung (Friburgo 31983), Die neuen Tugenden (Dussel-
dorf 1984), Ehe ais Entwurf (Maguncia 1984), Arbeit und Menschenwürde
(Friburgo de Br. 1985), Die Spannungseinheit von Theorie und Praxis (Fri- JEAN-PIERRE WILS
burgo de Br. 1986).
(Dirección: Blumenstr. 3, D-7401 Neustetten 1, Alemania Occ). Nació en 1957 en Geel (Bélgica). Estudió filosofía y teología en Lovaina
y Tubinga. Desde 1981 es asistente científico en la Facultad de teología cató-
lica de la Universidad de Tubinga, sección de ética teológica. Su tesis docto-
JEAN PORTER ral versa sobre subjetividad y ética. Ha estudiado en particular la relación
entre ética y estética.
Tras obtener la licenciatura en teología y el doctorado en filosofía, esta (Dirección: Pappelstr. 16, 7406 Mossingen-Bástenhardt, Alemania Occ).
seglar católica se ha dedicado a la enseñanza. Actualmente explica ética teo-
lógica en la Vanderbilt Divinity School de Nashville, Tennessee. Ha publi-
cado varios artículos en revistas teológicas y prepara un libro sobre la ética JOHANNES A. VAN DER VEN
teológica como disciplina ecuménica.
(Dirección: Vanderbilt University, The Divinity School, Nashville, Ten- Nació en 1940. Es profesor de teología pastoral en la Universidad Cató-
nessee 37240, EE. UU.). lica de Nimega y director del programa de investigación RECOMET (Comu-
nicación religiosa en una teología empírica). Publicaciones: Katechetische
ANNE E. PATRICK leerplanontwikkeling (Den Bosch 1973), Kritische godsdienstdidactiek (Kam-
pen 1982), Vorming in waarden en normen (Kampen 1985), Pastoraal tussen
Estudió en las Universidades de Maryland y Chicago y obtuvo la licencia- ideaal en werkelijkheid (Kampen 1985).
tura en lengua inglesa y el doctorado en filosofía (especialidad de religión y (Dirección: Katholieke Theologische Fakulteit, Postbus 9108, 6500 HK
literatura). Pertenece a la congregación de Religiosas de los Santos Nombres Nijmegen, Holanda).
de Jesús y María. En la actualidad es profesora en el Departamento de Reli-
gión del Carleton College de Northfield, Minnesota, donde imparte cursos
de ética cristiana, religión y literatura, teología feminista y catolicismo. Forma
parte del consejo directivo de la Catholic Theological Society of America. Ha
•colaborado en diversos libros y revistas, entre las que figuran «Theological
Studies», «Liturgy» y «New Catholic World». Prepara una obra que se titu-
lará Faith, Ethics and Fiction: The Case of George Eliot's Last Novéis.
(Dirección: Carleton College, Dept. of Religión, One North College
Street, Northfield, Minn. 55057, EE.UU.).

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