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C O N C ILIUM

Revista internacional de Teología

57
HISTORIA DE LA IGLESIA

NUEVAS POSTURAS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

MADRID
1970
CONCILIUM
Revista internacional de Teología

Diez números al año, dedicados cada uno de ellos


a una disciplina teológica: Dogma, Liturgia, Pastoral,
Ecumenismo, Moral, Cuestiones Fronterizas, Histo-
ria de la Iglesia, Derecho Canónico, Espiritualidad
y Sagrada Escritura.

CONTENIDO DE ESTE NUMERO

A. Weiler: La historia de la Iglesia y la nueva


orientación de la ciencia histórica 9
J. Cobb: Hacia una superación del historicismo
y del positivismo 30
C. Monnich: La historia de la Iglesia en el con-
junto de las ciencias humanas 40
B. Plongeron: La historia de la Iglesia en la
encrucijada de las ciencias religiosas 51
G. Alberigo: ¿Nuevas fronteras en la historia
de la Iglesia? 66
Y. Congar: La historia de la Iglesia, «lugar teo-
lógico» 86
R. Aubert: La historia de la Iglesia, clave nece-
saria para interpretar las decisiones del ma-
gisterio 98
BOLETINES
Cuatro profesores: Recientes historias de la Igle-
sia
J. Gadille: La sociología aplicada a la historia
religiosa 123
DOCUMENTACIÓN CONCILIUM
El Secretariado General: La Facultad de Teolo-
gía entre el ayer y el mañana 132

Traductores de este número:

Un grupo de profesores del


Estudio Teológico de Madrid

Director y editor de la edición española:


P. JOSÉ MUÑOZ SENDINO
N o podrá reproducirse ningún artículo de
esta revista, o extracto del mismo, en nin- COMITÉ DE DIRECCIÓN
gún procedimiento de impresión (fotocopia,
Directores de sección:
microfilm, etc.), sin previa autorización d e
la Fundación Concilium, Nimega, Holanda. Edward Schillebeeckx OP Nimega-Holanda
Hermán Schmidt sj Roma-Italia
Alois Müller Friburgo-Suiza
Hans Küng Tubinga-Alemania Occ.
Franz Bockle Rbttgen-Alemania Occ.
Johannes Baptist Metz Münster-Alemania Occ.
Roger Aubert Lovaina-Bélgica
Teodoro Jiménez Urresti Madrid-España
Christian Duquoc OP Lyon-Francia
Piette Benoit OP Jerusalén-Israel
Roland Murphy o. CAR Washington-Estados Unidos

Consejeros:
Juan Alfaro sj Roma-Italia
Marie-Dominique Chenu OP París-Francia
Yves Congar OP Le Saulchoir-Francia
Andrew Greeley Chicago-Estados Unidos
Rene Laurentin París-Francia
Jorge Mejía Buenos Aires-Argentina
Karl Rahner sj Münster-Alemania Occ.
Roberto Tucci sj Roma-Italia

Secretario general:
Jan Micklinghoff OP Nimega-Holanda

Secretario-adjunto:
Juan Peters OCD Smakt-Holanda

Secretariado General:

Arksteestraat, 3-5, Nimega (Holanda)


Depósito legal: M. 1.399.—1965
COMITÉ DE REDACCIÓN DE ESTE NUMERO
PRESENTACIÓN
Director:

Roger Aubert Lovaina-Bélgica Los responsables de este número se han sentido impulsados,
por numerosas razones, a dedicarlo por entero a los problemas de
Director adjunto: método. Efectivamente, el estudioso de la historia de la Iglesia se
ve cada día más estimulado a emprender un examen crítico de sus
Antón Weiler Nimega-Holanda métodos e incluso de su objeto.
Está, en primer lugar, la renovación que desde hace algunos
Miembros: años vienen experimentando las ciencias históricas en general. Se
advierte en ellas una nueva orientación, que abarca simultáneamente
Giuseppe Alberigo Bolonia-Italia
Quintín Aldea sj Madrid-España las materias estudiadas, los métodos de investigación y la manera
J. Anastasiou Tesalónica-Grecia de presentar los resultados, así como una preocupación por deter-
Francois Bontinck CICM Kinshasa-Rep. Dem. del Congo minar con mayor exactitud el lugar que corresponde a la historia y
Víctor Conzemius Luxemburgo-Luxemburgo las relaciones que deben mediar entre ella y las demás ciencias hu-
Alphonse Dupront París-Francia manas. Si bien las formas que adopta esta renovación varían —se-
Enrique Dussel Mendoza-Argentina
John Tracy Ellis San Francisco/Calif.-U. S. A. gún los países, pero también según las grandes opciones ideológicas
Justo Fernández-Alonso Roma-Italia de base—, hay un deseo generalizado de reaccionar contra el posi-
Jacques Gadille Lyon-Francia tivismo y el historicismo de las generaciones precedentes, aumen-
Joseph Hajjar Damasco-Siria tando cada vez más el disgusto con respecto a la que se ha llamado
James Hennesey sj Bronx/N. Y.-U.S.A. «historia de acontecimientos». Se aspira a una historia «global»
Erwin Iserloh Münster-Alemania Occ.
Jerzy Kloczowski Lublin-Polonia que, recurriendo a la luz de la sociología, de la psicología, de la an-
M. David Knowles OSB Londres-Inglaterra tropología cultural, de la geografía humana, etc., ponga de relieve
Heinrich Lutz Viena-Austria la cohesión e interdependencia de los diferentes factores: funda-
James Mackey Waterford-Irlanda mentos económicos, estructuras sociales, instituciones políticas y
Henri Marrou Chatenay-Malabry-Francia eclesiásticas, ideologías, evolución de las ciencias y de las técnicas,
Giacomo Martina Sj Roma-Italia
Heiko Oberman Tubinga-Alemania Occ. manifestaciones culturales. Los tres primeros artículos tratan de
Bernard Plongeron Neuilly-sur-Seine-Francia poner en claro algunas de las líneas básicas de estas tendencias ac-
Emile Poulat Antony-Francia tuales, mientras que los boletines con que se cierra este número
Peter Manns Maguncia-Alemania Occ. tratan de hacer un primer balance en relación con los dos aspectos
Peter Stokmeiner Fíirschau/Tubinga-Alemania Occ. más importantes: la concepción a que responden las síntesis actual-
José Tellechea San Sebastián-España
Brian Tíerney Ithaca/N. Y.-U. S. A. mente en curso de elaboración y la aportación de la sociología reli-
Hermann Tüchle Gróbenzell-Alemania Occ. giosa a la historia de la Iglesia.
Presentación 7
6 Presentación

En segundo lugar, el estudioso de la historia de la Iglesia se magisterio eclesiástico, contribuyen a llamar la atención y poner en
encuentra frente a la noción renovada y ampliada de Iglesia pro- guardia frente a un cierto exclusivismo y determinadas actitudes
puesta por el Vaticano II. La Iglesia es, ante todo, el «pueblo de simplistas. Las reflexiones de Bernard Plongeron, por su parte,
Dios» y no sólo la jerarquía, lo que lleva a cargar el acento cada amplían las perspectivas al mostrar cómo la historia religiosa reno-
vez más decididamente sobre la historia de la vida religiosa y las vada por el contacto con las demás ciencias humanas puede, a su
mentalidades religiosas más que sobre la historia de las institucio- vez, contribuir a renovar la formación teológica en el contexto de
nes eclesiásticas, de los dogmas y de la teología. Por otra parte, la la cultura actual.
jerarquía ya no es únicamente el papa y la Curia romana actuando Deseamos que este número contribuya a crear la conciencia de
a través de los obispos, sino el colegio episcopal en unión con la que el fascículo que CONCILIUM dedica todos los años a Historia
sede romana, lo que lleva a cargar también el acento, ante todo, de la Iglesia no es una especie de bloque errático en una revista de
sobre los desarrollos originales de la iglesia local, con detrimento teología, sino que, por el contrario, apunta, gracias al contacto con
de la clásica «historia de los papas»; finalmente, la relación de la la experiencia concreta, a aquel mismo objetivo que intenta alcanzar
Iglesia romana con las restantes iglesias cristianas se aborda según una teología que pretende ser equilibrada.
una nueva perspectiva, lo cual supone que éstas son incluidas en una
consideración global de la «historia de la Iglesia», y no sólo tenien- R. AüBERT
do en cuenta el acto de la disidencia, sino también la vida ulterior A. WEILER
de sus comunidades, ya que éstas, a título más o menos estricto,
forman también parte de la Iglesia de Cristo. El artículo del profesor
Alberigo, partiendo de una serie de casos concretos, invita a refle-
xionar sobre la reconversión que se impone y que apenas ha empe-
zado a insinuarse.
En tercer lugar, y de manera fundamental, el historiador de la
Iglesia se siente emplazado a juicio por la renovación fecundísima
que conoce actualmente la reflexión teológica, ha preocupación de
esta última por responder hoy a las preocupaciones de los hombres
en un lenguaje actual hace que muchos teólogos jóvenes se sientan
impulsados, reaccionando frente a los excesos de la teología histó-
rica, tan en boga entre las generaciones precedentes, a poner en tela
de juicio él que los estudios del pasado de la Iglesia puedan reves-
tir algún interés para la teología. La historia de la Iglesia ya no
goza de una presunción favorable como en el siglo XIX, cuando el
enfoque histórico de un problema tenía asegurada la preferencia.
La historia, pues, habrá de justificar su utilidad, hasta su necesidad,
para el trabajo teológico tal como éste es entendido hoy. Sin pre-
tender agotar una cuestión tan amplia, de tan diversas facetas, los
dos artículos, sobre la historia de la Iglesia como lugar teológico y
sobre la función indispensable de la historia de la Iglesia para inter-
pretar correctamente el sentido y el alcance de las expresiones del
LA HISTORIA DE LA IGLESIA
Y LA NUEVA ORIENTACIÓN DE LA CIENCIA HISTÓRICA

1. INTRODUCCIÓN

De un modo bastante general, en el mundo de las llamadas


«Ciencias-Alfa» se constata una disminución del interés por la his-
toria. Ciencia que, durante tanto tiempo, ha dominado allí el terre-
no del estudio. Por el contrario, se ve que las consideraciones teóri-
co-generales y estructuralísticas y los métodos empírico-cuantitativos
adquieren gran interés. Este fenómeno se presenta también en el
mundo de los teólogos.
A pesar de la atención especulativa por la «historicidad»
(Geschichtlichkeit) l como categoría antropológica, hay, sin em-
bargo, comprensibles razones de tipo pastoral-práctico que abogan
por desviar la atención de la historia: se concentra en las tareas ac-
tuales de la Iglesia, y muchos creen que una mirada al pasado de esa
Iglesia aporta poco a la predicación pastoral. Los historiadores ecle-
siásticos que responden a esas objeciones con un interés mayor por
la historia de la piedad, de la vida de fe, del cuidado pastoral de los
sacerdotes «corrientes» y de los fieles, no llegan a comprender que
el «cansancio de la historia eclesiástica» (Kirchengeschichtsmüdig-
keit) 2 penetra más profundamente. Es probable que la «ahistorici-
dad» (Geschichtslosigkeit) del siglo xx no signifique solamente una
ruptura real del lazo vital con la tradición, a consecuencia de los
rápidos cambios sociales, sino también se habla de un deseo evi-
dente de superar la historia. En lugar de tratar de integrarla, una
vez más, en el proceso dinámico de transformación y de guardar la

1
A. Darlapp, art. Geschichtlichkeit, en Lex. f. Theol u. Kirche, 4 (1960),
780-783.
2
Joseph A. Fischer, Kirchengeschichte heute- «Theol.-prakt. Quartal-
siluift», 112 (1964), 13.
10 A. Weiler La Historia de la Iglesia 11
continuidad, algunos optan por una «liberación de la conciencia Sin embargo, con la descripción de la «ahistoricidad» no hemos
histórica» en beneficio de la construcción de una sociedad razona- diseñado totalmente la situación actual con relación a la historia.
ble de personas racionales, con la ayuda, entre otras cosas, del hom- No todos los renovadores sociales y eclesiásticos desean actuar en
bre racionalizado y de las ciencias sociales. un vacío semejante. Hay también quienes piensan que, precisa-
R. Wittram escribió hace poco, en un profundo análisis, una mente como base para este nuevo pensamiento crítico-social y crí-
serie de observaciones que reproducen la distancia que se da entre tico-eclesiástico, se necesita una nueva actitud positiva frente a la
la observación del joven Marx, «conocemos solamente una ciencia historia. En consecuencia, y partiendo del compromiso crítico en
única, la ciencia de la historia» (1845-46), y el actual «distancia- favor de un mundo nuevo y de una Iglesia nueva, exigen una nueva
miento del hombre de la esfera histórica», que es constatado, por orientación de la ciencia eclesiástica.
ejemplo, por el sociólogo suizo Richard F. Behrendt. Wittram re- De esa forma, el historiador se encuentra entre dos fuegos: las
sume sus observaciones de la siguiente manera: «Delimitación de tentativas para desprenderse de la historia de una parte y los afanes
la perspectiva de la historia al tiempo posrevolucionario. Protesta para hacer de la misma algo servible al día de hoy y a un mundo
frente al ropaje histórico como un valor permanente que se ha nuevo contrastan de tal manera con la concepción científica tradi-
hecho incomprensible. Ruptura de continuidad por la eliminación cional del historiador, que se puede hablar de un conflicto serio. No
del sentimiento de vergüenza nacional. Traslación silenciosamente ha sido hallada todavía una solución comúnmente aceptada para
realizada de la expresión filológica a una abstracción sin la dimen- esta crisis.
sión histórica» 3 .
En este artículo queremos ver los problemas que se le plantean
La expulsión y la liberación de la conciencia histórica les parece al historiador desde los actuales deseos de «compromiso», concreta-
a muchos que abre el camino para la historia misma. Historia, que mente en las consecuencias que esto tiene para la historia eclesiás-
es la historia del futuro. En esta actitud de espíritu con relación a tica. La serie de problemas que se origina de la idea de «ahistorici-
la historia en cuanto tal arraigan también los sentimientos con rela- dad» queda aquí fuera de consideración.
ción a la historia eclesiástica. Muchos consideran la situación del El conflicto que se le presenta al historiador partiendo de la
siglo xx tan esencialmente diferente de las fases culturales anterio- primera serie de problemas nombrados no es tampoco una cosa
res, que algunos «críticos católicos» sienten el deseo de crear una nueva para el historiador eclesiástico. Algo parecido se le presentó
«iglesia» totalmente nueva, dando de lado gustosamente a la molesta en la vieja controversia acerca de la relación entre teología e historia
y pesada historia. Y así como el uso del lenguaje profano se hace eclesiástica. Una de las autoridades en este terreno, H. Jedin, re-
ahistórico y funcional —como medio para la actuación en las ope- sumió brevemente su opinión en el artículo de un diccionario4, en
raciones de planificación del futuro—, así también algunos teólogos el que se recoge toda la bibliografía básica hasta 1960. Un punto
caen en la tentación de formular nuevas expresiones esenciales so- central del debate parece la escisión entre fe y teología de una parte
bre la «Iglesia», que, al lado de las anteriores, presentan un carácter e historia eclesiástica como ciencia profesional de la otra. Junto a
totalmente propio, de tal manera que parece imposible encontrar lo cual, por lo demás, bajo el influjo de la filosofía existencial, las
en ellas la continuidad con el pasado. nociones de fe, teología y ciencia sufrieron un desplazamiento de
carga. A mi parecer, el debate no ha servido de mucho hasta el pre-
3
R. Wittram, Anspruch und Fragwürdigkeit der Geschicbte. Sechs Vor-
lesungen zur Methodik der Geschichtswissenschaft und zur Ortsbestimung 4
Art. Kirchengeschichte, en Lex. f. Theol. u. Kirche, 6 (1961), 208-218,
der Histoire (Kleine Vandenhoeck-Reihe, 297-299), Gotinga, 1969, p. 18. El con relación de bibliografía. Prólogo en Handbuch der Kirchengeschichte.
texto de Marx citado p. 23 según Die deutsche Ideologie, di. I, editado en G. Denzler, art. Kirchengeschichte, en E. Neuhausler y E. Gossmann (eds.),
Die Friinschriften, ed. S. Lanndshut, 1953, p. 346. El texto de R. F. Behrendt Was ist Theologie, Munich, 1966, pp. 138-168. Además de esto, véase biblio-
citado p. 8 según Der Mennsch im Licht der Soziologie, Stuttgart, 21963, p. 68. grafía en este número.
La Historia de la Iglesia 13
12 A. Weiler
del conocimiento de las fuentes, de la bibliografía y de las ciencias
senté. Por tanto, nos acercamos, quizá, mejor al problema desde la
auxiliares»6. Sacamos de ahí dos conclusiones:
signatura en su generalidad y no desde la teología. De ahí la prime-
ra pregunta general: ¿Qué es y qué pretende la ciencia histórica? 1.a La historia eclesiástica, como tarea científica, debe, en rea-
lidad, actuar totalmente como cualquier rama de la historia profana,
y esto significa que, cuando la ciencia histórica profana discurre por
2. ¿QUE PIENSA LA CIENCIA HISTÓRICA DE SI MISMA? nuevos caminos, la historia eclesiástica no puede quedarse atrás.
Nos detendremos primeramente un poco en eso, a pesar de que
Tratemos de definir un poco qué es la asignatura historia según otra correlación es más importante todavía.
las concepciones actuales, es decir, según las concepciones de los 2. a Una autocomprensión distinta de la Iglesia da lugar a una
historiadores que se adhieren a los puntos de vista teórico-científi- historia eclesiástica orientada de modo diferente. Esta diversa auto-
cos actuales y no a los del siglo xix. Existe de hecho en la actualidad comprensión puede ser causada, entre otras cosas, por el influjo de
una legión de escuelas filosóficas, pero no se anda muy equivocado una autocomprensión modificada del mundo cultural en el que la
al constatar que, harto comúnmente, los filósofos y los científicos Iglesia está inserta. A este lugar vamos a parar también, en con-
atribuyen mucho valor a la reflexión sobre la esfera vital, irreduci- secuencia, con nuestras consideraciones. Ambos puntos, no obstan-
ble y precientífica en la que el hombre está ligado con su mundo, te, están estrechamente unidos.
y al constatar que la ciencia y la filosofía deben ser como la irradia-
ción y la aclaración de esto precientífico —con todas las capacidades
humanas de percepción, conscientes e inconscientes—, que está 3. RENOVACIÓN DE LOS MÉTODOS HISTÓRICOS
plenamente introducido en el mundo según una especie de compren- PROVENIENTE DE LAS CIENCIAS SOCIALES
sión, precisamente del núcleo de aquella irreducibilidad misma exis-
tente en el hombre y en su vinculación al mundo. A ese patrón de
fuerzas precientífico, dado y no siempre reflejamente vivido, dentro El historiador eclesiástico maneja en su investigación los mé-
del cual el hombre es o debe constituirse en un luminoso nudo de todos tradicionales que la ciencia histórica ha desarrollado desde el
conjunción, pertenecen también las fuerzas del pasado desde el cual siglo xvii, en unión con los métodos introducidos en ella más re-
el hombre ha ido izándose en la historia. También ese irreflejo cientemente 7. He aquí un ejemplo:
estar-en-la-historia debe ser aclarado hasta que llegue a una auto- Lo viejo y lo nuevo se manifiestan juntos en el plano de la his-
comprensión desde la historia. La ciencia histórica realiza sus inves- toria eclesiástica medieval. Allá se encuentran dos tipos de histo-
tigaciones partiendo de este deseo y sus resultados deben contribuir riadores. Uno sale al encuentro del objeto de su investigación va-
a esta autocomprensión del hombre de hoy. liéndose de las llamadas ciencias auxiliares. La paleografía o el cono-
cimiento de la escritura antigua; la diplomática o teoría sobre los
Así también Jedin, adhiriéndose a Erich Benz 5 , escribe sobre la
documentos que ofrece criterios para poner a prueba la autenticidad
historia eclesiástica: «La historia eclesiástica se desarrolla de un
de los documentos transmitidos de carácter jurídico; la codicología
estado irreflejo en la Iglesia hasta la comprensión consciente de la
o arqueología de los manuscritos le ayudan para, a través del ca-
Iglesia como magnitud histórica con el método de la ciencia ecle-
siástica. El desarrollo de la historia eclesiástica es, por consiguiente,
dependiente tanto de la autocomprensión de la Iglesia cuanto del * Jedin, art. cu., col. 211.
7
desenvolvimiento y refinación de la crítica histórica que se sirve Según O. Brunner, Neue Wege der Verfassungs- und Sozialgeschichte,
Gotinga, 21968, p. 12. Véase, además, el artículo de C. W. Monnich más ade-
s
lante.
Kirchengeschichte in ókumenischer Sicht, Leiden-Colonia, 1961.
14 A. Weiler La Historia de la Iglesia 15

mino crítico-filológico, poder ofrecer a la interpretación sus fuentes constante al grupo así estructurado 8 . {Naturalmente, no pretendo
con la mayor pureza posible. La crítica de las fuentes interviene decir con esto que haya que entender la religión en el sentido de
también en la edición de textos, provistos de un erudito aparato de una teoría consecuente como reflejo de unas relaciones sociales.
notas sobre sus variantes, de modo que cualquier lector especiali- Como dice, con razón, Wittram, esto sería, por lo menos, un fallo
zado pueda juzgar de la autenticidad del texto que se le presenta. analítico9).
Todo este trabajo vuelve a recaer, en definitiva, sobre los huma- Precisamente en el Medievo, y con el correr del tiempo, este
nistas y los historiadores eclesiásticos del Renacimiento y del Barro- proceso de estabilización llegó lejos. También la Iglesia se vio al-
co, que trataron de purificar del aluvión medieval sus textos queri- canzada en el proceso a lo largo de toda clase de caminos de asimi-
dos de la Antigüedad clásica y de la Iglesia primitiva. lación que la investigación histórica eclesiástica tiene que aclarar.
Otro tipo de historiadores aplica también todos estos métodos Esta investigación, en la fase inicial, tendrá que limitarse, con mucha
o acepta agradecido el resultado que sus colegas han alcanzado a lo frecuencia, a un análisis regional, ya que, justamente a lo largo de
largo de este camino proporcionando material de confianza, pero ese camino, es posible la investigación general de las estructuras en
dirige su atención a algo más profundo. Trata de escudriñar la es- sus conexiones y relaciones más amplias10.
tructura interna de la Iglesia en las diversas unidades etnológicas, En el cuadro, tan ampliamente abierto, de un análisis de los pe-
geográficas o cronológicas y la autocomprensión de aquella Iglesia ríodos medievales es posible determinar cómo la Iglesia se ha rea-
que responde a las mismas. Para ello tiene en cuenta el modo de lizado y se ha comprendido a sí misma en cada una de aquellas fases
trabajo metódico de las ciencias sociales, trabaja —en cuanto es culturales. Antes queremos citar aquí dos fórmulas consagradas:
posible— con tipos y modelos que deben hacer posible el análisis «La Iglesia como entelequia de la comunidad del pueblo cristiano
de la materia que antes ha sido elaborada crítico-filológicamente. de Occidente» (700-1300) ". Y sobre el movimiento gregoriano de
Plantea hipótesis de interpretación y las contrasta con los «hechos» reforma como «la ruptura más importante del carácter esencial del
para, a lo largo de este camino, llegar, en definitiva, a crear una catolicismo romano en la historia» n. Aunque en definitiva ambas
conexión en los datos históricos pluriformes dentro del campo de fórmulas presentan a la Iglesia y a la cristiandad medieval —según
su investigación. Asimismo, para descubrir la formación interna estos autores— como capas que se prolongan entre sí mutuamente
estable de grupos, incluso de toda la sociedad en los diferentes pe- y que se absorben totalmente en una única realidad.
ríodos medievales y poder establecer de manera fija los factores que
suscitaron una relación permanente entre individuos o entre gru-
pos o, por el contrario, determinaron el derrumbamiento o cambio 8
Según L. Laeyendecker, El punto de vista sociológico en el problema de
de los mismos. Para ello se vale, sobre todo, de una combinación la secularización: «Concilium», 47 (1969), 11-21, que para este modelo con-
de la historia: eclesiástica, universal, institucional, social, económi- cretamente nos refiere a P. Berger y T. Luckmann, The social construction of
ca. Cada una estudia independientemente un determinado aspecto reality, Nueva York, 21967.
de la formación de la sociedad y, conjuntamente, pueden ofrecer un ' R. Wittram, op. cit., p. 90, con referencia a P. Bollhagen, Einführung in
bosquejo, más o menos coherente, de la constelación interna. La das Studium der Geschichte, Berlín, 1966, p. 61.
10
Para un período ulterior, véase, por ejemplo, el voluminoso estudio de
historia de las ideas trata de comprender, finalmente, la legitima- M. Cloet, Het kerkelijk leven in een landelijk dekcnij van Vlaanderen tijdens
ción intelectual de aquel período que ha confluido de la correlación de XVII' eeuw. Tielt van 1609 tot 1700, Lovaina, 1968, que en su introduc-
e intercambio del pensamiento cristiano, judío, griego, romano, bi- ción indica también el cuadro teórico, histórico eclesiástico en el que debe
zantino y germano. Semejante sociedad es estable por medio de una emplazarse este estudio de la vida religiosa de la población flamenca rural.
11
legitimación coherente: es la idea portadora de un período o de un H. Jedin, art. cit., col. 125.
12
F. Kempf, art. Gregorianische Rcjorm, en Lex. f. Theol. u. Kirche, 4
grupo social por la cual es determinada o estimulada la adhesión (1960), col. 1196.
La Historia de la Iglesia 17

Francis X. Murphy 16 —en un lugar un tanto oculto para el público


interesado teológicamente— tuvo una defensa de la nueva orienta-
4. PERSPECTIVA CAMBIANTE DE LA HISTORIA (ECLESIÁSTICA)
ción de la historia eclesiástica que va en la misma dirección. Señala,
con todo derecho, que la fase de escribir historia al estilo de Ranke
Sin embargo, es más importante todavía, según indicábamos
ha quedado superada bajo la presión de los nuevos métodos univer-
anteriormente, que la autocomprensión cambiante de la Iglesia y
salistas de trabajo de historiadores y sociólogos como Toynbee,
de la teología puede conducir a una perspectiva distinta de la histo-
Valéry, Sorokin y sobre todo bajo la presión de los cambios suce-
ria eclesiástica. La autocomprensión cambiante de la Iglesia en el
didos en la concepción ideológica del siglo xx. La marcha total de
siglo xx está influida evidentemente por los cambios culturales
la historia humana requiere la atención «en un intento de perfilar
que se manifiestan cada vez con más fuerza13. Estos cambios traen
la perspectiva de todo el desarrollo humano» 17. En el presente nú-
consigo también otra actitud frente a la historia, como dijimos al
principio. Si retornamos al período de la «nueva historia» encon- mero de CONCILIUM, C. W. Monnich hace tomar parte a la orienta-
tramos que hay, según Otto Brunner 14 , en acción —entre otros— ción futura en sus consideraciones sobre la historia eclesiástica.
un doble grupo de factores, que rompen la vieja imagen de la unión
de la historia europea dentro de la cual actuaron la Reforma y la
Contrarreforma: 5. HISTORIOGRAFÍA REGULADA
1) El cambio de las estructuras sociopolíticas, que se observa
desde finales del siglo x v m y que se denomina como «democratiza- Se puede decir que la nueva situación del siglo xx ha acentuado
ción fundamental» (K. Mannheim) o «transición hacia la sociedad el interés por el hoy y por el futuro no sólo para el historiador
burocrático-industrial». contemporáneo, sino para todos los investigadores de la historia.
2) El cambio de estructuras desde el mismo período (finales A nadie le resultará difícil comprender los juicios formulados refe-
del siglo xvm), que se conoce también como «Revolución europea», rentes a la orientación futura de la historia eclesiástica y de la his-
según un término de Werner Conze, y con lo cual se indica que el toria profana. Esa orientación hacia el futuro es algo así como un
cambio radical de las relaciones vitales ha surgido de raíces europeas volver a hacerse consciente existencialmente; tarea ésta que se rea-
y desde Europa se ha extendido por el mundo para, finalmente, liza gustosamente. Pero el futuro no viene solo: el futuro humano
alcanzarlo en su totalidad. Empalmando con esto, Brunner afirma es hecho por los hombres. ¿Y cómo será ese futuro? ¿No es el
que, por consiguiente, la actual tarea histórica consiste en descubrir futuro una cuestión de elección libre y, por tanto, subjetiva? ¿Y de
las tendencias fundamentales que han puesto en escena esta nueva dónde tomaremos las normas para nuestra actuación futura? ¿Qué
revolución del siglo xx, que comenzó siendo «europea», pero que ética nos va a guiar aquí? Estas preguntas son de un interés inme-
se ha convertido en «mundial» ayudada por ese fenómeno poli- diato para el historiador que quiere realizar su trabajo orientado ha-
valente al que se ha dado en llamar ayuda para el desarrollo 15. cia el porvenir. Si profundizamos en las respuestas que aquí han
sido dadas, sentimos que nos atascamos en unos problemas muy
Ahora bien: esta perspectiva cambiante que se le presenta al peliagudos que se encuentran en el corazón de muchas antítesis
historiador normal, situado en un hoy diferente con una visión dis- modernas.
tinta del futuro, se le presenta también al historiador eclesiástico.
Desde el existencialismo de Heidegger, desde las obras teóricas,
13
Comp. O. KShler, Probleme des Kulturwandels im 20. Jahrhundert:
«Saeculum», 14 (1963), 60-81. 16
Hislory and the Catholic Historian: «The Irish ecclesiastical record»,
14
Op. cit., pp. 12-13. 89 (1958), 412-413; 90 (1958), 89-103; 92 (1959), 73-89 y 151-169.
" Op. cit., p. 14. 17
Art. cit., jrg. 89, p. 418.
?
18 A. Weiler ha Historia de la Iglesia 19

por ejemplo, de Aron, Marrou, Romein y Collingwood, se sabe —ai influir nunca por las consideraciones subjetivas». ¿Esta esperanza
menos en la ciencia histórica teórica— que es imposible e indesea- del futuro no es, por tanto, ninguna especulación subjetiva?
ble la eliminación de la subjetividad propia del intérprete de la Aquellos que presentan reparos frente a la unión entre la fe y
historia 18. Podemos suponer que los lectores de CONCILIUM están la ciencia histórica encuentran también inmediatamente ejemplos
muy al corriente de la visión moderna sobre la hermenéutica como tomados de la práctica científica ligada ideológicamente y que les
método general de las ciencias racionales y también de la ciencia repugna a causa de la inadmisibilidad de ciertas ideologías. La igua-
histórica. Por tanto, tampoco se debe asombrar nadie si ahora, de lación nacionalsocialista de la ciencia, su inclusión en la lucha frente
estas nociones teóricas, se sacan consecuencias prácticas para la al dictado de Versalles es algo que, tal vez, ha desaparecido de
historiografía, con todos los peligros que ello supone. Murphy re- nuevo de la conciencia europea. Pero en la República Democrática
conoce que, en cierto sentido, vivimos en una «era poscristiana» 19, Alemana y en la Unión Soviética estas visiones valen, más o menos,
pero es en esta época, según él, donde el historiador eclesiástico, todavía. Allí se dice: los historiadores deben colaborar, ante todo,
partiendo de su firme convencimiento vital y de su fe, tiene la tarea a la formación de una conciencia comunista, de una moral comunis-
de mantener vivo el recuerdo de lo que la Iglesia hizo o dejó de ta, de unas relaciones sociales comunistas. Dicho brevemente: a la
hacer en el pasado con la vista puesta en las aspiraciones del futuro: formación del nuevo hombre de la sociedad del futuro 21 . A. Dal-
precisamente desde su conocimiento de la Iglesia, y creyendo en su ling "a puede, por tanto, hablar de Clío como de la concubina so-
misión universal, debe ayudar al hombre moderno a prepararse para viética, y Walter Hofer n llamarla la querida del partido totalitario
las implicaciones de «un mundo» que le mira fijamente a la cara. dominante; en términos marxistas se llama a los escritores burgue-
La interpretación del futuro y la fe regulan, por tanto, como unas ses (occidentales, europeo-americanos) lacayos del imperialismo.
normas, al historiador eclesiástico. Murphy cita las palabras de Todo esto suena totalmente inadmisible. Muchos historiadores oc-
Pío XII 2 0 pronunciadas en Roma con ocasión del X Congreso cidentales no quieren que la historia se presente como magistra
Internacional de Historia el 7 de septiembre de 1955. Según ese vitae y rechazan gustosamente todo compromiso, aparentemente
discurso, el historiador eclesiástico debe contribuir también a la satisfechos con un papel un tanto empolvado en este mundo. Sin
entonación de las fuerzas religiosas y morales con la mirada puesta embargo, cada vez se escuchan con más claridad las protestas contra
en la unificación del mundo. Esto significa: (re)escribir la historia esta actitud, llamada de abstinencia, y aunque no deje eso de ha-
eclesiástica a la luz del futuro, que debe ser realizado por medio de cernos pensar.
la Iglesia y desde la fe. Y no solamente en los países soviéticos se trata de superar la
Algunos historiadores, indudablemente, notarán que surge en teoría científica liberal. También en la historia americana se pre-
ellos un sentimiento de resistencia frente a esta regulación. En la senta una reacción frente a la historiografía que parte del consensus
búsqueda de objetividad y desapasionamiento o imparcialidad mu-
chos están de acuerdo con las palabras finales del discurso papal ya 21
K. Marko, Sowjethistoriker zwischen Ideologie und Wissenschaft. Aspek-
citado: «que en la prosecución de la verdad la ciencia no se deje /<• der sowjetrussiscben Wissenscbaftspolitik seit Stalins Tod, 1953-1963
(Instituí f. Sowjetologie, fase. 7), Colonia, 1964, p. 11. Véase también
A. P. Mendel, Current Soviet Theory of History: New 7renda or Oíd?: «The
18
Comp. A. G. Weiler, Geschiedenh en hermeneutiek. Schets vanenige American Hist. Review», 72 (1967), 50-75.
theoretische grondlíjnen van de geschiedeniswetenschap ais interpretatieve 22
The Soviet Social Sciences After Stalin, en Howard W. Winger (ed.),
wetenschap: «Interpretatieleer, Annalen Thijmgenootschap», 57 (1969), 57-112. I ron Curtains and Scholariship. The Exchange of Knowledge in a Divided
19
Art. cit., jrg. 90, p. 91. World, Chicago, 1958, p. 86; citado en Marko, p. 22.
20
Textos, entre otros, en Ecclesia docens, documentos papales junio-octu- " Geschichtsschreibung ais Instrument totalitarer Politik: «Neue Zürcher
bre 1955, Hilversum, 1958. /Htung» (18 enero 1964); citado en Marko, p. 22.
20 A. Weiler La Historia de la Iglesia 21

liberal americano. Frente al conservadurismo de los mayores, frente bien, y desde hace mucho tiempo, las características de la historio-
a la historia puesta «al servicio de una definición de élite y aristo- grafía protestante americana. Los ataques de Beard, Becker y Tur-
crática de la sociedad y de la 'celebración' americana»24, frente al ner29 a esta historiografía, llamada científica, que causaron una
pensamiento determinado por el establishment de los historiadores «revolución pragmática» en la historiografía americana, introduje-
tradicionales y su poder en las universidades, frente a los fallos para ron nuevos métodos procedentes de otras disciplinas y abrieron los
ofrecer un «pasado útil» a que pueda orientar las aspiraciones y ojos de los historiadores eclesiásticos a ciertos factores no teológicos
proyectos para la formación de una comunidad radicalmente nueva, que influyen en la dirección y en la forma de la historia eclesiástica,
frente a todo esto un movimiento de nueva izquierda en sociología, aunque las más de las veces, también en estas nuevas metodologías,
economía, política y ciencia histórica pregona un nuevo entendi- se mantuvo la idea positivista de la ciencia. Sin embargo, según
miento de la historia, utilizable como arma política; ahora, sin em- explica Dolan, a partir ya de 1930 se constata una conciencia cre-
bargo, al servicio de la nueva comunidad. ciente de la inadecuación del análisis sociológico para presentar
Si se pregunta cómo reacciona la historiografía eclesiástica ame- hipótesis que ofrezcan una noción más real y mejor de la historia
ricana sobre esto o sencillamente cómo actúa, nos encontramos con eclesiástica. La atención se desplaza hacia una interpretación ideo-
que se ha apartado totalmente de la visión sobre la historia ecle- lógica —llamada también ideational— y teológica de la historia
siástica defendida por lord Acton, que pedía juicios morales sobre eclesiástica, en la que no solamente se estudia el neutral cómo y
el pasado tratando de conservar la propia identidad como Iglesia por qué del proceso histórico del desarrollo eclesiástico cristiano,
de Jesucristo M. Según el análisis de John F. Dolan 27 , la debilidad sino que también se pone a prueba constantemente el contenido
del momento en la historiografía eclesiástica actual americana es de ese proceso30.
precisamente la tendencia a omitir la interpretación de los hechos Esto tampoco es, a su vez, un fenómeno aislado. En Alemania
y a seguir actuando todavía según la fórmula de Ranke. Solamente existe también discusión sobre las bases fundamentales metódicas
cita un estudio de Thomas McAvoy M como excepción a la línea de de la historia eclesiástica, que debe ser colocada en el cuadro más
conducta: «un máximo de citas de las fuentes y un mínimo de in- amplio de lo que se llama la «crisis de los principios de la ciencia
terpretación». histórica»31.
Estudios históricos detallados, sin ninguna referencia al mundo Se duda de la validez que puedan tener como métodos el aná-
actual, sin tesis interpretativas, sin ningún rasgo de que el autor lisis científico-positivista y el conocimiento, congenial y psicologi-
escribe desde su pertenencia a una comunidad eclesial fueron tam- zante, del contenido de la historia. Concretamente en la historia
eclesiástica, se presenta la duda, puesto que aparece evidente, de
24
I. Unger, The «New Left» and American History. Some recent trenas que «el contenido de la revelación difícilmente puede ser compren-
in United States historiography: «American Historical Review», 72 (1966-67), dido racionalmente de forma adecuada; más bien debe aspirarse a
pp. 1237-1263. una categoría de conocimiento religioso y subsistente en sí misma»,
25
H. S. Commager, The search for a usable past, and other essays in
Historiography, Nueva York, 1967.
26 29
Commager, op. cit., en Should the historian sit in judgment, pp. 300-322. Sobre estos renovadores de la historiografía americana, véanse, entre
27
Changing trends in Anglo-Atnerican Church History. A survey, en Re- otros, C. Strout, The pragmatic revolt in American History: Cari Becker y
fórmala Reformando (Festgabe f. H. Jedin), Münster, 1965, pp. 558-594. Lo Charles Beard, New Haven, 1958.
referido se halla en la p. 576. ,c
28
Dolan, art. cit., p. 591.
Dolan apunta a diferentes estudios de McAvoy en relación con «the 31
De la bibliografía: O. F. Anderle, Die Geschichtswissenschaft in der
formation of the Catholic Minority in the United States» (op. cit., p. 585). Krise (Festgabe Joseph Lortz), II, Baden-Baden, 1958, pp. 491-550; E. Pitz,
En el mismo sentido debe ser citado el artículo de McAvoy Americanismo, Ceschichtliche Strukturen. Betrachtungen zur angeblichen Grundlagenkrise
mito y realidad: «Concilium», 27 (1967), pp. 124-139. der Geschichtswissenschaft: «Historische Zeitschrift», 198 (1964), 265-305.
22 A. Weiler La Historia de la Iglesia 23

opina Fritz Wagner H . Se rechaza una historia eclesiástica estricta- y un ideal científico crítico. Las formas de pensar de tipo jurídico
mente racional y, por consiguiente, debe cultivarse un método teo- natura ly trascendental adquieren un nuevo papel, que se asigna a
lógico para la aclaración de la situación histórico-antropológica allí la proyección de criterios en cuanto a la exactitud de la elección
donde el método histórico se ve obligado a detenerse. Aquí sigue política y a la exactitud del compromiso que se pide de cada uno
radicando el problema más importante: cómo se puede llegar a en la vida privada y en la pública. El planteamiento ético y la res-
revelar, a manifestar el nexo religioso presente en el acontecimiento puesta normativa, determinada y trascendental, que debe darse a
individual. La hermenéutica religiosa, que ofrece directrices para ese planteamiento se hallan explícitamente, en primer plano, en
ello, tiene por eso mismo, según algunos teóricos, por principio, un todo ejercicio científico; por tanto, también, dicen, en la ciencia
carácter normativo. histórica.
También en Alemania un erudito en la ciencia histórica profana, Si esto es así, ¿por qué entonces un historiador eclesiástico
junto con colegas de la ciencia política, se coloca frente al elemento —que tiene una idea del futuro fundada teológicamente en su fe—
«antinormativo» y «apolítico» que existe en la tradición historio- no habría de poner su práctica científica, conforme a su compro-
gráfica de ese país 33 . Esta recibe los mismos reproches —aunque miso creyente, en favor de aquel futuro que todos sean uno? En
agudizados por la situación histórica alemana— que la historiogra- última instancia, aparece palmariamente esta conclusión: donde la
fía establishment americana. Es una argumentación conocida: aquel subjetividad del historiador encuentra reconocimiento teórico, el
que dice que cultiva la historia «sin juicios valorativos» reconoce historiador eclesiástico no necesita, evidentemente, estar atento a
implícitamente que quiere estar de parte del valor «sin juicios valo- escribir desde su fe.
rativos», es decir, de parte del pensamiento positivista-liberal, y, por
consiguiente, él mismo deja ya de ser un «sin juicios valorativos».
Los grandes campeones de la nueva ciencia política son Ar- 6. GLOSAS CRITICAS A LO ANTERIOR
nold Brecht, Leo Strauss y Eric Voegelin34, a quienes paladina-
mente se ha adherido Karl Bracher35 como historiador profesional. Queda, sin embargo, una serie de problemas que debe ser ob-
M. Brands x habla de escoger entre un ideal científico conformista servada más de cerca. Una característica común de las visiones antes
señaladas se encuentra en lo que hemos llamado orientación hacia
32
F. Wagner, Zweirlei Mass der Geschichtsschreibung-ein offene Frage: el futuro u orientación futurista.
«Saeculum», 10 (1959), 114. Aunque tales visiones tienen su aliciente, hay que aducir algu-
33
M. Brands, Historisme ais ideologie. Het «onpolitieke» en «anti-norma- nas objeciones metodológicas y teóricas que nada tienen que ver
tieve» element in de Duitse geschiedwetenchap (con un resumen en alemán),
Assen, 1965. con el conservadurismo ideológico ni con el ejercicio científico,
3
* Relación de bibliografía sobre Brecht y Strauss se halla en Brands, liberal, cristalizado del «sin juicios valorativos». Indudablemente,
p. 262 y pp. 273-274. Sobre los diferentes trabajos de E. Voegelin en L. Freund, el futuro es una categoría temporal, precisamente categoría de tiem-
Einige Reflexionen über das Wesen der geistes- und sozialwissenschaftlichen po humano e histórico. Pero sin conocimiento del pasado, el hom-
Erkenntnisvorgange, en Recht im Dienste der Menchenwürden (Festschrift f.
H. Kraus), Wurzburgo, 1964, pp. 489-518, donde también se habla de la teoría
bre no llega al conocimiento del tiempo. Sin historia no hay futu-
de Brecht. ro 37. El conocimiento humano (la toma de conciencia) es siempre
35
Bibliografía en Brands, op. cit., pp. 261-262. Una nueva edición de los el lugar actual y presente donde ambas categorías se encuentran
principales artículos de Brachers en Deutschland zwischen Demokratie und mutuamente. Con todo, tienen razón los historiadores teóricos,
Diktatur. Beitrdge zur neueren Politik, Berna, 1964.
36
Op. cit., p. 250. En relación con la historia eclesiástica, véase el artículo
37
de P. Meinhold, Geschichtskritik und Kirchenerneuerung: «Saeculum», 9 K. D. Erdmann, Die Zukunft ais Kategorie der Geschichte: «Historische
(1958), 1-21. Zeitschrift», 198 (1964), 44-90; R. Wittram, op. cit., p. 97.
24 A. Weiler La Historia de la Iglesia 2?

como R. Wittram, y los hermeneutas, como E. Betti 38 , cuando ejecutan las reacciones deseadas, estereotipadas, y solamente piensan
señalan que ciertamente la pregunta por el pasado se nos escapa aquello que debe ser pensado.
en el conocimiento actual de la situación contemporánea, aunque La lucha contra el historicismo antinormativo se desencadenó
esa misma pregunta después «debe dejarse aprisionar o modificar ya, después de la primera guerra mundial, de una forma semejante
por la singularidad, consistente en sí misma, del pasado» 39 . a la actual, y no es difícil comprender que la ruptura de la cultura
No se admite ningún grupo de preguntas, caprichoso e ideológi- histórica que provino de ella preparó en Alemania, en aquel en-
camente determinado, que conozca las respuestas de antemano y tonces, un camino libre para «el domador político de las ideologías
juzgue digna solamente aquella investigación que de antemano es de coacción del futuro levantamiento nacional»42. Un camino que,
aceptada como «poseedora de futuro». La investigación histórico- finalmente, después de la segunda guerra mundial, desembocó en la
científica y la historiografía (eclesiástica) científica no deben dejarse moral de la ahistoricidad, en donde la ciencia degenera en sociología
humillar hasta la negación de los principios adquiridos, que, con aplicada. Karel Kupisch presenta también los cambios metódicos
todo derecho, exigen que con la entrada en el pasado «las proporcio- que eso trae consigo: «el método de conocimiento de la historia
nes intrahistóricas no se midan según la relación del tiempo presente, racional, puesto que es demasiado complicado, se traslada hacia la
sino según la certeza de la época»40. Esto no es ninguna exigencia cibernética, y el computador sustituye al discurso racional»42. No
metódica, sino antropológica en relación con el objeto al que se agradándoles la filosofía liberal y burguesa de la vida y la impo-
debe dar buena acogida si se quiere hacer valer, en favor del sujeto tencia política a la que ésta condujo, dictaron —en aquel entonces—
que interpreta, el que «la antropología a la que un investigador se un ataque nietzscheniano al pasado llevado por una especie de co-
adhiere cualifica su comprensión de la historia» 41 . El urgir dogmá- nocimiento suprahistórico. Es un alemán mismo quien escribe:
ticamente una única antropología, una sola concepción del hombre, «Ellos sufrieron la equivocación fundamental trágica de los germa-
una única escala de valores que sirva de medida para todo juicio nos de que solamente se debe poseer la visión 'exacta' del mundo
y para toda actuación es una tentativa fanática de vencer la historia para ordenar el espíritu y la vida según el objeto consciente que se
misma en virtud de la razón y de la voluntad determinada. Pero la persigue»43.
victoria de la historia en este sentido lleva al hombre a pique, ya Aquel desagrado se presenta de nuevo. En toda clase de círcu-
que le obliga a volverse a una vida que procede de su «naturaleza», los se alza una oposición contra la idea científica liberal y se ha
desde la cual se le dirige la orientación de vida que él debe seguir. buscado un robustecimiento de la conciencia ética y una fórmula
Orientación que no es histórica-pluriforme, sino jurídico-natural nueva para una sociedad sana. La teología, en un proceso penetran-
y uniforme. Semejante forma de pensar puede conducir, finalmente, te de secularización, como destronada reina de las ciencias, avanza
a una eliminación totalitaria de la voluntad libre y de la posibilidad como «teología política» junto a las otras ciencias politizadas. Tam-
de libre elección y a anunciar una época de hombres manipulados, bién la ciencia histórica y la historia eclesiástica son llamadas a ali-
productos de la «ingeniería humana», que, carentes de voluntad, nearse en la crítica normativa de la sociedad.
siguen los ideales que se les proponen, reaccionando a la manera de No hay, sin embargo, ningún criterio sencillo para la elección
los hipnotizados, que, bajo señales condicionadas e incondicionadas, entre el (neo)dogmatismo y el (neoliberalismo: ambos se colocan
en defensa de la dignidad humana, ambos quieren salvar al hombre
de la ruina que le amenaza en la ribera opuesta. Todo científico
" Die Hermeneutik ais allgemeine Methodik der Geisleswissenschaften
(Philosophie und Geschichte, 78-79), Tubinga, 1962. 42
39
Wittram, op. cit„ p. 16. K. Kupisch, Wider die Áchtung der Geschichte, en la obra del mismo
40
Ib'td. nombre (Festschrift Hans-Joachim Schoeps), Munich, 1969, p. 108.
45
" Ibíd., p. 94. Ibíd., p. 113.
26 A. Weiler La Historia de la Iglesia 27

deberá decidir personalmente dónde ve los valores humanos ga- su misión universal. Como tampoco la crítica histórica —donde-
rantizados de la mejor manera y él mismo deberá decidir qué postu- quiera y como quiera que se realice dentro de la historia eclesiásti-
ra espiritual va a tomar. Pero también el pensamiento científico, ca— puede impedir a los creyentes que se adhieran, en la fe, a la
como tal, deberá estar garantizado a derecha y a izquierda si quiere fe de Lucas. Siendo cierto lo dicho, sin embargo, tampoco en esas
poder realizar esa exigencia real de compromiso exigida al hombre palabras aparece la esencia de la Iglesia de forma unívoca. Hemos
científico. La ciencia histórica crítica, la filosofía o la teología polí- recibido aquí también una orientación creyente y precientífica que
tica, la sociología crítica y la historia eclesiástica crítica no se podrán se realizará continuamente, de forma explícita, de un modo dife-
escapar a la exigencia de carácter científico, que es algo distinto de rente, a medida que los siglos avancen con paso decidido, sin poder
la fuerza ética del convencimiento**. perder de vista nunca, no obstante, aquella inicial comunidad, aque-
Es fundamental, no obstante, en estas consideraciones el hecho llos primeros escritos y primeros testigos, aquellos primeros siglos
de que en la visión histórica no es conocida de antemano la esencia y primeros concilios, en los cuales, en gran proximidad al Señor, se
del hombre, sino que primero debe ser mediatizada por el mismo dio testimonio acerca de cómo se pensaba al principio que la Iglesia
hacerse-hombre en la historia. En una pluralidad de concepciones debería ser.
acerca del hombre se manifiesta, ciertamente, un deseo común
—asimismo precientífico— en torno a lo que el hombre debe ser. 7. CONCLUSIÓN
Deseo que viene formulado en forma negativa: aquello que el hom-
bre no debe ser. Un cierto acuerdo entre los diversos pensadores La historia eclesiástica no produce por sí misma una noción
es, por consiguiente, posible. Pero al hombre no le queda más que suprahistórica sobre la esencia suprahistórica y teológica de la Igle-
esta orientación trascendental, a no ser que, en la fe, quiera adhe- sia. Lo que la historia eclesiástica ve sobre la Iglesia se intercambia
rirse a aquellas palabras autorizadas que le hablan y definen posi- con la historia misma. TWogí'ra-históricamente se pueden, quizá,
tivamente su esencia y en las que él ve reflejada su orientación armonizar la revelación y la historia mientras este modo de pensar
trascendental y se ve elevado a un plano superior. A pesar de todo, sea aceptado socialmente, según ocurría desde Agustín hasta Bos-
y de la forma que sea, el futuro revelará al hombre, en primer lugar, suet. Pero alrededor del 1800, Hegel, con su sistema especulativo,
su esencia, una esencia que le ha sido dada y sin que él pueda dis- se halla en la frontera de dos épocas: la normativo-absolutista y la
poner de ella, sino que adviene siempre ya sobre él. histórico-relativista 45. Y desde la llegada del historicismo, por pri-
Así también, creo yo, actúa la historia eclesiástica como ciencia mera vez, el problema de la historia de las cosas se le presenta clara-
histórica sobre el mismo plano de la iluminación y de la autocom- mente al pensamiento como una tarea junto a aquella otra de la
prensión. Pero aquí tenemos expresada ciertamente, en los oríge- naturaleza y de la esencia de las cosas.
nes mismos, la esencia de lo que es «ser Iglesia». En las palabras La reconciliación de ambos principios debe hacerse integrándolos
de Jesús y de sus primeros discípulos tenemos los textos originarios a ambos, con su propio valor, en el cuadro de una teoría antropo-
que dan fe de cómo él mismo y la comunidad en torno suyo se lógica general y no mediante la victoria del uno sobre el otro. La fe
comprendieron a sí mismos en su ser llevados y sostenidos por las ofrece una luz insustituible para la formulación de esta teoría an-
«palabras de vida eterna». Toda la crítica histórica puede basarse tropológica. Enseña a ver la «comunidad humana» como predesti-
aquí, concretamente, a los textos del mismo Lucas, primer «histo- nada a «comunidad de salvación» y reconoce que la voluntad de
riador eclesiástico». A pesar de eso, esa crítica histórica no puede, Dios es que todos los hombres se salven por la confesión de su hijo
sin embargo, eliminar el hecho de la fe de Lucas en el Señor y en Jesucristo. A pesar de ello, ninguno de nosotros tiene el derecho de

" Comp. K. Jaspers, Die Idee der Universitat, Heidelberg, 1961, pp. 41-42. " Kupisch, art. cit., p. 119.
28 A. Weiler La Historia de la Iglesia 29

ideologizar su visión sobre el Evangelio y su fe, de tal forma que no se deje ligar de antemano por ninguna ideología podrá, quizá
pase a hacer una «historiografía eclesiástica crítica» en el sentido —en su investigación sincera de las diversas realizaciones—, pre-
de considerar como si fuera su tarea «la destrucción radical crítica sentársele, en el horizonte de su trabajo científico, alguna luz sobre
de todo lo que, en el curso de la historia, se ha interpuesto entre lo que ha sido y lo que puede ser eso que se llama «Iglesia».
Cristo y nosotros», partiendo para ello de «una decisión normativa,
teológica del consejo de control» *. Nada de esto se puede deter- A. WEILER
minar científicamente.
Aparentemente, tenemos, pues, solamente dos extremos: la re-
lativizadora ausencia de normas de valor o el absolutismo normati-
vo. La esencia propia de la ciencia histórica, sin embargo, es negada
en ambos extremos. La ciencia histórica, también la de la historia
eclesiástica, es una ciencia interpretativa. Todo historiador reconoce
que, en último término, su tarea es poner en relación interpretativa
el resultado del estudio de las fuentes. Y la persona del historiador
no puede esconderse aquí como tras de un computador, sino que
debe tener el valor de ofrecer a sus colegas y al mundo cultural
consciente de su tiempo su comprensión de la historia, su inter-
pretación como una conexión de hechos plena de sentido producida
por su fuerza espiritual creadora. Si su trabajo responde plenamente
a las exigencias de los métodos científicos y al análisis lógico, puede
concentrarse entonces la discusión sobre la exactitud de los puntos
de partida tomados. Sin embargo, esta discusión no es ya, en defi-
nitiva —quizá en una hora muy avanzada—, una discusión cientí-
fica, sino un diálogo entre personas interesadas en una búsqueda.
Personas que han elegido cada una su proyecto o idea del «ser hom-
bre» —entre ellas algunas adoptaron la visión cristiano-evangéli-
ca—, pero que están dispuestas, en apertura de espíritu, a discutir
sus presupuestos mutuos y sus aspiraciones inconscientes sobre el
particular en la esperanza de vislumbrar una luz común. La intole-
rancia doctrinal no aporta tal luz.
Mientras estemos nosotros con cuestiones abiertas frente a la
historia seremos hombres vivientes que no se dejan dominar ni por
una ni por otra ideología. El historiador eclesiástico mantendrá su
corazón sinceramente abierto para lo que pueda ser la comunidad
de Jesucristo. Pero solamente cuando, en su investigación histórica,

Ib'td., p. 123.
Superación del historicismo y del positivismo 31

Y como quiera que las siguientes cuestiones se refieren a las rela-


ciones entre distintos universales más que a las interrelaciones de
los casos particulares, la conciencia científica avanzará cada vez más
dentro de una esfera de formas y sus relaciones lógicas, dejando al
margen la esfera de los casos concretos y sus relaciones causales.
HACIA UNA SUPERACIÓN DEL HISTORICISMO La conciencia científica termina por mantener sólo un contacto
Y DEL POSITIVISMO muy leve con los objetos concretos de su investigación inicial. En
sus formalizaciones, el tiempo queda reducido a un símbolo rever-
sible e incluso reemplazable. Dejan de plantearse cuestiones acerca
En el hombre occidental moderno han surgido dos formas de del significado, el valor, el ser y la existencia, excepto si el mismo
conciencia enfrentadas entre sí y con las formas tradicionales y re- cuestionar puede considerarse como un objeto para la investigación.
ligiosas. Son la conciencia científica y la conciencia histórica. Finalmente, el mismo conocimiento científico, a su vez, ha de con-
La conciencia científica es objetivante en dos sentidos. En pri- vertirse en objeto de la investigación científica, quedando de esta
mer lugar, tiende a separar el objeto del observador, reconociendo forma despojado hasta de su carácter de conocimiento.
el ser diferente y la autonomía del objeto, permitiendo que éste sea La conciencia histórica comparte, hasta cierto punto, con la
él mismo y que despliegue sus propiedades, en vez de ser captado conciencia científica esta misma visión de la naturaleza. Esta es
únicamente según la utilidad y el sentido que tiene para quien lo mirada como simple objeto: mera concreción de proposiciones ge-
percibe. Este modo de conciencia permite que el objeto imponga nerales para las que el tiempo no es algo esencial. Se supone que
las categorías en que haya de ser interpretado, en vez de que el la realidad de la naturaleza reside en su ser captada por la expe-
sujeto lo configure de acuerdo con sus propias categorías preexis- riencia humana. Para la conciencia histórica, en efecto, la experien-
tentes. En segundo lugar, la conciencia científica es objetivadora cia humana es el soporte de toda realidad.
también en el sentido de que despoja a su objeto de toda subjeti- La experiencia humana, tal como la entiende la conciencia his-
vidad. El objeto es considerado únicamente en la medida en que él tórica, es irremediablemente temporal e irremediablemente particu-
mismo se manifiesta para ser captado por el sujeto que percibe. lar. Lo particular ha de entenderse en términos de cómo ocurrió y
Ningún ser es conocido en sí mismo o por sí mismo. Incluso cuando qué aportación significó en calidad de impulso hacia adelante, más
el objeto de una investigación es el ser humano, la conciencia cien- que como un caso concreto de algo más general. Aún más: los ob-
tífica pone entre paréntesis e ignora la subjetividad de su objeto. jetos del estudio histórico no pueden ser despojados de su subjeti-
El primer modo de objetivación, que se abre al objeto en su vidad. Engloban unas intenciones, sentidos, valores, ideas, senti-
particularidad y permite una percepción realista del objeto, queda, mientos y visiones. Todo lo que sucede interesa al historiador jus-
finalmente, viciado por el segundo. Este segundo modo de objeti- tamente como algo que surge de la vida subjetiva del hombre o
vación despoja al objeto de todo lo que éste pueda ser por contraste significa una aportación a la misma.
con el sujeto que percibe. El objeto es lo que es para quien lo per- La conciencia histórica es ambivalente, como que llega a ser-
cibe y nada más. Se pide que responda a las preguntas que le plan- virse del primer modo de la objetividad científica. Se ha puesto en
tea el científico; no se admite que sea el objeto mismo el que im- duda la posibilidad de alcanzar, en el estudio de lo humano, aquel
ponga de por sí estas preguntas. Se pide que responda únicamente mismo grado de neutralidad que logra el científico al estudiar la
a estas preguntas. Y como estas preguntas se refieren a unas dimen- naturaleza. Pero la cuestión decisiva no se sitúa en torno a la posi-
siones universales más que particulares, el objeto queda reducido bilidad, ya que una perfecta realización no es necesaria para la efi-
a la condición de un caso dentro de una categoría o una ley general. cacia de un ideal. En las ciencias naturales sólo se consigue parcial-
32 } . B. Cobb Superación del historicismo y del positivismo 33

mente la neutralidad, pero el esfuerzo por lograrla ha sido decisivo historiador se trae entre manos, pero al mismo tiempo está conven-
para su progreso. Lo importante es saber hasta qué punto es de- cido de que justamente en la medida en que ello es de orden cogni-
seable. tivo y reviste cierta importancia habrá de entenderse como una
Si el historiador se empeña en lograr este tipo de neutralidad, prolongación del método científico. El simple ensamblar unos he-
el resultado sólo puede ser una completa relativización de los valo- chos es ya un importante prerrequisito para establecer el conoci-
res. Puede presentar toda norma y todo ideal humanos como rea- miento. Pero cuando el historiador trata de explicarlos, deberá ate-
lidades fácticas y como una función de la historia en que surgen. nerse a la única lógica explicatoria que es posible aplicar a todas
Sus propios ideales y los de sus contemporáneos aparecerán igual- las cuestiones y que ha tenido su mejor puesta en práctica en el
mente como productos del proceso histórico. Si se dan unos ideales ámbito de las ciencias naturales. De ahí que no haya diferencia
habitualmente en conflicto, cada uno de ellos aparecerá también alguna entre explicación y predicción. La tarea del historiador, por
como una parte del proceso histórico. La creencia en que hay algu- consiguiente, consistirá en demostrar que un determinado aconte-
nas normas realmente dignas de ser obedecidas y en que algunos cimiento era predecible. Y esto sólo será posible recurriendo, ex-
ideales realmente merecen ser llevados a la práctica se disipa en un plícita o implícitamente, a unas leyes generales. Estas leyes son
relativismo nihilista. El mismo ideal de objetividad y neutralidad precisamente las que en la actualidad están siendo elaboradas en
que mantiene el historiador no podrá escapar del cerco del relati- las ciencias sociales. El historiador está en condiciones de propor-
vismo. cionar datos a estas ciencias, y éstas suministran al historiador las
leyes explicativas. Es así como los acontecimientos humanos se
Puesto que la justificación de la objetividad es atajada por la
incorporan a la ciencia unificada que es el conocimiento humano
objetividad misma, a veces ocurre que el historiador se decide por
y son de este modo liberados de su incómoda inclusión en el tiempo
otra alternativa. Resulta que existe y escribe en un momento deter-
unidireccional.
minado. Puede entonces considerar su responsabilidad no como
situada por encima de ese momento, sino como una realización ple- Este intento de la conciencia histórica por incorporarse lo cien-
na del mismo. De ahí que su principal tarea consista en abrirse a la tífico puede llamarse historicismo. Considerada históricamente, la
realidad de ese momento y a las normas y valoraciones que vienen ciencia y la conciencia que con ella va conectada se miran como
dadas con esta realidad. No pregunta entonces qué fue el pasado emergiendo de unas condiciones históricas determinadas, actuando
en sí y de por sí, sino qué es el pasado en relación con el historia- a su vez sobre estas mismas condiciones. La misma conciencia his-
dor, ahora y en su propia existencia. El resultado, para la concien- tórica tiene también una historia. La ciencia que ha producido se
cia histórica, puede compararse con el segundo modo de la con- considera no como una entidad independiente, sino como un pro-
ciencia científica. Lo mismo que este modo supone un corte entre ceso mental y la configuración de una creencia que se han ido for-
el científico y el sentido de la realidad de la naturaleza que le sirvió mando por obra de una comunidad de seres humanos. El historia-
como punto de partida, también para el historiador este procedi- dor hace notar cómo se ha ido modificando la configuración de la
miento supone un corte con respecto al sentido de realidad del «naturaleza» humana según se alteraba la percepción humana al
pasado. Sólo es real el presente o, en todo caso, el futuro que se ritmo del desarrollo de estas ciencias. Para él, tanto el positivismo
intenta prever. como su proyecto de absorber la historia no son más que un fenó-
meno histórico que ha de entenderse también históricamente, es
La conciencia científica y la histórica tratan de absorberse y
decir, en términos de cómo surgen a partir de unos acontecimientos
subordinarse mutuamente. Por parte de la conciencia científica,
previos y cómo influyen en los consecuentes, moldeándolos. Así,
este intento de someterse la conciencia histórica se traduce en el
toda la ciencia en conjunto es asumida en un cuadro temporalmente
programa positivista aplicado a la historia. El positivista reconoce
estructurado de conocimiento.
que hay algo de orden cognitivo e importante en la tarea que el
3
34 J. B. Cobb Superación del historicismo y del positivismo 35

En los párrafos precedentes me he servido del lenguaje positi- positivismo y del historicismo. Hacen que la atención se desvíe de
vista para referirme al programa elaborado por la conciencia cien- los más urgentes problemas de nuestro tiempo, fijándose en unos
tífica, que trata de erigirse en horizonte único en que todo el cono- estados psíquicos antinaturales y en unos objetivos inasequibles.
cimiento quede encerrado, identificando como realidad únicamente Con toda nuestra preocupación por la ciencia y la historia, y actual-
lo que el positivismo da por conocido. Me he servido también del mente con tanta dilatación de la conciencia y con una sociedad com-
historicismo para aludir al programa paralelo de la conciencia his- pletamente nueva, resulta que nos hemos olvidado del alimento que
tórica. Ambos programas se oponen violentamente entre sí. Pero tomamos, del agua que bebemos y del aire que respiramos. Senci-
a pesar de todo tienen mucho en común. Ambos presuponen y ar- llamente, no hemos caído en la cuenta de que las reservas conteni-
ticulan las consecuencias de una desaparición de la trascendencia o das en nuestro planeta son limitadas y que el reponerlas supone
muerte de Dios. Ello quiere decir que las dos posturas titubean unas condiciones que estamos destruyendo rápidamente. Hemos
entre el dogmatismo y el nihilismo, entre la absolutización de su llegado a saber que estamos envenenando nuestro aire, el agua y el
aprehensión de la realidad y la aniquilación de su propia verdad suelo, utilizando unos insecticidas que destruyen a los enemigos
y de la realidad al aplicarse también a sí mismas sus propios méto- naturales de las epidemias, al paso que ayudamos a desarrollarse
dos. En conjunto, sale victorioso el nihilismo, que gana la partida nuevas especies de plagas inmunizadas. Pero hemos desoído terca-
apoyándose en los resultados que se producen cuando cualquiera de mente a los realistas profetas de la condenación ecológica, dando
ambas posturas aplica sus métodos a la otra. Por añadidura, la ab- por supuesto que sea cual fuere nuestra elección (¿por qué somos
solutización de una de las dos visiones lleva ya al borde del nihilis- tan lentos para elegir?), la ciencia omnisciente y la tecnología omni-
mo, pues una ciencia desprovista de todo sentido humano difícil- potente resolverán todos nuestros problemas.
mente podrá distinguirse del nihilismo, y el historicista que se abre Entramos ahora en una década que muy posiblemente ha de
a la realidad de nuestra situación presente apenas podrá evitar verse conocer carestías en grandes extensiones y una miseria sin prece-
arrollado por su propio espíritu nihilista. dentes, así como una deterioración acelerada e irreversible de nues-
La juventud sensible de nuestro tiempo se subleva contra el tro entorno natural, y resulta que no estamos preparados para tal
positivismo y el historicismo. Son muchos los que rechazan ya las situación. ¿Cómo ha podido ocurrir tal cosa en un mundo que rinde
formas científica e histórica de conciencia. Buscan algo distinto. culto al conocimiento científico e histórico, como si se tratase de
La mentalidad existencialista de Heidegger y Sartre sirvió como Dios, y en el que todos hablan sin parar del futuro? ¿Qué clase de
transición a partir de la conciencia histórica, pero hoy también ha locura nos ha llevado a malgastar un cúmulo irreemplazable de re-
perdido toda su potencia. Más atractivas resultan las formas arcai- servas, con la idea de colocar un hombre en la Luna, cuando la po-
cas, místicas, primitivas y las orientales. blación del planeta está agotando sus posibilidades de producir
La conciencia histórica sólo podrá sobrevivir transformándose el suficiente alimento?
en utopía. El pasado pesa como una carga y el presente resulta Sugiero que esta locura tiene sus raíces en nuestras filosofías
intolerable. Pero quien ofrezca un futuro distinto se asegura unos básicas. Para la conciencia científica, igual que para la histórica, la
seguidores. Puesto que ese futuro habrá de ser radicalmente dis- naturaleza ha perdido toda existencia real e independiente. La natu-
continuo con respecto al pasado y como Dios está culturalmente raleza es un objeto de conocimiento que sólo existe en la medida
muerto, la conciencia utópica se hace revolucionaria; para ella, lo en que es captado por la ciencia, o es una simple función de la expe-
mejor que haya podido producir la historia ha de ser desechado, de riencia humana cambiante. Semejante naturaleza no necesita ser
forma que la anarquía consiguiente dé paso a lo Nuevo sagrado. respetada. Únicamente está ahí para ser explotada indefinidamente
Desgraciadamente, tanto el misticismo como la utopía no sirven como una simple condición para la tecnología humana. Se presume
para otra cosa que para intensificar las consecuencias nihilistas del que es cíclica, inagotable y vacua. Si en algún nivel de nuestra con-
36 J. B. Cobb
Superación del historicismo y del positivismo 37
ciencia hemos «sabido» que estamos destruyendo rápidamente es-
pecies enteras de criaturas, nos hemos consolado en seguida dicien- sexual. No se ha considerado el cuerpo en su parentesco e interrela-
do que ello era una consecuencia lamentable del «progreso» y que ción vital con la naturaleza que lo rodea. Poco se ha dicho de la
la ciencia y el progreso nos indemnizarán reponiendo rápidamente necesidad de alimentos, agua y aire.
lo que se hubiera perdido. Puesto que la realidad o el significado Cien años de ciencia evolucionista nos han enseñado que toda
de aquellos animales era únicamente lo que para nosotros pudiera la vida está íntimamente relacionada y que la naturaleza es tan his-
ser, se tenía la impresión de que todo el problema estaba en superar tórica como el hombre. Sin embargo, asombra comprobar lo poco
nuestros sentimientos más que en defender a unos seres que nos que estas verdades han penetrado en nuestra conciencia. Los filó-
acompañan en la condición de criaturas. sofos de la evolución, que tratan de remodelar la idea que tenemos
Los teólogos protestantes se han adherido entusiásticamente de nosotros mismos, no son considerados lo bastante rigurosos
a la dicotomía filosófica de historia y naturaleza, pretendiendo in- como para ser tomados en serio por la mentalidad científica, para
cluso que en ella se expresaba la fe bíblica y cristiana. Los teólogos la que una física matemática ahistórica sigue siendo el paradigma
han ido más lejos aún que los filósofos en su esfuerzo por relegar del verdadero conocimiento. Y, así, la conciencia histórica ha pro-
la naturaleza al ámbito de lo indiferente. La teología católica del seguido su obra de divorciar la naturaleza del ámbito de sus intere-
siglo xx, en su famoso «giro trascendental», parece empeñada en ses, excepto en la medida en que las opiniones y descubrimientos
repetir y hasta exagerar estos errores protestantes. humanos acerca de la naturaleza van entrando en la historia.
En los próximos años, el positivismo y el historicismo habrán Más aún: hasta los mismos pensadores evolucionistas nos han
de hundirse, como un peso muerto, cuando nos veamos forzados a fallado en el punto crucial. Teilhard de Chardin aparece aquí como
reconciliarnos con la naturaleza, cuya realidad hemos pretendido un caso absolutamente típico. Nadie ha acertado a describir con
ignorar durante tanto tiempo. Si es que aspiramos sencillamente a tanta fuerza como él ese movimiento dinámico de la historia natu-
sobrevivir, hemos de formarnos una visión de nuestras relaciones ral de que ha emergido y del que, por consiguiente, forma parte el
con la naturaleza que se oponga radicalmente tanto a la conciencia hombre. Ahora bien: con la aparición del hombre, Teilhard con-
científica como a la histórica. Habremos de actuar en términos de sidera que toda realidad, sentido y movimiento quedan concentra-
un naturalismo histórico. Como teólogos tendremos que superar el dos en él únicamente. El resto de la naturaleza pasa a ser mera
confinamiento de Dios al horizonte de la historia. El único Dios a condición para su ulterior desarrollo. Ya no es preciso prestar más
quien podemos rendir culto es el Dios de este mundo, en que natu- atención a estas condiciones. Ellas se cuidan de sí mismas, o el hom-
raleza e historia están indisolublemente unidas. bre mismo se encarga de modificarlas, con el poder de su inteli-
gencia, para conseguir que se acomoden a su mejor conveniencia.
Modernamente se han dado, al parecer, movimientos que ve-
Ciertamente, Teilhard enseña que al final la noosfera habrá alcan-
nían a compensar el general abandono y descrédito de la naturaleza.
zado tal independencia de sus condicionamientos físicos y biológi-
El marxismo, por ejemplo, ha subrayado la base natural de la his-
cos que la destrucción de éstos carecería de importancia. Entre tan-
toria. Sin embargo, en la práctica sólo ha significado un cierto én-
to, esos condicionamientos no constituyen limitación alguna para
fasis en lo económico como infraestructura de la cultura, no un
que el hombre se siga multiplicando y llene la tierra. Para Teilhard
interés real por la naturaleza. Lo cierto es que el marxismo ha sido
no se plantea la cuestión de qué van a comer, a beber y respirar
un agente excepcional en la obra de superar los vestigios de respeto
esos hombres.
a la naturaleza heredados de las culturas arcaicas. En las últimas
décadas se ha hablado mucho de la corporeidad del ser humano y Pero estas cuestiones se van a plantear con una violencia apo-
se ha deplorado la represión del cuerpo. Pero el cuerpo en cuestión calíptica en la década que ahora comienza, y toda nuestra historia
ha sido principalmente el cuerpo sensitivo, sobre todo en su aspecto habrá de ser escrita de nuevo a su luz. Echaremos de menos una
historia planetaria en la que el hombre aparezca como parte de la
38 J. B. Cobb Superación del historicismo y del positivismo 39

naturaleza, dependiente de ésta, dándole culto, dominándola, ex- diante el arrepentimiento, es difícil entender cómo será posible
plotándola y, finalmente, ignorándola, hasta que descubra que ha fomentar ese amor a la vida sin el que no le es posible sobrevivir
llevado a cabo una ruptura terrorífica con las condiciones naturales al hombre. Es necesario un amor de todo lo que vive, empezando
que sustentan su vida. El cristianismo y la Iglesia habrán de ser con- por el nivel biológico y abarcando a todos los hombres y a todas las
siderados en términos de su amplia aportación a este desarrollo dimensiones de la vitalidad humana. Semejante amor deberá afir-
total. El protestantismo será declarado el más culpable por haber marse una y otra vez frente a las tentaciones extremas de lograr
fomentado los modos científico e histórico del pensamiento y por unas ventajas a corto plazo y en nombre de un egoísmo de vía es-
haberlos liberado del freno de la religión. El catolicismo cargará trecha, a costa del futuro y de los hombres que nos hayan de seguir.
con el tremendo peso de haber seguido, después de que la crisis ya Ha de afirmarse como la base en que, a través de los terrores de
estaba planteada con toda claridad, oponiéndose en nombre de la una época de carestía, se mantendrá encendida una voluntad de
naturaleza y de la humanidad a aquellas restricciones que de haber vivir que casi se esfumó durante esta época nuestra de prosperidad.
sido impuestas al hombre hubieran podido evitar los desastres que Semejante voluntad de vivir habrá de experimentarse como algo
quizá ya no sea posible impedir. que está en perfecta armonía con la naturaleza última de las cosas,
Muchos preferirán abjurar de su fe cristiana antes que cargar es decir, con Dios mismo. Sentiremos la urgente necesidad de una
con el peso de tales culpas. Pero ¿adonde podrán acudir? Marxismo, esperanza que no resulte ni utópica ni apocalíptica, una esperanza
nacionalismo, capitalismo y humanismo secular también están im- que, en definitiva, no puede diferenciarse de la fe en Dios.
plicados en esta culpa, y además son mucho más pobres en recursos
de arrepentimiento y conversión que el cristianismo. ¿Habremos J. B. COBB, JR.
de acudir entonces al primitivismo o al misticismo? Pero estas sali-
das sólo ofrecen, en el mejor de los casos, un escape momentáneo
y privado de la catástrofe histórica. Una vez que la vida del hombre
ha sido radicalmente historicizada, ni una conciencia prehistórica
ni una conciencia poshistórica serán capaces de proporcionar una
solución real. El intento de evasión no servirá para otra cosa que
para acelerar la avalancha hacia la condenación final. Será preciso
que la ciencia y la tecnología se sometan a los fines humanos. No
deberán ser abandonadas. Después de haberlas utilizado para herir
a la naturaleza, tendremos que emplearlas en el esfuerzo de cuidarla
hasta devolverle la salud.
Nos veremos forzados a tomar tremendas y delicadas decisio-
nes políticas, que exigirán toda la sabiduría de una conciencia his-
tórica plenamente informada, al mismo tiempo que son rechazadas
sus limitaciones. Quienes pretendan volver las espaldas a la historia
resultarán inútiles y aún peor que inútiles. De manera semejante,
los objetivos utópicos, políticos o religiosos, habrán de ser aban-
donados en favor de unos esfuerzos realistas bien concertados para
salvar a la humanidad de la autodestrucción.
Si el cristianismo no logra sobrevivir y recuperar la salud me-
Historia de la Iglesia y ciencias humanas 41

i erial; y, quizá lo más importante de todo, ofrecen la crítica a los


peligros de ideologización y de mitologización que amenazan a toda
historiografía, incluso la eclesiástica.
Así, por ejemplo, según la regla de Benito de Nursia, el abad
ha de ser un padre para los monjes, constituido para el cuidado de
LA HISTORIA DE LA IGLESIA los débiles y no para la tiranía; y será obedecido por los monjes
EN EL CONJUNTO DE LAS CIENCIAS HUMANAS como el propio Cristo. De esta idea puede deducirse un motivo
teológico, ya que en ella se encuentra una secular convicción refe-
rente a la imitado Christi. Esta teología es a su vez el reflejo de una
¿Cómo tenemos que ver la historia de la Iglesia en el conjunto fe que ve en el mártir al imitador victorioso del Christus triumphans
de las ciencias del hombre? Todo historiador de la Iglesia se bene- y en el monje al sucesor del mártir. Pero con ello se suscitan algunas
ficia de ellas en nuestros días. En el área de su especialidad se pre- cuestiones. En primer lugar, ¿en qué circunstancias pueden origi-
sentan fenómenos humanos, cuya explicación se la brindan la socio- narse las persecuciones y cómo surge la reacción del grupo ante la
logía y la psicología, la economía y la política, la lingüística y la muerte de los miembros que han sido víctimas de ellas? ¿Dónde
estilística. Tampoco resulta posible reducir estos fenómenos huma- se sitúa la frontera con un fenómeno tan humano como es el culto
nos en el marco de la historia de la Iglesia a abstracciones intem- a los héroes que en el culto a los mártires no está ciertamente en
porales sin que pierdan su contenido de realidad. Sea cual sea la primer plano? Y, además, ¿cómo se ha convertido el asceta en el
descripción de la Iglesia de que se parta, volvemos a encontrarnos sucesor del mártir? Con otras palabras: ¿cómo ha podido escoger
siempre con la realidad humana en sí y no con datos elaborados por esta vía el precepto de la imitación? La sociología y la psicología no
encima del tiempo. Ya se entienda la Iglesia como una magnitud tendrán la última palabra sobre este particular, pero no podemos
sacramental inmutable o como pueblo de Cristo en marcha hacia la prescindir de ellas.
paz del reino de Dios, estática o dinámicamente, no se trata nunca Detengámonos todavía un momento en nuestro ejemplo bene-
de una magnitud que pueda ser satisfactoriamente descrita more dictino. La figura del abad que se desprende de la Regula es evi-
geométrico por medio de relaciones de validez eterna. Incluso en dentemente distinta de la de las Vitae Patrum o de la del monacato
la más rígida de las concepciones de la Iglesia, edificada inquebran- irlandés. No cabe duda alguna de que en esta regla se encuentran
tablemente sobre la roca de los siglos, es preciso incluir la noción elementos de la experiencia pastoral de Benito. ¿No resulta eviden-
de «hasta el final». Por ello, toda idea, toda expresión, todo aconte- te que el historiador recibe su luz del psicólogo pastoral? Entonces
cimiento, toda persona implica una relación a algo distinto de sí se suscita la cuestión de los efectos de la imagen del abad en la
mismo: siempre existen momentos que señalan de suyo el camino Regla. ¿Cómo se explica que dicha imagen parezca tan asombrosa-
hacia el Señor, que en tanto es más que su Iglesia en cuanto encarna mente iluminada por grandes abades medievales como Rábano
el futuro. Mauro, Suger de San Dionisio o Pedro el Venerable? Podemos
La Iglesia de que se trata en la historia de la Iglesia es siempre suponer que ellos quisieron permanecer obstinadamente fieles al
la Iglesia de los hombres, con su vinculación interna a los cuadros ideal benedictino; si no responden a la imagen original, ¿podemos
políticos, sociales, económicos, culturales y psicológicos. De aquí despachar la cuestión aludiendo a la debilidad humana? Pero justa-
resulta el carácter imprescindible de las ciencias del hombre para mente ésta es la que debemos examinar más de cerca. Ellos eran
la historia de la Iglesia. En ella tendrá el instrumental necesario autoridades espirituales, y tenemos que entenderlos en el marco de
para la investigación; proporcionan, lo que es aún más importante, la sociedad carolingia o del feudalismo: un mundo agrario sobre el
las cuestiones relevantes que el historiador debe formular a su ma- cual tanto la sociografía histórica como la historia del derecho o la
42 C. W. Mónnich Historia de la Iglesia y ciencias humanas 43

historia política pueden ofrecernos una aclaración. Mientras no po- y documentos, desconectado de la existencia humana y aislado en
damos hacernos una idea de cómo debía comportarse un señor en una validez suprahumana. La ley es para el hombre, y no al revés:
aquel ambiente, a qué reglas se veía sometido por la sociedad, qué el hombre no es ninguna marioneta en los hilos de los preceptos.
exigencias se le formulaban, no podremos decir nada sensato sobre De mayor importancia en el orden de los principios es el hecho
su significación como abad para la historia de la Iglesia. de que la historia de la Iglesia no puede desconectarse de la historia
Las ciencias del hombre se interesan cada vez en mayor medida universal para recluirse en un terreno propio. No es sólo que resulte
por la lingüística y la estadística, cuya importancia para la historia técnicamente difícil determinar lo que es y no es la Iglesia. No me
de la Iglesia crece asimismo por momentos. Además, ya en la anti- refiero aquí a las cuestiones metódicas relacionadas con esto; cues-
güedad se las había tenido en consideración no sólo porque la ma- tiones, por ejemplo, relativas al modo como hayan de tratarse los
yoría de los autores cristianos habían recibido una concienzuda edu- grupos disidentes, como retazos de una unidad masiva, como fenó-
cación retórica, sino también, y principalmente, porque el problema menos que hemos de ver, de una u otra manera, en el gran vínculo,
de la hermenéutica ha estado indisolublemente ligado a la predica- aún invisible para nosotros, de la única e indivisible Iglesia. ¿He-
ción. Podemos pensar aquí en las traducciones de la Biblia; o tam- mos de hablar de historia de la Iglesia o no sería mejor tratar de la
bién en las dificultades de la misión entre los esclavos en el siglo ix, historia del cristianismo? No sólo porque sea técnicamente difícil
cuando se puso sobre el tapete el significado teológico de los textos ofrecer una definición clara del ámbito de la historia de la Iglesia,
referentes a la confusión de lenguas de Babel, al escrito trilingüe sino que un punto de partida semejante adolecería de una grave
sobre la cruz y al milagro de Pentecostés debilidad metodológica. Aun en el caso de que quisiera verse, con
toda la universalidad posible, la historia de la Iglesia como historia
de todos los fenómenos a los que quepa aplicar la denominación de
Hasta ahora hemos declarado únicamente que el ejercicio ac- «cristianismo», no se haría justicia al hecho bíblico de que el siervo
tual de la historia de la Iglesia aprovecha la ayuda técnica de las justo de Dios carece de existencia independiente por sí mismo. El
ciencias del hombre. Pero el problema rebasa el mero aparato téc- cuerpo de Cristo no está aislado. Desde el punto de vista de la Bi-
nico. La aplicación de los métodos y de las perspectivas propias de blia, las relaciones de Dios con los hombres es trilateral, no bilate-
las ciencias del hombre a la historia de la Iglesia significa, en cual- ral: Dios-Moisés o los profetas-el pueblo; Dios-el pueblo de Dios-
quier caso, que podemos aplicar estos métodos y estas perspectivas, Ios pueblos; Dios-el Mesías-el mundo. En el mismo gran manda-
es decir, que su esfera propia y el terreno de la historia de la Iglesia miento se afirma la estructura trilateral: «Amarás al Señor tu Dios
no están contrapuestos por principio. En el fondo, ambos investigan con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo vuestro entendi-
la misma realidad de la conducta humana, en la que radica su más miento. El segundo, semejante a éste, es: amarás a tu prójimo como
profundo interés. Las instituciones por las que discurre la vida de a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los
los hombres en la Iglesia no son sino instrumentos que determina profetas (Mt 22,37-40). Es el justo el que ama a Dios, no el vir-
esa conducta; son a la vez una ayuda y un estorbo en su búsqueda tuoso religioso. Pero este justo es justo únicamente por su actitud,
del final de la paz de Dios, y, al mismo tiempo, esta meta no es una o mejor, su relación con el prójimo. No tiene el amor en sí mismo,
no es el beatus possidens, que desde la plenitud de su trato con Dios
institución, sino una persona: el Mesías mismo. Esto se aplica, in-
reparte filantrópicamente sus tesoros con el prójimo, sino que reci-
cluso, cuando se considera a estas instituciones —la estructura jerár-
be su justificación de su trato con él, ya que este prójimo es tam-
quica de la Iglesia, el dogma, la liturgia— como datos que se basan
bién el prójimo de Cristo; aún más: Cristo mismo. Pero el propio
quocumque modo en la revelación de Dios. Pero la revelación de
Cristo no está sin su cuerpo, y ese cuerpo no puede existir aislado.
Dios no es más que la encarnación del Mesías y de su cuerpo per-
Para la historia de la Iglesia esto significa que sólo es posible des-
viviente: un cuerpo de hombres y no, en primer lugar, de institutos
Historia de la Iglesia y ciencias humanas 45
44 C. W. Monnich
de la pregunta por la imagen del pasado. ¿Qué buscamos en la his-
cribirla como cuerpo de Cristo en relación con la historia de los toria? ¿Una imagen más clara del pasado, surgida gracias a haber
«pueblos». O, hablando menos teológicamente, sólo en relación con tomado distancias respecto de éste? O se trata, acaso, de un esce-
la historia total de la humanidad puede tener sentido la historia de nario capaz de ser abarcado de una mirada, con figuras reconocibles
la Iglesia, que es la búsqueda del reino de Dios y su justicia. y, por tanto, relativamente constantes? En la historiografía neer-
Con ello, ciertamente, no se introduce ningún juicio de valor; landesa, la cuestión sobre la idea de la historia se ha planteado cons-
pero sí, en cambio, un punto de vista: quien confiesa el nombre de tantemente, en concreto con Johan Huizinga y —en diálogo crítico
Cristo se somete al juicio del Justo y se compromete a imitarlo. La con él— con Jan Romein y sus colegas y discípulos; la atención que
historia de la Iglesia se convierte en el relato del drama de la justicia han dedicado a esta cuestión ha aclarado considerablemente el pro-
de Dios en la historia humana. Este punto de vista no es nuevo en
absoluto, sino que es la visión del Apocalipsis, rigurosamente actua-
lizado por Agustín, que en esta perspectiva sigue siendo actual el
mayor de los Padres de Occidente. Es, asimismo, el relato de los
fallos cristianos, la historia del andar errante, de la provisionalidad,
de la añoranza por las ollas de carne de Egipto y del ser sobresalta-
do por dulce sueño de la satisfacción.
Cabe plantear la cuestión de si la historia de la Iglesia, desde
I blema.
Una idea de la historia, una síntesis de la multiplicidad de los
datos en una concepción en la que el historiador no es únicamente
una máquina registradora, sino un activo recreador de la realidad
histórica, que es «re-presentada» por él: los grandes historiadores
han sido de hecho espíritus creadores, cuya labor se encuentra evi-
dentemente bajo el influjo de una imaginación creadora. Pero ahí
este punto de vista, puede perfilarse con mayor claridad, puesto que reside, al mismo tiempo, la relatividad de esa imagen, que puede
la unidad de su campo resulta escasamente delimitada, si su conte- j| ayudar a la determinación del futuro que el historiador ve y es capaz
nido lo forman las relaciones interhumanas desde el punto de vista \ de señalar como si estuviera dotado de un poder adivinatorio; pero,
de la justicia mesiánica. ¿Dónde estriba, pues, la diferencia con la '1 precisamente por ello, debido a la presencia, imposible de descono-
historia universal? El historiador de la Iglesia podría indicar que cer, del investigador en su obra, esa imagen es también subjetiva
muchas veces en su investigación ha tropezado en concreto con esta y tiende a fijar la imagen, en otro tiempo profética, de la historia
cuestión. En la Antigüedad, un concilio ecuménico era un concilio en un esquema ideológico que debe mantener el orden ya alcanzado.
convocado por el emperador y destinado a ocuparse de asuntos que En otras palabras: la imagen tiene que ser constantemente despe-
interesaran a todo el imperio. El historiador, por tanto, deberá más dazada —por emplear un término de Romein— para que no se in-
bien preguntarse cómo llega el imperio cristiano a contemplarse a terponga en el camino del progreso.
sí mismo como «el mundo habitado», y solamente entonces debe Esta idea de que la imagen de la historia ha de ser aniquilada
abordar la cuestión de en qué medida el mensaje de un concilio una y otra vez obliga ya a plantearse esta cuestión: ¿no exigen la
tal puede dirigirse a toda la humanidad. Otro ejemplo: ¿dónde se historiografía y la investigación histórica algo más que una forma-
sitúa la frontera entre la historia de la Iglesia y la historia civil en ción de imágenes? ¿No ha comenzado más bien con el compromiso
la querella de las investiduras? O, a menor escala: ¿en qué medida del historiador con su materia? El propio historiador pertenece a
la actuación de un obispo dotado de poder civil sigue pertenecien- la realidad que investiga. No va únicamente en busca del pasado,
do a la historia de la Iglesia? Pero dejemos a un lado estas cues- sino también y, sobre todo, de su pasado, y aun esto es demasiado
tiones prácticas. Sigue en pie la cuestión fundamental: ¿en qué poco. Va en busca de su propia identidad. Para él, la historia es una
estriba precisamente la diferencia con la historia universal? de las ciencias humanas, en las que puede encontrar la identidad
del hombre y, por tanto, de sí mismo.
Cabe formular la cuestión de otra manera: ¿por qué se preten- El historiador no puede trabajar con el concepto de Leopold
de un terreno aparte para la historia de la Iglesia? En su conjunto, von Ranke, según el cual el historiador busca en el pasado «lo que
la cuestión abarca todo el ámbito de la historia: se trata en realidad
46 C. W. Monnich Historia de la Iglesia y ciencias humanas 47

ha ocurrido realmente». No dispone de los medios para alcanzar El contenido y su aplicabilidad les viene desde el momento que se
una totalidad exhaustiva; hay documentos perdidos, hay en juego responde a la cuestión de cómo opera el factor tiempo en la historia.
factores desconocidos, e incluso, aunque trabajara en circunstancias No es la dimensión que hace posible el desarrollo sucesivo de una
ideales y estuviera en condiciones de actuar sobre las fuentes con serie de imágenes en movimiento: ya he señalado que de esta ma-
un material completo, seguiría estando en desventaja, irremisible- nera se origina una descripción de la historia con la que no hay nada
mente alienado en relación con el pasado, por cuanto siempre exis- que hacer. La relación de compromiso de un historiador que esboza
tirá una distancia que jamás será capaz de franquear: el que sus una imagen del pasado y que también la quiere conscientemente es
personajes no supieron en qué terminó su historia y él sí lo sabe. de hecho de orden estético. Observa desde fuera y se compromete
La imposibilidad de lograr una reconstrucción satisfactoria del pa- principalmente movido por la satisfacción de su sentido con la
sado se esconde no sólo en la documentación (deficiente a causa belleza. Pero de la misma manera que en nuestra experiencia de
de su escasez, bien notoria respecto a la Antigüedad o a la Edad la belleza ya no aceptamos este distanciamiento, tampoco lo que-
Media, o imposible de manejar a causa de la marea de datos que remos en nuestra concepción de la historia. La relación de com-
amenaza con sumergir al que cultiva la historia contemporánea, la promiso que buscamos en ella es de otra especie: es la de un
historia de nuestra propia época), sino también y sobre todo en la encuentro con el pasado, encuentro que es el único que nos hace
imposibilidad de tomar la distancia requerida. Para todo aquel que hombres completos, pues un hombre no es de suyo algo concluso y
sabe que si existe es porque está relacionado y comprometido con acabado, sino que se completa únicamente en el trato con los demás.
otros, se hace muy difícil formarse una «idea» de la Iglesia anterior Es lo mismo que se encuentra en la base de las ciencias del hombre
a él. Lo que sí puede hacer es comprometerse con los hombres del en general: la «indiferencia al valor» es una especie de línea ima-
pasado. Para él, el factor tiempo es distinto de lo que era para los ginaria que sirve de apoyo al investigador en sus afanes, pero que
grandes historiadores del siglo xix, para quienes la esencial fijación no constituye su auténtico horizonte, al menos en la medida en que
del tiempo tenía ante todo el valor de permitir tomar distancia él, también como hombre de ciencia, pretende formar una unidad
respecto a su material, para de esta manera lograr un retrato lo más y no quiere separar de raíz, esquizofrénicamente, su actividad cien-
fiel posible del pasado. Se buscaba —con perdón por el anacronis- tífica del resto de su personalidad. Pero, entonces, ¿cuál es la signi-
mo— revelar una imagen fotográfica históricamente fiel del pasado. ficación de la dimensión del tiempo, con la que el historiador ha de
Pero, cuando se parte del compromiso entre los hombres del pasado contar siempre?
y el investigador, el factor tiempo se convierte en algo muy distinto.
Para poderlo determinar es preciso tener bien presente que la
Ya no es la línea que mide la distancia necesaria para formarse una
historia a que nos referimos aquí es una historia de hombres. Esto
imagen del pasado, sino una dimensión específica de la antropología.
quiere decir que las líneas de evolución de la realidad no humana
El historiador es entonces un antropólogo, un hombre de una de las
—de la geología o de la biología— nos sirven de muy poco. En
ciencias humanas, que únicamente se distingue de sus colegas en
primer lugar, los procesos evolutivos se desarrollan en ella demasia-
que éstos trabajan con datos del hombre vivo: estadísticas, obser-
do lentamente como para proporcionarnos una escala del proceso
vaciones psicológicas, modelos etnológicos, en suma, con material
de los acontecimientos históricos. Dondequiera que observamos en
sincrónico, mientras que él estudia con los datos de una época ante-
la naturaleza procesos que se desarrollan con rapidez, se trata casi
rior, datos arqueológicos, datos de las lenguas antiguas, documentos
siempre de la actividad humana que es su causa, como, por ejemplo,
de una sociedad que ya no existe de esa manera, y otros datos seme-
la intervención del hombre en el paisaje, la explotación de los teso-
jantes. Trabaja en realidad con material diacrónico.
ros del subsuelo, la extinción de especies animales, etc. Pero, ade-
Ahora bien: con las palabras «sincrónico» y «diacrónico», si- más, en la actuación del hombre aparece una incertidumbre que
multáneo y sucesivo, se alude únicamente a una diferencia formal. podemos señalar teológicamente como signo de su libertad, sino
48 C. W. Mónnich Historia de la Iglesia y ciencias humanas 49
que puede hacerlo de otra manera. Por ello, los procesos históricos de la Iglesia es la historia de un juicio y de la relación de compro-
son irrepetibles, mientras que para las ciencias de la naturaleza la miso de los hombres con ese juicio, el del Mesías.
repetibilidad es un dato metodológico. El tiempo no es, pues, úni- La justicia es el último fundamento de la labor del historiador
camente la dimensión en la que se desarrollan procesos predecibles, de la Iglesia, justicia que significa salvación y paz. El concepto de
sino también la dimensión dentro de la cual el hombre elige, y en esta justicia en relación con el futuro no es ciertamente un plano
última instancia, él mismo es responsable de su futuro. Aparecen elaborado por el cielo con todo detalle y facilitado a la humanidad
naturalmente regularidades, porque el hombre es también parte de para que lo desarrolle. La humanidad se mueve en dirección al fu-
la naturaleza. La longitud de una generación es un dato natural, turo, y no puede hacer otra cosa, puesto que tiene la muerte en su
que ha de tenerse muy en cuenta cuando, por ejemplo, se investiga pasado y la muerte en su presente si no sigue en marcha hacia el
en la cultura humana la duración de determinados fenómenos. Pero futuro. Posee una visión, un sueño, una imagen fingida del reino
el dato de la incertidumbre, de la no determinación de la existencia de Dios, y tampoco los cristianos tienen una visión más clara de él;
humana, es asimismo importante, y su contingencia pertenece a la hay ciudadanos del reino de Dios que no están anotados en los re-
dimensión temporal de la historia. El hombre está limitado real- gistros de la Iglesia, en la medida que hay santos entre los paganos,
mente por su pasado y por el de su raza, pero lo está también por como lo hacía la antigua Iglesia con respecto a Job. Incluso, visto
la incertidumbre de su futuro. Si la relación de un hombre con otro desde fuera de la Iglesia, nunca será posible hallar la frontera entre
es esencial para su existencia, tal relación es un aproximarse a la la historia universal y la historia eclesiástica. Toda figura que tome
vida del otro, y esto significa una relación con el futuro, pues vivi- el cristianismo en la historia cae bajo el juicio del Mesías. Pero el
mos del futuro, lo mismo que estamos determinados por el pasado. futuro resulta también concluso en él: el futuro como resistencia
Para el historiador esto implica que su planteamiento problemático contra la injusticia, como voluntad de ir más allá, como motivo para
habrá de averiguar qué es lo que tuvo futuro en el pasado y qué no. aquellos que, a pesar del pasado de las diferentes formas cristianas
En cuanto hombre de las ciencias humanas, su cometido específico de comunidad y de vida y, por tanto, a pesar de ser atenazados por
consiste en poner sobre el tapete esta cuestión. La línea del tiempo la muerte, no han querido abandonar el nombre del Mesías. Son
es la línea de la existencia humana misma. En parte contiene el gentes que no han conocido este futuro y muchas veces no han tra-
tiempo cronológicamente medible, pero significa asimismo el tiempo tado siquiera de advinarlo o de calcularlo al estilo de la planifica-
en cuanto espacio dentro del cual el hombre intenta realizar su ción. Ninguno de nosotros conoce el futuro, ni siquiera el futurólo-
futuro. go, que todo lo más es un superplanificador, pero que muchas veces
Si aplicamos todo esto a la historia de la Iglesia, vale decir que se queda en la mera ciencia ficción. Pero una humanidad palpitante
el lado formal del concepto de futuro puede ser elaborado material- vive del futuro con el que sueña. En la medida que el cristianismo
mente como momento esencial en la historia: el cristianismo se está vivo, vive del futuro de la justicia mesiánica. Por ello, la vida
caracteriza por entender el futuro como la venida del Mesías y de eterna es el terminus ad quem de la historia de la Iglesia, pero no
su reino. No es que con ello el historiador de la Iglesia se convierta es objeto de ella. El historiador no tiene nada que ver con las visio-
en juez de la historia, ya que ninguna ciencia posee en sí misma la nes de los jóvenes ni con los sueños de los viejos de Joel 2,28, aun-
posibilidad de emitir un juicio ético o religioso sobre la realidad que Joel 2,28 tenga mucho que ver con la historia de la Iglesia.
investigada por ella. Puede aportar los materiales para construir
¿Qué es lo que tiene que hacer el historiador eclesiástico? Lo
ese juicio, al igual que procura los medios para actuar bien o mal en
mismo que realiza cualquier hombre de ciencia: interrogar su ma-
la praxis. Pero el historiador de la Iglesia tiene el deber de indicar
terial en los puntos más destacados, juzgando como tales los puntos
cómo se ha realizado verdaderamente el concepto del futuro, enten-
que tienen que ver con la lucha por la justicia. No debe desarrollar
dido como la realización del reino de Dios y su justicia. La historia
esa actividad como especialista; podrá ser un luchador, pero un lu-
4
50 C. W. Monnich

chador que busca las esencias del hombre y sus raíces en el futuro.
En esta perspectiva no será distinto a sus colegas en las ciencias
humanas. La comprensión de las estructuras sociales o de los meca-
nismos físicos no significa de suyo una sociedad mejor o una salus
espiritual. Pero estos análisis ison necesarios si se quiere estar entre
los hombres de una manera auténticamente digna, comprometido LA HISTORIA DE LA IGLESIA
con su vida y con su futuro. En contraposición a las múltiples in- EN LA ENCRUCIJADA DE LAS CIENCIAS RELIGIOSAS
vestigaciones sincrónicas en las ciencias humanas, tiene que señalar
que el hombre tiene también una dimensión diacrónica, que se mue-
ve en una línea de tiempo, lo cual quiere decir que se mueve en la ¿Quién dejará de sentirse sorprendido por esta paradoja: de
línea del «aún no» hacia la perfección. Precisamente en este último una parte, el empleo cada vez más frecuente, en las revistas de cien-
punto el historiador eclesiástico puede colocarse en una actitud cias religiosas, de los conceptos «sentido, filosofía, teología» de la
crítica ante sus colegas en las ciencias del hombre. El momento sin- historia, y de otra, el escaso interés que muestran numerosos audi-
crónico, en particular en la sociología, la economía y la política, por torios hacia la enseñanza de la historia de la Iglesia?
medio del principio, de gran valor metodológico en sí mismo, de la Ciertamente, ha de tenerse en cuenta el hecho de que los espí-
investigación indiferente al valor, puede llevar realmente a una fi- ritus modernos se sienten frecuentemente fascinados por el hom-
jación de la imagen y dar la engañosa impresión de que wathever bre en proyecto, que «hace» su historia desentendiéndose del pa-
is, is right. Entonces estas ciencias irán a parar con toda facilidad sado. Para justificar esta visión simplista se invoca, y con cierto pun-
a las manos de los que pretenden manipular a la humanidad con to de razón, una concepción histórica, tan sobrecargada por el peso
arreglo a sus propios fines. Pero precisamente dirigiendo la atención de la tradición, que resulta, con todo su fixismo, como «muerta».
al momento diacrónico, al dato del futuro como una dimensión En compensación, el interés vuelve a despertarse cuando la historia
esencial de la existencia del hombre, momento que se encuentra en de la Iglesia viene a revelar las claves de lectura que esclarecen los
el primer plano del ejercicio de la historia, pueden corregirse la uni- problemas de nuestra época.
lateralidad y los peligros de esta unilateralidad. A la historia de la De ahí se deduce que la aceleración cultural de que somos tes-
Iglesia le está reservada entonces el señalar la existencia de una tigos en la actualidad viene a modificar radicalmente los criterios
convicción humana, una fe humana que contempla el futuro como el de conocimiento; al igual que otras ciencias, también las religiosas
cumplimiento de la justicia. han comprendido que su especificidad ya no depende de algunos
C. W. MONNICH elementos tomados de la historia. El problema afecta más a la na-
turaleza del saber que a su contenido; por ello exige una puesta en
común que relegue al olvido las falsas autonomías, el tipo de ense-
ñanza separatista de los «tratados» teológicos. Por el contrario, las
ciencias religiosas retornan instintivamente al inventario del pasado
milenario de la Iglesia para despejar, desde el punto de vista que
a cada una de ellas corresponde (dogma, moral, espiritualidad, li-
turgia, derecho canónico, etc.), los datos de una antropología cris-
tiana capaz de alimentar su reflexión metodológica.
Para ello acuden, naturalmente, al historiador, pero no con la
idea de que éste les dé hecho su trabajo, sino para pedirle orienta-
52 B. Plongeron Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 53

ción en el trabajo a realizar. ¿No es cierto que tal situación evoca vidado un tanto su propia especificidad. En tal situación, la crisis
la imagen de una encrucijada? Esta implica convergencias, reorien- tenía un carácter conjunto y exigía una reflexión de tipo diferente
taciones entre las distintas avenidas que se cruzan en su centro. que empezase por:
Es del todo evidente que éste no puede ser más que un punto a) Una concepción en proceso. Un historiador tan renombra-
fijo; dicho de otro modo: supone una estabilidad de la historia do como P. Goubert se ha sentido en condiciones de poner en entre-
religiosa. A pesar de los notables esfuerzos realizados \ la historia dicho toda una mentalidad, que si bien se refiere particularmente al
de la Iglesia, como plataforma giratoria de las demás ciencias reli- final del «antiguo régimen», no está muy seguro de que no subsista
giosas, en función de su propia especificidad, está exigiendo todavía aún en nuestros días. «En un país que sigue siendo católico, es raro
—reconozcámoslo francamente— unos serios reajustes por parte que alguien tenga el coraje de insistir en el hecho de que la Iglesia
de quienes se dedican a ella. Ello significa que nuestro intento im- romana de Francia se mantenía en el papel de campeón imbatible
pone sobre todo tomar conciencia de una doble crisis: la del dis- de una concepción global del mundo —la naturaleza, los hombres,
curso histórico a la escucha de las demás ciencias humanas, la de la ciencia, la educación— en que todo se encontraba imperturba-
las ciencias religiosas en búsqueda de sus fundamentos históricos. blemente determinado desde antes, al menos a partir de Santo
En el mismo centro de esta doble crisis, las ciencias religiosas y la Tomás» 2.
historia captarán mejor la naturaleza y el alcance de su diálogo. Como un eco de este juicio, debido a un experto laico, monseñor
A. Pangrazio, arzobispo de Gorizia (Italia), iba mucho más lejos
en su requisitoria de una «descripción de la Iglesia católica» ante
I. BREVES REFLEXIONES SOBRE UNA CRISIS CONJUNTA los padres del Concilio Vaticano II. «La Iglesia católica es descrita
de manera excesivamente estática y abstracta, y apenas se concede
Preciso será reconocer que el historiador distraído con respecto el lugar que le corresponde al aspecto dinámico e histórico, concre-
a la construcción de estos fundamentos queda puesto en tela de to, de la Iglesia (...). El misterio de la historia de la Iglesia apenas
juicio por las mismas disciplinas que durante mucho tiempo le pe- se transparenta, a mi modo de ver.» El prelado no temía interpelar
dían esencialmente que tradujera en fechas, hechos y descripciones directamente al historiador prisionero de una teología absorbente:
eruditas de unas controversias, su propia metodología. La historio- «En la historia de la Iglesia, bajo la acción del Espíritu y con la
grafía de nuestros manuales y de nuestros cursos de historia de la colaboración, y en algunos casos con la resistencia de los hombres,
Iglesia revelará algún día hasta qué punto el discurso histórico se los acontecimientos se suceden muchas veces de manera imprevista
había encastillado en los cuadros silogísticos de una teología absor- e inesperada, que es incapaz de prever cualquier sistema teológico
bente. De ahí que, al hundirse ésta bajo la presión de nuestra civi- y que tampoco puede integrar inmediatamente. ¿Cuál, por ejemplo,
lización pluralista, arrastrara consigo lógicamente y hundiera en su entre los grandes teólogos del siglo x m hubiera juzgado posible el
propia ruina una concepción de la historia de la Iglesia que, a fuerza gran cisma occidental que iba a dividir la Iglesia en el siglo xvi o
de nadar entre la teología histórica y la historia teológica, había ol- siquiera las deformaciones y los abusos que habrían de desfigurar
su rostro durante el período que precedió a la Reforma? Y en sen-
1 tido inverso, ¿quién hubiera podido predecir, en tiempos de la Re-
Un repaso de casos concretos de historia religiosa en osmosis con las dis-
ciplinas teológicas en L. Febvre, Au coeur religieux du XVI' siécle, París, forma, aquella sorprendente obra de consolidación de la Iglesia que
1957; pero sobre todo Le probléme de l'incroyance au XVI' siécle, París, Dios realizó por su gracia a partir del Concilio de Trento?» 3
ed. de 1968. Sobre la especificidad de la historia de la Iglesia, M. de Certeau,
2
L'histoire religieuse du XVII' siécle: «Rech. Se. Relig.», 57 (1969), 231-250. P. Goubert, L'Anden Régime, t. I, La Société (1600-1750), París, 1969,
Compárese con R. Guelluy, L'évolution des métbodes tbéalogique a Louvain 254.
d'Erasme a Jansenius: «Rev. Hist. Eccl.», 37 (1941), 31-144. ' Discursos conciliares, Ed. Cristiandad, Madrid, 1964,193.
54 B. Plongeron Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 55

De este texto retendremos tres acusaciones fundamentales con- La empresa resulta típicamente histórica cuando en el centro
tra la manera de enfocar la duración, el espacio y «lo concreto» (es del acontecimiento surge una personalidad de trascendental in-
decir, el lenguaje) en la trama histórica de la Iglesia. fluencia. La relación entre el hombre y la institución podría señalar
b) Duración histórica e Iglesia institucional. El debate inte- el camino a una fecunda rehabilitación de lo circunstancial —acon-
resa a los canonistas tanto como a los filósofos y los teólogos a cau- tecimientos— y de la biografía, aspectos injustamente desacredita-
sa de una aparente antinomia entre el dinamismo y lo «estructural», dos en la actualidad. Distinguiendo entre lo «puntual» (el hecho,
es decir, las instituciones religiosas. Estas últimas, que han sido el acontecimiento cuidadosamente acotado, identificado y fechado)
descritas con demasiada frecuencia bajo su aspecto formal y juridi- y lo «continuo» (vigencia a la larga de un acontecimiento fechado),
zante, dan la impresión de que, en virtud de su opacidad, velan este veríamos cómo lo importante quizá no esté en el personaje Fran-
dinamismo que los historiadores descubren a cada paso en el juego cisco de Asís y en la fundación de su orden el año 1209, sino más
de las libertades humanas en ejercicio: motivaciones y factores de bien en la revolución franciscana, que viene a renovar la conciencia
la decisión. Las instituciones religiosas representarían ante todo cristiana en sus valoraciones evangélicas y en sus expresiones espi-
el resultado o las consecuencias de unas andaduras. Simbolizarían, rituales y culturales durante el siglo x m ; comprenderíamos por qué
erróneamente, lo ya acabado, pues participan en el «misterio» de fue posible todo ello en el siglo x m y no en el xn; captaríamos la
la historia de la Iglesia. Puede que sepamos cuanto es posible saber transmutación de estos valores en las recaídas y los impulsos que
acerca de las condiciones en que se fundan y la geografía de las tejen la trama de los destinos individuales y colectivos. Un Vicente
órdenes religiosas del siglo x al XIII, pero ello no impedirá que se de Paúl en el siglo xvn, un P. Peyriguére en los albores del siglo xx,
nos escape lo esencial si el autor de un manual o el profesor callan por no hablar del padre Chevrier, son como la revelación en su épo-
la dinámica que va del esplendor a la degradación. El ejemplo es ca, dirigida, podríamos decir, a las necesidades de sus contemporá-
elocuente: asistimos a la creación de la orden cluniacense y luego a neos en la fe, del rostro de Cristo, Hijo de Dios, del Dios de la his-
su degradación, relativa pero suficiente para que San Bernardo toria. La reacción provocada en el universo de su tiempo por estas
truene con todas sus fuerzas contra la depravación de los monjes personalidades se convertiría, bajo sus aspectos más concretos y,
de Cluny; entonces toma el relevo la orden del Cister, más rigurosa por consiguiente, mejor identificables gracias a los distintos enfo-
en su regla y en su organización. Pero también ella conoce los abu- ques históricos, en una especie de epifanía para «quienes tienen
sos, y minada por ellos, por su riqueza colectiva, hace que suene la ojos para ver» 4 .
hora de las órdenes mendicantes, que más adelante habrán de en-
4
frentarse con idénticos riesgos. ¿Será bueno contentarse con regis- F. de Beer, ha conversión de saint Francois selon Thomas de Celano,
trar esta dialéctica entre la vida y la muerte para llegar a la conclu- París, 1963. Gracias al análisis comparativo del vocabulario, el autor hace notar
que en la primera Vida de San Francisco por Tomás de Celano la pobreza apa-
sión de que una institución —aunque sea de carácter religioso- rece como una experiencia de la comunidad franciscana después del primer via-
desde el momento en que es abandonada a sí misma parece al mis- je ante el papa, lo que explica la curiosa indeterminación con respecto a ella
mo tiempo condenada a su degradación? En este caso, una simple en la regla de 1209. El aprendizaje de la mendicidad en Roma hace que la
mirada a las fechas principales y a las estructuras de la institución pobreza se convierta (segunda Vida de San Francisco) simultáneamente en nor-
(o del sistema doctrinal) fijadas por el historiador bastará para noti- ma y en aspiración mística. La interpelación de la conciencia cristiana a partir
de un fenómeno «fechado» se hace también muy sensible en J. F. Six, Charles
ficar a las restantes disciplinas, pero no para informarlas sobre el de Foucauld aujourd'hui, París, 1966. Pero la tesis doctoral del mismo autor,
sentido de la duración histórica. Esta tarea empieza cuando el his- Un prétre, Antoine Chevrier, fondateur du Prado (1826-1879), París, 1965, de-
toriador capta el punto en que la fe colectiva de los cristianos es muestra los peligros de la extrapolación. La interpretación consiste en defen-
capaz de vivificar un hecho históricamente muerto y estrictamente der, frente a la espiritualidad del siglo xix, una concepción moderna de la
localizado, hasta el punto de conferirle nuevas dimensiones. evangelización. De ahí los anacronismos en el vocabulario y en algunos análisis
temáticos.
56 B. Plongeron Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 57

c) La aportación de una geografía cultural de las ideologías entre las masas el pensamiento teológico de las minorías religiosas
religiosas. Pero «ver», en historia, equivale a localizar o, más exac- o laicas? ¿Qué es lo que ha podido captar el pueblo cristiano a
tamente, a circunscribir el espacio conveniente a la especificidad y través de los temas endurecidos y simplificados para causar impacto
al desarrollo de un tipo de problemas de historia religiosa. Los teó- sobre una mentalidad colectiva? ¿Se plantea la verdadera cuestión
logos profesionales renunciarían de buena gana a determinadas ge- (disputas sobre la gracia, sobre la concepción eclesiológica, sobre los
neralizaciones intelectuales si, por ejemplo, el historiador les ofre- deberes morales del cristiano...), en sus diversas variantes, de la
ciera una localización sociocultural de las ideologías religiosas. Esta misma manera que había sido abordada en sus debates por los
puede ser captada bajo diferentes formas. Para el siglo xvn, M. de sabios de gabinete? El ejemplo de Pascal, periodista de las Pro-
Certeau pone el acento en las redes, más o menos secretas, por las vinciales, debería dar que pensar. Por nuestra parte, hemos dirigido
que circulan unas mismas ideas: «Las de los jansenistas, de los 'de- numerosos seminarios de teólogos deseosos de explorar la menta-
votos' o de los 'espirituales'; 'círculos' libertinos o eruditos cuyo lidad colectiva del periódico jansenista «Les Nouvelles Ecclésiasti-
reclutamiento es relativamente homogéneo y su actividad igual- ques»; los aspectos históricos del contenido doctrinal no dejaron de
mente secreta; especialización social y profesional de las congrega- sorprender a los participantes, imbuidos de esquemas ideológicos
ciones religiosas que se definen progresivamente sobre la escala de al comenzar la tarea, pero que iban adquiriendo nuevas matizacio-
una jerarquía social y en una organización más rigurosa de los ofi- nes al contacto con los documentos 6 . Raymond Deniel, por su par-
cios. La consecuencia es que los muros divisorios se refuerzan, bien te, ha tratado de presentar la imagen que la prensa católica se había
entre pequeños circuitos privados (disociados en sí mismos de la formado con respecto a la familia en la Francia de la Restauración.
'razón' pública), bien entre grupos que se irán determinando cada Para ello ha utilizado cuatro publicaciones: «Le Conservateur»
vez más por unas tareas objetivas, por los ambientes en que se re- (fundado por Chateaubriand en octubre de 1818), la «Quotidienne»
cluían sus miembros y por las ideologías que se convierten en signo (julio de 1815), el «Memorial catholique» (enero de 1824) y, sobre
de esta particularización» 5. todo, el periódico oficial del clero francés de la Restauración, «L'Ami
Semejante localización, en el ámbito histórico, dotaría a las dis- de la Religión et du Roi». Todos los análisis vienen a probar cómo
ciplinas religiosas de un aparato sociocultural, poniendo remedio muchos teólogos, pastores y moralistas dependen de un ideal reli-
a una carencia metodológica unánimemente sentida. Desde tres gioso fundado en una politología, la de los tradicionalistas, Chateau-
ángulos se podría hacer una aportación: el análisis temático de la briand, Bonald, Lamennais, Genaude, según los casos 7 .
prensa eclesiástica y del contenido religioso de algunos periódicos Cabría la tentación de rendirse a unas representaciones de orden
políticos; el estudio, en el contexto de las pluralidades confesiona- nacional, siendo así que el historiador debe reconstruir la geografía
les de un territorio, de la «frontera religiosa», y sobre todo el exa- de los universos mentales. No ya el Estado, sino la «provincia».
men en profundidad del lenguaje, abordándolo estructuralmente Unas veces, la «provincia» cultural y religiosa engloba varios esta-
en relación con el vocabulario de los apologetas y de los polemistas dos; en este sentido se hablará, con relación al siglo xvni, de una
o como factor de penetración y de obstáculo del mensaje cristiano revolución en el mundo atlántico. Otras veces, la «provincia» se
en un ambiente no conformista, en país de misiones, por ejemplo. señala por unas fronteras religiosas muy marcadas dentro de un
Es evidente que el dogmático y el moralista acotarían de ma- mismo Estado. Esto tiene especial importancia en relación con el
nera más satisfactoria la posición de un problema históricamente sentimiento religioso; el humanismo del Midi, según los émulos
situado si el historiador no se contentara con referir su elaboración 6
B. Plongeron, Une image de l'Eglise d'aprés les «Nouvelles Ecclésiasti-
a través de los grandes teóricos de la época. ¿Cómo se ha difundido
ques» 1728-1790: «Rev Hist. Egl. de France», 151 (1967), 241-268.
7
R. Deniel, Une image de la famille et de la soaété sous la Restauraron,
5
M. de Certeau, op cit, 241-242 París, 1965.
58 B. Plongeron Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 59

de Henri Brernond, tendría sus fronteras situadas no entre Italia y raní. «Para el misionero, la gramática pasa a ser una ciencia sagrada;
Francia —preciso será recordarlo a propósito de las reivindicacio- no hay evangelización sin traducción. Hacer un catecismo y hacer
nes revolucionarias sobre el Venaissin, estado pontificio—, sino una gramática no son más que aspectos distintos de un único e idén-
entre la Francia meridional y la del norte. El humanismo del norte, tico impulso misionero» 10. Por ello mismo, el criterio social avanza
fuertemente influido por la devotio moderna, que tan profunda- sobre el criterio religioso, pues al recusar la lengua del ocupante
mente marcó la España de finales de la Edad Media, apunta en (se considera al colono, sea quien fuere, como español), el misionero
numerosos países del nordeste a una tradición bíblica y patrística asocia deliberadamente antiespañolismo con anticolonialismo.
de la vida cristiana8. La unidad de un sistema doctrinal y espiritual Si en teología misionera se admite de buena gana el deslizamien-
se rompe al llegar a otras fronteras, como se ha demostrado en el to de lo religioso a lo social, los dogmáticos, en cambio, se mostra-
caso del jansenismo lorenés 9 . Semejante geografía de los conjuntos rán mucho más reticentes ante el criterio de herejía, es decir, con
espirituales que se sumergen en un mismo ambiente sociocultural relación al depósito de la fe. Sin embargo, el historiador de la Igle-
homogéneo podría abrir nuevos caminos a la teología de la espiri- sia moderna observa que bajo la acción del pluralismo, el Cuerpo
tualidad, que se vería iluminada así desde el ángulo doctrinal y so- místico se ha dividido en numerosas Iglesias; hecho decisivo: el
ciológico, no únicamente por el procedimiento de detectar las in- hereje notorio pasa a ser oficialmente ministro de la Iglesia, de otra
fluencias de un autor sobre otro. Iglesia. La certeza se irradia en certezas por la multiplicación de
Se organizaría de esta manera una dialéctica entre lo «dado» las profesiones de fe en que las representaciones mentales de la
por unas minorías y lo «recibido» —y «vivido»— por las masas Iglesia a que se pertenece tienen tanta importancia como la sustancia
cristianas. Los especialistas en antropología cristiana aportarían doctrinal del credo proclamado. Un tipo no religioso de certeza se
también su palabra en materia de psicología de los pueblos y de expresa, en este caso, por la participación en la sociedad civil. Pro-
dinámica del grupo, sobre todo para abordar un punto crucial. testantes o católicos, jesuítas o jansenistas, sufrirán esta evolución
d) Conceptualización doctrinal y lenguajes en historia. ¿Qué en el curso del siglo x v m , cada vez más politizado n . Llegando al
ciencia no se plantea hoy ciertos interrogantes referentes a la cues- límite, la expresión sociocultural del grupo prevalece sobre el mo-
tión del lenguaje? La historia de la Iglesia no puede eludirlos ape- tivo de la controversia dogmática, por lo cual se hace necesario
gándose a una conceptualización doctrinal heredada de la teología. estudiar los distintos vocabularios sobre el doble registro de lo
Interesa mirar con atención las relaciones de la Iglesia romana explícito (lo que es dicho) y de lo implícito (en función de qué es
con las civilizaciones, especialmente con vistas a la historia de la dicho).
catequesis, como lo demuestra el estupendo estudio de Bartomeu De esta manera es posible crear, gracias a la historia, nuevas
Melia sobre la evangelización del Paraguay en los siglos xvn y xvm. relaciones entre antropología y dogma, a condición de reflexionar
La lengua del colonizador es el castellano, pero el misionero jesuíta sobre otra dimensión que todavía resulta poco perceptible.
pretende llegar al colonizado, al indio, en la lengua de éste, el gua-
8
M. Venard, Histoire littéraire et sociologie historique: deux voies pour
l'histoire religieuse (Actas del Coloquio de Aix, marzo de 1966), 78-79;
A. Weiler, Humanismo cristiano del Renacimiento y la Escolástica: «Conci-
lium», 27 (1967), 32-50.
9
R. Taveneaux, Le jansénisme en Lorraine 1640-1789, París, 1960. Las
conclusiones que de este trabajo se desprenden con vistas a nuestro propósito 10
B. Melia, La création d'un langage chrétien dans les réductions des
han sido sacadas por P. Chenu, Jansénisme et frontiére de catholicité (XVII' Guaraní au Paraguay, tesis, Fac. Teol. Cat. de Estrasburgo, 1969, 93.
et XVIII" siécles). A propos du jansénisme lorrain: «Rev. Hist.», 227 (1962), " Cf. B. Plongeron, «L'hérésie» ou le statut socio-culturel de l'ecclésiologie,
115-138. en Consciences religieuses en Révolution, París, 1969, 192-211.
Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 61

una mejor inteligencia de la fe a partir de esta proposición: la his-


toria de los dogmas es el inventario de las riquezas inagotables del
II. EL ACONTECIMIENTO HISTÓRICO dato revelado, ya que el historiador debe mostrar al teólogo que
Y EL «MISTERIO» DE LA IGLESIA aquélla es una comprensión no sólo progresiva, sino también plura-
lista de un objeto inagotable: el Hombre-Dios en su Cuerpo místico,
a) Historia y dogma. Dios no es diferente en la época paleo- que es la Iglesia.
lítica o en el siglo xx. Pero hay una historia de las representaciones b) Historia y exégesis. Para captar plenamente su misterio,
que los hombres se han hecho de Dios, de los ritos, mediante los quizá sea preciso renunciar a la fácil división entre historia santa e
cuales han tratado de establecer una comunicación con él, de los historia de la Iglesia. Si bien es cierto que los tiempos apostólicos
métodos ascéticos que han puesto en juego para experimentar su representan el terminus a quo del estudio del cristianismo en tanto
presencia. En este sentido es posible detectar algunos desarrollos. que acontecimiento histórico, ello no obsta para que no puedan ig-
También puede decirse que se da un progreso en el conocimiento norarse las raíces veterotestamentarias que a cada paso reaparecen
del objeto que es Dios, sugerido por el paso de las religiones primi- en la Nueva Alianza, y de tal categoría, que siguen alimentando
tivas a los grandes monoteísmos. ciertas psicologías colectivas de los «biblistas católicos», como en
En un sentido análogo puede hablarse de la historia de los dog- el sur de los Estados Unidos. Aunque pudiera hablarse de una extra-
mas. También aquí el punto de partida es un dato: el hecho de polación injustificada, el historiador tiene ahí la ocasión de renovar
Cristo, tal como lo presenta el testimonio de los apóstoles. Este su propia reflexión sobre el acontecimiento cuando los especialistas
hecho, como tal, es inmutable. En contrapartida, la historia registra en Sagrada Escritura rechazan la dualidad de una historia profana
un progreso en la inteligencia de este dato que participa en el «mis- y de una historia sagrada. Pierre Blondel lo explica muy bien: «Es
terio de la Iglesia», pleroma de Cristo. El cardenal Daniélou reco- absolutamente evidente que a los ojos de Dios no puede haber más
noce que la historia de los dogmas ha tropezado con obstáculos an- que una sola historia en la que está presente su hijo Jesucristo, a
tes de ser admitida. Toma nota del escándalo suscitado por el libro fin de que toda ella pase a ser historia santa. El destino de la Iglesia,
de Jules Lebreton Histoire du dogme de la Trinité. Mientras que cuerpo visible de Jesucristo inmerso en el devenir, ¿acaso no es, en
Loisy publicaba L'Evangile et l'Eglise, Blondel respondía con His- fin de cuentas, el ser fermento de la historia, para que ésta sea vivi-
toire et Dogme. Víctima de un pensamiento historicizante, Loisy da en profundidad, más allá de la apariencia o la simple sucesión,
creía que la verdad religiosa va ligada a la época en que es formu- y captada en su realidad de historia de la salvación? (...) Ver en
lada y que, por consiguiente, carecía de un valor permanente. Aho- la historia únicamente la insulsa sucesión equivaldría, efectivamen-
ra bien: «no es la verdad lo que cambia, como creía Loisy, ni es te, a confundir al hombre con su silueta (...), a afirmar la autonomía
que el espíritu evolucione, sino que el lenguaje se precisa» 12. Quizá del cuerpo con respecto al alma, y constituiría un flagrante desafío
sea necesario añadir que existe algo más que un lenguaje que se a la Alianza, al misterio de la encarnación del Verbo, a la persona
precisa; es que se van desarrollando diferentes puntos de vista para unificada de Cristo, al poder unificador del Espíritu, a la naturaleza
abordar la consideración de un mismo objeto. Pasada la crisis mo- de la Iglesia y, por supuesto, a la misión de los profetas» u.
dernista, los historiadores, al igual que los teólogos, se cerrarán en Pero como resulta que trabajan sobre una materia histórica que
una prudencia fixista, alimentada por una mutua desconfianza, ya está sublimada por la tradición, los biblistas caen en la cuenta de
cuando lo cierto es que hoy urge entablar un diálogo con vistas a que no es suficiente la exégesis histórica. En el segundo Congreso

12 13
J. Daniélou, Histoire et pensée religieuse (XXV Semaine de Synthése): P. Bockel, L'histoire vue i'un seul regará: «Bible et Terre Sainte»,
«Rev. de Synthése», IIP s., 37-39 (1965), 298-299. 53-54 (1963), 5-6.
62 B. Plongeron Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 63

de la Asociación Católica Francesa para los Estudios Bíblicos, Paul entre los demás sectores teológicos, como aquel que tiene por fun-
Ricoeur hacía esta observación: la exégesis histórica descubre cier- ción propia «lo defensivo», sirviéndose de la filosofía y de la histo-
tamente el sentido primitivo de un texto, pero su análisis supone ria, pero a la luz de la fe. En virtud de este criterio, filosofía e
ya una interpretación, un acercamiento entre dos culturas; el inves- historia sólo se utilizarían en calidad de «ciencias auxiliares de la
tigador corre entonces el riesgo de «proyectarse» 14. A menos que fe» 16, pues no se ve claro lo que para un filósofo pueda representar
el historiador le equipe con sus propias técnicas para investigar las la idea de una revelación simplemente posible, es decir, no contra-
mentalidades colectivas. La confrontación de la noción de civiliza- dictoria, ni para el historiador la afirmación de una naturaleza divi-
ción, tal como la entienden, cada cual por su lado, el historiador y na poseída indivisiblemente por el Hijo y por el Padre. Es cierto
el exegeta, ampliaría los horizontes de una historia «total»; piénsese que constituiría un grave riesgo el hacer que unas disciplinas «hu-
en todo el partido que podría sacarse de aquellas ciudades célebres manas» cargasen con todo el peso de unas afirmaciones que perte-
por su sedimentación histórica. Después de Menfis y Tebas, Tanis necen al orden de la fe. Pero, justamente, ¿no tendría interés el
recoge el destino tumultuoso de unos pueblos que chocan entre sí demostrar lo que aporta una fe viva también bajo el ángulo de una
sobre su territorio, desde la época de las grandes pirámides hasta fenomenología de las religiones lo mismo que bajo el de las actitu-
los últimos Tolomeos. La reinterpretación de los materiales descu- des del pueblo cristiano frente a los signos de credibilidad tales
biertos, bajo el fuego cruzado de las técnicas arqueológicas, lingüís- como los milagros, y ello sin falta de respeto a las diversas compe-
ticas, históricas y exegéticas, constituiría una interesante aplica- tencias? Para el historiador, el problema no consiste en la adhesión
ción 15. al dogma de la consustancialidad, sino en comprobar que éste in-
forma una mentalidad y, a partir de ahí, ofrecer al apologeta unas
III. LA HISTORIA DE LA IGLESIA COMO ENSEÑANZA ilustraciones sociológicas, más allá de las controversias ideológicas
PLURIDISCIPLINAR DE CIENCIAS RELIGIOSAS
e incluso doctrinales. En este caso, la función «defensiva» de la
apologética asumiría un carácter positivo del que frecuentemente
En Francia han empezado a crearse, aquí y allá, unos seminarios ha andado escasa.
interdisciplinares para la enseñanza de las ciencias religiosas. El La confrontación del historiador con el teólogo se presenta aún
Consejo nacional para la ratio studiorum de los seminarios de la más fecunda en materia de eclesiología. El padre Congar subraya el
Compagnie de Saint-Sulpice, bajo la presidencia de monseñor Paty, hecho de que a continuación de la reforma gregoriana se pasó de
obispo de Lucon, sigue muy de cerca estos tanteos de renovación. una «eclesiología de antropología cristiana a una eclesiología de las
Son aún muy fragmentarios como para permitir que de ellos pueda potestades, prerrogativas y derechos de la Iglesia, es decir, del sacer-
desprenderse una doctrina capaz de suscitar planes de enseñanza docio o de la jerarquía. Los modernos tratados De Ecclesia, des-
general con carácter pluridisciplinar. Sin embargo, algunos profe- arrollados al margen y por sí mismos, no son ya más que tratados
sores, más al corriente de las mutaciones producidas en la historia de derecho público eclesiástico» 1?. A la vista de esta degradación,
de la Iglesia, admiten, sin ningún espíritu de abdicación, lo frágil los historiadores se han retraído al campo de la política eclesiástica.
que es la autonomía de ciertos «tratados». Su reincorporación a la De suerte que historiadores y teólogos, por diferentes motivos, han
enseñanza propiamente histórica se hace deseable sobre todo en: vaciado a la Iglesia de su función de Cuerpo místico y han cargado
a) Las zonas fronterizas: apologética y eclesiología. Como el acento en la función social, por la que ya la Iglesia no hacía os-
ciencia de la credibilidad, a la apologética le gusta todavía situarse,
16
14
Y. Congar, art. Théologie, en Dict. Théol. Cathol., XV, col. 496; Le
Cf. «La Croix», 13 de septiembre de 1969. Bachelet, arts. Apologétique y Apologie, en Dict. Apol. Fot Cathol., I, col. 190.
15 17
P. Montet, Tanis- «Bible et Terre Sainte», 53-54 (1963), 10-38. Y. Congar, Ecclesia Mater: «Vie Spirituelle», 503 (1964), 324-325.
64 B. Plongeron Historia de la Iglesia y ciencias religiosas 65

tentación de sus «notas», sino en reacción contra una sociedad o ca), se percibirían mejor las pulsaciones de la vida cristiana en el
una civilización que la mantenía al margen a partir del siglo XVIII. curso de los períodos orgánicos (cumplimiento simultáneo de las
Posiblemente, el hecho de que hoy experimentemos una viva nece- funciones capitales de la Iglesia) y de los períodos críticos (eclosio-
sidad de una teología política, es decir, de una reflexión de la Igle- nes, avances, mutaciones y retrocesos en los «tiempos» de la Iglesia).
sia sobre sí misma con vistas a informar su presencia en el mundo, La revalorización de los diacronismos estimularía, con toda se-
nos haga comprender mejor la urgencia de redescubrir este rasgo guridad:
de la teología política en la misma trama de las eclesiologías. c) Una enseñanza temática. ¿Acaso no se apoya en la historia
El historiador no puede ignorar la Iglesia en cuanto que ésta la última palabra de toda enseñanza pluridimensional? Sin renun-
es Cuerpo místico que forma con todos sus miembros un sacerdocio ciar por completo a la periodización tradicional, puede pensarse en
jerarquizado, porque ello es inherente a la sociedad-Iglesia que un estudio de temas en larga duración: la Iglesia y la fe viva de los
estudia. A la inversa, el teólogo debe tener en cuenta la forma en cristianos (cristianización y descristianización), la Iglesia en su fun-
que se encarna sociológicamente la Iglesia Esposa de Cristo en las ción caritativa (teología de la caridad y actividades caritativas), el
distintas épocas. O ambos niveles son disociados y se sacrifica el problema de la tolerancia religiosa desde el siglo xvi al xx, etc.
primero, y la eclesiología se metamorfosea en «política eclesiástica», Estos temas darían ocasión a unas «mesas redondas» a las que
o sigue funcionando el juego complejo de lo espiritual y lo tempo- serían convocados, en torno al historiador, todos los especialistas
ral en la interferencia de los dos niveles y se llega así a la teología interesados, tanto de ciencias religiosas como de ciencias «profa-
política. Con la colaboración del teólogo, el historiador podría se- nas». Con unos estudiantes más avanzados, estas reuniones contri-
ñalar los momentos de distorsión y de conjunción de ambos niveles buirían, además, a poner en marcha una investigación sobre docu-
en el curso de los siglos. Juntos deberían poner de manifiesto las mentos; estamos pensando en una experiencia a propósito del tema
significaciones profundas para una mejor comprensión de la antro- «El cristiano ante la muerte, durante los siglos xvii y XVIII». Par-
pología cristiana18. tiendo de una búsqueda a fondo en numerosas series de testamen-
b) El «aevum» en historia de la Iglesia. La diversidad de esas tos, fruto del trabajo llevado a cabo por los estudiantes, entusias-
confrontaciones serviría para que todos vieran al menos esto: la mados por sus propios descubrimientos, durante un semestre discu-
Iglesia no asume en el mundo, sino en raras ocasiones, la totalidad tieron con ellos un psicólogo, un moralista, un dogmático y un
y la plenitud de sus funciones. Cada siglo o gran momento del cris- economista.
tianismo tiene un aevum privilegiado, al que sucede, más o menos ¿Por qué no habrían de centrarse todas las enseñanzas en un
rápidamente, otro. De esta manera se producen los desniveles entre «punto caliente» de la historia de la Iglesia durante un año, apli-
los distintos aspectos de la Iglesia en el seno de un período histó- cando este mismo método? Piénsese en el «caso Lutero», que exi-
rico homogéneo. ¿Qué motivo hay para que, en alguno de ellos, el giría las aportaciones de la exégesis, la teología fundamental y sacra-
«tiempo» de la pastoral o el de la espiritualidad dure y se acuse más mentaría, la moral y la espiritualidad... Y hay otros muchos «casos».
que el «tiempo» de la reflexión teológica? ¿Qué motivo hay para El hecho de que las estructuras de la enseñanza crujen un poco
que en otro período se produzca una combinación diferente? Re- por todos los costados, la necesidad que tienen las ciencias religio-
gistrar estos desniveles sería tarea del historiador, que, a continua- sas de verificar su propia metodología por el contacto con una his-
ción, acudiría a los especialistas para el estudio de la especificidad toria-encrucijada, nos autorizan a pensar que estas sugerencias,
o de los «tiempos» que hayan sido detectados. mal formuladas, no podrán ser desterradas al reino de la Utopía.
Resituándolos en la curva de la larga duración (visión sincróni-
B. PLONGERON
" Cf., partiendo de estos datos, B. Plongeron, op. cit., 183-192.

5
¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 67

de la historia religiosa del siglo xvi. Esta revisión es más laboriosa


y más lenta que todas las demás, porque toca todavía en lo vivo
nuestra actual situación religiosa y no tiene, por tanto, un carácter
puramente retrospectivo y erudito. Se podrían recordar otras orien-
taciones análogas por lo que se refiere a la revisión de la historia
¿NUEVAS FRONTERAS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA? del modernismo, la historia de la eclesiología, etc.
Todos estos casos indican claramente que los historiadores co-
mienzan a advertir que uno de los principales problemas de la his-
Es sabido que, en los últimos decenios y todavía hoy, un gran toria de la Iglesia no consiste sólo en superar las deformaciones
número de momentos de la historia de la Iglesia han sido someti- materiales de los hechos concretos. Es preciso recordar que las re-
dos a revisión. Pensemos en la revisión efectuada en torno a los visiones históricas que han obtenido hasta ahora mayor éxito han
orígenes del cristianismo y encaminada a superar una interpretación sido precisamente las relativas a grandes mixtificaciones de hechos
estática, unívoca y mítica de los textos, los cuales, leídos en una concretos. La reconstrucción de toda la controversia de Focio lle-
clave más dinámica, más pluralista y desmitizante, proporcionan una vada a cabo por Dvornik ha tenido fundamentalmente ese signifi-
noción bastante distinta de la historia cristiana de los primeros de- cado, es decir, replantear en sus términos efectivos —científicamen-
cenios. te correctos— una cuestión que había sido sistemáticamente mix-
También se está llevando a cabo, aunque en menor medida, una tificada durante siglos en toda una literatura. También la obra de
revisión que tiende a poner de relieve los errores históricos debidos Jedin sobre la historia del Concilio de Trento, o la de Lortz sobre
a una lectura exclusivamente mayoritaria de algunos hechos de la el origen de la Reforma en Alemania, o la de Aubert sobre el pon-
vida de la Iglesia. A este tipo pertenece el caso del Concilio de Cal- tificado de Pío IX han tenido, a mi juicio, principalmente ese sig-
cedonia y del monofisismo: todas las grandes corrientes del pensa- nificado. Cada una de estas obras, en efecto, intenta reconstruir una
miento cristiano han compartido durante siglos una grave indife- historia fundada en lo que sucedió —o, por lo menos, en lo que las
rencia frente a los cristianos no calcedonenses, considerados como fuentes dicen que sucedió— y no en las tesis, más o menos intere-
minoría doctrinal y cultural y por ello fuera de la dialéctica eclesial, sadas, de Sarpi, Pallavicino y otros polemistas en el caso de Trento;
sin importancia alguna desde el punto de vista de la historia cris- de Denifle, Grisar o los apologistas protestantes, en el caso de Lu-
tiana. tero, y, finalmente, de los hagiógrafos o polemistas, en el caso de
Otra perspectiva de revisión obedece a la repulsa de un tipo de Pío IX.
interpretación que yo definiría como «romano-céntrica» y que ha Me parece útil subrayar que tales obras y otras del mismo tipo
ejercido un influjo determinante, sobre todo dentro del catolicismo, tienen el mérito decisivo de haber propuesto una lectura científica
durante el siglo pasado. En esta línea se sitúa, por ejemplo, la re- de varios acontecimientos históricos que hasta hace pocos años se
visión de los estudios sobre la reforma gregoriana. Hasta hace poco, conocían casi exclusivamente de acuerdo con una perspectiva apo-
en efecto, se les centraba exclusivamente en el papel que Roma ejer- logética. Pero precisamente uno de los principales frutos de ese
ció en ese acontecimiento; hoy, en cambio, aun reconociendo la riguroso ejercicio de exactitud científica y metodológica lo consti-
efectiva centralización que tal reforma produjo en la vida de la tuye, en medida creciente, la conciencia de que la historia de la
Iglesia, se comienza a captar el impulso y la influencia que ejercie- Iglesia no puede contentarse con ese progreso —por lo demás,
ron otros ambientes religiosos y otras zonas geográficas tanto en realmente notable—, sino que debe afrontar —a la vez que conso-
su nacimiento como en su realización. lida y amplía la clarificación metódica de los hechos tal como suce-
Además, se está revisando la lectura, esencialmente polémica, dieron— un problema ulterior.
68 G. Alberigo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 69

No se trata, en efecto, de superar sólo las deformaciones mate- Es conocidísimo el privilegio en favor del elemento «clerical»
riales de los acontecimientos, sino que es preciso superar también de la Iglesia frente al no clerical; con lo cual la historia de la Iglesia
una visión habitualmente parcial de los mismos, consistente en to- se ha visto reducida con frecuencia a una historia de «clérigos», a
mar un aspecto aislado de la realidad y concederle una categoría una historia del sacerdocio ministerial, que iba mucho más allá de
de privilegio a partir de un prejuicio de naturaleza cultural, eclesio- la hegemonía ejercida de hecho por los clérigos.
lógica o ideológica. Existe, por una serie de causas de excepcional volumen —desde
Pero, antes de seguir adelante, desearía ofrecer una primera la caída de la tensión escatológica inicial hasta el influjo del dere-
enumeración de tales aspectos. Será probablemente incompleta, pero cho romano—, el privilegio concedido a la institución frente al acon-
contribuirá a esclarecer los problemas por los que hoy pasa la tecimiento y, en general, frente a toda la vida cristiana surgida fuera
«frontera» de la historia de la Iglesia. Habitualmente, y desde fren- o al margen de las instituciones. Es sabido hasta qué punto han
tes opuestos, se hace historia de la Iglesia otorgando un privilegio desarrollado esto, en los últimos decenios, algunas corrientes teo-
a la ortodoxia con respecto a lo que no era considerado como orto- lógicas e históricas reformadas. Precisamente por la aceptación de
doxo por la Iglesia de aquel momento. Por supuesto, la función del esta prioridad de importancia por parte de la historia de la Iglesia
historiador no es sustituir a las iglesias en las valoraciones que ellas sabemos mucho de los hechos más insignificantes relativos a una
han hecho, sino que debe levantar acta de las mismas y tenerlas institución o a los hombres que la encarnaron, pero corremos el
en cuenta por cuanto constituyen hechos, y a veces de alcance ma- riesgo de saber muy poco —o no sabemos de hecho nada— sobre
croscópico. Pero tal actitud ha sido reemplazada con frecuencia por fenómenos que, desde muchos puntos de vista, han tenido una di-
otra que considera la adhesión a la ortodoxia como condición in- mensión histórica y un influjo muy superiores a muchos papas y a
dispensable para que un acontecimiento merezca la atención del muchos grandes dignatarios de la Iglesia'. Por eso, con frecuencia
la historia de la Iglesia caminaba a saltos y por sorpresa —incluso
historiador. No es casualidad que la historiografía cristiana occi-
sugiriendo el recurso a explicaciones «providencialistas»—, preci-
dental haya ignorado cada vez más ampliamente la historia de las
Iglesias orientales a partir del cisma. La única excepción son los
reformados del siglo xvi, los cuales —una vez interrumpida la co- 1
Es típica, a propósito de esta actitud, la formulación programática de
munión con Roma y la Iglesia antigua— experimentaron un nuevo Eusebio de Cesárea con que inicia su Historia Eclesiástica: «Me he propuesto
interés por el cristianismo oriental, también él «excluido» por escribir sobre los sucesores de los santos apóstoles y los años que han pasado
Roma. desde el tiempo de nuestro Salvador hasta nuestro tiempo presente, sobre to-
dos los acontecimientos importantes acaecidos en la historia de la Iglesia y
Junto al privilegio de la ortodoxia está el de la uniformidad especialmente sobre lo que se refiere a todas las personas que fueron guías
frente al pluralismo y la multiplicidad, de donde resulta una prefe- y jefes en las más importantes comunidades y que predicaron la palabra divina
rencia por las actitudes conformistas y una inferioridad con respecto con su voz o sus escritos», I, 1 (Sources chrétiennes, 31, París, 1952), 3. Una
singular y significativa protesta contra la historia de la Iglesia reducida a un
a lo que tendía a realizar carismas específicos o respondía a situa- informe del conflicto entre instituciones, entre personajes, entre ortodoxos y
ciones singulares, subrayando las diferencias. Análogamente, la his- herejes resuena en una de las Xenias de Goethe: «Mit Kirchengeschichte was
toria de la Iglesia ha aceptado y practicado un privilegio en favor hab ich zu schaffen? / Ich sehe weiter nichts ais Pfaffen; / Wie's um die
de las posiciones adquiridas frente a las de búsqueda. Esto se ha Christen steht, die Gemeinen, / Davon \vill mir gar nichts erscheinen. / Ich
hatt auch konnen Gemeinde sagen, / Ebensowenig wáre zu erfragen. /
mostrado sumamente grave en la reconstrucción de la historia doc- [...] / Es ist die ganze Kirchengeschichte / Mischmasch von Irrtum und von
trinal, e incluso espiritual, en cuanto que se acentuaban las postu- Gewalt», Werke, I (Stuttgart), 1122. Cf., por último, M. de Certeau, L'bistoire
ras «ciertas» frente a las posturas de búsqueda y se prefería el religieuse du XVII' siécle. Problémes de méthodes- «Recherches de Science
cristianismo «establecido» al cristianismo in itinere. Religieuse», 57 (1969), 231-250.
70 G. Alberigo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 71

sámente porque no se captaba su desarrollo en la dinámica de la sólo se explicarían en relación con unas corrientes minoritarias de
vida cristiana, sino en la estática de las instituciones, que sólo expre- las que se ha prescindido intencionadamente2.
saban algunas dimensiones de esa vida. Es claro que existe el privilegio de la santidad canonizada sobre
Existe, por otra parte, un reiterado privilegio concedido a la la vida religiosa del cristiano normal. Fundándose en este privilegio,
autoridad constituida frente al pueblo y que coincide sólo parcial- los historiadores han efectuado a veces una operación indebida: la
mente con el privilegio de las instituciones frente al acontecimiento. de convertir a un santo en símbolo de una época determinada. A este
Bastaría recordar las relaciones en que la historia de la Iglesia ha respecto hay que preguntarse hasta qué punto la interpretación de
presentado habitualmente el magisterio de la autoridad eclesiástica la vida cristiana de una época puede quedar centrada y resumida
y el magisterio in credendo del pueblo de Dios, atendiendo al pri- en la vida de uno o de muy pocos cristianos y si esto no obedece a
la debilidad de la historiografía por una antropología de héroes, de
mero e ignorando el segundo. No podemos desconocer hasta qué
superhombres.
punto ha influido en la cristalización de esta postura el reconoci-
miento general que la cultura de origen grecolatino ha tributado Existe, por último, aunque probablemente este inventario po-
al poder del hombre sobre el hombre en todas sus manifestaciones, dría ampliarse y completarse, un privilegio clamoroso, macroscópi-
co: el que concede toda la historia de la Iglesia hecha por occiden-
desde la propiedad hasta el poder político.
tales al Occidente sobre el Oriente; privilegio al que acompaña,
Hay privilegios todavía más refinados, como el que se concede subordinadamente, el del Oriente griego frente al cristianismo pro-
a unas autoridades frente a otras. Basta abrir el Denzinger o el piamente asiático o africano, siríaco, copto, etc. De esta actitud de-
Mirbt para advertir que la autoridad del papa se halla en condi- pende la ignorancia, todavía compacta, que toda nuestra cultura
ciones de privilegio frente a la de los concilios o del cuerpo episco- tiene de la experiencia cristiana vivida en otras latitudes geográficas
pal, de la misma manera que en el mundo protestante se privilegia y culturales, ignorancia también de las causas remotas que muchas
una determinada autoridad sobre otras: existe una sutil diferencia- vicisitudes del Occidente tienen en la historia del cristianismo
ción, nunca formalmente enunciada, pero realmente operante. oriental.
No menos fraudulento es el privilegio concedido a las tenden- Es sabido que, en repetidas ocasiones, se han alzado voces para
cias mayoritarias sobre las minoritarias. Y adviértase que esta dis- proponer el abandono de una historia de la Iglesia hecha por histo-
tinción no equivale a la que hemos hecho entre ortodoxia y no riadores comprometidos o simpatizantes con una determinada igle-
ortodoxia; se trata, por el contrario, de una distinción aplicada sia o confesión cristiana en la perspectiva exclusiva de esa misma
normalmente dentro de las ortodoxias con el resultado de empo- iglesia. Esta proposición ha sido formulada, sobre todo, por los es-
brecer toda la historia de la Iglesia y reducirla a uno de sus factores, tudiosos protestantes, desde Gottfried Arnold hasta K. S. Latouret-
aunque sea el más consolidado, ignorando la realidad histórica de te y E. Benz 3 . Es también sabido que tales voces han caído en el
las corrientes minoritarias, las cuales suelen contener e interpretar
unos valores, tradiciones e instancias que son distintos y comple- 2
Con esto no quiero proponer que la historia de la Iglesia se interese por
mentarios con respecto a los expresados por la mayoría. Es evidente las Iglesias «posibles» o «eventuales», que sólo pueden ser objeto de la histo-
que se trata de una cuestión cargada de implicaciones para la filo- ria-ficción; pero creo que hay que superar la identificación de la Iglesia con
sofía de la historia y la antropología, ya que hacer historia aceptando la comente, la institución o la teología prevalente.
3
que las corrientes que se consolidan de hecho tienen un privilegio G. Arnold, Unpartheyische Kirchen- und Ketzerhistorie. Vom Anfang
des Neuen Testaments bis auf das ]ahr Christi 1688, Francfort, 1729-Hildes-
frente a las que no se consolidan no sólo es falso en general, sino heim, 1967; K. S. Latourette, History of Expansión of Christianity, Nueva
que resulta particularmente peligroso en los estudios de historia York, 1937-1945; E. Benz, Kirchengeschichte in okumenischer Sicht, Leiden,
religiosa, porque ello impide comprender ciertos fenómenos que 1961. Sobre Arnold, véase P. Meinhold, Geschicbte der kirchlichen Historio-
72 G. Albeñgo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 73

vacío, bien a causa de la lentitud con que la opinión pública inte- tatuto científico de la historia de la Iglesia y ponerlo en discusión
resada aceptaba la invitación ecuménica que estaba en el origen de de manera radical 5 .
tales orientaciones, bien porque se trataba de una motivación frágil Por lo que a mí se refiere, no comparto tales orientaciones. No
en sí y, además, ajena a una revisión rigurosa de la historia de la obstante, estoy convencido de que la reflexión crítica y las modifi-
Iglesia como disciplina científica. caciones existenciales e institucionales que se están verificando hoy
Quiero decir que se ha intentado a menudo traducir mecánica- entre los cristianos tienen un significado muy profundo y capaz de
mente el progreso de la conciencia ecuménica de los cristianos en influir también en el contexto último y en las perspectivas genera-
una historia de la Iglesia desarrollada en una perspectiva ecumé- les dentro de cuyo ámbito se mueven —entre otros— los historia-
nica, sin efectuar las indispensables mediaciones conceptuales y dores de la Iglesia. Pero precisamente porque estoy profundamente
culturales. El resultado han sido algunas tentativas insostenibles, o persuadido de esto considero que se debe poner sumo cuidado en
al menos insatisfactorias, de atenuamientos irónicos en la recons- efectuar apresuradamente modificaciones arbitrarias en la estructura
trucción de los hechos históricos. Pero, sobre todo, hay que subra- fundamental de una disciplina científica como la historia de la
yar la impropiedad de convertir una orientación eclesial —el ecu- Iglesia, cuyo rigor es un factor irrenunciable de garantía y fecun-
menismo— en el modo de proceder de una ciencia —la historia de didad para la misma revisión en curso.
la Iglesia— 4. Por otra parte, no hay que olvidar que, en términos Por estas razones me considero obligado a insistir en la convic-
generales, los más autorizados historiadores actuales de la Iglesia ción de que la historia de la Iglesia es y debe seguir siendo una dis-
han planteado un problema análogo en varios aspectos al afirmar, ciplina histórica, que tiene un objeto propio, una específica razón
en estos últimos años, que la rápida y sustancial modificación que formal de considerar ese objeto y un método propio. Estimo que
se está operando en el modo de concebir la Iglesia por parte de el objeto de la historia de la Iglesia debe ser la Iglesia y, por tanto,
todas las corrientes cristianas implicaba un cambio de tendencia las Iglesias cristianas, tomando esta expresión no en su acepción
en el estatuto mismo de la historia de la Iglesia, la cual, sin dejar dogmática, sino fenomenológica, es decir, abarcando todas las ma-
de ser ciencia histórica, adquiría el rango de auténtica disciplina nifestaciones de vida, pensamiento y organización que se refieren
teológica. Parecería, pues, que la amplia y profunda revisión que expresamente al cristianismo, cuyo estatuto histórico es un estatuto
se está operando en el mundo cristiano debe afectar también al es- eclesial, por más que en los distintos períodos y dentro de las dis-
tintas tendencias se entienda con grandes oscilaciones de significa-
graphie, Viena, 1960, 83-84, y sobre Latourette, D. Sella, Gli studi di stona do. Es evidente que en esta perspectiva hay que prescindir de todas
religiosa negli Stati Uniti e l'opera di K. S. Latourette, Florencia, 1958. La las interpretaciones reductivas, desde las que querrían constituir
búsqueda de una nueva orientación era uno de los objetivos básicos del ar- en objeto de la historia de la Iglesia sólo la Iglesia «verdadera»,
tículo de E. G. Leonard, Necessité et directives d'une conception nouvelle de o bien una Iglesia puramente espiritual y, por tanto, invisible, hasta
l'histoire de l'Eglise: «Etudes de théologie et d'action évangéliques de la
Fac. libre de théologie protestante d'Aix en Prov.», 2 (1941), 119-140. las que desearían ver la Iglesia sólo en sus expresiones institucio-
4
Ha insistido con lucidez en estos límites D. Cantimori, Studi di stona,
Turín, 1959, 479-480, 483-484, 544, y más tarde en Prospettive di storia ere- 5
ticale italiana del Cinquecento, Barí, 1960, 7. Es muy interesante la rigurosa Cf., a este propósito, R. Aubert, Introducción general a la Nueva Historia
distinción entre la historia de la Iglesia y su interpretación teológica, que sub- de la Iglesia, I, Madrid, 1964, 19-37, así como H. Jedin, Kirchengeschichte
yace a todo el excelente ensayo de K. E. Skydsgaard, La Réformation en tant ais Heilsgeschichte?: «Saeculum», 5 (1954), 119-128, y ahora en Kirche des
qu'événement oecuménique: «Oecumenica» (1969), 230-250, quien señala Glaubens - Kirche der Geschichte, I, Ftiburgo, 1966, 37-48; también Kirchen-
cómo católicos y protestantes han dado a la Reforma una interpretación aca- geschichte: LThK 6 (21961), 209-211; la introducción al Handbuch der Kirchen-
bada, definitiva, metafísica (p. 242), y añade que tanto la polémica como el geschichte, I, Friburgo, 1962, 2-11, y La storia della Chiesa é teología e storia,
irenismo sólo significan indiferencia recíproca, pero no confrontación ni, mu- Milán, 1968. En la misma línea se sitúa C. W. Dugmore, Ecclesiastical History
cho menos, contacto. No Soft Option, Londres, 1959.
74 G. Alberigo ¿Huevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 75

nales jurídicamente sancionadas. Así, pues, el objeto de la historia científico ambiguos, determinados una vez más por la reducción de
de la Iglesia no es el plan de salvación —que como tal afecta nece- la realidad natural e histórica al misterio de la salvación, o bien por
sariamente a toda la historia de la creación—, ni tampoco aquello la situación que está atravesando la conciencia eclesial, o por la
que, de acuerdo con la fe, consideramos presente en la vida eclesial peculiaridad de los preambula fidei de cada historiador 6 . Por otra
como anticipación del reino. parte, tal reconocimiento ayuda a poner la historia de la Iglesia ante
Con esto queda dicho que la perspectiva en que se sitúa la his- el problema real de una adaptación cada vez mayor a la naturaleza
toria de la Iglesia para estudiar a la Iglesia es la sucesión de sus del objeto que debe estudiar y, por tanto, ante el problema de su-
manifestaciones visibles en el tiempo; la historia busca en las fuen- perar la fase positivista en todos los planos de la investigación.
tes su contenido fenoménico, no su contenido providencial. Por Desde este punto de vista, la ciencia histórica ha logrado en
tanto, la historia de la Iglesia no se puede definir en ningún sen- nuestro siglo sustanciales progresos, cuya adquisición por parte de
tido como disciplina teológica, ya que la teología supone tomar la historia de la Iglesia es todavía muy inicial e incierta, ya que se
como punto de partida el dato revelado o —si se prefiere— la re- ve frenada tanto por una actitud instintiva de desconfianza en mu-
velación en cuanto tal, dondequiera y comoquiera que se haya chos historiadores como por el efecto de distracción y represión
manifestado. El cristianismo y la Iglesia son también objeto de la que producen las discusiones sobre el habitas fidei del historiador
teología, pero ésta los estudia en una perspectiva cualitativamente y sobre la naturaleza teológica de la historia de la Iglesia. En efecto,
distinta de aquella en que se sitúa la historia de la Iglesia. A pro- todos los objetivos alcanzables por este camino pueden lograrse, de
pósito de la Iglesia se puede repetir lo que se dice de toda la crea- manera mucho más rigurosa y definitiva, mediante una acomodación
ción: que si bien se remonta a un único acto divino, quoad nos sólo de la historia de la Iglesia a los progresos conseguidos por las cien-
es pensable a través de modos diferentes. cias históricas en su conjunto. Progresos que se pueden resumir en
Finalmente, la historia de la Iglesia trabaja aplicando el método el paso de la historia parcial y puramente factual (événementielle)
histórico, es decir, un método esencialmente positivo y empírico a la historia global, es decir, a la reconstrucción de un acontecimien-
de análisis crítico de las fuentes que informan sobre el pasado. Con to histórico mediante el estudio de todos los factores que inter-
tal método no se puede conocer exhaustivamente la compleja es- vinieron en él, así como de los aspectos de la realidad que pudieron
tructura teándrica de la Iglesia. Esto vuelve a plantear, como en condicionarlo o que, de algún modo, tuvieron relación con el mis-
el caso de las demás ciencias del hombre —y quizá de todas las mo. En esta perspectiva se ha registrado la superación del privilegio
ciencias—, el problema de las relaciones de la investigación positiva que se venía concediendo a la historia política y diplomática y se
con la compleja estructura del objeto de la investigación. Conside- ha llegado a una valoración más correcta del elemento societario
ro, por lo demás, que intentar sustraerse a ese límite en el actual como objeto propio de la ciencia histórica, al reconocimiento de la
estado de madurez conceptual, epistemológica y metodológica im- interdependencia dinámica de los distintos aspectos de la realidad,
plica necesariamente una veleidad y lleva no a una purificación, a la integración de elementos psicológicos, doctrinales y espiritua-
sino a un retroceso en la aportación de la historia de la Iglesia, cuya les que, durante largo tiempo, el positivismo histórico había mirado
fecundidad es directamente proporcional al grado de rigor científico con desconfianza.
inherente a la investigación. Por el contrario, lo que permite e in- Está fuera de duda que con todo esto la investigación histórica
cluso estimula una utilización mucho más plena e interiormente no ha superado cualitativamente el nivel cognoscitivo en que se
libre de las grandes posibilidades cognoscitivas de la historia de la
6
Iglesia es precisamente una toma de conciencia de la naturaleza El problema de la importancia o no importancia de una actitud de fe
propia de esta ciencia. Tal reconocimiento pone fin a las pretensio- en el historiador de la Iglesia ha sido afrontado por R. Aubert, Historiens
croyants et historiens incroyants devant l'histoire reügieuse- «Recherches et
nes de asignar a la historia de la Iglesia una finalidad y un estatuto
debats», 47 (1964), 28-43
76 G. Alberigo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 77

había situado desde el momento de su constitución en ciencia. Pero mente conflictivos en los que una parte intentaba afirmar su propia
tal superación sólo podrá considerarse lograda cuando se formulen legitimidad cristiana negándosela a la otra parte. No se trata, pues,
radicalmente de nuevo varios elementos fundamentales como la con- de efectuar benévolas rectificaciones a propósito de la corrupción
cepción del tiempo, el concepto de visibilidad y otros. del clero o de las motivaciones inconscientes de Lutero, ni tampoco
A la luz de estas convicciones, muy sumariamente enunciadas, —a este nivel— de negar que las 95 tesis fueran efectivamente ex-
querría ahora bosquejar una posible consideración unitaria de toda puestas en público 8 , sino de recuperar una visión unitaria —es
la realidad cristiana durante un período particularmente dramático, decir, global— de la presencia de los cristianos y de sus iglesias en
el siglo xvi, a propósito del cual las tensiones originarias dominan la vida del siglo xvi en Europa.
todavía en muy alta medida la investigación histórica, imponiendo Si se tiene la valentía de avanzar con rigor crítico por este cami-
límites sumamente angostos a nuestro conocimiento de los hechos no, se conseguirán resultados notables y capaces de proporcionar
de aquella época. Los impulsos procedentes de la aproximación ecu- un conocimiento mucho más exacto de la vida religiosa del si-
ménica y del replanteamiento eclesiológico han producido efectos glo xvi. Esto tendría, ante todo, consecuencias de carácter descrip-
sólo marginales, cuando no mixtificadores. tivo, de modo que se recuperaría para la historia de la Iglesia todo
Los acontecimientos religiosos del siglo xvi conocieron una el inmenso espacio de convicciones, comportamientos y actos comu-
progresiva e intransigente radicalización que afectó profundamente nes a todos los cristianos que han permanecido ignorados no sólo
a la situación del cristianismo, introduciendo elementos hasta en- porque los elementos institucionales han arrebatado la atención de
tonces desconocidos, pero que luego se mostraron muy tenaces, los historiadores, sino también como consecuencia de la intransi-
hasta el punto de convertirse en «categorías» espontáneas de la gencia confesional. Se trata, pues, de redescubrir que la Iglesia en
cultura occidental. Recordemos, por ejemplo, el proceso relativa- este siglo no es sólo el conjunto de las confesiones opuestas ni sólo
mente rápido, al término del cual el cristianismo de obediencia ro- la fractura de la fe (die Glaubensspaltung), sino que es también, al
mana y el adicto a la Reforma asumieron cada uno el nombre de menos en la misma medida, comunión en una misma fe y conciencia
«religión» 7 . Por ello, cualquier renovación de la historia cristiana de pertenecer a una misma realidad, de compartir un mismo desti-
de ese siglo debe comprometerse a respetar su realidad, no sustitu- no. La transposición de la barrera confesional al modo de hacer
yendo la conciencia de aquel momento por la conciencia actual del historia de la Iglesia ha llevado a construir dos y a veces más his-
historiador. Hay que rechazar, en consecuencia, toda tentación de torias: la historia de la Iglesia católica, la historia de las Iglesias
atenuar o nivelar las tensiones, las fracturas, los abusos, las intole- reformadas, la historia de los anabaptistas o de los antitrinitarios.
rancias, las responsabilidades, es decir, todos los momentos real- Pero si se acepta la instancia de «globalidad», que se ha afirmado
en las ciencias históricas, parece posible superar esta fase de la his-
7
Este progresivo distanciamiento cristalizó en la fórmula cuius regio eius
toria de la Iglesia. Naturalmente, ya se han dado algunos pasos en
et religió, cuya paternidad se atribuye al canonista protestante Joachim Stefani. tal dirección9, pero se plantea continuamente el problema de una
El análisis de los textos de la Confessio Augustana (1530), de la Paz de Augs-
burgo (1555) y de la Paz de Westfalia (1648) revela la progresiva modificación
del lenguaje en virtud de la cual religio en 1530 se emplea todavía sólo en 8
E. Iserloh niega que las 95 tesis de Lutero fueran fijadas a la puerta de
sentido unitario, como designación de todo el cristianismo occidental; en 1555 la catedral: Luther zwischen Reform und Reformation. Der Thesenanschlag
aparece todavía ese significado, pero ya se observa la identificación de «con- fand nicht statt, Münster, 1966; sobre la discusión subsiguiente, cf. R. Baumer,
fesión» con «religión»: beide Religionen, alte Religión oder Augsburgische Die Diskussion um Luthers Thesenanschlag. Forschungsergebnisse und For-
Confession; por fin, en 1648 es corriente la expresión utraque religio. schungsaufgaben, en Um Reform und Reformation, Münster, 1968, 53-95.
Cf. J. Heckel, Cura religionis - Ius in sacra - Ius circa sacra (Festschrift für ' Recuérdese el artículo de H. Jedin Fin «Turmerlebnis» des fungen
U. Stutz), Stuttgart, 1938, 224-298. No está fuera de lugar recordar que el Contarini: «Historisches Jahrbuch», 70 (1951), 115-130, donde el autor no
Codex Iuris Canonict dicta normas para los casos de mixta religión. tiene dificultad alguna en subrayar la analogía de la experiencia espiritual del
78 G. Alberigo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 79

orientación sistemática que avance en esa dirección de manera momentos del culto, del conocimiento de la Biblia, del uso de li-
habitual. bros de piedad. Avanzando en esta dirección se abordará el pro-
También en ese plano descriptivo será importante reintegrar en blema de las relaciones de la vida religiosa con el contexto econó-
el marco cristiano el cristianismo oriental, sobre todo —sin excluir mico-social, que hasta ahora se ha tenido muy poco en cuenta,
los demás— el griego y el ruso. Con harta frecuencia, la historio- cuando, de hecho, los influjos mutuos son muy complejos y profun-
grafía más reciente ha ignorado todo esto y lo ha relegado al margen, dos. Con esto no se quita nada al significado de las motivaciones
impidiendo así percibir las profundas relaciones que unían aún a propiamente religiosas de la vida de las Iglesias y de los cristianos
los dos grandes sectores cristianos a pocos decenios del Concilio de en concreto, pero se evita creer que las luchas religiosas que llena-
Florencia y de la gran emigración subsiguiente a la caída de Cons- ron el siglo se entablaron entre ángeles y no entre hombres rodea-
tantinopla 10. Todavía es menos conocida la experiencia cristiana dos, condicionados y a veces preocupados por la realidad económica,
realizada, fuera de la cristiandad, bajo el dominio musulmán, así política y social en que vivían n .
como sus relaciones con la vida tradicional de los cristianos de Una historiografía global de la vida religiosa del siglo xvi de-
Occidente. berá integrar el estudio de las distintas posturas polémicas, histó-
Se trata, además, de recuperar el significado que en la Iglesia ricas y teológicas, esforzándose por lograr una consideración uni-
del siglo xvi tuvieron los «herejes», es decir, los cristianos exclui- taria de las escuelas que se constituyeron en antagonistas, como la
dos de todas las confesiones, cuyo testimonio constituye en más de de los centuriatores de Magdeburgo y la romana de C. Baronio, pero
un caso el conducto por medio del cual el cristianismo de aquel que estuvieron unidas por el hecho de afrontar los mismos proble-
siglo conservó la conciencia de grandes valores evangélicos, con- mas con una preocupación común, aunque de signo opuesto. Mu-
culcados e incluso eliminados en otras partes, como la paz y la re- chos aspectos de la cultura cristiana podrían ser iluminados por el
pulsa de la violencia. estudio no sólo comparativo, sino unitario de corrientes enfrenta-
das, pero referentes a la misma realidad cristiana y hasta ahora
Sería asimismo importante estudiar la vida cristiana en relación
consideradas exclusivamente en su condición de mónadas contra-
con los dos misterios religiosos de la época: las comunidades he-
puestas.
breas y el Islam, superando tenaces barreras políticas y psicológicas
y buscando las eventuales conexiones con el fenómeno religioso cris- También en el seno de las iglesias principales —romana, lute-
tiano. Para extender el conocimiento histórico de la vida religiosa rana, calvinista— la historia de la Iglesia se ha limitado habitual-
de los cristianos corrientes es preciso intensificar las investigacio- mente a identificar la postura de cada grupo con la corriente que,
nes sobre la historia de las hermandades, sobre todo de laicos, y en cada caso, ha logrado imponer su hegemonía y convertirse en
sobre la historia de la frecuencia de sacramentos, de los distintos mayoritaria. Pero precisamente en una época de movimientos tan
rápidos y de cambios tan profundos resulta imprescindible el cono-
futuro cardenal Contarini con la del agustino Martín Lutero. Un intento de cimiento adecuado de las corrientes minoritarias y de su función
incorporar una visión global, aunque breve, ha sido hecho por J. Lebrun, Le 11
chrisüamsme et les hommes a la fin du XVI' siécle, en Nouvelle histoire de De esta amplia y rica problemática ha sido aislado y analizado casi ex-
l'Eghse, III, París, 1968, 232-254 (edición española en preparación). clusivamente un aspecto: el de la pretendida promoción social ejercida por el
10 calvinismo (Max Weber). Convendría preguntarse si a este propósito los his-
Hasta qué punto se ha tomado conciencia de este problema lo demues-
tran los principales y más recientes manuales de historia de la Iglesia y de toriadores no han quedado aprisionados por dos a pnoris- uno en virtud del
historia de la espiritualidad, en los cuales hay un capítulo o un apéndice dedi- cual, a partir del siglo xvn, se convirtió en un importante tema apologético
cado al cristianismo oriental, cosa que ya habían hecho A. Fliche y V. Martin. la demostración del influjo de la religión sobre el bienestar de las naciones;
Precisamente ante estos actos de buena voluntad es fácil darse cuenta de que otro, que consiste en valorar la fractura de manera exclusivamente negativa,
tales fórmulas son inadecuadas desde el punto de vista histórico, aun cuando valoración que necesitaba indicar también varias consecuencias sociales y eco-
pueden constituir un apreciable testimonio ecuménico. nómicas de la misma separación.
\0 G. Alberigo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 81

dialéctica con respecto a las mayorías y a las demás iglesias. No sólo sino que aceptaron voluntariamente insertarse —a su modo— en
l.is corrientes minoritarias dieron vida, en un plazo más o menos tal contexto n.
breve, a movimientos de gran significado, sino que en general la Otro ejemplo, también interesante, es la importancia concedida,
vida cristiana de aquellos decenios no es realmente comprensible especialmente por parte de los teólogos controversistas católicos y
sin una valoración proporcional de los movimientos que las ori- recientemente por Lortz, a la llamada theologische Unklarheit, es
ginaron. decir, a la incertidumbre teológica como factor esencialmente nega-
Es necesario efectuar estas integraciones —y probablemente tivo en la separación religiosa del siglo xvi 13 . Esta tesis, en efecto,
otras muchas— entre distintos factores de la vida religiosa del si- parece implicar una repulsa del pluralismo, un privilegio en favor
glo xvi, más o menos conocidos hasta ahora, pero considerados es- de la certeza y una consiguiente desconfianza en la búsqueda, una
pontáneamente sólo en lo que tienen de separación, incluso como preferencia por el monolitismo frente a la existencia de múltiples
si pertenecieran a «religiones» diversas y opuestas, sin tener en formulaciones doctrinales, que era precisamente el régimen en que
cuenta lo mucho que éstas, a pesar de la voluntad polémica, po- había vivido el cristianismo durante quince siglos. ¿Es la investiga-
seían en común y lo que seguía uniéndolas por debajo de las fuertes ción histórica la que lleva a tal conclusión o, por el contrario, no es
divisiones. esta conclusión un a priori dictado por convicciones ajenas a la
La crítica histórica plantea además una serie de problemas a misma investigación?
propósito de juicios formulados en el siglo xvi y que han tenido No es arbitrario señalar que, en esta perspectiva, la historia de
un valor discriminatorio de suma importancia en la historiografía la Iglesia del siglo xvi estaría en condiciones de ofrecer elementos
posterior. para revisar el significado global de los acontecimientos religiosos
Pondré algunos ejemplos que me parecen muy significativos. registrados en Europa durante ese siglo, que se suele presentar con
Ante todo, el juicio que se formuló tanto por parte de Roma como un signo netamente negativo: el signo de la separación y de la rup-
por parte de los reformados sobre la imposibilidad de conciliar las tura de la unidad religiosa. Una rigurosa investigación histórica
respectivas tesis en torno a la justificación, tal como se manifesta- sacará a luz todo esto, sin atenuar su aspereza ni limar los bordes
ron, por ejemplo, en la confrontación de Ratisbona. Sabemos cuan cortantes; pero, al mismo tiempo, permitirá ver cómo en esa misma
decisivo ha sido el influjo del juicio dado por Roma, Wittenberg y fractura y separación se manifestó toda una serie de valores positi-
Ginebra sobre el distanciamiento doctrinal recíproco. Hoy, en cam- vos que en gran parte está disfrutando hoy el cristianismo, aunque
bio, un estudio como el efectuado por H. Küng a propósito de la normalmente no se tiene la valentía y lucidez de atribuirlos a ese
justificación tiende a mostrar, con una perspectiva y un bagaje mismo hecho. El valor del pluralismo en las formulaciones teológi-
doctrinal más ricos que los que se tenían en el siglo xvi, que las cas, en las manifestaciones de la misma vida religiosa y en el orde-
dos posiciones no son inconciliables de por sí. Con lo cual no se namiento de la Iglesia, la valoración del laicado —o, más exacta-
trata de eliminar el hecho de que entonces se percibió una diversi- mente, del sacerdocio universal de los fieles—, la recuperación de
dad insuperable, sino de extender el conocimiento histórico a todos un contacto general de los cristianos con la Escritura, la fuerza ex-
los factores en juego, sin aceptar apriorísticamente las limitaciones pansiva que se originó gracias a la liberación de tantas energías
impuestas por la polémica de la época.
Otro juicio de aquella época que, en mi opinión, exige una re-
1!
visión radical se refiere al humanismo como fenómeno anticristiano. Cf., en general, A. Weiler, Humanismo y Escolástica: «Concilium», 27
I'or culpa suya, la historia de la Iglesia ignora todavía el significado (1967), 32-50; por lo que se refiere al caso particularmente significativo de
N. Maquiavelo, cf. D. Cantimori, Nicolb Machiavelli, en Storia della letteratura
(Ir ln obra de Erasmo y, en general, de las grandes generaciones hu- italiana, IV, Milán, 1966, 7-53.
iiiiinistns, que no sólo pensaron y vivieron en un contexto cristiano, 13
J. Lortz, Die Reformation in Deutschland, I, Friburgo, 21948, 137-138.
6
82 G. Alberigo ¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 83

producida por la fractura y que se expresó en la gran expansión normalmente de sectores más o menos amplios de cristianos. Ade-
misionera de los siglos siguientes se remontan decisivamente al pa- más, el abandono de la «Iglesia» como objeto en favor del «cristia-
trimonio de ideas, problemas y experiencias que en el siglo xvi nismo», de la «expansión misionera» o de la «predicación del evan-
se habían manifestado con tempestuosa intensidad. gelio» produciría inevitablemente una crisis de indeterminación en
Esta serie de juicios no compete directamente a la historia de la identidad científica de la historia de la Iglesia y la situaría casi
la Iglesia, pero lo que la hace posible —o, por el contrario, total- inevitablemente en una posición ambigua entre la ciencia histórica
mente imposible— es el esfuerzo que la historia de la Iglesia está y la historia de la salvación o la teología de la historia 15. Lo cual
en condiciones de hacer para centrarse cada vez mejor en el cono- constituiría, a mi juicio, un claro retroceso.
cimiento de su objeto. Otro problema abierto se refiere a la influencia que sobre el
Así, pues, un riguroso e iluminado despliegue de la historia de estatuto científico de la historia de la Iglesia pueden ejercer la crítica
la Iglesia en las fronteras más avanzadas de la investigación histó- cada vez más aguda que se dirige contra la existencia de un área
rica podría producir, en el plano de las grandes valoraciones de «sagrada» y la proliferación de «iglesias subterráneas». La historia
conjunto, algunas modificaciones macroscópicas en nuestros concep- de la Iglesia de nuestros decenios y de los próximos se hallará tam-
tos sobre la vida cristiana del siglo xvi y de otras épocas. bién ante este problema y probablemente no se decidirá a procu-
Pero no sería posible concluir la presentación de esta sumaria rarse instrumentos más refinados de investigación equilibrando la
propuesta de trabajo sin formular, al menos brevemente, los prin- «macrohistoriografía» con una «microhistoriografía».
cipales problemas que permanecen abiertos, y que, de aceptarse la Esto, por lo demás, es necesario ya desde ahora si los historia-
propuesta, resultarían más agudos. dores de la Iglesia no queremos caer en un grave equívoco: el de
Ante todo es fácil comprender que si, por una parte, se admite identificar una historia «global» de la Iglesia con una historia de la
que el objeto de la historia de la Iglesia debe ser precisamente la
Iglesia en la acepción más amplia del término, y si, por otra, se 15
Además de las propuestas de Arnold, Latourettc y Benz, hay que recor-
busca la dimensión global de tal historia, esto plantea una tensión. dar las de G. Ebeling, Kirchengeschichte ais Geschichte der Auslegung der
La acepción de «Iglesia» que los historiadores sacan del estudio de heiligen Schrift, Tubinga, 1947 (reimpreso en Wort Gottes und Tradition,
las fuentes relativas al período que desean conocer14 prescindirá Gotinga, 1964, 9-27); de H. Bornkamm, Grundriss zum Studium der Kirchen-
geschichte, Gütersloh, 1949, 17ss; de II. Karpp, Kirchengeschichte ais theo-
logische Disziplin (Festschrift für R. Bultmann), Stuttgart, 1949, 149-167,
14
Es frecuente, entre los estudiosos católicos, la opinión de que correspon- todas las cuales tienden a asignar a la historia de la Tglcsia un objeto más
de a la teología determinar el objeto de la historia de la Iglesia; cf. H. Dicker- amplio y complejo que la Iglesia en la aceptación jurídico-institucional domi-
hof, Kirchenbegriff Wissenschajtentwicklung, Bildungssoziologie und die nante en los años cincuenta y, al mismo tiempo, a superar el límite cognosci-
Formen kirchlicher Historiographie: «Historisches Jahrbuch», 89 (1969), 176- tivo tradicional de la investigación histórica: la visibilidad. Por otra parte, no
202, y G. Denzler, Kirchengeschichte im Lichte der Wahrheit, en J. Biel- parece que las distintas alternativas tengan la suficiente concreción para ase-
meier (ed.), Abschied von Trient. Theologie am Ende des kirchlichen Mittel- gurar una rigurosa determinación del objeto de la investigación. Además, tam-
alters, Ratisbona, 1969, 99. J. Wodka ha intentado centrarse en una eclesiología bién a este propósito conviene preguntarse si no será precisamente un empleo
normativa para la historia de la Iglesia: II mistero della Chiesa nella prospetti- integral de las posibilidades que ofrece la ciencia histórica lo que llevará a
va della storia ecclesiastica, en II mistero della Chiesa, I, Roma, 1966, 581-786 recobrar los elementos que han sido descuidados —y lo son todavía a menudo—
(Das Mysterium der Kirche in kirchengeschichtlicher Sicht, en Mysterium der por la tradicional historia de la Iglesia. Desde otro punto de vista, la preocu-
Kirche, I, Salzburgo, 1962, 347-477); el resultado me parece abstracto, aparte pación de Karpp por superar el estatuto «auxiliar» asignado por K. Barth a la
las fundamentales reservas metodológicas que suscita tal modo de proceder. historia de la Iglesia resulta perfectamente comprensible, pero no parece reali-
Me parece insostenible que la determinación concreta del objeto de las inves- zable a base de atribuir un estatuto teológico a la historia de la Iglesia, sino
tigaciones de la historia de la Iglesia tenga lugar fuera de tal ciencia y por que más bien habrá que reafirmar coherentemente su naturaleza de disciplina
obra de una disciplina de distinta naturaleza como es la teología. histórica autónoma, aunque interdependiente, con respecto a la teología.
¿Nuevas fronteras en la Historia de la Iglesia? 85
84 G. Alberigo
lo que esto implica en la actualidad. Estoy convencido de que ahí se
Iglesia «universal». Si, en efecto, no cabe duda de que será preciso
seguiría también una aceleración hacia un eventual salto cualitativo
mantener y desarrollar una historia global de la Iglesia universal,
de la historia de la Iglesia, en el sentido de que superaría la limita-
es todavía más urgente que surja una historia global de iglesias y
ción más grave que padece: la de estar dotada de unos instrumentos
comunidades locales. El historiador de la Iglesia debe levantar acta
que sólo son capaces de percibir el aspecto visible de la Iglesia.
de la renovada importancia que adquieren a nivel existencial y ecle-
siológico las comunidades cristianas concretas, aunque sólo sea en la
G. ALBERIGO
perspectiva de una más amplia dialéctica de comunión con las demás
comunidades eclesiales. En esta línea no sólo debería florecer una
nueva primavera en la historia de la Iglesia, sino que se evitaría
también el peligro de que la historia global de la Iglesia se resuelva
en una occidentalización o europeización de la misma.
Por último, queda abierto un problema particularmente delica-
do a propósito de la antropología que subyace a una visión de la
historia como la que hemos esbozado. Parece evidente que, junto
con la eclesiología, la concepción del hombre es lo que condiciona
más de cerca la obra del historiador de la Iglesia y, sobre todo, las
formulaciones de las hipótesis de trabajo y la determinación de las
prioridades en la investigación. Basta pensar en el espacio que el
historiador puede o no puede conceder a la tensión escatológica en
la Iglesia posapostólica, cuando la expectación del reino inminente
se hizo menos acuciante. Es evidente que el hecho de investigar o
no en esta dirección depende de las convicciones culturales y de fe
del propio historiador.
No oculto que esta propuesta implica la aceptación plena de la
secularización de la historia de la Iglesia, si con tal expresión se
quiere significar su inserción total y comprometida en la dialéctica
científica de las disciplinas históricas. Una secularización que no
tenga escorias positivistas o anticlericales y que, al mismo tiempo,
rechace los halagos seudoteológicos o las barreras confesionales.
Una secularización «abierta», en el sentido de que la historia de la
Iglesia aspire a un conocimiento científico de la sucesión crono-
lógica de las formas de vida cristiana, que para el creyente son tam-
bién «signo» y que el teólogo debe leer a la luz de la revelación del
plan salvífico de Dios. Es fundamental que la historia de la Iglesia,
sin inútiles ilusiones sobre una historia «aséptica» y «objetiva» o
sobre historiadores «imparciales» y no comprometidos, profundice
con fidelidad en su propio estatuto de disciplina histórica, con todo
La Historia de la Iglesia, «lugar teológico» 87

es lo que aquí nos interesa, el hecho de que en tal momento, en tal


sitio y con estas o aquellas coordenadas, previas y consecuentes, se
pensó y se dijo algo nuevo y diferente. En una palabra: nos importa
lo histórico como tal. O mejor aún: el conocimiento de lo histórico,
de lo que ocurrió en la sucesión del tiempo y en la diversidad de los
LA HISTORIA DE LA IGLESIA, lugares. ¿Qué puede aportar este conocimiento a la actividad del
«LUGAR TEOLÓGICO» teólogo?

Podría discutirse cada uno de los términos que forman este tí- I. APORTACIÓN DEL CONOCIMIENTO DE LA HISTORIA
tulo, pero sobre todo la extensión que haya de darse a la palabra
«Iglesia». Cada día se afirma más la tendencia a entenderla en el Ya es tópico decir que el cristianismo, junto con y consecuente-
sentido de «pueblo de Dios» y a incluir en su historia la de otras mente a la religión judía, es esencialmente histórico. Dios se ha
comuniones cristianas que no están unidas a la sede romana. Algu- dado a conocer en unas acciones cuya memoria quedó guardada en
nas veces se habla de historia del cristianismo... En cuanto al tér- su pueblo, que éste interpretó en la fe, a las que unas palabras y
mino «lugar teológico», lo tomamos, sin entrar en mayores preci- unos escritos inspirados han dado su pleno valor de revelación.
siones, en el sentido de Melchor Cano (1562), quien merece espe- Desde que existe la crítica bíblica e histórica, a la teología se le
cial mención al empezar este artículo, ya que este teólogo escribió plantea el problema de la relación o la continuidad que hayan de
que ha de tenerse por incultos, rudes, a aquellos que no dejan hablar establecerse entre las afirmaciones de la fe y los datos accesibles a
a la historia en sus lucubraciones'. Los «lugares» designan las una historia razonablemente crítica. Este ha sido el problema de la
distintas fuentes del conocimiento teológico, cualificadas según las teología protestante desde comienzos del siglo xix; también deter-
reglas de la criteriología teológica. minó la crisis modernista en la Iglesia católica; adoptó nueva forma
La historia de la Iglesia, en cierto sentido, lo abarca todo, y en y nueva fuerza desde Bultmann. A partir de entonces, una teología
su sentido más comprehensivo, también las Escrituras. Engloba la que pretenda ignorarlo, y sobre todo una cristología, perderá todo
epigrafía y la iconografía antiguas, las liturgias y aquella praxis interés para cualquier persona que se halle suficientemente infor-
Ecclesiae que tantas veces invoca Santo Tomás en teología sacra- mada. Más aún: todos los planes de renovación de los estudios
mentaría, los escritos de los Padres y de los teólogos, los documen- clericales, así como el decreto conciliar Optatam totius (n. 16), re-
tos emanados de los concilios y los papas, la vida de los santos... comiendan adentrarse en las cuestiones dogmáticas por el camino
Pero lo que ahora nos interesa no son todos estos capítulos; de ellos de su génesis en los niveles bíblico, patrístico, histórico {«por la
se habla, como tales, en los tratados De locis. Ahí se tiene en cuenta historia de los dogmas, habida cuenta de la relación con la historia
casi exclusivamente el valor de su contenido, tratando de definirlo general de la Iglesia»). Una teología que no responda a esta doble
en forma increíblemente jurídica2. Pero, en el fondo, sólo se destaca exigencia de presentación genética y de tratamiento razonablemente
su valor de antigüedad, apologéticamente útil, sin gran preocupación crítico de los documentos escriturísticos estará, de ahora en ade-
por su historicidad en cuanto tal. Casi se diría que apenas importa lante, fuera de actualidad y resultará insuficiente.
su localización en el tiempo (y en el espacio). Pero justamente eso El problema de la evolución y del desarrollo del dogma se viene
1 planteando entre nosotros desde comienzos del siglo xx. Práctica-
De locis theologias, XI, c. 2, § 3: Opera, ed. Serry, Padua, 1714, 271-272.
2
Es lo que también hace J. M. Levasseur, Le lieu tbéologique «Histoire»,
mente ignorado por el Vaticano I, ha sido admitido por el segundo
Trois Riviéres, Ed. du Bien Public, 1960. (Dei verbum, n. 8), pero cuando su formulación ya había sido su-
88 Y. Congar La Historia de la Iglesia, «lugar teológico» 89

perada en la problemática de los teólogos mejor documentados. En la situación histórica y hasta de la situación italiana, quizá en gran
efecto, ocurre que una información más exacta y crítica acerca de parte. Los documentos a que remite este catálogo están llenos de
los hechos, una toma de conciencia más rigurosa de la historicidad alusiones a la coyuntura social y política europea.
y de los condicionamientos de la formulación teológica, y hasta Finalmente, en el mundo actual, la mejor apologética consistirá
dogmática, por la problemática de una época y sus recursos cultu- en reconocer francamente la historicidad y, en cierta medida, tam-
rales no permitían ya seguir manteniendo una visión tan simple y bién la relatividad de numerosos actos, textos y actitudes. El pro-
optimista de la historia. Esta, más que a un «desarrollo» continuo, blema, que ha sido frecuentemente planteado por H. Küng y agu-
a un avance adquirido mediante el desarrollo de lo implícito, se pa- dizado por decisiones como la de Charles Davis, está en que la
rece a una sucesión de formulaciones de un mismo contenido de la Iglesia se muestre digna de crédito y confianza. Para ello —tenien-
fe, que se refracta y se expresa en distintos mundos culturales 3 . do en cuenta que es un deber, independientemente de toda «utili-
Se empezó por exigir a la historia que asegurase el cometido dad»— habrá de despojarse de una multitud de ficciones que la
de defender e ilustrar unas posiciones católicas. Ello era necesario abruman, suprimir los tabúes caducados, que ya resultan insoste-
en el siglo xvi 4 . Y sigue siendo válido. Pío XII no limitaba a esta nibles para cualquier persona bien informada7.
función la utilidad de la teología positiva, sino que repitió la idea El conocimiento de la historia nos pone en camino hacia un
de Pío IX, quien esperaba de la teología que ésta demostrase cómo sano relativismo. Este es algo muy distinto del escepticismo. Por
la doctrina definida por «la Iglesia» está contenida en las fuentes 5 . el contrario, se trata de un medio para ser y manifestarse más sin-
Está claro que es preciso ir más lejos. Nosotros ya tenemos con- cero, y, vista la relatividad de lo que es efectivamente relativo, no
ciencia del condicionamiento histórico de los mismos documentos dar categoría de absoluto a aquello que no lo es de verdad. Gracias
del magisterio: lenguaje, categorías del pensamiento, problemática
a la historia captamos la proporción exacta de las cosas, evitamos
que condiciona la forma de abordar las cuestiones. Se impone toda
tomar por «la tradición» lo que no viene más que de anteayer
una hermenéutica histórica en cuanto a los textos de los concilios
y además ha sufrido alteraciones en el curso del tiempo. Quitamos
y del magisterio ordinario de los papas y otras autoridades 6 Nos
dramatismo a las inquietudes que fatalmente suscita en nosotros la
haría falta un comentario filológico, histórico y canónico al Den-
aparición de ideas y formas nuevas. Si la historia es algo más que
zinger. Sólo un comentario de este tipo sería capaz de darnos el
la simple erudición o el periodismo del pasado, podremos, gracias
sentido exacto y el alcance de los textos. El Syllabus de Pío IX, por
a ella, situarnos mejor en el presente, tomar conciencia más lúcida
ejemplo, no puede ser honestamente entendido sino en función de
de cuanto está realmente en juego y entender mejor el significado
de las tensiones que vivimos 8. A este respecto, la historia contem-
3
Cf., en este sentido, E. Schillebeeckx, Théologie d'aujourd'huí et de poránea y aquello que los alemanes llaman Zeitgeschichte, una
demain (Coloquio de Chicago), París, 1967, 121-137; J.-P. Jossua, Immobilité, disciplina que adquiere notable desarrollo junto a la sociología re-
progres ou structurations múltiples des doctrines chrétiennes?: «Rev. Sciences
Philos. ThéoL», 52 (1968), 173-200; M. Seckler, Der Fortschrittgedanke in der
7
Théologie, en Théologie im Wandel (Tübinger Theol. Reihe), Tubinga, 1967, H. Küner, Tabus der Kirchengeschichte. Notwendige Wandlung des
41-67. En un contexto diferente, Gr. Baum habla de «re-focussing of the Urteils, Zurich, 1963.
8
Gospel... a new response to God's Word in a new age» (The Credibility of En su perspectiva, que no coincide con la nuestra, el joven Marx escri-
de Church Today. A Reply to Charles Davis, Londres, 1968, 152). bía: «La reforma de la conciencia consiste únicamente en dar al mundo con-
4
Cano, op. cit., XI, c. 2, § 4 (273b); P. Polman, L'élément historique ciencia de su conciencia..., en explicarle sus propias acciones (...). Podemos,
dans la Controverse religieuse du XVI' siécle, Gembloux, 1932. por tanto, resumir la tendencia de nuestro diario en una sola palabra: com-
5
Encíclica Humani generis (12-VIII-1950), DSch 3886. prehensión de sí mismo por sí mismo: Selbstverstandigung...» (carta de sep-
6
Algunas sugestivas páginas de P. Fransen en Problémes de l'autorité tiembre de 1843 a Ruge). J. Molitor, Oeuvres Vhilosophiques, t. 5, París,
(Unam Sanctam, 38), París, 1962, 93-100. 1937, 210.
90 Y. Congar La Historia de la Iglesia, «lugar teológico» 91

ligiosa, aportarán una ayuda especialmente eficaz9. Pero es preciso la historia y de las diversidades de situación local, se han promul-
aludir también a la historia de la historia, que es algo más que una gado juicios y se han lanzado excomuniones sin sospechar la legiti-
especie de refinamiento en la investigación erudita. Más bien se midad de nada que no fuese la posición que uno mismo mantenía
trata de un medio excelente de autocrítica que nos hace ver cómo, en aquel momento. Se creía que eso era precisamente lo que siem-
bajo la presión de determinados condicionamientos, ha sido posi- pre se había mantenido. Faltaba perspectiva. Se ha pretendido
ble, hasta ahora, valorar erróneamente los acontecimientos y las obligar al otro a que viniera a la posición propia, es decir, arras-
personas, Lutero, por ejemplo I0. El conocimiento del pasado, cuan- trarlo hacia uno mismo. El conocimiento de la historia ha permiti-
do es utilizado para situarnos mejor en el presente, puede consti- do la reapertura de numerosos procesos: el supuesto «monofisismo»
tuir elemento valioso para una prospectiva. Decía el padre Teilhard: de los precalcedonenses 13; la actitud del patriarca Focio (F. Dvor-
«El Pasado me ha revelado la construcción del Porvenir» ". Nos nik); las excomuniones de 1054; el cisma jansenista de Utrecht 14 .
parece algo evidente en un terreno que conocemos: la historia de Ya hemos hecho alusión a Lutero. También ha permitido la historia
la eclesiología. El conocimiento de esta historia esclarece la obra replantear algunos capítulos que se hallaban en un atasco por culpa
del Vaticano II y el sentido de cuanto se anda buscando y se pre- de la polémica, el de la tradición, por ejemplo 15. No estamos más
para. que al comienzo de esta catarsis, de esta liberación por la historia,
Hay un ámbito en que esta acción de sanear la historia se ha que nos abre el camino hacia una más amplia verdad. Permítasenos
acreditado ya y promete ser todavía de una gran fecundidad: el aportar el testimonio de nuestra experiencia personal: cada vez (o
ecumenismo. H. I. Marrou habla, en un sentido general, del valor poco menos) que hemos acudido a los hechos y a los documentos
catártico que tiene la conciencia histórica, porque nos libera del originales hemos encontrado algo distinto de lo que nos habían
peso del pasado 12. Durante siglos, sin conocimiento suficiente de dicho...

' Cf. B. Stasiewski, Kircbengeschichte und Zeitgeschichte: «Reformata II. EPISTEMOLOGÍA Y TEOLOGÍA DE LA CUESTIÓN
reformanda» (Festg. H. Jedin), Münster, 1965, t. II, 631-644; V. Conzénius,
Necesidad de una historia científica de la Iglesia contemporánea: «Concilium», Los historiadores permitirán que un hombre, deseoso de servir
17 (1966), 341-359.
10 a la teología, plantee una cuestión de principio. Es ésta. Se admite
Sobre Lutero, cf. Ad. Herte, Das katholische Lutherbild im Bann der
Lutherkommentare des Cochlaus, 3 vols., Münster, 1943; nuestro propio ar- que la teología es la elaboración científica de lo que ha sido revela-
tículo Luther vu par les catholiques ou de l'utilité de faire l'histoire de l'histoi- do. Ahora bien: al mismo tiempo afirmamos que la revelación
re: «Rev. Sciences Phil. Théol.», 34 (1950), 507-518. A partir de entonces,
numerosos balances: Th. Sartory: «Una Sancta», 16 (1961), 38-54, 186-197; sorprendente a primera vista, mediante el cual 'el conocimiento de la causa
A. Ahlbrecht: ibíd., 18 (1963), 174-183; R. Stauffer, Le catholicisme a la pasada modifica la situación presente'; en uno y otro caso, el hombre se libera
découverte de Luther, Neuchátel, 1966; F. W. Kantzenbach: «Lutheran del pasado, que hasta ese momento pesaba oscuramente sobre él, no por el
World», 13 (1966), 255-272; H. Jedin: «Chicago Studies», 5 (1966), 53-63; olvido, sino a través de un esfuerzo por volverlo a encontrar, por asumirlo en
A. Brandenburg, Katholische Lutherstudien, Paderborn, 1966; E. Isetloh: plena conciencia a fin de integrarlo. En este sentido se ha repetido muchas
«Concilium», 14 (1966), 477-488; A. Hasler, Luther in der katholischen veces, de Goethe a Dilthey y a Croce, que el conocimiento histórico libera al
Dogmatik, Munich, 1968. Una obra semejante con respecto a Focio: F. Dvor- hombre del peso del pasado. También en esto aparece la historia como una
nik, Le schisme de Photius, París, 1950. pedagogía, el terreno de entrenamiento y el instrumento de nuestra libertad.»
11 13
Lettres de voyage (1923-1939), París, 1956, 186. Pío XII, encíclica Sempiternus Rex (8-IX-1951): AAS 43 (1951), 636-637.
12 14
H. I. Marrou, De la connaissance historique, París, 1954, 273s: «La Declaración del grupo mixto de trabajo entre representantes de la Igle-
toma de conciencia histórica realiza una verdadera catarsis, una liberación de sia católica romana y de la Iglesia jansenista de Utrecht (7-IX-1966). Texto fran-
nuestro inconsciente sociológico, un tanto parecida a aquella que, en el plano cés en «Docum. cath.» (1967), 24-26.
15
psicológico, trata de obtener el psicoanálisis...; es algo muy serio el que yo La sección americana que ha estudiado la cuestión con vistas a la Confe-
invoque aquí su paralelo: en uno y otro caso observamos este mecanismo, rencia «Faith and Order» de Montreal (1963) lo ha subrayado numerosas veces.
92 Y. Congar
La Historia de la Iglesia, «lugar teológico» 93
quedó cerrada con el final de la edad apostólica, al menos en el
sentido, muy bien explicado por el padre De Lubac, de que su ple- ble en sus posibles aplicaciones; 2°) la tradición, tesoro y compen-
nitud y su término llegan cuando ha sido transmitido el testimonio dio de convicciones adquiridas por la sabiduría de la Iglesia, que
sobre Cristo. Como dice San Juan de la Cruz, «Dios ha quedado custodia el depósito de la revelación; 3.°) los hechos o historia. El
como mudo, y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba antes autor cree que en la Gaudium et spes, al igual que en el conjunto
en partes a los profetas ya lo ha hablado en El todo, dándonos al del pensamiento y de los comportamientos cristianos, todo viene,
Todo, que es su Hijo» 16. Entonces, ¿se ha terminado el juego? finalmente, a la reafirmación de las proposiciones reveladas: los
¿Acaso la escatología, como ha dicho K. Barth, consistirá solamente hechos no son más que una ocasión para reafirmar lo que ya fue
en retirar el mantel que recubre la mesa servida desde siempre? dicho, la realidad concreta no es verdaderamente una fuente de
¿Nada nuevo tiene que aportar la historia? conocimiento, «la historia no es en fin de cuentas sino una altera-
ción indefinida de lo idéntico que se repite, deformándose» (p. 77).
Semejante interpretación ha de chocar con tres objeciones poi
lo menos, que quizá no sean sino tres expresiones de la misma No intentaremos dar satisfacción al crítico marxista, pues ¿cómo
dificultad: 1.a) la que se plantea a partir de la verdad de la historia, podríamos, sin renegar de nuestras mismas bases, llegar a una posi-
que es el ámbito en que se ejerce nuestra libertad; en ella se inclu- ción para la que resulta utópica o «idealista» toda pretensión de
ye la idea de novedad, de producción de lo que aún no ha ocurrido; que existe un orden trascendente y de que no todo viene de abajo,
2.a) la que se plantea a partir de la concepción bíblica del tiempo, de una historia puramente humana? Nos mantendremos en el mar-
que ha sido puesta de relieve frecuentemente en estos últimos vein- co de las afirmaciones bíblicas y cristianas. Pero el crítico marxista
te años, y que C. Tresmontant expresa así: «En el pensamiento nos obliga a reconocer mejor algunas de sus dimensiones, que quizá
bíblico, al igual que en Bergson, la eternidad coexiste con un tiempo hayan quedado excesivamente olvidadas.
creador e inventivo. El tiempo no es el despliegue de aquello que Es preciso partir de dos datos exegéticos: 1.°) del texto de
ya estaba dado en lo intemporal, de tal forma que una mirada libe- Ex 3,14, revelación del Nombre de Dios, es decir, de él mismo,
rada de la temporalidad hubiera podido prever de un golpe lo que cuyo sentido se reconoce cada vez más unánimemente que es: «Yo
ya estaba dado de una vez por todas (salvo, ciertamente, que se seré el que (lo que) yo seré», me conoceréis por mis obras; «Yo
trate de Dios...). El tiempo es, realmente, génesis perpetua de estaré allí con vosotros» w . Dios es el Dios vivo, se revela en sus
imprevisible novedad» 17. Se ha hecho notar agudamente que Ulises, obras, en la historia, que no estará concluida hasta el final; 2.°) la
en la Odisea, retorna a su punto de partida, Itaca, mientras que noción bíblica de «verdad» es precisamente escatológica: se realiza
la historia bíblica obedece al mandato de partir, de marchar hacia en aquel término que una cosa está llamada a alcanzar; una realiza-
adelante: Abrahán, el Éxodo, el Evangelio como «paso» y llamada ción que se sitúa hacia adelante, no detrás 20 . Dios mismo no está
a superarse constantemente; 3.a) tomaremos la tercera objeción de
un estudio crítico de la Gaudium et spes y, en general, del Vatica- " M. Buber, Moses y Kónigtum Gottes, estudios reproducidos en Werke,
no II por un marxista 18. II, Kbsel-Verlag, 1964; G. von Rad, Tbéologie de VA. T. (trad. francesa de
E. de Puger), I, Ginebra, 1963, 160; R. Reisel, Observations on 'Ehyeh aser
Este distingue tres niveles o tres fuentes de conocimiento que 'ehyeb, Assen, 1957; M. Allard: «Rech. Se. Relig.», 45 (1957), 79-86; Y. Con-
se articulan en el discurso teológico: 1.°) la verdad revelada, que gar: «La Maison-Dieu», 59 (1959), 132-161 (reproducido en Les votes du Dieu
viene de arriba, y es inmutable, definitiva, de una riqueza inagota- vivant, París, 1962, 80-107); R. Abba: «Journ. of Biblical Litar.», 80 (1961),
320-328; J. Schreiner: «Concilium», 20 (1966), 384-396; J. B. Metz, Gott vor
16 uns. Ernst Blocb zu Ebren, Francfort, 1965, 227-241.
Subida al Monte Carmelo, II, cap. 22, 2. 20
17 La mejor exposición con vistas a nuestro tema es la de W. Kasper,
Essai sur la pensée hébrdique, París, 1953, 41.
18
Pierre Lecocq, La structure théologique du «Schema XIII»; «La Nou- Dogma unter dem Wort Gottes, Maguncia, 1965. Ernst Bloch tiene razón
velle Critique», 178 (agosto-septiembre 1966), 69-96. cuando escribe: «El verdadero génesis no se sitúa en el comienzo, sino al final»
(Das Prinzip Hoffnung, III, Berlín, 1956,419).
94 Y. Congar La Historia de la Iglesia, «lugar teológico» 95

detrás del mundo, sino delante de él, llamándolo hacia sí; «el cris- aquel the Christ that is to be de Tennyson24. ¿Qué quiere decir
tianismo no se explica por el pasado, sino por el futuro», decía todo esto en concreto?
magníficamente monseñor Hazim, metropolita ortodoxo de Lata- Por de pronto, un descubrirse Cristo, y Dios a través de él, en
quié, en el discurso de apertura de la Conferencia de Uppsala, en la vida de sus santos: «También la vida de los santos es una palabra
agosto de 1968. Este es el motivo de que la verdad se haga21. de Dios» 25. El sensus fidelium no tiene un valor incondicionado,
Esto es algo profundamente judío y veterotestamentario. El acon- pero constituye un valioso lugar teológico: se aplica en ocasiones a
tecimiento de Jesucristo ha transformado la condición de estos las creaciones de la liturgia, y de esta manera entra a integrarse en la
datos sin suprimirlos. Como muy bien lo ha hecho ver O. Cull- lex orandi. Sin embargo, la liturgia sacramental es el lugar tipo de
mann, él ha anticipado el fin en aquel momento que San Pablo la reproducción de lo idéntico, por ser actualización (memorial) del
llama «la plenitud de los tiempos», pero lo ha anticipado al intro- ephapax de la Redención. Pero la Iglesia no es sólo liturgia; es
ducir en el centro o núcleo de la historia humana el principio (sin además profecía, especialmente en la inteligencia y la palabra que
la plenitud de sus efectos) de la consumación escatológica: nueva extrae de la revelación y del acontecimiento de Jesucristo, bajo las
y eterna alianza. En un cierto sentido, pues, todo está dado. Ya no incitaciones de la historia y a veces incluso presionada por ella. La
puede quedar otra cosa que la venida personal de Dios a nuestra actualización de la palabra obedece a unas condiciones distintas de
humanidad y a nuestro mundo; ya no quedan palabras después de las específicas de las acciones redentoras en los sacramentos. No
la Palabra 22 . sólo la palabra de Dios (gesta et dicta) es en sí misma susceptible
Sin embargo, en otro sentido asimismo real, la verdad de Cris- de una indefinida profundización, sino que se propone a los hom-
to está aún por realizar, cf. Ef 1,23; 4,15-16; Col 1,19. Cristo es, bres sobre todo en la variedad de los tiempos y los lugares, de las
en sí mismo, plenitud, pero todavía ha de hacerse plenamente en experiencias, de los problemas y las culturas. La historia humana,
nosotros. Hay un algo no expresado, «no dicho», de Cristo y de la con sus rasgos permanentes de lo inédito y lo nuevo, reclama por
misma palabra que exige, para ser dicho, la variedad, aún no adqui- una parte una respuesta incesante a cuestiones desconocidas hasta
rida, de la historia y de los pueblos. Cristo no es únicamente Alfa, el momento, y por otra aporta unos medios de expresión que no
es también Omega (Ap 1,8; 21,6; 22,13). Se ha dicho que «el hom- habían sido elaborados anteriormente. La historia, en el sentido de
bre es el porvenir del hombre» 23. Hay un porvenir de Cristo, en su aparición de lo que (todavía) no ha acontecido, entra también en la
Cuerpo, que San Agustín llamaba el Christus totus, Christus integer. constitución de ese «porvenir de Cristo» que es la vida del pueblo
Hay un Cristo que ha de alcanzar su plena verdad escatológica, de Dios. Aquélla proporciona a éste «las condiciones mismas para
su testimonio» y «los medios para que su mensaje tenga actualidad
21
en el hoy de Dios» (Chenu). Tal es, superando la timidez relativa
Jn 3,21; 1 Jn 1,6; Tob 4,6; 13,6; Ez 18,9; 2 Cr 31,20. Con estas pala- de las formulaciones, el sentido del n. 44 de la Gaudium et spes
bras terminábamos un artículo titulado Vie de l'Eglise et conscience de la
catholicité: «Bulletin des Missions» (1938): «El contenido real de la fórmula (cf. 58, n. 2) y de la idea de «signos de los tiempos».
primitiva y de los textos viene a su conciencia (de la Iglesia) a través de los
hechos: se sabrá lo que significa predicar el evangelio a toda criatura cuando 24
Final del poema CV sobre el año nuevo, en In memoriam (Everyman's
haya sido predicado.» Este artículo fue reproducido en Esquisses du mystére Library, Tennyson's Poems, I [1830-1856], 331). Podríamos, sin duda, re-
de l'Eglise. conciliar en este punto a J. Moltmann y a W. Pannenberg. La idea del pri-
22
Cf. el cap. III de nuestra obra Jalons pour une théologie du láicat, Pa- mero, que Dios se revelará plenamente al final, por el cumplimiento de su
rís, 1953: referencias. Me gusta mucho recordar el texto de Santo Tomás, I-II, promesa, es la idea del segundo, que la historia revela a Dios, pues, según
q. 103, a. 3; humen gentium, n. 48: «La renovación del mundo es algo irre- Pannenberg, es únicamente la historia acabada quien revela su sentido total
vocablemente adquirido...» y toda la potencia (la realeza) de Dios.
23 25
Fórmula de Francis Pouge, resumiendo a Heidegger, Sein und Zeit, ci- Palabras de Pío XI a propósito de Teresa de Lisieux (A. Combes, Sainte
tado por R. Garaudy, Perspectives de l'homme, París, 1960, 53. Thérése de Lisieux et sa mission, París, 1954, 212, n. 4).
Y. Ccngar La Historia de la Iglesia, «lugar teológico» 97
96

Con respecto a los problemas del tiempo y de las culturas, todo Han por el hecho de la voluntad universal de salvación que Dios
no puede consistir en deducir simplemente del «dato» las conclu- tiene, y que funda su verdad en la tantas veces invocada redención
siones que en él se encerraban, como preformadas. No hay una objetiva. De ahí que muchos teólogos saquen la conclusión de que
simple repetición de lo idéntico; la actualización asume e incorpora no se puede identificar la Iglesia con la sociedad que lleva este
lo nuevo, lo inédito. El tiempo avanza constantemente. Pero al nombre, porque existe de incógnito en el mundo y en su historia,
pueblo de Dios le ha sido dado el Espíritu Santo para que incesan- que son, como tales, asumidos en la presencia absoluta y gratuita
temente tome las riquezas de Cristo y las impulse hacia adelante, del misterio de Dios. Tema de los cristianos anónimos o implí-
citos .
hacia lo inédito de la historia. Siempre está hablando por boca de
los profetas; como ha dicho H. U. von Balthasar, es «lo descono- No podemos emprender ahora la elucidación de esa postura.
cido más allá del Verbo» 26 . Si la verdad bíblica tiene un término, Desde el punto de vista de los «lugares teológicos», deben intro-
éste es el «Espíritu de la verdad». Sería preciso exponer en este ducirse unos principios formales o constituyentes con valor de cri-
punto toda una teología del Espíritu Santo, pero ello requeriría terio: palabra de Dios, magisterio. Volvemos, pues, a las reglas
unos desarrollos excesivos. Se comprende, en todo caso, cómo pudo generales de la criteriología teológica, que se aplican también al
decir Jesús: «Aquel que crea en mí hará obras aún mayores que yo» lugar «historia». Pero este «lugar» tiene una originalidad y una
(Jn 14,12). justificación que hemos intentado sugerir.
Se podría llevar este problema todavía más lejos, preguntándo- Y. CONGAR
nos si el valor de este lugar teológico podría extenderse (y en este
caso, bajo qué condiciones) también a la historia llamada profana,
más allá del ámbito del pueblo de los bautizados. Empalmaríamos
así con la pregunta que hemos evocado al comienzo de este artículo:
¿qué ha de entenderse por el término «Iglesia»? Al menos habrá
de admitirse que auténticos fermentos o valores cristianos han te-
nido su oportunidad histórica de desarrollarse —un desarrollo
ambiguo, pero real— fuera de los círculos cristianos, a veces in-
cluso en oposición con la Iglesia histórica. La declaración conciliar
Dignitatis humánete habla en este sentido (n. 12, § 2); Pablo VI
ha reconocido que la Revolución francesa, en cierto sentido, no
hizo más que apropiarse unas ideas cristianas: «fraternidad, libertad,
igualdad, progreso, deseo de elevar a las clases humildes» 27 . ¿Puede
añadirse más? La Gaudium et spes reconoce que el Espíritu Santo
actúa en la historia del mundo 28 . Hoy existe una corriente teológica
que se apoya en el hecho de la unión de Dios con la humanidad en
Cristo, en la condición existencial en que todos los hombres se ha-

26
Der Unbekannte jenseits des Wortes, en Interpretation der Welt (Fest-
schrift für R. Guardini), Wurzburgo, 1965, 638-645.
27
Alocución del 1 de septiembre de 1963 en la catedral de Frascati: «Doc. 25
Sería preciso citar aquí los escritos de K. Rahner, E. Schillebeeckx y
cath.», n. 1410, col. 1371-1372.
28
Cf. nn. 22,5; 26,4; 38; 41,1. Compárese 57,4 (el Verbo). G. Baum (cf. nota 3).
La Historia de la Iglesia y el magisterio 99

a propósito de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Si los


sociólogos y los psicólogos, por no hablar también de los mismos
teólogos, tienen mucho que enseñarnos al respecto, está claro que
el historiador puede aportar unos importantes elementos de res-
puesta a cuestiones tales como estas a que acabamos de referirnos.
LA HISTORIA DE LA IGLESIA, Las páginas que siguen no tienen otro propósito que esbozar algu-
CLAVE NECESARIA PARA INTERPRETAR nas reflexiones, haciendo entrever en qué dirección parece que haya
LAS DECISIONES DEL MAGISTERIO de buscarse la solución.

La labor teológica se articula partiendo de la palabra de Dios; I


pero en una perspectiva católica, la presentación de ésta y su apli-
cación a unas situaciones nuevas incumben al magisterio eclesiás-
tico. Por consiguiente, una de las cuestiones básicas para el teólogo Se impone una observación preliminar. Cuando se habla del
consiste en saber con toda la exactitud posible qué ha dicho el ma- aporte de los teólogos a la hermenéutica de las declaraciones del
gisterio y con qué grado de autoridad lo ha dicho. ¿Caía tal o cual magisterio eclesiástico, se piensa sobre todo —pues incontestable-
declaración del magisterio bajo el carisma de infalibilidad que aquél mente es lo principal— en la historia de los concilios o en la de las
ejerce en determinados casos muy precisos, y bastante raros, por intervenciones pontificias. Pero es muy importante no perder de
otra parte? Y en ese caso, ¿qué ha querido decir exactamente, o sea, vista que las decisiones del magisterio —papas, concilios, obispos
qué punto de su declaración está garantizado por el carisma de infa- que hablan a título personal— no adquieren su verdadero sentido
libilidad y, por consiguiente, ha de considerarse irreformable? Lo a menos que se vuelvan a situar en el conjunto de la historia ecle-
cual nos lleva a preguntarnos especialmente a qué cuestión —ge- siástica. Para concretar, tomemos la condenación de las cinco pro-
neralmente muy distinta de la que hoy nos planteamos— ha pre- posiciones de Jansenio por la bula Cum occasione, en mayo de 1653.
tendido responder, comprometiéndose infaliblemente, el magisterio Es un caso privilegiado, pues, por una parte, nuestro conocimiento
eclesiástico de otras épocas, cuyas decisiones siguen teniendo fuerza del contexto psicológico de esta condenación se ha visto refrescado
de ley. Si, por otra parte, se trata del magisterio ordinario, no infa- por los notables trabajos de Jean Orcibal y del abate Cognet 1 , y
lible, además de esta última cuestión, el problema más importante por otra, pocas intervenciones pontificias habrá sobre las que este-
consiste en saber hasta qué punto sus declaraciones de otros tiem- mos tan bien informados gracias a las investigaciones realizadas
pos siguen obligando al teólogo y a las Iglesias actuales, y en qué desde hace un cuarto de siglo en todos los fondos de archivos públi-
medida. cos o privados de Europa occidental y meridional por el padre
Lucien Ceyssens, a quien debemos una obra de ocho gruesos volú-
Es inevitable plantear cuestiones de este tipo desde el momento
en que nos es dado comprobar —y no hace falta ser un gran jurista
para entenderlo— que el Vaticano II no ha hablado exactamente 1
J. Orcibal, Jean Duvergier de Hauranne, abbé de Saint-Cyran, et son
igual que el Vaticano I a propósito del lugar respectivo que corres- temps, Lovaina-París, 1947; id., La Spifitualité de Saint-Cyran, París, 1962,
ponde al papa y a los obispos en la Iglesia, o que Juan XXIII no resumido en Saint-Cyran et le jansénisme (Maítres spirituels, 25), París, 1961;
ha dicho exactamente lo mismo que Pío IX acerca del socialismo, id., Port-Royal entre le miracle et l'obéissance, Brujas-París, 1957; L. Cognet,
por no hablar de las diferencias, nada desdeñables, entre la ense- Le Jansénisme (Que sais-je?, 960), París, 1964; id., La spiritualité moderne,
ñanza de Bonifacio VIII en la bula JJnam Sanctam y la de Pío XII t. I, L'Essor, 1500-1650 ( = t. III/2 de la Histoire de la spiritualité, bajo la
dirección de L. Bouyer), París, 1966, cap. XII: «Le premier Port-Royal».
200 R. Aubert ha Historia de la Iglesia y el magisterio 101

menes y más de un centenar de monografías exploradas 2 . La con- caer de rodillas. Esta doble opción espiritual y pastoral tiene sus
denación de las cinco proposiciones, durante mucho tiempo aborda- consecuencias a nivel de la teología dogmática y moral. El optimis-
da por los teólogos como la respuesta —que algunos han llegado mo cristiano de los primeros lleva al molinismo y al probabilismo,
hasta a considerar infalible— a una sutil discusión entre especia- es decir, a una concepción de la gracia entendida como una colabo-
listas de la teología de la gracia, hoy se nos presenta bajo una luz ración de Dios con el esfuerzo humano eficaz y a una visión más
muy distinta y verdaderamente esclarecedora para nuestro pro- indulgente de la moral. El augustinismo austero y pesimista de los
pósito. segundos les lleva, por el contrario, a subrayar aún más el papel
Desde finales del siglo xvi puede comprobarse en toda Europa de la gracia divina en relación con la libertad humana y a exigir en
occidental un deseo generalizado de impulsar una restauración ca- moral una austeridad mucho más rigurosa. Era inevitable el choque
tólica capaz de superar el malestar desencadenado en la Iglesia por entre ambas corrientes, pues todos estaban convencidos de que en
la doble crisis del Renacimiento y de la Reforma; pero, si bien había el debate se jugaba el porvenir del catolicismo. La oposición se
unanimidad en cuanto a los objetivos, también eran muy fuertes transformó poco a poco, bajo el influjo de diversos factores contin-
las divergencias en cuanto a los medios que habrían de ponerse en gentes, en una lucha abierta, de la que no sería, en su origen, más
práctica. Unos, especialmente los jesuítas, apostaban por el huma- que un episodio entre tantos la querella jansenista.
nismo cristiano, esperando con ello conquistar a los hombres que Un episodio —y ello constituye otro aspecto de la cuestión
se sentían atraídos por el nuevo ideal surgido del Renacimiento. para el que tan importantes resultan también las luces aportadas
Propugnan una espiritualidad exigente las más de las veces, pero por la historia— acerca del cual nos explican los historiadores que,
de tipo activista, confiada en las posibilidades del hombre regene- del principio al fin, se desarrolló en condiciones tan desdichadas,
rado por la gracia. Frente a este primer grupo, otros apóstoles, más que algunos discípulos de Jansenio, o que se tenían a sí mismos por
pesimistas en su visión del hombre por influjo de San Agustín, tales, y que en realidad no eran otra cosa que augustinistas conven-
temen que las concesiones hechas al humanismo puedan llevar al cidos de que defendían la antigua tradición de la Iglesia contra los
naturalismo, mostrándose tanto más sensibles a este temor cuanto innovadores sospechosos de condescender excesivamente con los
que podían comprobar que el atractivo ejercido por el calvinismo gustos de la época, no tenían más remedio que preguntarse con
sobre muchos cristianos selectos brotaba precisamente del deseo absoluta buena fe si realmente no estarían siendo víctimas de una
de reaccionar contra un humanismo mal cristianizado y de afirmar injusta maquinación llevada por sus adversarios, deseosos de desviar
la omnipotencia de la gracia divina en la obra de la salvación. En la atención de aquellos puntos débiles que presentaba su posición,
consecuencia, propugnan por su parte una espiritualidad más teo- concretamente en materia de casuística. Y ello tanto más cuanto
céntrica, subrayando el carácter atemorizador de la trascendencia que —como muy bien lo ha demostrado Ceyssens— será difícil
divina, ante la cual al hombre pecador no le queda más recurso que encontrar otra condenación pronunciada con menos habilidad, con-
cretamente por culpa del asesor del Santo Oficio Albizzi, cuya
intervención fue decisiva durante los diferentes altibajos, que desem-
2
Se encontrará su lista hasta 1963 al frente de Miscellanea jansenística bocaron en la condenación de 1653. Si los teólogos hubieran cono-
offerts a L. Ceyssens, Heverlee-Lovaina, 1963, 7-57. Cf. en particular las ex- cido bien la verdadera situación de Roma durante aquellos años,
tensas introducciones de Sources relatives aux debuts du jansénisme et de
l'antijansénisme, 1640-1643 (Bibliothéque de la Revue d'Histoire ecclésiastique, jamás se les habría ocurrido considerar como definición ex cathedra
31), Lovaina, 1957, y de La premiére bulle contre Jansenius. Sources relatives la bula Cum occasione.
a son histoire, 1644-1653 (Bibliothéque de l'Institut historique belge de Rome,
X), 2 vols., Bruselas-Roma, 1961-1962, así como las cuatro compilaciones de
Pero hay todavía más. No sólo las definiciones del magisterio
Jansenística (Malinas, 1950, 1953, 1957 y 1962) y las diez de Jansenística dejan de adquirir su verdadero sentido mientras no se las sitúe en
minora (Malinas, 1950-1958). el conjunto de la historia de la Iglesia, que les da su verdadero con-
202 R. Aukert La Historia de la Iglesia y el magisterio 103

texto —el contexto remoto y el contexto próximo, como lo de- ellos revestía naturalmente una organización monárquica. En un
muestra el ejemplo que acabamos de evocar—, sino que hasta la perspicaz artículo, L'Ecclésiologie de la Revolution franqaise au
misma historia de la Iglesia pierde valor si no se esfuerza por ser concile du Vatican, sous le signe de l'affirmation de l'autorité4,
historia global, situando la historia religiosa en la historia cultural, el padre Congar ha analizado muy agudamente esta mentalidad,
sobre el trasfondo de la historia política y social, hasta económica, de la que no puede hacer abstracción la historia de la Iglesia, y
de la época. Nuevamente podríamos evocar la historia del janse- menos aún la del Concilio Vaticano I.
nismo, trayendo a colación cuanto hay de válido, a pesar de sus Poner de relieve estas motivaciones extradoctrinales, este in-
exageraciones y su carácter excesivamente sistemático, en la inter- cidir de unas convicciones pastorales y hasta políticas, propias de
pretación de Lucien Goldmann 3 , pero ello resultaría excesivo dados una época determinada, sobre una decisión dogmática, es no sólo
los límites impuestos a este artículo. Prefiero recordar otro ejemplo: una aportación a la pequeña historia del concilio, sino que también
el de la definición de la infalibilidad pontificia en el Vaticano I. presenta un interés real desde el punto de vista teológico. En efec-
Los Padres que votaron el nuevo dogma estaban convencidos, to, la forma misma de la definición, esa formulación seca y abrupta
con toda seguridad, de que nada obstaba, en buena teología, a pre- que tantas dificultades ofrece a los teólogos actuales en el diálogo
sentar esta tesis como algo que se imponía a la fe de los fieles. Pero ecuménico, esta manera de presentar la infalibilidad y el primado
si los dirigentes de la mayoría se lanzaron, contra viento y marea, pontificios en una perspectiva monárquica más que colegial; en una
a conseguir con un ardor que hoy nos asombra que esta definición palabra: la forma concreta que ha revestido en la constitución Pastor
saliera adelante, a pesar de que se le oponían ciertas objeciones acternus del Vaticano I la afirmación de los privilegios del papa,
teóricas y más todavía determinadas consideraciones de oportunidad, se explica, en parte, por la psicología con que los promotores de la
ello ocurría así porque los partidarios de la definición estaban con- definición abordaron el problema. Para poner en claro en esta defi-
vencidos también por otros motivos extrateológicos que se explican nición de un concilio ecuménico el núcleo sólido que verdaderamen-
por la situación de la Iglesia en aquella época y también por la te compromete la fe de los católicos y para despojarlo del revesti-
mentalidad política y social de aquellos tiempos. Muchos Padres, miento contingente, solidario de las preocupaciones exclusivas de
en efecto, estimaban necesario no sólo cerrar filas en torno al jefe una época determinada, es absolutamente necesario tener en cuenta
supremo frente a los ataques cada vez más fuertes de los adversa- este elemento.
rios de Roma o del cristianismo, descartando por anticipado toda
objeción contra una dirección más centralizada de la estrategia
defensiva y ofensiva de la Iglesia, sino también subrayar lo más II
posible el principio de autoridad en un mundo que se veía minado
por las aspiraciones democráticas, que para ellos no eran otra cosa Si una interpretación correcta de las decisiones del magisterio
que una forma atenuada de la anarquía revolucionaria. Profunda- exige que éstas sean situadas en el contexto más amplio de la his-
mente influidos en su juventud por el tradicionalismo, juzgaban toria eclesiástica y profana de la época, a fortiori será preciso hacer
muy importante para salvar la sociedad tanto como para el bien la historia de estas intervenciones en sí mismas, seguir sus tenden-
de la Iglesia el cargar el acento sobre el orden jerárquico, que para cias y resultados, la preparación remota y próxima, las presiones
ejercidas de un lado y de otro sobre la autoridad, las circunstancias
3
exactas en que ésta se ha decidido finalmente a hablar. Pues el ma-
Cf. he Dieu caché, París, 1955, especialmente el capítulo VI, «Jansénis- gisterio eclesiástico no es una entidad abstracta, ni simplemente
me et noblesse de robe», y sobre todo la introducción a la Corresponda/ice de
Martin de Barcos avec les abbesses de Port-Royal, París, 1956, así como la
recensión de R. Mandrou en «Annales. Sociétés, économie, civilisation», XII * En L'ecclésiologte au XIX' sticle (Unam Sanctam, 34), París, 1960,
(1957), 305-313. 77-114.
104 R. Aubert ha Historia de la Iglesia y el magisterio 105

un portavoz de la divinidad, sino un conjunto de hombres a los que pueda parecer, si no se previene a tiempo, que constituye por
que Dios ha confiado el mensaje que él destina a toda la humani- sí mismo todo el objeto o al menos el elemento principal del objeto
dad, respetando al mismo tiempo, al igual que en la encarnación de considerado. La mayor parte de las declaraciones magisteriales
su Hijo, todas las leyes de la psicología humana. —ahí está toda la historia de la Iglesia para demostrarlo— han
Aun corriendo el riesgo de dar la impresión de decir una sim- sido motivadas por el deseo de tomar posiciones con relación a un
pleza, es preciso insistir en el hecho de que al historiador corres- tema particular, en algunos casos periférico, que era motivo de
ponde esencialmente aportar a la hermenéutica de las declaraciones discusiones en la Iglesia, o que al menos (como en el tema mariano,
del magisterio eclesiástico la insistencia constante en la «historici- por ejemplo) llamaba especialmente la atención en un momento
dad» de estas declaraciones. En efecto, si es exacto lo que reciente- determinado, y a propósito del cual podía parecer oportuno hacer
mente escribía monseñor Thils 5 , que «la realidad eclesial jamás se algunas puntualizaciones, a fin de evitar que se produjese poco a
da en estado puro, sino que siempre se sitúa en una historia», ello poco una desviación que andando el tiempo podría llegar a ser
ha de entenderse como cierto en relación con todos los aspectos grave. Ello es muy importante con vistas a fijar el verdadero alcan-
de la vida de la Iglesia, incluyendo también las declaraciones doc- ce y significado de una declaración del magisterio. Cuántas veces
trinales de la jerarquía. Estas son hechas por unos hombres que no habrá ocurrido que unas especulaciones intemperantes, partien-
no quedan milagrosamente sustraídos a su condición de hombres, do de un enunciado del magisterio que no se tuvo cuidado de situar
y son pronunciadas en una situación histórica perfectamente deter- en el conjunto dogmático que presenta en su totalidad el misterio
minada, en un contexto que inevitablemente les da una coloración único de Cristo, han arrastrado a la teología a unos baches o a unos
contingente de la que, en buen método histórico, no se puede hacer callejones sin salida. Cuántas veces no habrá ocurrido que se ha
abstracción si se aspira a interpretarlas correctamente. cerrado el paso a unas investigaciones ulteriores invocando una de-
cisión del magisterio que en modo alguno había pretendido —prác-
El primer punto no exige largos comentarios, pues si las decía-
ticamente nunca han tenido esa intención— decir la última palabra
raciones del magisterio son obra en todo caso de hombres que no
sobre la cuestión, sino únicamente precisar o simplemente recordar
quedan sustraídos a su condición de hombres, es normal que éstos
un aspecto de esta cuestión.
caigan muchas veces bajo la influencia de unas preocupaciones per-
sonales o de unos grupos de presión, que existen en la Iglesia lo Pero esto no es todo, ni siquiera lo más esencial. No sólo las
mismo que en el Estado. declaraciones del magisterio son siempre fortuitas —es decir, pro-
El segundo punto exige que nos detengamos más, pues ahora vocadas por un incidente ocasional— y parciales —es decir, hechas
ya no se trata de un aspecto que los filósofos quizá se sientan ten- en función de un determinado ángulo de visión, a propósito de un
tados a calificar desdeñosamente como «anecdótico», sino de algo aspecto que llama más la atención en un momento dado—, sino
que dista mucho de ser desdeñable, pues se trata nada menos que que además son siempre promulgadas en una situación cultural
del núcleo mismo del problema. Una declaración del magisterio es determinada, y no se comprende cómo sería posible, habida cuenta
casi siempre, hasta en el caso privilegiado de una definición dogmá- de lo que son el espíritu y el lenguaje humanos, que las cosas fuesen
tica solemne, algo fortuito, es decir, provocado por una situación distintas, aun admitiendo que la actividad de reflexión y de formu-
histórica dada con relación a la cual la Iglesia se ve obligada a tomar lación se desarrolla bajo el impulso del Espíritu de Dios. Gratia non
posiciones; pero es más aún algo parcial, es decir, que no aborda tollit naturam, dice un viejo adagio teológico que nada tiene de
sino un aspecto de la cuestión, con riesgo, por este mismo hecho, modernista. Las fórmulas de que se sirve el magisterio y, más allá
de dar a este aspecto controvertido una atención tan desmesurada de las palabras, los conceptos que pone en juego están condicionados
por la situación intelectual histórica en la que se halla comprome-
5
En la «Nouvelle Revue Théologique», 41 (1969), 484. tido todo hombre de Iglesia, sin que le sea posible, haga lo que haga,
\
i
106 R. Aubert La Historia de la Iglesia y el magisterio 107

dejar de estar comprometido de uno u otro modo. Entiendo por para poderla entender, en referirla al conjunto de sus concepciones.
situación intelectual histórica la mentalidad general de una época, La interpreta de acuerdo con lo que ya sabe. La reconstruye según
sus estructuras mentales, que, de una época a otra, van evolucionan- sus esquemas personales. Sólo bajo esta condición puede entenderla.
do. Desde luego que no radicalmente, pero sí en una cierta medida. Pero ¿no está claro que si, en una o en varias formulaciones corre-
Y en el caso que nos ocupa, también la mentalidad teológica, la lativas, modifica inconscientemente una de las nociones, uno de los
problemática teológica de la época, evoluciona por su parte. esquemas, todos los demás habrán de modificarse correlativamente
Hace un cuarto de siglo, un teólogo francés, H. Bouillard, pro- a fin de que las afirmaciones conserven su significado primitivo?» 7 .
vocó un gran escándalo en determinados ambientes por haber es- Se objetará que estas consideraciones son válidas para la teo-
crito que «una teología que no sea actual será una falsa teología» 6 . logía, pero no para el magisterio. Pero el magisterio eclesiástico
Pero esta afirmación que provocó el choque no era más que la con- difícilmente podrá presentar una doctrina sin inspirarse en las in-
clusión de otra frase menos desconcertante: «Cuando el espíritu vestigaciones de los teólogos y sin expresarse según los esquemas y
evoluciona, una verdad inmutable no se mantiene sino gracias a una las nociones de los teólogos de esa época 8 , de donde se sigue que,
evolución simultánea y correlativa de todas las nociones, que deben para entender exactamente lo que se ha pretendido proclamar, será
conservar entre sí una misma relación.» Afirmar que la verdad cris- forzoso empezar por estudiar lo que pensaban los teólogos de la
tiana jamás subsiste en estado puro no equivale a decir que esté época, cuál era su problemática, qué esquemas de pensamiento
fatalmente entremezclada de errores, sino que se articula siempre poseían; todo ello es tarea propia del historiador. Por otra parte, no
en unas nociones y en unos esquemas contingentes que determinan se debe ignorar que muchas declaraciones del magisterio no sólo
su estructura racional. No es posible aislarla de ellos, pues no se son preparadas remotamente por los teólogos, sino que son estos
libera de un sistema de ideas más que instalándose en otro. Es la mismos teólogos los que en buena parte las redactan, que no pue-
ley de la encarnación. La verdad divina jamás resulta accesible al den hacer abstracción por completo de su manera de abordar y
espíritu humano al margen de unas nociones contingentes. Contin- resolver los problemas. No es necesario acudir a ejemplos del pa-
gentes, es decir, referidas a un sistema de pensamiento determina- sado; todos recordamos cómo se elaboraron las constituciones con-
do, lo cual no quiere decir que sea preciso renunciar a alcanzar ja- ciliares del Vaticano II. Pretender entender los textos de las encí-
más un absoluto, pues bien puede darse un absoluto de afirmación, clicas o de los concilios sin acudir a los historiadores, para que éstos
o al menos de intención, más allá de las variaciones de representa- digan lo que pensaban y lo que pretendían aquellos teólogos que se
ción; en efecto, si las nociones, los métodos y los sistemas cambian sitúan en el origen de tales documentos, es correr el peligro de caer
inevitablemente con el tiempo, las afirmaciones que contienen per- en groseros contrasentidos. También se encarga la historia de demos-
manecen, pero a condición de expresarse en nuevas categorías. Más trarnos con cuánta frecuencia se ha caído en semejantes contra-
aún, y esto es justamente lo que pretendía afirmar H. Bouillard en sentidos por falta de una suficiente sensibilidad histórica.
su frase provocadora, «son las mismas afirmaciones las que, para
Esta necesidad de tener en cuenta el contexto histórico de un
conservar su significado en el universo intelectual nuevo, deter-
documento del magisterio, las contingencias históricas que le dan
minan unas nociones, unos métodos y unos sistemas nuevos en co-
rrespondencia con este universo. Si pudiera ser de otra manera, las 1
formulaciones antiguas, al subsistir, perderían su primer significado. Ibtd. H. Bouillard ha tomado como ejemplo para ilustrar esta afirmación
general la evolución de la doctrina católica sobre la gracia entre los siglos xn
Efectivamente, el espíritu que recibe una formulación se esfuerza, y xvil (pp. 211-223).
8
Sobre la dependencia, en cuanto a determinados puntos de vista, del
magisterio con respecto a la teología, cf. las consideraciones de Pablo VI en
6
Conversión et gráce chez S. Thomas d'Aquin Etude historique (Théolo- su discurso al Congreso de Teología habido en Roma el 1 de octubre de 1966
gie, 1), París, 1944, 219. (texto latino e italiano en «L'Osservatore Romano», 2 de octubre de 1966).
108 R. Aubert La Historia de la Iglesia y el magisterio 109

su auténtico significado al precisar y matizar su alcance, es aún nes que, al igual que toods los datos históricos, evolucionan (por
mayor cuando se trata no ya de materias de enseñanza dogmática, ejemplo, el proyecto del siglo xx ya no es la misma realidad histó-
sino de declaraciones relativas a la moral, es decir, a la conducta rica que el proyecto liberal del siglo xix) y a unas ideologías que
práctica. Pues si el dogma, en el fondo, nunca cambia, sino que también se van transformando, a pesar incluso de que no cambien
únicamente ha de formularse de otra manera y precisarse más, cosa las etiquetas que llevan (como, por ejemplo, el socialismo de me-
que también ocurre con los grandes principios fundamentales de diados del siglo xx comparado con el de mediados del siglo xix).
la moral cristiana, las aplicaciones morales, por el contrario, y en Ahí está la clave de un fenómeno que tanto ha perturbado a quie-
todo caso muchas de ellas, están sometidas a una serie de fluctua- nes carecen de sentido histórico: las notables diferencias que es
ciones correlativas a las modificaciones que experimentan las cir- posible encontrar entre dos textos pontificios referentes a materias
cunstancias de la vida y la evolución que se produce en la toma de de este tipo. La distancia que separa al Syllabus de Pío IX, conde-
conciencia de los famosos «signos de los tiempos», que en este nando las libertades modernas, de las apreciaciones elogiosas de
ámbito desempeñan un papel cuya importancia ha sido suficiente- Pío XI o Pío XII a propósito de los derechos humanos en la época
mente destacada por la constitución Gaudium et spes9. en que éstos eran pisoteados por los regímenes totalitarios no es
Las afirmaciones de los documentos eclesiásticos en materia de más que un ejemplo entre otros muchos que sería fácil traer a co-
moral, que dependen casi siempre de aquello que monseñor Monti- lación si no nos lo impidiera el tope de palabras que los editores
ni llamaba «magisterio pastoral» 10, se sitúan en niveles diferentes han impuesto a cada artículo.
que importa mucho no confundir. Deben distinguirse, por una par-
te, las afirmaciones que quieren expresar valoraciones universales,
y por otra, lo que De Soras ha propuesto llamar «asertos histórico- III
prudenciales» n , apreciaciones religiosas de realidades o ideologías
contemporáneas a la luz de unas valoraciones universales y direc- A pesar del carácter sumario de estas observaciones, parece
trices concretas destinadas a asegurar la encarnación de los valores imponerse una conclusión: guste o no guste, los documentos del
permanentes en los acontecimientos cambiantes. Estos asertos his- magisterio son textos fechados. De ahí que lo normal sea siempre,
tórico-prudenciales del magisterio pastoral ofrecen, desde un punto y aparte del respeto con que hayan de ser acogidos, concederles una
de vista lógico, cierto carácter híbrido. Desde un determinado án- adhesión que para ser razonable habrá de estar concretamente condi-
gulo, se presentan como afirmaciones absolutas y categóricas a cau- cionada por los datos de fechas y lugares; dicho de otro modo: por
sa de los valores de que dan testimonio; pero desde otro punto de su contexto histórico. Esto, que es válido evidentemente en rela-
vista, aparecen como afirmaciones marcadas por la contingencia de ción con todas las declaraciones del magisterio pastoral concernien-
la historicidad propia de las circunstancias que invocan. Se refie- tes a unas aplicaciones prácticas, valdrá también, en una cierta me-
ren inevitablemente a unos fenómenos que evolucionan en su mis- dida, de las declaraciones doctrinales.
mo devenir (por ejemplo, el fenómeno de la guerra moderna ya no
Pero esta conclusión suscita una objeción: a fuerza de destacar
es exactamente igual que el de la guerra de ayer), a unas institucio-
el condicionamiento histórico de la enseñanza magisterial, ¿no se
corre el riesgo de vaciarla totalmente de cualquier alcance efectivo?
' Nos remitimos concretamente, a título de ejemplo, a las reflexiones de ¡Mo lo creo así, y hasta estoy persuadido de lo contrario. Pues única-
E. Schillebeeckx, El magisterio y el mundo político: «Concilium», 36 (1968), mente si se ve la relatividad de aquello que es efectivamente rela-
404-427.
10 tivo se podrá percibir mejor aquello otro que realmente merece la
Artículo de «L'Osservatore Romano», días 13-14 de mayo de 1957.
11
Documents Eglise et options politiques, París, 1962, II parte, «Comment cualificación de absoluto. Haciendo que se manifieste lo que, más
lire et citer les documents pontificaux», especialmente p. 106. allá del condicionamiento histórico, conserva un valor permanente
110 R. Aubert

es como puede salvaguardarse este mismo núcleo permanente, que,


de otro modo, correría un serio peligro de ser rechazado sin más
junto con lo contingente por quienes —cada día más numerosos—
resultan lo bastante inteligentes para comprender lo mucho de con-
tingente que hay en toda afirmación hecha por los hombres, pues
éstos, por mucho que se pretenda lo contrario, no pueden por me- Boletines
nos que ser hombres de su tiempo.
RECIENTES HISTORIAS DE LA IGLESIA
R. AUBERT
Omnia... diligenter
...ex ordine.
(Le 1,3)

Un obispo de Palestina comenzó, hace más de dieciséis siglos, la primera


historia de la Iglesia, lamentándose de que la tarea «fuese superior a sus fuer-
zas, ya que era la primera vez que se acometía semejante empresa» 1 . Desde
entonces se ha realizado en proporción abrumadora lo que ya había escrito San
Lucas: quoniam quidem multi conati sunt2. Cada época intenta lograr una
nueva panorámica, compendio o síntesis de lo que ha ocurrido en la Iglesia
y por medio de ella'. Aquí damos cuenta brevemente de algunos intentos re-
cientes, de manera desde luego sumaria c incompleta, destinada únicamente a
la orientación de los no especialistas. Ha sido necesario, además, hacer una
estricta selección, definida en función de las limitaciones siguientes:

— únicamente manuales o series a nivel científico responsable;


— historias generales de la Iglesia que hayan alcanzado una difusión más
amplia que la nacional;
— obras en varios volúmenes por autores diversos;
— series actualmente en curso de publicación.

Teniendo todo esto en cuenta, y con el propósito de lograr una orientación


lo más amplia posible, la selección ha recaído, por fin, en:

— A. Fliche y V. Martin (directores), Histoire de l'Eglise depuis les origi-


nes jusqu'a nos jours *.

' Eusebio de Cesárea, Hist. eccles., I, 1, 3.


' Le 1,1.
" Una extensa panorámica en Peter Meinhold, Geschichte der kirchüchen
Historiographie, I-II (Orbis Academicus, III, 5), Alber, Friburgo-Munich, 1967;
un resumen conciso por Hubert Jedin en Handbuch der Kirchengeschichte, I,
Herder, Friburgo de Brisgovia, 1962, 17-55.
' Bloud & Gay, París, 1935-...; 26 volúmenes, de los cuales han aparecido
veinte en 22 tomos (de los volúmenes 12 y 18 sólo ha aparecido la primera
parte); desde 1945, bajo la dirección de Fliche y Eugéne Jarry; desde 1951,
de Jean-Baptiste Duroselle y Jarry. En la traducción italiana, que se publica
bajo la dirección de Pietro Frutaz (S. A. I. E., Turín, 1938), se han puesto al
día las notas y la bibliografía.
112 Cuatro profesores de Historia de la Iglesia Recientes historias de la Iglesia 113

— H . Jedin (director), Handbuch der Kirchengescbkhte5. se hayan puesto al día, o lo hayan sido en escasa medida; la falta de índices
— L. J. Rogier, R. Aubert y M. D. Knowles (directores), Geschiedenis van (hasta 1956) y el ritmo lento con que se lleva a cabo su terminación ,0.
de Kerk6. b) Totalmente distinto es el Handbuch que publican desde 1962 los su-
— O. Chadwick (director), The Pelican history of the Churcb \ cesores del editor anterior a la guerra, Kirsch, y del gran historiador del si-
— K. D . Schmidt y E. Wolf (directores), Die Kirche in ihrer Geschichte. glo xix Hergenrother. Concienzudamente preparado por un equipo de redac-
Ein Handbuch s. ción dirigido por Hubert Jedin, y con un redactor-jefe responsable de cada
volumen, esta obra va camino de convertirse en una de las síntesis mejor ci-
De estas cinco series se da, en primer lugar, una característica general, muy mentadas de que se puede disponer actualmente a este nivel. Se presta en ella
breve, y luego se hacen algunas observaciones generales, por períodos, que gran atención a la historia «interna»; gracias a una estricta selección de cola-
pueden ayudar en su elección al lector con interés por la teología'. boradores (catorce en total, casi todos alemanes), existe en ella, en general, una
gran unidad y una visión auténticamente sintética. El hecho de que el texto
y la bibliografía de algunas de las secciones ya hubieran sido preparados algu-
I. CARACTERÍSTICA GENERAL
nos años antes de su publicación es una falta que desluce en el conjunto de esta
por lo demás lograda producción ".
a) La historia de la Iglesia más extensa del momento, que es, al mismo c) De índole completamente distinta es la coproducción internacional
tiempo, la más antigua de las cinco, nació por iniciativa del conocido medie- que, bajo la dirección de tres historiadores internacionalmente famosos (secre-
valista de Montpellier, Augustin Fliche (t 1951). La gran empresa, que ostenta tario de redacción, Antón Weiler), se publica en nueve países simultáneamente
claramente el sello del renouveau catholique que tuvo lugar entre las dos y que, como tal, es la primera empresa verdaderamente internacional de esta
guerras mundiales, se inició en 1935 bajo la dirección de Fliche y de Víctor especie. Hay siete autores, cada uno de los cuales se encarga de un período
Martin ( t 1945), que no escribió personalmente en ella. El proyecto y la rea- determinado (sólo para la Iglesia oriental se ha contratado a tres especialistas
lización no son, ciertamente, modelos de redacción en equipo. El valor de los distintos). Las ventajas de este plan son evidentes: mayores oportunidades de
diversos volúmenes es, por consiguiente, muy dispar, y está en estrecha depen- unidad en cada período, uniformidad de estilo y rigor en la composición. La
dencia de la competencia de los cuarenta autores diferentes. E n general, pre- finalidad de la serie, a pesar de la magnífica introducción de Aubert, sigue
valece la historia «política» y «externa» de la Iglesia, aunque hay volúmenes siendo en cierto modo dudosa: ¿a qué clase de lectores se dirige: al historia-
con excelentes análisis de historia «interna». Constituyen graves defectos para dor profesional, al teólogo, al intelectual, al cristiano interesado? Según los
su uso el que los volúmenes anteriores a la guerra (del I al V I I I inclusive) no prospectos de la editorial, a todos a la vez. Esta amplitud se traduce, empero,
en un exceso de detalles para unos y poco aparato científico para otros; no
s
Herder, Friburgo de Brisgovia, 1962-...; 6 volúmenes, de los que se han quiere ser un manual, pero tampoco es un libro de lectura, y las ilustraciones,
publicado tres (el volumen III en dos tomos). muchas veces originales, poco pueden hacer por su parte para cambiar esta
• Edición holandesa: Adventus Domini, Hilversum, 1963; Paul Brand, condición 12 .
Amberes, 1963, 10 volúmenes, de los que han aparecido ocho. Edición fran-
cesa: Du Seuil, París, 5 volúmenes, de los que se han publicado cuatro. Edi- d) En esta perspectiva resulta interesante una comparación con la Pelican
ción alemana: Benziger, Einsiedeln, 5 volúmenes, publicados cuatro. Edición History: el mismo principio de un autor por volumen y una ausencia casi total
inglesa: Larton, Longman & Todd, Londres; MacGraw-Híll, Nueva York, de aparato científico. Su finalidad parece más clara y logra sus propósitos en
5 volúmenes, de los que han aparecido dos. Edición española: Ediciones Cris-
tiandad, Madrid, 5 volúmenes, publicados el primero y el tercero y en prensa
el segundo y el cuarto. Edición portuguesa: Vozes, Petropolis, 5 tomos, pu- " Además de los volúmenes incompletos (véase nota 4), faltan aún: vo-
blicado uno. Edición italiana: Marietti, Turín, 5 volúmenes, de los que no se lumen XI (Avifión), XXü-XXIII (Historia reciente), XXIV (Iglesias orienta-
ha publicado aún ninguno. les) y XXV (Iglesias protestantes); el volumen XXVI se destina a índices.
' Penguin Books, Harmondsworth, 1960-...; 6 volúmenes, de los que han También en las demás series las iglesias distintas de la católica romana se
aparecido cinco. tratan por separado, por diferentes especialistas; sin embargo, la vinculación
• Vandenhoeck & Ruprecht, Gotinga, 1961-...; 4 volúmenes en 40 fascícu- al período correspondiente se conserva en ellas mucho mejor que en el plan
los aproximadamente, de los que han aparecido once. de Fliche-Martin.
' Por falta de espacio sólo pueden destacarse algunos aspectos. Por idén- " Cf. el prólogo de I I I / l (1966), p. VII: in einem Zeitraum von etwa
ticas razones hemos prescindido de mencionar las reseñas críticas; en la RHE r>. Jahren, y el suplemento bibliográfico en IV (1967), 684-686.
,J
se han reseñado la mayoría de los volúmenes. Para consideraciones generales La selección y explicación de las ilustraciones han corrido a cargo de
y cuestiones críticas, véanse entre otros: Ernst Benz, Kirchengeschichte in Gerhard Beekelaar y Gerard Lemmens; la edición francesa no está ilustrada.
ríkvmenischer Sicht (Okumenische Studíen, 3), Brill, Leiden-Colonia, 1961, y El que, por lo demás, no se haya logrado una coproducción internacional ni
diversas colaboraciones en L'histoire et ¡'historien. (Recherches et débats du organizar siquiera un sistema internacional de referencias es un grave defecto
Centre cath. des intellectuels frangais, 47), Fayard, París, 1964 (por ejemplo: que, o bien demuestra el nivel nacionalista en que se ejercita la ciencia, o
Roger Aubert, loe. cit., 28-43; D. Julián, loe. cit., 87-94; .1. Bouveresse, loe. cit., bien caracteriza los intereses del editor, o ambas cosas a la vez; cf. por lo
166-177). demás la revista mencionada...
8
114 Cuatro profesores de Historia de la Iglesia

mayor medida: se escriben con soltura resúmenes que pueden ser leídos por (En porcentajes)
el laico profano en la materia, pero interesado en ella. El que esta serie apa-
rezca precisamente en edición de bolsillo es sintomático. El buen oficio pro-
fesional inglés, hablando en general, ha logrado convertir algunas de las partes (a) (b) (c) (d) (e)
de esta obra casi en lectura para antes de dormir. El hecho de dedicar a me-

.-Kn.
nudo demasiada atención, proporcionalmente, al cristianismo en Inglaterra es

Schm.-Wolf

Media total
algo que puede decirse, mutatis mutandis, prácticamente de cualquier manual ". 4-J

Peí. hi
e) Por último, resulta completamente distinta la historia de la Iglesia que

Jedin
se publica en Gotinga y se presenta expresamente como manual. Acusa una
5! oi)
O
evidente impronta protestante y su finalidad está claramente especificada. Pá
Cuarenta especialistas (casi todos alemanes) tratan no tanto períodos cuanto
temas; los fascículos aparecen, por tanto, arbitrariamente y casi con indepen-
1. Iglesia antigua (Cto.-700) ... 17 28 21 16 16 20
dencia unos de otros. Los inconvenientes para una síntesis de la historia de la
2. Edad Media (700-1500) ... 40 29 19 14 20 24
Iglesia son manifiestos: ésta, pura y simplemente, no se ofrece. En contraposi- 3. Edad Moderna (1500-1789). 25 25 29 30 28 27
ción a esto está la competencia con que se trata, en forma muy concisa, cada 4. Edad Contemporánea (1789-
tema determinado; en cuanto a bibliografía e indicación de fuentes, Schmidt- 1970) 18 18 31 40 36 29
Wolf se llevan, sin duda, la palma entre las series de que venimos hablando
aquí". 100 100 100 100 100 100

II. COMPARACIÓN POR PERIODOS


1. La Iglesia antigua (Cristo-700)
Como introducción a una comparación más detallada de las cinco series,
esta tabla puede dar alguna idea de la división del material en conjunto y de a) En los cuatro primeros volúmenes de Fliche-Martin, J. Lebreton y
su importancia redaccional ls : J. Zeiller se ocupan de la Iglesia de los tres primeros siglos; J. R. Palanque,
G. Bardy y P. de Labriolle, de la historia eclesiástica entre la paz de Constanti-
no y la muerte de Teodosio; Bardi, de Labriolle, L. Bréhier y G. de Plinval
estudian los siglos v y vi, hasta el 590 ,6. Estos volúmenes, escritos a la luz del
redescubrimiento de la patrística y publicados entre 1934 y 1937, ofrecen no
sólo una historia bien documentada, sino incluso aun la historia más completa
de la Iglesia antigua en conjunto. Es cierto que luego han surgido nuevos temas
de estudio, como el judeocristianismo y la gnosis, que han obligado a matizar
mucho más la historia de los siglos i y n (¡este último se denomina aquí aún
l'église primitive!). Aún más: en los últimos treinta años han aparecido mono-
grafías fundamentales que han aportado mucho material nuevo (¡historia de
los concilios!). Pero es lo cierto que los volúmenes mencionados constan de
una gran cantidad de monografías independientes entre sí y en sí mismas com-

" En particular para Fliche-Martin, en el que la tendencia francesa pierde


14
casi totalmente de vista, por ejemplo, a los países escandinavos; cf. Roger Jules Lebreton y Jacques Zeiller, L'Eglise primitive, loe. cit. (Fl.-M. 1),
Aubert, en la introducción a Rogier-Aubert-Knowles I, sobre «el cuadrilátero 1934; De la fin du 11" siécle a la paix constantinienne, loe. cit. (Fl.-M. 2), 1935.
Viena-Bruselas-Cádiz-Nápoles», dentro del cual tan a menudo y tan obstinada- Estos dos volúmenes han sido traducidos por Ernest C. Messenger con el títu-
mente ha solido desarrollarse la historiografía eclesiástica. lo The history of the primitive Church, Burns & Oates, Londres, 1942-1948;
14
A menudo, el «aparato» ocupa en cada página más espacio que el propio Macmillan, Nueva York, 1949; reeditados nuevamente en 1962 con el mucho
texto; es lástima que algunos volúmenes queden deslucidos por la negligencia mejor título de A history of the Early Church, Collier Books, Nueva York,
en las citas o en las referencias. 1962. J.-R. Palanque, Gustave Bardy y Pierre de Labriolle, De la paix constan-
" Es natural que los porcentajes sean aproximados, por cuanto ninguna tmienne a la mort de Theodose, loe. cit. (Fl.-M. 3), 1936; Pierre de Labriolle,
de las series está completa; para los volúmenes que faltan se ha estimado la Gustave Bardy, Louis Bréhier y George de Plinval, De la mort de Theodose d
proporción a base de los prospectos y de la cuantía de lo ya entregado; en l'élection de Grégoire le Grand, loe. cit. (Fl.-M. 4), 1937; estos dos volúmenes
la Pelican hlstory, el volumen VI se ha calculado en proporción sobre los también han sido traducidos por Messenger: The Church va the Christian
cuatro períodos. Empirc, loe. cit., 1949.
116 Cuatro profesores de Historia de la Iglesia Recientes historias de la Iglesia 117
pletas. Además, a pesar del propósito de los directores, se ha dedicado dema- tía de que esta primera parte será la obra de consulta más importante para el
siado poca atención al aspecto social de la Iglesia y a la diversidad de las estudio de la antigüedad cristiana.
agrupaciones cristianas, pero difícilmente puede exigirse que una generación
anterior satisfaga a todos los deseos del momento presente.
b) En el manual de Jedin, Karl Baus se encarga íntegramente del primer 2. La Edad Media (700 1500)
volumen, que comprende la época von der Urgemeinde zur frühchristlicben
Grosskirche ", es decir, hasta la «conversión» del emperador Constantino. So- a) Fliche-Martin reparte la Edad Media en diez volúmenes y diecinueve
bre todo en lo que respecta a la historia de las Iglesias griega y latina de la autores. De las más de cinco mil páginas aparecidas entre 1939 y 1964 (sólo
segunda mitad del siglo II y del n i , la exposición reviste gran rigor científico falta «Aviñón»), Fliche, personalmente, se encargó de redactar más de la quin-
y ha sido escrita partiendo directamente de las fuentes. Se presta especial aten- ta parte. La significación, el carácter y las consecuencias de la Reforma grego-
ción a las ideas cristianas; las escuelas teológicas y los diversos autores son riana son vigorosamente acentuadas y descritas según su propia visión. El tra-
caracterizados con toda claridad. No puede menos de esperarse con impacien- tamiento cronológico del período se ve interrumpido en el volumen X I I por
cia la aparición del segundo volumen del mismo autor. un magistral análisis sociohistórico de Le Bras sobre las instituciones de la
c) En la historia de Rogier-Aubert-Knowles, Jean Daniélou escribe sobre cristiandad medieval (¡la estatua se ha quedado en un torso!), y en el X I I I
los tres primeros siglos, Ilenri Marrou sobre la época que abarca desde Dio- por una clara síntesis del pensamiento medieval, realizada, entre otros, por
cleciano hasta la muerte de Gregorio Magno 18. La colaboración de Daniélou Van Steenberghen para el siglo x m 2 1 . Así se llenan las lagunas de las restantes
es poco satisfactoria. No se trata de una unidad completa en sí misma, se in- partes de manera afortunada y fructífera, en especial para el teólogo. El tomo
siste demasiado en el fenómeno del judeocristianismo y la prolijidad del tra- últimamente aparecido, dos volúmenes sobre el período del conciliarismo, ha
tamiento lleva a veces a confusión. Por contraste, el texto de Marrou, escrito recibido más que ninguno la influencia de las nuevas perspectivas teológicas 22 .
en forma de ensayo, resulta en extremo legible y claro, y los capítulos dedica- b) En el plan original del manual de Jedin, el volumen I I I estaba desti-
dos a Nicea y al arrianismo son, en medio de su brevedad, obras maestras de nado al período 700-1300; el IV trataría entonces, conjuntamente, la Baja Edad
síntesis luminosa. La evolución del Bajo Imperio Romano la ve Marrou como Media y el siglo xvi. Por razones no del todo claras se ha alterado este intere-
una constante desde Diocleciano hasta la caída de Constantinopla en 1453. No sante plan. Ahora se estudia en I I I / l y I I I / 2 toda la Edad Media (700-1500)
obstante, desde el siglo v se observa una ruptura latente entre el mundo orien- por ocho autores diferentes, de los cuales Friedrich Kempf y Hans Wolter se
tal y el occidental, y por ello, a partir de ese período, se estudian ambas Iglesias encargan de las colaboraciones más extensas 23. En las páginas de Kempf, sobre
por separado. todo, se hacen visibles los frutos de los modernos estudios sobre la canonística
d) En el primer tomito de la Pelican history (bajo la dirección de Owen medieval, y se advierten, en particular, enfoques originales sobre la tan con-
Chadwick), Henry Chadwick ha logrado redondear magistralmente una ágil y trovertida historia del papado en la Edad Media y la historia eclesiástica «in-
dinámica introducción ", dedicando amplia atención sobre todo a la evolución terna». También las colaboraciones de Beck (sobre la Iglesia de Bizancio) y
«interna» de la sociedad cristiana. También Chadwick es consciente de la ten- de Jungmann (sobre liturgia y devoción popular) pueden desterrar muchos
sión entre Oriente y Occidente, en aumento desde el siglo iv. El período malentendidos tradicionales de los historiadores.
estudiado se extiende hasta Gregorio Magno inclusive. c) Simultáneamente con Jedin I I I / 2 apareció, como obra de autor único,
e) En la obra de Schmidt-Wolf sólo ha aparecido hasta el presente un la síntesis del profesor de Cambridge David Knowles 24 . Knowles es un magní-
único fascículo sobre la antigüedad. Leonhard Goppelt describe la época apos- fico narrador. En realidad, traza cuarenta y dos breves relatos ensayísticos, a
tólica y posapostólica, a la última de las cuales considera como período de veces magníficamente logrados, que se ocupan únicamente de un aspecto, por
transición —del 70 al 135—- entre la época apostólica y el Vrühkatholizismus 20. medio de datos cronológicamente dispares. Por ello, el tratamiento histórico
Hasta el presente, es ésta la historia más nueva y documentada del primer siglo
y medio del cristianismo. El autor, experto en materia del judeocristianismo, 21
Gabriel Le Bras, Institutions ecclfslastiques de la Chrétienté médiévale.
ofrece una exposición teológicamente penetrante y con gran rigor histórico, préliminaires et I e partie, loe. cit., 1959-1964 (la complicada división en seis.
en la que se utiliza en forma sistemática aunque concisa la bibliografía más libros no se compagina con lo anunciado en la p. 232). Aimé Forest, Ferdinand
reciente. Los nombres de los autores de los fascículos restantes ofrecen garan- van Steenberghen y Maurice de Gandillac, Le mouvement doctrinal du IX'
au XIV' siécle, loe. cit., 1951.
" Etienne Delaruelle, René-Edmond Labande y Paul Ourliac, L'Eglise au
' Loe. cit., '1905 ('1062) temps du Grand Schlsme et de la crise conciliaire, 1378-1449, loe. cit., (Fl.-M.
" Jean Daniélou, Desde los orígenes al Concilio de Nicea, y Henri-Iréne 14), 1962-1964.
Marrou, Desde el Concilio de Nicea lvasta la muerte de San Gregorio Magno. " En particular, Kempf en I I I / l para los siglos x, xi y el primer cuarto
" Henry Chadwick, The Karly Church, loe. clt., en Pelican history, 1, 1967. del x n ; Wolter en III/2 para los siglos xm y xiv; los volúmenes son, respec-
• Leonhard Goppelt, Die apostolische und nachapostollsrhe Zeit, loe. cit. tivamente, de 1966 y 1968.
(Schmidt-Wolf I A), '1966 C1962). " La Iglesia en la Edad Media (600-1500).
118 Cuatro profesores de Historia de la Iglesia Recientes historias de la Iglesia 119

total parece caminar a saltos, y su anecdótico estilo narrativo se aproxima a de la Reforma ofrezca en proporción tan poco sobre Calvino y el calvinismo,
veces al de las crónicas medievales. No obstante, en el conjunto del volumen, al igual que el escaso espacio que se dedica al movimiento anabaptista. El
la historia «interna» recibe un tratamiento adecuado. La división en historia director del Handbuch, excelente historiador de Trento y su prehistoria, era
profana e historia eclesiástica, desarrollada en los cuadros cronológicos, resulta naturalmente el hombre indicado para escribir aquí la historia de dos movi-
una empresa bastante arbitraria para la Edad Media. mientos tan estrechamente trabados e interpenetrados como los de «Reforma
d) En la Pelican history, la Edad Media correrá a cargo de Robert católica» y «Contrarreforma». Como es sabido, para ambos autores escribir
Southern. historia significa siempre hacer también reflexión teológica. En el prólogo se
e) También Schmidt-Wolf sigue incompleto en cuanto a la Edad Media. dice incluso que se han acercado conscientemente a la época que les había sido
De las cinco entregas previstas, sólo han aparecido tres y media; entre ellas, la asignada, in katholischer Sicht e in ókumenischen Geist". El período estu-
historia de las herejías por Grundmann es una obra maestra de tratamiento diado abarca hasta 1655. Josef Glazik se ocupó, también en este tomo, de la
conciso y claro de cuestiones fundamentales 25 . De importancia extraordinaria historia de las misiones. En el tomo V, Louis Cognet y Heribert Raab se
para el teólogo es el fascículo, últimamente aparecido, de M. A. Schmidt (no encargarán del siglo x v n francés y del período de la Aufklárung; la historia
es el redactor-jefe), que en un espacio extremadamente breve ha sabido sinte- de las misiones correrá a cargo de P. Beckmann.
tizar «la escolástica» en forma tan lograda, con tal riqueza de fuentes, referen- c) En la serie de Rogier-Aubert-Knowles, los siglos xvi y xvil son estu-
cias textuales y bibliografía (auténticamente internacional), que de buena gana diados por Hermann Tüchle. El autor no se ha preocupado demasiado por
se perdona el tratamiento, ya demasiado corto, de la historia «externa» en las la problemática historiográfica de esta época, en este caso excepcionalmente
restantes entregas de la serie 2Í . dotada de gran carga teológica, tal como resulta, entre otras cosas, de los títu-
los tradicionales que ha elegido: Refortnation y Gegenreformation 3°. Su pro-
pósito ha sido, evidentemente, introducir al lector no iniciado en la narración
3. La Edad Moderna (1500-1789) del cisma eclesiástico del siglo xvi y de sus consecuencias. El tomo concluye
con la colaboración de C. A. Bouman sobre las iglesias de rito bizantino en
a) De varios de los tomos de Fliche-Martin que se refieren a este período el Imperio otomano. El siglo XVIII es descrito por Rogier, en su estilo carac-
cabe decir lo mismo: que han sido escritos en buena parte prescindindo de los terístico, en una serie de análisis panorámicos bien compuestos, en los cuales,
resultados de la historiografía alemana y escandinava de la posguerra. Así, por
sin embargo, y para una historia internacional, se ha concedido demasiado
ejemplo, el estudio de Léon Cristiani ha sido superado en gran medida por la
espacio a la historia de la Iglesia en los Países Bajos31.
obra clave de Jedin. Además, el tomo de Léopold Willaert —fallecido entre
d) El tercer tomito de la Velican history, escrito por el propio director,
tanto—, sobre el período postridentino, se ha quedado en un esbozo confuso,
ofrece una panorámica, concisa y fluida, de los cambios operados en el cristia-
de modo que, como obras de consulta principales, quedan el corto pero pe-
nismo en el siglo xvi y en la primera mitad del xvn. Gerald Cragg se ocupa
netrante análisis de Aubenas y Ricard sobre el Renacimiento y los comienzos
en el tomo IV del período 1648-1789, con excesiva atención a Inglaterra, pero
del siglo xvi, así como la síntesis, rica y extensa, de la vida de la Iglesia en
la segunda mitad del siglo x v n y en el siglo XVIII, por Préclin y Jarry 27 . Esta con una excepcional descripción, en este breve espacio, del advenimiento y las
última ofrece un interesante material al lector con interés por la teología en consecuencias ulteriores del racionalismo 32 .
el moderno tratamiento del galicanismo en el siglo XVIII. e) Mientras que en Iserloh la exposición de la historia de la Reforma en
Alemania terminó por lo menos en una monografía de Lutero, en la serie de
b) Era obvio que Erwin Iserloh, discípulo de Lortz y de parejos mere-
Schmidt-Wolf, Franz Lau acometió la temeraria empresa de describir los pri-
cimientos y uno de los mejores conocedores de Lutero en el momento presente,
meros decenios de la misma historia pasando por alto las peripecias del refor-
tomara a su cargo el cisma eclesiástico del siglo xvi. Así lo ha hecho en una
mador de Würtemberg. Con ello se ha mostrado consecuente con el plan de
exposición enormemente erudita, apoyada a cada paso por citas directas de las
la mencionada serie, en la que se prevé un tratamiento separado de los tres
fuentes, en Jedin IV, que lleva el título programático de Refortnation, Katho-
lische Reform und Gegenreformation 28. Lástima, no obstante, que esta historia
-• Loe. cit., p. VI.
" Herbert Grundmann. Kctzergeschichte des Mittelalters, loe. cit. (II Gl), '" Reforma y Contrarreforma (1500-1750).
31
196... Tomo IV: La Iglesia en el Siglo de las Luces, de las Revoluciones y
'• Martin Antón Schmidt, Scholastik, loe. cit. (II G2), 1969. Restauraciones (1715-1848). La primera parte, El Siglo de las Luces y la Re-
" Roger Aubenas y Robert Ricard, L'Eglise et la Renaissance, 1449-1517, volución (1715-1800), es del profesor Rogier. De 260 páginas de texto, se de-
loe. cit. (Fl.-M. 15), 1951; Edmond Préclin y Eugéne Jarry, Les luttes potin- dican 60 expresamente y 13 de pasada a los Países Bajos o a personajes de
ques et doctrinales aux XVII' et XVIII' sueles, loe. cit., 2 vols. (Fl.-M. 19), los mismos.
1955-1956. " Owen Chadwick, The reformation, en Peí. Hist., 3, "1968 ('1964); Gerald
" Herder, Friburgo de Brisgovia, 1967. Del título se da cumplida razón, II. Cragg, The Church and the age of reason, 1648-1789, en Peí. Hist., 4,
metódicamente, en las pp. 449-459. '1966 ('1960).
120 Cuatro profesores de Historia de la Iglesia Recientes historias de la Iglesia 121

grandes reformadores Lutero, Zwinglio y Calvino Por ninguna parte se saca tica y universal de la Iglesia y su cabeza visible se encuentra, ademas de una
la impresión de que el autor haya aceptado a regañadientes las limitaciones que inagotable diversidad de material fascinante, el relato sugestivo de una Iglesn
le han sido impuestas Tiene un concepto propio de la historia de la Reforma con sus lados flacos y sus aspectos atrayentes, en una encrucijada de los tiem
alemana, y su raíz hay que buscarla en lo que Lau llama significativamente der pos Quien quiera comprender la Iglesia del siglo xx no puede pasar por alto
Valí Luther, pero evoluciona en una multiplicidad irreducible de movimientos esta eclesiología viviente del siglo xtx
reformistas y de estructuras eclesiásticas El autor, con otras palabras, dibuja b) Contrariamente a lo anunciado, en Jedm V y VI (la linea divisorn
el relieve estructural de la Reforma alemana Su morfología abarca el periodo cae en 1815), Roger Aubert y Rudolf Lili se encargarán de redactar los capí
hasta 1532, en donde Ernst Bizer toma el hilo > traza de manera particular tulos fundamentales
mente compendiosa la evolución hasta 1555 3 Al contrario de Iserloh que c) Tampoco es posible formular un juicio definitivo sobre Rogiei Aubeit
constantemente deja la palabra a sus fuentes de información, Lau y Bizer no Knowles Ha apareado el resumen de Rogier, ya mencionado en 3c, en el que
llevan al lector más allá del umbral de las suyas, que, junto con innumerables nos encontramos, mediante un sugestivo relato, con una interesante visión per
citas bibliográficas, son recogidas en un impresionante aparato de notas Para sonal de la Ilustración y la Revolución, pero en el que se echan de menos di
los siglos restantes queda solo Heyer una buena panorámica de la historia de versos aspectos de la reciente historiografía francesa, así como una atención
la Iglesia católica desde 1648 a 1870 M mayor a las iglesias no católicas En el mismo volumen se publica una serie
de capítulos, ágilmente escritos, de Bertier de Sauvigny sobre el período de la
Restauración, que, sin embargo, no aclaran por qué se dedica tanto espacio en
4 La Época Contemporánea (1789 1970) esta obra al período 1801-1848, sin que apenas aparezca en sus páginas «el
despertar de las fuerzas espiirtuales» 36 El último periodo, de 1848 a nuestros
a) Para la historia reciente están previstos seis volúmenes en Fhche días, será escrito por seis autores diferentes Aubert y Rogier sobre los si
Martin, de los cuales sólo han salido dos hasta el momento Leflon sobre el glos xix y xx, Tracy Ellis lo relacionado con America del Norte y del Sur v
período 1789 1846 y Aubert sobre el pontificado de Pío IX 3 5 Como en todos Hajjar y Bruls sobre las iglesias orientales y la historia de las misiones
los manuales, el estudio del fenómeno «revolución» ocupa un lugar central d) En el tomo V de la Pehcan history, Alee Vidler estudia en veintitrés
la interpretación de las tendencias revolucionarias en todos los terrenos y la pequeños capítulos, algo arbitrariamente elegidos, el período de 1789 a núes
toma de posición de las iglesias ante ellas he aquí las grandes tareas para la tros días Once de sus capítulos narran al lector, ya desde el titulo, la h i s t o m
historiografía eclesiástica de la Edad Contemporánea Y precisamente en esto de las iglesias anglosajonas Precisamente romo último tomo de una sene des
la diferencia entre los tomos X X y X X I es abismal En conjunto, Leflon no tinada a un amplio público, este pequeño libro de bolsillo, el menos extenso
está demasiado afortunado el esquema es insatisfactorio (únicamente 1/3 del de los cinco, habría podido dedicar mayor atención a los decenios mas lecien
texto para la Revolución francesa, I I / 3 para los cuatro pontificados de la p n t e s " Una síntesis magistral de Stephen Neill concluye la sene con una logra
mera mitad del siglo xix) y la imagen de la Iglesia es por lo menos discutible dísima historia de las misiones3S Se encuentra en ella una panorámica de toda
(se ve la «revolución» como una amenaza a la Iglesia establecida, y en toda la la labor misional de h s iglesias cristianas a lo largo de toda la historia, dedi
exposición sólo se destacan los hechos de su política externa), observándose cando especial importancia a los siglos xix y xx Los reparos que puedan ha
permanentemente un marcado afán apologético en sus autores Se ofrece, no cerse a este volumen por la preponderancia del sector doméstico con respecto
obstante, en este tomo abundante material y la tentativa de formular un juicio a la historia general quedan compensados por las \entajas de este claro y su
matizado sobre esta compleja problemática, lo cual representa un progreso en gestivo resumen
la historiografía católica sobre la Revolución francesa Aubert, por el contrario e) Los autores de la obra de Schmidt Wolf han tenido para esta parte
no sólo sabe combinar todo lo que es propio de un manual, gracias a su épica dedicada a la Edad Moderna la ventaja de la escasa esquematización redac
facultad de narrar ordenadamente hechos, corrientes, personajes y su mundo cíonal, resultando la falta de plan total en beneficio del detalle Los cuatro
en torno, sino que destaca permanentemente las manifestaciones de la Iglesia fascículos aparecidos del tomo IV son, como monografías, claros, compendio
hacia el exterior y su contacto con la sociedad revolucionaria de aquellos días sos y de primer orden en cuanto a su contenido 3 ' La colaboración de Heyer,
presentado como brotando de su propia vida En esta generosa biografía crí
' GuiUaume de Bertier de Sauvigny, La Restauración (1800 1848)
" Franz Lau y Ernst Ekzer Reformationsgeschiehte Deutschland bis 1555 " Alee R Vidler, The Church m an age of revolution, loe eit en Peí
loe cit (Schmidt Vv olf III K) 1964 Hist, 5, 1961
" Friedrich Heyer, Die kathohsche Kirche vom Westfahschen Frwden " Stephen Neill A Hístory of chnstian missions loe cit en Peí Hist, 6,
bis zum ersten Vatikamschen Konzil, loe cit (Schmidt Wolf IV N 1), 1963 "1966 ('1964)
" Jean Leflon, La crise révolutionnmre, 1789 1846, loe cit (Fl M 20) " Los últimos fascículos del tomo III se extienden hasta la época contem
1951, Roger Aubert, Le pontificat de Pie I\ 1846 1878, loe cit (Fl M 21) poranea Ha aoaieeido Konrad Onasch, Grundzuqe der russischen Kirchen
'1963 ( 1952) geschwhte, loe cit (Schmidt Wolf III M 1) 1967 Como fascículos «nacionales»
122 Cuatro profesores de Historia de la Iglesia

ya señalada en 3e, será continuada, a partir del Vaticano I, por Gottfried


Marón. El pequeño fascículo de Beyreuther sobre el Erweckungsbewegung es
de gran importancia, precisamente para la historia de la «Iglesia»; la moderna
historia de las misiones de Gensichen dedica gran espacio a las misiones cató-
licas m. Y, por último, está el admirable fascículo de Karl Lupisch sobre las
Landeskirchen alemanas durante los siglos xix y xx. Investiga el autor, entre
otros, los antecedentes del período de Hitler y la actitud de las iglesias protes- LA SOCIOLOGÍA APLICADA A LA HISTORIA RELIGIOSA
PANORAMA BIBLIOGRÁFICO
tantes en la época nazi. Aunque no ha tenido en cuenta el autor todas las
nuevas monografías, asomándose a las fuentes con habilidad y con esmero,
sabe revivir un trozo de la historia reciente de la Iglesia; esperamos con an-
siedad el paralelo «católico» 4' Hay motivos para hablar de una verdadera «invasión» de la historia religio-
sa por la sociología'. Nada podría ilustrar mejor la irrupción de ésta que la
bibliografía internacional de sus producciones presentada por H. Carrier y
Un juicio final en forma de «concesión del primer premio» resulta a los E. Pin (313 páginas para el período de 1900 a 1961). Estos mismos autores
abajo firmantes carente de sentido. En la utilización múltiple de las cinco acaban de publicar un suplemento, de casi igual volumen (305 páginas), tan
series reseñadas se encontrarán ventajas e inconvenientes, y tanto por lo que sólo para el período de 1962 a 1966 2.
cada uno espera de un manual como por las diversas tendencias que han guiado Pero no puede afirmarse que los historiadores estén muy familiarizados con
a sus autores, se acusan fuertemente las diferencias. El manual perfecto jamás esta considerable producción, que juzgan abstracta, intemporal, demasiado «fi-
se escribirá: in magnis —¿y quién negará que escribir la historia de la Iglesia losófica». Historia y sociología necesitan conocerse mejor, tratando incluso de
se encuentre entre las cosas grandes?— et voluisse radica ya un mérito. complementarse con sus respectivos métodos. G. Cholvy lo hacía notar recien-
temente 3 . Se trata de algo más que indiferencia o negligencia recíprocas. Las
divergencias surgen ya en la misma manera de captar los problemas. La socio-
CUATRO PROFESORES DE HISTORIA DE LA IGLESIA
logía religiosa, nacida en gran parte entre las dos guerras, cuando se iba toman-
DE LA FACULTAD TEOLÓGICA DE NIMEGA (HOLANDA)
do una conciencia más viva del creciente despego religioso de las masas, se
apartó deliberadamente del estudio de la institución o de las minorías, para
interesarse por la práctica real del gran número, más preocupada de la religión
del pueblo que de la «religión de los libros».
Se dedicó a la enumeración precisa y al análisis de las situaciones actuales,
a una sociografía que recurre, para la tarea de interpretación, a unos esquemas
teóricos de explicación tales como la relación entre práctica y dimensiones de
unas aglomeraciones o las categorías socioprofesionales según los niveles de
ingresos y de cultura. Rara vez ha recurrido la interpretación sociológica a la
historia. Más bien escudriñaba los ambientes ya perturbados por las convul-
siones económicas, los desarraigos sociales contemporáneos, produciendo, por
ejemplo, monografías urbanas o industriales con preferencia al estudio de las
sociedades tradicionales. Ciertamente, desde antes de la guerra, G. Le Bras y
su discípulo F. Boulard habían fijado su atención en la historia de la práctica
en el marco de las sociedades rurales, pero en ello se muestran, al igual que
en otros aspectos, como precursores y pioneros 4 . La otra tendencia se eviden-
se han publicado en el tomo IV: Peter Kawerau, Kirchengeschlchtc Nord-
amerikas; Martin Begrich, Kirchengeschichte Brasiliens im Abriss, y Man- 1
J. Glenisson, en Vingt cinq ans de recherche histarique en Frunce, 1940-
fred Jacobs, Die Kirchengeschichte Südamerikas spanischer Zunge, loe. cit. 1965, C. N. R. S., XXXIX, París, 1965.
(Schmidt-Wolf IV S), 1963. ' H. Carrier y E. Pin, Sociologic du Christianisme. BibliograpJiie Inter-
" Heyer, véase nota 34; Erích Beyreuther, Die Erweckungsbewegung, nationale, Presses de l'Université Grégorienne, Roma, 1964; H. Carrier,
loe. cit. (Schmidt-Wolf IV R 1), 1963; Hans-Werner Gensichen, Missions- E. Pin y A. Fasola Bologna, Supplément 1962-1966, ibid., 1968.
geschichte der neueren Zeit, loe. cit. (Schmidt-Wolf IV T), 1961. 1
G. Cholvy, Sociologie religieuse et histoire: «Revue d'Histoire de l'Eglise
" Karl Kupisch, Die deutschen Landeskirchen im 19. und 20. Jahrhundert, de Francés, 55 (enero-junio 1969), 6.
loe. cit. (Schmidt-Wolf IV R 2), 1966, y anunciado: Gottfried Marón, Die * Bibliografía de los escritos de G. Le Bras en Etudes de droit canonique
katholische Kirche seit dem Vatikanum (Schmidt-Wolf IV N 2). dédiés á G. Le Bras, París, 1965.
124 J Gadille La sociología y la historia religiosa 125

cía en las rúbricas analíticas de las bibliografías anteriormente citadas 5 El im Este acercamiento entre ambas disciplinas es, por tanto, una adquisición
pulso debido al deán Le Bras no se ha traducido en obras históricas de con reciente, tanto mas fecunda cuanto que obliga a los sociólogos y a los histo
junto sino en fecha relativamente reciente, sobre todo a partir del año 60 las nadores del sentimiento íeligioso a corregir recíprocamente sus métodos Una
tesis de J Toussaert sobre las zonas rurales flamencas a finales de la Edad simple nomenclatura analítica de los estudios de sociología religiosa histórica,
Media (1959), de J Ferte sobre las zonas rurales parisienses en el siglo xvn en número aún restringido, no significaría mucho Este breve repaso de las
(1962), de Ch Marcllhacy sobre el orleanesado a mediados del siglo xix aplicaciones de la sociología religiosa a la historia incita más bien a una re
(1963 64) Obsérvese como, al contrario de lo que ocurre en los estudios de flexión crítica que desearíamos fuese imparcial con respecto a una y otra
sociología religiosa propiamente dicha, los ambientes urbanos quedan excluí
dos en estos otros trabajos Será preciso esperar hasta la publicación del libro
de G Cholvy para ver cómo son aplicadas por vez primera a toda una diócesis Se impone una primera observación con respecto a las fuentes Sabido es
las reglas de recuento de la sociología religiosa, en una obra que M Le Bns que hasta finales del siglo xvm no se afirman entre los filósofos, y también
califica en su prólogo como verdadero «discuiso del método» en esta materia entre ciertos prelados, las preocupaciones estadísticas de una cierta «matemáti
Esta tesis fue defendida en Montpellier en octubre de 1967 Su autor íecono ca social» Durante el siglo xix, los primeros obispos franceses deseosos de
ció que el principio esencial para la interpretación de la encuesta diocesana establecer unos cuadros precisos de la situación religiosa en sus diócesis fueron
realizada en un determinado domingo del mes de diciembre de 1962 era la los que pertenecían a la tendencia «católica liberal» Ri\et en Dijon, Ravmet
historia de esa misma diócesis Actualmente escribe esta historia por lo que en Troyes, Dupanloup, gracias al cual Marcllhacy ha podido disponer de una
respecta a todo el período concordatario, dando asi un elocuente ejemplo de documentación excepcional Sin embargo, las encuestas de este tipo y los m
lo que M Bloch llamaba el método regresivo 6 Un año más tarde, tomando los formes de visitas se preocupan mucho mis del estado de cuentas, del mobi
conjuntos humanos en su realidad compleja y reuniendo las ciudades y el ám liario, hasta de las casullas A ¡ortiori cuando se trata de períodos más anti
bito rural, F Boular y J Remy ponían de relieve la existencia de unas «regio guos, las estadísticas que el abate Toussaert ha conseguido establecer chocan
nes culturales», en las que veían el último factor explicativo de las disparidades con una ausencia casi total de cifras sobre la demografía Pero lo que ha de
de práctica religiosa Para elucidar esta noción de «región cultural», los auto someterse a critica es, sobre todo, el contenido religioso del gesto tomado en
res recurrían a la historia y a la familia como agente principal en la transmisión consideración No ha de descuidarse ningún signo, y para el catolicismo, el
de unas tradiciones7 Finalmente, el mayoi desarrollo relativo de algunas ru
cumplimiento de la obligación dominical, y sobre todo pascual, reviste una
bncas, como deserción religiosa, pluralismo religioso, historia de la práctica
significación mayor aún que para otras religiones, como se ha dicho' Ahora
tnesianismos, milenansmos y sincretismos, pero sobre todo cambios religiosos
y soctoculturales8, demuestra que los sociólogos de la religión prestan a la bien M Chaunu ha señalado, con razón, que la práctica casi unánime en el
historia un interés cada día mayor Ello no es accidental, sino resultado de la curso de los últimos siglos del Ancien Rígime era más bien expresión de con
insuficiencia de los mecanismos de condicionamiento sociológico clásicos en la formismo religioso que, con la Revolución, cambiaría de signo, pasando de
tarea de interpretar correctamente los niveles de práctica, asi como de la nece práctica a ausencia de ella Otro tanto podría decirse de las vocaciones sacer
sidad de recurrir a las senes largas dótales o religiosas, al menos hasta 1830, que podían depender de unas consí
deraciones relacionadas con el estado o la promoción social Ha sido, pues,
Los mapas de sociología religiosa tendían a traducir las diferencias en blo necesario interpretar los cntenos elegidos según el ambiente en que se inser
ques homogéneos e intangibles El recurso al tiempo histórico invita a una taban, seleccionando los más «cualificativos», aptos para detectar lo que G Le
mayor sensibilidad con respecto a las discontinuidades, las modificaciones del Bras llamó muy pronto «la vitalidad religiosa» En consecuencia, en las voca
sentimiento religioso que se producen de una a otra generación en el marco clones sacerdotales se tienen en cuenta más bien las vocaciones misioneras, de
de una misma región El resultado es una mayor sensibilidad con respecto a la adhesión del pueblo cristiano, el enrolamiento en aquellas obras de caridad
la plasticidad de esta psicosociología religiosa, en función de lo que G Cholvy individual que Dupanloup calificaba como «industrias del celo» Pero no hay
llama factores internos y externos, pero también en función del «acontecí que olvidarse de que L Perouas ha extraído de las senes más materiales —do
miento» nes ofrecidos al clero, cuentas de fábrica o financiamiento de construcciones
religiosas— valiosas indicaciones sobre el fervor religioso de tal o cual comu
* Preponderancia de unos 50 artículos i eferentes a las ciudades en el epi nidad de la diócesis de La Rochela, bajo el antiguo régimen, la búsqueda de
grafe parroquias (Sociología del cristianismo, 1964, 261 264) y desigual mi lo «cualitativo» no excluye el que se tomen en consideración los gestos más
portancia de los epígrafes mundo rural y ciudad triviales, más materiales, cuando se refieren a la institución eclesiástica Es
' G Cholvy, Géographic religieuse de l'Herault contemporavn (Publica cierto que este mismo autor ha tenido a su disposición una sene excepcional
tions de la Faculté des Lettres et Sciences de Montpellier, 32), París, 1908
' F Boulard y J Rémy, con la colaboración de M Decreuse, Pratiqve
urbaine et régions culturelles, Pal ís 1968 • Traullé, Problémes melhodologiques d'une recherche sur la signification
' Socwlogie du Christianisme Supplemcnt 192 194 y passim (¡plamessc «Social Compás1;» 11 (1961?) 37 46
126 J Gadüle La sociología y la historia religiosa 127

mente larga de registros de ordenaciones, pero también es verdad que ha descubrir unas situaciones singulares que son escenario de un juego complejo
puesto sumo cuidado en comparar este material con todas las demás fuentes de influencias
disponibles en lugar de tratarlo aparte Las partidas de bautismo han propor Sometidos a la prueba del tiempo, los tipos simples de explicación socio
clonado otra fuente para conocer otro dato el tiempo que se dejaba pasar para lógica se revelan ambivalentes Fijémonos en las influencias familiares, a las
el bautismo de los niños En este asunto han trabajado Diebold en el Eure, que el historiador ha de reconocer una fuerte capacidad determinante después
Bizeau en Chartres, Charpin en Marsella 10 Pero, como Cholvy ha demostrado, de los trabajos de Ph Aries
el que estas dilaciones se prolonguen es algo perfectamente compatible con el Ahora bien los mismos sociólogos 14, quizá a la vista del actual movimiento
fervor religioso allá donde las prescupciones canónicas se hacen menos ngu juvenil de protesta, hacen observar que la personalidad religiosa de los niños
rosas o simplemente donde ha disminuido notablemente la mortalidad infantil puede formarse perfectamente a contrapelo de las influencias recibidas Con
A la inversa, la fidelidad a los plazos cortos puede ser síntoma de conformis una visión mas general, el historiador experimenta cierto malestar cuando ve
mo ocasional en regiones cada vez más despegadas de lo religioso al sociólogo relacionar los diferentes niveles de edad de una población como
La sociología, pues, ha descubierto nuevas fuentes en estas «masas dur si se tratase de una sola y misma persona, deduciendo de una actitud adoptada
mientes» de que hablan economistas y expertos en demografía, pero el histo- a los quince años la evolución probable del comportamiento a los cuarenta,
riador tiene la tarea de enseñar a confrontar estos datos, a compararlos en la historia está llena de casos en que las actitudes de toda una población han
cuanto a sus fluctuaciones respectivas sobre el esquema de la larga duración, experimentado un giro completo en el curso de una generación
así, M Vovelle, que ha medido la religiosidad de la Provenza durante el último Hay otros criterios relacionados esta vez con las convulsiones económicas,
siglo del antiguo régimen valiéndose de las disposiciones contenidas en los que también resultan totalmente ambiguos Ciertamente, la sociología religiosa
testamentos y relativas a las fundaciones de misas votivas, y más recientemen parece haber establecido definitivamente que las variaciones de la práctica están
te según la distribución de la iconografía en iglesias u oratorios, así como de en relación directa con los niveles de ingresos y que en el ambiente obrero la
los retablos encargados por los fieles para celebrar la devoción a las almas del practica es inferior a la que se da entre las clases más elevadas 15 Pero ¿está
purgatorio M Agulhon ha demostrado la importancia de las cofradías para igualmente demostrado que la emigración actúa siempre en el sentido de un
captar la vida religiosa y social de estas mismas regiones " Pero si se pretende, desarraigo religioso, lo mismo en el caso de las poblaciones que se desplazan,
por el contrario, quedarse en el simple recuento de la práctica sacramentaría como los albañiles de la Creuse o los corsos, más fieles a las costumbres del
en una región, separándola además artificialmente de las corrientes exteriores «país» de lo que se suele pensar, que en el caso1 de las zonas del Languedoc,
que la atraviesan, en el marco limitado, por ejemplo, de la parroquia rural, se en que los montañeses o gavaches aportan consigo algo del fervor caracterís-
corre el nesgo de dar una imagen exacta, ciertamente, de la realidad, gracias tico de su Cévennes natal? Y lo mismo podría observarse acerca del proceso
a la abundancia de las fuentes últimamente recogidas, pero incompletas por de concentración en la agricultura y en la industria G Cholvy, como ya lo
la exclusión de materiales más clásicos (grandes obras de espiritualidad, ma hiciera P Bois, ha demostrado la importancia de la noción, completamente
nuales de enseñanza y de piedad ) " En vez de establecer una divisoria entre accidental, de residencia del gran propietario o del capitán de industria ¿Y qué
cultura religiosa de masa y sentimiento religioso de minoría, ¿no se deberá decir de los factores espirituales o intelectuales que influyen en el manteni
hablar más bien de intercambios recíprocos, como lo ha hecho M de Certeau miento o la alteración de la afiliación religiosa que más retienen la atención,
a propósito del siglo x v n en Francia? " De esta forma, el historiador, en vez como la escuela, la prensa, las sectas o las sociedades de librepensadores? Baste
de aislar tal o cual elemento de explicación, lo sitúa ante todo en su contexto, recordar las observaciones, que sorprenden por su convergencia, de G Cholvy
a fin de medir su «credibilidad», relacionándolo con todos los demás Su bus sobre la imposibilidad de captar la causalidad directa de estos factores Su
queda tiene por objeto no el sacar en claro unos tipos de explicación, sino el influjo se revela neutral, hasta de sentido contrario al que se les suele suponer
Así ocurre en el caso del contacto con los protestantes o con zonas de indife
" Cf «Archives de sociologie des religions» 19 (1965) 180 183, nota 122, rentismo, que suscita la formación de comunidades católicas más unidas o más
a propósito de F L Charpm, Pratique rehgieuse et formation d'une grande ricas en obras apostólicas A lo sumo, aquellos factores hacen pensar en los
ville , París, 1962, y F Boulard, Premiers itinéravres, 122 123
" G Vovelle, Vision de la mort et de l'au déla en Provcnce d apres les temperamentos regionales, en las «regiones» culturales cuya permanencia han
autels des ames du Purgatoire (XV-XX s ) , multicop y articulo de próxima reconocido F Boulard y J Remy, y que es lo único capaz de explicar las rup
aparición en «Annales», M Agulhon, Pénitens et Francs Macons de l'anciennc turas entre niveles de práctica de un lugar a otro y hasta en ambientes tan
Provence (L'histoire sans frontiere) París 1968
" J Ferté La vie rehgieuse dans les campagnes parisiennes (1622 1665),
París, 1962 Le Bras siempre ha propugnado una confi ontacion lo más ex
tensa posible de los datos más diversos protestando contra la limitación de ' H Carner, Psychosocw ogie de l apparlenance rehgieuse, Presses de
la sociología religiosa a los simples recuentos de la práctica l'Umversité Grégonenne, Roma, 1966 225 226
* M de Ceiteau, L'histoire rehgieuse reí au XVII' sidcle Problémes de " E Pin Pratique rehgieuse et elasses sociales dans une paroisse urbame,
méthode «Revue des se reí » (abril junio 1969) St Pothm a Lyon Pans 1956
128 J Gadüle La sociología y la historia religiosa 129

«autónomos» a prton como son las ciudades en relación con su entorno rural, pasado La juzgamos (la historia) como indispensable para la investigación
habría que pensar más bien en una simbiosis de las causas» "
También habrá de evitarse que esta noción de «región cultural» se con La ambivalencia de los criterios sociológicos de la «descnstiamzación» nos
vierta, como ya ocurrió con la de «temperamentos regionales», en una especie lleva a una critica mas radical que afecta incluso al mecanismo del razonamien
de ultima ratio, realmente algo irracional contra lo que vendría a estrellarse la to sociológico aplicado a la historia religiosa, en la medida, es cierto, en que
investigación Pero la salida está en el anáLsis histórico, éste permite encontrar éste pretenda atenerse a unos determimsmos 20
las «corrientes» que poco a poco han ido imponiendo una cierta mentalidad Se ha observado que, de todos los fenómenos característicos de la historia
religiosa rasgos originales de la catequesis, que, por vía de transmisión oral, de las sociedades, el factor religioso era quiza el que presentaba menor plasti
ha sido, junto con la iconografía y los mitos populares, un agente privilegiado cidad, los caracteres adquiridos de mayor o menor fidelidad religiosa sorpren-
de la vida parroquial " Leroy Ladure y Cholvy a continuación han subrayado den por su persistencia Las disparidades halladas en el plano de las diversas
el papel que en apoyo de la evangelización han desempeñado la lengua, los reglones culturales vuelven a darse en larga duración y no sufren modificación
sino muy lentamente 2I Sin embargo, a escala regional la práctica experimenta
dialectos locales Las influencias religiosas han quedado ampliamente deter
oscilaciones del sentimiento religioso de ciclo más corto, que son debidas a los
minadas por la predicación y las misiones, que vienen a ser como la prolon
grandes acontecimientos generadores de traumatismos en la conciencia social,
gación de la catequesis, después del estudio de Sevnn, los trabajos recientes
Marcilhacy ha hecho su estudio por lo que concierne al orleanesado y en re
del padre Berthelot du Chesney, de L Pérouas para los siglos x v n y xix y
lación con el Syllabus A la inversa, todos los historiadores de la Iglesia se han
de P Huot Pleuroux ponen de relieve el interés que revisten los informes de
sentido sorprendidos por esos periodos de renacimiento, de «marea alta» espi-
las misiones interiores que ya había señalado por primera vez G Le Bras "
ritual que corresponden, por ejemplo, a la primera mitad del siglo x v n , a la
Todos estos medios de evangelización remiten, en definitiva, a unas teo Restauración, a los años treinta del siglo xx22 No menos chocante es la ob
logias, o más exactamente, a las categorías de espiritualidad y de teología que servacion de que este «despertar» suele producirse, generalmente, en completo
la enseñanza del seminario inculcó a los jóvenes clérigos L Pérouas está ter desacuerdo con las condiciones materiales y espirituales, que, por el contrario,
minando su tesis sobie este tema Nada hay más instructivo al respecto que deberían haber contribuido a un declinar del sentimiento religioso Sin nece-
la obra pastoral —y sus efectos a largo plazo— emprendida por los obispos sidad de evocar el estado de barbarie en que habían caído las zonas rurales
corsos, y especialmente por Alexandre Sauli, aplicando a sus diócesis los es francesas cuando San Vicente de Paul empieza a evangelizarlas, la idea de
quemas de la contrarreforma tndentina " Pero de este estudio se destaca tam misión, la misma sociología religiosa, ¿acaso no han nacido de una comproba
bien la coincidencia entre el éxito de esta reforma y el traumatismo profundo ción del estado de «descnstiamzación» en que se encontraba la «hija primo-
provocado por las guerras entabladas por Sampiero Corso contra Genes la génita de la Iglesia» 5 Y a la inversa, la riqueza de instituciones, un aparente
afirmación de la personalidad corsa ha ido de la mano con la elaboración de estado de prospeadad eclesiástica, muy bien pueden ocultar una real insufi
una nueva personalidad religiosa Junto a los sistemas teológicos, y muchas ciencia de la calidad religiosa
veces en relación con ellos el acontecimiento ocupa su propio puesto Es lo Además, nada parece tan ambiguo como la expresión «éxito cristiano» o
que Marcilhacy llamaba «la parte de la historia» «cristiandad lograda» a que se refieren Boulard y Remy en su último libro B
Esta parte se presenta revestida de una importancia tal, que la sociología Ciertamente tienen razón al apelar, como criterio definitivo, a un elemento
histórica se confunde cada vez más con una historia de la pastoral y se llega «religioso especnco», pero este ultimo, ¿podra traducirse únicamente por la
incluso a ver motivos para considerar la historia como la vertiente normativa oposición entre «país religioso» y país que presentaría menores disposiciones
de la sociología religiosas? ¿En qué medida puede hablarse, desde un punto de vista histórico,
«Toda sociedad religiosa vive en el tiempo —escribe el deán Le Bras— de «países cristianos»? 24
\ no podemos resolver, ni aun siquiera plantear, sus problemas sin recurrir al Finalmente, parece más justo mantener una relación entre medios de evan-
gelización y «cultura», en el sentido histórico del término, de un grupo hu-
* Cf los últimos capítulos de T B Neveux T fe <ípir fuelle et vie sociale
entre Rhtn et Baltique au XVII' siécle de T Arrult a P J Spener, París, 1967
" P Berthelot du Chesnay, Les missions de St Jean Eudes Contnbutton " En Traite de sociologie (Gurvitch t II, 93 París "1968)
a l'histoire des missions en France au XVII' siécle, París 1967, L Pérouas " Cosa que rechaza E Pin, Essais de sociologie rehgieuse París 1967 261
Le dxocése de la Rochelle de 1648 a 1724 Sociologie et pastorale París, 1964 " Cf J Gadille La pensée et l action pohtiques des eveques frangais au
Mémmre des missions det Montfortains dans l'Ouest (1740 1779), Poitlers debut de la III' Bepublique 1870 1883, París, 1967 197 199
1964 P Huot Pleuroux, La vie chretienne dans le Doubs et la Haute Saónc " A Latreille E Delaruelle y R Remond, Histoire du cathohcisme fran-
de 1860 a 1900 d'aprés les comptes rendues des missions paroissialeí, Besan jáis, París, 1960 1962
con, 1966 " Pratique urbaine , 111, 118
" F J Casta, Evíques et curi s corsés dans la traditwn du Concite de " Cf L Pérouas Constrastes regionaux au XVII s dans le diocése de la
frente (1570 1620) Ajaccio 1965 (Coi se histonque V= année) Rochelle «Archives de soclologie des religions», 15, 1963, 121

9
130 J. Gadille La sociología y la historia religiosa 131

mano; podría admitirse un «éxito» allá donde esta relación sea concordante Sabido es que esta perspectiva sociológica ha permitido a E. Poulat en su
y armoniosa, donde la vida social esté efectivamente «informada» por la reli- último libro esclarecer la historia de los sacerdotes obreros, el modernismo y
gión. Pero la historia produce la impresión de que semejante equilibrio, lejos el integrismo. H. Carrier llega a sacar la conclusión misma que se expresa en
de permanecer «fijo», siempre está amenazado, en precario, incesantemente la fórmula de Polibio: Religio praecipuum húmame societatis vinculum27.
puesto en tela de juicio, y ello tanto más cuanto que en el seno de un mismo ¿Habrá un empeño más admirable que el de intentar con respecto a las reli-
grupo varían mucho los enfoques religiosos, en función incluso de las estra- giones y a las sociedades de la era cristiana lo que Fustel realizó en su Cité
tificaciones sociales K. antique? No habría ya historia religiosa, sino historia de las sociedades reli-
giosas. En vez de poner la historia en el lugar de la sociología, sería más bien
Por encima de todo, sería pueril sacar la conclusión de que semejante exa-
ésta la que sometiera la historia a su propio objeto. Entiéndase en qué pers-
men crítico de la sociología por la historia religiosa significa que las perspec-
tivas y los métodos de ambas disciplinas deben permanecer mutuamente ex- pectiva: no tratando de reducir lo religioso a simple expresión de unas nece-
traños. La verdad es todo lo contrario, y la conclusión correcta es que las dos sidades sociales, limitándose a una patología de lo sagrado, presentando las
son necesariamente complementarias26. manifestaciones religiosas exclusivamente como un exudado de oscuras re-
beldías o de inconscientes luchas sociales. Más bien la idea sería demostrar
Durante demasiado tiempo, la historia religiosa se limitó al estudio de los cómo, en la historia de un cuerpo social, se han ido definiendo poco a poco
testimonios, de lo singular, de la minoría selecta formada por santos y héroes, las expresiones y las instituciones religiosas con vistas a responder más ade-
perdiendo de vista el soporte imprescindible de toda vida eclesial, la piedad cuadamente a unas necesidades religiosas específicas, a través de unas formas
popular, las formas del compromiso religioso de los más humildes. Se ha lle- siempre cambiantes en su evolución. Tomando de nuevo esta noción de «región
gado, de esta forma, a confundir la historia de las iglesias con la de sus jefes cultural» descubierta por la sociología, ésta pediría a la historia que ponga en
espirituales, con las posiciones adoptadas por éstos en la cátedra o en la prensa. claro cómo ha sido que una determinada cultura se ha asimilado el mensaje
Al desatender la presión singularmente poderosa que ejercían las necesidades evangélico hasta el punto de identificarse con él, mientras que otra cultura lo
espirituales y la opinión media de la masa, se ha corrido el riesgo de dar una
rechazaba.
imagen deformada de la realidad; es así como G. Cholvy ha desacreditado el
En vez de permanecer indiferentes, y menos aún extrañas la una a la otra,
esquema habitual de una supuesta enemistad entre sacerdotes y maestros a
comienzos de este siglo, mediante minuciosos recuentos con los que se prueba sociología e historia religiosas se unirían entonces en una forma de explicación
que las relaciones de mutua estima prevalecían ampliamente sobre la descon- más rigurosa y más elevada.
fianza, y precisamente en un departamento que es bien conocido por sus anta- J. GADILLE
gonismos apasionados. Los recuentos, y luego la explotación de todos los datos
estadísticos conservados en esas «masas durmientes» que las parroquias consi-
deran como un precioso patrimonio, son para el historiador un primer paso
de simple honestidad intelectual. Hoy no puede hacerse historia del género
llamado «clásico» prescindiendo de esa tarea, y éste ha sido el enorme servicio
que le ha hecho la sociología: llamar su atención sobre las riquezas contenidas
en los informes de misiones, las visitas pastorales o los simples registros de
bautizados.
Decir que la sociología constituye el cimiento previo de la historia religiosa
es aún muy poco. Habiéndole recordado a ésta oportunamente cuáles son las
fuentes populares de la religión, vienen después los análisis sociológicos para
devolverle lo que debiera haber sido siempre su objetivo esencial: la traduc-
ción religiosa de los ideales que se fija a sí mismo un grupo social, más que la
historia de la institución religiosa por sí misma. En numerosos lugares de su
obra más reciente, H. Carrier recuerda que hay muy pocos comportamientos
tan «comprehensivos» como la conducta religiosa, y que la experiencia reli-
giosa constituye un medio privilegiado de síntesis social.

" H. Carrier y E. Pin, Essais de sociologie religieuse, 105-123.


" E. Passerin D'Entreves, Sociología e Storla religiosa: «Sociología», I,
1968, 151-162. " H. Carrier, Psychosoaiologie de l'appartenance religieuse..., 269.
La Facultad de Teología 133
¿Cómo puede adaptarse el estudio de la teología a las exigencias prácticas de
nuestro tiempo? ¿Cuál es el sentido propio de la teología? ¿Cómo se ha de
cultivar la teología en el siglo x x ? ¿Es que se puede conciliar en absoluto con
nuestra concepción actual de la ciencia el hecho de que la Facultad de Icolo
gía pertenezca a la Universidad? ¿No está, en realidad, ya pasada de moda la
Documentación Concilium * Facultad de Teología, y, en consecuencia, no sería la tarea de los teólogos des
enmascarar a la teología y las iglesias y, en fin, liquidarlas ? Frente a estas inte
rrogantes de los estudiantes se choca frecuentemente en los círculos de los
profesores con una actitud de pasividad 4
LA FACULTAD BE TEOLOGÍA ENTRE EL AYER Y EL MAÑANA Pero ¿no se podrían interpretar a su vez esos interrogantes de otro modo,
estimándolos más bien como un signo de la vitalidad de la Facultad teológica,
la cual una vez más se arriesga a colocarse en lo más avanzado de ese frente
La Facultad de Teología pasa, desde hace algunos años, por una situación que es la discusión en torno a la Universidad?
difícil en cuanto instituto de formación eclesiástica Por todas partes, a excep-
La creciente inquietud en las Facultades se debe a diversos motivos, se
ción de Polonia, se registra un descenso de alumnos que quieran prepararse
debe en parte a su propia historia, que se entrecruza con la de la misma Uni-
para el ministerio eclesiástico En buena parte se puede hallar el motivo de versidad, así como a las transformaciones de las ciencias, y en parte al acon-
este descenso en la inseguridad que sienten los alumnos con respecto a la figura tecer eclesiástico y social En la primera parte del estudio dirigiremos una mi
del hombre investido del ministerio eclesiástico, razón por la cual muchos de rada retrospectiva a la historia de la Facultad de Teología conforme a las pu-
ellos recelan de una vinculación a la Iglesia ministerial' blicaciones más recientes, a fin de poder así llegar a un conocimiento más per-
Por otra parte, aumenta el número de estudiantes que se inscriben en fecto de sus actuales dificultades En la segunda parte presentaremos algunos
disciplinas teológicas movidos únicamente por interés, en la esperanza de hallar nuevos programas de estudios y tocaremos brevemente algunas innovaciones
en la teología una solución para sus problemas especulativos y vitales Esta introducidas en África De este modo, tal vez veamos que comienzan a dibu-
creciente laicización de la teología se está llevando a cabo actualmente en los jarse en el horizonte algunas posibilidades de superar la crisis de la Facultad
Estados Unidos, en los pueblos de habla alemana y en los Países Bajos 2 , es teológica
decir, en los países que se anticipan en la evolución de la Iglesia
Además, apenas existe una Universidad en el mundo en la que la Facultad
HISTORIA DE LA FACULTAD DE TEOLOGÍA
de Teología no se haya convertido en los últimos años en permanente foco de
perturbación Se trata aquí de un fenómeno que se puede observar por encima Originariamente, facultas significa tanto como profesión, es decir, que las
de las fronteras confesionales lo mismo en Sudaménca que en Estados Unidos, diversas Facultades proporcionan una formación profesional 5 Hacia finales
en Italia y en los Países Bajos, en Francia y en Alemania, en España y en del siglo x n surge en París, Bolonia, Oxford y Cambridge una nueva asocia-
África, etc En todas partes se registran discusiones, protestas y «contestacio- ción la «umversitas magistrorum et scholanum», como se la llamó primera-
nes» 3 Y el núcleo de las discusiones lo constituyen cuestiones como éstas mente en París 6 Esta asociación se organiza en cuatro Facultades tres supe-
riores (las de Teología, Derecho y Medicina) y una inferior la de Artes, que las
* Bajo la responsabilidad del Secretariado General
1
H Thielicke, Ober die Angst des heutigen Theologiestudenten vor dem
geistlichen Amt (Sammlung gememverstandlieher Vortrage und Schriften * Asi, C Gestrich describe la situación de las Escuelas Superiores en
aus dem Gebiet der Theologie und Religionsgeschichte, 247), Tubmga, 1967 Zutrauen zur Theologie Eme Besinnung uber Theologiestudium und kirch
hches Amt «Evang Komentare», 3 (marzo 1970), 139-144
' H Schuster, Die Chance der Lamtheo ogen. «Diakoma/Der Seelsorger» '
(1970), 2), 73s, H Pompey y J Dirnbeck, Aufgaben fur Laientheologen, o c , * R Meister, Beitrage zur Grundungsgeschichte der mittelalterlichen
Vniversitat «Anzeiger der phil hist Klasse der Osterr Akademie der Wissen
118 124, C Ellis Nelson, Chwrch Education and the Teachmg of Religión m sehaften», 4 (Viena, 1957), 37
the Public Domam, en Theological Education, vol III, n 2, Wmter, 1967, 1
pp 384 395 H Schmidmger hace una síntesis sobre la investigación en Zur Entste
1
Documentación sobre las acciones de protesta de los estudiantes de teo hung der Universitat im Mittelalter, en Forschung und Bildung Aufgaben
emer katholischen Universitat, Friburgo, 1965, 127 141 Para la historia de
logia evangélica en Alemania, en el volumen de miscelánea Theologiestuden las diversas universidades se utilizaron St d'Irsay, Histoire des Universités
ten 1969 editado por E\angehsches Verlagswerk, Stuttgart, 1969 Una paño francaises étrangéres des origines a nos jours, 2 vols, París, 1933 1935,
rámica sobre las opiniones de los teólogos católicos contestatarios en el volu H Rashdall, The Universities of Europe m the Miedle Ages, 3 vols, nueva
men de la Fischerbuchereí KriUscher Kathohzismus Argumente gegen die edición por F M Powicke y H B Emden, Oxford, 1936, A Franzen, Vm-
Kirchen Gesselschaft, publicado por Ben van Onna y M Stankowski, Franc- versitaten, en Lexikon f Theol u Kirche, 10' (1965), 510 517, L1 Petry,
fort Hamburgo, 1969 También el fascículo Student enKerk, en Tegenspraak, Universitat (Histórico), en Religión m Gesch u Gegenwart, VI (1962),
1970 1165 1170
La Facultad de Teología 135
134 Secretariado General
tema libremente propuesto Todavía no se puede hablar por ahora de un an
más de las veces se articula según cuatro naciones La Universidad nace en quilosamiento de la escolástica
tiempos de florecimiento económico en Europa Durante el siglo x n se habían La Universidad de París constituye el centro de los estudios teológicos, en
desarrollado nuevos métodos para la teología, la jurisprudencia, medicina y ella estudiaron y enseñaron casi todos los teólogos célebres Hasta la guerra
filosofía, a los cuales no podían satisfacer las escuelas conventuales y cátedra de los Cien Años contra Inglaterra no perdió su destacada posición, al produ
líelas 7 Al mismo tiempo se plantearon más graves exigencias a la formación de cirse la emigración de profesores y estudiantes " Los papas de Avignon difi
los que habían de ser altos funcionarios regios, imperiales o eclesiásticos La cuitaron también la creación de Facultades teológicas en las nuevas Umversi
Universidad pasa a ser por ahora casi el único punto de encuentro de la ense dades de Cracovia (1364), Viena (1365), Pees Funfkirchen (1367) El motivo
ñanza y la investigación, de suerte que podemos hablar de una posición de de ello ha debido residir en el apoyo a París, el temor de nuevas herejías y
monopolio En sus estatutos se determinan los programas de enseñanza, la acaso también, en los celos de la Universidad de Praga (1348)" A pesar de
concesión de la licentia docenal y la distribución del año escolar Un estudiante todo se encuentran en Europa a fines del siglo xiv diversos centros en los
de teología en París en aquel tiempo tenía que estudiar primeramente cinco que se cultiva la teología No vamos a entrar aquí en la cuestión de las dispu
años en la Facultad de Artes antes de ser admitido al estudio de la teología, tas de las diversas escuelas, nos parece más importante señalar los esfuerzos
que duraba ocho años Ya en la Facultad de Teología se explicaba la Sagrada de los teólogos por el bien de la Iglesia Solamente quisiéramos recordar aquí
Teología durante los primeros cuatro años y a continuación las Sentencias de las reclamaciones de un Juan Wicleff y Juan Huss, que propagan la vuelta de
Pedro Lombardo 8 Sólo unos pocos alumnos alcanzaban el término final de la Iglesia a situaciones bíblicas Los teólogos alcanzan su máximo influjo du
los estudios el doctorado La mayor parte de ellos abandonaban antes la Um rante el cisma La Universidad de París —lo cual quiere decir precisamente
versidad y tomaban posesión de algún cargo Ya estaban adiestrados en el los teólogos— se declara por la eliminación del cisma, para lo cual reclama
método escolástico, que se compone de cuatro pasos 1) Lectura de un texto la celebración de un concilio
(lecho) 2) Planteamiento de un problema (quaestio) 3) Discusión del pro En el Concibo de Constaza, los teólogos celebran los más grandes tnun
blema (dtsputatto) 4) Solución del problema (determtnatto) ' Este florecí fos 1! Juan Gerson defiende allí la supremacía del Concilio sobre el papa y la
miento intelectual del siglo XIII no se puede explicar sin la incorporación de deposición de un papa por herejía y simonía Pero antes había demostrado su
Aristóteles Sus obras suministraban el material para una nueva investigación ortodoxia al calificar a J Huss como mcurso en herejía " De este modo, quena
científica, es decir, metódica No se llevó a cabo sin graves luchas 10 la adop el patentizar que no se puede confundir a los concihanstas con los herejes, sino
ción del pensamiento aristotélico en la teología, pero al final de ellas se levanta que aquéllos se sienten y saben responsables de la pureza de la doctrina de
la síntesis de Tomás de Aquino, que adjudica a la filosofía un lugar en la la Iglesia Desgraciadamente no se llegó a pesar de todo en el Concilio de
«sacra doctrina» La filosofía obtiene tres funciones que debe desempeñar en Constanza a una reforma de la Iglesia en la cabeza y los miembros
la explicación de la fe debe demostrar los preámbulos de la fe, ilustrar el con Estamos mucho peor informados acerca de la situación de las Umversida
tenido de la misma por medio de la analogía y, en fin, rechazar las objeciones des durante el Renacimiento y Humanismo en comparación con lo que sabe
contra la fe En el fondo, se justifica así intelectualmente el lugar de la teología mos de los comienzos de la Universidad El Instituto de Historia de la Um
y de la Facultad teológica en la Universidad " versidad de Ginebra ha publicado algunos estudios y documentos sobre este
Fue de gran importancia para el desarrollo posterior de la Umversidad el período " Se pensaba anteriormente que la Universidad había cambiado poco
aprender a pensar científicamente de la mano de los textos antiguos Se llegó hasta los siglos x v n y XIII ", se habían conservado los estatutos medievales
a obtener conocimientos nuevos gracias a la asimilación de las obras recibidas
y no tanto por los experimentos En primer lugar estaba el argumento de auto * Descube la situación de la Umveisidad de París A G Weiller en Hem
ndad Sin embargo, los escolásticos interpretaron las «autoridades» muy libre nch von Gorkum (\ 1431) Su posición en la filosofía y la teología de la Edad
mente, casi con manipulación ,2 Anualmente se celebraban disputas sobre un Media tardía, Hüversum Colonia 1962, 17 38 Hemrich von Gorkum estudio
v enseñó allí de 1395 a 1419 después pasó a la Universidad de Colonia
" R Meister, op cit, pp 43 46
15
A Franzen, Das Konzil der Einheit Einlgungsbemuhungen und Lonzilia
P CUssen Die Hohen schulen und die Gesellschaft if 12 Jahrhundcrt re Gedanken auf dem Konstanzer Konzil Die Dekrete «Haec sancta» und
«\ T achrichten der Giessener Hochschulgessellschaft» 33 (1964), 145 157 «Frequens», en Das Konzil von Konstanz Beitrage zu semer Geschichte und
' J Le Goff, Das Hochmittelalter «Fischer Weltgeschlchte», 11 (Franc Theologie, Friburgo, 1964 69 112
fort Hamburgo, 1965) 256s " P de Vooght, Jean Hus et ses juges, op cit, 152 173
' 0 Op cit, p 258 " Les Vniversites Européennes du XIV° au XVI' stécle (Actes du Colloque
M D Chenu, La Iheologie comme iciencc au XIII' siécle Paus '1957 International á l'ocassion du VI« Centenaire de l'Umversité Jagellonne de
67 921 Cracovie 6 8 Mal 1964), Ginebra, 1967
Op cit, pp 88s " S Stellmg Michaud pretende corregir esta opinión, véase Quelques re
" El problema de la importancia de las «Auctontates» lo trata amphamen marques sur l'Histoire des Universités a l'époque de la Renatssance, op eit
te M D Chenu en La Ihéologie au douzíéme siécle en Etudes de Philophie 78ss
mediévale XLV, París '1966 353 365
136 Secretariado General \ La Facultad de Teología 137
\
la organización de las Facultades en forma de pirámide, las mismas corporacio Wittenberg Fue como profesor de Universidad como llegó a su convencitmen
nes, exámenes, grados académicos y diplomas Pero juntamente pueden cons-
to de reformador y reunió en torno a sí estudiantes que más tarde difunden
tatarse algunos fenómenos de decadencia, tales como el rígido aferramiento al
su doctrina por Alemania y el norte de Europa Así fue como Wittenberg se
sistema escolástico heredado y al método de enseñanza, así como un fuerte
retroceso de los medios de financiación de la Universidad Cambia la proce convirtió por algunos años en algo semejante a Roma y París Por su misma
dencia social de los estudiantes, desaparece la figura del estudiante pobre vida crea Lutero un nuevo tipo de párroco todavía influyente hasta en nuestro
porque disminuyen las becas y porque la Iglesia ya no está en disposición de mismo tiempo El párroco luterano es un erudito (doctus) que ha estudiado
admitir a sus cargos a los estudiantes diplomados de la Universidad La Uní en la Universidad, está casado y pertenece a la burguesía
versidad se convierte en asunto de aristocracia y burguesía Los humanistas La mayor parte de las Universidades alemanas se declaran por la antigua
la atacan duramente en sus polémicas y le reprochan su anqmlosamiento y Iglesia, pero son obligadas a ceder en parte a la Reforma Melanchton concibe
falta de espíritu científico, aun cuando ellos mismos habían sido educados en una Universidad en la que se emparejan Reforma y Humanismo24 Si se con
la Universidad fronta la teología que se enseñará en las generaciones siguientes, se encuentran
muchas coincidencias entre la teología ortodoxa de los protestantes y la de los
Una verdadera renovación del estudio arranca de aquellos colegios que en jesuítas Ambas caen bajo el método escolástico En las contiendas doctrinales
crecido número se fundan en los siglos xv y xvi " Ahora se estudia en clases, dentro del propio campo, como, por ejemplo, las discusiones entre jansenistas
y el nombre de colegio se aplica también a la lección que en él tiene lugar y jesuítas en Francia, se desuellan mutuamente, de modo que se puede cons
Aquí es donde propagan los humanistas sus ideas, enseñan las lenguas clásicas
tatar en la dogmática una pérdida de sentido de la realidad Mientras que to
y la literatura clásica Los Colleges de Oxford y Cambridge han conservado
davía en el siglo xvi se consultaba a las Facultades teológicas sobre decisiones
hasta el día de hoy las tradiciones de aquellos colegios El más célebre de ellos
fue el Collegiutn trilingüe2", que Erasmo de Rotterdam cofundó en Lovaina importantes de la Iglesia pidiendo su consejo o en asuntos de los países
Fue el modelo del futuro College de France e influyó en las Universidades (Lander), como en Wittenberg, o como también durante el Concilio de Trento
españolas del Siglo de Oro Ignacio de Loyola y Francisco Javier, Calvmo y las comisiones de teólogos discutían por su parte, en primer lugar, todos los
Wilhelm Farel estudiaron en semejantes colegios en París, por eso no es de decretos conciliares, en adelante su influencia se reducirá al mínimo El Con-
extrañar que la «Ratio Studiorum» de la Compañía de Jesús tenga muchos cilio Tridentino reformó radicalmente la formación sacerdotal de la Iglesia
elementos comunes con el «Ordre du Collége» de Calvino2I católica prescribiendo la erección de seminarios para sacerdotes en todas las
diócesis25 En estos seminarios sacerdotales, en su mayoría dirigidos por los
El humanismo cristiano de Erasmo halla su expresión más plena en la jesuítas, había de recibir el futuro clero una formación mejor que la anterior
Universidad de Alcalá de Henares, fundada en 1526 n El cardenal Cisneros para poder competir mejor con los pastores protestantes El programa de estu
creó aquí una Universidad que estaba libre de la presión de la Inquisición y dios no ha debido diferenciarse mucho del de los jesuítas
no dependía de la anticuada escolástica de Salamanca El núcleo central de la
La situación de las Universidades en el siglo xvn es comprensiblemente
Universidad lo constituía la teología, la cual no quedó limitada a la dogmática
deficiente Viven al margen del pensamiento de su época sin que el pensa
Se cultivaban con afán las lenguas bíblicas Tenían derecho a la palabra el
tomismo, el escotismo y el nominalismo El objetivo de esta Universidad era miento filosófico y los descubrimientos científicos encuentren en ellas un
crear una esfera de libertad intelectual y educar y formar a los estudiantes lugar Pero al fin de este siglo xvn, el jurista Thomasius desarrolla en la re-
como verdaderos europeos La Facultad teológica no pone aquí su empeño en cién fundada Universidad de Halle (1694) ideas que están cargadas de futuro
la formación sacerdotal, sino en una formación cristiana Uno de sus mayores Es ahora de la ciencia del derecho de donde proceden los estímulos para el
alumnos fue Juan Luis Vives, que más tarde será llamado a Oxford y París, procedimiento científico en general Se reúnen e investigan documentos jurí
entre otras Universidades dicos, se intenta desarrollar un método histórico Freiherr von Munchhausen
se inspira para la fundación de la Universidad de Gotinga (1737) en el criterio
Reforma y Contrarreforma fueron decisivas para las Facultades de Teo de Thomasius «La ciencia debe formar hombres que puedan ser empleados
logia23 Martín Lutero alcanza una posición dominante en la Universidad de en el mundo»26 Los estatutos de la Facultad teológica son, en lo esencial, una
" Op cit 79s
" H de Voght, History of the Foundation and the Rise of the Collegium te «Festgabe Joseph Lortz» Badén Badén 1958 Glaube und Geschiehte, II
Trilingüe Lovanwnse, 1517 1550 (Umversite de Louvam, Recueil des Travaux 317 353 esp 327
d'Histoire et de Philologie, III5 Sene, n 42, TV" Serie, nn 4 5, 10), 4 vols , " M Stemmetz Die Konception der deutschen Univcrsitaten im Zeitalter
Lovama, 1951 1955 von Humanismus und Reformation, en Les Universités Européennes , 114-
" S Stellmg Michaud op cit, p 80 127, esp 121ss
" Sobre lo que sigue véase M Bataillon, Erasmo y España, México, " H Jedin, Das Leitbild des Priesters nach dem Tridentmum und dem
'1966 22 72, 154 166, 339 361 699 705 Vaticanum II «Theologie und Glaube» 60 (1970, 2), 102 124
" L Petry, Die Reformation ais Epoche der detschen Universitatsgeschich " Gotz von Selle, Universitat Gottmgen Wesen und Geschichte, Gotinga
1953 p 26
138 Secretariado General f La Facultad de Teología 139

concepción del teólogo de Helmstedt L Mosheim, situada en un moderado primeros años se han de enseñar las disciplinas introductorias enciclopedia
término medio entre ortodoxia, deísmo y naturalismo 2 ' Se prohibe en aqué teológica, historia de la Iglesia, hermenéutica, patrología, historia de la litera
líos a los miembros de la Facultad ejercer censura alguna sobre obras de tura teológica A continuación siguen las materias propiamente teológicas
medicina, derecho y filosofía y acusar de herejía a sus colegas de otras Facul dogmática, moral, derecho canónico, y pastoral y apologética en cuanto a teo
tades Además, los teólogos no debían atacarse mutuamente o ridiculizarse logia práctica Además, las asignaturas secundarias arqueología, geografía
Con ello no se ha de fomentar la carencia de posiciones fijas, sino más bien bíblica, historia de las religiones, historia de los dogmas, historia de las hete
dificultar las polémicas del siglo x v n Los libros simbólicos de la iglesia evan jías, derecho decretal, ciencia de los símbolos, liturgia, catequética y homiléti
gálica permanecen como fundamento dogmático, pero la teología científica se ca 32 Esta reforma es llevada a cabo por el mismo estado, el cual tiene interés
orienta hacia la historia Los profesores no sólo han de hacer doctos a los en que el clero esté bien formado 33 Pero esta reforma de los estudios teo
alumnos, sino también prepararlos para el ministerio pastoral Pocos años lógicos no puede hacerse notar sino lentamente porque no se dispone de sufi
más tarde erige Von Munchhausen la «Akademie der Wissenschaften» de cíente personal docente capacitado
Gotinga 28 De este modo, quiere volver a vincular la investigación a la Uní Hasta principios del siglo xix no puede volver a competir en el aspecto
versidad, cuya misión concibe como una alianza de investigación y enseñanza, científico la teología católica con la protestante Así, por ejemplo, la escuela
para lo cual establece las primeras condiciones El modelo de la Universidad católica de Tubinga 3 * ya está familiarizada con la filosofía del idealismo y de la
de Gotinga consigue muchos imitadores, entre ellos la Universidad de Berlín, nueva investigación histórica lo mismo que sus colegas protestantes Además,
fundada en 1810 2 ' Indudablemente, esta última asocia la praxis de la de Go encontramos en algún teólogo de Tubinga el compromiso por una reforma de
tinga con la concepción que Fichte tiene de la ciencia y con el ideal de forma la Iglesia, como en la obra de J B Hirscher Die kirchltchen Zustande der
ción propio del Romanticismo La filosofía del idealismo se convierte aquí en Gegenwart (La situación eclesiástica en la actualidad) (1849) 3S Pero todavía
portadora del pensamiento acerca de la Universidad, de la umversitas httera no había llegado el tiempo oportuno para que madurasen sus propuestas
rum Schleiermacher, que fue el primer teólogo de la Universidad de Berlín, Después de la muerte de Hegel en 1831, habría que situar una paralización
intenta señalar a la teología su lugar entre las ciencias 30 , peto en el fondo está del espíritu filosófico y artístico La reacción que siguió a la fracasada revo-
demasiado ligado a la concepción fichteana Sus sucesores acatan la concepción lución de 1848 prepondera en la vida política e intelectual En las ciudades
ortodoxa y fiel a la Iglesia se origina un proletariado de masas, consecuencia de la revolución industrial,
En 1773 es suprimida la orden de los jesuítas y se produce en las Univer distanciado en buena parte del influjo de las iglesias El clero pertenece a una
sidades católicas una profunda transformación, ya que la orden tenía en sus clase más elevada y carece del suficiente sentido del proceso social Además,
manos casi toda la educación de la Europa católica y ahora debía abandonar las ciencias naturales emprenden ahora su victoriosa campaña sobre la Um
su posición Durante los doscientos cincuenta años de su existencia no había versidad y suplantan, entre otras cosas, el concepto idealista de la ciencia por
adaptado su programa de estudios a la nueva evolución, concretamente a la el positivista suyo, hacia el cual se orientarán también en adelante las mismas
aparición de las ciencias históricas Pero en los países austríacos se reforma ra ciencias del espíritu La filosofía atea, así como los resultados de la crítica
dicalmente el estudio de la teología bajo el reinado de María Teresa y José I I 3 1
Se restringe la teología especulativa mientras que se fomentan expresamente " D C Scherer, Geschichte und Kirchengeschichte an den deutschen Uní
la práctica y la histórica El estudio se orienta decididamente a la práctica pas i ersitaten Ihre Anfange tm Zeitalter des Humanismus und ihre Ausbildung
toral futura Se pretende salvar el retraso producido en las disciplinas histo zu selbstandigen Disziphnen, Fnburgo de Br , 1927, 399s
ricas con respecto a las Universidades protestantes El plan de Rautenstrauch " Kant describe así la misión de las Facultades según la razón (es de
cir, objetivamente), serían como los resortes que el Gobierno puede utilizar
en el año 1774 prevé cinco años para el estudio de la teología En los dos para su fin (para ejercer influjo sobre el pueblo), estarían en el orden si
guíente en primer lugar, el bien eterno de cada uno, después, el social de
cada uno como miembio de la sociedad, finalmente, el bien corporal (una
' Op cit, pp 19s vida lai ga y sana) Der Streit der Fakultaten, en Kant Studienausgabe, pu
' Sobre los estatutos de la Facultad Teológica de Gotinga, véase op cit, blicado por W Weischedel, VI (1964), 283 «En una Universidad debe existir
p 40 la Facultad de Filosofía En atención a las tres superiores, ella sirve para
'• Acerca de la Fundación de la Universidad de Berlín son muy mstructi controlarlas , porque sobre todo importa la verdad, pero la utilidad que
vos los documentos contenidos en el volumen Idee und Wirkhchkeit emer las Facultades superiores prestan al Gobierno es sólo un elemento de segunda
Universitat Dokumente zur Geschichte der Friedrich Wilhelms Universitat categoría» (op cit, p 290)
zu Berlín, publicado por W Weischedel, Berlín, 1960 Véase la introducción " T M Schoof, Aggiornamento De doorbraak van een nieuwe katholieke
de Weischedel, XIXXXIV, y los proyectos de J G Fíente (pp 30105) y theologie, Baarn, 1968, pp 30ss, con indicaciones bibliográficas en pp 50ss
F D Schleiermacher (pp 106192) «Die Theologische Quartalschrift» ha consagrado el primer numero del año
*• Asi aparece en la amplia introducción a Der chrxstliche Glaube según 150 de su publicación a su propio historial con breves biografías de los
los principios de la Iglesia evangélica (1830, *1831) profesores de la Facultad Teológica Católica de Tubmga
" E Wmter, Der Josephinismus und seine Geschichte, 1943 '* Op cit, pp 35 39
140 Secretariado General ha Facultad de Teología 141

histórica del Nuevo Testamento 36 , llegan a amplios estratos del pueblo y con- Lille, en 1890 se abre una Universidad en Friburgo de Suiza 42 , y, por fin, en
ducen a un extrañamiento de los intelectuales con respecto a la Iglesia 1923, la Universidad católica de Nimega, en Holanda 43
Fuera de algunas excepciones, la teología dogmática se empobrece hasta
Las iglesias y sus teólogos se ven acosados por todas partes y se refugian
quedar en un rígido sistema que se contenta con la repetición de las declarado
en sus tradiciones En las iglesias protestantes da el tono el confesionalismo
nes del magisterio y de los textos conciliares Sólo en el terreno de lo histórico
que, como la ortodoxia en tiempo de la Ilustración, esquiva un enfrentamiento
se trabaja en forma científica y creadora, y aun aquí entre límites estrechamen-
con la crítica de la Escritura Es sintomática de esta actitud negativa la obra del
te marcados Se condena a Loisy, que ha intentado defender el punto de vista
precursor holandés Isaac da Costa Einwande gegen den Getst des Jahrhunderts
católico frente a la historia de los dogmas de Harnack a la vez que incorpora
(Objeciones contra el espíritu del siglo) (1823) 3? No obstante, se enseña en
la crítica moderna Se proscribe en bloque el movimiento modernista coheréti
las Facultades de los Países Bajos una dogmática liberal y crítica de la Escn
co y en 1910 se impone a todos los clérigos la obligación de emitir el juramen
tura, lo cual lleva, finalmente, en 1880, a la fundación en Amsterdam de una
to antimodermsta Se ejerce sobre los teólogos un verdadero terror, que no
Universidad libre conforme a los principios de Reforma En 1886 se separan
decrece sino lentamente bajo los sucesores de Pío X 4 4 Por eso no puede
los fundadores del «Hervormde Kerk» y constituyen el «Gereformeerde
extrañar a nadie el hecho de que los teólogos que abren camino en la primera
Kerk» 38
mitad del siglo xx pertenezcan al campo de la Reforma Karl Barth, Rudolf
Tendencias semejantes se imponen en la Iglesia católica Cae en olvido la Bultmann y Paul Tillich
teología de la escuela de Tubinga y se condenan severamente en 1864, en la A fines del siglo xix brota una discusión en torno a la Facultad de Teolo
encíclica Quanta cura y en el Syllabus errorum, los principios de un encuentro gía que podía tener lugar igualmente hoy Se trata de su relación para con las
con el espíritu del tiempo 39 La neoescolastica logra convertirse en escuela ciencias de la religión En Holanda se quiere sustituir la Facultad teológica
dominante en un tiempo relativamente breve gracias a la protección papal y por otra de ciencia de la religión Adolf Harnack 45 rechaza esta pretensión
al influjo de los jesuítas en la Universidad Gregoriana de Roma El Concilio basándose en dificultades prácticas no habría profesores para ello y, además,
Vaticano I consolida todavía la dependencia intelectual de la teología con se podrían estudiar igualmente todas las religiones en la historia de la religión
respecto a la escuela romana Son muy significativos para la comprensión de cristiana El método histórico es el único propio de una teología científica La
esta escuela los títulos de las obras principales de J Kleutgen, S J , Die fe cristiana y su carácter de absoluta no se avienen con el protestantismo cul
Theologie der Vorzeit y Dte Philosophíe der Vorzeit (La teología del pasado tural de Harnack Entonces reacciona violentamente la teología dialéctica con
y La filosofía del pasado) 40 tra esta forma de «aguar» la teología cristiana, y lo hace negando toda conexión
Antes de pasar a las transformaciones de fin del siglo, debemos añadir algo y fe cristiana y considerando la religión sólo como autoglonficación del hom
sobre el origen de las Universidades católicas En 1833 fundan los obispos bre De este modo, la teología dialéctica rompe el dialogo con las demás cien
belgas en Malinas una «Umversitas Studiorum», que, en 1835, es trasladada cías y se coloca así, en rigor, fuera de la Universidad
a Lovaina con el fin de continuar las tradiciones de la Universidad lovamen Resumiendo, podemos decir que la teología se dividió durante la Ilustra
se 41 La Universidad deberá, por una parte, poner al alcance de la población ción en las disciplinas que nosotros conocemos actualmente No consigue asi
católica una formación superior, y por otra, proteger a esta misma de las peli- milar positivamente la crítica escriturística Los teólogos que se orientan por
grosas enseñanzas dadas en las Universidades estatales El ejemplo de Lovaina el ideal científico de su tiempo se distancian de su Iglesia
hace escuela, desde los años cuarenta se fundan constantemente universidades
católicas en Norteamérica E n 1875 76 nace el Institut Cathohque de París,
así como escuelas superiores católicas libres en Toulouse, Angers, Lyon y

En 1835 publica David F Strauss Das Leben Jesu


" I da Costa Bezwarcn tegen den geest der ecuw nuevamente publicado Sobre la histoua de su movimiento \éase R Ruffieux, Freiburg una
en «Vrijmoedige Bedenkmgen Spectrum van de Nedeilandse Letterkunde» die Unwersitat, en Forschung und Bildung , 167 188
41
20 (Utrecht Amberes, 1968), 123 128 Sobre el problema de la Universidad Católica, véase J H Newman, The
" Th L Haitjema, De raeuwere geschiedems van Nederlands Kerk der Idea of a University, Nueva York Londres Toronto 1947 J H Walgrave,
Hervormmg, La Haya 1964 223 280 1 H Newman und das Problem der kathohschen Universitat, en Forschung
" Alee R Vidler, 1 he Church in an Age of Revolution «The Pehcan und Bi dung , 142 166, N A Luyten, Warum katholische Vniversitaf,
History of the Church», 5 (1961) 151 op cit 13 34, E Schillebeeckx, Die katholische Unwersitat ais Problem und
" Sobre la escuela romana véase el trabajo de W Kasper, Die Lehre von verheissung, op cit, 35 51
der Tradition in der Romischen Schule (Die überlieferung ín der neueren " A R Vidler, op cit, 83 89
Theologie, 5), Friburgo de B r , 1962 ' Die Aufgabe der theologischen Fakultaten und die allgemeine Religions
" L van der Essen, De Umversiteit te Leuvcn Haar ontstaan haar gcschichte (junto con un epilogo, 1901), en Reden und Aufsatze, II, Giessen,
geschiedems, haar organisatie 1425, Lovama, 1953 1904 159 187
La Facultad de Teología 143
CAMINOS NUEVOS PARA LA FACULTAD DE TEOLOGÍA
La Pontificia Universidad Gregoriana ha presentado un desarrollado pro-
grama de estudios y una reforma de sus estatutos, elaborados ambos por pro-
El Concilio Vaticano II ha dispuesto en su decreto Optatam totius sobre fesores y alumnos conjuntamente50. En los nuevos estatutos, los estudiantes
la formación de los sacerdotes una modernización de los estudios. Se juzga y los colaboradores científicos intervienen en la dirección de la Facultad de
necesaria una introducción a la teología y se postula una armonización más Teología. Con vistas a la reforma del programa de estudios se indagó prime-
perfecta entre la formación filosófica y la teológica. Deberán tenerse en cuenta ramente la misión de la Facultad, que es distinta de la de un seminario sacer-
suficientemente las transformaciones contemporáneas, y la teología habrá de dotal. Consiste en preparar para la futura actividad docente y para el aposto-
orientarse conforme al movimiento de renovación que se expresa en el Concilio lado con intelectuales, así como para emprender algunos trabajos de investiga-
(n. 14). A los obispos se les confía la acomodación a las circunstancias locales. ción. Se tenía la impresión de que este objetivo no se alcanzaba con el estudio
En marzo de 1970, la Congregación de la enseñanza promulga una nueva existente hasta ahora: dos años de filosofía y cuatro de teología para la licen-
ordenación general sobre la formación sacerdotal46. Esta ordenación ha de ser- ciatura. El nuevo plan de estudios dispone un currículo de filosofía que
vir de ayuda y norma a las conferencias episcopales nacionales a quienes in- consta de dos años; le sigue un estudio fundamental durante otros tres que
cumbe la adaptación a tiempos y lugares. En la sustancia del conjunto no se se concluye con el examen de bachiller. A continuación puede recibirse una
avanza más allá del citado decreto del Concilio. No se prescriben planes deta- formación práctica durante un año. A la etapa de dos años correspondiente
llados, sino únicamente se ordenan ejercicios prácticos en relación con la for- a la licenciatura sólo se admiten estudiantes que superen la medianía intelec-
mación pastoral. tual. Estos se especializan en una de las ramas principales de la teología; se-
Las especialidades protestantes de Alemania47 han propuesto su propio guidamente pueden prepararse para el doctorado. La etapa de estudio funda-
proyecto de reforma de estudios que estructura la materia más íntimamente mental se compone de clases, trabajos prácticos y seminarios en pequeños gru-
que hasta ahora. Se dan elementos filosóficos y bíblicos a modo de propedéuti- pos. La temática de estos tres años reza así: Cristo, plenitud de la revelación;
ca; después se distribuyen equilibradamente las disciplinas y los trabajos prác- La Iglesia, sacramento de Cristo; El hombre en Cristo.
ticos de vacaciones, todo como preparación para el ministerio parroquial. Relacionado con la concepción de Rahner, este plan no aporta ninguna
Los obispos alemanes han publicado en 1968 una nueva ordenación de los introducción a la ciencia de la fe cristiana y tampoco se cambia nada en las
estudios teológicos para aspirantes al sacerdocio. Karl Rahner y otros han disciplinas particulares. Pero, a nuestro entender, la especialización de la
examinado minuciosa y críticamente el nuevo plan48. En su opinión, no se formación teológica mira hacia el futuro.
corrigen los defectos del actual sistema; a saber: la falta de preocupación seria En la misma dirección de una más clara diferenciación de posibilidades de
por la filosofía y el desmenuzamiento de fuerzas en demasiadas disciplinas que formación teológica apuntan experiencias y estudios de intercambio de opi-
dispersa la mirada y le impide concentrarse en la sustancia de la teología. Por niones llevados a cabo por párrocos en Alemaniasl. Además, existe una ten-
eso Rahner propone, en primer lugar, un estudio fundamental que recoja en dencia a la combinación de la teología con otras materias; por ejemplo, con la
el plano filosófico los interrogantes de los estudiantes y los conduzca luego sociología, psicología, filología, derecho... H. Es decir, que la Facultad de Teo-
hacia la teología. Después, el centro de gravedad del estudio recae sobre la logía no se dirigirá ya en adelante exclusivamente como hasta ahora a los fu-
teología sistemática, la cual permanece en diálogo con la filosofía y se incorpora turos eclesiásticos. Así como también las vocaciones sacerdotales asistirán tal
las disciplinas históricas en su organización. vez en número creciente a centros de formación no universitaria B .
Esta concepción de Rahner todavía se realiza más que en ninguna parte en En las Universidades estatales norteamericanas surge ahora una nueva si-
los colegios alemanes de las órdenes religiosas ". Se esfuerzan por establecer tuación. Hasta hace muy poco no existía en ellas Facultad de Teología ni plan
un curso fundamental introductorio a la teología y han recogido hasta ahora de estudios teológicos. Pero en los últimos años van ofreciendo, una univer-
experiencias positivas. En general, el nivel de esta introducción es muy eleva- sidad tras otra, una clase de teología o de religión. La demanda por parte de
do. Pero se ha visto que es muy difícil mantener este nivel en el tratamiento
de las cuestiones que han de seguir en años sucsivos. No obstante, se mantiene " F. A. Sullivan, A repon on the Reform of the Faculty of Theology at
la actitud de seguir experimentando por este camino. the Gregorian University: «Gregorianum», 50, 3-4 (1969), 839-858. En este
fascículo se encuentran, además, consideraciones sobre las diversas discipli-
" «Herder-Korrespondenz», 24 (1970, 5), 213-217. nas teológicas.
" Herrmann y G. Lautner, Theologiestudium. Entwurf eíner Reform, " H. M. Müller, Die Viitcr studieren wleder. Góttinger Erfahrungen mit
Munich, 1965. Kontatstudium für Pfarrer: «Luth. Montshefte», 9 (1970, 3), 117-119. También
" Karl Rahner, Zur Neuordnung der theologischen Studien: «Stimmen E. Bethge, Pfarrerweiter bildung in den USA: «Wissenschaft und Praxis in
der Zeit», 181 (1968), 1-21, esencialmente ampliado en Zur Reform des Theo- Kirehe und in Gesselch.», 59 (1970, 1), 57-64.
logiestudiums (Quaestiones Disputatae, 41), Friburgo de Br., 1969. ** Véase nota 2.
" Cf. G. Muschalek, Studienreform an den Ordenshochschulen der Bundes- " P. Beyerhaus, Mehr Wege zura Pfarramt. Brauchen wir schon wleder
republllc: oStimmen der Zeit», 185 (1970, 6), 406-420. kirchliche Hochschulen: «Luth. Monatshefte», 9 (1970, 1); en 7-9 llama la
atención sobre esta tendencia.
144 Secretariado General

los estudiantes es grande Ya se habla de que las Universidades han tomado


a su cargo la tarea de una teología más científica en tanto que la formación
del clero tiene lugar en Colleges propios de la Iglesia que se concentran en
la transmisión de las aptitudes necesarias al ministerio parroquial
En un articulo de H W Turner5*, se nos informa sobre las últimas inno
vaciones llevadas a cabo en África tropical En las antiguas colonias de lengua
inglesa han surgido trece Universidades o «Umversity Colleges» desde la se
gunda guerra mundial Prácticamente, todos los Institutos brindan la oportu- COLABORADORES DE ESTE NUMERO
nidad de estudiar ciencia de la religión o teología El hecho de que las Uni-
versidades nuevas en Gran Bretaña, con excepción de una o dos, no han
acogido en sus planes de estudios a la teología demuestra que aquel hecho no ANTÓN WEILER
es una reliquia de la era colonial Turner atribuye el origen de las especialida
des de ciencia de la religión y estudios religiosos en las Universidades estata Nació en Voorburg (Holanda) el 6 de noviembre de 1927 Es miembro de
les a la importancia que la religión posee en la vida africana y a la fuerza de las la Iglesia católica Estudió en la Universidad de Nimega y en la Ecole de
comunidades cristianas en las naciones nuevas En países como Sierra Leona, Chartres y la Ecole des Hautes Etudes de París Doctor en letras, sección his
Nigeria y África Oriental existen grandes grupos cristianos e islámicos Por tona (1962), enseña historia medieval, paleografía y diplomática desde 1964
ello se han organizado en algunas Universidades que poseen la especialidad de en la Universidad de Nimega, y a partir de 1965, igualmente filosofía de la
investigación religiosa cursos paralelos y continuos de teología cristiana e isla historia Entre sus publicaciones debemos mencionar Hetnrich von Gorkum
mica Así, por ejemplo, en la Universidad de Nigeria se ha establecido un Seine Stellung tn der Philosophte und der Theologie des Spatmtttelalters (En
curso sobre la Biblia, otro sobre el Corán y otro dedicado al estudio de las nque de Gorkum y su puesto en la filosofía y en la teología de la Baja Edad
ciencias de la religión A continuación todavía se añaden las tradiciones dogma Media), Hilversum, 1962, y Nikolaas van Cues en de oecumenische problema
ticas de las varias comunidades eclesiásticas tick voór der Reformatie (Nicolás de Cusa y la problemática ecuménica ante-
rior a la Reforma), Bois le Duc, 1964
Turner concluye preguntándose si las comunidades religiosas necesitan el
trabajo de la teología desarrollado en la Universidad Al igual que todos los
elementos de la vida del país, ellas necesitan también la contribución de la
Universidad con vistas al contacto con las otras ciencias y a las posibilidades JOHN COBB
de estudio e investigación Y, por su parte, la teología tiene en la Universidad
la misión de ser una ciencia especial que no se identifica con la sociología o la Nació en Kobe (Japón) el 9 de febrero de 1925 Pertenece a la Iglesia me
psicología, y que debe funcionar como centro de integración Además, deberá todista Estudió en las Universidades americanas de Emory (Atlanta) y de
luchar, junto con las demás ciencias, por la conservación de la libertad Chicago Doctor en filosofía (1952), enseña teología en la Escuela Teológica
Hemos hablado al comienzo de este trabajo de documentación de la crisis de Claremont (California) Mencionemos entre sus publicaciones Ltving Op
de la Facultad de Teología Probablemente habrá de durar aún algunos años tions in Protestant Theologia (Opciones vivas en la teología protestante), West
junto con la crisis de la Universidad porque está vinculada al comienzo de un minster, 1962, y The Structure of Chrishan Extstence (La estructura de la exis
nuevo conocimiento del yo personal y todavía se halla muy lejos de responder tencia cristiana), Westminster, 1967
a muchas cuestiones que se le plantean a partir de la historia Todavía falta
por esclarecer el carácter científico de la teología Así como también falta mu
cho para aclarar la relación entre teología e Iglesia o iglesias CONRAD MONNICH
Probablemente sólo llegará a tener éxito la discusión con los grupos radi
cales cuando la teología se haya posesionado metódicamente de su objeto y lo Nació el 31 de mayo de 1915 en Amsterdam (Holanda) Pertenece a la
exponga a la luz de los análisis de la actualidad, un objeto constituido por el Iglesia luterana evangélica Estudió en la Universidad de Amsterdam y es
problema fundamental de Dios y del hombre en el marco de la revelación cris doctor en teología Enseña desde 1943 en esa Universidad historia de la Igle
tiana La «teología política» va por ese camino sia antigua y medieval Mencionaremos entre sus escritos Geding der vrijhetd,
de betrekktnger der Oost en West Kerken tot de val van Constanttnopel
(1453) (Proceso de la libertad, la posición de las iglesias occidentales y onen
EL SECRETARIADO GENERAL tales hasta la caída de Constantinopla, 1453), 1967, y De weg en de ivegen,
" H W Turner, Theology and University, from an Afincan Perspective, aspecten van de Kerkgeschiedems (El camino y los caminos, de la historia de
en Zeitschr f Religions und Geistesgeschichte, XIX (1967), 114 126 la Iglesia), 1959.
BERNARD PLONGERON JACQUES CADILLE

Nació en Meaux (Francia) el 5 de marzo de 1931 y fue ordenado sacerdote Nació el 6 de enero de 1927 en Choisy le Roí (Francia) Pertenece a la Igle
en 1963 Estudió en la Sorbona y en la Facultad de Teología de París Licen sia católica Estudió en París Es agregado de historia y doctor en historia
ciado en teología y doctor en historia (1963), está de encargado de curso en el contemporánea (1967) Mencionemos entre sus publicaciones Les souvemrs
Instituto Católico de París y es director adjunto del Centro de Investigaciones du Vanean d'Albert de Reys 1869 1870, Lovama, 1968
de Historia Religiosa Mencionemos entre sus publicaciones Dom Grappin
correspondant de l'abbé Grégoire (1796 1830), 1967

GIUSEPPE ALBERIGO

Nació en Várese (Italia) el 21 de enero de 1926 Estudio en la Universidad


de Milán y es doctor en derecho Enseña en la Facultad de Ciencias Políticas
de la Universidad de Bolonia desde 1965 y es director del Instituto de Cien
cías Religiosas de la misma ciudad Señalemos entre sus publicaciones Vescoví
itdiant ai Concilio de Trento, Florencia, 1959, y Lo svduppo della dottnna sui
poten nella Chiesa umversale, Roma, 1964

YVES CONGAR OP

Nació en Sedan (Francia) en 1904 y fue ordenado sacerdote en 1930 Pu


blicó en 1969 L'Ecclésiologte du Haut Mojen Age y una reedición de Vrat
et fausse reforme dans l'Eglise (primera ed 1950) Redactó el período de San
Agustín a nuestros días de la Dogmengeschtchte (Historia de los dogmas),
publicada por Herder Publicó en la colección «Unam Sanctam», fundada y
dirigida por él, comentarios muy completos a los textos del Vaticano II, con
la colaboración de numerosos y conocidos especialistas Es miembro de la
Comisión Internacional de Teología

ROGER AUBERT

Nació el 16 de febiero de 1914 en Ixelles (Bélgica) y fue ordenado sacer


dote en 1938 Estudió en la Universidad de Lovama, donde obtuvo el docto
rado en filosofía historia en 1933, el doctorado en teología en 1942 y el título
de maestro en teología en 1945 Es doctor honorts causa de las Universidades
de Tubmga, Nimega y Sagrado Cora2Ón de Milán Es profesor de historia
eclesiástica de la Universidad de Lovaina desde 1952 y dirige la «Revue d'His
toire Ecclésiastique» y el «Dictionnaire d'Histoire et de Geographíe Eccle
siastique» Entre sus importantes publicaciones debemos mencionar Le Ponti
ftcat de Pie IX, nueva edición del tomo XXI de la Histoire de l'Eglise des
origines jusqu'a nos jours, París, 1964, y Vatican I vol XII de la Htstotre
des Conciles Oecumeniques París 1964

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