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ORAR PARA ACTUAR

12 En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. 13
Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles:

Me llaman la atención una frase del evangelista en el texto que hoy hemos escuchado: «Jesús pasó
la noche orando a Dios».
Todos sabemos lo que significa la noche en el lenguaje bíblico. Es el momento de angustia, de
incertidumbre o de duda.
Jesús ora siempre, especialmente en los momentos cruciales de su vida, en sus noches: antes de
iniciar su ministerio, antes de escoger a sus apóstoles, antes de su pasión y muerte. Y luego actúa.
Ora y actúa con firmeza. Esta es la dinámica de su vida: siempre acude al Padre y después se pone
en acción. Vilaseca notaba esto cuando en su Tratado de la oración decía: «Jesús oró, y a su
oración teórica unió la práctica».
Es, pues, preciso recordar que no se ora para descargar en Dios la responsabilidad de nuestras
decisiones. Como dijo el padre Eusebio R.: «Cuando no cumplimos con nuestro deber de elegir y
dejamos que lo haga el tiempo, cuando el superior o el que sustenta la autoridad permite que la
toma de decisión lo haga otro, entonces solemos decir: "Dios escribe recto con líneas torcidas..." —
luego, continúa— "lo que es de tu responsabilidad, nadie lo hará en tu lugar"» 1.

Entonces, es necesario orar para ponernos delante de Dios y desde ahí descubrir qué es lo que
quiere para nuestras vidas. Orar para actuar. Es lo que Vilaseca nos enseña con su propio ejemplo:

«después de muchas consultas y de mucha oración, pidiéndole a Dios que nos declarara su
divina voluntad, y después de muchas meditaciones comparando las consecuencias de una y
de otra resolución, OPTAMOS por abandonar el Instituto de san Vicente de Paul para
seguir al frente de las Obras que habíamos fundado».

Me parece que lo que ya hemos dicho, el padre Daza lo sintetiza muy bien: «nuestra oración no es
para alcanzar el grado más alto de santidad o para dejar de pecar o para mostrar que somos mejores
que los demás: “Oramos para sentirnos tan amados por Dios que nos resulte muy difícil ser infieles
a su proyecto […] En otras palabras, no oramos para ser mayores ni menores de lo que somos,
sino para ser del tamaño que Dios nos hizo. El místico es alguien que percibe su propio tamaño, su
verdadera identidad ante Dios”»2.

1
Ramos, E. San José del Buen Consejo: fidelidad y discernimiento. 25 de enero de 1993.
2
Daza, A. Las pasiones de Cristo: pasiones de la vida consagrada (Tesis de licencia). Cap. II, 1.1, Istituto di teologia
della vita consacrata claretianum, Roma, 2006. Cap. IV, 2. Cita en el texto: Betto, F. Los desafíos de la oración: cómo
rezar. En Boff, L. y Betto, F., Mística y espiritualidad, pp. 111 – 118, Trotta, Madrid, 2002.

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