El existencialismo feminista de Simone de Beauvoir
Simone de Beauvoir nace en París el 9 de enero de 1908 y muere el 14 de abril de 1986. Vivió en primera persona la ocupación de París por parte de los alemanes y simpatizó con la resistencia francesa. Años antes había obtenido la Licenciatura en Filosofía por la Universidad de La Sorbona. Simone de Beauvoir forma parte de la filosofía existencialista, cuyo principal representante fue su compañero, Jean Paul Sartre. Las ideas fundamentales del existencialismo están presentes en El segundo sexo (1949), obra mayor de la historia de la filosofía feminista que se considera fundadora del feminismo contemporáneo. Hasta la redacción de este libro, Simone de Beauvoir no se consideraba a sí misma feminista, pues creía no haber experimentado desventajas en su vida personal por el hecho de ser mujer. Sin embargo, la autora llevó a cabo la tarea filosófica de generalizar la indagación y, en lugar de preguntarse por su propia biografía, se preguntó por las condiciones generales de vida de las mujeres en las sociedades occidentales contemporáneas. Llega a la conclusión de que la desigualdad por razones de género es una pauta en todas las sociedades conocidas y de que las relaciones entre hombres y mujeres en el mundo carecen de reciprocidad. A pesar de lo que habían dicho otros filósofos existencialistas, la libertad de la existencia en el caso de las mujeres está limitada, precisamente, por su condición de mujeres. Así llega la autora a la noción de “sujeto situado”. A la hora de describir el sujeto humano, es preciso tener en cuenta su “situación”, es decir, sus condiciones concretas de vida, que pueden ser limitadoras de su libertad o de su proyecto vital. Para convertirse en el sujeto libre querido por el existencialismo es preciso transformar las condiciones que limitan la libertad. En el caso de las mujeres, Simone de Beauvoir afirma que se les ha arrebatado el derecho de ser consideradas “sujeto” (individuo libre, racional y autónomo) y han sido relegadas al lugar del “Otro”, reservándose la universalidad del sujeto humano solo para los varones. A esta situación la autora la llamó “heterodesignación”. El lugar asignado a las mujeres en función de su género, lejos de ser natural, es social y culturalmente construido. Esto es lo que quiere decir Simone de Beauvoir cuando escribe una de las frases más famosas de su obra: “No se nace mujer, se llega a serlo”. Con esta idea se establecen las bases del feminismo contemporáneo, que indaga las condiciones concretas mediante las cuales el sujeto llega a ser lo que es, desnaturalizando así cualquier forma de opresión, discriminación y desigualdad social.