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INFANCIA INVISIBILIZADA: UNA CUESTION DE ESTADO

INFANCIA INVISIBILIZADA: UNA CUESTION DE ESTADO

Alejandro Cussiánovich V.

Como sobre otros aspectos de la problemática de la infancia en el país,


contamos con poca, aproximativa, no actualizada y no fiable información sobre
los niños y niñas indocumentados actualmente en el Perú. Incluso son escasas
las investigaciones al respecto(ver J.Burneo y P. Balbuena P, en “Alianza por
el derecho a la identidad de todas las peruanas y peruanos”, Demus-Ofid, 2004,
p.3 y 24 respectivamente)

El niño y niña no inscritos devienen en una porción invisibilizada de nuestra


sociedad y ante las obligaciones del Estado. Si consideramos que toda niña y
niño por ser parte de la especie, son seres públicos, es decir pertenencia de la
humanidad, podemos entender por qué su desaparición como indocumentados
equivale a un ocultamiento político y simultáneamente a un refuerzo de las
culturas de su privatización, de su confinamiento al ámbito de lo doméstico, de lo
familiar, de lo que suele verse como lo no-político y por ende, de lo no
significativo.

Investigaciones tan importantes sobre infancia de sectores signados por la


desigualdad, la pobreza y la marginación no hacen referencia a este aspecto de
la indocumentación; en entrevistas de fondo que recogen historias de vida que
grafican una realidad lacerante, no contemplan una pregunta sobre su historia
personal en relación a la cuestión de su inscripción, de su reconocimiento, de si
sus apellidos son los dos de su madre o si fueron firmados por sus
progenitores.(ver dos excelentes trabajos relativamente recientes, C. Javier
Aguilar M et alii, “Los niños en situación límite”, ACDA, Arequipa, 2003, 284
págs; Luis Tejada R.,”Los Niños de la Calle y su mundo”, UNMSM, 2005, 313
págs)

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Quizá ello revela que la cuestión de la identificación documentaria de los nacidos


vivos no constituye aún una cuestión incorporada al sentido común, al
imaginario de la sociedad en su conjunto y con tanta fuerza que logre revertir la
situación actual y por ello se sufre para hacerla una cuestión de Estado. Dos
factores indesligables para su solución.

Pero podríamos añadir, sin ser injustos, que no obstante todo lo avanzado en el
campo social, organizativo, en lo jurídico y en la acción educativa en materia de
derechos humanos, tenemos sectores de nuestra población en los que perviven
los rasgos del pacto social de la modernidad de las finales del siglo XVIII. En
efecto si bien la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano no
excluían a nadie en el discurso jurídico, las mujeres, los indígenas y los niños
fueron incluidos en condición de excluidos o, si se quiere, incluidos como objeto
de protección, bajo el tutelaje del Estado eliminando así su condición efectiva de
ser sujetos de derechos y ejercer la exigibilidad de los mismos. Luego de más de
doscientos años, hay aún largo camino por andar, en particular para la infancia y
para las poblaciones rurales, indígenas y para las mujeres de esos sectores. Y
es que lo que hemos tenido hasta ahora, es la experiencia de lo que se ha dado
en llamar por algunos, una modernidad no inclusiva y la evidencia de que lo
jurídico es necesario, pero insuficiente para encarar complejidades como la
exclusión, la pobreza, y evitar la reproducción de patrones de desigualdad.(ver
P.Balbuena P, op.cit.p.19)

1.- La exclusión: cuestión de Estado

La indocumentación simboliza la condición de exclusión, de invalidez social, de


discapacidad política. El indocumentado deviene a los ojos del Estado, un
fantasma, tenga la edad que tenga. Hay una objetivación de la exclusión, más
allá del nombre con el que a un niño lo nombremos, más allá que es un ser

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viviente y ciertamente integrado a su familia, incluso a su comunidad,


paradójicamente, es y no es.

La cuestión de la indocumentación de niñas y niños no es ajena a múltiples


formas de postergación vividas en la familia. Si bien no es la pobreza la causa
de esta situación de miles de niñas y niños en el país, se da una concurrencia
entre pobreza, ruralidad y formas de analfabteismo incluido el funcional, en el
fenómeno de la indocumentación infantil.

Si bien la exclusión es un proceso, es también un resultado no buscado, no


deseado. Baste retomar las abundantes historias de vida de mujeres del mundo
rural para tener que preguntarnos sobre la reproducción generacional de la
indocumentación en dichas áreas.(ver C. Meléndez G, “Los obstáculos en el
acceso al DNI para mujeres de zonas rurales” en Alianza para el derecho a la
identida..., op.cit. p.44 y 46, Demus-Ofid) Es en este marco global en el que se
hace necesario colocar el tema de indocumentación de niñas y niños. Pero
exclusión entendida como símbolo de las múltiples desigualdades que le
subyacen.

Por ello, la indocumentación de mujeres y de niñas y niños, atenta contra la


credibilidad de la democracia y revelan una democracia vulnerable. El Estado y
el gobierno no pueden claudicar frente a esta lucha; las nuevas generaciones
tienen derecho a exigir que así sea, pues se juega de por medio su existencia
ciudadana y la posibilidad de sumarse protagónicamente al logro del bienestar
común. No es in-significante la indocumentación de niñas y niños; devendrá en
una cuestión política en el sentido de que no es durable una democracia que se
construya con grandes bolsas de aire en sus columnas, bolsas de aire que son
el saberse excluidos, marginales, sin voz, sin existencia, población
supernumeraria, sin reconocimiento, sin derecho a ser ella misma(ver el
interesante trabajo de Robert Castel, “La lógica de la exclusión” y Alberto

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Minujin, “Vulnerabilidad y exclusión en América latina” en AAVV, Todos entran,


Unicef, Bogotá, 1998, passim; además de R.Castel, “L’exclusion:les marginaux
dans l’histoire”,La découverte, Paris, 1996; Ph.Mayer, “L’Enfant et la raison
d’Ëtat”, éd. De Seuil, Paris, 1977))

Dos aspectos merecen ser relacionados con la indocumentación de la infancia.


Uno es el del abandono y el otro, el de la informalidad. Los NN experimentan
una sensación de desafecto, de negligencia, de abandono afectivo y de
descuido legal. La historia de la infancia es también la historia de su
ocultamiento, de su prescindibilidad. (ver el documentado libro de Jhon Boswell,
“The Kindness of the Strangers”, ed. española, La Misericordia ajena, Muchnik
Edit. 1999; Nora Cárdenas, Tesania Velázquez, “El acogimiento”, 2003,
además el importante aporte de T. Velázquez, “Vivencias diferentes: la
indocumentación entre las mujeres rurales en el Perú”, Demus, 2004, p. 20:
“El no reconocimiento traducido en la inscripción, es vivido como negligencia,
abandono, orfandad, falta de interés, falta de amor, etc”). La indocumentación
por razones estrictamente económicas no puede compararse al abandono del
que nos habla Boswell. Pero sí estuvo ligada la práctica del abandono en la
antiguedad y hasta la edad moderna con la indocumentación, con la no
existencia en registros. Por otro lado en países en los que la informalidad es un
modo de vida generalizándose en muchos aspectos, se produce una
devaluación de la importancia de formalizar la existencia ante un Estado con
frecuencia ausente y cuando presente, poco reconocido aún como un facilitador
eficiente de trámites.

2.- Identidad: cuando la cuestión adjetiva de papeles deviene sustantiva

“Mi papá nunca me reconoció, no quiso firmarme. Yo firmo con su apellido y el


de mi mamá, pero no estoy firmado. Además, mi papá ya se largó a trabajar a

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Europa. Cuando llama por teléfono, no quiero hablar más con él, no quiero que
me llame” (Carlos, niño de 7 años, Lima)

La identidad se construye todo el tiempo y cada ciclo de vida tiene su novedad y


recrea la continuidad. La identidad además es resultado del reconocimiento y
éste es definitivo para existir como seres humanos, con sentido de pertenencia,
con saberse significativo para otros. El signo de este reconocimiento es
fundamental, como algunos dicen, para bien o para mal, es decir cuando nos
permite crecer o cuando nos estigmatiza como sucede con ciertos sectores de
infancia, la que está en situación de calle o en conflicto con la ley ,la que sólo se
comunica en una lengua originaria o la que tiene alguna discapacidad, etc.(ver
Axel Horneth citado por C.Tovar, Rev. Páginas, 2001, passim.; aunque desde
otro enfoque W.Omar Kohan afirma: “No se puede negar que el reconocimiento
desempeña un papel principal en la vida humana, en tanto contribuye a activar
funciones vitales, Está en la base de la vida, pero no del pensar, porque cuando
se reconoce se convalida, se legitima, se confirma, y cuando se piensa de
verdad no se hace nada de esto, sino que se busca propiciar lo nuevo”, en
“Infancia, entre educación y filosofía”,Laertes, Bs.As., 2004, p.245)

La cuestión de papeles ha devenido en la cultura dominante de nuestra sociedad


un prerrequisito para la presentación de la niña y del niño en sociedad como
ciudadano. Como se señala en la Constitución Política del Ecuador, “..todo
nacido en Ecuador es ciudadano...” y en la Ley conocida como LOPNA de la
República Bolivariana de Venezuela que le reconoce al niño su cédula de
ciudadanía al ser inscrito; en Perú se ha iniciado tímidamente el DNI del niño
aunque consideramos que aún esto no forma parte del sentido común de los
adultos y de los propios menores de edad. Y es que es predominante en el
imaginario social la acepción meramente jurídica de la ciudadanía, es decir
aquella que vale ante el Estado, ante los registros públicos, los bancos, etc.(ver
un cuestionamiento central a esta concepción en Rolando Ames, “Ciudadanía

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de los Niños y Adolescentes Trabajadores” en Manthoc, NN y Adolescentes


Trabajadores: Derechos, Ciudadanía y Protagonismo, 2000, p.21-38 y en Judith
Ennew, “Children’s Citizenship”, Chembridge, 1999)

La experiencia frustrante de muchas mujeres demuestra cuán sustantivo sea


aquello que se presenta como mera formalidad de trámites que cuestan y a los
que no se logra llegar. Es verdad que los menores de edad normalmente pasan
por esa experiencia cuando ya jóvenes o adultos. esto puede no favorecer
discursos que intentan demostrar que estar inscritos y reconocidos es un
derecho que la Convención sobre los Derechos del Niño ha consagrado. No
obstante la exigencia de contar con papeles no sólo para la madre o el padre
sino del propio niño o niña, constituye una necesaria presión para evitar que el
niño se vea eventualmente desfavorecido ante los servicios del Estado u otras
iniciativas equivalentes. Y es que no basta con obtener un documento de
identificación, “sino que se requiere compartir un campo de sentidos y afectos, y
reconocer a todos como parte de un nosotros”(ver Tesania Velázquez,
ibid.p.18)

Cuestiones pendientes, pero urgentes:


a.- Favorecer todos los pasos que en lo jurídico y en lo normativo puedan
contribuir a llenar vacíos legales en relación a la inscripción de niñas y niños.
b.- Priorizar las zonas rurales andinas como amazónicas para la verdadera
gratuidad condición para favorecer una conciencia ciudadana y no culposa frente
al Estado. Sería el Estado el que debiera tener conciencia de fallarle a la
población más excluida.
c.- La Red y la Campaña animada por una serie de instituciones de la sociedad
civil y del Estado, merecen ser más conocidas a través de medios de
comunicación y de forma regular, no eventual. El problema no ha devenido en
cuestión política y como cuestión de Estado no se visualiza como algo público.

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d.- Las propias organizaciones de niñas y niños como los Municipios Escolares,
los Scout, los Movimientos de Nats como Manthoc, Colibrí, Mnnatsop,
Generación debieran sumarse a este esfuerzo, en especial en las regiones en
las que tienen una poresencia significativa. El tema no forma parte de su
imaginario social hasta la fecha.

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