Está en la página 1de 3

El Silbón es un espectro del folclore de Venezuela [1], cuya leyenda es originaria de la

región de Guanarito, Estado Portuguesa;[2] También es muy conocido y difundido en


Colombia como el Silbador.

Según la tradición oral, es el alma en pena de un joven que asesinó a su padre. Enojado, su
abuelo lo mandó a azotar, pero no tuvo el corazón de matarlo, así que lo maldijo a cargar
los huesos de su padre. Maldito por tal acción, vaga por los Llanos cargando los huesos de
su padre en un saco, lanzando tétricos silbidos al aire con todas las notas musicales, de ahí
su nombre. La leyenda del Silbón se originó a mediados del siglo xix.

Según la leyenda, en vida era un joven terco, caprichoso, maleducado y consentido al


extremo, acostumbrado desde pequeño a ser complacido con todo, él se la pasaba de
cantina en cantina desperdiciando su vida con el alcohol, le apodaban el Silbón porque eso
era lo que mejor sabía hacer "Silbar", pero una noche, se enojo por lo que vio que le habían
servido en la mesa, ya que le dijo a su madre que quería asaduras de ciervo para cenar,
luego el se levantó y se fue de su casa furioso hacia la cantina para calmar su ira, por lo que
la mujer le dijo que a su esposo que fuera al bosque para cazar un ciervo para su hijo; sin
embargo, el hombre no pudo

el cuchillo de caza de su padre y con el sacarle las tripas, y finalmente las empacó en la tela
de la camisa y se las llevó a casa. Tras este hecho, le llevó las tripas a su madre, la cual al
ver las últimas sospechó un poco, así que le preguntó varias cosas y hasta que la madre se
dio cuenta de que estaba cocinando las tripas de su marido entró en pánico y comenzó a
gritar pidiendo auxilio y de castigo su abuelo lo mando a que lo ataran a un poste en el
medio del campo, a destruirle la espalda a violentos latigazos, para que luego sus heridas
fueran lavadas con agua ardiente y sábila, y al liberarlo lo pusieran junto a dos perros
hambrientos y rabiosos. Después de haberlo torturado, su abuelo lo condeno a vagar siendo
perseguido por los perros llamados "Perros Tareco" o "Perros del Diablo". Antes de liberarlo
su abuelo lo maldijo y condenó a portar los huesos de su padre por toda la
eternidad.[3][4]Diciendo:

"Maldito eres y maldito serás para el resto de la eternidad hasta que Dios tenga piedad de tu
alma Silbón"

Después de ser condenado fue a donde estaba el cadáver de su padre, el cuál los animales
silvestres se habían encargado de limpiar. Para luego meterlos en un saco y llevárselos con
él para convertirse en leyenda.

Según los que supuestamente lo han visto pasearse por el llano venezolano lo describen
como un hombre adulto delgado que llega a medir 6 metros de altura, que viste ropa
desgastada, lleva un sombrero enorme en su cabeza y lleva cargado un saco lleno de
huesos. Se pasea por el llano matando a personas mujeriegas y borrachas para beberse su
sangre alcoholizada. Se dice que su silbido suena como la melodía del "Do, re, mi, fa, sol,
la, si, do" pero de una forma espeluznante que suena en un sombrío y fantasmal eco.

Salió a la luz gracias a un obrero de La Portuguesa llamado Rafael. Se dice que cuando su
silbido si escucha muy cerca es porque está lejos, así que no hay peligro, pero cuidado para
los viajeros que caminen solos por los llanos Venezolanos en altas horas de la noche,
porque cuando su silbido se escucha lejos es porque el Silbón esta cerca.

El Silbón

"Si escuchas cerca los silbidos, el Silbón está lejos y no hay peligro; si los escuchas lejos,
no tienes escapatoria, el Silbón está cerca y corres peligro"

En los Llanos Orientales, hace muchos años, vivía un joven al que apodaban El Silbón
porque silbaba y silbaba todo el día mientras caminaba e iba de cantina en cantina
desperdiciando su tiempo. Este joven era malcriado, mimado y consentido por su familia,
hasta el punto que todo capricho que quería, se lo cumplían. Un día, enfadado porque no le
gustó la comida que sirvieron en la mesa, obligó a su padre a buscar un venado y cazarlo
para sacarle las vísceras y cocinarlas. Su padre se fue en busca de este, pero tras un largo
día de caza no encontró nada y llegó a la casa con las manos vacías. El joven Silbón al ver
que su padre no le cumplió su capricho, en un momento de ira y bajo los efectos del alcohol,
golpeó brutalmente a su progenitor, luego tomó su escopeta y sin medir las consecuencias
de sus actos, lo mató de un tiro en la cabeza, con un cuchillo le saco las vísceras y
entrañas, y las empacó en un pedazo de camisa y las llevó a su casa.

Al llegar a su casa, entregó las asaduras a su abuela para que las preparara; ella le
preguntó que de dónde las había sacado, y este sin remordimiento alguno respondió: "El
inepto de mi padre no logró, ¡hic!, cazar al venado, así que yo le arranqué sus vísceras para
saciar mi hambre, ¡hic!.

Su familia, abrumada ante tan aterradora noticia, lo ató a un árbol y lo torturó con latigazos
en reprimenda por sus malévolos actos, aplicándole sal y ají picante en sus heridas para
que su dolor fuera aún más desesperante. Posteriormente, fue exiliado y su abuela lo
maldijo condenándolo a vivir vagando por la llanura: "Maldito serás para toda la eternidad,
tendrás que vagar por la llanura cargando los huesos de tu padre en tu espalda y el perro
tureco te irá mordiendo los talones a donde quiera que vayas"

Desde ese momento, el Silbón se convirtió en un alma errante que murió en soledad.
Muchos de los llaneros que lo han visto dicen que es un temible espanto de seis metros que
camina mientras emite su escalofriante silbido, y lleva en su espalda, dentro de un saco
viejo y harapiento, los huesos de su desafortunado padre, mientras busca en las noches a
borrachos y mujeriegos para succionarles el ombligo e ingerir el licor que estos hayan
bebido. Cuenta la leyenda también que suele escoger una casa y sentarse en la esquina de
la misma a contar los huesos de su saco mientras entona su silbido, si varios miembros de
la casa logran escucharlo no pasa nada, pero si no lo oyen, una de las personas de ese
hogar amanece muerta.

La leyenda dice que el Silbón (también llamado el Silbador en ciertas zonas de Colombia)
se manifiesta precisamente a través de un escalofriante silbido: cuando éste sonido se
escucha muy cerca significa que el ser se encuentra lejos de ti. Pero cuando el silbido se
percibe muy lejos a la distancia es cuando más miedo debes tener: el ser se encuentra tan
cerca que tu vida corre peligro.
Quienes han tenido la oportunidad de escuchar el silbido de esta criatura y vivido para
contarlo se refieren a él como algo fuera de este mundo. El aterrador silbido es capaz de
hacer sentir un frío indescriptible en la piel.

Esto es lo que hace del Silbón algo tan peligroso: su capacidad de engaño. Según el folclor
colombiano y venezolano, la criatura se manifiesta sobre todo en el verano, cuando los
llanos están secos. El Silbón se entretiene recogiendo el polvo entre sus manos a la espera
de que un caminante se atreva a pisar sus territorios.

Aunque también se dice que el ser, al cual se le describe como un ser muy alto y
desgarbado, puede manifestarse en tiempos de lluvia o humedad. Como toda leyenda,
circulan diferentes versiones sobre un mismo hecho.

¿Pero por qué persigue el Silbón con sus víctimas y qué les hace? Algunos dicen que el
silbón siente predilección por los borrachos a quienes ataca para succionarles el
aguardiente contenido en su sangre a través del ombligo.

Otros dicen que gusta de atacar a los mujeriegos, a quienes tortura y despedaza para luego
meter sus huesos en el saco que siempre lleva a cuestas. Este objeto es muy característico
del Silbón y tiene una oscura historia detrás.

El origen del Silbón

La leyenda de este ser data de mediados del siglo XIX en las llanuras de Guanarito, estado
de La Portuguesa, Venezuela. De ahí la historia comenzó a desplazarse a otras zonas
aledañas del país hasta llegar también a Colombia, donde es muy popular.

Se dice que el Silbón era un joven que un día fue testigo de cómo su padre violaba a su
esposa. Montado en cólera, el joven estranguló a su progenitor hasta quitarle la vida.
Cuando se percató del crimen, su abuelo lo castigó de una manera atroz.

Lo amarró a un poste, le dio cientos de latigazos, y lavó sus heridas con aguardiante. Por
último, soltó a un par de perros para que devoraran al parricida. Pero no todo quedó en ello:
el abuelo condenó a su nieto a cargar en un saco los huesos de su padre para toda la
eternidad.
Cuando murió, el muchacho se transformó en un alma en pena que encontró refugio en la
soledad de los llanos. Su extraño silbido que sirve de advertencia a sus víctimas, le dio el
apodo por el que todo el mundo lo conoce.

No te atrevas a caminar solo por las noches en los llanos. Cuando escuches al Silbón corre
por tu vida, sobre todo si el silbido se percibe muy lejos, perdido entre el polvo seco.

La leyenda dice que la única manera de escapar de este fantasma es con el ruido del
ladrido de un perro o los chasquidos de un látigo, pues son los ruidos que le recuerdan el
momento de su amargo desenlace.

También podría gustarte