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Hace mucho tiempo vivió en la zona de los Llanos de Venezuela un joven, que estaba casado con una bella
muchacha.
Un día, el joven descubrió a su propio padre golpeando a su mujer. Enfurecido, amenazó a su padre. Pero su
padre, lejos de disculparse, dijo que su mujer se lo tenía merecido. Esto hizo que su hijo, invadido por la ira,
comenzará a golpearlo, lo empujó y lo aprisionó en el suelo, apretando un palo contra su cuello; y no lo soltó
hasta que se dio cuenta de que su padre había dejado de respirar.
En ese momento llegó el abuelo del joven, y al ver lo que acababa de hacer, decidió darle un escarmiento: le
ató a un árbol y le dio numerosos latigazos en la espalda.
El abuelo frotó picante en sus heridas, y después, le soltó junto con un perro hambriento para que le
persiguiera.
Desde entonces, nadie volvió a verle con vida. Bastante tiempo después, comenzaron las extrañas
apariciones de un espectro que siempre aparecía de noche, y que vagaba como alma en pena. Muchos
escucharon sus silbidos. Otros dijeron que llevaba a la espalda un enorme saco.
Según el silbido si se escucha cerca, es porque esta lejos; pero si se escucha lejos es porque esta cerca.
Personajes:
Cierre:
Nunca se creyó que fueran ciertas todas esas cosas que decían en el llano. Pero a eso se le llama folklore, y el
folklore es el alma misma del pueblo, sus creencias, su sentir, sus costumbres y por el llano hay mucho de
eso, por donde quiera que se camine se encuentra con corríos y con paisajes nacidos de allí mismo, en esa
misma tierra, en el camino, en la laguna, en el caño, donde quiera que se arrimen las huellas, ahí encuentra un
pedacito de eso, que aun es el alma de los que viven por allá.
generosa donde la leyenda es copla y donde la copla es sabana. Llano adentro, corazón
conversa.
¿Pa´ ónde va porhai, Juan Hilario?
LLANERO CONVERSADOR
JOSÉ JUAN: Sí compa, ciertico, dicen que nació en Guanarito o en Bijal, lo cierto es que
NARRADOR
Son las cinco y media de la tarde, el sol agonizante y rojizo desaparece lentamente en la quietud del horizonte
y por el camino polvoriento un hombre a pie con el rostro sudoroso
y el andar cansado; atrás el camino andado, por delante el paisaje casi desierto: sabanas,
cielo, vacas y garzas. Es el llanero mismo con su estampa recia hundiendo su huella sobre la tierra brava, un
Florentino, un baquiano, o un caporal de hato, hijos siempre del
Es casi de noche, cuando se detiene ante una Cruz del camino, se arrodilla ante ella y le
enciende una vela que trae en el bolsillo de la blusa. Luego se persigna y se dispone a
JOSÉ JUAN: Ese mismo que lleva ¿Pa´ qué casa va porahi?
EL VISITANTE: Bueno, voy pa´l fundo del señor Montenegro, Juan José Montenegro,
JOSÉ JUAN: Ah, eso es allá alante; siga por hay derecho, pero tenga cuidao con el peacito aquel de La
Vuelta ´e Los Mangos, ahí mismo, al pasá el cañito, que ahí sale El Silbón.
EL VISITANTE: ¿El Silbón?
JOSÉ JUAN: Sí existe, señor y mucho, mire, por to´ estos caminos, por to´ estas sabanas
y por to´ estas soledades, se va a encontrá con mucho más de lo que usté ha visto en los
libros.
EL VISITANTE: Bueno, yo he oído hablar algo de eso, pero, dicen que es una leyenda.
José JUAN: Jummm ¿Una leyenda?, una leyenda debe se´ lo que cuentan de El Silbón
antes de sé Silbón.
JOSÉ JUAN: Pues, que dicen que, El Silbón es el ánima en pena de un hijo que mató al
papa pa´ comele la asadura, y que la mama lo maldijo pa´ toa la vida.
JOSÉ JUAN: En Guanarito, compa, y Guanarito es Llano, y Llano es to´ esto que
estamos pisando.
EL VISITANTE: No, no, yo creo que eso es sólo una leyenda, como dice la gente,
lo que pasa es que, ustedes, los llaneros, tienen un espíritu demasiado supersticioso.
JOSÉ JUAN: Llano es Llano, compa, y a nosotros nos gusta de esa manera,
supersticiosos y to´ pue´ que seamos, pero con un corazón que no nos cabe en to´ el
ancho ´e la sabana, y en esa misma sabana que no alcanza pa´ arropale el corazón al
EL VISITANTE: Caray, pero ha de ser muy grande ese espanto de El Silbón, pa´ que, pa´que, ustedes, los
llaneros, le tengan tanto miedo.
JOSÉ JUAN: Juunnn…Canillú es lo que es el hombre, compa, canillú, mire, le digo que
lo han visto sentao y las rodillas le pasan del lao arriba ´e la cabeza.
EL VISITANTE: No, no, yo insisto en que eso no es más que una leyenda, amigo.
JOSÉ JUAN: Sí, pero lo dejó con una calentura que lo tulló pa´ toa la vida. Mire, cuenta
el pasaje que a El Silbón le sonaban las costillas como a saco de algodón, pero lo cierto es
JOSÉ JUAN: Bueno, eso es lo que cuenta la gente, pero mire, si usté, no quiere cree, le
voy a contá un caso que yo vi con mis propios ojos y que sucedió aquí mismo, aquí
NARRADOR
Era el mes de mayo, mes de espantos y de aparecidos, época de lluvia, cuando la sabana se viste de flores y el
terronal se remoja: Llano en mayo, con sus noches oscuras y caminos llenos de agua. El caney estaba de
fiesta, la alegría se volvía copla y la copla se hacía romance; Llano adentro, caminante sin rumbo por sabanas
de Portuguesa y al compás de una bandola, desde el tranquero de un rancho, fue surgiendo esta leyenda.
JOSÉ JUAN: Bueno, cómo no; pero se arreglan temprano que todavía hay mucho que
NARRADOR
El día había comenzado entusiasmado y alegre, salpicado de bullangueros comentarios sobre la fiesta de
joropo que daría don Encarnación en el Hato Quebrá Seca, todos parecían haberse levantado con el corazón
de fiesta y el entusiasmo en los labios, al despuntar de aquel día, la sabana, los caminos, los caneyes y los
ranchos fueron saturados con el rumor de la fiesta que todavía no llegaba, las muchachas visitaron tempranito
el espejo del jagüey y las frases invitadoras se quedaron retozando a la orilla del camino.
JOSÉ ALÍ: Nos vemos en el baile esta noche, catira, al comenzá el joropo.
JOSÉ ALÍ: Mire compa, aclárece la garganta pa´ que le eche una entraíta al joropo esta
JOSÉ JUAN: Sí hombre, compa que por allá nos veremos. Si Dios quiere.
NARRADOR
Pero algo había querido decir que no, al encuentro de la cita. La tarde llegó con nubarrones de lluvia y viento
fuerte que sacudía los chaparrales asustando la sabana. Los caminos fueron llenándose de agua y las aves se
recogieron temprano. Agoniza la tarde callada y llena de presagios, mientras el caporal del Hato Los
Malabares rasguea las cuerdas de un cuatro, al tiempo que deja escapar la vista más allá del camino,
contemplando el morir de aquella tarde, que no se había hecho anunciar, allá, por Los Malabares y se despide
silenciosa en medio de charcos de agua.
NARRADOR
Se aclara el pecho aquel hombre y José Juan reconoce en la silueta del que se acerca al pequeño Juan Hilario,
hombre de los mil caminos por llegar a una parranda, Hilarión o Juan Parrandas, como todos lo llaman (se
oyen ladridos de perros); los perros ladran y la noche llegó silbando.
JOSÉ JUAN: ¿Pa´ ónde va porahi, Juan Hilario, con esa noche tan fea?
JUAN HILARIO: Pa´ la fiesta, mi compa, pa´ la fiesta ´e Quebrá Seca, que dicen van a
JOSÉ JUAN: Caray, con tanta agua y esa noche tan oscura, mire como está el camino:
¡anegaíto!
JUAN HILARIO: No hombre, compa, el camino es lo de menos, otras veces ha llovío más y más lejos
todavía he andao, a mí el agua no me asusta, pa´ eso cargo mi chamarra. Anímese, compa Juan, échele los
pies al barro que allá cogemos calor.
JOSÉ JUAN: Nooo, compita, ni que estuviera enamorao pa´ cogé pa´ un baile con ese
camino tan barrialoso y lo que viene es agua, sabe. Mire como está el relámpago:
JUAN HILARIO: Nooo, ñerito, ese baile no me lo pueo perdé. Mire, si usté juera visto el
bojote ´e mujeres que han pasao pa´ esa fiesta, no estuviera horita parao en ese tranquero.
JOSÉ JUAN: Mire que estamos en mayo, Juan Hilario, el mes de El Silbón, y en una
noche como esta, jumm, no es pa´ uno andá buscando lo que no se le ha perdío. Usted,
JUAN HILARIO: A caray, ñero ¿Va a está usté creyendo en esa pendejá? Esos son
JOSÉ JUAN: ¡Jumm! ¿Cuentos de camino? Lo que pasa es que, usté, no sabe lo
espantoso que es ese aparato, ñero, y lo feo que silba. Mire, le digo que se le paran a uno los pelos de punta.
JUAN HILARIO: A caray, compa, yo soy hombre pa´ echale cuatro palos a cualquiera,
que me salga el largurucho ese, pa´ que, usted, vea la revolcá que le voy a echá.
JOSÉ JUAN: Mire Juan Hilario, yo mejor lo dejo solo, usté será lo que sea, pero lo que es
JUAN HILARIO: Ja, ja, ja, ja, ja ¡Qué compa pa´ vainero!¡ Y que teniéndole mieo al
NARRADOR
Juan Hilario, burlón e incrédulo, se aleja por la oscuridad del camino, mientras José Juan, persignándose, se
introduce en el rancho. La noche negra y teñida ahoga el aullido de los perros. Un raro silbido penetrador y
espeluznante comienza a dejarse oír tras los pasos de Juan Hilario (se oye un silbido penetrante), aquél
extraño silbido se repite, una y otra vez, en persecución del parrandero, pero éste creyendo que se trata de
alguna treta de su amigo para asustarlo, continúa adelante sin hacer caso de la proximidad del espanto (se oye
un silbido penetrante).
JUAN HILARIO: No hombre compa, sálgase de ese mogote que lo que anda buscando es que lo pique una
mapanare, ñero, váyase pa´ la casa, a mí, no me va usté a meté mieo (se oye un silbido penetrante).
NARRADOR
Un nuevo silbido, esta vez más espeluznante y agudo, hace que Juan Hilario se detenga, un poco receloso,
para enfocar con la linterna en todas direcciones tratando de descubrir el misterio de aquellos silbidos, pero,
no ve nada y continúa adelante, recuerda las advertencias de su amigo y su propia carcajada sacude el silencio
de la noche.
Pero, aquellos silbidos se repiten insistentemente (se oye un silbido penetrante) y Juan Hilario presa de los
nervios empuña el garrote como único medio para defenderse del extraño y misterioso perseguidor, mas no ha
terminado de empuñar el garrote, cuando un golpe en la espalda lo hace rodar por el suelo. Lanzando un grito
de dolor se levanta con gran rapidez, y como si estuviese viendo a su atacante, comienza a lanzar garrotazos al
revés y al derecho, encogiéndose de dolor a cada golpe que recibe. Rueda varias veces por el suelo, pero
continúa defendiéndose, hasta que agotado, ya sin fuerzas, lanza un último grito y cae desmayado frente al
tranquero de Los Malabares.
PEÓN: Hey, muchachos es Juan Hilario, corran, vengan pronto que es Juan Hilario, es
Juan Hilario.
NARRADOR
José Juan y el resto de los que han oído el grito salen corriendo hasta el tranquero y al ver a Juan Hilario
tendido en el suelo se apresuran a prestarle auxilio (se oye un silbido penetrante); pero un nuevo silbido se
deja escuchar casi encima de ellos y es entonces cuando comprenden lo que sucede, inmediatamente
comienzan a proferir una serie de palabras al aire con las que pretenden ahuyentar al espanto.
PEÓN: Cuje, Tureco, es El Silbón, ¡La tapara de ají y el mandador! ¡La tapara de ají y el
NARRADOR
Aquellas palabras inundan todo el ambiente y una espantosa sombra con la figura de un hombre
ensombrerado y extraordinariamente alto, pasa como un celaje, perdiéndose ante el asombro de todos (se oye
un silbido penetrante). El patio ha quedado en silencio y Juan Hilario, volviéndose a la realidad, cuenta lo que
le ha sucedido. Unos músicos que regresan del baile de Quebrá Seca y que pasan en aquel preciso momento
por el lugar, son testigos de la confesión de Juan Hilario.
JUAN HILARIO: ¡Ay, compañero! Ya me mataba ese animal, mire usté, compa José,
camino, ¡Ay, que animal más horrible! ¡Ay, compa!, no me deje solo, que me está
esperando en el camino.
JOSÉ JUAN: Se lo dije, compa, se lo dije, compa Hilario, se lo dije, eso le pasó por
JUAN HILARIO: ¡Ay, compa!, si, usted, juera visto lo feo que es ese aparato, ¡Sí! Si lo
juera visto, no vuelvo, ñero, palabrita ´e Juan Hilario que no vuelvo a baile de noche,
palabrita.
NARRADOR
José Juan y sus amigos, después de oírle en silencio, lo ayudaron a levantarse para que
pasará aquella noche en el rancho de Los Malabares. Días después, el corrido de Juan
JUAN JOSÉ: Sí, compa, que yo era el caporal de Los Malabares y no es que yo quiera
hacé la cosa más grande, y si, usted, quiere, pregúntele a la gente del hato pa´ que vea que
EL VISITANTE: Caray, nunca creí que fueran ciertas todas esas cosas que se decían en el
Llano.
EL VISITANTE: No, eso se llama folklore, y folklore es el alma misma del pueblo, sus
JOSÉ JUAN: ¡Ha! pues, por aquí hay mucho de eso, por donde quiera que usté camine
se encuentra con corríos y con pasajes nacidos de aquí mismo, en esta misma tierra; en el camino, en la
laguna, en el caño, ´onde quiera que usté arrime las huellas, ahí encuentra un peacito de eso, que como usté
dice, es el alma de los que vivimos por acá.