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Curso Familias CESI

Módulo II:
Desarrollo Vital
Curso Familias CESI Módulo II: Desarrollo Vital

Vínculos Tempranos y Sexualidad


En los módulos anteriores pudimos ver la relación existente entre la sexualidad
y la vida integra de todos y todas, por lo que la comprensión de esta dimensión
humana debe ser evaluada en torno a la biografía personal, contexto histórico
y paradigmas explicativos presentes en cada momento. Hoy sabemos que la Se-
xualidad nos acompaña siempre y no es privativa de los procesos coitales o las
relaciones de parejas heterosexuales, sino que enmarca una serie de eventos
propios de cada cultura y que son entendidos y valorados de distintas mane-
ras dependiendo de los poderes reguladores existentes (Di Segni, 2014). Ahora
veremos la relación existente entre los primeros vínculos afectivos (principal-
mente el vínculo de apego) y la vivencia de la sexualidad tanto en el desarrollo
como en la adultez, enfocándonos en los efectos afectivos presentes.

Sobre la Teoría del Apego: Aspectos generales.

La teoría del Apego nos muestra que todos y todas na-


cemos con un sistema conductual que nos orienta a la
búsqueda de proximidad y seguridad con figuras que, a
su vez, despliegan sistemas de respuesta sensible a los
requerimientos, logrando vínculos privilegiados, base se-
gura para la relación con el entorno siendo posible que
estas figuras sean representadas por la madre, el padre,
los cuidadores cercanos a la familia y otros, no siendo pri-
vativo de las mujeres. El creador de la teoría del apego
es el psicólogo John Bowlby, quién hace un planteamien-
to “rupturista” a la tradición psicoanalítica reinante en la
Inglaterra post guerra de finales de los años 60, ya que,
si bien intenta elaborar un modelo con bases en dicha
teoría, genera una explicación alternativa a la motivación
principal de los seres humanos. Bowlby (1985) establece
que la fuerza fundante de los seres humanos no está liga-
da a la obtención del placer, sino que a la supervivencia,
por lo que los bebes establecen “un sistema motivacional
innato, resultado de un conjunto de pautas de conducta ca-
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racterísticas, en parte programadas, que se desarrollan en


el entorno corriente durante los primeros meses de vida”
(p.15). Este sistema motivacional será llamado Sistema
de Apego y tendrá diferentes características dependien-
do de la calidad en la que se dio la interacción entre bebe
y cuidadores. El autor se refería principalmente a “La Ma-
dre” como la cuidadora más importante y figura de apego
principal, en el entendido que las funciones reproducti-
vas y de cuidado han estado históricamente ligadas a la
femineidad, lo que hoy podría referir una crítica desde
la perspectiva de género, pero también hay que concitar
que el propio Bowlby reconoce que los estudios en este
ámbito no pueden ser restringidos exclusivamente entre
los participantes de la diada.

A pesar de ser el creador de la teoría del Apego, la


investigación que daría forma a los conceptos elaborados
en ella no sería posible sin los aportes de Mary Ainsworth,
quién se traslada a Uganda para encabezar la observación
naturalista de las diadas madres- hijas en dicha comuni-
dad, replicando luego la experiencia en Baltimore, lo que
llevo a la generación de la conocida prueba de “La situa-
ción Extraña” (Salinas, 2017). En base a esta metodología
y luego de diversos estudios, la investigadora concluye
que los vínculos entre madres e hijo/a, o mejor aún figuras
de apego y niños/as, van a depender de las características
que tengan los cuidadores (Ainsworth citado en Brando
et al, 2008), logrando describir distintos “estilos prototí-
picos que el niño tiene para usar a su figura significativa
como base segura en momentos de stress y como refu-
gio seguro en momentos de exploración”. Los patrones
de apego fueron definidos inicialmente por Ainsworth,
Blewar, Waters y Wall, quienes describieron el estilo se-
guro, el ansioso-ambivalente y el evitativo, y luego Mary
Main agrega el subtipo desorganizado, observable en si-
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tuaciones de institucionalización, abuso y/o negligencia

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(Lecannelier, 2008-2009). Cada uno de estos estilos va


a relacionarse con una forma de “comprender” los víncu-
los, repercutiendo en la calidad de la llamada “Seguridad
Básica”, y por ende la conformación de estrategias vincu-
lares en las relaciones adultas.

En este sentido, la confianza se relaciona directa-


mente con la calidad del vínculo que los cuidadores hayan
generado con sus hijos e hijas, siendo un predictor para
las interacciones futuras, toda vez que son la base para
la conformación de los llamados Modelos Operativos In-
ternos (MOI o IWM), que son las representaciones men-
tales personales que permiten establecer modelos del
sí mismo y del mundo (Di Bartolo, 2016). Cobra impor-
tancia entonces la capacidad de respuesta sensible que
los cuidadores muestran ante las señales corporales está
presente desde los primeros minutos de vida y se pueden
ver reflejados en el acto de amamantamiento de los be-
be-s, en los cuales es posible observar erecciones (en el
caso de los hombres) y lubricación vaginal (en el caso de
las niñas), dada la potente estimulación neurológica que
vivencian a través de la succión. Así también, se observan
signos similares durante el aseo corporal, el cambio de
pañales y los juegos de caricias, todos muy importantes
para el reconocimiento del propio cuerpo (Novo Hernán-
dez, et al, 2015).

Según la calidad de los vínculos de apego estable-


cidos, se han descrito diferentes categorías de Apego, las
cuales vamos a revisar para entender luego sus implican-
cias en la vida sexual adulta, tomando como referencia el
trabajo de Garrido–Rojas del año 2006, en su excelente
trabajo llamado “Apego- Emoción y Regulación Emocional,
Implicaciones para la Salud”, publicado en la revista Lati-
noamericana de Psicología.
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1. Patrón de Apego Seguro (B):

Ainsworth (1978) indica que las emociones más fre-


cuentes en este patrón se relacionan con angustia ante
las separaciones y la calma cuando la figura de apego re-
gresa; y en la interacción se observa calidez, confianza
y seguridad. Investigaciones en adolescentes muestran
que el apego seguro se relaciona con menores índices de
ansiedad en comparación con los apegos inseguros e ín-
dices más bajos de hostilidad que en el estilo evitativo;
así como la presencia de baja ansiedad y evitación frente
a otros, comodidad con la cercanía y la interdependen-
cia, sumado a confianza en la búsqueda de apoyo. Magai,
Hunziker, Mesias y Culver (2000) identificaron que estas
personas son capaces de aceptar las situaciones de rabia
y expresar la ira de forma controlada, exhibiendo ade-
más menos indicadores de depresión y ansiedad duran-
te la infancia lo que se correlaciona con los hallazgos de
Kerr, Melley, Travea y Pole (2003), quienes indican que
los adultos con patrón de apego seguro reportan niveles
más altos de afectos positivos, energía y placer, además
de alta concentración.
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2. Patrón de Apego Inseguro-Ansioso


Ambivalente (C):

Las emociones más frecuentes en este patrón se relacio-


nan con la angustia exacerbada ante las separaciones y la
dificultad para lograr la calma cuando la figura de apego
regresa; y la interacción tiende a la ambivalencia, enojo y
preocupación. Estudios señalan que el grupo ambivalente
exhibe la mayor disminución en el desarrollo de emocio-
nes positivas entre los 9 y 33 meses, y el mayor malestar
en episodios dirigidos a elicitar emociones positivas; res-
ponden más temerosos no sólo a estímulos que producen
temor, sino también a estímulos elicitadores de alegría.
El miedo aparece como la emoción más fuerte. Mikulin-
cer (2003), En la misma línea, Mikulincer, Gillath y Sha-
ver (2002) y Lecannelier (2002), enfatiza que en el estilo
ansioso ambivalente se aprecia alta ansiedad y baja evi-
tación, fuerte necesidad de cercanía, preocupaciones en
cuanto a las relaciones y miedo al rechazo. Valdés (2002)
además de enfatizar las emociones de miedo y ansiedad,
indica una baja tolerancia al dolor. Magai et al. (2000) y
Crittenden (1995), coinciden en el estilo ansioso se aso-
cia con la presencia de un conflicto interno, emociones de
rabia, enojo, estrés y afecto depresivo. Kerr et al. (2003),
señalan que sujetos pertenecientes al estilo ambivalente
reportan los niveles más altos de afecto negativo; males-
tar, enojo, repugnancia, culpa, miedo y nerviosismo y me-
nores niveles de calma y serenidad.

3. Patrón de Apego Inseguro-Evitativo (A):

Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más


frecuentes de los bebés con apego evitativo es la ausen-
cia de angustia y de enojo ante las separaciones y la in-
diferencia cuando el cuidador vuelve; en la interacción
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revelan distancia y evitación. Mikulincer (2003), enfatiza


que en el estilo evitativo no hay seguridad en el apego,
se produce una “autosuficiencia compulsiva” y se observa
preferencia por una distancia emocional. Sin embargo, se
ha constatado en niños con este estilo que, aunque pare-
cen despreocupados por las separaciones, muestran sig-
nos fisiológicos de ansiedad, la que se mantiene por más
tiempo que en los niños seguros (Byng- Hall, 1995), en-
contrándose mayores niveles de cortisol (hormona ligada
a la ansiedad), llanto y agitación. Lo anterior concuerda
con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes
señalan que el autoreporte de los sujetos con estilo an-
sioso- evitativo no refleja afecto negativo ni síntomas de
estrés, pero los pares los consideran ansiosos y con un
predominio de la hostilidad. Kerr et al. (2003) coinciden al
señalar que el patrón A reporta bajos niveles de emocio-
nes positivas; experimentan más afecto negativo que el
grupo seguro y menor afecto negativo que el grupo ambi-
valente. Específicamente en relación con la rabia, Miku-
lincer (1998) señala que el estilo evitativo se inclina a la
ira, pero, aunque presenten intensos episodios de enojo
con alta hostilidad, tienden a esconder su ira mediante la
negación de su emoción o mostrándose positivo.

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Cuadro Resúmen de Patrones de apego, basado en: http://danalarcon.com/plantilla-test-de-apego-entre-


la-madre-y-el-hijo/

En este sentido, existe una propuesta teórica que


indica la relación directa entre los estilos predominan-
tes de apego y la posterior conformación de vínculos
inter-personales en contexto de pareja, siendo posible
identificar patrones recurrentes que son similares a la
experiencia vivida con las figuras significativas durante
la infancia. El investigador español Javier Gómez Zapiain
revela esta relación en profundidad en su libro Apego y
Sexualidad (2009), identificando cinco sistemas motiva-
cionales que estarían a la base de la evolución humana.
Estos sistemas serían:

• Sistema de Autopreservación-Necesidades de Apego


• Sistema de Heteropreservación-Necesidades de
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aportar cuidados
• Sistema de Satisfacción Sexual–Necesidades eróticas.
• Sistema de Regulación Psicobiológica.
• Sistema de Estructuración del Yo-Necesidades de
afirmación.

Todos estos sistemas van a regularse en base a


las necesidades específicas de las personas, tomando
distintas jerarquías dependiendo el contexto en el cual
se estén desarrollando los procesos de vida, siendo
los sistemas de Autoperseveración y Satisfacción los
implicados en el concepto de “amor apasionado” en los
adultos.

Imagen basada en el esquema de http://slideplayer.es/slide/6122393/ correspondiente al Modelo de Apego


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y Sexualidad en Parejas, Gómez 2009.

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En el cuadro se observa la relación entre los MOI,


las necesidades afectivas, emocionales y sexuales, las que
van a requerir la interrelación de los distintos sistemas
motivacionales nombrados. A simple vista se observa la
complejidad de este tipo de vínculos, por lo que resulta
esencial conocer las capacidades que las personas podrían
expresar en vista de sus aprendizajes previos en la danza
vincular, idea que podemos inferir de los vínculos de
apego en la infancia que, al parecer, podrían representar
una suerte de “mapas vinculares” que son “leídos” por l@s
adult@s al momento de interactuar en pareja.

Intimidad, Sexualidad y Apego.

El desarrollo de los distintos tipos de relaciones de pareja


y la comprensión de los fenómenos que en cada uno de
ellas ocurre, puede tener una base biográfica personal
que determine el actuar, sentir y vivenciar la experiencia
intima, siendo esta una elaboración propia de cada quién
en base a su propia experiencia afectiva. Así entonces, la
calidad de los estilos de apego va a tener impacto directo
en la conformación de los MOI, determinado la forma en
la que los niños, y posteriormente adultos, se vinculan
con sí mismos, con otros y con el mundo, mediante las
expectativas que generan en base a los significados
personales (Garrido-Rojas, 2011). Debemos destacar
que las conductas de apego no se dan solo en la infancia,
sino que son perfectamente aplicables en adolescentes
y adultos, particularmente en situaciones de estrés
(Bolwby, 1989). Actualmente, gracias al avance que se ha
tenido respecto al estudio de la infancia temprana y los
bebés en los últimos 30 años contamos con antecedentes
que indicarían que la regulación y el desarrollo de las
experiencias emocionales tanto en la adolescencia,
adultez y vejez, van a tener estrecha relación con los
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estilos de apego imperantes en los vínculos tempranos.


En el mismo sentido, existe una asociación directa entre
el desarrollo personal de los niños y la función que ejerce
la familia en cuanto al sistema de valores, regulación
emocional disponible, habilidades para la resolución de
conflictos y el manejo de las situaciones sociales.

El logro de la Intimidad requiere un exquisito equi-


librio entre el “amor y odio”, asumiendo que todos transi-
tamos por dichas emociones desde el nacimiento, lo que
nos permite adquirir progresivamente habilidades de re-
gulación emocional (Capponi, 2009). Freud detallaba este
proceso en su hipótesis ligada a las pulsiones primarias
de los niños, pero fue el análisis Winnicot el que permitió
desarrollar el concepto de “tolerancia a la ambivalencia”,
como característica clave para el éxito (Bolwby, 1979).

Los estudios en este ambito son varios. Hazan y


Shaver en 1987 realizan el primer trabajo en relación a
los patrones de apego de la infancia y las relaciones amo-
rosas en la adultez, llegando a la conclusión de que los
adultos también presentan patrones de apego que se co-
rrelacionan con las características referidas en los infan-
tes, siendo los apegos inseguros los que interpreten las
relaciones de pareja como más peligrosas o inestables,
llegando incluso a la instrumentalización e infidelidad
mientras que quienes presentan patrones de apego se-
guro tienden a ser personas que muestran capacidades
para establecer experiencias de dependencia mutua de
forma confortable, mostrando una perspectiva integrada
y coherente (Brando et al. 2008). Feeney, Noller y Hanra-
han en el año 1994 desarrollan un nuevo estudio en base
a instrumentos creados de forma original desde la teoría
del Apego.
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Un bajo nivel de tolerancia a la incertidumbre po-


dría traducirse en la “desactivación del sistema de ape-
go”, con la consecuente desconexión de la capacidad de
empatizar, junto a la producción de conductas ansiosas,
dificultando la comunicación íntima y la capacidad de res-
puesta sensible (Gómez, 2009). Bolwby (1979) sostiene
que, en estos casos, se puede dar una excesiva búsque-
da de aceptación por parte de quien se siente “culpable”
(inseguro), o un ataque de ira frente a una vivencia sig-
nificada como “castigo” (evitativo) en la relación, lo que
respondería a una clara manifestación de dificultades en
la integración de la experiencia afectiva. Existe eviden-
cia empírica de lo relevante que resultan los “trastornos
asociados a los problemas de apego”, predisponiendo a
conductas desadaptadas y psicopatología en los insegu-
ros (Gómez et al, 2008), y a la activación de defensas que
obstruyen la vivencia de la intimidad por miedo al recha-
zo o abandono (Gómez, 2009). En cuanto a las posibles
explicaciones de estas dificultades, Bolwby (1979) indica
que las separaciones afectivas tempranas tienen especial
relevancia en la generación de desregulaciones respecto
a la ambivalencia, idea que suma antecedentes empíricos
con las investigaciones de Schore (2001), quién hace una
relación directa entre la calidad del vínculo de apego y la
maduración de la estructura cerebral derecha, área de
relevancia en la capacidad de regulación afectiva.

Capponi (2010) indica que muchas formas


de intimar en las relaciones amorosas adultas son
reminiscencia el contacto con los padres. Por ejemplo,
cogerse de la mano, abrazarse, besarse etc. Son
aprendizajes grabados a fuego durante el apego. Otro
hecho que confirma la fijación de lo vivido en ese periodo
es la tendencia de los amantes adultos a turnarse en la
asunción de roles de niño(a) y padre-madre.
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La etapa de enamoramiento es una etapa


necesaria en la concreción de un vínculo de pareja, que
cuajará –si la pareja es capaz de hacer la transición- en
una relación comprometida de amor sexual estable. Esta
transición depende de los niveles de idealización entre
otras variables, y, en función de los estilos de apego, se
ha revelado que los más idealizadores fueron los de un
apego ansioso ambivalente. Aquellos que tenían un
apego evitativo son los que menos idealizan a la pareja,
mientras que los que tienen un apego seguro muestran
un nivel intermedio de idealización. Un nivel intermedio
de idealización favorece el desarrollo de ese estado
de fascinación propio del enamoramiento, y al no ser
tan intenso, facilita su duelo para pasar al amor sexual
estable. Se considera que por lo menos se requieren dos
años para establecer una relación de apego en la adultez
en la que haya; efectos amenazantes por la separación,
búsqueda permanente de la proximidad, se establezca
una sensación de haber llegado a puerto seguro, y se
den las condiciones para el desarrollo de una relación
romántica intensa, o sea de enamoramiento.

En relación a la búsqueda de parejas, el apego se-


guro va a elegir con más seguridad, va a establecer rela-
ciones de mayor confianza que le van a permitir conocer
mejor a su pareja y actuar con menos impulsividad. Podrá
tolerar mejor las frustraciones, no idealizará en exceso,
y tendrá más probabilidades de pasar de un estado de
enamoramiento a una relación más realista de pasión
afectiva propia del amor sexual estable. Los apegos an-
siosos evitativos por su dificultad para intimar, tienden
a mantener al otro a media distancia, lo que dificulta su
conocimiento en profundidad. También usan la idealiza-
ción como mecanismo para mantener esa distancia que
necesitan, de forma tal que no comparten en torno a las
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limitaciones, carencias, defectos e imperfecciones del


otro(a). y con realismo conocer al otro(a) para hacer una
elección con mayor grado de realismo, y menor entusias-
mo a lo que el otro(a) ofrece, y por lo tanto menos ideali-
zación. Acá puede faltar la motivación a comprometerse
con un proyecto tan complejo y demandante como es el
matrimonio. Un apego ansioso ambivalente va a tender a
buscar compañer@s que perpetúen un vínculo de intenso
amor, con momentos de gran idealización, pero al mismo
tiempo con gran facilidad de caer en el rencor, la rabia y el
rechazo, por la frustración a las altas expectativas prove-
nientes de la extrema idealización.

El autor agrega que las personas con apego seguro


tienden a desarrollar modelos mentales de si mismos
como amistosos, afables y capaces, y también piensan
de los demás como bien intencionados y confiables.
Encuentran fácil intimar con otros, se sienten cómodos
al depender de otros como también que otros dependan
de ellos, y no se preocupan por ser abandonados. No
solo no les molesta la proximidad emocional y afectiva,
sino que les agrada y la buscan. Las personas con apego
seguro tienden a vivir las relaciones afectivas con
alegría, con emociones positivas, confían en el otro(a), en
general aceptan al compañero(a) a pesar de sus defectos.
Tienen mayor capacidad para resolver los conflictos
interpersonales que aquellos de apegos ansiosos.

Las personas con apego ansioso ambivalente tien-


den a desarrollar un concepto de si mism@s como poco
inteligentes e inseguros, y a percibir a las demás perso-
nas como poco confiables, por lo que pueden ser reaci@s
a comprometerse en relaciones íntimas, preocupados de
que su pareja no les vaya a abandonar, y están
permanen-temente confirmando si son o no queridos.
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Hay desconianza, celos y una mayor vulnerabilidad a la

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soledad. Esta preocupación obsesiva por el abandono


los lleva a un deseo extremo de unión y reciprocidad,
que puede agobiar a la pareja.

El estilo evitativo desarrolla un concepto de


sí mismo más suspicaz, escéptico y retraído, y un
concep-to de los otros como poco confiables o
demasiados ávi-dos y agobiantes como para correr el
riesgo de compro-meterse en relaciones íntimas por lo
amenazantes que les parecen. En las personas
evitativas el amor está muy frecuentemente
acompañado de rechazo a la intimidad, por la dificultad
para depender de la persona y por la falta de confianza
en ellas. Por los altibajos emocionales, por la dificultad
para aceptar los defectos del compañero(a), porque se
perciben a si mismos autosuficientes y porque
desestiman las relaciones afectivas, estas personas sue-
len dudar de la existencia o de la estabilidad del amor.

Finalmente, Capponi indica que el estilo de apego


predominante tiene consecuencias en la vida sexual de
las parejas, describiendo que las personas con apego
seguro hacen el amor libremente, espontáneamente,
excitantemente, tiernamente y empáticamente.
Cada uno de los partners incorpora el cuerpo del
otro(a) en su propio mundo interno.

En los apegos ansiosos el placer hedonista está


afectado. Las parejas harán el amor agarrándose con
desesperación y buscando el aseguramiento personal. Las
parejas de apego evitativo harán el amor con distancia,
mecánicamente, carentes de emoción, o con cierto grado
de violencia y desconsideración.

Es importante afirmar que las relaciones de apego


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se pueden modificar posteriormente en la vida según

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las experiencias que se vivan. No son patrones rígidos


e inamovibles.

Algunas Ideas al cierre.


El sexo refiere conceptualmente a la biografía de los
sujetos sexuados, no a sus genitales. Hablamos entonces
del sexo como identidad, producto de un proceso de
sexuación. Un punto que destacar: el término
“Sexualidad” aparece solamente durante esta época,
como un concepto nuevo (neologismo) introducido por
dos autores muy distintos.La ocupación médica del
término sexualidad será posterior, así como su
asociación a aspectos relacionados con la reproducción
y la genitalidad, ósea la función genésica; para luego
transitar hacia un sinónimo exclusivo de los actos
placenteros de los encuentros corporales, perdiendo la
noción de identidad que está a la base (Amezúa y
Foucart, 2013). El valor de esté ultimo concepto la
(identidad) está en que representa una forma de vivirse,
en una mezcla particular de caracteres y formas, no solo
de sentirse ni verse, y con ello la biografía aparece como
concepto central: ¿Dé qué modo vivo mi ser sexuado? O
más bien dicho ¿De qué modo estoy viviéndome como
ser sexuado? Entonces, ya no es lo social vs lo biológico,
sino lo histórico y las disposiciones que aparecen por la
mezcla particular de elementos sexuantes y el
dinamismo propio de la experiencia. No hay entonces
identidades equivocadas, sino comprensiones muy
limitantes desde paradigmas que buscan en un solo
facto, la explicación a todo el Sexo, el cual desde ahora
en adelante ya no será más un sinónimo de conducta ni
de genital.
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Referencias
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