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un metaanálisis sobre los principales estudios de apego con madres y con padres
del momento).
El papel de diferentes cuidadores como figuras de apego principales o sub-
sidiarias ha sido evaluado recientemente en estudios realizados en diferentes cul-
turas. Por ejemplo, True (citado por Van Ijzendoorn y Sagi, 1999) encontró que en
muchas familias de la comunidad Dogi de Mali, en África Oriental, las abuelas
asumen todos los cuidados de los primeros nietos durante el día porque se identi-
fican como las figuras de apego principales, mientras que las madres se encargan
solamente del cuidado durante las noches. Miembros de la familia como las abue-
las y los hermanos mayores se constituyen en figuras significativas para los niños
en algunos contextos socioculturales de Estados Unidos (familias afroamerica-
nas) y países de Latinoamérica. Por ejemplo, Carrillo, Maldonado, Saldarriaga,
Vega y Díaz (2004) evaluaron el rol de las abuelas como figuras de apego subsi-
diarias, en un estudio sobre patrones de apego en familias de tres generaciones en
Colombia. Los resultados de este estudio indicaron que en contextos en los cuales
conviven abuelas, madres adolescentes e hijos pequeños, la relación que estable-
cen las madres con sus hijos se caracteriza por niveles adecuados de seguridad.
Los puntajes de seguridad en la interacción madre-hijo obtenidos en el Q-sort de
Apego fueron más altos para el caso de las madres que para el de las abuelas. Esto
indica que las madres, en esta muestra, ejercieron el rol como figuras principales
de apego para los niños, mientras que las abuelas se constituyeron en figuras de
apego subsidiarias.
El papel de las figuras de apego (principales o subsidiarias) ha sido evaluado
en otras poblaciones en riesgo, como los niños víctimas de violencia y maltrato
familiar. Por ejemplo, Amar y Berdugo de Gómez (2006) evaluaron un conjunto
de dimensiones relacionadas con el apego en una muestra de niños en edad escolar
maltratados, y encontraron que en estas circunstancias los niños buscan seguridad
y protección en figuras alternativas, como familiares cercanos, vecinos, y en los
pares, y tienden a establecer lazos afectivos cercanos con ellos, caracterizados por
confianza e intimidad emocional con dichas figuras.
El desarrollo del apego es un proceso complejo que tiene lugar durante los pri-
meros años e involucra características del niño, del cuidador y del contexto. Los
teóricos del apego han identificado dos características en el comportamiento del
cuidador que son necesarias para que se establezca una relación de apego. La pri-
mera hace referencia a la manera como éste percibe e interpreta las necesidades
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de estudios empíricos que los sustentan. Desde los orígenes de la teoría del apego,
los investigadores han utilizado diferentes metodologías y diseños de investiga-
ción para abordar los problemas esenciales alrededor de la formación, manteni-
miento e implicaciones de las relaciones afectivas tempranas. La investigación
sobre los vínculos afectivos en las etapas iniciales de la vida ha girado alrededor
de tres preguntas fundamentales. La primera de ellas se centra en la identifica-
ción de diferencias individuales en la calidad de las relaciones de apego que los
niños establecen con sus cuidadores y en las implicaciones que estas relaciones
tienen para el desarrollo de los niños; la segunda evalúa la posibilidad de esta-
blecer relaciones de apego con múltiples cuidadores y los criterios que permiten
la identificación de estas figuras como primarias o subsidiarias; finalmente, la
tercera pregunta indaga sobre la estabilidad de los patrones de apego que se for-
man en los primeros años y la continuidad de dichos patrones en etapas siguientes
del desarrollo. A continuación se presentarán investigaciones relevantes que dan
cuenta de avances en el área del desarrollo social y emocional, y en particular,
de la formación e implicaciones de los vínculos afectivos tempranos, con base en
cada una de estas preguntas.
Desde el momento de su nacimiento los niños establecen relaciones con las per-
sonas que se encuentran en su contexto inmediato. El proceso de formación de un
tipo particular de relación entre un niño y sus cuidadores está influenciado por
numerosos factores, dentro de los que se encuentran rasgos típicos del cuidador,
rasgos específicos del niño y condiciones singulares del contexto en el que se
desarrolla dicha relación. ¿Cuáles son las características de las relaciones que los
niños establecen con sus cuidadores? ¿Existen diferentes tipos de relaciones de
apego entre los niños y sus cuidadores? ¿Tienen las separaciones frecuentes de
la madre algún efecto en los niños? ¿Se presentan los mismos tipos de relación
en diferentes poblaciones o grupos de niños? La búsqueda de respuestas a estos
cuestionamientos llevó a diferentes teóricos del apego a explorar el campo de las
relaciones afectivas durante los primeros años de vida y a idear metodologías
para aproximarse a una caracterización de dichas relaciones en distintos grupos
de familias.
Una de las estrategias que dio lugar a los primeros cuestionamientos alrededor
de las relaciones afectivas y de su importancia en el desarrollo de los niños fue la
observación naturalista. Las observaciones iniciales de Bowlby y colaboradores
de los niños hospitalizados permitieron identificar los primeros indicios de los
efectos que separaciones prolongadas y frecuentes de la madres producían en
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los niños. Los estudios iniciales de Mary Ainsworth en Uganda, guiados por la
inquietud de si existen o no diferentes tipos de relaciones afectivas entre niños
y sus madres, arrojaron como resultado la primera tipología de las relaciones
de apego. Basada en extensas y sistemáticas observaciones en ambiente natural
de interacciones entre madres e hijos en una población de Uganda, Ainsworth
identificó tres patrones de apego en los niños: los niños con apego seguro se
mostraban interesados en explorar el ambiente cuando la madre estaba presente,
parecían contentos la mayor parte del tiempo y su frecuencia de llanto era baja; los
niños con apego inseguro mostraban baja exploración y lloraban frecuentemente,
y los niños aún no apegados manifestaban un comportamiento neutro, sin señales
de atención especial hacia la madre (Bretherton, 1994).
Estudios posteriores realizados en Estados Unidos en los que se utilizaron
tanto la observación naturalista como la Situación Extraña condujeron a la cla-
sificación de los tres tipos principales de apego que se encuentra actualmente en
la literatura de las relaciones afectivas en la infancia y que han dado lugar a tipo-
logías similares en otras etapas del desarrollo. La Situación Extraña (Ainsworth,
Blehar, Waters y Wall, 1978) es un procedimiento de laboratorio que consiste en
exponer al niño y al cuidador a una serie de 8 episodios de 3 minutos cada uno,
que ocurren en un ambiente desconocido para ellos, con el propósito de registrar
las conductas de apego que se activan a través de situaciones de interacción, se-
paraciones y reuniones entre el niño y su cuidador (ver la tabla 1). Los tres tipos
de apego descritos por Ainsworth en la situación extraña fueron los siguientes:
Apego Seguro (o apego tipo B) es aquel en el que el niño utiliza al cuidador como
base segura para explorar el ambiente (por ejemplo, establece contactos visuales,
verbales o físicos mientras explora); muestra ansiedad ante la separaciones del
cuidador (por ejemplo, llora, se aproxima a la puerta, lo llama); muestra claras
señales de bienvenida en las reuniones con el cuidador (por ejemplo, se dirige
a él, levanta los brazos para indicar que desea ser alzado, se calma fácilmente y
muestra señales de afecto); una vez calmado, regresa a la exploración. El Apego
Inseguro Evitativo (o apego tipo A) se caracteriza porque el niño explora inme-
diatamente el ambiente no familiar, no muestra comportamientos que indiquen
que utiliza al cuidador como base segura; muestra poca ansiedad ante la salida
del cuidador y mantiene su nivel de exploración; en las reuniones evita el contacto
con el cuidador y continúa interesado en los juguetes. En el tipo de Apego Insegu-
ro Ambivalente o Resistente (o apego tipo C) el niño muestra señales de estrés a lo
largo de la situación. El niño no muestra interés en explorar, permanece sentado
en el lugar inicial o quiere estar cerca del cuidador. En los episodios de separa-
ción muestra altos niveles de estrés (por ejemplo, llora intensamente, llama al
cuidador o grita); durante las reuniones puede buscar el contacto con el cuidador
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y mostrar señales de querer ser alzado y consolado, pero una vez lo alzan mues-
tra comportamientos de rabia hacia el cuidador y deseos de separarse de él. Un
cuarto tipo de Apego, denominado Desorganizado/Desorientado (o apego tipo D),
fue identificado posteriormente por Main y Solomon (1986). Este tipo de apego
surgió de dificultades observadas en la clasificación de los patrones de relación,
particularmente en poblaciones en riesgo (por ejemplo, madres con característi-
cas psicopatológicas o condiciones de maltrato del niño en la familia). El apego
desorganizado se caracteriza porque el niño presenta comportamientos contra-
dictorios y desorganizados que reflejan características de los otros tres tipos de
apego; el niño se puede mostrar atemorizado o aprensivo; muestra confusión res-
pecto a su comportamiento con el cuidador (por ejemplo, intenciones marcadas
de búsqueda de proximidad y evitación), y las secuencias de su conducta pueden
ser incompletas o interrumpidas abruptamente (Thompson, 2006).
Estados
Colombia Alemania Israel
Unidos
Los estudios culturales del apego arrojaron evidencia que apoya la hipótesis
de la universalidad de las relaciones de apego con los cuidadores primarios. A
pesar de las diferencias particulares en la distribución de los estilos de apego en
las muestras de los diferentes países y en algunas de las conductas de apego ma-
nifestadas por los niños, se encontró que el patrón de apego seguro es la clasifi-
cación que se encuentra con mayor frecuencia en las investigaciones (Thompson,
2006).
La etapa inicial del desarrollo de la teoría del apego se concentró en la ope-
racionalización del constructo, en la identificación de diferentes variables de la
predictores del mismo (tanto de los cuidadores como del niño) y en la evaluación
de los estilos de apego desarrollados durante los dos primeros años de vida. Los
cambios en el desarrollo motor, cognitivo y emocional de los niños que tienen
lugar en la etapa preescolar, así como los hallazgos encontrados en los estudios
culturales, impusieron nuevos retos en la valoración del apego. Los investigadores
se enfrentan, por una parte, a nuevas preguntas sobre las características asociadas
a los diferentes tipos de apego, las implicaciones de las relaciones de apego tem-
pranas y las posibles trayectorias de los diferentes estilos de apego de la infancia a
otras etapas en el desarrollo y en diferentes contextos socioculturales. Surge, por
otra parte, una necesidad de utilizar nuevas metodologías en el abordaje de estos
problemas y de diseñar nuevas estrategias de medición de las relaciones afectivas
más allá de la infancia. Algunos investigadores optan por métodos de investiga-
ción longitudinales para abordar aquellos problemas relacionados con la conti-
nuidad e implicaciones de los estilos de apego en el desarrollo posterior de los
niños (NICHD, 2006; Sroufe, Egeland, Carlson y Collins, 2005). Otros autores se
centraron en el diseño de nuevas estrategias de medición de los estilos de apego o
de características asociadas a los mismos. Por ejemplo, Cassidy y Marvin (1992)
propusieron una adaptación de la situación extraña, para evaluar las relaciones de
apego en niños de edad preescolar; esta estrategia se desarrolla en el laboratorio
y se basa en el modelo categórico de las tipologías del apego propuesto por Ain-
sworth. Otros autores propusieron instrumentos basados en observaciones de tipo
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35 El Programa Canguro fue diseñado en el Hospital Materno Infantil (Bogotá, Colombia) en 1978
llos que se formarán en otros contextos sociales? ¿Cuáles son las consecuencias
del apego seguro en la vida social de los niños? ¿Las relaciones de apego seguras
garantizan un adecuado funcionamiento social (competencia social, autorregula-
ción emocional, autoconcepto positivo) durante toda la vida, y los patrones inse-
guros, problemas de adaptación y de comportamiento?
De acuerdo con esta ruta indirecta de influencia, niños que establecen pa-
trones de apego seguro con sus cuidadores aprenden una serie de habilidades y
conductas prosociales que transfieren a las relaciones con otros; adicionalmente,
a través del establecimiento de una relación segura, el niño internaliza un modelo
de relación positivo que incluye creencias y expectativas sobre sí mismo y sobre
los otros, las cuales facilitarán el desarrollo de relaciones sociales adecuadas con
pares. Por el contrario, patrones de apego inseguro durante la infancia se asocian
a dificultades en las relaciones con otros y a problemas de comportamiento que
obstaculizan la adaptación social de los niños en contextos distintos a la fami-
lia. Investigaciones que evalúan los mecanismos de conexión entre las relaciones
familiares y de pares han mostrado que niños con relaciones de apego seguras
presentan mayores niveles de competencia social, expresiones positivas de afec-
to, mayores niveles de popularidad y aceptación dentro de su grupo de pares y
bajos índices de problemas de comportamiento en situaciones escolares (Bost,
Vaughn, Washington, Cielinski y Bradbard, 1998; Demulder, Denham, Schmidt
y Mitchell, 2000; Sroufe, Egeland, Carlson y Collins, 2005). Patrones de apego
inseguro con los padres se han asociado con comportamientos hostiles con los
pares, problemas de comportamientos internalizantes y externalizantes y bajos
niveles de popularidad en el grupo (Lyons-Ruth, Alpern y Repacholi, 1993; Mc-
Cartney, Owen, Booth, Clarke-Stewart y Vandell, 2004; Steel, Steel, Croft y Fo-
nagy, 1999). Estudios recientes han encontrado influencias diferenciales de los
estilos de apego establecidos con cada uno de los padres en el desarrollo social de
los niños (Lamb, 2004), índices más altos de asociación entre patrones de apego
seguro y relaciones más cercanas (por ejemplo, de amistad), que entre este patrón
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Conclusiones
Las relaciones afectivas han mostrado ser esenciales para la supervivencia de los
seres humanos. La perspectiva evolutiva ofrece evidencia importante que enfatiza
el papel de los vínculos afectivos tempranos en la vida de los organismos de dife-
rentes especies. De acuerdo con Bowlby, una de las funciones de las relaciones de
apego es la búsqueda de proximidad y contacto con el cuidador, lo cual asegura
la protección de la cría; el contacto cercano con este cuidador garantiza seguridad
para la exploración del ambiente. La perspectiva ecológica, por otra parte, señala
la importancia de elementos de los contextos inmediatos y lejanos al individuo
y de las diferentes figuras con quienes el individuo interactúa, en la formación y
mantenimiento de relaciones afectivas.
Numerosos autores han enfatizado la importancia de las relaciones afectivas
tempranas en el desarrollo de los individuos. Igualmente, existe amplia evidencia
en la literatura que ha mostrado asociaciones significativas entre patrones de
apego seguros y una adecuada adaptación social y psicológica y entre patrones
inseguros y problemas de comportamiento y ajuste escolar.
El área de estudio de las relaciones afectivas ha mostrado grandes avances
desde los primeros escritos de John Bowlby. Se han desarrollado múltiples estrate-
gias de investigación; taxonomías de los estilos de relaciones afectivas tempranas;
se han descubierto fenómenos básicos y se han explorado variables fisiológicas,
evolutivas, sociales y culturales, que permiten visualizar un proceso integrativo
del área. Existe un cuerpo amplio de investigadores reconocidos dentro de la psi-
cología del desarrollo que continúan impulsando la investigación alrededor de las
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1999; Pianta y Stuhlman , 2004; Frediksen y Rhodes, 2004). ¿Se constituyen los
maestros en figuras de apego subsidiarias? ¿Existe una relación entre los patrones
de apego de los niños con sus padres y el vínculo afectivo que establecen con
sus maestros? ¿Cómo perciben los maestros las relaciones con sus estudiantes y
cuáles son los efectos de las relaciones maestro-niño en el ajuste social y en el
desempeño académico de los estudiantes? Éstas son sólo algunas de las preguntas
que surgen de esta literatura y que han sido identificadas por los autores como
fundamentales dentro del análisis de las relaciones familiares fuera del contexto
familiar.
Una limitación importante que se ha evidenciado en la literatura y que
conduce a cuestionamientos de orden metodológico en la investigación en el área
de las relaciones afectivas tempranas se centra en los instrumentos de medición
utilizados en la evaluación del apego. Existen diversos instrumentos que se han
desarrollado desde los orígenes de la teoría para evaluar los estilos de apego en
la infancia (Ainsworth y cols., 1978; Main y Solomon,1986; Bretherton, Ridge y
Cassidy, 1990); dimensiones particulares de las relaciones de apego entre el niño
y el cuidador durante la infancia, como son la sensibilidad materna, intrusividad
y hostilidad maternas, niveles de seguridad en la relación (Waters y Dean, 1985;
Egeland y cols., 1990; Erickson, Sroufe y Egeland, 1985; Biringer, Robinson
y Emde, 1993; Condon, 1993, y Condon y Corkindale, 1998), y percepción de
características particulares, como niveles de confianza, comunicación y alineación
de la relación tanto con padres como con pares en preadolescentes y adolescentes
Cook, Greenberg, y Kusche, 1995; Armsden y Greenberg, 1987). Aunque muchos
de los instrumentos que se encuentran en la literatura han sido desarrollados en el
contexto norteamericano, existen esfuerzos importantes de investigadores de otras
regiones por adaptar y validar algunos de estos instrumentos y por diseñar nuevas
estrategias de medición de las relaciones de apego. Ejemplos de este interés los
encontramos en los trabajos de Díaz, Vargas y Rivera, 2003, en México; Scopesi,
Viterbori, Sponza y Zucchinetti, 2004, en Italia; Pardo, Pineda, Carrillo y Castro,
2006, y Camargo, Mejía, Herrera y Carrillo, 2007, en Colombia. Un mayor
desarrollo de instrumentos de medición y evaluación de las relaciones afectivas,
en general, y durante los años escolares, en particular, es imprescindible.
Las aproximación evolutiva al estudio de las relaciones afectivas ha arro-
jado datos importantes sobre procesos y mecanismos que explican el estableci-
miento y mantenimiento de vínculos afectivos con los cuidadores, así como el
papel de la protección, el cuidado y el afecto en el desarrollo de las crías. Sin
embargo, algunas preguntas evolutivas continúan sin respuesta. Por ejemplo,
¿cómo afecta el sistema social particular de algunas especies el establecimiento
de relaciones de apego entre la madre y la cría? ¿La transferencia del estilo de
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