Está en la página 1de 6

DISCERNIR LA ORACIÓN VOCACIONAL:

ESCUCHAR Y RESPONDER A DIOS


1. Tratar siempre de la oración
En las entrevistas vocacionales van apareciendo distintos contenidos que interesa
tratar en los distintos encuentros. Pero existe un tema que debería ser objeto de
todo acompañamiento vocacional, sobre todo a los comienzos, que es el del núcleo
de la vida cristiana: cómo es nuestra relación con Dios y cómo respondemos a sus
invitaciones. Tales cuestiones se pueden concretar de distintas maneras, pero son
dos ámbitos vitales suficientemente amplios e importantes que merecen un lugar
preferente en todo diálogo pastoral y, ciertamente, en el acompañamiento
vocacional.
2. Guión para escuchar: Hacer-experimentar-sentir-pensar.
El hablar de nuestra relación con Dios puede enfocarse como una comunicación
sencilla de aquello que hacemos, experimentamos, sentimos y pensamos en
nuestra relación con Dios.
a. HACER. Hablar de lo que se hace en la oración es recordar los lugares y modos
en que buscamos a Dios y nos encontramos con El, de la manera que sea, y el
tiempo que dedicamos a ello. Por ejemplo:
 Algunas personas dedican un tiempo fijo a orar personalmente cada día;
otras solamente rezan en su comunidad; otras, cuando acuden a la
celebración litúrgica comunitaria, generalmente la eucaristía.
 Hay personas que buscan en la Palabra de Dios, leída en privado, una
iluminación para sus vidas, pero no saben si piensan o rezan; otras oran en
silencio, simplemente estando allí, pero no saben si se relacionan con Dios
o solamente consigo mismas.
 Otras alaban, piden, se quejan, buscan, imaginan, discurren...
b. EXPERIMENTAR. Durante la oración suelen experimentarse sentimientos de
distinto tipo que se ha dado en denominar mociones1
 ¿Qué son las mociones? Se trata de sentimientos plenamente humanos,
experimentados afectivamente en nuestro interior, pero de los que no
siempre somos dueños, puesto que a veces nos sobrevienen como desde
fuera de nosotros y no son suscitados por nuestra libertad. La tradición
cristiana dice que a través de esas mociones se puede comunicar el Señor.
 Hablar de mociones. Pues bien, es muy importante hablar en el
acompañamiento espiritual de estas mociones, de estos sentimientos
espirituales que van unidos siempre a nuestra oración y que suelen tener
un notable significado para nuestra vida cristiana.
 Poner nombre a las mociones. Pero hay que saber poner nombre a estos
sentimientos, cuyos dos movimientos esenciales se han denominado
1
Para el discernimiento nos inspiramos en una larga tradición cristiana, que en parte se recoge en las
reglas ignacianas: IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios Espirituales, nn. 313-328.

1
«consolación» y «desolación» espirituales:
1) La consolación puede manifestarse como alegría exultante o pacífica,
gozo profundo, confianza, ánimo, fuerza, paz de fondo...; la consolación
es amor a Dios y amor a las cosas por Dios; es aumento de fe, esperanza
y caridad.
 También suele mostrarse en forma de seguridad en las cosas que
vemos, de confirmación de sentimientos espirituales anteriores que
procedían del buen espíritu, o de inclinación a tomar decisiones
buenas.
 La consolación nos mueve a pensar, decir y hacer cosas buenas,
evangélicas, coherentes con nuestra fe cristiana.
 La consolación verdadera es el lenguaje ordinario con que Dios se
nos manifiesta en nuestro interior.
2) La desolación, por el contrario, se contrapone a la consolación y, así, se
manifiesta con los tonos emotivos contrarios: apagamiento, tristeza,
oscuridad, sequedad, agitación...
 La desolación no es cualquier tipo de tristeza, sino oscuridad de la
presencia de Dios, debilitamiento de la fe, apagamiento de la
esperanza, dificultad para el amor verdadero...
 Puede mostrarse, por tanto, en forma de duda, de inquietud, de
experiencia de deseos contrapuestos, de inclinación a decisiones
contrarias a las que determinamos en la consolación.
 La desolación nos mueve a «cosas bajas» y terrenas, al egoísmo, al
propio amor, querer e interés, a comportamientos y actitudes
opuestas al evangelio, a cambiar lo que parecía evidente en tiempo
de consolación...
 Podríamos decir que la desolación es un lenguaje muy típico del mal
espíritu, que nos agita y dificulta el acceso pacífico a Dios. Aunque la
tradición también dice que en etapas avanzadas del camino
espiritual el mal espíritu también puede insinuarse a través de
consolaciones con causa, que son verdaderos engaños, pues son
mociones a cosas buenas que impiden algo que es mejor2.
 Alternancia de consolaciones y desolaciones. Cuando oramos con cierta
regularidad, es probable que a durante un tiempo experimentemos en
nuestra relación con Dios tanto consolaciones como desolaciones, si bien en
cada época suele predominar uno de los dos estados espirituales.
 Por eso en nuestras entrevistas es conveniente que hablemos tanto de la
consolación como de la desolación, analizando con la ayuda de nuestro
acompañante algunas de las circunstancias en que se producen, de los
pensamientos que nos suscitan y de los efectos que producen.
2
La tradición espiritual atribuye al mal espíritu las influencias que se oponen a Dios y que se
experimentan internamente; aunque algunas provengan del ambiente que nos rodea o de tendencias
psíquicas internas.

2
 Por otra parte, este discernimiento de las mociones espirituales que
suceden en la oración acaba siendo un aprendizaje muy útil para discernir
mociones semejantes que se producen también en la vida cotidiana de
forma continua.
c. PENSAR. Pero, además de estos sentimientos, durante la oración
habitualmente también nos asaltan algunos pensamientos, ya sean
propiamente nuestros, ya sean inspiraciones procedentes de fuera de nosotros
(del buen espíritu o del malo). Ordinariamente, siguen a los sentimientos, pero
a veces parece que los preceden.
 Esos pensamientos pueden mostrarse como luces sobre la materia que
estamos orando o como ideas sobre nuestro modo de vida o sobre nuestras
relaciones, nuestro trabajo o nuestra persona misma.
 Es importante comunicar al acompañante estos pensamientos de nuestra
oración, porque se pueden confundir inspiraciones buenas (de Dios, del
buen espíritu) con iluminaciones propiamente nuestras o provenientes del
mal espíritu. Por eso en la entrevista hay que discernir los pensamientos,
ver de dónde provienen y hacia dónde apuntan.
d. HACER. Además de sentir y pensar, es frecuente que en la oración nos sintamos
movidos a hacer alguna cosa, a tomar ciertas decisiones, a emprender
determinadas acciones. Es otro de los contenidos que conviene comunicar en el
acompañamiento: lo que nos suscita o mueve nuestro encuentro con Dios.
 Puede tratarse, por ejemplo, de una tendencia a cambiar nuestra forma de
ser, a realizar algún gesto de perdón con una persona que nos ha ofendido,
a reconciliarnos con un «enemigo»...
 O bien nos sentimos movidos a ser menos avaros con nuestro tiempo o
nuestros bienes; o a mostrar más entrega en alguna causa noble.
 Otras veces la inclinación es más genérica y no tan concreta: a fiarnos más
de Dios, a ser más esforzados o sacrificados, a no ser tan infantiles o tan
dependientes.
 También puede referirse a alguna decisión que tenemos que tomar, por
ejemplo, con respecto a la elección de carrera, de trabajo... o del futuro
estado de vida: ¿será que Dios me mueve en realidad a ir al seminario?
Debemos comunicar todas estas mociones, porque no siempre conocemos su
procedencia y su valor, y no sabemos si son inspiradas por Dios o si existen
causas humanas que expliquen esa inclinación. Pero al hablarlo limpiamente
damos razón de nuestra situación, buscamos y nos disponemos.
En general, las inclinaciones divinas no vienen una sola vez en la vida, sino que
se repiten durante algún tiempo; como leemos en la Escritura, Dios llamó a
Samuel cuando este era todavía un niño, y lo hizo al menos cuatro veces, hasta
que el anciano sacerdote Eli comprendió que era Dios quien llamaba al
muchacho y le ayudó a responder a esa voz (1 Samuel 3). Dios siempre tiene
paciencia y nos hace saber repetidamente las cosas que quiere de nosotros,
aunque dejándonos siempre en libertad para dar una u otra respuesta.

3
3. ¿Dónde se producen estas mociones?
a. En el ámbito comunitario y personal.
Nos hemos referido sobre todo a la oración, incluida la comunitaria, en la que
también pueden suscitarse las mismas mociones que en la oración en privado.
b. En los sacramentos.
Pero el encuentro con Dios se produce también de forma privilegiada en los
sacramentos y en todas las circunstancias de la vida.
 Por eso, en el acompañamiento podemos hablar de cómo vivimos los sa-
cramentos, qué sentimos y pensamos en la eucaristía, en qué partes de la
misma notamos más devoción, en qué otras partes nos distraemos más,
cómo la preparamos, qué hacemos después de participar en ella, cómo nos
implica o no para la vida, a qué nos mueve...
 También podemos hablar de cómo nos confesamos, con qué fruto, qué
buscamos con ello o cómo nos ayuda a vivir nuestra fe cristiana. Y, por
supuesto, también podemos hablar, si tal es el caso, de cómo nos cuesta
confesarnos o de si hay algún aspecto del sacramento que no entendemos
bien. Pues la reconciliación sacramental fue muy generalizada en algunas
épocas entre personas de sensibilidad espiritual, pero actualmente no
pocos la miran con cierta desconfianza o, al menos, perplejidad. El dialogo
de acompañamiento es un buen lugar para comentar nuestra experiencia
del sacramento, quizá para recibir alguna instrucción o señalar alguna
lectura sobre el mismo, para aprender a practicarlo de modo renovado.
 La participación en otros sacramentos es menos frecuente, pero puede ser
muy valiosa; para el que se prepara a recibir la confirmación, tanto la
celebración misma como todo el proceso que conlleva su preparación
pueden constituir una ocasión muy notable para un encuentro más
consciente con Dios, para recordar los compromisos de la fe cristiana, para
renovar un bautismo infantil recibido sin conciencia alguna de su
significado. Puede ser, por tanto, una ocasión de encuentro gozoso y
confiado con Dios, consciente y renovado.
 Todos estos y otros modos de vivir los sacramentos3 son ocasiones
significativas de encuentro con Dios que pueden comunicarse con mucho
fruto en el acompañamiento espiritual para constatar sus efectos o discer-
nir algunas de las mociones que en ellos se producen.
c. En la vida ordinaria.
Pero conviene no olvidar que también el encuentro con Dios se puede producir
en la vida cotidiana, en el ámbito «secular» y no «sagrado» que es la familia, el
trabajo, la reivindicación laboral, la defensa de los derechos de los pobres, la
participación ciudadana, las relaciones de amistad y la lucha cotidiana por
sobrevivir con cierta dignidad en este mundo, que en ocasiones se muestra
bastante hostil.
3
También pueden ser ocasión de una seria experiencia religiosa la unción de enfermos o el sacramento
del orden, que suele afectar mucho al que lo recibe.

4
Cuando hablamos a nuestro acompañante de lo que vivimos en nuestro
encuentro con Dios, esperamos que él nos confirme (o corrija) nuestro discerni-
miento, nos ayude a examinar lo que todavía no tenemos claro y nos oriente
hacia adelante en nuestra relación con Él. Aunque cada uno de nosotros
discierne la calidad de su encuentro personal con Dios, esperamos que también
la persona que nos acompaña nos indique si le parece que nuestra experiencia
creyente es globalmente válida o si, a su parecer, no es del todo así. También
deseamos que nos oriente en la forma de mejorar esa relación, recomendando
tal vez algunas lecturas, o quizá variando algunos modos de nuestra oración o
nuestro modo de participar en los sacramentos.
4. Guión para responder a las llamadas de Dios
Cuando los creyentes tenemos cualquier experiencia de Dios, ya sea en la oración,
en los sacramentos o en la vida, Él casi siempre nos dice algo o nos mueve en
alguna dirección. Pues se establece un tipo de diálogo que implica en el creyente
una respuesta, la cual puede darse de distintas maneras. Pero podríamos decir que
no se puede hablar con Dios y seguir totalmente igual; y por eso en el
acompañamiento han de aparecer estos efectos que tiene nuestro encuentro con
Dios para nuestra vida cristiana de cada día. Podemos indicar dos formas
principales de respuesta:
a. Respuesta a las MOCIONES
Una primera es la que damos a las mociones de Dios en la oración o en otros
momentos. Por ejemplo:
 Si hemos sentido inclinación a realizar un gesto de perdón, habrá que ver si
lo hacemos realmente en la vida o si, por el contrario, nos inhibimos.
 Si hemos sentido moción a ser generosos con nuestro tiempo, habrá que
ver si lo hacemos con gusto.
 Si ha surgido una inclinación a plantearnos una decisión profesional o
vocacional determinada, habrá que ver si hemos dado al menos algunos
pasos en la dirección de la moción de Dios. Y así sucesivamente.
b. Coherencia con nuestro PROYECTO DE VIDA.
Un segundo modo de hablar de nuestra respuesta a Dios en la vida consiste,
sencillamente, en recordar el cuadro general de nuestro vivir cristiano según
nuestra vocación particular, pues en esa vida cotidiana se concreta nuestra
respuesta habitual en el seguimiento de Jesús.
Por eso en las entrevistas hemos de hablar de los aspectos de nuestra vida
cristiana que van respondiendo al Señor, así como de aquellos que no son tan
fíeles a su llamada. Para un creyente, Dios es siempre el centro de todo; pues
bien, a ese Dios que es Señor de nuestra vida tenemos que responderle con
toda nuestra vida; de ahí derivan las responsabilidades que competen a todo
cristiano.
En cierto modo, esos compromisos están claros en la catequesis de la Iglesia,
que todos hemos escuchado en su momento o que completamos a lo largo de

5
la vida4. Pero en el acompañamiento vocacional hay que encontrar la adecuada
formulación de lo que pide nuestra particular vocación cristiana, según la lla-
mada de la propia conciencia bien formada, pues tal es el punto de partida
válido para todo camino espiritual. Se comienza desde el momento espiritual
en que se encuentre cada cual, pero uno ha de mirar hacia dónde es llamado y
caminar hacia dicho horizonte, aunque todavía no sea el final del camino.
Pues bien, hablar de nuestra respuesta creyente a Dios es hablar de esos temas
cristianos que tejen sin duda los comportamientos de cada día: vivir con con-
ciencia de hijos de Dios y no traicionar con nuestra conducta esa alta dignidad;
ejercitar las virtudes de nuestra fe cristiana y evitar cometer deliberadamente
cuanto se opone a ella; participar con justicia en las relaciones políticas,
económicas y sociales de nuestro mundo y evitar la injusticia; amar a Dios
sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo. Y así ir
construyendo cada día nuestra vida como respuesta a la alianza nueva que Dios
ha establecido con su pueblo en Cristo.
c. Confección del proyecto personal
Cuando ya llevamos un tiempo de acompañamiento o hemos efectuado un
recorrido formativo en grupos o instituciones, un instrumento que suele con-
cretar esa respuesta nuestra a Dios es el llamado proyecto personal, que puede
ser objeto de distintas formulaciones, pero que a grandes rasgos pretende arti-
cular para la vida concreta las mociones espirituales de fondo que se suscitan
en momentos de oración o de retiro.
 El proyecto personal se puede poner por escrito, por ejemplo, al comienzo
de un curso académico, después de un tiempo de reflexión y oración sobre
ello, de forma que recogemos las grandes líneas de lo que Dios nos va
diciendo y articulamos esas mociones en algunos comportamientos
concretos.
 La revisión periódica de ese proyecto personal puede ayudar a muchas
personas en su acompañamiento espiritual, aunque este no debe consistir
únicamente en una revisión del proyecto ni debe reducirse a un control
sobre su cumplimiento.
 Con todo, el proyecto puede articular algunos objetivos y áreas que han de
ser objeto de conversación más o menos regular.
Con las anteriores indicaciones hemos señalado los temas primeros de todo
acompañamiento espiritual: hablar de nuestro encuentro con Dios y hablar de nuestra
respuesta cristiana a ese Dios a quien deseamos hacer Señor de nuestras vidas.

4
El Catecismo de la Iglesia Católica dedica una larga tercera parte a explicar en qué consiste «La vida en
Cristo» de los cristianos (nn. 1.691-2.557).

También podría gustarte