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¿De qué hablamos cuando hablamos de espiritualidad?

por Alex
para quien lo necesite.

“Despacio, ve
despacio.
Que al único lugar
al que tienes que llegar
es a tí mismo”
Juan Ramón Jimenez

¡Hola! Si estás leyendo esto es porque estás en terapia con Laura, y por la razón
que sea ella te ha hecho llegar este pequeño escrito. Me presento: yo soy una persona
normal, con mis más y mis menos, al igual que tú, que ha tenido la mala experiencia en mi
vida de haber pertenecido a una secta.
Con este pequeño escrito, mi intención no es en absoluto decirte qué pensar, sólo
enseñarte qué me ayudó a mí a superar los condicionamientos interiores que el grupo forzó
en mí y retomar mi espiritualidad como algo propio e individual.
Sé que es duro, que quizá ahora, desde tu perspectiva actual, todo parezca una
montaña insalvable. He estado justamente en el mismo sitio en el que te encuentras y, aún
a veces me despierto y me encuentro ahí.
Pero también sé que, si eres como yo, hay una parte de todo eso que simplemente
no puedes ni quieres dejar atrás. Cosas que hace falta entender para poder reclamar la
espiritualidad como tuya, solamente, como algo propio de tu identidad y de tu humanidad.
Es una buena pelea la que tenemos por delante, pero si algo te puedo decir es que merece
la pena.
Te invito a que pienses conmigo en algunas cosas, que quizá te ayuden a entender
de qué puede tratarse la “espiritualidad” y cómo puedes retomarla en un futuro, desde ti,
desde tu libertad y tu identidad individual.

Como no te conozco de nada, vamos a dejar a un lado la discusión entre la creencia


en dios y lo espiritual como una realidad objetiva y externa y el ateísmo racionalista, porque
es una discusión que, francamente, no me interesa en lo más mínimo. A mí ambas posturas
me parecen interesantes en según qué puntos, pero de la primera no me gusta la forma en
que hace descansar tu esperanza en algo totalmente externo a ti y la segunda es como muy
aburrida -¡no se puede vivir toda la vida repitiendo lo mismo, como un loro, ya sea que lo
espiritual existe como que no!. Si has tenido fuertes experiencias espirituales en tu vida, te
pasará lo mismo que a mí: honestamente, no puedes simplemente curvar la cabeza y
asentir. Hay una parte que simplemente no se puede dejar ir.

Bueno, pues entonces empecemos a hablar.


Te invito a que me acompañes en un ejercicio intelectual -¡vamos a poner el cerebro
a funcionar!. La pregunta es esta: ¿cómo es posible que dos personas, con creencias y
experiencias espirituales diametralmente opuestas, tengan la misma certeza profunda de
que su experiencia espiritual es verdadera? A mí esto es algo que siempre me ha
asombrado. Es decir, un cristiano convencido y un hinduísta tienen poco o menos en
común, más que la certeza plena de que su espiritualidad es una realización real y plena.
¿Cómo es esto posible? ¿Tienen ambos la verdad entonces? ¿Tienen sus creencias e
ideales algún valor real o más bien hay algo dentro de ellos que las vuelva realidad?

La mente humana es algo apasionante, en eso estamos todos de acuerdo. Una


persona es capaz de verse sumida en infiernos personales o de experimentar paz y placer
gracias al dominio de su discurso interno. ¿Pero qué hay de real entonces en lo espiritual?
¿Es posible considerar una realización espiritual de algún tipo? ¿Qué es lo que hacen los
grupos como los que hemos estado con esa parte de nosotros y en qué se diferencia eso de
una espiritualidad individual y responsable de sí misma?
Considerando que la evolución natural es una realidad científica, podemos entender
que la aparición de la conciencia individual en ella es un hecho histórico, uno, además, no
fácilmente solventable por ningún reduccionismo. El arte de todos los siglos de historia, con
los más altos anhelos y las más bajas pasiones de las que es testigo, nos habla de la
riqueza interior inmensa que guarda la condición de la conciencia individual del ser humano.
La individualidad y la autoconciencia no son un error, como muchos nos han hecho creer, ni
algo que deba ser negado o rechazado. Cuando como personas individuales conectamos
plenamente con el hecho de que estamos vivos aquí y ahora, entendemos un sentido de
universalidad que compartimos con todos los demás. En cierto aspecto, vivimos
exactamente igual que todos los seres humanos lo han hecho, tenemos los mismos
problemas, las mismas dudas, los mismos deseos de amor y conocimiento. Es algo
universal, que le pertenece al ser humano, a todos nosotros.
La espiritualidad es uno de estos hechos. En el arte hay ejemplos del anhelo de
conocimiento y trascendencia, pero también en la religión y las tradiciones espirituales.
Todas ellas proponen lo que yo llamo una “realización” para la parte de nosotros que anhela
esa espiritualidad. Es como si, de todas las inmensas posibilidades de la mente, cada
religión y tradición espiritual cristalizara una de ellas en concreto.
Pero esto no significa que esa posibilidad sea cierta per se, ni que sus ideas
guarden un valor intrínseco a ellas mismas. Simplemente que la mente humana es
infinitamente moldeable y es capaz de volver realidad para sí misma aquello en lo que se
enfoca con suficiente fuerza de voluntad.
Deja que esto cale un momento. Vuelve a leerlo si te hace falta, porque para mí, en
esta idea es dónde estuvo la clave.
Verás, yo, como muchas otras personas en el mundo, siento un profundo asombro
ante el hecho de mi propia existencia y la del mundo y los demás. Es un asombro casi
estético, de veneración profunda ante el hecho de, joder, estar vivo y eso. Este asombro,
que nace de una parte muy profunda de mi, lo relaciono con la parte más profunda de mi
identidad como persona. Ese lugar de mi, donde el hecho de pensar, respirar, meditar, es
algo sagrado simplemente porque yo existo y así lo constato.
En esta parte profunda de la mente, hay un sentido sagrado de aceptación y
creación de nuestra propia identidad. Una parte de proactividad hacia la realidad de nuestra
individualidad. Es aquí donde la mente puede volver realidad cualquier cosa para su
subjetividad, por su capacidad de estar creando siempre pensamientos y reflexiones sobre
sí misma. Y es aquí donde, lamentablemente, esa capacidad natural, espiritual, del ser
humano puede ser vuelta en su contra y ejercerse como un método de control, como los
dos ya sabemos que puede ocurrir.
Pero las ideas per se, las técnicas, las visiones oníricas y los símbolos no tienen
ningún valor en sí mismas. El valor lo tenemos tú y yo, y se lo damos a las cosas que
pensamos y en las que creemos cuando, como decía Pessoa, le otorgamos personalidad a
los hechos sin cuerpo. Es filosofia del conocimiento de la dura, de la de Wittengestein y
Hegel, todo esto. Pero hace falta pensar en ello y entenderlo, si queremos ser libres en
nuestra espiritualidad y vivirla para nosotros.

La espiritualidad individual de la que te hablo no consiste en creer ni ver, consiste en


entender qué es realmente la posibilidad de creer y ver. Es un paso anterior a que nuestros
pensamientos tomen el cariz de condicionamiento. Las creencias per se solo son falsas y
verdaderas cuando nosotros las juzgamos como tales.
El hecho de que eso sea posible y de que nosotros tengamos la posibilidad de coger
nuestra mente y doblarla como una regaliz de caramelo es lo que es, cuanto menos, curioso
en sí mismo. Y para mí es dónde la espiritualidad toma la posibilidad de ser relevante.

A mí, como a ti y como a muchos, nos hicieron creer en muchas mierdas. Nos
hicieron sentir que éramos débiles y dependientes volviendo las capacidades de nuestra
forma de pensar en nuestra contra. Esto es la manipulación espiritual.
Pero y sólo pero, eso no significa que tengamos que renunciar a la espiritualidad
para siempre. Creer que un grupo de gente tienen poderes mágicos y puede perseguirte
espiritualmente, como me hicieron creer a mí, no es espiritualidad, es manipulación. Ahora,
sentarme a solas conmigo mismo, sentir mi respiración, asombrarme ante el hecho de mi
existencia y acompañarme a mí mismo a explorar las posibilidades de mi pensamiento y mi
forma de estar en el mundo, bueno, pues ahí podemos hablar.

Si algo puedo decirte de todo esto que te quede, que sea esto: si tienes que creer en
algo, si tienes la necesidad de depositar tu espiritualidad, aún después de este tremendo
mal trago que has vivido, en algo, que sea en tí mismo. Por tí mismo.
Esto te pertenece a ti. Nos pertenece a todos, como nuestro corazón o nuestras
ganas de comer algo rico.
Con paciencia, con mucho cariño por ti y con la ayuda que necesite, porque la pelea
es dura y complicada, pero merece la pena.
¡Ánimo!

Alex

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