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CENTRO DE LENGUAS EXTRANJERAS

“EL DUELO Y ADAPTACIÓN


DESPUÉS DE UNA PÉRDIDA”

ENSAYO

TERCER PARCIAL

PRIMER CUATRIMESTRE

ALUMNA: SILVIA ISABEL ARCOS VALLEJO

PROFESORA: JESSICA ITZEL MARES

FECHA DE ENTREGA:

24 DE ABRIL DE 2022

MORELIA, MICHOACÁN
EL DUELO Y ADAPTACIÓN DESPUÉS DE UNA PÉRDIDA

Cada persona tiene su propia forma de vivir la pérdida de alguien o algo importante.
Algunos pueden tener un proceso sano que termina con la aceptación de la pérdida, pero
otros terminan en un duelo patológico. Así mismo, todo tenemos nuestras propias ideas
de cómo se debe vivir el proceso de duelo, cuánto debe durar, que tan intenso debe ser
y que resultados debemos tener.

Primero, hay que aclarar que el duelo es un proceso sano que busca reconfortarnos,
hacer que aceptemos la pérdida y encontremos formas de adaptarnos. como nos explica
The Nemours Foundation (2022), en su artículo Muerte y duelo, “las personas pueden
transmitir o demostrar el dolor que les provoca una pérdida de varias maneras”:
“reacciones físicas”, como cambios de apetitos, estrés, tensión muscular; “pensamientos
frecuentes”, pueden ser recuerdos, preocupaciones, y el común “¿Qué hubiera pasado
si…?”; “emociones fuertes”, tristeza, enojo, culpa, frustración; y, algunas personas
presentan “reacciones espirituales”, como pérdida o reencuentro de su Fe.

Durante nuestra vida se presentan situaciones y cambios que generan todo tipo de
sensaciones en las que se puede decir que a veces ganamos y otras perdemos; en este
último caso es importante hacer el respectivo duelo permitiéndonos asimilar el estado
que estamos atravesando. En lo personal, el duelo es un cambio emocional que sucede
cuando perdemos para siempre a alguien o algo que tenía un gran valor. El médico
paliativista Gómez Sancho (1998) corrobora esta idea y señala: “la pérdida no está
forzosamente ligada a la muerte que, sin embargo, constituye el paradigma del duelo. La
muerte imprime al duelo un carácter particular en razón de su radicalidad, de su
irreversibilidad, de su universalidad y de su implacabilidad. Una separación no mortal
deja siempre abierta la esperanza del reencuentro”.

Contrario a la creencia de algunos, superar el dolor de una perdida no significa olvidar o


quitarle importancia a la persona u objeto, un duelo sano consiste en encontrar la forma
de recordar lo perdido y adaptarnos a una vida sin su presencia. Algunas personas
parecen no sentir ese dolor inmediatamente, usualmente debido al ‘shock’ emocional;
otras parecen superar la pérdida rápidamente; para algunos otros parece durar inclusive
años; en todos estos casos, no hay error alguno. Algunos pueden pensar que el dolor
debería terminar después de cierto tiempo, después de un funeral (en caso de una
persona) o después de reemplazar el objeto perdido. Pero a menudo el duelo apenas
está comenzando. Las personas pueden retomar sus actividades normales, pueden
intentar seguir su vida con normalidad, pero les resulta difícil dedicarse con entusiasmo
a las cuestiones cotidianas. Aunque es posible que no hablen demasiado sobre la
pérdida, el proceso de duelo continúa.

Cabodevilla (2007) comenta que “el sufrimiento causado por la pérdida constituye, en
muchos casos, una experiencia penetrante hasta el núcleo de nuestro ser, como muy
pocas otras cosas pueden hacerlo. Si no aprendemos a asimilar los sufrimientos de las
pérdidas pueden degenerar en enfermedades mentales e incluso físicas que irán
desmoronando nuestro equilibrio vital”. Por este motivo es importante que cada quién
pueda vivir su duelo, a su ritmo, sin interrupciones, sin presión, sin prejuicios de otros.
Está bien sentir dolor por algunos días, semanas o incluso más tiempo. La intensidad del
dolor puede estar relacionada con lo repentino o esperado de la pérdida, o con cuán
importante era la persona u objeto.

Nadie nos puede quitar el sufrimiento, pero la lucidez y capacidad de mirarlo cara a cara
es el primer paso para superarlo, poder expresar el propio sufrimiento es considerada
una acción terapéutica, pero esto no significa que una persona deba ser obligada a
hablar con alguien, en muchas ocasiones es mejor dejar que cada uno viva su dolor y
busque y reciba ayuda cuando esté listo para adaptarse a su nueva realidad.

A medida que pasa el tiempo, puede haber situaciones que provoquen recuerdos sobre
lo perdido. Estos recuerdos pueden hacer que el dolor se prologue, vuelva, o baje de
intensidad. En otras ocasiones, se puede sentir el dolor por detrás de nuestras
actividades diarias, y no en primer plano dentro de nuestra mente. Así, el Dr. Fonseca
(2020) aconseja a las personas que tuvieron una perdida: “Hacer cosas que disfrutas o
pasar tiempo con personas que te hacen bien puede ayudar a que te sientas mejor”.
Fonseca cree que haciendo cosas que nos gustan hacer tal vez no olvidemos el dolor,
pero podremos permitirnos sentir otras emociones para que el duelo sea más sencillo,
llevadero, o al menos para que no consuma cada momento en nuestras vidas. Así mismo,
el Dr. Fonseca afirma que estas actividades deben hacerse por voluntad propia, y no por
decisión de otros.

Ahora bien, cómo ya se ha mencionado, cada quién vive el duelo de distinta manera de
forma emocional, física y mentalmente, pero no podemos dejar atrás la espiritualidad, en
el sentido de que hay personas que hacen rituales después de una perdida. Las
ceremonias, como los funerales y los homenajes, permiten a amigos y familiares reunirse
para apoyar y consolar a las personas más afectadas por la pérdida. Estas actividades
pueden ayudar a la gente a sobrellevar los primeros días de pérdida. En muchas
ocasiones, la gente expresa sus emociones durante este período. Pero algunas personas
pueden estar tan paralizadas o abrumadas por la muerte que no expresan sus
sentimientos de inmediato, aunque la pérdida sea muy dura. Hay quienes pueden sonreír
o hablar con otras personas en un funeral como si nada hubiera ocurrido, pero, sin
embargo, están tristes. Estar con otros que también sufren la pérdida puede ser
reconfortante, al recordarnos que algunas cosas se mantendrán igual y que hay hay
personas que estarán a nuestro lado durante el proceso.

Cabe aclarar que, según La Sociedad Americana Contra El Cáncer (2019), hay distintos
tipos de duelo: “duelo anticipatorio”, sucede cuando ya se sabe que una perdida
irremediablemente ocurrirá en un corto periodo de tiempo, lo cual permite empezar el
proceso antes de que ocurra; “duelo crónico”, donde la persona es incapaz de rehacer
su vida, se muestra absorbida por constantes recuerdos sin poder seguir adelante; “duelo
congelado o retardado”, se refiere a cuando una persona no muestra inmediatamente
sus emociones, no sabe como reaccionar a la pérdida, por lo que se da cuenta de la
situación después de un tiempo; “duelo enmascarado”, cuando la persona experimenta
“síntomas” y conductas que le causan sufrimiento, pero no los relacionan con el duelo,
les trata de dar otra causa; “duelo exagerado”, puede presentarse como una intensa
reacción de duelo, negación de la realidad, o viendo la perdida como algo que tenia que
pasar para el beneficio de la persona en duelo; “duelo ambiguo”, este se presenta en dos
situaciones: cuando la pérdida es física, pero no psicológica (como una persona
secuestrada que no se ha encontrado su cuerpo), y cunado la pérdida es psicológica,
pero no física (cuando alguien sufre de demencia, o queda en estado vegetal);
finalmente, el “duelo normal”, es el más común y tiende a presentar “aturdimiento y
perplejidad ante la pérdida, dolor y malestar, sensación de debilidad, pérdida de apetito,
peso, sueño, dificultad para concentrarse, culpa, rabia, momentos de negación, ilusiones
y alucinaciones con respecto al fallecido, identificación con el fallecido”.

También podemos encontrarnos con personas que, en lugar de llevar un duelo normal,
caen en un duelo patológico. La presencia o no de éste se caracteriza por la intensidad
y la duración de la reacción emocional, y deberíamos tener en cuenta los siguientes
criterios, propuestos por Cabodevilla (2003):

“Falta de respuesta o respuesta débil durante las semanas que siguen a la pérdida.
Tras las primeras semanas persisten emociones muy intensas de rabia,
resentimiento, tristeza o culpa. El deudo no puede hablar durante la entrevista del
fallecido sin experimentar un intenso dolor. La persona que ha sufrido la pérdida no
quiere desprenderse de ninguna pertenencia material, o, por el contrario, se deshace
precipitadamente de todos los objetos. Cuando algún acontecimiento desencadena
una intensa reacción emocional. Se evita cualquier circunstancia que pudiera hacer
recordar la perdida. El deudo realiza cambios radicales en su estilo de vida después
de la muerte de su ser querido. Miedo desmesurado a la enfermedad y a la muerte.
Impulsos destructivos y autodestructivos. Intentos de suicidio. Si tras el primer año no
hay ningún signo de recuperación. Si la persona presenta una larga historia de
depresión subclínica, marcada por la culpa persistente y baja autoestima.”

Diversos autores (Bolwy, Parkes, Engel; Sanders, 1993) han definido distintas fases o
etapas del duelo. Estas fases son un proceso y no secuencias o etapas fijas, de tal
manera que no reproduce un corte claro entre una y otra fase, y existen fluctuaciones
entre ellas. Esta son
:
1. “Fase de aturdimiento o etapa de shock”. Es como un sentimiento de incredulidad. La
persona puede funcionar como si nada hubiera sucedido o se paraliza y permanece
inmóvil e inaccesible. En esta fase se experimenta sobre todo pena y dolor. El shock es
un mecanismo protector, da a las personas tiempo y oportunidad de procesar la
información recibida, es una especie de negación de la realidad.

2. “Fase de anhelo y búsqueda”. Marcada por la urgencia de encontrar, recobrar y


reunirse con la persona u objeto perdido, en la medida en que se va tomando conciencia
de la pérdida, se va produciendo la asimilación de la nueva situación.

3. “Fase de desorganización y desesperación”. En este periodo que atraviesa la persona


son marcados los sentimientos depresivos y la falta de ilusión por la vida. Se va tomando
conciencia de que lo perdido no volverá. La persona se siente vacía y con una gran
soledad. Se experimenta apatía, tristeza y desinterés.

4. “Fase de reorganización”. Se van adaptando nuevos patrones de vida sin lo perdido,


y se van poniendo en funcionamiento todos los recursos de la persona. Se comienzan a
establecer nuevos vínculos. Esta fase también es conocida como la aceptación de la
realidad.

Los duelos, por muy dolorosos y complicados que resulten, pueden ser oportunidades
excepcionales para nuestro crecimiento personal y realización, siempre y cuando
seamos capaces de afrontarlos y de integrar la correspondiente pérdida. La persona
sana es aquella que no intenta escapar del dolor, sino que sabiendo que ocurrirá intenta
saberlo manejar.

“El duelo -señala Bermejo (2005)- quizá reclame nuestra verdad más grande y hermosa:
el valor del amor. Y nuestra verdad más trágica: la soledad radical que nos caracteriza.
La muerte de un ser querido nos confronta irremediablemente ante el misterio de la vida.
Nos impone silencio; y el silencio vacío; y el vacío, reflexión inevitable”. Por otro lado, el
psiquiatra existencialista Yalom (1984) nos recuerda que “el duelo es tan devastador y
aterrador porque confronta a la persona con los cuatro conflictos básicos de la existencia:
la muerte, la libertad, la soledad y la falta de significado”.

Concluyendo, concuerdo con estas afirmaciones, ya que una de las circunstancias más
horribles a la que nos podemos enfrentar es la perdida, que en algunas ocasiones se
podrá tornar tan opresiva e insoportable, llena de amargura, pena y culpa, pero aun así.
el olvido no es la clave para vivir sanamente el duelo. El olvido parece que nos aleja de
lo que nos hace sufrir, pero en realidad el recuerdo siempre estará con nosotros, talvez
reprimido, está ahí, y si no lo vivimos adecuadamente, nunca podremos superar la
pérdida. Las emociones reprimidas actúan generando tensión permanente, que puede
provocar un síntoma físico, un doloroso e improductivo recordatorio de que se está
ignorando alguna emoción importante. Pensar en el dolor sin negarlo, sin adornarlo, sin
reducirlo a una experiencia oscura y sin salida, es la clave. Como mencionábamos en
clase, no podemos amar sin dolernos. El duelo es un indicador de amor. Si hemos amado
intensamente, no se puede morir sin dejar a alguien dolido. Para sufrir la pérdida se ha
tenido que gozar del contacto con una persona u objeto.
REFERENCIAS:

Beprevent (2019) ¿Qué importancia tienen los objetos para las personas mayores?
Disponible en: https://beprevent.es/que-importancia-tienen-los-objetos-para-las-
personas-mayores/

Cabodevilla (2007) Las pérdidas y sus duelos. Unidad de Cuidados Paliativos. Hospital
San Juan de Dios. Pamplona.

Fernández, N. (2020) ¿Qué ocurre cuando el duelo no se supera? Quirónsalud:


Zaragoza

Fonseca, D. (2020) ¿Por qué es importante vivir el duelo? Disponible en:


https://www.shaio.org/vivirelduelo

La Sociedad Americana Contra El Cáncer (2019) Duelo y pena. Disponible en:


https://www.cancer.org/es/tratamiento/atencion-en-la-etapa-final-de-la-vida/afliccion-y-
perdida/proceso-de-duelo.html

The Nemours Foundation (2022) Muerte y duelo. Disponible en:


https://kidshealth.org/es/teens/someone-died.html

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