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2017

Escritura del Fin del Mundo

Rummenigge
Muchos aún no podían creer que la Tierra fuera redonda. Ni nadie iba a ningún sitio sin
antes haberlo planeado todo. El Índico había tejido historias a las que toda la tripulación
hacía muchísimo caso. Diablos monstruosos que destrozaban los barcos como a ramitas.
Como era de esperar, viajaron para regresar con las bodegas repletas de calamar.
Sobrinos, tías y esposas se despedían de la tripulación más madura, mientras los novios
iban dejando atrás a las chicas que agitaban pañuelos blancos como diciendo hasta
siempre. Hubo cuchicheo de todo tipo. Una mujer daba instrucciones no sé de qué. El
llanto de una bebé hizo engranar a los padres. En el campanario, las cigüeñas croaron
igual que ranas. Mientras tanto, en el muelle, los marineros subían por la escalera al
Auxiliadora, que ya estaba listo para zarpar.
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Significa admirable
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No se pudo precisar exactamente en dónde fue, pero a mediados de 1766,


en las costas de Portugal, la pleamar acercó hasta la playa los restos de un
naufragio. Entre las pertenencias de la tripulación se encontró una bitácora
con hojas de márgenes generosos, completadas mediante grafías
incoherentes, fruto del deshonroso tránsito que deja el maltrato de la
humedad. No pudimos interpretar la mayor parte de su contenido, pero
algunas evidencias nos llevaron a predecir que es la única superviviente de
una biblioteca de bitácoras, escritas en un viaje que duró más de dos
siglos. Algunas hojas conservan, registradas en sangre, las huellas
dactilares de su escritor: un tal Rummenigge.

Lo que sobrevivió del original se expone hoy en día en el Birmania´s


Museus of Philosophia, en una vitrina que no está falta de inseguridad.
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Zarpó a la mar. Desde el primer día, Rummenigge sintió el peligro rondando en el


inconsciente colectivo de los Dioses. Aquella mañana el oleaje zaino urdía accidentes
feroces para las embarcaciones pesqueras: brazos gigantescos de huracanadas, o los
infortunios yendo y viniendo de cresta en cresta. Mientras se iba vistiendo, el clima
preparaba al Planeta para una tempestad asesina, quizá en dos o tres noches. A
Rummenigge le daba igual dos o tres días que dos o tres años. Vivía en un estado de
muerte interior, en un limbo. No estaba pálido, tampoco flaco. Sin embargo, había
algunos momentos en que Rummenigge era un hombre que parecía haber perdido el
Espíritu. Estaba a punto de perder la capacidad de decidir qué té le gustaba más que
otro. No despreciaba el intercambio social en cubierta, era bastante alegre, un optimista
para vivir funciones temibles. Pero en su corazón sentía que merecía un castigo.
Escondía sus impresiones más profundas por temor a la incomprensión. Una o dos
veces se enamoró, y aquellas mujeres venían a su mente como los rayos en una tormenta
infinita.
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Cualquiera de mis letras podría confundirse con una ene,


cualquiera con una u. Aunque me esforcé mucho nunca aprendí a
escribir bien. Mi pulso nunca se acostumbró a hacer redonditas
las aes, más bien parecieran artesanales reposterías de formas
amerengadas. Aquella herida de mar me imposibilitó durante
algún tiempo para tareas precisas, por ejemplo calzarme botas de
pesca, o atravesar una lombriz con el anzuelo. Las primeras tareas
del día son las más aburridas. A pesar del tedio, intento hacer todo
a la perfección: cepillarme la dentadura o tender la litera. Para
los hombres de mar todo requiere necesariamente de una
impecabilidad, de esa forma los sustantivos que hay en derredor
nuestro parecerían tener un alma.
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Bitácora 1era:

Zarpando

Día 51

(6 de la madrugada) Despertamos en la madrugada ventosa. Los rayos del sol entran por
el ojo de buey y se detienen sobre los muebles para pintarles encima una moneda de
oro. Me acompaña un primer pensamiento demasiado altruista como para cuadrar en un
mundo que tiene la sensibilidad enferma. He visto tantas cosas. Una valentía tozuda ha
impedido que me alejara de lo peligroso. Mi destino es el del aventurero y el del
amante. El del perdido, del exiliado. Miro con una envidia culposa el éxito que los
demás podrían llegar a tener gracias a pensamientos simplones. Pero aún no he perdido
las esperanzas. Soy un hombre que se ha decantado por la justicia en vez de por el
perdón. […] El alumbramiento del día marítimo apagó todas las mechas del barco. […]
Describimos aquí nuestra jornada de ayer en los arrecifes cercanos a la playa: la vida
coexiste en conjuntos de ecosistemas asombrosos. Multitudinarios alevines impregnan
las cavernas acuosas en la espesa atmósfera subacuática. El colorido pez payaso desfila
perezosamente ante las paredes saladas. A lo lejos se oyó la sirena de la ciudad que
hemos dejado atrás.

Día 110

(4 de la madrugada) Falta nada para que el amanecer comience a reverberar en las


aguas. Desde el interior del Auxiliadora, el aire del mar se oye en una voz continua.
Aquí en el barco sólo importa el trabajo, fregar eslora o tener la pesca. Los arponeros
desatoran las manivelas de nuestros botes rompiendo así el mutismo de la madruga,
cuando las cuerdas se deslizan por las poleas grasientas. Con una prisa inusual, por
supuesto, los tripulantes intentan acelerar la realización de sus responsabilidades diarias.
Miguel transporta sardinas de a dos baldes para no tener que viajar dos veces; Claudio
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deja suciedad en la baranda de proa para no rasquetear a fondo; y el cocinero aclara los
platos con agua sola para fregar la mitad. Eso sí: todo queda funcional para quienes no
andamos muy exigentes. Y unos a otros nos encubrimos la pereza ante el Capitán.
Llevamos casi 4 meses navegando, pero la tierra prometida aún no aparece en nuestro
horizonte. Un marinero jura por Dios haber oído cantar sirenas, desde que costeamos los
peñascos de Gibraltar. Los botes ya están preparados puesto que la fauna marina está
activa. Bancos de barracuda chisporrotean debajo de las superficies saladas, hasta que
las aguas del Índico parecen aceite que fríe hirviendo. En la fecha de ayer sufrí una
caída cuando las redes llenas de barracuda se bamboleaban como péndulo a causa de la
fuerte tormenta.

Día 116

(Ininteligible) […] La mar nos increpa con una tormenta cerrada. Un marinero se
empapó en la cubierta mientras parloteaba sobre el extrañamiento de su amor. Las tareas
en madrugada terminan saliendo bien casi siempre. Todos trabajamos durante esas
horas, así el apuro por el descanso consume nuestras labores en un santiamén. Somos la
excepción a los trabajadores de tierra firme. Aquí en altamar el cuerpo acostumbra
despertarse con la salida del sol. Por eso en invierno pensamos que son las 5, cuando las
latitudes están en las 7:00 horas. […] Los alevines ramonean el musgo desarrollado en
las piedras submarinas, dejando desnuda la plataforma continental. Los soñados bancos
de bonito salpican el casco de nuestra nave. La tripulación festeja con buena cena y
buen vino que mañana, madrugando, nos echemos al océano revuelto. Calculamos
nuestra cosecha de peces en toneladas.

Día 227

(6.30am) Ya está amaneciendo. Es un día que promete varias incertidumbres. Cada día
que pasa estamos más y más cerca de cumplir con el objetivo de nuestro viaje. […] Se
dice de una almeja que se empotra en los fondos abisales de estas aguas. Fabrica sus
perlas con el aura de los navegantes que pasaran cerca de aquí. Envuelve granos de
arena una vez y otra con una lámina imperceptible, llenándolos con esferidez. […] Entre
los tripulantes buscamos hacer el viaje lo más llevadero posible, claro. Para que el alma
encuentre descanso en lo imaginativo, por los rincones del Auxiliadora levitan historias
para que no fenezca el entusiasmo del corazón de los hombres. Entre esas narraciones
me llama la atención especialmente una: la fábula cuenta que las sirenas se enamoraron
de Ulises y persiguieron al barco sin nombre hasta el fin del mundo. Se les rompió el
corazón al saber de Penélope. Desde entonces descansan sus penas en las aguas de los
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océanos, analizando las caracolas o peinándose con las caricias de los cardúmenes
multicolores. Para demostrar su desamorío cantan melosas voces al ver a los marineros
nuevos.

Día 234

(6 de la madrugada) Amanece: la inusual charla de dos delfines adorna el crepúsculo


marino. En el camarote, un reloj cucú quebranta la quietud cuando el búho sale fuera del
ático de la casita alpina para chistarle dos cosas a la alborada. En la biblioteca, un
librillo de insectos tiene una chicharra dibujada en el lomo grueso, su anchura es rara
para un libro documental como ese. Y el recuerdo de mi cuarto me hizo llorar. […] En
los peñascos de Chile contemplamos a los otarios que incansablemente buscaban a Dios
en el cenit de América del Sur, mientras el sol les dibujaba contornos amarillentos sobre
la obesa redondez de su mole. Uno de nuestros hombres bajó con traje para estudiar la
rústica espontaneidad de los arrecifes coralinos. Allí, un dugongo era suspendido por la
presión de las aguas. La luz solar garabateaba rayones amarillentos sobre la convexidad
de su lomo: la luminiscencia se refractaba a través de las ondas del mar.

Día 362

(6 de la madrugada) Salvo el murmullo de las ondas del mar, todo es silencio en el


camarote. Día tras día noto desgaste en este cartucho de tinta azul. He descubierto otra
ocupación, deliberar sobre qué escribir en las confortables hojas de abordo. Después de
todo puedo iniciar mis días con el trofeo de la escritura y las descripciones de los
secretos del mar.

(9 de la noche) Esta navegación parece eterna. Para sentir que no han salido de la
ciudad, los veteranos del barco se entretienen a costa de los más jóvenes asegurando que
bajo el extraordinario casco del Auxiliadora, por las noches, una bestia espía nuestro
recorrido. Su historia es hasta el día de hoy un misterio. Quise decir su origen. Sin
embargo, cuenta una fábula que la Bestia es hija de un dragón volador; la parió en mitad
del océano y falleció al tratar de volver a tierra. Dicen que la Bestia pesa tanto como una
hoja. ¿Puede el mundo flotar en un vaso de agua de los dioses? […]
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Día (ininteligible en bitácora)

(10 de la noche) La tranquilidad de estas aguas hace rima con la de las estrellas. ¿El
amor se habrá quedado esperando a que regrese de las lejanas e inhóspitas marejadas del
Índico bravo? Dimos tres veces la vuelta al mundo. Un marinero que antes fue
lustrabotas juró haber visto sirenas durante el día. La largura de sus cabellos era dos
veces la de su cuerpo. Y su color el rojizo. Bajo las aguas, el pelo parecía levitar en una
atmósfera espesa, formando desarrolladas cabelleras de Medusas.

Día 861

(3 de la tarde) Pelos tan largos como los brazos que van del hombro hasta la muñeca. El
dugongo que capturamos rueda desde hace dos días sobre las tablas de la cubierta; su
cuerpo no atravesará el procedimiento de la putrefacción: navegamos cerca del Ártico a
fin de conservar la frescura en nuestras comidas alguna semana más. El termómetro
polar congela los comestibles de a bordo, postergando la descomposición mientras
nademos por estas aguas. Constelaciones de pingüinitos manchan los cielos blancos que
flotan en las heladas aguas salinas. Entre las rocas y los casquetes polares existe una
frontera de cantos rodados, sobre la cual descansa como una foca el narval. Y en el cielo
azul planea el halcón gariforme. […] Mirando hacia el mar, atraídos por la luz del sol,
los pulpos se arrastraron hasta los arrecifes dejando estrías fugaces sobre el suelo
marino. Con su nariz inflada, un lobo de mar nos saluda desde un iceberg rugiendo con
su bostezo esdrújulo. A las 11.30 de la mañana saldrán los botes con sus remeros a la
faena de la ballenería [cacería de ballenas].

Final de Zarpando
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Fantasmas

Día 974

(8.30am) Despertamos para apresurar el desenlace del día. El Auxiliadora flota sobre el
océano como una hoja en el aire. […] Dos marineros se distraen parodiando anécdotas
de un hombre atacado por la peste. “¿Te has cagado encima, Antolín?”, uno le dijo al
otro imitando las voces de un cuidador. “¡Mañana!”, responde el fingido Antolín,
cuando el fingido cuidador le dice que hay que bañarse. Andan así un buen rato, hasta
que de repente los dos se quedaron mudos, como si hubieran visto un fantasma. Es
entonces que la máquina picacarne comienza a andar otra vez, con su ruido de armatoste
de tortura. Pero luego de cinco minutos, la inactividad y la pausa amenazan con el
aburrimiento. Es entonces que otro marinero finge una dulce voz femenina, como
invitándolos a la protagonización otra vez. Sólo que el tedio les vence ahora y no
intentan más que el descanso. Casi se puede oír al banco de arenques abrirse paso entre
las depredaciones submarinas. ¡Pececito `e Dios! Que sólo nacen para servir de eslabón
inerte en la cadena de los cazadores y los cazados, bajo un cariz substancioso. En
seguida volverá el ruido de las olas. Por ahora, a causa del bamboleo, los arpones se
golpean entre sí haciendo un sonido a vajilla de porcelana. ¿Qué hay afuera del
Auxiliadora? Desde la costa cercana vienen estruendos que profetizan una hecatombe.
A veces los sonidos son tenues, pero en nuestro corazón no se exilia la desconfianza.
Sólo se suaviza el presentimiento de que hay discordia.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Altamar amanece lluviosa. Molestan los pasos de los que asean al otro
lado de las paredes. El sr. Morales me contó que sintió cansancio en el antebrazo: según
su experiencia es el presentimiento de que lo diabólico sondeaba cercanas
profundidades. La amable lluvia y el farfullo del mar se juntan para hacerle un idílico
acompañamiento al amanecer de océano Índico. ¿Qué otra aventura arrastrarán las
corrientes en el mañana? El sonido de las aguas engendra en nuestros espíritus cierta
inseguridad para dormir. ¿Seré capaz de coexistir con el nerviosismo de los océanos?
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Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) El océano agiganta su inmensidad cuando la embarcación ya lleva


muchos meses sobre las aguas. En el camarote del capitán cuelgan cuadros, óleos mejor
dicho. Alguno tiene margaritas en un florero color de teja. El ambiente se parece mucho
a un living donde viví. Ahí leía poemas de adelantados autores, literariamente hablando,
claro. Antes de enfermar del oído, allí toqué finamente el violín para interpretar
logradas sinfonías.
(Ininteligible) En el mismo camarote cuelga un jaula con un canario amarillo.
Inspeccioné la sala buscando algunos de sus amuletos desde que me levanté. Infringí las
normas de abordo revolviendo el primer cajón de una cómoda desgastada, entre los
objetos hay un soldadito de plomo, unas gafas de marco circular, lápices y
abrochadores. Aún tengo cuentas en tierra firme, y necesitaré dinero para saldarlas.
Total, las autoridades del puerto evitan trabajar cuando no se trata de un homicidio.
Mientras tanto, aquí el canario no canta más.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Navegamos escapando de lo monstruoso. Ayer a la mañana fisgoneé la


discusión de un marinero con otro. Uno de ellos amarraba los mástiles rotos con nudos
incorrectos. E increíblemente amigos, discutieron por una mujer imposible. Parece que
ambos estuvieran enfermos; pero el más grande de ellos tolera con todo honor una
patología, cuya principal cualidad es que los demás piensen que todo cuanto sucede fue
de alguna manera premeditado por él. Es despreciativo. Maltrata a lo sensible. Se me
ocurre que aquella insanía no viene de su metabolismo marino, sino que es una
desgraciada propiedad de nuestra bestia impartir la locura en la personalidad de los
hombres que alguna vez se le enfrentan. Cuando un marinero contrae esta locura, puede
mantenerse en la línea de lo básicamente correcto. Sin embargo, bajo sus
comportamientos se esconden las siguientes deformaciones:

i. Es embustero
ii. Tramposo
iii. Tirano
iv. Ególatra
v. Niega el miedo
vi. Niega sus errores equivocaciones
vii. Disfruta sintiendo que controla otra voluntad
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¿Cuál sería la intención de esta enfermedad? No le interesa llegar a la verdad, sino que
se contenta con lo que puede hacer creer.

Día 1201

(Ininteligible) La demencia posee a algunos de los marinos. Dispongo de la autoridad


suficiente para encerrarlos en las celdas, aunque también me siento obligado a ser
tolerante con los enfermos. Sospecho que tarde o temprano su alienación contagiará a
todo el navío. Coexistir con ellos genera presiones insoportables. Debo ser ingenioso
para que mi compasión se encubra, así no pareceré muy indulgente a sus ojos. Puesto
que los marineros se volverán indisciplinados si me ven débil. A mi camarote lo ronda
un fantasma. Y tengo motivos para creer que la tripulación conoce de esta quimera: ésta
es la causa de su locura. […] La relación con los oficiales es tensa. Cuando me ven, me
vigilan de lejos disimulando las intenciones de apuñalarme.

Día: ininteligible en bitácora

(5 de la mañana) Otra madrugada se repite en la vida de estas bitácoras. En el nuevo


puerto he tenido oportunidad de conocer seis personas. Trasmitieron sus aventuras y la
personalidad de la mayoría me satisfizo. Tuve ganas también de contarles sobre lecturas
incorporadas en altamar, o sobre el monstruo a quien no he podido vencer, por más que
peleó ocho años. Durante aquella lucha, se clamaron insultos apasionados. Pero el
monólogo fue imposible, los recuerdos se me mezclaron como si unos compitieran con
otros para ver quién afloraba antes en la consciencia.

(10 de la noche) El peregrinaje de la tinta sobre el papel, pareciera no terminarse nunca:


la copiosidad de avatares en el día sobrepasan el agrado por la escritura.

Barcos que transportan a los recuerdos recientes


Como pasajeros sin voluntades
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Día: ininteligible en bitácora

(6.40am) Algún fantasma que quedó vivo toca a mi puerta. De aspecto mujeril, tiene
peculiaridades de hombre cuando uno se familiariza con su existencia. Es un espíritu
violento; según una leyenda, en vida jamás hizo cosas justas. Ahora está condenado a
vagabundear entre los seres vivos que no le amarán jamás. Este fantasma desquita la
insatisfacción que siente hacia su condena mellando la armonía de los mortales siempre
que puede. Con violentos achaques, perturba a los marineros que pintan cuadros en
altamar. […] Ya está obscuro, y los oficiales de abordo discuten de qué comer. Como el
barco también asila al fantasma ese, en el medio de los hipotéticos menús se escuchan
malintencionados insultos dirigidos a los comensales, que se irritan al confundir las
voces de sus pares de carne y hueso con las murmuraciones de aquel espectro.

(Ininteligible) Al terminar de bajar la escalera, el Auxiliadora tiene una bodega de


vinos. Cuando lleguemos a la barriga del barco quizás nos suceda como a Jonás. […] La
avería provoca en el barco un zumbido ya intolerable. Parecen siglos de soportarlo.
Finalmente se hará un tripulante más. Todos sabemos que un barco no se construye en
un día. Mas si esta empresa es labor de uno solo, el trabajo parecen siglos. En esta
latitud, se rumorea que viven sirenas. Su brillo es como el de las estrellas que se ven de
lejos. Las estrellas siempre se ven de lejos.

Final de Fantasmas
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Malevike

Día 2611

(Ininteligible) Podríamos volver, pero la largura de la travesía nos persuade para que
continuemos hacia adelante y así sentir que esta migración nos ha valido la pena.
¡Cuántas bitácoras pude llenar desde que zarpamos! El desquicio infectó a gran parte de
la tripulación con una locura violenta. La enfermedad es de fácil y rápido contagio. Por
lo general ensalza la vanidad de los tripulantes. Luego les hace pensar en el amor. Hasta
que después de eso les deja insomnes. Con mar calmado, los tripulantes se acuchillaron
unos a otros para conservar un oro ficticio.

Día (ininteligible en bitácora)

(Aproximadamente 12 de la noche) Todo está en calma en medio del mar. Como carece
de la contaminación de las guerras, el océano sería el lugar más pacífico de nuestro
mundo si no fuera por la tétrica corazonada de que Malevike merodea en la luz y en la
oscuridad. Tiene distintas formas para avisarnos: la única demasiado sutil, es que todo
tiene una porción de ilógica. Otra, por ejemplo, hay uno que está barriendo cubierta y de
repente se le caen los lentes; cuando leemos se nos apagan las velas, o nos olvidamos de
salpimentar la comida o la salamos de más. Nos lastimamos con las espinas o se nos
clava un anzuelo. Cuando Malevike viene hacia el barco, empiezan a sucedernos cosas
que tratábamos de evitar. O sea, lo que tendría que salir bien de entrada nos cuesta el
doble. Cosas irreversibles que nunca habían pasado. Pequeñas molestias que no se
pueden sanar. Si esto sucede mucho, se sabe que Malevike bucea bajo el Auxiliadora.
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Día 2844

(Crepúsculo) Ingresamos en una atmósfera que vuelve apático a cualquier tripulante


cuando respira sus aires. Ha vuelto a la persecución de nuestro navío. Como puede ver
el pasado de los humanos, la Bestia se autoproclamó juez de nuestro mundo, imparte
calvarios según las culpas de cada quien. Malevike agita sus brazos. Su aspecto es
repugnante. Pero lo más importante es que no muere nunca. A lo largo de todas y cada
una de mis travesías por los océanos, jamás pude liberar a un solo barco de su vigilancia
y de su persecución. Parece ensañada con cierta gente. A otra en cambio la mira con una
distancia protectora, igual que un depredador a quien no convence el conejo. Me parece
que los dioses oyeron a alguien que les rezó, y enviaron el socorro de una tormenta. […]
Los rayos chapotean sobre el océano. Cercano de aquí, el contramaestre tiembla pero no
cesa de dar instrucciones para salvar nuestra embarcación. Después de rozar la muerte
nadie puede dar crédito a lo que ve.

Día (ininteligible en bitácora)

(Crepúsculo): “Malevike” (la Bestia) ha espabilado de un letargo modesto. Se ha


infiltrado quién sabe cómo en el barco, y busca la destrucción del Auxiliadora. La
morfología que protagoniza es asimétrica. Su mordedura debería de ser siniestra. Mas
en la práctica serían como los dientes de un ratoncito para el cuerpo de un ser humano.
Los hombres descuidan las cosas bellas hasta que ingresan en podredumbre. ¿Pudo
Malevike haberse engendrado así? Se oyeron gritos en la mutilación de los marineros.
Uno tras otro cayeron como trapitos. Quienes quedaron vivos cantaban versículos del
Baghabad Ghitta para pedir a Shiva que los proteja. Algunos otros, no sé de dónde
sacaron los rezos a dioses desconocidos. Mató primero a los tripulantes más jóvenes;
Malevike intuía que su virilidad sería más peligrosa. En el silencio del mar solamente se
oía el suplicio cantado a coro.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Amanecimos con mar picado. Nos encontramos con los dones de la
misma manera que lo hacemos con este océano, súbita y violentamente; si no
cambiamos los rumbos nos encontraremos con la tragedia, así que mejor desechemos
trivialidades y centremos nuestros esfuerzos en fortalecer al Auxiliadora todo lo que se
pueda hasta llegar a la costa. ¿Pero allí que cambiaremos por la comida? Si la pesca no
existe y ya hace mucho que arrebañamos nuestros barriles de aceite. Únicamente el
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recuerdo de las sirenas nos hizo sobrevivir, aunque también aquel se fue quedando sin
energía. Decidimos cortar con aquello que antaño amamos, puesto que eso nos
trajo aquí veremos si cambian también las latitudes de mundo cuando dejamos
atrás la obsesión del amor. La integridad del barco cedió finalmente al tiempo; en
eslora la persistencia de las roturas promete zozobra pronto. El barco profetiza su
muerte. Nosotros, confiados, nos hundiremos con él. A lo mejor el mar nos
convierta en nuevas mitologías, y los próximos siglos nos encuentren petrificados
al igual que la gente en Pompeii. Participaremos con una línea en la literatura
futura.
(Ininteligible) Con barlovento del este, un calamar colosal se enredó en los mástiles del
velamen. Mientras, en los icebergs, las focas grandes como los toros hacían de
espectadores en el show de la travesía. Y una sirena milagrosa sufrió de frío. Belcebú y
Ball, observaban la función mientras especulaban con qué cantidad de almas se iba a
quedar cada uno. Pero a pesar del mal vaticinio todo se calma. únicamente el chapoteo
de algunas olas se escucha desde cubierta. El Recuerdo de los Evangelios evita que nos
descuarticemos unos a otros.

Día 3318

(Crepúsculo) Dos días atrás el Diablo se apareció. Tenía los pelos blancos. ¿Las
apariciones de Lucifer son una fórmula exacta de nuestro Dios para que las cantidades
de bien y mal se equiparen en esta vida? Jamás dirá cuál es su verdadera intención. Una
vez instalado en un cuerpo, lo va corroyendo todo y despacio. Así fue enfermando al
planeta. […] Tomó la forma de una tormenta. Desde ese momento las cosas
aparentemente fáciles me fueron saliendo mal. Até nudos mariposa en el velamen
equivocado. Y algunos integrantes de la tripulación rehuían mi compañía, igual que si
apestara. Lo siniestro intentó convencer a los oficiales para coger una ruta marítima más
peligrosa. Para que el astrolabio mienta, el Diablo desorienta a los guías cambiando la
posición de los astros. Y la estrella norte cambió de tamaño. Pareciera que estoy solo
por dentro. No encuentro la voz de mi alma. […] Intenté ocultar ante Poseidón el amor
que sentí por las sirenas. Ellas aparecían y volvían a sumergirse, como mariposeando en
el mar. Ya no tenemos testigos de nuestra odisea. […] Se escuchaba la respiración de la
Bestia. Al principio no tuvimos un nombre para llamarla: se la nombraba con
denominaciones clásicas de bestias clásicas, como lo fui haciendo en bitácora:
Demonio, Diablo… Leviatán.
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Día 3319

(Crepúsculo) Un tifón atacó de súbito al Auxiliadora. Las anguilas volaban como hojas
secas por los aires del océano Índico. Hay Bestia. Hace temblar a las partes fuertes de
nuestra embarcación. Es como si las maderas fueran dudosas sobre qué pueden dar de sí
mismas. A veces me niego a las depredaciones, como si me negara a mi propia
naturaleza. […] La Bestia se sumergió en otras latitudes. La singladura jamás detiene su
trazo. Entretanto, una caja musical se ha silenciado después de horas y horas. Y las
bitácoras más antiguas nunca anotaron sobre los pájaros de Nantucket. Allí la Bestia ha
devorado cuadros de oligarquías que se retrataban en clanes.

Día 3381

(Ininteligible) […] En esta madrugada se oyen las olas del océano Índico golpeando
contra nuestra eslora. El peligro de estas aguas consigue que evoque los días de mi
adolescencia, como si me fuera arrepintiendo de lo que un día hube dejado atrás. La
falta de aceite casi nos obliga a dejar el barco a obscuras, pues las farolas consumen lo
que nosotros nos pudimos comer. Muchos meses ha que la tripulación no goza de
distracciones ni ocio. El vicio de muchos aquí consiste en recordar música. Antes de
morir, espero poder hacer las paces con gran parte de la tripulación. Pues las asperezas
de esta aventura generaron antipatías entre yo y otros.
(Ininteligible) En breve oiremos el homogéneo rugido obscuro de los vientos sobre las
aguas. Pasando la medianoche, los alargados murmullos del aire nos hacen sentir un
pequeño temor a dormirnos y despertarnos. Pero la mayoría ya estamos acostumbrados
a los follones, y roncaremos cuanto haga falta.

Día 3398

(Ininteligible) Fuera de aquí, el aullido del viento esquía sobre las aguas. La Bestia nos
dio un respiro pero –como advirtiéndonos de que su maltrato es posible siempre–, la
sangre de los marineritos tiñe las aguas igual que cuando enjuagamos las témperas del
pincel: el agua oscurece de golpe y toda. Un sonido hueco y profundo nos avisa que los
cachalotes salen a superficie y así resoplan con la fuerza de los toros. Los libros dicen
que son capaces de aguantar media hora abajo del agua.
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(Ininteligible) […] La Bestia estrangulaba a los cuerpecitos. No encontramos arpones,


pólvora o espada que lastime a este monstruo. La estatua de una Virgen levitaba entre
todo el caos. Cuadros, vajilla, ropas de cama: cada sitio del barco parecía un cielo de
noche que en vez de estrellas asiló objetos destrozados. Las sirenas nos han salvado en
otras ocasiones. ¡Vengan hasta nosotros en esta noche! Y esparzan su luminosidad sobre
cada cadáver a fin de resucitar a los muertos. ¡Engorden la lista de nuestros días!
Gracias a ustedes pasaron décadas de marzos. Y las brizas reiteraron sus posturas
inconstantes diez mil veces. Nunca más vimos gaviotas. Y se fue quedando atrás el
sueño de un mundo nuevo.

Final de la Bitácora 1era


BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
20

Bitácora 2da
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
21

Sirenas

Día 3980

(7 de la mañana) Ayer contemplamos el parimiento de un ballenato. Eso también se


considera arte para la mar. Si de arte vamos a hablar, la naturaleza se lleva todas las
reverencias. Cuando pensamos en las sirenas y en sus constelaciones cambiantes,
creemos que su energía repele al Mal. Sus agrupaciones forma siluetas excepcionales
que alguna vez se han visualizado en tierra firme: un demonio, mitologías… un hada.
[…] Marineros testigos aseguran haberlas visto en muchísimas latitudes. Siempre andan
flotando juntas en las aguas del mar. Su morfología es igual: mujeres desnudas con cola
de pez, forman constelaciones que se desplazan por las superficies de los océanos. Para
nadar aceptan la ayuda de las constantes brisas de las mareas. La estancia preferida de
las sirenas es navegar junto a los delfines del océano Índico. Irradian su propia luz. El
color más frecuente de sus cabellos es el anaranjado o rojizo, pero también abundan en
amarillo. De personalidad complicada, impredecible. Enloquecen al marinero que oiga
la voz de su canto. Aunque con un añadido más: las sirenas atontan a los hombres que
se mojaran con su iridiscencia.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Aquí en la mar se despliega el adictivo encantamiento de las sirenas. Al


calmarse las aguas del océano se ven sirenas por todas partes. Inclusive algunos
tripulantes parecieran irradiar luz. Hay sirenas parlanchinas que celan el erotismo de las
demás tratando de opacarlas con diálogos submarinos, creyendo que sus voces tienen la
magia que han tenido cientos de años atrás. Sin embargo sus voceos solamente
consiguen que los marinos se atraganten cuando las oyen. Pero nos dan calor en el frío.
También es verdad que alguna, aunque no es demasiado joven, es igualmente
encantadora. Larga cabellera rojiza, piel de bronceo y ojos azules como el turquesa de
los atardeceres en la montaña. En una playa se agruparon de 3 en 3. Entonces fulgieron.
Nadie quiso secuestrarlas. El pánico de que huyeran era más grande que el deseo de
estudiarlas de cerca. Además los humanos se conforman con observar.
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Día (ininteligible en bitácora)

(11 de la noche) En estas mareas nuestra singladura es incomprensible. El instinto de


supervivencia nos hace juzgar la mar con desconfianzas precisas. Nuestra embarcación
zigzaguea sobre la ruta marítima igual al coser de un miope sobre la tela. Bajo nosotros,
junglas de kelps alimentan peces de todo tipo, faunas acuáticas que deforestan
irremediablemente la vegetación submarina. Respecto a ellas, ¿habrán estado
esperándonos? Tanto extrañarlas nos retorció el hígado. Ofreceremos jóvenes
navegantes a Poseidón para que nos quieran. El viaje hacia las sirenas nos vivifica. Igual
no podemos saber si estarán en la latitud ni el tiempo ansiado. Un inmenso deseo de
conquistarlas nos hace renovar fe. Pero luego de tanto tiempo, saber que voy en su pos
ensalza la vida con la felicidad del analfabetismo.

Día (ininteligible en bitácora)

(6 de la tarde) Primer encuentro con las Sirenas. Preciosas quimeras de mar. Su color es
preferiblemente el rojo, más bien el anaranjado. Vocalizan un canto que pareciera ser de
la iglesia. Pero no es aflautado, sino dulce. Sólo con verlas brillar una enfermedad
inentendible afecta a los seres humanos. Hombres fornidos olvidan la responsabilidad
que hasta ese momento no habían abandonado. Los balleneros olvidan salir de caza con
los cuchillos. Pero pasó algo que nadie nos lo enseñó: la Bestia vino y se fue. Sin
embargo no hubo buena fortuna que acompañase aquel breve turismo. Ninguna cosa
parece lo suficientemente feliz como para escribirse en esta bítacora.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) El brebaje de las mañanas tuvo mal sabor esta vez. Quizá porque los
ingredientes estaban demasiado frescos aún. Quizá porque tengo las papilas gustativas
muy susceptibles al cambio de los sabores. Las sirenas han emergido a flote desde muy
temprano esta madrugada. Casi podría decirse que pasaron en vela toda la santa noche.
Extrañamente, las estrellas del firmamento eran más grandes en la madrugada abierta,
casi-casi como un pompón. Y la mar parecía iluminada con velas. Me fijé en el cielo de
aquellas horas y, aunque al principio no me di cuenta, al fin noté una diferencia
imposible: las constelaciones se veían al revés. Ya habíamos entrado en la otra mitad
del mundo. Entretanto, las sirenas se hundían para repetir su habitual desaparición. Me
inspiraron para que anote corcheas y semicorcheas mentales para mis próximas cantatas
en altamar, y así lograr espantar al fantasma de la locura. Una sirena se había extraviado
de la congregación. Aún explayaba su luminiscencia, tan tenue como la iluminación de
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la noche estrellada. Semejante a una mujer excelente esperando el acercamiento del


hombre deseado en un rincón de la noche, la sirena solitaria no se movía. Flotaba sola,
como si hubiera vaticinado lo que estaba a punto de suceder. […] Ya extrañaba a las
sirenas. Los fantasmas de abordo desperdigaron la enfermedad sobre algunos
tripulantes. Abandoné la empresa de buscar una curación para el mal que nos asedia.
Entre ellos caminaba un marinero herido y viejo, quien se arreglaba lo mejor que podía
para no marginarse a sí mismo. Entre los barcos corría el cuento de que en otra
embarcación 3 navegantes coquetamente vestidos observaban caer el anochecer por el
ojo de buey del casco. Las sirenas salieron a la superficie como para desearles un
buenas noches. Parecían despedirse hasta el otro día con “¡Que descansen!”. […] En
todos estos años rescatamos 3 balsas de naufragios ajenos. Respecto a ellas, a las
sirenas, en este viaje hemos descubierto que existen, pero también algo más. Defienden
la fauna marina esplendiendo menos. Como una huelga, castigan a los que pescan
enamorándoles poco. Hoy hace 7 días que nos despedimos de ellas. Pero tengo razones
para creer que nos necesita, como nosotros a su esplendor.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Aunque hoy flotaron muy cerca de la embarcación, las sirenas no


entonaron dulces canciones. En cubierta hemos dejado toda la noche a un marino para
que hiciera de cebo y ellas cantaran igual que antes. Pero aunque las horas pasaron, no
se sabe si habrán picado. Especulamos con la ilusión de que nos hayan visto y que nos
estén vigilando de cerca.
(Ininteligible) En esta parte del mundo no se oyen ni vuelan pájaros. Las sirenas han
desaparecido por un momento. Pero me quedo experimentando esa sensación de dulzura
que le deja al marino su luz, como si catara una taza de café intenso. Sólo una vez oí
una voz entre la muchedumbre de las sirenas. […] “Palabras, sólo palabras”; como
escribió un viejo cuando era joven. Y un recuerdo se reiteró igual al agua del estanque
que se repite a través de los días veraniegos. ¿Cómo se muere? ¿Y qué pensaremos en
ese momento?

Ocaso (6 versos)

Narcisistas de morondanga
Observándose en el estanque de sus obras
¿Habrá algún remordimiento en sus memorias?
O solamente un oportuno silencio en su juzgar.
Aquí la única verdad será la historia…

O la certeza de que el alma se nos va.


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(Ininteligible) Aires que provenían de las antípodas consiguieron equilibrar el influjo


negativo de las mareas. Extraño el gorjeo de los pardales al despertar. Cuando
estábamos en tierra su canto me llenaba de luz. Pero posiblemente ya no vuelva a oír a
ninguno en muchísimo tiempo. Los brazos del Mal se proyectan a todo el mundo.
¿Delitos de tierra firme? Él también los medita para altamar. Quizás los dioses estén
ociosos, y se entretienen enviando el mal a los marineros.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Los manitíes deforestan la plataforma continental para que así se


supriman los inconvenientes jacintos. Mientras tanto, como si fueran otarios en los
peñascos de África, dos de mis marineros se han estacado en cubierta a la espera de ver
sirenas. Para ver quién las merecería más, se golpearon como elefantes marinos por el
derecho de apareamiento.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Hoy no hemos tenido el atisbamiento esperado de las sirenas. Pasó la


tarde, pasó la noche, pero al final de esta jornada no nos quedó evidencia ninguna de
que esta hermosa mitología hubiera coincidido en el mismo meridiano que el
Auxiliadora. No es mi deseo incurrir en lo hipotético, pero si estas bellezas fueran
pensantes, ¿se acordarían de mí algún día? O simplemente sería mi embarcación una
mancha de tinta, una hoja borroneada en la escritura de sus memorias. Me preocupa
imaginar qué pensarían ellas de mí. […] Me afectaron sus entonaciones, como los
arrumacos de una novia; su belleza lumínica me tocó el alma, igual que los rayos
cuando el atardecer. […] El corazón de los enamorados rastrea por todos lados algún
dato de correspondencia para continuar alucinando con la enfermiza ilusión de un
mañana feliz y en pareja. Con el orgulloso sucede lo mismo.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Aún el océano no se ha despertado. Los misterios del mar son casi
milagrosos: algún que otro delfín sale a la superficie y nos conversa con su rasposo
idioma. Las sirenas todavía no emergieron, parece un día festivo para ellas. Pero otras
especies hermosas acompañan el despertar del mar.
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(Ininteligible) Hoy las sirenas brillaron toda la tarde. La felicidad lo inundó todo, como
una niebla benigna al amanecer. Pero a pesar de la alegría, no deja de ser alarmante
cómo fuerzas caóticas y pacíficas pelean ininterrumpidamente para que el equilibrio
administre el mundo. Puesto que la Bestia se precipitó sobre el Auxiliadora como una
ola ni bien oímos un cántico dulce. Los tripulantes enloquecieron: unos batallaron en
duelos. Otros alucinaron días futuros. Otros, una condición social. Algunos recordaban
los textos de su juventud, creyeron que así ganarían el favor de los dioses. Mas
engañados estaban. […] ¡Ay, cuánto se afean los hombres que consiguen lo que desean
por medio de la deslealtad! Tres días duró el resplandor del sirenaje, más hoy su brillo
parece una vela expuesta a la brisa que parpadea… y uno no sabe cuánto más durará.
Pero ver las sirenas cantando compensa toda nuestra zozobra. Iluminan a los bracitos
que ruedan como troncos por la cubierta.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Todo fue calma durante el día y la noche contemporánea. Otras veces
padecíamos la persecución de la Bestia como el sol del trópico: omnisciente y cruel. Las
sirenas sanaron la locura de mis marineros. Resultaron tener buenas intenciones. Esta
tarde una se quedó a flote aguardando a que volviéramos. Parecía especular con los
minutos y así poder coincidir con nuestra ruta. Era hermosísima: sobresalía de una
manera especial.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Decía que hoy nuestras latitudes no se han cruzado con ellas. Pese a todo,
la tripulación estuvo entretenida: algunos han ocupado sus ocios con unos manuales de
pintura, extraídos de la biblioteca didáctica. Así lograron sus primeros bocetos, aunque
no era recomendable dibujar en el mar. Otros, en cambio, continuaron con la escritura
de sus novelas. Corre el rumor que un vigía inventó la sátira de este viaje. ¿Qué
sucederá mañana? ¿Cantarán las sirenas para nosotros? ¿O en el viceversa de estas
especulaciones notaremos su ausencia golpeando vehementemente como la erupción de
un volcán? […] Tres días atrás Malevike rondaba de cerca al barco. Y raramente no
hubo sirena que nos contenga. Llegando al océano oímos un viento que no es ni fuerte
ni totalmente suave. […] En mi enfermedad siento saudade por las sirenas, aunque
desborden a mi pequeña cordura. Saber que existen me hace sentir una tonta felicidad,
que encapsula todo mi ser en una programación de esperas vanas, para quedarme
aguardando las apariciones de su entelequia grácil. Son tan agradables de ver, que con
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su silueta dulce nos ablandan el alma a todos los tripulantes. Hubo alguna que alguna
vez se ha colado en la embarcación. Su luz anaranjada alumbró las paredes interiores de
nuestro casco.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) […] Intentaron brillar las estrellas, pero los vetustos libros llamaban más
la atención de los tripulantes ociosos. Uno quiso violar a otro. Quedó indemne.
Entretanto, medité sobre qué aguas visitaría el Auxiliadora. Ya hemos estado ahí.
Recuerdo muy bien nuestros viajes, aunque al principio me cueste un poco el hacer
memoria. Las sirenas no nos acompañarán. Únicamente el eco de su luz tejería alguna
remembranza en los insomnios de algún marino.
(Ininteligible) Continuamos extrañados por las causales apariciones de nuestra Bestia y
de las sirenas. Todo se gestionó cuando atravesábamos superficies pacíficas. Las
infinitas ondas del mar disimulaban la cara de la Bestia, quien dormía flotando en las
superficies farfullantes. Era el mediodía y el sol centelleaba sobre las mareas calmosas.
Podría estar dormida, igual la Bestia siempre está atenta a ver dónde puede causar el
mal.

Día (olvidado)

(Ininteligible) Buscando a las sirenas nos vimos inmersos en la espesa atmósfera del
océano, rodeados por movedizos nublados verdosos de algas marinas. Explorábamos
una ciudadela de kelps. Nuestros buceadores caminaron por un desierto submarino de
orejas de mar. El canto de estas sirenas los asesinó. Confeccionar esta bitácora es un
consuelo. Las sirenas se volvieron en contra nuestra. Los esplendores que antaño nos
rejuvenecían ahora fueron putrefactas luminarias que entristecen violentamente a los
tripulantes. Son malas, desconsideradas. Quizá nosotros podamos aprovechar esta
maldad como una curativa actitud para la infección que sufre cada parte del
Auxiliadora, así como cada pensamiento de nuestras mentes. Elevamos oraciones al
Cielo para agradecer este hallazgo. Pues debido a la reacción que experimenta un
corazón justo ante el crimen, el mutualismo que había entre las sirenas y la tripulación y
el Auxiliadora, se ha terminado. Ya no aparecen los dioses por todos lados, y la pena
que sentíamos cada segundo que no estábamos a su lado fue reemplazada por la razón.
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Día 7291

(Ininteligible) Islas Maldivas. El Auxiliadora navega sobre la fauna y la crujiente


vegetación de los arrecifes coralinos de las Islas Maldivas. Aquí la mar es muy
silenciosa. Nuestro pensamiento recae sobre el estado de la embarcación: mantiene las
averías de 15 años atrás. […] En las faenas de cubierta recordé los campos de amapolas
del pueblo en donde crecí. Antaño pensaba que los insomnios eran causados por el
amor; una especie de telepatía, tal vez profética, providencial o premonitoria, causada
por los pensamientos que florecen entre dos que se aman. Mas ahora que ya hace mucho
que no hay sirenas, uno se da cuenta de que el enamoramiento responsabiliza
absolutamente de todo al amor. Así de obtusos somos los hombres: flechados, acusamos
a Dios de pintar espuma sobre las olas; el enamoramiento es el brote poético más crítico
que sufrirán los seres humanos. Antes de ellas, casi nos habíamos olvidado de dar
definiciones particulares. Todo era físico y deductivo. Pero fue únicamente al verlas que
en el alma de todos los tripulantes reinó la lírica. El endiosamiento de lo imperfecto.

(Ininteligible) Ya ha pasado una hora desde que la bitácora va componiéndose al ritmo


de estas azules cursivas. Y aunque es época de aclarar pronto, aún no ha amanecido en
la mar. ¡Qué Dios perdone a los hombres que se arrastran por el poder! A pesar de las
congelaciones, durante el luengo día de 6 meses, desde la cofa del Auxiliadora se ven
cosas magistrales. […] Durante todo el día, el eco de nuestros rezos sólo ha musitado un
nombre: Sirenas. Y una lágrima nos atravesó el corazón como hierros mellados. Hemos
visto cómo se alejaban del barco, pero algo en nosotros se niega a aceptar que no las
veremos más. Si bien una inmensa pena nos ha quedado en el alma. Aunque si las
miramos con indulgencia todos las amaremos de nuevo. Entonces las sirenas fulguran
para acompañarnos en el hielo polar. Lo que sucede es que existe una enfermedad de la
cual los hombres somos muy ávidos: el amor. Pero se perdieron allí, en las entrañas del
océano. Sin embargo nos queda intentar un remedio: y navegar, y navegar, y navegar…
huyendo de nuestra Bestia y escudriñar el horizonte a la espera de ver fulgores. El
sirenaje ha desaparecido de nuestra singladura venidera. Se fue con ellas el embruje que
nos hacía esclavos de su existencia.

Final de Sirenas
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Perdidos

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) La serenidad de estas aguas simula ser un cementerio de los 4 elementos.


Por mucho navegar no aparecen gaviotas. El Norte y el Sur parecerían ser únicos
destinos para una mar infinita. Aunque existe, la pesca es pobre. Los enfrentamientos
robaron el buen espíritu de nuestro viaje. Como una locura demasiado prolongada, el
Impío nos torturó con sus apariciones impuntuales. La tripulación, claro, corría a
armarse de arpones y pólvora; pero cualquiera de nuestras armas fue tan inútil para
espantar a Malevike como las picaduras de abejas lo pueden ser para el oso cuando les
roba la miel.
(Ininteligible) En días obscuros las aguas parecerían de color negro. Luego de infinitos
ataques y defensas, la aceptable compostura de la embarcación se ha terminado
rompiendo. Pero resistió hasta que el Auxiliadora se puso a salvo. Estamos lejos de las
sirenas. ¿Volverán algún día a resplandecer? Otros seres fantásticos han cursado esta
mar. Y a veces hasta yo les cogí cariño. Pero las sirenas fueron algo especial. Jamás las
olvidaré.
(Ininteligible) Abajo logramos la recreación de una fragua para reponer las
herramientas que perdimos luchando contra la Bestia. Marineros templarios transforman
en balas de cañón los arpones y los garfios. Reaparecieron sirenas, y el nivel de sus
fulgores vaticina también otra persecución de la Bestia, Malevike. Además, pequeños
accidentes marinos quizás serán presagio de que el Mal circunscribe otra vez al
Auxiliadora. Igual nada es seguro, solamente fue una suposición que pensó vigía subido
en el carajo. Al ver destellos sobre la superficie marina, su corazón instantáneamente
conjetura lo que él desea: que son sirenas, vamos. Pero el Infierno también nos manda a
sus emisarios, ángeles perversos que van cocinando el ambiente hasta que se desata el
mare-magnum. Van encolerizando poco a poco a los integrantes de las futuras
discordias, luego les dejan solos para que los odios hagan lo suyo.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Según el año que sea, nos alegramos o nos arrepentimos de exactamente
la misma cosa. Desde que nos enteramos de la verdad, el recuerdo de las sirenas duele.
Aunque alguna herida le hemos dejado a los dioses. Nos vigilan de lejos a ver si nos
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pueden amedrentar. Ellos se posisionan en diferentes latitudes del mar a ver si pasamos
también nosotros.
(Ininteligible) Sin las sirenas brillando las fuerzas de la Bestia gobiernan en el océano.
El comportamiento de las aguas, por consiguiente, procede ilógicamente. Corrientes y
marejadas sufren alteraciones en su desenvoltura. Poseidón clama venganza, pues las
promesas de Cronos no se cumplieron. Por ello las aguas tienen la violencia de una
erupción. […] En aquella escena catastrófica la imagen de nuestra Bestia es la única
cosa clara. Y en el desastroso bamboleo de nuestras bodegas los marineros le rezan al
Dios de las embarcaciones para que el brillo de las sirenas resucite por lo menos sobre
la cresta del oleaje desleal:

Te amamos
Te imploramos auxilio
Que no se rompan nuestros sueños más hermosos

Pero la Bestia sigue en vigencia. Sabemos que durante varios días tendremos la
vulnerabilidad de un barco de papel que flota en un estanque putrefacto.

Dia 8056

(6.30am) Ha amanecido. Una taza de té acompaña el mutismo de la madrugada marina.


Las sirenas han amanecido también. A diferencia de otros días su luz tiende a ser
violácea. Y eso no es todo: tiemblan como una flor que se abre en el viento. A pesar de
que hoy no llueve, debido a la tormenta pasada, los sustantivos gotean igual que si
transpirasen. Se dice que a donde vamos vive una criatura con dos cabezas.
Contrariamente a la sugestión de su aspecto, no es un ente de mal. Además de sus dos
caras, dos corazones bombean sangre en su pecho.
(12.30am) La tormenta chapotea sobre un Índico de superficies picadas. Su rumor
parecería las nanas de una abuela que sufre catarro. Tenemos la costumbre de dormir
poco. No solemos cansarnos nunca. […] Hoy discutí con los oficiales al mando.
Salieron en busca de un calamar rosado; lo habían visto por última vez bañándose en las
playas de Australia. Horas después se arrastraba volviendo al mar. Mientras estuvo
varado, los hombres de ahí lo montaban como a un caballo. Se dejaba tocar. […] El
barco fue adelantado por un delfín. En contraste con la quietud, el adorno del gato negro
parece que respirara. La Bestia me persiguió hoy en dos sueños. Ambas fisionomías
fueron distintas y de diferentes colores. Un fantasma tibio me sugirió un consejo
narrativo para la descripción en bitácora.
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Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) En el camarote del Capitán hay un escritorio. Encima del escritorio hay
flores rojas que beben el agua dulce de un florero color beage. […] La biblioteca
alberga algunos volúmenes de magia negra, libros que documentan historias personales
también. […] En la soleada cubierta se oye discutir a dos marineros, ya aburridos de
aguardar otra aparición de las sirenas. Inspirado en quien le enseñó a pescar, uno de
ellos ha pensado en ponerles una carnada. Una envidia maligna me posee cuando pienso
en todos los hombres que las verán y no yo.
(Ininteligible) Esta noche las sirenas se presentaron. Y el corazón me saltó del pecho
como si se estuviera friendo en felicidad. Quienes alguna vez han luchado y
sobrevivido, pueden percibir la cercanía de la Bestia.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Esta vez, ni siquiera con las sirenas esplendiendo fuimos capaces de
repeler la maldad de la Bestia. Cayeron los arponeros que reclutamos en Asia. Allí la
tripulación aprovechó para saciar el hambre de sexo con violaciones. La desesperación
puede convertir a los hombres en aquello que han detractado en vida. Y se fueron las
sirenas a medida que nos adentrábamos en tierra firme. Entonces alguien sagrado se
presentó. Ella nos desalentó en la búsqueda de nuestro Continente. Nos dijo que más
que tierra era un mito creado por los ociosos. Las campanadas de un templo nos
invitaron a proseguir con la expedición. Y entonces conocimos a un Dios que perpetraba
la maldad. […] La fauna nos despidió con bufidos. ¿Por qué los dioses no nos aclararán
cuando un camino va hacia el error? Ellos sólo nos dejan ir hacia la equivocación.
Aunque tampoco nos dotan con la perspicacia suficiente como para que dejemos nuestro
empeño atrás. Los dioses nos crían necios. […] El sol efímero salió para guiarnos hacia
las costas.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Sabemos que el ofiuro vive en donde no podemos llegar. Pero la fauna
abunda en la Antártida cuando es verano. Cormoranes, frailecillos, y los pingüinos que
siempre están de pie como las botellas. En los peñascos, aves de guano se reunieron en
derredor de una sirena para escucharla también cantar. Atravesamos días muy tristes en
el Auxiliadora. Por ahora las sirenas no fulgen más. Como era de esperar, la Bestia
también desapareció. No existe una locura sin otra. Ni Malevike, ni más sirenas. Al
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marcharse creo que todos nos sentimos algo más libres. Después de una semana, ya no
se extraña ni el brillo antes indispensable.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Anochece en la mar, sin embargo durante el día no hubo descanso. El


centinela en cubierta no desmayó a pesar de las 40 horas que lleva sin pegar ojo. Entrar
en las literas nos gratifica con un dulzor enamoradizo, del cual se deduce que esos son
los momentos de gloria para toda la embarcación. El extravío de nuestras cartografías
obstaculiza el buen desempeño para la singladura. Y una grieta perene salpica a algunos
remeros. […] Media tripulación ha enfermado e insiste en fracasar con cada cosa que
intenta. Todos los hombres caemos en el error con frecuencia porque intentamos
torpezas que supuestamente nos darían felicidad. El mayor castigo que pudiera acarrear
el fracaso no es otra cosa que la vergüenza. Aunque también dolería que otros nos tilden
de ser incapaces. Mas el preámbulo de la acción siempre está escrito por la utopía. […]
Algunos barcos hubieran obrado igual: acordamos sellar el ojo de buey, de esa forma
nos sentimos más seguros. ¡Pero es tan triste no ver la mar! Mientras tanto, a la espera
de la zozobra, nos bordean los tiburones.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) La madrugada me hace meditar en el hecatombe de desdichas que


fulminaron las reservas del Auxiliadora, consiguiendo que aquella vez todo acabara en
naufragio. Aunque las cosas cambiaron ya no queremos salir a la pleamar. […]
(Ininteligible) Ya es media mañana aquí en el barco. Nos compadecemos de estar otra
vez perdidos, los hombres que no tienen brújula se convierten en claras víctimas de los
viejos fantasmas. Y los sueños del idilio nos molestan a cada rato. Para no asumir
nuestro fracaso pensamos en lo que pudo haber sido. Con tal de evitar la cuita
intentamos no citar el nombre que hemos amado. Cuando el Auxiliadora entre en la
sumersión no nos importaría subir a otro ballenero. Aunque sus lujos no nos cautiven
tanto. ¡¿Qué más da?! Subiría a otro barco aunque sea falso. ¡Menudas averías hemos
tenido! Los mediomundos enrojecían después de la maldición en Costa de Marfil.
¡Subiría a otro barco con tal de que me lleve lejos de mis recuerdos! ¡Por más enclenque
que esté!
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Día de santa Mercedes

(Ininteligible) Suscitaron discusiones y peleas internas desde que las sirenas partieron.
Auxiliadora es un barco grande. 42 camarotes están destinados a reuniones. La cuantía
de enfrentamientos los ha mermado. Pero elegimos discutir nuestros pensamientos en
ellos durante las horas del atardecer. Lo haríamos a la noche, pero el magnetismo de las
estrellas espabila la sed homicida de nuestro Leviatán. Dicen que durante el día hay
también estrellas, pero el contraste de la claridad las encubre. […] En generales la idea
ya está cerrada. Si algún día un navegante tiene alguna ocurrencia para agregar o qué
discutir, el hombre pasa a un camarote ya designado y se queda aguardando ahí. Cuando
es la hora el Capitán los visita uno por uno y en orden de aparición. Después se sienta
frente a frente con el hombre oportuno y –solo después de que la idea ha sido
desarrollada– el Capitán pasa al segundo cuarto. Alguna vez, el bramido de nuestra
Bestia interrumpe aquellas sesiones. Si no se nos acerca más es porque tuvimos la
precaución de dejar botecitos flotando singladura atrás, para que así la entretenga otra
destrucción.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Esturiones, pez espada o escualos dañinos; de todo se ve en las aguas


saladas. Los tres lucharon como gladiadores del mar cuando la pesca quiso retirarlos del
hábitat. El botecito pescó medusas, el marinero que la agarró sufrió urticaria en los
brazos. Miedos, incertidumbre y defectos: aquellos que planeaban sus días con
miramientos ahora lo hacen según en qué latitudes intuyen que la Bestia va a despertar.
Evitan así los rumbos donde hay peligro. Total, alegría y felicidades ya no volverán a
embriagarnos el intelecto. Saber que en cualquier momento la Bestia puede matarnos
nos inyecta un pánico en el espíritu, una repugnancia en cuanto a todo lo que es vivir. Y
aunque no dejan de estar presentes, las sirenas no nos prestan su ayuda. ¡Hasta tenemos
miedo de que la fuerza de sus encantos se vuelva un colaborador de nuestra Desgracia!
Pero ya pasado unos años, si el barco navega bien, hasta podemos decir que no nos
importa que las sirenas no canten más.

Día 9227

(Ininteligible) Nuestro astrolabio se desquició. No hubo manera de comunicarle a otros


balleneros si el Auxiliadora se iba a pique. Tampoco escribí bien bitácoras. Estuve
obsesionado con la hora para que llegue el momento de regresar a casa. Igual allí no me
esperaba gran cosa. Pero siempre tuve un extrañamiento importante. Soy un marinero
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artista. En tierra poblé mis domingos con la acuarela. Como es de suponer, en mi ciudad
viven también enfermos. Gente que descubre en la discordia un contento ficticio. Gente
violenta, educada para pelear. Personas con sangre gitana. Niñitos que violentan a los
mendigos para entretenerse en sus ocios. Tenían al Diablo dentro.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Aunque esta mañana muchos ya tienen sueño, algunos días las plegarias
nos llenan el alma de Jesucristo. Lo maldito usurpa el cuerpo con alma débil. El alma
débil dedica su vida al opio. Las sirenas no han vuelto a salir. Hace 15 días que su
existencia no ilumina mi vida. A cambio, unos pasos tenebrosos marcan el ritmo de
nuestra tortura. No son de los marineros: tal vez sea algún espíritu, un alma en pena.
Presumo que rondará por aquí unas horas, como otras veces; luego se esfumará. Hay
espíritus buenos también, pero no llegan a nuestras vidas. Sin Bestia que nos acose ni
sirena que nos fascine, temo que el aburrimiento infecte a mi tripulación con deseos
criminales. Y acabemos descuartizándonos entre nosotros.

Día 9802

(5.15 am) Tenemos una madrugada preciosa. Desde que la embarcación abrió los ojos
han pasado varios minutos. Pero al final han vuelto a salir. El mar ha recuperado el
centelleo de las sirenas. [..] Hubo una aparición más, salvo que su brillo no contactó con
nosotros. Se ve que Neptuno tenía más intenciones en aquel encuentro. Los Dioses ya
saben que los infortunios sellan la historia de esta travesía. 20 años de haber sufrido
están bien. Cuatro días atrás hicimos al mar la ofrenda de un tesoro. 80 piezas de oro.
En ellas el tiempo ha anotado cada una de nuestras aventuras. Hay quienes creen que las
deidades nos cruzan con las sirenas para que esta vida nos duela menos. ¡Pues cuánto
nos dolería el aire si ellas faltaran! […] ¿Dónde estarán ahora? Los Dioses las llevaron
hasta otro mar. Predestinamos mil noches de insomnio, pero esta vez no estarán. Pero si
no están ellas, ¿a qué debemos esta sensación de continuo embeleso? ¿Serán efímeros
ecos del enamoramiento que no está más? ¿O acaso es Eros, que tiene designios de
dulzura para ciertos varones y para otros en cambio no? Eligieron al mundo de otras
mareas. Ya no se mezclarán en este variopinto.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
34

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Aunque no esplendieron con la intensidad de sus mejores días, una


constelación de sirenas se presentó en el desamparo marino. […] ¿Será que como no
hay Bestia que exorcizar no fulgen más que lo imprescindible? Sin agresiones que
combatir ni exaltaciones que dominar, el ser (ocioso) escarba las remembranzas. Así
viajé hasta mi adolescencia. Próximas generaciones habrán de haber heredado la
curiosidad hacia los pintorescos arrecifes que pulularon a lo largo de la plataforma
continental. Futuros otros serán los que rescaten al bote hundido cuando en los años de
mi niñez intentamos huir de casa para compenetrarnos en el océano. Alevines de un
sospechado mañana rozarán sus pútridos asientos, mientras las anémoras se
impregnaran en los tablones junto al coral. En derredor, pez ángel y pez payaso se
comerán las mierdillas que va cagando la mantarraya. Ya hemos oído el canto
perturbador del sirenaje. ¿O es el atardecer que pareciera cantar? Solamente existe una
constante: el mismo sueño que se reitera.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Desde las sirenas de hoy, la Bestia resucitó casi de inmediato. Su masa
era la del cachalote; su morfología, la de un pulpo. Tenía enormes ojos humanos. Mutó
en otra cosa, y dejó huevos en el interior del casco. El hábito de analizarla nos ha dado
un descubrimiento: nuestra Bestia es de naturaleza parasitaria. Un tentáculo para el
velamen, otro para los botes remeros… otro se enrolló en los cañones para estrujarlos,
igual que el piolín atando el jamón del cerdo. Gigantescas ventosas succionaban los
tablones de la cubierta y levantaban los tablones cual cobertura de chocolate sobre el
pastel.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Proa es una desolación azul. La vastedad del mar no ha sido interrumpida
por el lomo de ningún cachalote. Con el astrolabio averiado navegamos por el océano
igual que una mariposa revoloteando sobre los campos de margaritas. […] Nuestros
hijos ya han de ser grandes. Habrán embarcado hace mucho en otros pesqueros hacia
Japón. ¡Y nosotros aquí sin que podamos acompañarlos! Los dioses auspician una
tormenta con un relámpago. Puede sentirse la presencia de Malevike.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
35

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) En esta madrugada, la tibieza del clima hace que recorra el itinerario de
mis fracasos. Las ilusiones rotas. Parece un día en donde solamente estaban permitidas
las relecturas a libros antaño hojeados. Algunos fueron gratificantes; cientos de ellos
eran motivo de depresión. Volúmenes de mitología engordan las bibliotecas de un salón
destinado al ocio. Allí los clásicos coexisten con otros que no deseo tocar. Pero me
encuentro tranquilo de ánimos y consciencia: ellos hablan del pasado, y no albergan la
solución para nada. ¡Ay, cuánta malasangre me ha consumido! También están los libros
que otros marineros terminaron después de zarpar. Olvidé el orden en que deberían
ubicarse. De repente, como una advertencia, se oye el sonido de un pájaro. El canto
acompaña la inspección de una novela terrorífica. […] Se escuchó claramente el
estruendo de un tifón. Sin embargo, este gentil sólo piensa en cuántas hojas escribirá
durante la subsistencia en el mar.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) En esta madrugada las sirenas han salido a flote para lucir su brillo con
discontinuidad. A su par, también demás cosas han salido a la superficie. Barcos de
quien nadie supo más nada resucitan desde la profundidad marina y parecieran flotar sin
tener peso: con el velamen putrefacto y el casco famélico, sus fantasmagóricos cuerpos
son atravesados de proa a popa por el oleaje embustero o por los afilados rayos de las
tormentas igualmente. En alguno de aquellos barcos se escucha el suplicio de la
tripulación fenecida. Y las sirenas los alumbran como si cada gota del mar tuviera luz
propia.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) ¿Cuánto tiempo divagaremos sobre las sospechosas superficies del


Índico, antes de ingresar en el peligro? El ruido de las mareas acompaña a las primeras
horas de la claridad. Los tiburones están ansiosos porque botemos al agua los
desperdicios de la cena. Mañana a las 12.00 se cumplirán 10 días desde que las sirenas
acariciaron con su luz la piel de los marineros y el casco del Auxiliadora. Sería una pena
que no volvamos a oírlas más.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
36

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Clarea el cielo. No nos encuentra la Bestia, pero tampoco el brillo de las
sirenas. ¿Será que no hay una sin otra? Entretanto, los botes cuelgan por estribor desde
hace más de 2 años. Eso me recuerda la gran pobreza de nuestra pesca, la inactividad se
fue manyando nuestras reservas. […] Ignoro en qué estación estaremos. Por la posición
del sol en los dos crepúsculos diría que estamos en mayo. 6 días atrás, ha sido la última
vez que vimos resplandecer al sirenaje. Desde aquel tácito adiós, el mar se ha
convertido en un témpano en el cual todos vivimos. Y hasta la respiración nos cuesta
trabajo. Los Dioses nos ofrecen tregua de las batallas durante algunas horas de esta
jornada. Aprovechando esta limosna me he fijado un propósito: pasar a máquina mi
novela. Considerando el número de páginas escritas, con media hora de trabajo al día, la
posibilidad de finiquitar esta empresa se aproxima a 40 meses.

Día 10522

(Ininteligible) Algunos compartimientos albergan gacetas de nuestros pueblos. Hace


muchísimo tiempo que al Auxiliadora no lo persigue la Bestia. La tripulación y yo
mismo creemos que las sirenas rodearon a nuestra nave con un aura protectora, un
eficaz repelente que ahuyenta al mal. Aún así, nuestras mentes siempre le rezan a
Jesucristo entereza física, protección. […] Pero las sirenas no solamente lograron
espantar a la Bestia; calman las frías aguas del mar. Y finalmente han regresado con el
fulgor del principio. En un estante de la biblioteca, una página vaticinaba este destino.
Porque siempre que las sirenas se han acercado a la embarcación, Malevike también nos
ha merodeado. Todos los hechos analizados hasta el momento indican que ambos son
inseparables: las Bestias y las sirenas. Se necesitan. Los marineros y yo hicimos planes
para quedarnos viviendo aquí: la idea es pescar el abastecimiento oportuno para
saciarnos y renunciar a nuestras familias en tierra, de manera que nos podamos quedar
presentes para que no se nos pierda una aparición.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) ¿Cómo estará la mar? Tantos días en la celda han borrado las
reminiscencias del agua salada. Siento que ya fue dicho lo que estoy a punto de registrar
aquí. Será porque no aparecen sirenas. Recuerdo a una dama que recibió una carta mía.
Alguna me escribió ella, me la entregaron cuando el Auxiliadora se cruzó con un barco
que gentilmente nos alcanzó el correo, durante una racha de tranquilidad. ¡Cuántas
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
37

veces se habrá reparado este barco después de nuestros enfrentamientos! […] Desde
aquí abajo, tras las rejas, la vida en cubierta parece un mundo. El ruido del agua
enjabonada que gira en baldes para limpiar babor. Los kilos y kilos de cornalitos
cayendo del generoso mediomundo. Y el primer oficial que se entristece porque su
familia habrá muerto. El remero cristiano nos recita un versículo a falta de sacerdote
cuando nos derramamos al mar. El puto profesor de literatura que se embarcó con
nosotros porque quiso probarle al pueblo que podría sobrevivir como un hombre… pero
que se mea encima cuando recuerda los dientes del Leviatán. Los marineros se
agradecen entre ellos mismos con la frecuencia de una frase por medio; desde que
hemos subido al barco, las calamidades nos han cambiado mucho a todos nosotros.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Era verdad: las Bestias y las sirenas coinciden siempre. La aparición de la
una obliga a la otra para venir. Sin embargo los varones toleramos con gusto la cacería y
cualquier descuartización, con tal de mirarlas un poquitito a ellas. […] Teníamos
salvavidas por si alguien caía al mar. Los perdimos con cuerpo y todo. ¿Qué sucederá
mañana para apuntar en bitácora? ¿Nos enamorarán sirenas? Por ahora, muchos de los
marineros sienten la respiración de la Bestia, como si les estuviera echando aliento en la
nuca. Murió un marinero joven. La Bestia era inmensa, y él en cambio tan frágil. A
bordo queda otro aún más joven que el que se fue. Respecto a la historia del salvavidas,
lanzamos unos al mar para rescatar a un marinerito que combatió a la Bestia con gran
coraje. Exhausto por la contienda, se hundió en el mar sin nadar hacia el flotador. Su
última palabra fue un grito de amor para la mamá. Hambrienta de sangre, la Bestia se
enredó en la cubierta. Un marinero la vio a los ojos y tuvimos que sacrificarle pues lo
contagió con violencia. […] Es un tanto curioso, pero cuando no pienso en ellas
pareciera que salen a flote a propósito. Como si percibieran la libertad latiendo en mi
corazón, cuando me decido a despojar el alma de ensoñaciones banales ellas persiguen
mi rastro si este mantiene su dignidad ante el envenenamiento del amor. […]
Continuaron brillando hasta la medianoche. Su luz nos hizo sentir un dulzor parecido a
los mediodías de primavera. Nadie supone cuándo se las apreciará de vuelta. Tengo
corazonadas de que pronto aparecerán. Por ahora, cada vez que brillan a nuestro
alrededor: ¡Hasta los vientos parecen sumarse a nuestra buena fortuna! Un grupo de
sirenas, orquestadas en fila india, intentará que su fulgor se mezcle con la luz del sol.
Continúan emitiendo su propio brillo, pero el alcance de la luminiscencia no es el
mismo del que recuerdo en otros pasados.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Día 10669

(Ininteligible) Sabemos que hay una parte de mal en algún lugar del navío. Se sabe
también que ese pedazo del Todo no dejará de existir. Quizá pueda mutar su forma, ser
hombre o bestia al igual que ser mente o carne. Pero ni siquiera la hermosura de las
sirenas podrá resumir la brutalidad a la nada. Aquello de lo que estoy hablando puede
ser muy pequeño, como un retoño en el roble… aunque si me descuido puede
apropiarse del barco. Yo –Rummenigge–, por poco marcho hacia otra morada por
enfrentarme a él. Y casi lo pierdo todo: el tesoro, las bibliotecas… y por supuesto
también a ellas, a las sirenas. ¿Qué más se puede decir del ente? […] Hace 2 días que
las sirenas y el rumbo de nuestra nave no coinciden. Algunos creen que ha sido por una
superstición, una brujería que se desató encima nuestro. ¿Pero quién puede dar fe de
ello? En este punto del Índico todo es obscuridad. Y da la impresión de que las gordas
velas quisieran adelantársele a cubierta.

(Ininteligible) La nada oceánica domina las acústicas indivisibles. Más hemos estado
pendientes de las sirenas que de nuestros cometidos en altamar. Y por seguirlas,
finalmente nos extraviamos. Perdimos nuestro astrolabio. Creo que un marinero lo
arrojó al mar. Su traición fue perpetrada porque pensó que las sirenas serían suyas. Nos
dejó sin saber hacia dónde vamos para que únicamente nos quedemos mirando al mar a
la espera de ver destellos.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Serán 6 meses de noche interminable. En la bodega del Auxiliadora, un


marinero cristiano nos hace misa una vez al año; si Malevike no está presente
aprovechamos el día para que no se nos olvide la tradición de liturgia. El breve cura nos
resume un capítulo cada vez, llegamos a los Tesalonicenses. Algunos ya estamos viejos,
pero el temor a la Bestia nos ha mantenido activos de ideas; sus apariciones, de cuerpo.
Ya olvidé cómo era el canto de los pájaros. El silbido ocioso de algunos marineros
rescata en mi memoria a un ruiseñor como si fuera un relámpago, como un fogueo.

(Ininteligible) La marimorena nos atacó antes de empezar la singladura y ya es de


noche. Cuando Malevike se acerca al barco los marineros sentimos frío. Como no hay
sirenas es más difícil sobrevivir. Su luz nos envolvía en un aura que nos protegía del
Malo. Ya no tiene sentido rezar a los dioses para que vuelvan. Únicamente el sol
benigno nos da su apoyo. Contemplar las estrellas es el consuelo del barco. Pero no nos
alcanza para vivir.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Casi 23 años en altamar. Conforme pasan los meses la embarcación se


vuelve más y más inestable ante el oleaje descortés. Apartados de las distracciones de lo
mundano, luego de tantos años, la tripulación recupera una serenidad que perdió en
tiempos inmemorables. Lejos de las ciudades los hombres dejan de esperar lo superfluo.
Ya no se lo invoca a Dios por cualquier tontería; el número de milagros que se esperan
está inspirado en la vida que nos circunda. ¿Aquí qué podemos pedir? ¿Que no nos
corten las piernas los tiburones? ¿Quedarnos vivos cuando se va la Bestia? ¿Una vez por
semana lluvia para juntar agua dulce? Pero también están los que aman pedirle cosas.
Desde que se levantan la vida se transforma en una especie de apuesta para saber si Dios
los está escuchando. Si cosen alguna prenda, piden a Dios para enhebrar a la primera la
aguja: rezan para que el anzuelo no les rasgue la piel. Se sienten más especiales para los
Dioses si vuelven vivos después de cazar ballenas.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Vi a la persona que amo en todas las existencias. Las sirenas están por
todas partes. Me despierto pensando en ellas, en que me quieren o que las quiero, o en
qué sucederá cuando vuelvan. Quizás salga a cubierta para esperarlas. Pero la
reiteración de los recuerdos pasados es lo que más: por todos lados y en cualquier
momento pareciera que revive un encuentro que pasé junto a ellas. Las veo viniendo a
mí, como una vez lo vi antaño. Resplandecen ante la madera del casco durante las
madrugadas. Y me hace feliz saber que ellas están ahí. Es como si me estuvieran
llamando para que salga a verlas. Las veo brotando en mar, y con sus voces tocan mi
alma.

Día (ininteligible en bitácora)

(10 de la noche) Navegamos en el sínico torbellino de la incertidumbre. Cualquier


dirección que tomemos podría tratarse de la verdadera. […] Por aquí hay rumores de
que se ha visto a una sirena deforme. Sin embargo, como si la esencia de los destinos
quisiera hacer contrapeso, también hay quien dice haber visto a una Diosa. Continúa
siendo incomprensible cómo es que la felicidad y la amargura manifiestan sus
influencias conjuntamente, puesto que la extraordinaria alegría que nos causaron las
sirenas, ha sido boicoteada por una leyenda que se nos reveló: ocultan un romance con
Ares y son propiedad de él. Su alianza perpetra guerras marítimas. Eligen dos
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
40

navegaciones para frecuentar. Entonces derrochan su luz sobre ambas tripulaciones.


Así, el alma de los marineros queda infestada con una sensación de embeleso.
Maravillados por su esplendor, los navíos persiguen luminosas estelas intermitentes en
pos de la felicidad. Ellas, por supuesto, se guían por un instinto preciso: se dejan seguir
por un barco un poco y otro poco las sigue el otro. A ambos van arrastrando hacia un
punto de encuentro. Y se quedan flotando ahí. El resto del caos sale por lógica. Lástima
que pasó tanto tiempo hasta que lo supimos.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) A la derecha del escritorio tenemos un bibliorato repleto de bitácoras. A


su derecha, atravesando el ojo de buey, la mar nos conmueve con un atardecer basado
en nubes anaranjadas. ¡Cuántos cielos anaranjados se escurrieron atrás del horizonte
inmarcesible! Y cuántas sirenas que no se trataron de la mía se han acercado hasta mí.
He tenido mi oportunidad. Pero la desaproveché: ya es hora de entrometernos en otros
rumbos. No soy tan viejo como para hablar todo el tiempo de lo que hice… ni de lo que
hubiera querido hacer. Estoicamente, conseguimos restaurar grandes averías que
pusieron en peligro al Auxiliadora. Hemos perdido a buenos marineros; mas sopesando
el peligro en que nos vimos inmersos, francamente no nos fue mal. Extrañaré los
esfuerzos de la lucha por la supervivencia. El Leviatán quizás es vencido algunas veces,
pero siempre acaba ganándonos. Todavía no se inventó arpón que le destruyera. De
todas maneras los valientes marineros intentan cazarlo con lo que disponen a mano.
Grandes espadas, redes, alambre de espino: un popurrí de herramientas que al final
escasamente le arañan. Pero a veces eso nos basta, y lo mantenemos a raya de nuestros
barcos. En consecuencia de este alejo, el extravío de nuestra Bestia pulimenta de tal
forma las rutinas de esta embarcación que apenas tengo un motivo real para completar
la bitácora. Después de todo, ya se han cumplido más de 3 décadas que vivimos en este
océano, y el desapego por las banalidades y artificios del mundo se nos ha hecho
completo, a pesar de que la Bestia aparezca a veces aquí. Además, estamos todos en una
cosa de acuerdo: jamás viviremos fascinación tal como la que se siente al verlas brillar a
ellas. Hemos visto otras estrellas que nos han conmovido en grande. Pero únicamente el
sirenaje y sus constelaciones tocan algo en nosotros que podría llamarse el alma. Y
sobre la Bestia, tan solo quedan rumores. […] Bienaventurados, hemos llegado al
remanso de las aguas que hemos salido a buscar, aquí todo es placentero y tranquilo,
aunque las sirenas no canten más. El brillo que antaño me hizo feliz, hoy solamente es
un anhelo que espera en baladí.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
41

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Una honda melancolía se explaya en el corazón de los marineros. La


relectura de los astros nos hizo creer que estábamos cerca de la fortuna que hemos
buscado tanto. Nuestra Tierra Prometida. Pero en el mar hay también espejismos. Para
decepcionarme aún más esperé hasta verlo con mis propios ojos. Nos la pasamos todo el
día trabajando una explicación, pero aunque no queramos el futuro revertirá nuestra
singladura para que el barco regrese sobre su estela. No queda más remedio. Ahora, los
comentarios de las próximas generaciones que sepan de nuestra odisea serán “No me lo
imaginaba”; o “Los dioses nos estafaron a todos”. Todos hemos perdido, lo que
ansiábamos ya no existe. Después de tantos años de maravillosas reapariciones, el
Auxiliadora agotó los recursos para continuar adelante. Producto del embelesamiento, la
pereza no usufructuó lo suficiente al generoso variopinto como para que todos vivamos.

(Ininteligible) Dos jóvenes bonsai meditan su fotosíntesis a la luz de las candelarias. Sus
auras positivas lograron contener muchos arrebatos de la locura que me han contagiado
los marineros. Esa belleza me hace pensar en cuanto extraño a mi amada. Apáticamente,
recibo en mi corazón fugaces reminiscencias intuitivas en las cuales surfean imágenes
suyas. Tarde o temprano abordará la noticia de que murió. Su voz idílica fue un refugio
para sanar las heridas que nos dejó la Bestia. Ramonean en mi mente unas palabras
meditadas hace dos días: hasta el amor verdadero pierde sus fuerzas si uno no lo cultiva
y pasan los años. Pero ahora, por mis sentidos sólo entra el mar. Aunque uno no pueda
verlo, sabe que la amenaza de las aguas seguirá estando allí. Pronto las fuerzas hostiles
de la marea harán del océano un sitio inhóspito en donde estar.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Como todos los hombres que buscan hacer honor a un secreto, no solté
prenda entre la tripulación. Esta tarde han aparecido en cubierta unas inscripciones:
letras de color leche nos han advertido acerca de otro monstruo submarino. […] A eso
de las 5 de la tarde apareció en cubierta una mariposa roja. ¿Cómo habrá llegado hasta
aquí? Ya hará 30 años que partimos y jamás nos acercamos tanto a la costa como para
que el bicho aletee hasta nos. Sólo queda la posibilidad que el gusano se haya creado a
partir de la descomposición de un escualo que nos olvidamos botar al mar. El esqueleto
fosilizó no sé cómo.

(Ininteligible) Las maderas heladas hablan; se rumorea que están planeando una
rebelión a bordo. Tanto el ocio como las calamidades hacen imaginar una vida distinta a
los hombres. Los oficiales y los marineros sueñan; luego creen que sus delirios fueron
sucesos, y traman cualquier tipo de estratagema para cambiar sus miserables mundillos.
¡Desagradecidos! ¡¿Para qué los habré traído hasta esta parte del Mundo?! Los
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
42

marineros se vuelven un poco menos ignorantes con cada pez que han pescado. Y es
gracias a la aventura del viaje que un hombre se vuelve libro de geografía. Merced a
estos paisajes el hombre es menos animal. Pensar que los he guiado hasta aquí. ¡Sean
caviar para Malevike! No existe cosa buena en las aguas que me pueda compensar estar
viviendo esto. A veces las sirenas pasan cerquita, pero su luz no cura mi preocupación.
Hasta los Dioses son insurrectos si se les ruega: contestan súplicas con reveses. Con
respecto al motín, para que no me vaya tan mal, quisiera hacer las paces con las
deidades. Al fin y al cabo la pesca importa más que mi honor. Es curioso lo que uno va
descubriendo si analiza el irónico comportamiento de los dioses. Poco resulta como lo
vaticinan Sus religiones. Aunque recemos, a veces gana la fealdad. Y si tratamos de ser
geniales en las pequeñeces, Ellos nos envían el fracaso para pisotearnos la inspiración.
La tripulación, supersticiosa, se suicidó. Solamente quedamos 3. En pocos días, cuando
por fin se acaben las provisiones, nos miraremos entre nosotros con un dañino interés.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Durante toda la noche el sonido del viento en el Mediterráneo hizo que nos
mantuviéramos atentos. A pesar del desvelo, la mayoría pudimos recordar sueños.
Después, conforme el día se nos iba desarrollando, únicamente guardamos de ellos
algunas ráfagas de memoria. Apariciones inoportunas lucharon en contra de la tranquila
confección de nuestros emprendimientos. Sólo al nombrarlas prosódicamente se consigue
romper por un instante el hechizo. Aquí sufrimos igual que los prisioneros de guerra. El
marinero vigía vio como una vez la sirena se convirtió el la Bestia. El sonido del mar aterra
no porque sea horrible, sino que parece eterno. Los relojes marcan el avance incontenible
de los minutos, ellos y el mar para que al verlos recordemos nuestra mortalidad. A cada
instante el tiempo libra una batalla psicológica contra el homosapiens, haciéndole ver que
no durará por siempre.

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) No queda mucho por hacer; nuestra última avería ha estropeado todas las
reservas que nos aseguraban la subsistencia en el mar. Vi saliendo de eslora una arteria
de aceite que se ensanchaba, entretanto devolvíamos la mar al Índico. No sabemos
cuánto más resistirá el Auxiliadora, los mapas nos muestran islas en donde podríamos
salvarnos del hundimiento, mas en la realidad nada coincide con aquellas cartografías.
Les haré el luto anticipado a las ilusiones que me persuadieron para zarpar. No
terminaré mis novelas en este año. Y el verdadero amor no será cosa de esta vida.
Aunque una vez he estado muy cerca. Pero finalmente me di por vencido. Cuando
muramos sentiré que he vivido en vano. En el recuento de mi trayectoria, la vida y su
cíclica historia tan solo me habrán llenado de mal sentimiento y carencias.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
43

Día (ininteligible en bitácora)

(Ininteligible) Gaviotas nos avisan de la proximidad de un puerto. Un marinero sale del


camarote para ahuyentar a un ratón huido. En cuanto a lo más sagrado: las sirenas se
han apagado casi de golpe. Extraño deslumbrarme con su existencia lumínica.
Sorprenderme con su saludo mímico; temblar mientras las miro. Parece mentira, pero
aquello que he amado tanto, y que perjuré amaría por siempre, hoy se ha perdido con la
marea. Las sirenas, antes tan vivas, ahora flotan inertemente en la superficie del océano
Índico, como si fueran corchos de vino que sobraron de alguna fiesta a bordo del barco.
Alguna quizás emite luz, pero enseguida se apaga. Ya nunca más me quedaré en popa a
la espera de su regreso, ni saldré a mirar las onduladas aguas del océano pensando que
si están su luz me impregnará la piel. Alguna todavía desea hablar. Pero muere al
instante. Las sirenas tan solo serán un nombre que nunca aprendí a escribir. El graznido
de las gaviotas cesó, y desapareció luego de media hora tal vez. Lo único, dejó secuelas
en la estructura de la ciudadanos. ¿Por qué el Señor permite que tanto mal torture el
alma de los decentes? Sólo una cosa nos queda a nosotros, los gentiles: el consuelo de la
distracción. Quizá los hombres elijan hacer el mal porque así llenan el vacío que hay en
sus almas. Y aunque hay decentes que soportan una injusticia tras otra, lo único que
acaba dándoles Dios es el consuelo de algún jueguito. Pero nunca les da el amor. Las
sirenas se quedarán en la mar. Aunque jamás se marcharán del todo de la mente del
Auxiliadora. Serán una parte del alma más.

Final de Perdidos
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Remanso

Día (ininteligible en bitácora), hora (Ininteligible en bitácora)

Volvemos a casa. En el barco se confunde la procedencia de los gritos de felicidad. 50


años. Hemos conseguido reparar el Auxiliadora. Nuestro barco continuará a flote por las
mareas del Índico. La tripulación ovaciona el regreso a la civilización como una victoria
en guerra. Semejante al salmón repatriado, así volveremos por mar a la tierra que me
vio niño para que me vea morir allí. Flotaremos sobre los mismos campos de orejas de
mar que alfombraban las oscuras profundidades de nuestro éxodo. Las sienes blancas y
algún muñón, cosas así serán crudo testimonio de un viaje que duró años. Y en algunas
casas, nuestras familias ya no estarán.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

El molusco dañino no consiguió diezmar tanto a la embarcación como para que nuestra
resistencia al hundimiento cediera finalmente. En los salones todo está obscuro, se
escuchan quejidos provenientes de la bodega. También una música fantasmal se percibe
por los rincones del barco. La tripulación está ansiosa por acabar el día e ir a descansar
ya.

Día 17044, 9 de la noche

La senectud ya hace unos años que nos es familiar a todos. Además de la Bestia, algún
naufrago, hubo también tripulantes que fallecieron de viejos. La salinidad de la
atmósfera logró que ninguno de nosotros conserve la dentadura entera. También
perdimos dedos, brazos y ojos. El contramaestre se quedó ciego y ya casi no se levanta.
La indigesta de altamar nos habituó a comer poco, por eso –creemos– duramos más.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

Los Dioses moldean el orgullo de los hombres según la propiedad con la que expresen
aquello que tienen para decir. Así pues, a mayor elegancia tengan las líneas nuestras,
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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con mayor interés y respeto nos juzgarán los días. Ellas se fueron. La autocompasión ya
no boicoteará nuestros actos. ¿Por qué la voluntad de los hombres no tiene voto cuando
el destino ya resolvió cuanto tiene que suceder? Las ilusiones de un mundo nuevo se
quedaron sin un puerto a donde llegar. Ya no tienen razón de ser. ¿Qué fin tendría
quedarse aquí? ¿Para lidiar con la Bestia? ¿Ir a buscar una tierra que no existe? No
pudimos hacer nada: aunque la razón me ordenaba otros rumbos obedecí al instinto que
me pidió ir tras ellas. La premonición era interminable. Ahora que lo estoy pensando esa
atracción hacia su belleza fue responsable de muchas tragedias nuestras.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

Una oscuridad antes vista nos visitó de repente. Algunos la han utilizado para recordar
episodios que no desearon vivir. Otros, en cambio, intentaron unas últimas correcciones
a sus libros escritos desde que el barco zarpó. A bordo se cuece un clima de festejo,
gracias a nuestra vuelta al puerto anunciada ya hace 2 meses.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

Oímos cuchichear las corrientes. A veces nos hallamos en un nudo de marimorenas. La


belleza que anhelábamos tan solo se convirtió en una paradoja más. Entretanto los
pececitos vuelan: el buzo táctico ha visto a la manta-raya sobrevolando la superficie de
los fondos abisales. Sus alas de 4 metros de envergadura se agitaban al compás de las
mareas submarinas, como si estuviera bailando una especie de vals sensual. Pateando
arenas viscosas, vio solasteres quintuplicando los brazos de las estrellas de mar. Sin las
sirenas, el mar parece más un desierto. Ni las focas ni los otarios adornarán peñascos en
el estrecho de Magallanes. Todos vamos muriendo a causa de que ellas han desertado
del mar. Pero todos tenemos un deseo en común: queremos causarles daño. Una
venganza en memoria de nuestro amor. Sentimos que de algún modo los dioses nos han
timado. Si Sus planes eran quitárnoslas desde un principio, ¿entonces por qué nos
ilusionaron tanto con verlas siempre? Toda la nave está un poquito más triste. Hubiera
sucedido cualquier otra cosa, que igual ya tenían el alma jurada para otro mar. Nosotros
nadaremos en el nuestro. Veremos morenas y tiburones. Dedicaremos la vida a
documentar la metamorfosis de las anguilas; perseguiremos su existencia hasta el mar
de Zargazo para aprender así de la fresa. ¿Qué más da el oficio al que nos
acostumbremos? La mitología fue cierta, estuvimos cerca de ellas y ya no nos
enamoraremos más. Aunque hay quien dice que tierra adentro hay un arrollo en cuyas
fosas descansa un oro, y que aquel oro brilla tanto que su luz es capaz de revertir el
influjo que hemos tenido aquí. En cuanto a ellas sé que las cruzaremos de vuelta. Mi
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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lealtad a los dioses no ha perecido del todo, sin embargo esta herida logró que ya no
quiera agradecer nada en mis rezos de madrugada.

Iniciando el viaje de regreso. Esperamos el grito venir de cofa para que nos avise de la
aparición del rorcual azul. Nunca vimos más de dos juntos: de barriga rallada y calloso
el lomo, tiene mandíbula de peleador. ¡Ya lo oímos allí afuera! Como si los grandes
dioses bufaran de cansancio, nuestro mamífero salió a respirar en el comienzo de la
medianoche. Las anguilas migratorias son lucecitas fugaces fulgiendo en la superficie
marina con efímeros resplandores. Duerme el salmón al igual que las tortugas del mar.
Por la mañana creímos ver una pardela picofina. Pero a esta altura del año únicamente
vuelan al Este sobre el Pacífico. Sólo en las costas del Índico se ven las aves. El rorcual
decidió acompañarnos: aún pueden oírse sus roncosas exhalaciones al otro lado del
casco. […]

[…] Ni continente, ni Bestia, ni las sirenas tampoco. Hace ya muchos meses que
padecemos la apatía del mar. Y el rorcual también desapareció.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

Luego de 3 semanas las sirenas otra vez brillan, aunque su brillo no sea el mismo de
antes, aunque fulguren más tenuemente. Todo cuanto ocurre en su entorno es buena
profecía. Es que brilla también el mar en donde se mueven. Quizás las orcas reojeen con
bondad sus reapariciones. El sentimiento al verlas nadar es tan bello como abrir una
cajita de música.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
47

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

Y recién me doy cuenta: ¡Hace tanto tiempo que la Bestia no nos persigue! Los
traicioneros piratas no se compararon con su peligro. Pero igual hubo también cosas
bellas en derredor nuestro. Los días y días de ocio han logrado en los botes remeros un
musgo que forma la cara de la Reina. Tenemos un compañero que aunque se esfuerce
no es capaz de realizar las tareas tal y como se las propone. Se da por vencido
fácilmente. Creo que las sirenas lo han fascinado a él también. Y en consecuencia le
atontaron el desempeño. Antes era un buen marinero, disciplinado y activo. Pero
después de que las vio a ellas me recordó a un oso en siesta. Cede muy fácilmente ante
su cansancio. Todo lo deja a medio acabar. Controla los minutos que restarán para
acabar faenas. Y siempre se lo ve absorto pensando en la hermosura que tienen ellas.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

[…] Imaginad el número de yubartas si el bullicio de su canto es el Infierno. Esta


semana muy pocas veces nos hemos cruzado con las sirenas. Igual que un caracol
avanza sobre las hojas de una gardenia, el Auxiliadora parece avanzar por encima de las
confusas aguas del Índico. Ni Bestia ni las sirenas, pero tormenta tampoco hay. Ignoro
cómo fue que se desarrollaron insectos en la cubierta, pero molestan más que el sol
brillando sobre las aguas a la hora de diferenciar tierra en el horizonte. La tripulación ya
está harta: necesitamos sopa y mujeres. Algunos ya han olvidado el frescor de los
coqueteos y las conquistas. Por el momento y quien sabe hasta cuándo, la única con
quien podríamos coquetear será con la muerte.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

Con la marea baja quedan las algas tomando el sol, y una peregrinación de erizos
camina al paso de caracoles por las estrías playeras de la resaca. Después las aguas
traerán más vida a la costa con las olas del altamar. Llevamos tanto tiempo navegando
que los hombres de abordo han perdido cualquier interés por la moneda. Aquí ni el oro
ni el trueque sirven de nada. Eso es muy importante: al no darle más valor al dinero, el
Espíritu de mis marinos se ha tornado incorruptible. ¿Pero de qué nos sirve semejante
integridad en donde no existen cortes que nos sobornen? Parece que los Dioses han
destinado a los hombres para que adquieran cualquier virtud cuando ya no le sirve más.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
48

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

¿Qué haré –pienso–, mañana, en el Auxiliadora? En esta vida, la hacinada de nuestro


sufrimiento, no se compensa con acumulación de bienes. No sé cómo lo logró, pero el
Diablo me ha persuadido para destruir algunas bellezas aquí en el barco. ¿No merezco,
por ello, la aparición de las sirenas? Todos los sueños que fui juntando para darles se
quedarán en el misterio.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

A pesar de mis pecados, hace dos días, algo brilló en la superficie del Índico. Hay en el
barco un sabiondo que dice que son sirenas. Otros, a quienes la crudeza del océano
convirtió en descreídos de los sentimientos, que se trató de un destello común del mar.
En lo personal, la negrura total de aquella noche equivocada no me permitió diferenciar
cuál de las dos suposiciones acertó más. ¿Dragones, tortugas, Demonios o calamares
gigantes? ¿En qué otra forma nos perseguirá la Bestia? Creo que la máquina de torturas
se ha puesto en actividad de nuevo. Bestia y sirenas compiten ininterrumpidamente por
el Destino del Auxiliadora. El sistema de navegación parece un ciego perdido. ¿Qué nos
deparará el mañana, la semana que viene, o el año entrante? ¿Qué sueños se habrán
cumplido cuando nos llegue el futuro? ¿Podré casarme con la mujer que quise? ¿Y
cuántas me habrán querido? ¿Habrán sido honestos quienes traté?

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

Para distraerme de lo repugnante cogí un volumen de la biblioteca: tenía dos hojas en


blanco; una continuaba a la otra. Mañana quizás reaparezcan los delfines que nos
alegraban la vida. Se adelantarán al Auxiliadora, y si hay buen viento perseguiremos su
estela grácil.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

En la sala de reuniones un prócer de los océanos cuelga dentro de la pintura de un


cuadro. El capitán Davis, es para nosotros una inspiración, un ejemplo de valor. El
sentido del Auxiliadora debería ser el opuesto; entonces los pesqueros regresarían
colmados y los tripulantes felices. Muchos ya gruñen sin parar del aburrimiento,
rezongan cual tormenta que va a empezar. No ha de ser muy difícil que nuestra suerte
mejore.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

Los peces del mar saludan al amanecer. Saltando a flote respiran el aire puro. Nadie
sabe que volveremos. No se cruzó con nosotros buque alguno que transmita nuestros
correos. Cuando arribaba el barco mensajero las mujeres corrían hasta el muelle para
ver quién sería primera en abrir un sobre, iguales a niños que van a hacer los mandados
y corren a ver quien llega primero para quedarse con el vueltito.

(Ininteligible) Entre otras cosas, averigüé en un libro de artes satánicas, que los dioses
han provocado a los hombres durante siglos, enviándoles un problema tras otro. Ellos
siempre se ríen de Rummenigge. Me rodean de vicisitudes que jamás podré remediar.
Hinchan las velas con vientos nefastos, por ejemplo; causan goteras irremediables para
producir el insomnio en los navegantes. Hemos descubierto que las sirenas son harto
incompatibles con estos avatares. Timoratas, desaparecen durante semanas si detectan
que los dioses tienen ganas de jorobar. Y les da trabajo volver. Amén de su cualidad
curativa, las sirenas son vergonzosas.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

La puerta del camarote permanece cerrada. Algunos espíritus aparecieron, pero huyen
pronto. El aire a barlovento es vehemente, pero con el velamen andrajoso y nuestras
anclas derribando los espilógrafos, o machucando a las sedosas actanias, el Auxiliadora
tiene asegurada una latitud inmutable. Casi una semana sin contacto con las sirenas nos
ha aclarado, tanto a mí como a los otros miembros de la tripulación. Y ya comenzamos
a experimentar aquella envidia desesperante por todas esas personas que eligieron
quedarse por tierra. Sin embargo hemos cursado un día magnífico. La tibieza de un sol
de otoño fue el primer buen auspicio que envalentonó a los marineros para continuar
con nuestra exótica peregrina. Ellos ya no padecen la misma locura que en un principio.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
50

Y para matar el tiempo se los escucha repetir el mismo comentario una y mil veces. Se
alimentan la alegría unos a otros diciéndose el mismo chiste. ¿Qué habrá inventado la
civilización para cuando volvamos a tierra? Y cuántas veces estando allí pensaremos en
las sirenas…

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

1 hora de insomnio. El Auxiliadora lleva 2 días arrastrando roturas importantes. Pero no


fueron consecuencia de Malevike. Con los años el deterioro es inapelable. La mar nos
forzó a reducir la arquitectura de nuestras vidas. Gracias a esta simplificación fue que
aprendimos los secretos del hombre y del pensamiento. Es muy posible que al no estar
ellas el sufrimiento de nuestra mente se desdoblara sobre la embarcación formándonos
las desgracias. En reconocimiento a esta idea, en una reunión, muchos de nosotros
concluimos que existe una gran probabilidad de que nuestra pena, al no haber sirenas,
acongojara al navío hasta que su tristeza resquebrajara tablones y oxidara el acero.
Aprendimos también que rezar a veces llama al milagro. Por eso, lo que no
conseguimos reparar nosotros, se lo dejamos a la plegaria y a Dios.

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

Amaneció. A 50 metros de profundidad, enarbolados campos de virgulañas. Estupendas


gorgonias construyendo paredes submarinas. Las sirenas se han ido. No las recuerdo
siquiera. La ausencia de lo amado desenamora al corazón y a la mente. Y ni siquiera me
enorgullezco de haberlas visto. Así la Bestia nos ha dejado. Por ende el aburrimiento
lidera entre los ánimos de nuestra embarcación. Luego de tanto tiempo en el mar, al
Auxiliadora lo han poseído pestes que ya se han ido. Diezmó el número de marineros y
hemos tenido que reclutar a otros en puertos insospechados. La ubicación de los astros
marcó 14 meses de hambruna. Hasta las ratas desaparecieron. En aquel tiempo donde la
enfermedad reinaba, Malevike no demostró ningún interés en el barco. Ya que la Bestia
se convirtió en nosotros. Cada hombre a bordo pasó a convivir con una entidad agresiva.
Incluso yo –Rummenigge–, fui mellado también un poco de adentro hacia afuera. Pero
la buena suerte llegó. Y la peste regresó a tierra. Gracias a Dios, no atacó a nuestra
ciudad: los vientos la arrastraron hacia otros gentíos. Sólo la vejez se preocupó por
restar unidades al número de hombres en nuestro pueblo. Pero en el resto del Mundo, 1
de cada 5 murió.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible en bitácora)

De madrugada las olas del océano son como la respiración de una amante. Hoy no
existen los delfines ni su parloteo frágil. El mar es pacífico en general. Únicamente el
vocerío de los marinos quebranta la anatomía de su aplomo. La Bestia es una excepción,
una grotesca excepción. De todas maneras, Dios nos ve aquí embarcados en nuestra
empresa pesquera, a colación de ver tierra. […] El día promete tiempo para pintar. La
rutina nos ha jurado una reiteración de sirenas. ¡Antídoto para las infecciones que le
putrifican los miembros a los hombres de la tripulación!

Día (ininteligible en bitácora), hora (ininteligible)

La calidad de mi cansancio me hace pensar que he dormido lo suficiente como para que
sean las 6 de la mañana. Si no he dormido más se debe a que el acecho de nuestra Bestia
nos pone en vilo. La desventaja militar me ha hecho elucubrar todo tipo de venganzas.
Lo que llamamos “venganza” siempre mantiene una indiscutible calidad de justicia,
puesto que se origina en alguna provocación, un ataque, en una inmoralidad. La
venganza siempre será más justa que la inacción o el perdón. Es debido a esta
afirmación que, los ataques de nuestra Bestia, no han de mantenerse impunes. ¿Y qué
hay de nuestras sirenas? Que por aquí van 2 jornadas en las que sus amorosas
apariciones no nos dan muestra de que nos quieran. De todas formas tengo la
corazonada de que están aguardando a que llegue el momento oportuno para hacer otra
aliviadora reaparición. Los botes rotos hacen pequeñas oscilaciones de péndulo, como
conmemorando los días en que salían a la caza de las ballenas. Pero mientras tanto:
obscuridad y nada más, como dijo el poeta. Siquiera las sirenas alumbran nada con su
luminosidad intrínseca. ¿Qué especies esconderán nuestros dioses en la negrura
oceánica de las noches y madrugadas? ¿De qué colores serán los humos de las esporas
que respiran letárgicamente en las profundidades del mar? Las tareas que terminamos a
bordo nos han dejado el desánimo de la desprolijidad. Nada nos queda perfecto. La
limpieza de la cubierta, las inmundicias de lo pescado, la sujeción del velamen… Todo
queda con algún defectito, como las cosas hechas por los ancianos.
(Ininteligible) Como conté: las sirenas se fueron hacia otro mar. Aquellas aguas son
bondadosas, como un novio que ama. Las sirenas se prometieron a él. El dolor levita
por el Auxiliadora como un fantasma purgándose por los males. Lamentablemente ni la
fuerza de las palabras revierte ya maldiciones, lo único que nos queda es el
conocimiento que nos dejó el corazón hecho añicos. Otros Dioses trataron de
convencernos para volver atrás. Nos dicen que estamos locos, o que somos unos
desagradecidos. Y quienes debían darnos socorro, dificultaron nuestra travesía con más
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
52

desgracias. Pero este es un viaje de nunca acabar. Tal vez las sirenas quieran probarlo
todo, y al no seguir convenciones que forjan las buenas costumbres de nuestro mundo,
no se dan cuenta de que teniendo amor está mal venir a buscarnos a nosotros también.
Aquí dentro ya nada importa: ni la mujer que nos despreció ni tampoco la tiranía con
que los reyes mandan al mundo... Ni la preparación de un futuro. Pero nunca estuvimos
tan encontrados como ahora que las sirenas han partido. Hace tiempo que nuestra
brújula dejó de tener un Norte, y sin embargo en el interior del Auxiliadora hemos
encontrado un espacio que podría llamarse hogar.

Final de Remanso
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Para la bitácora del Capitán

Mi querido Señor,

Pasaron años y años desde que estamos en altamar. La noche ha sido friolenta; la
madrugada lo es todavía más. Desde los peñascos, se orquestan los ecos de un lobo
marino, mientras que el oso de mar bucea en dirección a la costa. Los manatíes
dormitarán sobre la comodidad de las algas del arrecife. Sin embargo el Demonio
siempre está velando. Acecha. ¿Las sirenas? Hace más o menos 7 años que no visitan
mis sueños. Sólo al soñar con una canción de cuna, se coló una en una imagen fugaz,
más rosa que de costumbre.

También la ausencia de las sirenas es cautivadora. Tan solo las vemos de lejos. Las
estrellas siempre se ven de lejos. Confiesan los navegantes que una dulzura
incomparable asalta sus corazones cuando evocan aquella luminiscencia, como si
estuvieran tomando sol.

Mi querido Señor,

Muchos nos olvidamos que cada tantos años hay un bisiesto. Hoy y no ayer se están
cumpliendo 2 años desde que estamos en altamar. Los calendarios aún le son útiles a
esta embarcación; a pesar de que no tocamos más tierra. Dos días atrás vimos a las
sirenas. No pudimos afirmar que esplendieran. La distancia no ha colaborado para que
podamos describir al detalle esa visualización. Pero tanto a los tripulantes como a mí,
nos ha embriagado un sentimiento de calor en el alma. Aquella noche soñé con Ares,
quien me exigió que olvidara el amor que por ellas siento. ¡Eso sería un imposible!
Aunque he de ser franco: después de dos años el enamoramiento mengua. Día tras día se
van quitando una a una las catáfilas de la pasión, para que se afirme en nuestro interior
un sentimiento permanente de amor verdadero.
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Rummenigge
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Mi querido Señor,

Como el canto de las ballenas se escucha el sonido de otro pesquero. Ya lo hemos


cursado todo; apresuraremos nuestro regreso a Europa subiéndonos a la corriente del
Golfo. La tripulación ha sido testigo de los ballenatos saliendo a curiosear las curadas
constelaciones. Llenos de valor, poblaciones nativas nos han impresionado al norte de
Sudamérica; las armas no nos proporcionaron ventaja. Los nativos no tienen precaución
en envenenar las aguas de sus ríos si con ello logran diezmar nuestras fortalezas, aunque
se maten ellos también.

Mi querido Señor,

En su mutualismo, 2 especies submarinas serán provecho una para la otra. Los tiburones
se dejan acicalar por el desparasitaje de la altruista rémora, mientras que (por su viciosa
deglutación) esta se encuentra remunerada por la ósmosis de la leal protección de las
hileras de dentaduras, las cuales deforestan los amenazadores bosques de la depredación
cercana. El pez payaso se camufla entre los venenosos tentáculos de las anémoras,
veneno para el cual nace ya inmunizado pero sus enemigos no, por lo tanto han de
mantenerse alejados; su presencia atrae alimentos para la marcial actinia. Los
pescadores de Mauritania obtienen provecho de los bancos de lisas, que son empujados
hacia las redes por los delfines que las persiguen.

Y así pudiera contarle yo, mi querido Señor, sobre un raudal de estos casos en los que
dos especies marinas interactúan para obtener un beneficio propio. Pero me pregunto
cuáles son las ganancias de las sirenas apareciendo cuando Malevike viene hasta nos.

Mi querido Señor,

Hemos observado nuestro horizonte desde semanas atrás; únicamente vimos la sabana
del agua azul. La Bestia, vulnerable, ya no hostiga a nuestro navío. Tampoco los dioses
castigan a nuestro viaje con la bravura de las tormentas. Las sirenas han tenido su última
aparición algunos días atrás, perdí la cuenta de cuántos. Pero es lo único que nos
preocupa, que tampoco estén ellas.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
55

Mi querido Señor,

Luego de mucho tiempo sin resplandecer, un mediodía seminublado, su entelequia


acarició la piel de los tripulantes y las maderas que elaboraron este pesquero. Se nos
mostraron en una constelación de 8 mujeres, a la cual recordamos como el contorno de
un lobo. […] Los mapas de navegación señalan una ruta que serpentea entre
acantilados. Otras mitologías se vuelven ciertas en aquellas partes del agua: ballenas tan
grandes como ciudades son divisadas desde el carajo a 15 kilómetros de distancia.
También sigue habiendo leyendas sobre monstruos en tierra firme. En lugares remotos
viven los entes que roban la tranquilidad de los hombres. Su enmienda consiste en crear
el caos siempre que haya oportunidad.

Mi querido Señor,

En el camarote, el silencio de la madrugada conforma un amoroso orden. Vientos


perfectos acarician el oleaje del Índico; sus infinitas tubas tocan una melodía de Mozart.
El Auxiliadora cruje cual mecedora en el medio de la nada oceánica, como si fuese un
cachalote digiriendo a 30 Jonases. Hace muchas semanas que el espantoso Demonio
dejó de perseguirnos. Y en la tripulación a nadie se le ocurriría pitar el zafarrancho.
Algunos marineros ya han terminado esponjosas novelas desde que estamos en altamar.
Cada cual se imagina un entretenimiento para que el ocio no lo emputezca durante los
ratos de tiempo libre. A lo lejos se escucha el vocerío del imponente acorazado La
Amada. ¿Es este Universo el creador de nuestros Dioses?

Mi querido Señor,

Siempre que me levanto nervioso echo un vistazo en el exagerado compartimiento de


los remeros. Por hendiduras del casco, en la superficie del océano farfullan las aguas
infinitamente ondeadas. Hoy a la tarde, el viento a favor daba ocasión de descanso a
esos preocupados varones. El arte es el talento de algunos. Por supuesto, la inspiración
que contagian en la demás tripulación es oportuna. Muchos olvidan a nuestra Bestia
gracias al sentimiento de compasión que un garabato infantil les causa.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Mi querido Señor,

Nuestro atardecer tiñe de diferentes anaranjados a los tablones del casco y a las
superficies del mar. Las sirenas aprovechan cualquier momento como este para hacer un
armonioso juego de colores con el escenario marino. Hemos visto a un pez espada,
ballenas y también conchas viviendo en ellas, así como a minúsculos pececitos
mamando de la barriga de un tiburón.

Mi querido Señor,

Un ballenato y su madre conversan en un idioma de coplas gustosas, mientras el ancla


se arrastra por encima de las algas y las conchas del suelo submarino. Otra embarcación
nos comentó que oyeron un comentario de que la Bestia agonizaba enferma a 2
continentes de aquí.

Mi querido Señor,

Cuando no están, se extrañan. Su gracia, su belleza… su musicalidad. Su alegría


intensa, que únicamente podría compararse con la de los delfines que saltan ante el
Auxiliadora al atardecer. A estribor, los botes remeros aguardan a otro momento de
cacería. No podrá ser hasta mañana. El día cierra las puertas de la oportunidad con el
atardecer. Y las faenas tan solo serán de abordo.

Mi querido Señor,

Quizás mañana repitamos la buena fortuna que aprovechamos en este día: todo lo que
intentamos nos salió bien. No sea lo que otras veces, en donde hay equivocación y
fracasos durante toda la singladura. Respecto de las sirenas, no sé si volverán a
centellear otra vez. No sé si brillarán con su enamoradizo esplendor, o si meramente al
atardecer la sombra del velamen izado se desplegará sobre la cubierta como un costillar
vacuno pelándose en el desierto. No sé qué pasará. Pero a pesar de esta ignorancia,
cuando recuerdo su fluorescencia, en la intuición se genera una apuesta por la
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
57

esperanza. Desde el sitio que uno las mire, cautivan. También en las madrugadas
oscuras fulguran: su luz irradia cierta periferia marina.

Mi querido Señor,

Gracias a Dios, la frescura de altamar impide la sofocación del verano del trópico.
Estamos en la hora en que las sirenas comienzan a brillar. La madrugada es soporífera,
y ya antes de abrir los ojos he sentido el hormigueo que me causa su luz maravillosa.
Otras especies se esfuerzan por imitarlas. Pero jamás tendrán brillo por sí mismas, ni
siquiera llegan a título de artesanas. Es muy especial la conversión que sufren los
marineros que alguna vez han sido cautivados por las voces de las sirenas: hay hombres
que con solamente experimentarlo una vez viven buscando sentir de nuevo aquella
fascinación que vivieron al escucharlas. Algunos, al despertar, se sienten felices de tener
en sus mentes la hermosa figura de esas sirenas, aunque sea enfermiza.

En cuanto a la Bestia, hemos de cambiar de arma si queremos asesinarla. Se escapa a


todos nuestros arpones.

Mi querido Señor,

El océano está misterioso esta madrugada. La superficie ondulante hace ruido, como si
estuviera chispeando el cielo y la lluvia reborboteara en las aguas espesamente saladas.
Pero no es otra cosa que las exhalaciones de unos ballenatos sonámbulos. Las sirenas
también cantaron en coros desde antes que nos durmamos. El recuerdo de su infinita
canción nos ha dejado sin energía. Alguna ola levanta la superficie del océano. Y los
vientos aúllan con una voz inusual.

Mi querido Señor,

Fueron los días más largos de todo el año. Buenas mareas empujaron a las sirenas hasta
otra latitud. No aparecieron en 30 meses. Y cuando regresaron ya no cantaban con la
dulzura de antes. La oscuridad de entonces fue atroz. Recé por oírlas una vez más.
Entonces reparé en que todas mis oraciones habían sido en baladí, inclusive las
primeras.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
58

Mi querido Señor,

También estaban sedientos de mujeres. La tripulación necesitaba recordar qué se sentía


en el cortejo y en la copulación. Muchos ya se figuraban que iban a morir lejos de su
casa y sus familias. Ningún parentesco caminaría hasta el muelle para verlos arribar.
Todos perecerían en aguas turbias, ya sea por la tormenta, ya por la Bestia que
arremolinaba la mar copiosa. Aquí el amor se nos escapa como un jilguero que no cae
en la trampera.

Mi querido Señor,

Cuando disponemos de la alimentación oportuna nuestra forma de comer roza por poco
la glotonería. Como si se tratara de un néctar, las suculentas ballenas se deshacen en
nuestro paladar. Aunque nos las zampemos de golpe no nos perjudica en nada: tras
rachas de hambruna hemos desarrollado los vientres duros. Sin embargo las caries han
hecho que los marineros tengan la dentadura igual a los niños que se le parten dientes de
leche. Zarpamos para colonizar nuevas tierras. Pero ahora los días giran en derredor de
dos cosas: las Bestias y las sirenas.

Mi querido Señor,

Tampoco va a ser cuestión de que estemos hablando de ellas todo el santo día. Cada
cual sabe lo que pretende de esta vida, lo mantenga en secreto o no. Cada uno de los
hombres ha encontrado una forma de desahogarse: el que no le cuenta sus penas a los
demás escribe diarios. Y quien no, pinta. Las sirenas nos impresionan a todos, y
debemos crear para no asesinar a los otros. Sin excepción los marineros deben encontrar
la manera de controlar el manantial de emociones que cada cual experimentó al verlas.
Ya que nos hemos aventurado en una odisea así –digo, la cacería de nuestra Bestia–, el
destino encontró una forma de mantener equilibrados al bien y al mal: y creó a las
sirenas, para que nos merezca la pena vivir lo atroz.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Mi querido Señor,

Tal vez los dioses nos hayan negado una parte rica del variopinto. ¡Tanto que nos había
costado ganarnos este lugar! Pero ellos son así: Pan para los rebaños, Ares para las
armas… y Afrodita para el amor. En tierra firme hay dioses hasta para la calamidad. En
cambio aquí, en la mar, de todo se encarga un monoteísmo. Poseidón controla un
mundo que va desde las esporas hasta los vientos huracanados. Cuando subsistir
depende de Él, una intranquilidad cegadora posee a cada uno de nuestros pensamientos.

Mi querido Señor,

La Osa Mayor orienta nuestro timón; estaríamos perdidos si no fuera por la noche. Un
batallón de sirenas da guerra a la oscuridad de altamar. Suele pasar que cuando nos
dormimos sin estar orgullosos por nada de lo vivido, al otro día nos despertamos sin la
necesidad de dar las gracias a Dios por nada. A estas horas, si creemos que alguien nos
quiere, es porque estamos malditos. El hechizo de las sirenas se confunde con la
necesidad de escribir o de pintar, de hacer arte. Sólo es menester pensar en hacer bien
nuestros trabajos, de ese modo apostamos que las sirenas al fin se irán a fuerza de
ignorar el recuerdo de su perfil. Finalmente, son tan rastreras como cualquier mujer.
Pero aunque las olvidemos, en el fondo siempre existirá la esperanza de que abandonen
su mar para que nos amen. 3 meses han pasado ya desde la catástrofe. Y hay días en que
las sirenas quedan atrás si el barco sigue a una diosa.

Día siguiente:

Mi querido Señor,

Hablando sobre lo mismo, los Dioses son también engañosos. Amenazan con darnos
tregua pero en realidad están cavilando una emboscada de Malevike. Todavía no
descubrí porqué. Dicen textos muy santos que es porque no utilizamos nuestros talentos.
Los hombres, que es por rodearnos de gentes inadecuadas. El caso es que Ellos nos
envían señales continuamente para que nosotros nos animemos a fisgonear en ciertos
mares y en otros en cambio no. Pero después de mucho zarpar, cuando en nuestra
ilusión se ha trazado el rumbo de lo posible, todo resulta al revés de cómo se planificó.
Ahí está la ironía.
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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En otras ocasiones, tal vez para compensar, cuando ya dimos por perdido todo lo que
soñamos, los Dioses parecen tener piedad de lo que sentimos. Entonces nos dan ese
golpe de buena suerte y fortuna. Hay muchos peces en el mar y muchas especies hay. El
problema cae como una ola sobre nosotros si nos encaprichamos con una sola.

Mi querido Señor,

Ya amaneció en la mar. El día promete ser agradable. Amanecer en la embarcación es


harto diferente a los despertares en una ciudad, si no tenemos tierra a la vista el
horizonte no guarda ningún secreto. Los rayos del sol no tienen necesidad de trepar
sobre las casas modestas y sus fachadas. Y en un segundo, la luminiscencia recorre ya
medio mundo. En las costas, claro, el hábitat del arrecife comporta una sintetizada
civilización submarina. Medio siglo, más o menos, pasó desde que vinimos al mar. En
pocos años otro continuará estos leales informes, aunque se diga que Vd. ha muerto.

Es un día triste para todos nosotros: las sirenas han desaparecido. Sin sumergirse, se
hundieron. A falta de las sirenas, nos consolamos mirando el cielo. Pero lo más triste es
que en todo este tiempo no pensamos en nada más. Más o menos en medio siglo no
hemos hecho otra cosa. El recuerdo de sus apariciones se convirtió en otro tripulante. Y
un buen día odiábamos todo lo que no fueran ellas. Pero luego de mucho tiempo sin la
persecución de sus imágenes la intelección se nos aclaró. Y vemos al mundo tal como
es. No perderemos más tiempo con lo ilusorio. Ahora que nuestro juicio se ha
desparasitado de la corrupción del amor, somos capaces de planear un futuro en donde
se cumplan metas en vez de romanticismos. Lo lamentable son tantos preparativos para
quedarnos viviendo aquí. Los años no vuelven más. Hemos descuidado la memoria de
nuestras familias, el afecto de nuestros herederos, la pasión de una amante. Envejecimos
queriendo algo que jamás nos iba a pertenecer. Ellas se deben a la voluntad de otros
Dioses. Pero finalmente se agradece la curación que han dado a los tripulantes y cuántos
días su canto evitó que la Bestia nos destruyera. Todos nuestros esfuerzos han sido en
definitiva para ser alumbrados por sus destellos. ¿Y qué haremos ahora con nuestros
planes de estar con ellas? Sólo nos queda un consuelo: la Bestia también se fue.

Dios, al fin y al cabo, es tan vigilante y celoso de nuestros actos y de nuestras


vicisitudes, que aunque nos odie nos ama un poco. Así dispuso toda nuestra experiencia,
para que Sus criaturas nunca dejaran de sentirse agradecidas cuando Él les quita lo que
más aman. La vida puede vivirse bien, es decir sin que los sobresaltos nos mortifiquen
lo suficiente como para que seamos incapaces de llegar al mañana. Todos los hombres
pueden pasarse la vida siendo una línea en el tiempo; desde que nacen hasta que
mueren, los hombres valen para vivir presenciando extraordinarios soles de tonos
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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carmesíes que se acuestan tras el océano. Un hombre puede caminar todos los días por
la ciudad, ver a las arboledas que crecen y crían sombras maravillosas sobre los jardines
y las aceras. O bien juguetear con las dúctiles pompas de jabón al lavar la vajilla todas
las noches. Pero si se les ocurriera buscar un sueño, ¡tenga cuidado todo aquel que esté
demasiado cerca de conseguirlo! Los Dioses son también envidiosos. Y no tardan en
darnos mal si ven que somos felices. Aunque así como son celosos, Ellos también
consuelan. Y si pasamos dolor también nos mandan satisfacciones que nos compensan
el ir arrastrando pena. Está en nosotros el verla o no. Sucede que los poetas han
aprendido a sobrellevar bien la angustia pasando por todas las etapas de la
victimización. Ello parece un remedio, sin embargo espanta a la inteligencia. Nos hace
menos capaces de discernir oportunidades buenas, que tendrían algún valor para
hacernos más llevadera la amargura en la vida que nos tocó. Cuando vivimos, por
ejemplo, un desamorío, el orgullo se empeña en hablarnos de lo que pudo haber sido.
Será porque en realidad estamos enamorados de la tristeza. Entonces nos cuesta dejarla
atrás. El dolor es una forma que han encontrado los Dioses para cobrarnos esa felicidad
que puede encontrarse en una mota de nuestro destino. ¿Por qué en esta vida el bien y el
mal están juntos? ¿Por qué sirenas y nuestras Bestias parecen inseparables? La
respuesta, por fin, es más sencilla de lo que parece:

En la vida de los mortales el bien y el mal están juntos para satisfacción de Su vanidad.
Porque los Dioses no quieren que nosotros –los observadores de Sus hazañas–, nos
demos cuenta de que existe en Ellos una pequeña gradación de maldad. Y aún en la
tragedia más grande debemos siempre pensar que todo tiene algo bueno, una razón de
ser.

Y así quede bien parado el buen renombre de Su existencia.


BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Fin
BITÁCORA DEL AUXILIADORA
Rummenigge
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Índice

Zarpando…………………..…………..7

Fantasmas………………….….………11

Malevike……………………....………15

Sirenas………………….…….….…….21

Perdidos……………….……....……….29

Regresando………….…………………44

Para la bitácora del Capitán………...….53

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