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OLMEDO
AMAZON EDITION
PREFACIO
Daniel Olmedo.
EL VALLE MALDITO
Soy un pecador
dispuesto a darle la cara a la tierra
para que me caigan las piedras.
Soy un pecador
y desde que nací
mi lloriqueo ya estaba maldito.
¡Maldito todo!
Mi lengua, mi ser
hasta el valle en el que habito.
Soy un pecador
¿qué esperan para apedrearme?
Si mi alma va al infierno
implorare para vengarme
pero si en alguna confusión
me lleva el Cristo
vosotros desde la tierra podéis mirarme.
No sé pero pienso
que en nuestra elocuencia
una promesa se despide lentamente
como un incienso.
Va avanzando el sol
opacando a la bola de cristal
que reta.
BAILE CON LA SOLEDAD
La vi desnuda en mi aposento
sacando la lengua, tentándome
pero yo no entendía su intento.
Estaba cantándome
despertando espectros que me bailaban
y atolondrándome me gritaban.
Mostrándose cariñosa conmigo
la soledad no dudo en abrazarme
calentándome como un abrigo
acercándose para besarme.
Provocare el invierno
como la madre de Proserpina
será el tártaro en tiempos contemporáneos,
mi pluma contenta escribirá en espinas
o tal vez en hojas sagradas del dios Urano.
AZUL
Mi escritura me lleva
hasta el margen de la locura
donde sobo mis dolores
que diariamente me dejan moribundo
sintiendo los tormentosos temblores
que me alejan de este mundo.
Bella Mesalina
divina con tu aroma carnal
detrás de esa cortina
contemplaré tu placer infernal.
LA DAMA DE NEGRO
llllllllll llllllllllllllllllllllllllllllt
llllllllllllllllllllllllllllllllll
ñllllllllllll
la dama de negro.
MI PLUMA SIN TINTERO
No sé si me entiendes
luciérnaga de mi camino
que mi corazón enciende
y se aparea con mi destino.
Su colmillo es filudo
por el virgen cuello de las doncellas
a las cuales finge amor en veladas opacadas
por las botellas.
La capa negra
que lleva puesta y brilla como tu diadema
se ve hermosa pero es siniestra
pues no es una simple capa
sino más bien la puerta de los iracundos,
la entrada al inframundo.
TANTO COMO MI MADRE
El placer traicionándome
me desnudaba al viento
un Adán que dormía en mí.
Algo en mí se durmió
entre la oscuridad del placer yo apenas luchaba
de pronto mi deseo por Eva murió.
Adán maldito, el mundano, me había poseído
dejándome escuchar las risas de la puta
tentación.
Hacerte el amor
desnudarte
probar el vino que llevas entre las piernas
calentando mi garganta
despertando a esta bestia con tu mirada.