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Aporofobia y lucha social en Colombia
Andrés Sandoval S.
Introducción
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Aporofobia y lucha social en Colombia
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Aporofobia y lucha social en Colombia
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Para ver algunos otros ejemplos en esta misma línea, recomiendo la columna Aporofóbi-
cos, de José Fernando Isaza publicada en el periódico El Espectador, el 9 de junio de 2021.
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Andrés Sandoval S
esta barbarie que dejó 10 indígenas heridos con armas de fuego. Días
después, ciudadanos del barrio Ciudad jardín en esta misma zona,
fueron grabados mientras disparaban indiscriminadamente contra
los manifestantes al lado de la policía; esa misma noche el ministro
de defensa se reunió con estos ciudadanos sin condenar sus acciones
ni preocuparse por el peligroso saldo de heridos y muertos que dejó
ese día de protestas. Los responsables, muchos de ellos identificados,
hoy gozan de total impunidad aunque su accionar está claramente
tipificado como delito en Colombia. Mientras tanto, personas que
participaban de las protestas han sido judicializadas por terrorismo
y enfrentan condenas altas por delitos menores.
Podríamos seguir presentando muchos más ejemplos de cómo el
Estado colombiano –y en particular el actual gobierno– es aporófo-
bo. Docenas de escándalos de corrupción han salido a luz los últimos
años enlodando familias de la alta sociedad colombiana, miles de
millones han sido robados por estas personas de las arcas del Estado
y el actuar de la justicia ha sido casi siempre el mismo: se les ofrece
casa por cárcel y pasan sus “condenas” en lujosas mansiones sin te-
ner siquiera que retribuir el dinero robado al erario público. Pero,
cuando se ha tratado de ciudadanos “del pueblo” que han participa-
do en algún delito muchas veces empujados por la necesidad, el cas-
tigo ha sido enviarlos a largas condenas en las inhumadas cárceles
colombianas. No es un secreto para nadie el vínculo entre miembros
del gobierno y reconocidos narcotraficantes, el partido del gobier-
no ha tenido embajadores con laboratorios para procesar cocaína,
familiares de senadores, ministros y hasta familiares cercanos de la
vicepresidenta que han estado presos en el extranjero por traficar
con estupefacientes. Frente a todo ello, el trato ha sido siempre el
considerar estos hechos como “tragedias familiares” ya que han sido
cometidos por familias con dinero mientras que aquellos que se han
prestado como mulas para delitos que se catalogan como inferiores
a tener laboratorios o redes de tráfico de drogas, han terminado pa-
gando largas condenas en la cárcel para luego padecer el desempleo
por el estigma social de su pasado.
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Aporofobia y democracia
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Reflexiones finales
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Aporofobia y lucha social en Colombia
que se puede seguir el camino que propone Cortina: iniciar por una
correcta educación en las emociones, educar para la empatía, la com-
pasión y sobre todo educar para entender que no hay ser humano en
el mundo que no tenga algo que ofrecer o cuyo valor en dignidad se
vea reducido ante nuestros ojos solamente por su escasez de recur-
sos económicos. Para superar la aporofobia entre las gentes, sugiere
Cortina, debemos tipificar como delitos las prácticas que se asocian
normalmente a este fenómeno: discriminación, exclusión, discursos
de odio, agresión, entre otras. La reputación parece tener un lugar
privilegiado en la lucha contra la discriminación; en ese sentido, Cor-
tina sugiere que la desaprobación social de las personas aporófobas
es un camino de desarticulación de esta práctica.
En relación con las instituciones aporófobas, las posibles solucio-
nes no son del todo claras. Una institución como el Estado transmite
modelos de comportamiento, aprobación y desaprobación que im-
pactan mucho más que lo que puede llegar a causar una persona o
grupo de personas. En ese sentido, es común que el boicot a empresas
acusadas de xenofobia o racismo produzca efectos inmediatos en sus
prácticas, pero no es tan sencillo cuando se trata del Estado mismo,
supuesto garante de las libertades individuales y protector de los de-
rechos de todos. En ese caso, el Estado pierde legitimidad pues no
cumple su labor más noble que es respetar la dignidad de todos sus
ciudadanos. En el caso colombiano, el Estado aporófobo ha mostra-
do su desprecio sistemático al pobre al abandonarlo, condenarlo y
rechazarlo, al crear políticas que a menudo se mofan de los excluidos
y los sumergen en círculos de pobreza imposibles de vencer.2 Para
que cambie el Estado, hay que cambiar a quienes lo controlan. Se ne-
cesitan dirigentes empáticos, compasivos y honestos que le regresen
la legitimidad al Estado y hagan que cumpla sus funciones sustanti-
vas, no a favor de unos pocos, sino en función del bienestar de todos.
2
De acuerdo con un informe un de la Organización para la Cooperación y el Desa-
rrollo Económico (OCDE), para salir de la pobreza en Colombia se necesitan al menos
11 generaciones, unos 330 años (BBC Mundo, 2 de agosto de 2018).
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Bibliografía
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Aporofobia y lucha social en Colombia
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