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El ojo de Horus y la glándula pineal

por Eva Martínez Cabañas

Decía el poeta Jean-Baptiste Racine, en el siglo XVI, que “No hay secreto que el tiempo no revele”,
y aunque a veces cuesta siglos sacar a la luz un misterio, lo cierto es que hoy en día seguimos
encontrándolos en antiguas pinturas o en construcciones levantadas por culturas milenarias. Pero
siempre en los rincones más bellos y en forma de símbolo.
Nos sirve como ejemplo, entre otros muchos, una de las obras más emblemáticas de la
humanidad: la capilla Sixtina del Vaticano. Michelangelo Buonarroti pintó sus frescos entre 1508 y
1512 obligado por el papa Julio II. En aquella época, el pintor contaba con treinta y tres años, y
llevaba desde los diecisiete o diecinueve diseccionando cadáveres de cementerios, por lo que ya
contaba con un conocimiento detallado de la anatomía humana.
Miguel Ángel se resistió a pintar la capilla debido a la corrupción de la iglesia de la época, y hasta
se retrató a sí mismo torturado en las figuras del mártir San Bartolomé y el decapitado Holofernes.
Porque aunque era devoto, Miguel Ángel creía en el Espiritualismo, creencia prohibida por el papa
Pablo IV por sostener que el camino a Dios puede ser encontrado en comunicación directa y no
solo a través de la Iglesia.
Desde 1990, varios médicos han descubierto algunos secretos en la Capilla Sixtina, observado en
la “Separación de la tierra y del agua” la forma de un riñón (Miguel Ángel padecía de cálculos
renales), o en la “Separación de la luz de la oscuridad” una escondida y detallada imagen de la
superficie interior del tronco cerebral, pintada en el cuello de Dios. También se aprecia una imagen
de la médula espinal en el pecho divino, y una de los nervios ópticos y globos oculares en su
abdomen. ¡La sempiterna lucha entre ciencia y religión en forma de protesta artística!
De la misma forma, en el cerebro oculto en la “Creación de Adán”, y representado con las figuras
que contiene la nube, se distingue perfectamente una glándula Pineal aumentada de tamaño: es el
dedo divino que toca a Adán.
Se llama Pineal por su forma, ya que pinea es piña en latín y así se representa simbólicamente.
Aparece en numerosas imágenes sumerias y babilónicas, en el dios griego Dionisio, en el romano
Baco, o en el pelo cónico de Buda y Shiva. Así mismo, el Vaticano posee una estatua de cuatro
metros de altura situada en el llamado patio de La piña del palacio de Belvedere; también aparece
una piña en la plaza de San Pedro y en el bastón del papa.
Sin embargo, existe otro símbolo cuya semejanza con la glándula diseccionada es sorprendente: el
Ojo de Horus. Este emblema egipcio también se conoce como Udyat, cuyo significado es “el que
está completo”, y es un talismán al que se le atribuyen propiedades protectoras, de salud y
renacimiento. El antiquísimo amuleto aparece en el “Libro de los Muertos” (escrito hacia el 1550
a.C.) Este libro es un texto funerario del Imperio Nuevo egipcio cuyos sortilegios mágicos tenían
como objetivo ayudar a los difuntos en su viaje a la otra vida. El ojo también aparece en los “Textos
de los Sarcófagos”, unos conjuros pintados o grabados en sarcófagos y ataúdes durante el Imperio
Medio del Antiguo Egipto, y que también protegían a los fallecidos en su travesía al más allá (2100
a.C.). Pero su origen se encuentra en los antiquísimos “Textos de las Pirámides” (2350 a.C.), un
repertorio de conjuros, encantamientos y súplicas grabados en cámaras sepulcrales de las
pirámides del Imperio Antiguo.
Cuenta la leyenda que el dios Osiris tenía dos hijos: Horus y Seth, y que fue asesinado por este
último. Horus quiso vengar a su padre y luchó contra su hermano sufriendo graves heridas y la
pérdida del ojo izquierdo. Gracias a la intervención de Thot, dios de la sabiduría y los hechizos
mágicos, el ojo de Horus fue sustituido por el mágico Udyat para que el dios pudiera recuperar la
vista. Horus empleó su poderoso ojo para devolver la vida a su padre.
El ojo de Horus también es un jeroglífico. Los antiguos egipcios utilizaron un complejo sistema
fraccional en diversas medidas agrarias de superficie y volumen basado en las potencias de 1/2.
Para ello usaron las fracciones mayores que arrojaban las distintas partes del talismán.
Durante miles de años, los místicos orientales han atribuido un tercer ojo al ser humano, también
llamado el “Ojo de la Sabiduría”, y este estaría localizado en la glándula Pineal, justo en mitad de
nuestro cerebro.
Este pequeño órgano, también conocido como Epífisis, es una glándula de secreción interna en
forma de cono que mide entre cinco y diez milímetros, y se encarga de regular nuestros ciclos de
vigilia y sueño, por lo que cumple las funciones de reloj biológico. Después de la pubertad se
produce una calcificación en la glándula Pineal en forma de cristales de fosfato de calcio. Es
conocida por los científicos como “arenilla del cerebro”.
Está unida, vía ganglio cervical superior, a la retina formando así parte de nuestro sistema visual; y
aunque está sepultada en el interior del cerebro, reacciona a la luz solar y a la artificial. Cuando
llega la oscuridad, transforma la luz recibida en una secreción hormonal llamada melatonina (que
participa en una gran variedad de procesos celulares, neuroendocrinos y neurofisiológicos), que a
la vez procede de otra sustancia que también se encuentra en esta glándula: la serotonina. El
déficit de melatonina suele ir acompañado de insomnio, depresión y aceleración del
envejecimiento.
La DMT, o dimetiltriptamina, es un neurotransmisor que también se encuentra en la glándula Pineal
y es el alucinógeno más potente que existe. Se produce en pequeñas cantidades cada vez que un
individuo sueña y en los momentos cercanos a la muerte.
Rick Strassman, psiquiatra e investigador de la Universidad de Nuevo México, nos habla en su libro
“DMT: La molécula espiritual”, y en varios documentales que podemos ver en Youtube, sobre este
principio activo. Y lo compara con la ayahuasca amazónica, que es un potente alucinógeno
utilizado por chamanes y curanderos dentro de un contexto espiritual y de sanación. Strassman
solicitó voluntarios que estuvieran interesados en el proyecto científico, y el 70% de estos
calificaron la experiencia como uno de los cinco aprendizajes espirituales más significativos de sus
vidas.
Nos dice Strassman: “Me fui interesando en la glándula Pineal como una posible fuente de algún
químico alucinógeno en el cerebro. Es un órgano extremadamente misterioso y es muy pequeño.
Aparentemente existe algún tipo de correspondencia visual relativo a la luz y el color en la glándula
Pineal.”. “También tiene una larga historia, en el contexto de la literatura mística. Ha sido descrito
como el tercer ojo o el crown chakra y este tipo de cosas y se habla de que puede ser activado
cuando se adquiere un nivel elevado de conciencia mística”.
De manera esotérica, la Pineal está relacionada con el sexto chakra según la tradición védica
anterior al hinduismo. En India se conoce como la “Ventana de Brahma”, en China la denominan el
“Ojo Celestial”, y es llamada el “Palacio Niwan” por los taoístas.
El filósofo y matemático sueco René Descartes, la calificó en el siglo XIX de “tercer ojo”, al
considerar que allí se asentaba el alma racional.
Existe otra leyenda que cuenta que el Creador introdujo la Pineal en nuestro organismo para poder
fundirnos con Él. Sin embargo, el Portador del Mal atrofió la glándula para convertir al ser humano
en esclavo.
En nuestros días, la calcificación de la Pineal se ha achacado principalmente a estresante estilo de
vida que llevamos y a nuestra nociva dieta moderna. Sobre todo se atribuye al consumo de ciertas
sustancias químicas como el flúor, una sustancia tóxica y reactiva que consumimos habitualmente
en el agua que bebemos, pastas de dientes, enjuagues bucales, sal fluorada, suplementos
dietéticos, y que además utilizamos como antiadherente en superficies poliméricas de fluoruro
(hojas de afeitar o sartenes), en fertilizantes, vidrio, hidrocarburos fluorados o refinerías de
petróleo. También colaboran en la calcificación los suplementos de calcio, el mercurio (presente en
empastes dentales, pescados de gran tamaño, langostinos, o eco bombillas que se rompen),
plaguicidas o pesticidas químicos, edulcorantes como el aspartamo, azúcar refinada, grasas,
harinas refinadas, refrescos con gas, cafeína, tabaco, alcohol, productos químicos de limpieza,
ambientadores, y aditivos que comienzan con la letra E (ya sabes: si no puedes decir el nombre de
una sustancia, lo más probable es que sea nociva).
Con el objeto de descalcificarla y abrir nuestro tercer ojo, los maestros espirituales nos aconsejan
practicar una buena alimentación, meditar, escuchar música de altas frecuencias, o visualizar
estereogramas; así como practicar a diario cierta filosofía de vida para permanecer en estado de
armonía y paz. “Om mani padme hum...” La joya está en el loto, dice el famoso mantra budista.
Parece fácil...
 
Fuentes: Blog Lo secreto y lo paranormal, Taringa.net, Wikipedia, Onirogenia Magazine, Blog
Homo Universalis, y Simbolismos a través de las culturas en

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