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Este post está escrito a la vez que arranca FITUR 2021, en unas fechas
inhabituales, con mucha menor presencia de países y empresas, pero como
una señal de reactivación y de vuelta a la “vieja” normalidad. Un reencuentro
que sirve de estímulo para los profesionales de un sector especialmente
castigado, que de un día para otro pasaron del todo a la nada y que, en gran
medida, han permanecido en hibernación por mor de la pandemia.
Las empresas del sector están ávidas de recibir turistas, de la misma manera
que el deseo contenido de viajar y hacer turismo se desborda rápidamente en
cuanto las medidas restrictivas de la movilidad se relajan o desaparecen (el
llamado "efecto champán"). Sin embargo, pese a comprender las urgencias por
la supervivencia a corto plazo, deberíamos pararnos a reflexionar sobre lo que
ha pasado y sus consecuencias, para no desenfocar la ansiada recuperación.
Al observar ciertos planteamientos que se hacen para este nuevo tiempo, da la
impresión como si, para algunos destinos, la pandemia simplemente hubiera
abierto un paréntesis que estamos cerrando, esperemos que no de forma
demasiado prematura, de forma que lo que toca hacer ahora es retomar lo que
se estaba haciendo antes, como si nada sustancial hubiera cambiado, sin
evolucionar. La pregunta de fondo, por tanto, es si lo que funcionada antes de
la pandemia seguirá haciéndolo después de la misma. Me permito estimular
esa reflexión con algunas preguntas.
3.-De forma análoga ocurre con el “carro” de las nuevas tecnologías, al que
todos dicen estar subidos, cada uno dentro de sus posibilidades. Es obvio que
la capacidad de inversión es importante, pero acompañada de una visión clara
de lo que se pretende y sabiendo que las ventajas competitivas sostenibles (en
el tiempo) se generan a través de la combinación de recursos tecnológicos y no
tecnológicos, es decir, humanos y de gestión. De la revolución tecnológica que
está por llegar, seguramente antes de lo que pensamos, sólo estamos
atisbando la punta del iceberg. La convergencia disruptiva de tecnologías como
la realidad aumentada, la realidad virtual, la Internet de las Cosas, la
inteligencia artificial, la robotización, la cadena de bloques (blockchain), etc.
provocará un cambio exponencial en las organizaciones ligadas al turismo y en
las experiencias turísticas, mucho más personalizadas. A partir de esta
constatación, la pregunta sería, ¿con qué plan cuenta el destino para favorecer
este upgrade tecnológico sin precedentes, así como para adecuar las
capacidades de los profesionales del sector y sus herramientas de gestión? Y
también, ¿cómo la configuración de los entes gestores de los destinos y la
gestión del turismo se ve afectada por el fenómeno del big data? ¿Tiene sentido
hoy que un destino siga al margen de la corriente de lo que se conoce como
Destinos Turísticos Inteligentes, en la que España, por cierto, es pionera? Pese
al crecimiento de esta red, es un contrasentido que aún se sigue dando,
máxime si tenemos en cuenta los cinco pilares en los que se asienta para
avanzar hacia la excelencia: gobernanza, accesibilidad universal, tecnología,
innovación y sostenibilidad.
Son tiempos de cambio: ojalá FITUR también los incorpore, con menos política
y más negocio.
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