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Nociones de Derecho Procesal Análisis del concepto de Derecho Procesal, sus ramas, su historia

legislativa y diferentes teorías. 1. Ramas del Derecho Procesal Derecho procesal se divide en las
mismas ramas que regulan el contenido de los procedimientos de que se trate, es decir, se atiende
a la índole del procedimiento y la materia que se regula para establecer la clasificación; en este
sentido tenemos: a) Derecho procesal civil: ordenamiento jurídico del proceso civil; b) Derecho
procesal penal: ordenamiento jurídico del proceso penal (Aun dentro de esta categoría se tiene el
Derecho procesal militar); c) Derecho procesal administrativo: ordenamiento jurídico del proceso
judicial donde interviene la Administración Pública (dentro del cual puede distinguirse el Derecho
procesal tributario); d) Derecho procesal internacional: ordenamiento jurídico que regulan los
conflictos entre los particulares y un Estado; e) Derecho procesal agrario, tránsito, niños y
adolescentes; f) Derecho procesal laboral, entre otros. A pesar de esta diversidad, y como se
analizará más adelante, lo que varía no es el proceso que sigue siendo único e indivisible sino el
procedimiento, pues se trata de reglas particulares en que, dado lo especial de la materia sobre la
cual recaen, se ha optado por regulaciones diferentes. A nuestra manera de ver, no se trata de
"derechos procesales" diferentes; así como el proceso tiene una unidad fundamental también el
Derecho procesal. Como lo dice Devis Echandía, el Derecho procesal es uno, puesto que regula en
general la función jurisdiccional del Estado y sus principios fundamentales son comunes a todas las
ramas. Una clara visualización de la teoría general del proceso requiere distinguir: 1)
Procedimiento civil general, común u ordinario: es el regulado por el CPC que constituye la norma
marco y general aplicable a todos los procedimientos, siempre y cuando no haya una disposición
expresa que regule el supuesto de hecho de una manera diferente; 2) Procedimientos especiales:
es aquel conjunto de reglas específicas para tramitar determinada materia o conflicto, tales como
los procedimientos previstos en el libro IV del CPC y también los procedimientos laborales,
agrarios, contencioso administrativos, niños y adolescentes, tránsito, penal, comercial y marítimo,
entre otros.

Nociones de Derecho Procesal Análisis del concepto de Derecho Procesal, sus ramas, su historia
legislativa y diferentes teorías. 2. Antecedentes Legislativos en Materia Procesal En Venezuela no
puede decirse que haya existido una "escuela" de Derecho procesal; de hecho, los estudios en esta
ciencia que se hicieron en el siglo XIX no pasaron de ser "comentarios" exegéticos al Código de
Procedimiento Civil. La recepción de la doctrina alemana e italiana se debe al maestro Luís Loreto
quien, en 1932 funda la Gaceta Jurídica Trimestral en la ciudad de San Cristóbal. Se destaca de
estos primeros trabajos el artículo Contribución al estudio de la excepción de inadmisibilidad por
falta de cualidad considerado como uno de los mejores trabajos jurídicos escritos en lengua
española. La aplicación de las Partidas de Alfonso El Sabio y el Derecho Foral Español La evolución
legislativa también ha sido desigual. Antes de constituirse Venezuela como República
independiente se aplicaban las Partidas de Alfonso X El Sabio que eran reglas, algunas generales y
otras particulares, sobre algunos aspectos del proceso tanto civil como penal. Cuando se analizan
los orígenes de los procedimientos monitorios, cautelares y las pruebas, se captará
inmediatamente la in fluencia que tuvo este instrumento español aplicado en las colonias de
entonces. Para reglamentar las situaciones y conflictos jurídicos surgidos durante el período
colonial, se elaboró la famosa Recopilación de las Leyes de Indias, que no fue sino un intento de
sistematización de las cédulas reales, pragmáticas y demás disposiciones reales en forma
casuística, a partir de los Reyes Católicos. La justicia era impartida por los altos funcionarios de la
colonia, como virreyes, capitanes, gobernadores, intendentes. La primera instancia era ejercida
por los alcaldes que integraban los Cabildos o Ayuntamientos, junto con los regidores y otros
funcionarios, sin distinción de competencia en lo i vil y penal; como tribunal se segunda instancia
en lo civil y penal, actuaban las Reales Audiencias divididas en varias "salas de justicia" y conocían
de las apelaciones contra las decisiones de los Alcaldes y Gobernadores. Los asuntos mercantiles
se ventilaban ante un tribunal especial denominado Real Consulado, además de existir tribunales
eclesiásticos. El Código de Procedimiento Judicial de Aranda de 1836. El proceso colonial subsiste
en Venezuela hasta 1825, cuando el Congreso de la Gran Colombia promulga la Ley de Trámites
Procesales y, en forma indirecta, las Partidas, la Novísima Recopilación y las Leyes de Indias.
Desmembrada la Gran Colombia y constituida Venezuela corno nación independiente, en 1830, el
Congreso encarga al licenciado FRANCISCO A RANDA la redacción de un Código de Procedimiento;
el trabajo de ARANDA se sustentó, por una parte, en el código francés de principios de ese mismo
siglo XIX y, por otra, en las Partidas de Alfonso El Sabio; así, entonces, se dictó en 1836 el Código
de Procedimiento Judicial. Este código tuvo varias reformas, siendo las más importantes, las
realizadas en los años 1873, 1897, 1904 y, finalmente, el Código de Procedimiento Civil de 1916
que estuvo vigente hasta 1986. En la reforma de 1873 el legislador venezolano se inspiró en los
códigos de procedimiento civil italiano de 1865 y el francés de 1806, se acogieron ciertos
principios tornados de ellos sobre el régimen de costas procesales, de la conciliación, del
desistimiento y convencimiento y otros relativos a las nulidades procesales, la vía ejecutiva, el
retardo perjudicial y los juicios de alimentos, rentas e invalidación. La reforma de 1897 tuvo
inspiración en la. Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881 de España en cuanto a la formulación del
principio dispositivo, la acumulación de autos, las medidas cautelares, el recurso de casación, la
ejecución de la sentencia, el recurso de queja y todo el sistema de los procedimientos especiales
no contenciosos. La reforma de 1904 fue limitada a la introducción del trámite procesal del
divorcio y, la reforma de 1916 se refirió al sistema de las excepciones, a la tercería, los interdictos
posesorios y a la intervención del Fiscal del Ministerio Público. Por último, en 1986 cristalizó un
trabajo que, por más de diez años, se siguió en Venezuela para la aprobación de un nuevo texto
procesal y en ese año se promulga efectivamente el CPC vigente y reformado parcialmente en
1987. La Ley de Secuestro y Arraigo de 1853 Al lado de los textos procesales civiles se encuentran
también legislaciones especiales en algunas materias, dentro de las cuales resalta la Ley de
Secuestro y Arraigo de 1853 que derogó algunas normas del Código de Procedimiento Judicial de
Aranda y consagró reglas especiales con respecto del procedimiento cautelar. El vigente Código de
Procedimiento Civil de 1987 a) Evolución Desde finales de los años 70, se impuso en Venezuela la
necesidad de redactar un nuevo Código de Procedimiento Civil y no sólo una reforma; para ello, el
Congreso encomendó la tarea de redactar el Proyecto a ARÍSTIDES RENGEL ROMBERG, LEOPOLDO
MÁRQIIEZ AÑEZ y JOSÉ ANDRÉS FUENMAYOR; el nuevo Código fue aprobado en 1986 pero
inmediatamente se le hicieron algunas reformas muy puntuales, dictándose y poniéndose en
vigencia efectivamente en marzo de 1987. b) Estructura El texto procesal vigente está
estructurado sobre cuatro (4) Libros: Libro Primero: "Disposiciones generales" (Art. 28 al 337);
Libro Segundo: "Del procedimiento ordinario" (Art. 338 a 584); Libro Tercero: "Del procedimiento
camelar y de otras incidencias" (Art. 585 al 607) y Libro Cuarto: "De los procedimientos especiales"
(Art. 608 al 946). El nuevo Código tiene la virtud de sistematizar el régimen del proceso y las
garantías de justicia consagradas en la Constitución, aun cuando se requiera una reforma para
incorporar concretos mandatos constitucionales sobre la celeridad de los procesos y la oralidad
como principio. c) La Enseñanza del Derecho Procesal En las universidades venezolanas se ha
preferido el siguiente esquema en los respectivos pensa de estudios: a) Derecho procesal civil I:
"Teoría general del proceso b) Derecho procesal civil II: "El juicio ordinario; c) Derecho procesal
civil III: "Procedimientos especiales y medidas cautelares", d) Teoría general de la prueba; e)
Derecho procesal penal; f) Derecho procesal administrativo, y más recientemente se ha
incorporado en los pensa de las universidades la cátedra de Derecho procesal constitucional. Ortiz
Ortiz (2004)

3. Fuentes del Dereho Procesal Por fuente, debe entenderse todo aquello de donde emana o brota
un conocimiento, la razón primitiva de una idea o la causa generadora de un hecho; por su parte
fuente del derecho, es lo que da nacimiento al derecho objetivo, es decir, a la norma jurídica. Por
fuente de derecho procesal se entiende aquella que origina o produce el derecho procesal, es de
donde brota el derecho procesal. Conforme a la doctrina patria, la única fuente del derecho
procesal es el Estado, ya que éste es el único que puede crear leyes, las cuales regulan el proceso y
que constituyen la única y verdadera fuente directa del mismo, tal como se verá más adelante.
Jaime Guasp, considera como fuente del derecho procesal todo aquello de donde surge un
precepto jurídico que puede enmarcarse dentro de esta disciplina. División de las Fuentes del
Derecho Procesal Podemos dividir las fuentes del derecho procesal en las llamadas fuentes de
producción, que son aquellas que crean u originan el derecho procesal, consideradas cómo una
rama independiente; y las fuentes de conocimiento, que son aquellas de donde el funcionario
judicial obtiene la información para ejercer su magistratura. Fuentes de Producción Éstas se
dividen en: Fuentes naturales: Son aquellas que se encuentran en la intrínseca naturaleza humana,
siendo éste el derecho que origina las normas procesales. Fuentes positivas: Son las que informan
el ordenamiento legal. Éstas a su vez, se dividen en: Fuentes directas: Son aquellas consideradas
como inmediatas, que encierran en sí mismas las normas jurídicas y están conformadas por la ley
en cualquiera de sus planos de legalidad. En esta modalidad entra también la jurisprudencia que
emana de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de (Justicia, quien al interpretar el alcance y
contenido de las disposiciones constitucionales, crea una fuente directa y obligatoria o vinculante,
tanto para las demás Salas del Tribunal Supremo, como para los demás tribunales de la República,
tal como lo expresa el artículo 335 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, al
señalar que: Las interpretaciones que establezca la Sala Constitucional sobre el contenido o
alcance de las normas y principios constitucionales son vinculantes para las otras Salas del Tribunal
Supremo de Justicia y demás tribunales de la República. Fuentes indirectas: Son aquellas
consideradas como mediatas, tales como: la costumbre y la jurisprudencia, complementada con
los principios generales del derecho procesal y la doctrina. Fuentes Directas La Ley Entendida en su
más amplia acepción y no sólo la ley propiamente dicha, sino también los decretos, órdenes,
circulares e instructivos, expedidos por autoridad legítima sea o no el Poder. Dentro de estas
fuentes directas, encontramos la Constitución de l a R ep ú bli ca B oli va ri an a d e V en e zu el a ,
q ui en c on f o rm e a l a P i rám ide de KELSEN, se encuentra en el primer plano de legalidad,
conjuntamente con los tratados, pactos y convenciones relativos a derechos humanos, suscritos y
ratificados por Venezuela, quienes tienen igualmente jerarquía constitucional, tal como lo dispone
el artículo 23 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. De esta manera, el
artículo 7 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela señala que la Constitución es
la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Igualmente, se encuentran en el
primer plano de legalidad, las leyes especiales, ordinarias y decretos ejecutivos, así como los
tratados suscritos y ratificados por Venezuela. En segundo plano de legalidad, encontramos los
reglamentos. En tercer plano, conseguimos las ordenanzas municipales, sentencias judiciales,
resoluciones y actos administrativos. Fuentes Indirectas La Co s t umbre Es aquella manifestada
por el conjunto de actos libres y voluntarios, realizados en forma espontánea y repetida, por un
con junto de individuos o por la comunidad, en un espacio y tiempo determinado con la creencia
de observar una norma de derecho. Debe acotarse que este concepto se encuentra limitado al
campo del derecho procesal, dado que el único sujeto que puede aplicar la costumbre como
fuente es el juez y no cualquier otro sujeto de la colectividad. La costumbre judicial, que puede
catalogarse como el calificativo adecuado para designarla cuando constituye fuente del derecho
procesal, puede concebirse como el conjunto de actos o pronunciamientos de índole jurisdiccional
que realiza el juez de manera espontánea en un lugar y tiempo determinado con la anuencia de las
partes, cuando dichos actos o pronunciamientos no están conformes con la norma. Modalidades
de la Costumbre Costumbre Securn Legem: Es aquella que se presenta cuando la misma norma se
ha referido a ella, permitiendo su adopción, por lo que en forma tácita, la costumbre se eleva a la
calidad de precepto legal. También es denominada ad-legem, que es conforme a la ley y completa
a la misma, sirviendo de elemento interpretador de la norma legislativa. Es la única y verdadera
costumbre aplicable en nuestro sistema. Costumbres Extra Legem: Es aquella que se produce
cuando la cos tumb re se empl ea pa ra supli r a sp ec t o s se cunda ri os o accesorios, en relación a
la actuación que corresponde imprimirle al proceso, y ante la ausencia de precepto positivo
expreso que lo reglamente. También se denomina praeter legem, que es utilizada como suplidora
del vacío de la ley. Costumbre Contra Legem: Ocurre cuando la norma es reemplazada en la
práctica por la costumbre. Costumbre en el Derecho Mercantil: En esta materia, conforme a lo
previsto en el artículo 9 del Código de Comercio, las costumbres mercantiles suplen el silencio de
la ley, cuando los hechos que las constituyen son uniformes, públicos, generalmente ejecutados en
la República o en una determinada localidad y reiterados por un largo espacio de tiempo que
apreciarán prudencialmente los jueces de comercio. La Jurisprudencia En un sentido amplio, el
concepto jurisprudencia nos sirve para establecer el criterio de los tribunales de justicia, en la
aplicación práctica del derecho, pero como fuente del derecho, debe tomarse en sentido
restringido, porque si en verdad la sentencia sólo tiene v al o r r e s p e c t o d e l c a s o e n di s c u
si ó n q u e f u e s om e ti d o al conocimiento del órgano jurisdiccional, no deja de tener relevancia
cuando la cuestión ha sido sentenciada en una forma determinada, constituye un precedente
aplicable a situaciones parecidas, mientras las ci rcunstancias no determinen un cambio en la orien
tación jurídica. Así encontramos, que conforme a lo previsto en el artículo 321 d e l C ó d igo d e P r
o c e d im i e n t o C i v i l, l o s j u e c e s d e i n s t a n ci a procurarán acoger la doctrina de casación
establecida en casos anál ogo s , pa ra d e fend e r l a in teg ridad de l a l egi sl a ci ón y l a uni
formidad de la jurisprudencia, pero debe destacarse, que la norma utiliza la palabra "procurarán",
la cual conforme a lo previsto en el artículo 23 ejusdem , dota al juzgador de instancia de una
facultad o potestad, que en ningún momento lo obliga a acatar lo decidido por el Tribunal
Supremo. No obstante a lo anterior, y como fuera señalado en este capítulo, con la entrada en
vigencia de la Constitución conforme a lo previsto en el artículo 335, la doctrina que dicte la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en cuanto al contenido o alcance de las normas y
principios constitucionales, es de carácter vinculante tanto para las demás Salas del Tribunal
Supremo, como para los demás tribunales de la República. Modalidades de la Jurisprudencia
Respecto del sentido o criterio que se afirme, pueden ser: Uniforme: Cuando el sentido de varias
sentencias pronunciadas por el mismo o diferente juez, en distintas oportunidades y sobre un
mismo tópico son idénticas. Contradictoria: Cuando el sentido de varias sentencias que se
profieren en diversas ocasiones por el mismo o distinto juez, resuelven de manera diferente un
mismo punto. En cuanto al acatamiento u observancia Voluntaria: Es aquella en la cual los jueces,
incluso el que la produjo, quedan en libertad de acogerla en casos o situaciones idénticas.
Obligatoria: Que es aquella que se presenta cuando el criterio sentado o la interpretación
otorgada a la norma en un procedimiento judicial, no sólo cobija a las partes en relación con las
cuales se profirió, sino que también adquiere un poder coercitivo semejante a la ley, como es el
caso señalado en el artículo 335 constitucional. En relación al órgano judicial encargado de sentar
jurisprudencia Exclusiva: Es aquella que es otorgada únicamente a un determinado órgano
jurisdiccional, como es el caso de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia antes
visto. Generalizada: Cuando la misma puede ser sentada por cualquier órgano jurisdiccional. La
Doctrina Es una fuente indirecta o mediata del derecho procesal, que se encuentra enmarcada y
constituida por los estudios y exposiciones de los estudiosos del derecho procesal, expuesta en
libros, artículos, monografías, conferencias, entre otros. Gracias a la doctrina, el derecho procesal
se convierte en una rama autónoma del derecho, dado que su especialidad es estudiada, expuesta
y explicada por los doctrinarios, quienes la apartan de las otras ramas del saber jurídico. Los
Principios Generales del Derecho Es otra fuente mediata del derecho procesal civil, que encuentra
su fundamento legal en el artículo 4 del Código Civil, conforme al cual, para la solución de
conflictos, de no existir una disposición legal que regule la situación, se considerarán las
disposiciones que regulen casos semejantes o análogos, y en caso de no existir, se aplicarán los
principios generales del derecho. Los principios generales del derecho, son considerados como
verdades jurídicas universales o. normas sentadas por la razón, inspirada en el sentido de la
equidad. También se consideran como los criterios u orientaciones generales que inspiran el
ordenamiento procesal; son los lineamientos básicos que inspiran el proceso. Estos principios
generales, se encuentran consagrados tanto en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, corno en los códigos procesales, tales como el Código de Procedimiento Civil y el
Código Orgánico Procesal Penal, los cuales serán estudiados en capítulo aparte y al cual nos
remitimos. Fuentes de Conocimiento Son aquellas que complementan a las fuentes de producción,
que adquieren vida o se materializan en la fuente de conocimiento, las cuales aportan al
magistrado judicial la información necesaria para actuar en el ejercicio de sus funciones. Enríquez
La Roche (2005).

Nociones de Derecho Procesal Análisis del concepto de Derecho Procesal, sus ramas, su historia
legislativa y diferentes teorías. 4. Principios Generales del Proceso Además de los principios
constitucionales procesales que deben estar presentes en todo proceso jurisdiccional, e incluso en
procesos administrativos, existe una gama de principios que también establecen las directrices a
seguir en todo proceso, y al efecto encontramos: 1) Principios del Interés Público del Proceso 2)
Principio de carácter obligatorio y exclusivo de la función jurisdiccional 3) Principio de la cosa
juzgada 4) Principio de la doble instancia o doble grado de jurisdicción 5) Principio de la
independencia de la autoridad judicial y de la imparcialidad de los mismos.

UNIDAD II Segunda Parte La competencia del tribunal Jurisdicción y competencia Entre los
conceptos de jurisdicción y competencia existe una relación de continente a contenido.
Jurisdicción, en una noción primaria, etimológica, es la facultad de declarar la voluntad de la ley
para el caso concreto. Competencia es la medida o porción de jurisdicción que tiene asignada el
juez. La competencia es calificada como un límite interno de la jurisdicción, pues plantea la
separación de funciones entre los distintos órganos internos del poder judicial. Y se la distingue de
los llamados límites externos de la jurisdicción, que comprenden los límites constitucionales e
internacionales. Por los primeros se determina si el juez debe conocer en lugar de un órgano
administrativo (conflicto de atribuciones: Art. 65); por los segundos si debe conocer en lugar del
juez extranjero. Principio de pluralidad de órganos jurisdiccionales El ejercicio de la jurisdicción no
puede estar encomendado a un solo órgano, por el ingente número de casos que debería atender
y la inconveniencia de concentrar en un solo lugar la administración de justicia. Es necesaria una
pluralidad de órganos jurisdiccionales que funcionen simultáneamente y que permitan la
distribución del trabajo. Esa multiplicación de órganos judiciales es actuada por la ley sobre la base
de tres criterios: a) Criterio objetivo, atinente a la naturaleza de las causas y del derecho sustancial
tutelado, en cuanto a su cualidad (competencia material) y a su cantidad (valor). En este sentido
dice el Código Modelo Procesal Civil para Iberoamérica en el artículo 23.4, que «en base a la
naturaleza de la materia , su importancia práctica y el v o l um e n d e l o s a s u n t o s q u e s e t r
am i t e n , s e p r o c u r a r á l a especialización de los Tribunales, tanto en primera como en
segunda instancia, conforme con lo que disponga la ley orgánica respectiva». Criterio funcional,
que atiende a la función que cumple el tribunal, sea en cuanto al grado (primera instancia ,
segunda instan cia , casación), sea en cuanto a la actividad que le corresponde cumplir el proceso
(sustanciador. Mediador, ejecutor, juez comisionado para evacuación de pruebas o para practicar
actos de ejecución, corno por ej. medidas cautelares). c) Criterio territorial, en base al cual se
pretende diseminar los tribunales en la geogra fía nacional, cer canos al domicilio del interesado o
el lugar donde ocurrieron los hechos. Las ciudades más populosas tendrán más tribunales y en las
localidades menos pobladas los tribunales tendrán varias competencias asignadas, incluso por la
materia. Competencia objetiva por razón de a materia La llamada competencia objetiva, atiende a
la cualidad y cuantía de los elementos objetivos de la causa; esto es, el petitum y la causa petendi.
Unas reglas de competencia toman en cuenta el objeto mediato de la pretensión (naturaleza de la
cuestión), como ocurre en la competencia de los interdictos posesorios, y otras toman en cuenta
el d e r e c h o s u s t an ci a l q u e c on s t i t u y e e l t í t ul o d e l a d em a n da (disposiciones
legales que regulan la cuestión discutida), corno es del caso la jurisdicción especial laboral y del
Tránsito. La competencia se conmesura al quid disputatum (quid decidendum), lo que se disputa,
lo que hay que decidir. Ello no significa que la competencia material dé-penda de la índole de las
normas aplicables; es decir, si el juez laboral, por ej., tiene que aplicar un artículo del Código Civil,
o el juez ordinario un ar tículo de una ley especial . Depende sólo de la naturaleza de la causa de
pedir o del objeto, lo cual determinará la aplicación de ciertas reglas. No deja ser competencia del
juez de Tránsito el conocimiento, por ej., de la demanda de indemnización por desafío moral de
viniente de accidente de automovilístico aunque las normas aplicables sean los artículos 1.193 y
1.196 del Código Civil (cfr CSJ, SPA, Sent. 19-oct-64); al igual que es competente el juez del trabajo
para conocer de una transacción sobre una relación laboral, aunque las normas aplicables sean las
del derecho común que regulan este modo de autocomposición (cfr CSJ, Sent. 28-10- 71).
Competencia civil La competencia civil consiste propiamente en una jurisdicción "residual", a la
cual corresponde el conocimiento de todos aquellos asuntos que no han sido atribuidos
específicamente, en razón de la materia, a otros Órganos jurisdiccionales. El juez civil conoce de
asuntos de familia salvo aquellos que correspondan a la protección del niño y del adolescente;
todas las pretensiones de interés patrimonial que reclamen declaración de existencia de un
derecho (o la inexistencia de un derecho) o el cumplimiento de una obligación fuente sea un
contrato, el cuasi-contrato, el delito, el cuasi delito o la propia Ley, Dejando a salvo —repetirnos—
las obligaciones. Que competen a otras materias, tales como las obligaciones derivadas del
contrato del trabajo, las de índole mercantil, las que debe el Estado o institutos y empresas del
Estado. Competencia mercantil La jurisdicción comercial es plena en los asuntos que la ley somete
a su competencia, en el sentido de que en las causas comerciales el juez tiene autoridad —según
el artículo 1.082 C. Com.— para declarar y satisfacer, mediante ejecución, el derecho en juicio
ordinario o especial, y resolver cualquier incidencia relacionada con el asunto (aún cuando las
normas de fondo toquen a una Ley especial o a otro Código: verbigracia, Ley sol-)re Depósito
Judicial, reglas supletorias sobre medidas preventivas y otros institutos). Según el artículo 1.090 C.
Com., corresponde a la jurisdicción comercial el conocimiento: 1) de toda controversia sobre actos
de comercio entre toda especie de persona, es decir, aun entre los no comerciantes. Los actos de
comercio son enumerados distintamente en el artículo 2° del mismo Código. Los actos subjetivos
de comercio, es decir , los que pueden ser comerciales sólo para uno de los involucrados en el
contrato o negocio jurídico planteado en la litis, determinan también la competencia comercial, a
tenor del artículo 1.092. 2) De las controversias relativas a letras de cambio y a pagarés a la orden
en que haya a la vez firmas de comerciantes y de no comerciantes, aunque respecto a éstos
tengan el carácter de obligación meramente civil. 3) De las acciones contra capitanes de buques,
factores, dependientes y otros subalternos de comerciantes, sólo sobre los hechos del tráfico de la
persona a que están destinados. 4) De las acciones de capitanes de buques, factores,
dependientes y otros subalternos de comerciantes contra los armadores y comerciantes, sólo por
operaciones del tráfico de la persona a quien sirven. 5) De las acciones de los pasajeros
Competencia Laboral Los Tribunales del Trabajo son competentes para sustanciar y decidir los
asuntos contenciosos relativos al hecho social trabajo y a l a pre s ta ción pe r sonal de t raba j o s o
se rvicio s , in clu siv e los relacionados con intereses colectivos o difusos, que no correspondan a
la conciliación ni al arbitraje, con excepción de los litigios entre funcionarios y la Administración
Pública en particular; las solicitudes de cali ficación de de spido fundada s en la estabilidad laboral,
consagrada en la legislación del trabajo, así como las solicitudes de amparo por violación o
amenaza de violación de los derechos y garantías constitucionales de trabajo y seguridad social
establecido en la nuestra Constitución. También le competen los litigios relativos a la apli ca ción
de las norma s de seguridad social (Art . 28 LOPT). Igualmente corresponde el conocimiento al juez
laboral de las acciones derivadas de actos ilícitos cometidos por el patrono en perjuicio del
trabajador, como por ej., el accidente de trabajo causado por negligencia del patrono respecto a la
conservación de las normas de seguridad (aparte la indemnización sin culpa del Art. 560 Ley
Orgánica del Trabajo), o la responsabilidad por acto ilícito cometido por las personas en ejercicio
de sus cualidades de empleador o traba jador . Y aún cuando la relación de trabajo sea de origen
contractual, la responsabilidad no participa de esa naturaleza; son aplicables las normas sobre
responsabilidad extracontractual de los artículo 1.185 y siguientes del Código Civil, pues el origen
inmediato de la obligación resarcitoria, radica en la culpa civil y en las normas proteccionistas del
trabajador (Arts. 87 y ss de la Constitución) y no en las estipulaciones contractuales individuales o
colectivas. Competencia de Tránsito La determinación de la competencia material de tránsito está
fundada en la naturaleza del acto ilícito que se aduce como causa de pedir (causa petendi) de la
reclamación. Si la causa o relación jurídico-material controvertida en el proceso puede ser
calificada jurídicamente como accidente de tránsito, entonces habrá de afirmarse la competencia
material del juez. ¿Qué debemos, entonces, entender por accidente de tránsito? Un accidente de
tránsito es el hecho ilícito producido por un vehículo, en el sentido legal de la palabra con motivo
de su circulación, siendo los elementos de la definición: a) Dentro de la amplia gama de actos
(humanos) y hechos ilícitos, el accidente de tránsito pertenece a aquellos que son producidos por
una cosa. Los daños ocasionados por las mismas personas o por los animales son totalmente
ajenos y extraños al concepto. b) En segundo término, es necesario que la cosa dañosa sea
calificable, legalmente, como vehículo. La Ley y su Reglamento son prolijos al establecer la
clasificación de los artefactos que pueden catalogarse como vehículos: de tracción humana, de
tracción animal, motocicletas, automóviles y camionetas de pasajeros, autobuses y de carga. En
cuanto a los vehículos de tracción animal conviene aclarar que están constituidos por dos
elementos: el artefacto o aparato del cual se tira y la bestia de tiro; esta última no constituye por sí
misma, en ningún caso, un vehículo, como tampoco lo es la bestia que sirve como cabalgadura. Es
menester que el animal esté uncido a un carruaje; de lo contrario, el daño que produzca será
reclamable en sede ordinaria con arreglo al artículo 1.192 Código Civil. c) El concepto de
circulación supone que el automóvil se encuentra inmerso en el tráfico, es decir, sujeto a los
deberes de circulación que imponen las normas administrativas de tránsito terrestre. La
producción del daño con motivo de la circulación debe entenderse de tres maneras: i) Daño
producido por un vehículo en circulación, decir, que se desplaza en el momento de producir el
siniestro. ii) Daño producido por causas de circulación actualizadas en momento anterior al hecho
ilícito. Un automóvil puede ser causa de accidente de tránsito aunque en el momento que éste
ocurra se encuentre estacionado. El objeto dañoso ocasiona el daño muchas veces sin necesidad
de desplazamiento y aún cuando no participe materialmente en la colisión, como por ej., el
vehículo mal aparcado. iii) Daños causados por las cosas transportadas si se produce al momento
de encontrarse el vehículo en circulación; basta que la circulación del vehículo de carga sea una
concausa del daño producido. Para establecer si el hecho ilícito es o no un accidente de tránsito,
carece de toda trascendencia precisar la naturaleza de la cosa que ha sido objeto del daño. Sea o
no ésta un vehículo, indistintamente, no influirá para precisar el carácter del hecho ilícito. Vale
también aclarar, que algunos hechos ilícitos pueden ser calificados corno accidentes de circulación
únicamente para una de las partes involucradas. Del mismo modo que la doctrina mercantil habla
de actos subjetivos de comercio en consideración al carácter que de comerciante tiene el sujeto
de derecho, podemos hablar aquí de accidentes de tránsito relativos, pues su concepción como
tales está en relación, no al sujeto, sino a la naturaleza de la cosa dañosa. Estos casos ocurren
cuando se produce un choque entre un vehículo y cualquier otro objeto no calificable como tal.
Imagínese un siniestro que se produce entre un automóvil y, supongamos, una mezcladora de
cemento emplazada en la vía. El hecho ilícito, desde el punto de vista del conductor y propietario
del automóvil que demandan, "no será un accidente de tránsito, porque el daño lo ha producido
una cosa no calificable corno vehículo, y por tanto, el juez llamado a conocer de la acción
resarcitoria será el juez ordinario con arreglo a la norma común del artículo 1.193 del Código Civil.
Desde el punto de vista de la demanda que propone el propietario de la mezcladora de cemento,
el hecho ilícito será un accidente automovilístico, pues la cosa dañosa es un au tomóvil , y po r
ende , el jue z de t rán sito conoc erá d e la reclamación con arreglo a la primera parte del artículo
21 de la Ley de la materia. Competencia agraria Esta jurisdicción especial entraña la materia
concerniente a la protección y fomento de las actividades agrícolas y pecuarias, dado el manifiesto
interés social que revisten como producción económica básica. Sin embargo, no son otras distintas
a las del derecho común las instituciones de derecho privado en base a las cuales deben ser
resueltos los casos y las instituciones procesales que informan el itinerario de estos procesos Las
leyes sociales agrarias propenden al logro de los postulados de la justicia social en la distribución
de los bienes a cuyo propósito pesa la llamada "hipoteca social" sobre los bienes públicos; el
esfuerzo a favor de un orden social más justo no regulado exclusivamente por la ley del mercado
que no atiende ni puede atender por su misma dinámica, la exigencias de la justicia. «Existen
numerosas necesidades humanas que no pueden ser satisfechas por el mercado» (JUAN PABLO II,
Centesimus Annus, 34). En el orden de la competencia material, la ley atribuye a la competencia
agraria el conocimiento de las demandas relativas a: acciones declarativas, petitorias,
reivindicatorias y posesorias en materia agraria; deslinde judicial de predios rurales; acciones
relativas al uso, aprovechamiento, constitución de servidumbres y demás derechos reales, para
fines agrarios; acciones sucesorales sobre bienes afectos a la actividad agraria; acciones derivadas
del derecho de permanencia: procedimientos de desocupación o desalojos de fundos; acciones
derivadas de perturbaciones o daños a la propiedad o posesión agraria; acciones derivadas de
contratos agrarios; acciones de indemnización de daños y perjuicios derivados de la actividad
agraria; acciones originadas con ocasión a lh constitución del patrimonio familiar agrario; acciones
derivadas de conflictos suscitados entre sociedades de usuarios, uniones de prestatarios,
cooperativas y demás organizaciones de índole agrario; acciones derivadas de crédito agrario;
acciones y controversias surgidas del uso, aprovechamiento, fomento y conservación de los
recursos naturales renovables que determine la ley; acciones derivadas del uso común de las
aguas de regadía y de las organizaciones de usuarios de las mismas. En general, todas las acciones
y controversias entre particulares relacionados con la actividad agraria (Art. 212 Decreto-Ley de
Tierras y Desarrollo Agrario, 13-11-2001). Las leyes sociales agrarias propenden al logro de los
postulados de la .justicia social en la distribución de los bienes a cuyo propósito pesa la llamada
"hipoteca social" sobre los bienes públicos; el esfuerzo a favor de un orden social más justo no
regulado exclusivamente por la ley del mercado que no atiende ni puede atender por su misma
dinámica, la exigencias de la justicia. «Existen numerosas necesidades humanas que no pueden ser
satisfechas por el mercado» (JUAN PABLO II, Centesimus Annus, 34). En el orden de la
competencia material, la ley atribuye a la competencia agraria el conocimiento de las demandas
relativas a: acciones declarativas, petitorias, reivindicatorias y posesorias en materia agraria;
deslinde judicial de predios rurales; acciones relativas al uso, aprovechamiento, constitución de
servidumbres y demás derechos reales, para fines agrarios; acciones sucesorales sobre bienes
afectos a la actividad agraria; acciones derivadas del derecho de permanencia: procedimientos de
desocupación o desalojos de fundos; acciones derivadas de perturbaciones o daños a la propiedad
o posesión agraria; acciones derivadas de contratos agrarios; acciones de indemnización de daños
y perjuicios derivados de la actividad agraria; acciones originadas con ocasión a la constitución del
patrimonio familiar agrario; acciones derivadas de conflictos suscitados entre sociedades de
usuarios, uniones de prestatarios, cooperativas y demás organizaciones de índole agrario; acciones
derivadas de crédito agrario; acciones y controversias surgidas del uso, aprovechamiento, fomento
y conservación de los recursos naturales renovables que determine la ley; acciones derivadas del
uso común de las aguas de regadía y de las organizaciones de usuarios de las mismas. En general,
todas las acciones y controversias entre particulares relacionados con la actividad agraria (Art. 212
Decreto-Ley de Tierras y Desarrollo Agrario, 13-11-2001). Jurisdicción constitucional La jurisdicción
constitucional persigue asegurar la integridad, supremacía y efectividad de la Constitución, a cuyo
fin ésta ha dotado a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de las atribuciones
necesarias para anular los actos públicos emanados de los poderes públicos, incluso del Poder
Judicial, incluidas en él las decisiones de otras Salas de dicho Tribunal Supremo, así como también
tiene la atribución necesaria para ejercer una jurisdicción plena que le permita asignar la
interpretación del texto normativo y salvar sus dificultades o contradicciones. La tutela
constitucional satisface, a la par, el interés privado de los justiciables, ejerciendo a través de la s ac
cione s de amparo , a cciones de nulidad de actos legislativos y el recurso extraordinario de
revisión previsto en el artículo 336,10 de la Constitución de la República (TSJ-SC, Sent. 2501-2001).
Jurisdicción de Protección del Niño y del Adolescente La competen cia espe cial a favor del niño y
del adoles cen te concierne a todos aquellos a sunto s que miran a la pro tec ción y formación del
menor: guarda, custodia, alimentos y salvaguarda de su pa t r im oni o . D e a c u e r d o a l a r t í c
ul o 2 ° d e l a L e y O r g á ni c a d e Protección del Niño y del Adolescente, «se entiende por niño
toda persona con menos de doce años de edad. Se entiende por adolescente toda persona con
doce años o má s y menos de dieciocho años de edad...» La o rganiza ción judi cial e stá int eg rada
por lo s Tribunale s de Protección del Niño y del Adolescente. Cada Tribunal consta de una Sala de
Juicio y de una Corte Superior , cada una de ellas con un presidente y un secretario. La Corte
Superior está integrada a su vez por una o más Salas de Apelaciones (Art. 175 LOPNA). De manera
que el concepto de "tribunal" engloba la organización judicial en las dos instancias. A la Sala de
Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia corresponde conocer del recurso de casación en
materia de menores, según lo dispone el artículo 262 in fine de la Constitución de la República. No
encontramos en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adol e s c en t e un a di spo si
ción qu e d e fina p o si t ivam en te l a competencia material de los Tribunales de Protección del
Niño y del A dol e s c en t e , pu e s el a r tí culo 173 in c u r re en un pl eon a smo al establecer que
a ellos corresponde «el ejercicio de la jurisdicción para la resolución de los asuntos sometidos a su
decisión» (sic). La única precisión para definir la competencia material es, pues, la minoridad. Sin
embargo, ¿corresponderá a estos tribunales el conocimiento de aquellos casos en los que hay
litigantes mayores y menores de en la misma posición procesal o posiciones encontradas, como
por Ej si los hijos mayores y menores de edad inquieren la paternidad a un mismo sujeto
demandado por considerar que él es su padre, su progenitor. La Sala Plena ha señalado que
cuando los menores son demandantes, el asunto no es competencia de los tribunales de
Protección, lo cual se explica porque se pretende la obtención, el reconocimiento o el rescate de
un bien o de una cualidad jurídica (TSJ-SP, Sent. 14-02-2002). Debe entenderse que la jurisdicción
de protección de menores constituye un fuero atrayente respecto a los asuntos en los que el
sujeto demandado o uno de los litisconsortes pasivos sea un menor de 18 años, aún cuando los
restantes litigantes sean mayores de edad. Esta parece ser la solución adoptada por el Tribunal
Supremo de Justicia en Sala de Casación Social (cfr TSJSCC, Sent. 19-06-2003), la cual resulta harto
conveniente para evitar el dispendio del aparato judicial y el riesgo de sentencias contrarias o
contradictorias originadas en una división de la continencia de la causa (cfr Arts. 79 a 81). La
competencia del órgano de primer grado lo define el artículo 177, y el artículo 452 regula la
pertinencia del procedimiento oral establecido, como regla general, en los artículos 454 y
siguientes. El procedimiento de adopción (Art. 493 y ss) y los asuntos de alimentos y de guarda
(Art. 511 y ss) tienen sus respectivos procedimientos especiales. De acuerdo al artículo 177 de la
Ley mencionada, corresponde a esta jurisdicción especial (llamada comúnmente jurisdicción de
menores o de pro tección de menores) el conocimiento de los siguientes asuntos: A) Asuntos de
familia: filiación; privación, extinción y restitución de la patria potestad, guarda, obligación
alimentaria, colocación familiar y en entidad de atención, remoción de tutores, curadores, pro-
tutores, y miembros del consejo de tutela, adopción, nulidad de adopción, divorcio o nulidad del
matrimonio, cuando haya hijos niños o adolescentes, divorcio o nulidad del matrimonio, cuando
uno a ambos cónyuges sean adolescentes, cualquier otro afín a esta naturaleza que deba
resolverse judicialmente. B). Asuntos patrimoniales y del trabajo: administración de los bienes y
representación de los hijos, conflictos laborales, demandas contra niños y adolescentes; cualquier
otro afín a esta naturaleza que deba resolverse judicialmente. C ). A suntos provenientes de los
Conse jos de P rotección o de lo s Consejos de Derechos: desacato de los particulares, instituciones
públicas o privada s u organismos del Estado, a la medida s de protección impuestas por los
Consejos de Protección; disconformidad de particulares, instituciones públicas o privadas u
órganos del Estado, con la s medida s de pro tección impuesta s por los Consejos de Protección,
agotada la vía administrativa; abstención de los Consejos de Protección; disconformidad de las
entidades de atención y de las Defensorías del Niño y del Adolescente con las decisiones del
Consejo de Derechos que nieguen y revoquen el registro o inscripción de programa; aplicación de
sanciones a particulares, instituciones públicas o privadas, excepto las previstas en la Sección 4°
del Capítulo IX de este Título y cualquier otra de naturaleza afín que deba resolverse
judicialmente. D). Otros asuntos: procedimiento de tutela; autorizaciones requeridas p a r a e l m a
t r i m o n i o , c u a n d o u n o o a m b o s c o n t r a y e n t e s s e a n adolescentes; pedidos
basados en la discrepancia entre los padres, en r e l a c i ó n a l e j e r c i c i o d e l a p a t r i a p o t e
s t a d ; r é g i m e n d e v i s i t a s ; autorizaciones requeridas por los padres, tutores y curadores
11 inserción, rectificación o supresión de partidas relativas al estado civil de nidos y adole s centes;
cualquier o tro de na turaleza a fín qu e deba resolverse judicialmente. E). Acción de protección
contra hechos, actos u omisiones de particulares, órganos e instituciones públicas o privadas que
amenacen o violen derechos colectivos o difusos, de los niños y adolescentes. Competencia
objetiva en razón de la cuantía El valor del objeto en litigio es otro criterio determinador de la
competencia. El del Código de Procedimiento Civil establece varias reglas para establecer el valor
de la demanda. O para estimarlo, si no e s po si bl e d e t erm in a rl o , c om o o c u r r e en l a s d
em a n da s d e indemnización de daño moral. Otras demandas son inestimables en dinero por no
pretender bienes patrimoniales, como ocurre en las pertenecientes al derecho de familia (filiación,
adopción, interdicción civil, divorcio, separación de cuerpos, etc.). Cuando es establecido el valor
de la demanda, es posible precisar entonces el tribunal al cual corresponde el conocimiento del
asunto en razón de la cuantía. En razón de la pérdida del valor adquisitivo del signo monetario,
recurrente año a año, el legislador se ha remitido en nuevas leyes a un valor referencial, el de la
Unidad Tributaria, que es determinado por la autoridad administrativa cuando razones de
corrección monetaria o indexación, lo aconsejen. Así, la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de
Justicia establece que el el recurso de casación es admisible sólo cuando el valor de la demanda
exceda de 3.000 U.T. El valor de la demanda tiene importancia también para determinar el monto
de los honorarios profesionales de los abogados de la parte vencedora, pues dichos honorarios no
pueden ser superiores al 30% del valor de lo litigado (Art. 286). Reglas para determinar el valor de
la demanda El valor de la causa, a los fines de la competencia, se determina en base a la demanda
(Art. 30). Dicho valor se determina sumando al capital adeudado, los intereses vencidos, los gastos
hechos en la cobranza y la estimación de los daños y perjuicios causados con anterioridad a la
presentación de la demanda (Art. 31). Cuando una demanda contenga varios puntos, se sumarán
todos ellos. Las diferentes reclamaciones deben tener una misma causa de pedir. De lo contrario
debe entenderse son pretensiones distintas y autónomas, no sumables, acumuladas inicialmente
en la demanda. Valgan los siguientes ejemplos: si en juicio de responsabilidad civil derivada de
accidente de tránsito el actor reclama la indemnización de daños y per juicios materiales, el lucro
cesante resultante de la inaptitud de su automóvil para circular , el daño emergente que deviene
de su incapacidad temporal para trabajar por motivo de las lesiones sufridas, los gastos médicos y
de hospitalización que amerita su curación y el daño moral que sufre por la muerte, en el
accidente, de un pariente suyo acompañante, habrá allí distintos puntos de una sola pretensión,
puesto que la causa petendi es la misma: el acto ilícito (colisión) que ocasionó la retahíla de daños
sufridos por la víctima demandante. Pero si demando a una misma persona el pago de cánones de
arrendamiento, la devolución (repetición) de un dinero mal pagado y la cancelación de un precio
de compra-venta pendiente, es claro que las causas de pedir o títulos son diferentes, porque
tienen origen en contratos o cuasi-contratos, no sólo conceptualmente sino realmente distintos.
Por tanto, en este último caso no deben sumarse las cuantías de cada uno de las pretensiones
autónomas demandadas, dada la autonomía que da la peculiaridad del título. Hay, en tal supuesto,
una acumulación objetiva inicial de pretensiones (Art. 77). L a s o bliga cion e s pa ga d e r a s p e ri
ódi cam en t e ( p en sio n es de jubilación o alimentarias, cuo tas de ventas a plazo), el valor de la
demanda lo determina la suma de las pensiones o cuotas demandadas. Pero si estuviere discutida
la entera relación jurídica (por ej., la validez del acto o contrato que genera esos pagos periódicos),
el valor lo determinará la acumulación de 2, 10 ó 12. (Arts. 35 y 36). Es t a s regla s tienen cada vez
m en os apli ca ción prá ctica . La tendencia actual de la legislación en la dinámica forense es la de
no establecer límites cuantitativos a los tribunales de primera instancia. Compe tenc ia fun c iona l
Siguiendo el criterio funcional del cual anteriormente hemos hablado, la competencia funcional se
atribuye en atención a la diversidad de cometidos encomendados a los órganos judiciales sobre
una misma causa , o a la diversidad de providencias que puedan adoptarse en un mismo proceso.
La competencia funcional no está regulada en nuestro Código a pesar de que responde
perfectamente al concepto de competencia, como medida o porción de jurisdicción, tanto en
cuanto se otorga la potestad de conocimiento de un juicio en atención a la función que toca
desempeñar al juez, sea de sustanciador de la causa (competencia funcional de primer grado), de
revisor (competencia funcional de alzada o segundo grado); o bien, la de juez sustanciador,
mediador, ejecutor, o de juez comisionado, etc. La competencia del tribunal para conocer del
recurso de invalidación (Art. 329) es un ejemplo de competencia funcional: al tribunal que hubiere
dictado la sentencia ejecutoriada cuya invalidación se pide o el tribunal que hubiere homologado
el acto con fuerza de sentencia (cfr Art. 1.930 CC). Como puede verse, el criterio determinador no
es la materia del asunto controvertido, ni su valor, ni el territorio, sino la categoría o carácter que
tiene el órgano como tribunal de la causa. Competencia territorial La competencia territorial
(ratione loci) obedece a un criterio totalmente diverso a los anteriores. Determinado por la
necesaria multiplicación de tribunales de un mismo tipo para cubrir el volumen d e d ema nda s s e
gú n l a d e n sida d d em og r á fi c a l o r eq ui e ra . L a diseminación de tribunales de un mismo
tipo en la geografía nacional, contribuye a actuar la garantía de fácil acceso a la justicia, evitando a
los ciudadanos la molestia de tener que trasladarse a un lugar distante para demandar lo que en
justicia corresponde o desembarazarse de un reclamo o demanda improcedente. El criterio
territorial acomete la ne cesidad de reproducir el diseño de t ribunales fundado en lo s criterios
cualitativo, cuantitativo y funcional, es decir, la producción en serie de tribunales de un mismo
tipo, en cantidad suficiente para desplegar el trabajo judicial a ellos encomendado. «Del mismo
modo (para poner un burdo parangón — dice CALAMANDREI) el fabricante de maquinarias
construye primeramente un modelo de máquina que responde técnicamente en abstracto a una
determinada finalidad industrial, y luego encara el problema de la fabricación en serie de un
número de máquinas, iguales todas ellas al modelo, que baste para las exigencias concretas de
aquella determinada industria». En definitiva, la administración de justicia necesita distintos tipos
de tribunales y pluralidad de tribunales de un mismo tipo. La jurisdicción, en orden al territorio,
está distribuida en atención a dos reglas: el criterio personal y el criterio real. Según el primero, se
distribuye la competencia según la ubicación territorial de la persona, concretamente de la
persona demandada, conforme al principio actor sequitur forum rei, el actor sigue el fuero del reo.
Aquí el genitivo rei concierne al nominativo reus (reo) y no a res (cosa); en forma que, aunque
también pudiera afirmarse según el criterio real— que el actor sigue el «fuero» de la cosa, o la
competencia que determina la ubicación de la cosa litigiosa, el adagio significa la primera acepción
dada. El criterio real atiende a la ubicación territorial de la cosa demandada, y por tanto es de
colegir que dicho criterio real se aplica sólo en el caso de las pretensiones concernientes a
derechos propter rem, sean derechos reales que reclaman una obligación general de respeto, sean
derechos personales que tienen un correlativo obligado concreto y un objeto determinado. El
forum o fuero, es la relación de carácter territorial que liga uno de los elementos de la pretensión
con la circunscripción de cada órgano jurisdiccional, y aparece considerada por la ley como causa
determinadora de la competencia (GUASP). La ley ofrece normalmente varios fueros concurrentes
para un mismo tipo de pretensiones o demandas: como expresa CALAMANDREI, esa concurrencia
puede ser electiva o sucesiva. En el primer caso, queda a escogencia del actor cuál de los fueros o
tribunales conocerá de su demanda; en el otro supuesto, la segunda opción opera sólo en defecto
de la primera, y la tercera sólo en defecto de la segunda. En este artículo 40, los fueros que da la
ley son sucesivamente concurrentes, ya que el demandante puede proponer la demanda en el
lugar de residencia del demandado, únicamente en el caso de que no tenga domicilio (forum
domicilii) conocido; y podrá proponerla en el lugar donde se le encuentre sólo si se desconoce
también su residencia. Ahora bien, los fueros son electivamente concurrentes en cuanto a las
reglas de competencia contenidas en los artículos 40 y artículo 41, pues el actor tiene la opción,
libremente, de elegir las reglas de una u otra disposición para determinar el tribunal que conocerá
de su demanda, siempre y cuando se trate de una demanda sobre derechos personales o sobre
derechos reales mobiliarios. Igualmente, el artículo 42 también prevé fueros efectivamente
concurrentes, pudiendo el actor optar por una de las tres alternativas que da la norma, a su
elección. El artículo 40 comprende las acciones reales mobiliarias y las acciones personales,
cualesquiera que ellas sean; valga decir, las concernientes a derechos creditorios (sobre cosa
indeterminada) y las concernientes a bienes determinados (verbigracia, el derecho que tiene el
comodante o subarrendador, no propietario, a que se le devuelva la cosa, terminado el contrato).
El artículo 28 del Código Civil reputa domicilio al de la agencia o sucursal, en lo que concierne sólo
a los hechos, actos y contratos que ejecuten o celebren por medio del agente o sucursal. Ello
significa que, a elección del actor, puede ser presentada la demanda en el domicilio estatutario
principal o en el domicilio funcional que nace a raíz y a partir del establecimiento de la sucursal o
agencia. Tal establecimiento o constitución —creemos— no depende de la participación y registro
de la sucursal en el Registro Mercantil, tratándose de una empresa de esta índole, sino del
funcionamiento efectivo de dicha sucursal o agencia en una localidad distinta de donde se
encuentra la sede principal de dirección y administración general. E s t a e s l a t e si s d e l m a e s t
r o M A RC A N O R O DR Í G U EZ , q u e compartimos: «Puede acontecer que una sociedad, a
consecuencia de su extenso y complicado giro de negocios, tenga varias oficinas de administración
y economía en diferentes localidades, que asuman una especie de personería propia , con un
personal independiente de la dirección general, con negocios peculiares y privativos, y que, en una
palabra, adquieran derechos y contraigan obligaciones con relación a su radio particular de acción;
y en este caso, los terceros no pueden ser c on s t reñidos a propone r su s d emanda s cont ra la s
ociedad por vinculaciones particulares con esas dependencias, ante la autoridad judicial del
domicilio del establecimiento principal, sino que, cada uno de esos lugares debe considerar se
como un domicilio de la sociedad para todo lo relativo a las obligaciones de que sea deudora la
sucursal». La citación de la empresa demandada puede procurarse también en la sucursal y
agencia, con sujeción a dicho artículo 28 del Código civil. El fuero de cumplimiento de la obliga
ción ( forum destinatae soluti oni s) obedece a la cir cunstancia de que , comúnmente , los
elementos de juicio relevantes a la litis se encuentran en el lugar de la ejecución o incumplimiento
del contrato. El fuero de ubicación de la cosa (forum rei sitae) obedece al criterio real antes
enunciado y es propio de las acciones reales. En el lugar donde está situada la cosa se encuentran
los elementos de juicio convenientes para la prueba y ello justifica que el proceso deba ventilarse
allí. El artículo 41 vincula entre sí los criterios objetivo y subjetivo determinativos de la
competencia territorial, al exigir la ubicación territorial de la persona y la cosa demandadas en un
mismo lugar, o la per sona y el lugar de origen de la obliga ción; el cual puede ser contractual
(forum contractus), de acto ilícito (forum commissi delicti) o de cualquier otra fuente de las
obligaciones (el cuasicontrato, el cuasidelito y la ley). Las demandas relativas a derechos reales
sobre bienes inmuebles se propondrán ante la autoridad judicial del lugar donde esté situado el
inmueble (forum rei sitae), la del domicilio del demandado (forum domicilii), o la del lugar donde
se haya celebrado el contrato (fórum contractus), caso de hallarse allí el demandado; lodo a
elección del demandante (Art. 42). Desplazamiento voluntario de la competencia territorial La
competencia por el territorio puede derogarse por convenio de las partes, caso en el cual la
demanda puede proponerse ante la autoridad judicial del lugar que se haya elegido como
domicilio (pactum de foro prorrogando) (Art. 47 y Art. 32 CC). El pactum que deroga el fuero
territorial asignado por la ley, implica la escogencia de un juez competente por la materia para
conocimiento del asunto. ¿Por qué la ley autoriza la derogación de sus nos ____ mas sobre la
ordinaria competencia territorial, si el artículo 5° establece la inderogabilidad convencional de la
competencia? La razón radica en que la competencia ratione loci responde a la necesidad de crear
pluralidad de órganos jurisdiccionales de un mismo tipo, es decir, con una misma competencia
objetiva, para evitar la aglomeración de trabajo en un único tribunal nacional y evitar las molestias
de traslado de las personas desde lugares lejanos a la sede del tribunal para defender allí sus
derechos. Pero como se trata, en definitiva, de la pluralidad de tribunales de un mismo tipo, con
igual competencia objetiva, no existe interés público en esta clase de competencia: es indiferente
para la administración de justicia que conozca de un juicio laboral el juez de trabajo de otra
Circunscripción, puesto que ambos son jueces laborales. Por ello el legislador permite en esta
disposición que sean modificadas por las partes las reglas de competencia territorial mediante la
renuncia o elección de domicilio, o, indirectamente, al precluir el ejercicio de la excepción previa
de incompetencia. Competencia territorial inderogable La derogación no podrá efectuarse cuando
sé trate de causas en las que debe intervenir el Ministerio Público, ni en cualquier otro en que la
ley expresamente lo determine (Art. 47). Tales causas son los juicios de oposición y anulación del
matrimonio, interdicción e inhabilitación civil; juicios de divorcio o de separación de cuerpos
contenciosa, de rectificación de los actos del estado civil y los de filiación; el juicio o incidente de
tacha de falsedad de instrumentos (Art. 438 ss) y en los demás casos previstos por la ley. Queda
excluido el pacto derogatorio de la competencia en estos casos porque, existiendo interés público
en el proceso —justificado por la necesaria intervención del Ministerio Público a fin de garantizar
el control de la prueba que puede ejercer dicha Magistratura requirente (Art. 133 in line). «C
ualquiera que sea el criterio de vincula ción según el cual determine la ley la competencia por
razón del territorio, ésta viene a ser inderogable en aquellos procedimientos en que el órgano
judicial es t á p r o v i s t o d e pod e r e s in qui si t o ri o s , qu e s ól o pu ed e n s e r
provechosamente puestos en práctica si el proceso se desenvuelve en el fuero establecido por la
ley; en defecto de la cual, si las partes fuesen libres para derogar convencionalmente la
competencia, alejando el proceso del lugar donde se hallan las circunstancias que hay que inve s
tiga r , vendrían ella s a anula r de ese modo lo s pode res de indagación consentidos al juez en
interés público...» (CALAMANDREI). Piénsese por ejemplo en el juicio de divorcio, en el que la ley
asigna como fuero especial el último domicilio conyugal (Art. 754). Si los cónyuges desavenidos en
el consortium omnis vitae se aviniesen para elegir un fuero especial a los fines del divorcio, ¿cómo
podría el r ep r e s en t a n t e del Mini s t e rio Públi c o ? A simi sm o , el j ui cio d e interdic ción o
inhabilita ción y el de la tacha de falsedad de un instrumento, tienen una causa o litis relevante al
interés público, sea por la capitidisminución a la libertad que conllevan los primeros, sea por el
delito que involucra el segundo; y por tanto, el proceso debe dilucidarse en el lugar donde se
encuentran los elementos de juicio, las prueba s , para que sea e fi ca z el control o ficial
encomendado al Ministerio público. Desplazamiento voluntario de la jurisdicción Según llevamos
dicho, la ley permite que haya una variación de la competencia territorial por voluntad de las
partes, sea unilateralmente, como en el caso de la renuncia de domicilio prevista en el artículo 46;
sea de consuno por virtud de pacto expreso, así también autoriza la modificación de la jurisdicción
por voluntad de las partes, según se colige del artículo 2° del Código de Procedimiento Civil; esto
es, cuando existe sumisión de las partes a la jurisdicción extrajera o a árbitros privados que
resuelvan en el exterior, cuando no verse la litis sobre bienes muebles sitos en Venezuela ni esté
en juego el orden público interno. El fuero territorial establecido voluntariamente por las partes,
recibe el nombre de fuero dispositivo o facultativo , y puede ser establecido también tácitamente.
Esto ocurre cuando el demandado no opone la primera cuestión previa de declinatoria de
jurisdicción por incompetencia territorial, la cual no puede ser denunciada de oficio ni
tardíamente, como los o tros casos de in competencia (A r t. 347) . Igualmente se fija tácitamente
la competencia facultativa cuando el demandante no objeta y se aviene (Art. 356) a la designación
del juez territorial que haya hecho el demandado al momento de oponer la cuestión previa,
haciendo un subsanación errónea, pero vinculante para el juez señalado competente, a tenor del
artículo 60 in fine). La competencia por valor puede ser fijada también tácitamente, lo cual ocurre
en el caso de que el demandado no objete la estimación e x igu a o e x a g e r a d a q u e el a c t o r
h ay a a pli c a d o a s u d em a n da (CALAMANDREI). Como el juez no está autorizado para
denunciar de oficio el de fecto o exceso del valor atribuido, deberá conocer del asunto, desde que
la cuantía formal de la demanda se inscribe en los límites cuantitativos que tiene asignada su
jurisdicción. Este acuerdo tácito o velado de las partes —totalmente inusitado en la práctica
judicial— puede llevar incluso, de modo indirecto, a la modificación de la competencia funcional,
si queda excluido o incluido, según el caso, el recurso de casación por virtud de la estimación no
impugnada. Desplazamiento de la competencia por conexión Puede haber modificación o
desplazamiento de la competencia en razón de la conexión o concomitancia entre dos o más
asuntos, que hace que un mismo juez los resuelva (a veces conjuntamente) aún cuando uno de
ellos no sea de su competencia ordinaria. La causa del desplazamiento de la competencia en estos
casos, obedece a dos razones fundamentes, una de interés público y otra en la que predomina el
interés privado. La primera tiende a evitar dos sentencias contradictorias sobre asuntos que se
relacionan entre sí, lo cual resultaría una grave incoherencia y arrojaría desprestigio sobre la
justicia. Se busca , por otro lado, aplicar el principio de economía procesal de interés privado, pero
también beneficioso para la causa pública, pues al decidir dos o más casos con un solo fallo en un
solo proceso, se ahorran costos, esfuerzos, evitando repetir los mismos actos, producir las mismas
pruebas y requerir idéntica actividad del Tribunales diferentes.Losp (Vescovi). La conexión puede
ser objetiva, por versar sobre el mismo objeto (cadera res) o tener la misma causa de pedir
(eadem causa petendi), o bien puede ser subjetiva (eadem personae), por tratarse de las mismas
personas (Art. 52). Cuando existe identidad de sujetos, objeto y causa de pedir, se dice que hay
litispedencia, esto es, que la misma causa ha sido postulada en dos demandas generativas de
procesos diferentes. De allí que la ley ordena cancelar una de ellas , la propues ta en segundo lugar
(Art. 61). El desplazamiento de ciertas competencias puede darse en los casos de acumulación de
pretensiones; al contestarse la demanda si el demandado propone reconvención (contra
demanda) y también en ciertos supuestos de intervención de terceros. Veamos algunos casos
legales que conllevan desplazamiento de la ' competencia. En materia de fiadores o de otros tipos
de garantía, la demanda accesoria contra el fiador o garante puede proponerse en el tribunal
donde esté la causa principal (Art. 48), aún cuando de acuerdo a la competencia por el fuero
territorial del fiador sea en una localidad distinta. Así también, las pretensiones deducidas por el
demandado en la con testación a la demanda , pueden incrementar el valor de lo discutido en el
juicio, en cuyo caso los autos deben ser pasados al tribunal de mayor jerarquía en el orden
cuantitativo de la competencia (Art. 50). El forum conexitatis se da , propiamente , en los
supuestos de conexión subjetiva u objetiva antes vistos, regulados, como se ha dicho, por el
artículo 52, así como en la litispendencia (Art. 61) y cuando haya continencia entre las causas (Art.
52 in fine). Existe continencia (de contener) cuando el tema a decidir (thema decidendum) de una
causa más amplia comprende o engloba el de la otra. Se puede poner el siguiente ejemplo: Se
demanda sentencia merodeclarativa de propiedad sobre un inmueble y en juicio aparte es
demandada la reivindicación del inmueble. Esta segunda demanda es c o n t in e n t e d e l a p rim
e r a , p u e s c om p r end e en sí u n a p r e v ia e inexcusable declaración de certeza sobre la
propiedad, como único medio de obtener la vindicación o restitución del inmueble. Entre un
interdicto restitutorio y un interdicto de amparo incoados ambos respecto a las mismas partes y la
misma cosa, existe también una relación de continencia, donde el interdicto as slihliorio es el juicio
continente y el de amparo el contenido: el despo jo engloba la perturbación, es la máxima
perturbación que sufre la posesión. Sólo estos últimos casos de continencia, conexión y
litispendencia son los que pueden dar lugar a la regulación de competencia que analizaremos
seguidamente. Cornpetencla procesal lnternacional La legislación moderna, informada por la
globalización se aparte del sistema del Código napoleónico que hacía residir la competencia
procesal internacional en la nacionalidad de las partes, y de la cual es una reminiscenciaaunque
para disponer lo contrario __________________________ el aparte del artículo 1° del Código de
Procedimiento Civil: "Los jueces tiene la obligación de administrar justicia tanto a los venezolanos
como a los extranjeros, en la medida en que las leyes determinen su competencia para conocer
del respectivo asunto". El proceso penal conserva la regla sobre nacionalidad del imputado para
determinar la competencia procesal sobre delitos cometidos por nacionales. El Código Penal
señala que la extradición de un venezolano no podrá concederse por ningún motivo; pero deberá
ser enjuiciado en Venezuela, a solicitud de parte agraviada o del Ministerio Público, si el delito que
se le imputa mereciere pena por la ley venezolana.(Art. 6). La Constitución de la República no
permite la extradición de los venezolanos en ningún caso (Art. 69), aún cuando el delito que se
averigua haya dañado intereses colectivos internacionales o a la humanidad entera (lesa
humanidad). Esta normativa que se basa en la vetusta concepción de vasallaje regio sobre los
súbditos de un reino, no tiene vigencia actual, en una globalización que interactúa intensamente
las relaciones entre los países creando el nuevo término "ciudadanos del mundo". En el ámbito del
proceso civil y según el régimen actual, la determinación de la jurisdicción del juez venezolano
frente al extranjero, nada tiene que ver con la nacionalidad ni con el domicilio de las partes. La Ley
de Derecho Internacional Privado (1998) sustituye las reglas (casi iguales) del Código de
Procedimiento Civil sobre esta materia, y señala (Art. 40) que la jurisdicción nacional conocerá
también de las demandas entiéndese las de carácter patrimonial— contra personas no
domiciliadas en el país, aun en el caso de esas personas ni siquiera se encuentren en su territorio.
Pero para que e sta va stedad de la jurisdic ción venezolana tenga cumplimiento es menester que
se den los supuestos de uno cualquiera de los tres ordinales que prevé la Ley: 1) El primero de
ellos la atribuye si se trata de de controversias sobre bienes situados en el territorio de la
República. Es consecuencia de la soberanía nacional, pues mal puede desentenderse la función
pública de la Nación de parte de su territorio, aunque fuese minúscula. 2) Cuando la fuente de la
obligación es un contrato o proviene de un hecho acaecido en el país o cuando la obligación tiene
que ser cumplida en el país, también tiene jurisdicción el juez nacional. 3) Cuando el demandado
haya sido citado personalmente en el territorio de la República. 4) Cuando las partes se hayan
sometido a la jurisdicción venezolana, aún cuando no se den ninguno de los supuestos previstos
en los tre s ordinale s anteriores. El sometimiento puede ser expreso, y equivale al precepto
inverso del artículo 2 del Código de Procedimiento Civil que trata del sometimiento de la
jurisdicción na cional al juez extran jero . La sumisión tácita resultará , por parte del demandante,
del hecho de interponer la demanda y, por parte del demandado , del hecho de realizar en el juicio
, per sonalmente o por medio de apoderado , cualquier acto que no sea proponer la declinatoria
de jurisdicción u oponerse a una medida preventiva. Los tribunales venezolanos tendrán
jurisdicción para conocer de los juicios originados por el ejercicio de acciones sobre el estado de
las personas o las relaciones familiares, cuando el Derecho venezolano sea competente , de a
cuerdo con la s disposicion es de la Ley de Derecho Interna cional privado, para regir el fondo del
litigio, y cuando las partes se sometan expresa o tácitamente a su jurisdicción, siempre que la
causa tenga una vinculación efectiva con el territorio de la República (Art. 42 Ley). En orden a los
intereses personales de los menores, los tribunales venezolanos tendrán jurisdicción para dictar
medidas provisionales de protección de las personas que se encuentren en el territorio de la
República, aunque carezcan de jurisdicción para conocer del fondo del litigio (Art. 43 Ley). Fin de la
segunda parte
UNIDAD II Primera parte La acción y la jurisdicción La acción concepto La acción es un derecho que
todo sujeto tiene frente al Estado —no frente a la persona que debe cumplir una obligación en
favor del accionante— a los fines de obtener una respuesta oportuna sobre la justicia que su ca so
reclama . En tal sentido, el artículo 51 de la C on s ti t u ci ón e x p r e s a q u e « t o da p e r s o n a t
i e n e el d e r e c h o d e representar o dirigir peticiones ante cualquier autoridad, funcionario
públic o o fun cionaria públi ca sobre lo s a suntos qu e sean de la competencia de éstos, y a
obtener oportuna y adecuada respuesta». Del mismo modo, el artículo 26 eiusdem, refiriéndose
particularmente a la acción judicial, expresa: «Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos
de administración de justicia para hacer valer sus derechos e interese, incluso los colectivos y
difusos; a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente».
A ese fin pro tector del derecho del acción , concurren, para ser su salvaguarda, las garantías que
prevé el mencionado artículo 26: «la Constitución garantiza el acceso a los órganos de
administración de j u s ti cia pa r a ha cer v ale r su s de re ch o s e in te r e s e s , in clu s o l o s
colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión
correspondiente. Esa garantía se traduce en la necesidad de una justicia gratuita , accesible, impar
cial, idónea , transparente, autónoma , independiente, responsable, equitativa y expedita, sin
dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles». Es, pues, la acción, en definitiva, un
derecho subjetivo frente al Estado, fundado en el deber-fin jurisdiccional, para acceder al proceso
y obtener con prontitud la tutela efectiva de sus derechos e intereses, previa verificación de la
existencia y exigibilidad de esos derechos. En cierta forma, es ésta la definición clásica, enunciada
por Celso, en estos términos: Nihil aliud est actio quam ius quod sibi debeatur indicio persequendi:
"La acción no es otra cosa que el derecho de perseguir en juicio lo que se nos debe". En el sistema
dispositivo y en el sistema penal acusatorio (vigente), no hay jurisdicción sin acción: nemo iudex
sine actore, ne procedat iudex ex officio, según establece el artículo 11 del Código de
Procedimiento Civil. Henríquez La Roche (2005). A criterio del profesor Ortiz Ortiz, (2004), la acción
procesal se entiende de la siguiente manera: “Entendemos por acción procesal la posibilidad
jurídico-constitucional que tiene toda persona, natural o jurídica, pública o privada, de acudir ante
los órganos jurisdiccionales para que, mediante los procedimientos establecidos en la ley, puedan
tutelar un determinado interés jurídico individual, colectivo, difuso, o para lograr los efectos que la
ley deduce de ciertas actuaciones jurídicas”. El distinguido profesor para fundamentar su criterio,
hace un análisis del contenido del artículo 203 de la Constitución, el cual establece que la
Asamblea Nacional debe remitir una ley calificada como Orgánica, antes de su sanción a la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para que se pronuncie sobre tal carácter orgánico,
y se pregunta si la Sala Constitucional al pronunciarse sobre la organicidad o no de la ley, ejerce
funciones jurisdiccionales y también sobre qué naturaleza jurídica tiene la actividad de la
Asamblea Nacional, ¿Es obligación, facultad o derecho? ¿Es una manifestación de acción procesal?
Concluye: “si la acción procesal es la posibilidad de que toda persona, pública o privada acuda ante
los órganos de la jurisdicción para lograr los efectos que la ley deduce de ciertas situaciones
jurídicas, entonces resulta claro que el efecto jurídico dispuesto por el artículo 203 constitucional
sólo podrá lograrse mediante la intervención de la Sala Constitucional, eso es jurisdicción ejercida
por Sala Constitucional y acción procesal ejercida por Asamblea Constitucional”. Creemos que la
acción puede entenderse como posibilidad o como derecho, dependiendo del motivo que se tenga
para acceder a la jurisdicción. Acción, Pretensión, Derecho subjetivo material y Demanda Así como
la acción es la invocación de la prometida garantía jurisdiccional que corresponde cumplir, como
uno de sus fines fundamentales, al Estado, la pretensión vendría a ser la declaración de voluntad
hecha ante el juez y frente al adversario de autoafirmación de un derecho subjetivo; la exigencia
que el actor hace al Estado de someter el interés ajeno al interés propio. La pretensión viene a ser
como el contenido de la a cción , el peti tum de la demanda , la reclamación que pretende surtir
efectos en la esfera jurídica del demandado. El derecho subjetivo material vendría a ser el derecho
sustantivo conculcado, el cual se reclama al Estado para que sea restituido por el ofensor. La
demanda, por el contrario, es el acto procesal inicial, el primer eslabón de la cadena
procedimental. «Es la petición que el actor dirige al juez para que produzca el proceso, y a través
de él, satisfaga su pretensión. Es también un acto jurídico procesal, no un derecho. Es también
algo que hace alguien, dando comienzo al procedimiento» (Véscovi.) Teorías sobre la naturaleza
de a acción judicial A raíz de la tesis de Muther sobre la dicotomía entre el derecho subjetivo y la
actio en el Derecho romano —a la cual nos hemos referido anteriormente surgen las teorías
dualistas de la acción, las cuales se separan de la concepción savigniana (monista) que hablaba de
la transformación de un mismo derecho. La acción como pretensión de la tutela jurídica En tal
sentido dice Adolf Wach que la pretensión de la tutela jurídica no es una función del derecho
subjetivo; la pretensión de la tutela jurídica es el medio que permite hacer valer el derecho, pero
no es el derecho mismo; no e s su " función" , ni el lado público del derecho objetivo; no es la
coacción inmanente a éste, que significamos cuando decimos "puede hacerse valer ante los
tribunales"; es, en realidad, "la pretensión que se tiene frente al estado a la tutela jurídica". La
crítica que se formula a esta teoría señala que resulta impropio aplicar conceptos iusprivatísticos a
fenómenos de Derecho público, como es el concepto de acción; pues realmente es un
contrasentido que el Estado al cumplir una "obligación" (correlativa al derecho de acción del
justiciable) produzca ante todo un beneficio para el propio Estado (obligado), consistente en poder
cumplir con la función pública del proceso (y de la jurisdicción) tendente a asegurar la continuidad
del derecho. La acción como derecho potestativo CH IOVENDA trata de supera r e sta s crí ti ca s y
a fi rma que el contenido del llamado derecho de acción es un puro poder jurídico y no un deber
ajeno. Los derechos del poder jurídico o potestativos (Zitelmann) originan, mediante una
manifestación de voluntad, un efecto jurídico en el cual tiene interés, o la cesación de un estado
jurídico desventajoso, sin que la persona a quien afecta el ejercicio de ese poder jurídico pueda
sustraerse de sus efectos. Ejemplo son: la repudiación de herencia que incrementa en el
patrimonio de los demás herederos su cuota o hijuela. Los actos ejercidos unilateralmente de
revocación del poder de representación o la renuncia del poder, producen efectos en el
mandatario y el poderdante respectivamente. En el caso de la acción, la demanda propuesta y la
consiguiente citación generan en el ámbito jurídico del demandado, el efecto jurídico de tener que
acudir a la contestación de la demanda para defenderse, so pena de incurrir en confesión ficta y
ser juzgado en rebeldía. En resumen, Chiovenda define la acción como "El poder jurídico de
determinar el nacimiento de la condición para la actuación de la voluntad de la ley"; valga decir, la
expresión jurisdiccional concretada en la sentencia del caso. La acción como derecho abstracto de
obrar Las anteriores teorías conciben la a cción como un derecho concreto de obrar; corresponde
a quien tiene la razón. La sentencia absolutoria presupone que el a ctor no tenía la acción. Pero
para D e g e n k o l b , l a a c c i ó n e s " u n d e r e c h o s u b j e t i v o p ú b l i c o correspondiente
a cualquiera que de buena fe crea tener razón para ser oído en juicio y constreñir al adversario a
entrar en él." En otras palabras, es el derecho a formular una pretensión al Estado y obtener
oportuna respuesta, haciendo abstracción del contenido de esa respuesta. Es esta, sin duda, la
concepción aceptada actualmente y la que ha acogido el Derecho constitucional en las
disposiciones que definen el derecho de acceso a la justicia. Estas teorías de la acción
forzosamente deben ser complementadas con conceptos adicionales que pongan de manifiesto el
interés público y el interés privado que se hacen presentes en todo proceso. Es así como al
concepto de acción in abstracto corresponde en concreto de pretensión; en tanto que a la idea de
acción in concreto pertenece al impulso procesal. El impulso procesal es en realidad un derecho al
desarrollo del proceso como instrumento para la realización de la justicia, y por ende, armoniza
con el concepto de acción en sentido abstracto, dando explicación a la pervivencia del juicio en los
casos de carencia de 'acción' en su acepción civilista tradicional, aun en uso legislativo. Las
características de la acción, las podemos enunciar así: a. La acción es un derecho subjetivo que
genera obligación El derecho o potestad se concreta a solicitar del Estado la prestación de la
actividad jurisdiccional, y éste se encuentra obligado a brindar la misma mediante el proceso. b. La
acción es de carácter público Es público en el sentido que su finalidad es la satisfacción del interés
general sobre el particular, mediante la composición de los pleitos y el mantenimiento del orden y
paz social, evitando la justicia por la propia mano del hombre. c. La acción es autónoma La acción
va dirigida a que nazca o se inicie el proceso, no habrá este último sin el ejercicio del primero, y se
diferencia con el concepto de pretensión que se verá más adelante. d. La acción tiene por objeto
que se realice el proceso La acción busca que el Estado brinde su jurisdicción mediante un
proceso, y como se dijo, no habrá tal proceso sin una previa acción ejercida por el ciudadano que
busque la tutela que brinda el Estado. La acción a diferencia de la pretensión corno se verá, busca
que se emita algún pronunciamiento, que se dicte sentencia, bien sea favorable o desfavorable. La
acción es un derecho de toda persona, bien sea natural o jurídica. Bello Tabares (2004) Clases de
acción En el proceso civil la acción se define tradicionalmente de acuerdo al derecho subjetivo al
cual ella se refiere. Acción real, si hace valer un derecho real, acción personal si hace valer un
derecho personal. Acción petitoria si reclama un derecho a la cosa (propiedad, usufructo,
habitación, etc.), o acción posesoria si pretende sólo la protección jurisdiccional que amerita la
posesión corno cuestión de facto. Acciones ejecutivas, dirigidas a la satisfacción del derecho
sustancial, y acción declarativa orientada a establecer si existe el derecho controvertido en juicio.
Del mismo modo, se habla de acción de nulidad, acción oblicua, acción pauliana, entre otras,
aludiendo al efecto o los caracteres sustanciales propios de una determinada pretensión. La acción
penal concierne al ius puniendo del poder público para el caso en el que la conducta del justiciable
se ajuste al supuesto normativo (tipicidad) que prevé la ley como punible. Sin esa tipicidad
expresa, no hay sanción penal: nullum crimen, nulla poena, sine lege. El ejercicio de la acción
penal corresponde al Ministerio público y a la víctima a través de la llamada demanda acusatoria.
La acción como forma típica del derecho constitucional de petición. La tutela judicial efectiva. En
primer lugar, mientras el derecho de accionar, como derecho de acceso a la jurisdicción tiene la
naturaleza de un derecho, la acción, en sí misma considerada, es una garantía, esto es, se trata de
una institución que trata de hacer factible el cabal ejercicio de los derechos materiales pero,
también de obtener los efectos que la ley deduce de ciertas situaciones jurídicas, El artículo 26
constitucional, igual que el artículo 68 del Texto constitucional de 1961, implica la existencia de
una garantía a un proceso por el cual se garantice el complejo de situaciones que conforman el
debido proceso. Este rango y este carácter constitucional de la acción generan, como
consecuencia lógica y necesaria, que los obstáculos establecidos en la ley resulten
inconstitucionales, como ya lo dijimos con respecto del agotamiento previo de la vía
administrativa. En esta misma línea de pensamiento se encuentra el maestro ROMÁN J. DUQUE
CORREDOR, quien afirma: De la autodefensa, o acción directa frente al adversario, se pasó
históricamente a la acción dirigida al Estado para que éste, a través de órganos especialmente
instituidos para ellos resolviera sobre las pretensiones de un sujeto ante otro. Para llegar a esa
resolución se instituyó también el proceso. No obstante la desconfianza, o hasta el desprecio hacia
el sistema de justicia que ofrece el Estado, la sustitución de la autodefensa por el proceso judicial,
es lo propio de los Estados civilizados. Sin embargo, la clave del éxito de este sistema depende de
que todo el que crea tener derecho pueda acudir al órgano estatal, imparcial que le atienda su
pretensión, para que la revise y dicte decisión fundada conforme a Derecho. Ello es consustancial a
todo Estado, pero, por supuesto, que si se trata de un Estado democrático • y social de Derecho,
habrá garantías que ese órgano estatal será más imparcial y que actúe con verdadera
independencia de criterio al aplicar el Derecho. Concluye el maestro señalando que cuando ese
Derecho de todos de acudir al órgano estatal decisorio para que se pronuncie sobre una
pretensión, es recogido constitucionalmente, adquiere la naturaleza de una garantía constitucional
y se incorpora al elenco de los derechos ciudadanos principales. Como ya se citó de la sentencia de
la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo, "en el momento en que la propia Constitución
establece el derecho de accionar (derecho de acceso a los órganos de administración de justicia),
entendido como una garantía 'universal' e 'incondicional' y como tal es un 'valor de aplicación'
inmediata en los casos particulares. Toda limitación legal o doctrinal al ejercicio de este Derecho
entonces debe reputarse que existe una interpretación antinómica en virtud de la cual debe
prevalecer el mandato constitucional y en razón del principio de supremacía constitucional y así
debe ser entendido". Resulta claro, además, que un Estado de Derecho y de justicia, corno postula
el artículo 2° de la Constitución, sólo puede serlo bajo el respeto y garantía del sagrado derecho de
accionar; no entenderlo así es ser miope ante los retos intelectuales de los nuevos tiempos.
Concepto de Jurisdicción El concepto de jurisdicción tiene una importancia innegable para definir
los elementos propios de lo que constituye el objeto propio del Dere cho procesal . Junto a los
concepto s de a cción y proceso, contribuye a determinar lo que es el proceso, su categoría
conceptual, e igualmente reconoce el justo valor que tiene la idea de acción, cuyo ejercicio activa
la maquinaria estatal de la jurisdicción para administrar justicia, dirimiendo los conflictos de
intereses que surgen día a día en la vida de relación. En sentido cronológico, la acción precede a la
jurisdicción y ésta promueve y de senvuelve el p ro ceso . Pero en sentido lógi co , el fundamento
de la acción y del proceso es la potestad que el poder público se irroga en cualquier sociedad
medianamente organizada. Basta que el poder político al menos incoe cierto orden social, para
que consiguiente y espontáneamente suscite cierta reglamentación en la administra ción de
justicia . A par tir de é sta , surgirán norma s complementarias que regulan la instancia de los
interesados y los pasos que deben cumplir para que haya sentencia. A ese orden lógico n o s a t e n
em o s y e s p o r e l l o q u e c om e n z ar em o s p o r t r a t a r l a jurisdicción como institución
fundamental. Equivocidad del concepto La pala bra ju risdic ción apa re ce en el lengua je jurídico
con distintos signi ficados . A sí , por ej . , se adopta el concepto como sinónimo de ámbito
territorial determinado, y se habla de las aguas jurisdiccionales venezolanas; jurisdicción como
competencia, como cuando nos referimos a la jurisdicción ordinaria y a la jurisdicción especial; o
bien, la jurisdicción como poder, potestad, prerrogativa. Pero ella es un poder y un deber al mismo
tiempo. Como el poder público ha expropiado la administración de justicia, y el orden social que
pretende establecer la ley no puede ser eficaz sin la coercibilidad de las sentencias, la función
jurisdiccional se erige en una necesidad del Estado, la cual es satisfecha con el ejercicio del
derecho de acción que tienen las personas frente al Estado para que actúe la prometida garantía
jurisdiccional; de donde se sigue que la necesidad de hacer cumplir la s leyes genera un derecho
en los sujetos que a su vez convierte la necesidad en un deber. La jurisdicción es también una
función, pero hay ciertas funciones de los órganos judiciales en los que no hay propiamente
jurisdicción, como por e j . la llamada jurisdicción voluntaria . Tampoco ba sta atender a
semejanzas de funciones para determinar el concepto de función jurisdiccional. La dificultad surge
de la teoría de la división de poderes, pues la función no corresponde a veces al cometido que
tiene a signado el órgano: ¿Qué ha ce un Congreso cuando pro cede al desafuero de uno de sus
miembros, el Poder Ejecutivo cuando dirime una controversia en virtud de los actos llamados cuasi
jurisdiccionales en asuntos de competencia desleal, calificación de despidos en caso de
inamovilidad laboral y otros, o el Poder Judicial cuando designa a uno de sus funcionarios? (cfr
COUTURE, EDUARDO J.). L a di fe re n ci a e n t re la f un ci ón j u ri s di c ci o na l y la f un ci ón l egi
sl a t i va e s m a ni fi e s t a , a u nqu e l a ll am a d a " j u r i s p r ud en ci a normativa" —antes vista
— constituye un punto de encuentro entre las normas generales abstractas y formales
sancionadas por el legislador, y las normas generales abstractas, no formales, establecidas por el
Tribunal Supremo de Justicia. La diferencia se hace más sutil, cuando y t ra tamo s de di fe ren ciar
l os a c t os jurisdi ccionale s de lo s a ct os administrativos. «Aquí es donde la distinción se hace
más difícil. La diferencia más clara es la que señala que la función administrativa ac túa sobre sus
propios intere se s (o lo s inte reses que se le han con fiado e jer cer ) . Y en la cual é sta a ctúa con
la ca ra c terís tica imparcialidad de la jurisdicción. Cuando CARNELUTTI presenta la función
procesal —cumplida por la jurisdicción— como el triángulo cuyos tres vértices son las partes y el
órgano procesal, la función administrativa es representada, a su vez, por una línea recta, para la
cual solo existen dos términos; el particular y el órgano» (VÉSCOVI, ENRIQUE). Un concepto de
jurisdicción que supere la s dificultades más comunes e stá basada en la ponde ración de tres
elemento s: forma , contenido y función de la jurisdic ción . Elementos de la jurisdicción Los
elementos externos o formales de la jurisdicción son las partes y los terceros intervinientes, el juez
y el procedimiento o itinerario legal por el que debe andar el proceso. El contenido de la
jurisdicción (thema decidendum) es el conflicto con relevancia jurídica que es necesario decidir
mediante resoluciones susceptibles de adquirir autoridad de cosa juzgada. CHIOVENDA señala
como contenido de la jurisdicción, su carácter sustitutivo, pues «la jurisdicción es la función del
Estado que tiene por fin la actuación de la voluntad concreta de la ley, mediante la sustitución, por
la actuación de los órganos públicos, de la actividad de los particulares, o de otros órganos
públicos, sea al a fi rmar la exist en cia de la v olun tad de la ley , se a al ha c e rla prácticamente
efectiva. (...) Esta sustitución opera en la jurisdicción de conocimiento sustituyendo la falta de
reconocimiento del derecho (voluntad remisa) del deudor por la voluntad del órgano judicial; en el
proceso de ejecución, la sustitución consiste en que los funcionarios del Estado, actuando
coactivamente, realizan los actos que debía hace realizado el obligado y de los cuales fue omiso,
tales como la venta de bienes para percibir el precio, el lanzamiento, la demolición de las obras
indebidamente realizadas, etc.» «Hay una estrecha relación entre la autoridad de la cosa juzgada y
la efectiva vigencia del derecho, hay una relación de medio a fin. La cosa juzgada se concibe sólo
como medio de despejar la incertidumbre del derecho y corno forma de hacerlo coactivo en los
casos de resistencia u omisión de su cumplimiento. (...) La irrevisabilidad de las decisiones
amparadas en la cosa juzgada, que da a las sentencias la autoridad de la cosa juzgada, no aparece
en ninguno de los otros modos de actuación del poder público. Una Constitución puede ser
sustituida por otra Constitución; una ley puede ser derogada por otra ley; un a cto administra tivo
puede ser revocado por otro a cto administrativo; un acto jurídico privado puede ser modificado y
reemplazado por otro acto jurídico; pero una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, no
puede ser sustituida, derogada, ni revocada por otra sentencia» (COUTURE, EDUARDO J.). El fin no
es, por supuesto, la inmutabilidad. Lo es la justicia, la paz, el orden, la seguridad, es decir, los
valores a los cuales el derecho accede y sirve. La función jurisdiccional en su eficacia es, pues, un
medio de asegurar la necesaria continuidad del derecho. Y el derecho, a su vez, es un medio de
acceso a los valores que son, ésos sí, los que merecen la tutela del Estado. «En tal sentido, la
función jurisdiccional aparece como una función integradora del derecho. Según algunos, inclusive
c r e a d o r a , p u e s t o q u e e n t r e l a n o r m a a b s t r a c t a y l a n o rm a individualizada para
el caso concreto hay una diferencia, un plus que agrega el órgano jurisdiccional a aquella regia»
(VÉscovi, ENRIQUE). El fin de la jurisdicción y del proceso El fin de la jurisdicción es asegurar la
efectividad del derecho, asegurando la continuidad del orden jurídico, para que el derecho
objetivo no sea letra muerta, cuya vigencia real progresivamente va desapareciendo por falta de
decisiones imperativas y coercibles, que reafirmen su cumplimiento forzoso, con el auxilio de la
fuerza pública si fuere necesario (Art. 21). El artículo 7° del Código Civil establece que «Las leyes no
pueden derogarse sino por otras leyes; y no vale alegar contra su observancia el desuso, ni la
costumbre o práctica en contrario, por antiguos y universales que sean». Pero la costumbre en
contrario (desuetudo) produce una derogación de hecho que se traduce en una inexistencia del
precepto legal. ¿Qué decir respecto a la costumbre tan común en nuestro país, de irrogarse los
motorizados un canal de circulación especial y exclusivo entre los que canales por donde circulan
los vehículos de cuatro ruedas? La pervivencia de la normativa que establece cuáles son los
conductos en la s calles y ca rre te ra s e s sólo fo rmal; y tiene su caus a en la falta de a c t os
coercitivos que reiteren y subrayen su vigencia, haciendo practicable la lex continuitatis que
garantiza la prolongación indefinida del derecho objetivo. Íntimamente vinculado al fin de la
jurisdicción está el fin del proceso , al punto de que llegan a confundirse . El proceso por el proceso
no existe. Su naturaleza es eminentemente teleológica; por él se pretende dirimir el conflicto de
intereses sometido a los órganos de la jurisdicción, y en él —al igual que en la jurisdicción— existe
un doble cometido: un fin privado, hacer justicia al caso concreto sub índice, cumpliendo la
prometida garantía jurisdiccional que los sujetos de derecho esperan del Estado, y un fin público
que pone en primer orden «el interés de la colectividad, ya que sus fines son la realización del
derecho y el afianzamiento de la paz jurídica. El particular puede ocupar el tiempo y las energías
de los tribunales estatales solamente en tanto que para él exista la necesidad de tutela jurídica»
(SCHÓNKE). Pero, en concepto de COUTURE, el interés de la colectividad no precede al interés
privado, sino que se halla en idéntico plano que éste. De allí estas palabras acertadas: «El Estado
no tiene en el proceso un interés superior a la suma de los intereses individuales. Lo que ocurre es
que el proceso sirve al derecho como un instrumento de creación vivificante , como una constante
renovación de la s soluciones históricas forjadas en el pasado. El derecho se realizada cada día en
la jurisprudencia. Satisfecho el interés individual, queda todavía un abundante residuo de
intereses no individuales que han quedado satisfechos», de donde se sigue que no son
antagónicas, sino aliadas y convergentes, las funciones individual y social de la jurisdicción y del
proceso. La jurisdicción voluntaria L a j u r i s d i c c i ó n v ol u n t a r i a n o e s p r o p i am e n t e u
n a c to jurisdiccional. Aún cuando en ella están presentes los aspectos subjetivos del juez, las
partes y el itinerario o trámite legal que debe seguirse para obtener el beneficio legal que se
pretende, el carácter contencioso, el contenido de la jurisdicción, no está presente. La di f e r en
cia fundamen t al en t r e la ju ri sdi c ci ón volun t a ri a y la jurisdicción contenciosa, estriba, antes
que en la forma (procedimientos) o el contenido (existencia del conflicto), en la función.
Ciertamente, en la jurisdicción voluntaria la función es meramente preventiva; en la contenciosa,
la función es dirimidora con eficacia de i r evi s a bilid a d; e s t o e s , d e c o sa j u z ga d a c on f u e
r za d e l e y (coercibilidad). En la jurisdicción voluntaria habrá —como lo declara el artículo 899 del
Código de Procedimiento Civil— demanda en forma y la posibilidad de "oír" a veces, con finalidad
informativa, aun a los interesados en sentido contrario (Art. 900); pero con todo y poder haber,
eventualmente, pluralidad de intereses y contraposición de éstos , no habrá contradictorio (sub
nomine iuris), pues no se reconocerá o se concederá nada a nadie a costa o en desmedro de otro.
No existe cosa juzgada porque la decisión no surte efecto en la esfera jurídica de persona
conocida; no hay tal oponibilidad porque falta la bilateralidad de la audiencia (audia tur altera
pars: Ar t. 94 § 1 Constitución) y no ha menester derecho a la defensa porque la función del
órgano se agota en ejercer un control o providenciar una medida de auxilio, en prevención de la
eficacia de los derechos subjetivos y (a ultranza) de integridad del derecho objetivo, en cuya
potestad aquella facultad de actuar (facultas agendi) se fundamenta. En tal sentido, el artículo 11
del Código de Procedimiento Civil establece que «La resolución que dictaren dejará siempre a
salvo los derechos de terceros y se mantendrá en vigencia mientras no cambien las circunstancias
que la originaron y no sea solicitada su modificación o revocatoria por el interesado, caso en el
cual, el Juez obrará también con conocimiento de causa». La jurisdicción de equidad «En sus
decisiones el juez debe atenerse a las normas del derecho, a menos que la Ley lo faculte para
decidir con arreglo a la equidad» (Art. 12). Se entiende por equidad la corrección del derecho
escrito en atención al sentido o intención de la norma. De allí que el juez pueda cometer la
infracción formal de la ley en atención a la razón de justicia, porque el legislador no pudo tomar en
consideración todos los casos al redactar la ley, con las peculiaridades propias de cada uno. Pero,
por otra parte, según Aristóteles, las leyes escritas•deben tener una elasticidad que termina allí
donde la equidad comience a ser peligrosa por excesiva aplicación. El riesgo de la equidad es el
subjetivismo, como la objetividad y preexistencia es la virtud de la ley escrita. La equidad es en
realidad consustancial a la función jurisdiccional, y dentro de ella cabe señalar tres grados de
atribución de equidad para el juez: a) La jurisdicción de equidad propiamente tal —que otorga el
artículo 13 del Código de Procedimiento Civil ope conventionis—; es decir, cuando las partes de
consuno han pedido al juez que juzgue según equidad, siempre que no estén en juego derechos
indisponibles de orden público, concernientes a la familia, menores o de interés social. b)
Jurisdicción de equidad ope legis, conferida por la Ley en el artículo 23: «cuando la ley dice: "El
Juez o Tribunal puede o podrá", se entiende que lo autoriza para obrar según su prudente arbitrio,
consultando lo más equitativo o racional, en obsequio de la justicia y de la imparcialidad». Este
poder discrecional que entrega la ley al juez en ciertos casos, debe tornar en cuenta las
características singulares de la litis planteada para lograr una justicia particular; una especie de
justicia que es justicia de lo especial y de lo excepcional, a fin de evitar que, en razón de la
peculiaridad del caso en litigio (sub lite) se desnaturalice o invalide la intención del legislador. La
exención que la misma ley hace de su normativa en orden a la libertad y sensatez del juez,
obedece a una razón de discreción (deber de sigilo o de secreto) y de sindéresis, por la que se le
delega la elaboración de la norma jurídica que el caso merece, dado el riesgo de que una norma
general resulte comúnmente inconveniente en cierto tipo de situaciones jurídicas. c) Finalmente,
existe una discrecionalidad ordinaria del juez; es decir, una equidad ope judicis. El juez tiene esta
opción dentro del sistema de la legalidad , en orden a la interpretación amplia o restrictiva de la
norma jurídica, según un criterio razonable y de sentido común (RECASENS SÍCHES, Luis), con
fundamento en el marco de variedad de posibilidades que brinda la necesaria indeterminación de
toda norma general, y que deviene precisamente de esa generalización. La contrapartida de la
equidad en sus efectos nocivos por exceso viene dada por la inflexibilidad (dura lex, sed lex) que
debe llevar a morigerar la objetividad que le es propia, impidiendo que ese rigor sea intolerancia
(summum ius, summa injuria). La jurisdicción como potestad Casos de inderogabilidad
convencional de la jurisdicción «La jurisdicción que corresponde a los tribunales venezolanos, s e
gún l a s di spo si ci o n e s a n t e ri o r e s , n o po d r á s e r d e r oga da convencionalmente en
favor de tribunales extranjeros o árbitros que resuelvan en el extranjero, en aquellos casos en que
el asunto se refiera a controversias relativas a derechos reales sobre bienes inmuebles situados en
el territorio de la República, o se trate de materias respecto de las cuales no cabe transacción o
que afecten los principios esenciales del orden público venezolano» (Art. 47 Ley de Derecho
Internacional Privado). De esta normativa se deduce que Venezuela no reconoce ni autoriza la
ejecución de sentencias extranjeras o de laudos arbitrales dictados en el extranjero, que versen
sobre inmuebles sitos en nuestro territorio, o que traten de materias respecto de las cuales no
puede haber transacción o que afecten los principios esenciales del orden público venezolano.
Precepto similar lo encontramos en el artículo 2° del Código de Procedimiento Civil, el cual quedó
derogado por la mencionada Ley. El artículo 47 en cuestión viene a ser una norma complementaria
del artículo 49 de la Ley de Arbitraje Comercial, del siguiente tenor: «El reconocimiento o la
ejecución de un laudo arbitral, cualquiera que sea el país que lo haya dictado sólo se podrá
denegar: a) Cuando la parte contra la cual se invoca demuestre que una de las partes estaba
afectada por alguna incapacidad al momento de celebrarse el acuerdo de arbitraje; b) Cuando la
parte contra la cual se invoca el laudo no hubiere sido debidamente notificada de la designación
de un árbitro o de las actuaciones arbitrales que así lo ameriten, o no ha podido por cualquier
razón hacer valer sus derechos; e) Cuando la composición del tribunal arbitral o el procedimiento
arbitral no se ha ajustado a la ley del país donde se efectuó el arbitraje; d) Cuando el laudo se
refiera a una controversia no prevista en el acuerdo de arbitraje, o contiene decisiones que
exceden del acuerdo mismo; e) Cuando la parte contra la cua l s e in v o c a el la udo d em u e s t r
e qu e el mi sm o no e s a ún vin culan te pa ra la s par t e s o ha sido a nulado o su sp endido con
anterioridad, por una autoridad competente de acuerdo a lo convenido por las partes para el
proceso arbitral; t) Cuando el tribunal ante el cual se plantea el reconocimiento o la ejecución del
laudo compruebe que según la ley, el objeto de la controversia no es susceptible de arbitraje o
que la materia sobre la cual versa es' contraria al orden público; g) Que el acuerdo de arbitraje no
sea válido en virtud de la Ley a la cual las partes lo han sometido». Corno podrá deducirse, el
artículo 47 concierne al literal "o", pero no del todo, pues obsta el reconocimiento y pase del laudo
por otras razones adicionales. El principio de inmunidad jurisdiccional consiste en la ineficacia de
la jurisdicción de un país para influir o interesar actos provenientes del ius imperium de otro
Estado. «En general, puede afirmarse que se acoge el principio de inmunidad de jurisdicción
cuando se trata de actos soberanos (acta jure imperii); mientras que cuando se esté en presencia
de a ctos mer cantiles o de dere cho privado (a cta jure gestionis), la inmunidad no podrá ser
invocada. Concluyó la Sala que en Venezuela, tanto la doctrina como la jurisprudencia convergen
en que lo s Estados extranjeros no pueden ser demandados ante lo s t ribunales ven ezolanos si el
hecho que mo tivó la demanda fue producido dentro de las funciones soberanas del Estado (acta
iure imperii). Por el contrario, si el Estado extranjero actuó como lo haría cualquier persona de
derecho privado (acta iur gestionis), estaría sometido a la jurisdicción de los tribunales
venezolanos» (TSJ-SPA, Sent. 19-9-2001). La perpetuatio iurisdictionis De acuerdo al artículo 3° del
Código de Procedimiento Civil La jurisdicción y la competencia se determinan conforme a la
situación de hecho existente para el momento de la presentación de la demanda, y no tienen
efecto respecto de ellas los cambios posteriores de dicha situación, salvo que la ley disponga otra
cosa. Este principio debe ser entendido con las advertencias siguientes: a) No atañe a las
mutaciones de derecho devinientes de una nueva ley que califique diferente la relación sustancial
controvertida; b) la jurisdicción y competencia se determinan por la situación de hecho existente
al momento de la demanda, mas no necesariamente por lo que se afirme en la demanda, ya que
esto sólo es un supuesto. El juez podrá siempre rectificar la errónea estimación del valor de la
demanda (Art. 38), estableciendo, con certeza oficial, la cuantía de la pretensión, sin que por ello
se desconozca el principio sentado en el artículo 3° del Código de Procedimiento Civil, pues el
mismo concierne a «mutaciones de hecho» y no a mutaciones o cambios en la apreciación de los
mismos de parte del litigante o del juez, según el caso; e) la incompetencia sobrevenida en razón
de las defensas que ejerce el demandado (Art. 50) constituye una excepción a la perpetuación
jurisdiccional. Cuando el demandante pretende la satisfacción de un derecho de crédito en
moneda extranjera, no puede aplicarse este principio de la perpetuatio jurisdictionis en el sentido
de que el precio del dólar , euro , etc. vigente a la fecha de la demanda se ha ce perenne y la
pretensión debe ser satisfecha con aplicación del factor de cambio que regía para esa fecha. Esto
equivaldría, sin más, a mutar el objeto de la pretensión, que son los dólares o moneda extranjera,
cualquiera que ella fuere, por la moneda nacional, sin tener en cuenta que los dólares constituyen
propiamente el objeto de la pretensión y los bolívares su expresión nacional, mutable. De hecho,
el artículo 95 de la Ley del Banco Central establece que: «Los pagos estipulados en moneda
extranjera se cancelan, salvo convención especial, con la entrega de lo qui\ ;dente en moneda de
(luso lepal al tipo de cambio corriente en el Itirai :1 la l'echa de parp». 2000 de la Sala de Casación
Civil ratifica la doctrina de fecha 06 de agosto de 1998, por la cual señala que en el caso de la
demanda de cobro de una deuda contraída en moneda extranjera, el valor debe ser estimado para
el momento de la interposición de la demanda. Sin embargo, podrá no ser esa la suma condenada
a pagar, de acuerdo con lo dispuesto en el ar tículo 95 de la Ley del Banco Central de Venezuela
(TSJ-SCC, Sent. 24-2-2000). El importe de una letra de cambio en moneda extranjera puede ser
pagado en bolívares, al tipo de cambio vigente para la fecha en que el pago sea exigido; pero si se
ha introducido la «cláusula de pago efectivo en una moneda extranjera», el deudor deberá hacer
el pago en la moneda estipulada (Art. 449). La corrección monetaria que ha admitido la Corte,
tampoco es impedida por esta regla del artículo 3° del Código de Procedimiento Civil, en razón de
la mutación en el factor de cambio de la moneda: el objeto de la pretensión dineraria — salvo el
caso específico del artículo 1.737 del Código Civil— tiene por objeto el valor real del dinero que es
su valor adquisitivo, y no su expresión cuantitativa; de suerte que si se devalúa la moneda y se
requiere reunir mayor cantidad de bolívares para rep re senta r el valo r real del ob je to de la p re
terisión , la reevaluación o devaluación no afecta la competencia por la cuantía del juez de la
causa. El Tribunal Supremo de Justicia ha señalado que la cuantificación de las 3.000 Unidades
Tributarias para que sea admisible el recurso de casación, debe ser hecha sobre el valor de la
Unidad Tributaria para la fecha de introducción de la demanda (cfr TSJ-SC, Sent. 12-07-2005). No
es este, propiamente, un tema de aplicación temporal de la ley, no supone la retroactividad de un
mandato legal sino la expresión del dinero en Unidades Tributarias a los fines de establecer si el
valor de la demanda alcanza las 3.000 Unidades Tributarias que señala la Ley Orgánica el Tribunal
Supremo de Justicia. Este criterio es consistente c on el p rin cipio d e la pe r pe tu a tio j uri sdi c
tioni s; pr es erva la perpetuación del conocimiento independientemente de las mutaciones de
hecho que puedan ocurrir durante el decurso de la causa. La jurisdicción arbitral Hemos visto la
aplicación espacial de la ley procesal en relación al arbitraje internacional. Pero en el enfoque
jurisdiccional, conviene Falta pag 51 ahondar un poco y registrar su naturaleza jurídica, con miras a
determinar sus consecuencias jurídicas. El arbitraje es una institución jurídica compuesta. Está
integrada por el acuerdo de arbitraje y por el proceso arbitral. Estos dos elementos se confunden
en una única realidad jurídica, sin que haya dependencia de uno sobre el otro. El primer aspecto
pone de manifiesto el ámbito (thema decidendum) de su actuación, en tanto el segundo se refiere
a la investidura judicial y a la jurisdicción que desarrolla el proceso arbitral, con las características
propias de todo proceso, sin que llegue a ser —ni a parecer siquiera lejanamente— un contrato. La
Ley de Arbitraje Comercial reconoce de pleno derecho los laudos emitidos por árbitros que hayan
sido designados, bien sea por los mismos árbitros o por las partes según el acuerdo, o, en su
defecto, por el Juez de Primera Instancia (arbitraje independiente), así como los laudos dictados
por los tribunales arbitrales formados en los Centros de Arbitra je a los que se sometan la s partes
(arbitraje institucional). Se ha explicado el arbitraje como un contrato de transacción, en virtud del
cual, y de acuerdo a las normas previstas en el Código de Procedimiento Civil y en la Ley de
Arbitraje Comercial, las partes pretenden transar sus diferencias mediante la decisión que dicte un
tercero, el árbitro o árbitros escogidos por ellas mismas. Empero, haciendo un análisis detenido, el
arbitraje no es en realidad una transacción. Los derechos indisponibles no son arbitrables: tales
derechos objeto del arbitraje son el derecho de acción pública, la opción jurisdiccional de acudir
no tener que acudir a los tribunales ordinarios y el derecho a disponer de lo que nos pertenece. No
hemos de confundir la condición indispensable de todo arbitra je (la transigibilidad de los derechos
en juego), con la naturaleza jurídica del arbitraje que viene a ser un contrato (acuerdo o
compromiso de arbitraje) para dirimir un conflicto de intereses mediante declaración laudatoria a
cargo de unos árbitros, jueces privados. Tomar el arbit ra je como una t ran sa cción , n os lleva a
una concepción iusprivatista que no explica las manifestaciones propias de la jurisdicción, la
naturaleza del proceso, el régimen de nulidades procesales, las garantías públicas del debido
proceso, los cuales también se dan en el proceso arbitral. Podemos decir —parafraseando a
CARNELUTT1— que la jurisdicción arbitral es un híbrido, un centauro jurídico, con cuerpo de
contrato y alma de ley; ambos son fuente, mediata e inmediata, de la autoridad que vincula a las
partes frente a las resultas del laudo. Es tan significativa e importante la naturaleza procesal del
arbitraje que, prácticamente constituye su esencia. De allí, pues, que pueda aceptarse el arbitraje
sólo como un acuerdo a los fines de explicar el origen de la fuerza vinculante del arbitraje y de su
carácter exclusivo y excluyente frente a la jurisdicción pública. De hecho, sólo puede ser sometido
a arbitraje —según el artículo 3° de la Ley de Arbitraje Comercial— lo que es susceptible de
transacción. Las partes someten a unos jueces privados, revestidos como tales por ellas mismas,
en virtud de la potestad que a ellas les concede la ley en asuntos disponibles. El arbitraje es
exclusivo y excluyente, según lo preceptuado en el artículo 5° de la Ley de Arbitraje Comercial Es
exclusivo por cuanto los árbitros no pueden decidir sobre cuestiones no comprendidas en el
acuerdo de arbitraje, so pena de nulidad de lo decidido por "exceso de mandato". Exceden el
mandato contractual los casos de ultra petisa y de extra petitaen el orden objetivo, y en relación a
los sujetos inmiscuidos o que se inmiscuyan, la intervención forzosa o voluntaria de sujetos no
firmantes del acuerdo de arbitraje. Por otra parte, el arbitraje es excluyente en el sentido de que
ningún otro órgano jurisdiccional, sea público o arbitral, puede dirimir el conflicto de intereses
precisado en el acuerdo o compromiso arbitral. La exclusión se hace efectiva a través de la
excepción de arbitraje. En efecto, la excepción de arbitraje es aquella que corresponde ejercer a la
parte que indebidamente ha sido demandada por ante el tribunal ordinario y no ante el tribunal
arbitral, a los fines de hacer valer el acuerdo o compromiso de arbitraje suscrito por ambos
interesados. Si el juez funcionario (estatal) encontrare aplicable la cláusula o acuerdo arbitral
invocada por el demandado en el juicio incoado ante él, declarará procedente la cuestión previa
de declinatoria de conocimiento (O rd. 1° , A r t. 346) y se abstendrá de seguir conociendo del
asunto, ordenando el archivo del expediente. En los casos de excepción de arbitraje, aun siendo
técnicamente una falta de jurisdicción, la providencia dictada por el Juzgado no tiene,
necesariamente, que ser consultada de oficio ante la Sala Político-Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia, pues puede haber sumisión tácita al no estar en juego el interés público en
cosa que atañe sólo al interés privado. El artículo 57 de la Ley de Derecho Internacional Privado
exime igualmente la consulta obligatoria de la decisión adoptada por el juez de la causa, con lo
cual se posibilita la "sumisión" tácita a la jurisdicción nacional o arbitral. De acuerdo a la Ley de
Arbitraje Comercial de 1998, el arbitraje p u e d e s e r in d ep en d i e n t e o in s t i t u c i o n a l ( t
am bi é n ll am a do administrado). El primero está regulado por la Ley y en él las partes establecen
las reglas procesales y de fondo aplicables al caso, aun cuando normalmente esta últimas son el
mismo derecho sustantivo nacional. El arbitraje institucional es aquel que se lleva a efecto en
forma asistida por un Centro de Arbitraje autorizado por la Ley, tales como el Centro de Arbitraje
de la Cámara de Comercio de Caracas (CACCC) , el Centro Empre sarial de Concilia ción y Arbi tra je
( C E DC A ) v i n c u l a d o a l a C á m a r a V e n e z o l a n a Am e r i c a n a (VenAmCham), el de la
Cámara de Comercio Internacional (CCI) y el de la American Arbitration Association (AAA)

UN IDAD I I Te rc e r a p ar t e E l Pro ce so 1. EL PROCESO. DEFINICIÓN COUTURE1 , nos señala que


en su acepción común, proceso significa progre so , transcur so del tiempo , a c ción de ir ha cia
adelante , desenvolvimiento; proceso en sí es una secuencia. Desde el punto de vista jurídico,
señala el autor en cuestión, proceso es un cúmulo de actos, su orden temporal, su dinámica, la
forma de desenvolverse, de la misma manera que un proceso físico, químico, biológico,
intelectual, todo proceso jurídico se desenvuelve, avanza hacia un fin y concluye, por lo que puede
definirse al proceso judicial, como una secuencia o serie de actos que se desenvuelven
progresivamente, con el objeto de resolver, mediante un juicio de autoridad, el conflicto sometido
a su decisión. Concluye el autor en cuestión, con el señalamiento, que esos actos constituyen en sí
mismos una unidad, ya que la simple secuencia no es un proceso sino procedimiento, tal como se
verá más adelante. Para DEVIS ECHANDÍA2 , se entiende por proceso en sentido literal y lógico,
cualquier conjunto de actos coordinados para producir un fin, en el sentido jurídico, proceso en
general es toda serie de actos coordinados para el logro de un fin jurídico; en tanto que por
proceso procesal se entiende el conjunto de actos concatenados que se ejecutan 1. Eduardo J.
COUTURE: Fundamentos del Derecho Procesal Civil, p. 122. Hernando, DEVIS ECHANDÍA, ob. cit.,
p. 162. por ante los funcionarios competentes del Poder Judicial, para obtener, mediante la
actuación de la ley en un caso determinado, la declaración, la defensa o realización coactiva de los
derechos que pretenden tener las personas privadas o públicas, en vista de su incertidumbre o de
su desconocimiento o insatisfacción, así como para tutelar el orden jurídico, la libertad individual y
la dignidad humana de las personas, en todos los casos. Por su parte, AZULA CAMACHO', nos
enseña que el proceso proviene de la palabra processus o procedere, que etimológicamente
significa marchar, avanzar, desarrollar, llevar a cabo, que según el maestro CARNELUTTI, el
proceso procesal viene siendo el conjunto de actos coordinados y sucesivos realizados por los
órganos investidos de jurisdicción y los demás sujetos que actúan con el fin de obtener la
aplicación de la ley sustancial o material a un caso concreto o particular. BELLO LOZANO, con su
claridad expresa que etimológicamente el verbo latino procedere, is ere, que está compuesto del
prefijo pro, hacia adelante, y cedere, caer, ir, llegar, lo que significa el cumplimiento de una serie
de actos dirigidos a lograr determinado objeto, y que jurídicamente se refiere a la forma regulada
de la protección del ordenamiento legal por el Estado, consistiendo en una serie de actos
tendientes a la solución coactiva y pacífica de los conflictos sociales, mediante la actuación de la
Ley, que es aplicada por los órganos jurisdiccionales creados al efecto. VESCOV14 , señala que el
proceso es el medio adecuado que tiene el Estado para resolver el conflicto reglado por el derecho
procesal, que establece el orden de los actos —procedimiento—, para una correcta —legal—
prestación de la actividad jurisdiccional, que se pone en marcha normalmente, cuando una de las
partes ejerce su derecho —poder— de acción. Para nosotros, el proceso, es una serie concatenada
de actos realizados por los órganos jurisdiccionales, quienes encarnan al Estado, tendientes a
resolver los conflictos de la colectividad, mediante la aplicación de la ley en forma pacífica y
coactiva. 3. Jaime AZULA CAMACHO, ob. cit., p. 38. 4 Enrique VÉSCOVI: Teoría General del Proceso,
p. 88. 2. PROCESO, PROCEDIMIENTO, JUICIO Y LITIGIO Con frecuencia estos cuatro conceptos
tienden a confundirse, más aún, tienden a ser utilizados como sinónimos, pero los mismos
obedecen a elementos diversos. De esta manera, quien por primera vez realizó la distinción entre
proceso y procedimiento fue CARNELUTTI, quien concibió al primero como la suma de los actos
realizados para la composición del litigio; en tanto que el procedimiento vendría siendo el orden y
la sucesión de su realización, siendo el proceso el continente y el procedimiento el contenido. De
esta manera , el proceso es uno y único, en tanto que los procedimientos son diversos o variados.
El autor en cuestión señala, que el proceso puede concebirse como el sistema decimal, en tanto
que el procedimiento como la decena, el número concreto. ALSINA5 , señala, que el
procedimiento está conformado por el conjunto de reglas a que deben someterse las partes y el
juez en la tramitación de un proceso. De esta manera puede concluirse que el proceso está
conformado por el conjunto de actos —globalización de actos—, tendientes a resolver los
conflictos colectivos, en tanto que el procedimiento viene siendo cada uno de los pasos que se
realizan dentro del proceso, es decir, la concatenación o sucesión de actos o etapas corno se
desarrolla en el proceso. CARLI, citado por ROMBERG6 , señala que el procedimiento y el proceso
e stán en una rela ción d e con tinen te y con tenido . El procedimiento es el conjunto de reglas
que regulan el juego del proceso, mientras que el proceso es el conjunto de actos procesales
tendientes a la sentencia definitiva. FENECH, citado por CARLI, citado por ROMBERG, se vale de un
símil para diferenciar ambas nociones: El procedimiento es el conjunto de instalaciones fijas del
ferrocarril, las vías; en tanto que el proceso es el tren, que marcha sobre las vías para llegar a su
destino. Para COUTURE7 , el proceso es la unidad de actos, en tanto que procedimiento es la
secuencia de éstos. Por su parte, juicio proviene del latín judicium que deriva del verbo judicare.
integrado por jus, que significa derecho, y dore o decire que significa dar, declarar, aplicar, por lo
que en su acepción etimológica juicio significa dar o declarar el derecho. Podría definirse al juicio,
corno la declaración que del derecho o no hace el juez en la sentencia definitiva, por lo que para
que exista éste, debe haber un proceso donde se siga el procedimiento para poder llegar al juicio.
Otro concepto que no puede confundirse con los antes vistos, es el de litigio, el cual no es otra
cosa que la problemática o el conflicto surgido entre los miembros de la colectividad, o de éstos
con el Estado. Con ocasión al concepto de litigio, BELLO LOZANO expresa, que es como un
conflicto de intereses de trascendencia jurídica que viene a ser un hecho patente, y al efecto
podernos hacer una breve exégesis de los elementos constitutivos e imprescindibles de un
proceso; pudiendo citar en primer lugar, a la litis que son todas las cuestiones jurídicas que las
partes someten a la decisión del juez. Para el maestro CARNELUTTI, citado por BELLO LOZANO, el
juicio en que se resuelve el proceso, constituye la solución de las cuestiones que se presentan en
el proceso; habida cuenta de la distinción entre cuestiones de orden y cuestiones de fondo,
debiendo distinguirse la hipótesis en que el proceso culmina en puro juicio de orden, de aquel en
que produzca un juicio de fondo; solamente el juicio de fondo representa el buen fin del proceso,
cuando de él no se obtiene mas que un juicio de orden, siendo que en realidad el proceso se ha
hecho en vano. 7. Eduardo J. COUTURE, ob. cít., p. 122. De esta manera, el proceso se da en la
medida que interviene el órgano jurisdiccional, por lo que no habrá proceso si no se instaura el
mismo, por su parte para el momento en que nace el proceso, ya el litigio, el conflicto existe entre
los sujetos. 3. FINALIDAD DEL PROCESO Para determinar la finalidad del proceso, previamente
debernos pasearnos por los fines de carácter general o mediatos y los específicos o inmediatos. A.
Fines de carácter general o mediatos Estos fines se contraen a un interés de índole común, que
competen a toda la colectividad, consistente en la preservación de la paz de los miembros
integrantes del grupo social, lo que se logra impidiendo que los ciudadanos hagan justicia por su
propia mano. B. Fines específicos o inmediatos Estos fines se contraen al interés particular de los
miembros de la colectividad, para preservar sus derechos y se dividen en subjetivos y objetivos. a.
Subjetivos: El fin del proceso es obtener la efectividad del derecho subjetivo reclamado por el
accionante cuando se le lesiona, desconoce, ose teme que llegue a serlo, un derecho objetivo
consagrado por el Estado; en otros términos, el reconocimiento por parte del Estado, del derecho
que ha sido lesionado y su resarcimiento. b. Objetivo: El fin del proceso es la actuación de la ley, es
decir, la aplicación de la norma sustancial o material al caso concreto que es objeto de decisión del
proceso, esta tesis es defendida celosamente por CHIOVENDA. La problemática del fin del proceso
es determinar para que sirve el mismo. De esta manera CARNELUTTI, citado por BELLO LOZANO,
señala que el proceso no tiene otra finalidad que la composición de los litigios,lográndose así la
paz social, debiéndose entender por composición la terminación del litigio mediante la sentencia,
en los juicios declarativos, o la ejecución, en los juicios de carácter ejecutivo. Para VÉSCOv19 , el
fin del proceso es de carácter jurídico, aunque se origina en el problema social, por lo que se busca
la realización del derecho, para que en definitiva se asegure la paz social y la justicia, lo cual no
excluye la composición de los litigios, sino que por el contrario la complementa. El proceso sirve
como instrumento para que el Estado cumpla sus objetivos, imponiendo a los particulares una
conducta jurídica adecuada al derecho, y a la vez brindar a éstos una tutela jurídica; igualmente
sirve para solucionar los conflictos íntersubjetivos ocurridos entre los ciudadanos —composición
del litigio, satisfacción de pretensiones—. 4. FINALIDAD DEL PROCESO SEGÚN LA CONSTITUCIÓN
DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA Con la entrada en vigencia de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, el fin del proceso es la obtención de la justicia, ya que
precisamente el proceso se utiliza como la herramienta o instrumento fundamental para este fin.
De esta manera, se observa que la Constitución señala en su artículo 20 , que Venezuela se
constituye en un Estado Democrático y Social de Derecho y Justicia, que propugna como valores
superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la
igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia de
los derechos humanos, la ética y el pluralismo político. Con relación al contenido del artículo 2° de
la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela , señala el profesor Ricardo
COMBELLAS,'que los valores supremos o superiores del Estado Enrique VÉSCOVI, ob. cit., p. 88.
venezolano referidos a los conceptos de Derecho y Justicia, se traducen en que Venezuela se
constituye como un Estado de derecho que tiene como norte alcanzar un Estado de justicia, lo cual
tiene su principal consecuencia en que el exceso de formalidades y la codificación adjetiva del
derecho, como rémoras de una concepción formalista de Estado de derecho, deben subordinarse
y hasta superarse en la interpretación del derecho en aras de facilitar la cabal realización de la
justicia. Por su parte, el artículo 26 ejusdem dispone que toda persona tendrá acceso a los órganos
de administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, inclusive los colectivos o
difusos, a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente. El
Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma,
independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formMismos o
reposiciones inútiles. El artículo 253 de la Constitución destaca que la potestad de administrar
justicia emana de los ciudadanos y ciudadanas y se imparte en nombre de la República por
autoridad de la ley. Por último, el artículo 257 de la referida Constitución Bolivariana, señala que el
proceso constituye un instrumento fundamental para la realiza ción de la justicia . Las leyes
procesales establecerán la simplificación, uniformidad y eficacia de los trámites y adoptará un
procedimiento breve, oral y público, no sacrificándose la justicia por la omisión de formalidades no
esenciales. De las normas señaladas puede apreciarse claramente que la finalidad del proceso,
según sus bases constitucionales, es la realización de la justicia mediante la composición de los
conflictos de la colectividad, en el sentido que lo que se busca es obtener la verdad aplicando de
esta manera las disposiciones legales, dejando a un lado los formalismos inútiles que entorpecen
la actividad jurisdiccional, ya que la justicia no puede ceder ante las formas, por el contrario, éstas
deben amoldarse al verdadero espíritu del proceso, como lo es la justicia. Pero, el hecho de que la
Constitución elimine las formalidades, o mejor dicho, las coloque en un segundo plano, no quiere
decir que el proceso pueda ser relajado a voluntad de las partes o del juzgador tomando como
bandera la ausencia de formalismos, ya que no puede concebirse un proceso totalmente apartado
de los mismos, puesto que el debido proceso legal, que es otra garantía constitucional de mayor
rango que los formalismos, debe cumplir con una serie de aspectos elementales o fundamentales
que, en paridad de verdad, vienen siendo formalismos tendientes a garantizar una tutela judicial
efectiva, tales como la del derecho a ser oído en juicio dentro de un plazo prudencial —derecho a
la defensa—, lo cual implica a su vez la formalidad de la cita ción; e l derecho a producir las prueba
s pertinentes en la s oportunidades establecidas en la ley; y el derecho a ser juzgado por los jueces
naturales, entre otros. Luego, el verdadero espíritu que debe dárseles a las normas
constitucionales antes referidas, es que el proceso efectivamente es instrumento para la
obtención de la justicia, la cual se materializará mediante el pronunciamiento que emita el órgano
jurisdiccional, caracterizado por su brevedad, oralidad, publicidad y ausencia de formalismos,
estos últimos entendidos como la eliminación de formas que obstaculicen el verdadero fin del
proceso, lo cual no puede entenderse en ningún momento como eliminación de parámetros,
reglas o formas que regulan el proceso, o mejor dicho, el debido proceso, que constituye una
garantía judicial inclusive por encima de la ausencia de formalismos''. De interpretarse lo contrario
sería igual a eliminar la institución del proceso. La Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de
Justicia, con relación a lo que venimos señalando expuso12: 11. Al estudiar esta norma y al
observar su aplicación en la práctica judicial, hemos podido observar que la misma colide
abiertamente con el principio y garantía constitucional del debido proceso, ya que se ha
interpretado erradamente la misma, al considerar que como consecuencia de la ausencia de
formalismos, pueden relajarse a voluntad de las partes, inclusive por el propio juez, las formas
procesales establecidas en la ley, interpretación ésta que no se encuentra en sintonía con el texto
constitucional, que lo que ha buscado es colocar las formalidades esenciales del proceso por
debajo de la justicia, pero no eliminarlos, ya que ello acabaría con toda la institución del proceso.
Decisión dictada por la Sala de Casación Social del Tribunal Supremo de Justicia, de fecha 15 de
marzo de 2000, con ponencia del magistrado Dr. Omar Alfredo MORA DÍAZ, en el juicio de Carmen
Elena Silva contra C. A. Electricidad de Occidente (Eleoccidente), expediente N 43. Nuestro texto
constitucional, sin dejar a un lado esta discusión, propone que el proceso es un instrumento para
realizar la justicia. Asumir que lo jurídico es social y que lo social es jurídico. En este sentido, la
finalidad última del proceso es la realización de la justicia, solucionando los conflictos sociales y no
la obtención de mandatos jurídicos que se convierten en meras formas procesales establecidas en
las leyes sin dar satisfacción a la demanda social, quedando la justicia subordinada al proceso. Con
ocasión al debido proceso, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia asentó'': Se
denomina debido proceso aquel proceso que reúna las garantías indispensables para que exista
una tutela judicial efectiva. Es a esta noción a la que alude el artículo 49 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, cuando expresa que el debido proceso se aplicará a toda s las
actua ciones judiciales y administrativas. Pero la norma constitucional no establece una clase
determinada de proceso, sino la necesidad de que cualquiera que sea la vía procesal escogida para
la defensa de los derechos e intereses legítimos, las leyes procesales deben garantizar la existencia
de un procedimiento que asegure el derecho a la defensa de la parte y la posibilidad de una tutela
judicial efectiva. Igualmente y en otra decisión proferida por la Sala Constitucional del Tribunal
Supremo de Justicia,14 con relación a la institución del proceso, se pronunció en los siguientes
términos: El proceso es el conjunto de normas individuales cuya organización se logra, si la
conducta de los sujetos procesales se realiza bajo las condiciones de lugar, forma y tiempo que
permitan a cada sujeto conocer con certeza la conducta realizada por los demás, para que el
proceso alcance sus fines, como los son la sentencia y la ejecución. 13. Decisión dictada por la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, de fecha 15 de marzo de 2000, con ponencia del
Magistrado Dr. Jesús Eduardo CABRERA ROMERO, en el juicio de Agropecuaria Los Tres Rebeldes
C.A., en el expediente N" 00-0118, sentencia N' 97. Decisión dictada por la Sala Constitucional del
Tribunal Supremo de Justicia, con ponencia del magistrado suplente Pedro BRACHO GRAND, en el
juicio de Carlos Alberto Campos, en el expediente N' 00-2170, sentencia N' 847. Así, el proceso es
el fenómeno jurídico complejo, constituido por una sucesión continua de actividades que realizan
en él los sujetos que intervienen, que deben cumplir las condiciones que aseguren la validez de
cada conducta en particular, así como el proceso en general, en el desenvolvimiento de la función
jurisdiccional, para mantener la paz y tranquilidad pública, por lo que es necesario su desrrollo en
el tiempo y en el espacio, a través de una serie de actos que se realizan unos a otros por los
sujetos procesales, susceptibles de constituir, modificar o extinguir el proceso... 5. OBJETO DEL
PROCESO El objeto del proceso judicial, corno nos enseña DEVIS ECHANDÍA. es la relación jurídica
o los actos jurídicos, a la cual o a los cuales deben aplicarse en el caso concreto las normas que los
regulen, para decidir sobre su existencia y sus efectos'''. 6. ELEMENTOS DEL PROCESO El proceso
se encuentra compuesto por los siguientes elementos: a. Elemento subjetivo: Se encuentra
referido a los sujetos que actúen en el mismo, tales como las partes, los terceros, el juez, y demás
funcionarios judiciales auxiliares o accidentales. b. Elemento objetivo: Este viene dado por lo que
sea objeto o materia del proceso, es decir, por lo que se esté litigando en el mismo, en otros
términos, las pretensiones de las partes. c. Elemento de actividad: Integrado por los actos
procesales, conforme a los cuales el proceso pasa de una etapa a otra, por lo que puede en
consecuencia iniciarse, desarrollarse y terminarse. 7. PRESUPUESTOS PROCESALES Los
presupuestos procesales son considerados como los elementos o requisitos necesarios para que
pueda constituirse válidamente el 15. Herrando DEVIS ECHANDÍA, ob. cit., p. 162. proceso;
también es considerado como las condiciones que deben existir a fin de que pueda tenerse un
pronunciamiento cualquiera, favorable o desfavorable, sobre la demanda, es decir, que se
concrete el poder-deber del juez de proveer sobre el mérito. Debe observarse que los
presupuestos del proceso no son las condiciones que deben darse para que exista una relación
procesal, sino que, por el contrario, vienen a ser las condiciones o requisitos necesarios sin los
cuales el juzgador no podrá emitir un pronunciamiento de fondo, de carácter válido, como sería la
incompetencia del juez, o la falta de cualidad o legitimación. Los autores limitan los presupuestos
procesales en la competencia, la capacidad procesal y la demanda en forma, excluyendo el orden
riguroso del proceso, que lo combinan con la capacidad jurídica de las partes 1( Por su parte
COUTURE17, clasifica los presupuestos procesales en los siguientes: a. Procesales de la acción:
Conformados por la capacidad de las partes y la investidura del juez --jurisdicción y competencia
—; b. Procesales de la pretensión: Referidos a los indispensables para ejercitar el derecho que se
invoca. tales como ausencia de caducidad y agotamiento de la vía gubernamental en los casos
respectivos; c. Procesales de la validez del proceso: Referidas a todas aquellas circunstancias sin
las cuales el proceso carecería de existencia o validez formal, que viene a ser la ausencia de
nulidad; d. De sentencia favorable: Referidos a la invasión del derecho por parte del accionante y
la prueba de los hechos en que se estructura, por referirse a la viabilidad. 16. Entre otros
encontramos a Leo ROSENBENG, Gian Antonio Michelli, Hugo ALSINA, Hernando MORALES
MOLINA. Eduardo J. COUTURE, ob. cit. Por su parte, AZULA CAMACHO, resume los presupuestos
procesales en dos: a. De iniciación: Identificados con la acción y la contradicción, constituidos por
la jurisdicción y la competencia, que se refiere al juez, la capacidad jurídica y procesal de las
partes, y la demanda en fo rma , c om o a c t o idóneo que pueda dar comi enz o al procedimiento;
b. De desarrollo o del procedimiento: Conformado por el debido proceso y todas las causales de
nulidad. Todos estos presupuestos procesales son de obligatoria revisión por parte del juez, en el
momento en que se presente la demanda, para lo cual, cumplidos como sean los mismos, debe
darle entrada al proceso a los fines de su tramitación; pero en nuestro sistema procesal, algunos
de estos presupuestos, como es el caso de la legitimación o cualidad de las partes, debe analizarlo
el juzgador al momento de sentenciar el mérito de la causa como punto previo, caso en el cual, de
dibujarse una falta de cualidad, no entrará a conocer del fondo del asunto debatido, siendo esta
una cuestión jurídica previa

El sistema esencial de la República Bolivariana de Venezuela, encuentra su lineamiento básico en


el contenido del artículo 2 de nuestra Constitución, el cual define al Estado Venezolano como
“democrático y social de derecho y de justicia”. Estado democrático es el sustento de toda la
organización política de la Nación basada en los principios fundamentales, que se inicia por el
ejercicio de la soberanía mediante el mecanismo de la democracia directa y de la democracia
representativa. Estado Social es aquel que tiene por objetivo la búsqueda de la justicia social, que
lo lleva a intervenir en la actividad económica como estado prestacional. Estado de derecho es el
que está sometido al imperio de la Ley, es decir, a la legalidad, lo cual se enlaza con el principio de
supremacía constitucional del artículo 7 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, que establece: “ La Constitución es la norma suprema y el fundamento del
ordenamiento jurídico. Todas las personas que ejercen el Poder Público están sujetos a esta
Constitución.” En concordancia con el sometimiento de los órganos del Poder Público a la
Constitución y las Leyes, contenido en el artículo 137 esjudem, a los sistemas de control de
constitucionalidad, que se mencionan en los artículos 334 y 336 ibidem ( Control abstracto o
difuso y control concreto) y del control contencioso administrativo, como lo prevé el artículo 259
del citado texto. El citado artículo 334 expresamente contempla: “…en caso de incompatibilidad
entre esta Constitución y una ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones
constitucionales, correspondiendo a los tribunales en cualquier causa, aun de oficio, decidir lo
conducente.” Estado de Justicia es aquel que tiende a garantizar la justicia por encima de la
legalidad formal, lo que le lleva a regular expresamente el principio de la tutela judicial efectiva y
el acceso a la justicia. (Allan Brewer Carias. “Debates Constituyentes. Aportes a la Asamblea
Nacional Constituyente.) DERECHO A LA TUTELA JUDICIAL EFECTIVA Nuestra Constitución en
concordancia al citado artículo 2, reconoce expresamente este derecho a la tutela judicial efectiva
al consagrar lo siguiente: Artículo 26. Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de
administración de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o
difusos, a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión correspondiente. El
Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea, trasparente, autónoma,
independiente, responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o
reposiciones inútiles. Este derecho constitucional, garantiza igualmente el derecho a obtener de
los tribunales correspondientes, una sentencia o resolución, y cubre además, una serie de
aspectos relacionados, como es la garantía de acceso a los órganos de administración de justicia y
con ello el acceso al procedimiento para así hacer valer toda persona sus derechos e intereses. Es
por ello que el Juez debe garantizar la igualdad entre las partes y la más amplia participación
posible de los interesados en la solución del conflicto que se encuentra bajo su conocimiento, es
decir, el Estado, la sociedad, las partes, la víctima, y el procesado, a los fines de tener un
convivencia armónica y segura, y en ese sentido vale reafirmar que el alcance de lo que debe ser
“una prospera vida en común”, como así lo define el tratadista Claus Roxin, en su obra
Introducción al Derecho Penal y al Derecho Procesal Penal. 3 En concordancia al citado dispositivo
constitucional, el artículo 257 del mismo texto establece: “El proceso constituye un instrumento
fundamental para la realización de la justicia. Las leyes procesales establecerán la simplificación,
uniformidad y eficacia de los trámites y adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se
sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales.” (Subrayado fuera de texto) En
este sentido, destaca el criterio de la Sala Constitucional, del Tribunal Supremo de Justicia,
expuesto en sentencia N° 708 de fecha 28 de mayo de 2001, en el cual resalta que el contenido del
derecho a la tutela judicial efectiva es amplísimo (alcance de los artículos 26 y 257 ambos de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela) ya que comprende los siguientes derechos:
- Derecho a ser oído por los órganos de administración de Justicia. - Derecho de acceso a dichos
órganos. - Derecho a que cumplidos los requisitos establecidos en las leyes adjetivas los órganos
judiciales conozcan el fondo de las pretensiones de los particulares. - Derecho a una decisión
dictada en derecho, que determine el contenido y extensión del derecho deducido. (Motivación) -
La garantía de que no se sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales. (Sin
formalismos ni reposiciones inútiles). En relación a esta garantía es importante señalar el
contenido de la Sentencia de fecha 28 de Julio de 2000, dictada por la Sala Constitucional, caso:
José Vicente Pinto, que refiere el contenido de los artículos 26 y 257 del texto constitucional, en
cuanto a que el Estado garantizará una justicia sin formalismos, y que no se sacrificará la justicia
por la omisión de formalidades no esenciales, y específicamente señala: - “…en lo que atañe a los
procedimientos diferentes al amparo, el Constituyente quiso evitar una rigurosidad en la
observancia de las formalidades no esenciales sin que esto signifique la no sujeción a formalidades
esenciales establecidas en las normas legales… Ratificando lo anterior, el Diccionario de la Lengua
Española define “formalismo” como la rigurosa aplicación y observancia en la enseñanza o en la
indagación científicas, del método recomendado por alguna escuela. 2. Tendencia a concebir las
cosas como formas y no como esencias. Por otra parte, el mismo Diccionario define “formalidad”
como exactitud, puntualidad y consecuencia en las acciones. 2. Cada uno de los requisitos para
ejecutar una cosa. 3) Modo de ejecutar con la exactitud debida un acto público. 4. Seriedad,
compostura en algún acto. Ahora bien, el juez, de cualquier forma, debe ser prudente en cuanto a
obviar formalidades en el proceso de amparo, evitando crear una inseguridad y caos jurídico a
consecuencia de la desobediencia absoluta a las formalidades procedimentales establecidas en las
normas legales que impliquen, por ejemplo, una violación a otros derechos y garantías
constitucionales como es el caso del debido proceso. Sin embargo, cuando la formalidad del
procedimiento limita de forma evidente la protección constitucional, el juez está obligado a
observar el fondo y omitir los requisitos formales con el objeto de evitar la continuidad de la
presunta violación constitucional…” - La garantía de que el proceso constituye un instrumento
fundamental para la realización de la justicia, tratando que si bien sea una garantía para que las
partes ejerzan el derecho a la defensa, no por ello se convierta en una traba que impida obtener
las garantías consagradas en el citado artículo 26. 4 - Garantía de una justicia expedita, sin
dilaciones indebidas, es decir a obtener un fallo definitivo en un tiempo prudente y el derecho a
obtener pronta respuesta y acertada ejecución de los fallos. CITAS JURISPRUDENCIALES: SC 23-5-
00 Ponencia del Magistrado José M. Delgado Ocando. Exp. Nº 00-0269, dec. Nº 442: Tutela de los
derechos en el proceso “La tutela a los derechos constitucionales, en el proceso, debe consistir
primordial y, en principio, completamente, en la facilitación de los medios para obtener una
decisión que se ajuste a lo alegado y probado en autos, y que en su transcurso se respeten los
derechos correspondientes a cada una de las partes. Es decir, proveer del acceso sin requisitos de
inadmisibilidad desnaturalizantes del derecho de acción; excitar la conciliación de los
contendientes; asegurar el control a las partes de los medios de prueba; evitar las dilaciones
injustificadas, y otros por igual. El proceso debe permitir el acceso y fijar una ruta segura, que dé a
los litigantes las condiciones para discernir sin presiones desmedidas lo que más les convenga, y
que no sea sólo la apremiante necesidad de recursos la que los lleve a componer la litis en
posición de clara desventaja. [...] 5.- De otro lado, y en vista de la denuncia formulada por el
accionante, considera la Sala que, con el fin de garantizar ese equilibrio entre los litigantes – por la
función social del trabajo y los beneficios públicos que reporta la satisfacción de los beneficios que
la ley otorga en esta materia–, conviene acoger como una consecuencia lógica del principio a la
tutela judicial efectiva a que alude el artículo 26 de la Constitución, darle las mayores seguridades
a la expresión de la voluntad que quede manifestada en juicio, de tal manera que sin excluir la
voluntad privada, se le rodee a las expresiones de ésta de garantías para asegurar su libre
formación y manifestación, valorizándola como expresión de la propia personalidad humana. SC
15-2-00 Ponencia del Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 00-0052, dec. Nº 29: Debido
proceso, tutela judicial efectiva y acceso a la justicia Derecho de acceso no comprende derecho a
una sentencia acertada “Se denomina debido proceso a aquél proceso que reúna las garantías
indispensables para que exista una tutela judicial efectiva. Es a esta noción a la que alude el
artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cuando expresa que el
debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales y administrativas. Pero la norma
constitucional no establece una clase determinada de proceso, sino la necesidad de que
cualquiera sea la vía procesal escogida para la defensa de los derechos o intereses legítimos, las
leyes procesales deben garantizar la existencia de un procedimiento que asegure el derecho de
defensa de la parte y la posibilidad de una tutela judicial efectiva. En consecuencia, teniendo
presente que las normas de procedimiento son una expresión de los valores constitucionales, la
acción de amparo contra resoluciones, sentencias, actos u omisiones de los Tribunales de la
República, está dirigida a proteger el derecho a un debido proceso que garantice una tutela
judicial efectiva. El derecho al juez natural consiste en la necesidad de que el proceso sea decidido
por el juez ordinario predeterminado en la ley. Esto es que se aquél al que le corresponde el
conocimiento según las normas vigentes con anterioridad. 5 Esto supone, en primer lugar, que el
órgano judicial haya sido creado previamente por la norma jurídica; en segundo lugar, que ésta lo
haya investido de autoridad con anterioridad al hecho motivador de la actuación y proceso
judicial; y, en tercer lugar, que su régimen orgánico y procesal no permita calificarlo de órgano
especial o excepcional. Si bien es cierto que el derecho de acceso a la justicia previsto en el
artículo 26 de la Constitución, comprende también el derecho una tutela judicial efectiva y a un
debido proceso, en que se obtenga una resolución de fondo debidamente razonada, este derecho
no comprende una garantía de que las sentencias sean acertadas. Esto es, que no puedan ser
jurídicamente erróneas por una infracción de la ley o por errores cometidos en la apreciación o
establecimiento de los hechos o de las pruebas. Precisamente, la Sala de Casación Civil en una
sentencia dictada el 24 de abril de 1.998 (caso Urbanizadora Nueva Casarapa C.A.), explicó los
alcances del amparo contra sentencias judiciales de la siguiente manera: “No puede ser motivo de
un recurso de amparo el juzgamiento de un Juez que considera que unas pruebas fueron
extemporáneamente promovidas y por ello no las aprecia, ya que ese es el resultado de la función
decisoria. De aceptarse que los errores (ciertos o no) de juzgamiento son objeto del recurso de
amparo, todos los fallos del país, sin excepción, serán querellables, y este no pudo ser, ni fue, la
intención del legislador. Los vicios de juzgamiento mientras no contraigan una usurpación o
extralimitación de las funciones del Juez en el sentido antes apuntado, no pueden considerarse
constitutivos de un vicio de incompetencia, y así se declara. Igualmente sobre los supuestos vicios
provenientes de mala aplicación de las normas sobre carga de la prueba y de la cosa juzgada
resultante del acuerdo entre GUARDIANES VIGIMAN S.R.L. y TOMAS DEL JESUS PICO NARVAEZ,
homologado por una inspectoría del trabajo, lo que el juzgado interpretó sobre ese tópico forma
parte de la función intelectual de juzgar que corresponde a todo Juez, quien en las
interpretaciones de normas, en el caso que ella fuera errada, no estará ni usurpando ni
extralimitándose en sus funciones, ya que está aplicando la Ley desde su punto de vista y no está
aplicando o derogando arbitrariamente norma alguna. Las razones para juzgar de los Jueces y sus
posibles concepciones erróneas, se atacan mediante el recurso de apelación, o mediante el de
casación cuando se trata de fallo de tribunales de última instancia, pero cuando la propia Ley niega
el recurso de casación, el legislador consideró que el derecho de defensa que consigna el artículo
68 de la Constitución de la República, que se desarrolla conforme a la Ley, se ejercerá solo en las
instancias. Para esta Sala los posibles errores de juzgamiento que realicen los Jueces, sobre la
apreciación de normas o sobre sus alcances, no constituyen per se extralimitación en sus
funciones, que constituyen incompetencia a los efectos del artículo 4 de la Ley Orgánica de
Amparo Sobre Derechos y Garantías Constitucionales.” (sic) Quedó indicado que el evento del cual
se deduce la necesidad de protección de derechos constitucionales, es la disconformidad del
querellado con la apreciación de los hechos realizada por el juez de control, en la audiencia para la
calificación de la flagrancia. Es de este presunto error, que el supuesto agraviado infiere las
violaciones constitucionales y su derecho a ser amparado contra la resolución judicial. Como se
expresó con anterioridad, la tutela del derecho del acceso a la justicia y al debido proceso no
comprende la posibilidad de discutir los errores cometidos en los juzgamientos. La revisión de los
errores cometidos por los jueces en su actividad decisoria, debe ser revisada, como se explicó
precedentemente, con los medios o recursos dispuestos en el ordenamiento. No es la acción de
amparo, en consecuencia, la vía idónea para proponer su examen. 6 SC 20-9-01 Ponencia del
Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 01-1114, dec. Nº 1745: Qué comprende el derecho a
la tutela judicial efectiva Por su parte, el artículo 26 de la Constitución que junto con el artículo
257 eiusdem han sido denunciado infringidos; establece el primero de ellos lo que se ha llamado el
derecho a la tutela judicial efectiva que comprende el derecho de acceso a los órganos de
administración de justicia, el derecho a obtener una decisión en derecho y el derecho que esa
decisión sea efectiva. Asimismo garantiza dicho artículo la gratuidad, imparcialidad, idoneidad,
transparencia, autonomía, independencia, responsabilidad y celeridad en la administración de
justicia, así como que dicha función debe ser equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas ni
formalismos o reposiciones inútiles. El referido artículo 257 establece la instrumentalidad del
proceso como medio de actualización de la justicia y define sus características esenciales
indicando que éste debe ser determinado por la Ley. No comprenden el derecho a la tutela judicial
efectiva ni el derecho al debido proceso, el de que la decisión resultante de un proceso sea aquella
querida o que beneficie al titular de dichos derechos, sino que dicha decisión sea obtenida dentro
del proceso legalmente establecido, desarrollado sin infracción de los particulares derechos a que
se refiere el artículo 49 de la Constitución y con las características de celeridad, ausencia de
formalidades no esenciales y otras contempladas en los artículos 26 y 257 eiusdem. SC 27-4-01
Ponencia del Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 00-2794, dec. Nº 576: Definición de
tutela judicial efectiva La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su artículo 26
consagra la Garantía Jurisdiccional, también llamada el derecho a la tutela judicial efectiva, que ha
sido definido como aquél, atribuido a toda persona, de acceder a los órganos de administración de
justicia para que sus pretensiones sean tramitadas mediante un proceso, que ofrezca unas
mínimas garantías, todo lo cual sólo es posible cuando se cumplen en él los principios establecidos
en la Constitución. Es, pues, la Garantía Jurisdiccional, el derecho de acceso a la justicia mediante
un proceso dirigido por un órgano, también preestablecido para ello por el Estado, para conseguir
una decisión dictada conforme el derecho mediante la utilización de las vías procesales prescritas
para el fin específico perseguido, en el entendido que dicho derecho en manera alguna
comprende que la decisión sea la solicitada por el actor o favorezca su pretensión, ni que en el
curso del mismo se observen todos los trámites e incidencias que el actor considere favorables a
él. El derecho a la tutela judicial efectiva comprende, asimismo, el derecho a la ejecutoriedad de la
sentencia obtenida en derecho. Ahora bien, dicha garantía implica, para los administrados, la
obligación de someter la tramitación de sus pretensiones a los órganos jurisdiccionales
establecidos por el Estado mediante las vías y los medios procesales contemplados en las leyes
adjetivas, así como también la de no obstruir, de manera alguna, la administración de justicia
desarrollada por el Estado en cumplimiento de sus funciones, lo que conlleva la obligación de no
realizar actos inútiles ni innecesarios a la defensa del derecho que se pretenda sea declarado, pues
ello, además de contravenir los artículos 17 y 170 del Código de Procedimiento Civil, podría
configurar el abuso de derecho generador de responsabilidad patrimonial u otras
responsabilidades. SC 1-6-01 7 Ponencia del Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 00-
1491, dec. Nº 956: Decaimiento de la acción por falta de interés “ El artículo 26 constitucional,
garantiza el acceso a la justicia, para que las personas puedan hacer valer sus derechos e intereses,
y a obtener con prontitud la decisión correspondiente. Tal derecho de acceso a la justicia se logra
mediante el ejercicio de la acción, que pone en movimiento a la jurisdicción, la cual no garantiza
una sentencia favorable, y que comienza a desarrollarse procesalmente desde que el juez admite
o inadmite la demanda, la petición, el escrito o cualquier otra forma de inicio del proceso. El
derecho de acceso a la justicia se ejerce al incoar la acción, pero ésta, al igual que el propio
derecho de acceso, es analizada por el juez para verificar si se cumplen los requisitos que lo
permiten, o la admisibilidad de la acción. Si ésta es inadmisible, el órgano jurisdiccional no tocará
el fondo de lo pedido, o denunciado. Cuando se rechaza in limine litis la acción, no hay negativa al
derecho de acceso a la justicia, ya que se está emitiendo un fallo, en pleno ejercicio de la función
jurisdiccional. A juicio de esta Sala es un requisito de la acción, que quien la ejerce tenga interés
procesal, entendido éste como la necesidad del accionante de acudir a la vía judicial para que se
declare un derecho o se le reconozca una situación de hecho a su favor. Si teóricamente es
irrelevante ir a la vía judicial para obtener la declaratoria del derecho o el reconocimiento o
constitución de la situación jurídica, o para preservar un daño, la acción no existe, o de existir, se
extingue, si cesa la necesidad de incoar la actividad jurisdiccional. Quien demanda a una compañía
aseguradora, por ejemplo, para que le indemnice el bien amparado por una póliza de robo, pierde
el interés procesal, si recupera el bien. Ya no necesita ni de indemnización (si ello no lo demandó),
ni de fallo que ordene la entrega del objeto asegurado. Esta pérdida de interés puede o no existir
antes del proceso u ocurrir durante él, y uno de los correctivos para denunciarlo si se detecta a
tiempo, es la oposición de la falta de interés. Pero igualmente puede ser detectada por el juez
antes de admitir la demanda y ser declarada en el auto que la inadmite, donde realmente lo que
se rechaza es la acción y no el escrito de demanda. El artículo 6, numerales 1, 2, 3, 5 y 8 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales es una evidencia de tal poder
del juez. Sin embargo, al ejercerse la acción puede fingirse un interés procesal, o éste puede existir
y luego perderse, por lo que no era necesario para nada la intervención jurisdiccional. En ambos
casos, la función jurisdiccional entra en movimiento y se avanza hacia la sentencia, pero antes de
que ésta se dicte, se constata o surge la pérdida del interés procesal, del cual el ejemplo del bien
asegurado es una buena muestra, y la acción se extingue, con todos los efectos que tal extinción
contrae, muy disímiles a los de la perención que se circunscribe al procedimiento. Dentro de las
modalidades de extinción de la acción, se encuentra -como lo apunta esta Sala- la pérdida del
interés, lo cual puede ser aprehendido por el juez sin que las partes lo aleguen, y que tiene lugar
cuando el accionante no quiere que se sentencie la causa, lo que se objetiviza mediante la pérdida
total del impulso procesal que le corresponde. Se trata de una situación distinta a la de la
perención, donde el proceso se paraliza y transcurre el término que extingue la instancia, lo que
lleva al juez a que de oficio o a instancia de parte, se declare tal extinción del procedimiento,
quedándole al actor la posibilidad de incoar de nuevo la acción. El término de un año (máximo
lapso para ello) de paralización, lo consideró el legislador 8 suficiente para que se extinga la
instancia, sin que se perjudique la acción, ni el derecho objeto de la pretensión, que quedan vivos,
ya que mientras duró la causa la prescripción quedó interrumpida. No consideró el legislador que
el supuesto de la perención, constituyese una falta de interés procesal, el cual no podía ser
certificado por tan corto plazo de inactividad, y por ello la perención no perjudica a la acción. Pero
la inactividad que denota desinterés procesal, debido a su prolongación negativa en relación con
lo que se pretende, debe tener otros efectos, ya que el derecho de obtener con prontitud la
decisión correspondiente (artículo 26 constitucional), como tal derecho de la parte, debe
ejercerse. No estableció ni la Constitución, ni los códigos adjetivos, el tiempo y la forma para
ejercer el derecho a la pronta obtención de la decisión, pero ello se patentiza con las peticiones en
el proceso en ese sentido, después de vencidos los plazos para sentenciar, o como se apuntó en el
fallo de esta Sala del 28 de julio de 2000 (caso: Luis Alberto Baca) mediante la interposición de un
amparo constitucional, cuya sentencia incide directamente sobre el proceso donde surge la
omisión judicial. La pérdida del interés procesal que causa la decadencia de la acción y que se
patentiza por no tener el accionante interés en que se le sentencie, surge en dos claras
oportunidades procesales. Una, cuando habiéndose interpuesta la acción, sin que el juez haya
admitido o negado la demanda, se deja inactivo el juicio, por un tiempo suficiente que hace
presumir al juez que el actor realmente no tiene interés procesal, que no tiene interés en que se le
administre justicia, debido a que deja de instar al tribunal a tal fin. Observa la Sala, que si en una
acción de amparo, de naturaleza urgente para evitar se consolide una lesión en la situación
jurídica del accionante, transcurre entre la interposición del escrito de amparo y la admisión del
mismo, seis u ocho meses, sin que el quejoso pida al tribunal que cese en su indolencia, surge a la
Sala la pregunta ¿cuál es el interés del querellante si han pasado más de seis meses de la fecha del
escrito de amparo y no lo ha movido más?. Indudablemente, que aunque interrumpió la caducidad
que señala el numeral 4 del artículo 6 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías
Constitucionales; sin embargo, después de tal interrupción se ha excedido en lo que era el plazo
de caducidad para intentar la acción, y, ¿qué interés procesal puede tener quien así actúa, si ha
dejado transcurrir igual tiempo que el que tenía para recurrir, sin ni siquiera instar la admisión del
amparo?. Para que se declare la perención o el abandono del trámite (artículo 25 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales), es necesario que surja la
instancia o el trámite, que se decrete la admisión del proceso, pero si surge un marasmo procesal,
una inactividad absoluta en esta fase del proceso, ¿cómo podrá argüirse que ese accionante
quiere que se le administre justicia oportuna y expedita, si su proceder denota lo contrario?, ¿Para
qué mantener viva tal acción, si uno de sus elementos: el interés procesal ha quedado
objetivamente demostrado que no existe?. La otra oportunidad (tentativa) en la que puede decaer
la acción por falta de interés, es cuando la causa se paraliza en estado de sentencia. Tal parálisis
conforme a los principios generales de la institución, no produce la perención, pero si ella rebasa
los términos de prescripción del derecho objeto de la pretensión, sin que el actor pida o busque
que se sentencie, lo que clara y objetivamente surge es una pérdida del interés en la sentencia, en
que se componga el proceso, en que se declare el derecho deducido. Es indiscutible que ese actor
no quiere que lo sentencien, por ello ni incoa un amparo a ese fin, ni una acción disciplinaria por
denegación de justicia, ni pide en la causa que le fallen. No es que el Tribunal va a suplir a una
parte la excepción de prescripción no opuesta y precluída (artículo 1956 del Código Civil), la cual
sólo opera por instancia de parte y que ataca el derecho del demandante, sino que como
parámetro para conocer el interés procesal en la causa paralizada en estado de sentencia, toma en
cuenta el término normal de prescripción del derecho cuyo reconocimiento se demanda. 9 Por lo
regular, el argumento que se esgrime contra la declaratoria oficiosa, o a instancia de parte, de tal
extinción de la acción, es que el Estado, por medio del juez, tenía el deber de sentenciar, que tal
deber ha sido incumplido, por lo que la parte actora no puede verse perjudicada por la negligencia
del Estado. Todo ello sin contar que la expectativa legítima del accionante, es que la causa en
estado de sentencia debe ser resuelta por el juez sin necesidad de instancia alguna, y sin que su
falta de impulso lo perjudique. Es cierto, que es un deber del Estado, que se desarrolla por medio
del órgano jurisdiccional, sentenciar en los lapsos establecidos en la ley, que son los garantes de la
justicia expedita y oportuna a que se refiere el artículo 26 constitucional. Es cierto que incumplir
tal deber y obligación es una falta grave, que no debe perjudicar a las víctimas del incumplimiento;
pero cuando tal deber se incumple existen como correctivos, que los interesados soliciten se
condene a los jueces por el delito tipificado en el artículo 207 del Código Penal, o acusar la
denegación de justicia que funda una sanción disciplinaria, o la indemnización por parte del juez o
del Estado de daños y perjuicios (artículos 838 del Código de Procedimiento Civil y 49
Constitucional); y en lo que al juez respecta, además de hacerse acreedor de todas esas sanciones,
si el Estado indemniza puede repetir contra él. La parte que trata por todos estos medios de que el
juez sentencie, está demostrando que su interés procesal sigue vivo, y por ello al interponerlos
debe hacerlos constar en la causa paralizada en estado de sentencia, por falta de impulso del juez.
Es más, el litigante que ha estado vigilando el expediente y que lo ha solicitado por sí o por medio
de otro en el archivo del Tribunal, está demostrando que su interés en ese juicio no ha decaído. No
comprende esta Sala, cómo en una causa paralizada, en estado de sentencia, donde desde la fecha
de la última actuación de los sujetos procesales, se sobrepasa el término que la ley señala para la
prescripción del derecho objeto de la pretensión, se repute que en ella sigue vivo el interés
procesal del actor en que se resuelva el litigio, cuando se está ante una inactividad que denota que
no quiere que la causa sea resuelta. No vale contra tal desprecio hacia la justicia expedita y
oportuna, argüir que todo ocurre por un deber del Estado que se ha incumplido, ya que ese deber
fallido tenía correctivos que con gran desprecio las partes no utilizan, en especial el actor. En los
tribunales reposan procesos que tienen más de veinte años en estado de sentencia, ocupando
espacio en el archivo, los cuales a veces, contienen medidas preventivas dictadas ad eternum, y un
buen día, después de años, se pide la sentencia, lo más probable ante un juez distinto al de la
sustanciación, quien así debe separarse de lo que conoce actualmente, y ocuparse de tal juicio. ¿Y
es que el accionante no tienen ninguna responsabilidad en esa dilación?. A juicio de esta Sala sí.
Por respeto a la majestad de la justicia (artículo 17 del Código de Procedimiento Civil), al menos el
accionante (interesado) ha debido instar el fallo o demostrar interés en él, y no lo hizo. Pero, esa
inacción no es más que una renuncia a la justicia oportuna, que después de transcurrido el lapso
legal de prescripción, bien inoportuna es, hasta el punto que la decisión extemporánea podría
perjudicar situaciones jurídicas que el tiempo ha consolidado en perjuicio de personas ajenas a la
causa. Tal renuncia es incontrastablemente una muestra de falta de interés procesal, de
reconocimiento que no era necesario acudir a la vía judicial para obtener un fallo a su favor. No es
que la Sala pretenda premiar la pereza o irresponsabilidad de los jueces, ya que contra la inacción
de éstos de obrar en los términos legales hay correctivos penales, civiles y disciplinarios, ni es que
pretende perjudicar a los usuarios del sistema judicial, sino que ante el signo inequívoco de
desinterés procesal por parte del actor, tal elemento de la acción cuya falta se constata, no sólo de
autos sino de los libros del archivo del tribunal que prueban el acceso a 10 los expedientes, tiene
que producir el efecto en él implícito: la decadencia y extinción de la acción. De allí, que considera
la Sala, a partir de esta fecha, como interpretación del artículo 26 Constitucional, en cuanto a lo
que debe entenderse por justicia oportuna, que si la causa paralizada ha rebasado el término de la
prescripción del derecho controvertido, a partir de la última actuación de los sujetos procesales, el
juez que la conoce puede de oficio o a instancia de parte, declarar extinguida la acción, previa
notificación del actor, en cualquiera de las formas previstas en el artículo 233 del Código de
Procedimiento Civil, si ello fuere posible, y de no serlo, por no conocer el tribunal dónde realizar la
notificación, o no poder publicar el cartel, con la fijación de un cartel en las puertas del tribunal. La
falta de comparecencia de los notificados en el término que se fije, o las explicaciones poco
convincentes que exprese el actor que compareciere, sobre la causa de su inactividad y los efectos
hacia terceros que ella produjo, las ponderara el juez para declarar extinguida la acción. EL
PRINCIPIO DE INMEDIACION Inmediación o inmediatividad. Es la relación personal y directa entre
jueces y partes (y jueces con testigos, peritos y otros participantes en el proceso). Obedece a la
facilitación de la “perceptibilidad” por los jueces de la actividad oral de dichas personas. Resalta su
importancia especialmente en cuanto a la prueba: que el Juez se halle “personalmente” en
contacto con las personas que en ella intervengan, de tal modo que pueda dirigir su practica,
interrogar directamente a las partes, a testigos y a peritos, observar sus reacciones ( aguaje
corporal). Este principio esta indisolublemente unido al de ORALIDAD, ya que la verdadera
inmediación impone a las partes y juez a tribunal que se hallen en presencia directa y hablen entre
ellos, y lo mismo con los testigos y expertos o peritos, facilitando las aclaraciones sobre todos los
extremos litigiosos, suministra los mejores puntos de vista sobre las situaciones de hecho y las
mejores impresiones sobre las personas, y con ello la labor de información del juez se hace más
fácil y así se pierde menos tiempo. ( Fuente: Doctrina General del Derecho Procesal. Hacia una
teoría y Ley procesal generales. Autor: Victor Fairen Guillen. Barcelona-España.) Además de la
cercanía del juez con la realidad del proceso, en virtud del contacto directo con las personas y las
cosas que lo constituyen, exige un conocimiento directo 11 de las cosas que son objeto del
proceso de manera que percibe directamente el ámbito de la controversia y de la atmósfera
donde ocurrieron los sucesos que son debatidos por las partes, con lo cual se aspira a que el juez
esté lo más cerca posible de los acontecimientos, ya que mientras mas cerca esté de los hechos
sobre los cuales va a juzgar más eficaz será su declaración de certeza y podrá plasmar su
convencimiento, en razón de que el Juez busca la verdad en los límites de su oficio, mediante los
aportes que contradictoriamente presenten las partes como sustento de sus alegatos y a él le
corresponde escoger entre dos versiones antitéticas. Por ello el ideal de justicia es que el juez se
encuentre los mas cerca posible de la ocurrencia de los hechos sobre los cuales habrá de resolver.
DILACIONES INDEBIDAS Concepto que comprende el desconocimiento de los términos y lapsos de
ley sin motivo probado y razonable, que conlleva la vulneración del debido proceso y con ello el
derecho a la tutela judicial efectiva. Este desconocimiento o la no observación de los términos
procesales con diligencia, atenta igualmente la seguridad jurídica o certeza del derecho que el
proceso penal debe garantizar, no solo para las partes sino para los administrados. Si bien el
acatamiento de los términos dentro de los cuales deben adelantarse las respectivas diligencias
judiciales, y cuya dimensión señala el legislador ( principio de preclusión de los actos) es un
derecho del proceso, este no es absoluto, pues su consagración constitucional muestra un límite
externo, cual que para considéralo como violación al debido proceso y a la tutela judicial efectiva
es necesario que la mora judicial sea injustificada. Por ello debe advertirse que adelantar el
proceso es una tarea que le corresponde al Estado por medio de quienes administran justicia,
Tribunales de la República, y los encargados de ellos, los jueces no pueden escudarse en el
desinterés de los ofendidos en la investigación para abstenerse en adelantarla, aunado a que la
ineficacia del Estado no puede justificar la violación de derechos fundamentales. El cumplimiento
estricto de los lapsos y términos es una de las bases del debido proceso y del derecho de igualdad
de las partes y en tal razón la Constitución estableció que su incumplimiento acarreara sanciones.
JURISPRUDENCIA : SCC 23-2-01 Ponencia del Magistrado Carlos Oberto Vélez. Exp. Nº 00-024, dec.
Nº 13: Pretensión manifiestamente improponible En virtud de lo antes expuesto, esta Sala
considera que el juzgado de Primera Instancia en lo Civil, Mercantil y del Tránsito de la
Circunscripción Judicial del estado Lara, debió declararse incompetente con fundamento en lo
establecido en el artículo 329 del Código de Procedimiento Civil, por no ser ese tribunal el llamado
a conocer de tal recurso, pues la sentencia ejecutoriada cuya invalidación se solicita fue dictada
por otro tribunal. En consecuencia, el Juzgado de Primera Instancia no cumplió con el principio
fundamental procesal de la “obligatoriedad de los procedimientos establecidos en la ley”, porque
al pronunciarse acerca de la admisión de la demanda de invalidación, dejó de observar una norma
de orden público como la indicada, y por ende se subvirtió el debido proceso, de lo cual resulta la
nulidad del auto de admisión del recurso. Por otra parte, la inobservancia del preindicado artículo
329, acarrea para la administración de justicia una pérdida de tiempo, pues darle curso a los
recursos propuestos por el demandante, y admitirlos de conformidad con lo establecido en el 12
artículo 312 eiusdem y la doctrina sostenida por esta Sala, se estarían infringiendo los principios de
celeridad y economía procesal, y se estaría poniendo en movimiento la jurisdicción
innecesariamente, que contraría el deber que le está impuesto a los Órganos Jurisdiccionales de
garantizar una justicia “...expedita sin dilaciones indebidas, sin formalismos...”, consagrados en los
artículos 26 y 257 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ya que no tiene
sentido proseguir una causa en la que el tribunal que conoce del asunto es incompetente. Por
tanto, esta Sala de conformidad con el artículo 11 del Código de Procedimiento Civil, de oficio
conoce de la violación de orden público del tantas veces mencionado artículo 329 del Código de
Procedimiento Civil y del principio del debido proceso, ocurrida en este procedimiento, en
acatamiento igualmente a la doctrina establecida en la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia
en Sala Constitucional de fecha 9 de marzo de 2000, (caso: A. Savattis. Exp Nº 0126), que expresó:
“… El Juez que dentro de un proceso lo conociera, que responde por la integridad y supremacía de
la Constitución, de oficio tendría que dejar sin efectos tales determinaciones judiciales, ya que
ellas contrarían el orden público constitucional y las violaciones del orden público se declaran de
oficio…”. Con base en la precitada doctrina y en mérito de los argumentos antes expuestos, esta
Sala de Casación Civil amplía el criterio establecido en las sentencias del 27 de julio de 1994,
ratificada en fecha 23 de septiembre de 1999, y establece, que en materia del recurso de casación
de la invalidación, prevista en el artículo 337 del Código de Procedimiento Civil, además de los
supuestos establecidos en dicha doctrina, es necesario que se cumplan los presupuestos,
considerados por la Sala, para la existencia y validez del proceso, necesarios para lograr la
satisfacción de la tutela judicial, y que por vía de consecuencia exista procesalmente una sentencia
favorable o adversa, recurrible en casación, conforme se ha venido aplicando en los asuntos
ordinarios. En consecuencia, en la admisión de un recurso de casación, para su sustanciación y
posterior decisión, la pretensión debe ser atendible en derecho, y no una manifestación
improponible, como lo es subiudice, que contraría los principios de economía y celeridad procesal,
en clara contravención de los postulados contenidos en los artículos 26 y 257 de la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela. Por esa razón, la Sala considera que el recurso de hecho
debe ser declarado sin lugar por ser improcedente en derecho, debido a que no existe, como se
indicó, sentencia que pueda se revisada en esta sede, tal como se declarará de manera expresa
positiva y precisa en la dispositiva del presente fallo. Así se establece. SC 18-7-02 Ponencia del
Magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz. Exp. Nº 01-1376, dec. Nº 1686: Excesiva dilación para
decidir viola derecho a tutela judicial efectiva En cuanto a la omisión de pronunciamiento, esta
Sala observa que, el 27 de octubre de 1998, según consta en copia, que está certificada, del Libro
Diario del Juzgado Superior Tercero Agrario Accidental, comenzó a correr el lapso de cuarenta (40)
días hábiles de despacho para que se dictase sentencia en la causa identificada con el nº 2-93-041
nomenclatura del referido Tribunal y que a la fecha han pasado más de tres (3) años sin que se
hubiere dictado sentencia en el referido expediente, a lo cual se añade que las partes
manifestaron en la audiencia que ignoran la ubicación y destino del expediente de la causa
posesoria. Esta tardanza y dicha ignorancia constituyen una evidente violación al derecho de toda
persona a la obtención de una tutela judicial efectiva y, con ello, a la obtención de una justicia
oportuna, expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles (ex artículo 26
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela). 13 ACCESO A LA ADMINISTRACION
DE JUSTICIA Este derecho constitucional se ha calificado como un derecho medular, es decir, como
la garantía real y efectiva que el Estado le ofrece al individuo para poder acudir, para resolver
controversias que surjan con otros individuos u organizaciones y con el mismo Estado, ante un
Juez, con miras a obtener una resolución motivada, ajustada a derecho, y dictada de conformidad
con el procedimiento y las garantías constitucionales previstas en la Constitución y la Ley. Para que
el acceso a la administración de justicia sea efectivo no basta con que el Juez le dé tramite a la
solicitud, sino que es necesario que éste proceda a la resolución de las peticiones, previo el análisis
y la ponderación de las pruebas y los argumentos que se aleguen al respectivo proceso, o que él
recopile, lo cual le permitirá arribar a una conclusión y dictar una decisión razonada y razonable,
ajustada a las disposiciones legales en concordancia a la Constitución. JURISPRUDENCIA: SC 22-9-
00 Ponencia del Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 00-1289, dec. Nº 1077: El acceso a la
justicia se logra mediante la acción El artículo 26 de la vigente Constitución establece con carácter
constitucional, el derecho de acceso a la justicia, lo cual se logra mediante la acción. Con el
ejercicio de la acción, las personas tratan de hacer valer sus derechos o intereses. Se trata de
derechos subjetivos e intereses jurídicos, requiriendo el artículo 16 del Código de Procedimiento
Civil, norma que rige el proceso en general, que dichos intereses sean actuales. Todo derecho
subjetivo que se hace valer mediante la acción involucra un interés jurídico, el cual consiste en el
interés sustancial en la obtención de un bien, que, como expresa el Profesor Calamandrei
(Instituciones de Derecho Procesal Civil según el nuevo Código. EJEA. Buenos Aires. 1973. Tomo I.
Pág. 269), constituye el núcleo del derecho subjetivo. Pero puede existir interés jurídico que no
corresponda a ningún derecho subjetivo actual, sino a necesidades eventuales, a precaver
situaciones, y ello da origen a demandas como la de retardo perjudicial por temor fundado a que
desaparezcan las pruebas (artículo 813 del Código de Procedimiento Civil); o a la tercería
coadyuvante prevista en el ordinal 3° del artículo 370 del mismo código; o a la apelación del
tercero, en cuanto se vea afectado por una decisión judicial (artículo 297 eiusdem), e incluso la
que originaba la llamada acción de jactancia prevista en el artículo 672 del Código de
Procedimiento Civil de 1916. Se trata de defender hacia el futuro situaciones jurídicas, sin solicitud
de declaración de 14 derechos a favor de quien ostenta el interés, el cual es también actual en el
sentido que se hace necesaria de inmediato la actuación. Este interés jurídico, que es diferente al
interés procesal, entendido éste como la circunstancia que hace indispensable poner en práctica la
garantía jurisdiccional (Calamandrei ob. cit. p. 269), es el que fundamenta el llamado recurso de
interpretación sobre el contenido y alcance de los textos legales, en los términos contemplados en
la ley (numeral 6 del artículo 266 del vigente Constitución). Se trata de un interés jurídico, que no
persigue la obtención de un bien que constituye el núcleo del derecho subjetivo, sino otro tipo de
bien, en este caso el que se fije el contenido o alcance de un texto legal, lo cual, como interés,
coincide con el que tiene alguien, de que no se ejecute en su contra un fallo que nace en un
proceso donde originalmente no es parte, y donde la decisión que se dicte no declara la existencia
de un derecho a su favor, sino de otro, viéndose favorecido por tal declaratoria. En la acción de
interpretación constitucional, se está en presencia de un interés legitimo destinado a obtener
certeza sobre el sentido y alcance de una disposición constitucional. SC 28-11-01 Ponencia del
Magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz. Exp. Nº 00-3202, dec. Nº 2458: El juez debió negar la
admisión por impropia acumulación En efecto, es bien cierto que el artículo 26 de la Constitución
de la República Bolivariana de Venezuela establece el derecho de acceso a la administración de
justicia y, con él, el derecho de acción; pero también es verdad que éste último configura la llave
que abre las puertas del proceso, el cual ha de transcurrir debidamente, según los artículos 49
(...el debido proceso se aplicará a todas las actuaciones judiciales...) y 253, primer aparte
(...corresponde a los órganos del Poder Judicial conocer de las causas y asuntos de su competencia
mediante los procedimientos que establecen las leyes...), ambos del texto constitucional. En el
caso laboral de autos y ante la acumulación planteada al juez de primera instancia que conoció la
causa, por la aplicación de las normas constitucionales anteriormente mencionadas y de los
artículos 146, 52 y 341 del Código de Procedimiento Civil, debió negar la admisión de dichas
demandas, aún de oficio, por ser contrarias al orden público y a disposición expresa de la ley. Por
ello considera la Sala que la inaplicación de las normas últimas citadas, a la hipótesis de
acumulación de las demandas que consta en autos, se traduce en una violación a los imperativos
constitucionales precedentemente nombrados, y así se decide con fundamento en el artículo 335
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. SPA 29-3-00 Ponencia del Magistrado
José Rafael Tinoco. Exp. Nº 11.611, dec. Nº 700: La acción se corresponde con el derecho a
solicitar la tutela judicial El juez de la causa motiva la declaratoria de falta de jurisdicción, en la
inexistencia en autos de demanda que diera inicio al proceso. En atención a esta consideración del
a quo estima la Sala oportuno realizar las siguientes consideraciones: La acción se corresponde
desde el punto de vista subjetivo con el derecho que tienen los particulares de solicitar a los
órganos jurisdiccionales la tutela de sus derechos e intereses, facultad está que se contrapone con
la potestad juzgadora del estado. Ahora bien los sujetos de derecho ejercen esta facultad, según la
naturaleza jurídica de la pretensión, mediante la demanda u otra institución procesal tendiente a
la iniciación del proceso como la denuncia, el recurso y las solicitudes incoadas ante los tribunales.
15 De lo expuesto se colige que la demanda no constituye el único medio procesal de instar el
proceso, argumento que aplicado al caso de autos evidencia el error en que incurre el juez al
desconocer el asunto planteado con base a la inexistencia del escrito libelar, ya que el asunto le
fue sometido a su conocimiento a través de una solicitud hecha con fundamento en la normativa
legal que regula la materia. ACCESO MATERIAL A LA JUSTICIA Y ACCESO FORMAL A LA JUSTICIA SC
24-1-02 Ponencia del Magistrado Jesús E. Cabrera Romero. Exp. Nº 01-0770, dec. Nº 77: Contenido
material y formal del acceso a la justicia: relación con la acción Precisa esta Sala Constitucional,
que la parte accionante en amparo, alega como vulnerado el derecho de acceso a los órganos de
administración de justicia, contenido en el artículo 26 de la Constitución, el cual dispone: “Toda
persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración de justicia para hacer valer sus
derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los mismos y a obtener
con prontitud la decisión correspondiente. El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible,
imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin
dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles”. En sentencia de esta Sala del 22 de
septiembre de 2000 (caso: Servio Tulio León), se estableció el contenido del derecho de acceso a la
justicia, en los términos siguientes: “El artículo 26 de la vigente Constitución establece con
carácter constitucional, el derecho de acceso a la justicia, lo cual se logra mediante la acción. Con
el ejercicio de la acción, las personas tratan de hacer valer sus derechos o intereses. Se trata de
derechos subjetivos e intereses jurídicos, requiriendo el artículo 16 del Código de Procedimiento
Civil, norma que rige el proceso en general, que dichos intereses sean actuales. Todo derecho
subjetivo que se hace valer mediante la acción involucra un interés jurídico, el cual consiste en el
interés sustancial en la obtención de un bien, que, como expresa el Profesor Calamandrei
(Instituciones de Derecho Procesal Civil según el nuevo Código. EJEA. Buenos Aires. 1973. Tomo I.
Pág. 269), constituye el núcleo del derecho subjetivo. Puede existir interés jurídico que no
corresponda a ningún derecho subjetivo actual, sino a necesidades eventuales, a precaver
situaciones, y ello da origen a demandas como la de retardo perjudicial por temor fundado a que
desaparezcan las pruebas (artículo 813 del Código de Procedimiento Civil); o a la tercería
coadyuvante prevista en el ordinal 3° del artículo 370 del mismo código; o a la apelación del
tercero, en cuanto se vea afectado por una decisión judicial (artículo 297 eiusdem), e incluso la
que originaba la llamada acción de jactancia prevista en el artículo 672 del Código de
Procedimiento Civil de 1916. Se trata de defender hacia el futuro situaciones jurídicas, sin solicitud
de declaración de derechos a favor de quien ostenta el interés, el cual es también actual en el
sentido que se hace necesaria de inmediato la actuación”. Igualmente, en fallo de esta Sala
Constitucional del 5 de junio 2001 (caso: Gloria Janeth Stifano Mota), se reconoció el carácter
material de esta garantía procesal, al considerar el derecho de acceso universal a la justicia, como
una garantía previa al proceso: De manera que, el derecho constitucional contemplado en el
artículo antes transcrito, refiere dos bienes jurídicos relacionados entre sí, pero que merecen un
tratamiento diferenciado, ya que en dicha norma se hace referencia a unas garantías procesales
por una parte y por la otra, a una garantía previa al proceso, que comporta una interacción entre
el justiciable debidamente asistido por abogado y el órgano jurisdiccional, interacción que sólo se
logra a través de un eficaz acceso a los tribunales, dado que, el primer paso para acceder al órgano
jurisdiccional y por ende al proceso, empieza por el acceso físico a lo que constituye la sede de
dicho órgano, y 16 cuando se limita o de alguna manera se restringe dicho acceso, sin duda alguna
se está transgrediendo el precepto constitucional antes referido.” Observa esta Sala, que el
derecho de acceso a la justicia no solo comporta el acceso formal, a través de la “acción”, por
medio de la cual se hacen valer los derechos e intereses individuales, colectivos o difusos, sino que
se requiere que tal acceso sea efectivo, fáctica y jurídicamente eficaz, esto es, que pueda
materializarse; exigencia ésta, que implica la obligación de garantizar el acceso físico a las sedes
judiciales, tribunales colegiados o unipersonales, en fin, a los espacios destinados previamente
para la administración de justicia. En el caso sub judice, y conforme a la doctrina jurisprudencial
establecida por esta Sala, no se observa la aducida violación al derecho de acceso a la justicia, por
cuanto el acto emitido por el Juzgado Segundo de Primera Instancia del Trabajo de la
Circunscripción Judicial del Estado Miranda, que fija el acto de remate al “...décimo (10) día de
despacho siguiente a la publicación y consignación de ley a las 10:00 am en la sala de (ese)
despacho y que podrá ser verificado en la dirección del inmueble antes señalada”, ya se
materializó. En efecto, pudo constatar esta Sala que, tal y como lo señala el a quo: “...cursa en el
folio 69 del expediente, acta de fecha 14 de diciembre del año 2000, oportunamente fijada para
que tenga lugar el acto de remate, el tribunal fijó la cantidad para tomar parte en el acto de
remate y fijó un lapso de media hora para ser (sic) postura. Al vencimiento del mismo, le concedió
la buena pro (sic) al único postor, ciudadano Carlos Damián Torres ”. FORMALISMOS O
REPOSICIONES INUTILES. SC 7-3-02 Ponencia del Magistrado Iván Rincón Urdaneta. Exp. Nº 01-
1580, dec. Nº 389: Excesivos obstáculos por formalismos La justicia constituye uno de los fines
propios del Estado Venezolano, conforme lo estatuye el artículo 2 de la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela, fin que realiza a través del proceso, como un instrumento
fundamental. El propio Texto Constitucional se ha encargado de desarrollar las garantías y
principios que deben imperar en todo proceso, dentro de las cuales se encuentran la garantía de
una justicia “sin formalismos o reposiciones inútiles” o la del no sacrificio de la justicia por “la
omisión de formalidades no esenciales”, previstas expresamente en sus artículos 26 y 257. De allí
que, por mandato constitucional, el principio de la informalidad del proceso se constituye en una
de sus características esenciales. El principio de la informalidad del proceso ha sido estudiado por
la doctrina y la jurisprudencia constitucional, como un elemento integrante del derecho a la tutela
judicial efectiva, específicamente al derecho de acceso a la justicia, pues debe garantizársele a
todo ciudadano que desee someter un asunto a los órganos jurisdiccionales, que obtendrá una
respuesta motivada, proporcionada y conforme al ordenamiento legal preexistente. A la par del
derecho del justiciable a obtener un pronunciamiento de fondo, el propio ordenamiento jurídico
ha establecido una serie de formalidades que pueden concluir con la terminación anormal del
proceso, ya que el juez puede constatar que la irregularidad formal se erige como un obstáculo
para la prosecución del proceso. Así, el juez puede constatar el incumplimiento de alguna
formalidad y desestimar o inadmitir la pretensión de alguna de las partes, sin que ello se traduzca,
en principio, en una violación al derecho a la tutela judicial efectiva, ya que esas formalidades han
sido establecidas como una protección de la integridad objetiva del procedimiento. Pero no todo
incumplimiento de alguna formalidad puede conducir a la desestimación o inadmisión de la
pretensión, ya que para ello el juez debe previamente analizar: a) la finalidad legítima que
pretende lograse en el proceso con esa formalidad; b) constatar 17 que esté legalmente
establecida, c) que no exista posibilidad de convalidarla; d) que exista proporcionalidad entre la
consecuencia jurídica de su incumplimiento y el rechazo de la pretensión. Solamente cuando el
juez haya verificado que no se cumplan con los elementos antes descritos es que debe
contraponer el incumplimiento de la formalidad con el derecho fundamental a la tutela judicial
efectiva, específicamente de acceso a la justicia, para desechar o inadmitir la pretensión del
justiciable y en caso de dudas interpretarse a favor del accionante, ello en cumplimiento del
principio del pro actione. Resulta pertinente citar sentencia del Tribunal Constitucional Español Nº
90/1983 del 7 de noviembre de 1983, que precisó: “Ya que constitucionalmente no son admisibles
aquellos obstáculos que pueden estimarse excesivos, que sean producto de un innecesario
formalismo y que no se compaginen con el derecho a la justicia o que no aparezcan justiciados y
proporcionados conforme a las finalidades para las que se establecen, que deben ser, en todo
caso, adecuadas al espíritu constitucional, siendo en definitiva el juicio de razonabilidad y
proporcionalidad el que resulta transcendente”. De allí que para poder desestimar o inadmitir la
pretensión del justiciable tenga que analizarse los elementos descritos en párrafos anteriores,
para luego determinar si esos eran formalismos intrascendentes o no esenciales, caso en el cual el
proceso debe seguir, o por el contrario si esos formalismos era trascendentes o esenciales, caso en
el cual, puede terminarse el proceso anticipadamente. SC 19-8-02 Ponencia del Magistrado Iván
Rincón Urdaneta. Exp. Nº 01-2840, dec. Nº 2029: Formalidades no esenciales y tutela judicial
efectiva Conforme a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, “toda persona tiene
derecho de acceso a los órganos de administración de justicia para hacer valer sus derechos e
intereses” y a la “tutela efectiva de los mismos” (artículo 26 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela). Ahora bien, dicha tutela judicial no se reduce únicamente al acceso a
los órganos judiciales para hacer valer la pretensión invocada por el justiciable, sino a obtener una
decisión de fondo sobre la resolución de la controversia, sea favorable o no, y a que a que la
misma sea ejecutada. En este sentido, esta Sala, en su decisión del 10 de mayo de 2001, (Caso:
Juan Adolfo Guevara y Otros), estableció lo siguiente: “El derecho a la tutela judicial efectiva, de
amplísimo contenido, comprende el derecho a ser oído por los órganos de administración de
justicia establecidos por el Estado, es decir, no sólo el derecho de acceso sino también el derecho
a que, cumplidos los requisitos establecidos en las leyes adjetivas, los órganos judiciales conozcan
el fondo de las pretensiones de los particulares y, mediante una decisión dictada en derecho,
determinen el contenido y la extensión del derecho deducido”. Dicho derecho de acceso a los
órganos jurisdiccionales y a obtener un pronunciamiento de éstos, se conjuga con los valores
superiores del ordenamiento jurídico que propugna nuestro Texto Constitucional, entre otros, los
relativos a la preeminencia de los derechos humanos y a la justicia (artículo 2), la cual se realiza a
través del proceso, y es a la luz de dichos valores que se constitucionalizan las garantías
procesales. De allí, la existencia de los requisitos procesales destinados a la adecuada ordenación
del proceso, el cual está sujeto a una serie de formas que rigen su tramitación. En principio, estas
formalidades procesales no atentan contra el derecho a la tutela judicial efectiva; sin embargo, a
fin de no enervar un derecho fundamental por el resguardo de otro, debe atenderse a los efectos
que generaría el eventual incumplimiento de una forma procesal, toda vez que el artículo 257 de
la Carta Magna establece que “no se sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no
esenciales”. 18 Por tanto, resulta impretermitible para esta Sala, delimitar cuándo una forma
omitida es esencial o no, habida cuenta que el proceso es el único instrumento para la realización
de la justicia, por lo que no pueden convertirse las formas procesales en una traba que impida a
los justiciables el acceso a los órganos jurisdiccionales, y menos aún que se sacrifique la justicia por
el incumplimiento de dichas formalidades. Al respecto, la Sala de Casación Social de este Tribunal
Supremo de Justicia, mediante decisión del 19 de septiembre de 2001, (Caso: Sociedad Mercantil
FLETES H.G., C.A.), en cita del Autor Arístides Rengel Rombert, estableció lo siguiente: (omissis)...
“Conforme a esta doctrina, para determinar si la forma omitida es esencial, es necesario averiguar
si la omisión ha impedido al acto alcanzar su fin, porque entre la forma y el fin del acto existe una
relación necesaria, toda vez que la forma está dada como medio para la obtención del fin, y si el
acto ha alcanzado su fin, no puede decirse que está privado de formalidades esenciales. Por lo
demás, el fin del acto ha de buscarse no ya en la nulidad que una de las partes pretenda derivar
del mismo, sino en la finalidad que la ley le ha asignado objetivamente”. Por tanto, lo esencial o no
de una forma procesal está estrechamente vinculado al principio finalista del acto que se trate, de
tal modo que si la omisión de la formalidad impide que el acto alcance su fin, estaremos en
presencia de una forma esencial. 19 ERROR JUDICIAL SC 10-5-01 Ponencia del Magistrado Jesús E.
Cabrera Romero. Exp. Nº 00-1683, dec. Nº 708: Contenido del derecho a la tutela judicial efectiva
Error de derecho al aplicar las causas de inadmisión viola el derecho a la tutela Observa esta Sala,
que el artículo 26 de la Constitución vigente, consagra de manera expresa el derecho a la tutela
judicial efectiva, conocido también como la garantía jurisdiccional, el cual encuentra su razón de
ser en que la justicia es, y debe ser, tal como lo consagran los artículos 2 y 3 eiusdem, uno de los
valores fundamentales presente en todos los aspectos de la vida social, por lo cual debe impregnar
todo el ordenamiento jurídico y constituir uno de los objetivos de la actividad del Estado, en
garantía de la paz social. Es así como el Estado asume la administración de justicia, esto es, la
solución de los conflictos que puedan surgir entre los administrados o con la Administración
misma, para lo que se compromete a organizarse de tal manera que los mínimos imperativos de la
justicia sean garantizados y que el acceso a los órganos de administración de justicia establecidos
por el Estado, en cumplimiento de su objeto, sea expedito para los administrados. El derecho a la
tutela judicial efectiva, de amplísimo contenido, comprende el derecho a ser oído por los órganos
de administración de justicia establecidos por el Estado, es decir, no sólo el derecho de acceso sino
también el derecho a que, cumplidos los requisitos establecidos en las leyes adjetivas, los órganos
judiciales conozcan el fondo de las pretensiones de los particulares y, mediante una decisión
dictada en derecho, determinen el contenido y la extensión del derecho deducido, de allí que la
vigente Constitución señale que no se sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no
esenciales y que el proceso constituye un instrumento fundamental para la realización de la
justicia (artículo 257). En un Estado social de derecho y de justicia (artículo 2 de la vigente
Constitución), donde se garantiza una justicia expedita, sin dilaciones indebidas y sin formalismos
o reposiciones inútiles (artículo 26 eiusdem), la interpretación de las instituciones procesales debe
ser amplia, tratando que si bien el proceso sea una garantía para que las partes puedan ejercer su
derecho de defensa, no por ello se convierta en una traba que impida lograr las garantías que el
artículo 26 constitucional instaura. La conjugación de artículos como el 2, 26 ò 257 de la
Constitución de 1999, obliga al juez a interpretar las instituciones procesales al servicio de un
proceso cuya meta es la resolución del conflicto de fondo, de manera imparcial, idónea,
transparente, independiente, expedita y sin formalismos o reposiciones inútiles. En este orden de
ideas, considera esta Sala, que la decisión de un tribunal de última instancia mediante la cual se
declare inadmisible una acción, basada en un criterio erróneo del juzgador, concretaría una
infracción, en la situación jurídica de quien interpone la acción, del derecho a la tutela judicial
efectiva, lo cual si bien no ha sido alegado por los accionantes, puede ser analizado de oficio por el
juez constitucional, tal como ya lo ha dicho esta Sala en numerosos fallos. Ha dicho esta Sala,
reiteradamente, que los errores de juzgamiento en que pueda incurrir el juez en el cumplimiento
de su función, en la escogencia de la ley aplicable o en su interpretación, o en la apreciación de los
hechos que se les someten y las infracciones legales, sólo será materia a conocer por el juez
constitucional cuando constituyan, a su vez, infracción directa de un derecho constitucionalmente
garantizado. En el presente caso, los accionantes han denunciado como causa eficiente del hecho
que señalan como constitutivo de la lesión, un error de juzgamiento en el que presuntamente
habría incurrido el juzgador al encontrar que en la interposición de la demanda se produjo la
inepta acumulación a que se refiere el numeral 4 del artículo 84 de la Ley Orgánica de la Corte
Suprema de Justicia, fundamento legal de la declaratoria de inadmisibilidad de la acción
propuesta. En atención a lo expuesto, considera esta Sala, que debe entrar a analizar la existencia
o inexistencia de la causa de inadmisibilidad que sirvió de base a la 20 sentencia accionada y
determinar si su aplicación se debió a un error de juzgamiento en que hubiere incurrido el
sentenciador, cuyo resultado haya sido impedir a los accionantes el ejercicio de su derecho de
acceso a la jurisdicción, comprendido dentro del derecho a la tutela judicial efectiva.
LEGITIMACION SC 6-2-01 Ponencia del Magistrado José M. Delgado Ocando. Exp. Nº 00-096, dec.
Nº 102: Legitimación como presupuesto a una sentencia de fondo La doctrina más calificada,
define en los siguientes términos el significado de la legitimación a la causa: “Al estudiar este tema
se trata de saber cuándo el demandante tiene derecho a que se resuelva sobre las determinadas
pretensiones contenidas en la demanda y cuándo el demandado es la persona frente a la cual
debe pronunciarse esa decisión, y si demandante y demandado son las únicas personas que deben
estar presentes en el juicio para que la discusión sobre la existencia del derecho material o
relación jurídica material pueda ser resuelta, o si, por el contrario, existen otras que no figuran
como demandantes ni demandados.”(Ver Hernando Devis Echandía. Tratado de Derecho Procesal
Civil, Tomo I. Editorial Temis. Bogotá. 1961.Pág 489). La legitimación a la causa alude a quiénes
tienen derecho, por determinación de la ley, para que en condición de demandantes, se resuelva
sobre sus pretensiones, y si el demandado es la persona frente a la cual debe sentenciarse. En
palabras del eminente procesalista Jaime Guasp: “Legitimación procesal es la consideración
especial en que tiene la ley, dentro de cada proceso, a las personas que se hallan en una
determinada relación con el objeto del litigio, y en virtud de la cual exige, para que la pretensión
procesal pueda ser examinada en cuanto al fondo, que sean dichas personas las que figuren como
partes en tal proceso” (subrayado de la Sala. Ver Jaime Guasp, Derecho Procesal Civil. Instituto de
Estudios Políticos. Gráficas González. Madrid. 1961. pág. 193). Precisa Carnelutti sobre las dos
cuestiones fundamentales a las que debe responder el proceso y que, a la vez, constituyen su
razón de ser; “.…media una cuestión de legitimación, cuando la duda se refiere, no a si el interés
para cuya tutela se actúa está en litigio, sino a si actúa para su tutela quien debe hacerlo…” (ver.
Carnelutti.Sistema de Derecho Procesal Civil. Tomo III. Uteha Argentina. Unión tipográfica Editorial
Hispano América. Buenos Aires 1.944.pág 165). Dentro de los presupuestos materiales de la
sentencia de fondo, en particular de la sentencia favorable, se encuentran los presupuestos de la
pretensión; a saber: a) la legitimatio ad causam; b) el interés para obrar; y c) en algunos casos, el
cumplimiento de ciertos requisitos previos para que el juez pueda proveer sobre el fondo de la
controversia, como podría ser, en nuestro ordenamiento procesal, algunos procedimientos
especiales, tal la preparación de la vía ejecutiva Ahora bien la legitimatio ad causam es uno de los
elementos que integran los presupuestos de la pretensión, entendidos éstos como los requisitos
para que el sentenciador pueda resolver si el demandante tiene el derecho a lo pretendido, y el
demandado la obligación que se le trata de imputar; la falta de legitimación acarrea ciertamente
que la sentencia deba ser inhibitoria; no se referirá a la validez del juicio ni a la acción, sólo será
atinente a la pretensión, a sus presupuestos. Se trata pues, de una valoración que debe realizar el
sentenciador sobre la pretensión, para poder proveer sobre la petición en ella contenida. Así,
señala Devis Echandía: ”Como se ve, la legitimación es, en realidad, un presupuesto de la
pretensión contenida en la demanda, entendiendo el concepto en su verdadero sentido; es decir,
que sea procedente la sentencia de fondo. Forma parte de la fundamentación de la demanda en
sentido general, pero si falta es más apropiado decir que ésta es improcedente, porque así se da
mejor idea de la situación jurídica que se presenta; no procede entonces resolver sobre la
existencia del derecho o relación jurídica material, 21 y el juez debe limitarse a declarar que esta
inhibido para hacerlo. Y se debe hablar de demanda infundada, cuando no se prueba el derecho
material alegado o cuando aparezca una excepción perentoria que lo desvirtúe o extinga.” (Ver
Hernando Devis Echandía. Tratado de Derecho Procesal Civil. Tomo I. Editorial Temis.Bogotá. 1961.
pág. 539) En el Procedimiento Ordinario Civil tal examen previo no puede resolverse in limine,
porque no atañe a la validez de la acción, ni siquiera a la del proceso; sólo puede realizarlo el juez
al momento de entrar el juicio en el conocimiento del fondo, por ser el examen de los
presupuestos de la pretensión. Sin embargo, estima esta Sala, en cuanto a lo que atañe a la
naturaleza jurídica del juicio de amparo, y a su teleología, que la falta de legitimación debe ser
considerada como una causal de inadmisibilidad que afecta el ejercicio de la acción, pudiendo ser
declarada de oficio in limine litis por el sentenciador, con la finalidad de evitar el dispendio de
actividad jurisdiccional, lo cual se encuentra en consonancia con el fin último de la institución del
amparo constitucional y con los preceptos generales que orientan su concepción, como son la
celeridad, la economía procesal y la urgencia, a fin de evitar dilaciones inútiles. Así las cosas, es
claro que las accionantes no tenían cualidad para solicitar mediante la presente acción de amparo
que se revocara una medida precautelativa que fue decretada sobre bienes que no forman parte
del patrimonio de las accionantes y que sí forman parte del patrimonio de la comunidad conyugal
en referencia. Así se declara. 22 "TUTELA JUDICIAL EFECTIVA” La efectividad de la tutela judicial
presupone, (I) en lo material, la idoneidad de los mecanismos que ofrece el ordenamiento para
una protección que requiera la intervención del juez; (II) en lo subjetivo, presupone un aparato
judicial con jueces idóneos, cuya organización garantice el cumplimiento de esa finalidad, y de allí,
una organización judicial fundada sobre la base de los principios de autonomía, independencia y
responsabilidad. I.- En lo material En lo material –idoneidad de los mecanismos- vamos a abordar a
su vez, (1) los aspectos generales y (2) específicos de la Tutela Judicial Efectiva. 1.- Aspectos
generales: En lo material: es decir, en lo relativo a los mecanismos que la garantizan, dos
precisiones generales deben hacerse para delimitar el tratamiento que a la Tutela Judicial Efectiva,
como derecho, ha de dársele. De una parte, (1.1) el objeto de protección de la Tutela Judicial
Efectiva y, de la otra, (1.2) el alcance de la protección, es decir, los aspectos que ella comprende.
1.1.- Objeto de la Tutela Judicial Efectiva: La tutela judicial efectiva, como su nombre lo indica, se
concibe como el derecho a obtener de los órganos judiciales una tutela eficaz. Sobre qué versa esa
tutela eficaz es lo que llamamos el objeto de la tutela judicial efectiva y este es, en general (y de
allí que la doctrina hable de la tutela judicial general) los derechos, y en particular los derechos
públicos subjetivos, individuales y colectivos y la protección del individuo ante el ejercicio ilegal del
Poder. La tutela judicial surge como derecho constitucional luego de la segunda guerra mundial,
como respuesta a la arbitrariedad que imperaba en los tiempos que la precedieron en los países
de la Europa Fascista, siendo que bajo el lema del acto de gobierno y de la discrecionalidad se creó
toda una gama de actos del Ejecutivo exentos de control judicial y se verificaban procesos penales
que eran tan sólo en apariencia tales –meros simulacros- (Javier Barnés Vázquez). Es así como, a
manera de hacer frente a esta arbitrariedad del Poder, se contempla la tutela jurisdiccional como
derecho en Italia, en la Constitución de 1947 (artículo 24) y en Alemania (Ley Fundamental de
Bonn de 1949 (artículos 103.1 y 19 IV). Pero si bien la tutela judicial nace como derecho
constitucional asociado a la idea de justiciabilidad de la administración y a la materia penal, es lo
cierto que la tutela judicial efectiva debe entenderse como derecho fundamental que comprende
algo más: la intervención efectiva del Estado –a través de los órganos judiciales- para la resolución
de los conflictos de todo orden, incluidos los jurídico- privados. Ciertamente, siendo la justicia una
de las funciones del Estado, el acceso a los órganos encargados de impartirla, se erige en un
derecho necesario para garantizar la primacía del ordenamiento y de los derechos que éste
confiere, aunque lo más importante sea, sin duda, el respeto de los derechos humanos. La tutela
judicial efectiva debe vincularse entonces con la garantía de la seguridad jurídica que protege
esencialmente la dignidad humana y el respeto de los derechos personales y patrimoniales,
individuales y colectivos. Pero además, la tutela judicial es mecanismo garante del respeto del
ordenamiento jurídico en todos los 23 órdenes y la sumisión a derecho tanto de los individuos
como de los órganos que ejercitan el Poder. Contribuye a la seguridad jurídica, en efecto, la
existencia de un orden de tribunales encargados de hacer efectivo el respeto de los derechos y, en
general, la debida aplicación de la ley y la sumisión del Poder al ordenamiento jurídico
preexistente. En el restablecimiento de los derechos humanos, la tutela judicial efectiva es un
derecho que los protege directamente, en los otros dos aspectos –resolución de conflictos
jurídico-privados y control del poder arbitrario- es un derecho que se vincula además con la
seguridad jurídica y con la paz social, que se genera cuando la justicia está a cargo de órganos del
Estado o en todo caso cuando éste provee los mecanismos alternativos de resolución, bajo un
régimen por él regulado. De manera que la tutela judicial efectiva es un concepto que va más allá
de los aspectos que dieron lugar a su consagración constitucional: hacer frente a la arbitrariedad
del poder. Insistimos, ésta debe entenderse referida además a la resolución de los conflictos
jurídico-privados, es decir, debe abarcar la posibilidad de acceder a órganos de justicia para
resolver los conflictos mediante la aplicación del derecho al caso concreto de una manera tan
eficaz como la que debe procurarse en los casos en que se halle involucrada la justiciabilidad de la
administración u otro órgano del Poder Público. Así lo entiende el Pacto de San José cuando
consagra el derecho de acceso a los órganos de justicia no sólo para la sustanciación de cualquier
acusación penal formulada contra las personas, sino también “... para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.”(artículo 8). En
consecuencia, el estudio de la tutela judicial efectiva comprende, como derecho fundamental, tres
objetos: a.- El acceso a una vía judicial idónea para imponer el respeto de los derechos humanos y
restablecerlos cuando ellos hayan sido vulnerados; b.- El acceso a una vía judicial idónea para
enfrentar la arbitrariedad en el ejercicio ilegal del Poder Público, en todas sus manifestaciones y
restablecer las situaciones infringidas y responsabilizar al Estado y sus agentes por los daños
ocasionados; y c.- El acceso a una vía judicial idónea para resolver los conflictos entre particulares
y establecer con carácter definitivo la responsabilidad de éstos en los ámbitos penal, civil y
administrativo. No puede decirse que haya una tutela judicial efectiva porque la protección de los
derechos fundamentales está bien garantizada por el amparo, que se concibe como un proceso
expedito y urgente, es necesario que ese mismo tipo de protección pueda lograrse mediante la
justicia ordinaria. En este sentido, la experiencia venezolana es muy interesante, porque,
precisamente, en atención a la vigencia de la tutela judicial efectiva, el amparo se ha pretendido
utilizar para cubrir las ineficiencias de la justicia ordinaria. Además de la desnaturalización de esta
vía, la circunstancia apuntada no es deseable porque debe procurarse –y el ordenamiento ofrece
soluciones- un sistema judicial capaz de proteger este derecho en todos los ámbitos que su objeto
cubre, es decir, tanto en el campo de los derechos humanos como en la solución de los conflictos
jurídico-privados como en el control de legalidad de los actos del Poder Público y la
responsabilidad del Estado y sus agentes por ellos a través de las acciones ordinarias. 1.2.- Alcance
de la Tutela Judicial Efectiva (Aspectos que comprende): 24 Delimitado el objeto de la Tutela
Judicial Efectiva, interesa puntualizar los aspectos que ella comprende, y, en este sentido, debe
decirse que la tutela judicial efectiva es algo más que el sólo acceso a los órganos de
administración de justicia, como fue originalmente concebido este derecho. Ciertamente la
Constitución del 61 –artículo 68-, al igual que otros textos constitucionales y como se prevé en los
Acuerdos Internacionales, preveía el derecho de acceso a los tribunales, pero no se refería de
manera expresa a una tutela judicial efectiva, sino que ella –como se ha dicho- se derivaba de
otras disposiciones y de los acuerdos internacionales, en todo caso –como derecho humano que
es- no ameritaba el reconocimiento constitucional para su aplicación, como así lo señaló nuestra
jurisprudencia. Pero es que en verdad el derecho a la justicia no se verifica necesariamente con un
derecho de acceso a los órganos encargados de impartirla, pues con tal posibilidad no se garantiza
esa tutela judicial efectiva que hoy se proclama a texto expreso como derecho fundamental. Y es
que en efecto, una cosa es, el acceso a los órganos de justicia como derecho y otra más completa
es que ese acceso garantice una tutela judicial efectiva, no obstante que bien podría decirse que
sin ella no hay verdadero acceso a la justicia aunque formalmente se haya accedido al órgano
judicial. En este sentido puede afirmarse que la tutela judicial efectiva es una noción que
constituye un avance en la concepción del derecho de acceso a los órganos de justicia, o, en todo
caso, en este concepto se conjugan todos los aspectos que por separado conforman las garantías
judiciales de los derechos humanos y que como tales constituyen, igualmente, derechos
fundamentales. La Tutela Judicial Efectiva es, sin duda, una noción más acabada, más completa del
derecho de acceso a los órganos de justicia. Como afirmó Ebers, citado por Barnés Vázquez, la
tutela judicial efectiva es la coronación del Estado de derecho. Y la consagración constitucional del
concepto “tutela judicial efectiva” se inspira en la doctrina constitucional española, la cual lo
desarrolla a raíz de su consagración expresa en el Texto del año 78. La Constitución del año 1961,
garantizaba en su artículo 68 el acceso a los órganos de administración de justicia, en los
siguientes términos: “Todos pueden utilizar los órganos de la administración de justicia para la
defensa de sus derechos e intereses, en los términos y condiciones establecidos por la ley, la cual
fijará normas que aseguren el ejercicio de este derecho a quienes no dispongan de medios
suficientes. La defensa es derecho inviolable en todo estado y grado del proceso” Puede entonces
observarse que el derecho de acceso a la justicia se concebía como el derecho al uso de los
órganos de administración de justicia, lo cual en la práctica no siempre garantizaba la efectividad
de la tutela judicial, pues los términos y condiciones establecidos en la ley, podían conspirar contra
ello. Fue la jurisprudencia, fundamentalmente en materia de amparo constitucional y en el área de
lo contencioso administrativo, en la cual las inmunidades y prerrogativas del Poder Ejecutivo y de
la Administración en general obstaculizaban la tutela judicial efectiva, que este principio se fue
imponiendo, como base de muchas de las decisiones en las que en efecto se establecía que el
mero acceso al órgano judicial era insuficiente, si éste no otorgaba una protección justa y eficaz de
los derechos del accionante. 25 La Constitución Española, -como hemos dicho- por su parte,
concebía este derecho de acceso a la justicia en el sentido de la obtención de una tutela judicial
efectiva. El artículo 24 –que inspira nuestra norma actual- está redactado en los siguientes
términos: Artículo 24: 1. Todas las personas tienen derecho a obtener la tutela judicial efectiva de
los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún
caso, pueda producirse indefensión.” La Constitución del 99, recipiendaria de la influencia que la
norma Constitucional española y la doctrina administrativa habrían ejercido en nuestra
jurisprudencia, consagra ahora, de manera expresa, la tutela judicial efectiva, como derecho. La
nueva Constitución, en su sobrevenida exposición de motivos proclama la garantía procesal
efectiva de los derechos humanos. La tutela judicial efectiva se ha consagrado “como una de las
implicaciones del Estado democrático y social de derecho y de justicia”. Así, en el artículo 26,
dispone: “Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración de justicia para
hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos, a la tutela efectiva de los
mismos y a obtener con prontitud, la decisión correspondiente. El estado garantizará una justicia
gratuita, accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente, responsable,
equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.” Las ideas
de justicia accesible, imparcial, oportuna autónoma e independiente – aspectos que integran la
noción de tutela judicial efectiva- ya se hallaban contemplados en la Convención Americana Sobre
Derechos Humanos (Pacto de San José) en la garantía judicial del derecho de acceso a los órganos
de administración de justicia al prever en el artículo 8 lo siguiente: “1. Toda persona tiene derecho
a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal
competente, independiente e imparcial, establecido con anterioridad por la ley, en la
sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o para la determinación de sus
derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter.” De manera que
una tutela judicial efectiva abarca los siguientes aspectos: a.- El acceso al órgano judicial y al
proceso; b.- La defensa contradictoria: es decir, la posibilidad de ejercer todas las defensas; y c.- La
sentencia efectiva. 2.- Aspectos específicos: Delimitado el ámbito material en su aspecto general –
objeto y alcance de la Tutela Judicial Efectiva- vamos ahora a referirnos a algunos aspectos
específicos que al cumplimiento de ese ámbito propenden. En este sentido nos referiremos a
cómo la tutela judicial efectiva se garantiza, en todos estos aspectos (acceso, defensa y efectividad
del fallo) con vista a los distintos ámbitos que su objeto comprende (protección y restablecimiento
de los derechos humanos; interdicción de la arbitrariedad del ejercicio ilegal del Poder; y en
resolución de los conflictos jurídico-privados). 26 2.1.- Fácil determinación de la competencia
judicial La tutela judicial efectiva en cuanto al derecho de acceso al órgano judicial presupone, en
primer lugar una fácil, sencilla, clara, y general determinación del órgano judicial competente, y en
ello respecto de todos los órdenes, es decir, de los tres ámbitos de actuación. La protección de los
derechos humanos, el control de legalidad del ejercicio de poder y la resolución de las
controversias en general se garantiza en la medida en que el acceso a la justicia sea
verdaderamente eficaz. En la medida en que la determinación misma del órgano al que debe
acudirse sea difícil, compleja, oscura y casuística es indudable que por más proclama que se haga
no habrá en la práctica una tutela judicial efectiva ni una justicia accesible, como corresponde en
un Estado de derecho y de Justicia. La determinación casuística de la competencia como es
práctica, violentando la reserva de ley que al efecto hace la propia Constitución, impide que exista
un sistema de efectiva tutela de los derechos humanos. Es fácil constatar todas las peripecias que
la determinación de la competencia en la materia de amparo, donde las disposiciones de ley no
fueron lo suficientemente claras y en todo caso los aspectos claramente regulados no fueron
respetados por el juez en su labor de aplicación de la norma. Así se constata por ejemplo, cuando
se analiza el caso de la determinación de la competencia de los tribunales contencioso
administrativos en materia de amparo, que se negó, se aceptó y no ha tenido consistencia en
algunos casos puntuales. También estas peripecias se constatan cuando se analiza la aplicación del
fuero personal que consagra el artículo 8 que establece que respecto de ciertas autoridades debe
conocer la Sala del Tribunal Supremo en la materia afín, y respecto de la cual se ha dicho que no
son todos los que está ni están todos los que son, porque aún tratándose de un fuero deben
entenderse incluidos los funcionarios de similar rango, en la cual a veces no ha habido acuerdo,
como ocurrió con el Gobernador del D.F y se ha dicho también que aun estando –como el caso de
los Ministros- no se aplica el fuero si la materia no es relevante políticamente, como sería el área
funcionarial. Ahora, con el argumento de la aplicación inmediata de las nuevas disposiciones
fundamentales del texto del 99, el Supremo Tribunal en Sala Constitucional en sus primeras
decisiones determinó el régimen de competencias. Esta decisión, aun cuando no es el mecanismo
deseable, ha puesto cierto orden en el asunto, porque si bien conspira contra un buen sistema de
justicia la falta de precisión legal en la asignación de competencias judiciales, conspira aún más la
constante variación de los criterios jurisprudenciales. La jurisprudencia en su relación con el
derecho debe ser, a lo más, suplemento y complemento de la legislación, pero, en ningún caso,
sustituto de aquella y menos aun modificador. Al juez no le compete, en un sistema de división de
poderes, la elaboración del derecho original, no le compete, en síntesis la realización de actividad
legislativa y menos aún la realización de una actividad derogatoria de la ley. La declaratoria
constitucional del Estado como un estado de Justicia no puede sustentar válidamente el que se
haya modificado el sistema jurídico al punto de que podamos asumir el sistema del juez político o
del juez delegado o del legislador intersticial, que describe la función judicial en los países del
common law, en los que sin embargo se reprocha el hecho de que los jueces no son capaces de
crear derecho conforme con la voluntad del conjunto de la sociedad ni son ellos los órganos
adecuados para resolver cuestiones políticas, que subyacen en la actividad de legislación. Como
indica Bell, carece el Juez de legitimación democrática para tomar decisiones sobre las que hay
conflicto de valores. 27 El imperio de la ley es principio básico de la organización como elemento
constitutivo del Estado en Venezuela, de manera que el juez debe estimarse como ejecutor de la
ley, aun cuando con creatividad jurisprudencial, en el sentido de que a él compete aplicar
coherentemente el derecho, interpretando la política del legislador y aún resolviendo lo no
previsto, con base a las regulaciones análogas y teniendo por norte los principios generales, pero
en ningún caso deberá, pues carece de legitimidad para ello, asumir el rol que al legislador
corresponde. (Joaquín Rodríguez-Toubes Muñiz, Principios, Fines y Derechos Fundamentales). No
es aceptable en un sistema de tutela judicial efectiva que el tema de la competencia, entre otros,
sea imposible analizarlo, incluso en el caso del amparo constitucional, sin considerar no sólo la
jurisprudencia de la Sala Constitucional sino en general la de los tribunales de la República, que
más que precisar lagunas, contienen regulaciones totalmente innovadoras en esta materia. Lo
mismo ocurre en materia contencioso-administrativa, donde el acceso a la justicia, y en particular
el tema de la determinación de la competencia, es un asunto que merece preocupación, porque la
creación jurisprudencial y la interpretación del juez es elemento definidor de la misma en muchos
casos. Es indudable, que no puede estimarse que exista una verdadera tutela judicial efectiva si la
escogencia del juez competente está sometida a la mayor incertidumbre por ser la norma confusa
o aun siendo clara y precisa porque el juez se permite la imposición de un criterio totalmente
contrario a ésta. Veamos un ejemplo concreto: Los actos del extinto Gobernador del Distrito
Federal se estimaban debían ser juzgados por el tribunal que juzgaba los de los demás
gobernadores, pues se trataba de autoridades similares, esto es: los tribunales superiores con
competencia en lo contencioso administrativo; luego se estableció que su similitud con los
Ministros, por tratarse de una figura designada por el Presidente y con asistencia al Consejo de
Ministros, imponía que su juzgamiento, al menos en materia de amparo, correspondiese al mismo
tribunal que conocía de los actos de aquellos, esto era: la Sala Político-Administrativa de la extinta
también Corte Suprema de Justicia; pero también existía la tesis, de que en verdad no era ninguno
de estos dos tribunales los que debían conocer, porque no tratándose de un gobernador de estado
ni de un ministro, debía entonces corresponder al tribunal que conce de los casos no
expresamente atribuidos, esto es: la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo. Todos estos
criterios pueden plantearse además en casos concretos, de manera que a la hora de intentar la
acción se tenían tres posibilidades conocidas, sin contar con el talento creativo del juez escogido,
que bien pudiera en el caso específico crear una cuarta solución. Como este muchos otros
ejemplos serían posibles, lo cierto es que la determinación de la competencia es un asunto que
atañe al acceso al órgano judicial y en el que la buena técnica del legislador al regularla es
indispensable para una tutela judicial efectiva, pero en el que la buena técnica del juez al aplicarla
es igualmente esencial y cuando éste antes que aplicarla la establece, afecta sin duda este
elemento fundamental de una Tutela judicial efectiva. 2.2.- Proceso idóneo y expedito. Otro
aspecto que también interesa a los fines de una tutela judicial efectiva y que atañe al acceso al
proceso, es la regulación de la acción que se pone a disposición del ciudadano para obtenerla. En
este sentido, la tutela judicial efectiva entendida como derecho referido al acceso a una vía judicial
idónea para imponer el respeto de los derechos humanos y restablecerlos cuando ellos hayan sido
vulnerados se encuentra garantizada por el mecanismo del amparo constitucional. 28 El artículo
19 de la Constitución dispone que “el Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de
progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e
interdependiente de los derechos humanos. Su respeto y garantía son obligatorios para los
órganos del Poder Público del conformidad con la Constitución, los tratados sobre derechos
humanos suscritos y ratificados por la República y las leyes que los desarrollen.” Obsérvese que el
Estado se obliga a garantizar los derechos que el Texto Constitucional prevé así como los
contenidos en acuerdos internacionales, pero tales derechos no le son otorgados a los ciudadanos
por el texto constitucional, “la garantía es la creación de la Constitución, en tanto que los derechos
protegidos por esa garantía son los derechos del hombre que no provienen de ley alguna, sino
directamente de la calidad y de los atributos naturales del ser humano.”1[1] Los hombre tienen
derechos humanos y los Estados el deber de respetarlos, su reconocimiento es un paso previo,
pues contiene la declaración del Estado en cuanto a su compromiso a ello. Pero más que una
simple declaración, el texto fundamental debe contener los instrumentos o mecanismos a
disposición de los particulares para obligarlo al respeto de esos derechos, y estos mecanismos son,
precisamente, las garantías. Tradicionalmente se había considerado que una de esas garantías era,
precisamente, el amparo, entendido como un mecanismo puesto a disposición del ciudadano para
la protección de los derechos humanos. Sin embargo, en cuanto tal garantía, el Estado debía
mediante la ley regular las acciones y trámites que de manera expedita y eficiente permitieran su
uso. El Estado no sólo tardó más de 20 años en dictar las normas legales reguladoras de tal
institución, lo cual si bien no impidió que la labor jurisprudencial lo aplicara y desarrollara sus
principios sin duda mermó el efectivo uso del recurso por parte de los ciudadanos, pues la acción
de amparo, con anterioridad a la ley de la materia era excepcional. Dictada la ley de amparo se
desbordó el mecanismo, pues su uso resultó desbordador, tanto en la búsqueda de la protección
de los derechos, para lo cual se creó, como para sustituir las acciones de control de legalidad o de
justicia ordinaria, dada la inefectividad de estos mecanismos procesales. Evidentemente que en
ningún caso esto podía entenderse, como algunas autoridades pretendieron, como el producto de
una ley defectuosa, ni sería justo atribuirlo a situación de corrupción del poder judicial, que si bien
existente, no era en verdad lo que explicaba el uso abrumador y en algunos casos abusivo del
amparo constitucional. Esto era la consecuencia de contar al fin con un medio regulado específico
que diera respuesta a la arbitrariedad usual de los órganos del poder y de particulares que en
situación de supremacía procedían sin reparo en los derechos de quienes a ellos se hallaban sujeto
en virtud de relaciones jurídicas especiales (laborales, educativas, de prestación de servicios, etc).
La Ley de Amparo, sin embargo, resultó a la par que vía canalizadora de esta necesidad,
demasiado reguladora y limitativa, pues no sólo previó las acciones de amparo posibles, con lo
cual se restringía el espectro de accionabilidad para la protección de los derechos, sino que sus
normas resultaban confusas (amparo sobrevenido), insuficientes (carácter suspensivo del amparo
conjunto y la regulación del desacato) y en otros casos técnicamente incorrectas (efecto no
anulatorio del amparo autónomo), ello sin tener en cuenta que limitaba igualmente o permitía la
limitación del acceso a la justicia constitucional de amparo, al regular en un extenso artículo
causales de inadmisibilidad –que ahora se estiman en su mayoría de 1[1] Montero Aroca, Juan,
Independencia y Responsabilidad del Juez. 29 improcedencia- y entre las cuales se prevé la opción
por vías ordinarias –hoy precisado a su carácter idóneo- o la caducidad, que limita sin duda la
materia. También la legitimación fue elemento que impidió la protección de derechos
constitucionales por cuestiones de mera formalidad. La Constitución del 99 concibe al amparo
como un derecho y no como una garantía. Y esta concepción del amparo como derecho se
corresponde con la declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas (10-
10-48), la cual contempla entre tales derechos “el derecho a obtener en los tribunales el remedio
a las violaciones de los derechos fundamentales.” Las acciones y procedimientos previstos para
ello, serían la garantía a este derecho. Esta modificación, que según algunos autores2[2] no es tal,
puesto que bajo la Constitución del 61 que no hacía calificación alguna ya el Legislador había
previsto normas que concebían al amparo como derecho, ha provocado un cambio total en la
mentalidad del juez de amparo, que bajo la merma de la formalidad que ordena el propio artículo
27 en esta materia, ha flexibilizado las normas de la ley para procurar una protección más efectiva.
Es sobre esta base que la Sala Constitucional ha establecido un procedimiento distinto al de la Ley,
desaplicando las normas procesales de la materia, y previendo un trámite más expedito que
permita la protección del amparo como derecho y de ese primer aspecto del objeto del derecho a
la tutela judicial efectiva: los derechos fundamentales. Se convierte así a la acción de amparo en el
mecanismo para hacer efectivo un derecho, el derecho al amparo. Y en relación con esta
efectividad, se halla además el tema de la protección de los intereses colectivos o difusos que
ahora, complementan la noción de la tutela judicial efectiva al incorporarse expresamente su
derecho a esta protección. La ley no había contemplado la posibilidad de protección de estos
intereses por acción particular. Esta precisión es muy importante, no es que antes no existiese
reconocimiento al interés colectivo o difuso, sino que su protección dependía de una
representación especial, y como regla general, atribuida a un órgano estatal: el Ministerio
Público3[3]. Sin embargo, ello no fue óbice para que la jurisprudencia, de manera algo tímida,
comenzará a mostrar la inadecuación de esta limitación, mediante fallos en los que si bien no se
llegó a aceptarlos, se perfilaban sin duda como el camino hacia esa meta. Me refiero al amparo
organizativo y a la extensión de los efectos de la sentencia a terceros, en los que se logró la
protección de intereses colectivos y difusos y hasta plurales. 2.3. Cargas para acceder al órgano
judicial En cuanto al acceso al órgano judicial, como manifestación de la tutela judicial efectiva
también, en materia contencioso administrativa o de control de legalidad de los actos de la
Administración, es tema de reflexión el agotamiento de la vía 2[2] Así li sostiene el profesor
Brewer-Carías en su libro “El sistema de justicia constitucional en la Constitución de 1999”. Edit.
Jurídica Venezolana. Caracas, 2000. 3[3] Aun cuando debe reconocerse que la jurisprudencia en
algunos casos negó incluso la legitimación de este órgano para ejercer acciones tendentes a la
protección de intereses difusos. Así la Sala Político-Administrativa del Tribunal Supremo de Justicia
en la sentencia de fecha 2 de mayo de 1996, caso Petróleos de Venezuela, indicó que la
representación del interés difuso debe negarse a un particular, pues “sus alegatos pueden estar en
contraste con los de otros múltiples sujetos y entidades integrantes de la colectividad.” 30
administrativa, es decir, la obligación de interponer en sede administrativa recursos ante la propia
administración autora del acto antes de poder acudir a los tribunales. Sabemos que la exposición
de motivos de la nueva Constitución insta al legislador a eliminarlos, lo cual parece la vía
apropiada de reflexión. Pero ello condujo a la nueva jurisprudencia a pretender la desaplicación,
sin más, de este requisito, criterio que ya fue revocado por el Tribunal Supremo. La Corte Primera
de lo Contencioso Administrativo, en decisión reciente, bajo ponencia del Magistrado Juan Carlos
Apitz4[1], trata el tema del agotamiento de la vía administrativa y como no puede basarse en la
consagración ahora expresa de la tutela judicial efectiva en la Constitución del 99, su desaplicación
como se había hecho en sentencia precedente. Se parte para ello de una premisa cierta y muy
importante, como es que “...ningún derecho fundamental es otorgado por el ordenamiento
jurídico, ni siquiera por el Texto Fundamental, el cual si puede, por el contrario, reconocerlo y
otorgar las garantías propias para su defensa y preservación...” De allí que –señala la decisión- “el
derecho a una tutela judicial efectiva no es exigible y vinculante por imperio de la Constitución de
1999 (pues) se trata de un derecho inherente a la persona y consustancial al Estado de Derecho.”
Por ello “...la validez o invalidez de las disposiciones legales que exigen el agotamiento de la vía
administrativa como condición de admisibilidad del recurso contencioso administrativo de
anulación, no puede ser determinada por una situación sobrevenida, esto es, por la entrada en
vigencia de la norma contenida en el artículo 26 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.” Concluye considerando que en todo caso que “...el derecho a la tutela judicial efectiva
no es, en el marco de un Estado de Derecho, un derecho fundamental ilimitado, sino que, por el
contrario, puede encontrar condiciones y límites precisos derivados del interés general, cuya
interpretación y acotación corresponde, en monopolio, al Poder Legislativo, el cual puede apreciar
libremente las exigencias de estos intereses superiores e imponer, mediante Ley, los límites y
restricciones que para ello sea necesario al ejercicio de los derechos individuales, y no
corresponde a los órganos del Poder Judicial sustituirse al Legislador en esta tarea política,
esencial en el marco de un estado de Derecho.” Que el derecho a la tutela judicial efectiva se
estime no ilimitado, significa que el mismo puede ser regulado, pero evidentemente que el mismo
tiene, como todo derecho fundamental, –y aquí siguiendo a Martínez-Pujalte-5[2] un contenido
constitucionalmente delimitado que todos los poderes públicos, incluido el legislador, están
obligados a respetar. La esencia del derecho debe ser respetada, y la legislación limitativa será
posible en la medida en que se salvaguarde ese contenido esencial. Un ejemplo – tomado de la
obra de Joaquín Rodríguez-Toubes- ilustra estas ideas y soporta la posición de la Corte Primera en
el fallo comentado. El requisito de preaviso al patrono en caso del ejercicio del derecho a huelga,
es una limitación que aunque altera el derecho tal y como lo ha concebido el constituyente,
respeta su contenido esencial y por tanto es admisible. 4[1] Sentencia de fecha 26 de abril de
2001, caso Antonio Alves Moreira vs. Ingeniería Municipal de la Alcaldía del Municipio Baruta. 5[2]
Martínez-Pujalte, Antonio Luis. La garantía del contenido esencial de los derechos fundmentales,
Madrid, 1997. 31 Recuérdese que en esta materia la LOA ha provisto también de un mecanismo
muy importante para en el caso de violaciones de derechos constitucionales, permitir el acceso a
la justicia sin necesidad de cumplir este requisito del agotamiento de la vía administrativa.
Compartimos, sin embargo, la opinión de quienes –como el autor de la exposición de motivos de la
nueva Constitución, opinan que los recursos administrativos deben si no eliminarse hacerse
optativos porque como se indica en la sentencia comentada creemos también que es verdad lo
señalado por los maestros españoles García de Enterría y Fernández en el sentido de que el
cumplimiento de esa carga de recurrir previamente en la vía administrativa implica un
aplazamiento de la posibilidad de obtener una decisión en Justicia a través de un verdadero
proceso ante una instancia neutral e independiente, agravado no sólo por los plazos fugaces para
su ejercicio como alertan los mencionados autores sino por los larguísimos plazos de decisión y
por la tendencia práctica del funcionario –al menso entre nosotros- de asumir una actitud de
defensa a ultranza de la decisión tomada, aun cuando la ilegalidad sea evidente. La tutela judicial
efectiva debe conducir a procurar en la legislación la facilitación del acceso al órgano judicial y no
su desestímulo o penalización, en cuyo caso si se estaría alterando el contenido esencial del
derecho sin duda alguna. De allí la declaratoria de inconstitucionalidad del principio solve et
repete (pague primero y reclame después.) El imperio de este principio también dio lugar a la
declaratoria de inconstitucionalidad del pago de intereses moratorios en materia tributaria, en el
tiempo en que estuviere pendiente la decisión de los recursos administrativos y suspendido por
ende los efectos del reparo que contiene la obligación de cancelar un impuesto y la sanción
correspondiente. Este fallo que anuló parcialmente el artículo 159 del Código Orgánico Tributario,
en ponencia de la Magistrado Hildegard Rondón de Sansó que es ejemplarizante en lo que al tema
de la tutela judicial efectiva como derecho se refiere. En esa sentencia se lee: “...la suspendibilidad
de los efectos del acto por virtud del ejercicio de los recursos administrativos impide la aplicación
de intereses moratorios antes de que la obligación tributaria quede definitivamente firme. En el
primero de los supuestos, por virtud de la inexigibilidad que se deduce de esta suspensión; en el
segundo, porque así lo impondría el principio de tutela judicial efectiva. En efecto, la concepción
de una sanción pecuniaria en estos términos afectaría la tutela judicial efectiva que en materia
contencioso administrativa ha sido tan desarrollada por la jurisprudencia y doctrina Venezolana.
Motivo de admiración para doctrinarios extranjeros es que sea debido a la construcción
jurisprudencial, que en nuestro país la tutela judicial efectiva se estime con consagración
Constitucional. ...en materia tributaria (...) es la propia ley la que impide la ejecución del acto
cuando estén pendientes recursos contra éste. Se ha consagrado así la suspensión automática de
los efectos del acto administrativos por el ejercicio de los recursos.... Se afecta entonces la eficacia
misma del acto tributario, la cual queda suspendida hasta tanto se resuelvan los recursos contra él
intentados. Por ello, plantear la aplicación de una sanción administrativa pecuniaria –intereses
moratorios-, cuyo monto se incrementaría durante el tiempo en el que los recursos se tramitan,
configuraría una grave afectación al principio de tutela judicial efectiva que sustenta esta
suspensión automática de los efectos del acto...” 3.3.- La defensa contradictoria: El derecho a la
tutela judicial abarca también, el aspecto la defensa contradictoria. Sobre ello sólo comentaremos
que este aspecto debe tenerse como 32 causa que dio fundamento a la anulación del artículo 22
de la LOA, que preveía el amparo inaudita alteram partem. Con independencia de que se
comparta o no la interpretación acerca de la aplicación de esta norma que dio lugar al fallo
anulatorio, queremos destacar que fue justamente el principio de la defensa contradictoria lo que
la sustentó. 3.4.- Efectividad del fallo: El tercer aspecto de la tutela judicial es la efectividad del
fallo. La tutela judicial efectiva abarca no sólo el acceso a la justicia, sino también la posibilidad del
juez de asegurar las resultas del proceso y de proveer lo conducente para la ejecución de sus
fallos. En este sentido queremos destacar que la potestad cautelar del Juez, bajo un esquema de
respeto a la tutela judicial efectiva, como un derecho fundamental, ha tenido un inmenso
desarrollo en los últimos tiempos. Inclusive en la justicia comunitaria, señala García de Enterría
que, si bien la tutela judicial efectiva no es un concepto formulado en ninguno de los Tratados ni
normas de Derecho Comunitario Europeo, así como está categóricamente contenido en el artículo
24 de la Constitución Española, es principio que la funda, pues la tendencia que ella sigue es a
procurar una justicia provisional, rápida e inmediata, dejando la justicia definitiva remitida a los
largos y dilatados procesos. Hoy inclusive en el amparo constitucional, la potestad cautelar
permite el aseguramiento inmediato de las situaciones cuya protección se debate en el proceso.
En el contencioso administrativo es interesante el desarrollo que este tema ha tenido, pues de un
limitado poder de suspensión de efectos del acto recurrido, hoy se ha pasado a reconocerle al Juez
un poder cautelar general que le permite dictar todo tipo de providencias, aun las innominadas,
para asegurar las resultas del proceso. Bien lo ha puesto de relieve el profesor Luciano Parejo
Alfonzo al señalar que la efectividad de la tutela judicial en el contencioso administrativo depende
del grado de eficacia del sistema de control jurisdiccional de la Administración, de las posibilidades
de conservación del derecho o situación jurídica litigiosa mientras penda el proceso, y, finalmente,
de los poderes del juez en orden a la ejecución del fallo.6[3] Y es allí en el contencioso
administrativo donde la tutela judicial efectiva ha procurado el mayor desarrollo de los últimos
tiempos. La existencia de un sistema contencioso administrativo de naturaleza judicialista ha
provocado la evolución de un contencioso objetivo –diseñado en el marco de un régimen de
justicia retenida- a un contencioso subjetivo, en el que a más de garantizarse el control de
legalidad del accionar administrativo, se protegen los derechos e intereses subjetivos de los
particulares. De tal manera que el derecho a la acción en esta materia, no sólo como la posibilidad
de acudir a los órganos jurisdiccionales a los fines de controlar la legalidad administrativa- sino
como un derecho que comprende además –y de manera fundamental- la tutela judicial de los
derechos e intereses subjetivos jurídicamente protegidos, individuales o colectivos. Consecuencias
del carácter subjetivo del proceso contencioso son, según sostiene Linares Benzo, entre otros, un
sistema cautelar que permita corregir el desequilibrio que genera la ejecutoriedad de los actos
administrativos así como también la posibilidad real de ejecución de las decisiones judiciales que
declaran 6[3] Campo Cabal, Juan Manuel. Medidas Cautelares en el Contencioso Administrativo.
Edit. Temis,S.A. Bogotá, 1989, pág. 10. 33 ajustadas a derecho las pretensiones de los sujetos que
debaten ante el contencioso.7[4] Esta materia, como es sabido, aun no encuentra su desarrollo
total, pues todavía enfrenta el juez contencioso administrativo dificultades, a veces insalvables,
para lograr la ejecución de lo ordenado, y el Legislador en lugar de dar las bases que coadyuven a
ello, mantiene en vigencia normas en nada acordes a un sistema en el que la tutela judicial
efectiva sea base cardinal. Además hay que considerar que en el contencioso administrativo se
encuentran, por lo general, dos poderes enfrentados, en el caso de decisiones adversas a la
Administración y entre nosotros, los administradores encuentran en el camino de la crítica
desacalificante, más que en el disentimiento institucional, la vía para justificar no sólo el acto
calificado de ilegal sino incluso el desacato de la sentencia. Hemos sostenido que además de la
regulación de los procesos, la tutela judicial efectiva impone un sistema judicial autónomo,
independiente y responsable y un sistema de derecho en el que se propenda al respeto de sus
decisiones y al fomento de su credibilidad. b La independencia atañe a la persona del Juez, en
tanto que la autonomía a la institución judicial, la primera significa –siguiendo a –Montero Aroca
8[1]- que el 7[4] Linares Benzo, Gustavo. Lber Aminocorum. Homenaje a la Obra Cinetífica y
Docente del Profesor José Muci-Abraham. Págs. 397 y 408. 8[1] Bazdresch, Luis. Garantías
Constitucionales. Edit. Trillas. Cuarta edición. México, 1990. Pág. 12. 34 juez no debe estar sujeto
más que a su conciencia en la aplicación de la ley y la autonomía que el órgano judicial sea no
dependa de otros poderes. Ello aunado a la responsabilidad plantea un sistema en el que es
posible aspirar a una tutela judicial efectiva. Lo contrario, la falta de libertad de conciencia del juez
o la dependencia – formal o informal- respecto de otros poderes, incluidos los grupos de poder,
imposibilita que como sistema se propenda a la aplicación generalizada y objetiva de una tutela
judicial efectiva. conciencia en la aplicación de la ley y la autonomía que el órgano judicial sea no
dependa de otros poderes. Ello aunado a la responsabilidad plantea un sistema en el que es
posible aspirar a una tutela judicial efectiva. Lo contrario, la falta de libertad de conciencia del juez
o la dependencia –formal o informal- respecto de otros poderes, incluidos los grupos de poder,
imposibilita que como

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