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Una de las premisas de este módulo, corresponde a que la convivencia es uno de los aprendizajes más
fundamentales a lograr dentro de la comunidad educativa y requiere de una gestión acorde a tal
característica. Entendemos que la convivencia tiene un carácter formativo, por lo que diseñamos y
promovemos distintas acciones para educar en los modos de convivir esperados a todos los miembros de la
comunidad.
Este módulo permitirá que identifiques y reflexiones sobre el concepto de disciplina formativa y sobre una
serie de prácticas que favorecen la gestión del aprendizaje de la convivencia en la comunidad.
Este módulo convoca al lector y lectora, a analizar los componentes valóricos propios de cada Proyecto
Educativo Institucional y cómo estos se traducen en conductas concretas que se espera de parte de los/las
estudiantes, bajo una mirada propositiva y centrada en el apoyo y refuerzo positivo para incentivar su logro.
Asimismo, se hace un especial énfasis en torno a la relevancia del vínculo pedagógico y cómo éste se
transforma en un gran recurso para el ejercicio de la labor docente.
1) la definición de convivencia escolar refiere al entramado de relaciones entre todos quienes conforman la
comunidad escolar;
Ambos objetivos resaltan la necesidad de intencionar el desarrollo integral de quienes la conforman, con
especial énfasis en los y las estudiantes.
Es muy probable que aparezcan palabras como orden, reglas, castigo, anotación negativa u otras que, de
alguna manera, dan cuenta de la disciplina como un ámbito asociado al control y la sanción.
Sin embargo, y tomando la definición entregada por Banz (2015), la disciplina corresponde a “la apropiación y
cumplimiento del rol que cada uno de los actores tiene dentro de una comunidad organizada” (p.1). Es así
que la disciplina debiese transformarse en una herramienta para orientar la enseñanza y aprendizaje respecto
de la convivencia, y una oportunidad para definir roles, en tanto derechos y responsabilidades, que cada
integrante de la comunidad educativa requiere cumplir para lograr los objetivos que emanan del PEI. Así, la
indisciplina no es exclusiva de los y las estudiantes, ya que, desde esta definición, la disciplina refiere a todos
y todas quienes conforman la comunidad.
Es preciso mencionar que cuando un niño, niña, joven o adolescente, pasa a ser miembro de una comunidad
formal, como la escuela, no tiene por qué saber cómo comportarse dentro de esta o cómo desempeñar el rol
que le corresponde. En otras palabras, nadie nace sabiendo cómo ser estudiante, lo cual nuevamente
posiciona la formación como un elemento crucial para la convivencia. Las comunidades educativas deben
enseñar a sus estudiantes el rol que deben ejercer, para así lograr una convivencia armónica al interior del
espacio educativo. Es desde ahí, que la disciplina y la gestión de esta, representa una oportunidad de
enseñanza y de aprendizaje vinculándose con el enfoque de Disciplina Formativa.
Tal como se orienta el rol de los estudiantes, también será ámbito de trabajo reflexionar y definir los roles que
cada actor requiere cumplir en la comunidad escolar. Para ello, el Reglamento Interno, se constituye en el
instrumento rector para la definición de dichos roles, así como también, de las formas de convivencia que se
quieran lograr. Es fundamental hacer de este una construcción participativa, para que los modos de convivir
que se esperan sean reflexionados y definidos por todos quienes conforman la comunidad educativa.
Disciplina tradicional versus formativa
Retomando el ejercicio reflexivo que realizamos al inicio de esta sección, percibimos que en general la
disciplina se asocia a un enfoque basado en el control, también llamado enfoque tradicional, el cual apunta a
intencionar la obediencia. Por el contrario, desde el enfoque formativo, el foco está en la autonomía moral, es
decir, que los estudiantes puedan discernir respecto a lo que está bien y está mal a partir de los
comportamientos esperados definidos por la comunidad educativa acordes a su rol, orientando su actuar
hacia el respeto y en concordancia con los derechos y deberes del PEI.
De esta forma, es primordial reflexionar sobre el concepto de disciplina que poseen quienes conforman una
comunidad educativa. A continuación, se presentan características de ambos enfoques mencionados:
Es preciso mencionar, que optar por un enfoque de disciplina formativa u otro no se basa en una decisión
antojadiza, sino que las preguntas a las que como comunidad debemos responder son: ¿qué enfoque de
disciplina favorece el aprendizaje de la convivencia respetuosa, inclusiva, participativa, colaborativa y basada
en la resolución de conflictos mediante el diálogo? ¿qué enfoque de disciplina es el más pertinente para
formar a los ciudadanos y ciudadanas del siglo XXI?
A partir de los valores institucionales definidos por cada comunidad educativa y declarados en su Proyecto
Educativo Institucional (PEI), se debe organizar y acordar cómo se va a educar y formar a los y las
estudiantes en torno a estos valores.
A continuación, se detallan los pasos para la construcción y enseñanza del sistema de comportamientos
esperados. Mediante estrategias de gestión del aprendizaje de la convivencia, se brinda la oportunidad de
generar contextos que evidencian el sello valórico de la institución en el actuar cotidiano.
Es indispensable que se cuente con una definición consensuada de los valores institucionales, para lo cual se
debe revalidar la definición ya existente o desarrollar una definición nueva, por ejemplo, que sea de mayor
pertinencia con los 4 modos de convivir que plantea la Política Nacional de Convivencia Escolar. Con este
paso logramos que los valores evoquen ideas similares y se aumenta la probabilidad de consenso en los
comportamientos esperados entre quienes participan en la construcción de la tabla de comportamientos.
Una vez identificados los espacios, se deben redactar dos acciones por cada valor y espacios
seleccionados. Por ejemplo:
En esta comunidad uno de los valores que los orientan es la Responsabilidad. Para ello, y mediante una
asamblea por estamentos, han acordado que, en la sala de clases, dos formas de vivenciar la
responsabilidad, es levantar la mano y esperar su turno para hablar; y cumplir con el horario de llegada. Así,
estos dos acuerdos es lo que la comunidad ha definido como comportamientos esperados en la sala de
clases y que reflejan responsabilidad en el marco de esa comunidad.
Al realizar este ejercicio, se debe considerar que los comportamientos deben ser específicos de lo que se
espera y dar cuenta de expectativas de conductas. Es decir, requieren ser redactados con un lenguaje
positivo que clarifique cómo llevarlo a cabo.
Una vez realizado este ejercicio con todos los estamentos, la siguiente tarea es sistematizar los
comportamientos propuestos y conformar una tabla general del colegio con los comportamientos esperados,
definidos según valor y espacio.
Dentro de este ámbito, cabe dar respuesta a preguntas que atañen al nivel institucional y pedagógico de la
gestión del aprendizaje de la convivencia, tales como: ¿Qué hitos de la dinámica escolar podemos considerar
para trabajar en torno a los valores y los comportamientos esperados?, ¿cómo se darán a conocer a los y las
estudiantes?, ¿cómo Lenguaje, Ciencias o Educación Física abordarán la enseñanza de valores de la
comunidad?, entre otras.
Así como se intenciona el diseño de acciones destinadas al trabajo con los y las estudiantes, también es
preciso pensar acciones que apunten a los otros integrantes de la comunidad educativa. Es importante
considerar que, si bien los comportamientos esperados son acordados para que sean aprendidos por los y las
estudiantes, el rol de los adultos en esta tarea es fundamental. Será crucial, que los adultos de la
comunidad sean ejemplo de los comportamientos esperados, considerando el modelaje una estrategia
importante en su enseñanza. La convivencia la hacemos todos y este tipo de aprendizaje se obtiene
conviviendo.
Algunas preguntas que pueden orientar la reflexión en las comunidades: ¿qué requieren saber los docentes
de la comunidad para trabajar desde un enfoque de disciplina formativa?, ¿en qué necesitamos apoyo de las
familias de los estudiantes para promover la enseñanza de los valores y los comportamientos esperados?
Las respuestas a estas y otras preguntas, representarán los insumos para diseñar acciones que impacten en
los adultos de la comunidad, por ejemplo, trabajar de manera unida entre la escuela y la familia, con talleres
reflexivos en torno a qué se espera de los estudiantes; formación docente respecto la relevancia del vínculo
en el proceso de enseñanza y aprendizaje, entre otras.
Es importante considerar que cada acción en torno a los comportamientos esperados debe estar
fundamentada en el valor que lo contiene. Esta es una forma de otorgar y mantener vivo el significado y dar
coherencia a la labor educativa a la cual están convocadas las comunidades escolares.
Sistema de reconocimiento
Es muy probable que en la comunidad educativa en la que te desempeñas, existan momentos del año en los
cuales se realicen reconocimientos a los y las estudiantes: logro al desempeño, mejor compañero o
compañera, curso más ecológico, entre otros.
En otras palabras, la invitación es a dar respuesta a preguntas tales como: ¿por qué reconoceremos el buen
desempeño, al mejor compañero o al curso más ecológico?, ¿qué valores hay detrás de tales
comportamientos?, si hemos diseñado un listado de comportamientos esperados ¿cómo reconoceremos a
quienes lo logran?
Se espera a partir de esto, conformar una cultura escolar centrada en lo positivo y lo colectivo, que fortalezca
constantemente los aprendizajes logrados en materia de convivencia.
Nuevamente en esta etapa, y como toda acción que apunte a la convivencia escolar, la gestión participativa
será crucial. De esta forma, se requerirá indagar con quienes conforman la comunidad sobre qué, cómo y
cuándo reconocer. La propuesta apunta a transformar los reconocimientos como prácticas instaladas en la
cultura escolar y no como un hito o evento aislado.
Sprague y Golly (en Paz Educa, 2017) realizan recomendaciones para la construcción del sistema
de reconocimiento, entre las que se encuentran:
● Ser de carácter público, de tal manera se transforme en un modelo para otros y otras.
● Transformarse en una práctica paulatina y con carácter social más que material, para evidenciar el
valor que hay detrás y evitar la instrumentalización del reconocimiento (por ejemplo, apoyo a mis compañeros
porque ganaré 5 décimas para la prueba vs. apoyo a mis compañeros porque lo necesitaban, empatizo con
ellos).
● Extender el sistema de reconocimiento para los distintos estamentos que conforman la comunidad:
estudiantes, docentes, directivos, apoderados, asistentes de la educación y administrativos.
● Contar con la participación de los estudiantes en el sistema de reconocimiento representará una
oportunidad para identificar sus intereses al respecto. Esto permitirá que los reconocimientos que otorgue la
comunidad sean pertinentes.
● Aumentar el reconocimiento en momentos difíciles del año, por ejemplo, fin de semestre o periodos de
evaluaciones, podría favorecer la motivación escolar.
Algunos Ejemplos:
Por último, y una vez diseñado el sistema, quedará la tarea de socializarlo y monitorearlo, de tal forma que
se cumplan los plazos e indicadores a considerar para el reconocimiento. De no existir un monitoreo, podría
ser letra muerta y perder así, la oportunidad formativa que brinda este sistema.
Revisa dos infografías que resumen los principales pasos para el trabajo en torno a los
comportamientos esperados, su enseñanza y reconocimiento:
Gestión de vínculos
Las comunidades educativas tienen una de las responsabilidades más importantes de la sociedad, asumen el
rol de colaborar en la formación de los niños, niñas y adolescentes, rol que tiene implicancias para los
individuos y la sociedad en su conjunto. Entonces, ¿cómo se lleva a cabo esa tarea? ¿qué es lo que permite
que los docentes puedan aportar a la formación de sus estudiantes?, contar con los conocimientos
disciplinares y metodológicos es muy importante, ¿basta únicamente con eso?
La respuesta a estas inquietudes está en reconocer que el acto educativo se da en un marco relacional entre
docentes y estudiantes. Son los vínculos pedagógicos que se construyen los que entregan al docente el poder
de impactar en el aprendizaje y desarrollo del niño, niña y adolescente, y a su vez, permite al
estudiante respetar al docente como un modelo a seguir y abrazar el plan de aprendizaje establecido.
El día a día de un estudiante, implica relacionarse con la tarea de aprender algo que hasta ahora no sabe,
otorgando un grado de incertidumbre al proceso. Geddes (2010) plantea que los y las docentes deben proveer
una base segura para que los estudiantes se sientan contenidos en la exploración propia del aprender. Es
esta tríada de profesor-estudiante y tarea, denominada por la autora como el triángulo de aprendizaje (para
Richard Elmore, “núcleo del aprendizaje”), la que contiene los elementos que constituyen el vínculo
pedagógico, evidenciando cómo las relaciones entre docentes y estudiantes afectan el proceso de
aprendizaje.
El vínculo corresponde a una relación recurrente con un nivel de profundidad capaz de generar una conexión
que se basa en la confianza, seguridad y aceptación. Así, enseñar matemática, artes o valores, parece ser
una tarea imposible sin una base relacional sólida entre docente y estudiante (Casassus, 2008, citado en Paz
Educa, 2017). Es importante considerar que esta relación se da en el marco de una relación vertical y
jerárquica, lo cual no significa una relación basada en el autoritarismo, sino una relación entre una persona
que cuida y otra que es objeto de cuidado.
Tal como referíamos en los comportamientos esperados en el apartado anterior, para los docentes un desafío
será establecer vínculos pedagógicos que permitan impactar en el proceso educativo de los y las estudiantes.
Para ello, contar con una cultura escolar que manifieste apertura y convencimiento respecto de la importancia
del trabajo en el ámbito vincular, facilitará el proceso entre docentes y estudiantes.
Geddes (2010) plantea que contar con una base segura a nivel institucional centrada en la confianza y la
aceptación trae beneficios para todos. En términos concretos, una cultura con base segura reflejaría prácticas
que impliquen:
Respeto por todos los y las estudiantes, independiente de sus características.
Actuar empático al momento de comprender los mensajes implícitos que pueda haber en los
Equipos de apoyo profesional para el docente que le permitan contar con mayores herramientas para
Sumado a lo anterior, las comunidades educativas requieren diseñar prácticas que permitan intencionar la
gestión de vínculos entre estudiantes y docentes, lo que requiere de un trabajo en torno a la persona del
docente. Reconocer las fortalezas y debilidades en el ámbito vincular, representa el primer paso en esta
importante tarea. Hay personas con las que la construcción se da de manera más fluida, sin embargo, con
otras puede implicar un mayor esfuerzo.
La formación inicial de los y las docentes, y aun reconociendo los avances logrados en la materia, no aborda
este aspecto con la profundidad que amerita. Las comunidades educativas necesitan promover instancias de
desarrollo profesional para desplegar herramientas en docentes (también en directivos y otros adultos de la
comunidad) para establecer vínculos de cuidado, de confianza y aceptación con los y las estudiantes, también
transformándose en un modelo de comportamiento social y emocional que impregne la convivencia de la
comunidad.
Trabajar en torno al vínculo entre docentes y estudiantes se transforma en una oportunidad de fortalecer
el aprendizaje de los modos de convivir. Así, es preciso que las comunidades educativas reflexionen
sobre: ¿en qué medida las relaciones que se establecen con los estudiantes dan cuenta de respeto, inclusión,
participación y uso del diálogo en la resolución de conflictos?, ¿son los adultos de la comunidad un modelo
para promover estas formas de relación?
Tal como plantea la Política Nacional de Convivencia Escolar (2019), es un desafío de gran importancia para
el desarrollo cultural y ético del país "la generación de ambientes inspiradores que faciliten el desarrollo de
una convivencia respetuosa, inclusiva, participativa, colaborativa y orientada al bienestar de la comunidad,
[…] donde se vuelva un imperativo el reconocimiento y la valoración de las identidades personales y el
cuidado de todos y todas (p. 8).
Aprendizaje socioemocional
La ONG Colaborativo para el Aprendizaje Académico, Social y Emocional (CASEL) ofrece una propuesta
integrada de competencias intrapersonales, interpersonales y cognitivas, las cuales se organizan en cinco
dimensiones y que resultan ser esenciales al momento de gestionar el aprendizaje de la convivencia.
El posicionar al aprendizaje socioemocional dentro de la tarea educativa, implica quebrar modelos de antaño,
en los cuales se separaba a la emoción de la cognición. Existe amplia evidencia, especialmente desde la
neurociencia, que todo pensamiento va acompañado de emoción.
El desafío, entonces, implica la formación en torno al aprendizaje socioemocional y otorgar relevancia a la
construcción del vínculo pedagógico; y por otro, promover un clima laboral en el cual se resguarde
el bienestar docente. Este último responde al grado en que una persona califica favorablemente la calidad de
su vida y su estado afectivo (Bisquerra, 2000). Al respecto Mineduc en la fundamentación para implementar
un plan de trabajo en torno a la gestión del aprendizaje socioemocional (2020) propone las siguientes
acciones:
El bienestar docente influye directamente en el bienestar de los demás actores de la comunidad, así como su
malestar impacta los vínculos en torno al aprendizaje. De esta forma, las comunidades educativas están
llamadas a diseñar estrategias de trabajo que faciliten el bienestar de todos y todas.
Bibliografía Módulo 3
Recursos básicos