BUENAS PRÁCTICAS DE GESTIÓN ESCOLAR.

Cuando hablamos de institución, nos referimos a cualquier tipo de

organización humana, que implica relaciones estables y estructuradas entre
las personas, que se mantienen en el tiempo, con el fin de cumplir una serie de
objetivos explícitos o implícitos. Estas, incluyen una serie de hábitos,
costumbres, tradiciones, normas y reglas que comparte toda la comunidad
implícita en ella, así como una jerarquía de poder que se asigna a los
participantes en la organización.
Las instituciones, surgen como respuesta a las necesidades que exige la
población y suelen modificarse o adaptarse para mejor oferta a las
necesidades que existan. Pueden clasificarse en: instituciones políticas,
instituciones económicas, instituciones jurídicas, instituciones laborales,
instituciones científicas, instituciones artísticas e instituciones educativas. Esta
última, será nuestro enfoque a lo largo del presente texto.
Una institución escolar, es aquella organización donde una comunidad
obtiene educación, a través de un entorno compartido y que, de manera
colectiva, proporciona un entorno de enseñanza-aprendizaje. Estas, generan
conocimientos en un individuo para una vida de productividad en la comunidad
donde habite, evoluciona de acuerdo a la sociedad a la que va a servir,
formando parte de su historia, ya que transmite, consolida y mantiene valores,
en otras palabras, debe ser holística y flexible a la vez.
Como toda institución, debe clarificar estrategias y alternativas que permitan
desarrollar la calidad de los contenidos del currículum, es decir, responder a la
pregunta ¿qué sujeto quiero formar?, y así, plantear objetivos que cumplan con
la misión y la visión de la organización.
En los últimos años, se han detectado faltas de compromiso por parte de los
docentes, administrativos y directores, esto ocasiona que las normas y reglas
no sean llevadas de forma correcta. No plantean metas a largo y corto plazo;
no existe motivación para el futuro personal ni hacia la organización en la que
trabajan.
Todo se orienta e involucra a la institución escolar como una comunidad de
aprendizaje que reflexiona y actúa para la mejor resolución de los problemas a
los que se enfrenta día a día. Para poder detectar sus fortalezas y debilidades,
debe ser participe en las evaluaciones correspondientes para ofrecer calidad
educativa y generar un ambiente de aprendizaje que se adapte a las
necesidades que surgen año con año en la población.
Otro punto de suma importancia es generar en los docentes la
comunicación entre pares, esto con el fin de desarrollar una visión crítica para
la detección de fortalezas y debilidades que se tengan sobre un grupo de
alumnos en específico y brindar alternativas de solución para el cambio, en
otras palabras, compartir experiencias profesionales sobre las estrategias
propias ante un problema, de esa forma, y entre todos, buscar una solución. Su
desarrollo debe ser progresivo, previendo tiempos y espacios que posibiliten la
participación de los actores, donde cobra especial importancia la observación y
reflexión sobre las prácticas, y de esta manera, reorientarlas en función de la
mejora que se desea concretar.
La escuela, es considerada como el núcleo fundamental del sistema
educativo, por lo cual, exige un avance académico adecuado respecto a la
profesionalización docente y la participación activa por parte de los estudiantes
que la conforman, por ello, el cambiar el papel de ambos no debe interpretarse
como un proceso lineal ni a una planificación esquemática. El cambio no debe
ser estrictamente fijado, puesto que es de naturaleza esquemática.
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